— Usted habla de la situación en Francia. Pero también visitó algunos países socialistas.
¿Ha cambiado allí, verdaderamente, la condición de la mujer?
— Es un poco diferente. Por ejemplo, he visto de cerca lo que pasa en la Unión Soviética. Casi
todas las mujeres rusas trabajan y se desprecia a las que no lo hacen. Sin embargo, es muy
pequeña la cantidad de mujeres con poder en el Comité Central o en los órganos inferiores del
partido, en comparación con los hombres. Además, las mujeres ejercen sobre todo las profesiones
menos agradables y que dan menor prestigio. Por un lado, entonces, no conocen la igualdad con
el hombre en el plano laboral. Por el otro lado, una se encuentra en todas partes con la misma
barbaridad contra la que luchan las mujeres del MLF: el trabajo de ama de casa y el cuidado de los
hijos están en ciento por ciento a cargo de la mujer. De alguna manera es una situación mejor que
la de la mujer en los países capitalistas, pero también más difícil. Tampoco en la Unión Soviética
se ha logrado la igualdad entre la mujer y el hombre.
—Llamo feministas a esas mujeres y hombres que luchan por un cambio de la situación de la
mujer, por supuesto en relación de lucha de clases, pero sin subordinar totalmente ese cambio al
de la sociedad. Yo diría que ahora soy feminista de esa manera. Porque tomé conciencia de que
antes de que llegue el socialismo que soñamos, hay que luchar por la situación concreta de la
mujer. Y también me di cuenta de que ni siquiera en los países socialistas se logró la igualdad.
Además he constatado que en Francia, aún los movimientos de izquierda, inclusive los más
radicalizados, existía una desigualdad fundamental entre el hombre y la mujer. Siempre era la
mujer la que hacía las tareas más humildes, más aburridas y más desapercibidas. Y siempre, eran
los hombres los que tomaban la palabra, escribían los artículos, hacían las tareas más interesantes
y asumían las mayores responsabilidades.
— Yo me pregunto si es verdad que toda relación sexual entre hombre y mujer es represiva. ¿No
sería mejor, en vez de rechazar ese contacto, promover una forma no represiva? Me opongo a
quienes dicen que cada coito es una violación. Yo no lo creo. Cuando uno dice que cada coito es
una violación está aceptando los mitos masculinos, está aceptando que el órgano del hombre es
una espada, un arma. Se trata de inventar nuevas relaciones sexuales no represivas.
— ¿Escaparme totalmente de mi condición de mujer? ¡No! Tengo cuerpo de mujer. Pero, de todas
maneras, yo tuve suerte. Me pude salvar de la mayoría de las servidumbres de la mujer. Por
ejemplo la maternidad, o ser ama de casa. En cuanto a la profesión, en mi época había menos
mujeres que estaban en la Universidad. Obtener un diploma en filosofía significaba, como mujer,
un privilegio. También logré ser respetada entre los hombres: estaban dispuestos a reconocer a
una mujer que había descollado como ellos, porque era bastante excepcional. En general, si usted
está de acuerdo conmigo en que una mujer no necesariamente tiene que estar casada, o ser
madre, para llevar una vida feliz y plena, entonces creo que hoy en día muchas mujeres se han
realizado en la vida sin estar abrumadas bajo las servidumbres que se presuponen para la mujer.
— Usted ha dicho: “El éxito mayor en mi vida fue Sartre”, pero siempre tuvo como meta
lograr la mayor independencia posible y se negó sistemáticamente a ser dominada…
¿Cree que, a pesar de ser tan difícil lograr relaciones de igualdad entre el hombre y la
mujer, usted personalmente lo logró?
— Sí. O más bien, el problema no se presentó, porque Sartre no tenía nada que ver con un
represor. Si yo hubiera amado a otra persona, por lo menos, nunca me hubiera dejado dominar.
— Algunas corrientes feministas tomaron como punto de partida el trabajo del ama de
casa, que es gratis y no tiene valor de cambio, y definen a las mujeres como una clase
aparte, al margen de las existentes. Es decir que ponen la dominación patriarcal como
contradicción fundamental y no secundaria. ¿Está de acuerdo con este análisis?
— Creo que los análisis que ponen en pie de igualdad la opresión capitalista y la patriarcal son
incorrectos. El trabajo del ama de casa no rinde plusvalía. Es otra situación que se le roba una
parte de su trabajo. Me gustaría saber, exactamente, qué relación hay entre las dos. En este
momento no veo todavía una respuesta clara. Toda la táctica que tienen que seguir las mujeres
depende de eso. De todas formas, es muy correcto poner el acento en el trabajo no pago del ama
de casa.
— Yo solamente pude comprobar – y eso me llevó a cambiar los puntos de vista que tenía en El
segundo sexo – que la lucha de clases no lleva a la emancipación de la mujer. Abolir el capitalismo
no significa la abolición de la tradición patriarcal mientras se conserve la familia. Yo no creo
solamente que se deba abolir el capitalismo y cambiar los medios de producción. También hace
falta un cambio en la estructura familiar. Y eso no sucedió ni siquiera en China. Insisto en que hay
que abolir la familia y reemplazarla por formas nuevas.
—Creo que hay mujeres que ya han perdido la oportunidad. Cuando ya tienen 35 años, casadas,
con hijos a su cargo y sin educación profesional, no veo muy bien qué pueden hacer para
liberarse. Solamente se puede hablar de liberación con posibilidades de éxito si se trata de la
generación que viene.
— Creo que tendría que avanzar más. En Francia, como en otras partes, la mayoría de las mujeres
son conservadoras. Quieren pasar por “femeninas”. Sin embargo, tengo la idea de que las
circunstancias modernas del trabajo en la casa liberan un poco a la mujer y le dejan más tiempo
para pensar. Habría que llevarlas a la rebelión.
En cuanto al ámbito laboral, está claro que en un país capitalista nunca se dará un trabajo a la
mujer si existe desempleo entre los hombres… Por eso sostengo que un tratamiento igualitario de
la mujer recién se realizará si se derroca totalmente el sistema. Si la mujer logra entrar en el
mundo laboral, ahí podría hacer tambalear el sistema verdaderamente. En este momento, el punto
más débil del movimiento francés, como en otros países, creo, es que hay muy pocas obreras
incorporadas.
— Como se da la situación ahora, sí, hasta cierto punto. Es que los hombres usan la violencia
contra la mujer, tanto en lo que dicen como en lo que hacen. Acometen, ofenden, violan. Las
mujeres deben poder defenderse con la misma violencia. Algunas aprenden karate u otras
técnicas de defensa. Estoy totalmente de acuerdo con eso. De esa manera se sentirán más
seguras y cómodas en el mundo, que cuando tienen la idea de estar indefensas ante la agresión
masculina.
— En El segundo sexo usted citó una frase de Rimbaud que daba la imagen de un nuevo
mundo en el cual también se liberaría la mujer. ¿Tiene usted alguna idea sobre ese
nuevo mundo?
— Rimbaud se imaginaba que las mujeres, una vez liberadas, ofrecerían al mundo algo totalmente
nuevo. Yo no lo creo. Yo no creo que la mujer, una vez en igualdad con el hombre, desarrolle
valores femeninos específicos. Es un hecho que la cultura, la civilización, los valores universales,
todo ha sido trabajo de los hombres, porque ellos representan lo universal. Pero así como el
proletariado, rechazando a la burguesía como clase dominante no rechaza la herencia total de esa
burguesía, así las mujeres tendrían que tomar ciertos instrumentos creados por los hombres, no
desecharlos totalmente.
Creo que la mujer, una vez liberada, será tan creativa como el hombre, pero no aportará nuevos
valores. Lo contrario implica sostener la existencia de un carácter femenino, cosa que yo siempre
he negado.