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través uei espacio vacío, pues el espacio vacío, por muchos mocivos alrededor de la Tierra cada día, y el problema de su supuesto rápido
—entre ellos que la naturaleza aborrece el vacío— era algo impensable desplazamiento quedaría resuelto, pues no tendrían que moverse en
(Aristóteles y Demócriuo se pelearon sobre este punco). Esas grandes absoluto. Y si la Tierra girara alrededor del sol en lugar de ser el sol
esferas, que desprendían una música celestial, aunque inaudible, eran el que girara alrededor de la Tierra, se simplificaría enormemente la
invisibles. Eso estaba bien. Desde luego, encajaba perfectamente cuestión de las órbitas planetarias.
con el hecho indiscutible de que no las vernos. Pero los epiciclos, algu- Copétnico estudió todos los textos astronómicos griegos que
nos de ellos montados sobre otros epicíclps, también eran esferas cris- pudo encontrar. Descubrió que la rotación de laTierra y el sistema
talinas y sucedía que algunas de esas esferas se interseccionaban con heliocéntrico ya habían sido propuestos por más de un astrónomo
otras. Pero claro, eso era imposible, pues la materia quintaesencia! de de la antigua Grecia. ¿Era posible realizar un pequeño cambio en los
la que estaban hechas se suponía que era impermeable, inmutable, in- supuestos sobte los que se trabajaba y obtener con ello un enorme
destructible, etc. avance? Copérnico empezó a pensar que sí lo era.
Por úldmo, quedaba un problema muy especial con la cuestión No obstante, era un hombre tímido, y no quiso publicar el libro
de las estrellas fijas. Se suponía que se movían en una esfera, crista- que estaba escribiendo, Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes. Pos-
lina que estaba más allá de la esfera de Saturno. (Más allá de las es- puso y volvió a posponer la impresión de su obta. De hecho, sólo per-
trellas fijas estaba el Empíreo, la morada de Dios.) Las observaciones 'mitió que su libro fuera al impresor estando en su lecho de muerte.
hechas desde tiempos de Ptolomeo sobre el paralaje estelar demostra- Allí mismo le trajeron un ejemplar de su gran obra y ese mismo día,
ban que esta esfera, y las estrellas que había en ella, debían estar a en 1543, falleció.
una enorme distancia. Pero sí estaban tan lejos, la velocidad a la que Tuvo miedo de la polémica religiosa que generarían sus ideas y
su esfera giraba alrededor de laTierra debía de ser inimaginablemente de lo que los aristotélicos ortodoxos pudieran decir sobre ellas. De he-
'rápida. En cierto sentido no era un problema, pues Dios podría habet cho, dijeron sorprendentemente poco, en parte porque una intro-
dispuesto que girara tan rápido como él quisiera, pues el poder divi- ducción que aparecía en el libro, escrita por un amigo, insistía en que
no no conocía límites. Aun así, la teoría aristotélica parecía muy com- la teoría era sólo unahip_Qtesí^ diseñada para simplificar ciertas difi-
plicada. Y muchos hombres en tierras diversas empezaron a buscar cultades matemáticas. Copérnico no decía de verdad que la tierra
una solución más sencilla al problema. rotara sobre su eje una vez al día y girara alrededor del sol una vez al
año, afirmaba la Introducción, aunque, por supuesto, ios lectores aten-
tos del libro comprendieron que eso era precisamente lo que Copér-
Copérníco nico estaba diciendo. Y así, la nueva teoría no produjo la revolución
intelectual que puede que su autor deseara y tuviera demasiado mie-
Nicolás Copérnico nació en 14/3 y vivió la mayor parte de su vida do como para desencadenar en vida.
en Polonia. Recibió una educación excelente en las universidades de Quizá la principal razón por la que Copérnico no llevó a cabo
Europa oriental y hacia el ano 1500 ya se decía de él que dominaba la llamada revolución copernicana es que se esforzó por conservar dos
todo el conocimiento científico de su tiempo; medicina y derecho, características del'sistema
. •> aristotélico. Una era el movimiento circu-
además de matemáticas y astronomía. Podía haber escogido ejetcer lar uniforme. La otra era la materia quintaesencia!, para la cual pre-
cualquier profesión, pero eligió la astronomía.. cisamente aquel cipo de movimiento era el natural. Los teólogos, así
Contra más estudiaba y reflexionaba sobre la dominante teoría pues, además de algunos astrónomos, podían seguir creyendo que
ptolomeica-aristotélica de los cíelos, más le preocupaba. La teoría pa- nada importante había cambiado.
recía complicada. ¿Quizá lo era.Ínnecesariamente?-Por ejemplo, si la
Tierra rotara, eso explicaría por qué las estrellas fijas parecían girar
2.96 ÜEL SABER
- - _ LA I N V E N C I Ó N DEL MlTODO.ClEN-i i r n _ u 2.97
yo que no todas las estrellas fijas estaban a la misma distancia. Pero rna una'elipse, con el sol en uno de los dos focos de la elipse. Las
su idea más provocativa fue decir que lo que mantenía a los planetas elipses de Kepier eran muy parecidas a círculos, lo que explicaba por
en sus órbitas debía ser alguna especie de magnetismo. Nadie com- qué la teoría anteriot de las órbitas circulares se había ajustado bas-
prendió las implicaciones de esta idea cuando él la expuso. De he- tante bien a las observaciones mientras éstas no fueron muy precisas.
cho, ni siquiera el propio Gilbert entendía bien lo que estaba propo- Su nueva explicación, era cotrecta hasta allí donde llegaban los lími-
niendo. nes de la precisión en las observaciones en su época, y no le hacían
falta correcciones, ni excentricidades ni epiciclos ni ningiín otro re-
miendo.
Kepier La segunda ley del movimiento de los planetas de Keplet afir-
ma que un vector posición de cualquier planeta respecto al sol barre
Johannes Kepier nació en Württemberg en 1571 y murió en 1630. áreas iguales de la elipse en tiempos iguales. Lo que esto quiere decir
Aunque era hijo de padres pobres (aunque nobles), recibió una es que un planeta viaja más deprisa en su órbita cuando está cerca
educación excelente y muy completa en las facultades luteranas de la del sol que cuando está lejos de él. Esta brillante deducción, que sir- \o
universidad de Tübingen. Esperaba hacer carrera en la Iglesia, pero
escribió un ensayo sobre astronomía que captó la atención deTycho ven en campos de fuerza, no sólo a los planetas. Explicaba la mayor
Brahe, que entonces estaba en Praga, yTycho invitó ai joven a que parte de las discrepancias entre la teoría astronómica y las observacio-
fuera su asistente. Tras muchas dudas, Kepier aceptó, y cuando Tycho nes. Por desgracia, la idea no pasó de ser una Intuición intelectual de
murió al año siguiente, en 1601, Kepier le sucedió como matemá- Keplet. Él sabía que su ley era correcta, pero no comprendía por qué.
tico imperial y heredó el enorme caudal de observaciones astronómi- La tercera ley afirmaba que existía una relación matemática en- \e lo
cas deTycho.
• ' Evidentemente, Kepier sintió que había heredado mucho más Descubrir esta ley fue un logro extraordinario teniendo en cuenta
que simples datos. Empezó también a contemplar las heterodoxas opi- los primitivos instrumentos con los que contaba Kepier.
niones de Keplet, alguna de las cuales reconocía por primera vez, con Kepier pasó muchos años no sólo impulsando sus ideas sobre
mejores ojos. Tycho había puWicado ensayos que rebatían la teoría de estas leyes y preparárfdo la publicación de las tablas de observaciones
que los planetas se movían sobre supuestas esferas cristalinas. Kepiet deTycho, sino también reflexionando sóbrelo que sabía que era el
profundizó en su tesis de que los planetas se mueven libtemente en mayor problema sobre el movimiento de los planetas que quedaba
el espacio y la incorporó en su propio trabajo. Corno Tycho, Kepier por resolver: el motivo por el cual los planetas giran alrededor del
interpretaba la teoría heliocéntrica de Copérnico como algo más que sol. ¿Qué es lo que mantiene a los planetas en sus órbitas y qué es lo \e h
una mera hipótesis, y publicó artículos que defendían que no se po-
día aceptar ninguna descripción del mundo que tuviera en el centro Se dio cuenta de que las especulaciones de Gilben sobre el mag-
a la Tierra y no ai sol. Pero su mayor aportación ai saber fue una serie netismo de la Tierra podían ser la clave de la solución a ese enigma,
de tres leyes sobre el movimiento de los planetas que resolvieron el pero no logró resolverlo. Había descartado casi codo el legado aristo-
| problema de los epiciclos y las órbitas excéntricas de una vez por to- télico sobre el cielo, Íncluida,-la idea de que existían Inteligencias que
j! das. Las tres leyes que formuló todavía son válidas y llevan su nombre. guiaban a los planetas en sus órbitas eternas. También fue capaz de
La primera de las nuevas leyes supuso un cambio sustancial en aceptar la idea de que podía .existir una fuerza que actuaba a distan-
tr~ " el sistema "aristotélico, pues afirmaba que el movimiento de los pla- cia sobre los planetas, sin ninguna conexión física entre el sol y los
netas no es uniforme ni circular. Los planetas np viajan formando una .planetas qué cóhcíolába. Pero .no pudo,descartar una de las asuncio-
•" serie de círculos excéntricos alrededor del sol,'sino aue su órbita for-
LA I N V E N C I Ó N DEL MÉTODO CIENTÍF JOI
3OO 8 DEL SABER
descubrir el secreto, que convirtió a Nevvton en el científico por ex- puesto que U luna no estaba hecha enteramente de materia quintae-
celencia, pero no lo hizo porque no pudo deshacerse de la idea de sencial. Galileo observó a continuación Júpiter y descubrió sus lu-
que los plañeras dejarían de moverse a menos que algo les impulsara nas. De modo que Júpiter era un pequeño sistema solar que a su vez
de forma constante, y no se le ocurría qué podía ser esa fuerza cons- giraba alrededor de un cuerpo celeste mayor. Por último» volvió su te-
tante si no era el magnetismo de GiLbert. Erró por muy poco en am- lescopio hacía el sol y descubrió curiosas manchas en su superficie.
bas cuestiones y por eso se le recuerda como un precursor importan- Esas áreas oscuras no eran permanentes. Pudo ver cómo cambiaban
te de Newton, pero nada más. de forma y posición de noche a noche, de mes a mes.
Los cíelos, pues, no eran inmutables e indestructibles. En la luna,
se habían formado montañas y valles por procesos C[ue, concluyó
Galileo Galileo, debían de ser parecidos a los que se producían en laT'ierra.
Júpiter era en sí mismo un sistema planetario en miniatura y puede
Galileo Galileí nació en Pisa en 1564 y murió enAcetrí, cerca de Flo- que hubiera muchos rnás de esos sistemas que no podía todavía ver
rencia, en 1616. Era católico y vivía en un país católico. Eso fue una con su-primitivo instrumento, Y el sol era una cosa viva sujeta a
diferencia fundamental entre él y Tycho, Güberty Kepler. cambios y que se transformaba ante sus ojos.
Estudió en Pisa y enseñó matemáticas en Padua. Fue el físico ma- En 1611, Galileo fue a Roma a explicar lo que había visto en un
temático más destacado'de su época y no sólo porque fuera muy tribunal pontificio. Se llevó con él su telescopio. A muchos les impre-
bueno en geometría. Fue también el primer hombre moderno en com- sionaron sus descubrimientos, cuyo significado no comprendieron
prender que las matemáticas pueden de verdad describir el mundo al principio. Pero él les exigió que abrieran los ojos alas consecuen-
físico. «El libro de la Naturaleza se escribe con las matemáticas», cias. Entre otras cosas, dijo que podía demostrar matemáticamente
dijo.- que la Tierra giraba alrededor del sol y no al revés, que Copérníco es-
De joven, Galileo realizó interesantes experimentos que demos- taba en lo cierto y Ptolorneo equivocado. E, insistió, sus observacio-
traron que la teoría-del movimiento violento de Aristóteles era erró- nes con telescopio demostraban que los cíelos no eran básicamente
nea. Aceptó la teoría del impulso de Buridan y demostró que los distintos del mundo sublunar. La Quintaesencia no existía. Toda la
proyectiles disparados desde un arma forman una parábola antesjde materia, en todas partes, debía ser la misma o, al menos, muy similar.
caer a tierra. Estudió el péndulo y demostró que, igual que los pla- «No puede probar tal cosa con sus matemáticas», le dijo el carde-
. netas, en períodos de tiempo iguales barre áreas iguales. Todo eso fue- nal Roberto BeLlarmino (1542-1621), teólogo eminente de la Iglesia
ron trabajos teóricos que no le causaron problemas. Sus dificultades católica. Le recordó a Galileo la creencia sancionada, por el tiempo .
empezaron en Venecia en. la primavera de 1609, cuando entró en con- de que las hipótesis matemáticas no tenían nada que ver con la reali- \d física. (F
tacto con un aparato recientemente inventado: el telescopio. Al regre-
sar a Padua, construyó él mismo un celescopio y en poco tiempo lo que protegió a la obra, de Copérnico y evitó que cayera en el olvido.)
mejoró hasta convertirlo en el mejor instrumento de ese tipo que exis- «La realidad física no la explican las matemáticas, sino las Escrituras
tía en el mundo. Durante el verano y otoño de 1609 y el Invierno de y los Padres de la Iglesia», dijo el cardenal.
1610 realizó una serie de observaciones. «Mire a través de mi telescopio y véalo usted mismo», le contestó
Lo primero que Galileo observó con su telescopio fue la luna. Galileo. Y Bellatmlno miró, pero no supo ver.
Para su asombro, descubrió que la superficie de la luna no era lisa. Te- ¿Por qué el cardenal Bellarmino y los predicadores dominicos a
. nía montañas-y valles que se correspondían con'las características" lu- los-que-reclutó'Cn su campaña contra Galileo no fueron capaces de ver.,
nares que se conocían desde siempre pero que no se habían podido lo que Galileo veía? ¿Qué veríamos nosotros si mirásemos a través de
explicar. No produjo mayor conmoción porque siempre se había su- •; .aquel telescopio? Sus.ojos ; eran físicamente iguales que los.nuestros,
3O \'E H I S T O R I A DEL S A B E R U A ' I N V E N C I O N DEL MÉTODO ico 303
pero no veían el mundo de la misma manera en que lo vemos no- líleo soñaba con que podían ser estudiados, comprendidos e incluso
sotros. controlados de. algún.mo.do. ..
Creían profundamente en el sistemaptolemaico y en la explica- Bellarmino nene mucha culpa por no tratar de entender a Ga-
ción aristotélica del mundo, Pero no parque fueran físicos que creye- lileo, por no teconocer que se trataba de un npo de hombre nuevo,
ran que aquellas teorías explicaban mejor los datos obtenidos mediante un buen católico que jamás haría voluntariamente nada que perju-
las observaciones. Creían en las antiguas teorías porque éstas se apo- dicara a la Iglesia / q u e no se'dejaría tentar por los protestantes, como
\n en creencias todavía más profundas. Y cuestionar esas creen- Bellarmino temía. Otra doctrina también avalada por la tradición
ji cias más profundas era destruir los cimientos sobre los que habían edi- apoyaba la posición de Gaiileo: cuando las Escrituras entraban en con-
ficado su mundo. Eso era algo que no estaban dispuestos a hacet. flicto con la verdad científica, las Escrituras debían interpretarse ale-
San Agustín, más de mil años antes, había descoco en La ciu- góricamente, para evitar «el terrible perjuicio para las almas SÍ la gen-
dad de Dios la distinción entre dos ciudades, la celestial y la terrenal, te se convenciera de algo tras ver ptuebas y luego creer en ese algo se
que se decía definían la vida del hombre y el peregrinaje del espíritu. convirtiera en pecado». Probablemente, algún amigo teólogo de Ga-
La distinción de Agustín, ciertamente, había sido sólo alegórica, es lileo le sugirió este sofisticado atgurnento, pues a él solo no se le ha-
decir, nunca pensó que alguien pudiera ver de verdad, excepto en su bría ocurrido una cosa así. Peto Bellarmino ignoró este razonamien-
imaginación, la Ciudad del Hombre o la. Ciudad de Dios. to, a pesar de que le concedía una muy buena opción para retirarse
Pero a lo largo de los siglos, aquellas grandes Imágenes cobra- del debate sin perder la cara. No se retiró, sino que siguió adelante con
ron una especie de realidad propia que se demostró más poderosa de el proceso sin reparar en las consecuencias políticas que podría tener
lo que uno pociía observar con los propios ojos. La Ciudad del Hom- enjuiciar y condenar, quizá incluso a muerte, a Galileo.
bre estaba aquí, bajo la luna. Era terrenal, material, con olores y gustos Galüeo también tuvo buena parte de culpa por no intentar en-
fuertes. Era la vida cotidiana de los hombres. Pero en los cielos, por tender a Bellarmino y a los que pensaban corno él. La disputa en la
la noche, la Ciudad de Dios se hacía visible a aquellos que tuvieran que se había embarcado no era solamente científica y, desde luego, no
ojos para verla. Brillaba allí, inmutable, indestructible, siempre be- versaba sobre ningún hecho científico en. particular, como si el sol
lla. Era la promesa dé Dios a los fieles, el Arca de la Alianza de los cris- giraba alrededor de la Tierra o la Tierra alrededor del sol.
tianos, no de los judíos. La disputa era sobre la misma ciencia, sobre el papel que debía
Era lo más maravilloso, lojpás deseable de todo el universo. Po- desempeñar en la vidaJaumana y, concretamente, sobre si se debía per-
nerla en cuestión, destruirla, hacerla caer en pedazos, era impen- mitir a-los científicos que especulasen con toda libertad sobre la rea~- v
sable. Había que detener a cualquiera que lo intentara y, si era nece- lidad. Y aún más que eso, la disputa versaba sobre la Ciudad de Dios, ú
! sario, quemarlo en la hoguera. Incluso si era uno de los científicos más que nunca sería la misma sí Galileo tenía razón.
importantes del mundo. O, más bien, no sería la misma si se le permitía decir que tenía
Galileo tenía poco o ningún interés en la Ciudad de Dios de tazón de la manera en la que él quería decirlo. De cierta forma, todo
san Agustín. Él era un buen cristiano, peto su fe era tan simple como el mundo sabía que estaba en lo cierto; sus hipótesis eran mucho
complejas y sutiles sus matemáticas. Iba a la Iglesia, comulgaba y, mejores que las de ningún, otro. Pero Galileo quería ir más allá de las
durante el sermón, hacía cálculos mentalmente. Miraba las grandes meras hipótesis. Insistía en que lo que podía ptobat matemáticamente
lámparas colgantes de la catedral, que se mecían perezosamente con y medíante sus observaciones era verdad, y que nadie podía cuestio-
la brisa y dedujo sus teorías sobre el péndulo. También para él los narlo excepto un matemático mejor que él o alguien que dispusiera
cielos poseían un esplendor extraordinario, pero un esplendor muy de'mejores observaciones. , :
distinto al de la ciudad divina, del cardenal Bellarmino. Para ambos 'l_ó"q"ue'estaba diciendo era que la lglesÍa.-no tenía'autoridad
los cielos encerraban una promesa, pero eran promesas diferentes. Ga- para'describir la realidad física. Peto entonces ¿qué autotidad le tes-
304 HISTO'RiA DEL SABER
LA I N V E N C I Ó N DEL M É T O D O C I E N T Í F I C O 305
taba a la Iglesia? Si ya rio podía decir, en todas las esferas de la vida y quedarse durmiendo en la cama hasta tarde y, además, odiaba el frío,
no sólo en la espiritual, lo que era y lo que no era, ¿no quedaría la igle- pero su mecenas, la reina Cristina, insistió en estudiar filosofía a las
sia reducida a ser una mera consejera de almas? Y si eso sucedía, exis- cinco de la madrugada y él no pudo negarse. Estas ironías bacen que
tía el peligro de que millones de almas dejaran de pedir el consejo de la historia de la ciencia sea un área de estudio apasionante.
la Iglesia. Y entonces ¿no era lo más probable que la mayoría de esas Pero hay más ironías presentes en la biografía de Rene Descar-
almas fuera a parar ai infierno?
tes. Era un devoto católico, pero sus escritos minaron más la autori-
Esta fue la postura que defendió el cardenal Bellarmino. Com- dad de la Iglesia que las palabras de ninguna otra persona. Creó una
prendía con claridad la elección a la que se enfrentaba la humani- metodología científicac|Lie no sólo revolucionaría la cienciasino tam-
dad. Galileo fiíe condenado a guardar silencio, sentencia que cumplió bién la forma en que la humanidad vive en el mundo. Sin embargo,
en su mayor parte. Bellarmino se convirtió en santo. Fue canoniza- se equivocó a menudo en sus interpretaciones, que en algunos casos
do en 1930. Pero a la larga, por supuesto, fue Galileo quien venció. estuvieron tan mal concebidas que impidieron el progreso científico
La Iglesia se ha visto reducida a ser una mera consejera de almas, al de Francia, durante dos siglos, pues los peasador.es franceses tendían
menos en Occidente, y la cíenciase ha elevado a la posición de auto- a pensar que debían seguir a Descartes, le entendieran o no. De for-
ridad suprema. ma similar, la tozudez inglesa en afirmar que la terminología deNew-
Beliarmino fracasó porque no era lo bastante bueno como teó- ' ton para.el cálculo era mejor que la de Leíbnitz—una tontería, por
logo. Debería haber leído mejor a Agustín y haber visto que las dos mucho que Newton fuera realmente el primero en inventar el cálcu-
ciudades eran sólo alegóricas. No son reales en el mismo sentido que lo— retrasó las matemáticas inglesas durante más de un siglo. Y lo
es real lo que uno vea través de un telescopio. San Agustín y muchos más irónico de todo, Descartes se embarcó en la búsqueda de la cer-
otros, que lo comprendieron bien, siempre fueron capaces dé mane- teza basándose en el principio de quehabía que dudar de todo. Se tra-
jar dos tipos de realidad, que podría decirse que correspondían a taba de una idea extraña, pero funcionaba.
cada una de las dos ciudades. Que Galileo sea la máxima autoridad Descartes recibió la mejor educación jesuíta que se podía, tener
en la Ciudad del Hombre. La Iglesia podía seguir siendo la máxima en la Europa de su época, una formación que incluía el estudio ex-
autoridad en la Ciudad de Dios. Pero corno la Iglesia quiso mante- haustivo de la lógica aristotélica y de la ciencia, física. Pero cuando se
ner ambos tipos de autoridad, acabó quedándose sin ninguna. — graduó, a.los veinte años, estaba desesperado. Sentía que. no sabía, nada
Ahora, cuando miramos las estrellas en una noche despejada y con la certeza con la que aspiraba a saberlo todo. O, más bien, no sa-
oscura, vernos un panorama espléndido, pero ya no es la misma vi- bía nada con esa certeza excepto unas cuantas verdades maternáticas.
sión que una vez tuyo la humanidad al elevar la vista hacia el cielo Sentía que en las matemáticas era posible conocer cosas, pues se
nocturno. Y con ese cambio hemos ganado mucho, pero también empezaba con axiomas que tenían el carácter de certezas indiscutibles
hemos perdido algo. y se edificaba a partir de ellas, paso a paso, una estructura que poseía
ese mismo carácter. Esa certeza, no se daba en ningún otro caso, ni en
la historia ni en la filosofía, ní siquiera en la teología, a pesar de que
Descartes esta última afirmaba que poseía la mayor certeza a la. que la mente
del hombre podía aspirar.
Rene .Descartes nació en La HayaTurena, Francia, que hoy se cono- Hacia 1639, después de viajar mucho, leer más y mantener una
ce corno La Haya-Descarr.es, en 1596, y murió en Suecia en 1650 a voluminosa correspondencia con los pensadores más avanzados de
consecuencia-cle una grave pulmonía provocada por la exigencia de Europa, Descarres estaba listo para escribir una especie de gran enci-
que diera clases de filosofía a las cinco de la t mañana durante los frí- clopedia de-sü filosofía que organizaría rodo el conocimiento del mun-
05 inviernos hó.rdicps. É! siempre había, sido .de-los que prefieren do en'u na gran *y única estructuración, basada en un rrié.rorlo c\r a ni i-
. co
06 K5
cación universal que permitía conocer cosas con certeza. Pero ese mis- llamaría Leibnitz, y a toda línea, sea curva o recta, y a todo cuerpo,
mo año se enceró de la condena a Galileo y decidió que lo m e j o r se- sea simple o compuesto, le corresponde una ecuación matemática.
ría no escribir ese libro. En vez de ello, escribió El discuno del mé- Los seres humanos no son ecuaciones matemáticas, admitió Des- /
todo, que exponía sólo el método pata adquirir conocimiento y dejaba caaes., pero para muchos propósitos basta con describirlos de esa
a ¡os demás la aplicación de ese método para descubrir verdades po- manera. En el caso de las máquinas que llamamos animales —son
lémicas. Sin embargo, hasta el método meció a Descartes en graves máquinas, dijo, porque no tienen alma—, las ecuaciones son suficien-
problemas. tes para cualquier propósito. Para todas las demás máquinas, incluida
Se trata de un libro absolutamente asombroso. En él, en un fran- la mayor de todas ellas, el universo, las ecuaciones son ciertamente lo
cés que ejemplifica la claridad y originalidad del pensamiento del adecuado. Sólo queda resolverlas. Puede que eso sea complicado, pero
autor, explicó la historia de su desarrollo intelectual personal, cómo por definición es posible.
Esta visión cartesiana del mundo Influyó en todos, incluyendo
empezó a dudar de que lo que le habían enseñado fuera cierto y
a los que odiaban y condenaron por ella a Descartes. Pascal no le
cómo continuó dudando hasta alcanzar la conclusión básica de que
perdonó jamás que no necesitara a Dios para nada más que para po-
se puede dudar de todo excepto de una cosa: de que la propia perso-
ner el universo en marcha y los teólogos católicos, por entonces tan
na que duda existía porque dudaba (dubito ergo sum, «dudo, luego
desesperados corno lo estuvo Descartes el día de su graduación, sintie-
existo»). Acto seguido procedió a descubrir un método para conse-
ron que era necesario condenarlo por una docena de motivos de he-
guir una certeza similar en otras áreas de conocimiento, un método
rejía distintos y poner su Discurso en el índice de libros prohibidos. i
basado sn la reducción de todos los problemas a una forma y una so-
Pero a pesar de ello seguían anhelando la certera que Descartes y su
lución matemáticas. Con ese método demostró matemáticamente la
método prometían. ¡Si tan sólo la teología pudiera reducirse a una
existencia de Dios, y al mismo tiempo demostró que Dios había
creado un mundo que seguiría funcionando por siempre sin su ayu- forma geométrica!
Eso era imposible, a pesar de los esfuerzos de Spinoza por lo-
da, como Lina especie de enorme complejo y ornamentado reloj. Y con-
grarlo, pues la teología trata sobre un mundo inmaterial en el que las
siguió hacer rodo esto en tan sólo veinticinco páginas. Verdaderamente
matemáticas no tienen lugar. Esta es la principal característica de la
fue un logro prodigioso.
teología y laque había atraído el interés de los mejores pensadores du-
Lo más importante de esa obra_es el propio método. Para com-
rante un milenio. Ahora, de repente, dejaba de ser atractiva. El mun- k
prender cualquier fenómeno o conjunto de fenómenos primero hay
do de lo inmaterial, que había sido de un interés supremo, ahora lo
que librarse de todas las ideas preconcebidas. Hacerlo no es nada
perdía por completo. Es uno de los cambios más radicales de la his-**
sencillo y el propio Descartes no siempre lo logró. En segundo lugar,
hay que reducir el problema a su expresión matemática y luego em- toria del pensamiento. t
Las consecuencias fueron dramáticas. El triunfo de Descartes
plear el mínimo número posible de axiomas, o proposiciones eviden-
consistió en la invención de un método que permitía tratar con éxi-
tes, para darle forma. Luego, usando la geometría analítica, que Des-
to el mundo material. Su fracaso más desastroso sobrevino porque su
cartes inventó para este propósito, hay que reducir la descripción del
método podía tratar con éxito sólo el mundo material. Asi, viviendo
fenómeno a una serie de números. Finalmente, aplicando las leyes
como vivimos en la estela de su gran invención, habitamos un mun-
del álgebra, hay que resolver las ecuaciones que resulten del proble-
do resueltamente material y, por ello, en muchos aspectos un desierto
ma y se tendrá un conocimiento cierto de lo que se andaba buscando.
Galileo había dicho que el libro de la Naturaleza está escrito del espíritu.
Antes de Descartes, la teología era la reina de las ciencias y la- físi-
con caracteres matemáticos. Descartes demostró que esos caracteres
-M matemáticos son simplemente números, pues a cualquier punto real ca matemática, una mera pariente pobre. Después de él, la jerarquía
prácticamente,se invirtió. Ni por un instante hubo un universo de co-
se le puede atribuir un conjunto de coordenadas cartesianas, como las
o8
LA I N V E N C I Ó N DEL MÉTODO 309
nocimicmo equilibrado. ¿Esposible lograrlo? Esa es una pregunta im- Esta afirmación no quita nada de mériro a! genio de Nev/ton,
portante cuya respuesta cortesponde decidir al futuro. pues aunque es cierto que cenia ante sí todas las piezas del puzzle, tam-
bién es verdad que para unirlas hacía falta una mente completamente
libre de prejuicios y capaz de ver el universo cié una manera nueva. Ha
Newton
habido pocas mentes así y, en la ciencia, muy pocas.
De hecho, hacía falta algo más que mover las piezas de un puzz-
Además de codo lo demás, Descartes hizo posible a Newton. Isaac le. Primero, Newton tenía que conocer a la perfección la ciencia de
Ncwron, e] mayor genio científico de todos los tiempos, nació en su época. Luego, ceñía que ser un experimentador muy capaz y saber
Woolsthorpe, Lincolnshire, en Inglaterra, e! día de Navidad de 1642. manejar bien su instrumental- Por último, igual que Descartes, tenía
Estudió en Cambridge /, eras graduarse, le ofrecieron el puesro de pro- que ser un matemático excepcional, capaz de inventarlas matemáti-
fesor de matemáticas. Isaac Barrow, su predecesor, que había sido su cas nuevas que hacían falta para resolver los problemas que él mismo
maestro, dimitió para dar paso a su extraordinario alumno. se_rj)lanteaba. La geometría analítica de Descartes había sido eficaz .
Antes ere graduarse, Newton ya había descubierto (es decir, lo para tratar un universo estático. Pero el mundo real estaba en constan- ,
había enunciado sin demostrarlo) el teoterna del binomio. Con eso te movimiento. Newton inventó el cálculo diferenciaJj integra.^ para
cualquier matemático hubiera considerado justificada toda una carre- poder asumir ese fenómeno. Quizás éste haya sido el regalo mis va-
ra, pero para él fue sólo el principio. En 1666, cuando tenía veintidós iioso que nadie le haya hecho ¡amas a la ciencia.
años, la peste que había diezmado Londres atacó Cambridge y él se Gílbert más Galileo más Kepler más Descartes igual a la mecánica __
retiró a su granja en el condado. No le interesaba la vida del campo, de Newton. El primer paso del proceso fue un nuevo conjunto de le-
así que equipó una habitación con instrumentos para realizar expe- yes del movimiento. Se enuncian con una simplicidad consumada al
rimentos con la luz. Cuarenta años después describiría los revolució- principio del gran libro de Nerwton, Principios matemáticos de la filo-
nanos resultados que obtuvo en su óptica.. Pero en este año Nev/ton sofía natural(que se suele abreviar corno Principia). Estas leyes definen
tendría muchas rnás ideas revolucionarias. un universo completamente distinto al imaginado por Aristóteles.
Todos los caminos del intelecto llevaban a aquella habitación La primera ley afirma que todo cuerpo tiende a continuar en
de Lincolnshire. Giíbert había realizado sus experimentos sobre la un estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta a~me-
magnerita y lanzado la hipótesis de que la Tierra ejercía algún tipo nos eme una fuerza o fuerzas actúen sobre él yJ le obliguen a modín-
, O
de fuerza de atracción, como un imán. Gatiíeo no sólo había visto car ese estado. Un proyectil continuaría moviéndose por siempre en
las lunas de Júpiter sino que también había estudiado la caída de los línea recta si su trayectoria no se viera curvada hacia abajo por la re-
objetos y había medido con precisión la fuerza de la gravedad al ni- sistencia del aire y la fuerza de la gravedad. Una peonza lanzada conti-
vel del mar. Descartes había demostrado cómo aplicar ios méto- nuaba dando vueltas hasta que la ralentizaba la fricción con la super-
dos matemáticos a los problemas de la física. Kepler había descrito ficie sobre la que giraba su punta o la fricción con el aitc. Los grandes
las órbitas elípticas de los planetas y asumido que ana extraña fuer- cuerpos de los planetas y los cometas, que se encuentran con menos
za, que emanaba de! sol, era la que ¡os mantenía en sus órbitas. Y lus o quizá con ninguna resistencia en el espacio vacío, continúan su mo-
teólogos parisinos habían propuesto la teoría del ímpetu en el mo- vimiento, sea en línea recta o curva, durante un tiempo mucho mayor.
vimiento violento, que ponía en cuestión la asunción aristotélica del Esta ley arrasaba la concepción aristotélica de la inercia. No exis-
reposo inercia!. Viéndolo desde nuestra perspectiva, puede que no pa- tía el ^estado natural de reposo» de un cuerpo. Si un cuerpo estaba en
rezca difícil lo que hizo Newton. Uno casi podría pensar que, dispo- reposo, seguiría en reposo a menos que se lo moviera. Si un cuerpo
niendo cié todos esos fragmentos sueltos, cualquiera podría haberlo estaba moviéndose, continuaría moviéndose a menos que se lo detu-
lecho. viera o que una fuerza ejercida sobre él cambiara de dirección o de ve-
LA I N V E N C I Ó N DEL M É T O D O C I É 3
3 lo B 1STORIA. D E L S A B E R
vacaciones forzosas en Llncolnshlre en 1666. Le pareció tan eviden- A son cuatro. La primera es: no debemos admitir nías causas de los fe-
te, dijo, que no se ¡o contó anadie durante veinte años. Mientras can- nómenos naturales que las que sean a la vez verdaderas y sufidenr.es
co se dedicó a otros trabajos que le interesaron más. Cuando sus para explicar las apariencias. Esca es una reformulación del principio
Principia vieron finalmente la luz, en 1686, hicieron que el mundo lógico que enunció primero Guillermo de Ockharn en el siglo XIV y
ahogara un grito de asombro. El mayor problema de la historia de la hoy conocido como la navaja de Ockharn: «Lo que se puede hacer
ciencia hasta entonces, el problema de cómo y por qué el universo Fun- con poco es en vano hacerlo con mas.» Newton, adornando esra sen-
cionaba corno lo hacía, había sido resuelto. El poera Alexander Pope tencia con un poco de poesía, lo explica así:
escribió:
A este propósito, los Rlósoros dicen que la Naturaleza, no hace
La Naturaleza y sus leyes se escondían en la noche; nada en vano, y más es en vano cuando menos basta,, pues a la Na-
Dios dijo, hágase Newton: y se hizo la Luz. turaleza le complace la simplicidad y no es dada a la pompa de las
causas superfinas.