A las 7:30 de la mañana tomamos nuestros bolsos y mochila para partir rumbo a alguna
escuela que usualmente está ubicada en sectores como Quinta Normal, Quilicura, La Granja,
Cerro Navia, Puente Alto. Nunca encontramos taco, al contrario todos se amontonan por
llegar hasta el centro mientras nosotros viajamos hasta un punto lejano en algún contorno de
la urbe. Eso es muy decidor de nuestro programa: trabajar con los establecimientos más
apartados del centro. Al llegar a la escuela o liceo correspondiente, somos recibidos siempre
con un cariño que sorprende, a veces en forma de sonrisa, otras de abrazo u otras veces, más
sorprendentes todavía, el cariño es expresado con un desayuno que jamás es mal recibido a
esa hora de la mañana. Tras vestirnos con nuestros oberoles y preparar nuestras herramientas
de trabajo somos conducidos hasta el aula que será intervenida, allí unos 30 ó 40 estudiantes
nos reciben con gracia y extrañeza, pero cuando nos reconocen la acogida es de sincera
alegría. De hecho es inolvidable un joven de La Florida que, al vernos por la ventana, se puso
a bailar, saltar y decir “Tío, me encanta el teatro que ustedes hacen”.
Reconocemos este hecho como un lenguaje único, en donde el teatro ingresa al aula de forma
natural y sin conducción docente ¿Cómo queremos insertar al teatro dentro del curriculum?
¿Como una experiencia externa o una herramienta inherente y existente en cada grupo
humano? Ingresar al aula de clases de una comunidad educativa es entrar en un espacio de
confianza, poseedor de características únicas, íntimamente conectadas con las relaciones
interpersonales que allí se desarrollan, sus códigos y sus lenguaje. Cada visita es un nuevo
entendimiento sobre la identidad que cada aula posee. Hemos podido comprobar que se hace
preciso escuchar y usar su lenguaje y códigos para lograr confianza, o por lo menos cierta
apertura que entendemos como el punto de inicio a una nueva disposición al aprendizaje. El
presente total con que trabajamos las actrices y actores ayuda a agudizar esa escucha; no sólo
venimos a pasar contenidos, sino a compartir con los estudiantes. A través de nuestra
intervención buscamos ser una puerta de entrada al ejercicio teatral, sin embargo, anécdotas
como la recién descrita nos demuestran que los niños, niñas y jóvenes habitan la
performatividad como lenguaje propio en las aulas y los patios de nuestros establecimientos.
Nos preocupa que el teatro sea visto únicamente como la puesta en escena de un fenómeno
literario, sin reparar en el proceso de creación teatral como un germen capaz de potenciar
habilidades de trabajo en equipo, motivar la cooperación transdisciplinaria, el intercambio
respetuoso de ideas y reflexiones nuevas.
No en un aula particular, sino que en la gran mayoría de las salas de clases en las cuales
ingresamos, los estudiantes usan el espacio del aula según su rol y sus relaciones dentro del
grupo humano. Pareciera ser que la sala de clases es una puesta en escena. Por ejemplo,
hemos observado que usualmente quienes no se sienten parte del sistema educativo utilizan
como mecanismo de defensa, o resistencia, sentándose al final de la sala. No es raro que ellos
sean quienes más actúen con nosotros, llamando nuestra atención con interrupciones que
causan risa al colectivo. Se sienten cómodos en el espacio teatral, responden nuestras
preguntas, a veces formulan nuevas, participan de los juegos, son capaces de proponer nuevos
y así quienes partieron sentados en la galería se transforman en unos actores más. Incluso
aquellos que se sienten excluidos del grupo por su baja autoestima, o por el hecho de ser
distintos, disruptivos, encuentran en la intervención un espacio para participar con sus
respuesta precisas, con preguntas que abren ventanas hacia contenidos nuevos, observaciones
que surgen a partir de análisis profundos. La irrupción de este ambiente teatral dentro del aula
permite una actitud inclusiva, vinculante, capaz de dar valor a la diversidad y al dinamismo
de los roles dentro del grupo. Cuán beneficioso podría resultar para la comunidad educativa
amplificar lo que sucede en el aula con el establecimiento completo. El aula posee
disposición, identidad y juego, una comunidad por lo tanto es aquello que sostiene esta
estructura. La inclusión del teatro dentro del currículum podría ser el puente de unificación y
entendimiento identitario de toda la comunidad educativa.
“-¡Ah Profe! ¿Cómo nos va hacer clases ahora?-” suelen decir los estudiantes cuando nos
retiramos de la sala, los profesores a veces nos tiran la pelota bromeando “-Me dejaron la
vara alta pues chiquillos”. Tenemos claro que este acto disruptivo no sólo es una
interpelación al estudiantado, sino también una muy directa al docente, quienes también
sienten la necesidad de revisar la noción de aula y refrescar el rol que cada uno representa en
ella. Nuestra intervención es sin duda un aporte al desarrollo y traspaso de contenido
correspondiente al género dramático, pero el gran desafío se instala al constatar que las
nuevas formas de aprendizaje comienzan a empujar efectivamente la revisión de los recursos
que los profesores y profesoras utilizan dentro del aula. Es por ello que creemos que la labor
docente también debe fortalecerse con la inclusión del teatro en el currículo escolar. Primero
entendiendo que son ellos y ellas los actores reales y conocedores de la realidad estudiantil,
segundo apoyando esta labor desde una inclusión acorde a las necesidades curriculares y/o
habilidades a desarrollar y tercero ejerciendo injerencia desde la difícil realidad en la cual
conviven la gran mayoría de los establecimientos educacionales en nuestro país. Esta
inclusión del teatro en el aula promueve establecer al profesorado como eje fundamental en la
aparición de las formas en que entendemos la participación y desarrollo identitario de la
comunidad escolar, creemos que una posible noción del docente como performer y el aula
como un espacio escénico puede ayudar mucho en esa revisión. Entonces el desafío
nuevamente es colectivo.
En esta búsqueda de nuevos referentes conocimos la ley 20.911 impulsada por el Ministerio
de Educación. Dicha ley, establece que los establecimientos educacionales reconocidos por el
Estado deberán incluir en los niveles de enseñanza parvularia, básica y media un Plan de
"Formación Ciudadana”, que entre sus objetivos principales cabe mencionar: formar una
ciudadanía activa en el ejercicio y cumplimiento de sus derechos y deberes, fomentar en los
estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica, responsable, respetuosa, abierta y creativa,
fomentar en los estudiantes la valoración de la diversidad social y cultural del país y
fomentar la participación de los estudiantes en temas de interés público. Nos sentimos
profundamente interpelados por este plan, ya que reconocemos en él inquietudes comunes.
Creemos que debemos hacernos parte de la implementación de acciones concretas que
permitan cumplir con estos objetivos por medio del teatro. Por ello, tras el estudio de esta ley
y el informe de Orientaciones Curriculares del Ministerio de Educación, elaboramos una
nueva intervención para ser implementada por la Corporación de las Artes de la
Representación y la Educación. Teatro en Tu Sala: Formación Ciudadana.