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Ficha bibliográfica:

Prof. M. Valdez

Lenin. El Estado y la revolución. Madrid: Alianza, 2012. Pp 41-172.


V. I. Lenin

El Estado
y la revolución

Introducción de J �sús de Andrés

Alianza editorial
El libro de bolsillo
1. La sociedad de clases y el Estado

l. El Estado, producto del carácter irreconciliable


de las contradicciones de ciase

Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido


ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de
los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases
oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los
grandes revolucíonarios, las clases opresoras les someten
a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la
rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campa­
ña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después
de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensi­
vos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de
una cierta aur�ola de gloria para «consolar» y engañar a
las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctri­
na revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envi­
leciéndola. En semejante «arreglo» del marxismo se dan

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El Estado y la revolución l. La sociedad de clases i el Estado

la mano actualmente la burguesía y los oportunistas den­ do, de la que ya en 1894 �,e publicó en Stuttgart la sexta
tro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segun­ edición. Conviene traducir las citas de los originales ale­
do plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta manes, pues las traducciones rusas, con ser tan numero­
doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a pri­ sas, son en gran parte incompletas o están hechas de un
mer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para modo muy defectuo.so.
la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy-¡ bro­
mas aparte!- «marxistas». Y cada vez con mayor fre­ El Estado -dice Engels, resumiendo su análisis histórico- no
cuencia los sabios burgueses alemanes, que ayer todavía es, en modo alguno, un poder impuesto desde fuera a la so­
eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan hoy ciedad; ni es tampoco «la realidad de la idea moral», «la ima­
¡ de un Marx «nacional-alemán» que, según ellos, educó gen y la realidad de la razón», como afirma Hegel. El Estado
estas asociaciones obreras tan magníficamente organiza­ es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una de­
das para llevar a cabo la guerra de rapiña! terminada fase de desarrollo; es la confesión de que esta so­
Ante esta situación, ante la inaudita difusión de ias ter­ ciedad se ha enredado consigo misma en una contradicción
giversaciones del marxismo, nuestra misión consiste, insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables,
ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx so­ que ella es impotente para conjurar. Y para que estos anta­
bre el Estado. Para esto es necesario citar toda una serie gonismos, estas clases con intereses económicos en pugna,
de pasajes largos de las obras mismas de Marx y Engels. no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una
Naturalmente, las citas largas hacen la exposición pesa­ lucha estéril, para eso hízose necesario un poder situado,
da y en nada contribuyen a darle un carácter popular. aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amor­
Pero es de todo punto imposible prescindir de ellas. No tiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del
hay más remedio que citar del modo más completo posi­ «orden». Y este poder, que brota de la sociedad, pero que se
ble todos los pasajes, o, por lo menos, todos los pasajes coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de
decisivos, de las obras de Marx y Engels sobre la cues­ ella, es el Estado.
tión del Estado, para que el lector pueda formarse por su
cuenta una noción del conjunto de las ideas de los fun­ Aquí aparece expresada con toda cl&ridad la idea fun­
dadores del socialismo científico y del desarrollo de estas damental del m�ryismo en punto a la cuestión del papel
ideas, así como tambiéJ?- para probar documentalmente y histórico y de 1a significación del Estado. El Estado es el
patentizar con toda claridad la tergiversación de estas producto y la manifestación del carácter irreconciliable
ideas por el «kautskismo» hoy imperante. de las contradicciones de clase. El Estado surge en el
Comencemos por la obra más conocida de F. Engels, sitio, en el momento y en el grado en que las contradic­
El origen de la familia, de la propiedad privada y del Esta- ciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y

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El Estado y la revolución l. La sociedad de clases y el Estado

viceversa: la existencia del Estado demuestra que las los mencheviqLtes cayeron, de pronto y por entero, en la
contradicciones de clase son irreconciliables. teoría pequeñoburguesa de la «conciliación» de las cla­
En torno a este punto importantísimo y cardinal co­ ses «por el Estado». Hay innumerables resoluciones y
mienza precisamente la tergiversación del marxismo, ter­ artículos de los políticos de estos dos partidos saturados
giversación que sigue dos direcciones fundamentales. de esta teoría mezquina y filistea de la «conciliación».
De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente Que el Estado es el órgano de dominación de una determi­
los pequeñoburgueses, obligados por la presión de he­ nada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda
chos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado (con la clase contrapuesta a ella), es algo que esta demo­
sólo existe allí donde existen las contradicciones de clase cracia pequeñoburguesa no podrá jamás comprender.
y la lucha de clases, «corrigen» a Marx de manera que el La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más pa­
Estado resulta ser el órgano de la conciliación de clases. tentes de que riuest:os socialrevolucionarios y menchevi­
Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse ques no son en manera alguna socialistas (lo que noso­
si fuese posible la conciliación de las clases. Para los pro­ tros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino
fesores y publicistas mezquinos y filisteos -¡ que invocan demócratas pequeñoburgueses con una fraseología casi
a cada paso en actitud benévola a Marx!- resulta que el socialista.
Estado es precisamente el qne concilia las clases. Según De otra parte, la tergiversación «kautskiana» del mar-·
Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un xismo es bastaste más sutil. «Teóricamente», no se niega
órgano de opresión de una clase por otra, es la creación ni que el Estado sea el órgano de dominación de clase ni
del «orden» que legaliza y afianza esta opresión, amorti­ que las contradicciones de clase sean irreconciliables.
guando los choques entre las clases. En opinión de los Pero se pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es
políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la un producto del carácter irreconciliable de las contra­
conciliación de las clases y no la opresión de una clase dicciones de clase, si es una fuerza que está por encima
por otra. Amortiguar los choques significa para ellos de la sociedad y que «se divorcia cada vez más de la socie­
conciliar y no privar a las clases oprimidas de ciertos me­ dad�>, �s, �vide?.te que l.a liber�ción de la clase oprimida
dios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino
los opresores. también sin la destrucción del aparato del poder estatal,
Por ejemplo, en la revolución de 1917, cuando la cues­ que ha sido creado por la clase dominante y en el que
tión de la significación y del papel del Estado se planteó toma cuerpo aquel «divorcio». Como veremos más aba­
precisamente en toda su magnitud, en el terreno prácti­ jo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara por
co, como una cuestión de acción inmediata, y además de sí misma, con la precisión más completa, a base del aná­
acción de masas, todos los soc;ialrevolucionarios y todos lisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y

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El Estado y la revolución l. La socíedaJ de clases y el Estado

esta conclusión es precisamente -como expondremos hombres armados, que tienen a su disposición cárceles y
con todo detalle en las paginas siguientes- la que Kauts­ otros elementos.
ky... ha «olvidado» y falseado. Tenemos derecho a hablar de destacamentos especiales
de hombres armados, pues el poder público propio de
todo Estado «no coincide directamente» con la pobla­
2. Los destacamentos especiales de fuerzas armadas, ción armada, con su «organización armada espontánea».
las cárceles, etc. Como todos los grandes pensadores revolucionarios,
Engels se esfuerza en dirigir la atención de los obreros
conscientes precisamente hacia aquello que el filisteísmo
En comparación con las antiguas organizaciones gentilicias dominante considera co1110 lo n1enos digno de atención,
(de tribu o de clan) -prosigue Engels-, el Estado se caracte­ como lo más habitual, santificado por prejuicios no ya
riza, en primer lugar, por la agrupación de sus súbditos se­ sólidos, sino podríamos decir que petrificados. El ejérci­
gún las divisiones territoriales [... ]. A nosotros, esta agrupa­ to permanente y la policía son los instrumentos funda­
ción nos parece «natural», pero ella exigió una larga lucha mentales de la fuerza del poder del Estado. Pero ¿puede
contra la antigua organización en gens o en tribus. acaso ser de otro modo?
La segunda característica es la instauración de un poder Desde el punto de vista de 12. inmensa mayoría de los
público, que ya no coincide directamente con la población europeos de fines del siglo XIX, a quienes se dirigía En­
organizada espontáneamente como fuerza armada. Este po­ gels y que no habían vivido ni visto de cerca ninguna
der público especial hácese necesario porque desde la divi­ gran revolución, esto no podía ser de otro modo. Para
sión de la sociedad en clases es ya imposible una organiza­ ellos era completamente incomprensible esto de una
ción armada espontánea de la población [... ] Este poder «organización armada espontánea de la población». A la
público existe en todo Estado; no está formado solamente pregunta de por qué ha surgido la necesidad de destaca­
por hombres armados, sino también por aditamentos mate­ mentos especiales de hombres armados (policía y ejér­
riales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo gé­ cito permanente) situados por. encima de la sociedad y
nero, que la sociedad gentilicia no conocía [ ... ]. divorciados de ella, el filisteo del Occidente de Europa y
el filisteo ruso se inclinaban a contestar con un par de
Engels desarrolla la noción de esa «fuerza» a que se frases tomadas de prestado de Spencer o de Mijailovski,
da el nombre de Estado, fuerza que brota de la socie­ remitiéndose a la complejidad de la vida social, a la dife­
dad, pero que se sitúa por encima de ella y que se divor­ renciación de funciones, etc.
cia cada vez más de ella. ¿ En qué consiste, fundamen­ Estas referencias parecen «científicas» y adormecen
talmente, esta fuerza? En destacamentos especiales de magníficamente al filisteo, velando lo principal y funda-

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El Estado y la revolución 1. La sociedad de clases y el Estado

mental: la división de la sociedad en clases enemigas irre­ Engels señala que, a veces, por ejemplo en algunos si­
conciliables. tios de Norteamérica, este poder público es débil (se tra­
Si no existiese esa división, la «organización armada ta aquí de excepciones raras dentro de la sociedad capi­
espontánea de la población» se diferenciaría por su com­ taiista y de aquellos sitios de Norteamérica en que
plejidad, por su elevada técnica, etc., de la organización imperaba, en el período preimperialista, el colono libre),
primitiva de la manada de monos que manejan el palo, o pero que, en términos generales, se fortalece:
de la del hombre prehistórico, o de la organización de
los hombres agrupados en la sociedad del clan; pero se­ Este poder público se fortalece a medida que los antagonis­
mejante organización sería posible. mos de clase se agudizan dentro del Estado y a medida que
Si es imposible es porque la sociedad civilizada se halla se hacen más grandes y más poblados los Estados colindan­
dividida en clases enem1gas, y además irreconciliable­ tes; basta fijarse en nuestra Europa actual, donde la lucha de
mente enemigas, cuyo armamento «espontáneo» condu­ clases y el pugilato de conquistas han encumbrado al poder
ciría a la lucha armada entre ellas. Se forma el Estado, se público a una altura en que amenaza con devorar a toda la
crea una fuerza especial, destacamentos especiales de sociedad y hasta al mismo Estado.
hombres armados, y cada revolución, al destruir el apa­
rato del Estado, nos indica bien visiblemente cómo la Esto fue escrito no más tarde que a comienzos de la dé­
clase dominante se esfuerza por restaurar los destaca­ cada de los noventa del siglo pasado. El último prólogo
mentos especiales de hombres armados a su servicio, de Engels lleva la fecha del 16 de _iunio de 1891. Por aquel
cómo la clase oprimida se esfuerza en crear una nueva entonces, comenzaba apenas en Francia, y más tenue­
organización de este tipo, que sea capaz de servir no a los mente todavía en Norteamérica y en Alemania, el viraje
explotadores, sino a los explotados. hacia el imperialismo, tanto en el sentido de la domina­
En el pasaje citado, Engels plantea teóricamente la mis­ ción completa de los trusts1 como en el sentido de la om­
ma cuestión que cada gran revolución plantea ante noso­ nipotencia de los grandes bancos, en el sentido de una
tros prácticamente de un modo palpable y, además, so­ grandiosa política colonial, etc. Desde entonces, el «pu­
bre un plano de acción de masas, a saber: la cuestión de gilato de conquistas» ha experimentado un avance gigan­
las relaciones mutuas entre los destacamentos «especia­ tesco, tanto más cuanto q�e a comienzos de la segunda
les» de hombres armados y la «organización armada e�­ década del siglo XX el planeta ha resultado estar defini­
pontánea de la población». Hemos de ver cómo ilustra tivamente repartido entre estos «conquistadores en pu­
de un rriodo concreto esta cuestión la experiencia de las gilato», es decir, entr� las grandes potencias rapaces. Des­
revoluciones europeas y rusas. de entonces, los armamentos terrestres y marítimos han
Pero volvamos a la exposición de Engels. crecido en proporciones increíbles, y la guerra de pillaje

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El Estado y la revolución 1. La sociedad de clases y el Estado

de 1914 a 1917 por la dominación de Inglaterra o Alema­ más poderoso, el más grande hombre de Estado o el genera­
nia sobre el mundo, por el reparto del botín, ha llevado al lísimo de un país civilizado podría envidiar al más modesto
borde de una catástrofe completa la «absorción» de to­ representante de la gens por el respeto espontáneo e indiscu­
das las fuerzas de la sociedad por un poder estatal rapaz. tido de que gozaba.
Ya en 1891, Engels supo señalar el «pugilato de con­
quistas» como uno de los más importantes rasgos distin­ Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada
tivos de la política exterior de las grandes potencias. ¡ Y de los funcionarios como órganos del poder del Estado.
los canallas socialchovinistas de los años 1914-1917' en Lo fundamental es saber: ¿ qué los coloca por encima de
que precisamente este pugilato, agudizándose más y la sociedad? Veamos cómo esta cuestión teórica fue re­
más, ha engendrado la guerra imperialista, encubren la suelta prácticamente por la Comuna de París en 1871 y
defensa de los intereses rapaces de «su» burguesía con cómo la esfumó reaccionariamente Kautsky en 1912:
frases sobre la «defensa de la patria», sobre la «defensa
de la república y de la revolucién» y con otras frases por Como d Estado nació de la necesidad de tener a raya los an­
el estilo! tagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en me­
dio del conflicto de estas clases, el Estado lo es, por regla
general, de la clase más poderosa, de la clase económica­
3. El Estado, arma de explotación de la clase oprimida mente dominante, que con ayuda de él se convierte también
en la clase políticamente dominante, adquiriendo así nue­
Para mantener un poder público aparte, situado por en­ vos medios para la represión y explotación de la clase opri­
cima de la sociedad, son neces2rios los impuestos y las mida [. .. ].
deudas del Estado.
No fueron sólo el Estado antiguo y el Estado feudal ór­
Los funcionarios, pertrechados con el poder público y con ganos de explotación de los esclavos y de los campesinos
el derecho a cobrar impuestos, están situados -dice Engels-, siervos y vasallos, también
como órganos de la sociedad, por enc ma de la sociedad. A
i

ellos ya no les basta, aun suponiendo que pudieran tenerlo, el moderno Estado representativo es instrumento de explo­
con el respeto libre y voluntario que se les tributa a los órga­ tación del trabajo asalariado por el capital. Sin embargo, ex­
nos del régimen gentilicio... Se dictan leyes de excepción so­ cepcionalmente, hay períodos en que las clases en pugna se
bre la santidad y la inviolabilidad de los funcionarios. «El equilibran hasta tal punto que el poder del Estado adquiere
último agente de policía» tiene más «autoridad» que todos momentáneamente, como aparente mediador, una cierta in­
los órganos de la sociedad gentilicia juntos, pero el príncipe dependencia respecto a ambas [ ... ].

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El Estado y la revolución 1. La sociedad de clases y el Estado

Tal acontec10 con la monarquía absoluta de los si­ listas con un puestecito de 120.000 rublos de sueldo al
glos '.XVII y XVIII, con el bonapartismo del primero y del año, ¿qué significa esto? ¿Es un soborno directo o indi­
segundo Imperio en Francia, y con Bismarck en Alema­ recto? ¿Es una alianza del gobierno con los consorcios, o
nia. Y tal ha acontecido también -agregamos nosotros­ son «solamente» lazos de amistad? ¿Qué papel desempe­
con el gobierno de Kerenski, en la Rusia republicana, ñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev y los Skó­
después del paso a las persecuciones del proletariado re­ belev? ¿El de aliados «directos» o solamenté indirectos
volucionario, en un momento en que los soviets, como de los millonarios malversadores de los fondos públicos?
consecuencia de hallarse dirigidos por demócratas pe­ La omnipotencia de la «riqueza» es más segura en las
queñoburgueses, son ya impotentes, y la burguesía no es repúblicas democráticas, porque no depende de la mala
todavía lo bastante fuerte para disolverlos pura y simple­ envoltura política del capitalismo. La república demo­
mente. En la república democrática, prosigue Engels, crática es la mejor envoltura política de que puede reves­
«la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un tirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar
modo tanto más seguro», y lo ejerce, en primer lugar, (a través de los Palchinski, los Chernov, los Tsereteli y
mediante la «corrupción directa de los funcionarios» cía.) esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su
(Norteamérica), y, en segundo lugar, mediante la «alian­ poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún
za del gobierno con la bolsa» (Francia y Norteamérica). cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos,
En la actualidad, el imperialismo y la dominación de dentro de la república democrática burguesa, hace vaci-
los bancos han «desarrollado», hasta convertirlos en un lar este poder.
arte extraordinario, estos dos métodos adecuados para Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor
defender y llevar a la práctica la omnipotencia de la ri­ precisión, llama al sufragio universal arma de domina­
queza en las repúblicas democráticas, sean cuales fueren. ción ·de la burguesía. El sufragio universal, dice Engels,
Si, por ejemplo, en los primeros meses de la república de­ sacando evidentemente las enseñanzas de la larga expe­
mocrática rusa, en los meses que podemos llamar de la riencia de la socialdemocracia alemana, es
luna de miel de los «socialistas» -socialrevolucionarios y
mencheviques- con la burguesía, en el gobierno de coa­ el índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera.
lición, el sefior Palchinski saboteó todas las medidas de No puede ser más ni será nunca más, en el Estado actual.
restricción contra los capitalistas y sus latrocinios, contra
sus actos de saqueo en detriménto del fisco mediante los Los demócratas pequeñoburgueses, por el estilo de
suministros de guerra, y si, al salir del ministerio, el señor nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, y sus
Palchinski (sustituido, naturalmente, por otro Palchinski hermanos carnales, todos los socialchovinistas y oportu­
exactamente igual) fue <<recompensado» por los capita- nistas de la Europa occidental, esperan, en efecto, «más»

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El Estado y la revolución 1. La sociedad de clases y el Estado

del sufragio universal. Comparten ellos mismos e incul­ producción sobre la base de una asociación libre e igual de
can al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal es, productores, enviará toda la máquina del Estado al lugar
«en el Estado actual», un medio capaz de expresar real­ que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüeda­
mente la voluntad de la mayoría de los trabajadores y de des, junto a la rueca y al hacha de bronce.
garantizar su efectividad práctica.
Aquí no· podemos hacer más que señalar esta idea No se encuentra con frecuencia esta cita en las obras
mentirosa, poner de manifiesto que esta afirmación de de propaganda y agitación de la socialdemocracia con­
Engels, completamente clara, ·precisa y ·concreta, se fal­ temporánea. Pero incluso cuando nos encontramos con
sea a cada paso en la propaganda y en la agitación de los ella es, casi siempre, como si se hiciesen reverencias ante
partidos socialistas «oficiales» ( es decir, oportunistas). un icono; es decir, para rendir un homenaje oficial a En­
Una explicación minuciosa de toda la falsedad, de esta gels, sin el menor intento de analizar qué amplitud y pro­
idea, rechazada aquí por Engels, la encontraremos más fundidad revolucionarias supone esto de «enviar toda la
adelante, en nuestra exposición de los puntos de vista de máquina del Estado al museo de antigüedades». No se
Marx y Engels sobre el Estado «actual»; ve, en la mayoría de los casos, ni siquiera la comprensión
En la más popular de sus obras, Engels traza el resu­ de lo que Engels llama la máquina del Estado.
men general de sus puntos de vista en los siguientes tér­
mmos:
4. La «extinción» del Estado y la revolución violenta
Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido
sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la Las palabras de Engels sobre la «extinción» del Estado
menor noción del Estado ni del poder estatal. Al llegar a una gozan de tanta celebridad y se citan con tanta frecuencia,
determinada fase del desarrollo económico, que estaba liga­ muestran con tanto relieve dónde está el quid de la adul­
da necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta teración corriente del marxismo por la cual éste es adap­
división hizo que el Estado se convirtiese en una necesidad. tado al oportunismo, que se hace necesario detenerse a
Ahora nos acercamos con paso veloz a una fase de desarrollo examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje
de la producción en que la existencia de estas clases no sólo donde figuran estas palabras:
deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obs­
táculo directo para la producción. Las clases desaparecerán El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y co­
de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la mienza por -convertir los medios de producción en propie­
desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente el dad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí
Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo

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1. La sociedad de clases y el Estado
El Estado y la revolución

antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como ción de los procesos de producción. El Estado no será «abo­
tal. La sociedad hasta el presente, movida entre los antago­ lido»; se extingue. Partiendo de esto es como hay que juzgar
nismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea, de una or­ el valor de esa frase sobre el «Estado popular libre» en lo
ganización de la correspondiente clase explotadora para que toca a su justificación provisional como consigna de agi­
mantener las condiciones exteriores de producción, y por tación y en lo que se refiere a su falta absoluta de fundamen­
tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la clase to científico. Partiendo de esto es también como debe ser
explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la considerada la exigencia de los llamados anarquistas de que
servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado), determi­ el Estado sea abolido de la noche a la mañana (Anti­
nadas por el modo de producción existente. El Est2.do era el Dühring).
representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un
cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado de la cla­ Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos
se que en su época representaba a toda la sociedad: en la An­ pensamientos sobremanera ricos, expuestos aquí por
tigüedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimo­
Edad Media, el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es nio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas
el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, «se ex­
en representante efectivo de toda la sociedad, será por sí tingue», a diferencia de la doctrina anarquista de la
mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social «abolición» del Estado. Truncar así el marxismo equiva­
a la que haya que mantener en la opresión; cuando desapa­ le a reducirlo al oportunismo, pues con esta «interpreta­
rezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha ción» no queda en pie más que una noción confusa de
por la existencia individual, engendrada por la actual anar­ un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tor­
quía de la producción, los choques y los excesos resultantes mentas, sin revoluciones. Hablar de «extinción» del Es­
de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, tado, en un sentido corriente, generalizado, de masas, si
por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El pri­ cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, si
mer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como no a negar, la revolución.
representante de toda la sociedad: la toma de posesión de Además, semejante «interpretación» es la más tosca
los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la tergiversación del marxismo, tergiversación que sólo fa­
par su último acto independiente como Estado. La interven­ vorece a la burguesía y que descansa teóricamente en la
ción de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se omisión de circunstancias y consideraciones importantí­
hará superflua en un campo tras otro de la vida social y se simas que se indican, por ejemplo, en el «resumen» con­
adormecerá por sí misma. El gobierno sobre las personas es tenido en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros
sustituido por la administración de las cosas y por la direc- en su integridad.

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El Estado y la revolución 1. La sociedad de clases y el Estado

En primer lugar, Engels dice en el comienzo mismo de proletaria) ya no puede operarse, en modo alguno, bajo
este pasaje que, al tomar el poder del Estado, el proleta­ la forma de «extinción».
riado «destruye, con ello mismo, el Estado como tal». En tercer lugar, Engels, al hablar de la «extinción>> y
«No es uso» pararse a pensar qué significa esto. Lo co­ -con frase todavía más plástica y colorida-- del «adorme­
rriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo algo así cimiento» del Estado, se refiere con absoluta claridad y
como una «debilidad» «hegeliana» de Engels. En reali­ precisión a la época posterior a la «toma de posesión de
dad, en estas palabras se expresa concisamente la expe­ los medíos de producción por el Estado en nombre
riencia de una de las más grandes revoluciones proleta­ de toda la sociedad», es decir, posterior a la revolución
rias, la experiencia de la Comuna de París de 1871, de lo socialista. Todos nosotros sabemos que la forma política
cual hablaremos detalladamente en su lugar. En reali­ del «Estado», en esta época, es la democracia más com­
dad, Engels habla aquí de la «destrucción» del Estado pleta. Pero a ninguno de los oportunistas que tergiver­
de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que san desvergonzadamente el marxismo se le viene a las
las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren mientes la idea de que, por consiguiente, Engels hable
a los restos del Estado proletario después de la revolu­ aquí del «adormecimiento» y de la «extinción» de la de­
ción socialista. El Estado burgués no se «extingue», se­ mocracia. Esto parece, a primera vista, muy extraño.
gún Engels, sino que «es destruido» por el proletariado Pero esto sólo es «incomprensible» para quien no haya
en la revolución. El que se extingue, después de esta re­ comprendido que la democracia también es un Estado y
volución, es el Estado o semiestado proletario. que, consiguientemente, la democracia también desapa-
,, 1 1 1 ,,
1
En segundo lugar, el Estado es una «fuerza especial de recera cuando aesaparezca ei E'srnao.
- · Estac.10 burgues
El
represión». Esta magnífica y profundísima definición de sólo puede ser destruido por la revolución. El Estado en
Engels es dada aquí por éste con la más completa clari­ general, es decir, la más completa democracia, sólo pue-·
dad. Y de ella se deduce que la «fuerza especial de repre­ de «extinguirse».
sión» del proletariado por la burguesía, de millones de En cuarto lugar, al establecer su notable tesis de la «ex -
trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse tinción del Estado», Engels declara a renglón seguido, de
por una «fuerza especial de represión» de la burguesía un modo concreto, que esta tesis se dirige tanto contra
por el proletariado (dictadura del proletariado). En est'o los oportunistas como contra los anarquistas. Además,
consiste precisamente la «destrucción del Estado como Engels coloca en primer plano la conclusión que, deriva­
tal». En esto consiste precisamente el «acto» de la toma da de su tesis sobre la «extinción del Estado», se dirige
de posesión de los medíos de producción en �ombre de contra los oportunistas.
la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitu­ Podría apostarse que de diez mil hombres que hayan
ción de una «fuerza especial» (la burguesa) por otra (la leído u oído hablar acerca de la «extinción» del Estado,

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El Estado y la revolución l. La sociedad de clases y el Estado

nueve mil novecientos noventa no saben u olvidan en ab­ presión» de la clase oprimida. Por eso, todo Estado ni es
soluto que Engels no dirigió solamente contra los anar­ libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto reite­
quistas sus conclusiones derivadas de esta tesis. Y de las radamente a sus camaradas de partido en la década de
diez personas restantes, lo más probable es que nueve no los setenta.
sepan qué es el «Estado popular libre» y por qué el ata­ En quinto lugar, en esta misma obra de Engels, de la
car esta consigna significa atacar a los oportunistas. ¡Así que todos citan el pasaje sobre la extinción del Estado,
se escribe la historia! Así se adapta de un modo imper­ se contiene un pasaje sobre la importancia de la revolu­
ceptible la gran doctrina revolucionaria al filisteísmo do­ ción violenta. El análisis histórico de su papel lo convier­
minante. La conclusión contra los anarquistas se ha re­ te Engels en un verdadero panegírico de la revolución
petido miles de veces, se ha vulgarizado, ·se ha inculcado violenta. Esto «nadie lo recuerda». Sobre la importancia
en las cabezas del modo más simplificado, ha adquirido de este pensamiento, no es uso hablar ni siquiera pensar
la solidez de un prejuicio. ¡ Pero la conclusión contra los en los partidos socialistas contemporáneos: estos pensa­
oportunistas la han esfumado y «olvidado»! mientos no desempeñan ningún papel en la propaganda
El «Estado popular libre» era una reivindicación pro­ ni en la agitación cotidianas entre las masas. Y, sin em­
gramática y una consigna corriente de los socialdemó­ bargo, se hallan indisolublemente unidos a la «extin­
cratas alemanes en la década de los setenta. En esta con­ ción» del Estado y forman con ella un todo armónico.
signa no hay el menor contenido político, fuera de una He aquí el pasaje de Engels:
filistea y enfática descripción de la noción de democra­
cia. Engels estaba dispuesto a «justificar», «por el mo­ De que la violencia desempeña en la historia otro papel
mento», esta consigna desde el punto de vista de la agi­ [además del de agente del mal], un papel revolucionario; de
tación, por cuanto con ella se insinuaba legalmente la que, según la expresión de Marx, es la partera de toda vieja
república democrática. Pero esta consigna era oportu­ sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva; de que la vio­
nista porque expresaba no sólo el embellecimiento de la lencia es el instrumento con la ayuda del cual el movimiento
democracia burguesa, sino también la incomprensión de social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y
la crítica socialista de todo Estado en general. Nosotros fosilizadas, de todo eso no dice una palabra el señor Dühring.
somos partidarios de la república democrática como la Sólo entre suspiros y gemidos admite la posibilidad de que
mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capi­ para derrumbar el sistema de explotación sea necesaria aca­
talismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que so la vio�encia.1esgraciadament�, afirma, pues el empleo de
la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, la misma, según él, desmoraliza a qu1en hace uso de ella. ¡ Y
incluso bajo la república burguesa más democrática. esto se dice, a pesar del gran avance moral e intelectual re­
Más aún. Todo Estado es una «fuerza especial para la re- sultante de toda revolución victoriosa! Y esto se dice en Ale-

60 61
El Estado y la revolución 1. La sociedad de das �s y el Estado

mania, donde la colisión violenta que puede ser impuesta al noción completa y revolucionaria del proceso del desa­
pueblo tendría, cuando menos, la ventaja de destruir el espí­ rrollo social.
ritu de servilismo que ha penetrado en la conciencia nacio­ Ya hemos dicho más arriba, y demostraremos con ma­
nal como consecuencia de la humillación de la guerra de los yor detalle en nuestra ulterior exposición, que la doctri­
Treinta Años.¿ Y estos razonamientos turbios, anodinos, im­ na de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la re­
potentes, propios de un párroco rural, se pretende imponer volución violenta se refiere al Estado burgués. Éste no
al partido más revolucionario de la historia? puede sustituirse por el Estado proletario (por la dicta­
dura del proletariado) mediante la «extinción», sino
¿Cómo es posible conciliar en una sola doctrina este sólo, por regla general, mediante la revolución violenta.
panegírico de la revolución violenta, presentado con in­ El panegírico que dedica Engels a ésta, y que coincide
sistencia por Engels a los socialdemócratas alemanes plenamente con reiteradas manifestaciones de Marx (re­
desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los últimos días de cordaremos el final de Miseria de la filosofía y del Ma­
su vida, con la teoría de la «extinción» del Estado? nifiesto comunista con la declaración orgullosa ·y franca
Generalmente se concilian ambos pasajes con ayuda sobre el carácter inevitable de la revolución violenta·' re-
del eclecticismo, desgajando a capricho (o para com­ cordaremos la Crítica del programa de Gotha1 en 1875,
placer a los detentadores del poder), sin atenerse a los cuando ya habían pasado casi treinta años y en la que
principios o de un modo sofístico, ora uno ora otro ar­ Marx fustiga implacablemente el oportunismo de este
gumento y haciendo pasar a primer plano, en el noven­ programa), este panegírico no tiene nada de «apasiona­
ta y nueve por ciento de los casos, si no en más, precisa­ miento», nada de declamatorio, nada de arranque polé­
mente la tesis de la «extinción». Se suplanta la dialéctica mico. La necesidad de educar sistemáticamente a las ma­
por el eclecticismo: es la actitud más usual y más gene­ sas en ésta1 precisamente en esta idea sobre la revolución
ralizada ante el marxismo en la literatura socialdemó­ violenta, es algo básico en toda la doctrina de Marx y En­
crata oficial de nuestros días. Estas suplantaciones no gels. La traición cometida contra su doctrina por las co­
tienen, ciertamente, nada de nuevo; pueden observarse rrientes socialchovinista y kautskiana hoy imperantes se
incluso en la historia de la filosofía clásica griega. Con manifiesta con singular relieve en el olvido por unos y
la suplantación del marxismo por el oportunismo, el otros de esta propaganda, de esta agitación.
eclecticismo presentado como dialéctica engaña más fá­ La sustitución del Estado burgués por el Estado prole­
cilmente a las masas, les da una aparente satisfacción, tario es imposible sin una revolución violenta. La supre­
parece tener en cuenta todos los aspectos del proceso, sión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo
todas las tendencias del desarrollo, todas las influencias Estado, sólo es posible por medio de un proceso de «ex­
contradictorias, etc., cuando en realidad no da ninguna tinción».

62
El Estado y la revolución

Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un modo 2. El Estado y la revolución.


minucioso y concreto, estudiando cada situación revolu­
cionaria por separado, analizan.do las enseñanzas saca­ La experi�ncia de los años 1848
das de la experiencia de cada revolución. Y esta parte de a 1851
su doctrina, que es, incuestionablemente, la más impor­
tante, es la que pasamos a analizar.

l. En vísperas de la revolución

Las primeras obras del marxismo maduro, Miseria de la


filosofía· y el Manifiesto comunista, datan precisamente
de la víspera de la revolución de 1848. Esta circunstancia
hace que en estas obras se contenga, hasta cierto punto,
además de una exposición de los fundamentos generales
del marxismo, el reflejo de la situación revolucionaria
concreta de aquella época; por eso será, quizás, más con­
veniente examinar lo que los autores de esas obras dicen
acerca del Estado, inmediatamente antes de examinar las
conclusiones sacadas por ellos de la experiencia de los
años 1848 a 1851.

En el transcurso del desarrollo, la clase obrera -escribe


Marx en Miseria de la filosofía- sustituirá la antigua sociedad
burguesa por una asociación que excluya a las clases y su an-

65
El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

tagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente comenzaron a denominarla Marx y Engels después de la
dicho, pues el poder político es precisamente la expresión Comuna de París) y asimismo la definición del Estado,
oficial del antagonismo de clase dentro de la sociedad bur­ interesante en el más alto grado, que se cuenta también
guesa. entre las «palabras olvidadas» del marxismo: «El Estado,
es deci0 el proletariado organizado como clase dominante».
Es interesante confrontar con esta exposición general Esta definición del Estado no sólo no se explicaba
de la idea de la desaparición del Estado después de la su­ nunca en la literatura imperante de propaganda y agita­
presión de las clases, la exposición que contiene el Mani­ ción de los partidos socialdemócratas oficiales, sino que,
fiesto comunista, escrito por Marx y Engels algunos me­ además, se la ha entregado expresamente al olvido, pues
ses después, a saber, en noviembre de 1847: es del todo inconciliable con el reformismo y se da de
bofetadas con los prejuicios oportunistas corrientes y las
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proleta­ ilusiones filisteas con respecto al «desarrollo pacífico de
riado, hemos seguido la guerra civil más o menos latente que la democracia>>.
existe en el seno de la sociedad vigente, hasta el momento en El proletariado necesita el Estado, repiten todos los
que se transforma en una revoiución abierta y el proletaria­ oportunistas, socialchovinistas y kautskianos aseguran­
do, derrocando por la violencia a la burguesía, instaura su do que tal es la doctrina de Marx y «olvidándose» de aña­
dominación [ .. .]. dir, primero, que, según Marx, el proletariado sólo nece­
Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución sita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal
obrera será la transformación [literalmente: elevación] del modo que comience a extinguirse inmediatamente y no
proletariado en clase dominante, la conquista de la demo­ pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los tra­
cracia. bajadores necesitan un «Estado», «es decir, el proletaria-·
El proletariado se valdrá de su dominación política para ir do organizado como clase dominante».
arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para El Estado es una organización especial de la fuerza,
centralizar todos los instrumentos de producción en manos es una organización de la violencia para la represión de
del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado
dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explo­
las fuerzas productivas. tadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo ne­
cesitan el Estado para aplastar la resistencia de los ex -
Vemos aquí formulada una de las ideas más notables y plotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo,
más importantes del marxismo en la cuestión del Estado, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como
a saber: la idea de la «dictadura del proletariado» (corno la única clase consecuentemente revolucionaria,
,'
como la

66 67
El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

única clase capaz de unir a todos los trabajadores y ex­ cha de clases hasta llegar a establecer la doctrina sobre el
plotados en la lucha contra la burguesía, por la completa poder político, sobre el Estado.
eliminación de ésta. El derrocamiento de la dominación de la burguesía
Las clases explotadoras necesitan la dominación polí­ sólo puede llevado a cabo el proletariado, como clase es­
tica para mantener la explotación, es decir, en interés pecial cuyas condiciones económicas de existencia le
egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría preparan para ese derrocamiento y le dan la posibilidad
inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la y la fuerza de efectuarlo. Mientras la burguesía desune y
dominación política para destruir completamente toda dispersa a los campesinos y a todas las capas pequeño­
explotación, es decir, en interés de la mayoría del pueblo burguesas, cohesiona, une y organiza al proletariado.
contra la minoría insignificante de los esclavistas moder­ Sólo el proletariado -en virtud de su papel económico
nos, es decir, los terratenientes y capitalistas. en la gran producción- es capaz de ser el jefe de todas las
Los demócratas pequeñoburgueses, estos seudosocia­ masas trabajadoras y explotadas, a quienes con frecuen­
listas que han sustituido la lucha de clases por sueños so­ cia la burguesía explota, esclaviza y oprime no menos,
bre la armonía de las clases, se han imaginado la trans­ sino más que a los proletarios, pero que no son capaces
formación socialista también de un modo soñador, no de luchar por su cuenta para alcanzar su propia libe­
como el derrocamiento de la dominación de la clase ex­ ración.
plotadora, sino como la sumisión pacífica de la minorfa, La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a
que habrá adquirido conciencia de su misión. Esta uto­ la cuestión del Estado y de la revolución socialista, con­
pía pequeñoburguesa, que va inseparablemente unida al duce necesariamente al reconocimiento de la domina­
reconocimiento de un Estado situado por encima de la.s ción política del proletariado, de su dictadura, es decir,
clases, ha conducido en la práctica a la traición contra de un poder no compartido con nadie y apoyado direc­
los intereses de las clases trabajadoras, como lo ha de­ tamente en la fuerza armada de las masas. El derroca­
mostrado, por ejemplo, la historia de las revoluciones miento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la
francesas de 1848 y 1871, y como lo ha demostrado la transformación del proletariado en clase dominante) ca­
experiencia de la participación «socialista» en ministe­ paz de aplastar la resistfncia inevitable y desesperada de
rios burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros países la burguesia y de organizar para el nuevo régimen econó­
a fines del siglo XIX y comienzos del XX. mico a todas las masas trabajadoras y explotadas.
Marx luchó durante toda su vida contra este socialis­ El proletariado necesita el poder del Estado, organiza­
mo pequeñoburgués, que hoy vuelve a renacer en Rusia ción centralizada de la fuerza, organización de la violen­
en los partidos socialrevolucionario y menchevique. cia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores
Marx desarrolló consecuentemente la doctrina de la lu- corno para dirigir a la enorme masa de la población, a los

68
El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

campesinos, a la pequeña burguesía, a los semíproleta­


ríos, en la obra de «poner en marcha» la economía socia­ 2. El balance de la revolución
lista.
Educando al partido obrero, el marxismo educa a la En el siguiente pasaje de su obra El 18 brumario de Luis
vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar Bonaparte) Marx hace el balance de la revolución de
el poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de 1848 a 1851, respecto a la cuestión del Estado, que es el
dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el que aquí nos interesa:
dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotado�
en la obra de construir su propia vida social ,sin burguesía Pero la revolución es radical. Está pasando todavía por el
y contra la burguesía. Por el contrario, el oportunismo purgatorio. Cumple su, tarea con método. Hasta el 2 de di­
hoy imperante educa en sus partidos obreros a los repre­ ciembre de 1851 [día del golpe de Estado de Luis Bonaparte]
sentantes de los obreros mejor pagados, que están aparta­ había terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora,
dos de las masas y se «arreglan» pasablemente bajo el ca­ termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección el poder
pitalismo, vendiendo por un plato de lentejas su derecho parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido
de primogenitura, es decir, renunciando al papel de jefes ya esto, lleva a la perfección el poder ejecutivo) lo reduce a
revolucionarios del pueblo contra la burguesía. su más pura expresión, lo aísla, se enfrenta con él, con el
«El Estado, es decir, el proletariado organizado como único objeto de concentrar contra él todas las fuerzas de des­
clase dominante»: esta teoría de Marx se halla insepa­ trucción [subrayado por nosotros]. Y cuando la revolución
rablemente vinculada a toda su doctrina acerca de la haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor prelimi­
misión revolucionaria del proletariado en la historia. El nar, Europa se levantará y gritará jubilosa: ¡ bien has hozado,
coronamiento de esta su misión es la dictadura proleta­ viejo topo!
ria, la dominación política del proletariado. Este poder ejecutivo, con su inmensa organización buro­
Pero si el proletariado necesita el Estado como organi­ crática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de
zación especial de la violencia contra la burguesía, de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón
aquí se desprende por sí misma la conclusión de si es de hombres, junto a un ejército de otro medio millón de
concebible que pueda crearse una organización seme­ hombres, este espantoso organismo parasitario que se cifíe
jante sin destruir previamente, sin aniquilar aquella má­ como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona
quina estatal creada para sí por la burguesía. A esta con - todos los poros, surgió en la época de la monarquía absolu­
clusión lleva directamente el Manifiesto comunista) y ta, de la decadencia del régimen feudal, que dicho organis­
Marx habla de ella al hacer el balance de la experiencia mo contribuyó a acelerar. La primera revolución francesa
de la revolución de 1848 a 1851. desarrolló la centralización, pero al mismo tiempo amplió el

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El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

volumen, las atribuciones y el número de servidores del


po­ En el Manifiesto comunista se resumen los resultados
der del gobierno. Napoleón perfeccionó esta máquina
del generales de la historia, que nos obligan a ver en el Es­
Estado. La monarquía legítima y la monarquía de julio
no tado un órgano de dominación de clase y nos llevan a
añadieron nada más que una mayor división del trabajo
[. .. ]. la conclusión necesaria de que el proletariado no pue­
Finalmente, la república parlamentaria, en su lucha cont
ra de derrocar a la burguesía si no empieza por conquis­
la revolución, viose obligada a fortalecer, junto con las
medi­ tar el poder político, si no logra la dominación política,
das represivas, los medios y la centralización del pode
r del si no transforma el Estado en el «proletariado organiza­
gobierno. Todas las revolu ciones perfeccionaban esta máq
ui­ do como clase dominante», y de que este Estado prole­
na' en vez de destrozarla [subrayado por nosotros]. Los
par- tario comienza a extinguirse inmediatamente después
tidos que luchaban alternativamente por la dominaci
ón, de su triunfo, pues en una sociedad sin contradiccio­
consideraban la toma de posesión de este inmenso edifi
cio nes de clase el Estado es innecesario e imposible. Pero
del Estado como el botín principal del vencedor. aquí no se plantea la cuestión de cómo deberá realizar­
se -desde el punto de vista del desarrollo histórico­
En este notable pasaje, el marxismo avanza un trecho esta sustitución del Estado burgués por el Estado pro­
enorme en comparación con el Manifiesto comunista letario.
.
Allí la cuestión del Estado planteábase todavía de un Esta cuestión es precisamente la que Marx plantea y
modo extremadamente abstracto, operando con las no­ resuelve en 1852. Fiel a su filosofía del materialismo dia­
ciones y las expresiones más generales. Aquí, la cuestión léctico, Marx toma como base la experiencia histórica de
que
se plantea ya de un modo concreto, y la conclusión a . los grandes años de la revolución, de los años 1848 a
ti­
se llega es extraordinariamente precisa, definida, prác 1851. Aquí, como siempre, la doctrina de Marx es un re­
per­
camente tangible: todas las revoluciones anteriores sumen de la experiencia, iluminado por una profunda
es
feccionaron la máquina del Estado, y lo que hace falta concepción filosófica del mundo y por un rico conoci­
romperla, destruirla. miento de la historia.
la
Esta conclusión es lo principal, lo fundamental, en La cuestión del Estado se plantea de un modo concre­
en­
doctrina del marxismo sobre el Estado. Y precisam to: ¿cómo ha surgido históricamente el Estado burgués,
sido
te esto, que es lo fun�amental, es lo que no sól� ha ,, la máquina del Estado que necesita para su dominación

olvidado completamente por los partidos socialdem la burguesía? ¿Cuáles han sido sus cambios, cuál su evo­
en­
cratas oficiales imperantes, sino lo que ha sido evid lución en el transcurso de las revoluciones burguesas y
or el
temente tergiversado, como veremos más abajo, � ante las acciones independientes de las clases oprimidas?
l,
más destacado teórico de la Segunda lnternac10na ¿Cuáles son las tareas del proletariado en lo tocante a
K. Kautsky. esta máquina del Estado?

72 73
El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

El poder estatal centralizado, característico de la socie­ A través de todas las revoluciones burguesas vívidas en
dad burguesa, surgió en la época de la caída del absolu­ gran número por Europa desde los tiempos de la caída del
tismo. Dos son las instituciones más características de feudalismo, este aparato burocrático y militar va desarro­
esta máquina del Estado: la burocracia y el ejército per­ llándose, perfeccionándose y afianzándose. En particular,
manente. En las obras de Marx y Engels se habla reitera­ es precisamente la pequeña burguesía la que se pasa al
das veces de los miles de hilos que vinculan a estas insti­ lado de la gran burguesía y se somete a ella en una medida
tuciones precisamente con la burguesía. La experiencia considerable por medio de este aparato, que suministra a
de todo obrero revela estos vínculos de un modo ex­ las capas altas de los campesinos, pequeños artesanos, co­
traordinariamente evidente y sugeridor. La clase obrera merciantes, etc., puestecitos relativamente cómodos, tran­
aprende en su propia carne a comprender estos vínculos; quilos y honorables, que colocan a sus poseedores por en­
por eso capta tan fácilmente y se asimila tan bien la cien­ c{ma del pueblo. Fijaos en lo ocurrido en Rusia en el
cia del carácter inevitable de estos vínculos, ciencia que medio año transcurrido desde el 27 de febrero de 1917:
los demócratas pequeñoburgueses niegan por ignoran­ los cargos burocráticos, que antes se adjudicaban prefe­
cia y por frivolidad, o reconocen, todavía de un modo rentemente a los miembros de las centurias negras, se han
más frívolo, «en términos generales», olvidándose de sa­ convertido en botín de kadetes, menchevíques y socialre­
car las conclusiones prácticas correspondientes. volucionarios. En el fondo, no se pensaba en ninguna re­
La burocracia y el ejército permanente son un «pará­ forma seria, esforzándose por aplazarlas «hasta la Asam­
sito» adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un blea Constituyente», y aplazando poco a poco la Asamblea
parásito engendrado por las contradicciones internas Constituyente ¡ hasta el final de la guerra! ¡ Pero para el
que dividen a esta sociedad, pero, precisamente, un pa­ reparto del botín, para la ocupación de los puestecitos
rásito que «tapona» los poros vitales. El oportunismo de ministros, subsecretarios, gobernadores generales, etc.,
kautskiano imperante hoy en la socialdemocracia oficial etc., no se dio largas ni se esperó a ninguna Asamblea
considera patrimonio especial y exclusivo del anarquis­ Constituyente! El juego en torno a combinaciones para
mo la idea del Estado como un organismo parasitario. Se formar gobierno no era, en el fondo, más que la expresión
comprende que esta tergiversación del marxismo sea de este reparto y reajuste del «botín», que se hacía arriba
extraordinariamente ventajosa para esos filisteos que y abajo, por todo el país, en toda la administración, central
han llevado el socialismo a la ignominia inaudita de jus­ y local. El balance, un balance objetivo, del medio año
tificar y embellecer la guerra imperialista mediante la que va desde el 27 de febreró al 27 de agosto de 1917 es
aplicación a ésta del concepto de la «defensa ·de la pa­ indiscutible: las reformas se aplazaron, se efectuó el repar­
tria», pero es, a pesar de todo, una tergiversación indis­ to de los puestecitos buroc;:ráticos, y los «errores» del re­
cutible. parto se corrigieron mediante algunos reajustes.
. '

74 75
El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

Pero cuanto más se procede a estos «reajustes» del Aquí puede surgir esta pregunta: ¿Es justo generalizar
aparato burocrático entre los distintos partidos burgue­ la experiencia, las observaciones y las conclusiones de
ses y pequeñoburgueses (entre los kadetes, socialrevolu­ :Marx, aplicándolas a zonas más amplias que la historia
cionarios y mencheviques, si nos atenemos al ejemplo de Francia en los tres años que van de 1848 a 1851?
ruso), con tanta mayor claridad ven las clases oprimidas, Para examinar esta pregunta, comenzaremos recordan­
y a la cabeza de ellas el proletariado, su hostilidad irre­ do una observación de -. Engels y pasaremos luego a los
conciliable contra toda la sociedad burguesa. De aquí la hechos.
necesidad, para todos los partidos burgueses, incluyen­
do a los más democráticos y «revolucionario-democráti­ Francia -escribía Engels en el prólogo a la tercera edición
cos», de reforzar la represión contra el proletariado re­ del 18 brumario- es el país en el que las luchas históricas de
volucionario, de fortalecer el aparato de represión, es clases se han llevado cada vez a su término decisivo más que
decir, la misma máquina del Estado. Esta marcha de los en ningún otro sitio y donde, por tanto, las formas políticas
acontecimientos obliga a la revolución «a concentrar to­ variables dentro de las que se han movido estas luchas de
das las fuerzas de destrucción» contra el poder estatal, la clases y en las que han encontrado su expresión los resulta­
obliga a proponerse como objetivo no el perfeccionar dos de las mismas, y en las que se condensan sus resultados,
la máquina del Estado, sino el destruirla} el aplastarla. adquieren también los contornos más acusados. Centro del
No fue la deducción lógica, sino el desarrollo real de los feudalismo en la Edad Medía y país modelo de la monarquía
acontecimientos, la experiencia viva de los años 1848 a unitaria corporativa desde el Renacimiento, Francia pulveri­
1851, lo que condujo a esta manera de plantear la cues­ zó el feudalismo en la gran revolución e instauró la domina­
tión. Hasta qué punto se atiene Marx rigurosamente a la ción pura de la burguesía bajo una forma clásica como nin­
base efectiva de la experiencia histórica, se ve teniendo en gún otro país de Europa. También la lucha del proletariado
cuenta que en 1852 Marx no plantea todavía el problema que se alza contra la burguesía dominante reviste aquí una
concreto de saber con qué se va a sustituir esta máquina forma violenta, desconocida en otros países.
del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no su­
ministraba todavía entonces los materiales para esta cues­ La última observación está anticuada, ya que a partir
tión, que la historia puso al orden del día más tarde, en de 1871 se ha operado una interrupción en la lucha revo­
1871. En 1852, con la precisión del observador que inves­ luéionaria del proletariado francés, si bien esta interrup­
tiga la historia natural, sólo podía registrarse una cosa: que ción, por mucho que dure, no excluye, en modo alguno,
la revolución proletaria había de abordar la tarea de «con­ la posibilidad de que, en la próxima revolución proleta­
centrar todas las fuerzas de destrucción» contra el poder ria, Francia se revele como el país clásico de la lucha de
e_statal, la tarea de «romper» la máquina del Estado. clases hasta su final decisivo.

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El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

Pero echemos una ojeada general a la historia de los Indudablemente, en la actualidad la historia del mun­
países adelantados a fines del siglo XIX y comienzos do conduce, en proporciones incomparablemente más
del XX. Veremos que, de un modo más lento, más varia­ amplias que en 1852, a la «concentración de todas las
do, y en un campo de acción mucho más extenso, se de­ fuerzas>> de la revolución proletaria para la «destruc­
sarrolla el mismo proceso: de una parte, la formación del ción» de la máquina del Estado.
<<poder parlamentario», lo mismo en los países republi­ ¿Con qué ha de sustituir el proletariado esta máquina?
canos (Francia, Norteamérica, Suiza) que en los monár- La Comuna de París nos suministra los materiales más
quicos (Inglaterra, Alemania hasta cierto punto, Italia, instructivos a este respecto.
los países escandinavos, etc.); de otra parte, la lucha por
el poder entre los distintos partidos burgueses y peque­
ñoburgueses, que se reparten y se vuelven a repartir el 3. Cómo planteaba Marx la cuestión en 1852 1
«botín» de los puestos burocráticos, dejando intangibles
las bases del régimen burgués; y finalmente, el perfeccio­ En 1907, publicó Mehring en la revista Neue Zeit (XXV,
namiento y fortalecimiento del «poder ejecutivo», de su 2, pág. 164) extractos de una carta de Marx a Weydeme­
aparato burocrático y militar. yer, del 5 de marzo de 1852. Esta carta contiene, entre
No cabe la menor duda de que éstos son los rasgos otros, el siguiente notable pasaje:
generales que caracterizan toda ía evolución moderna
de los Estados capitalistas en general. En el transcurso Por lo que a mí se refiere, no me caben ni el mérito de haber
de tres años, de 1848 a 1851, Francia reveló, en una for­ descubierto la existencia de las clases en la sociedad moder­
ma rápida, tajante, concentrada, los mismos procesos na, ni el de haber descubierto la lucha entre ellas. Mucho an­
de desarrollo característicos de todo el mundo capita­ tes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto
lista. el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos eco­
Y en particular el imperialismo, la época del capital nomistas burgueses la anatomía económica de las clases. Lo
bancario, la época de los gigantescos monopolios capita­ que yo aporté de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia
listas, la época de transformación del capitalismo mono­ de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de
polista en capitalismo monopolista de Estado, revela un desarrollo de la producción [historische Entwicklungsphasen
extraordinario fortalecimiento de la «máquina del Esta­ der Produktionr· 2) que la lucha de clases conduce, necesa­
do», un desarrollo inaudito de su aparato burocrático y riamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma
militar, en relación con el aumento de la represión contra
el proletariado, así en los países monárquicos como en l. Apartado incluido en la segunda edición de 1918. (N. de Ediciones
los países republicanos más libres. en Lenguas Extranjeras.)

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El Estado y la revolución 2. El Estado y la revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851

dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la aboli­ esta cuestión, no sólo todos los oportunistas y reformis­
ción de todas las clases y hacia una sociedad sin clases. tas, sino también todos los «kautskianos» (gentes que
vacilan entre el reformismo y el marxismo) hayan resul­
En estas palabras, Marx consiguió expresar de un tado ser miserables filisteos y demócratas pequeñobur­
modo asombrosamente claro dos cosas: primero, la dife­ gueses, que niegan la dictadura del proletariado. El fo­
rencia fundamental y cardinal entre su doctrina y las lleto de Kautsky La dictadura del proletariado) publicado
doctrinas de los pensadores avanzados y más profun­ en agosto de 1918, es decir, mucho después de apare­
dos de la burguesía, y segundo, la esencia de su teoría del cer la primera edición del presente libro, es un mode­
Estado. lo de tergiversación filistea del marxismo, del que de
Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de hecho se reniega ignominiosamente, aunque se le acate
clases. Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. hipócritamente de palabra. (Véase mi folleto La revolu­
Pero esto no es exacto. De esta inexactitud se deriva con ción proletaria y el renegado Kautsky) Petrogrado y Mos­
gran frecuencia la tergiversación oportunista del marxis­ cú, 1918.)
mo, su falseamiento en un sentido aceptable para la bur­ El oportunismo de nuestros días, personificado por su
guesía. En efecto, la doctrina de la lucha de clases no /ue principal representante, el ex marxista K. Kautsky, cae
creada por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y de lleno dentro de la característica de la posición burgue­
es, en términos generales, aceptable para la burguesía. sa que traza Marx y que hemos citado, pues este oportu­
Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún nismo circunscribe el terreno del reconocimiento de la
marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco lucha de clases al terreno de las relaciones burguesas.
del pensamiento burgués y de la política burguesa. Cir­ (¡Y dentro de este terreno, dentro de este marco, ningún
cunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases liberal culto se negaría a reconocer, «en principio», la lu­
es limitar el marxismo, bastardeado, reducirlo a algo que cha de clases!) El oportunismo no extiende el reconoci­
la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace miento de la lucha de clases precisamente a lo más fun­
extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reco­ damental, al período de transición del capitalismo al
nocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en comunismo, al período de derrocamiento de la burguesía
lo que estriba la más profunda diferencia entre tin mar­ y de complet.a destrucción de ésta.· En realidad, este pe­
xista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En ríodo es inevitablemente un período de lucha de clases
esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la de un encarnizamiento sin precedentes, en que ésta re­
comprensión y el reconocimiento real del marxismo. Y viste formas agudas nunca vistas, y, por consiguiente, el
no tiene nada de sorprendente que cuando la historia de Estado de este período debe ser inevitablemente un Es­
Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera ante tado democrático de una manera nueva (para los proleta-

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El Estado y la revolución

rios y los desposeídos en general) y dictatorial de una ma­ 3. El Estado y la revolución.


nera nueva (contra la burguesía).
Además, la esencia de la teoría de Marx sobre el Esta­ La experiencia de la Comuna
do sólo la ha asimilado quien haya comprendido que la· de París de 1871. El análisis de Marx
dictadura de una clase es necesaria, no sólo para la socie­
dad de clases en general, no sólo para el proletariado des­
pués de derrocar a la burguesía, sino también para todo
el período histórico que separa al capitalismo de la «so­
ciedad sin clases», del comunismo. Las formas de los Es­
tados burgueses son extraordinariamente diversas, pero
su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una
forma o bajo otra, pero, en último resultado, necesaria­
mente, una dictadura de la burguesía. La transición del
capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por
menos de proporcionar una enorme abundancia y diver­ l. ¿En qué consiste el heroísmo de la tentativa
sidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas de los comuneros?
será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado.
Es sabido que algunos meses antes de la Comuna, en el
otoño de 1870, Marx previno a los obreros de París,
demostrándoles que la tentativa de derribar el gobier­
no sería un disparate dictado por la desesperación.
Pero cuando en marzo de 1871 se impuso a los obreros
el combate decisivo y ellos lo aceptaron, cuando la in­
surrección fue un hecho, Marx saludó la revolución
proletaria con el más grande entusiasmo, a pesar de to­
dos los malos augurios. Marx no se aferró a la condena
pedantesca de un movimiento «extemporáneo», como
el tristemente célebre renegado ruso del marxismo,
Plejánov, qu-e en noviembre de 1905 había escrito alen­
tando a la lucha a los obreros y campesinos y que des­
pués de diciembre de 1905 se puso a gritar como un li-

82
El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comuna <le París...

beral cualquiera: «¡ No se debía haber empuñado las Así pues, Marx y Engels atribuían una importancia tan
armas!» gigantesca a esta enseñanza fundamental y principal de
Marx, por el contrario, no se contentó con entusias­ la Comuna de París, que la introdujeron como correc­
marse ante el heroísmo de los comuneros, que, según sus ción esencial en el Manifiesto comunista.
palabras, «tomaban el cielo por asalto». Marx veía en Es sobremanera característico que precisamente esta
aquel movimiento revolucionario de masas, aunque éste corrección esencial haya sido tergiversada por los opor­
no llegó a alcanzar sus objetivos, una experiencia históri­ tunistas y que su sentido sea, probablemente, descono­
ca de grandiosa importancia, un cierto paso hacia ade­ cido de las nueve décimas partes, si no del noventa y
lante de la revolución proletaria mundial, un paso prác­ nueve por ciento de los lectores del Manifiesto comu­
tico más importante que cientos de programas y de nista. De esta tergiversación trataremos en detalle más
raciocinios. Analizar esta experiencia, sacar de ella las abajo, en el capítulo consagrado especialmente a las ter­
enseñanzas tácticas, revisar a la luz de ella su teoría: he giversaciones. Aquí, bastará señalar que la manera co­
aquí cómo concebía su misión Marx. rriente, vulgar, de «entender» las notables palabras
La única «corrección» que Marx consideró necesario in­ de Marx citadas por nosotros consiste en suponer que
troducir en el Manifiesto comunista fue hecha por él a base Marx subraya aquí la idea del desarrollo lento, por opo­
de la experiencia revolucionaria de los comuneros de París. sición a la toma del poder por la violencia, y otras cosas
El último prólogo a la nueva edición alemana del 1\!Ia­ por el estilo.
nzfiesto comunista, suscrito por sus dos autores, lleva la En realidad, es precisamente lo contrario. El pensa­
fecha de 24 de junio de 1872. En este prólogo, los auto­ miento de Marx consiste en que la clase obrera debe des­
res, Karl Marx y Friedrich Engels, dicen que el progra­ truú; romper la «máquina estatal existente», y no limitar­
ma del Manifiesto comunista está «ahora anticuado en se simplemente a apoderarse de ella.
ciertos puntos». El 12 de abril de 1871, es decir, justamente en plena
Comuna, Marx escribió a Kugelmann:
La Comuna ha demostrado, sobre todo -continúan- , que
«la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la Si te fijas en el último capítulo de mi 18 brumario, verás
máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus pro­ que expongo como próxima tentativa de la revolución
pios fines» [ ... ]. francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máqui­
na burocrático-militar, como se venía haciendo hasta aho­
Las palabras puestas entre comillas, en esta cita, fue­ ra, sino roñzperla [subrayado por Marx; en el original zer­
ron tomadas por sus autores de la obra de Marx La gue­ brechenI y és!a es justamente la condición previa de toda
rra civil en Francia. verdadera revolución popular en el continente. En esto,

85
El Escado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comuna de París...

precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos ca­ litarismo y de burocratismo, han ido rodando completa­
maradas de París.* mente al inmundo y sangriento pantano, común a toda
Europa, de las instituciones burocrático-militares, que
En estas palabras: «romper la máquina burocrático­ todo lo someten y lo aplastan. Hoy, también en Inglate­
militar del Estado», se encierra, concisamente expresa­ rra y en Norteamérica es «condición previa de toda revo­
da, la enseñanza fundamental del marxismo en punto a lución verdaderamente popular» el romper, el destruir la
la cuestión de las tareas del proletariado en la revolución «máquina estatal existente» (y que allí ha alcanzado, en
respecto al Estado. ¡ Y esta enseñanza es precisamente la los años de 1914 a 1917, la perfección «europea», la per­
que no sólo olvida en absoluto, sino que tergiversa direc­ fección común al imperialismo).
tamente la «interpretación>> in1perante, kautskiana, del En segundo lugar, merece especial atención la obser­
marxismo! vación extraordinariamente profunda de Marx de que la
En cuanto a la referencia de Marx al 18 brumario) más destrucción de la máquina burocrático-militar del Esta­
arriba hemos citado en su integridad el pasaje corres­ do es «condición previa de toda revolución verdadera­
pondiente. mente popular». Este concepto de revolución «popular»
Interesa señalar especialmente dos lugares en el men­ parece extraño en boca de Marx, y los plejanovistas y
cionado pasaje de Marx. En primer término, Marx limita mencheviques rusos, estos secuaces de Struve que quie­
su conclusión al continente. Esto era lógico en 1871, ren hacerse pasar por marxistas, podrían tal vez explicar
cuando Inglaterra era todavía un modelo de país neta­ esta expresión de Marx como un «lapsus». Han reduci­
mente capitalista, pero sin militarismo y, en una medida do el marxismo a una deformación liberal tan mezquina
considerable, sin burocracia. Por eso, Marx excluía a In­ que, para ellos, no existe más que la antítesis entre revo­
glaterra, donde la revolución, e incluso una revolución lución burguesa y proletaria, y hasta esta antítesis la
popular, se consideraba y era entonces posible sin la con­ comprenden de un modo increíblemente escolástico.
dición previa de destruir «la máquina estatal existente». Si tomamos como ejemplos las revoluciones del
Hoy, en 1917, en la época de la primera gran guerra siglo XX, tendremos que reconocer como burguesas, na­
imperialista, esta limitación hecha por Marx no tiene ra­ turalmente, también las revoluciones portuguesa y turca.
zón de ser. Inglaterra y Norteamérica, los más grandes y Pero ni la una ni la otra son revoluciones «populares»,
los últimos representantes -en el mundo entero- de la pues ni en la una ni en la otra actúa perceptiblemente, de
«libertad.» anglosajona, en el sentido de ausencia de mi- un modo activo, por propia iniciativa, con sus propias
,-r Las cartas de Marx a Kugelmann han sido publicadas en ruso no reivindicaciones económicas y políticas, la masa del pue­
menos que en dos edicione?, una de ellas redactada por mí y con un blo, la inmensa mayoría de éste. En cambio, la revolu­
prólogo mío. ción burguesa rusa de 1905 a 1907, aunque no registrase

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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comuna de París ...

éxitos tan «brillantes» como los que alcanzaron en cier­ ría de los Estados continentales de Europa, en 1871. Y,
tos momentos las revoluciones portuguesa y turca, fue, de otra parte, constataba que la «destrucción» de la má­
sin duda, una revolución <<Verdaderamente popular», quina estatal responde a los intereses de los obreros y
pues la masa del pueblo, la mayoría de éste, las «más ba­ campesinos, los une, plantea ante ellos la tarea común de
jas capas» sociales, aplastadas por el yugo y la explota­ suprimir al «parásito» y sustituirlo por algo nuevo.
ción, levantáronse por propia iniciativa, estamparon en ¿Pero con qué sustituirlo concretamente?
todo el curso de la revolución el sello de sus reivindica­
ciones, de sus intentos de construir a su modo una nueva
sociedad en lugar de la sociedad vieja que era destruida. 2. ¿Con qué sustituir la máquina del Estado,
En la Europa de 1871, el proletariado no formaba la una vez destruida?
mayoría ni en un solo país del continente. Una revolución
«popular», que arrastrase al movimiento verdaderamente En 1847, en el Manifiesto comunista, Marx daba a esta
a la mayoría, sólo podía serlo aquella que abarcase tanto pregunta una respuesta todavía completamente abstrae-·
al proletariado como a los campesinos. Ambas clases for­ ta, o, más exactamente, una respuesta que señalaba las
maban en aquel entonces el «pueblo». Ambas clases es­ tareas, pero no los medios para resolverlas. Sustituir la
tán unidas por el hecho de que la «máquina burocrático­ máquina del Estado, una vez destruida, por la «organiza­
militar del Estado» las oprime, las esclaviza, las explota. ción del proletariado como clase dominante», «por la
Destruir, romper esta máquina: tal es el verdadero interés conquista de la democracia»: tal era la respuesta del Ma­
del «pueblo», de su mayoría, de los obreros y de la mayo­ nifiesto comunista.
ría de los campesinos, tal es la «condición previa» para Sin perderse en utopías, Marx esperaba de la experien­
una alianza libre de los campesinos pobres con los prole­ cia del movimiento de masas la respuesta a la cuestión de
tarios, sin cuya alianza la democracia será precaria, y la qué formas concretas habría de revestir esta organiza­
transformación socialista, imposible. ción del proletariado como clase dominante y de qué
Hacia esta alianza precisamente se abría camino, corno modo esta organización habría de coordinarse con la
es sabido, la Comuna de París, si bien no alcanzó su obje­ «conquista de la democracia» más completa y más con­
tivo por una serie de causas de carácter interno y externo. secuente.
Consiguientemente, al hablar de una «revolución ver­ En su Guerra civil en Francia, Marx somete al análisis
daderamente popular», Marx, sin olvidar para nada las más atento la experiencia de la Comuna, por breve que
características de la pequeña burguesía ( de las cuales ha­ esta experiencia haya sido. Citemos los pasajes más im­
bló mucho y con frecuencia), tenía en cuenta con la ma­ portantes de esta obra: En el siglo XIX, se desarrolló, pro­
yor precisión la correlación efectiva de clases en la mayo- cedente de la Edad Media, «el poder centralizado del

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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comw1a de París...

Estado, con sus órganos omnipresentes: el ejército per­ La Comuna estaba formada por los consejeros municipales
manente, la policía, la burocracia, el clero y la magistra­ elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de
tura». Con el desarrollo del antagonismo de clase entre París. Eran responsables y podían ser revocados en todo
el capital y el trabajo, «el poder del Estado fue adqui­ momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente,
riendo cada vez más el carácter de un poder público· obreros o representantes reconocidos de la clase obrera [ ...].
para la opresión de la clase obrera, el carácter de una La policía, que hasta entonces había sido instrumento del
máquina de dominación de clase. Después de cada revo­ gobierno central, fue despojada inmediatamente de todos
lución, que marcaba un paso adelante en la lucha de cla­ sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Co­
ses, se acusaba con rasgos cada vez más salientes el ca­ muna, responsable ante ésta y revocable en todo momento...
rácter puramente opresor del poder del Estado». Y lo mismo se hizo con los funcionarios de todas las demás
Después de la revolución de 1848-1849, el poder del Es­ ramas de la administración [...]. Desde los miembros de la
tado se convierte en un «arma nacional de guerra del ca­ Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos
pital contra el trabajo». El Segundo Imperio lo consoli­ públicos lo hacían por el salario de un obrero. Todos los pri­
da. «La antítesis directa del Imperio era la Comuna.» vilegios y los gastos de representación de los altos dignata­
«Era la forma definida [... ] de aquella república que no rios del Estado desaparecieron junto con éstos [ ...]. Una vez
había de abolir tan sólo la forma monárquica de la domi­ suprimidos el ejército permanente y la policía, instrumentos
nación de clase, sino la dominación misma de clase.» de la fuerza material del antiguo gobierno, la Comuna se
¿En qué había consistido, concretamente, esta forma apresuró a destruir también la fuerza de opresión espiritual,
«definida» de la república proletaria, socialista? ¿Cuál el poder de los curas... Los funcionarios judiciales perdieron
era el Estado que había comenzado a crear? su aparente independencia... En el futuro debían ser elegi­
dos públicamente, ser responsables y revocables [ ...].
El primer decreto de la Comuna fue [...] la supresión del ejér­
cito permanente para sustituirlo por el pueblo armado [...]. Por tanto, la Comuna sustituye la máquina estatal des­
truida, aparentemente «sólo» por una democracia más
Esta reivindicación figura hoy en los programas de to- completa: supresión del ejército permanente y completa
dos los partidos que deseen llamarse socialistas. ¡ Pero lo elegibilidad y amovilidad de todos los funcionarios.
que valen sus programas nos lo dice mejor que nada la Pero, en realidad, este «sólo» representa un cambio gi­
conducta de nuestros socialrevolucionarios y menchevi­ gantesco de unas instituciones por otras de un tipo dis­
ques, que precisamente después de la revolución del 27 tinto por prinéipio. Aquí estamos precisamente ante uno
de febrero han renunciado de hecho a poner en práctica de esos casos de «transformación de la cantidad en cali­
esta reivindicación! dad»: la democracia, llevada a la práctica del modo más

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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comuna de París...

completo y consecuente que puede concebirse, se con­ cia de las clases oprimidas, del Estado como «fuerza es­
vierte de democracia burguesa en democracia proletaria, pecial» para la represión de una determinada clase a la
de un Estado (fuerza especial para la represión de una represión de los opresores por la fuerza conjunta de
determinada clase) en algo que ya- no es un Estado pro­ la mayoría del pueblo, de los obreros y los campesinos.
piamente dicho. ¡ Y es precisamente en este punto tan evidente -tal vez el
Todavía es necesario reprimir a la burguesía y vencer más importante, en lo que se refiere a la cuestión del Es­
su resistencia. Esto era especialmente necesario para la tado- en el que las enseñanzas de Marx han sido más re­
Comuna, y una de las causas de su derrota está en no ha­ legadas al olvido! En los comentarios de popularización
ber hecho esto con suficiente decisión. Pero aquí el órga­ -cuya cantidad es innumerable- no se habla de esto. «Es
no represor es ya la mayoría de la población y no una mi­ uso» guardar silencio acerca de esto, como si se tratase
noría, como había sido siempre, lo mismo bajo la de una «ingenuidad» pasada de moda, algo así como
esclavitud y la servidumbre que bajo la esclavitud asala­ cuando los cristianos, después de convertirse el cristia­
riada. ¡ Y, desde el momento en que es la mayoría del nismo en religión del Estado, se «olvidaron» de las <<in­
pueblo la que reprime por sí misma a sus opresores, no es genuidades» del cristianismo primitivo y de su espíritu
ya necesaria una «fuerza especial» de represión! En este democrático-revolucionario.
sentido, el Estado comienza a extinguirse. En vez de ins­ La reducción de los sueldos de los altos funciona­
tituciones especiales de una minoría privilegiada (la bu­ rios del Estado parece «simplemente» la reivindicación
rocracia privilegiada, los jefes del ejército permanente), de un democratismo ingenuo, primitivo. Uno de los
puede llevar a efecto esto directamente la mayoría, y «fundadores» del oportunismo moderno, el ex socialde­
cuanto más intervenga todo el pueblo en la· ejecución de mócrata E. Bernstein, se ha dedicado más de una vez a
las funciones propias del poder del Estado tanto menor repetir esas burlas burguesas triviales sobre el democra­
es la necesidad de dicho poder. tismo «primitivo». Como todos los oportunistas, como
En este sentido, es singularmente notable una de las los actuales kautskianos, no comprendía en absoluto, en
medidas decretadas por la Comuna, que Marx subra­ primer lugar, que el paso del capitalismo al socialismo
ya: la abolición de todos los gastos de representación, de es imposible sin un cierto «retorno» al democratismo
todos los privilegios pecuniarios de los funcionarios, la «primitivo», (pues ¿córrio , si no, pasar a la ejecución de
reducción de los sueldos de todos los funcionarios del las funciones del Estado por la mayoría de la población,
Estado al nivel del «salario de un obrero». Aquí es preci­ por toda la pobl�ción en bloque?); y, en segundo lugar,
samente donde se expresa de un modo más evidente el que este «democratismo primitivo», basado en el capi­
viraje de la democracia burguesa a la democracia prole­ talismo y en la cultura capitalista, no es el democratismo
taria, de la democracia de la clase opresora a la democra- primitivo de los tiempos prehistóricos o de la época pre-

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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de ia Comuna de París...

capitalista. La cultura capitalista ha creado la gran pro­ Entre los campesinos, al igual que en las demás capas
ducción, fábricas, ferrocarriles, el correo y el teléfori.c, de la pequeña burguesía, sólo «prospera», sólo «se abre
etc., y sobre esta base) una enorme mayoría de las fun­ paso» en sentido burgués, es decir, se convierten en gen­
ciones del antiguo «poder del Estado» se han simplifi­ tes acomodadas, en burgueses o en funcionarios con una
cado tanto y pueden reducirse a operaciones tan senci­ situación garantizada y privilegiada, una minoría insigni­
llísimas de registro, contabilidad y control, que estas ficante. La inmensa mayoría de los campesinos de todos
funciones son totalmente asequibles a todos los que sa­ los países capitalistas en que existe una masa campesina
ben leer y escribir, que pueden ejecutarse en absoluto (y estos países capitalistas forman la mayoría), se halla
por el «salario corriente de un obrero», que se las puede oprimida por el gobierno y ansía derrocarlo, ansía un go­
(y se las debe) despojar de toda sombra de algo privile­ bierno «barato». J;:sto puede realizarlo sólo el proletaria­
giado y «jerárquico». do, y, al realizarlo, da al mismo tiempo un paso hacia la
La completa elegibilidad y la amovilidad en cualquier transformación socialista del Estado.
momento de todos los funcionarios sin excepción; la re­
ducción de su sueldo a los límites del «salario corriente
de un obrero»: estas medidas democráticas, sencillas y 3. La abolición del parlamentarismo
«evidentes por sí mismas», al mismo tiempo que unifi­
can en absoluto los intereses de los obreros y de la mayo­ La Comuna -escribió Marx- debía ser, no una corporación
ría de los campesinos, sirven de puente que conduce del parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y
capitalismo al socialismo. Estas medidas atañen a la reor­ ejecutiva al mismo tiempo [ ... ].
ganización del Estado, a la reorganización puramente En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años qué
política de la sociedad, pero es evidente que sólo adquie­ miembros de la clase dominante han de representar y aplas­
ren su pleno sentido e importancia en conexión con la tar [ver- und zertreten] al pueblo en el parlamento, el sufra­
«expropiación de los expropiadores» ya en realización o gio universal debía servir al pueblo, organizado en comunas,
en preparación, es decir, con la transformación de la de igual modo que el sufragio individual sirve a los patronos
propiedad privada capitalista sobre los medios de pro­ ·I para encontrar. ' obreros, inspectores y contables con destino
1

ducción en propiedad social. a sus empresas.

Al suprimir las dos mayores partidas de gastos, el ejército y Esta notable crítica del parlamentarismo, trazada en
la burocracia, la Comuna -escribe Marx- convirtió en reali­ 1871, figura también hoy, gracias al predominio del
dad la consigna de todas las revoluciones burguesas: un go­ socialchovinismo y del oportunismo, entre las «pala­
bierno barato. bras olvidadas» del marxismo. Los ministros y parla-

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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comuna de París ...

mentarios profesionales, los traidores al proletariado y lid.a del parlamentarismo? ¿Cómo es posible prescindir
los «mercachifles» socialistas de nuestros días han deja­ de él?
do íntegramente a los anarquistas la crítica del parla­ Hay que decir, una y otra vez, que las enseñanzas de
mentarismo, y sobre esta base asombrosamente juiciosa Marx, basadas en la experiencia de la Comuna, están tan
han declarado toda crítica del parlamentarismo ¡¡como olvídadas que para el «socialdemócrata moderno» (léa­
«anarquismo»!! No tiene nada de extraño que el prole­ se: para los actuales traidores al socialismo) es sencilla­
tariado de los países parlamentarios «adelantados», as­ mente incomprensible otra crítica del parlamentarismo
queado de «socialistas» como los Scheidemann, David, que no sea la anarquista o la reaccionaría.
Legien, Sembat, Renaudel, Henderson, Vandervelde, La salida del parlamentarismo no está, naturalmente,
Stauning, Branting, Bissolati y cía., haya puesto cada vez en la abolición de las instituciones representativas y de la
más sus simpatías en el anarcosindicalismo, a pesar de elegibilidad, sino en transformar las instituciones repre­
que éste es hermano carnal del oportunismo. sentativas de lugares de charlatanería en corporaciones
Pero para Marx la dialéctica revolucionaria no fue <<de trabajo».
nunca esa vacua frase de moda, esa bagatela en que la
han convertido Plejánov, Kautsky y otros. Marx sabía La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria,
romper implacablemente con el anarquismo por su inca­ sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al
pacidad para aprovecharse hasta del «establo» del parla­ mismo tiempo.
mentarismo burgués -sobre todo cuando se sabe que no
se está ante situaciones revolucionarias-, pero sabía tam­ «No una corporación parlamentaria, sino una corpo­
bién hacer una crítica auténticamente revolucionario­ ración de trabajo»: ¡este tiro va derecho al corazón de
proletaria del parlamentarismo. los parlamentarios modernos y de los «perrillos falde­
Decidir una vez cada cierto número de años qué miem­ ros» parlamentarios de la socialdemocracia! Fijaos en
bros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al cualquier país parlamentario, de Norteamérica a Suiza,
pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia de Francia a Inglaterra, Noruega, etc.: la verdadera labor
del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías «de Estado» se hace entre bastidores y la ejecutan los mi­
constitucionales parlamentarias, sino también en las re­ nisterios, las oficinas, los Estados mayores. En los parla­
públicas más democráticas. mentos no se hace más que charlar, con la finalidad espe­
Pero si planteamos la cuestión del Estado, si enfo­ cial de embaucar al «vulgo». Y tan cierto es esto, que
camos el parlamentarismo como una de las institucio­ hasta en la república rusa, república democrático-bur­
nes del Estado, desde el punto de vista de las tareas del guesa, antes de haber conseguido crear un verdadero
proletariado en este terreno, ¿dónde está entonces la sa- parlamento, se han puesto de manifiesto en seguida to-

1,
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El Estado y la revolución 3. El Estado y la revolución. La experiencia de la Comw1a de París ...

dos estos pecados del parlamentarismo. Héroes del filis­ bor, como si se tratase de una pequeñez, ¡ ¡ que en «sus»
teísmo podrido como los Skóbelev y los Tsereteli, los ministerios todo está igual que antes!! Para engañar a los
Chernov y los Avkséntiev se las han arreglado para envi­ campesinos ingenuos, frases revolucionario-democráti­
lecer hasta a los soviets, según el patrón del más sórdido cas, y para «complacer» a los capitalistas, el laberinto
parlamentarismo burgués, convirtiéndolos en vacuos lu­ burocrático-oficinesco: he ahí la esencia de la «honora­
gares de charlatanería. En los soviets, los señores minis­ ble» coalición.
tros «socialistas» engañan a los ingenuos aldeanos con La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y po­
frases y con resoluciones. En el gobierno, se desarrolla drido de la sociedad burguesa por instituciones en las
un rigodón permanente, de una parte para «cebar» con que la libertad d� crítica y de examen no degenera en en­
puestecitos bien retribuidos y honrosos al mayor núme­ gaño, pues aquí los parlamentarios tienen que trabajar
ro posible de socialrevolucionarios y mencheviques, y, ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos sus leyes,
de otra parte, para «distraer la atención» del pueblo. tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tie­
¡Mientras tanto, en las oficinas y en los Estados mayores nen que responder directamente ante sus electores. Las
se desarrolla «la labor» del Estado! instituciones representativas continúan, pero desaparece
El Dielo Naroda, órgano del partido gobernante de los el parlamentarismo como sistema especial, como divi­
«socialistas revolucionarios», reconocía no hace mucho sión del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación
en un editorial -con esa sinceridad inimitable de las gen­ privilegiada para los diputados. Sin instituciones repre­
tes de la «buena sociedad» en la que «todos» ejercen la sentativas no puede concebirse la democracia, ni aun la
prostitución política- que hasta en los ministerios regen­ democracia proletaria; sin parlamentarismo, sí puede y
tados por «socialistas» (¡perdonad la expresión!), que debe concebirse,. si la crítica de la sociedad burguesa
hasta en estos ministerios ¡subsiste sustancialmente todo no es para nosotros una frase vacua, si la aspiración de
el viejo aparato burocrático, funcionando a la antigua y derrocar la dominación de la burguesía es en nosotros
saboteando con absoluta «libertad» las iniciativas revo­ una aspiración seria y sincera y no una frase «electoral»
lucionarias! Y aunque no tuviésemos . esta confesión, para cazar los votos de los obreros, como es en los labios
¿acaso la historia real de la participación de los socialre­ de los mencheviques y los socialrevolucionaríos, como es
volucionarios y los mencheviques en el gobierno no de­ en los labios de los Scheidemann y Legien, los Sembat y
muestra esto? Lo único que hay de característico en esto Vandervelde.
es que los señores Chernov, Rusánov, Sensínov y demás Es sobremanera instructivo que, al hablar de las fun­
redactores del Dielo Naroda, asociados en el ministerio ciones de aquella burocracia que necesita también la Co­
con los kadetes, han perdido el pudor hasta tal punto muna y la democracia prole�aria, Marx tome como pun­
que no se avergüenzan de contar públicamente, s�n ru- to de comparación a los empleados de «cualquier otro

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patrono», es decir, una empresa capitalista corriente, subordinación; estos sueños anarquistas, basados en la
con «obreros, inspectores y contables». incomprensión de las tareas de la dictadura del proleta­
En Marx no hay ni rastro de utopismo, en el sentido de riado, son fundamentalmente ajenos al marxismo y, de
que invente y fantasee sobre la «nueva» sociedad. No, hecho, sólo sirven para aplazar la revolución socialista
Marx estudia como un proceso histórico-natural cómo hasta el momento en que los hombres sean distintos. No,
nace la nueva sociedad de la antigua, estudia las formas de nosotros queremos la revolución socialista con hombres
transición de la antigua a la nueva sociedad. Toma la expe­ como los de hoy, con hombres que no puedan arreglár­
riencia real del movimiento proletario de masas y se esfuer­ selas sin subordinación, sin control, sin «inspectores y
za en sacar las enseñanzas prácticas de ella. «Aprende» de contables».
la Comuna, como todos los grandes pensadores revoíu­ Pero a quien hay que someterse es a la vanguardia ar­
cionarios no temieron aprender de la experiencia de los mada de todos los explotados y trabajadores: al proleta­
grandes movimientos de la clase oprimida, no dirigiéndo­ riado. La «administración burocrática» específica de los
les nunca «sermones» pedantescos (por el estilo del «no se funcionarios del Estado puede y debe comenzar a susti­
debía haber empuñado las armas», de Plejánov, o de la tuirse inmediatamente, de la noche a la mañana, por las
frase de Tsereteli: «una clase debe saber moderarse»). simples funciones de «inspectores y contables», funcio­
No cabe hablar de la abolición repentina de la buro­ nes que ya hoy son plenamente accesibles al nivel de de­
cracia, en todas partes y hasta sus últimas raíces. Esto sarrollo de los habitantes de las ciudades y que pueden
es una utopía. Pero el destruir de golpe la antigua máqui­ ser perfectamente desempeñadas por el «salario de un
na burocrática y comenzar a construir inmediatamente obrero».
otra nueva, que permita ir reduciendo gradualmente a la Organizaremos la gran producción nosotros mismos)
nada toda burocracia, no es una utopía; es la experiencia los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el
de la Comuna, es la tarea directa, inmediata, del proleta­ capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia
riado revolucionario. obrera, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea,
El capitalismo simplifica las funciones de la adminis­ mantenida por el poder estatal de los obreros arma­
tración del «Estado», permite desterrar la «administra­ dos; reduciremos a los funcionarios del Estado a ser sim­
ción burocrática» y reducirlo todo a una organización de ples ejecutores de nuestras directivas, «inspectores y
los proletarios (como clase dominante)' que toma a su contables» responsables, amovibles y modestamente re­
servicio, en nombre de toda la sociedad, a «obreros, ins­ tribuidos (en unión, naturalmente, de técnicos de todas
pectores y contables». clases, de todos los tipos y grados): he ahí nuestra tarea
Nosotros no somos utopistas. No «soñamos» en cómo prolet�ia, he ahí por dónde se puede y se debe empezar
podrá prescindirse de golpe de todo gobierno, de toda a llevar a cabo la revolución proletaria. Este comienzo,

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sobre la base de la gran producción, conduce por sí mis­ que iibera a los trabajadores de la explotación y que tie­
mo a la «extinción» gradual de toda burocracia, a la ne en cuenta la experiencia ya iniciada prácticamente
creación gradual de un orden -orden sin comillas, orden (sobre todo en el terreno de la organización del Estado)
que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada-, de por la Comuna.
un orden en que las funciones de inspección y de con­ Organizar toda la economía nacional como lo está el
tabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por correo, para que los técnicos, los inspectores, los conta­
todos siguiendo un turno, acabarán por convertirse en bles y todos los funcionarios en general perciban sueldos
costumbre, y, por fin, desaparecerán como funciones es­ que no sean superiores al «salario de un obrero», bajo el
peciales de una capa especial de la sociedad. control y la dirección del proletariado armado: he ahí
Un ingenioso socialdemócrata alemán de la década de nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que noso­
los setenta del siglo pasado dijo que el correo era un mo­ tros necesitamos y la base económica sobre la que este
delo de economía socialista. Esto es muy exacto. Hoy, el Estado tiene que descansar. He ahí lo que darán la abo­
correo es una empresa organizada según el patrón de un lición del parlamentarismo y la conservación de las insti­
monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va tuciones representativas, he ahí lo que librará a las clases
convirtiendo poco a poco todos los trusts en organiza­ trabajadoras de la prostitución de estas instituciones por
ciones de este tipo. En ellos vemos esa misma burocracia la burguesía.
burguesa, entronizada sobre los «simples» trabajado­
res, agobiados de trabajo y hambrientos. Pero el meci:l­
nismo de la gestión social está ya preparado en estas or­ 4. Organización de la unidad de la nación
ganizaciones. No hay más que derrocar a los capitalistas,
destruir, por la mano férrea de los obreros armados, la En el breve esbozo de organización nacional que la Comuna
resistencia de estos explotadores, romper la máquina no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que la Co­
burocrática del Estado moderno, y tendremos ante no­ muna debía ser [. .. ] la forma política hasta de la aldea más
sotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del pequeña del país [...]. [Las comunas elegirían la «delegación
«parásito» y perfectamente susceptible de ser puesto en nacional» de París.]
marcha por los mismos obreros unidos, dando ocupa­
1
ción a técnicos, inspectores y contables y retriD uyendo el Las pocas, pero importantes funciones que aún quedarían
trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios entonces al gobierno central no se suprimirían, como fal­
del «Estado» en general, con el salario de un obrero. He seando conscientemente la verdad se ha dicho, sino que se­
aquí una tarea concreta, una tarea práctica que es ya in­ rían desempeñadas por funcionarios comunales, es decir, ri­
mediatamente realizable con respecto a todos los trusts) gurosamente responsables [ ...].

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No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino por el los Estados modernos y la transformación completa
contrario, de organizarla mediante un régimen comunal. La [Umwandlung: cambio radical] de su organización, tal
unidad de la nación debía convertirse en una realidad me­ como Marx y Proudhon la describen (formación de la
diante la destrucción de aquel poder del Esta:<lo que pret�n­ Asamblea Nacional con delegados de las asambleas pro­
día ser la encarnación· de esta unidad, pero quería ser inde­ vinciales o regionales, integradas a su vez por delegados
pendiente de la nación y estar situado por encima de ella. De de las comunas), tendría que ser la obra inicial de la de­
hecho, este poder del Estado no era más que una excrecen­ mocracia, desapareciendo, por tanto, todas las formas an­
cia parasitaria en el cuerpo de la nación [... ]. La tarea consis­ teriores de las representaciones nacionales».
tía en amputar los órganos puramente represivos del viejo Esto es sencillamente monstruoso: ¡Confundir las con­
poder estatal y arrancar sus legítimas funciones de manos de cepciones de Marx sobre la «destrucción del poder esta­
una autoridad que pretende colocarse sobre la sociedad, tal, del parásito», con el federalismo de Proudhon! Pero
para restituirlas a los servidores responsables de ésta. esto no es casual, pues al oportunista no se le pasa si­
quiera por las, mientes pensar que aquí Marx no habla
Hasta qué punto los oportunistas de la socialdemocra­ en manera alguna del federalismo por oposición al cen­
cia actual no han comprendido -tal vez fuera más exacto tralismo, sino de la destrucción de la antigua máquina
decir que no han querido comprender- estos razona­ burguesa del Estado, existente en todos los países bur­
mientos de Marx, lo revela mejor que nada el libro he­ gueses.
rostráticamente célebre del renegado Bernstein: Las pre­ Al oportunista sólo se le viene a las mientes lo que ve
misas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. en torno suyo, en medio del filisteísmo mezquino y del
Refiriéndose precisamente a las citadas palabras de Marx, estancamiento «reformista», a saber: ¡ sólo las «munici­
Bernstein escribía que en ellas se desarrolla un programa palidades»!
«que, por su contenido político, presenta, en todos sus El oportunista ha perdido la costumbre de pensar si­
rasgos esenciales, la mayor semejanza con el federalismo quiera en la revolución del proletariado.
de Proudhon... Pese a todas las demás diferencias que se­ Esto es ridículo. Pero lo curioso es que nadie haya con­
paran a Marx y al "pequeñoburgués" Proudhon [Berns­ tendido con Bernstein acerca de este punto. Bernstein
tein pone esta palabra entre comillas, queriendo darle fue refutado por muchos, especialmente por Plejánov en
una intención irónica], en estos puntos el curso de las la literatu�a r�sa y por .Kautsky en la europea, pero ni
ideas es el más afín que cabe en ambos». Natu¡alme�te, uno ni otro han hablado de esta ·tergiversación de Marx
prosigue Bernstein, que la importancia de las municipali­ por Bernstéin.
dades va en aumento, pero «a mí me parece dudoso que El oportunista se ha desacostumbrado hasta tal punto
esta abolición [Aufl,osun& literalmente: disolución] de a pensar en revolucionario y a reflexionar acerca de la re-

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volución, que atribuye a Marx el «federalismo», confun­ Y bien, si el proletariado y los campesinos pobres to­
diéndole con el fundador del anarquismo, Proudhon. Y man en sus manos el poder del Estado, se organizan de
Kautsky y Plejánov, que quieren pasar por marxistas or­ un modo absolutamente libre en comunas y unifican la
todoxos y defender la doctrina del marxismo revolucio­ acción de todas las comunas para dirigir los golpes con­
nario, ¡guardan silencio ac�rca de esto! Nos encontra­ tra el capital, para aplastar la resistencia de los capitalis­
mos aquí con una de las raíces de ese extraordinario tas, para entregar a toda la nación, a toda la sociedad, la
bastardeamiento de las ideas acerca de la diferencia en­ _propiedad privada sobre los ferrocarriles, las fábricas,
tre marxismo y anarquismo, que es característico tanto la tierra, etc., ¿acaso esto no será el centralismo? ¿Acaso
de los kautskianos como de los oportunistas y del que esto no será el más consecuente centralismo democráti­
habremos de hablar todavía más. co, y además un centralismo proletario?
En los citados pasajes de Marx sobre la experiencia de A Bernstein no le cabe, sencillamente, en la cabeza
la Comuna no hay ni rastro de federalismo. Marx coinci­ que sea posible un centralismo voluntario, una unión
de con Proudhon precisamente en algo que no ve el voluntaria de las comunas en la nación, una fusión vo­
oportunista Bernstein. Marx discrepa de Proudhon pre­ luntaria de las comunas proletarias para aplastar la do­
cisamente en aquello en que Bernstein ve una afinidad. minación burguesa y la máquina burguesa del Estado.
Marx coincide con Proudhon en que ambos abogan Para Bernstein, como para todo filisteo, el centralismo
por la «destrucción» de la máquina moderna del Estado. es algo que sólo puede venir de arriba, que sólo puede
Esta coincidencia del marxismo con el anarquismo (tanto ser impuesto y mantenido por la burocracia y el milita­
con el de Proudhon como con el de Bakunin) no quieren rismo.
verla ni los oportunistas ni los kautskianos, pues ambos Marx subraya intencionadamente, como previendo la
han desertado del marxismo en este punto. posibilidad de que sus ideas fuesen, tergiversadas, que
Marx discrepa de Proudhon y de Bakunin precisa­ el acusar a la Comuna de querer destruir la unidad de
mente en la cuestión del federalismo (para no hablar si­ la nación, de querer suprimir el poder central, es una
quiera de la dictadura del proletariado). El federalismo falsedad consciente. Marx usa intencionadamente la ex­
es una derivación de principio de las concepciones pe­ presión «organizar la unidad de la nación» para contra­
queñoburguesas del anarquismo. Marx es centralista. En poner el centralismo consciente, democrático, proleta­
los pasajes suyos citados más arriba no se contiene la me­ rio, al centralismo burgués, militar, burocrático.
nor desviación del centralismo. ¡ Sólo quienes se hallen Pero... no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y
poseídos de la «fe supersticiosa» del filisteo en el Estado los oportunistas de la socialdemocracia actual no quie­
pueden confundir la destrucción de la máquina del Esta­ ren, en efecto, oír hablar de la destrucción del poder del
do burgués con la destrucción del centralismo! Estado, de la eliminación del parásito.

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to», el «poder del Estado que ahora sería superfluo»: he


5. La destrucción del Estado parásito aquí cómo se expresa Marx al hablar del Estado, valo­
rando y analizando la experiencia de la Comuna.
Hemos citado ya, y vamos a completarlas aquí, las pala­ Todo esto fue escrito hace poco menos de medio sjglo,
bras de Marx relativas a este punto. pero hoy hay que proceder a verdaderas excavacio­
nes para llevar a la conciencia de las grandes masas un
Generalmente, las nuevas creaciones históricas están desti­ marxismo no falseado. Las conclusiones deducidas de la
nadas a que se las tome por una reproducción de las formas observación de la última gran revolución vivida por
viejas, y aun ya caducas, de vida social con las cuales las nue­ Marx fueron dadas al olvido precisamente al llegar el
vas instituciones presentan cierta semejanza. Así, también momento de las siguientes grandes revoluciones del pro­
esta nueva Comuna, que viene a destruir [bricht: romper] el letariado.
poder estatal moderno, ha sido considerada como una resu­
rrección de las comunas medievales ..., como una federación La variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la
de pequeños Estados, con arreglo al sueño de Montesquieu Comuna y la variedad de intereses que han encontrado su
y los girondinos ..., como una forma exagerada de la vieja lu­ expresión en ella demuestran que era una forma política
cha contra el excesivo centralismo [... ]. perfectamente flexible, a diferencia de las formas anteriores
Por el contrario, el régimen comunal habría devuelto al de gobierno, que habían sido todas esencialmente represi­
organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venía vas. He aquí su verdadero secreto: la Comuna era en esencia
devorando el «Estado», parásito que se nutre a expensas de el gobierno de la clase obrera) fruto de la lucha de la clase
la sociedad y entorpece su libre movimiento. Con este solo productora contra la clase apropiadora, la forma política,
hecho habría iniciado la regeneración de Francia [.. .]. descubierta, al fin, bajo la cual podía llevarse a cabo la eman­
El régimen comunal habría colocado a los productores ru­ cipación económica del trabajo [...].
rales bajo la dirección ideológica de las capitales de sus pro­ Sin esta última condición el régimen comunal habría sido
vincias y les habría ofrecido aquí, en los obreros de la ciu­ una imposibilidad y una impostura [...].
dad, los representantes naturales de sus intereses. La sola
existencia de la Comuna implicaba, como algo evidente, un Los utopistas habíanse dedicado a «descubrir» las for­
régimen de autonomía local, pero no ya como contrapeso a mas políticas bajo las cuales debía producirse la transfor­
un poder del Estado que ahora sería superfluo [ ...]. mación socialista de la sociedad. Los anarquistas se des­
entendían- del problema de las formas políticas en
«Destrucción del poder estatal», que era una «excre­ general. Los op9rtunístas de la socialdemocracia actual
cencia parasitaria», su «amputación», su «aplastamien- tomaron las formas políticas burguesas del Estado de-

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El Estado y la revolución

mocrático parlamentario como el límite del que no po­ 4. Continuación. Aclaraciones


día pasarse y se rompieron la frente de tanto prosternar­
se ante este «modelo», considerando como anarquismo complementarias de Engels
toda aspiración a romper estas formas.
Marx dedujo de toda la historia del socialismo y de las
luchas políticas que el Estado deberá desaparecer y que
la forma transitoria para su desaparición (la forma de
transición del Estado al no Estado) será «el proletariado
organizado como clase dominante». Pero Marx no se
proponía descubrir las formas políticas de este futuro. Se
limitó a la investigación precisa de la historia francesa, a
su análisis y a la conclusión a que llevó el año 1851: se
avecina la destrucción de la máquina del Estado burgués.
Y cuando estalló el movimiento revolucionario de ma­
sas del proletariado, Marx, a pesar del revés sufrido por Marx dejó sentadas las tesis fundamentales sobre la
este movimiento, a pesar de su fugacidad y de su patente cuestión de la significación de la experiencia de la Co­
debilidad, se puso a estudiar qué formas había revelado. muna. Engels volvió repetidas veces sobre este tema,
La Comuna es la forma, «descubierta, al fin», por aclarando el análisis y las conclusiones de Marx e ilumi­
la revolución proletaria, bajo la cual puede. lograrse la nando a veces otros aspectos de la cuestión con tal fuerza
emancipación económica del trabajo. y relieve que es necesario detenerse especialmente en es­
La Comuna es el primer intento de la revolución pro­ tas aclaraciones.
letaria de destruir la máquina del Estado burgués, y la
forma política, «descubierta, al fin», que puede y debe
sustituir a lo destruido. 1. «La cuestión de la vivienda»
Más adelante, en el curso de nuestra exposición, vere­
mos que las revoluciones rusas de 1905 y 1917 prosi­ En su obra sobre la cuestión de la vivienda (1872), En­
guen, en otras circunstancias, bajo condiciones diferen­ gels pone ya a contribución la experiencia de la Comuna,
tes, la obra de la Comuna, y confirman el genial análisis deteniéndose varias veces en las tareas de la revolución
histórico de Marx. respecto al· Estado. Es interesante ver cómo, sobre un
l tema concreto, se ponen de relieve, de una parte, los ras­
¡,
l
gos de coincidencia entre el Estado proletario y el Esta-

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El Estado y la revolución 4. Contínuación. Aclaracíones complementarías de Engels

do actual -rasgos que nos dan la base para hablar de Es­ propiación y la requisa <le viviendas son efectuadas tam­
tado en ambos casos-, y, de otra parte, los rasgos de bién por orden del Estado actual. Desde el punto de vis­
diferencia o la transición hacia la destrucción del Esta­ ta formal, también el Estado proletario «ordenará»
do. requisar viviendas y expropiar edificios. Pero es evidente
que el antiguo aparato ejecutivo, la burocracia, vincu­
¿Cómo, pues, resolver la cuestión de la vivienda? En la so­ lada con la burguesía, sería sencillamente inservible para
ciedad actual, exactamente lo mismo que otra cuestión so­ llevar a la práctica las órdenes del Estado proletario.
cial cualquiera: por la nivelación económica gradual de la
oferta y la demanda, solución que reproduce constantemen­ Hay que hacer constar que la «apropiación efectiva» de to­
te la cuestión y que, por tanto, no es tal solución. La forma dos los instrumentos de trabajo, la ocupación de toda la in­
en que una revolución social resolvería esta cuestión no de­ dustria por el pueblo trabajador, es precisamente lo contra­
pende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, rio del «rescate» proudhoniano. En éste, es cada obrero el
sino que, además, se relaciona con cuestiones de gran alcan­ que pasa a ser propietario de su vivienda, de su campo, de su
ce, entre las cuales figura, como una de las más esenciales, la instrumento de trabajo; en la primera, en cambio, es el «pue­
supresión del contraste entre la ciudad y el campo. Como blo trabajador» el que pasa a ser propietario colectivo de los
nosotros no nos ocupamos en construir ningún sistema utó­ edificios, de las fábricas y de los instrumentos de trabajo, y
pico para la organización de la sociedad del futuro, sería más es poco probable que su disfrute se conceda, sin indemniza­
que ocioso detenerse en esto. Lo cierto, sin embargo, es que ción de los gastos, a los individuos o a las sociedades, por
ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes lo menos durante el período de transición. Exactamente lo
para remediar en seguida, si se les diese un empleo racional, mismo que la abolición de la propiedad territorial no impli­
toda verdadera «escasez de vivienda». Esto sólo puede lo­ ca la abolición de la renta del suelo, sino su transferencia a la
grarse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores sociedad, aunque sea con ciertas modificaciones. La apro­
y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda piación efectiva de todos los instrumentos de trabajo por el
o a los que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el pueblo trabajador no excluye, por tanto, en modo alguno, la
proletariado conquiste el pode� político, esta medida, im­ conservación �e los alquileres y arrendamientos.
puesta por los intereses del bien público, será de tan fácil
ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las re­ La cuestión esbozada en este pasaje, a saber: la cues­
quisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual. tión de las bases econ.ómicas de la extinción del Estado,
será examinada por nosotros en el capítulo siguiente.
Aquí Engels no analiza el cambio de forma del poder Engels se expresa con extremada cautela, diciendo que
estatal, sino sólo el contenido de sus actividades. La ex- «es poco probable» que el Estado proletario conceda

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarias de Engels

gratis las viviendas, «por lo menos durante el período de Que a la par con la supresión de las clases se producirá
transición». El arrendamiento de viviendas de propie­ también la supresión del Estado, lo ha sostenido siempre
dad de todo el pueblo a distintas familias mediante un el marxismo. El tan conocido pasaje del Anti-Dühring
alquiler supone el cobro de estos alquileres, un cierto acerca de la «extinción del Estado» no acusa a los anar­
control y una determinada regulación para el reparto de quistas simplemente de abogar por la supresión del Es­
las viviendas. Todo esto exige una cierta forma de Esta­ tado, sino de predicar la posibilidad de suprimir el Esta­
do, pero no reclama en modo alguno un aparato militar do «de la noche a la mañana».
y burocrático especial, con funcionarios que disfruten de Como la doctrina «socialdemócrata» hoy imperante
una situación privilegiada. La transición a un Estado de ha tergiversado completamente la actitud del marxismo
cosas en que sea posible asignar las viviendas gratuita­ ante el anarquismo en lo tocante a la cuestión de la des­
mente se halla vinculada a la «extinción» completa del trucción del Estado, será muy útil recordar aquí la polé­
Estado. mica de Marx y Engels con los anarquistas.
Hablando de cómo los blanquistas, después de la Co­
muna y bajo la acción de su experiencia, se pasaron al
campo de los principios marxistas, Engels formula de 2. Polémica con los anarquistas
pasada esta posición en los términos siguientes:
Esta polémica tuvo lugar en el año 187 3. Marx y Engels
Necesidad de la acción política del proletariado y de su dic­ escribieron para un almanaque socialista italiano unos ar­
tadura, como paso hacia la supresión de las clases y, con tículos contra los proudhonianos, «autonomistas» o «an­
ellas, del Estado [ ... ]. tiautoritarios», artículos que no fueron publicados en tra­
ducción alemana hasta 1913, en la revista Neue Zeit.
Algunos aficionados a la crítica literal o ciertos «exter­
minadores» burgueses del marxismo encontrarán quizá Si la lucha política de la clase obrera -escribió Marx, ridicu­
una contradicción entre este reconocimiento de la «su­ lizando a los anarquistas y su negación de la política- asume
presión del Estado» y la negación de semejante fórmula, formas revolucionarias, si los obreros sustituyen la dictadura
por anarquista, en el pasaje del Anti-Dühring citado más de la clase burguesa con su dictadura revolucionaria, come­
arriba. No tendría nada de extraño que los oportunistas ten un terrible delito de leso principio, porque para satisfa­
clasificasen también a Engels entre los «anarquistas», ya cer sus míseras necesidades materiales de cada día, para ven­
que hoy se va generalizando cada vez más entre los so­ cer la resiste-ncia de la burguesía, dan al Estado una forma
cialchovinistas la tendencia de acusar a los internaciona­ revolucionaria y transitoria en vez de deponer las armas y
listas de anarquismo. abolirlo [... ].

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarias de Engels

¡He ahí contra qué «abolición» del Estado se manifes­ Engels expone estos pensamientos de un modo toda­
taba, exclusivamente, Marx, al refutar a los anarquistas! vía más detallado y más popular. Ridiculiza, ante todo, el
No era, ni mucho menos, contra el hecho de que el Esta­ embrollo de pensamientos de los proudhonianos, quie­
do desaparezca con la desaparición de las clases o sea su­ nes se llamaban «antiautoritarios», es decir, negaban
primido al suprimirse éstas, sino contra el hecho de que toda autoridad, toda subordinación, todo poder. Tomad
los obreros renuncien al empleo de las armas, a la violen­ una fábrica, un ferrocarril, un barco en alta mar, dice En­
cia organizada, es decir; al Estado, llamado a servir para gels: ¿acaso no es .evidente que sin una cierta subordina­
«vencer la resistencia de la burguesía». ción y, por consiguiente, sin una cierta autoridad o poder
Marx subraya intencionadamente -para que no se ter­ será imposible el funcionamiento de ninguna de estas
giverse el verdadero sentido de su lucha contra el anar­ complicadas empresas técnicas, basadas en el empleo de
quismo- la «forma revolucionaria y transitoria» del Esta­ máquinas y en la cooperación de muchas personas con
do que el proletariado necesita. El proletariado sólo arreglo a un plan?
necesita el Estado temporalmente. Nosotros no discrepa­
mos en modo alguno de los anarquistas en cuanto al pro­ Cuando opongo parecidos argumentos a los más furiosos
blema de la abolición del Estado, como meta final. Lo antiautoritarios -dice Engels- no pueden responderme más
que afirmamos es que, para alcanzar esta meta, es necesa­ que esto: «¡Ah! Eso es verdad, pero aquí no se trata de una
rio el empleo temporal de las armas, de los medios, de los autoridad de que investimos a nuestros delegados, sino de
métodos del poder del Estado contra los explotadores, un encargo determinado». Esta gente cree poder cambiar la
como para destruir las clases es necesaria la dictadura cosa con cambiarle el nombre [. .. ].
temporal de la clase oprimida. Marx elige contra los anar­
quistas el planteamiento más tajante y más claro del pro_­ Habiendo puesto así de manifiesto que la autoridad y
blema: después de derrocar el yugo de los capitalistas, la autonomía son conceptos relativos, que su radio de
¿deberán los obreros «deponer las armas» o emplearlas aplicación cambia con las distintas fases del desarrollo
contra los capitalistas para vencer su resistencia? Y el social, que es absurdo aceptar estos conceptos como
empleo sistemático de las armas por una clase contra otra algo absoluto, y después de añadir que el campo de la
clase, ¿qué es sino una «forma transitoria» de Estado? aplicación de las máquinas y de la gran industria se en­
Que cada socialdemócrata se pregunte si es así como él sancha cada vez más, Engels pasa de las consideraciones
ha planteado la cuestión del Estado en su polémica con generales sobre la autoridad al problema del Estado.
los anarquistas, si es así como ha planteado esta cues­
tión la inmensa mayoría de los partidos socialistas oficia­ Si los autonomistas -escribe- se limitaran a decir que la or­
les de la Segunda Internacional. ganización social futura tolerará la autoridad únicamente en

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarías de Engels

los límites fijados inevitablemente por las condiciones de la cen más que sembrar la confusión, o lo saben y, en este caso,
producción, sería posible entenderse con ellos. Pero se traicionan la causa del proletariado. Tanto en uno como en
muestran ciegos con referencia a todos los hechos que hacen otro caso sirven únicamente a la reacción.
necesaria la autoridad y luchan apasionadamente contra esta
palabra. En este pasaje se abordan cuestiones que conviene exa­
¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a gritar contra minar en conexión con el tema de la correlación entre la
la autoridad política, contra el Estado? Todos los socialista� política y la economía en el período de extinción del Es­
están de acuerdo en que el Estado y, junto con él, la autori­ tado (tema tratado en el capítulo siguiente). Son cuestio­
dad política desaparecerán como consecuencia de la futura nes tales como la de la transformación de las funciones
revolución social, es decir, que las funciones públicas perde­ públicas, de funciones políticas en funciones simplemen­
rán su carácter político y se convertirán en funciones pura­ te administrativas, y la del «Estado político». Esta últíma
mente administrativas, destinadas a velar por los intereses expresión, especialmente expuesta a provocar equívocos,
sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado polí­ apunta al proceso de la extinción del Estado: al llegar a
tico sea abolido de un golpe, antes de que sean abolidas las una cierta fase de su extinción, puede calificarse al Esta­
relaciones sociales que han dado origen al mismo: exigen do moribundo de Estado no político.
que el primer acto de la revolución social sea la abolición de También en este pasaje de Engels la parte más notable
la autoridad. es el planteamiento de la cuestión contra los anarquistas.
¿Es que dichos señores han visto alguna vez una revolu­ Los socialdemócratas que pretenden ser discípulos de
ción? Indudablemente, no hay nada más autoritario que una Engels han discutido millones de veces con los anarquis­
revolución. La revolución es un acto durante el cual una par­ tas desde 1873, pero han discutido precisamente no
te de la población impone su voluntad a la otra mediante los cómo pueden y deben discutir los marxistas. El concep­
fusiles, las bayonetas, los cañones, esto es, mediante elemen­ to anarquista de la abolición del Estado es confuso y no
tos extraordinariamente autoritarios. El partido triunfante revolucionario: así es como plantea la cuestión Engels.
se ve obligado a mantener su dominación por medio del te­ En efecto, los anarquistas no quieren ver la revolución
mor que dichas armas infunden a los reaccionarios. Si la Co­ en su nacimiento y en su desarrollo, en sus tareas especí­
muna de París no se hubiera apoyado en la autoridad del ficas con relación a la violencia, a la autoridad, al poder
pueblo armado contra la burguesía, ¿habría subsistido más y al Estado.
de un día? ¿No tenemos más bien, por el contrario, el dere­ La crítica corriente del anarquismo en los socialde­
cho de censurar a la Comuna por no haberse servido sufi­
1 mócratas de nuestros días ha degenerado en la más pura
cientemente de dicha autoridad? Así, pues, una de dos: o los vulgaridad pequeñoburguesa: « j Nosotros reconocemos
antiautoritarios no saben lo que dicen, y en este caso no ha- el Estado; los anarquistas, no!». Se comprende que se-

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarias de Engels

mejante vulgaridad tenga por fuerza que repugnar a 18-28 de marzo de 1875. Carta que -dicho entre parén­
obreros un poco reflexivos y revolucionarios. Engels se tesis- fue publicada por vez primera, que nosotros sepa­
expresa de otro modo: subraya que todos los socialistas mos, por Bebel en el segundo tomo de sus memorias (De
reconocen la desaparición del Estado como consecuen­ mi vida)) que vieron la luz en 1911, es decir, 36 años des­
cia de la revolución socialista. Luego, plantea concreta­ pués de escrita y enviada aquella carta.
mente el problema de la revolución, precisamente el Engels escribió a Bebel criticando aquel mismo pro­
problema que los socialdemócratas suelen soslayar en su yecto de programa de Gotha, que Marx criticó en su cé­
oportunismo, cediendo, por decirlo así, la exclusiva de lebre carta a Bracke. Y, por lo que se refiere especial­
su «estudio» a los anarquistas, y, al plantear este proble­ mente a la cuestión del Estado, le decía lo siguiente:
ma, Engels agarra el toro por los cuernos: ¿no hubiera
debido la Comuna emplear más abundantemente el po­ El Estado popular libre se ha convertido en el Estado libre.
der revolucionario del Estado) es decir, del proletariado Gramaticalmente hablando, un Estado libre es un Estado
armado, organizado como clase dominante? que es libre respecto a sus ciudadanos, es decir, un Esta­
Por lo general, la socialdemocracia oficial imperante do con un gobierno despótico. Habría que abandonar toda
elude la cuestión de las tareas concretas del proletariado esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de
en la revolución, bien con simples burlas de filisteo, la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero senti­
bien, en el mejor de los casos, con la frase sofística evasi­ do de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara
va de «¡ya veremos!». Y los anarquistas tenían derecho a más de la cuenta eso del «Estado popular», a pesar de que
decir de esta socialdemocracia que traicionaba su misión ya la obra de Marx contra Proudhon y luego el Manifiesto
de educar revolucionariamente a los obreros. Engels se comunista dicen expresamente que, con la implantación
vale de la experiencia de la última revolución proletaria, del régimen social socialista, el Estado se disolverá por sí
precisamente, para estudiar del modo más concreto qué mismo [sich auflost] y desaparecerá. Siendo el Estado una
es lo que debe hacer el proletariado y cómo, tanto con institución meramente transitoria, que se utiliza en la lu­
relación a los bancos como en lo que respecta al Estado. cha, en la revolución, para someter por la violencia a sus
adversarios, es un absurdo hablar de un Estado libre del
pueblo: mientras el proletariado necesite todavía del Esta­
3. Una carta a Bebel do, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para so­
meter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse
Uno de los pasajes más notables, si no el más notable de de libertad, el Estado como tal. dejará de existir. Por eso
las obras de Marx y Engels respecto a la cuestión del Es­ nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la pala­
tado, es el siguiente, de una carta de Engels a Bebel de bra Estado) la palabra «comunidad» [Gemeinwesen]) una

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buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra el sistema de comunas. En ruso no existe una palabra
francesa commune. semejante, y tal vez tendremos que emplear la palabra
francesa commune, aunque esto tenga también sus in­
Hay que tener en cuenta que esta carta se refiere al convenientes.
programa del Partido, criticado por Marx en una carta «La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sen­
escrita solamente varias semanas después de aquélla tido de la palabra»: he aquí la afirmación más importan­
(carta de Marx de 5 de mayo de 187 5), que Engels vivía te de Engels, desde el punto de vista teórico. Después de
por aquel entonces en Londres, con Marx. Por eso, al lo que dejamos expuesto más arriba, esta afirmación es
decir en las últimas líneas de la carta «nosotros», Engels, absolutamente lógica. La Comuna había dejado de ser un
indudablemente, en su nombre y en el de Marx propone Estado, toda vez que su papel no era reprimir a la mayo­
al jefe del Partido obrero alemán borrar del programa ría de la población, sino a la minoría (a los explotado­
la palabra «Estado» y sustituirla por la palabra «comu­ res); había roto la máquina del Estado burgués; en vez
nidad». de una fuerza especial para la represión, entró en escena
¡ Qué bramidos sobre «anarquismo» lanzarían los ca- la población misma. Todo esto era renunciar al Estado
becillas del «marxismo» de hoy, un «marxismo» falsifi­ en su sentido estricto. Y si la Comuna se hubiera con­
cado para uso de oportunistas, si se les propusiese seme­ solidado, habrían ido «extinguiéndose» en ella por sí
jante corrección en su programa! mismas las huellas del Estado, no habría sido necesario
Que bramen cuanto quieran. La burguesía les elogiará <<suprimir» sus instituciones: éstas habrían dejado de
por ello. funcionar a medida que no tuviesen nada que hacer.
Pero nosotros continuaremos nuestra obra. Cuando «Los anarquistas nos han echado en cara más de la
revisemos el programa de nuestro partido, deberemos cuenta eso del "Estado popular".» Al decir esto, Engels
tomar en consideración, sin falta, el consejo de Engels y se refiere, principalmente, a Bakunin y a sus ataques
Marx, para acercarnos más a la verdad, para restaurar el contra los socialdemócratas alemanes. Engels reconoce
marxismo, purificándolo de tergiversaciones, para orien­ que estos ataques son justos en tanto en cuanto el «Esta­
tar más certeramente la lucha de la clase obrera por su do popular» es un absurdo y un concepto tan divergente
liberación. Entre los bolcheviques no habrá, probable­ del socialismo como lo es el «Estado popular libre». En­
mente, quien se oponga al consejo de Engels y Marx. La gels se esfuerza en corregir la lucha de los socialdemó­
dificultad estará solamente, si acaso, en el término. En cratas alemanes contra los anarquistas, en hacer de esta
alemán hay dos palabras para expresar la idea de «co­ lucha una lucha ajustada a los principios, en depurar
munidad», de las cuales Engels eligió la que no indica esta lucha de los prejuicios oportunistas relativos al «Es­
una comunidad por separado, sino el conjunto de ellas, tado». ¡Trabajo perdido! La carta de Engels se pasó 36

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años en el fondo de un cajón. Y más abajo veremos que, doctrina del marxismo sobre el Estado, pues este docu­
aun después de publicada esta carta, Kautsky sigue repi­ mento se consagra de modo principal a criticar precisa­
tiendo tenazmente, en el fondo, los mismos errores con­ mente las concepciones oportunistas de la socialdemo­
tra los que precavía Engels. cracia en la cuestión de la organización del Estado.
Bebel contestó a Engels el 21 de septiembre de 1875, en Señalaremos de paso que Engels hace también, en
una carta en la que escribía, entre otras cosas, que estaba punto a los problemas económicos, una indicación im­
«completamente de acuerdo» con sus juicios acerca del portantísima, que demuestra cuán atentamente y con
proyecto de programa y que había reprochado a Liebk­ qué profundidad seguía los cambios que se iban produ­
necht su transigencia. Pero si abrirnos el folleto de Bebel ciendo en el capitalismo moderno y cómo ello le permi­
titulado Nuestros objetivos, nos encontramos en él con tía prever hasta cierto punto las tareas de nuestra época,
consideraciones absolutamente falsas acerca del Estado: de la época imperialista. He aquí la indicación a que nos
referimos: a propósito de las palabras «falta de planifica­
El Estado debe convertirse de un Estado basado en la domi­ ción» (Planlosigkeit), empleadas en el proyecto de pro­
nación de clase en un Estado popular. grama para caracterizar al capitalismo, Engels escribe:

¡Así aparece impreso en la novena (¡novena!) edición Si pasamos de las sociedades anónimas a los trusts, que do­
del folleto de Bebel! No es de extrañar que esta repeti­ minan y monopolizan ramas industriales enteras, vemos que
ción tan obstinada de los juicios oportunistas sobre el aquí termina no sólo la producción privada, sino también la
Estado haya sido asimilada por la socialdemocracia ale­ falta de planificación.
mana, sobre todo cuando las explicaciones revoluciona­
rias de Engels se mantenían ocultas y las circunstancias En estas palabras se destaca lo más fundamental en la
todas de la vida diaria la habían «desacostumbrado» valoración teórica del capitalismo moderno, es decir,
para mucho tiempo de la acción revolucionaria. del imperialismo, a saber: que el capitalismo se convier­
te en un capitalismo monopolista. Conviene subrayar
esto, pues el error más generalizado está en la afirma­
4. Crítica del proyecto del programa de. Erfurt ción reformista-burguesa de que el capitalismo mono­
polista o monopolista de Estado no es ya capitalismo,
La crítica del proyecto del programa de Erfurt, en­ puede llamarse ya «socialismo de Estado», y otras cosas
viada por Engels a Kautsky el 29 de junio de 1891 y pu­ por el estilo. Naturalmente, los trusts no entrañan, no
blicada sólo después de pasados diez años en la revista han entrañado hasta hoy ni pueden entrañar una com­
Neue Zeit, no puede pasarse por alto en un análisis de la pleta sujeción a planes. Pero en tanto trazan planes, en

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tanto los magnates del capital calculan de antemano el Las reivindicaciones políticas del proyecto -escribe En­
volumen de la producción en un plano nacional o in­ gels- adolecen de un gran defecto. No se contiene en él
cluso en un plano internacional, en tanto regulan la [subrayado por Engels] lo que en realidad se debía haber
producción con arreglo a planes, seguimos moviéndo­ dicho.
nos, a pesar de todo, dentro del capitalismo, aunque en
una nueva fase suya, pero que no deja, indudablemen­ Y más adelante se aclara que la Constitución alemana
te, de ser capitalismo. La «proximidad» de tal capitalis­ está, en rigor, calcada sobre la Constitución más reaccio­
mo al socialismo debe ser, para los verdaderos repre­ naria de 1850; que el Reichstag no es, según la expresión
sentantes del proletariado, un argumento a favor de la de Guillermo Liebknecht, más que la «hoja de parra del
cercanía, de la facilidad, de la viabilidad y de la urgen­ absolutismo», y que el pretender llevar a cabo la «trans­
cia de la revolución socialista, pero no, en modo algu­ formación de todos los instrumentos de trabajo en pro­
no, un argumento para mantener una actitud de tole­ piedad común» a base de una Constitución en la que son
rancia ante los que niegan esta revolución y ante los que legalizados los pequeños Estados y la federación de los
encubren las lacras del capitalismo, como hacen todos pequeños Estados alemanes, es un «absurdo evidente».
los reformistas. «Tocar esto es peligroso», añade Engels, que sabe per­
Pero volvamos a la cuestión del Estado. De tres clases fectamente que en Alemania no se puede incluir legal­
son las indicaciones especialmente valiosas que hace mente en el programa la reivindicación de la república.
aquí Engels: en primer lugar, las que se refieren a la cues­ No obstante, Engels no se contenta sencillamente con
tión de la república; en segundo lugar, las que afectan a esta evidente consideración, que satisface a «todos». En­
las relaciones entre la cuestión nacional y la estructura gels prosigue:
del Estado; en tercer lugar, las que se refieren al régimen
de autonomía local. Y, sin embargo, no hay más remedio que abordar la cosa de
Por lo que se refiere a la república, Engels hacía de un modo o de otro. Hasta qué punto es esto necesario, lo de­
esto el centro de gravedad de su crítica del proyecto muestra el oportunismo, que está difundiéndose [einreissen­
del programa -de Erfurt. Y, si tenemos en cuenta la sig­ de] precisamente ahora en una gran parte de la prensa so­
nificación adquirida por el programa de Erfurt en toda cialdemócrata. Por miedo a que se renueve la ley contra los
la socialdemocracia internacional y cómo este progra­ socialistas, o por el recuerdo de diversas manifestaciones he­
ma se convirtió en modelo para toda la Segunda Inter­ chas prematuramente bajo el imperio de aquella ley, se quie­
nacional, podemos decir sin exageración que Engels re que el Partido reconozca ahora que el orden legal vigente
critica aquí el oportunismo de toda la Segunda Interna­ en Alemania es suficiente para realizar todas las reivindica­
cional. ciones de aquél por la vía pacífica [...].

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Engels destaca en primer plano el hecho fundamental pa:tido se sienta de pronto desconcertado, que reinen en él
de que los socialdemócratas alemanes obraban por mie­ la confusión y el desacuerdo acerca de las cuestiones decisi­
do a que se renovase la ley de excepción, y califica esto, vas, por no haber discutido nunca estas cuestiones [... ].
sin rodeos, de oportunismo, declarando como completa­ Este olvido en que se deja las grandes, las fundamentales
mente absurdos los sueños acerca de una vía «pacífica», consideraciones en aras de los intereses momentáneos del
precisamente por no existir en Alemania ni república ni día, esto de perseguir éxitos pasajeros y de luchar por ellos
libertades. Engels es lo bastante cauto para no atarse las sin fijarse en las consecuencias ulteriores, esto de sacrificar
manos. Reconoce que en países con república o con una el porvenir del movimiento por su presente, podrá hacerse
gran libertad «cabe imaginarse» (¡solamente «imaginar­ por motivos «honrados», pero es y seguirá siendo oportunis­
se»!) un desarrollo pacífico hacia el socialismo, pero en mo, y el oportunismo «honrado» es quizá el más peligroso
Alemania, repite: de todos [ ...].
Si hay algo indudable es que nuestro partido y la clase
En Alemania, donde el gobierno es casi omnipotente y el obrera sólo pueden llegar al poder bajo la forma política de
Reichstag y todas las demás instituciones representativas ca­ la república democrática. Ésta es, incluso, la forma específi­
recen de poder efectivo, el proclamar en Alemania algo se­ ca para la dictadura del proletariado, como lo ha puesto ya
mejante, y además sin necesidad alguna, significa quitarle al de relieve la gran Revolución francesa [ ... ].
absolutismo la hoja de parra y colocarse uno mismo a cubrir
la desnudez ajena [... ]. Engels repite aquí, en una forma especialmente plás­
tica, aquella idea fundamental que va como hilo de en­
Y, en efecto, la inmensa mayoría de los jefes oficiales garce a través de todas las obras de Marx, a saber: que la
del partido socialdemócrata alemán, partido que «archi­ república democrática es el acceso más próximo a la dic­
vó» estas indicaciones, resultaron ser encubridores del tadura del proletariado. Pues esta república, que no su­
absolutismo. prime ni mucho menos la dominación del capital ni,
consiguientemente, la opresión de las masas ni la lucha
Semejante política sólo sirve para poner en el camino falso al de clases, lleva inevitablemente a un ensanchamiento ' a
propio partido. Se hace pasar a primer plano las cuestiones un despliegue, a una patentización y a una agudización
políticas generales, abstractas, y de este modo se ocultan las tales de esta lucha, que, tan pronto como ·surge la posibi­
cuestiones concretas más inmediatas, aquellas que se ponen lidad de satisfacer los intereses vitales de las masas opri­
por sí mismas al orden del día al surgir los primeros grandes midas, esta posibilidad se realiza, inevitable y exclusiva­
acontecimientos, en la primera crisis política. Y lo único que mente, en la dictadura del proletariado, en la dirección
con esto se consigue es que, al llegar el momento decisivo, el de estas masas por el proletariado. Para toda la Segunda

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Internacional, éstas son también «palabras olvidadas» que además de cada parlamento particular existe una Cáma­
del marxismo, y este olvido se reveló de un modo ex­ ra federal en la que vota como tal cada cantón, sea grande o
traordinariamente nítido en la historia del partido men­ pequeño. En Alemania, el Estado federal es el tránsito hacia
chevique durante el primer medio año de ia revolución un Estado completamente unitario, y la «revolución desde
rusa de 1917. arriba» de 1866 y 1870 no debe ser revocada, sino completa··
Respecto a la cuestión de la república federativa, en da mediante un «movimiento desde abajo».
conexión con la composición nacional de la población
escribía Engels: Engels no sólo no revela indiferencia en cuanto a la
cuestión de las formas de Estado, sino que, por el con­
¿Qué es lo que debe ocupar el puesto de la actual Alemania? trario, se esfuerza en analizar con escrupulosidad ex­
[con su Constitución monárquico-reaccionaria y su sistema traordinaria precisamente las formas de transición, para
igualmente reaccionario de subdivisión en pequeños Esta­ determinar, con arreglo a las particularidades históricas
dos, que eterniza la particularidad del «prusianismo», en vez concretas de cada caso, de qué y hacia qué es transición la
de disolverla en una Alemania formando un todo]. A mi jui­ forma transitoria de que se trata.
cio, el proletariado sólo puede emplear la forma de la repú­ Engels, como Marx, defiende, desde el punto de vista
blica única e indivisible. La república federativa es todavía del proletariado y de la revolución proletaria, el centra­
hoy, en conjunto, una necesidad en el territorio gigantesco lismo democrático, la república única e indivisible. Con­
de los Estados Unidos, si bien en las regiones del Este se ha sidera la república federativa, bien como excepción y
convertido ya en un obstáculo. Representaría un progreso co.t_110 obstáculo para el desarrollo, bien como transi­
en Inglaterra, donde cuatro naciones pueblan las dos islas y ción de la monarquía a la república centralista, como un
donde, a pesar de no haber más que un parlamento, coexis­ «progreso», en determinadas circunstancias especiales.
ten tres sistemas de Legislación. En la pequeña Suiza, se ha Y entre estas circunstancias especiales se destaca la cues-­
convertido ya desde hace largo tiempo en un obstáculo, y si tión nacional.
allí se puede todavía tolerar la república federativa, es debi­ En Engels como en Marx, a pesar de su crítica impla­
do únicamente a que Suiza se contenta con ser un miembro cable del carácter reaccionario de los pequeños Esta­
puramente pasivo en el sistema de los Estados europeos. dos y del encubrimiento de este carácter reaccionario
Para Alemania, un régimen federalista al modo del de Suiza por la cuestión nacional en determinados casos concre­
significaría un enorme retroceso. Hay dos puntos que distin­ tos, no se enc�entra e� ·�inguii� -de sus obras ni rastro
guen a un Estado federal de un Estado unitario, a saber: que de tendencia a eludir la cuestión nacional, tendencia de
cada Estado que forma parte de la unión tiene su propia le­ que suelen pecar frecuentemente los marxistas holan­
gislación civil y criminal y su propia organización judicial, y deses y polacos al partir de la lucha legítima contra el

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4. Contínuací0n. Aclaraciones complementarías de Engels

nacionalismo filisteamente estrecho de «sus» pequeños tros. Norteamérica y la primera república francesa nos
Estados. demostraron, y hoy Canadá, Australia y otras colonias ingle­
Hasta en Inglaterra, donde las condiciones geográfi- sas nos lo demuestran aún, cómo hay que organizar la auto­
cas, la comunidad de idioma y la historia de muchos si­ nomía y cómo se puede prescindir de la burocracia.
glos parece que debían haber «liquidado» la cuestión Y esta autonomía provincial y municipal es mucho más li­
nacional en las distintas pequeñas divisiones territoriales bre que, por ejemplo, el federalismo suizo, donde el cantón
del país; incluso aquí tiene en cuenta Engels el hecho cla­ goza, ciertamente, de gran independencia respecto a la fe­
ro de que la cuestión nacional no ha sido superada aún, deración [es decir, respecto al Estado federativo en conjun­
razón por la cual reconoce que la república federativa re­ to], pero también respecto al distrito y al municipio. Los go­
presenta «un progreso». Se sobrentiende que en esto no biernos cantonales nombran jefes de policía de distrito y
hay ni rastro de renuncia a la crítica de los defectos de la prefectos, cosa absolutamente desconocida en los países de
república federativa ni a la propaganda y a la lucha más habla inglesa y a lo que en el futuro también nosotros debe­
decidida en pro de la república unitaria, centralista-de- mos oponernos decididamente, así como a los consejeros
mocrática. provinciales y gubernamentales prusianos [los comisarios,
Pero Engels no concibe en modo alguno el centralis- los jefes de policía, los gobernadores, y en general, todos los
mo democrático en el sentido burocrático con que em­ funcionarios nombrados desde arriba].
plean este concepto los ideólogos burgueses y pequeño­
burgueses, incluyendo entre éstos a los anarquistas. Para De acuerdo con esto, Engels propone que el punto del
Engels, el centralismo no excluye, ni mucho menos, esa programa sobre la autonomía se formule del modo si­
amplia autonomía local que, en la defensa voluntaria de guiente:
la unidad del Estado por las «comuna�» y las regiones, Completa autonomía para la provincia, distrito y mu­
elimina en absoluto todo burocratismo y toda manía de nicipio con funcionarios elegidos por sufragio universal.
«ordenar» desde arriba. Supresión de 'todas las autoridades locales y provinciales
nombradas por el Estado.
Así, pues, república unitaria -escribe Engels, desarrollando
las ideas programáticas del marxismo sobre el Estado-, pero En Pravda} suspendida por el gobierno de Kerenski y otros
no en el sentido de la república francesa actual, que no es ministros «socialistas» (núm. 68, del 28 de mayo de 1917),
más que el imperio sin emperador fundado en 1798. De hube de señalar ya cómo, en este punto -bien entendido que
1792 a 1798, todo departamento francés, toda comuna [Ge­ no es, ni mucho menos, solamente en éste-, nuestros repre­
meinde] poseía completa autonomía, según el modelo nor­ sentantes seudosocialistas de una seudodemocracia seudo­
teamericano, y eso es lo que debemos tener también noso- rrevolucionaria se han desviado escandalosamente del demo-

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cratismo. Se comprende que hombres que se han vinculado con la actitud hacia el Estado, traza, con notable relieve,
por una «coalición» a la burguesía imperialista hayan per­ un resumen de las enseñanzas de la Comuna. Este resu­
manecido sordos a estas indicaciones . men, enriquecido por toda la experiencia del período de
veinte años que separaba a su autor de la Comuna y diri­
Es sobremanera importante señalar que Engels, con gido especialmente contra la «fe supersticiosa en el Esta­
hechos a la vista, basándose en los ejemplos más preci­ do», tan difundida en Alemania, puede ser llamado con
sos, refuta el prejuicio extraordinariamente extendido, justicia la última palabra del marxismo respecto a la
sobre todo en la democracia pequeñoburguesa, de que cuestión que estamos examinando.
la república federativa implica incuestionablemente ma­
yor libertad que la república centralista. Esto es falso. En Francia -señala Engels-, los obreros, después de cada
Los hechos citados por Engels con referencia a la repú­ revolución, estaban armados; por eso el desarme de los
blica centralista francesa de 1792 a 1798 y a la república obreros era el primer mandamiento de los burgueses que
federativa suiza desmienten este prejuicio. La república se hallaban al frente del Estado. De aquí el que, después
centralista realmente democrática dio mayor libertad de cada revolución ganada por los obreros, se llevara a
que la república federativa. O dicho en otros términos: cabo una nueva lucha que acababa con la derrota de és­
la mayor libertad local, provincial, etcétera, que se cono­ tos [ ... ].
ce en la historia la ha dado la república centralista y no la
república federativa. El balance de la experiencia de las revoluciones bur­
Nuestra propaganda y agitación de partido no ha con­ guesas es tan corto como expresivo. El quid de la cues­
sagrado ni consagra suficiente atención a este hecho, ni tión entre otras cosas también en lo que afecta a la cues­
en general a toda la cuestión de la república federativa y tión del Estado (¿tiene la clase oprimida armas?)1 aparece
centralista y a la de la autonomía local. enfocado aquí de un modo admirable. Este quid de la
cuestión es precisamente el que eluden con mayor fre­
cuencia lo mismo los profesores influidos por la ideología
5. Prólogo de 1�91 a La guerra civil de Marx burguesa que los demócratas pequeñoburgueses. En la
revolución rusa de 1917, correspondió al «menchevique»
En el prólogo a la tercera edición de La guerra civil en y «también marxista» Tsereteli el honor ( un honor a lo
Francia -este prólogo lleva la fecha de 18 de marzo de Cavaignac) de descubrir este secreto de las revoluciones
1891 y fue publicado por vez primera en la revista Neue burguesas. En su discurso «histórico» del 9 de junio, a
Zeit-, Engels, a la par que hace de paso algunas intere­ Tsereteli se le escapó el secreto de la decisión de la bur­
santes observaciones acerca de cuestiones relacionadas guesía de desarmar a los obreros de Petrogrado, presen-
.., t, .

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Engeis

tanda, naturalmente, esta decisión ¡ como suya y como Estado, la religión es un asunto de incumbencia pura
mente
necesidad «del Estado» en general! privada; otros iban encaminados a salvaguardar direc
tamen­
El histórico discurso de Tsereteli del 9 de junio será, te los int�reses de la clase obrera, y en parte socavaban
pro­
naturalmente, para todo historiador de la revolución de fundamente el viejo orden social [ ... ].
1917, una de las pruebas más palpables de cómo el blo­
que de socialrevolucionarios y mencheviques, acaudilla­ Engels subraya intencionadamente las palabras «con
do por el señor Tsereteli, se pasó al lado de la burguesía respecto al Estado», asestando con ello un golpe certe
ro
contra el proletariado revolucionario. al oportu�ismo alemán, que declaraba la religión
un
Otra de las observaciones incidentales de Engels, rela­ asunto de mcumbencia privada con respecto al partido
. y
cionada también con la cuestión del Estado, se refiere a la con ello rebaJaba el partido del proletariado revolucio­
religión. Es sabido que la socialdemocracia alemana, a n�rio al nivel del más vulgar filisteísmo «librepensado
r»,
medida que se hundía en la charca, haciéndose más y más d1spuesto a tolerar el aconfesionalismo, pero que renun­
_
oportunista, derivaba cada vez con mayor frecuencia a una e1a a la tarea del partido de luchar contra el opio religioso
torcida interpretación filistea de la célebre fórmula que que embrutece al pueblo.
declara la religión «asunto de incumbencia privada». En El futuro historiador de la socialdemocracia alemana al
efecto, esta fórmula se interpret�ba como si la cuestión de investigar las raíces de su vergonzosa bancarrota en 19 i 4
'
la religión fuese un asunto de incumbencia privada ¡ tam­ encontrara no pocos materiales interesantes sobre esta
/

bién para el Partido del proletariado revolucionario! Con­ cuestió?, comenzando por las evasivas declaraciones que
tra esta traición completa al programa revolucionario del se contienen en los artículos del jefe ideológico del parti­
proletariado se levantó Engels, que en 1891 sólo podía ob­ do, Kautsky, en las que se abre de par en par las puertas al
servar los gérmenes más tenues de oportunismo en su par­ oportunismo, y acabando por la actitud del partido ante
tido, y que, por tanto, se expresaba con la mayor cautela: el «Los-Von-der-Kirche-Bewegung» (movimiento en pro
de la separación de los particulares de la Iglesia), en 1913.
Como los miembros de la Comuna eran todos, casi sin ex­ Pero volvamos a cómo Engels, veinte años después de
cepción, obreros o representantes reconocidos de los obre­ la Comuna, resumió sus enseñanzas para el proletariado
ros, sus acuerdos se distinguían por un carácter marcada­ militante.
mente proletario. Una parte de sus decretos eran reformas He aquí las enseñanzas que Engels destaca en primer
que la burguesía republicana no se había atrevido a implan­ plano:
tar por vil cobardía y que echaban los cimientos indispensa­
bles para la libre acción de la clase obrera, como, por ejem­ Precisamente la fuerza opresora del antiguo gobierno cen­
plo, la implantación del principio de que, con respecto al u·alista: el ejército, la policía política y la burocracia, que Na-

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poleón había creado en 1798 y que desde entonces había como los demás obreros. El sueldo máximo abonado por la
sido heredado por todos los nuevos gobiernos como un ins­ Comuna no excedía de 6.000 francos��. Con este sistema se
trumento grato, empleándolo contra sus enemigos; precisa­ ponía una barrera eficaz al arribismo y la caza de cargos, y
mente esta fuerza debía ser derrumbada en toda Francia, esto aun sin contar los mandatos imperativos que introdujo
como había sido derrumbada ya en París. la Comuna para los diputados a los organismos representa­
La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento tivos [. . .].
que la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir gober­
nando con la vieja máquina del Estado; que, para no perder Engels llega aquí a este interesante límite en que la de­
de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera mocracia consecuente se transforma, de una parte, en so­
tiene, de una parte, que barrer toda la vieja máquina repre­ cialismo y, de otra parte, reclama el socialismo, pues para
siva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, pre­ destruir el Estado es necesario transformar las funciones
caverse contra sus propios diputados y funcionarios, decla­ de la administración del Estado en operaciones de con­
rándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier trol y registro tan sencillas, que sean accesibles a la in­
momento [ ... ]. mensa mayoría de la población, primero, y a toda la po­
blación, sin distinción, después. Y la supresión completa
Engels subraya una y otra vez que no sólo bajo la mo­ del arribismo exige que los cargos «honoríficos» del Es­
narquía, sino también bajo la república democrática, el tado, aunque sean sin ingresos, no puedan servir de
Estado sigue siendo Estado, es decir, conserva su rasgo trampolín para pasar a puestos altamente retribuidos en
característico fundamental: convertir a sus funcionarios, los bancos y en las sociedades anónimas, como ocurre
«servidores de la sociedad», órganos de ella, en señores constantemente hoy hasta en los_ países capitalistas más
situados por encima de ella. libres.
Pero Engels no incurre en el error en que incurren,
Contra esta transformación del Estado y de los órganos del por ejemplo, algunos marxistas en lo tocante a la cues­
Estado de servidores de la sociedad en señores situados por tión del derecho de las naciones a la autodeterminación,
encima de la sociedad, transformación inevitable en todos creyendo que bajo el capitalismo este derecho es imposi-
los Estados anteriores, empleó la Comuna dos remedios in­
falibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos adminis­ ,., Lo que equivale nominalmente a unos 2.400 rublos y a unos 6.000
trativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante su­ rublos según el curso actual. Es completamente imperdonable la acti­
fragio universal, concediendo a los electores el derecho a tud de aquellos-bolcheviques que proponen, por ejemplo, retribucio­
nes de 9.000 rublos en los ayuntamientos urbanos, no proponiendo
revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, establecer una retribución máxima de 6.000 rublos (cantidad suficien­
todos los funcionarios, alto� y bajos, sólo estaban retribuidos te) para todo et Estado.

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El Estado y la revolución 4. Continuadón. Aclaraciones complementarías de Engels

ble, y, bajo el socialismo, sup�r�uo. Semejante argumen­ ciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos
tación, que quiere pasar por ingeniosa, pero que en rea­ obreros. Según ia concepción filosófica, el Estado es la «rea­
lidad es falsa, podría repetirse a propósito de cualquier lización de la idea», o sea, traducido al lenguaje filosófico, el
institución democrática, y a propósito también de los reino de Dios sobre la tierra, el campo en que se hacen o de­
sueldos modestos de los funcionarios, pues un democra­ ben hacerse realidad la eterna verdad y la eterna justicia. De
tismo llevado hasta sus últimas consecuencias es imposi­ aquí nace una veneración supersticiosa del Estado y de todo
ble bajo el capitalismo, y, bajo el socialismo, toda demo­ lo que con él se relaciona, veneración supersticiosa que va
cracia se extingue. arraigando en las conciencias con tanta mayor facilidad
Esto es un sofisma parecido a aquel viejo chis.te de si cuanto que la gente se acostumbra ya desde la infancia a
una persona comienza a quedarse calva cuando se le cae pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la socie­
un pelo. dad no pueden gestionarse ni salvaguardarse de otro modo
El desarrollo de la democracia hasta sus últimas conse­ que como se ha venido haciendo hasta aquí, es decir, por
cuencias, la indagación de las formas de este desarrollo, medio del Estado y de sus funcionarios retribuidos con bue­
su comprobación en la práctica, etc.: todo esto forma nos puestos. Y se cree haber dado un paso enormemente au­
parte integrante de las tareas de la lucha por la revolu­ daz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y entu­
ción social. Por separado, ningún democratismo da siasmarse por la república democrática. En realidad, el
como resultante el socialismo, pero, en la práctica, el de­ Estado no es más que una máquina para la opresión de una
mocratismo no se toma nunca «por separado», sino que clase por otra, lo mismo en la república democrática que
se toma siempre «en bloque», influyendo también sobre bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que se
la economía acelerando su transformación y cayendo él transmite hereditariamente al proletariado que haya triunfa­
mismo bajo la influencia del desarrollo económico, etc. do en su lucha por la dominación de clase. El proletariado
Tal es la dialéctica de la historia viva. victorioso, lo mismo que lo hizo la Comuna, no podrá por
Engels prosigue: menos de amputar inmediatamente los lados peores de este
mal; entretanto que una generación futura, educada en con­
En el capítulo tercero de La guerra civil se describe con todo diciones sociales nuevas y libre�, pueda deshacerse de todo
detalle esta labor encaminada a hacer saltar [Sprengung) el ese trasto viejo del Estado.
viejo poder estatal y sustituirlo por otro nuevo realmente de­
mocrático. Sin embargo, era necesario detenerse a examinar Engels prevenía a los alemanes para que, en caso de
aquí brevemente algunos de los rasgos de esta sustitución, sustitución de la monarquía por la república, no olvida­
por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa sen los fundamentos del socialismo sobre la cuestión del
en el Estado se ha trasplantado del campo filosófico a la con- Estado en general. Hoy, sus advertencias parecen una

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarias de Engels

lección directa a los señores Tsereteli y Chernov, que en «comunista» y no la de «socialdemócrata>>, pues por
su práctica «coalicionista» ¡ revelan una fe supersticiosa aquel entonces socialdemócratas se llamaban los prou­
en el Estado y una veneración supersticiosa por él! dhonistas en Francia y los lassalleanos en Alemania.
Dos observaciones más. 1) Si Engels dice que bajo la
república democrática el Estado sigue siendo, «lo mis­ Para Marx y para mí -prosigue Engels- era, por tanto, sen­
mo» que bajo la monarquía, «una máquina para la opre­ cillamente imposible emplear, para denominar nuestro pun­
sión de una clase por otra», esto no significa, en modo to de vista especial, una expresión tan elástica. En la actuali­
alguno, que la forma de opresión sea indiferente para el dad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra
proletariado, como «enseñan» algunos anarquistas. Una [«socialdemócrata»] puede, tal vez, pasar [mag passierenI
forma de lucha de clases y de opresión de clase más am­ aunque sigue siendo inadecuada [unpassend] para un parti­
plia, más libre, más abierta, facilita en proporciones gi­ do cuyo programa económico no es un simple programa so­
gantescas la misión del proletariado en la lucha por la cialista en general, sino un programa directamente comunis­
destrucción de las clases en general. ta, y cuya meta política final es la superación total del Estado
2) La cuestión de por qué solamente una nueva gene­ y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los
ración estará en condiciones de deshacerse en absoluto nombres de los verdaderos [subrayado por Engels] partidos
de todo este trasto viejo del Estado, es una cuestión rela­ políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se
cionada con la cuestión de la superación de la democra­ desarrolla y el nombre queda.
cia, cuestión que pasamos a examinar.
El dialéctico Engels, en el ocaso de su existencia, sigue
siendo fiel a la dialéctica. Marx y yo -nos dice- teníamos
6. Engels, sobre la superación de la democracia un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto '
para el partido, pero no teníamos un verdadero partido,
Engels se expresó acerca de esto en relación con la cues­ es decir, un partido proletario de masas. Hoy (a fines del
tión de la inexactitud científica de la denominación de siglo XIX) existe un verdadero partido, pero su nombre
«socialdemócrata». es científicamente inexacto. No importa, «puede pasar»:
En el prólogo a la edición de sus artículos de la década ¡lo importante es que el partido se desarrolle) lo que im­
de 1870 sobre diversos temas,· predominantemente de porta es que el partido no desconozca la inexactitud
carácter «internacional» ( «Internationales aus dem Vo­ científica de su nombre y que éste no le impida desarro­
lksstaat»), prólogo fechado el 3 de enero de 1894, es de­ llarse en la dirección certera!
cir, escrito año y medio antes de morir Engels, éste es­ Tal vez haya algún bromista que quiera consolarnos
cribía que en todos los artículos se emplea la palabra también a nosotros, los bolcheviques, a la manera de En-

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El Estado y la revolución 4. Continuación. Aclaraciones complementarias de Engels

gels: nosotros tenemos un verdadero partido,'que se de­ organización social en que no se acate el principio de la
sarrolla excelentemente; pue9e «pasar», por tanto, tam­ subordinación de la minoría a la mayoría, ya que la de­
bién una palabra tan sin sentido, tan monstruosa, como mocracia es el reconocimiento de este principio.
la palabra «bolchevique», que no expresa absolutamente No. La democracia no es idéntica a la subordinación
nada, fuera de la circunstancia puramente accidental de de la minoría a la mayoría. Democracia es el Estado que
que en el Congreso de Bruselas-Londres de 1903 tuvi­ reconoce la subordinación de la minoría a la mayoría, es
mos nosotros la mayoría... Tal vez hoy, en que las perse­ decir, una organización llamada a ejercer la violencia sis­
cuciones de julio y de agosto contra nuestro partido por temática de una clase contra otra, de una parte de la po­
parte de los republicanos y de la filistea democracia «re­ blación contra otra.
volucionaria» han rodeado la palabra «bolchevique» de Nosotros nos proponemos como meta final la destruc­
honor ante todo el pueblo, y en que, además, esas perse­ ción del Estado, es decir, de toda violencia organizada y
cuciones han marcado un progreso tan enorme, un pro­ sistemática, de toda violencia contra los hombres en ge­
greso histórico de nuestro partido en su desarrollo rea�· neral. No esperamos el advenimiento de un orden social
tal vez hoy, yo también dudaría, en cuanto a mi propues­ en el que no se acate el principio de la subordinación de
ta de abril de cambiar el nombre de nuestro partido. Tal la minoría a la mayoría. Pero, aspirando al socialismo, es­
vez propondría a mis camaradas una «transacción»: lla­ tamos persuadidos de que éste se convertirá gradual­
marnos Partido Comunista y dejar entre paréntesis la pa­ mente en comunismo, y en relación con esto desaparece­
labra bolchevique... rá toda necesidad de violencia sobre los hombres en
Pero la cuestión del nombre del partido es incompara­ general, toda necesidad de subordinación de unos hom­
blemente menos importante que la de la posición del bres a otros, de una parte de la población a otra, pues los
proletariado revolucionario con respecto al Estado. hombres se habituarán a observar las reglas elementales
En las consideraciones corrientes acerca del Estado, se de la convivencia social sin violencia y sin subordinación.
comete constantemente el error contra el que precave Para subrayar este elemento del hábito es para lo que
aquí Engels y que nosotros hemos señalado de paso en Engels habla de una nueva generación) «educada en con­
nuestra anterior exposición, a saber: se olvida constante­ diciones sociales nuevas y libres, que pueda deshacerse
mente que la destrucción del Estado es también la des­ de todo este trasto viejo del Estado», de todo Estado, in­
trucción de la democracia, que la extinción del Estado clusive el democrático-republicano.
implica la extinción de la democracia. Para explicar esto, es necesario analizar la cuestión de
A primera vista, esta afirmación parece extraordinaria­ las bases económicas de la .extinción del Estado.
1

mente extraña e incomprensible; tal vez en alguien surja


incluso el temor de si esperamos el advenimiento de una

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5. Las bases económicas de la extinción del Estado

5. Las bases económicas Estado» que Engels, y que entre las concepciones de am­
bos escritores acerca del Estado media una diferencia
de la extinción del Estado muy considerable.
Engels aconseja a Bebel lanzar por la borda toda la
charlatanería sobre el Estado y borrar completamente
del programa la palabra Estado, sustituyéndola por la
palabra <<comunidad». Engels llega incluso a declarar
que la Comuna no era ya un Estado, en el sentido estric­
to de la palabra. En cambio, Marx habla incluso del «Es­
tado futuro de la sociedad comunista», es decir, recono­
ce, al parecer, la necesidad del Estado hasta bajo el
comumsmo.
Pero semejante modo de concebir sería radicalmente
falso. Examinándolo más atentamente, vemos que las
La explicación más detallada de esta cuestión nos la da concepciones de Marx y Engels sobre el Estado y su ex­
Marx en su Crítica del programa de Gotha (carta a Brac­ tinción coinciden en absoluto, y que la citada expresión
ke, de 5 de mayo de 1875, que no fue publicada hasta de Marx se refiere precisamente al Estado en extinción.
1891, en la revista Neue Zezt IX, 1, y de la que se publicó Es evidente que no puede hablarse de determinar el
en ruso una edición aparte). La parte polémica de esta momento de la «extinción» futura del Estado, tanto más
notable obra que consiste en la crítica del lassalle�nismo, cuanto que se trata, como es sabido, de un proceso largo.
ha dejado en la sombra, por decirlo así, su parte positiva, La aparente diferencia entre Marx y Engels se explica
a saber: su análisis de la conexión existente entre el desa­ por la diferencia de los temas por ellos tratados, de las
rrollo del comunismo y la extinción del Estado. tareas por ellos perseguidas. Engels se proponía la ta­
rea de mostrar a Bebel de un modo palmario y tajante, a
grandes rasgos, todo el absurdo de los prejuicios co­
l. Planteamiento de la cuestión por Marx rrientes ( compartidos también, en grado considerable,
por Lassalle) acerca del Estado. Marx sólo toca de paso
Comparando superficialmente la carta de Marx a Brac­ esta cuestión, interesándose por otro tema: el desarrollo
ke, de 5 de mayo de 1875, con la carta de Engels a Be­ de la sociedad-comunista.
bel, de 28 de marzo de 1875 examinada más arriba, po­ Toda la teoría de Marx es la aplicación de la teoría del
dría parecer que Marx es mucho más «partidario del desarrollo -en su forma mas consecuente, más completa,

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El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

más profunda y más rica de contenido- al capitalismo Sin embargo, pese a su abigarrada diversidad de formas,
moderno. Era natural que a Marx se le plantease, por los diversos Estados de los diversos países civilizados tienen
tanto, la cuestión de aplicar esta teoría también a la inmi­ todo5 algo de común: que reposan sobre el terreno de la so­
nente bancarrota del capitalismo y al desarrollo futuro ciedad burguesa moderna, más o menos desarrollada en el
del comunismo futuro. sentido capitalista. Tienen, por tanto, ciertas características
Ahora bien, ¿a base de qué datos se puede plantear la esenciales comunes. En este sentido cabe hablar del «Estado
cuestión del desarrollo futuro del comunismo futuro? actual» por oposición al del porvenir, en el que su raíz de
A base del hecho de que el comunismo procede del ca­ hoy, la sociedad burguesa, se extinguirá.
pitalismo, se desarrolla históricamente del capitalismo, Y cabe la pregunta: ¿qué transformación sufrirá el Es­
es el resultado de la acción de una fuerza social engen­ tado en la sociedad comunista? Dicho en otros térmi­
drada por el capitalismo. En Marx no encontramos ni nos: ¿ qué funciones sociales quedarán entonces en pie,
rastro de intento de construir utopías, de hacer ·conjetu­ análogas a las funciones actuales del Estado? Esta pregunta
ras en el aire respecto a cosas que no es posible conocer. sólo puede contestarse científicamente, y por mucho que
Marx plantea la cuestión del comunismo como el natu­ se combine la palabra «pueblo» con la palabra «Estado»,
ralista plantearía, por ejemplo, la cuestión del desarrollo no nos acercaremos lo más mínimo a la solución del pro­
de una nueva especie biológica, sabiendo que ha surgido blema[ ... ].
de tal y tal modo y se modifica en tal y tal dirección de­
terminada. Poniendo en ridículo, como vemos, toda la charla­
Marx descarta, ante todo, la confusión que el progra­ tanería sobre el «Estado del pueblo», Marx traza el
ma de Gotha siembra en la cuestión de las relaciones en­ planteamiento del problema y en cierto modo nos ad­
tre el Estado y la sociedad. vierte que, para resolverlo científicamente, sólo se pue­
de operar con datos científicos sólidamente estable­
La sociedad actual -escribe Marx- es la sociedad capitalista, cidos.
que existe en todos los países civilizados, más o menos libre Y lo primero que ha sido establecido con absoluta pre­
de aditamentos medievales, más o menos modificada por las cisión por toda la teoría de la evolución y por toda la
particularidades del desarrollo histórico de cada país, más o ciencia en general -y lo que olvidaron los utopistas y ol­
menos desarrollada. Por el contrario, el «Estado actual» vidan los oportunistas de hoy, que temen a la revolución
cambia con las fronteras de cada país. En el imperio prusia­ socialista- es el hecho de que, históricamente, tiene que
no-alemán es completamente distinto que en Suiza, en In­ haber, sin ningún género de duda, una fase especial o
glaterra es completamente distinto que en los Estados Uni­ una etapa especial de transición del capitalismo al comu­
dos. El «Estado actual» es, por tanto, una ficción. msmo.

149
El Estado y la revoiución 5. Las bases económicas de la extinción dei Estado

todo lo arriba expuesto, se puede determinar con más


2. La transición del capitalismo al comunismo precisión cómo se transforma la democracia en la transi­
ción del capitalismo al comunismo.
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista -prosi­ En la sociedad capitalista, bajo las condiciones del de­
gue Marx- media el período de la transformación revolucio­ sarrollo más favorable de esta sociedad, tenemos en la
naria de la primera en la segunda. A este período correspon­ república democrática un democratismo más o menos
de también un período político de transición, y el Estado de completo. Pero este democratismo se halla siempre com­
este período no puede ser otro que la dictadura revoluciona­ primido dentro de los estrechos marcos de la explota­
ria del proletariado. ción capitalista y es siempre, en esencia, por esta razón,
un democratismo para la minoría, sólo para las da.ses
Esta conclusión de Marx se basa en el análisis del pa­ poseedoras, sólo para los ricos. La libertad de la socie­
pel que el proletariado desempeña en la sociedad capi­ dad capitalista sigue siendo, y es siempre, poco más o
talista actual, en los datos sobre el desarrollo de esta so­ menos, lo que era la libertad en las antiguas repúblicas
ciedad y en el carácter irreconciliable de los intereses de Grecia: libertad para los esclavistas. En virtud de las
antagónicos del proletariado y de la burguesía. condiciones de la explotación capitalista, los esclavos
Antes, la cuestión planteábase así: para conseguir su li­ asalariados modernos viven tan agobiados por la penuria
beración, el proletariado debe derrocar a la burguesía, y la miseria que «no están para democracias», «no están
conquistar el poder político e instaurar su dictadura re­ para política», y en el curso corriente y pacífico de los
volucionaria. acontecimientos, la mayoría de la población queda al
Ahora, la cuestión se plantea de un modo algo distinto: margen de toda participación en la vida político-social.
la transición de la sociedad capitalista, que se desenvuel­ Alemania es tal vez el país que confirma con mayor
ve hacia el comunismo, a la sociedad comunista, es im­ evidencia la exactitud de esta afirmación, precisamente
posible sin un «período político de transición», y el Es­ porque en dicho Estado la legalidad constitucional se
tado de este período no puede ser otro que la dictadura mantuvo durante un tiempo asombrosamente largo y
revolucionaria del proletariado. persistente, casi medio siglo (1871-1914), y durante este
Ahora bien, ¿cuál es la actitud de esta dictadura hacia tiempo la socialdemocracia supo hacer muchísimo más
la democracia? que en los otros países para «utilizar la legalidad» y orga­
Veíamos que el Manifiesto comunista coloca sencilla­ nizar en partido político a una parte más considerable de
mente, a la par el uno del otro, dos conceptos: el de la los obreros que-en ningún otro país del mundo.
«transformación del proletariado en clase dominante» y Pues bien, ¿a cuánto asciende esta parte de los escla­
el de «la conquista de la democracia». Sobre la base de vos asalariados polític�mente conscientes y activos, con

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El Estado y la revolución
5. Las bases económicas de la extinción del Estado

ser la más elevada de cuantas encontramos én la socie­ la clase.opresora han de representarlos y aplastarlos en el
dad capitalista? ¡ De 15 millones de obreros asalariados, parlamento!
el partido socialdemócrata cuenta con un millón de Pero, partiendo de esta democracia capitalista -inevita­
miembros! ¡ De 15 millones de obreros, hay tres millones blemente estrecha, que repudia bajo cuerda a los pobres
sindicalmente organizados! y que es, por tanto, una democracia profundamente hi­
Democracia para una minoría insignificante, demo­ pócrita y mentirosa-, el desarrollo progresivo no discurre
cracia para los ricos: he ahí el democratismo de la socie­ de un modo sencillo, directo y tranquilo «hacia una de­
dad capitalista. Si nos fijamos más de cerca en el meca­ mocracia cada vez mayor», como quieren hacernos creer
nismo de la democracia capitalista, veremos siempre y los profesores liberales y los oportunistas pequeñobur­
en todas partes, hasta en los «pequeños», en los aparen­ gueses. No, el desarrollo progresivo, es decir, el desarro­
temente pequeños, detalles del derecho de sufragio (re­ llo hacia el comunismo pasa a través de la dictadura del
quisito de residencia, exclusión de la mujer, etc.), en la proletariado, y no puede ser de otro modo, porque el
técnica de las instituciones representativas, en los obs­ proletariado es el único que puede, y sólo por este cami­
táculos reales que se oponen al derecho de reunión (¡los no, romper la resistencia de los explotadores capitalistas.
edificios públicos no son para los «de abajo»!), en la or­ Pero la dictadura del proletariado, es decir, la organi­
ganización puramente capitalista de la prensa diaria, zación de la vanguardia de los oprimidos en clase domi­
etc., etc., en todas partes veremos restricción tras res­ nante para aplastar a los opresores, no puede conducir
tricción puesta al democratismo. Estas restricciones, ex­ tan sólo a la simple ampliación de la democracia. A la par
cepciones, exclusiones y trabas para los pobres parecen con la enorme ampliación del democratismo, que por vez
insignificantes sobre todo para el que jamás ha sufrido primera se convierte en un democratismo para los po­
la penuria ni se ha puesto en contacto con las clases bres, en un democratismo para el pueblo, y no en un de­
oprimidas en su vida de masas (que es lo que les ocurre mocratismo para los ricos, la dictadura del proletariado
a las nueve décimas partes, si no al noventa y nueve por implica una serie de restricciones puestas a la libertad de
ciento de los publicistas y políticos burgueses), pero en los opresores, de los explotadores, de los capitalistas.
conjunto estas restricciones excluyen, eliminan a los po­ Debemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad
bres de la política, de su participación activa en la de­ de la esclavitud asalariada, hay que vencer por la fuerza
mocracia. su resistencia, y es evidente que allí donde hay represión,
Marx puso de relieve magníficamente esta esencia de la donde hay violencia no hay libertad ni hay democracia.
democracia capitalista, al decir, en su análisis de la expe­ Engels expresaba magníficamente esto en la carta a
riencia de la Comuna, que a los oprimidos se les autoriza Bebel, al decir, como recordará el lector, que «mientras
para decidir una vez cada varios años ¡ qué miembros de el proletariado necesite todavía del Estado, no lo necesi-
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El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

tará en interés de la libertad, sino para someter a sus ad­ torno a nosotros observamos millones de veces con qué
versarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, facilidad se habitúan los hombres a guardar las reglas de
el Estado como tal dejará de existir». convivencia necesarias si no hay explotación, si no hay
Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y nada que indigne a los hombres y provoque protestas y
represión por la fuerza, es decir, exclusión de la demo­ sublevaciones, creando la necesidad de la represión.
cracia, para los explotadores, para los opresores del pue­ Por tanto, en la sociedad capitalista tenemos una de­
blo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en mocracia amputada, mezquina, falsa, una democracia
la transición del capitalismo al comunismo. solamente para los ricos, para la minoría. La dictadura
Sólo en la sociedad comunista, cuando se haya roto ya del proletariado, el período de transición hacia el comu­
definitivamente la resistencia de los capitalistas, cuando nismo, aportará por primera vez la democracia para el
hayan desaparecido los· capitalistas, cuando no haya cla­ pueblo, para la mayoría, a la par con la necesaria repre­
ses (es decir, cuando no haya diferencias entre los miem­ sión de la minoría, de los explotadores. Sólo el comunis­
bros de la sociedad por su relación hacia los medios so­ mo. puede aportar una democracia verdaderamente
ciales de producción), sólo entonces «desaparecerá el completa, y cuanto más completa sea, antes dejará de ser
Estado y podrá hablarse de libertad». Sólo entonces será necesaria y se extinguirá por sí misma.
posible y se hará realidad una democracia verdadera-· Dicho en otros términos: bajo el capitalismo tenemos
mente completa, una democracia que verdaderamente un Estado en el sentido estricto de la palabra, una má­
no implique ninguna restricción. Y sólo entonces la de­ quina especial para la represión de una clase por otra, y,
mocracia comenzará a extinguirse, por la sencilla razón además, de la mayoría por la minoría. Se comprende que
de que los hombres, liberados de la esclavitud capitalis­ para que pueda prosperar una empresa como la repre­
ta, de los innumerables horrores, bestialidades, absurdos sión sistemática de la mayoría de los explotados por una
y vilezas de la explotación capitalista, se habituarán poco minoría de explotadores, haga falta una crueldad ex­
a poco a la observación de las reglas elementales de con­ traordinaria, una represión bestial, hagan falta mares de
vivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas sangre, a través de los cuales marcha precisamente la hu­
desde hace miles de años en todos los preceptos, a obser­ manidad en estado de esclavitud, de servidumbre, de
varlas sin violencia, sin coacción, sin subordinación, sin trabajo asalariado.
ese aparato especial de coacción que se llama Estado .. Ahora bien, en la transición del capitalismo al comu­
La expresión «el Estado se extingue» está muy bien nismo, la represión es todavía necesaria, pero ya es la re­
elegida, pues señala el carácter gradual del proceso y su presión de una mínoría de explotadores por la mayoría
espontaneidad. Sólo la fuerza de la costumbre puede de los explotados. Es necesario todavía un aparato espe­
ejercer y ejercerá indudablement.e esa influencia, pues en cial, una máquina especial para la represión, el «Esta-

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El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

do», pero éste es ya un Estado de transición, no es ya un cluso en la sociedad actual, separa a los que se están pe­
Estado en el sentido estricto de la palabra, pues la repre­ leando o impide que se maltrate a una mujer. Y, en se­
sión de una minoría de explotadores por la mayoría de gundo lugar, sabemos que la causa social más importante
los esclavos asalariados de ayer es algo tan relativamente de los excesos, consistentes en la infracción de las reglas
fácil, sencillo y natural, que costará muchísima menos de convivencia, es la explotación de las masas, la penuria
sangre que la represión de las sublevaciones de los escla­ y la miseria de éstas. Al suprimirse esta causa fundamen­
vos, de los siervos y de los obreros asalariados, que cos­ tal, los excesos comenzarán inevitablemente a «extin­
tará mucho menos a la humanidad. Y este Estado es guirse». No sabemos con qué rapidez y gradación, pero
compatible con la extensión de la democracia a una ma­ sabemos que se extinguirán. Y, con ellos, se extinguirá
yoría tan aplastante de la población, que la necesidad de también el Estado.
una máquina especial para la represión comienza a des­ Marx, sin dejarse llevar al terreno de las utopías, deter­
aparecer. Como es natural, los explotadores no pueden minó en detalle lo que es posible determinar ahora res­
reprimir al pueblo sin una máquina complicadísima que pecto a este porvenir, a saber: la diferencia entre las fases
les permita cumplir este cometido, pero el pueblo puede (grados o etapas) inferior y superior de la sociedad co­
reprimir a los explotadores con una «máquina» muy munista.
sencilla, casi sin «máquina», sin aparato especial, por la
simple organización de las masas armadas (como los so­
viets de diputados obreros y soldados, digamos, adelan­ 3. Primera fase de la sociedad comunista
tándonos un poco).
Finalmente, sólo el comunismo suprime en absoluto la En la Crítica del programa de Gotha, .i\1arx refuta minu­
necesidad del Estado, pues bajo el comunismo no hay ciosamente la idea lassalleana de que, bajo el socialis­
nadie a quien reprimir, «nadie» en el sentido de clase, en mo, el obrero recibirá el «producto íntegro o completo
el sentido de una lucha sistemática contra determinada del trabajo». Marx demuestra que de todo el trabajo
parte de la población. Nosotros no somos utopistas y no social de toda la sociedad habrá que descontar un fon­
negamos, en modo alguno, que es posible e inevitable do de reserva, otro fondo para ampliar la producción,
que algunos individuos cometan excesos, como tampoco para reponer las máquinas «gastadas», etc., y, además,
negamos la necesidad de reprimir tales excesos. Pero, en de los artículos de consumo, un fondo para los gastos
primer lugar, para esto no hace falta una máquina espe­ de administración, escuelas, hospitales, asilos para an­
cial, un aparato especial de represióh,'esto lo hará el mis­ cianos, etc.
mo pueblo armado, con la misma sencillez y facilidad En vez de emplear la frase nebulosa, confusa y general
con que un grupo cualquiera de personas civilizadas, in- de Lassalle («dar al obrero el producto íntegro del traba-

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El Estado y la revolución 5. Las bases económica� de la extinción del Estado

jo»), Marx establece un cálculo sobrio de cómo precisa­ Pero cuando Lassalle, refiriéndose a este orden social
mente la sociedad socialista se verá obligada a adminis­ (al que se suele dar el nombre de socialismo, pero que
trar. Marx aborda el análisis concreto de las condiciones Marx denomina la primera fase del comunismo), dice
de vida de esta sociedad en que no existirá el capitalis­ que esto es una «distribución justa», que es «el derecho
mo, y dice: igual de cada uno al producto igual del trabajo», Lassalle
se equivoca, y Marx pone al descubierto su error.
De lo que aquí [en el examen del programa del partido «Aquí -dice Marx- tenemos realmente un "derecho
obrero] se trata no es de una sociedad comunista que se ha igual", pero esto es todavía "un derecho burgués", que,
desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de como todo derecho, presupone la desigualdad. Todo de­
salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, recho significa la aplicación de un rasero igual a hom­
presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en bres distintos1 a hombres que en realidad no son idénti­
el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cos, no son iguales entre sí; por tanto, el "derecho igual"
cuya entraña procede. es una infracción de la igualdad y una injusticia.» En
efecto, cada cual obtiene, si ejecuta una parte de trabajo
Esta sociedad comunista, que acaba de salir de la en­ social igual que el otro, la misma parte de producción so­
traña del capitalismo al mundo de Dios y que lleva en to­ cial (después de hechas las deducciones indicadas).
dos sus aspectos el sello de la sociedad antigua, es la que Sin embargo, los hombres no son todos iguales, unos
Marx llama «primera» fase o fase inferior de la sociedad son más fuertes y otros más débiles, unos son casados y
comunista. otros solteros, unos tienen más hijos que otros, etc.
Los medios de producción han dejado de ser ya pro­
piedad privada de los individuos. Los medios de pro­ A igual trabajo -concluye Marx- y, por consiguiente, a igual
ducción pertenecen a toda la sociedad. Cada miembro participación en el fondo social de consumo, unos obtienen
de la sociedad, al ejecutar una cierta parte de trabajo so­ de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc.
cialmente necesario, obtiene de la sociedad un certifica­ Para evitar todos estos inc;onve�ientes, el derecho tendría
do acreditativo de haber realiz�do tal o cual �antidad de que ser no igual, sino desigual [...].
trabajo. Por este certificado recibe de los almacenes so­
ciales de artículos de consumo la cantidad correspon­ Consiguientemente, la primera fase del comunismo no
diente de productos. Deducida la cantidad de trabajo puede proporcionar todavía justicia ni igualdad; subsis­
que pasa al fondo social, cada obrero, por tanto, recibe ten las diferencias de riqueza, diferencias injustas; pero
de la sociedad lo que entrega a ésta. no será posible ya la explotación del hombre por el hom­
Reina, al parecer, la «iguald,ad». bre, puesto que no será posible apoderarse, a título de

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El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

propiedad privada, de los medios de producción, de las miento. El derecho no puede ser nunca superior a la estruc­
fábricas, las máquinas, la tierra, etc. Pulverizando la fra­ tura económica y al desarrollo cultural de la sociedad por
se confusa y pequeñoburguesa de Lassalle sobre la ella condicionado [ ... ].
«igualdad» y la «justicia» en general Marx muestra el
curso de desarrollo de la sociedad comunista, que en sus Así, pues, en la primera fase de la sociedad comunista
comienzos se verá obligada a destruir solamente aquella (a la que suele darse el nombre de socialismo) el «dere­
«injusticia» que consiste en que los medios de produc­ cho burgués» no se suprime completamente, sino sólo
ción sean usurpados por individuos aislados, pero que parcialmente, sólo en la medida de la transformación
no estará en condiciones de destruir de golpe también la económica ya alcanzada, es decir, sólo en lo que se refie­
otra injusticia, consistente en la distribución de los ar­ re a los medios de producción. El «derecho burgués» re­
tículos de consumo «según el trabajo» (y no según las conoce la propiedad privada de los individuos sobre los
necesidades). medios de producción. El socialismo los convierte en
Los economistas vulgares, incluyendo entre ellos a los propiedad común. En este sentido -y sólo en este senti­
profesores burgueses, entre los que se cuenta también do- desaparece el «derecho burgués».
«nuestro» Tugán, reprochan constantemente a los socia­ Sin embargo, este derecho persiste en otro de sus as­
listas el olvidarse de la desiguaidad de los hombres y el pectos, persiste como regulador de la distribución de los
«soñar» con destruir esta desigualdad. Este reproche productos y de la distribución del trabajo entre lós
sólo demuestra, como vemos, la extrema ignorancia de miembros de la sociedad. «El que no trabaja, no come»:
los señores ideólogos burgueses. este principio socialista es ya una realidad: «a igual can­
Marx no sólo tiene en cuenta del modo más preciso la tidad de trabajo, igual cantidad de productos»: también
inevitable desigualdad de los hombres, sino que tiene es ya una realidad este principio socialista. Sin embargo,
también en cuenta que el solo paso de los medios de pro­ esto no es todavía el comunismo, ni suprime todavía el
ducción a propiedad común de toda la sociedad (el «so­ «derecho burgués», que da una cantidad igual de pro­
cialismo», en el sentido corriente de la palabra) no supri­ ductos a hombres que no son iguales y por una cantidad
me los defectos de la distribución y la desigualdad del desigual (desigual de hecho) de trabajo.
«derecho burgués», el cual sigue imperando, por cuanto Esto es un «defecto», dice Marx, pero un defecto in­
los productos son distribuidos «según el trabajo». evitable en la primera fase del comunismo, pues, sin caer
en utopismo, no se puede pensar que, al derrocar el ca­
Pero estos defectos -prosigue Marx- son inevitables en la pitalismo, los hombres aprenderán a trabajar inmediata­
primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de mente para la sociedad sin sujeción a ninguna norma de
la sociedad capitalista, tras largos dolores para su alumbra- derecho; además, la abolición del capitalismo no sienta

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de repente tampoco las premisas económicas para este en sus banderas: «De cada uno, según sus capacidades; a
cambio. cada uno, según sus necesidades».
Otras normas, fuera de las del «derecho burgués», no
existen. Y, por tanto, persiste todavía la necesidad del Sólo ahora podemos apreciar toda la justeza de la ob­
Estado, que, velando por la propiedad común sobre los servación de Engels, cuando se burlaba implacablemen­
medios de producción, vele por la igualdad del trabajo y te de la absurda asociación de las palabras «libertad» y
por la igualdad en la distribución de los productos. «Estado». Mientras existe el Estado, no existe libertad.
El Estado se extingue en tanto que ya no hay capitalis­ Cuando haya libertad, no habrá Estado.
tas, que ya no hay clases y que, por lo mismo, no cabe re­ La base económica para la extinción completa del Es­
primir a ninguna clase. tado es ese elevado desarrollo del comunismo en que
Pero el Estado no se ha extinguido todavía del todo, desaparecerá el contraste entre el trabajo intelectual y el
pues persiste aún la protección del «derecho burgués», trabajo manual, desapareciendo, por consiguiente, una
que sanciona la desigualdad de hecho. Para que el Esta­ de las fuentes más importantes de la desigualdad social
do se extinga completamente, hace falta el comunismo moderna, fuente de desigualdad que no se puede supri­
completo. mir en modo alguno, de repente, por el solo paso de los
medios de producción a propiedad social, por la sola ex­
propiación de los capitalistas.
4. La fase superior de la sociedad comunista Esta expropiación dará la posibilidad de desarrollar en
proporciones gigantescas las fuerzas productivas. Y,
Marx prosigue: viendo cómo ya hoy el capitalismo entorpece increíble­
mente este desarrollo y cuánto podríamos avanzar a base
En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya de la técnica actual, ya lograda, tenemos derecho a decir,
desaparecido la subordinación esclavizadora de los indivi­ con la más absoluta convicción, que la expropiación de
duos a la división del trabajo, y con ella, por tanto, el con­ los capitalistas imprimirá inevitablemente un desarrollo
traste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, cuando gigantesco a las fuerzas productivas de la sociedad hu­
el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la prime­ mana. Lo que no sabemos ni podemos saber es la rapidez
ra necesidad de la vida; cuando, con el desarrollo múltiple con que avanzará este desarrollo, la rapidez con que dis­
de los individuos, crezcan también las fuerzas productivas y currirá hasta romper con la división del trabajo, hasta su­
fluyan con todo su caudal los manantiales de la riqueza co­ primir el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo
lectiva; sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho manual, hasta convertir el trabajo «en la primera necesi­
horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir dcid de la vida».
El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

Por eso, tenemos derecho a hablar sólo de la extinción Su ignorancia, pues a ningún socialista se le ha pasado
inevitable del Estado, subrayando la prolongación de por las mientes «prometer» la llegada de la fase superior
este proceso, su supeditación a la rapidez con que se de­ de desarrollo del comunismo, y el pronóstico de los gran­
sarrolle la Jase superior del comunismo, y dejando com­ des socialistas de que esta'fase ha de advenir, presupone
pletamente en pie la cuestión de los plazos o de las for­ una productividad del trabajo que no es la actual y hom­
mas concretas de la extinción, pues no tenemos datos bres que no sean los actuales filisteos, capaces de dilapi­
para poder resolver estas cuestiones. dar «a tontas y a locas» la riqueza social y de pedir lo im­
El Estado podrá extinguirse por completo cuando la posible, como los seminaristas de Pomialovski.
sociedad ponga en práctica la regla: «de cada uno, según Mientras llega la fase «superior» del comunismo, los
sus capacidades; a cada uno, según sus necesidades»; es socialistas exigen el más riguroso control por parte de la
decir, cuando los hombres estén ya tan habituados a sociedad y por parte del Estado sobre la medida de traba­
guardar las reglas fundamentales de la convivencia y jo y la medida de consumo, pero este control sólo debe
cuando su trabajo sea tan productivo que trabajen vo­ comenzar con la expropiación de los capitalistas, con el
luntariamente según sus capacidades. El «estrecho hori­ control de los obreros sobre los capitalistas, y no debe
zonte del derecho burgués», que obliga a calcular, con el llevarse a cabo por un Estado de burócratas, sino por el
rigor de un Shylock, para no trabajar ni media hora más Estado de los obreros armados.
que otro y para no percibir menos salario que otro, este La defensa interesada del capitalismo por los ideólo­
estrecho horizonte quedará entonces rebasado. La dis­ gos burgueses (y sus acólitos por el estilo de señores
tribución de los productos no obligará a la sociedad a re­ como los Tsereteli, los Chernov y cía.) consiste precisa­
gular la cantidad de los artículos que cada cual reciba; mente en suplantar por discusiones y charlas sobre un re­
todo hombre podrá tomar libremente lo que cumpla a moto porvenir la cuestión más candente y más actual de
«sus necesidades». la política de hoy: la expropiación de los capitalistas, la
Desde el punto de vista burgués, es fácil presentar transformación de todos los ciudadanos en trabajadores
como una «pura utopía» semejante régimen social y bur­ y empleados de un gran «consorcio» único, a saber, de
larse diciendo que los socialistas prometen a todos el de­ todo el Estado, y la subordinación completa de todo el
recho a obtener de la sociedad, sin el menor control del trabajo de todo este consorcio a un Estado realmente de­
trabajo rendido por cada ciudadano, la cantidad que de­ mocrático, al Estado de los soviets de diputados obreros y
seen de trufas, de automóviles, de pianos, etc. Con estas soldados.
burlas siguen contentándose todavía hoy la mayoría de En el fondo, ·cuando los· sabios profesores, y tras ellos
los «sabios» burgueses, que sólo demuestran con ello su los filisteos, y tras ellos señores como los Tsereteli y los
ignorancia y su defensa interesada del capitalismo. Ghernov, hablan de utopías descabelladas, de las prome-
El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

sas demagógicas de los bolcheviques, de la imposibili­ la dialéctica materialista, la teoría del desarrollo, consi­
dad de «implantar» el socialismo, se refieren precisa­ derando el comunismo como algo que se desarrolla del
mente a la etapa o fase superior del comunismo, que no capitaiismo. En vez de definiciones escolásticas y artifi­
sólo no ha prometido nadie, sino que nadie ha pensado ciales, «imaginadas», y de disputas estériles sobre pala­
en «implantar», pues no se puede «implantar». bras (qué es el socialismo, qué es el comunismo), Marx
Y aquí llegamos a la cuestión de la diferencia científica traza un análisis de lo que podríamos llamar las fases de
existente entre el socialismo y el comunismo, cuestión madurez económica del comunismo.
a la que Engels aludió en el pasaje citado más arriba En su primera fase, en su primer grado, el comunismo
sobre la inexactitud de la denominación de «social­ no puede presentar todavía una madurez económica
demócrata». Políticamente, la diferencia entre la prime­ completa, no puede aparecer todavía completamente li­
ra fase o fase inferior y la fase superior del comunismo bre de las tradiciones o de las huellas del capitalismo. De
llegará a ser, con el tiempo, probablemente enorme; aquí un fenómeno tan interesante como la subsistencia
pero hoy, bajo el capitalismo, sería ridículo hacer resal­ del «estrecho horizonte del derecho burgués» bajo el co­
tar esta diferencia, que sólo tal vez algunos anarquistas munismo, en su primera fase. El derecho burgués res­
pueden destacar en primer plano (si es que entre los pecto a la distribución de los artículos de consumo pre­
anarquistas quedan todavía hombres que no han apren­ supone también inevitablemente, como es natural, un
dido nada después de la conversión «plejanovista» de Estado burgués, pues el derecho no es nada sin un apara­
los Kropotkin, los Grave, los Cornelissen y otras «lum­ to capaz de obligar a respetar las normas de aquél.
breras» del anarquismo en socialchovinistas o en anar­ De donde se deduce que bajo el comunismo no
quistas de trincheras, como los ha calificado Gay, uno de sólo subsiste durante un cierto tiempo el derecho bur­
los pocos anarquistas que no han perdido el honor y la gués, sino que ¡ subsiste incluso el Estado burgués, sin
conciencia). burguesía!
Pero la diferencia científica entre el socialismo y el co­ Esto podrá parecer una paradoja o un simple juego
munismo es clara. A lo que se acostumbra denominar so­ dialéctico de la inteligencia, que es de lo que acusan fre­
cialismo, Marx lo llamaba la «primera» fase o la fase in­ cuentemente a los marxistas gentes que no se han im­
ferior de la sociedad comunista. En tanto que los medios puesto ni el menor esfuerzo para estudiar el contenido
de producción se convierten en propiedad común, pue­ extraordinariamente profundo del marxismo.
de emplearse la palabra «comunismo», siempre y cuan­ En realidad, la vida nos muestra a cada paso los vesti­
do no se pierda de vista que éste no es el comunismo gios de lo viejo en lo nuevo, tanto en la naturaleza como
completo. La gran significación de la explicación de en la sociedad. Y Marx· no trasplantó caprichosamente
Marx está en que también aquí aplica consecuentemente al comunismo un trocito de «derecho burgués», smo

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El Estado y la revolución 5. Las bases económicas de la extinción del Estado

que tomó lo que es económica y políticamente inevita­ un movimiento verdaderamente de masas en el que
ble en una sociedad que brota de la entraña del capita- toma parte, primero, la mayoría de la población, y luego
lismo. la población entera.
La democracia tiene una enorme importancia en la lu­ La democracia es una forma de Estado, una de las va­
cha de la clase obrera contra los capitalistas por su libe­ riedades del Estado. Y, consiguientemente, representa,
ración. Pero la democracia no es, en modo alguno, un como todo Estado, la aplicación organizada y sistemá­
límite insuperable, sino solamente una de las etapas en el tica de la violencia sobre los hombres. Esto, de una par­
camino del feudalismo al capitalismo y del capitalismo al te. Pero, de otra, la democracia significa el reconoci­
comumsmo. miento formal de la igualdad entre los ciudadanos, el
Democracia significa igualdad. Se comprende la gran derecho igual de todos a determinar el régimen del Es­
importancia que encierra la lucha del proletariado por tado y a gobernar el Estado. Y esto, a su vez, se halla
la igualdad y la consigna de la igualdad, si ésta se inter­ relacionado con que, al llegar a un cierto grado de de­
preta exactamente, en el sentido de destrucción de las sarrollo de la democracia, ésta, en primer lugar, cohe­
clases. Pero democracia significa solamente igualdad siona al proletariado, la clase revolucionaria frente al
formal. E inmediatamente después de realizada la igual­ capitalismo, y le da la posibilidad de destruir, de hacer
dad de todos los miembros de la sociedad con respecto añicos, de barrer de la faz de la tierra la máquina del
a la posesión de los medios de producción, es decir, la Estado burgués, incluso la del Estado burgués republi­
igualdad de trabajo y la igualdad de salario, surgirá ine­ cano, el ejército permanente, la policía, la burocracia, y
vitablemente ante la humanidad la cuestión de seguir de sustituirla por una máquina más democrática, pero
adelante, de pasar de la igualdad formal a la igualdad aún estatal, bajo la forma de las masas obreras armadas,
de hecho, es decir, a la aplicación de la regla: «de cada como paso a la participación de todo el pueblo en las
uno, según sus capacidades; a cada uno, según sus nece­ milicias.
sidades». A través de qué etapas, por medio de qué me­ Aquí «la cantidad se transforma en calidad»: esta fase
didas prácticas llegará la humanidad a este elevado ob­ de democratismo se sale ya del marco de la sociedad
jetivo, es cosa que no sabemos ni podemos saber. Pero burguesa, es ya el comienzo de su transformación socia­
lo importante es comprender claramente cuán infinita­ lista. Si todos intervienen realmente en la dirección del
mente mentirosa es la idea burguesa corriente que pre­ Estado, el capitalismo no podrá ya sostenerse. Y, a su
senta al socialismo como algo muerto, rígido e inmuta­ vez, el desarrollo del capitalismo crea las premisas para
ble, cuando en realidad solamente con el socialismo que «todos» realmente puedan intervenir en la dirección
comienza un movimiento rápido y auténtico de progre­ del Estado. Entre estas premisas se cuenta la instrucción
so en todos los aspectos de la vida social e individual, general, conseguida ya por una serie de países capitalis-

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5. Las bases económicas de la extinción del Estado
El Estado y la revolución

tas más adelantados, y además la «formación y la educa­ las cuatro reglas aritméticas y con extender los recibos
ción de la disciplina» de millones de obreros por el gran­ correspondientes·,,_.
de y complejo aparato socializado del correo, de los Cuando la mayoría del pueblo comience a llevar por su
ferrocarriles, de las grandes fábricas, de las grandes em­ cuenta y en todas partes este registro, este control sobre
presas comerciales, de los bancos, etc. los capitalistas (que entonces se convertirán en emplea­
Existiendo estas premisas económicas, es perfecta­ dos) y sobre los señores intelectualillos que conservan
mente posible pasar inmediatamente, de la noche a la sus hábitos capitalistas, este control será realmente un
mañana, después de derrocar a los capitalistas y a los control universal, general, del pueblo entero, y nadie po­
burócratas, a sustituirlos en la obra del control sobre la drá rehuirlo, pues «no habrá escapatoria posible».
producción y la distribución, en la obra del registro del Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábri­
trabajo y de los productos por los obreros armados, por ca, con trabajo igual y salario igual.
todo el pueblo armado. (No hay que confundir la cues­ Pero esta disciplina «fabril», que el proletariado, des­
tión del control y del registro con la cuestión del per­ pués de triunfar sobre-los capitalistas y de derrocar a los
sonal científico de ingenieros, agrónomos, etc.: estos explotadores, hará extensiva a toda la sociedad, no es, en
señores trabajan hoy subordinados a los capitalistas y modo alguno, nuestro ideal, ni nuestra meta final, sino
trabajarán todavía mejor mañana, subordinados a los sólo un escalón necesario para limpiar radicalmente la
obreros armados.) sociedad de la bajeza y de la infamia de la explotación
Registro y control: he aquí lo principal lo que hace capitalista y para seguir avanzando.
falta para poner en marcha y para que funcione bien la A partir del momento en que todos los miembros de la
primera /ase de la sociedad comunista. Aquí, todos los sociedad, o por lo menos la inmensa mayoría de ellos,
ciudadanos se convierten en empleados a sueldo del hayan aprf!ndido a dirigir ellos mismos el Estado, hayan
Estado, que no es otra cosa que los obreros armados. tomado ellos mismos este asunto en sus manos, hayan
Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros «puesto en marcha» el control sobre la minoría insignifi­
de un solo «consorcio» de todo el pueblo, del Estado. cante de capitalistas, sobre los señoritos que quieran se­
De lo que se trata es de que trabajen por igual, de que guir conservando sus hábitos capitalistas y sobre obreros
guarden bien la medida de su trabajo y de que ganen
igual salario. El capitalismo ha simplificado extraordi­ * Cuando el Estado queda reducido, en la parte más sustancial de
contro l, realiz ados por los mis­
nariamente el registro de esto, el control sobre esto, lo sus funciones, a este regist ro y a este
nes públicas
ha reducido a operaciones extremadamente simples de mos obreros, deja de_ser un <<Estado político», «las funcio
nes puramente
perderán su carácter político y se convertirán en funcio
2, acerca de la polé­
inspección y anotación, accesibles a cualquiera que administrativas» (véase, más arriba, cap. 4, apart.
sepa leer y escribir y para las cuales basta con conocer mica de Engels con los anarquistas).
1 , , 1 ' .

171
170
El Estado y la revolución

profundamente corrompidos por el capitalismo, a partir


de este momento comenzará a desaparecer la necesidad
de todo gobierno en general. Cuanto más completa sea
la democracia, más cercano estará el momento en que
deje de ser necesaria. Cuando más democrático sea el
«Estado» formado por obreros armados y que «no será
ya un Estado en el sentido estricto de la palabra», más
rápidamen.te comenzará a extinguirse todo Estado.
Pues cuando todos hayan aprendido a dirigir y dirijan
en realidad por su cuenta la producción social, a llevar
por su cuenta el registro y el control de los haraganes, de
los señoritos, de los gandules y de toda esa ralea de
«guardianes de las tradiciones del capitalismo», enton­
ces el escapar a este control y a este registro hecho por
todo el pueblo será inevitablemente algo tan inaudito y
difícil, una excepción tan extraordinariamente rara, pro­
vocará probablemente una sanción tan rápida y tan seve­
ra (pues los obreros armados son hombres de realidades
y no intelectualillos sentimentales, y será muy difícil que
dejen que nadie juegue con ellos), que la necesidad de
observar las reglas nada complicadas y fundamentales de
toda convivencia humana se convertirá muy pronto en
una costumbre.
Y entonces quedarán abiertas de par en par las puertas
para pasar de la primera fase de la sociedad comunista a
la fase superior y, a la vez, a la extinción completa del Es­
tado.

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