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LA I N V E N C I Ó N DEL MÉTODO C CO 2.

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un cuerpo cuando es lanzado" o elevado por algún tipo de máquina


como una cátapülta'ó un cañón.-Fue la invención y el uso habitual
de las catapultas, de hecho, lo que debió causar las primeras dudas so-
bre la teoría de Aristóteles, que no conseguía explicar bien el funcio-
namiento de esas máquinas.
Puede que nos resulte un poco difícil de entender lo que sucedía,
pues hoy tenemos una teoría del movimiento completamente distin-
ta. Pero si recordamos que la ley de la inercia de Aristóteles se basaba
en el principio del reposo, veremos dónde está el problema. En su teo-
ría nada se movía a menos que fuera empujado o a menos que su mo-
vimiento fuera un movimiento natural, como la caída de un objeto
hacia el centro de la Tierra o el movimiento circular uniforme de los
cuerpos celestes.
Un proyectil lanzado por una catapulta no se movía de forma
natural. Mientras se elevaba en el extremo del brazo de la catapulta,
obviamente la máquina lo estaba empujando. Pero ¿por qué seguía
moviéndose una vez dejaba de estar en contacto con la catapulta? Ya
no lo empujaba, así que ¿por qué no caía directamente hada el suelo
tan pronto como podía hacerlo, corno un peso muerto?
Los aristotélicos tenían respuestas para estas preguntas, pero eran
respuestas poco convincentes y, de hecho, bastante malas. La teoría
del reposo inercia!, que tanto se adecuaba al sentido común, se hacía
creación de L/ios. pedazos cuando se la cotejaba con el movimiento violento. Por ejem-
plo, los aristotélicos decían que el aire frente al proyectil lanzado por
una catapulta se agitaba y de desplazaba, a través de los lados del
La revuelta contra Aristóteles proyectil, de delante a atrás, para llenar el vacío causado por su paso,
pues la «naturaleza aborrece el vacío». Este movimiento frenético del
Galileo desafió la teoría del movimiento de Aristóteles y al hacerlo aire para evitar el vacío empujaba al proyectil hacia adelante. Y había
creó uno de los momentos más famosos de la historia de la ciencia, explicaciones todavía más descabelladas.
pero no fue ni mucho menos e! primero de tales desafíos. Las críti- Muchos pensadores dejaron de intentar explicar lo que sucedía.
cas a Aristóteles empezaron al menos dos siglos antes de que naciera El movimiento violento era simplemente demasiado difícil de com-
Galileo. prender, pero la teoría aristotélica en general era tan obviamente co-
¿Cómo comenzaron las dudas? La teoría del movimiento de Aris- rrecta que ese pequeño problema no se consideró suficiente para in-
tóteles explicaba de forma razonable cómo las cosas caían o se des- validarla. Pero algunos teólogos eminentes de la Universidad de_París
plazaban por una pendiente de forma natural •—cómo caía una bola er-an más-escéptlcos. Puesto que eran autoridades reconocidas en
si se la soltaba desde una torre o cómo fluía un río hacia el-mar—,- •teología,, podían cuestionar con impunidad una .pane de la. teoría aris-
pero era mucho menos adecuada para explicar lo que Aristóteles lla- totélica,, pues sabían corno salvar el resto. Y esto último es precisarnen-
maba el movimiento vioíeríto.'Es el tipo de movimiento que adopta .: te-lo que GalÍleQ,-rnás adelante,-no quiso o no supo salvar. - . ;
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Je?.n Burician (3300-1358) fue uno de esos ecólogos parisinos. planeta Venus giraba a su vez sobre ese punto. Esca imagen explica-
Midiólas de Orcsme (c. 1325-1382) fue otro. Identificaron con cla- ba ei hecho observado de que Venus parecía moverse en su ótbita unas
ridad el problema y encontraron una solución. La caiapulta, dijeron, veces más rápido que otras y también el problema de que, de hecho,
le confiere cierto impulso al proyectil, que c o n t i n u a moviéndose nor había ocasiones en las que parecía incluso moverse hacia atrás en una
sí solo hasts que ese impulso se extingue.
especie de movimiento retrógrado. El movimiento circular unifor-
El movimiento violento, en otras palabras, es inherente; igual me de Venus alrededor de ese punto ideal se denominó ei epiciclo de
que el movimiento natural, su principio radica en el mismo cuerpo que
Venus.
se mueve. Una vez se ha conferido impulso al proyectil por medio de Conforme avanzaban los siglos y los astrónomos realizaron ob-
una Fuerza -/lolenta, ei proyectil ya no necesita que lo empujen. Si- servaciones cada vez más precisas, cada vez se necesitaron más epi- i
gue avanzando hasta que (en ci caso de una bala de cañón o de un ciclos para explicar los datos de las observaciones, Al final, todos los
proyectil de una catapulta) cae a tierra.
planetas necesitaban un epiciclo. Marte necesitaba dos, pues sólo si
Era lo mejor que se había conseguido elaborar hasta el momen- se asumía que el planeta giraba en círculos alrededor de un punto de
to, pero todavía no era suficientemente. Quedaba el problema del un epiciclo que a su vez giraba en círculos alrededor del punto ideal
movimiento uniforme circular, y los teólogos no veían forma de apli- de la posición de Marte, se podían explicar las perturbaciones que se
car su nueva teoría del impulso a ese problema. Y, además, sabían que, observaban en la órbita del planeta. Aun así, observaciones cada vez,
en caso de hacerlo, entrarían en un terreno muy peligroso. más precisas siguieron demostrando que la teoría de los epiciclos no
Había vanos problemas serios con la forma en la que se mo- acababa de funcionar. Además, los epiciclos no eran elegantes. No era
vían, o se suponía que se movían, los cuerpos celestes. En primer lu- agradable pensar que los cielos funcionaban de una forma tan an-
gar ¿se ajustaba la noción del movimiento circular uniforme a los fe- tiestética, casi como SL los movieran con una manivela.
nómenos observables? ¿Explicaba lo que los astrónomos veían cuando Pero si los planetas no se movían en círculos uniformes alrede-
estudiaban el cielo? Para Ptolomeo, el gran alejandrino que había vi- dor de la tierra, ¿cómo se movían? ¿Existía otro tipo de movimiento
vido más de mil doscientos años atrás, el movimiento circular uni- simple que explicara las observaciones que se tenían y que pudiera lla-
forme valía para explicar tanto lo que él podía ver en los cíelos como marse «natural»? Parecía que no podía existir un movimiento así o,
ias observaciones que pudo reunir de sus predecesores. Pero había al menos, nadie podía imaginarlo.
pasado tiempo desde entonces y una legión de astrónomos, árabes y Pasó el tiempo y otros muchos problemas-een la teoría aristotéli-
griegos, indios e italianos, se habían dedicado a lo largo de siglos a ca seguí?.n sin respuesta. Para empezar ¿por qué se mueven los astros,
observar escrupulosamente los cielos. Cuando sus observaciones fue- sea en círculos uniformes o de cualquier otto modo? La respuesta
ron reunidas y cotejadas, resultó que la teoría del movimiento circular que hasta entonces había sido umversalmente aceptada —que se rno-
uniforme no se ajustaba a los hechos, ni siquiera cuando se combi- vían porque Dios deseaba que se movieran— empezaba a parecer
naban los posibles movimientos circulares de formas muy ingeniosas. problemática a las mentes más avanzadas. También resultaba difícil
Ya desde hacía algún tiempo venía siendo necesario combinar aceptar la Quintaesencia. Y todavía era más difícil aceptar el propio
diversos movimientos circulares para conseguir que los cálculos se movimiento quintaesencia!. Muchos pensadores se sentían incómodos
adaptaran a ios cursos de los planetas. Los astrónomos de !a antigua con un cipo de movimiento que no existía en la Tierra, donde nacía se
Grecia observaron, por ejemplo, que la ruta que sigue Venus a través mueve nunca .siguiendo un círculo uniforme a menos que se le fuerce
de los cielos no conforma un círculo uniforme alrededor de la Tierra. a hacerlo. Si los planetas y las estrellas fijas no los movían los ángeles ni
EÍ fenómeno podía explicarse s¡ uno teorizaba un punto que siguie- ninguna otra inteligencia, entonces ¿cuál eta la causa de su movimiento?
ra una trayectoria circular alrededor de la Tierra, definía ese punto Además, estaba el problema de las esferas cristalinas en las que
como la trayectoria ideal de Venus y luego se afirmaba que el propio se suponía que se movían los cuerpos celestes. No podían moverse a
ff
-y. '.. H i j . ' O k . A DcL S.idEK IOn Dr.i. Mu ["OL.O C.

través uei espacio vacío, pues el espacio vacío, por muchos mocivos alrededor de la Tierra cada día, y el problema de su supuesto rápido
—entre ellos que la naturaleza aborrece el vacío— era algo impensable desplazamiento quedaría resuelto, pues no tendrían que moverse en
(Aristóteles y Demócriuo se pelearon sobre este punco). Esas grandes absoluto. Y si la Tierra girara alrededor del sol en lugar de ser el sol
esferas, que desprendían una música celestial, aunque inaudible, eran el que girara alrededor de la Tierra, se simplificaría enormemente la
invisibles. Eso estaba bien. Desde luego, encajaba perfectamente cuestión de las órbitas planetarias.
con el hecho indiscutible de que no las vernos. Pero los epiciclos, algu- Copétnico estudió todos los textos astronómicos griegos que
nos de ellos montados sobre otros epicíclps, también eran esferas cris- pudo encontrar. Descubrió que la rotación de laTierra y el sistema
talinas y sucedía que algunas de esas esferas se interseccionaban con heliocéntrico ya habían sido propuestos por más de un astrónomo
otras. Pero claro, eso era imposible, pues la materia quintaesencia! de de la antigua Grecia. ¿Era posible realizar un pequeño cambio en los
la que estaban hechas se suponía que era impermeable, inmutable, in- supuestos sobte los que se trabajaba y obtener con ello un enorme
destructible, etc. avance? Copérnico empezó a pensar que sí lo era.
Por úldmo, quedaba un problema muy especial con la cuestión No obstante, era un hombre tímido, y no quiso publicar el libro
de las estrellas fijas. Se suponía que se movían en una esfera, crista- que estaba escribiendo, Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes. Pos-
lina que estaba más allá de la esfera de Saturno. (Más allá de las es- puso y volvió a posponer la impresión de su obta. De hecho, sólo per-
trellas fijas estaba el Empíreo, la morada de Dios.) Las observaciones 'mitió que su libro fuera al impresor estando en su lecho de muerte.
hechas desde tiempos de Ptolomeo sobre el paralaje estelar demostra- Allí mismo le trajeron un ejemplar de su gran obra y ese mismo día,
ban que esta esfera, y las estrellas que había en ella, debían estar a en 1543, falleció.
una enorme distancia. Pero sí estaban tan lejos, la velocidad a la que Tuvo miedo de la polémica religiosa que generarían sus ideas y
su esfera giraba alrededor de laTierra debía de ser inimaginablemente de lo que los aristotélicos ortodoxos pudieran decir sobre ellas. De he-
'rápida. En cierto sentido no era un problema, pues Dios podría habet cho, dijeron sorprendentemente poco, en parte porque una intro-
dispuesto que girara tan rápido como él quisiera, pues el poder divi- ducción que aparecía en el libro, escrita por un amigo, insistía en que
no no conocía límites. Aun así, la teoría aristotélica parecía muy com- la teoría era sólo unahip_Qtesí^ diseñada para simplificar ciertas difi-
plicada. Y muchos hombres en tierras diversas empezaron a buscar cultades matemáticas. Copérnico no decía de verdad que la tierra
una solución más sencilla al problema. rotara sobre su eje una vez al día y girara alrededor del sol una vez al
año, afirmaba la Introducción, aunque, por supuesto, ios lectores aten-
tos del libro comprendieron que eso era precisamente lo que Copér-
Copérníco nico estaba diciendo. Y así, la nueva teoría no produjo la revolución
intelectual que puede que su autor deseara y tuviera demasiado mie-
Nicolás Copérnico nació en 14/3 y vivió la mayor parte de su vida do como para desencadenar en vida.
en Polonia. Recibió una educación excelente en las universidades de Quizá la principal razón por la que Copérnico no llevó a cabo
Europa oriental y hacia el ano 1500 ya se decía de él que dominaba la llamada revolución copernicana es que se esforzó por conservar dos
todo el conocimiento científico de su tiempo; medicina y derecho, características del'sistema
. •> aristotélico. Una era el movimiento circu-
además de matemáticas y astronomía. Podía haber escogido ejetcer lar uniforme. La otra era la materia quintaesencia!, para la cual pre-
cualquier profesión, pero eligió la astronomía.. cisamente aquel cipo de movimiento era el natural. Los teólogos, así
Contra más estudiaba y reflexionaba sobre la dominante teoría pues, además de algunos astrónomos, podían seguir creyendo que
ptolomeica-aristotélica de los cíelos, más le preocupaba. La teoría pa- nada importante había cambiado.
recía complicada. ¿Quizá lo era.Ínnecesariamente?-Por ejemplo, si la
Tierra rotara, eso explicaría por qué las estrellas fijas parecían girar
2.96 ÜEL SABER
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país luterano. Su rey era un devoto protestante y le preocupaban can


Tycho B rali e poco corno a Tycho las críticas de los-religiosos católicos. En cualquier
caso, Tycho seguía deseando más que cualquier otra cosa dejar a la
Este gran ascrónomo danés supo apreciar la importancia del cambio posteridad una colección de observaciones ascronómícas lo bascante
precisas como para que las futuras generaciones pudieran fiarse de
que se había producido. Nacido en 1546, Tycho fue secuestrado sien-
ellas.
do muy pequeño por un tío rico suyo que no tenía hijos; después de
Después de 1588, un nuevo rey subió al trono y redujo la ayu-
que la familia se recuperase de la conmoción inicial, el tío crió al niño,
se encargó de que recibiera una educación excelente y le nombró su da económica que la corona prestaba alycho, que tuvo que aban-
donar su querido observatorio y trasladarse a Praga, donde en circuns-
heredero. Tycho disgustó a su benefactor en una cuestión. A pesar de
tancias mucho menos propicias completó su trabajo con la ayuda de
que su tío deseaba que se convirtiera en abogado, él insistió en estu-
un joven estudiante, Johannes Kepler, a quién legó tras su muecte co-
diar astronomía. Antes de cumplir ios veinticinco años heredó el pa-
dos sus datos ase ron ó micos. Dentro de un momento veremos lo que
trimonio de su padre y de su cío, lo que le dio la riqueza y la inde-
Kepler hizo con ellos.
pendencia necesarias para hacer lo que quisiera con su vida.
Gracias s Is ayuda económicaadlcional que le proporcionó el rey
de Dinamarca, Tycho estableció su propio observatorio en una Isla
G líber t
cerca de Copenhague, donde se dispuso a hacer lo que consideraba
que ser/a la obra de su vida, es decir, corregir todos los registros astro-
William Giíbert, inglés, aportó undaco crucial al cada vez mayor con-
nómicos existentes, que sabía que estaban escandalosamente equivoca-
junto de conocimiento que acabaría por derrocar la imagen fija e
dos. Quizás el acontecimiento más no rabie de su vida fue el descubri-
inmutable del mundo aristotélico y la reemplazaría por otra comple-
miento, en 1572, de una nova en la constelación de Casiopea. Observó
camente nueva. Igual que su contemporáneo, Wliliarn Harvey (1578-
la nueva y brillante estrella durante varios meses y en 1573 publicó
1^57), que descubrió cómo el corazón bombea sangre a través de las
una monografía sobre ella que le hizo inmediatamente famoso y fue
muy polémica. ' — arterías y venas del cuerpo» Gilberc (1544-1603) estudió medicina y
ejerció con mucho éxho. Pero lo que le hizo famose-no fue su profe-
Se suponía que en el universo aristotélico y cristiano no apare- J
sión, sino su hobby científico. Le fascinaban los imanes, el mineral que
cían escrellas nuevas. El mundo bajo ia luna era caótico, imperfecto
hoy llamamos magnetita, que posee un magnetismo natural y se
y cambiaba de forma imprevisible. Aunque no era una situación de-
puede encontrar en muchas parces del mundo.
seable, al menos era aceptable, pues se consideraba que era culpa del
GÜbert estudió imanes de codo cipo y profundizó en los pode-
Diablo, que había corrompido el mundo de Dios, que era original-
res del magnetismo. Su descubrimiento más importante fue que la
mente perfecto, tentando a pecar a Adán y Eva. Más allá de la luna,
propía'Tierra era un imán, lo que dedujo al observar que la aguja de
sin embargo, los cielos eran inmutables. Reflejaban de forma eterna
un compás se hunde ligeramente cuando encuentra el norte magné-
el amor inmutable de Dios hacia el mundo y la humanidad. Los teó-
tico (en el hemisferio norce). Gilberc sospechaba también que la gra-
logos, pues, después de estudiar debidamente la monografía de Tycho,
vedad terrestre y el magnetismo estaban relacionados de algún modo,
concluyeron que el documento y su autor estaban equivocados. La
pero nunca comprendió cómo."
nueva estrella no era realmente nueva. SImplemente.no se había des-
cr.cubierto
c/-*' basta entonces. - • - - - • - • - - - - • • - - • - • • - Inglaterra, como Dinamarca, era protestante, y a. Gilbert lo apo-
yaba otro monarca protestante, la reina Isabel I. Por ello pudo hacer
Su fallo no sorprendió a Tycho n¡ tampoco le disgustó dema-
públicas sin temor;sus notablemente novedosas ideas. Apoyó firme-
.siado.
s Contaba.pon'medios económicos propios y Dinamarca era un
mente ia imagen heliocéntrica cópernicana delsiscemasolary conclu-
2 9 8 TREVE HISTORIA D E L S A B E R LA I N V E N C I Ó N DEL M É T O D O C I E N T Í F I C O 2. p C)

yo que no todas las estrellas fijas estaban a la misma distancia. Pero rna una'elipse, con el sol en uno de los dos focos de la elipse. Las
su idea más provocativa fue decir que lo que mantenía a los planetas elipses de Kepier eran muy parecidas a círculos, lo que explicaba por
en sus órbitas debía ser alguna especie de magnetismo. Nadie com- qué la teoría anteriot de las órbitas circulares se había ajustado bas-
prendió las implicaciones de esta idea cuando él la expuso. De he- tante bien a las observaciones mientras éstas no fueron muy precisas.
cho, ni siquiera el propio Gilbert entendía bien lo que estaba propo- Su nueva explicación, era cotrecta hasta allí donde llegaban los lími-
niendo. nes de la precisión en las observaciones en su época, y no le hacían
falta correcciones, ni excentricidades ni epiciclos ni ningiín otro re-
miendo.
Kepier La segunda ley del movimiento de los planetas de Keplet afir-
ma que un vector posición de cualquier planeta respecto al sol barre
Johannes Kepier nació en Württemberg en 1571 y murió en 1630. áreas iguales de la elipse en tiempos iguales. Lo que esto quiere decir
Aunque era hijo de padres pobres (aunque nobles), recibió una es que un planeta viaja más deprisa en su órbita cuando está cerca
educación excelente y muy completa en las facultades luteranas de la del sol que cuando está lejos de él. Esta brillante deducción, que sir- \o
universidad de Tübingen. Esperaba hacer carrera en la Iglesia, pero
escribió un ensayo sobre astronomía que captó la atención deTycho ven en campos de fuerza, no sólo a los planetas. Explicaba la mayor
Brahe, que entonces estaba en Praga, yTycho invitó ai joven a que parte de las discrepancias entre la teoría astronómica y las observacio-
fuera su asistente. Tras muchas dudas, Kepier aceptó, y cuando Tycho nes. Por desgracia, la idea no pasó de ser una Intuición intelectual de
murió al año siguiente, en 1601, Kepier le sucedió como matemá- Keplet. Él sabía que su ley era correcta, pero no comprendía por qué.
tico imperial y heredó el enorme caudal de observaciones astronómi- La tercera ley afirmaba que existía una relación matemática en- \e lo
cas deTycho.
• ' Evidentemente, Kepier sintió que había heredado mucho más Descubrir esta ley fue un logro extraordinario teniendo en cuenta
que simples datos. Empezó también a contemplar las heterodoxas opi- los primitivos instrumentos con los que contaba Kepier.
niones de Keplet, alguna de las cuales reconocía por primera vez, con Kepier pasó muchos años no sólo impulsando sus ideas sobre
mejores ojos. Tycho había puWicado ensayos que rebatían la teoría de estas leyes y preparárfdo la publicación de las tablas de observaciones
que los planetas se movían sobre supuestas esferas cristalinas. Kepiet deTycho, sino también reflexionando sóbrelo que sabía que era el
profundizó en su tesis de que los planetas se mueven libtemente en mayor problema sobre el movimiento de los planetas que quedaba
el espacio y la incorporó en su propio trabajo. Corno Tycho, Kepier por resolver: el motivo por el cual los planetas giran alrededor del
interpretaba la teoría heliocéntrica de Copérnico como algo más que sol. ¿Qué es lo que mantiene a los planetas en sus órbitas y qué es lo \e h
una mera hipótesis, y publicó artículos que defendían que no se po-
día aceptar ninguna descripción del mundo que tuviera en el centro Se dio cuenta de que las especulaciones de Gilben sobre el mag-
a la Tierra y no ai sol. Pero su mayor aportación ai saber fue una serie netismo de la Tierra podían ser la clave de la solución a ese enigma,
de tres leyes sobre el movimiento de los planetas que resolvieron el pero no logró resolverlo. Había descartado casi codo el legado aristo-
| problema de los epiciclos y las órbitas excéntricas de una vez por to- télico sobre el cielo, Íncluida,-la idea de que existían Inteligencias que
j! das. Las tres leyes que formuló todavía son válidas y llevan su nombre. guiaban a los planetas en sus órbitas eternas. También fue capaz de
La primera de las nuevas leyes supuso un cambio sustancial en aceptar la idea de que podía .existir una fuerza que actuaba a distan-
tr~ " el sistema "aristotélico, pues afirmaba que el movimiento de los pla- cia sobre los planetas, sin ninguna conexión física entre el sol y los
netas no es uniforme ni circular. Los planetas np viajan formando una .planetas qué cóhcíolába. Pero .no pudo,descartar una de las asuncio-
•" serie de círculos excéntricos alrededor del sol,'sino aue su órbita for-
LA I N V E N C I Ó N DEL MÉTODO CIENTÍF JOI
3OO 8 DEL SABER

descubrir el secreto, que convirtió a Nevvton en el científico por ex- puesto que U luna no estaba hecha enteramente de materia quintae-
celencia, pero no lo hizo porque no pudo deshacerse de la idea de sencial. Galileo observó a continuación Júpiter y descubrió sus lu-
que los plañeras dejarían de moverse a menos que algo les impulsara nas. De modo que Júpiter era un pequeño sistema solar que a su vez
de forma constante, y no se le ocurría qué podía ser esa fuerza cons- giraba alrededor de un cuerpo celeste mayor. Por último» volvió su te-
tante si no era el magnetismo de GiLbert. Erró por muy poco en am- lescopio hacía el sol y descubrió curiosas manchas en su superficie.
bas cuestiones y por eso se le recuerda como un precursor importan- Esas áreas oscuras no eran permanentes. Pudo ver cómo cambiaban
te de Newton, pero nada más. de forma y posición de noche a noche, de mes a mes.
Los cíelos, pues, no eran inmutables e indestructibles. En la luna,
se habían formado montañas y valles por procesos C[ue, concluyó
Galileo Galileo, debían de ser parecidos a los que se producían en laT'ierra.
Júpiter era en sí mismo un sistema planetario en miniatura y puede
Galileo Galileí nació en Pisa en 1564 y murió enAcetrí, cerca de Flo- que hubiera muchos rnás de esos sistemas que no podía todavía ver
rencia, en 1616. Era católico y vivía en un país católico. Eso fue una con su-primitivo instrumento, Y el sol era una cosa viva sujeta a
diferencia fundamental entre él y Tycho, Güberty Kepler. cambios y que se transformaba ante sus ojos.
Estudió en Pisa y enseñó matemáticas en Padua. Fue el físico ma- En 1611, Galileo fue a Roma a explicar lo que había visto en un
temático más destacado'de su época y no sólo porque fuera muy tribunal pontificio. Se llevó con él su telescopio. A muchos les impre-
bueno en geometría. Fue también el primer hombre moderno en com- sionaron sus descubrimientos, cuyo significado no comprendieron
prender que las matemáticas pueden de verdad describir el mundo al principio. Pero él les exigió que abrieran los ojos alas consecuen-
físico. «El libro de la Naturaleza se escribe con las matemáticas», cias. Entre otras cosas, dijo que podía demostrar matemáticamente
dijo.- que la Tierra giraba alrededor del sol y no al revés, que Copérníco es-
De joven, Galileo realizó interesantes experimentos que demos- taba en lo cierto y Ptolorneo equivocado. E, insistió, sus observacio-
traron que la teoría-del movimiento violento de Aristóteles era erró- nes con telescopio demostraban que los cíelos no eran básicamente
nea. Aceptó la teoría del impulso de Buridan y demostró que los distintos del mundo sublunar. La Quintaesencia no existía. Toda la
proyectiles disparados desde un arma forman una parábola antesjde materia, en todas partes, debía ser la misma o, al menos, muy similar.
caer a tierra. Estudió el péndulo y demostró que, igual que los pla- «No puede probar tal cosa con sus matemáticas», le dijo el carde-
. netas, en períodos de tiempo iguales barre áreas iguales. Todo eso fue- nal Roberto BeLlarmino (1542-1621), teólogo eminente de la Iglesia
ron trabajos teóricos que no le causaron problemas. Sus dificultades católica. Le recordó a Galileo la creencia sancionada, por el tiempo .
empezaron en Venecia en. la primavera de 1609, cuando entró en con- de que las hipótesis matemáticas no tenían nada que ver con la reali- \d física. (F
tacto con un aparato recientemente inventado: el telescopio. Al regre-
sar a Padua, construyó él mismo un celescopio y en poco tiempo lo que protegió a la obra, de Copérnico y evitó que cayera en el olvido.)
mejoró hasta convertirlo en el mejor instrumento de ese tipo que exis- «La realidad física no la explican las matemáticas, sino las Escrituras
tía en el mundo. Durante el verano y otoño de 1609 y el Invierno de y los Padres de la Iglesia», dijo el cardenal.
1610 realizó una serie de observaciones. «Mire a través de mi telescopio y véalo usted mismo», le contestó
Lo primero que Galileo observó con su telescopio fue la luna. Galileo. Y Bellatmlno miró, pero no supo ver.
Para su asombro, descubrió que la superficie de la luna no era lisa. Te- ¿Por qué el cardenal Bellarmino y los predicadores dominicos a
. nía montañas-y valles que se correspondían con'las características" lu- los-que-reclutó'Cn su campaña contra Galileo no fueron capaces de ver.,
nares que se conocían desde siempre pero que no se habían podido lo que Galileo veía? ¿Qué veríamos nosotros si mirásemos a través de
explicar. No produjo mayor conmoción porque siempre se había su- •; .aquel telescopio? Sus.ojos ; eran físicamente iguales que los.nuestros,
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pero no veían el mundo de la misma manera en que lo vemos no- líleo soñaba con que podían ser estudiados, comprendidos e incluso
sotros. controlados de. algún.mo.do. ..
Creían profundamente en el sistemaptolemaico y en la explica- Bellarmino nene mucha culpa por no tratar de entender a Ga-
ción aristotélica del mundo, Pero no parque fueran físicos que creye- lileo, por no teconocer que se trataba de un npo de hombre nuevo,
ran que aquellas teorías explicaban mejor los datos obtenidos mediante un buen católico que jamás haría voluntariamente nada que perju-
las observaciones. Creían en las antiguas teorías porque éstas se apo- dicara a la Iglesia / q u e no se'dejaría tentar por los protestantes, como
\n en creencias todavía más profundas. Y cuestionar esas creen- Bellarmino temía. Otra doctrina también avalada por la tradición
ji cias más profundas era destruir los cimientos sobre los que habían edi- apoyaba la posición de Gaiileo: cuando las Escrituras entraban en con-
ficado su mundo. Eso era algo que no estaban dispuestos a hacet. flicto con la verdad científica, las Escrituras debían interpretarse ale-
San Agustín, más de mil años antes, había descoco en La ciu- góricamente, para evitar «el terrible perjuicio para las almas SÍ la gen-
dad de Dios la distinción entre dos ciudades, la celestial y la terrenal, te se convenciera de algo tras ver ptuebas y luego creer en ese algo se
que se decía definían la vida del hombre y el peregrinaje del espíritu. convirtiera en pecado». Probablemente, algún amigo teólogo de Ga-
La distinción de Agustín, ciertamente, había sido sólo alegórica, es lileo le sugirió este sofisticado atgurnento, pues a él solo no se le ha-
decir, nunca pensó que alguien pudiera ver de verdad, excepto en su bría ocurrido una cosa así. Peto Bellarmino ignoró este razonamien-
imaginación, la Ciudad del Hombre o la. Ciudad de Dios. to, a pesar de que le concedía una muy buena opción para retirarse
Pero a lo largo de los siglos, aquellas grandes Imágenes cobra- del debate sin perder la cara. No se retiró, sino que siguió adelante con
ron una especie de realidad propia que se demostró más poderosa de el proceso sin reparar en las consecuencias políticas que podría tener
lo que uno pociía observar con los propios ojos. La Ciudad del Hom- enjuiciar y condenar, quizá incluso a muerte, a Galileo.
bre estaba aquí, bajo la luna. Era terrenal, material, con olores y gustos Galüeo también tuvo buena parte de culpa por no intentar en-
fuertes. Era la vida cotidiana de los hombres. Pero en los cielos, por tender a Bellarmino y a los que pensaban corno él. La disputa en la
la noche, la Ciudad de Dios se hacía visible a aquellos que tuvieran que se había embarcado no era solamente científica y, desde luego, no
ojos para verla. Brillaba allí, inmutable, indestructible, siempre be- versaba sobre ningún hecho científico en. particular, como si el sol
lla. Era la promesa dé Dios a los fieles, el Arca de la Alianza de los cris- giraba alrededor de la Tierra o la Tierra alrededor del sol.
tianos, no de los judíos. La disputa era sobre la misma ciencia, sobre el papel que debía
Era lo más maravilloso, lojpás deseable de todo el universo. Po- desempeñar en la vidaJaumana y, concretamente, sobre si se debía per-
nerla en cuestión, destruirla, hacerla caer en pedazos, era impen- mitir a-los científicos que especulasen con toda libertad sobre la rea~- v
sable. Había que detener a cualquiera que lo intentara y, si era nece- lidad. Y aún más que eso, la disputa versaba sobre la Ciudad de Dios, ú
! sario, quemarlo en la hoguera. Incluso si era uno de los científicos más que nunca sería la misma sí Galileo tenía razón.
importantes del mundo. O, más bien, no sería la misma si se le permitía decir que tenía
Galileo tenía poco o ningún interés en la Ciudad de Dios de tazón de la manera en la que él quería decirlo. De cierta forma, todo
san Agustín. Él era un buen cristiano, peto su fe era tan simple como el mundo sabía que estaba en lo cierto; sus hipótesis eran mucho
complejas y sutiles sus matemáticas. Iba a la Iglesia, comulgaba y, mejores que las de ningún, otro. Pero Galileo quería ir más allá de las
durante el sermón, hacía cálculos mentalmente. Miraba las grandes meras hipótesis. Insistía en que lo que podía ptobat matemáticamente
lámparas colgantes de la catedral, que se mecían perezosamente con y medíante sus observaciones era verdad, y que nadie podía cuestio-
la brisa y dedujo sus teorías sobre el péndulo. También para él los narlo excepto un matemático mejor que él o alguien que dispusiera
cielos poseían un esplendor extraordinario, pero un esplendor muy de'mejores observaciones. , :
distinto al de la ciudad divina, del cardenal Bellarmino. Para ambos 'l_ó"q"ue'estaba diciendo era que la lglesÍa.-no tenía'autoridad
los cielos encerraban una promesa, pero eran promesas diferentes. Ga- para'describir la realidad física. Peto entonces ¿qué autotidad le tes-
304 HISTO'RiA DEL SABER
LA I N V E N C I Ó N DEL M É T O D O C I E N T Í F I C O 305

taba a la Iglesia? Si ya rio podía decir, en todas las esferas de la vida y quedarse durmiendo en la cama hasta tarde y, además, odiaba el frío,
no sólo en la espiritual, lo que era y lo que no era, ¿no quedaría la igle- pero su mecenas, la reina Cristina, insistió en estudiar filosofía a las
sia reducida a ser una mera consejera de almas? Y si eso sucedía, exis- cinco de la madrugada y él no pudo negarse. Estas ironías bacen que
tía el peligro de que millones de almas dejaran de pedir el consejo de la historia de la ciencia sea un área de estudio apasionante.
la Iglesia. Y entonces ¿no era lo más probable que la mayoría de esas Pero hay más ironías presentes en la biografía de Rene Descar-
almas fuera a parar ai infierno?
tes. Era un devoto católico, pero sus escritos minaron más la autori-
Esta fue la postura que defendió el cardenal Bellarmino. Com- dad de la Iglesia que las palabras de ninguna otra persona. Creó una
prendía con claridad la elección a la que se enfrentaba la humani- metodología científicac|Lie no sólo revolucionaría la cienciasino tam-
dad. Galileo fiíe condenado a guardar silencio, sentencia que cumplió bién la forma en que la humanidad vive en el mundo. Sin embargo,
en su mayor parte. Bellarmino se convirtió en santo. Fue canoniza- se equivocó a menudo en sus interpretaciones, que en algunos casos
do en 1930. Pero a la larga, por supuesto, fue Galileo quien venció. estuvieron tan mal concebidas que impidieron el progreso científico
La Iglesia se ha visto reducida a ser una mera consejera de almas, al de Francia, durante dos siglos, pues los peasador.es franceses tendían
menos en Occidente, y la cíenciase ha elevado a la posición de auto- a pensar que debían seguir a Descartes, le entendieran o no. De for-
ridad suprema. ma similar, la tozudez inglesa en afirmar que la terminología deNew-
Beliarmino fracasó porque no era lo bastante bueno como teó- ' ton para.el cálculo era mejor que la de Leíbnitz—una tontería, por
logo. Debería haber leído mejor a Agustín y haber visto que las dos mucho que Newton fuera realmente el primero en inventar el cálcu-
ciudades eran sólo alegóricas. No son reales en el mismo sentido que lo— retrasó las matemáticas inglesas durante más de un siglo. Y lo
es real lo que uno vea través de un telescopio. San Agustín y muchos más irónico de todo, Descartes se embarcó en la búsqueda de la cer-
otros, que lo comprendieron bien, siempre fueron capaces dé mane- teza basándose en el principio de quehabía que dudar de todo. Se tra-
jar dos tipos de realidad, que podría decirse que correspondían a taba de una idea extraña, pero funcionaba.
cada una de las dos ciudades. Que Galileo sea la máxima autoridad Descartes recibió la mejor educación jesuíta que se podía, tener
en la Ciudad del Hombre. La Iglesia podía seguir siendo la máxima en la Europa de su época, una formación que incluía el estudio ex-
autoridad en la Ciudad de Dios. Pero corno la Iglesia quiso mante- haustivo de la lógica aristotélica y de la ciencia, física. Pero cuando se
ner ambos tipos de autoridad, acabó quedándose sin ninguna. — graduó, a.los veinte años, estaba desesperado. Sentía que. no sabía, nada
Ahora, cuando miramos las estrellas en una noche despejada y con la certeza con la que aspiraba a saberlo todo. O, más bien, no sa-
oscura, vernos un panorama espléndido, pero ya no es la misma vi- bía nada con esa certeza excepto unas cuantas verdades maternáticas.
sión que una vez tuyo la humanidad al elevar la vista hacia el cielo Sentía que en las matemáticas era posible conocer cosas, pues se
nocturno. Y con ese cambio hemos ganado mucho, pero también empezaba con axiomas que tenían el carácter de certezas indiscutibles
hemos perdido algo. y se edificaba a partir de ellas, paso a paso, una estructura que poseía
ese mismo carácter. Esa certeza, no se daba en ningún otro caso, ni en
la historia ni en la filosofía, ní siquiera en la teología, a pesar de que
Descartes esta última afirmaba que poseía la mayor certeza a la. que la mente
del hombre podía aspirar.
Rene .Descartes nació en La HayaTurena, Francia, que hoy se cono- Hacia 1639, después de viajar mucho, leer más y mantener una
ce corno La Haya-Descarr.es, en 1596, y murió en Suecia en 1650 a voluminosa correspondencia con los pensadores más avanzados de
consecuencia-cle una grave pulmonía provocada por la exigencia de Europa, Descarres estaba listo para escribir una especie de gran enci-
que diera clases de filosofía a las cinco de la t mañana durante los frí- clopedia de-sü filosofía que organizaría rodo el conocimiento del mun-
05 inviernos hó.rdicps. É! siempre había, sido .de-los que prefieren do en'u na gran *y única estructuración, basada en un rrié.rorlo c\r a ni i-
. co
06 K5
cación universal que permitía conocer cosas con certeza. Pero ese mis- llamaría Leibnitz, y a toda línea, sea curva o recta, y a todo cuerpo,
mo año se enceró de la condena a Galileo y decidió que lo m e j o r se- sea simple o compuesto, le corresponde una ecuación matemática.
ría no escribir ese libro. En vez de ello, escribió El discuno del mé- Los seres humanos no son ecuaciones matemáticas, admitió Des- /
todo, que exponía sólo el método pata adquirir conocimiento y dejaba caaes., pero para muchos propósitos basta con describirlos de esa
a ¡os demás la aplicación de ese método para descubrir verdades po- manera. En el caso de las máquinas que llamamos animales —son
lémicas. Sin embargo, hasta el método meció a Descartes en graves máquinas, dijo, porque no tienen alma—, las ecuaciones son suficien-
problemas. tes para cualquier propósito. Para todas las demás máquinas, incluida
Se trata de un libro absolutamente asombroso. En él, en un fran- la mayor de todas ellas, el universo, las ecuaciones son ciertamente lo
cés que ejemplifica la claridad y originalidad del pensamiento del adecuado. Sólo queda resolverlas. Puede que eso sea complicado, pero
autor, explicó la historia de su desarrollo intelectual personal, cómo por definición es posible.
Esta visión cartesiana del mundo Influyó en todos, incluyendo
empezó a dudar de que lo que le habían enseñado fuera cierto y
a los que odiaban y condenaron por ella a Descartes. Pascal no le
cómo continuó dudando hasta alcanzar la conclusión básica de que
perdonó jamás que no necesitara a Dios para nada más que para po-
se puede dudar de todo excepto de una cosa: de que la propia perso-
ner el universo en marcha y los teólogos católicos, por entonces tan
na que duda existía porque dudaba (dubito ergo sum, «dudo, luego
desesperados corno lo estuvo Descartes el día de su graduación, sintie-
existo»). Acto seguido procedió a descubrir un método para conse-
ron que era necesario condenarlo por una docena de motivos de he-
guir una certeza similar en otras áreas de conocimiento, un método
rejía distintos y poner su Discurso en el índice de libros prohibidos. i
basado sn la reducción de todos los problemas a una forma y una so-
Pero a pesar de ello seguían anhelando la certera que Descartes y su
lución matemáticas. Con ese método demostró matemáticamente la
método prometían. ¡Si tan sólo la teología pudiera reducirse a una
existencia de Dios, y al mismo tiempo demostró que Dios había
creado un mundo que seguiría funcionando por siempre sin su ayu- forma geométrica!
Eso era imposible, a pesar de los esfuerzos de Spinoza por lo-
da, como Lina especie de enorme complejo y ornamentado reloj. Y con-
grarlo, pues la teología trata sobre un mundo inmaterial en el que las
siguió hacer rodo esto en tan sólo veinticinco páginas. Verdaderamente
matemáticas no tienen lugar. Esta es la principal característica de la
fue un logro prodigioso.
teología y laque había atraído el interés de los mejores pensadores du-
Lo más importante de esa obra_es el propio método. Para com-
rante un milenio. Ahora, de repente, dejaba de ser atractiva. El mun- k
prender cualquier fenómeno o conjunto de fenómenos primero hay
do de lo inmaterial, que había sido de un interés supremo, ahora lo
que librarse de todas las ideas preconcebidas. Hacerlo no es nada
perdía por completo. Es uno de los cambios más radicales de la his-**
sencillo y el propio Descartes no siempre lo logró. En segundo lugar,
hay que reducir el problema a su expresión matemática y luego em- toria del pensamiento. t
Las consecuencias fueron dramáticas. El triunfo de Descartes
plear el mínimo número posible de axiomas, o proposiciones eviden-
consistió en la invención de un método que permitía tratar con éxi-
tes, para darle forma. Luego, usando la geometría analítica, que Des-
to el mundo material. Su fracaso más desastroso sobrevino porque su
cartes inventó para este propósito, hay que reducir la descripción del
método podía tratar con éxito sólo el mundo material. Asi, viviendo
fenómeno a una serie de números. Finalmente, aplicando las leyes
como vivimos en la estela de su gran invención, habitamos un mun-
del álgebra, hay que resolver las ecuaciones que resulten del proble-
do resueltamente material y, por ello, en muchos aspectos un desierto
ma y se tendrá un conocimiento cierto de lo que se andaba buscando.
Galileo había dicho que el libro de la Naturaleza está escrito del espíritu.
Antes de Descartes, la teología era la reina de las ciencias y la- físi-
con caracteres matemáticos. Descartes demostró que esos caracteres
-M matemáticos son simplemente números, pues a cualquier punto real ca matemática, una mera pariente pobre. Después de él, la jerarquía
prácticamente,se invirtió. Ni por un instante hubo un universo de co-
se le puede atribuir un conjunto de coordenadas cartesianas, como las
o8
LA I N V E N C I Ó N DEL MÉTODO 309

nocimicmo equilibrado. ¿Esposible lograrlo? Esa es una pregunta im- Esta afirmación no quita nada de mériro a! genio de Nev/ton,
portante cuya respuesta cortesponde decidir al futuro. pues aunque es cierto que cenia ante sí todas las piezas del puzzle, tam-
bién es verdad que para unirlas hacía falta una mente completamente
libre de prejuicios y capaz de ver el universo cié una manera nueva. Ha
Newton
habido pocas mentes así y, en la ciencia, muy pocas.
De hecho, hacía falta algo más que mover las piezas de un puzz-
Además de codo lo demás, Descartes hizo posible a Newton. Isaac le. Primero, Newton tenía que conocer a la perfección la ciencia de
Ncwron, e] mayor genio científico de todos los tiempos, nació en su época. Luego, ceñía que ser un experimentador muy capaz y saber
Woolsthorpe, Lincolnshire, en Inglaterra, e! día de Navidad de 1642. manejar bien su instrumental- Por último, igual que Descartes, tenía
Estudió en Cambridge /, eras graduarse, le ofrecieron el puesro de pro- que ser un matemático excepcional, capaz de inventarlas matemáti-
fesor de matemáticas. Isaac Barrow, su predecesor, que había sido su cas nuevas que hacían falta para resolver los problemas que él mismo
maestro, dimitió para dar paso a su extraordinario alumno. se_rj)lanteaba. La geometría analítica de Descartes había sido eficaz .
Antes ere graduarse, Newton ya había descubierto (es decir, lo para tratar un universo estático. Pero el mundo real estaba en constan- ,
había enunciado sin demostrarlo) el teoterna del binomio. Con eso te movimiento. Newton inventó el cálculo diferenciaJj integra.^ para
cualquier matemático hubiera considerado justificada toda una carre- poder asumir ese fenómeno. Quizás éste haya sido el regalo mis va-
ra, pero para él fue sólo el principio. En 1666, cuando tenía veintidós iioso que nadie le haya hecho ¡amas a la ciencia.
años, la peste que había diezmado Londres atacó Cambridge y él se Gílbert más Galileo más Kepler más Descartes igual a la mecánica __
retiró a su granja en el condado. No le interesaba la vida del campo, de Newton. El primer paso del proceso fue un nuevo conjunto de le-
así que equipó una habitación con instrumentos para realizar expe- yes del movimiento. Se enuncian con una simplicidad consumada al
rimentos con la luz. Cuarenta años después describiría los revolució- principio del gran libro de Nerwton, Principios matemáticos de la filo-
nanos resultados que obtuvo en su óptica.. Pero en este año Nev/ton sofía natural(que se suele abreviar corno Principia). Estas leyes definen
tendría muchas rnás ideas revolucionarias. un universo completamente distinto al imaginado por Aristóteles.
Todos los caminos del intelecto llevaban a aquella habitación La primera ley afirma que todo cuerpo tiende a continuar en
de Lincolnshire. Giíbert había realizado sus experimentos sobre la un estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta a~me-
magnerita y lanzado la hipótesis de que la Tierra ejercía algún tipo nos eme una fuerza o fuerzas actúen sobre él yJ le obliguen a modín-
, O
de fuerza de atracción, como un imán. Gatiíeo no sólo había visto car ese estado. Un proyectil continuaría moviéndose por siempre en
las lunas de Júpiter sino que también había estudiado la caída de los línea recta si su trayectoria no se viera curvada hacia abajo por la re-
objetos y había medido con precisión la fuerza de la gravedad al ni- sistencia del aire y la fuerza de la gravedad. Una peonza lanzada conti-
vel del mar. Descartes había demostrado cómo aplicar ios méto- nuaba dando vueltas hasta que la ralentizaba la fricción con la super-
dos matemáticos a los problemas de la física. Kepler había descrito ficie sobre la que giraba su punta o la fricción con el aitc. Los grandes
las órbitas elípticas de los planetas y asumido que ana extraña fuer- cuerpos de los planetas y los cometas, que se encuentran con menos
za, que emanaba de! sol, era la que ¡os mantenía en sus órbitas. Y lus o quizá con ninguna resistencia en el espacio vacío, continúan su mo-
teólogos parisinos habían propuesto la teoría del ímpetu en el mo- vimiento, sea en línea recta o curva, durante un tiempo mucho mayor.
vimiento violento, que ponía en cuestión la asunción aristotélica del Esta ley arrasaba la concepción aristotélica de la inercia. No exis-
reposo inercia!. Viéndolo desde nuestra perspectiva, puede que no pa- tía el ^estado natural de reposo» de un cuerpo. Si un cuerpo estaba en
rezca difícil lo que hizo Newton. Uno casi podría pensar que, dispo- reposo, seguiría en reposo a menos que se lo moviera. Si un cuerpo
niendo cié todos esos fragmentos sueltos, cualquiera podría haberlo estaba moviéndose, continuaría moviéndose a menos que se lo detu-
lecho. viera o que una fuerza ejercida sobre él cambiara de dirección o de ve-
LA I N V E N C I Ó N DEL M É T O D O C I É 3
3 lo B 1STORIA. D E L S A B E R

también es empujado por la piedra», dice Newton. Y mediante esta


locidad su movimiento. Así pues, ningún movimiento es «natural» ni
tercera ley, si se expulsa agresión aire callente por la parte posterior
se opone a otro tipo de movimiento «violento». Tampoco es nece.su-
de un reactor, el avión al que el reactor está soldado se moverá ha-
rio explicar un tipo de movimiento de forma distinta a los demás. Se
cia delante en la dirección opuesta. ivíásaún,si un cuerpo gira alrede-
sigue', por supuesto, que no existe el llamado movimiento quintae-
dor de un segundo cuerpo, entonces el segundo cuerpo también gira
sencial, «naturalmente uniforme y circular». El movimiento uniforme
alrededor del primero; giran uno alrededor del otro. Sus velocidades
en círculo es posible, pero no es ni más ni menos natura! que cualquier
no tienen por qué ser iguales; sí un cuerpo es mucho mayor que el
otro cipo de movimiento. Lo que es más, como todos los movimien-
otro, se moverá rnuy lentamente, mientras que el otro se moverá re-
tos, se explica en términos de la inercia de los cuerpos y de las fuer-
lativamente rápido. Pero los movimientos totales serán iguales.
zas que actúan sobre ellos.
Curiosamente, esto fue lo que dio la solución final al antiguo
La segunda ley del movimiento de Newton afirma que el cam-
rompecabezas: ¿gira el sol alrededor de la Tierra o la Tierra alrededor
bio en el movimiento es proporcional ala fuerza ejercida sobre el cuer-
del sol? Ambos giran alrededor del otro, y Ptolomeo y Copérnico te-
po y se realiza en. la dirección de la línea recta en la que se ejerce el
nían ambos razón, aunque por motivos equivocados.
movimiento. Una fuerza más grande provoca un mayor cambio en
Tomando las tres leyes tal como están enunciadas, imaginemos
eí movimiento, y el cambio que producen un conjunto de fuerzas ejer-
los planetas en movimiento. Seguirán moviéndose en línea recta a me-
cidas simultáneamente es el resultado de la combinación de las dife-
nos que se lo impida alguna fuerza. Esta fuerza no tiene por qué de-
rentes potencias y direcciones de las fuerzas. El análisis de la compo-
tenerlos. Puede que sólo los aparte de esa línea recta que seguirían por
sición de estas fuerzas se puede realizar siempre utilizando la geometría,
inercia. Puede, de hecho, que tuerza su curso hasta volverlo una elip-
eucíidiana.
se. Según la geometría tradicional de las secciones de un cono (que se
La geometría euclídiana ordinaria no puede explicar cómo el ejer-
remonta a Apolomo de Perga, en el siglo III a. J.C., nada nuevo en
cer una fuerza continua sobre un cuerpo que se mueve en línea rec-
ello) «torcerá» sus rumbos hasta convertirlos en elipses (llamémoslos
ta provoca que ese cuerpo siga una trayectoria curva como, por ejem-
definitivamente «órbitas» en adelante), siempre que se trate de una
plo, un círculo o una elipse. Este caso era de;importancia trascendental,
fuerza centrípeta —es decir, que la fuerza atraiga al planeta hacía el
pues las órbitas del sistema solar-son elípticas. Newton asumió que
Interior, apartándolo de su tendencia natural a volar en Línea recta
una órbita curvada podía concebirse matemáticamente como com-
alejándose del centro—• y que esia fuerza centrípeta varíe de intensi-
puesta de un número Infinitamente grande de líneas rectas infini-
dad, siendo siempre el inverso del cuadrado de la distancia entre los
tamente pequeñas, unidas entre ellas por una línea que pasa por el
planetas y el cuerpo que ejerce dicha fuerza sobre ellos.
centro (o foco) de la órbita. En términos matemáticos, la órbita cur-
Supongamos que ese cuerpo fuera el sol. ¿Qué podría ser esa fuer-
vada podía ser considerada el «límite» de un proceso de reducción o
za centrípeta? Gilbert y Kepler habían especulado que podría tener
diferenciación, en el que los segmentos individuales se hacían tan
algo que ver con el magnetismo natural de laTierra, pero no contaban
pequeños y tan próximos a meros puntos como se deseara; y de inte-
con las mediciones de Galíleo sobre la fuerza de gravedad al nivel del
gración, en e! que la totalidad de los segmentos se acercaban tanto a
mar. Si se incluyen en el cálculo esas cifras, la identidad de la fuerza
ser la suave curva de la órbita como se quisiera. Esto es lo más que
misteriosa se hace patente. No es otra cosa que la gravedad, la fuer-
puedo acercarme a explicar el método de cálculo de las órbitas en
za que mantiene a la luna cautiva alrededor de-la Tierra y que hace
palabras sin mecerme a utilizar símbolos matemáticos.
que la luna controle las mareas de los océanos, la fuerza que condu-
La tercera ley del movimiento afirma que cualquier acción pro-
ce al sistema solar-en sus elegantes revoluciones y que hace que las
duce una reacción .opuesta e igual. O, dicho de otra manera, la inte-
manzanas maduras caigan al suelo sobre la cabeza de un matemático
.V raccíón mutua de dos cuerpos siempre es igual aunque dirigida en
direcciones opuestas; «Si empujas-uua piedra con el dedo, el dedo- despistadlo, que "descansa bajo un man.za.no. •
3 11 BRE r o n i A DÍ:L S A B E R

Newton dijo que comprendió todo esto mientras pasaba su.s


m LA . I N V E N C I Ó N D E L M É T O D O C Í E N T E '

¿Cuáles son estas reglas .del razonamiento en la. ciencia? Sólo


313

vacaciones forzosas en Llncolnshlre en 1666. Le pareció tan eviden- A son cuatro. La primera es: no debemos admitir nías causas de los fe-
te, dijo, que no se ¡o contó anadie durante veinte años. Mientras can- nómenos naturales que las que sean a la vez verdaderas y sufidenr.es
co se dedicó a otros trabajos que le interesaron más. Cuando sus para explicar las apariencias. Esca es una reformulación del principio
Principia vieron finalmente la luz, en 1686, hicieron que el mundo lógico que enunció primero Guillermo de Ockharn en el siglo XIV y
ahogara un grito de asombro. El mayor problema de la historia de la hoy conocido como la navaja de Ockharn: «Lo que se puede hacer
ciencia hasta entonces, el problema de cómo y por qué el universo Fun- con poco es en vano hacerlo con mas.» Newton, adornando esra sen-
cionaba corno lo hacía, había sido resuelto. El poera Alexander Pope tencia con un poco de poesía, lo explica así:
escribió:
A este propósito, los Rlósoros dicen que la Naturaleza, no hace
La Naturaleza y sus leyes se escondían en la noche; nada en vano, y más es en vano cuando menos basta,, pues a la Na-
Dios dijo, hágase Newton: y se hizo la Luz. turaleza le complace la simplicidad y no es dada a la pompa de las
causas superfinas.

Reglas de la razón La segunda regla afirma; en consecuencia, a los mismos efectos


(i) naturales debemos, hasta donde sea posible, atribuir las mismas cau-
Isaac Newton fue, por naturaleza, un hombre sencillo! aunque tam- sas. «Como sucede en el caso de la respiración en el hombre y un
bién malhumorado, que se metía a menudo en peleas con sus cole- animal, a la procedencia de las piedras en Europa y en América, a la
gas científicos. Una vez le dijo a un biógrafo: «No sé lo que le parece- lumbre del fuego de nuestra cocina y el del sol; o el reflejo de la luz
ré al mundo, pero a mí me parece que siempre he sido sólo un niño en la Tierra y en los planetas», añade Newrxm.
jugando en la playa que se entretiene encontrando de vez en cuando La regla tres responde a una pregunta que había preocupado a
un guijarro o una concha más bonita de lo habitual, mientras el gran los aristotélicos durante siglos. Afirma que las cualidades que se des-
océano de la verdad permanecía por descubrir frente a raí.» cubren en los cuerpos a los que alcanzamos a examinar en nuestros
Esta imagen es tan famosa como intrigante. Y probablemente, es experimentos deben suponerse cualidades universales de cualquier
—más precisa de lo que Newton podía imaginar. Es decir, llevaba ra- tipo de cuerpos. SÍ, por ejemplo, dice Newton, se descubre que la fuer—
zón ai admitir que no sabía mucho comparado con todo lo que po- Vj) za de la gravedad opera en el sistema solar, como parece que hace,
día saberse, a pesar de que supiera más que cualquier or.ro hombre de entonces podemos —de hecho, debemos—• «suponer unlversalmenre
su tiempo. Y también tenía razón 'al decir que se sentía cómodo en su que todos los cuerpos de cualquier tipo están afectados por un prin-
ignorancia. El gran océano de la verdad estaba abierto frente a él, pero cipio de gravitación mutua».
nunca se arriesgó siquiera a meter el dedo gordo en el agua, por no de- La cuarta regla del razonamiento es: en opinión de Newton, qui-
cir aventurarse a nadar desde la orilla para tratar de llegar aJ otro lado. zá la más importante de todas. Debernos citarla entera:
El libro tercero de los Principia, de Newton lleva el asombroso
título de «El sistema del mundo». Se abre con dos páginas bajo el En la filosofía exrjerjrnejital [es decir, en la ciencia] debemos con-
encabezamiento «Reglas del razonamiento en la filosofía». Debemos siderar las proposiciones que se desprenden por inducción general
comprender, antes que nada, que con filosofía Newton quería decir de los fenómenos como precisas o muy cercanas a la verdad, sin
«ciencia» . También deberíamos entender que estas páginas SOR la respues- . importar .cualquier, hipótesis .contraria que pueda imaginarse, hasta
ta de Newton a Descartes, su gran nota a pie de página, por así decir- el momento en que se dé otro fenómeno mediante el cua! puedan
lo, para c\ Discurso del método. ' " - , (, ': hacerse todavía, más. precisas o ser sujetas a excepciones.
•• ' "' - l ' •
LA I N V E N C I Ó N D E L M É T O D O C I E N T Í F I C O 315
314 BREVE HISTORIA DEL SABER

Eso es en parte culpa, de Descartes, quién hizo que buscarlas fue-


Newton escribe: «Debemos seguir esta regla para que no se es- ra quizás eternamente impopular. En parte es también culpa del pro-
cape de los argumentos de la inducción por medio de hipótesis.» pio Newton. Su asombroso y brillante éxito cerró los ojos ai mundo
Newron aborrecía las hipótesis. Veía en ellas la causa de todos los ante todas aquellas cosas que todavía no conocía y puede que no co-
egregios y dañinos errores del pasado. Con «hipótesis» quería decir nozca nunca. Es culpa, sobre todo, del ptopío mundo, que es algo
el cipo de explicaciones que los escolásticos habían imaginado par;i mucho más difícil de comprender de lo que a la humanidad le gusta-
explicarlos fenómenos naturales, como la teoría de los Elementos, el ría creer.
supuesto de la Quintaesencia y las tortuosas explicaciones del llama-
do movimiento violento, que hasta los teólogos de París habían sido
incapaces de aceptar. Y Newton estaba más que dispuesto a admitit La revolución galileo-cartesiana
que había cosas que no sabía o no podía explicar.
Lo más importante que no sabía es la causa o causas de la gra- Antes de pasar a la era de las revoluciones políticas, detengámonos un
vedad. No tenía ninguna duda de que la gravedad era lo que mante- momento para hablar de los nombres que se les dan a revoluciones
nía a. la Tierra y a los demás planetas en sus órbitas, pero no sabía de todo tipo. A menudo se le concede el mérito o se culpa de la revo-
por qué. Pero «no construyo ninguna hipótesis —declaró—; pues lución a la persona equivocada. En el próximo capítulo veremos más
i todo lo que no se deduzca de los fenómenos debe ser considerado una ejemplos de ello, pero sin ir más lejos, en este mismo capítulo, hemos
I hipótesis», y las hipótesis «no tienen cabida» en la ciencia. visto un caso.
Se.ha convertido en tradición referirse a la revolución que
Se podría decir que las cuatro reglas de razonamiento más la pro-
ocurrió en el siglo XVII -—la revolución
. . en la forma
. . de adquirir co-. '*,
hibición añadida contra las hipótesis, es decir, contra ofrecer teorías
nocimiento que llevó al establecimiento de la ciencia como laautori- sl
que no estuvieran refrendadas directamente con experimentos, definen
dad suprema en lo relativo a la realidad material—como la revolución (
el método científico tal como se ha utilizado desde tiempos de New-
ton y se sigue utilizando, mayorítariamente, hoy." Las reglas de Newton copernicana. Y creo que es un nombre injusto.
Si de hecho Copérníco deseaba provocar un cambio radical en
establecieron u n n u e v o paradigma, por usar el término empleado por
el prestigioso historiador de la ciencia ThoTTias S. Kuhn en La estruc- la forma de pensar del mundo, t-wo demasiado miedo corno para
provocarlo en vida. Puede que jamás hubiera pensado en ello. Más
tura de las revoluciones científicas (1962). El nuevo paradigma inau-
aún, su propuesta de que la Tierra gira alrededor del sol no era en
guró la era de la ciencia. Se había distribuido entre los hombres h
absoluto una Idea revolucionaria. Media docena de antiguos pensa- .
"herramienta más valiosa y útil para conseguir conocimiento jamás in-
dores griegos habían afirmado lo mismo. Otros hombres habían con-
ventada, y con ella Iban a tratar de entender uodo lo que podían ver
siderado también la idea. En sí misma, no constituía un cambio im-
y muchas cosas invisibles, además de controlar el mundo que les ro-
deaba de formas hasta aquel momento inimaginables. portante.
Decimos que lo fue invocando la supuestamente importante no-
Newton, con toda su brillantez, no comprendió por qué la fuer-
ción de que el hombre estaba en el centro del universo antes de Co-
za de la gravedad actúa corno lo hace; es decir, no sabía qué era la gra-
pérnlco y no después. Pero éso está muy lejos-de la realidad. Como
vedad. Nosotros tampoco lo sabernos. Sólo sabía cómo actuaba. Y, pañi
hemos visto, el hombre se convirtió en el centro del universo, en to-
su eterna gloria, tenía razón en eso. Pero iasjazones dejasjiosas, como
dos los sentidos que importan, con el Renacimiento (con el descubri-
A Pascal podría haberlas llamado, todavía se escondían en la noche,
miento de la perspectiva erY la pintura, por ejemplo), y no dejó de
estar ahí hasta finales del siglo XVII, con la aparición de los Principia
2. Puede que existan algunas muy reclientes excepciones. Véase el-cn-
K<;r líbrn. de hfr.hn. sóln solidificó la oosiclón del horri-
BREVE ^ISTORIA DELSABF.R

bre en e! centro del universo, a lo que cambien contribuyó el progre-


so científico que vino a continuación.
Hoy, cuando miramos el cielo nocturno sabiendo cuántos miles
de millones de estrellas y galaxias contiene y qué pequeño es nuestro
sol 7 nuestro todavía más pequeño siscerna solar, de la que laTierra no
es ni mucho menos el mayor planeta, no nos suele hacer sentir pe-
queños ni insignificantes. En cambio, puede que nos sintamos fuer-
tes y bien, pues entendemos lo que vernos. La ciencia nos eleva, no nos
empequeñece.
Galileo era un hombre muy diferente a Copérmco. De una par-
ce, no tenía miedo a ía controversia que sabía que suscitarían sus
nuevas ideas. Tampoco ignoraba el verdadero significado de lo que
_esraba diciendo. Trató de reemplazar la autoridad de la Iglesia por
otra, porque creía que .esa nueva autoridad —ía de la ciencia-— era
preferible por muchos motivos. No se escondió, como había .hecho
Copérmco. Quería provocar un cambio revolucionario en la forma en
que Jos hombres pensaban sobre el mundo.
Y lo mismo quería Descartes. Su carácter y su. forma de pensar
eran parecidos a los de Galileo, aunque quizá no era personalmente
tan valiente como el italiano. Tambie'n era más arrogante, lo que hace
que nos sea menos simpático. Pero también él sabía lo que estaba
haciendo, igual que Galileo y no como Copérnico.
Si se debe bautizar ía revolución del siglo XVU con el nombre
de un hombre, entonces se debería llamar la revolución galileana
o, quizá todavía mejor, la revolución galileo-carresiana. No se debe-
ría usar el nombre de Newton. El no consideró que estuviera cau-
sando un gran cambio en el pensamiento de su época. Simplemente
desarrolló el trabajo que otros grandes hombres habían realizado an-
• tes que él, y aunque parezca el más grande de rodos ellos, como de
hecho lo fue, no fue esencialmente distinto a ellos.
Desafortunadamente, el nombre «revolución gaiileo-cartesiana»
no es demasiado fácil de pronunciar. Y esas cosas son importantes.
Revolución copernicana suena mucho mejor. Yes el nombre que los
historiadores seguirán utilizando. Pero cada vez que lo veo, me hace pen-
sarque Galileo y Descartes se merecen mucho másese honor.que Co-
pérnico.

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