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mandelrot.com – ¡Aquí no hay quien duerma!

¡Aquí no hay quien duerma!

(Primera parte)

(Telón cerrado. Todo oscuro, excepto tres niños que caminan juntos de derecha
a izquierda del escenario, hablando: Pedro, Javi y Rafa. Todos llevan las
mochilas a la espalda y caminan lentamente, cabizbajos).

Pedro: (Con voz lastimera) ¡Jo, cómo se han pasado con los deberes! Claro,
como los profes no tienen que hacerlos...
Javi: Menos mal que mañana no hay clase, que si no...
Rafa: A mí, como mi padre es profesor, me salen enseguida. Si tengo alguna
pregunta se lo digo y ya está.
Javi: Claro, por eso siempre sacas dieces. ¡Así cualquiera!
Pedro: De todas formas a mí no me hace falta estudiar.
Rafa: (Con interés) ¿Por qué? ¿Qué vas a ser tú de mayor?
Pedro: Yo, astronauta.

(Se paran en medio del escenario)

Javi: ¿Y para eso no hay que hacer deberes?


Pedro: ¡Claro que no! Lo único que hace falta es ser americano y guapo. (Con
expresión de orgullo) Como yo, vamos.
Rafa: (Con malicia) ¡Pues tú, americano no sé, pero guapo...! (Ríen Rafa y
Javi, y Pedro hace una mueca sacando la lengua).
Pedro: ¡Idiota! Además hay que ser muy valiente, porque si te sale un
marciano tienes que luchar con él.
Javi: (Levanta una mano con incredulidad) ¡Anda ya, si los marcianos no
existen!
Pedro: Claro que existen. (Bajando la voz, en tono confidencial) ¡Y hasta hay
muchos disfrazados como los hombres!
Rafa: Mi padre dice que mi abuela debe venir de Plutón, y mi madre siempre le
contesta que allí va acabar él como no se calle.
Pedro: (Todavía en tono confidencial) Pues en la Tierra hay algunos que están
espiándonos para saber cómo somos y, en cuanto nos despistemos,
¡zas! Nos conquistan y todos nos convertimos en comida para gatos
marcianos.
Javi: ¿Y si te sale alguno qué haces?
Pedro: (Con expresión valiente) Le echas un rayo con la pistola y ya está.
Rafa: Pues yo voy a ser un científico loco. Se me pondrán los pelos de punta
(hace el gesto con las manos encima de la cabeza) y mezclaré ojos de
rana con aceite de coches, le echaré una cosa verde y ¡¡BUMM!!
(levanta la voz y hace un gesto expresivo con las manos) Explotará todo
el laboratorio y me quedaré todo negro.
Pedro: ¿Y tú qué vas a ser Javi?
Javi: Yo voy a ser una cosa que da mucho miedo…
Rafa: ¿Ministro de Economía? Mi padre dice que cada vez que habla todos nos
cagamos.
Javi: ¡No, burro! Voy a ser como el del programa de los espíritus.
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Pedro: (Impresionado) ¿El cazafantasmas de la tele? Una vez vi el programa


ése y salía una mujer francesa sin cabeza que hablaba con el
presentador.
Javi: (En voz baja) ¿Y qué decía?
Pedro: Un montón de cosas raras, para mí que hablaba por lo menos en
inglés.
Rafa: Todo eso es mentira. Mi padre dice que son trucos para que la gente se
lo crea, pero que nunca nadie ha visto ningún espíritu.
Javi: Sí que existen. Son gente que se ha muerto y no ha podido irse al cielo ni
al infierno y por eso están aquí.
Rafa: (Negando con la cabeza) De eso nada. Yo soy un científico y no me creo
las cosas si no las veo. Los fantasmas sólo asustan a los niños como
vosotros, pero yo ya soy mayor y no me dan miedo esas tonterías.
Pedro: Eso lo dices ahora, pero si te sale la francesa no hay quien te gane a
correr.
Rafa: Que no, que al lado de mi casa hay un cementerio y yo nunca he visto ni
fantasmas, ni espíritus, ni nada.
Javi: Claro, porque tú lo ves de día. Si fueras de noche, cuando salen todos los
muertos, te ibas a enterar.
Rafa: (Desafiante) ¿Ah, sí? Y si me sale un muerto qué me hace?
Pedro: Pues te coge y te lleva con él.
Rafa: ¿Sí?¿Y a dónde me lleva?
Pedro: Pues a... (Duda sin saber qué decir) Díselo, Javi.
Javi: (Duda también pero al final se decide) Te lleva con él a su tumba y ya no
puedes salir más.
Rafa: ¡Pero si en su tumba sólo hay sitio para él! Además, están todos
encerrados y no pueden salir.
Javi: Sí, que los ataúdes están abiertos.
Rafa: Pero ninguno se levanta, que yo lo sé.
Pedro: ¡Pues vete por la noche al cementerio y ya verás!
Rafa: ¿Qué pasa? No voy porque no quiero, pero no me asusta nada.
Javi: No vas porque te da miedo. ¡Cobardica!
Rafa: No tengo miedo de nada y no me da la gana ir. (Lo dice con una
expresión de desdén).
Pedro y Javi: ¡Gallina, cobarde, gallina, cobarde...!
Rafa: (Interrumpiéndoles) ¡Pues vais a ver! Mañana por la noche voy a ir a
dormir allí!
Pedro: (Asombrado) Sí, ¿y tus padres?
Rafa: (Envalentonado) Se van todos los sábados por la noche y no vienen
hasta por la mañana. A mí me dejan con mi hermano mayor, pero él se
va con sus amigos y al final siempre me quedo solo.
Javi: No me creo que vayas a ir de verdad. Lo dices para parecer valiente pero
luego no te atreverás.
Rafa: ¡Que sí! Venid a comprobarlo. Mañana voy a estar toda la noche en el
cementerio ¡y no voy a tener miedo! (Ahora ya totalmente
envalentonado) Decidles a vuestros padres que os quedáis en mi casa y
lo veréis.

(Siguen caminando hacia la derecha del escenario)


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Pedro: Vale, se lo diremos y nos reiremos cuando no vayas.


Rafa: El que se va a reír soy yo. Os espero mañana por la noche en el
cementerio.

(No dicen nada más y desaparecen tras las cortinas. Unos segundos después
reaparecen Pedro y Javi, andando esta vez de izquierda a derecha del
escenario).

Pedro: Oye, podríamos asustar a Rafa mañana. ¿Y si nos disfrazamos de


monstruos y le salimos de repente? ¡A lo mejor le da un infarto!
Javi: (Riendo) ¡Vale! Cogemos unas sábanas para parecer fantasmas y
cuando nos vea nos vamos a reír. (Preocupado) Lo malo es que no voy
a poder coger ninguna de mi casa.
Pedro: Ni yo. (Un momento de silencio) Oye, ¿y si le decimos a Ana que venga
y coja algunas cosas del taller de su padre?
Javi: Yo la llamaré y se lo contaré.
Pedro: (Con picardía) Claro, como te gusta...
Javi: ¡Mentiroso! Bueno, llámala tú si quieres.
Pedro: No, llámala tú que no tengo su teléfono. (Le coge de la oreja
bromeando) Pichóooon...

(Desaparecen tras las cortinas).


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(Segunda parte)

(Se abre el telón. El escenario es ahora un cementerio oscuro y siniestro. Hay


cuatro cajas rectangulares –ataúdes– con sus respectivas lápidas, dispuestas
como sigue: de izquierda a derecha, la primera cerca del público; la segunda y
la tercera hacia el fondo; y la cuarta junto al público como la primera). Se puede
ver también la puerta de un panteón a la derecha de la tercera caja, también al
fondo del escenario. Hay arbustos por todas partes: junto a las lápidas y
ataúdes, en el centro del escenario, junto a la puerta del panteón... Todos los
“muertos” están colocados con la cabeza hacia la izquierda del escenario y las
cajas al abrirse dejan ver la parte interior de la tapa. Por la derecha del
escenario aparecen Javi, Pedro y Rafa con aspecto de estar asustados los
tres).

Rafa: (Con aires de valentía) No tendréis miedo, ¿verdad?


Pedro: (Con cara de susto) No, no, claro...
Javi: Ya... ya se está haciendo de noche.
Pedro: ¿Adónde lleva esa puerta? (Señala la del panteón).
Rafa: Creo que ahí están los ricos.
Javi: ¿Hay más de uno?
Rafa: Sí, la familia entera.
Pedro: Pues vaya ricos, que tienen que estar todos apretados en vez de tener
cada uno su caja.
Javi: Y ahí están... están... (Señala hacia los ataúdes).
Pedro: Sí, ahí están...

(Breve pausa)

Rafa: Los pobres. (Señalando hacia la parte izquierda del escenario) Vamos a
ver qué hay por allí.

(Se ponen a andar y desaparecen por la izquierda. Unos segundos más tarde
aparece Ana por la derecha, con una mochila a la espalda. Tiene cara de
susto).

Ana: ¿Ja... Javi? ¿Pedro? ¿Dónde estáis?

(En ese momento aparece Pedro por la izquierda corriendo, y Ana se muestra
muy asustada).

Pedro: (En voz baja) ¡Eh! Hola Ana, ¿te he asustado?


Ana: (En bajo también) ¡Sí, tonto! ¿Dónde está Javi?
Pedro: Con Rafa, yo me he escapado un momento. ¿Traes las sábanas?
Ana: Sí, y una linterna. (La saca y se la enseña, Pedro la coge)
Pedro: Vale, espéranos junto a la casa de Rafa y yo iré a buscarlos. ¡Hasta
luego! (Empieza a irse pero Ana le coge del brazo).
Ana: Oye... ¿No tienes miedo?
Pedro: Esto... (Piensa un segundo y habla con expresión valiente). ¿Miedo yo?
¡Qué va! Esto lo hago todas las noches.
Ana: (Sin malicia) ¿Todas? ¿Y cuándo duermes?
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Pedro: Eeeeh... Voy a buscar a Javi y a Rafa. ¿Sale corriendo hacia la


izquierda, todavía con la linterna en la mano).
Ana: (Intenta decir algo pero Pedro se va demasiado rápido; luego habla para
sí misma) Se ha llevado mi linterna. (Se encoge de hombros y se va por
la derecha).

(Pasan unos segundos y aparecen los tres amigos por la izquierda).

Rafa: Entonces vamos a buscar mis cosas para esta noche y luego vendré y
me quedaré a dormir. Ya veréis, ¡se lo pienso decir a todos en el colegio
y quedaréis en ridículo!
Javi: (Con retintín) Sí sí, ya verás...
Rafa: ¿Decías algo?
Pedro: No, nada... (Se para mientras los demás siguen andando) ¿Y la
linterna?
Rafa: (Se para) ¿Qué?
Pedro: Nada, seguid vosotros y nos encontramos en tu casa.
Javi: (Se encoge de hombros) No tardes mucho.

(Javi y Rafa se van por la derecha y Pedro se queda solo, con expresión
pensativa, en el centro del escenario muy cerca de las cajas que están más
próximas al público)

Pedro: ¿Dónde habré metido la linterna? (Se gira hasta mirar hacia la izquierda
del escenario, quedando de perfil al público) mira que si la pierdo...

(En ese momento se abre el cuarto ataúd, el de la derecha de los


espectadores, dejando ver una mano que empuja la tapa hasta que queda
completamente abierta; esto ocurre a la espalda de Pedro, que sigue pensando
sin enterarse de nada).

Pedro: Voy a buscarla. (Se va corriendo por la izquierda sin mirar atrás)

(En ese momento el muerto que ha abierto la caja se pone en pie. Es Martín;
lleva una camiseta roja, vaqueros y el pelo muy revuelto, y su piel es blanca
como el mármol. Mira a los lados, sale del ataúd y empieza a estirarse y
bostezar)

Martín: ¡Oaaaaaaah! (Rascándose la barriga con aspecto soñoliento) Qué


alboroto. ¿No saben que hay gente descansando en paz o qué? Ni
siquiera en el cementerio le dejan a a uno tranquilo los vecinos. (Mira de
nuevo a los lados) ¡Pero si no hay nadie! Habrán sido imaginaciones
mías. Aprovecharé para dormir cinco minutitos más.. (Vuelve a meterse
en el ataúd y cierra la tapa, justo en el momento en que aparece Pedro
con la linterna en la mano)
Pedro: ¡Menos mal que la he encontrado! Pero parece que no funciona... (Se
queda justo en medio de la primera y cuarta cajas, cerca del público y
vuelto hacia los espectadores, mientras examina la linterna)
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(Entonces se abre la segunda caja, al fondo del escenario, y se levanta Fina,


una muerta vestida con harapos y cara de sueño; se estira y sale por la
izquierda del escenario bostezando, sin darse cuenta de que allí está Pedro
con la linterna)

Pedro: Sigue sin funcionar. A ver si son las pilas... (Enfrascado con su linterna,
sin levantar la mirada, se va hacia la tercera caja y se sienta en ella sin
darse cuenta de que la de al lado está abierta; saca las pilas y se gira
hacia la derecha del escenario para apoyarlas en la caja)

(Cuando ya está vuelto aparece Fina, aún bostezando, y se acerca a su caja


sin darse cuenta de que Pedro está sentado en la otra. Lleva un vaso en la
mano derecha, y cuando ya está a punto de entrar en su caja mira el vaso,
dándose cuenta de que lo lleva. Se da la vuelta hacia el público sin perder su
cara de sueño y sus ojos casi cerrados)

Fina: Vaya, hombre. Ahora otra vez a llenar el vaso. Y encima no sé dónde he
puesto las gafas...

(Se gira hacia la izquierda del escenario y se va; mientras habla Pedro coloca
las pilas muy concentrado, y cuando ella desaparece él se levanta y avanza
unos pasos hacia el centro del escenario, dejando la caja abierta tras de sí. Se
para, levanta la cabeza, mira a los lados –no detrás– y se encoge de hombros)

Pedro: Vaya, el ruido del aire casi parece como si fueran voces. (Enciende la
linterna y comprueba que ahora funciona) Las pilas estaban puestas al
revés; ¡voy corriendo a llevárselas a Ana!

(Se va corriendo y hace mucho ruido con sus pisadas; justo en el momento en
que desaparece comienza a abrirse la puerta del panteón. Sale Leovigilda, una
muerta muy emperifollada y adornada con joyas)

Leovigilda: ¡Oh, qué alboroto! Esto de estar con la chusma es una lata. (Habla
de una forma muy “repipi” y se mueve con grandes gestos; luego sigue
con voz de falsete, hablando hacia el interior del panteón)
¡Leonaaaaardo! ¡Leonaaaardo, queriiiiiido!

(Sale Leonardo, muy bien peinado y vistiendo con ropas elegantes; tiene el
mismo aire orgulloso que su esposa; lleva una pipa apagada en la mano. Se
acerca a su esposa)

Leonardo: Por favor, querida Leovigilda, no grites de esa manera; te hace


parecer, y perdona por que te lo diga tan duramente, (hace una mueca
de repugnancia) “vulgar”.
Leovigilda: (Se lleva una mano al pecho como sofocada) ¡Oh Dios mío!
¿Vulgar yo? ¡Nunca!

(Aparece de nuevo Fina medio dormida, sin el vaso esta vez, y se dirige a su
ataúd)
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Leonardo: Buenas noches, señorita Fina.


Fina: (Se detiene cuando ya iba a entrar en la caja, mira a la pareja con aire
soñoliento y tarda un momento en reconocerles) ¿Mmmmm? Ah, buenas
noches. ¿Qué hora es?
Leovigilda: Se nota que aún está usted dormida. ¿Cuándo ha visto un muerto
que conserve su reloj? (Y a su marido en voz baja) No sé por qué tienes
que saludar a esa gente.

(Fina se mete en su caja y cierra la tapa mientras habla Leonardo)

Leonardo: Querida, hay que ser bondadosos con el populacho... (hace una
breve pausa) ...a veces.

(Se abre el tercer ataúd, junto al panteón. Sale Rolando, un muerto con tupé,
gafas oscuras y auriculares, moviendo su cuerpo como llevando el ritmo de la
música que escucha. Va vestido con vaqueros y una camiseta con el nombre
de algún grupo de Rock)

Rolando: (Mirando al público y sin hacer caso de los del panteón) Hay tres
cosas en la vida: Elvis, una cerveza y mi supermoto. ¡Oh yeah! (Se
vuelve hacia la pareja, que lo mira con repugnancia) ¡Qué passssa tíos,
que parecéis muertos! (deja de hacerles caso y se va bailando al son de
su música hacia la izquierda)
Leonardo: (Mientras Martín se va) ¡Qué vergüenza! Si los padres de este chico
se enteraran de lo que hace por las noches...
Leovigilda: Desde luego, si alguno de nuestros hijos se pareciera lo más
mínimo a este gamberro sería... ¡una tragedia! (Se lleva la mano al
pecho en su gesto de sofoco)

(Ahora se levanta la tapa de la primera caja y sale Sofía, otra muerta, vestida y
peinada muy discretamente. Mira a su alrededor y ve a la pareja, y les sonríe)

Leonardo: Buenas noches, señorita Sofía.


Sofía: (Sonriendo) Hola, buenas noches, señores marqueses. Les veo hoy muy
madrugadores, ¿se han levantado ya los demás?
Leovigilda: Sólo hemos visto a la señorita Fina y a ese desvergonzado de
Rolando.
Sofía: Y como siempre el último es Martín. ¡Vaya perezoso está hecho!
(Cerrando su tapa y acercándose a cerrar la de Rolando) Será mejor
cerrar la puerta de Rolando para que no le entre frío.
Leonardo: Es usted demasiado buena con ese... ese...
Sofía: No es mal chico, sólo hay que entenderlo. En fin, voy a lavarme. (Se va
por la izquierda)

(Se quedan solos los marqueses. Leonardo se arregla el traje mientras habla
con su esposa)

Leovigilda: Me parece que va siendo hora de desayunar. ¿No vienes,


esposo mío? (entra al panteón)
Leonardo: Ya voy, amadísima esposa. (Entra y cierra la puerta)
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(Unos segundos más tarde aparece Rafa con una manta y una almohada. Se
acerca hasta el centro del escenario y deja sus cosas en el suelo. No parece
muy tranquilo, y mira continuamente a su alrededor)

Rafa: ¡Vaya sitio! Si no fuera por la apuesta... Pero claro, con esos dos en mi
casa no tengo más remedio que dormir aquí. Si se enteraran los del
colegio que me he asustado (agita una mano)… ¡Uf! Se acabaría mi
reputación científica. Al fin y al cabo (adopta una postura erguida) las
historias de las películas son mentira; (añade en tono confidencial
hablando directamente al público) eso dice mi padre. Bueno, a dormir,
que estoy muy cansado.

(Bosteza, coge sus cosas y se coloca justo entre la cuarta caja –la de Martín– y
el público, quedando oculto para quienes están en el escenario; se acuesta con
la cabeza hacia la izquierda igual que los muertos, cierra los ojos y en seguida
respira profundamente como dormido.
Pasan unos segundos y entran Javi, Pedro y Ana con sábanas por encima,
disfrazados de fantasmas; no se les ve la cara. Avanzan hacia el centro del
escenario, se quitan las sábanas y hablan con susurros)

Javi: ¡No veo nada con esta sábana! Los agujeros están mal puestos y como
está oscuro si no voy con cuidado me tropezaré.
Ana: ¿Dónde está?
Pedro: Se habrá escondido para que no lo descubra ningún muerto. (Ríen los
tres)
Javi: Pues a éste cuando se queda dormido no hay quien lo despierte.
Ana: Sí, una vez se quedó dormido en el lavabo y tuvieron que echar la puerta
abajo...
Pedro: ¡Y lo descubrieron dormido en el váter! (Los tres ríen otra vez)
Javi: ¿Cómo lo encontramos?
Pedro: Ya sé: nos separamos y el primero que lo vea avisa a los demás,
¿vale?
Ana: (Con expresión preocupada) ¿Y si nos perdemos?
Javi: A lo mejor te encuentras con un muerto... (Se lleva las manos al cuello
como si lo ahogaran) ¡Aaaagh!
Ana: No seas tonto. Si nos perdemos nos encontraremos aquí, ¿de acuerdo?
Pedro: De acuerdo. ¡Vamos!

(Se ponen las sábanas. Pedro y Ana se van por la izquierda y Javi por la
derecha, alargando los brazos como tanteando. Nada más desaparecer se
abre la puerta del panteón y aparece Leonardo con un periódico en en una
mano y su pipa en la otra)

Leonardo: Esto de estar muerto es un fastidio. Como no tengo periódicos


nuevos siempre tengo que leer el mismo, me he quedado sin saber
quién ha ganado la guerra, y como tampoco tenemos calendario... (Con
expresión pensativa) Calculo que debemos andar ya por el año cuarenta
y nueve: ¡cómo pasa el tiempo! (Se sienta en la caja de Rolando, se
pone la pipa en la boca, despliega el periódico y se pone a leerlo; un
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momento después lo cierra con expresión de mal humor, se levanta y


camina hacia el centro del escenario) ¡Siempre lo mismo! Ya me sé de
memoria hasta las notas de sociedad. Y menos mal que conseguí este
periódico de un visitante que se lo olvidó, que si no... (Irguiéndose con
orgullo) ¡Yo, todo un Marqués de la Coronilla y Acevedo de Vaca,
obligado a leer todos los días las mismas noticias! Al menos, mis
herederos podrían haber tenido el detalle de mandarme la prensa diaria.
(Con gesto de resignación) ¡Qué se le va a hacer!

(En ese momento entra por la izquierda Sofía, sonriendo como siempre, y se
acerca para hablar con Leonardo)

Sofía: ¿Qué cuentan hoy los periódicos, don Leonardo?


Leonardo: (Suspira y hace un gesto de sufrimiento) ¡Ay, señorita Sofía! ¿Qué
van a contar? Lo mismo de ayer...
Sofía: (Con interés) Bueno, ¿y qué contaban ayer?
Leonardo: Pues... pues... (desconcertado) Lo mismo que hoy.
Sofía: (Sorprendida) Oh, qué... qué interesante.
Leonardo: (Levantando la barbilla con altivez de nuevo) De todas formas mis
asuntos me mantienen muy ocupado, y casi no tengo tiempo de leer la
prensa.
Sofía: Pues yo no tengo nada que hacer, así que me iré a jugar a las cartas
con mi amiga Laura. ¿Sabe? Está en la fosa común y tiene amigos muy
simpáticos; ¿quiere usted venir? Se lo pasará muy bien, ya lo verá.
Leonardo: (Muy orgulloso) No, no, por favor. ¿Yo, todo un noble, mezclado con
la plebe? ¡Qué diría de mí la realeza!
Sofía: (Se encoge de hombros) Como quiera; si alguna vez se anima a venir
con nosotros está invitado. ¡Hasta luego! (Se va por la derecha)
Leonardo: (Avanza unos pasos hasta quedarse entre los ataúdes de Sofía y
Martín, cara al público) ¡Vaya una idea! ¿Cómo se puede pensar que
alguien con mi dignidad, mi estilo, mi educación, pueda mezclarse de
esa forma con esa gente? (Niega con la cabeza y cambia su expresión
por una más normal, atento al periódico) En fin, a ver qué dice mi
horóscopo.

(Justo cuando empieza a desplegar el diario aparece Javi por la derecha, con
la sábana por encima y tanteando como si no viera nada. Cruza el escenario
hacia la izquierda pasando por detrás de Leonardo –que no se entera de nada
mientras lee– y desaparece por ese lado)

Leonardo: (Cuando ya está solo de nuevo) Oh, ahora me acuerdo de que este
periódico no trae horóscopo. (Suspira, lo cierra, se dirige hacia el
panteón y entra cerrando la puerta)

(Entonces aparece Ana con la sábana por encima: anda hasta el centro del
escenario y se la quita, mirando hacia los lados)

Ana: ¿Dónde estará? A lo mejor se ha escondido; voy a buscar.


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(Se pone la sábana y camina hasta la caja de Rolando, dando la espalda a la


de Fina, que en ese momento se abre. Fina se queda sentada, mirando a todos
lados restregándose los ojos sin ver a Ana, que continúa buscando y se va por
la derecha)

Fina: (Se levanta mirando con los ojos casi cerrados hacia el suelo y los lados
y cierra la tapa de su caja) No sé dónde he metido las gafas. Como no
las encuentre... Deberían enterrarnos con unas de repuesto como a los
conductores... (Sigue buscando, caminando hacia donde está durmiendo
Rafa) Encima, esto de salir siempre de noche es un fastidio.

(Fina tantea en las cajas de Sofía primero, y Martín después. Cuando llega
hasta donde está durmiendo Rafa se para al tocarlo, extrañada)

Fina: ¿Qué es esto? ¡No veo nada!

(Justo cuando se inclina otra vez para comprobar lo que está tocando aparece
Rolando en bicicleta, avanzando hasta pararse en el centro del escenario)

Rolando: (Quitándose los auriculares y hablando a Fina) Qué, nena, quieres


dar una vuelta en mi moto?
Fina: ¿Eres tú, Rolando? ¿De dónde has sacado esa moto?

(En ese momento aparece Javi con la sábana, las manos extendidas como
tanteando, y se pone a buscar a ciegas junto a la caja de Fina, que no le ve)

Rolando: No es una moto, tía (cuando le oye, Javi se detiene y se quita la


sábana; ve a los dos muertos y se queda petrificado con la boca abierta
a la vez que deja caer la sábana al suelo) sino la bicicleta del portero de
día; no me dejaron traerme la mía al cementerio así que tengo que
conformarme con esto. ¿Estás ciega o qué?
Fina: (Anda hasta colocarse detrás de la caja de Martín –al otro lado del ataúd
que Rafa, que está más hacia el fondo del escenario) Es que he perdido
mis gafas y veo muy poco sin ellas.
Rolando: Pues lo siento, no te puedo prestar las mías. (Mira al público) Me
hacen falta para ligar...
Fina: Bueno, seguiré buscando. (Se pone a tantear hacia la derecha del
escenario y desaparece)
Rolando: (Colocándose de nuevo los auriculares) Y yo voy a seguir con mi
música y mi moto... (Mueve la cabeza siguiendo el ritmo)

(Cuando ya tiene puestos los auriculares Javi, que había estado paralizado
mirándolos, se pone a chillar y se va corriendo por la izquierda; arma mucho
ruido, y en ese instante se levanta la tapa de Martín, que levanta el tronco
hasta quedarse sentado mirando a los lados sin ver a Rafa)

Martín: ¡Eh, que hay gente durmiendo!


Rolando: (Lo ve al estar cerca de él) ¿Qué passssa, colega?
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(Martín vuelve a acostarse y a cerrar la tapa de su caja; Rolando hace el gesto


de ponerse el casco, como si estuviera en una moto de verdad)

Rolando: (Mirando a la derecha del escenario) ¡Oh, yeah! ¡Dejen paso a


Rolando, el rey del rock! ¡Broomm! ¡Broomm! ¡Brooooooo...!

(Se va pedaleando y haciendo mucho ruido; justo cuando él sale, Rafa se


despierta, se queda mirando a todos lados y luego mira al público hablando
hacia éste con expresión de gran extrañeza)

Rafa: ¡Qué raro! Me ha parecido oír a alguien con ¡una moto en medio del
cementerio! (Se encoje de hombros) Habrá sido un sueño... ¡A dormir
otra vez! (De nuevo se acuesta y se queda dormido)

(Unos segundos más tarde aparece Rolando cojeando y con una rueda en la
mano, y los auriculares arrastrando por el suelo)

Rolando: (Andando hacia la izquierda y haciendo gestos de dolor) ¡Ay! (Se


para un momento y mira hacia el público) “Las imprudencias se pagan”
(sigue cojeando hacia la izquierda; cuando ve la sábana que dejó Javi se
para y la recoge del suelo) ¿Qué es esto? ¡Un disfraz de fantasma! Mira,
lo voy a usar para darle un susto a la urraca ésa del panteón. (Señala a
la puerta del mismo) Voy a dejar lo que ha quedado de la supermoto y
vuelvo. (Se va por la izquierda)

(Aparece Ana por la derecha. Anda hacia el centro del escenario y se quita la
sábana)

Ana: Nada de nada. O se ha escondido muy bien, o ha vuelto a su casa, o todo


ha sido una broma de Javi y Pedro. (Enfadada) ¡Como los coja...!

(En ese momento entra Javi corriendo y va hacia donde está Ana. Llega hasta
ella y empieza a gesticular exageradamente sin poder decir nada porque le
falta el resuello)

Ana: He estado buscando a Rafa y no está aquí. ¿Ha sido una broma o qué?
Javi: (Entrecortado) A... Ana... Dos muertos... bicicleta... yo... gafas...
Ana: (Tranquilizándolo) ¿Qué quieres decir? A ver, despacio...
Javi: Yo... ¡yo estaba aquí y vi un muerto en bicicleta y otro que buscaba unas
gafas!
Ana: ¿Pero qué dices? Estás loco o qué? ¡Yo me voy!

(Justo al decir esto aparece Rolando por la izquierda del escenario con la
sábana por encima tanteando hacia el centro)

Javi: ¡Es verdad! (Mira a Rolando pero lo confunde con Pedro) ¡Pedro! ¡Pedro!
¡He visto dos muertos pero Ana no me cree!
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(Ana se va por la derecha del escenario como enfadada. Javi se pone a hablar
con Rolando, colocado éste a la derecha y mirando hacia la izquierda del
escenario)

Javi: Es verdad. ¡Había un muerto rockero con una bici y una muerta miope!
Tú me crees, ¿verdad?

(En ese momento entra Pedro por la izquierda del escenario y se quita la
sábana. Mira a Javi y a Rolando –que está quieto, sin decir ni hacer nada–)

Pedro: ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?

(Pedro se queda esperando una respuesta, y Javi lo mira con los ojos y la boca
abierta. Se pone entre Pedro y Rolando, mirando alternativamente a uno y a
otro)

Javi: Pero... Si tú eres... Quién... (Señala a Pedro, señala a Rolando, a Pedro


otra vez, a Rolando, se para mirando al público un segundo y acto
seguido se pone a gritar y a correr, desapareciendo por la izquierda del
escenario) ¡Socorroooooo!

(Pedro se acerca a Rolando y le habla)

Pedro: Ana, ¿sabes lo que le pasa a Javi? ¡Parece que haya visto un muerto!
Lo que pasa es que es un cobardica. Para estas cosas hay que ser
valiente... (Con cara de orgullo)

(Aparece Ana por la izquierda con la sábana en la mano y gesto de enfado; se


dirige hasta donde está Rolando y le da su disfraz. Ahora es Pedro el que está
con la boca abierta)

Ana: Ya estoy harta de bromas. ¡Quedaos con vuestros fantasmas! (Se da la


vuelta y se va por la derecha, andando rápidamente)
Pedro: (Se pone a la derecha de Rolando, entre éste y el sitio por donde ha
desaparecido Ana) Pero... Si tú eres... Quién... (Señala a donde estaba
Ana, a Rolando, a donde estaba Ana otra vez, de nuevo a Rolando, se
para mirando al público un segundo y acto seguido se pone a gritar y a
correr, desapareciendo por la derecha del escenario y tirando su
sábana) ¡Socorroooooo!

(Cuando Pedro se va se abre la tapa de Martín, que se vuelve a sentar. Mira a


un lado y a otro de nuevo)

Martín: Ya está bien, ¿no? ¡Dejad de molestar! (Vuelve a acostarse y cierra la


tapa)

(Rolando se quita la sábana de encima; lleva las gafas oscuras y los


auriculares puestos)
mandelrot.com – ¡Aquí no hay quien duerma!

Rolando: No sé a quién he asustado. No se ve nada con esta sábana y con la


música puesta... (Mirando la otra sábana) ¿Quién me ha dado esto?

(Aparece Fina con sus gafas puestas)

Fina: (Hablando para sí misma) ¡Al fin las he encontrado! Menos mal que Sofía
me ha ayudado, que si no...
Rolando: ¡Qué passsa tronca! ¿Me ayudas a darle un susto a la Reina de los
Mares?
Fina: (Se acerca al centro del escenario) ¿A la marquesa? No, gracias. Igual le
da un patatús y se nos muere... (Hace una pausa) ...otra vez. Me voy a
mi casa. (Se mete en su caja y cierra la tapa)
Rolando: Pues yo me voy a reír un rato. Voy a cambiar de sábana por que con
ésta no veo nada. (Deja la sábana en el suelo, se pone la que le ha dado
Ana y se dirige hacia la puerta del panteón. La abre y entra)

(Un momento después aparece Sofía por la derecha, sonriendo y dirigiéndose


a su ataúd)

Sofía: ¡Qué bien me lo he pasado! Y además he ayudado a Fina a encontrar


sus gafas. (Se para junto a su caja) Laura y sus amigos me han invitado
a jugar al baloncesto. (Pensativa) Lo que no me ha gustado ha sido que
usaran como pelota la cabeza de aquel chico tan simpático; luego tendrá
jaqueca un buen rato…

(Se oye un grito –de Leovigilda– desde dentro del Panteón, y Sofía entra
corriendo a ver qué ha ocurrido, cerrando la puerta. Un segundo después
aparece Pedro por la derecha, con cara de miedo y mirando a todos lados.
Anda despacio hasta el centro del escenario y habla para sí mismo, de cara al
público)

Pedro: (Temblando) Te... Tengo que encontrar a Javi y salir de aquí. ¿Dónde
estará? A lo mejor... ¡lo ha cogido el muerto! Y a Rafa también; y ahora
son dos zombies que vendrán a comerme y me sacarán los ojos. (Muy
asustado) ¡Y saben dónde vivo! Vendrán a por mí...

(Javi aparece corriendo y se dirige hacia Pedro; los dos tienen caras de terror)

Javi: ¡Pedro! ¡Pedro! (Pedro da un grito y Javi se para junto a él gritando


también; luego se quedan callados un momento, mirándose fijamente)
Pedro: No serás un vampiro, ¿verdad?
Javi: ¿Yo? ¡Qué dices!
Pedro: Estoy asustado...
Javi: Y yo... ¿Dónde está Rafa?
Pedro: ¿Y si se lo han comido los muertos?
Javi: Oye... (Expresión pensativa) ¿Y si él era el fantasma?
Pedro: (Se queda un momento pensativo también) Pues... ¡Claro! Seguro que
nos ha visto y nos ha gastado una broma él a nosotros.
Javi: (Dudando) ¿Y los otros muertos?
mandelrot.com – ¡Aquí no hay quien duerma!

Pedro: (Envalentonado) ¡Seguro que te los has imaginado! Estarías tan


asustado que pensaste que eran de verdad.
Javi: Si tú lo dices...

(Ellos están mirando hacia el público y no se dan cuenta de cómo en el fondo


del escenario Fina abre su cajón, se levanta con las gafas en la mano, lo cierra
y sin ponérsela se acerca lentamente a los chicos)

Pedro: Los fantasmas no existen, ni los vampiros, y los muertos que andan son
cosas de las películas.
Javi: Claro, tienes razón.
Fina: (Justo tras ellos) ¿Tenéis un pañuelo?

(Javi y Pedro la miran, se ponen a gritar como locos y se van corriendo por la
derecha)

Javi y Pedro: ¡¡Socorrooooo!!

(Se abre el ataúd de Martín, que se sienta de nuevo)

Martín: Pero bueno, ¿es que no se puede descansar en paz ni siquiera en un


cementerio? ¡Silencio! (Vuelve a acostarse y cierra la tapa)

(Entonces se abre la puerta del panteón y sale Rolando, con la sábana en la


mano; luego Leonardo; y luego Sofía en quien se apoya la marquesa, que tiene
la mano en el pecho y cara de auténtico sofoco; Sofía cierra la puerta)

Leonardo: ¡No tiene usted vergüenza, joven!


Rolando: Passso, tío...
Sofía: (Ayudando a sentar a Leovigilda) Tranquilícese señora marquesa, que
sólo ha sido un susto.
Fina: (Que no parece haberse dado cuenta de nada) ¿Tenéis un pañuelo o no?
Con las gafas sucias no veo nada.
Rolando: (Se acerca a Fina) Toma éste tía, así no se te quedará pequeño. (Le
da la sábana y Fina limpia sus gafas)
Leonardo: Señorita Sofía, vamos a llevarla a dar un paseo para que se
tranquilice.
Sofía: Sí, vamos. (Ayuda a levantar a Leovigilda, que sigue con su sofoco, y
mientras Fina se mete de nuevo en su caja con la sábana se van las dos
con las dos con el marqués por la derecha, quedándose Rolando solo)
Rolando: Vaya bruja más delicada. (Se encoge de hombros) ¡Por un sustito de
nada! En fin, me voy con mi supermoto a otra parte.

(Se pone un casco imaginario, se vuelve hasta ponerse de cara a la parte


izquierda del escenario, se monta en una moto imaginaria y hace el gesto de
acelerar)

Rolando: ¡Broooomm! ¡Brooooomm! (Se pone a correr y desaparece por la


izquierda) ¡¡Brooooooo...!
mandelrot.com – ¡Aquí no hay quien duerma!

(En el momento en que desaparece Rolando Rafa se despierta y se sienta


mirando a todos lados)

Rafa: ¡Otra vez! ¡He oído una moto en medio del cementerio! (Se pone en pie,
recoge la manta y la almohada y camina hasta colocarse entre las cajas
de Sofía y de Martín; continúa hablando hacia el público) Además, me
ha parecido oír gritos todo el rato; no sabía que los cementerios fueran
tan ruidosos. (Se abre la caja de Martín, a la vez que Rafa da dos pasos
hacia delante y se coloca aún más cerca del público y éste no ve cómo
Martín levanta el torso hasta quedarse de nuevo sentado) Yo sólo digo
una cosa: ¡aquí no hay quien duerma!
Martín: Sí chico, y que lo digas: tienes toda la razón.

(Rafa lo mira, se queda un segundo paralizado, y acto seguido se pone a correr


y a chillar como un loco, desapareciendo por la derecha del escenario; Martín
lo sigue con la mirada y cuando se va mira al público, se encoge de hombros,
se acuesta y cierra la tapa)

FIN

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