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Universidad Abierta Para Adultos

(UAPA)

Escuela de educación

Participante:
DANILSA VALDEZ REYES

Matricula:

15-7766

Asignatura:

Educación para la Paz y Formación Ciudadana

Facilitadora:

Elson Vásquez Guzmán


. Investigaen la web en relación a la formación ciudadana
en la República Dominicana y presenta un análisis crítico
sobre los aspectos planteados. Incluye sugerencias para
mejorar la educación ciudadana.

Sin lugar a dudas, La Educación Ciudadana ocupa un rol


fundamental en aquellas sociedades en las que se goza de libertades
civiles, sociales, políticas y económicas. En éstas, los ciudadanos son
sujetos “fruto” de la democracia y asimismo “para” la democracia
por lo que es preciso aprender a vivir en ella. Así mismo, el
importante déficit en la participación política y la deserción de los
compromisos sociales colectivos, justifican el imperativo ético de la
Educación Ciudadana como una necesidad básica para el
sostenimiento y fortalecimiento de la democracia.

En tanto vivimos en una sociedad, si existe un rol que compartimos


todos los seres humanos es el de “ciudadanos y ciudadanas”. Éste no
sólo es común a todas las personas, sino que es connatural a su
esencia: somos seres “para” el encuentro, que nos completamos en la
vinculación con los demás, y con esse ser comunitario que
conocemos como “sociedad”. Rol indelegable que se materializa en la
conciencia de cada cual, y que necesariamente nos acompaña
mientras tengamos vida. Rol que implica una responsabilidad
fundamental de cara tanto al proyecto personal, como al proyecto
comunitario, en los que se teje la democracia como un estilo de vida.

El ciudadano de la democracia no nace sabiendo cómo debe


desempeñar su rol. Tampoco le es fácil aprenderlo de su entorno,
dada la ambigüedad que caracteriza el discurso y la práctica de sus
referentes políticos y sociales. La sociedad demanda que participe y
se responsabilice de los asuntos comunitarios, pero éste desconoce
qué hacer y cómo debe participar. Aprendemos a ser ciudadanos y
ciudadanas de forma gradual, en la práctica. La ciudadanía se vive y
aprende desde el seno de la familia, en la interacción continua entre
padres y hermanos. Se desarrolla y practica en la escuela, mediante
los procesos de socialización, participación reflexión, y resolución de
conflictos. Y se fortalece y ejerce en el ámbito de la sociedad, donde
encuentra su máxima realización. Familia, escuela y sociedad, por
tanto, están llamadas a ser grandes maestras en el ámbito de
ciudadanía.

Gracias a la Ordenanza 3-99, la Educación Cívica en la República


Dominicana tomó un nuevo rumbo. Mediante ella, en 1999 la
Secretaría de Estado de Educación incluyó la asignatura Educación
Moral y Cívica como parte del currículo oficial para todos los grados
(1ero-12mo) de las escuelas públicas y privadas de nuestro país.
Esto implicó un importante paso de avance. Durante las cuatro
décadas anteriores la Educación Cívica quedó a merced de la
formación del hogar, o bien de las escuelas que la asumían como
parte de su currículo particular. Los intentos de incluir la Educación
Ciudadana como un Eje Transversal a partir de la Transformación
Curricular del Plan Decenal (1992) no fue asumida del todo por los
docentes.

En nuestro país urge el aumento de nuestro “capital cívico”. Este


capital está compuesto por las virtudes cívicas, los conocimientos las
actitudes y las competencias de los ciudadanos y las ciudadanas. Y es
la escuela la que constituye el lugar idóneo para el desarrollo de este
capital, tanto a través del ámbito curricular como del institucional.
La vida del centro educativo, como un grupo que comparte normas y
valores, es la que genera una genuina Educación Cívica. Para el logro
de las competencias ciudadanas es necesario desarrollar prácticas
innovadoras en los gobiernos estudiantiles, así como aprender a
vivir en un mundo compartido con otros. Es impensable formar en
ciudadanía sin asumir como escenario la interacción natural entre
los miembros de una comunidad. La escuela es, por tanto, un nido
de cultura democrática y el contexto ideal para la formación
ciudadana.

En relación a la formación ciudadana, en su obra “La Ciudadanía a


través de la Educación” Antonio Bolívar plantea que son las virtudes
cívicas y la participación activa de los ciudadanos en su entorno
comunitario las que dan vigor democrático y sostenibilidad a las
instituciones. Así, la escuela está llamada a reafirmar su papel de
primer orden para formar el “capital cívico”, compuesto por las
virtudes cívicas, los conocimientos, las actitudes y las competencias
ciudadanas.
2. Analiza la situación social y democracia que se vive en
América Latina y El Caribe. Mediante un croquis, presenta
los países que viven en democracia en América Latina.

En los últimos treinta años América Latina ha experimentado la


transición y la consolidación democrática. Se han producido grandes
avances para garantizar el derecho universal al voto, elecciones
libres y transparentes y el acceso y la permanencia en el poder de los
cargos elegidos; sin embargo, estos elementos no son suficientes
para garantizar la solidez de los regímenes democráticos. Los
acontecimientos recientes de Honduras son emblemáticos del riesgo
de un retroceso autoritario y cómo éste puede materializarse de
manera repentina.

La democracia en América Latina presenta elementos de debilidad


relacionados con la incapacidad del Estado de extender los derechos
humanos fundamentales a toda la población, requisito fundamental
para convertir a los habitantes de un estado en ciudadanos a todo
efecto y para garantizar la cohesión social, la participación, el
sentido de pertenencia de la población hacia el Estado y el apoyo
estable de la población a esa democracia, es decir, como elemento
legitimador.

Pese a las diferencias entre todos los países de América Latina,


algunas características comunes explican la debilidad democrática;
la desigualdad es la más relevante, pues los mayores niveles de
concentración de la riqueza mundial se encuentran en esa región.
Las implicaciones son muy relevantes, pues la desigualdad que
caracteriza a los países latinoamericanos se relaciona con la
subsistencia de bolsas de pobreza e indigencia que chocan con los
valores medios de riqueza de los países, siendo la mayoría de ellos de
renta media y, en algunos casos, alta.

Se trata de una pobreza y de una desigualdad multidimensional, que


a la escasez económica agregan la falta de acceso a las necesidades y
a los servicios básicos, la falta de oportunidad, la exclusión social y la
discriminación. La discriminación social afecta a una pluralidad de
grupos sociales (pobres, indígenas, campesinos, mujeres), creando
así una masa enorme de excluidos.

La desigualdad afecta también, de manera directa, a las dinámicas


políticas y la posibilidad de acceso al poder por la población. De
hecho, la concentración de la riqueza y del poder implica el uso de
instrumentos que permiten a los grupos privilegiados reproducir
el statu quo. Esos instrumentos están representados principalmente
por la violencia y la corrupción, fenómenos que alcanzan niveles
elevadísimos en la región.

La inseguridad social es una de las mayores preocupaciones de la


población latinoamericana, que además desconfía de la capacidad
del Estado de desempeñar su función clave de protección.

Por otro lado, la corrupción debilita la cohesión social y reduce la


posibilidad de construir un pacto social sólido entre la población. La
desigualdad, a través de múltiples canales, impide la creación y
consolidación de una base social bastante amplia capaz de sustentar
el desarrollo de democracias sólidas y efectivas.

En las siguientes líneas, se tratarán algunos de estos temas, pues el


objetivo de este artículo es evidenciar como, sin una acción decidida
sobre las desigualdades, la democracia en América Latina tiene un
destino muy incierto.

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