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LA LINGÜISTICA BÍBLICA

Es conocido que la Biblia se escribió en tres idiomas: el Antiguo Testamento, salvo algunos
capítulos, en hebreo; los capítulos ex-cepcionales en arameo, y el Nuevo Testamento en griego. El
uso de tres idiomas no es una casualidad.

Nos parece lógico el uso del hebreo en los libros del Antiguo Testamento. Sin embargo, al
investigarlo bien, no lo es tanto. Según la tradición histórica, las tribus hebreas entraron a
Palestina en el segundo milenio a.C. Llegaron desde Mesopotamia, donde habla-ban el arameo.
Por otra parte, las antiguas tribus de Palestina hablaban un idioma parecido al hebreo. Eso
significa que el antiguo lenguaje de los judíos era el arameo y sólo en Palestina lo cambia-ron. Esta
evolución seguramente fue lenta, pero cuando los autores y redactores del Antiguo Testamento
escribieron sus obras inspira-das, en el primer milenio a.C., ya hacía casi 500 años que el hebreo
era el idioma de los judíos.

Ambos, tanto el hebreo como el arameo, pertenecían a la familia lingüística semita, que se dividió
en diferentes idiomas y dialectos, utilizados en gran parte del Cercano Oriente.
Su escritura siguió la forma cuneiforme durante casi 3000 años. En el Norte de Mesopotamia se
hablaba el arameo en el segundo y primer milenio a.C., que no es igual al acadio y tampoco al
hebreo, aunque fuese un idioma semita. En la costa de Siria floreció el ugarítico y se creó una gran
cultura en esta lengua.

Nuestros conocimientos sobre los idiomas semitas se ampliaron mucho después del
descubrimiento de las tablillas de arcilla de Rash Shamran, el antiguo Ugarit, en el año 1929.
Ugarit, en Siria, era una gran ciudad comercial de carácter internacional. Los textos allí
encontrados eran épico-mitológicos. De éstos se podía descifrar una escritura alfabética
cuneiforme con alrededor de 30 signos desconocidos hasta aquel entonces, mientras la escritura
acadia tenía varias centenas de signos. El descubrimiento ha ayudado mucho a comprender mejor
la lengua hebrea y también la poesía bíblica.

El idioma de los fenicios también era semita. Los fenicios, como pueblo navegante, viajaban por
toda la región mediterránea y fue-ron los fundadores de la cultura de Cártago. La Península
Arábiga, según algunos lingüistas, fue la cuna de las lenguas semitas, pues allí vivían los árabes.
También en Etiopía se usaba un idioma semita, que era la mezcla de los elementos lingüísticos
africanos y semitas. Los idiomas semitas tenían origen común, pero no eran iguales. La diferencia
era parecida a la que hay hoy entre el italiano, el francés y el español.

Aparentemente, los historiadores de los países que hablaban algún idioma semita, sabían que
todos ellos tenían un origen co-mún, pero según nuestros conocimientos, no se hizo nada para
formar un solo idioma semita.
Según la tradición judía, el idioma común habría sido el antiguo hebreo hasta la historia de la
confusión de las lenguas en la Torre de Babel (Gen. 11). Este idioma ha sido preservado en su
forma original sólo por los descendientes de Shem y luego por los des-cendientes de Abraham.

No nos extenderemos ahora en la confusión de los idiomas en la época de la Torre de Babel, lo


haremos en otra parte del libro

Si aceptamos que el idioma hablado por los judíos desde su llegada a Canaán, y más adelante
durante un milenio, fue el hebreo, surge la pregunta ¿por qué fueron escritos algunos capítulos de
la Biblia en arameo?

Acontecimientos históricos de mucha importancia desempeña-ron un papel importante en los


entretelones de este fenómeno que, por lo menos parcialmente, contestan la pregunta. Los
grandes reyes de Asiria-Babilonia extendieron su poder y autoridad ya en el II -1 milenio a.C. hasta
el Mar Mediterráneo. Durante las diferentes expediciones militares conquistaron el Reino de Israel
y también el de Judea. La conquista trajo consigo una influencia lingüística y cultural para los
judíos, y después de la deportación de los judíos de Judea a Babilonia, quedaron muy pocos en
este territorio quie-nes siguieron hablando en hebreo, mientras el uso del arameo se extendía.

La extensión de la divulgación del idioma arameo estaba rela-cionada con la extensión del Imperio
Persa. El idioma oficial de este gran imperio no era el persa sino el arameo, y además, éste se
transformó en un idioma internacional, tanto en su forma hablada como escrita, incluso en actas y
protocolos oficiales a nivel interna-cional.

En las investigaciones arqueológicas realizadas en los últimos decenios en Irán, en los territorios
del antiguo Imperio Persa, se encontraron muchos documentos oficiales escritos en arameo,
otros, parte en arameo y en griego, y había también algunos sólo en griego. Se han encontrado
documentos escritos en arameo también en Etiopía, en Egipto e incluso en el Norte de India y en
el interior de Asia.
Es comprensible que cuando los persas destruyeron el imperio de los babilonios (siglo VI. a.C.) y
dejaron regresar a los judíos de su exilio forzado, los mismos retornados y, más tarde la influencia
persa ejercida sobre el Estado judío reconstruido, abrieron las puertas para el uso del arameo. En
consecuencia, el uso del hebreo disminuyó mucho y poco a poco se transformó sólo en el idioma
del culto y de la literatura religiosa; dejó de ser el idioma de habla cotidiana, aunque según
algunos investigadores, entre 1500 - 500 a.C. en Palestina sí se hablaba el hebreo.

No existe una respuesta aún del porqué en la Biblia se escri-bieron algunos capítulos y palabras
dispersas en arameo, en cir-cunstancias que el idioma del culto y de la literatura era el hebreo.

Los textos arameos del Antiguo Testamento son: en el Libro de Esdras: Cáp.4.6 hasta 6.19; 7.11 -
26, además muchos nombres dispersos; en el Libro de Daniel: Cáp. 2.4 hasta 7.28 y algunas
palabras sueltas. Cabe mencionar que palabras sueltas en arameo se encuentran también en otros
libros.

Los libros de Esdras y Daniel han sido redactados en el siglo II a.C. Así, el uso del arameo es
comprensible, pero no lo podemos explicar, ¿por qué están las partes citadas en arameo y otras
no? ¿Por qué no hay más textos en arameo? ¿Por qué no está escrito todo en hebreo, o todo en
arameo?
Se sabe que la escritura hebrea y también la aramea en su forma original señalan sólo las
consonantes y no las vocales, lo que a veces dificulta la investigación y la interpretación científicas
de los textos, pues las palabras que no tienen vocales pueden ser leídas e interpretadas en
diferentes formas. Aunque no es cierto que el hebreo y el arameo no conozcan las vocales o no
tengan señales para éstas, es cierto que los manuscritos originales han sido escri-tos sin vocales.
Lo mismo pasó en la literatura religiosa y no religiosa hebrea durante casi toda la historia; incluso
en nuestra época gran parte de los diarios y libros del Estado de Israel se publican sin vocales. Sólo
mucho más tarde, en los siglos IX-X d.C., es decir casi mil años después de haber sido escritos los
textos bíblicos, cientí-ficos especializados llamados "masoretas" definieron en España, Francia e
Italia los textos, agregando las vocales correspondientes. Incluso agregaron ciertas señales
(neguina) para fijar las melodías de su cantilación. Estos mismos científicos definieron la
separación y la señalización de las frases y de los capítulos.

No se puede olvidar que textos formados sólo por consonantes estaban en uso ya hace 1.000 -
1.500 años. Como consecuencia del uso, las múltiples reproducciones estaban bastante gastadas y
mostraban diferencias entre sí, surgidas de la mala caligrafía de los copiadores. Eso dificultaba la
fijación definitiva de los textos, aun-que hayan existido ya traducciones (arameo, griego, latín,
árabe, etc.) que pudieran servir para compararlas con los textos originales y definirlos.

Hoy, los textos que usamos están escritos con consonantes, vocales, neguinot y puntuación. Sin
embargo, difícilmente podemos decir que no haya expresiones que se presten a diferentes
interpre-taciones. Además, hay muchas palabras señalizadas en la Biblia donde la lectura (keré) no
corresponde a la forma escrita (ketav). Sin eso, no se podrían aclarar ciertas frases o darles lectura
e interpretación uniformes.

Los Rollos del Mar Muerto (Qumrán) descubiertos en 1947 -que contienen fragmentos de todos
los libros del Antiguo Testa-mento, salvo del Libro de Ester- han sido escritos parcialmente en
hebreo y parcialmente en arameo y, por supuesto, sin vocales. Aunque fueron copiados más de
1.000 años antes de que los masoretas hubiesen terminado su labor de definir el texto, son casi
iguales con los textos actualmente conocidos. Eso demuestra el alto nivel de conocimiento,
dedicación y labor de los masoretas.

El idioma del Nuevo Testamento es el griego. Considerando lo antedicho puede surgir la pregunta:
¿por qué no en hebreo o en arameo?

Hay dos razones. Primero tenemos que considerar que, en la situación de Palestina, hubo grandes
cambios durante el siglo III a.C. Desde ese momento no era el arameo el único idioma popular,
sino también el griego, cuya importancia crecía cada vez más. A consecuencia de las guerras
victoriosas de Alejandro Mag-no, el griego se introdujo en casi todos los países, desde África del
Norte hasta la India septentrional y muy rápidamente se transformó en el idioma de las relaciones
internacionales. La destrucción del Imperio Persa por Alejandro Magno hizo posible la formación
de un nuevo imperio y, aunque más tarde se dividió, siempre quedó bajo la influencia de la
civilización griega.

Las grandes guerras de conquista no han causado siempre grandes cambios en la historia cultural
de la humanidad. Sin em-bargo, las guerras de Alejandro Magno transformaron el carácter cultural
de los países mediterráneos y del Cercano Oriente. Las antiguas culturas nacionales empezaron a
debilitarse y se formó una nueva cultura sincrética: la cultura helenista, en la que se absorbían los
elementos nacionales y étnicos con la cultura griega. Esto trajo consigo la formación de una
cultura internacional, o mejor dicho, multinacional.
Al lado de la cultura sincrética desarrollada en Egipto y en Asiria-Babilonia, comenzó a existir una
cultura sincrética también en Palestina, que abrió paso cada vez más a la influencia griega. Esta
puso su sello en las modalidades de la vida urbana, pero no tanto en el conocimiento de los
valores de la cultura griega antigua. La parte tradicional y fiel al pasado del pueblo judío,
encabezado por los Macabeos, resistió a esta influencia negativa y a veces destruc-tora, que no
quiso respetar las leyes y tradiciones religiosas. Aun-que con guerras sangrientas pudo resguardar
la práctica religiosa tradicional, no se pudo evitar la influencia cultural.

Jesús hablaba a sus seguidores en arameo y también en hebreo, pero sus discípulos no publicaron
sus enseñanzas en estos idiomas sino en griego, con la intención de poder divulgarlas no sólo en el
ambiente judío sino también en el universal.

Sin embargo, el griego del Nuevo Testamento no es el mismo idioma en el cual escribían los
grandes escritores o poetas, cuya época fue anterior casi en 500 años. Durante este lapso el griego
sufrió muchos cambios, especialmente en la parte gramatical y también en la composición de las
frases. El lenguaje del Nuevo Testamento era el "koiné", el idioma popular común, divulgado en el
mundo helenista. La lingüística no se ha preocupado por esta variedad; se ha investigado sólo
después del descubrimiento arqueológico de varios papiros y textos helenísticos en el siglo pasado
y en el nuestro. Ha sido posible así demostrar la evolución de la lengua griega desde la época
clásica hasta la helenista.

El mundo del Nuevo Testamento era un mundo especial en la época helenista, relacionado
estrechamente con el Antiguo Testa-mento en su pensamiento y contenido. Muchos científicos
han preguntado por qué no se considera el idioma griego del Nuevo Testamento como una
variación bíblica del "koiné".
En el siglo pasado había seguidores de esta idea entre los lingüistas. Hoy este concepto se ha
abandonado, porque se ha visto que el idioma del Nuevo Testamento es casi igual al "koiné"
hablado en cualquier parte del mundo helenista. Las eventuales diferencias son de carácter local o
tal vez era tan sólo un dialecto.

El "koiné" del Nuevo Testamento junto a la traducción griega de la Biblia, la versión de los Setenta,
son las más importantes expresiones de la lengua griega, siendo las más extensas realiza-ciones
del "koiné" y por lo tanto, lo estudian mucho también los lingüistas.

Es completamente claro que los redactores del Nuevo Testa-mento utilizaban el "koiné" para su
labor, lo que no significa que éste fuera su idioma materno. No hay duda que ellos hablaban en
arameo y es casi seguro que hablaban también el hebreo como idioma del Antiguo Testamento y
del culto religioso. Es interesante notar que el redactor, en los momentos de tensión, cita las
palabras de Jesús en arameo, como por ejemplo: "talita kumi" - "levántate niña", o "Eli, Eli, lama
shabaktani" - "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".

Aunque se supone que en sus conversaciones y en los diálo-gos los redactores usaron el arameo,
no se puede decir que el texto griego sea una traducción -como algunos sugieren-. Hay que tener
cautela para contestar a esta sugerencia. Parece que existie-ron anotaciones en arameo, incluso
también en hebreo, pero la redacción final se hizo en griego.
De la expresión neotestamental "hablar en distintas lenguas" (Hechos, Cáp. 2), se dan diferentes
interpretaciones y las utilizan en diferentes formas en el Nuevo Testamento y en algunas
denomi-naciones cristianas actuales. Su verdadero significado está dado por el Apóstol Pablo.

En la historia de la primera celebración de Pentecostés (Hechos 2. 1-13) se nota la sorpresa que


causó la capacidad de "hablar en distintas lenguas". El Apóstol Pablo menciona el don de hablar en
distintas lenguas, lo que él también poseía, pero según su criterio es más importante la profecía,
es decir, convencer a los hombres con argumentos claros y comprensibles (evangelización). Llama
la atención a los peligros que encierra la capacidad de hablar en "distintas lenguas" no siempre
entendibles, acentuando que habrá quienes la juzgarán como locura furiosa. De esta opinión de
Pablo se puede deducir que el "hablar en distintas lenguas" haya sido una forma extática de
comunicarse, que podía ser convincente para unos y raro o cómico para otros. La costumbre de
"hablar en diferentes lenguas" no echó raíces en la Iglesia. Los Padres de la Iglesia prácticamente
no lo mencionan, pero mucho más tarde algunas denominaciones cristianas, como por ejemplo,
las pentecostales, la incorporaron en su culto.

Sin duda alguna, hay muchas preguntas más, como por ejem-plo, la influencia de la Biblia en el
idioma de los pueblos del Cercano Oriente, especialmente en el idioma del Corán. Pero no se
puede tratar todo el contexto en un capítulo reducido. Esperamos que éste suscite el interés de
los lectores para comenzar estudios propios en este campo tan fascinante.

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