El presente artículo intenta analizar la re- de “nosotros” eligen a los “otros” con los cua-
lación entre la identidad –como concepto– y les nos vamos a diferenciar. Esto constituye el
la historia como disciplina social. De esta punto de referencia, lo medular de la cuestión
manera, el artículo comienza con una defini- de la construcción de las identidades y las na-
ción simplificada y enmarcadora del concepto cionalidades pues, como menciona Manuel
identidad; luego se exponen las característi- Castells (1998:54), «[...] el nacionalismo se
cas de la misma, y a partir de ellas se organiza construye cultural y políticamente, pero lo
el resto del artículo que consiste en explicar que importa realmente, tanto de la perspectiva
dichos atributos definitorios en su relación teórica como desde la práctica, es, lo mismo
con la memoria, la tradición, la nación y la que en todas las identidades, cómo, a partir de
historia. qué, por quién y para qué se construye».
El historiador español Juan S. Pérez Gar- Lo expuesto por Castells nos conduce direc-
zón (2008:39) utiliza una definición del con- tamente a trabajar con las características de la
cepto de identidad, que él considera simplifi- identidad como concepto de las Ciencias Socia-
cada, pero que resulta útil para comenzar este les. Es importante tener presente que si se pre-
artículo: «[...] el sentimiento de diferenciación tende abordar en el aula la temática de la identi-
frente a otros, porque con los “nuestros” com- dad, al menos desde la perspectiva de la historia,
partimos modos de vida y nos consideramos la misma posee ciertas características particula-
“idénticos” frente a los que se organizan o res, a saber, que se trata de una construcción no
viven con otros hábitos. Esa pertenencia a un necesariamente científica, de un proceso que no
grupo de idénticos suele estar relacionada con está acabado, por consiguiente la identidad es di-
el espacio con cuya realidad y organización se námica y cambiante, es plural y no homogénea,
ha identificado nuestra existencia». Partiendo útil y necesaria para la historia y los individuos.
de esta breve conceptualización, parecería que La historia cumple un rol fundamental en el tra-
el debate teórico no debería centrarse en bus- bajo con la identidad, que ahora vive un proceso
car si existe o no una identidad propiamente de revisión y redefinición, nuevos protagonistas
dicha, sino en cómo debe ser construida esa claman por nuevas identidades.
identidad, o a partir de qué momento, o quié- Veamos ahora con más detalles dichas
nes deben ser esos “otros”, y quién o quiénes características.
último cuarto del siglo XIX, cuando se conjuga Ciencias o Matemática. ¿Hablamos entonces de
la poderosa tríada nacionalista de la construc- un problema político o de un asunto historio-
ción de la historia como disciplina científica gráfico? Sobre esta otra cuestión, Arturo Ardao
moderna, la expansión de la educación pública se inclina por lo político cuando los contenidos
y la nacionalización de las masas mediante la tocan temáticas muy caras a la identidad nacio-
instauración de las primeras conmemoracio- nal. Así es como Ardao concluyó que fijar, por
nes 1. La población, entonces entendida como ejemplo, la fecha de independencia de un país
toda la población comprendida dentro del terri- implica fijar la viabilidad presente y futura del
torio político, debería ser educada, masivamen- mismo, y la de su posible subsistencia como
te, en los elegidos valores nacionales, y he ahí la nación independiente. De esta manera, para Ar-
función de la historia, que ahora era una ciencia dao, pensar en una fecha de independencia no
seria, cuyo método garantizaba la construcción es meramente un asunto historiográfico, sino
de “verdades universales”. Los alumnos iban a político (Ardao, 1967:89). A pesar de que com-
aprender “la verdadera Historia Nacional” con parto lo propuesto por el autor, yo afinaría más
mayúscula, y a forjar allí su identidad como ciu- la aseveración de Ardao, diciendo que existen
dadanos y patriotas. El historiador era convo- ciertos temas en la historia que constituyen un
cado a la tarea de relatar las glorias del pasado asunto político-ideológico. La discusión sobre
nacional y sus héroes, y a divulgar ese conoci- la fecha de independencia del Uruguay, polé-
miento como educador. mica ya trabajada por la historiografía, pone en
Una de las características principales de crisis la identidad uruguaya por lo que significa
la historia nacional, hasta el día de hoy, es la fundación nacional en la construcción de la
crear identidad, inventar a partir de relatos identidad, e implica entonces afirmar que existe
las tradiciones y costumbres comunes a toda una crisis de identidad. No obstante, siguiendo
una nación, pues todos los Estados, colectivos el planteo de Carlos Demasi, asumir dicha crisis
e instituciones necesitan de un pasado; pero lleva a aceptar que tal identidad existe como tal
muy pocas veces ese pasado que precisan o (Demasi, 1999:70). La polémica que viene aho-
quieren recordar es el que los historiadores y ra es dilucidar cuál es esa identidad o quién nos
la investigación histórica escriben. ¿Cuál es puede hablar de ella.
el costo histórico? Negociar algunos recuer- Para José Pedro Barrán es la historia la que
dos, canjear algunos olvidos y hacer nación, habilita lo que él denomina “construcción ra-
no historia, pues como dice Eric Hobsbawm, cional de la identidad”, porque el estudio de
el nacionalismo es esa “cultura de identidad” la historia permite distinguir entre lo que es
memoria, lo que es tradición, lo que cambia y
«Los centenarios son una invención de finales del siglo XIX [...] Allí donde la
1
identificación nacional se convirtió en una fuerza política, constituyó, por tanto, permanece, así es que mientras las dos prime-
una especie de sustrato general de la política. [...] la identificación nacional
alcanzó una difusión mucho mayor y se intensificó la importancia de la cuestión
ras buscan legitimar el orden establecido, para
nacional en la política.» (Hobsbawm, 1998:21/154) Barrán: «La Historia siempre es razón crítica»
que se consolida de forma definitiva nuestra que encarnaba la verdadera nación. El discurso
independencia (Rilla, 2008:489; Caetano y Ri- homogéneo, heredado del batllismo de princi-
lla, 1985:11; Ribeiro, 1994:41; Pivel Devoto, pios del veinte, sucumbe y sufre variaciones. El
1938:248-260). A partir de allí, los uruguayos discurso oficial deja de estar alineado necesa-
forjaron su identidad separándose del resto de riamente al de la población, y aparecen nuevos
los países latinoamericanos. Los “otros” serían personajes que reclaman su identidad, como lo
más las poblaciones vecinas, y el “nosotros” se harán los grupos indigenistas en el Uruguay. A
proyectaría como un émulo de Europa. Dado la añeja visión homogeneizadora del Uruguay
que fue una empresa difícil la de buscar elemen- batllista, constructor de una identidad de país
tos muy propios de los uruguayos, que no tu- europeo blanco-caucásico, la antropóloga Te-
vieran algún grado de parentesco con Argentina resa Porzecanski (1993) le antepone la reivin-
y Brasil, de los que pudieran reclamar su apro- dicación de un Uruguay mestizo. No hay que
piación legítima, fue que el Uruguay se identi- malinterpretar su postura; la autora no cae tam-
ficó como algo diferente, la tierra de promisión poco en los errores de quienes reivindican un
que posee una geografía particularísima, bien indigenismo a ultranza, tratando de colocar a las
distinta al caos latinoamericano. Pero el querer culturas que habitaron la Banda Oriental como
describir al Uruguay como excepcional desde gestoras de la identidad o como molde de mu-
el punto de vista social y geográfico, tendió a chas de nuestras costumbres. Lo que Porzecans-
aislarlo y desvincularlo del resto de América. ki sostiene es que el Uruguay negó una realidad
El Uruguay se presentó al mundo como la “Sui- mestiza, tras la polémica del exterminio y el ge-
za de América”, y Montevideo como la “Atenas nocidio indígena, que dejó sin identidad en el
del Plata”, en lo que Juan Rial denomina los discurso oficial a una parte de la población que
cuatro mitos fundacionales del país; el segundo existe y fue negada, e incluso olvidada intencio-
mito es la búsqueda de una identidad uruguaya nalmente, y que ahora exige su revisión. Frente
basada en la diferenciación, en no identificar a todo lo expuesto, bien se puede concluir que
al uruguayo con alguna característica especial, no existe en el Uruguay una forma única de
sino más bien poner el énfasis en ver la diferen- identidad nacional.
cia que tiene con los otros países latinoameri-
canos. Pero semejante idea no tuvo en cuenta La identidad no es homogénea.
que ser altamente europeizados no implica ne- Las nuevas formas de identidad
cesariamente ser europeos (Rial, 1986; citado Como afirma Hugo Achugar, la identidad
en Caetano y Rilla, 2010:228-229). no es lo mismo que la homogeneidad, pues
Sin embargo, la crisis del sesenta y el con- mientras que la primera trata sobre las riquezas
texto internacional invitaron a revisar el modelo de la diversidad, la segunda implica renunciar
clásico de identidad nacional, reivindicando un a esas identidades individuales en pro de una
antiimperialismo y la necesidad de asumir una única y uniforme, que anule toda identificación
Bibliografía
ARDAO, Arturo (1967): “La independencia uruguaya como pro- HOBSBAWM, Eric J. (2002): Sobre la historia. Barcelona: Ed.
blema” en Cuadernos de Marcha, Nº 4: Uruguay, las raíces de la Crítica. Biblioteca de Bolsillo Nº 87.
Independencia. Montevideo, agosto de 1967. ISLAS, Ariadna; FREGA, Ana (2008): “Identidades uruguayas: del
BARRÁN, José Pedro y otros (2010): José Pedro Barrán. Epílogos mito de la sociedad homogénea al reconocimiento de la pluralidad”
y Legados. Escritos inéditos / Testimonios. Montevideo: Ediciones (Cap. 10) en A. Frega y otros: Historia del Uruguay en el siglo XX
de la Banda Oriental. (1890-2005). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.
CAETANO, Gerardo; RILLA, José (1985): “El sistema de parti- PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio (2008): “¿Por qué enseñamos
dos: raíces y permanencias” en G. Caetano; J. Rilla; P. Mieres; C. Geografía e Historia? ¿Es tarea educativa la construcción de identi-
Zubillaga: De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro dades?” en Historia de la Educación. Revista interuniversitaria, Nº
sistema de partidos. Montevideo: CLAEH. 27, pp. 37-55. Ediciones Universidad de Salamanca.
CAETANO, Gerardo; RILLA, José (2010): Historia contemporá- PIVEL DEVOTO, Juan Ernesto (1938): “El proceso de la indepen-
nea del Uruguay. De la colonia al siglo XXI. Montevideo: Ed. Fin dencia nacional” en Revista Nacional, Nº 8 (agosto), pp. 248-260.
de Siglo / CLAEH. PORZECANSKI, Teresa (1993): “Uruguay a fines del siglo XX:
CARRETERO, Mario; MONTANERO, Manuel (2008): “Ense- mitologías de ausencia y de presencia” en H. Achugar; G. Caetano
ñanza y aprendizaje de la Historia: aspectos cognitivos y cultu- (comps.): Identidad uruguaya, ¿mito, crisis o afirmación?, pp. 49-
rales” en Cultura y Educación. Revista de teoría, investigación 61. Montevideo: Ed. Trilce.
y práctica, Vol. 20, Nº 2, pp. 133-142. Fundación Infancia y PRATS CUEVAS, Joaquín (2007): “La Historia es cada vez más
Aprendizaje. necesaria para formar personas con criterio” (Entrevista) en Escue-
CASTELLS, Manuel (1998): La era de la información. Economía, la, Nº 3.753 (914), pp. 22-23, 21 de junio de 2007. En línea: http://
sociedad y cultura, Vol. II: El poder de la identidad. Madrid: Alian- www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/historia_nece-
za Editorial. saria_formar_personas_criterio.pdf
DEMASI, Carlos (1999): “De Orientales a Uruguayos (repaso a las RIBEIRO, Ana (1994): Historiografía Nacional (1880 – 1940). De
transiciones de la identidad)” en Revista Encuentros, Nº 6 (octu- la Épica al Ensayo Histórico. Montevideo: Ediciones de la Plaza.
bre). Montevideo: CEIL/CEIU/FHCE. RILLA, José (2008): La actualidad del pasado. Usos de la historia
DEMASI, Carlos (2004): La lucha por el pasado. Historia y na- en la política de partidos del Uruguay (1942-1972), Montevideo:
ción en Uruguay (1920-1930). Montevideo: Ed. Trilce. Ed. Debate.
HOBSBAWM, Eric (1998): La era del imperio 1875 – 1914. Bue-
nos Aires: Crítica.