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El juego de Daruma-san

Lo que te voy a decir es algo muy serio y una vez que comprendas como es este
juego, recae en ti toda responsabilidad a la hora de intentarlo o rechazarlo. En
Japón, los jóvenes comentan muchísimo este oscuro ritual para atraer a un
espíritu siniestro.

El juego de Daruma-san, es una leyenda urbana que a nadie le gustaría vivir en


carne propia. Sin embargo, de vez en cuando no faltan los que cometen la
equivocación de aceptar el desafío.

La historia cuenta que Daruma era una joven que murió ahogada en la bañera. Se
encontraba lavando su cuerpo, cuando resbaló en el agua y se golpeó con el
borde de la tina. Se pegó tan fuerte que se sacó un ojo en el proceso. Inconsciente
y malherida, la muchacha se despertó muerta y desde ese entonces se dedica a
vagar entre nuestro plano y el del más allá a la espera de que alguien la invite a
entrar de nuevo.

Ahora, este es el juego. Recuerda que solo tú serás responsable si eliges formar
parte de él.

Es importante que tengas una bañera en casa y que lo hagas por la noche,
asegurándote de que el baño quede completamente a oscuras.

Quítate la ropa y sumérgete en la tina; el agua debe estar fría para cumplir a la
perfección con el ritual. Enjabona tu cuerpo como lo haces cuando te bañas
normalmente y repite en voz baja las siguientes palabras: Daruma, ven. Daruma,
ven.

Si todo sale bien, escucharás ruidos en la entrada de tu baño, seguidos de un


brusco golpe que hará saltar el agua de la tina. No te asustes. Es una escena de
la muerte de Daruma, que se está repitiendo ante ti. Mantén la compostura y sigue
llamándola, limpiándote como si nada ocurriera. Tal vez la sientas recargar su
cabeza contra tu hombro.

En ese momento debes sujetarte muy fuerte y salir del agua, cuidando de no
resbalarte. Ella intentará hacer que suceda, eso te lo aseguro.
Seca tu cuerpo con tranquilidad y camina fuera del baño. En cuanto hayas salido,
el juego habrá dado inicio. Daruma te seguirá las siguientes 24 horas a donde
quiera que vayas, sin darte tregua. Tu objetivo es el de evitar que te alcance.

Para lograrlo debes mirar constantemente sobre tu hombro; que no te sorprenda


verla cada vez más cerca de ti. Si sientes que está a punto de alcanzarte,
pronuncia la palabra “tomaré”, que en japonés quiere decir “detente”. Esto te
permitirá ganas algo de tiempo para alejarte lo más que puedas, antes de que
Daruma vaya de nuevo tras de ti.

El juego se termina en cuanto hayan pasado las 24 horas establecidas. Luego de


este lapso de tiempo, tienes que decir en voz alta la palabra “kita”, que en la
cultura de Japón equivale a un movimiento de karate que simbólicamente se usa
para cortar lazos.

¿Y qué sucede cuando Daruma-san logra alcanzar a alguno de sus jugadores?


Eso es algo que quizá no te convenga averiguar.
Los troncos peligrosos de Brasil

Era muy tarde cuando Andrea se levantó, alertada por unos extraños ruidos que
se escuchaban en su propia habitación. Tenía al lado de la mesita de noche una
maceta llena de troncos, que le habían regalado para decorar sus interiores. Al
encender la luz y fijarse en ellos, sintió un escalofrío bajando por su espalda.

Los troncos se estaban sacudiendo ligeramente y una serie de sonidos extraños


se escuchaban desde el interior, como si hubiera algo atrapado dentro. Andrea no
se atrevió a mirar. Le tenía pánico a los bichos y no soportaba la idea de que
hubiera alguno que pudiera saltarle encima. Así que se puso su bata de dormir a
toda prisa y llamó a un exterminador.

Por la madrugada, el hombre se presentó para examinar el tronco y le pidió que se


mantuviera a distancia.

—Voy a revisar el tronco para confirmar si se trata de una plaga o no —le advirtió.

—¿Usted cree que realmente pueda ser eso? —preguntó Andrea, temblando.

—No estoy seguro, señorita. Pero si lo es, le aviso que tendremos que fumigar el
apartamento completo, pues ese tipo de casos deben tratarse con extremo
cuidado.

Tras echar un vistazo al interior de los troncos, quebró uno y Andrea contuvo un
grito de terror. Cientos de arañas diminutas salieron desperdigadas por la madera,
en tanto el exterminador las apuntaba con un galón de insecticida.

La misma escena no tardaría en repetirse en cientos de hogares brasileños. Y es


que hubo un tiempo en el que estuvo muy de moda decorar interiores con troncos
naturales.

No obstante, un especialista en los medios de comunicación empezó a advertirle a


las personas que no hicieran tal cosa, pues muchas arañas venenosas de las
zonas selváticas del país aprovechaban para meterse y dejar sus huevos dentro.
La gente que los tomaba para comerciar con ellos en la ciudad no siempre
revisaba que se encontraran limpios.
Pronto se conoció a estas plantas como “los troncos peligrosos”, pues las
personas se daban cuenta aterradas, de que se movían solos y emitían una serie
de ruidos desagradables.

Cuando el fenómeno se extendió como una epidemia por todo el país, las
autoridades de salubridad ordenaron exterminarlos a todos, así como prohibir su
venta en puestos callejeros y tiendas de decoración. Lo peor, fueron los casos de
personas que se reportaron con picaduras de araña una vez que los huevecillos
se rompieron. Síntomas horribles como fiebre y sarpullidos aquejaron a quienes
tuvieron contacto con los diminutos arácnidos; que también se esparcieron por
buena parte de las calles.

Luego de tan brutal experiencia, los troncos quedaron prohibidos y fue más la
gente que optó por poner naturaleza artificial en sus casas, que arriesgarse a
contraer una plaga.

Esta leyenda de terror fue una de las más difundidas en su momento en Brasil,
aunque nunca se ha llegado a confirmar si es verídica o no. Por si las dudas,
nunca está de más recordar que hay cosas que es mejor dejar en su entorno
natural.
El bebé feo
Ocurrió en la sección de maternidad de una clínica, en el estado de Chihuahua,
México. Marlene trabajaba como enfermera en dicha área del hospital, atendiendo
a los bebés recién nacidos y trasladándolos desde los partos hasta los cuneros,
previa revisión médica. Era un trabajo extenuante pero satisfactorio, pues a ella le
gustaban mucho los niños.

Sin embargo, ni ella ni sus compañeras podrían olvidar lo que ocurrió aquella
noche tan extraña, en la que una mujer murió después de dar a luz a su bebé.

La madre había llegado sola hasta las instalaciones de la clínica, aquejada por
fuertes dolores de parto. Se sentía tan mal que era casi un milagro que hubiera
podido llegar por su cuenta hasta la clínica. Rápidamente, el personal médico la
llevó a la sala de partos en donde dio inicio el más doloroso alumbramiento. La
muchacha se retorcía en medio de estertores y lanzaba gemidos anormales;
incluso para una embarazada que estaba dando a luz por primera vez.

Cuando el doctor recibió al bebé, se quedó lívido por un segundo. Era una criatura
horrible. Tanto, que una de las enfermeras estuvo a punto de desmayarse de la
impresión.

Lo peor fue que por más que se esforzaron, no pudieron encontrar a ningún
familiar de la madre, que literalmente parecía haber salido de la nada. Fue
trasladada a una morgue y probablemente, enterrada en una fosa común.

Mientras tanto, el pequeño permaneció en los cuneros, a la espera de que las


autoridades lo colocaran en algún orfelinato. Allí, las enfermeras no paraban de
hablar sobre lo feo que era y se turnaban para echarle un vistazo. Marlene, que lo
había visto con sus propios ojos, se sentía estremecer cada vez que lo miraba. No
se trataba simplemente de que el niño tuviera alguna enfermedad congénita o una
desafortunada malformación.

Había algo malo con ese bebé, algo que le ocasionaba un mal presentimiento.

—Que horrible que es —escuchaba decir a sus compañeras, mientras se


colocaban alrededor del cunero para mirarlo—, casi no puedo ni mirarlo. Es
repugnante.

—¿Por qué habrá nacido de ese modo? ¿Tendrá alguna condición?


—Los exámenes médicos no arrojaron nada en concreto.

—Jesús, María y José, entonces no sé a que se deberá ese aspecto. Pero una
cosa sí les digo: nunca había visto un niño más feo que este.

En ese momento, Marlene vio como el bebé abría los ojos, los cuales eran de una
oscuridad inconmensurable. Dibujó una macabra sonrisa en su boca diminuta,
detrás de la cual asomaron unos dientes afilados y dijo, con una voz de ultratumba
que hizo temblar a las mujeres:

—Pues más feo es el mundo y se va a acabar.

Y tan pronto como terminó de hablar, murió.

Este terrorífico suceso mantuvo en vela por varias noches a las enfermeras
presentes, incluyendo a Marlene, que no podía dejar de pensar en el niño.

¿Qué o quién era ese bebé? ¿De dónde había venido y por qué había nacido así?
Ta vez lo mejor era nunca conocer las respuestas.

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