curadora académica
helena chávez mac gregor
enrique ježik
david theo goldberg
manuel hernández
saree makdisi
maría victoria uribe
iván mejía
sarah nuttall
josé luis barrios
achille mbembe
ana longoni
marcelo expósito
muac/2012
Diseño D.R. © 2012 de la edición
Mónica Zacarías Najjar Universidad Nacional Autónoma
de México
Coordinación editorial Museo Universitario Arte
Ana Laura Cué Vega Contemporáneo
Calos Noriega Jiménez Ciudad Universitaria, Delegación
Coyoacán,
Traducción C.P. 04510 México, Distrito Federal
Christopher Fraga www.muac.unam.mx
Sarah Ochoa
Clara Stern © por las fotos, los fotógrafos
ISBN 978-607-02-4020-1
Primera edición
México, 2012
12 de noviembre de 2012
Impreso y hecho en México
6 aproximaciones para una crítica de la violencia
helena chávez mac gregor
12 intervención
enrique ježik
32 cuidar de la vergüenza
manuel hernández
46 exteriores
saree makdisi
150 semblanzas
156 agradecimientos
158 directorio
encarte:
no reconciliados.(nadie sabe lo que un cuerpo puede)
marcelo expósito
aproximaciones para una crítica de la violencia
helena chávez mac gregor
Intentar activar desde la actualidad la provocación del filósofo alemán
Walter Benjamin sobre cómo plantear una crítica de la violencia sigue
siendo una tarea que implica examinar las formas en que ésta aparece
y configura los campos de nuestra experiencia.1
1
Walter Benjamin escribió en 1921 el texto Zur Kritik der Gewalt, en castellano tra-
ducido como Hacia la crítica de la violencia donde plantea generar una crítica, en el sen-
tido kantiano, de la violencia para una exploración fuera de la filosofía positiva del
derecho, pero también fuera del derecho natural y proporcionada únicamente desde el
punto de vista de la filosofía de la historia. Lo que implica pensar fuera del origen, que
funda o legitima la conservación de derecho. El texto de Benjamin que es altamente am-
biguo y problemático sirve, sin embargo, de base para pensar desde dónde establecer
los marcos críticos para analizar la violencia. Confrontar. Benjamin, Walter, “Hacia la
crítica de la violencia”, en Obras, II/1, Madrid, Abada, 2007.
2
Žižek, Slavoj, “SOS Violence”, en Violence. Six Sideways Reflections, NY, Picador, 2008.
3
Butler, Judith, Marcos de guerra, las vidas lloradas, Buenos Aires, Paidós, 2009.
7
En un país que carga a cuestas noventa mil muertos y trescientos mil
desaparecidos4 por la denominada “guerra del narco” es claro que elu-
dir el tema sólo produciría que el desgarro en el tejido social se con-
vierta en una rotura irremediable. Si bien, se busca analizar a la
violencia desde sus condiciones “objetivas” no se pretende ocultar ni
despachar esta experiencia fuera de quicio. Es desde ella que parte nues-
tra necesidad de elaborar una crítica a las políticas de representación
que bajo el argumento de criminalización ha generado una legitima-
ción de la violencia y una administración de la muerte. La importancia
de reflexionar sobre la violencia es hacerse cargo no sólo de la pérdida
de vidas, de subjetividad, de comunidad y de futuro sino de las estruc-
turas en las que éstas se generan y que hemos aceptado como dadas.
4
El 26 de agosto de 2012 el Centro de Investigaciones para el Desarrollo AC (CIDAC) de
México reveló un informe según el cual, basándose en cifras oficiales y de la ONU, en los
seis años de gobierno de Felipe Calderón han muerto unas 90.000 personas y otras
300.000 han desaparecido.
5
Para Foucault la biopolítica es una tecnología del poder. Un modo de operar que es-
tablece un régimen específico del que nace la idea de la gobernabilidad donde la so-
beranía pasa de la estructura clásica de “hacer morir y dejar vivir” a “hacer vivir y dejar
morir” desde la que se da una transformación radical entre el disciplinamiento de los in-
dividuos a la regulación de las poblaciones. La biopolítica es una condición histórica
desde donde se fundan los Estados modernos y que entrelaza una política de la vida de-
terminada a partir de clasificaciones biológicas y formas de regulación a propósito de dis-
positivos de poder que complejizan la estructura de la soberanía. Confrontar: Foucault,
Michel, Nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
6
La necropolítica es la categoría que formula Achille Mbembe para pensar en la admi-
nistración de la vida como un trabajo de muerte y desde ahí pensar en cómo se ha com-
plejizado la política, sobre todo en espacios con una carga colonial, bajo una estructura
que combina la necropolítica, la biopolítica y la dominación para crear zonas donde la
vida pierde toda su densidad. Confrontar: Mbembe, Achille, Necropolítica, España, Me-
sulina, 2011.
Esta primera publicación de la línea editorial de Campus Expandido,
programa académico del MUAC, lleva por intención o premisa, iniciar
una colección de volúmenes en torno a las intervenciones públicas del
programa. En este caso, partimos del Coloquio Estética y Violencia: Ne-
cropolítica, militarización y vidas lloradas que se realizó el 20 de octubre
de 2011 para dar otra circulación a la discusión que ahí se realizó. Este
evento contó con la participación de José Luís Barrios, Marcelo Expó-
sito, David Theo Goldberg, Manuel Hernández, Enrique Ježik, Saree
Makdisi, Iván Mejía, Achille Mbembe, Sarah Nuttall y María Victoria
Uribe, así como con la moderación de Cuahtémoc Medina y Rachel Sie-
der. Por la importancia de las elaboraciones que ahí se discutieron se
propone ahora una compilación que, más que una memoria, sea un es-
pacio nuevo de trabajo y reflexión. Los textos que aquí se presentan no
son necesariamente las conferencias como fueron dictadas, sino revi-
sadas y pensadas para esta edición.
Por un lado, abrimos con una serie de textos que trabajan la violencia
desde una problematización de la filosofía política clásica para pensar
y cuestionar las condiciones actuales desde las que se posibilita la vio-
lencia. Achille Mbembe, en un momento clave de exploración de su pro-
pio pensamiento, hace un mapeo de los discursos que han
fundamentado la violencia desde la estructura de soberanía para ex-
plicar lo que pretendía señalar la categoría de “necropolítica” y los lí-
mites de ésta misma en la actualidad. A diez años de revisar la categoría
de la biopolítica desde el trabajo de muerte, Mbembe señala cómo la es-
tructura global post 11 de septiembre presenta nuevas complejidades
que necesitan de nuevos análisis y marcos teóricos que nos permitan re-
basar nociones como las de soberanía, excepción y enemigo. David Theo
9
Goldberg propone una epistemología del desengaño que suspenda las re-
laciones de expectativa y progreso donde la irritación abre la posibilidad
de dis-locación como escamoteo de un lugar determinado. Una política
más allá de la esperanza y nacida de un profundo desengaño que no se
vive como nostalgia o resignación sino como potencia política que abre
una nueva temporalidad y un nuevo sujeto político que se emancipa de
cualquier esperanza o proyecto utópico para trabajar en el presente y
desde las posibilidades de lo ordinario. Manuel Hernández desde una
investigación de la vergüenza como elaboración que genera un lazo so-
cial específico formula el problema de la producción de subjetividades
en lugares (ex) coloniales. Con ello propone un giro sobre la reflexión
de la propia subjetividad en México sugiriendo un importante camino
para una crítica de orden postcolonial que, sin duda, marcará un giro
epistemológico en el pensamiento crítico en México. Saree Makdisi pre-
senta una revisión del tema Palestino desde la exploración de la ley para
interrogar cómo figuras como el muro, la frontera y los desplazados
tensan el derecho hasta su aporía y convocan a pensar la justicia, fuera
del marco del derecho, desde la condición de la vida y su precariedad en
estos espacios extra-ordinarios.
Por otro lado, tenemos una sección donde los textos abren a la pregunta
por las políticas de representación. María Victoria Uribe compara la es-
tructura de la violencia del narcotráfico en Colombia y México para pen-
sar en la manera en que se ha desarrollado la historia de estos países en
las últimas décadas y, desde ahí, interrogar cómo las prácticas artísti-
cas en Colombia han afrontado la violencia y su representación. Iván
Mejía, desde la obra de artistas contemporáneos en México y América
Latina, plantea el problema del sujeto de la representación y el tipo de
producción de identidad que se hace del “lumpenproletariado” en las
obras de arte para mostrar las alianzas y contradicciones entre el sis-
tema de representación simbólica y las posibilidades de resistencia y
lucha social. Sarah Nuttall abre un marco teórico que disloca a la pro-
pia institución del arte para pensar en la superficie desde la que traba-
jan prácticas artísticas en Sudáfrica y, en específico en Johannesburgo,
para dibujar un panorama donde la obra interviene y subvierte el en-
redo de las relaciones raciales en una sociedad marcada por una histo-
ria de necropolítica y separación para, desde ahí, generar una nueva
superficie que marque una traza de posibilidades críticas. Y, por último,
José Luís Barrios planeta una lectura de la obra del escritor Roberto
Bolaño desde la clave de la vanguardia histórica latino americana para
abrir la genealogía de una práctica crítica y pensar en las políticas de la
representación y su clausura como formulación límite de la violencia.
Momento donde la obra de arte manifiesta que la paradoja y la aporía
marcan el límite de toda teoría para, desde la fisura, suspender las ló-
gicas civilizatorias de la representación.
Este libro no pretende dar por terminada una discusión, sino que su-
pone para Campus Expandido un nuevo punto de partida para seguir
trabajando en elaborar espacios para el pensamiento crítico. Agradece-
mos a todos los estudiantes, profesores y colaboradores que han hecho
y hacen posible este programa. Este espacio es una zona que, como se
dice en Stalker, la película de Tarkovski: “basta que alguien entre para
que todo se ponga en movimiento de inmediato”.
11
Frase, 2011-12
enrique ježik
En The Adjustmen Team (Equipo de ajuste),1 cuento escrito en 1954
(sobre el que se basó el guión de la película The Adjustment Bureau con
Matt Damon),2 Philip K. Dick hace que Ed Fletcher exprese “vi el te-
jido de la realidad desgarrase. Vi el otro lado… Lo que tapa. Vi lo que
encubría. Y no quiero volver. No quiero volver a ver gente de polvo
nunca más”.
Quiero sugerir otra forma de pensar estos aspectos, tal vez comple-
mentaria a aquella representada por la lectura estructural y sintomá-
tica. La noción de “gente de polvo” y el polvo como una condición
socio-natural de la vida y sus limitaciones, comportan algo a la vez me-
tafórico y existencial acerca de la posición social, las posibilidades y los
retos variados que enfrentan los sujetos sociales. También sugiere for-
mas en las cuales, al enfrentar condiciones de precariedad extrema y
ante el surgimiento de lo que Achille Mbembe ha caracterizado como la
abolición del límite y del tabú, la subjetividad social enfrenta la disolu-
ción y es forzada a negociar lo que significa e implica vivir actualmente
en condiciones críticas.
1
Dick, Philip K., Cuentos completos II, Barcelona, editorial Minotauro, 2005, 512 pp. [NT].
2
Titulada Destino Oculto en España y Agentes del Destino en América Latina, y estrenada
en México en marzo del 2011 [NT].
15
intelectuales y artistas locales y regionales. La reunión provocó refle-
xiones sobre las preguntas más generales traídas a colación por el hecho
de vivir en condiciones críticas, sobre el hacer y la invención social, el
tejido de la ontología social y su política de lo epistemológico, la sobe-
ranía y sus límites y resistencias y, principalmente, de las condiciones
del desengaño social y sus revelaciones.
17
e Israel que no podría ser reducido e indicando, tal vez en términos clá-
sicos neoliberales, que era mucho más eficaz para atender a una parte
significativa de la población que el Estado libanés. Se trataba, al mismo
tiempo, de cumplir con una política estatal neoliberalizante al estilo de
Solidere y de proveer al vecindario y a la comunidad de la clase de pro-
tecciones necesarias contra el crimen y el maltrato que estaban fre-
cuentemente reservados al Estado.
19
sugiere un cambio; es complementario y no simplemente reducible a la
noción de estructura profunda y, ciertamente, no es solamente una
cuestión de los varios significados adscritos a la lectura superficial.
Estos son espacios que Ackbar Abbas caracteriza como dis-locaciones. Fa-
llan en cumplir o en estar a la altura de las expectativas pre ordenadas.
Pero son dis-locaciones en el sentido no habitual de no ajustarse a sus lu-
gares designados, a formas designadas de ser y hacer, a la sociabilidad
convencional. Tal vez sería mejor entenderlos como temblores en la es-
tructura de la sociabilidad y la política contemporáneas. A la vez estados
de lo ordinario con marcadores cotidianos reconocibles –residenciales,
recreativos, ingeniosos, que pueden ser contenidos socialmente, explo-
tables– aunque están fuera de lo ordinario, rechazando sus sitios o roles
designados o anticipados, irreconocibles como y en su cotidianidad.
21
expresiones habitadas, en todo su arremolinamiento de polvo y no sólo
sintomáticamente.
23
Así, podría ser mejor pensar en el tiempo que habitamos menos como
una Era de la Información (o para el caso mal o desinformación) que
como una era en que las certidumbres se derrumban, con su más o
menos “insoportable” calvario de negociación. El derrumbe de las cer-
tidumbres prolifera tanto como prolifera y circula el engaño, reduciendo
el contraste entre verdad y falsedad. La política del secreto funciona a
través de la retención y la revelación controlada de la información. Esta
revelación calculada de información secreta, o filtración –piensen en
Wikileaks– es mejor concebida en términos de su ocultamiento, el en-
cubrimiento de la información junto con la retención y la revelación de
la información instrumentalmente o inadvertidamente, por diseño o
por omisión.
25
recursos para la redefinición, están menos incentivadas por la nostal-
gia que por la experimentación e improvisación.
3
Versión en español: Benjamin, Walter, El libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2004, p. 130.
27
frecuentemente tienden a parecer trilladas, inferiores, falsas o dupli-
cadas, hasta que hayamos aprendido cómo leerlas en toda su fraudu-
lencia, en sus multiplicidades deformantes, distorsionantes y
tergiversadoras? Sin buscar alter-tiempos y otros espacios, sino los re-
cursos en la multiplicidad espacio-temporal para negociar las comple-
jidades y desafíos de nuestro habitar, para lo cual no existe un exterior
constitutivo que no sea fabricado (en ambos sentidos) y del cual no
existe siquiera un escape momentáneo. Al menos, ese sentido de lo epis-
temológico nos estimularía a atender más que a ignorar aquellos ele-
mentos de lo social que lucen aberrantes porque todavía no son
adecuadamente simbolizables.
Finalmente, ¿qué puede sugerir todo esto para la crítica? ¿Podría sugerir,
en las críticas condiciones de nuestro tiempo, que la crítica no puede ser
solamente un asunto de separar lo verdadero de lo falso, el conocimiento
del desengaño, sino una preocupación por encontrar una relación con lo
que no conocemos, de asumir para y con las distorsiones, deformaciones
y tergiversaciones sociales de lo social? En breve, de trabajar a través del
desengaño hacia la precariedad entrelazada ontológica y epistemológica,
económica y política, cultural y sintomáticamente, que nos define hoy día.
4
Versión en español: Bauman, Zygmunt, En busca de la política, México, Fondo de Cul-
tura Económica, 2001, 218 pp. [NT]
29
la irritación de la desesperanza que se siente y, por el otro, la irritación
de la des-esperanza que la desplaza. En la coacción de esta división re-
siden las políticas (ahora pluralizadas) de la irritación o de lo irritante.
Quienes forman parte de Occupy en Wall Street entienden esto, así como
también lo hace la resistencia en las calles en todo el mundo árabe.
bibliografía
Alÿs, Francis, A Story of Deception. Patagonien 2003-2006, Buenos Aires,
Revolver, 2006.
Alÿs, Francis, When Faith Moves Mountains, Madrid, Turner, 2005.
Benjamin, Walter, The Arcades Project, Cambridge, Harvard University
Press, 1999.
Dick, Philip K., “The Adjustment Team”, en The Collected Stories of Philip
K. Dick. Vol. II: We Can Remember It for You Wholesale, 1954/1992,
Carol Publishing, 1995.
Dumas, Marlene, Against the Wall, Sante Fe, Radium Books, 2010.
Virilio, Paul, Strategy of Deception, London, Verso, 2000.
Francis Alÿs
Tornado
Milpa Alta, 2000-2010
Videodocumentación de una acción
(55 minutos)
Foto: Francis Alÿs
cuidar de la vergüenza
manuel hernández
En una economía regida por la productividad, hay un elemento esencial
del sistema que es la producción… la producción de la vergüenza.1 Den-
tro de lo que se ha llamado “los mecanismos psíquicos del poder” la ver-
güenza no ha sido objeto de mucha atención, sin embargo, sin ella, el
sistema dominante no podría operar eficazmente, especialmente en las
colonias, pues incluso después de la emancipación, el poder hegemó-
nico apela a la vergüenza para sostener su vigencia en los sujetos.
1
Lacan, Jacques, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 206.
2
Chaohuat, Bruno, et al., Lire, écrire la honte, Actes du Colloque du Cerissy-la-Salle, junio
2003, Lyon, Presses Universitaires de Lyon, 2007.
33
experiencia de colonización y emancipación de ciertos países de África
sería relevante para el nuestro? Es que la colonización europea y los
procesos emancipatorios africanos pueden revelar analogías con lo
que sucedió en México hace quinientos años. ¿Cuáles? Bidima da un
principio de respuesta respecto de ciertas modalidades de subjeti-
varse en la postcolonia:
Bidima habla de “represión”; según Lacan, aquí sucedió algo análogo, pero
con sus propias especificidades. Una rotura histórica fue localizada por él
cuando vino a México, en 1966. Con todo, el paso de quinientos años no
ha sido en vano, la lejanía que imponen tantos siglos con la religión anti-
gua de los mexicanos, con sus títulos nobiliarios y sobre todo con sus pa-
tronímicos marca una diferencia importante con lo que sucede hoy en
África, en donde todo es dolorosamente reciente. Continúa Bidima:
3
Bidima, Jean-Godefroy, “Trajectoires et transformations de la honte en Afrique:
expériences coloniales et post-coloniales”, en Lire, écrire la honte, Actes du Colloque du
Cerissy-la-Salle, op. cit., p. 257.
orgullosamente, Jean, Godefroy, Issa, Usamanú, etcétera?).
¿Acaso no reivindican los títulos de nobleza de esta historia
triunfalista haciéndose llamar Sheik, El Hadj, Reverendo Padre,
Monseñor, etcétera?
Lugares discursivos:
Agente → Otro
Verdad Producción
a → $
S2 S1
35
Poner a la vergüenza en posición dominante, puede llevar a la solución
que Bidima nos indica: producir de nuevo un significante amo.
4
Ibid., p. 258.
Sin embargo, el sistema es voraz y se reproduce a sí mismo absorbiendo
esa vergüenza y convirtiéndola en títulos y nombres cuyo uso lejos de
dignificar, vira al impudor. En efecto, al dar la espalda a su propia historia
y a sus ancestros, el colonizado porta esos nombres y esos títulos sin
ningún pudor. Por el contrario, Lacan consideraba que la única virtud
posible es precisamente el pudor.5 Sin embargo, la experiencia colonial
muestra que cuando menos en un inicio no hay otro camino que pasar
por ahí mismo, por el impudor.
5
“la seule vertu, si... si il n'y a pas de rapport sexuel, comme je l'énonce, c'est la pudeur”.
Jacques Lacan, Les non dupes errent, 12 de marzo de 1974, inédito, pero se puede
descargar del sitio de la École lacanienne de psychanalyse www.ecole-lacanienne.net.
6
No es casualidad que Lacan mencione el lugar de origen de sus analizantes, pues ahí
estaba localizada la infame “costa de los esclavos”.
37
palabra tal como se los enseñé el año pasado.7 Desafío a cualquier
analista que me contradiga, incluso a ir allí, al campo mismo.
7
Lacan, Jacques, D’un Autre à l’autre, Buenos Aires, Paidós, 2002, sesión del 30 de abril
de 1969.
8
Lacan, Jacques, El reverso del psicoanálisis, op. cit., 18 de febrero de 1970, p. 96.
atenta, sino a manera de que en los hechos se tomaran medidas
diligentes para responder a la desesperación de la que surgían. Aquí es
donde se verifica la pertinencia de lo que Lacan indica: no era de
ninguna manera oportuno proponerles hacer un psicoanálisis,
totalmente impracticable en una situación así, la opción viable era hacer
algo a través de intervenciones prácticas, en los hechos, que tuvieran un
sentido que les transmitiera que se había producido una recepción a lo
que sus acciones estaban planteando. Aquí no sólo se trataba de
palabras, sino también de un diálogo silencioso a través de actos. Nunca
tomé en análisis a ninguno de ellos, con todo, nuestra relación cotidiana
fue muy estrecha y duró varios meses.
39
podía hablar ambas lenguas, se hizo pasar como miembro de la aldea
enemiga y salvó su vida… al hacerse pasar como integrante del bando de
los asesinos de su propia familia.
Esta misma solución opera con quienes no deliran, pero que también
viven como perseguidos o minimizados por el sistema dominante, por
ejemplo en su vertiente racista. En efecto, cuando en México un
psicoanalista se interesa por la especificidad de la cultura indígena a la
que puede pertenecer una rama de la familia de un analizante, algo
suele cambiar. La experiencia de denigración deja de ser autoinflingida
y ahora el analizante puede lidiar con el racismo de su medio sin ser
41
cómplice de él, aún más, sin ser para sí su propio discriminador.
También puede darle valor al saber tradicional de los suyos sin vivirlo,
como hasta ese momento, como un defecto. Mientras algo así no
sucede, el analizante vive sus particularidades como una falla respecto
de lo que el sistema plantea como ideales.
9
Ibid., pp. 96-97.
Procedamos por analogía: si en lo económico la generación de una
deuda en el colonizado es un elemento estructural del sistema de
dominación, entonces es crucial que la gente cuente con la posibilidad
de tener acceso al crédito sin depender de la banca.10 En el territorio
subjetivo también se trata de disipar la deuda simbólica que se genera
a través de la concesión de títulos o de nombres prestigiosos en la
hegemonía, la disolución de esa deuda no puede conseguirse a través de
la violencia, sino por la vía de reconocer la genealogía original; incluso
si es mitológica, es preciso conocerla y gestionar su valoración y
legitimidad. Esto lleva de manera lógica a la actualización de ciertas
formas de vida tradicionales. Incluso si las huellas que quedan de ellas
son mínimas, resulta decisivo situar siquiera algunos elementos de las
prácticas rituales tradicionales, aún si sólo son evocativos. Eso es
precisamsente lo que sucede en México con el día de muertos,
modalidad única en Occidente de enfrentar el duelo.11
Comunidad de vergüenza
Esto lleva a considerar que una manera de convivir con la vergüenza es
en comunidad.
10
Lo cual, dicho sea de paso, no es una utopía: en el Paraguay se ha conseguido
exitosamente a través del sistema de cooperativas, diseminado en todo el país.
11
Allouch, Jean, Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca, México, Edelp/Epeele,
2001.
43
de vergüenza y la cultura católica generó un cambio hacia una de culpa,
perdiéndose la vergüenza como factor de cohesión social.
12
De hecho, el origen de la oposición “cultura de la vergüenza” y “cultura de la culpa”
suele ser remitido al libro de Ruth Benedik, The Chrisantemus and the Sword. Patterns
of Japanese Culture, NY, Mariner Books, (1ª ed. 1946), 2005.
13
Fusé, Toyomasa, “Suicide and Culture in Japan: A Study of Seppuku as an Insitu-
tionalized Form of Suicide”, en Social Psychiatry, núm. 15, 1980, pp. 57-63.
14
Harris, Edward S., “The Moral Dimensions of Properly Evaluating and Defining Sui-
cide”, en The Institute for Applied & Professional Ethics, Ohio University, sitio web de la
Universidad de Ohio.
regla universal exógena y coercitiva. Alguien la experimenta ante la
mirada del “otro”, pero también ante su propia mirada. Actuar a manera
de no sentir vergüenza de uno mismo es un principio de acción que no
establece lo que es el bien, ni lo que es el mal. Tampoco llama al impudor
ni al cinismo, al contrario. En vez de apelar a una heteronormatividad
universal o a una moral exógena, el sujeto entra en una relación consigo
mismo regulada por un afecto específico llamado vergüenza, que
aparece cuando se ha franqueado el límite de lo inaceptable. Aquí, en
vez de tener una ética kantiana, tenemos lo que Foucault llamó una
ética que a la vez es una estética de la existencia constituida cuando
alguien ha optado por una forma de vida.16
15
Ogien, Ruwen, La honte est-elle immorale?, París, Bayard, 2002.
16
Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto, México, FCE, 2002.
17
Lacan, Jacques, La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1996, sesión del 6
de julio de 1960, disponible en versión JL en el sitio de la École lacanienne de
psychanalyse, www.ecole-lacanienne.net.
18
Ibid.
45
exteriores
saree makidisi
1
Para llegar a sus tierras de cultivo, Mohammad tuvo que empezar a via-
jar varios kilómetros a lo largo del muro para llegar a la puerta de Azun
Atma, que sí estaba abierta para los palestinos. Durante algunos meses
fue capaz de ir hacia el sur hasta dicha puerta, atravesarla y después re-
gresar hacia el norte del otro lado del muro hasta llegar a su tierra justo
del otro lado de la puerta de Izbat Jalud, que permanecía cerrada para
él. Lo que antes era una caminata de diez minutos hasta su tierra ahora
implicaba al menos una hora, esto dando por hecho que no hubiera de-
moras al entrar y salir por la puerta de Azun Atma; sin embargo, por lo
menos por ahora podía llegar a sus tierras de cultivo.
47
En octubre de 2003 los israelíes determinaron la “zona de separación”
un área militar cerrada. Si el muro se construye como se planea actual-
mente, esta zona acabará por rodear a unos 60,000 palestinos residen-
tes en 42 ciudades y pueblos. “Debido a las especiales circunstancias de
seguridad en la zona y la necesidad de seguir los pasos necesarios para
prevenir ataques terroristas y la salida de los atacantes de las zonas de
Judea y Samaria hacia el Estado de Israel ‒escribió el general Moshe
Kaplinsky ese mes‒ por el presente declaro que la zona de separación
es una zona cerrada.” De ahí en adelante, de acuerdo con las órdenes del
general Kaplinsky, “ninguna persona deberá entrar a la zona de sepa-
ración o permanecer en ella”.
El obstáculo principal supone probar que uno en efecto tiene tierras del
otro lado del muro. Esto se dice fácil, pero hacerlo resulta complicado.
Para empezar, la agricultura palestina depende fuertemente de las tra-
dicionales prácticas y relaciones con la tierra. Más que individuos, a
menudo son familias enteras quienes mantienen los terrenos. En esos
casos, y desde tiempos inmemoriales, la propiedad de la tierra de cul-
tivo se heredaba de una generación a otra a través de métodos tradi-
cionales que nunca requirieron de documentación en el sentido mo-
derno del término; las familias y comunidades simplemente sabían qué
tierra era de quién. Superpuesto al sistema tradicional del rastreo de la
propiedad de la tierra estaba el Código de Tierras otomano de 1858,
que clasificaba grandes franjas de tierra fértil como tierras miri. Aunque
se reconocía al sultán como dueño máximo (nominal) de la tierra miri,
a cambio del pago de impuestos por los cultivos el complejo sistema tri-
butario otomano daba a los campesinos el derecho a poseer, vender y
heredar activamente la tierra miri cultivada, siempre y cuando no hu-
biera una interrupción del cultivo mayor a cierto número de años, en
cuyo caso la tierra se revertía a la propiedad del sultán.
49
remediarlo. La organización israelí de derechos humanos B’Tselem se-
ñala que incluso si Israel hubiera seguido el Código de Tierras otomano
al pie de la letra y no hubiera declarado que la propiedad privada pa-
saba a manos del Estado, su trato de las tierras estatales propiamente
identificadas también habría sido inapropiado. “Los terrenos del estado
son propiedad pública que pertenece a los residentes legítimos de Cis-
jordania”, establece B’Tselem, continúa:
Como señala B’Tselem, las acciones llevadas a cabo por Israel son una
violación de la Convención de la Haya respecto a las Leyes y Costum-
bres de Guerra Terrestre, así como de la Cuarta Convención de Ginebra,
ambos documentos legales internacionales que son clave para regular
las disposiciones de los territorios bajo ocupación militar. La Conven-
ción de Ginebra, por ejemplo, prohíbe expresamente la “destrucción por
parte del Poder de Ocupación de propiedad real o personal perteneciente
de forma individual o colectiva a personas privadas o al estado o a cual-
quier otra autoridad pública, o a organizaciones cooperativas o socia-
les”. También prohíbe “transferencias forzadas individuales o en masa,
así como deportaciones de personas protegidas del territorio bajo ocu-
pación al territorio de poder de ocupación o al de cualquier otro país” y
estipula que “el poder de ocupación no deberá deportar o transferir parte
de su propia población civil dentro del territorio bajo ocupación”. Israel
ha intentado argumentar que las Convenciones de Ginebra no se aplican
a los territorios palestinos que ocupa, pero este argumento ha sido des-
cartado no sólo por estudiosos de la ley internacional sino también por
una serie de resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Uni-
das que afirman la validez de las Convenciones para los territorios bajo
ocupación israelí. Afirmando nuevamente que la Convención de Gine-
bra del 12 de agosto de 1949 se aplica a los territorios árabes ocupados
por Israel desde 1967, incluida Jerusalén. La Resolución 465 del Con-
sejo de Seguridad de 1980, por ejemplo, reitera que “todas las medidas
tomadas por Israel para cambiar el carácter físico, la composición de-
mográfica, la estructura institucional o el estatus de territorios pales-
tinos y otros territorios árabes bajo ocupación desde 1967, incluida
Jerusalén, o cualquier zona dentro de los mismos, no tienen ninguna
validez legal, y que la política y las prácticas de Israel de establecer parte
de su población y nuevos inmigrantes en esos territorios constituye
una flagrante violación a la Convención de Ginebra Relativa a la Pro-
tección de Personas Civiles en Tiempos de Guerra, así como una seria
obstrucción para lograr una paz justa, duradera y exhaustiva en el
Medio Oriente”. Más recientemente, en su Opinión Consultiva de julio
de 2004, “Consecuencias legales de la construcción de un muro en el
51
territorio palestino bajo ocupación”, la Corte Internacional de Justicia
en La Haya también reafirmó unánimemente la aplicabilidad de las
Convenciones de Ginebra a los territorios bajo ocupación israelí y
agregó que todos los acuerdos (sobre todo los Acuerdos de Oslo) a los
que entraron los israelíes y los palestinos desde 1993 “no han logrado
alterar” el hecho de que “todos esos territorios (incluida Jerusalén
Oriental) permanecen como territorios bajo ocupación, e Israel ha con-
tinuado ejerciendo su estatus de poder de ocupación”.
53
De esta forma, incluso si a un terrateniente se le otorga el permiso de
acceso a su tierra, su familia inmediata puede no tenerlo, por lo que el
beneficiado puede carecer de alguien que le ayude a arar, sembrar, des-
hierbar, regar y cosechar sus cultivos. Incluso si varios miembros de la
familia reciben permisos, lo más seguro es que sean rechazados los tra-
bajadores jornaleros, de quienes depende el campesino en los momen-
tos clave del ciclo de producción, como la cosecha anual de aceitunas,
cuando hasta la mitad de la población palestina tradicionalmente toma
días de sus otras ocupaciones para ayudar. Cerca de la mitad de las so-
licitudes de arrendatarios, cónyuges, jornaleros, nietos, a lo largo de
todo el muro, han sido rechazadas. Hacia mediados de 2005, casi 40
por ciento de los permisos solicitados por palestinos para tener ac-
ceso a tierras de cultivo al oeste del muro fueron rechazadas por las
autoridades israelíes (cifra que para noviembre de 2007 llegaría a
más del 80 por ciento, cuando Israel daba permisos sólo a 18 por
ciento de las personas en esa situación). Dos terceras partes de los re-
chazos se deben a que el solicitante no puede probar a satisfacción de
Israel que las tierras son suyas o que tiene una relación directa con
el terrateniente.
55
Perdió un año de cultivos, pero al menos por ahora podía salvar su tie-
rra. De acuerdo a la interpretación israelí de las leyes territoriales oto-
manas, las tierras miri que no se han cultivado de manera activa
durante cierto tiempo (incluso si su cultivo se ha impedido de manera
activa y por la fuerza) se revierten al Estado.
Cifras de ocupación
57
pavimentado ni de terracería para llegar al terreno. Me toma unas dos
horas llegar. Y si hay retrasos en la puerta, puede tomarme tres o cua-
tro horas. Como resultado, siempre que quiero trabajar mi tierra ter-
mino empleando la mayor parte de mi tiempo en el trayecto. Muchos
campesinos, incluido mi hermano, Rafik Ibrahim el-A’araj, han aban-
donado sus tierras por su difícil acceso. Las Naciones Unidas estiman
que unas 15,000 personas ya han sido desplazadas por las dificultades
asociadas con una vida en la sombra del muro, y es probable que este
número se eleve a decenas de miles en los próximos años. Por dar un
ejemplo: el pueblo de Jubara, cerca de Tulkarem en el norte de Cisjor-
dania, “solía tener una economía vibrante con 10 granjas avícolas y nu-
merosos invernaderos”, pero de acuerdo con una agencia de las
Naciones Unidas, “estos negocios han cerrado o están luchando por
mantenerse a flote”. El desempleo en Jubara es ahora de 90 por ciento.
Un reporte publicado por la Oficina de Coordinación de Asuntos Hu-
manitarios de las Naciones Unidas (OCAH) en noviembre de 2007 re-
veló que en la zona alrededor de Qalqilia unas 1,800 familias
agricultoras no tienen un sólo miembro de la familia que no sea disca-
pacitado y que tenga permiso a acceder a la tierra al oeste del muro.
Más allá del trabajo, los trastornos que el muro ocasiona afectan al resto
del ritmo de la vida diaria. El pueblo de Abdel-Latif en Daba’a, por ejem-
plo, está aislado de recursos por esta barrera. Los estudiantes de pre-
paratoria del pueblo tienen que ir a clases en escuelas en Habla o en
Qalqilia mismo, y eso implica pasar por las puertas del muro. Los sol-
dados israelíes encargados de las puertas a menudo acosan a los jóve-
nes adolescentes que necesitan atravesarlas. Los estudiantes han
llegado a perder la oportunidad de presentar exámenes dados los irre-
gulares horarios de apertura, los retrasos o los problemas de rutina du-
rante el cruce. Las cosas no son más favorables para los niños de
primaria: “Sólo hay una escuela en el pueblo ‒explica Abdel-Latif‒ y
tiene una planta de maestros grande. La mayoría de los maestros viven
del otro lado de la barrera y necesitan permisos para llegar a la escuela.
La dependencia de los permisos rompe con el funcionamiento de la es-
cuela, pues cuando expiran a menudo toma mucho tiempo renovarlos.
Mientras tanto, se cancelan las clases y los niños no pueden continuar
su aprendizaje”. Incluso la vida social cotidiana de las familias palesti-
nas que viven cerca del muro se ha trastornado. Para invitar a los ami-
gos o los familiares de los pueblos vecinos a tomar el té o a comer,
Abdel-Latif tiene que solicitar permisos para los invitados, lo cual toma
tiempo y no significa ninguna garantía. Solamente una cuarta parte de
los invitados del pueblo a la boda del hijo de Ibrahim lograron obtener
permisos de los israelíes para asistir.
59
La Opinión Consultiva de 2004 de la Corte de Justicia Internacional
fue rotunda en su análisis del impacto del muro en los habitantes de
Cisjordania y el estatus legal de la ocupación israelí en general. “La
Corte considera que la construcción del muro y el régimen asociado a
él impiden la libertad de movimiento de los habitantes del Territorio
Palestino bajo Ocupación”, declaró. “También impide el ejercicio del de-
recho que tienen las personas implicadas de trabajar, tener acceso a ser-
vicios médicos, educación y a un nivel de vida como lo proclama el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y la Con-
vención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas.” La corte
concluyó que:
61
Todas estas resoluciones y reportes (además de los de las Naciones Uni-
das, organizaciones de derechos humanos, periodistas, académicos y
otros) no han marcado diferencia alguna en la planificación israelí por la
sencilla razón de que fracturar y dividir el territorio palestino, rasgo de-
finitorio del muro, más que una innovación introducida con el propio
muro es un rasgo antiguo de la ocupación israelí que se remonta a 1967.
En otras palabras, el muro es sólo una manifestación de un proceso sub-
yacente que ha prevalecido por décadas, concretamente el proyecto is-
raelí para desmantelar y aislar los espacios palestinos a la par de
fomentar la unificación y la vinculación de los espacios judíos-israelíes
de Israel entre sí y con los territorios bajo ocupación. De esta manera,
aunque el muro tenga un impacto devastador en la vida de los palesti-
nos por todo Cisjordania, más que como una causa debe ser entendido
como un efecto, y el problema que debería abordarse no es el muro como
tal, sino la ocupación; en cualquier parte de Cisjordania la misma ló-
gica está en operación, una lógica por la cual el espacio de la existencia
palestina está fragmentado y desmantelado, mientras que la existen-
cia judía-israelí en Cisjordania y en Jerusalén Oriental está unificada.
Casi a donde quiera que vayan los palestinos se enfrentan a límites fí-
sicos y geográficos en su existencia cotidiana.
63
• 8 de mayo: Las FDI cerraron el mercado de vegetales de Beita (junto a la
Ruta 60) durante tres horas. De acuerdo a las FDI, el mismo día se
habían lanzado piedras en la zona.
Incidentes en curso
• Desde el 29 de abril del 2007, las FDI cerraron la entrada sur al pueblo de
Qaryut con un túmulo de tierra. El camino conecta el pueblo con la
Ruta 60 y con el punto de llenado de agua que alimenta al pueblo.
Los palestinos ahora se ven forzados a tomar un largo rodeo para
llegar al punto de llenado de agua.
• Desde el 28 de marzo del 2007, las FDI cerraron el puesto de control
de Shave Shomron para todos los palestinos, ambulancias, las Naciones
Unidas y las organizaciones internacionales.
• Las FDI continúan cerrando la puerta en la entrada norte de Kafr ad Dik. *
Este ensayo es el primer capítulo del libro Makdisi, Saree, Palestine Inside
Out: An Everyday Occupation, NY, ww.norton, 2008, 387 pp. y presenta-
mos una selección de sus referencias y bibliografía sobre ese capítulo:
Historia de Mohammad Jalud: tomado de un testimonio ofrecido a la
OCAH de las Naciones Unidas, publicado en Crossing the Barrier: Pa-
lestinian Access to Agricultural Land (OCAH, enero de 2006) / Historia
de Abdel-Latif Odeh: testimonio ofrecido a B’Tselem y en página web
(http://www.btselem.org/english/Testimonies/20050721_Separa-
tion_Barrier_in_a_Daba_witness_Odeh.asp) / Historia de Moham-
mad Salim: testimonio ofrecido a B’Tselem y en página web
(http://www.btselem.org/english/Testimonies/20040330_Muham-
mad_Salim_Barrier_in_Yayyus_Village.asp) / Historia de Mu’atasem
Omar: testimonio ofrecido a B’Tselem y publicado en página
web(http://www.btselem.org/english/Testimonies/20070217_Adel_
Omar_died_after_delay_of_medical_treatment_Azzun_Atmah.asp).
Sobre la repercusión del muro israelí en Cisjordania, las leyes de tierras,
regulaciones militares israelíes relevantes y su incidencia en la vida
palestina: véase Not All It Seems: Preventing Palestinians Access to their
Lands West of the Separation Barrier in the Tulkarm-Qalqilya Area (B’T-
selem, junio de 2004); Behind the Barrier: Human Rights Violations as
67
las referencias de Lacan, hace alusión a un profesor burgués tranquilo,
bondadoso y decente que, por un momento, sueña que es un asesino.
En Colombia los asesinos sueñan, con frecuencia, que son personas
decentes.
Desde hace más de treinta años en Colombia se viven de una manera si-
multánea y casi ininterrumpida al menos dos guerras. La primera de
ellas comenzó hacia 1980 y tuvo su momento más crítico durante la
década de 1990 cuando gobiernos e instituciones fueron atacados fron-
talmente por el cartel del narcotráfico de Medellín. Dicha guerra se libró
principalmente en las grandes ciudades y dejó a su paso incontables
muertos, entre ellos tres candidatos presidenciales, varios ministros de
Justicia, operadores judiciales, intelectuales de izquierda, jueces y fis-
cales, dirigentes sindicales, periodistas, defensores de derechos huma-
nos y ciudadanos que murieron abatidos por las balas y las potentes
bombas del narcotráfico. Los carteles de Cali y Medellín fueron des-
mantelados y posteriormente se han visto reemplazados por micro-
carteles que actúan en la sombra, sin enfrentarse al Estado, en alianza
con los diferentes carteles mexicanos.
69
empresarios del campo e implementada por los paramilitares que han
buscado consolidar corredores estratégicos que faciliten el transporte
de armas y estupefacientes así como la expansión de sus dominios.
1
Mbembe, Achille, “African Modes of Self-Writing”, en Public Culture, vol. 14, núm. 1,
invierno 2002, Duke University Press, pp. 239-273.
en la mayoría de los casos no da lugar ni a duelos compartidos, ni a
memorias colectivas.
2
Sarlo, Beatriz, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo, una discusión, Bue-
nos Aires, Siglo XXI Editores, 2005, pp. 50-67.
71
internacionalización de la justicia que impone límites normativos y de
tolerancia social y ética a los modos rutinarios de hacer todo negocia-
ble, incluso el delito común y el crimen organizado. Por ello la Ley de
Justicia y Paz, promulgada durante el primer gobierno de Uribe Vélez
y sancionada por el Congreso en 2005 para juzgar los crímenes del pa-
ramilitarismo, marca un cambio importante respecto a las amnistías
anteriores al establecer un proceso de justicia transicional con penas
máximas de ocho años para los delitos no indultables, siempre y cuando
éstos sean confesados por los perpetradores que se acojan a la ley. De
los 31,671 combatientes paramilitares que se desmovilizaron volunta-
riamente entre 2002 y 2010, únicamente 2700 excombatientes fueron
escogidos por el gobierno para recibir las penas alternativas que esti-
pula la Ley de Justicia y Paz a cambio de la confesión de sus crímenes.
Son ellos quienes rinden sus testimonios y reciben, a cambio, penas al-
ternativas muy leves.
3
Rebolo, Luis Joaquín, “Memoria subversiva y alternativas sociales”, en Página Abierta,
núm. 150, julio 2004, pp. 49-51.
flagrantemente sus derechos pues reconocerlas a ellas era aceptar que
el Estado ha sido violador de los derechos humanos.
Otro de los aspectos positivos del proceso de Justicia y Paz es que nos
ha convertido a los colombianos en testigos de un cúmulo inédito de re-
velaciones públicas que emanan de varias fuentes. En primer lugar
están las confesiones voluntarias de los cabecillas paramilitares en las
versiones libres, confesiones que le han permitido a la Fiscalía conocer
e imputar más de 178,000 homicidios que no conocía la justicia ordi-
naria. Aunque las confesiones han resultado ser verdades a medias,
construidas a partir de lo que el sujeto se permite o puede recordar, lo
que olvida, lo que calla intencionalmente, lo que sus destrezas cultura-
les le permiten captar del pasado, lo que utiliza como dispositivo retó-
rico para argumentar, atacar o defenderse, lo que conoce por
experiencia y lo que conoce por terceros, es indudable el aporte a la ver-
dad que han hecho estas confesiones. 4
4
Sarlo, op. cit., p. 80.
73
replica nuevamente las prácticas atroces de sus predecesores. Haciendo
una analogía con México se puede decir que estas bandas delincuencia-
les recuerdan a los Zetas, pues están integradas por ex militares, delin-
cuentes comunes y sicarios muy proclives a la violencia extrema. Otro
efecto perverso del proceso de Justicia y Paz ha sido el hecho de los
19,000 paramilitares desmovilizados que Justicia y Paz dejó fuera de su
alcance y cuyos crímenes han quedado en la impunidad. Éstos fueron
combatientes rasos cuyos crímenes no han sido amnistiados y perma-
necen en un limbo jurídico.
Hoy en día y a pesar de los intentos que han hecho las instituciones por
reducir y acotar los límites y los alcances de la delincuencia organizada,
la sociedad colombiana se debate entre el cansancio crónico, el escep-
ticismo generalizado y la urgencia por poner fin a tantos años de gue-
rra. La guerra entre el Estado colombiano y las FARC continúa mientras
los paramilitares y los carteles del narcotráfico se reciclan; por ello, es
difícil ponderar el impacto y la importancia que ha tenido un proceso
de justicia transicional que ha transcurrido en medio de la guerra y
que por definición tendría que haber incidido en la ampliación de la
democracia. En unos años, cuando hayamos procesado el cúmulo de
verdades atroces confesadas por los paramilitares y sepamos a ciencia
cierta de qué manera el Congreso y la Cámara de Representantes en-
traron en el baile de sangre y cuáles empresas financiaron la guerra
sucia, podremos conocer a cabalidad las dimensiones del universo de
la victimización, podremos afirmar que quizá todo el dolor y el sufri-
miento valieron la pena porque contribuyeron a convertirnos en un
mejor país.
75
trata de evitar tales representaciones sólo por pudor moral, sino de con-
seguir otra cosa abandonando lo sensacional y el espectáculo de
muerte: Treno es más el grito, el clamor, que el horror.5
5
Chirolla, Gustavo, “Política del grito en una trenodia”, en Deleuze and Contemporary
Art, Colección Deleuze Connections, Stephen Zepke y Simon O´Sullivan editores, Edim-
burgo, University Press, 2010.
bibliografía
Améry, Jean, Más allá de la culpa y la expiación, Valencia, Pre-Textos,
2001.
Arendt, Hannah, La Condición Humana, Buenos Aires, Editorial Paidós,
2003.
Chirolla, Gustavo, “Política del grito en una trenodia”, en Deleuze and
Contemporary Art, Colección Deleuze Connections, Stephen Zepke y
Simon O´Sullivan editores, Edimburgo, University Press, 2010.
Das, Veena, “Trauma and testimony: Implications for Political Com-
munity”, en Anthropological Theory, vol.3, núm. 3, septiembre 2003.
Levi, Primo, Deber de memoria, Buenos Aires, Editorial Libros de Zorzal,
Buenos Aires, 2006.
Mardones, José María y Reyes Mate, editores, La ética ante las víctimas,
Barcelona, Editorial Anthropos, 2003.
Mbembe, Achille, “African Modes of Self-Writing”, en Public Culture,
vol. 14, núm. 1, invierno, Duke University Press, 2002.
Mossman, Judith, Wild Justice. A study of Euripides’ Hecuba, Londres,
Bristol Classical Press, 1995.
Ortega, Francisco, editor, “Rehabitar la cotidianidad”, en Veena Das: Su-
jetos del dolor, agentes de dignidad, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Javeriana, Ins-
tituto Pensar, 2008.
Rebolo, Luis Joaquín, “Memoria subversiva y alternativas sociales”, en
Página Abierta, núm. 150, julio 2004.
Reyes Mate, Manuel, “En torno a una justicia anamnética”, en Mardo-
nes, José M. y M. Reyes Mate, editores, La ética ante las víctimas, Bar-
celona, Editorial Anthropos, 2003.
Sarlo, Beatriz, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo, una
discusión, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005.
Tafalla, Marta, “Primo Levi y la razón anamnética”, en Enrahonar. Qua-
derns de filosofía, Nº 30, Universidad Autónoma de Barcelona, 1999.
Žižek, Slavoj, “Melancholy and the act”, en Critical Inquiry, vol. 26, núm.
4, Chicago, University of Chicago Press, 2000.
-----------, Mirando al sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de
la cultura popular, Buenos Aires, Paidós Ibérica, 2000.
-----------, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Barcelona, Pai-
dós Ibérica, 2009.
77
[Crimen]: El cadáver nuevo, de la serie, “Normalidad” (2010). Después de tres días de búsqueda,
encontraron el cadáver de un hombre asesinado en una riña el Viernes Santo. Cuando colocaron
el cuerpo para el levantamiento legal en el patio de la iglesia, el olor de la muerte pareció devolver
a los habitantes siete años atrás a la noche de la masacre. La gente decía, no, otra vez no.
[Culto]: Espíritu Santo, ven, de la serie, “Normalidad” (2010). Los demonios causan dolor de cabeza,
angustia y malestar. Para muchos creyentes la única forma de sacar los demonios que se han in-
staurado en el cuerpo de la gente tras el horror de la masacre, que algunos ven como castigo di-
vino, es por medio de la intervención del Espíritu Santo.
[Retrato]: El cuarto, de la serie “Normalidad” (2010). “Maria” posa junto con sus hijas e
hijos. Cuando le pregunté donde quería el retrato, me indicó este lugar cerca de su cama,
mientras me decía, aquí fue donde lo mataron esa noche.
79
los residuos de la maquinaria capitaista.
una reflexión sobre la violencia estructural y
vida presocial1
iván mejía
1
El presente ensayo se deriva de una investigación postdoctoral que actualmente estoy
desarrollando gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)
en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), con el Grupo de Investigación en Epis-
temología y Ciencias Cognitivas (GRECC) de la Facultad de Filosofía. De la misma ma-
nera agradezco el apoyo del Centre d´Estudis i Documentació del Museo d'Art
Contemporani de Barcelona (MACBA) que me ha recibido como investigador visitante.
Y de igual modo, agradezco al comité organizador del encuentro Estética y violencia:
necropolítica, militarización y vidas lloradas, que se llevó a cabo en el Museo Univer-
sitario Arte Contemporáneo (MUAC-UNAM) en el que me permitieron exponer dichos
avances, así como su publicación.
Figuras teóricas de residuos humanos
Lo único que el capitalismo ha dejado a su paso son poblaciones ente-
ras de residuos humanos. No es casualidad que al mismo tiempo que su-
cede su conformación en el siglo XVII, también arranca la teorización
social sobre la pobreza, misma que puso énfasis en la distribución sobre
los recursos más que en juicios morales sobre los pobres, y como pro-
blema social, no individual.
2
Rancière, Jacques, The Philosopher and His Poor, Duke University Press, 2004.
3
Gramsci, Antonio, Selections from the Prison Notebooks, Lawrence and
London, Wishart, 1973. Y Guha, Ranajit, On Some Aspects of the Historiography of Colo-
nial India, en Subaltern Studies I: Writings on South Asian History & Society, Ranajit Guha,
ed. Nueva Delhi, Oxford University Press India, 1982.
4
Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica, 2009.
5
Laclau, Ernesto, La Razón Populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005,
p. 177.
6
Hardt, Michel y Negri, Antonio, Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio,
Madrid, Editorial Debate, 2004.
7
Virno, Paolo, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contempo-
ráneas, Colección Mapas, Madrid, Traficantes de sueños, 2003.
8
Zygmunt Bauman ha estudiado esta “población excedente” o “residuos humanos” en
varios de sus libros, y para la elaboración de esta investigación se están consultando
81
También viene al caso la noción de “vidas precarias” que sirve a Butler
para observar la distinción entre aquellas vidas que merecen ser llora-
das y aquéllas que no, que se destruyen y abandonan porque no se ajus-
tan a la norma occidental imperante de lo humano.9 Asimismo, la figura
de Homo sacer que Agamben retoma del derecho romano, se refiere a
una población producida a través de un complejo proceso legal que
transforma a ciertos sujetos en “nuda vida”, “situada fuera de la juris-
dicción humana”, desprovista de valor y al margen de la ley.10
Unas resultan ser más afortunadas que otras, pero lo interesante es que
todas ellas relevan una oscilación entre dos valoraciones opuestas. Por
un lado, encontramos figuras de pobres "dignos", honestos, generosos,
trabajadores, que representan la fuerza de la revolución. Y por otro, po-
bres "indignos", antisociales, violentos, incívicos, criminales, ociosos e
improductivos11; es decir, una astilla para el proletariado, un palo en la
rueda de la revolución. Estos últimos, conforman –en palabras de
Marx– “una masa informe, difusa y errante” que al tratar de evocarla ha
En esta cita, pareciera que Marx repudiaba algo que no pudo delimitar
conceptualmente y por lo tanto, enunciaba una larga lista de adjetivos
para intentar referirse a algo que se le escapaba de las manos.
12
Escrito durante diciembre de 1851 a marzo de 1852. Primera edición en la revista Die
Revolution, Nueva York, EUA, 1852, con el título "Der Achtzehnte Brumaire des Louis Bo-
naparte". Fuente: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Moscú, Editorial
Progreso, 1979, Tomo I, pp. 404 a 498. Edición Digital: Por la Red Vasca Roja; digitali-
zado y preparado por José Julagaray, Donostia, Gipuzkoa, Euskal Herria, 25 de sep-
tiembre de 1997. Disponible en:
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
13
Marx, Karl, op. cit. p. 137. Las cursivas son del autor.
14
El anarquista Mijaíl Bakunin mantenía la opinión de que Marx exageraba la impor-
tancia de la clase trabajadora, al tiempo que sostuvo que los intelectuales, los estu-
diantes, el lumpenproletariado (los desclasados) y la clase media representante de la
democracia burguesa eran los más probables agentes de la revolución.
83
Fanon vio en ese lumpenproletariado –figura que sustituyó por la de
Los condenados de la tierra– una fuerza implacable dentro del orden so-
cial blanco y burgués:
Ese lumpen-proletariat que como una jauría de ratas, a pesar de
las patadas, de las pedradas, sigue royendo las raíces del árbol
[…] constituido y pesando con todas sus fuerzas sobre la "se-
guridad" de la ciudad significa la podredumbre irreversible, la
gangrena […] los rufianes, los granujas, los vagos, […] esos sub-
hombres […] que oscilan entre la locura y el suicidio…15
15
Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica,
2009. Traducción de Julieta Campos, prólogo de Jean Paul Sartre, p. 80.
16
Mattick, Paul, “La hez de la humanidad”. La versión original, titulada "The scum of
humanity", apareció en la revista International Council Correspondence/Corresponden-
cia Consejista Internacional, en marzo de 1935. La versión electrónica se puede con-
sultar en la página del Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques.
Traducido y publicado digitalmente por el Collective Action Notes en: www.geoci-
ties.com/CapitolHill/Lobby/2379/ y corregido por el Círculo Internacional de Comu-
nistas Antibolcheviques http://members.fortunecity.com/cica/ p. 10. 1935.
17
Cfr. Marx, Karl, op. cit., cap. V de la versión electrónica.
18
Stallybrass, Peter, “Marx and Heterogeneity: Thinking the Lumpenproletariat”,en Repre-
sentations, vol. 0, núm. 31, The margins of identity in Nineteenth-Century England, 1990,
Este Bonaparte, que se erige en jefe del lumpemproletariado, que
sólo en éste encuentra reproducidos en masa los intereses que él
personalmente persigue, que reconoce en esta hez, desecho y
escoria de todas las clases, la única clase en la que puede apo-
yarse sin reservas, es el auténtico Bonaparte, el Bonaparte sans
phrase. Viejo roué ladino, concibe la vida histórica de los pueblos
y los grandes actos de gobierno y de Estado como una comedia,
en el sentido más vulgar de la palabra, como una mascarada, en
que los grandes disfraces y las frases y gestos no son más que la
careta para ocultar lo más mezquino y miserable.20
Por más familiar que nos parezca esta cita, son ciento sesenta años los
que nos separan desde su formulación. Aunque indubitablemente, el
panorama actual también nos ayuda a comprender qué es lo que Marx
despreciaba, aclarándonos así que lumpenproletariado no es sinónimo
de pobres sino un proceso en el que una jauría de sujetos sin ética ni es-
crúpulos se adueñan del poder por los medios más viles.21 Cuestión que
dejaremos para otro momento.
pp. 65-95. Hay una versión en español: Stallybrass, Peter, “Marx y la heterogeneidad Pen-
sando en el lumpenproletariado”, en Ojo Mocho, núm. 15, Argentina, 2000, p. 84.
19
Citado por: Rodríguez, Esteban, en Vida lumpen: bestiario de la multitud, Colección
Sociales, La Plata, Edulp, 2007.
20
Marx, Karl, op. cit., cap. V. de la versión electrónica.
21
Ya en el poder aquel lumpenproletariado deviene en “lumpenburguesía”, otro con-
cepto que habría que discutir en otro momento.
85
Residuos humanos en el arte contemporáneo
El fenómeno de la pobreza ha sido también de interés para una incon-
table producción artística y cultural. Por ejemplo, en literatura pode-
mos recordar Los miserables de Víctor Hugo, la poesía de Baudelaire o
de Rimbaud. En el cine Viridiana de Buñuel, el trabajo de Glauber Rocha
o Pasolini. En pintura los personajes de Caravaggio, de Goya o de los
muralistas mexicanos. Los ejemplos son incontables22 y se extienden
hasta el arte contemporáneo.
22
Benjamin revisa algunos ejemplos muy interesantes en: Benjamin, Walter, “Expe-
riencia y pobreza”, Archivo Chile, Historia Político Social- Movimiento Popular, 1933,
disponible en: http//:www.archivochile.com
23
Santiago Sierra, Línea de 10 pulgadas rasurada sobre las cabezas de 2 heroinómanos,
2000.
24
Santiago Sierra, 2 maraqueros, 2002.
25
Santiago Sierra, Persona remunerada para limpiar el calzado de los asistentes a una in-
auguración sin el consentimiento de estos, 2000.
26
Tomás Ochoa, 5 Puntos, videoinstalación, 2005.
27
Tomás Ochoa, Indios medievales parte 2, 2008.
Este conjunto de obras ha ocasionado una verdadera incomodidad para
sectores reaccionarios y conservadores que han generado toda una li-
teratura moralista que siempre concluye en descalificaciones y peor
aún, en sugerencias de emprender campañas de salvación acercando el
arte y la cultura a los más desfavorecidos; educando a los “criminales”,
domesticando a los “salvajes”, poniendo a trabajar a los “ociosos”, para
que finalmente se normalicen e integren a la sociedad.
Por otra parte, estas obras al intentar “darle” cierta visibilidad, permi-
ten transparentan las contradicciones mismas de la cultura. Mostrando
una institución artística coercitiva más que emancipadora, como pu-
diera gustarnos verla. Así, estas obras fracasan al representar cuestio-
nes embarazosas, pero resultan eficaces al demostrar cómo el débil es
estudiado en el orden construido por el fuerte, donde su emplaza-
miento es un mero pretexto teórico pues, para ser francos, nunca sería
incluido más que para sustraerse al orden de sus discursos dominantes.
Incluso, este panorama desdibuja una especie de Estado intelectual que
ejerce una imperceptible violencia estructural. Punto que abordaremos
enseguida.
28
Mauricio Dias & Walter Riedweg, Funk Staden, videoinstalación, 2007.
29
Bocas de ceniza, video, 2003-2004.
30
Peris Blanes, Jaume, La imposible voz, Memoria y representación de los campos de con-
centración en Chile: la posición del testigo, Chile, Editorial Cuarto Propio, 2005.
87
Estado intelectual y violencia estructural
Aunque las figuras de las personas en condiciones de pobreza deseen
producir un efecto de verosimilitud, objetividad o neutralidad, es posi-
ble visualizar ciertas idealizaciones que corresponden más a quien las
construye que a la realidad del pobre, quien inevitablemente ha que-
dado atrapado en el juego del conocimiento como poder.
31
Ápud en Said, Edward, Representations of the Intellectual, Nueva York, Vintage Books,
1994, [ed. cast.: Representaciones del intelectual, trad. de Isidro Arias Pérez, Barce-
lona, Debate, Madrid, 2007, y en Ansaldi, Waldo, “Disculpe señor, se nos llenó de po-
bres el recibidor”, en Revista de Estudios Sociales, núm. 14, primer Semestre, pp. 43–71,
Santa Fe (Argentina), 1998.
32
Bourdieu introduce la noción de “capital simbólico” que consiste en ciertas propie-
dades impalpables, inefables y cuasi-carismáticas que parecen inherentes a la natura-
leza misma del agente. Tales propiedades suelen llamarse, por ejemplo, autoridad,
prestigio, reputación, crédito, fama, notoriedad, honorabilidad, talento, don, gusto,
inteligencia, etcétera. Según Bourdieu, el capital simbólico así entendido “no es más
que el capital económico o cultural en cuanto conocido y reconocido” (Bourdieu, Pierre,
Choses dites, París, Ed. de Minuit, 1987. p. 160). En efecto, lejos de ser naturales o in-
herentes a la persona misma, tales propiedades sólo pueden existir en la medida en
que sean reconocidas por los demás. Es decir, son formas de crédito otorgados a unos
agentes por otros agentes (Bourdieu, Pierre, Creencia artística y bienes simbólicos, 1999
y en: Bourdieu, Pierre, “Habitus, code, codification”, en Actes de la Recherche en Sciences
Sociales, núm. 64, 1987.
También viene al caso recordar que Mari Matsuda observa que ciertas
formas históricas de subordinación han asumido un estatus “estructu-
ral”, de manera que esta historia y estructura generalizadas constituyen
“el contexto” en el que la violencia se demuestra eficaz.34 Por ello, se
trata de una violencia velada por otras circunstancias que la hacen di-
fícilmente detectable porque no hay en realidad sujetos directamente
agresores. No se puede personalizar ni tampoco responsabilizar a nadie
concreto, ya que está enmascarada en una trama de decisiones asumi-
das en favor del avance de la cultura.
33
Chow, Rey, Writing Diaspora, Bloomington e Indianapolis (IN), Indiana University
Press, 1993, p. 14.
34
Citada por Butler, Judith, en “Soberanía y actos de habla performativos”, disponible
en http://www.accpar.org/numero4/index.
35
Ápud en Fernández Herrería, Alfonso, “Violencia estructural”, en Revista interuni-
versitaria de Formación del profesorado, núm. 22, enero-abril, 1995, pp. 21-38.
89
La escurridiza vida presocial
Lo anteriormente expuesto nos hace advertir que no se trata de una
simple inclusión de lo excluido dentro de una ontología establecida.
Sino de preguntarnos si es posible configurar un espacio para quienes
han sido empujados a los márgenes de la historia.
Más bien, hay que asumir nuestro fracaso al intentar comprender o re-
presentar esta forma de vida presocial, ya que nunca se puede estar en
plena concordancia con ella porque es el límite absoluto de la historia
y de lo social. Tal como dice Laclau, el campo de la representación es
siempre: "un espejo turbio y roto, interrumpido constantemente por
un ‘real’ heterogéneo al cual no se puede dominar simbólicamente".37
sí, esta vida presocial no es algo que deba ser rescatado, educado o do-
minado; porque al final, las figuras aquí revisadas (con todo y sus fa-
llos) vienen a demostrar que se trata –desafortunadamente– de
residuos no recuperables que ha ido dejando a su paso el progreso mo-
derno, y que continúa produciendo el predatorio engranaje económico
de la maquinaria capitalista.
36
Sunder Rajan, Rajeswari, Real and Imagined Women: Gender, Culture and Postcolonial-
ism, Londres, Routledge, 1993, p. 6.
37
Laclau, E., op. cit. p. 177.
Tomás Ochoa, 5 DOTS, 2005. Videoinstalación, 11 minutos.
Imagen cortesía de Tomás Ochoa y Adriana Meyer
91
violencia, re-composición, superficie:
culturas visuales en johannesburgo
sarah nuttall
Me gustaría considerar el título de este libro, Estética y violencia: Ne-
cropolítica, militarización y vidas lloradas, como una invitación a refle-
xionar sobre las relaciones entre la vida, la muerte y el cuerpo, y la forma
en que están inscritas no sólo al interior de los órdenes del poder, sino
de los poderes de lo visual. En otras palabras, ¿qué preguntas en la Teo-
ría crítica nos permiten articular los artistas visuales sobre la vida, el
cuerpo, así como sobre la muerte social y la extinción? Me gustaría aten-
der estas preguntas teniendo en cuenta una perspectiva sudafricana y,
particularmente, de la ciudad de Johannesburgo. Desde esta posición
podríamos preguntar, entre otras cuestiones: ¿Cómo podemos razonar
la vida, la muerte y el cuerpo tras la violencia del apartheid, en un con-
texto de desmilitarización y desmovilización, pero con el recuerdo fresco
de violencia, de dolor y de necropolítica (y su re-ejemplificación en la
forma de la pobreza estructural actual, la xenofobia y el crimen)? ¿Qué
formas toma la reinscripción de la vida en el arte vía el acto estético –tras
un largo periodo fúnebre? Lo luctuoso aquí puede ser considerado lite-
ralmente como muerte, así como formas de muerte social (el desplaza-
miento de cuerpos negros a una tercera zona, como lo llama Achille
Mbembe,1 localizada entre la subjetivación y la objetivación, la cosifica-
ción y la sombra, la invisibilidad y la hipervisibilidad). En la Sudáfrica del
apartheid, la tarea de la separación de cuerpos fue realizada por el Estado
–lo que provocó una lucha por la liberación que llevaba consigo el riesgo
de captura y posible muerte. ¿Cómo y en qué términos regresamos a la
pregunta sobre el cuerpo muerto ahora, como cuerpo, vida llorada y
forma de mortalidad, desierto o vacío en el cuerpo político?
1
Mbebme, Achille, “Necropolitics”, en Public Culture, vol. 15, núm. 1, invierno, 2003,
pp. 11-40.
93
de sufrimiento, alienación, muerte y rebelión). Lo subyacente es un
lugar en el que fuerzas poderosas están contenidas en los fondos de la
ciudad. En la necrópolis, el migrante trabajador negro ha sido forzado
por demasiado tiempo a experimentar la ciudad como un sitio de radi-
cal incertidumbre, imprevisibilidad e inseguridad. Por ello la importan-
cia actual de exigir a la ciudad, conquistando el derecho a ocupar su
centro, su núcleo subjetivo, para crear su significado, generando formas
de ser citadino a gran velocidad, y afirmar sus formas de ser mundano.2
2
Para este argumento, así como para los subsiguientes relacionados con la superficie lo
subyacente de Johannesburgo, ver: Nuttall, Sarah y Achille Mbembe, eds. Johannes-
burg– The Elusive Metropolis, Johannesburgo, Wits University Press, 2008.
gundo, quiero señalar un nuevo interés en la superficie (contrario al
síntoma) como generador de lo nuevo. Muestro en lo subsecuente un
interés creciente de la cultura visual sudafricana, particularmente, en
la superficie de la piel. En parte, esta atracción es un medio de intentar
elogiar abiertamente un vocabulario racial frecuentemente sobrede-
terminado y a cierto conjunto de ideas acerca del conflicto racial. Esto
a su vez es parte de un proceso de búsqueda de un vocabulario visual
que implica la eliminación de la segregación del lente o el pincel. Tercero
y último, insistiré sobre el espectro del cuerpo de Mandela, específica-
mente la posibilidad de su cuerpo inerte, como representado en una
pintura en 2012 por un artista poco conocido de Johannesburgo, cau-
sando una reprobación y dejando en claro la profunda ansiedad alre-
dedor de su ineludible muerte. Antes de discutir el trabajo de estos
artistas, quiero realizar algunas observaciones sobre el estado actual
de la ciudad de Johannesburgo, sus dinámicas re-composicionales, a
15 años del final del apartheid, así como también de sus imbricaciones
con acontecimientos en numerosas ciudades a nivel global. Breve-
mente, entonces, la ciudad ha visto en años recientes el arribo a gran es-
cala de inmigrantes de toda África; las empresas se han cambiado a los
suburbios acaudalados del norte, cerca de Sandton; el antiguo centro
empresarial (CBD3), se ha convertido en el corporativo “informal”; co-
munidades cerradas han dado forma a la periferia; anillos de asenta-
mientos irregulares se forman más allá de éstas; y pueblos como Soweto
se vuelven suburbanos con el impulso de las inversiones del Estado y ca-
pitales. El crimen se ha tornado un factor determinante en esta re-
composición produciendo sus propias formas de sociabilidad urbana.
Johannesburgo es una ciudad en formación, una metrópoli en cons-
trucción, una fabricación urbana, como muchas en el sur, marcada con
posibilidad y asumida con ansiedad. Absorta en su sentimiento actual
se encuentra la fuerza vital conseguida y la libertad política posterior
al apartheid, así como la autodestrucción y fragilidad de una ciudad for-
mada por una herencia de brutalidad, crimen y pobreza.
Es en estos paisajes urbanos que las formas del arte que discuto a con-
tinuación emergen. Al hacerlo, intervienen activamente, reposicionan
3
Central Business District por sus siglas en inglés.
95
y recomponen las discusiones sobre la servidumbre, el ser citadino y el
África moderna.
Mary Sibande
Mary Sibande, nacida en 1982, es una artista joven que trabaja en Jo-
hannesburgo, forma parte de una generación de artistas que viven y
trabajan fuera de los estudios en August House, una planta industrial
de luz de los años 40 localizada en el áspero margen oriental del me-
tropolitano Johannesburgo del siglo XXI. Así, realiza enormes moldes de
silicón y fibra de vidrio de su propio cuerpo, los llama Sophie (nombre
común entre las empleadas domésticas en Sudáfrica). Sus esculturas
son negro turba, brillosas. Visten el uniforme almidonado de la traba-
jadora doméstica, el cuello y el delantal ribeteado con broderie anglaise,
técnica de bordado europea del siglo XVI aún usada hoy día en detalles
del cuello y delantales de uniformes en Sudáfrica que se pueden com-
prar en supermercados. También invocan el negro y blanco del vestido
de las mucamas francesas (incluyendo las asociaciones eróticas que con-
llevan en el rol de la servidumbre en la obra del Marqués de Sade).
4
Dodd, Alexandra, “Dressed to thrill: the Victorian postmodern and counter-archived
imaginings in the work of Mary Sibande”, en Critical Arts: a journal for cultural studies,
vol. 24, núm. 3, noviembre, Sudáfrica, Durban, 2010, pp. 467-474.
rado con múltiples replicas del logotipo de Louis Vuitton, marca de lujo
preferida por la clase media negra sudafricana.
Sin embargo, no es exactamente este tono el que Sibande utiliza. Nos dice:
“Tanto mi bisabuela como mi abuela fueron trabajadoras domésticas, mi
madre sólo de medio tiempo”. En una serie de 5 instalaciones Sibande ho-
menajea a su bisabuela (Sophie-Elsie), a su abuela (Sophie-Merica) y a su
97
madre (Sophie-Velucia), cuyo “vestido es más grande porque su sueño
está más cerca”. Fue su madre quien “rompió el ciclo de trabajadora do-
méstica al ser estilista”. La última de las series es “Sophie-Ntomikayise”
–la artista misma, encarnación de una línea familiar de aspiración. “Mi
abuela no tuvo alternativa, yo sí –incluso la elección de vestir como So-
phie”, sostiene Sibande. En el mundo de Sibande, ella se explica mi-
rando hacia atrás, a través de una línea femenina y el movimiento en su
trabajo se dirige a la creación de esa línea y la desaparición de la misma,
un acto de aspiración en el presente.
5
Cheng, Anne, “Skins, Tattoos, Susceptibility”, en Representations, vol. 108, núm. 1,
otoño, 2009, pp. 98-119.
6
Brown, Bill, A Sense of things: The Object Matter of American Literature, Chicago,
Chicago University Press, 2003.
99
lacerado por la esclavitud, Beloved). La académica estadunidense que
ha desarrollado con mayor amplitud esta línea de pensamiento es Hor-
tense Spillers. Para ella, esta violenta literatura sobre el cuerpo se lee
como un tatuaje. “Estas marcas indescifrables en el cuerpo cautivo”, es-
cribe, “se transforman en una suerte de jeroglíficos en la carne de aque-
llos cuyas severas disyuntivas se han ocultado a la vista de la cultura en
el color de la piel”.
Lo que Cheng discute son las maneras en las que Baker, especialmente en
estas imágenes, sugiere y simboliza un tipo diferente de corporeidad y
de inscripción sobre la piel. Se nota también, lo extravagantemente per-
fecta, tersa y sin cicatrices que es su piel. Esta epidermis moldeada, sos-
tiene Cheng, se presenta inmune a la clase de marcas identificadas por
Spillers. Esto no quiere decir que Baker, como persona, bailarina o can-
tante no haya sufrido inscripciones raciales. Puede reconocerse que su
desnudez mientras actúa podría funcionar para refutar o hasta para
suturar esas rupturas. Sin embargo, tal forma de sanación no sería
resultado de alguna noción esencializada de humanidad prediscursiva,
sino del vocabulario de revestimiento, del sentido plástico que le ha sido
prestado a su figuración que la traslada de un cuerpo que sufre u oculta
los “jeroglíficos de la carne”, en una figura que se yergue resistiéndolos.
En pocas palabras, lo que impide que estas imágenes sean lo que Spillers
denomina “pornotroping” es su hermetismo.
7
Matebeni, Zethu, Black lesbian sexualities and identity in South Africa: An ethnography
of black lesbian urban life, Alemania, LAP LAMBERT Academic Publishing, 2012.
101
en sí mismo… después de una extraordinaria relación sexual, arriban
sentimientos formales.”
Como escribe Matebeni sobre esta imagen, habrá muy poco de queer en
la representación que hace Muholi de los 42 años de servicio domés-
tico de su madre con la misma familia. Sin embargo, Muholi ocupa su
propio cuerpo femenino, negro, lésbico (queer) para realizar gestos
sobre esta relación tan larga. Para complicar radicalmente el escenario
interpretado y sobre el que se interpreta, la mujer blanca posando como
señora, Massa, es la compañera sentimental de Muholi.
8
Coullie, Judith, The Closest of Strangers: South African Women’s Life Writing, Johan-
nesburgo, Wits University Press, 2004.
Muholi, como Sibande, está interesada en examinar la trama de la ser-
vidumbre y cómo se debería recordar y retrabajar esa pregunta, esa his-
toria, en el presente. Ambas están interesadas en representar la
superficie de la piel; Sibande en reproducir la negritud en diferentes re-
gistros, incluyendo lo hipervisible y lo plástico, y Muholi en explorar el
amor y el sexo interracial, así como el grado al que tales intereses son
enmarcados con regularidad en la vida queer misma. Tal como recuerda
Matebeni, este tema es recurrente en escritores negros, incluyendo a
James Baldwin, Audre Lorde y otros que exploran cómo la cultura Afro-
americana dominante ubica a las personas gay negras o queer más allá
de la comunidad negra, infiriendo que ser negro y gay es ser menos au-
ténticamente negro, por lo tanto, vinculando “la identidad queer a lo
que esta fuera”.9 Tales argumentos aseguran que ser negro y gay “es co-
ludirse con ser blanco”. Afirmaciones similares han sido usadas en
África para crear argumentos contra la homosexualidad, que muchos
consideran como no africana o de importación occidental.10 Sobre la
historiadora queer, Ann Cvetkovich comenta oportunamente que “queer
o las formas no normativas de reproducción cultural abren las posibi-
lidades de construir pérdidas culturales como algo más que un pérdida
traumática o irrecuperable”. Las imágenes de Muholi permiten la
recomposición cultural, como lo ha dicho Andrew van der Vlies, la re-
productibilidad queer y las ganancias culturales de producción estética
(técnicamente hacen posible la reproducción fotográfica) y, al hacerlo,
crean un nuevo archivo de afecto y afiliación.
Penny Siopis
He sugerido que tanto Sibande como Muholi están interesadas en la
superficie de la piel, en formaciones raciales y en el problema de la ser-
vidumbre como fuerzas para la re-composición del presente. Penny Sio-
pis también está interesada en la superficie de la piel como medio para
re-encauzar un conjunto de elementos concernientes a la raza, las he-
ridas y el cuerpo. Por muchos años ha sido una de las archivistas del
9 Dunning, Stefanie K., Queer in Black and White: Interraciality, Same Sex Desire, and
Contemporary African American Culture, EUA, Indiana University Press, 2009.
10 Hoad, Neville, African Intimacies: Race, Homosexuality, and Globalization, EUA, Uni-
versity of Minnesota Press, 2007.
103
trauma –o herida– más importantes de Sudáfrica con un cuerpo de obra
que explora esta experiencia tanto individual como colectivamente. Con
frecuencia esta resaca del trauma ha sido relacionada con una explora-
ción del ser blanco en un contexto africano, sus historias oscuras y sus
vulnerabilidades. Pero si la noción de trauma o herida es una forma-
ción histórica y psíquica compleja en el trabajo de Siopis, basado en un
encubrimiento o una interioridad acechante que es reprimida para re-
surgir en todo aquello que tratamos de hacer o ser, entonces el reciente
interés de Siopis en la superficie de la piel marca un cambio que merece
una mayor atención. En 2002, Siopis comenzó una serie de pinturas
llamadas Pinky Pinky. Pinky Pinky es un personaje de leyenda urbana,
una composición intrincada, imaginaria, que aparece, desaparece y re-
aparece en el tiempo social, frecuentemente desconocida por los adul-
tos. Siopis recuerda que como adolecente vio dibujos de una criatura
rosa en muros de los suburbios. En años posteriores, Pinky desapare-
ció nuevamente, fue reprimida, olvidada o remplazada por otros len-
guajes del deseo o del miedo, sólo para reaparecer en la década de 1990
durante la transición política. Siopis afirma:
Así entonces, en las series Pinky Pinky hay un tratamiento sutil y abs-
tracto de la idea de superficie de la piel. La conexión referencial –al pa-
sado, al apartheid, a un significado singular, a una significación estable,
al cuerpo racial, a una conexión hermenéutica– es mínima. La mímesis
es de una naturaleza muy primitiva, no más que un tipo de energía, con
muy pocos detalles provistos por la artista para informar una referen-
cia sintomática. Esto crea una inestabilidad productiva y experimen-
tal, dificultando la vía de la metáfora.
105
Como las series de Pinky Pinky muestran implícitamente, no es que el
síntoma del apartheid desaparezca ni de la creación artística ni de nues-
tra práctica hermenéutica crítica. ¿Cómo podría? Después de todo, no
hacer del apartheid y de los efectos raciales y psíquicos que produjo una
divisa crítica que pudiéramos emplear tendría que ser un acto cons-
ciente ¡sobre el que aún se estaría hablando! Sin embargo, en el trabajo
de Siopis, sobre el que he estado discurriendo, comienzan a emerger
otra clases de lecturas, las cuales se refieren a la raza, al pasado del apar-
theid, aunque con menos frecuencia y menor rapidez. Se hace necesa-
ria una práctica de lectura más horizontal, más secular, unida como
está con las clases de lecturas sintomáticas que informan el presente
cuya forma está dada, aunque no enteramente, por un pasado serio.
107
que podemos hacer, que podemos buscar, hurgando entre las ruinas,
en la evaluación de daños, en los restos de muchas utopías. ¿Cuáles son
los términos, entonces, con los que podríamos dar vida a, o revitalizar,
un concepto con una historia de racismo que no siempre es visible?
Yuill Damaso
En julio de 2010, el virtualmente desconocido artista joven johannes-
burgués, Yiull Damaso, pintó a Nelson Mandela en su lecho de muerte
mientras se le realizaba una autopsia política. A diferencia de las es-
culturas fotografiadas de Sibande que cuelgan en los muros de los edifi-
cios del centro de Johannesburgo y de los trabajos de Muholi y Siopis
que se exhiben en galerías en la ciudad, el trabajo inconcluso de Dá-
maso fue ubicado en la tienda Orpheo Twins en el centro comercial de
lujo Hyde Park. Dámaso fue terminando la pintura en un espacio
abierto en el centro comercial “en un esfuerzo para facilitar el diálogo
entre artista y la audiencia”. En contraste con los trabajos de los artis-
tas mencionados anteriormente, Damaso no es un artista conocido por
su técnica ni por sus convicciones; en lugar de ello, su pieza es de inte-
rés por las reacciones que causó y porque invoca algunos temas y pre-
ocupaciones de este ensayo desde el punto de vista de un artista
desconocido y a través de la presencia ausente del cuerpo de Mandela
en la cultura en general.
11
African National Congress por sus siglas en inglés.
109
una forma de política profundamente asociada a la persona de Man-
dela. Rapule Tabane, editor adjunto del periódico Mail&Guardian, co-
mentando la pintura de Damaso reproducida en la primera página de
su diario, sostuvo que el artista estaba lidiando con el estado actual
de la política del país y con el significado de Mandela en ese contexto.
“Se podría decir que pregunta ¿qué mató al espíritu especial que Madiba
trajo a nuestra vida nacional?” escribió en un SMS a la asociación de
prensa sudafricana. “No debería ser visto como un reflejo o una antici-
pación de la muerte literal de Madiba como persona, sino como un cues-
tionamiento sobre el estado de la nación y su iconografía”.
Conclusión
Quisiera señalar tres elementos del material que he discutido en este
trabajo. Primero, los artistas de Johannesburgo están mostrando un
nuevo interés en la “superficie” y en la falta de profundidad, como un lu-
gar desde el que se articulan algunas de las fuerzas re-composicionales
del presente. Al menos desde los años 70 hemos confiado en un mé-
todo de lectura y en una mirada que ha invertido mucho en el síntoma.
Los metalenguajes críticos que fueron centrales al proyecto fueron el
psicoanálisis y el marxismo. En la lógica del “inconsciente político”
sobre el que hemos dependido de una manera o de otra en gran parte
de nuestra teorización por 35 años, el aspecto más interesante de un tex-
to es lo que éste reprime, por lo que la interpretación debe buscar un
significado latente tras el manifiesto. El intérprete, como escribió Ja-
meson, reescribe las categorías superficiales de un texto en un lenguaje
más fuerte de un código interpretativo más fundamental y revela ver-
dades que “permanecen sin hacerse evidentes en la superficie del texto”.
Al revelar la causa ausente que da estructura a las conclusiones e in-
clusiones del texto, el crítico restablece a la superficie del texto la his-
toria profunda que el texto reprime.
12
Director del Departamento de Memoria en el Nelson Mandela Centre of Memory.
111
resultar falsa bajo un agudo escrutinio. La noción que subyace todas las
formas de lectura sintomática, a saber, que las verdades más significati-
vas no son inmediatamente aprehensibles y que pueden ser veladas o in-
visibles, tiene una larga historia. Pero si lo oculto y el síntoma han sido
significantes tan poderosos por lo que creemos que son y por producir los
parámetros de la cultura política por varias décadas, algunos escritores y
artistas involucrados en los trabajos de la teoría crítica comienzan a lidiar
con la necesidad, ahora, de pensar nuevamente la superficie como un lugar
desde el cual leer –leer el poder, el ser persona y la cultura contemporánea.
Este redescubrimiento de la superficie lee la superficie no simplemente
como un marco o modelo de “lectura”; ni simplemente como un objeto
discreto secundario o derivado de alguna matriz originaria o proceso his-
tórico contra el cual se debería definir, sino como una “fuerza generativa”
fundamental capaz de producir efectos propios. En las piezas que he re-
visado en estas líneas, los artistas johannesburgueses están particular-
mente interesados en reflexionar alrededor de la problemática de la
superficie a través del tropo de la piel.
13
Movement for Democratic Change por sus siglas en ingles.
14
Democratic Alliance por sus siglas en inglés.
113
negras al tema del hogar, expresado en términos del lenguaje visual.
Revelan cómo un término como “enredo” puede ser complejo, dada la
historia de la servidumbre que le da forma y le persigue.
bibliografía
Best, Stephen y Sharon Marcus, “The Way We Read Now”, en Repre-
sentations, núm. 108, número especial, 2009.
Boehmer, Elleke, Nelson Mandela: A Very Short Introduction, Oxford Uni-
versity Press, 2008.
Brown, Bill, A Sense of things: The Object Matter of American Literature,
Chicago, Chicago University Press, 2003.
Cheng, Anne, “Skins, Tattoos, Susceptibility”, en Representations, vol.
108, núm. 1, otoño, 2009.
Coullie, Judith, The Closest of Strangers: South African Women’s Life Writ-
ing, Johannesburgo, Wits University Press, 2004.
Cvetkovich, Ann, An Archive of Feelings: Trauma, Sexuality, and Lesbian
Public Cultures, EUA, Duke University Press, 2003.
Dodd, Alexandra, “Dressed to thrill: the Victorian postmodern and
counter-archived imaginings in the work of Mary Sibande”, en Crit-
ical Arts: a journal for cultural studies, vol. 24, núm. 3, noviembre,
Sudáfrica, Durban, 2010.
Dunning, Stefanie K., Queer in Black and White: Interraciality, Same Sex
Desire, and Contemporary African American Culture, EUA, Indiana Uni-
versity Press, 2009.
Forde, Fiona, Julius Malema: An Inconvenient Youth, Johannesburgo, Pi-
cador África, 2011.
Hoad, Neville, African Intimacies: Race, Homosexuality, and Globaliza-
tion, EUA, University of Minnesota Press, 2007.
Light,Alison, Mrs. Woolf and the Servants: An Intimate History of Do-
mestic Life in Bloomsbury, NY, Bloomsbury Press, 2007.
Matebeni, Zethu, Black lesbian sexualities and identity in South Africa:
An ethnography of black lesbian urban life, Alemania, LAP LAMBERT
Academic Publishing, 2012.
Mbebme, Achille, “Necropolitics”, en Public Culture, vol. 15, núm. 1, in-
vierno, 2003.
Morrison, Toni, Beloved, EUA, Everyman's Library, 2006 (versión en es-
pañol: Beloved, Barcelona, Debolsillo, 2004).
Ndebele, Njabulo S., “Game Lodges and Leisure Colonialists”, en Nde-
bele, Njabulo S., Fine Lines from the Box: further thoughts about our
Country, UMUZI, Random House, 2007.
Nuttall, Sarah, Entanglement: Literary and Cultural Reflections on Post-
apartheid, Johannesburgo, Witwatersrand University Press, 2009.
Nuttall, Sarah y Achille Mbembe, Johannesburg – The Elusive Metropolis,
Johannesburgo, Wits University Press, 2008.
Spillers, Hortense, Black, White, and in Color: Essays on American Litera-
ture and Culture, Chicago, University Of Chicago Press, 2003.
Van der Vlies, Andrew, Print, text and book cultures in South Africa, Jo-
hannesburgo, Witwatersrand University Press, 2012.
Van Niekerk, Marlene, Agaat, EUA, primera edición en inglés Tin House
Books, 2010.
115
el caligrama o la formalización imposible de la
modernidad / geopolíticas de la excepción.
a propósito de los detectives salvajes
josé luis barrios
Si algo introdujo la vanguardia en la conformación de las lógicas y las
estrategias del arte, fue la fractura de la función de lo artístico como
representación. El Ulises (1922) de Joyce, el Proceso de Kafka, o incluso
antes, la literatura de Melville particularmente Bartleby el escribiente, así
como las poéticas y las estéticas del dadaísmo y el surrealismo, quizás
son los primeros intentos donde podemos observar el modo en que
operan dichas estrategias en las que se plantea los límites de la signifi-
cación como condición de la representación. En el horizonte de discu-
sión sobre la estructura de inteligibilidad del sentido, la poéticas de
finales del siglo XIX y principios el siglo XX, intentaban desarticular la
función literaria a partir de la consideración crítica sobre las condicio-
nes de posibilidad del lenguaje y las implicaciones que esto tenía en
la configuración del discurso de la modernidad industrial respecto a la
función de la experiencia sensible. En un horizonte donde se operaba
una transformación radical del sentido del mundo como naturaleza y lo
sensible configuraba y se configuraba en función del desarrollo de las
ciudades, sin duda la práctica artística ocupaba, o al menos suponía,
definir posibilidades de experiencia que dieran cuenta de los cambios
que el desarrollo industrial de la modernidad determinaba como hori-
zonte de existencia. Acaso por ello, visto con la distancia que nos da
casi un siglo, las estrategias de la vanguardia, más allá de sus aciertos
y sus fracasos, pueden ser vistas como las arcadias donde leer la ar-
queología de nuestra contemporaneidad. Esta arcadia quizá tenga su
formalización y su condición de enunciación en la tensión que se plan-
tea, tanto en el arte plástico como en la literatura, entre la abstracción
y la figuración, entre la función y la utilidad, entre el significado y el
significante, entre el deseo y el lenguaje, entre la máquina y la vida. Se
trata de una tensión dialéctica donde pareciera que las condiciones de
la experiencia ya no pueden ser representadas en términos de conti-
nuidad tramática, ni de oposición entre naturaleza y cultura, sino en
términos de civilización y barbarie. Acaso como lo viera Benjamin,
en su famoso texto Experiencia y pobreza,1 algo posee carácter de expe-
riencia en tanto tiene la capacidad de ser narrado, de ahí la radical afir-
mación de este filósofo alemán de que la guerra no es un ámbito de
1
Benjamin, Walter, “Experiencia y pobreza”, en Obras completas, II, vol.1, Madrid,
Abada, 2007, pp. 216-222.
117
experiencia, de ahí su sugerencia también de encontrar los lugares
donde la modernidad realiza la dialéctica de la promesa y el engaño y
por ende reconfigura las condiciones de representación de la experien-
cia que ya no encuentran “lugar” en la “distensión” de la trama, sino en
la tensión dialéctica de los (des) bordes y fisuras del signo.
2
Al respecto véase mi ensayo: “Aporías de la superficie: quiasmo, hiato…
Consideraciones en torno al animal, el cuerpo y la carne”, en Luis Guerrero (coord.),
Dialécticas de la corporeidad. (en prensa)
ter político-estético, relacionada con la comprensión de la vanguardia
y la posvanguardia de Latinoamérica como parte fundamental de la his-
toria de la cultura global, en tanto que estos movimientos artísticos ni
son apéndices de las metrópolis ni intentos de inserción del subdesarro-
llo en el desarrollo, sino que forman parte y son lugares de enunciación,
sino que permiten entender las relaciones entre civilización y barbarie
tal y como lo he planteado de acuerdo al concepto benjaminiano.
119
como arquitecturas y topografías del signo. Lispector, por su parte, lo
conduce a la anterioridad abyecta del síntoma: a los lugares de su ma-
terialidad casi pura donde la respiración no es voz, donde la puntua-
ción no es pauta, donde la palabra es cosa en el sentido
lacaniano-hegeliano del término. Lispector colapsa el lenguaje para ins-
cribirlo en el cuerpo como síntoma y el síntoma como política de in-
tensidad de la materia. Estos ejemplos no son arbitrarios ni
deliberados, antes bien, en su anacronismo, buscan poner en perspec-
tiva la función estético-política de la escritura y con ello, activar un ho-
rizonte de significación donde colocar la práctica del caligrama en
Bolaño. Estos dos ejemplos desean llamar la atención sobre la implica-
ción que tiene el desbordamiento y el colapso del lenguaje por el lado
del signo y su sintaxis en Huidobro y por el lado de la materialidad del
significante como restitución del abyecto al signo en Lispector. En este
extremo me parece que quizá podamos trazar el territorio donde Bo-
laño coloca el lenguaje, un lugar que es un borde y abismo que no es el
de la forma, pero que tampoco es el de la materialidad inmanente del
gesto y cuerpo. Si la escritura es una política, sin duda el ámbito de lo
político que abre la poesía de vanguardia de Huidobro está estrecha-
mente relacionada con los intentos del dadaísmo, el surrealismo y en al-
guna medida el cubismo de generar ciertas cualidades de la autonomía
estética como condiciones críticas y revolucionarias del arte. Algo que
desde luego tiene una relación con las prácticas de escritura de Lispec-
tor que están relacionadas con estrategias de subversión del deseo en
función de cancelar el dominio logocéntrico del significante. En todo
caso, si construyo aquí esta tensión es con la finalidad de plantear cier-
tos marcos teóricos y conceptuales que me permitan avanzar en mi ar-
gumento. Buena parte de los estudiosos de Bolaño cifran su escritura
y con toda razón en su relación con el dadaísmo y con el estridentismo
de las primeras décadas del siglo XX.
3
Primer manifiesto infrarrealista, en
http://manifiestos.infrarrealismo.com/primermanifiesto.html
121
el recurso estilístico donde se inscriben relaciones complejas entre li-
teratura, topografía e historia. Tanto en Los detectives, como en 2666 la
“búsqueda de personajes perdidos” es el medio a través del cual se es-
tablece la tensión entre enunciado, lugar y tiempo que hacen de la fic-
ción una superficie enunciación, definiendo con ello la condición de
posibilidad de la experiencia de lo político como la relación entre pa-
thos, signo y lugar. Desde luego aquí importa el modo de signar, aquí
importa el uso del caligrama como “tensión” tramática y condición
enunciativa de ese pathos. En suma, el género policiaco expresa una
condición histórico-política de enunciación. Se trata de un recurso que
activa un fondo de significación afectiva en su obra que permite inscri-
bir hechos y situaciones de orden histórico y político diferenciados, tal
como sucede con los escritores real visceralistas que se dan a la bús-
queda de Cesárea Tinajero.
4
Aquí estado de excepción habrá que entenderlo en el sentido en que lo plantea
Benjamin en su texto “Hacia una crítica de la violencia”, Ibidem. pp. 183-206.
En este contexto no se puede dejar pasar la implicación que tiene la no-
ción misma de real visceralismo. Al lado de las genealogías que los es-
tudiosos de Bolaño hacen de la relación que esta trasvanguardia guarda
tanto con el dadaísmo, el surrealismo, el estridentismo y con el situa-
cionismo, en tanto la doble operación de llevar el arte a la vida y a la in-
tervención afectiva en el espacio social, me parece que hay dos
elementos implicados en el real visceralismo. El primero relacionado
con la crítica implícita a las relaciones entre arte y política en el con-
texto del nacionalismo estético mexicano; el segundo, vinculado con el
manifiesto infrarrealista.
123
propio que define al mismo tiempo la institución policiaca de la Ciu-
dad de Santa Teresa y una afección del poder–. Algo a lo que no son aje-
nos los paisajes de Los detectives salvajes. Éstos son campos de
inmanencia donde los afectos se inscriben en lo sórdido de las ciudades
y lo desolado de la naturaleza. En este horizonte funcionan el pathos y
el anananké de los personajes de Los detectives… En esta lenta y tediosa
distensión del afecto sobre los planos se traza el viaje imposible hacia
lo insignificante, ahí también aparecen los “caligramas”, ahí se enuncia
la condición formal de las modernidades latinoamericanas, ahí la van-
guardia como melancolía y la producción de imágenes que funcionan en
el horizonte de la utopía pero en el sentido de su vaciamiento.
5
Foucault, Michel, Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte, Barcelona, Anagrama
1993.
“formal” de la representación en la literatura y con ello definir la con-
dición de posibilidad de lo (in) significante o si se quiere la condición de
(im)posibilidad de la significación.
Son dos los momentos en que aparece el uso del picto-caligrama: hacia
el final de la segunda parte y al final de Los detectives salvajes. Una con-
dición le es común en términos de la situación narrativa, el uso de estos
picto-caligramas es en los momentos en que los personajes van cru-
zando las carreteras despobladas del desierto de Sonora. El narrador,
Juan García Madero es quien los dibuja. Sin embargo existen dos dife-
rencias, una si quieren anecdótica, la otra formal-política. Los primeros
picto-caligramas son absolutamente locales y rematan en una referen-
cia local; en cambio los del final de la novela son, y tal es mi interpre-
tación, la definición de una condición de imposibilidad que permite
explicar la dialéctica entre civilización y barbarie en los emplazamien-
tos distópicos/hetorotópicos de la modernidad
125
El deslizamiento que hace Bolaño a través de su alter ego al afirmar que
no es mexicano, es una operación que claramente tiene la intención de
producir el distanciamiento crítico del escritor y con ello construir o defi-
nir condiciones del sujeto de enunciación literario al menos en lo que se
refiere a los dislocamientos entre imagen e inteligibilidad. Al lado de esta
operación, este recurso opera como una mediación semiótica que le per-
mite referir un horizonte simbólico de significación de acuerdo a la trama
y al espacio cultural y social donde ésta se lleva a cabo. Se trata de un
guiño picto-ideográfico que va del registro inmediato de reconocimiento
del motivo a la inscripción visual y textual de la referencia a la muerte,
todo esto mediado por cierta risa ingenua que quiere provocar en el
lector. Acaso como lo declara el manifiesto de los infrarealistas: En suma
se trata de una operación compleja que hace avanzar el vaciamiento del
signo como condición estético-política de su escritura.
6
Bolaño, Roberto, Amuleto, Barcelona, Anagrama, 2009, p. 61.
Vayamos a la última página de la novela:
127
Llegado a este punto, el caligrama se disuelve, no sólo porque no hay
respuesta sino porque en sentido estricto ya no es un picto-caligrama.
Se trata de un simple cuadrilátero cuya codificación geométrica es del
orden del imaginario, tal y como lo sugieren las líneas punteadas.
129
necropolítica, una revisión crítica
achille mbembe
Muchas, muchas gracias. Me entusiasma estar en México. Quiero usar
mi media hora no para leer una ponencia en sí sino para hablar sobre
unas notas que aquí tengo, mientras pienso en voz alta como una ré-
plica a las presentaciones muy ricas que hemos tenido en el transcurso
del día. Así que quiero empezar compartiendo con ustedes algunas ob-
servaciones sobre mi propio experimento con el término o concepto de
“necropolítica”.
131
sobre el bio-poder. Y alineado con Hannah Arendt, Agamben argu-
mentaba que el campo de muerte en particular era el signo final del
poder absoluto del negativo. Y porque, en la visión de Agamben, así
como la de Hannah Arendt, sus habitantes fueron despojados de esta-
tus político y reducidos a lo que él llamaba “vida desnuda”, el campo
para él era el sitio en donde, y lo cito, “se hizo realidad la más absoluta
condición inhumana que jamás se haya dado sobre la tierra”. Entonces,
se podría argumentar que durante los últimos diez años, varios traba-
jos sobre las preguntas de la soberanía y el estado de excepción han sido
en cierta medida un comentario sobre Agamben, y a través de Agam-
ben, un comentario sobre Foucault, Arendt y algunos otros. La tercera
gran tendencia vino de varios pensadores quienes se interesaban en la
vieja pregunta de lo teológico-político. Así que cuando hay un retorno
espectacular de la pregunta de lo político-teológico, que se iba de la
mano no con la rehabilitación de Spinoza –quien, después de todo, an-
teriormente había puesto esta pregunta en el escenario– sino una re-
habilitación de Carl Schmitt, quien de repente fue visto como el autor
más capaz de ayudarnos a iluminar las nuevas condiciones globales en
las cuales nos encontrábamos. Así fue más o menos el contexto.
Ahora, por lo menos para mí, habían cuatro rasgos llamativos de estas
nuevas condiciones globales y me gustaría revisarlos de manera muy
breve. Primero, me parece que después del 9/11 parecía como si la ma-
yoría de las teorías normativas de la democracia y la soberanía y el de-
recho que habían apoyado las formas en las cuales los poderes
occidentales se autorepresentaban, la mayoría de estas teorías norma-
tivas ya se encontraban repudiadas. Presenciamos un repudio masivo
de algunas de las normas básicas que los poderes occidentales habían
usado anteriormente para autoimaginarse, autorepresentarse, decir
quiénes eran y qué perseguían. Uno de estos repudios, que me parece
haber tenido una implicación enorme en las lógicas de la violencia
desde aquel momento, se trataba del doble proceso que siempre definía
la soberanía –doble proceso en el sentido de que la soberanía, antes del
9/11, se había definido, como un proceso de autoinstitución, las socie-
dades se cuidaban, definían por sí sus propias normas de manera pú-
blica, entre iguales, en una manera deliberativa, adentro de un espacio
de comunicación, como lo ha retomado Habermas. Entonces, la sobe-
ranía como un proceso de autoinstitución y la soberanía como un pro-
ceso de autolimitación. Así que lo que se repudia después del 9/11 es el
principio de autolimitación. Lo que vemos es un empuje para acabar
con el principio de autolimitación, un empuje para abolir la idea misma
del tabú: tabú especialmente con relación a la manera en que las ame-
nazas existenciales se definen y en que se manejan a los enemigos.
133
se logra mediante un tipo de negociación según la cual una vida do-
méstica relativamente segura está garantizada a cambio de la limita-
ción de toda una gama de libertades y derechos, que de otra manera los
ciudadanos podrían reclamar; que para tener seguridad –tú me das al-
gunas de tus libertades, y yo te doy orden y seguridad– y de ahí la iden-
tificación de la libertad política con la seguridad.
Visito los Estados Unidos dos veces al año con mi familia y pasamos tres
meses en Carolina del Norte. Volvemos a Sudáfrica, o salimos, antes lo
hacía pero ya no, yo veía la tele, leía las noticias todo el tiempo. Los dis-
cursos son completamente dominados por la figura del enemigo. Me
vuelvo a Sudáfrica, y no es el caso para nada. Estoy sugiriendo que cam-
biamos a un momento en que el propósito de lo político es identificar al
enemigo, y asesinar al enemigo se vuelve el objetivo absoluto de lo político.
135
por lo menos en la forma en que yo lo manejaba, se refiere fundamen-
talmente a ese tipo de política en que la política se entiende como el
trabajo de la muerte en la producción de un mundo en que se acaba con
el límite de la muerte. La presencia de la muerte es precisamente lo que
define ese mundo de violencia, un mundo de violencia en que el sobe-
rano es aquel que es como si no fuera la muerte. Así define Bataille el
soberano: “el soberano es aquel que es como si no fuera la muerte, que
quiere decir aquel que está dispuesto a arriesgarla y delegarla”.
Creo que para ellos, tal política opera a base de la violación de las pro-
hibiciones, a base –y por supuesto, la distribución es algo que tal vez
David (Theo Goldberg) nos quiere platicar. Él ha escrito mucho sobre
el tema, la base de la distribución de la especie humana en grupos, la
subdivisión de populaciones en subgrupos y el establecimiento de una
división biológica entre nosotros que debemos vivir y aquellos que pue-
den exponerse a la muerte, o cuya muerte es expulsada del espacio de
lo lamentable, del duelo, como escribió Judith Butler tan vívidamente
en su libro Vida precaria, el poder del duelo y la violencia. Así que el con-
cepto tiene que ver con regimenes de distribución, la distribución des-
igual de la muerte si se quiere, y las funciones asesinas del estado. En
los pocos minutos que quedan, sólo quisiera señalar unos temas que a
mi parecer podrían servir como puntos de entrada en nuestro enten-
dimiento del trabajo de la violencia debajo de las condiciones actuales,
digamos diez años después.
Y aquí estaré muy telegráfico. Son cuatro cosas que me parecen llama-
tivas. La primera se trata de la naturaleza asimétrica de un tipo de gue-
rra en que nuestro mundo está involucrado hoy en día, desde el punto
de vista, por un lado, de la multiplicación de la capacidad para destruc-
ción que estas guerras implican. Claro que uno puede referirse a la me-
canización de la Primera o la Segunda Guerra Mundial, pero me parece
que con la revolución tecnológica-militar del último cuarto del siglo XX,
la capacidad para destrucción se ha multiplicado en formas sin prece-
dentes. Les doy sólo un resumen de algunas de las armas que usaban
durante las intervenciones militares y las guerras en el Golfo, la pri-
mera guerra de Irak, la segunda guerra de Irak, Afganistán, Libia, etcé-
tera. Un resumen de algunas de las armas de alta tecnología: sensores
electrónicos, misiles teledirigidos, bombas de racimo, bombas de asfi-
xia, capacidades de sigilo, vehículos aéreos no tripulados, ciber-inteli-
gencia, etcétera. Estos no existían durante la Primera o la Segunda
Guerra Mundial, y lo que han logrado es que han multiplicado la capa-
cidad para destrucción.
137
de la violencia que está predicando en el acceso a los recursos, en el
establecimiento de redes internacionales de mercado que vinculan
populaciones locales a actores ubicados en otras partes. Las econo-
mías de enclave conducen muchas de las guerras que vemos en
África, por ejemplo.
Déjenme acabar todo esto con dos puntos rápidos. Me parece que el
trabajo de la violencia en la época neoliberal, que es la nuestra, se debe
entender con relación a tres cosas. La primera es lo que llamo la re-Bal-
canización de nuestro mundo. En los años noventa, varios pensadores
que trabajan en la pregunta de la globalización tendían a hacernos creer
que la globalización era un tipo de momento feliz de flujos, de compre-
sión del tiempo, compresión del espacio, etcétera. Mi sensación es que
a principios del siglo XXI estamos presenciando un proceso profundo y
estructurado de re-Balcanización del mundo que se traduce en términos
de una militarización generalizada de fronteras, no sólo las fronteras
entre México y Estados Unidos, sino muchas otras fronteras, la proli-
feración de guerreros, la re-ingeniería del espectro de la comunidad sin
desconocidos, que tendríamos un polis sin desconocidos, el sueño de un
polis sin desconocidos, que está afectando a partes enteras de Europa
hoy en día, el deseo verdadero para apartheid. En Sudáfrica lo quita-
mos, el apartheid, que es una política de separación, pero que uno de los
grandes deseos, de las pulsiones en la política cultural de la época en
que vivimos es el deseo para el apartheid, de vivir sólo con los que nos
parecen, los que son de nosotros, y quitar a quien no nos parezca. Eso
llamo un deseo para apartheid, que es parte de este proceso de la re-
Balcanización del mundo, un proceso que ha resultado en una distri-
bución desigual de los recursos de la movilidad a escala planetaria, con
la multiplicación de técnicas de la inmovilización, una sensación de que
cierta gente no se debe mover. Otros sólo se pueden mover bajo con-
diciones draconianas y sólo algunos pocos pueden moverse por todo el
mundo como si el mundo les perteneciera exclusivamente a ellos. Y me
parece que la nueva política de la movilidad es absolutamente central a
este proceso de la re-Balcanización del mundo.
1
Transcripción y traducción del audio: Christopher Fraga.
139
calidoscopio.
acerca de no reconciliados, de marcelo exposito1
ana longoni
1
Explicito mi dilema al encarar la escritura de este texto: la sospecha de que un regis-
tro descriptivo/explicativo podría desarmar el efecto movilizador que me provoca ver
No reconciliados (nadie sabe lo que un cuerpo puede) (algo así como sumergirme en un ca-
lidoscopio). A la vez, el ensamble complejo de la operación de montaje que se propone
esta (autodefinida) “pieza didáctica” parece reclamar estas anotaciones al margen.
Un documental antirrealista, un realismo antinaturalista: ante la para-
doja que plantean estas fórmulas habitualmente antitéticas, ¿se puede
hacer un film a la vez experimental y testimonial? ¿Existe una forma
capaz de conjugar esos lenguajes que se consideraron oposiciones anti-
téticas en los debates estéticos de las izquierdas a lo largo del siglo XX, po-
larizados en términos de realismo versus vanguardia o abstracción? ¿Se
puede concertar un encuentro entre la frondosa complejidad de un dis-
positivo de representación con la intención de comunicabilidad de ex-
periencias colectivas de carácter desbordante, multiplicador?
2
Marcelo Expósito, correspondencia con la autora, septiembre de 2009.
3
Marcelo Expósito, “Entrar y salir de la institución: autovalorización y montaje en el
arte contemporáneo”, en Transversal: instituciones progresivas, abril de 2007,
http://eipcp.net/transversal/0407/exposito/es/. (Activo hasta el 12/09/2012).
141
diría Hal Foster) está nutrido de nuevas experiencias políticas que
desde los años ochenta vienen teniendo lugar en muchas partes del
mundo. En ellas, la experimentación vanguardista no se lee como mero
formalismo, sino que reverbera en el cuerpo, la subjetividad, los afectos.
En la convicción de que la percepción extrañada transforma algunas
cosas, Expósito no concibe su práctica como una forma de registro-
testigo o un distanciamiento meramente descriptivo, sino como puesta
en acto. Los lenguajes políticos nuevos heredan de la vanguardia la as-
piración de modelar situaciones intensas. Generar conmoción, emo-
ción, extrañeza, inquietud.
4
Véase Nanni Balestrini, Lo queremos todo, La horda de oro, Blackout y Los invisibles,
todas ellas publicadas por Traficantes de Sueños, Madrid, en 2006 y 2007.
5
Marcelo Expósito, presentación de la serie Entre sueños,
http://marceloexposito.net/?page_id=157/.
Desde esa articulación, Expósito entiende sus videos como “otra forma
de contribuir a los procesos de modelación política y subjetiva de los
movimientos, a la multiplicación de sus herramientas y modos de ex-
presión”,7 que necesitan “tanto al Manifiesto Comunista (es decir: lite-
ratura de agitación, rápida, eficaz, para girar de mano en mano) como
la Crítica de la economía política (artefactos ‘de peso’, concebidos y re-
alizados más para ser útiles a un ritmo más lento, el del pensamiento
y la discusión)”.8 Sostiene además un uso táctico y coyuntural del cir-
cuito artístico: “es extremadamente relevante ser conscientes de que la
‘artisticidad’ de lo que se hace no es una identidad ni una condición
esencial o dada de antemano: es una contingencia que puede responder
a funciones tácticas o políticas, y cuya sanción como ‘obra’ se ha de dis-
putar discursiva y materialmente al ‘sentido común’ del campo insti-
tucional mediante conflicto y negociación”.9
6
Holmes, Brian, “Marcelo Expósito’s Entre sueños: Towards the New Body”, en OPEN. Cahier
on art and the public domain, nº 17, Amsterdam, mayo de 2009; http://brianholmes.word-
press.com/2009/01/20/marcelo-exposito-entre-suenos/ (la traducción es mía).
7
Marcelo Expósito, presentación de la serie Entre sueños, op. cit.
8
Marcelo Expósito, correspondencia con la autora, septiembre de 2009.
9
Expósito, Marcelo, “Entrar y salir de la institución”, op. cit.
143
rotas las formas consabidas de cruce entre el arte y la política, el video
transita a otra región e instala otro registro.
10
Ibid.
11
Holmes, Brian, “Towards the New Body”, op.cit.
145
la historia en los gestos y en los relatos, o de hecho en las imaginaciones,
de quienes intentan hacer su propia historia en las calles''.11
Esta conexión traza una historia secreta y hasta arbitraria, pero no por
eso menos reveladora, que conecta con otras experiencias de socializa-
ción del arte y su desbordamiento hacia la acción política dentro de las
“políticas visuales” del movimiento de derechos humanos en los años
ochenta y noventa.
Soy y no soy
Desde su apertura, a lo largo de No reconciliados se citan con insisten-
cia distintas y precisas reelaboraciones del drama shakesperiano que
se alejan del dilema existencial y se proponen como incisivas interpe-
laciones en medio de contextos históricos convulsos en los que domi-
nan la censura, el exilio o la impunidad. El video se abre con un pasaje
del Hamlet de Grigori Kozintsev (1964) en el que Hamlet se enfrenta a
la rompiente, igual que ocurre al inicio de Di Hamletmaschine de Hei-
ner Müller (1977): “Yo fui Hamlet. De pie a orillas del mar conversaba
con la rompiente, BLA-BLA , a mis espaldas las ruinas [de Europa]".12 Má-
quina Hamlet fue traducida y montada en Buenos Aires en 1995 por el
grupo de teatro experimental Periférico de Objetos (el mismo año que
surge la agrupación HIJOS, y la coincidencia se vuelve en la película todo
un signo de época). Se suma la versión fílmica de Celestino Coronado
12
Véase Müller, Heiner, Máquina Hamlet, traducción de Gabriela Massuh, Buenos Aires,
Losada, 2008, p. 17.
147
(1976), que empieza con el cuerpo de Hamlet yaciente sobre una cami-
lla o mesa sacrificial. Marcelo Expósito lo hace dialogar con el primer (y
desconocido) film hecho en Argentina en 1899: la operación (¿o la au-
topsia?) del Dr. Posadas sobre el cuerpo de un anónimo y maltratado
paciente. La cámara queda en complicidad con la manipulación, el des-
aprensivo relleno y la sutura de un cuerpo, en una escena en la que la
extrema racionalidad instrumental y científica se roza con la evocación
de pesadilla de los cuerpos arrasados en la tortura. La imagen no sólo
refiere claramente (por la disposición de los presentes y el lugar del es-
pectador) a La lección de anatomía del doctor Tulp, de Rembrandt; tam-
bién anticipa la famosa foto tomada por Freddy Alborta del Che
Guevara asesinado en Bolivia en 1967.
* El presente texto se redactó para el proyecto Arte e investigación del Centro Cultural
Montehermoso Kulturunea.
149
semblanzas
José Luis Barrios
Profesor investigador en el departamento de Filosofía de la Universidad
Iberoamericana y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Asesor académico del Museo Universitario Arte Contemporáneo
MUAC en la UNAM. Consejero Académico de Laboratorio de Arte Alameda
y de fundación Cultural Televisa. Como curador ha realizado exposi-
ciones para el museo Nacional de Arte, el Museo de Arte Moderno, el
Museo Universitario de Ciencias y Arte y el Museo Universitario Arte
Contemporáneo. Fue el curador del Pabellón de México en la 54 Bienal
de Venecia con la exposición de la artista Melanie Smith, Cuadrado rojo,
rosa imposible (2001). Entre sus publicaciones se encuentra el libro El
cuerpo disuelto. Lo colosal y lo monstruoso (2009).
Marcelo Expósito
Artista y teórico. Su práctica se expande habitualmente hacia los terri-
torios de la teoría crítica, el trabajo editorial, la curaduría, la docencia
y la traducción. Reside habitualmente en Barcelona y Buenos Aires.
Profesor en el Programa de Estudios Independientes (PEI) del Museu
d´Art Contemporani de Barcelona (MACBA) y en la Facultad de Bellas
151
Artes, Universidad de Castilla-La Mancha (Cuenca). Miembro de la Uni-
versidad Nómada y de la Red Conceptualismos del Sur, forma parte, asi-
mismo, del colectivo editorial de la revista online transversal. Fue
cofundador y coeditor de la revista Brumaria (2002-2006). Ha editado,
solo o en colaboración, los libros Plusvalías de la imagen. Anotaciones (lo-
cales) para una crítica de los usos (y abusos) de la imagen (1993), Materia-
les 1990-1998: el malestar de la libertad (1998), Chris Marker. Retorno a la
inmemoria del cineasta (2000), Modos de hacer. Arte Crítico, esfera pública
y acción directa (2001), Historias sin argumento. El cine de Pere Portabella
(2001), Producción cultural y prácticas instituyentes, Líneas de ruptura en la
crítica institucional (2008) y Los nuevos productivismos (2010).
Manuel Hernández
Practica el psicoanálisis en la ciudad de México; es miembro de la École
lacanienne de psychanalyse desde 1990 y fue su director en el período
de 2004 a 2008. Publica en revista en papel y digitales, tanto en espa-
ñol como en francés, entre ellas Me cayó el veinte, Artefacto, Litoral, Con-
textos y Quid pro quo.
Actualmente se interesa por las diversas concepciones de la forma-
ción de psicoanalistas y las correspondientes versiones de fin de análi-
sis. Prepara un libro sobre la interpretación de los sueños, en particular
sobre el célebre sueño de la “inyección a Irma”. Asimismo se interesa
sobre las maneras en que el arte contemporáneo dice de subjetividad de
nuestros tiempos. Desde 2009 imparte el seminario de Las formacio-
nes del inconsciente en Lacan en el MUAC.
Enrique Ježik
Su obra se enfoca en el dibujo, instalación, video y performance, una
crítica sociopolítica, donde busca descontextualizar y decodificar la vio-
lencia institucionalizada y el lenguaje.
Ha participado en la I Bienal de Alytus (Lituania, 2005), IV Bienal do
Mercosul (Porto Alegre, Brasil, 2003), III Bienal de Monterrey (México,
1997). Ha recibido reconocimientos por parte de The English Arts
Council English Heritage, Berwick upon Tweed, Inglaterra (2003) y The
Berwick Gymnasium Arts Fellowships (2003). Obtuvo el Apoyo a Pro-
yectos Culturales, FONCA (1996-1998). Enrique Ježik es beneficiario
del Programa Sistema Nacional de Creadores 2010, del Fondo Nacio-
nal para la Cultura y las Artes.
Ha expuesto individualmente en: Museo de Arte Carrillo Gil (1995),
Museo Universitario de Ciencias y Arte CU (2001), Casa Venecia
(2005), Celda Contemporánea (2006), Galería Enrique Guerrero (2009)
y Museo Universitario Arte Contemporáneo, en el que recientemente
presentó Obstruir, destruir, ocultar.
Saree Makdisi
Es profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de California de los
Ángeles y autor de varios libros acerca de Romanticismo Británico, su
área de especialización. Además, trabaja en política y cultura árabe con-
temporánea, tema sobre el que publica extensamente.
En el 2008 publicó el libro Palestine Inside Out: Everyday Occupation
y ha escrito comentarios acerca de Palestina en publicaciones como Los
Angeles Times, Chicago Tribune, Houston Chronicle, London Review of
Books y el San Francisco Chronicle.
153
contemporánea” y “La Mascarada global. Multitudes disidentes colapsando
las mitologías blancas”. Actualmente realiza un Posdoctorado en la UNAM,
en el área de Artes y Humanidades, donde imparte un seminario de
arte contemporáneo.
Achille Mbembe
En 1989 obtiene su doctorado en Historia por la Sorbona en París. Ha
trabajado como investigador en la Universidad de Columbia, en el Ins-
tituto Brookings y en la Universidad de Pensilvania. Fue director eje-
cutivo del Council for Development of Social Science Research in
Africa (Codesria), en Senegal. Actualmente es profesor de Historia y
Política e investigador en el Wits Institute for Social and Economic Re-
search (Wiser) de la Universidad Witswatersrand de Johannesburgo.
Sus trabajos se enfocan en el estudio de la historia y política de África
desde una crítica postcolonial. Entre sus publicaciones más importan-
tes se encuentra De la Postcolonie, essai sur l’imagination polotique dans
l’Afrique contemporaine (On the Postcolony, 2000).
Sarah Nuttall
Doctora por la Universidad de Oxford, trabaja actualmente en la Uni-
versidad de Stellenbosch. Fue profesora invitada en la Universidad de
Salzburgo, Austria; investigadora invitada del Departamento de Estu-
dios Afro-americanos de la Universidad de California, Berkeley y pro-
fesora invitada de la Universidad de Yale. Es coeditora de Text; Theory,
Space: Land, Literature and History in South Africa (1998); Sense of Cul-
ture: South African Culture Studies (2000); editor de: Beauty and Ugli-
ness: African and Diaspora Aesthetics (2004) y Johannesburg: The Elisive
Metropolis (2009).
Ana Longoni
Es Doctora en Historia del Arte (UBA), escritora, investigadora adjunta
del CONICET y profesora de Teoría de los Medios y la Cultura en la Fa-
cultad de Filosofía y Letras y del doctorado de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Coordina el proyecto de in-
vestigación “Entre el terror y la fiesta: producciones artísticas y medios
masivos en dictadura y posdictadura” (2011-2014). Impulsa desde su
formación la Red Conceptualismos del Sur. Ha publicado, sola o en co-
laboración, los libros De los poetas malditos al video-clip (1998), Del Di
Tella a Tucumán Arde (2000, 2008 y 2010), el estudio preliminar al
libro de Oscar Masotta, Revolución en el arte (2004), uno de los capítu-
los de la antología editada por I. Katzenstein, Listen, Here, Now! Argen-
tine Art of the sixties: Writings of the Avant-Garde (New York, MoMa,
2004, publicado en español como Escritos de vanguardia, MoMa-Espi-
gas-Proa, 2007), Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los
sobrevivientes de la represión (2007), El Siluetazo (2008), Conceptualis-
mos del Sur/Sul (2009) y Romero (2010). Tuvo a su cargo la edición de
la antología Roberto Jacoby. El deseo nace del derrumbe (2011) y la ex-
posición del mismo nombre (2011). Integró los comités editores de las
revistas Causas y azares, El Rodaballo, Políticas de la Memoria, Ramona,
Ojos Crueles y Des-bordes.
155
agradecimientos
La UNAM agradece a las personas e instituciones cuya generosa
colaboración hace posible el MUAC.
157
directorio
UNIVERSIDAD NACIONAL COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN
AUTÓNOMA DE MÉXICO CULTURAL
159
estética y violencia: necropolítica,
militarización y vidas lloradas
se terminó de imprimir el
28 de diciembre de 2012
en los talleres de Impresos Trece, S. de R .L . de C.V.,
Mar Mediterráneo 30, colonia Tacuba,
Delegación Miguel Hidalgo, 11410, México, D.F.