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16.

Materia y Radiación

Habrían de pasar más de veinte siglos, luego de que Leucipo y Demócrito expusieran sus teorías
sobre la composición de la materia, antes de que sus ideas fueran tenidas nuevamente en cuenta a
principios del siglo XIX, como resultado de los avances realizados en tres disciplinas estrechamente
entrelazadas: el electromagnetismo, la química y la termodinámica.

Durante siglos la práctica de la química fue una actividad empírica más cercana al esoterismo que a
las ciencias naturales, y tan solo asumió el carácter de ciencia moderna luego de que a finales del
siglo XVIII Antoine de Lavoisier, uno de los padres del sistema métrico decimal, estableciera el
principio de conservación de la materia como guía certera para el estudio de las transformaciones
de los materiales, e impusiera el uso de la balanza de precisión para controlar los procesos; y de que
John Dalton propusiera el modelo atómico fundamentado en la ley de las proporciones múltiples.

Figura 16.1 Antoine de Lavoisier

De acuerdo con la ley establecida por Lavoisier en toda reacción química la cantidad de materia
permanece constante a lo largo del proceso. En consecuencia se puede decir que la materia ni se
crea ni se destruye sino que se transforma, tal como afirma una de las expresiones más conocidas
de la ley de conservación de la materia.

Por su parte la ley de Dalton estableció que cuando una cantidad fija de un elemento reacciona con
diferentes cantidades de otro elemento para formar diversos compuestos, los pesos del segundo
elemento se relacionan entre sí en proporciones sencillas de números enteros. Así, por ejemplo,
una determinada cantidad de hidrógeno puede reaccionar con cierta cantidad de oxígeno para
formar agua común, o con el doble de la misma cantidad de oxígeno para formar agua oxigenada.

A partir de esta ley se puede inferir que la mínima cantidad de un material capaz de producir
determinada reacción corresponde a un número entero de átomos de dicho material. La adopción
de este presupuesto contribuyó al rápido avance de la química en el siglo diecinueve, cuyos
significativos logros se vieron reflejados en la elaboración de la tabla periódica para la clasificación
de los elementos, cuyo número superaba, por mucho, los cuatro elementos de la antigüedad, que,
a la luz de los nuevos descubrimientos, ya no se podían considerar elementales.

16.1 La pila de volta

Una circunstancia que contribuyó de manera notable al avance de las ciencias naturales y, en
particular al de la química, fue la invención de la batería eléctrica por Alessandro Volta en 1800. Se
puede decir que la pila de Volta permitió “domesticar” la electricidad para su aplicación al estudio
de los materiales. Si bien la electricidad era conocida desde la antigüedad y los trabajos de Benjamin
Franklin habían demostrado que los rayos no eran más que una colosal manifestación de la
electricidad estática, sus aplicaciones prácticas eran muy reducidas. No obstante, desde el siglo
diecisiete se volvió práctica común la fabricación de generadores electrostático de fricción, cuya
carga se podía almacenar en condensadores primitivos como el célebre vaso de Leyden, con la cual
era posible generar rayos de manera artificial en el laboratorio, o realizar espectáculos públicos
como el organizado por el abate Nollet en 1746 cuando, mediante la descarga eléctrica de un
condensador, hizo saltar simultáneamente a unos doscientos monjes que se habían enlazado
mediante varillas de hierro formando un círculo de un kilómetro y medio.
Figura 16.2 Generador electrostático

Esta situación habría de cambiar gracias a la invención de Volta de un dispositivo que permite
sostener una corriente eléctrica de baja intensidad en un circuito durante un tiempo
suficientemente prolongado, para observar fenómenos acumulativos y realizar mediciones
cuantitativas de la carga eléctrica transferida por la corriente.

La invención de la batería por Alessandro Volta en 1800, fue el resultado de una serie de
experimentos y deducciones que se iniciaron con la observación hecha por Luigi Galvani de que una
pata de rana que descansaba sobre una plancha metálica experimentaba una súbita contracción al
ser pinchada con un cuchillo. Galvani creyó haber descubierto la fuerza vital con la que soñaban
muchos de los investigadores de la época, pero fue Volta quien dedujo, correctamente, que el
comportamiento del músculo del animal se debía al paso de una corriente eléctrica.

Volta demostró que si en lugar de una pata de rana se utiliza un pedazo de cartón empapado en
solución salina para poner en contacto dos metales diferentes también se generaba una corriente
eléctrica. Entonces quedó claro que los fluidos presentes en la pata de la rana, al igual que la solución
salina, se comportan como un medio conductor que se denomina electrolito.

Puesto que las corrientes generadas de esta manera son de muy baja intensidad Volta apiló una
sucesión alternada de cartones empapados en una solución de ácido sulfúrico entre placas metálicas
de cobre y zinc para obtener corrientes apreciables cuya intensidad dependía del número total de
láminas apiladas. De la peculiar disposición de los elementos que conforman el dispositivo se deriva
el nombre de pila.

Figura 16.3 Pila de Volta

16.2 Electrólisis
Cuando un medio líquido se introducen un par de electrodos conectados a los polos de una pila
voltaica, los elementos de un compuesto disuelto en el medio se separan gracias a un proceso que
recibe el nombre de electrólisis. La electrólisis es una poderosa herramienta para el estudio de la
composición de los materiales y constituye un método menos destructivo que la calcinación de las
sustancias, o el ataque con ácidos y álcalis, que eran anteriormente utilizados para la separación e
identificación de los elementos de un compuesto. El uso sistemático de la electrólisis para la
descomposición y el análisis de las soluciones condujo al descubrimiento de un importante número
de nuevos elementos a lo largo del siglo XIX.

Figura 16.4 Electrólisis

16.3 Rayos catódicos

Entre muchos otros logros, la pila de Volta facilitó el estudio de propiedades eléctricas de los
materiales como la conductividad, o de su recíproco, la resistividad, que, al igual que la
conductividad térmica y el calor específico, son importantes para la caracterización de los
materiales. La práctica usual consiste en aplicar una fuente de potencia eléctrica a una muestra de
una sustancia, por ejemplo un alambre de longitud y calibre bien determinado, para luego medir la
intensidad de la corriente producida. Mediante este procedimiento es posible determinar las
características eléctricas de diversos materiales lo cual permite hacer una primera gran clasificación
de los materiales como conductores, o como aislantes o dieléctricos, según su capacidad de permitir
o impedir el paso de la corriente eléctrica.

De acuerdo con lo anterior los metales se clasifican como conductores, y ciertos materiales como
las resinas, las cerámicas y las maderas se denominan dieléctricos o aislantes. Pero dado que no
todos los metales son igualmente buenos conductores, ni todos los dieléctricos son igualmente
buenos aislantes, la determinación precisa de su conductividad permite caracterizar a diferentes
materiales y diferenciarlos con precisión.

Queda claro, entonces, que el estudio del comportamiento eléctrico de cuerpos sólidos y de
soluciones líquidas mediante la electricidad permite determinar, en buena medida, la composición
química y las propiedades eléctricas de los mismos. De igual manera, esta técnica aplicada al estudio
de los gases revela importante información no solo sobre la estructura y las características de estos
sino sobre la propia electricidad.

Con el fin de determinar las características eléctricas de los gases es necesario introducir en un
recipiente sellado una muestra de la sustancia que se quiere analizar y someterla a una fuente de
potencia eléctrica hasta lograr que circule una corriente, para lo cual el recipiente, que por lo general
es un tubo o una ampolla de vidrio alargada, debe contar con un par de electrodos en sus extremos.
Un dispositivo con estas características fue diseñado en el siglo diecinueve por William Crookes y
para su operación es necesario la aplicación de diferencias de potencial de varios miles de voltios.

Figura 16.5 Tubo de rayos catódicos

Una de los fenómenos más notables que se observa cuando circula la corriente a través del tubo es
un resplandor característico en uno de los extremos del tubo conocido como fluorescencia. A pesar
de que la fluorescencia era un fenómeno bien conocido en materiales sólidos nunca había sido
observado en gases, o, al menos, identificado como tal, puesto que las auroras boreales y australes
también son manifestaciones del mismo fenómeno.

Pero aún más interesante que la fluorescencia inducida por la corriente eléctrica en el gas encerrado
en un tubo de vidrio, resultaron los trazos dejados por la corriente eléctrica al pasar por un gas
enrarecido, es decir, un gas a muy baja presión. Luego de determinar que la corriente responsable
de las trazas en el gas provenía del cátodo, o electrodo negativo, el agente responsable del
fenómeno recibió el nombre de “rayos catódicos”.

El avance en las técnicas de generación de vacío hizo posible la observación de fenómenos que
ayudarían a esclarecer la naturaleza de la electricidad, como, por ejemplo, el hecho de que en el
tubo de Crookes la fluorescencia se manifiesta con mayor intensidad en el extremo del tubo opuesto
al cátodo, cuando se inducen descargas de alto voltaje a muy baja presión. Gracias a esto, más que
un instrumento para estudiar la composición y las propiedades de la materia, la propia electricidad
se convirtió en objeto de estudio, y el interés de los investigadores se centró en la determinación
de sus características y propiedades.

16.4 Electrones

En su momento la naturaleza de los rayos catódicos fue objeto de un agitado debate. Algunos físicos,
como el alemán Philip Lenard, concluyeron que esta radiación era de carácter ondulatorio, luego de
observar que los rayos catódicos podían atravesar una delgada ventana de aluminio colocada en el
extremo cercano al ánodo en el tubo de descarga; otros, como el inglés J. J. Thomson, asumían que
se trataba de un haz de corpúsculos, puesto que experimentaban una deflexión al ser sometidos a
la influencia de campos eléctricos y magnéticos. Finalmente, el asunto se resolvió a favor de los
defensores del modelo corpuscular, gracias a los cuidadosos experimentos realizados por Thomson
en el laboratorio Cavendish de la universidad de Cambridge. Sin embargo, un par de décadas más
tarde, la cuestión volvería a ser objeto de un intenso debate con el advenimiento de la mecánica
cuántica.

Desde la época de Galileo la discusión sobre la posible existencia del vacío había sido objeto de
fuertes controversias, sobre todo por el rechazo que suscitaba esta idea entre los filósofos
escolásticos afectos a la doctrina aristotélica del horror al vacío y a la supuesta existencia de un
medio continuo que todo lo llenaba. Sin embargo, los experimentos relacionados con la presión
atmosférica realizados por Evangelista Torricelli, un discípulo de Galileo, confrontaban al
experimentador con situaciones cuyas posibles explicaciones se inclinaban por la hipótesis del vacío.
En efecto, si se introduce el extremo abierto de un tubo de cristal de un metro de longitud,
completamente lleno de mercurio, en un recipiente que contiene el mismo material, y se sostiene
el tubo en posición vertical, la columna desciende hasta alcanzar una altura de unos 76 cm, dejando
en la parte superior un espacio en el cual aparentemente no hay nada.
Los métodos utilizados por Torricelli constituyeron un importante aporte a las técnicas de
generación de vacío por bombeo mediante la utilización de mercurio. Doscientos años más tarde,
el refinamiento de las prácticas de Torricelli permitió la construcción de los tubos de vacío y, en
particular, del tubo de Crookes, que le sirvió a J. J. Thomson para demostrar la existencia de los
electrones en 1897.

Thomson demostró el carácter corpuscular de los rayos catódicos luego de medir la relación entre
la carga y la masa de los supuestos corpúsculos mediante la deflexión del haz sobre el cual se
aplicaron campos eléctricos y magnéticos en el vacío. Una década más tarde Robert Millikan midió
con precisión la carga del electrón gracias a lo cual fue posible establecer que la masa de esta
partícula es unas dos mil veces más pequeña que la de un átomo de hidrógeno, el más liviano de
todos los elementos.

Figura 16.6 Deflexión de rayos catódicos por un campo mgnético

Por una paradoja de la historia antes de que la existencia de los átomos, supuestos últimos
componentes de la materia, fuera un hecho comprobado y aceptado por la comunidad científica,
fue descubierto el electrón, que es una partícula subatómica.

Cuando unos años después del descubrimiento del electrón se pudo establecer el modelo atómico,
gracias a los trabajos de Einstein sobre el movimiento browniano, y a los cálculos y mediciones que
realizó Jean Perrin sobre el tamaño de los átomos y el número de Avogadro, ya se sabía que los
átomos no son los constituyentes más elementales de la materia. En estricto sentido, los
componentes últimos de los elementos químicos no son los átomos porque son divisibles.
Figura 16.7 J. J. Thomson

El descubrimiento del electrón definió nuevos caminos en el programa de investigación sobre la


constitución y las propiedades de la materia, y, como suele suceder, a la vez que permitió esclarecer
una gran cantidad de cuestiones pendientes referentes a la conducción de la electricidad y los
fenómenos asociados a las corrientes eléctricas, también planteó nuevos problemas relacionados
con la naturaleza de las partículas elementales y la estabilidad de la materia.

Pero en contra de lo que se podría pensar, el descubrimiento del electrón no trajo aparejado el del
protón. Pasaron más de veinte años luego de que Thomson descubriera el electrón antes de que
Rutherford diera cuenta de la existencia del protón, como resultado de subsecuentes
investigaciones al descubrimiento del núcleo atómico.

En 1928 Paul Dirac propuso la célebre ecuación que lleva su nombre, y da cuenta del
comportamiento de los electrones sujetos a las restricciones que impone la teoría de la relatividad
y a los postulados de la mecánica cuántica. Un sorprendente resultado que arroja el examen de esta
ecuación es la existencia de una partícula idéntica al electrón pero de carga eléctrica positiva. Cuatro
años más tarde, el físico Carl Anderson descubrió evidencias experimentales de la existencia de la
partícula predicha por la ecuación de Dirac, luego de estudiar trazos de trayectorias de partículas
provenientes de la radiación cósmica. La nueva partícula, denominada positrón, es la manifestación
de una simetría fundamental de la naturaleza por la cual a toda partícula elemental le corresponde
otra partícula idéntica pero de carga contraria que, por razones puramente técnicas, se denomina
antipartícula.
Figura 16.8 Electrón y positrón

16.5 Radiación

Resulta sorprendente comprobar que los procedimientos que utiliza la física para estudiar la
estructura de la materia son, en el fondo, de una gran sencillez. En esencia, consisten en introducir
una sonda lo suficientemente fina en el interior de los cuerpos para dar cuenta de su estructura. Los
descubrimientos de los rayos X y de la radioactividad, ocurridos con poca diferencia de tiempo a
finales del siglo XIX, proveyeron a los investigadores con herramientas de las características
adecuadas para examinar el interior de átomos y moléculas. Es muy notable que ambos
descubrimientos, el primero realizado por Wilhelm Roentgen en 1895 y el segundo por Henri
Becquerel en 1896, hayan sido realizados en el marco de investigaciones sobre la fluorescencia,
fenómeno que, como ya ha sido mencionado, se manifiesta de manera notable en tubos de rayos
catódicos como los que hicieron posible el descubrimiento del electrón.

En primer lugar, Roentgen descubrió que cuando se produce una descarga eléctrica de alto voltaje
en un tubo de rayos catódicos se emite una radiación capaz de atravesar objetos opacos y de
producir la fluorescencia en materiales dispuestos a varios metros de distancia de la fuente de
emisión. Para verificar su descubrimiento Roentgen expuso la mano de su esposa a la recién
descubierta radiación y registró en una placa fotográfica la imagen de sus huesos. Se había tomado
la primera radiografía.
Figura 16.9 Primera radiografía

Dado el desconocimiento que se tenía del origen de esta misteriosa radiación se le dio el nombre
de Rayos X. Posteriores investigaciones demostraron que se trataba de radiación electromagnética
de una longitud de onda del orden de una diez millonésima de milímetro, que corresponde a las
dimensiones estimadas para los átomos. Por su descubrimiento Roentgen recibió en 1901 el primer
premio Nobel de física.

Por su parte Henry Becquerel descubrió la radioactividad mientras trataba de determinar si la


exposición de cierto tipo de material de uranio al sol era la causa de su posterior luminiscencia.
Becquerel observó que una muestra de mineral de uranio, que había sido guardada en un cajón
sobre una placa fotográfica, había impresionado la placa a pesar de que ésta estaba debidamente
protegida. Subsecuentes investigaciones en torno al descubrimiento de Becquerel permitieron
identificar tres tipos de radiación con carga eléctrica positiva, negativa o neutra, que recibieron el
nombre de alfa, beta y gamma, respectivamente.
Figura 16.10 Henry Becquerel

La radiación alfa, está compuesta por partículas con el doble de la carga eléctrica que un ión de
hidrógeno y unas cuatro veces su masa. Posteriormente se descubrió que se trataba de átomos de
helio doblemente ionizados. La radiación beta, por su parte, demostró tener el mismo carácter de
los electrones que Thomson había descubierto en los rayos catódicos. Por último, la radiación
gamma es radiación electromagnética de una longitud de onda aún menor que la de los rayos X y,
en consecuencia, con mayor capacidad de penetración en los medios materiales.

Cuestionario

1. ¿Por qué tardó más de un siglo la aceptación del modelo atómico por parte de la
comunidad científica después de que Dalton realizara su propuesta?

2. ¿Por qué se puede decir que la antimateria es materia?


3. Discuta por qué la aceptación del modelo cinético corpuscular implica la aceptación de la
supuesta existencia de corpúsculos microscópicos e invisibles que componen la materia.

4. ¿Acaso pierde autoridad la física al renunciar a construir sus teorías exclusivamente con
objetos que se puedan ver?

5. ¿Qué significa, en último término, ver?

6. ¿Por qué son útiles como herramientas para conocer la estructura de la materia los rayos
X y las radiaciones emitidas por materiales como el radio, el uranio, o el polonio?

7. ¿A qué se debe que los rayos X puedan atravesar la materia ordinaria, y la luz visible no?

8. ¿Qué característica de la radiación alfa permite, al igual que los rayos X, estudiar la
estructura de la materia?

9. ¿A partir de qué resultado experimental planteó Rutherford la existencia de un núcleo


atómico

10. Compare las dimensiones características de un átomo y de un núcleo atómico, y calcule el


porcentaje del volumen de un átomo que se encuentra ocupado por materia.

11. Teniendo en cuenta el resultado de la pregunta anterior, ¿qué se puede decir sobre la
“materialidad” de los objetos que llenan el mundo que nos rodea?

12. ¿Por qué resulta novedosa, e, incluso, ilógica la propuesta de Bohr de la existencia de
“órbitas permitidas” en el átomo de hidrógeno?

13. ¿Qué relación existe entre la existencia de órbitas permitidas y el carácter discreto de los
espectros que emiten los diferentes materiales?

Bibliografía

 Einstein, A; Infeld, L. (1965). La física, una aventura del pensamiento. Losada.  


 Dampier, W. C. (1971). Historia de la ciencia. Cambridge Press.   
 Hewitt. P.G. (2007). Física conceptual. Pearson.
 Hobson, A. (2010). Physics, concepts and connections. Pearson.
 Jeans, J. (1968). La historia de la física. FCE.  
 Sepúlveda, A. (2012). Los conceptos de la física: Evolución histórica. UdeA.  
 Arons, A. (1970). Evolución de los conceptos de la física. Trillas.    
 Fenn. J. (2003). Engines, energy, and entropy. Global view.
 Bloomfield, L.A. (2015). How things work. Wiley.
 Canales, J. (2015). The physicist and the philosopher. Kindle eBook.  

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