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Sociedades Mineras en América Latina (Tomo II) : Homenaje a Juan Luis Sariego Rodríguez /

Abel Rodríguez López, Compilador. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia:


Escuela de Antropología e Historia del Norte de México, 2016.
208 p. : ilustraciones, fotografías; 14 x 21.5 cm
ISBN: 9 786074 848588
2. Industria minera – América Latina -- Congresos. 2. Industria minera – America Latina –
Historia – Congresos. 3. Industria minera – Aspectos sociales – Congresos.

LC: HD 9506.M62 / S635

Primera Edición: 2016


Producción: Secretaría de Cultura
Instituto Nacional de Antropología e Historia
© Por autoría / Diseño de Portada: Ahidaly Ponce de León Prieto
Diseño Editorial: Frida Salcido Hernández

Esta obra fue arbitrada por pares académicos


DR © 2016 de la presente edición
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Córdoba 45, colonia Roma, 06700, México D.F.
sub_fomento.cncpbs@inah.gob.mx
Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad
del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la Secretaría de Cultura.

Agradecemos el apoyo económico del Fondo Sectorial SEP-CONACYT para que


este libro apareciera como uno de los productos generados dentro del proyecto
Transformaciones Productivas y Respuestas Políticas de las Sociedades Mineras
Contemporáneas del Norte de México (clave 151531-S).

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción


total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia
o la grabación, sin previa autorización por escrito de la Secretaría de Cultura /
Instituto Nacional de Antropología e Historia.
ISBN: 9 786074 848588

Impreso y hecho en México


Índice
Presentación 11
Abel Rodríguez López

La subcontratación en la gran minería del cobre


de Chile 13
Francisco Zapata

Exploradoras de las sombras. Reflexiones acerca


de la contratación de mujeres en el trabajo
industrial minero en Madero, Zacatecas, México 30
Aurora T. Acosta Navarrete

Del coleccionismo al mecenazgo: el patrimonio


cultural en Monterrey y Zacatecas 42
Fernanda Soriano y Erika P. Terrazas Ríos

El museo del acero horno 3: nuevos usos del


patrimonio cultural 61
Ximena Guadalupe Reyes García

De los turnos a los innigs. El béisbol en la


fundición de Ávalos, Chihuahua 75
Jacobo Córdoba Jáquez y Oscar Seúl López Palacios

Una lectura socioecológica a la actividad


minera en Centroamérica 89
Raúl Maas Ibarra

Magistral del Oro: enclave minero forjado


al norte de Durango 108
María del Roble Ríos Ortega

El movimiento obrero del enclave de


La Caridad, 1978 123
Carlos Alberto Chacón Flores

Sociedades Mineras en América Latina 9


Minería en Baja California: The Cedros
Island Mining & Milling Company 143
Francisco Alberto Núñez Tapia y Jesús Méndez Reyes

La salud de los mineros, un tema desdibujado 161


Josefina Ramírez Velázquez

“El chaparrito me salvó”. Devoción minera al


Santo Niño de Atocha en Plateros 184
Irma Gabriela Fierro Reyes y Ricardo Rodríguez González

Sobre los autores 203

10 Sociedades Mineras en América Latina


La salud de los mineros un tema desdibujado
Dra. Josefina Ramírez Velázquez
Posgrado de Antropología Física ENAH

La salud de los trabajadores

En el último tercio del siglo pasado convergieron hechos sociales de


gran importancia que dieron como resultado una nueva mirada sobre
la salud y la enfermedad en el mundo laboral. Por un lado la crisis
económica, política y social, que puso en evidencia las condiciones
de trabajo y de salud de la masa trabajadora y derivado de ello su
respuesta conformada a través de diferentes luchas sindicales. Del
análisis de esas condiciones surgió una mirada crítica sobre la posi-
ción biologisista de la enfermedad basada en un modelo monocausal,
que desdibujaba los aspectos sociales e históricos de su expresión.
Dicha mirada, proveniente de la epídemiología social y medicina so-
cial, cuya principal exponente ha sido Laurell, (1982) destacó la no-
ción “proceso salud-enfermedad” para dar cuenta entonces del carácter
histórico social de dicho proceso poniendo el acento en expresiones
colectivas. Asimismo, al dar espacio al análisis de la dimensión social
impulsó la resignificación de la noción clásica de trabajo para com-
prender aquel proceso articulado a la formación social, de manera tal
que articulado aquel proceso fueron, la noción “proceso de trabajo” y
la de “clase social” (Laurell, 1978:60), los nuevos ejes de análisis que
permitieron la comprensión de la enfermedad laboral en una doble
dimensión: biológica y social67.

67
Reconozco el enorme aporte epistémico y práctico que tuvieron tales postulados,
no obstante hay que subrayar también que privilegiaron una interpretación eco-
nomicista y biologisista de la enfermedad, al abordarla como modificación de la
biología. Y aunque pugnaron por explicar lo biológico y lo social como producción
social se mantuvo la escisión entre lo biológico y lo mental como esferas indepen-
dientes de producción. Y de lo que se dio cuenta fue de una idea de sujeto social
pero preso de la ideología. Asimismo la expresión cultural de los trabajadores
quedó soterrada recuperándose más adelante con la incursión de la antropología

Sociedades Mineras en América Latina 161


Desde esa perspectiva, una nueva noción epistemológica fundante
puso de manifiesto que a determinado desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas y relaciones sociales de producción le correspondían parti-
culares formas de enfermar y de morir. Sin duda un discurso marxista
que para aquellas décadas de los 1970-1980, implicó la posibilidad
de estudiar el ámbito de la producción enfocando a los trabajadores y
su sufrimiento social. Porque de acuerdo con Deleule y Guéry (1975)
el discurso marxista plasmado en El Capital contiene la historia de
la enfermedad, un informe acerca de sus fases. También habrá que
destacar que constituye una crítica social del sufrimiento humano.
Si bien desde la medicina social68 y la antropología69 hubo gran
interés por estudiar diferentes procesos productivos y sus efectos en la
salud de los trabajadores, los estudiosos interesados nos encontramos
con grandes dificultades que no sólo se sortearon en el ámbito legal
de la medicina, sino también en el sindical y en el de las empresas, los
cuales finalmente podrían o no otorgar la anuencia para realizar in-
vestigaciones. Pero quizá el ambiente sociopolítico de ese momento
permitía dar algunos pasos.

La salud laboral y el cuerpo como centro de análisis de la


Antropología Física
Abrevé de esas propuestas para reformular, desde el campo de la an-
tropología física, al cuerpo-objeto de su tradicional investigación,

médica en la salud de los trabajadores, a través del estudio del proceso salud-enfer-
medad-atención comprendido como un proceso articulador de saberes, prácticas y
actores sociales, desatándose particularmente la experiencia y sentir del sujeto en
su calidad de enfermo. Véase en Ramírez, 2010ª y 2011.
68
En la UAM-X en la maestría en Medicina Social y en la de Ciencias en salud de
los trabajadores se pueden revisar numerosos estudios realizados desde esta pers-
pectiva.
69
En Antropología es la especialidad en Antropología física, la que mayormente se
interesa por estudiar estos temas, que más adelante se fundamentan con mayor
solidez en la confluencia entre ésa especialidad y otra denominada Antropología
Médica. Véase en Ramírez, 2010b.

162 Sociedades Mineras en América Latina


dado que de igual manera en este ámbito disciplinar, una perspectiva
crítica exigía poner atención en las causas y los procesos. Así, “al vi-
sualizar al cuerpo -como sustrato biológico- relacionado con las causas
y los procesos -ámbito de lo social-, la ambición teórica iba dirigida
a explicar ya no la diferencia taxonómica, sino la desigualdad social
plasmada en una biología gradada por clases70. Esta noción que colo-
caba a la sociedad de clases en un orden mayor y, a lo biológico (ge-
nético, morfoestructural, fisiológico y psíquico), como determinado
por aquella, configuró la esencia del paradigma biosocial. La relación
biología/sociedad fue analizada básicamente desde una perspectiva
de clase y, particularmente, desde una lectura política que subrayaba
el conflicto y la lucha de clases, a partir de lo cual lo biológico se con-
formó como sujeto histórico y social, (Ramírez, 2012).
Desde una lectura provocadora para el ámbito de la Antropología
Física que destacó al cuerpo como sujeto, concibiéndolo como pro-
ductivo y dócil, inicié en los años ochenta del siglo pasado, una de
las primeras investigaciones que, realizada con un grupo de mineros
de la Cía. RMyP, representó la posibilidad de pensar el cuerpo como
sujeto atravesado por relaciones de poder y dominación. Uno de los
principales postulados de los que partí fue que el cuerpo había sido
visibilizado como objeto/herramienta, pero poca atención había te-
nido para ser pensado como espacio de significación, de sufrimientos
y posturas dolorosas que lo modelan de manera particular, es decir
generan una variabilidad determinada finalmente en el espacio de la
producción71. Variabilidad en la cual la antropología debía reflexionar.
Para ello minas y mineros fueron vistos como el escenario y los acto-

70
Una biología gradada por clases significa reconocer que determinada conforma-
ción corporal, las bajas tallas, la desnutrición y la enfermedad laboral, entre otras
condiciones corporales, son producto de la lucha de clases, es decir de la inequidad
económico-social.
71
El conjunto de ideas, conceptos y datos empíricos que se suscriben en este trabajo
provienen básicamente de la tesis de licenciatura en Antropología Física de Ra-
mírez (1991) y de sus diarios de campo realizados entre 1983 y 1984.

Sociedades Mineras en América Latina 163


res idóneos para pesar teóricamente al cuerpo–pasarela entre natura-
leza y cultura-, mismo que se modela, se constituye, negocia sus cir-
cunstancias y se deteriora paulatinamente, sin una atención a su salud
adecuada y oportuna. En este tenor el objetivo de la investigación
destacó el interés por describir y analizar de manera conjunta tanto el
proceso laboral como el proceso de deterioro de los cuerpos a través
del registro de sus principales padecimientos y de la medición de su
capacidad vital para definir el deterioro pulmonar72. De igual forma
se puso atención al proceso que está detrás de todo aquello, es decir
no sólo la manera que incide el trabajo en su connotación técnica y
social sobre el cuerpo del trabajador sino también la concepción que
éste tiene de su propio trabajo, sus necesidades, expectativas, expe-
riencias cotidianas que en definitiva conforman su conciencia social.
Para llevar a cabo tal planteamiento se elaboró una argumenta-
ción convergente de dos teorías básicas: la marxista y la foucaultiana,
asumiendo que el estudio de las poblaciones caracterizadas por el
trabajo, debía dirigirse a partir de la categoría de cuerpo en un doble
sentido: como cuerpo productivo y como cuerpo disciplinado y dó-
cil. El concepto de cuerpo productivo emergió del paradigma mar-
xista que, orientado por una radical reflexión sobre el ser y el devenir
del hombre, lo colocó rebasando lo absoluto “natural” asumiéndolo
como resultado histórico y no como punto de partida de la historia
(Marx, 1971)73. Esta mirada histórica permitió vislumbrar un nuevo

72
Debo mencionar que para ese momento uno de los aspectos más focalizados en
la investigación era la enfermedad laboral, y a sabiendas que el proceso productivo
minero generaba un deterioro pulmonar reconocido como silicosis, se realizó una
medición sobre la capacidad vital a fin de contar con un dato contundente que
mostrara las consecuencias del proceso productivo. La medición se realizó, pero
siempre fue cuestionada en diferentes medios.
73
Incorporar este planteamiento a la Antropología Física tenía el propósito de des-
tacar que la evolución humana y la transformación de la capacidad biológica del ser
humano no se dio exclusivamente a través de la mutación genética sino también a
través de la evolución intencional y no orgánica de la tecnología. Véase en Drucker,
1960.

164 Sociedades Mineras en América Latina


orden social impuesto por los cambios tecnológicos implicados a
partir de la Revolución Industrial. Tales cambios generaron un rea-
comodo social y la transformación del cuerpo libre, para producir y
reproducir sus medios de subsistencia, en un cuerpo cuyo destino y
tiempo es el de la producción, de ahí que el cuerpo devenga en cuerpo
productivo. En el capitalismo, despojados de toda individualidad par-
ticular, los cuerpos productivos se convierten en cuerpos sometidos,
disciplinados, vigilados, explotados, dado que la conquista de éste
sistema productivo requiere que, los efectos de la subordinación téc-
nica y de la disciplina laboral, se asienten en el cuerpo. Así surge la
jerarquización obrera, la división entre trabajador-manual y capataz
supervisor y pronto aparece “la libreta de castigos que en manos del ca-
pataz reemplazará al látigo del negrero” (Marx, 1975:518). El cuerpo
historizado, indisociable del trabajo se presenta desde el paradigma
marxista como fuerza de trabajo que adquiere otra connotación a
partir de relaciones de sujeción en las que se encuentra inmerso. Con
esta advertencia, se considera pertinente incorporar la perspectiva
de Foucault, ya que éste a través de exploraciones y desciframientos
de campos problemáticos es capaz de comprender que: “El cuerpo
está directamente inmerso en un campo político de relaciones de
poder que operan sobre él (haciéndolo presa inmediata; lo cercan, lo
marcan” lo doman, lo someten suplicio, lo fuerzan a unos trabajos,
lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos” (Foucault,
1976:32).
Con el paradigma marxista el cuerpo que deviene en productivo,
va haciendo su aparición en un trayecto histórico diezmado por la
enfermedad y la alienación (Deleule y Guéry: 1975). Mientras que la
mirada foucaultiana desbroza un camino en el que el cuerpo, sujeto
de conocimiento y asiento de control, aparece tensado por relaciones
de dominación, en este caso ejercidas por el capital cuyo fin último
es la interiorización de la normatividad para el trabajo. La perspec-
tiva foucaultiana interesó para comprender que ese cuerpo-sujeto,
alienado, es capaz de responder a través de cotidianas estrategias de
resistencia. Por otra parte desde la mirada crítica de Foucault hacia

Sociedades Mineras en América Latina 165


la clínica, es posible comprender que la enfermedad producida por
el trabajo invita a pensar en los discursos de poder y legitimación del
orden social, a través del discurso de la biomedicina74.

Ruta metodológica

Durante los primeros meses del 1980, en las minas y en los barrios
mineros de la Ciudad de Pachuca había una efervescencia sindical
imposible de soslayar. Antes propiamente de iniciar la investigación
me imbuí en la historia de bonanzas y penurias, del distrito minero
de Pachuca y Real del Monte guardada en los archivos, pero también
en las calles. Minas y mineros aparecieron como el marco de una
explotación absoluta del subsuelo y del cuerpo. Las minas fueron el
escenario de la explotación, túneles de perpetua obscuridad atiborra-
dos de polvo, humedad, agua y silencio, perturbado por la barreta, el
marro o la perforadora. Los mineros eran los protagonistas, pensados
desde la antropología física como sujetos desposeídos cuyo único bien
accesible era su cuerpo expropiado para la acción de producir en un
ejercicio cotidiano que lo desgasta, lo enferma, lo sujeta y lo domina.
Era un escenario ideal si el propósito estaba en comprender cómo,
los factores socioeconómicos y culturales del proceso de trabajo mi-
nero, se incrustaban en el cuerpo. En ese contexto de trabajo y de
vida cotidiana los mineros se expresaron en busca de mejoras sala-
riales. Me fui interesando en esas expresiones y me acerqué a grupos
de mineros que relataban brevemente un conflicto con la patronal
debido a los bajos salarios y otro con los líderes sindicales por consi-

74
Si bien Foucault no habla de enfermedad laboral, sus reflexiones sobre el poder
y el nacimiento de la clínica, (Foucault, 1966) permiten ver que la “ojeada” que la
biomedicina realiza sobre los cuerpos produce un discurso de verdad, un derecho
de origen. Así es factible comprender que solo ésta puede definir si se está enfermo
o no, desdibujando con frecuencia toda experiencia del sujeto. Para el presente tra-
bajo la percepción y experiencia de la enfermedad es el tema que interesa rescatar.

166 Sociedades Mineras en América Latina


derar que no apoyaban a la base trabajadora. Su propósito era romper
el tope salarial impuesto por el pacto empresa-dirigentes sindicales.
Vivir en un barrio minero me permitió estar pendiente de los rit-
mos laborales y las demandas cotidianas y, al tiempo, acercarme a
uno y a otro minero. De igual manera compartiendo intereses con
otros académicos, médicos sociales75, me fui adentrando en la vida y
el trabajo del minero. Aplicando la técnica de bola de nieve, empe-
zamos a formar un grupo importante de trabajadores a quienes les
plantee las posibilidades de una investigación teniendo como pun-
to nodal el estudio de su salud a través de reconocer los diferen-
tes riesgos laborales implicados en el complejo proceso de trabajo.
Desde las primeras entrevistas advertí convergencias y diver-
gencias entre las perspectivas de la antropóloga y los mineros, re-
latores de una experiencia tamizada por su posición de género y
clase76. Las convergencias en la lucha contra la explotación, las di-
vergencias se mostraban evidentes al ver que las demandas de los
mineros se enfocaban en el aspecto salarial y la búsqueda del po-
der sindical, mientras la lucha por la salud y la reivindicación
de mejoras en las condiciones laborales aparecían casi ausentes.
Avancé no sin tropiezos o grandes espacios de vacíos y, sólo a
través de propuestas concretas, fuimos tras pequeños logros. De los

75
Los médicos eran egresados de la Universidad Autónoma Metropolitana y tra-
bajaban directamente con el Comité Ejecutivo de la Sec. 1 del STMMSRM. Su
contacto me permitió la cercanía con diversos trabajadores.
76
Desde luego que mi posición de antropóloga investigadora también estaba tamiza-
da por el género y la clase. No obstante, como lo apunté en otro trabajo (Ramírez,
2013) desde una perspectiva marxista la función del investigador tendría que ser,
no la de legitimar el orden social sino cuestionarlo, reconociendo la desigualdad
social y por ello a favor de las clases dominadas. Este compromiso implicaba, en
buena medida, un proceso de desclasamiento, para poder lograr con mayor eficacia
la función del intelectual, que era precisamente ser mediador entre los conjuntos
sociales y el Estado.

Sociedades Mineras en América Latina 167


médicos sociales surgió la idea de realizar un folleto sobre parasitosis,
para que todos los mineros que laboraban en el interior se enteraran
de las formas en que se contraían las enfermedades infectoconta-
giosas y su posible solución. Mi compromiso concreto fue visibilizar
el proceso de trabajo desde los propios protagonistas a través de un
audiovisual77(Ramírez, 1985) que sirvió para que todos pudieran sa-
ber, no sólo lo que pasaba en su puesto de trabajo, sino también en
aquellos sitios en los que jamás habían estado.
Así, de forma casi inmediata la investigación se configuró como
una investigación-acción, política y aplicada, con el objetivo principal
de apoyar a los mineros. Pero mientras ellos querían una asesoría
para combatir a la dirigencia del comité, mi discurso se destinaba a
impulsar la participación sindical masiva en busca de mejores condi-
ciones de trabajo y por tanto de recuperar su soberanía corporal, no
pareciéndoles por el momento una lucha política prioritaria.
Me decían ¿por qué tanto pregunta sobre el cuerpo? ¿Por qué la
salud también es política? Recordaba entonces la respuesta de Mario,
mecánico de la mina de San Juan, “A veces nomás de ver trabajar a los
del interior te dan ganas de chillar, salen muertos de cansancio y de sed, por
eso yo creo que no les queda tiempo para la política…” 78
La investigación dio cuenta de un espacio laboral complejo y de
las formas de padecer y enfermar de un grupo de mineros interesa-

77
El audiovisual se formó a partir de la información proporcionada por los partici-
pantes y de sus relatos más destacados. Fue así como escuchándose y viéndose en
las imágenes que daban forma al proceso de trabajo minero, desde la extracción al
beneficio, fueron comprendiendo las diversas formas de explotación, los riesgos de
trabajo, su deterioro físico y su miedo como fenómenos compartidos en la colec-
tividad.
78
Entrevista, 4 de Noviembre de 1983.

168 Sociedades Mineras en América Latina


dos en participar. Se realizó a través de una metodología múltiple
que consistió en: recorridos de campo; etnografía en diversos espa-
cios de la Cía. RMyP79; encuesta80; entrevistas informales; entrevistas
semiestructuradas81; aplicación de una cédula antropométrica y una
medición de su capacidad vital. Aposté a esta medición, tal como lo
hicieron en otro momento otros antropólogos físicos, pero ahora no
para demostrar adaptabilidad, sino para utilizar esta prueba con el
fin de explicar, con datos precisos, el deterioro de los cuerpos. Teó-
ricamente pretendí hacer una selección al azar, para conformar una
muestra representativa, contando con información de la empresa o
del sindicato sobre el número de trabajadores agrupados por departa-
mentos y categorías laborales. Sin embargo en ningún caso se obtuvo
respuesta, de tal manera que la investigación se inició en un lento
proceso que, durante meses, consistió en recorridos de campo y en-
trevistas informales a mineros saliendo del trabajo, hasta que se logró
su participación permitiendo no solo la entrevista sino la medición de
sus cuerpos y de la capacidad vital, en el entendido que la exposición
continua al sílice se manifestaría como una incapacidad pulmonar

79
A partir de ésta se recabó información gráfica sobre el interior de las minas y la
planta de beneficio, así como información sobre las características del trabajo y sus
diversas representaciones (de ingenieros y mineros) que sirvieron para la realiza-
ción del audiovisual. Todo el material de campo fue producido por quien suscribe.
80
Dicha encuesta consignó 74 preguntas que abarcaron: historia laboral, formas de
relación laboral con la empresa -categorías, jornadas, turnos, salarios-. Condiciones
de trabajo y condiciones de vida. Problemas de salud: enfermedades y accidentes.
81
A través de ésta se logró profundizar en la percepción y representaciones de los
mineros sobre su trabajo, su cuerpo, sus necesidades, expectativas, experiencias co-
tidianas que, se pensaban, daban forma a su conciencia social.

Sociedades Mineras en América Latina 169


definida como enfermedad profesional, denominada silicosis o sili-
cotuberculosis82.
En los primeros meses de 1983, el grupo se había conformado
con 7 mineros que compartían cierta afinidad personal, pero sobre
todo les agrupaba su inclinación o tendencia política. Ellos tuvieron
la tarea de incorporar a otros compañeros, de tal manera que en la
investigación participaron finalmente 79 trabajadores, de los cuales:
45 desarrollaban actividades en el interior de las minas83 y 34 en la
planta de beneficio. Con un rango de edad de 20 a 69 años y de anti-
güedad laboral de 1 a 30 años.
Con una insistencia que me obsesionaba busqué en la Cía RDMyP
la anuencia para realizar la investigación. Bajé a las minas! Acompa-
ñada de grabadora, cámara, cuaderno de notas, etc., al fin me permi-
tieron bajar. El ingeniero me miró pequeña pero decidida y moviendo
su cara a un lado me indicó que lo siguiera. Sentí en su corporalidad
un reto hacia mi ser mujer. Me hizo caminar dos quilómetros con

82
En todos los participantes, estimé la capacidad vital forzada (CVF) consistente
en la medición del volumen máximo de aire espirado por el sujeto de forma for-
zada, ya que suele ser el parámetro más estudiado para predecir el daño pulmonar.
Esta medición reveló que cerca del 64% de ellos tenían afecciones pulmonares de
diversa índole. Fue una prueba que los mineros estuvieron interesados en hacer,
mostrándose juguetones con el tema de que “soplar en el aparato” podía ser una
muestra de virilidad. El problema de las creencias y los sentires deben ser analiza-
dos en la investigación sociocultural, (Ramírez, 2016) pues así como los mineros se
interesaron en la prueba de función respiratoria, no se mostraron completamente
abiertos a dejar medir sus cuerpos para registrar peso, talla y circunferencias (bra-
quial y torácica), como elementos para predecir estados nutricionales, dejando de
alguna manera endeble el estudio en virtud de que ya no podían asociarse los datos
antropométricos con los de la capacidad vital. Una de las mayores observaciones a
este trabajo fue precisamente que tal información no reflejaba una muestra repre-
sentativa estadísticamente. Debido a ello la información solo se quedó consignada
a la tesis de licenciatura. Véase en Ramírez, 1991.
83
16 en las minas de San Juan Pachuca, 21 en la mina del Álamo y 9 en los llamados
terreros o minas antiguas que se dejan de trabajar por escasa producción.

170 Sociedades Mineras en América Latina


unas botas que me nadaban en el pie. Subí por huecos estrechos y me
encaramé en una jaula en la que apenas cabíamos 6 personas. Ni si-
quiera recordé el accidente mortal de años atrás en el que al romperse
un cable se desplomara la jaula y murieran 12 mineros! Habíamos ba-
jado a 500 metros, pero no me importaba, al fin logré tener las prime-
ras imágenes y registros diversos que servirían para el audiovisual84.

La salud de los mineros una historia sin cambio

Entre la revisión histórica y las diversas entrevistas sobre la minería


de la región, advertí los avances tecnológicos aplicados al proceso de
trabajo pero los escasos logros respecto de la seguridad, del manteni-
miento de la higiene y la salud de los mineros. Toda la información
que revisé, referida incluso al siglo XIX, parecía empatarse con la
que observaba en pleno siglo XX. Era como si el tiempo se hubiera
detenido. Los trabajadores se seguían enfermando de lo mismo, que-
jándose de lo mismo y muriendo de lo mismo85. Diversos accidentes,
padecimientos y enfermedades, registrados desde siglos atrás pare-

84
Notas del diario de campo, Marzo de 1983. Aunque todavía para esa fecha se creía
que las mujeres no debería entrar a las minas porque traen mala suerte, un nuevo
discurso se volvía permisivo a éstas. Como quiera que sea bajé, dos veces. La segun-
da ocasión me acompañó un fotógrafo amigo mío quien me ayudó a compilar la
información gráfica mientras yo hacía algunas entrevistas.
85
Aún en fechas recientes si uno busca literatura sobre salud de los mineros en
México encontrará escasa información con datos claros que refieran al momento
actual. Más aún podremos ver con claridad los avances tecnológicos pero la inmi-
nente permanencia del riesgo que amenaza sin cambios substanciales la integridad
física y mental del minero. Es como lo ha mencionado Méndez (2011) al volver
a reflexionar sobre las tragedias de, la mina en Atacama, al norte de Chile y la de
Pasta de Conchos, que pese a los grandes avances tecnológicos, respecto del acci-
dente, la enfermedad y la muerte, el escenario laboral minero puede representarse
metafóricamente como una “historia sin tiempo”.

Sociedades Mineras en América Latina 171


cían mantener su importancia, e incluso la representación del minero
y su cuerpo no revelaba grandes diferencias entre las notas históricas
y lo que pude observar como resultado de la etnografía.
En uno de los estudios médicos más tempranos, Santibáñez,
(1876) expone su interés por mirar a los mineros en su espacio coti-
diano y los divide en dos grupos: los de constitución fuerte y los de
constitución débil, subrayando, “llevan en la cara el sello indeleble de
su caquexia, su pecho es plano y hundido; su columna vertebral en-
corvada; sus miembros delgados y nervudos con muy poca o ninguna
grasa”86. En otro estudio posterior Castera decía: “los mineros son
tenaces. Están impuestos a vencer a la naturaleza, a jugar con toda
clase de peligros, a dominar los elementos, a tener por contendiente
un cerro, un abismo, una muerte ignorada y a vencer siempre porque
si no vencen, mueren” (1887: 43). Ambos referentes retratan al mi-
nero de socavón y destacan además el interés por parte de la Cía. en
escudriñar sus cuerpos para saber cuáles son sus potencialidades87.
Para 1983-1984 la imagen del minero se diversificó, no sólo fue
aquel minero ennegrecido, flaco y enfermo como resultado del paseo
histórico y la observación del duro trabajo de extracción de mineral.
Se diversificó por el desarrollo tecnológico, y por los diferentes espa-

86
En los casos que estudió, la sintomatología resaltaba, palidez extrema de la piel,
perturbaciones en el aparato digestivo, evacuaciones sanguinolentas, edema en cara
y pies, vértigo y cansancio.
87
Un dato importante consignado en el diario de campo revela que “al momento
de la contratación en la Cía. RDMyP, muchos jóvenes y viejos se presentan con
documentos que avalan su escolaridad o su experiencia laboral anterior, otros li-
teralmente de cuerpo entero, así solamente. Para aquellos que no cuentan con do-
cumentos, bastó una mirada corporal, por parte del personal administrativo como
buscando en cada segmento la fuerza o la destreza. Y si además de ello el sujeto
cuenta con la rudeza y rasgos fuertes del indígena, es seleccionado para el trabajo
más rudo y peligroso que es la mina de El Álamo” (8 julio de 1983).

172 Sociedades Mineras en América Latina


cios de la producción que reflejaron otras cualificaciones en el trabajo
de beneficio del mineral. Pese a ello las condiciones de trabajo y de
contratación poco cambiaron a lo largo de más de un siglo atrás. Y la
situación de salud de los mineros, permanecía desdibujada, es decir sin
información precisa, y sin interés para diversos sectores en cuestión.
Un análisis que relacionó la historia de la minería, su desarrollo
tecnológico, las experiencias de los mineros entrevistados y los usos
sociales del cuerpo de los mineros mostró que efectivamente el pro-
ceso de trabajo generaba un curso de deterioro de los cuerpos, y una
distinción de éstos dependiendo del sitio en el que se encontraban
en el espacio de la producción. “Abordar este aspecto, significó volver
al cuerpo, reflexionar sobre él, llevar a los mineros a que hablaran de
él, a que lo observaran en relación con la pala de aire, con la perfora-
dora o con los enormes molinos de la planta de beneficio” (Ramírez,
1991:134).

Cuerpo y trabajo

Se les solicitó que escribieran en un cuaderno sus impresiones y que


las compartieran en las diferentes reuniones, iniciando así un proceso
de sensibilización sobre un punto supuestamente olvidado: el bien-
estar corporal. Así en hojas de cuaderno marcadas por un garabato
apenas legible muchos de ellos describieron un día de trabajo:

En la madrugada vestirse y salir a la mina o a la planta y empezar, y


entre el fango y la grasa comerse el ruido, gritar la angustia en el nivel
320 o entre la molienda, jugar con los “cámaras”, sudar y cansarse. Todo
esto en tanto se vuelve a la casa para comer y dormir… (Guadalupe,
minero de San Juan Pachuca, febrero 1983).

Otros más compartieron sus impresiones sobre aquel espacio de


trabajo rechazado y estigmatizado como la mina de El Álamo, la cual,
a decir de muchos mineros, “ es como el infierno” por sus temperaturas
altas, el fango y la suciedad que generan diferentes enfermedades.

... entré a trabajar al Álamo hace dos años, esa mina es el infierno,
es la muerte. De veras que se necesitan muchos... para seguir traba-
jando. Allá en el Paricutín donde estamos, todos los del contrato tra-
Sociedades Mineras en América Latina 173
bajamos casi desnudos. Aunque ténganos las botas, el lodo lo traemos
siempre embarrado, algunos hasta pescan piojos, llagas en el cuerpo; y
las manos y los pies se agrietan... Bien desnudos estamos como nacien-
do de la tierra, pero también tranzados por la tierra. Yo siento que
estar en el Álamo es como estar castigado, es como castigar al propio
cuerpo... (Honorio, junio 1983).

Aquellos relatos en los que los mineros describieron lo que es el


trabajo y su cuerpo revelaron tres grandes clasificaciones o tres tipos
de cuerpos:

1) Aquellos cuerpos desposeídos de todo, llámense trabajadores


sin calificación, cuerpos en apariencia rudos y fuertes, muchos de
los cuales eran indígenas, los cuales fueron destinados al trabajo de
extracción de mineral sobre todo a la mina de El Álamo. Cuerpos
desposeídos pero que se mostraron con cierta libertad para enfrentar
no sólo la muerte sino las reglas y normas establecidas por la Cía. El
reto es cotidiano y diverso, lo observé en el juego, el manoteo, las risas,
-todo aquello considerado como tiempo perdido- y en los procaces
comentarios que llevan a los mineros a demostrar su verdadera hom-
bría y a plasmar en aquellas cavernas solitarias dibujos de diablos,
mujeres desnudas, crucifijos o palabras obscenas.
2) Aquellos cuerpos, fuertes, musculosos, atléticos y con cierto
grado de calificación, más disciplinados, propuestos para el trabajo
en la superficie, en la planta de beneficio. Al referirse a este tipo de
trabajadores el Ing. Peñalba en entrevista informal mencionaba “son
gente con cierta preparación -ya sea adquirida en Sahagún o en otros cen-
tros mineros- son gente con algo de cerebro” (julio 1983).
3) Aquellos cuerpos envejecidos y enfermos que han dejado en el
camino laboral, los oídos, las manos, los pulmones. Los trabajadores
que logran la mayor edad y antigüedad tienen como destino el tra-
bajo en los terreros. Por ello fueron referidos con un marcado tono
devaluado, son de tercera. Para decirlo de una manera menos drástica
y de acuerdo con los estudiosos del envejecimiento profesional, son
trabajadores que han sufrido un “desclasamiento profesional” (Trean-
ton, 1963: 291).

174 Sociedades Mineras en América Latina


Los cuerpos enfermos

“¿Sobre mi cuerpo? ¡Claro que me importa mi cuerpo! Nomás que nece-


sito dinero y soy minero no sólo porque aguanto un chingo, sino porque
necesito trabajar... “

Para ser minero, -concuerdan muchos trabajadores entrevistados-


“hay que ser duro, fuerte, en el sentido de la fuerza en el cuerpo, y
muy hombre para aguantar el encierro, cargando material, jalando
piedra, sin luz y sin aire casi.... “ (Ramírez, 1991: 146). Es sabido que,
pese al desarrollo tecnológico de la minería a nivel mundial, su pro-
ceso productivo es uno de los más peligrosos, insalubres y generado-
res de enfermedades profesionales. Aunado a ello lamentablemente
existe un desdibujamiento de los problemas de salud, de los riesgos y
enfermedades a los que se enfrentan los mineros. En razón de ello es
que existe poca información y datos que permitan ver en qué situa-
ción se encuentran. Quizá la razón más poderosa fue para ese mo-
mento el tipo de asistencia médica que se les daba a los trabajadores.
Pero también es claro que una problemática nodal del medio laboral,
hasta ahora, es la definición legal de enfermedad profesional. Para
los mineros de ese entonces, era casi impensable, pues la empresa y
la medicina legal imponían trabas difíciles que ellos tenían sortear.
En el arranque de la investigación, se solicitó a los mineros que
hablaran de la enfermedad, y expusieran sus experiencias, mismas que
se enlazaron en un mismo punto: ahí en donde la acción de tumbar el
mineral hace que duela la espalda, vibren las manos, pique la gargan-
ta, lloren los ojos y se guarde un mal sabor de boca. Sin embargo no
se habló claramente como un problema propio, pues la hombría va de
por medio. Asunto quizá necesario para analizar pues ello contribuye
a que los trabajadores no adviertan con claridad los riesgos a los que
están expuestos. No obstante ello, todos los mineros entrevistados, ya
sea de interior o de superficie, coincidieron en referirse al polvo como
el principal enemigo. Porque el polvo de sílice se encontró en casi
todo el proceso aunque de manera diferente. Todos conocían el mal
de piedra, o el “polvo en el pulmón” sabían que el sílice era el enemigo
que aguardaba en cada galería y que, año con año, pese a todas las
medidas de protección, provocaría un creciente mal, evidente al fin
cuando disminuye la capacidad funcional. “Casi todos”, dijo don Car-
melo, “aunque trabajemos en el interior o en la superficie, sabemos

Sociedades Mineras en América Latina 175


lo que es ‘estar cascado’, lo que es la silicosis. El polvo resquebraja la
piel, lastima los ojos, endurece y seca los pulmones. Pero la llegamos
a conocer total cuando se echa sangre por la boca”.
Los mineros no solo conocían popularmente el mal al que estaban
expuestos, sino que también lo sorteaban como algo inevitable. Algu-
nos decían “de algo nos tendremos que morir”, una contradicción que
parece una suerte de resignación que solo es explicable por el escaso
conocimiento de sus derechos como trabajadores y desde luego por la
depauperación de sus propias circunstancias tanto económicas como
socioculturales.
Una cuestión a destacar fue que durante la investigación, el grupo
de mineros pudo darse cuenta que las circunstancias que enfrentaban
no eran un asunto individual sino colectivo. De la misma manera pu-
dieron darse cuenta que, para muchos, las cosas que más molestaban,
más allá de los polvos, el ruido y el encierro, eran las largas jornadas, la
disciplina, las exigencias laborales y la estructura jerárquica, todo ello
revelando un malestar común que los mineros solo pudieron mencio-
nar como nervios y coraje88. A lo largo de las entrevistas se pudo ad-
vertir que la razón de esa expresión emocional era nada menos que la
enfermedad ya bien la presente o su posibilidad, la que los hacía verse
preocupados, sobre todo al comparar la cantidad de trabajo realizado,
con su salario y sus circunstancias de vida.
También, saberse enfermos, es saberse debilitados de ahí que te-
ner que faltar por ello los ponía de alguna manera molestos consigo
mismos y contra la empresa. Esta cuestión resulta importante de sub-
rayar ya que al abordar el problema de la enfermedad se observó que
en principio ninguno quería aceptarse como sujeto enfermo. Por una
parte porque va contra los roles sociales que imponen que ellos deben

88
Algunos refirieron sentir nervios no por los riesgos de trabajo sino por la situa-
ción en la que se encontraban en el trabajo y en su vida. Por ejemplo “son muchos
nervios para alcanzar la producción que nos exigen, es que yo trabajo a destajo… y
pus si se necesita dinero por los chamacos, la escuela, los frijolitos ya sabe…” “me
da coraje que me parto la madre allá abajo y el sueldo es una miseria” (Otilio, notas
de diario de campo, julio de 1984).

176 Sociedades Mineras en América Latina


ser “recios y fuertes para el trabajo”, cuestión que apunta a considerar
las acciones y representaciones del machismo en el trabajo, que de
alguna manera inciden en el comportamiento riesgoso que los mine-
ros tienen en sus labores cotidianas. Por otra porque es sabido que la
enfermedad, en el medio laboral, es estigmatizada, y también da paso
a la sospecha dado que, según los patrones, los trabajadores tienen el
recurso de fingir una enfermedad para faltar a las labores89.
Al momento de aplicar la encuesta, que consignó enfermedades y
accidentes, se pudo constatar que tanto los mineros del interior como
de superficie registraron una diversidad de padecimientos agrupados,
para el caso, a partir de categorías médicas90.
Así por ejemplo en problemas respiratorios quedaron los recu-
rrentes resfriados, tos, catarro, anginas, dolor de garganta, dolor de
pecho. En parasitosis: diarreas, dolor de estómago, nauseas, cólicos,
inflamación de estómago91.
Los problemas de alcoholismo fueron referidos si el trabajador
consideró que bebía más de tres días a la semana y si por ello había
dejado de trabajar. Dermatosis por contacto refirió a reacciones de
la piel y alergias. Conjuntivitis; comezón, lagañas y ardor de ojos.

89
En la propia Cía. RDMyP se pudo ver que los supervisores están atentos a ver
quiénes son los trabajadores que se enferman constantemente o bien aquellos que
fingen tan solo para ausentarse, según ellos.
90
En virtud de que en Antropología Física este tipo de indagación no tenía antece-
dentes, se optó por utilizar instrumentos que por lo menos en la medicina social
habían sido de utilidad para indagar la situación de salud de los trabajadores. Véase
en Laurell y Márquez, 1983.
91
Es importante destacar que un estudio químico (Cruz, 1982) realizado con 200
mineros de la Cía. demostró que el 100% resultó parasitado, encontrándose hasta
9 tipos de parásitos. De ese total de mineros, el 40% presentó una sola especie, el
36.5% dos especies, el 17.5 tres especies y el 6% cuatro especies. El estudio con-
firmó además la presencia de uncinaria entre la muestra en un 23%, parásito que
desde principios del siglo XX estaba presente en las minas y era el responsable de
la palidez extrema de la piel, perturbaciones en el aparato digestivo, evacuaciones
sanguinolentas, edema en cara y pies, vértigo y cansancio definiéndose por la ca-
rente higiene y seguridad industrial.

Sociedades Mineras en América Latina 177


Reumatismo como dolores de huesos. Problemas auditivos “no escu-
char bien”. Problemas gastrointestinales: agruras, colitis. Lumbalgia,
Problemas circulatorios y Hernia, fueron referidos con esos nombres
de acuerdo a un diagnóstico médico. Véase esquema 1.

Enfermedades Mineros Mineros Total %


referidas de interior de superficie

n 45 % 100 n 34 % n 79 100
Problemas
Respiratorios 35 77.7 11 32.3 46 58.22

Parasitosis 31 68.8 14 41.1 35 44.30

Problemas de
alcoholismo 12 26.6 9 26.4 11 13.92

Dermatosis
por contacto 11 24.4 6 17.6 16 20.25

Conjuntivitis 10 22.2 6 17.6 16 20.25

Reumatismo 10 22.2 4 11.7 14 17.72

Problemas
auditivos 8 17.7 10 29.4 18 22.78

Problemas
Gastrointestinales 7 15.5 7 20.5 14 17.72

Lumbalgia 6 13.3 0 0 6 13.3

Problemas
circulatorios 1 2.2 0 0 1 2.2

Hernia 1 2.2 0 0 1 2.2

Accidentes 0 0 0 0 0 0

Esquema 1 Enfermedades reportadas por mineros de la Real del Monte. Fuente:


Encuesta aplicada en la temporada de campo 1983-1984 del Proyecto de Inves-
tigación. “Desgaste físico de la fuerza de trabajo y vida cotidiana en un grupo de
trabajadores. Los Mineros de la Real del Monte” (Ramírez, 1984)

178 Sociedades Mineras en América Latina


Mayoritariamente se pudo constatar que son los trabajadores del
interior de las minas los más afectados mostrando un porcentaje ma-
yor de padecimientos respecto de los trabajadores de superficie. Lla-
mando la atención, por cierto, que ninguno manifestara haber sufrido
algún accidente.
De esos datos se observa que los principales padecimientos si-
guen siendo los mismos referidos históricamente lo cual hace pensar
que aunque hubo desarrollo tecnológico éste no estaba destinado a
medidas de protección para la salud de los mineros. Interesa destacar
también que el 57% de los entrevistados apuntó tener más de 3 pa-
decimientos al momento de la encuesta y que dichos padecimientos
no eran atendidos por ningún médico, sino más bien con remedios
caseros o a través de la automedicación con fármacos ya conocidos
incorporados a su atención cotidiana. Es importante recordar que
hasta 1981 los problemas de salud eran atendidos por la Cía. RD-
MyP y sólo hasta 1882 los mineros iniciaron su régimen en el IMSS.
Para finalizar es preciso destacar que, mientras la Cía. tuvo a su
cargo la atención médica, se decía que ésta otorgaba las incapacida-
des, pero curiosamente lo hacía desde el momento de la contratación
y después era poco clara. Al respecto los mineros entrevistados men-
cionaron de manera reiterada que en el reconocimiento médico reali-
zado al momento de la contratación se les otorgaba hasta un 15% de
incapacidad funcional sin tenerlo en realidad. Esto tenía el propósito
de no responsabilizar completamente a la Cía. de la incapacidad fun-
cional que alcanzara el minero al cabo del tiempo. Pese a que durante
la investigación conocimos mineros viejos y enfermos con evidente
deterioro pulmonar e incapacidad para respirar, ninguno de ellos tuvo
un reconocimiento de sus enfermedades como producto del trabajo.

Sociedades Mineras en América Latina 179


Consideraciones finales

Me propuse en un principio analizar la respuesta corpórea ante el


trabajo, en aquel momento en que la medicina social reclamaba tam-
bién a los trabajadores como sus sujetos de estudio y en algún sentido
desdeñaba la posibilidad de que la antropología pudiera construir un
saber sobre la salud y la enfermedad de los trabajadores92. Y no sólo
esa dificultad enfrentaba entonces sino también los espacios de poder
constituidos por la empresa y por el comité ejecutivo sindical. Tales
circunstancias se convirtieron en terrenos áridos y complejos para ha-
cer que una experiencia investigativa como la presente viera la luz con
una mirada crítica pero provechosa para reanudar el camino.
El trabajo descrito y sintetizado aquí da cuenta de un momento
importante de cambios conceptuales y prácticos en el ámbito de la
salud laboral, y de la experiencia de un grupo de mineros de la Cía.
RDMyP. Muestra una realidad vivida desde el punto de vista éstos y
expresada, por exceso de trabajo, diversos padecimientos, bajos sala-
rios y una situación gremial en crisis.
Particularmente se destaca que el grupo de estudio experimentó
procesos enfermantes diversos, muy probablemente originados en el
trabajo. No hablaré de los resultados de la prueba de función respi-
ratoria ya que fue una de los aspectos cuestionados por no tener la
contundencia y el estatuto científico logrado con la representatividad
estadística. La Antropología Física lo cuestionó. La Medicina del
Trabajo lo ignoró. Algunos mineros al conocer los resultados encon-
traron un terreno político álgido y por tanto no propicio para darlos
a conocer ampliamente.
No obstante ello un pequeño avance se realizó desde los marcos
analíticos orientados a comprender al cuerpo-sujeto inmerso en re-

92
Fue Juan Luis Sariego, a quien siempre le agradeceré, quien me insistió que debía
acercarme a la antropología médica pues mis interesen debían fundamentarse a
partir de sus elementos conceptuales. Y efectivamente este acercamiento me per-
mitió avances considerables en las siguientes investigaciones que realicé.

180 Sociedades Mineras en América Latina


laciones de poder y de saber y desde procesos de significación. Así,
aunque un poco tangencial se dio cuenta de la dimensión cultural
del proceso salud-enfermedad a partir del relato de cuerpos enfer-
mos, deteriorados, por un proceso de trabajo extenuante, clasifica-
dos y desclasificados por la embestida empresarial. A partir de esta
orientación es que pude hablar de tres tipos de cuerpos, percibidos
desde los propios mineros y algunos ingenieros, según la función que
cumplen para la empresa, de ahí resultó este proceso de clasificación/
desclasificación.
Otras cuestiones a destacar de la interacción antropóloga/partici-
pantes entrevistados. Desde la primera, la experiencia de ser partícipe
de una vida cotidiana contada en su crudeza, para hacer comprensi-
ble la problemática en cuestión. Desde los segundos su interés por
reconstruir el proceso de trabajo a partir de sus relatos, con sus imá-
genes y sus aspiraciones. Fue así como advirtieron al fin que lo que
le ocurre a uno, le ocurre a varios. Fue el saber y el hacer cotidiano
colectivizado. En ese sentido, la investigación tuvo la importancia de
mostrar a los mineros un retrato en el que ellos son los propios pro-
tagonistas, por tanto al verse y escucharse entre ellos y conocer los
resultados de la investigación presentados a través de un audiovisual
fueron capaces de comprender su situación no como una respuesta
individual de sus cuerpos, sino como la experiencia colectivizada de
la explotación y la sujeción.
No obstante, el tema del proceso salud-enfermedad-atención en-
tre los mineros sigue siendo un tema poco profundizado desde las
ciencias sociales. Requiere de investigaciones amplias que permitan
comprender la cultura como ideología que atraviesa los cuerpos, para
explicar con eficacia la resistencia que existe entre los trabajadores
a saberse y aceptarse enfermos, y la oposición de las instancias ad-
ministrativas a reconocer la enfermedad profesional. Por esta razón
concluía en la investigación que de alguna manera los mineros apare-
cieron ante mí como cuerpos olvidados: por la empresa, por el siste-
ma médico y por ellos mismos. Cuestión que se hizo patente en sus
narrativas:

Trabajar en el interior es muy duro, allá somos cuerpos olvidados, no


importa si se te encaja un clavo o si te cae la perforadora, porque ade-
más tienes la obligación de no accidentarte, porque si no te corren…
nosotros no importamos tanto como las máquinas, en cierta manera so-
Sociedades Mineras en América Latina 181
mos como un engrane necesario para echarla a andar… (Olegario, mi-
nero de la mina El Paricutín. Entrevista transcrita, marzo 1984).

En marzo de 1985, los mineros de Pachuca y Real del Monte,


sorprendieron al mundo con sus cuerpos desnudos como único es-
tandarte ante la lucha. El hecho nos mostró el tránsito, nada fácil, de
ese cuerpo productivo y dócil a un cuerpo protesta que al fin interiorizaba
la ironía de la explotación al exigir ropa de trabajo y mejores condi-
ciones. Fue un acto sin precedentes.

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