Como para la mayor parte de sus contemporáneos, los confucianos ven al cosmos
como algo armónico que regula las estaciones, la vida animal, la vegetal y también la
humana. Si esta armonía fuere trastornada, habría graves consecuencias. Un ejemplo
común que utiliza el confucianismo es el del mal gobernante que conduce a su pueblo a
la ruina mediante su mala conducta. El mal gobierno contraría el orden natural y viola el
MANDATO DEL CIELO.
El gobernante que se conduce así pierde su legitimidad y puede ser depuesto por otro
que recibirá este mandato y así volver a la armonía cósmica. Un poco de Historia China
La historia de los chinos comienza con una serie de gobernantes mitológicos anteriores
a las primeras dinastías históricas, conocidos como LOS 3 AUGUSTOS y LOS 5
EMPERADORES. Existiendo grandes discrepancias sobre sus identidades, se acepta
que los 3 Augustos pudieron ser Fuxi, Nüwa y Shennong y los 5 Emperadores fueron el
Emperador Amarillo, Zhuanxu, Diku, Tangyao y Yushun. Según las MEMORIAS
HISTÓRICAS del historiador chino más importante SIMA QIAN (ca. 145–90 a.C.), la
primera dinastía china fue la DINASTÍA XIA, que se habría prolongado entre los años
2100 a.C. y 1600 a.C. aprox. (XXI–XVI a.C.), y habría ocupado el curso medio del Río
Amarillo (al sur de Beijing hacia el mar).
Sus 17 soberanos establecieron las sedes del gobierno en lo que hoy son el sur de la
provincia de Shanxi y el oeste de la provincia de Henan. En la dinastía Xia se elaboró el
primer Calendario Chino; donde se computan los doce meses según la posición de la
Osa Mayor, se explicaba sobre la astrología, los meteoros y otros fenómenos naturales,
y se determinaba las labores agrícolas y sus actividades políticas de cada mes.
La segunda dinastía fue la DINASTÍA SHANG, que se extendió en el tiempo desde el
1600 a.C. hasta el 1100 a.C. aprox. Los reyes de esta dinastía practicaban artes
adivinatorias utilizando los llamados huesos oraculares, omóplatos de buey y
caparazones de tortuga, sobre los que inscribían textos en los que se expresaba el
resultado del ritual de adivinación.
Estos textos inscritos en los huesos oraculares son la forma más antigua conocida de la
escritura china. El reino Shang era una sociedad altamente desarrollada, gobernada por
una clase hereditaria de aristócratas. El reino en sí no constaba de un territorio
consolidado, sino más bien de una suerte de red de ciudades que respetaban la
autoridad del rey. Estas ciudades que compartían cultura vivían junto a otros pueblos
que no formaban parte del mundo Shang.
Tras matar al último rey Shang, el rey de los Zhou ocupó su puesto como soberano,
fundando la nueva dinastía Zhou. La DINASTÍA ZHOU gobernó China entre 1045 y 256
a.C. aprox. La sociedad Zhou tenía un sistema de clases parecido al de los Shang, con
aristócratas y plebeyos, y agregaron la clase esclava. La dinastía Zhou controlaba
solamente partes del norte de China, dividiendo el reino en varios estados: cada uno de
los estados estaba controlado por un gobernador local, que hacía cumplir la autoridad
central. Pasado el tiempo, estos estados crecieron cada vez más independientes, y el
poder de la dinastía se debilitó. Por el año 771 a.C., una invasión extranjera forzó a los
Zhou a abandonar su capital y trasladarse hacia el Este, comenzando el período ZHOU
ORIENTAL.
Las ciudades crecieron, creando una clase comercial que usaba dinero en vez del
trueque. La fabricación del bronce alcanzó un auge artístico y técnico; hubo grandes
pensadores y filósofos durante este tiempo, tales como CONFUCIO y LAO-TSÉ y
durante este período se produjeron cantidad de grandes libros, incluyendo el I CHING o
Libro de los Cambios, el SHIJING o Libro de los Poemas, el SHUJING o Libro de la
Historia, el LIJI o Libro de los Ritos, y el CHUNQIU o Anales de la Primavera y el Otoño.
La época de los Zhou Orientales se puede a su vez dividir en dos partes: el periodo de
las primaveras y los otoños, que abarca de 722 a.C. a 481 a.C., y el periodo de los
Reinos Combatientes, que va desde 480 a.C. hasta 221 a.C.
El primer periodo toma su nombre de un libro de anales, cuya recopilación se atribuye a
Confucio, en el que los capítulos se delimitaban por el comienzo de la primavera y el
otoño. Esta época fue un periodo en el que los reyes Zhou conservaban una autoridad
religiosa como poseedores del MANDATO DEL CIELO, y ejercían una autoridad política
bastante limitada sobre un número de estados en gran medida independientes. Fue una
época de gran esplendor cultural en la que vivieron y escribieron sus obras algunos de
los principales pensadores chinos de la antigüedad.
El segundo período, de los Reinos Combatientes, por el contrario, estuvo marcado por
las guerras entre los diferentes estados, que acabaron negando la autoridad de la corte
Zhou. Tras la muerte del último rey Zhou en 256 a.C. se prolongó esta situación de
guerra constante y el gobierno central perdió poder y se separó en 7 grandes estados;
hasta que el Estado occidental de Qin conquistó a los demás. El rey de los Qin funda la
DINASTÍA QIN y toma para sí el nuevo nombre de HUÁNGDÌ, de connotaciones
religiosas, que se traduce como «emperador».
A partir de este momento, todos los monarcas chinos posteriores utilizarán este título,
abandonando la denominación de "reyes" (wáng), dando inicio a la ERA IMPERIAL
china. El nuevo emperador se hizo llamar Shî Huángdì (ca. 260–209 a.C., “Primer
Emperador"), viéndose a sí mismo como el primero de lo que esperaba fuera una larga
dinastía de emperadores. Con él surge, por primera vez en la historia, un estado chino
fuerte, centralizado y unificado, aunque sostenido con gran crueldad y oposición. Es la
primera dinastía de una China reunificada y mucho más grande que la gobernada por
los Zhou.
El Estado Qin llevó a cabo una labor intensa de unificación de normas: Se unificaron las
pesas y las medidas, así como el sistema de escritura. Se ordenó la tristemente célebre
quema de libros, en la que se destruyeron escritos que no se ajustaban al modelo
religioso y social del nuevo imperio. Construyó enormes palacios en Xianyang para
convertir a sus antiguos enemigos en cortesanos, unificó los fragmentos de muralla
construidos durante los siglos anteriores en la Gran Muralla; también inició la
construcción de su mausoleo: los famosos Guerreros de Terracota.
A pesar del éxito militar de la unificación, las características del estado Qin hicieron su
supervivencia inviable, y éste se vino abajo tras la muerte de Shi Huang. Su crueldad y
los numerosos trabajos que impuso al pueblo sembraron el descontento; tras su muerte
en 209 a. C., los rebeldes aprovecharon el reinado de su débil hijo Èrshì Huángdì
("Emperador Segundo"), para acabar con la dinastía Qin y arrasar su capital, Xianyang.
En 206 a. C., Liu Bang, que dirigía la rebelión militar contra el ejército Qin, se proclama
emperador, fundando una nueva dinastía: los Han. 2 Liu Bang estableció una nueva
dinastía, la DINASTÍA HAN.
China prosperó con rapidez, la agricultura, la industria y el comercio florecieron. Se
consiguieron caballos y armas para las continuas guerras contra los HUNOS; se
inauguró la Ruta de la Seda y un fructífero comercio de las telas; se inventa el papel –lo
que ayuda a promover la educación–, el sismógrafo y numerosas técnicas nuevas que
revolucionan el país. Pero los ideales que contribuyeron a levantar la dinastía Han
fueron desapareciendo en el tiempo, el pueblo que se encontraba disgustado va
aumentando su rechazo al régimen y surgen revoluciones en distintos puntos del país.
La dinastía Han se vio interrumpida brevemente por el "usurpador" por excelencia de la
historia china, WANG MANG, que instauró por un tiempo su propia DINASTÍA XIN e
intentó organizar un estado basado en el pensamiento confuciano.
Luego del PERÍODO DE LOS 3 REINOS, tiempo en que China se halla dividida tras la
caída de la dinastía Han, recién se produciría la reunificación de China bajo la
DINASTÍA JIN, que se divide en 2 etapas: los Jin Occidentales (265-316 d.C.), que
consiguieron unificar China, y los Jin Orientales (317- 420 d.C.), que continuaron
gobernando el sur de China. Así irán pasando distintas dinastías –incluyendo la
importante DINASTÍA MING (1368-1644) y la bélica DINASTÍA QING (1644-1911)–, con
mayor o menor tradición china, hasta que ya en el siglo XX, un 10 de octubre de 1911
se produce el Levantamiento de Wuchang, rebelión contra la DINASTÍA QING en la
actual ciudad de Wuhan, que provoca la Revolución de Xinhai, que acabará con el
derrocamiento definitivo del último emperador Qing, Puyi, en 1912, y la formación de la
REPÚBLICA CHINA.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Japón abandona sus conquistas
en Asia, y China recupera Manchuria y Taiwán. Cuando parecía que el gobierno chino
podría lograr consolidar la estabilidad de la república, comienzan los enfrentamientos
con los comunistas, hasta la guerra civil total a partir de 1947. Finalmente el 1 de
octubre de 1949, el líder del Partido Comunista Chino MAO TSE-TUNG proclama la
República Popular China desde la puerta de Tian'anmen de la Ciudad Prohibida de
Pekín. Mao fue el líder máximo de China hasta su muerte en 1976.
Pero la familiaridad con las antiguas religiones chinas y de los textos confucianistas
deja al descubierto lo hueco de la aseveración de que Confucio estaba desvinculado de
cualquier pensamiento o sentimiento religioso.
Él fue religioso a la manera de los hombres religiosos de su tiempo y de su tierra. Al no
hacer referencias a premios y castigos en la vida venidera él sencillamente estaba
siguiendo el ejemplo de sus ilustres predecesores chinos, cuyas creencias religiosas no
incluían este elemento de la retribución futura. Los clásicos chinos, antiguos ya incluso
en tiempos de Confucio, no tienen nada que decir del infierno. Sí tienen, sin embargo,
mucho que decir de los premios o castigos otorgados en la presente vida por el Cielo
que todo lo ve.
Hay una multitud de textos que muestran abiertamente que él no se separó de la
creencia tradicional en el supremo Dios-cielo y los espíritus subordinados, en la divina
providencia y en la recompensa, y en la existencia consciente de las almas después de
la muerte. Tales convicciones religiosas de su parte quedaron expresadas en múltiples
actos de piedad y culto.
Dado que el Confucianismo en su sentido más amplio abraza no sólo las enseñanzas
inmediatas de Confucio, sino también los documentos, costumbres y ritos tradicionales
que él ratificó con su aprobación y que hoy se apoyan sobre todo en su autoridad, entre
los textos reconocidos como confucianistas se cuentan varios que aún en sus días eran
venerados como herencia sagrada del pasado. Los textos están divididos en dos
categorías conocidas como los "king" (ching. Idem, N.T. ) (Clásicos), y los "shuh"
(libros). Se reconocen comúnmente cinco, y a veces seis, "king", que son los primeros
en importancia.
El primero de ellos es el "Shao King" (Shuh Ching. Idem, N.T.) (Libro de la Historia),
una obra religiosa y moral, que detecta la mano de la Providencia en una serie de
eventos grandiosos de la historia pasada e inculca la lección de que el Dios-cielo
concede prosperidad y larga vida únicamente al gobernante virtuoso que es motivado
por el verdadero bienestar de su pueblo. La unidad de su composición puede muy bien
ubicar la fecha de su publicación en algún punto alrededor del siglo sexto a. C., aunque
las fuentes en que se basan los primeros capítulos podrían ser casi contemporáneas a
los mismos sucesos relatados.
El segundo "king" es el así llamado "She-king" (Shi Ching. Idem, N.T.) (Libro de los
Cantos), frecuentemente mencionado como las "Odas". De sus 305 breves poemas
líricos, algunos pertenecen a la época de la dinastía Shang, (1766-1123 a.C.). El resto,
y quizás la parte mayor, a los cinco siglos de la dinastía Chow (Zhou. Idem, N.T.), o sea,
hasta cerca del año 600 a. C.
El tercer "king" es el así llamado "I-king" (I Ching. Idem, N.T.) (Libro de los Cambios), un
enigmático tratado sobre adivinación utilizando tallos de una planta nativa, los cuales,
una vez arrojados y según se conformen, dan diferentes indicaciones referentes a
alguno de los sesenta y cuatro hexagramas formados por tres líneas continuas y tres
discontinuas.
Las breves explicaciones que los acompañan, en gran medida arbitrarias y fantásticas,
se ubican en el tiempo de Wan y de su ilustre hijo, Wu, fundadores de la dinastía Chow
(1122 a.C.). Desde el tiempo de Confucio, la obra se ha visto acrecentada por una serie
de apéndices, en número de diez, de los cuales ocho se atribuyen a Confucio. Sin
embargo, únicamente una porción de éstos es probablemente auténtica.
El cuarto "king" es el "Li-ki" (Li-chi. Idem, N.T.) (Libro de los Ritos). En su forma actual el
libro data del siglo segundo de nuestra era. Constituye una compilación de un amplio
número de documentos cuya mayor parte se remonta a la parte inicial de la dinastía
Chow.
La obra proporciona normas minuciosas de conducta referentes a ceremonias religiosas
de culto, funciones de la corte, relaciones sociales y familiares, vestido. En pocas
palabras se refiere a todas las esferas de la actividad humana. Continúa siendo aún la
guía más autorizada del comportamiento correcto para todo chino cultivado. En el "Li-ki"
se encuentran muchos de los dichos atribuidos a Confucio y dos largos tratados
compuestos por sus discípulos, de los que se puede decir que reflejan con substancial
acierto los dichos y las enseñanzas del Maestro.
Uno de ellos es el tratado conocido como "Chung-Yung" (La Doctrina del Medio) y
conforma el libro XXVIII del "Li-ki". El otro tratado, que forma el libro XXXIX del "Li-ki",
es el llamado "Ta-hio" (Ta Hsüeh. Idem, N.T.) (Gran Aprendizaje). Pretende contender la
descripción de un líder virtuoso hechas por el discípulo Tsang-tze, basado en las
enseñanzas del Maestro. El quinto "king" es el breve tratado histórico conocido como
"Ch'un-ts'ew" (Ch'un Ch'iu. Idem, N.T.) (Primavera y Otoño) y del que se dice que fue
escrito por el mismo Confucio. Consiste en una serie interrelacionada de simples anales
del reino de Lu que van del año 722 al 484 a.C. A esos cinco "king" se les añade un
sexto, el así llamado "Hiao-king" (Hsiao Ching. Idem, N.T.) (Libro de la Piedad Filial).
Los chinos atribuyen su composición a Confucio, pero en la opinión de los críticos
investigadores, es el producto de la escuela de su discípulo, Tsang-tze.
Se acaba de hacer mención de los dos tratados incorporados en el "Li-ki", "La Doctrina
del Medio" y "El Gran Aprendizaje". En el siglo XI de nuestra era esas dos obras fueron
unidas con otros textos confucianistas constituyendo lo que se conoce como "Sze-shuh"
(Shih Shu. Idem, N.T.) (Cuatro Libros). El primero de estos es "Lun-yü" (Analectas).
Esta es una obra de veinte breves capítulos que nos muestran qué clase de persona
era Confucio en la vida diaria y conservan muchos de sus impresionantes dichos
referentes a temas morales e históricos.
La obra, escrita por alguno de la siguiente generación, parece incorporar el auténtico
testimonio de sus discípulos.
El segundo lugar en el "Shuh" se le da al "Libro de Mencio". Mencio, "Meng-tze" (Meng-
zi. Idem, N.T.), no fue discípulo directo del Maestro; vivió cerca de un siglo después.
Adquirió gran fama como exponente de la enseñanza Confucianista.
Sus dichos, en su mayoría referentes a temas morales, fueron atesorados por sus
discípulos y publicados bajo su nombre. En tercer y cuarto orden del "Shuh" están "El
Gran Aprendizaje" y "La Doctrina del Medio".
Nuestros primeros conocimientos de los contenidos de los textos confucianistas se los
debemos a la penosa investigación realizada por los misioneros jesuitas en China
durante los siglos diecisiete y dieciocho. Ellos unían al celo heroico por la extensión del
Reino de Cristo una diligencia y una habilidad tales para el estudio de las costumbres
chinas, literatura e historia que les han dejado un reto perdurable a sus sucesores
investigadores.
Entre ellos podemos mencionar a los Padres Prémare, Régis, Lacharme, Gaubil, Noël,
Ignacio da Costa, por quienes fueron traducidos y explicados con gran erudición la
mayoría de los textos confucianistas. Era natural, sin embargo, que sus estudios
pioneros en un campo tan difícil estuviera destinado a ceder su lugar a los monumentos
más precisos y completos de la investigación moderna. Pero aún allí tienen dignos
representantes en académicos de la talla del Padre Zottoli y Henri Cordier, cuyos
estudios chinos rinden evidencia de su vasta erudición. Los textos confucianistas fueron
hechos asequibles a los lectores de habla inglesa por el Profesor Legge.
Al lado de su obra monumental en siete volúmenes, intitulada "Los Clásicos Chinos" y
su versión del "Ch'un ts'ew", ese autor ha terminado las traducciones revisadas de
"Shuh", "She", "Ta-hio", "Y" y "Li-ki" en los volúmenes III, XVI, XXVII, y XXVIII de "Los
Libros Sagrados del Oriente".
La religión de la antigua China, a la que Confucio prestó su adhesión reverente, era una
forma de culto a la naturaleza, muy cercana al monoteísmo. Aunque se reconocían
muchos espíritus asociados con la naturaleza- espíritus de montañas y ríos, de la tierra
y de los granos, de los cuatro cuartos del cielo, el sol, la luna y las estrellas- todos
estaban subordinados al supremo Dios-cielo, T'ien (Cielo), también llamado Ti (Señor),
o Shang-ti (Supremo Señor). Todos los demás espíritus no eran sino sus ministros,
actuando siempre en obediencia a su voluntad. T'ien era quien sostenía la ley moral,
practicando una providencia benigna sobre los hombres. Nada que se hiciese en
secreto podía escapar su ojo omnipresente.
Su castigo para las malas acciones tomó ya la forma de calamidades o muerte
prematura, ya la de alguna desgracia ocurrida a los descendientes del malvado. En
numerosos pasajes del "Shao-" y "She-king" encontramos esta creencia, afirmada como
motivación a la conducta recta. La muestra de que esto no fue soslayado por Confucio
está en su dicho: "quien ofende al Cielo no tiene ya a quien orar".
Otro motivo cuasi religioso para la práctica de la virtud era la creencia de que las almas
de los parientes difuntos dependían en gran parte para su felicidad de la conducta de
los descendientes vivos. Se enseñaba que los hijos tenían el deber hacia sus padres
difuntos de contribuir a su gloria y felicidad con una vida virtuosa.
A juzgar por los dichos de Confucio que han sido preservados, él no desdeñaba esos
motivos hacia una vida virtuosa, pero ponía mayor énfasis en el amor a la virtud por sí
misma.
Los principios de moralidad y su aplicación concreta en las variadas relaciones de la
vida diaria quedaron incorporados en esos textos sagrados, los cuales, a su vez,
representaban las enseñanzas de los antiguos sabios, educados por el Cielo para
instruir a la humanidad. Dichas enseñanzas no fueron inspiradas, tampoco fueron
reveladas, pero sí eran infalibles. Los sabios nacían dotados de una sabiduría querida
por el Cielo para iluminar a los hijos de los hombres. Era, por tanto, una sabiduría
providencial, más que sobrenatural. La noción de una revelación divina positiva está
ausente de los textos chinos. Seguir la ruta del deber tal como ha quedado establecido
en las reglas autorizadas de conducta está al alcance de todo hombre, mientras su
naturaleza, buena de nacimiento, no quede irremediablemente perturbada por
influencias perniciosas.
Confucio sostenía la opinión tradicional de que todos los hombres nacen buenos. No
hay la menor señal en su enseñanza de algo semejante al pecado original. Parece
haber sido incapaz incluso de reconocer tendencias hereditarias perniciosas. Para él, lo
que pervierte al hombre es el medio ambiente malo, el mal ejemplo y una inexcusable
concesión ante los apetitos malos que cualquiera que usase correctamente sus fuerzas
naturales podría y debería dominar.
La caída moral causada por las seducciones de espíritus malvados no tenía lugar en su
sistema. Como tampoco hay noción de una gracia divina para reforzar la voluntad e
iluminar la razón en la lucha contra el mal. Hay una o dos alusiones a la oración, pero
nada que muestre que la oración diaria es recomendable para quien aspira a la
perfección.
Para ignorar los misterios de la vida es el precio que Confucio tuvo que pagar a enfocar
su energía en este mundo. A menudo se afirma que existe una falta de imaginación en
el confucianismo, que es una filosofía reacia a imaginar lo nuevo, para abrazar los
cambios y las innovaciones. La confuciana indiferencia a los grandes misterios, si causa
o efecto de la falta de imaginación, parece ser el único enfoque consistente con el
tiempo cuando Confucio desarrolló su pensamiento, cuando hubo lucha política, caos
moral y intelectual de conflictos, en definitiva, cuando la orden era casi
inexistente. Confucio pensaba que volviendo a las formas tradicionales era el único
camino para volver a la sociedad. Él vivió durante un tiempo cuando la dinastía de Zhou
estaba inmersa en conflictos políticos graves.
Fue durante la dinastía Han (206 A.C.-220 CE) cuando el confucianismo se convirtió en
la ideología política dominante y las Analectas se conocía por ese nombre. Todas las
primeras versiones de este texto han sido desplazadas por una versión compilada cerca
del final de la dinastía Han. Unos 175 CE esta versión fue tallada en tablas de piedra y
los fragmentos sobrevivientes de esas piedras fueron nuevamente editados
innumerables veces. A pesar de que no es enteramente seguro si las Analectas
realmente contienen el mensaje de Confucio, está generalmente aceptado que es la
fuente más fiable de la opinión de Confucio.
RELIGION EN EL CONFUCIONISMO
La religión de la antigua China, a la que Confucio dio su adhesión reverente era una
forma de culto a la naturaleza muy de cerca se acerca al monoteísmo. Si bien
numerosos espíritus asociados a los fenómenos naturales fueron reconocidos - los
espíritus de las montañas y los ríos, la tierra y el grano, de los cuatro trimestres de los
cielos, el sol, la luna y las estrellas - todos estaban subordinados al supremo Dios-cielo,
T'ien (el cielo) también llamado Ti (Señor), o Shang-ti (Señor Supremo).
Todos los demás espíritus no eran sino sus ministros, actuando en obediencia a su
voluntad. T'ien era el defensor de la ley moral, el ejercicio de una providencia benigna
sobre los hombres. Nada de lo hecho en secreto podía escapar su ojo que todo lo ve.
Su castigo por malas acciones tomó la forma de calamidades y la muerte prematura, o
de la desgracia en cama para los niños del malhechor. En numerosos pasajes del
"Shao-" y "She-rey", nos encontramos con esta creencia de afirmarse como un motivo
para la conducta correcta. Que no fue ignorada por el propio Confucio se muestra por
sus palabras grabadas, que "el que atenta contra el cielo no tiene a nadie a quien
pueda orar".
Otro motivo cuasi religioso para la práctica de la virtud era la creencia de que las almas
de los parientes fallecidos eran en gran parte depende de su felicidad en la conducta de
sus descendientes vivos. Se enseñaba que los niños se lo debía como un deber de los
padres muertos de contribuir a su gloria y la felicidad por la vida de virtud.
A juzgar por los dichos de Confucio que se han conservado, no ha vulnerado los
motivos para la conducta correcta, pero él puso jefe hincapié en el amor de la virtud por
sí misma. Los principios de la moralidad y su aplicación concreta a las relaciones
variadas de la vida están consagrados en los textos sagrados, que a su vez representa
las enseñanzas de los grandes sabios del pasado planteadas por el Cielo para instruir a
la humanidad. Estas enseñanzas no fueron inspiradas, tampoco fueron revelados, sin
embargo, eran infalibles. Los sabios han nacido con la sabiduría significa el cielo para
iluminar a los hijos de los hombres.
Era, pues, una sabiduría que fue providencial, más que sobrenatural. La noción de la
revelación divina positiva está ausente de los textos chinos. Para seguir la senda del
deber establecido en las normas de conducta de autoridad estaba al alcance de todos
los hombres, siempre que su naturaleza, bien al nacer, no fue irremediablemente
dañado por las influencias viciosas. Confucio celebró la opinión tradicional de que todos
los hombres nacen buenos.
De cualquier cosa como el pecado original no hay un rastro en su enseñanza. Parece
que no han reconocido aún la existencia de tendencias hereditarias vicioso. En su
opinión, lo echado a perder los hombres fue de mal ambiente, mal ejemplo, un
inexcusable ceder a los apetitos mal que todo el mundo por el uso correcto de sus
poderes naturales podría y debería de controlar. caída moral causada por las
sugerencias de los espíritus malignos no tenía cabida en su sistema.
Tampoco hay ninguna idea de la gracia divina para reforzar la voluntad e iluminar la
mente en la lucha con el mal. Hay una o dos alusiones a la oración, pero nada indica
que la oración diaria, se recomendó al aspirante a la perfección.
Las imágenes de Confucio fueron usadas en los primeros templos confucionistas desde
el siglo II D.C. Retratos de Confucio o Kongzi, como también era conocida, lo muestran
meditando o enseñando. Su discípulos, filósofos que son también considerados santos
dentro de esta corriente, aparecen aprendiendo de él o sosteniendo tablas que ilustran
sus posiciones.
También son comunes las estatuas de Confucio y sus discípulos y muestran el ideal
académico del confucionismo.
YIN-YANG TAOÍSTA
El símbolo común del yin y el yang, asociado principalmente con el taoísmo, también es
utilizado para representar el confucionismo. Este símbolo representa el balance entre
fuerzas opuestas, que surgió en el neo-confucionismo en el siglo XI como el "qi" o
fuerza del universo y el "li" que representa los rituales o actos adecuados. Los
confucionistas posteriores crearon sus propias versiones del símbolo.
El ideograma chino del agua es usado por muchos académicos para representar el
confucionismo. El agua es vista como fuente de vida por la filosofía china y Confucio
decía que " los hombres sabios se regocijan en el agua".
Su doctrina, denominada “la religión de los ritos” (Li) o “la religión de la caballerosidad”
(Ju), se caracteriza por su énfasis en lo moral y práctico, aplicado a lo individual y lo
colectivo, sin descartar por completo lo metafísico. Su racionalismo se fundamenta en la
mente superior (manas} como vía de acceso a la perfección y, como consecuencia, a la
felicidad.
Su filosofía, netamente humanista, sacraliza lo cotidiano, eleva el sentido de las
costumbres, y las relaciones humanas adquieren misticismo. Su aspiración fue la de
purificar y plasmar las formas de los fenómenos temporales según las más profundas
leyes de la vida y según el camino del hombre. Este camino conducía a la cultura, a una
cultura que no estaba reñida con la Naturaleza, sino que había de ser armonizada y
ordenada por esa misma Naturaleza. Más que una religión, Confucio nos ha legado una
filosofía práctica, profundamente pedagógica.
Confucio nos enseña que el universo sigue un orden, una armonía –a la que denomina
“el camino del centro” (chung)–, en cuya dirección debe también marchar el hombre.
Esta ley cósmica es también reguladora del comportamiento humano. Es decir, no solo
nos indica el sendero que debemos seguir, sino que también ajusta nuestras acciones a
sus designios.
“El camino recto del universo, el centro; la armonía es su ley universal y constante”.
NUMERO DE SEGUIDORES
Las personas se han dividido en miles de religiones, algunas de ellas mucho más
grandes y numerosas que otras. Un punto a tener en cuenta es que las cifras sobre los
creyentes en una religión no siempre son exactas ni confiables. Algunas religiones
cuentan a sus adeptos con solamente nacer en ese pueblo o con haber sido bautizados
en esa religión, aunque ya no la profesen.
Es por eso que el número de seguidores oscila entre 400 y 1000 millones.
UBICACIÓN GEOGRAFICA