El refrán dice, "El tiempo es dinero". Pero si nos dan a elegir, ¿qué es realmente
más importante: cinco minutos o cinco dólares?
Es obvio que el tiempo es más precioso que el dinero. Tenemos una cantidad
limitada de tiempo en esta tierra. Y a medida que envejecemos, esta realidad se
hace cada vez más evidente. Sin embargo, cuando somos jóvenes sentimos que
vamos a vivir para siempre. Cuenta la leyenda que en su lecho de muerte, la
Reina de Inglaterra dijo, "Renunciaría a toda mi fama y a todas mis riquezas por
una sola hora más de vida".
Pero hay una forma más sutil de perder el tiempo. Recuerdo haber visto un
anuncio, publicitando ropa, en una pequeña tienda de venta por departamentos;
"Para adaptarse a su ocupado estilo de vida". El anuncio era atractivo para
nuestro deseo humano de estar ocupados. Si estamos ocupados, nos sentimos
importantes. Pero, ¿qué estamos haciendo realmente? Imaginemos una lápida
que dice: "Hizo muchos repartos". ¿No hay en la vida algo más importante que
simplemente "estar ocupados"?
Al describir la vida de Abraham, la Torá dice: "Estos son los DÍAS de los AÑOS de
la vida de Abraham" (Génesis 25:7). La Torá compara los días a los años para
decirnos que, si bien el crecimiento de una persona promedio puede medirse en
años, el crecimiento de Abraham y de Sara podía medirse en días. Ellos crecían
enormemente a diario. Ellos vivieron días completos.
A veces podemos pensar lo siguiente, "Yo podría estar creciendo más, sólo si mi
vida no fuera tan difícil". Esto es una falacia. Porque nuestro mayor crecimiento
viene durante los tiempos difíciles, no durante los momentos fáciles. El Talmud
dice que "todos los años de Sara fueron iguales en términos de bondad". ¿Pero
cómo es posible? ¡Sara sufrió 90 años de esterilidad y fue secuestrada dos veces!
Abraham, también, ¡luchó guerras y fue arrojado en un horno ardiente!
El significado de esta declaración es que no importa lo que pasó, Sara vio cada
evento como una oportunidad para aprender y para crecer. Los seres humanos
tienen que crecer y aprender constantemente. Porque no existe tal cosa como
"quedarse tranquilo". La vida está en un estado constante de entropía. Por lo
tanto, si no estamos creciendo, entonces nos estamos marchitando.
He aquí una de mis historias favoritas que ilustra esta idea: Había un gran rabino
en Europa en el siglo XIX llamado Jatam Sofer. A él le tomaba varios años
estudiar el voluminoso Talmud, desde el primer tratado hasta el último. Al terminar,
celebraba con familiares y con amigos. Un día, anunció otra celebración, apenas
unos meses después de la celebración anterior. Sus amigos le preguntaron:
"¿Pero cómo es posible si tu ciclo regular de estudio aún no ha terminado, faltan
varios años?". Él explicó: "Todo este tiempo he estado estudiando el Talmud
simultáneamente en un segundo ciclo. Durante este segundo ciclo, estudié cada
vez que tuve cinco minutos libres, ya sea mientras esperaba de pie en filas, o
mientras esperaba que comenzara algún evento, o mientras viajaba. De esta
manera, cinco minutos a la vez, yo fui capaz de acumular muchos años extras de
estudio de Torá!".
Ahora que estás pensando, "Oh sí, todo esto suena bonito en teoría, ¡pero
necesito tiempo para descansar!". Por supuesto, todo el mundo necesita tiempo
para recargar energías y para refrescarse. En Los Ángeles, en un paseo peatonal
muy popular, recuerdo haber visto un enorme cartel que decía: "El lugar para venir
cuando no tenga nada que hacer".
Shabat Shalom,
Rav Shraga Simmons