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Derecho de Bienes

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DE LOS BIENES1

1. GENERALIDADES

1.1 Cosa

El derecho de los bienes, se construye a partir de la noción básica de cosa. Noción que ha
sido objeto de abundantes estudios doctrinarios, tendientes a delimitar su contenido. Sobre el
formulado respecto cabe apuntar tres posturas doctrinarias:

a) Cosa es todo aquello que ocupa un lugar en el espacio, susceptible de corporeidad sensible.
El citado concepto -análogo al de bien mueble, excluyente a la vez de las cosas inmateriales- se
agota en la materialidad de las cosas, como objetos de relaciones jurídicas y no comprende
ciertas clases de bienes, expresamente reconocidos por nuestro legislador como son las
producciones del talento o del ingenio, según establece el artículo 584 del Código Civil.

b) Luego, la noción de cosa puede ser delimitada dentro de un plano excluyente, en


contraposición a la concepción de persona, señalando que, cosa es todo aquello que no es
persona. Sin perjuicio de la utilidad de la referencia señalada, surgen diversas críticas a la
calificación de cosa como oposición a la noción de persona, en la medida en que existen ciertas
partes del cuerpo humano, que pueden, eventualmente, ser comprendidas dentro del concepto
de cosa, en cuanto sean objeto de relaciones jurídicas sobre ellas, como la sangre, la piel. El
profesor Daniel Peñailillo, ha señalado que sobre ciertas partes del cuerpo humano, se traban
relaciones jurídicas, generalmente, después de que han sido separadas de la unidad considerada
“persona”2.

c) Cosa es todo aquello que tiene existencia en el mundo material, ya sea en forma
corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. Debemos desprender que la expresión
cosa es el género, siendo los bienes una de sus especies.
En efecto, no todas las cosas son bienes sino que para que lo sean se requiere que las
cosas, pudiendo procurar al hombre una utilidad, sean susceptibles de apropiación privada3. Lo
que caracteriza a los bienes es la circunstancia de poder ser objeto de propiedad privada, y no el
hecho de producir una utilidad al hombre, pues hay cosas como el aire, el sol, la alta mar que
producen gran utilidad, y que, no obstante ello, no son bienes por no poder ser objeto de
apropiación por los particulares.

1
Estos apuntes están basados en el libro del profesor Daniel Peñailillo: “Los Bienes. La propiedad y otros derechos
reales”, Editorial Jurídica, cuarta edición, Santiago, 2006.
2 Ob. Cit., pp. 14.
3 Ob cit. Se suele agregar como requisito a la apropiabilidad, la apropiación actual. En materia de ocupación,
como modo de adquirir el dominio, la doctrina suele distinguir entre bienes apropiables y bienes apropiados. Los
primeros son aquellos susceptibles de tener como titular al hombre, luego, los bienes apropiados son aquellos que
tienen actualmente un titular.

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1.2 Cosa y objeto de derecho

La doctrina suele distinguir entre cosa y objeto de derecho, dado a que éste último puede
recaer en una cosa, respecto de los derechos reales, pero en el campo de los derechos personales,
la coincidencia sólo tendrá cabida en cuanto a las obligaciones de dar, que recaen sobre una cosa
determinada, pero si la prestación es de hacer o no hacer, la vinculación supera el concepto
jurídico de cosa.

1.3 Reglamentación positiva del Derecho de Bienes

El derecho de Bienes, consagra su reglamentación positiva a partir del derecho de


propiedad –no agotando en él su contenido- teniendo como base de carácter constitucional los
artículos 19 Nº 21 a 25, legal en el Libro II del Código Civil “De los bienes y de su dominio,
posesión, uso y goce, sin perjuicio de otras normas contenidas tanto en el Código Civil, como en
leyes especiales.

2. DIVERSAS CLASIFICACIONES DE LOS BIENES

2.1 Bienes Corporales e Incorporales

El artículo 565 del Código Civil dispone: “Los bienes consisten en cosas corporales o
incorporales. Las corporales son las que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, como
una casa o un libro. Las incorporales son las que consisten en meros derechos, como los créditos o las
servidumbres activas”. La importancia de esta clasificación de las cosas en corporales e
incorporales reside en que dos modos de adquirir, la ocupación y la accesión, se aplican sólo a
las cosas corporales.

a) Cosas corporales

El artículo 566 del Código Civil señala: “Las cosas corporales se dividen en muebles e
inmuebles”.
Conforme al primer inciso del artículo 567 del Código Civil, muebles con las que pueden
transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose ellas mismas, como los animales, que por eso
se llaman semovientes, sea que sólo se muevan por una fuerza externa, como las cosas
inanimadas. Sin embargo, como veremos más adelante, hay cosas que, siendo muebles por su
naturaleza, el legislador las considera inmuebles atendiendo al fin a que están destinadas,
conforme lo señalado en el artículo 570 del Código Civil.
Por su parte, el artículo 568 del Código Civil dispone: “Inmuebles o fincas o bienes raíces son
las cosas que no pueden transportarse de un lugar a otro, como las tierras y las minas, y las que se

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adhieren permanentemente a ellas, como los edificios, los árboles. Las casas y heredades se llaman predios o
fundos”.

Tanto las cosas muebles como las inmuebles tienen en nuestro Código Civil una distinta
reglamentación, basada más bien en razones históricas que prácticas. El Código otorga gran
preferencia a los inmuebles y ello se manifiesta en las siguientes diferencias:

i) La venta de bienes raíces debe efectuarse por escritura pública, mientras que la de
los muebles es calificado como un contrato consensual, conforme al artículo 1801 del Código
Civil.
ii) La tradición de los inmuebles se efectúa por la inscripción en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces (en adelante “CBR”) conforme al artículo 686 del Código Civil; la
de los muebles por la simple entrega material conforme al artículo 684 del Código Civil.
iii) En materia de prescripción adquisitiva ordinaria, para los muebles se requiere un
plazo de dos años; para los inmuebles cinco años, conforme al artículo 2508 del Código Civil.
iv) En materia de sucesión por causa de muerte, los herederos no pueden disponer de
los inmuebles mientras no se les haya otorgado la posesión efectiva y se hayan practicado las
inscripciones que contempla el artículo 688 del Código Civil; exigencias que no se aplican a los
bienes muebles.
v) La venta de los bienes raíces del pupilo debe hacerse en pública subasta y previo
decreto judicial conforme a los artículo 393 y 394 del Código Civil, requisitos que no rigen para
la generalidad de las cosas muebles.
vi) La acción rescisoria por lesión enorme sólo procede en la venta o permuta de bienes
raíces, conforme al artículo 1891 del Código Civil.
vii) En materia de sociedad conyugal, porque mientras los bienes muebles que los
esposos aportan al matrimonio o que los cónyuges adquieren a cualquier título durante él,
entran a formar parte de la sociedad conyugal, los bienes raíces que se hayan aportado o que se
adquieran durante el matrimonio a título gratuito, permanecen en el haber del respectivo
cónyuge.
viii) En lo referente a las cauciones, la prenda recae sobre los muebles, en tanto que la
hipoteca se aplica a los inmuebles.
ix) En materia penal también tiene importancia la distinción entre muebles e
inmuebles, porque los delitos de robo y hurto sólo se refieren a cosas muebles, en tanto que el
que se apropia de bienes ajenos inmuebles comete el delito de usurpación.
x) Dentro del sistema del Código Civil, los actos de comercio versan sobre bienes
muebles, conforme lo dispuesto en el artículo 3.
xi) Por último, en materia de competencia de los Tribunales, tiene facultad para conocer
de una acción inmueble el juez del lugar en que éste está ubicado; en lo referente a acciones
muebles, lo es el juez del lugar en que deba cumplirse la obligación, salvo ciertas excepciones.

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a.1) Bienes muebles

Pertenecen a esta categoría aquellos bienes que pueden transportarse de un lugar a otro sin
que pierdan su individualidad, sin que dejen de ser lo que son. Se dividen en muebles por
naturaleza y muebles por anticipación.

i) Muebles por naturaleza. Pueden subclasificarse en semovientes y en cosas


inanimadas. Son semovientes los que pueden transportarse de un lugar a otro por sí mismas,
como los animales; y son cosas inanimadas las que sólo se mueven por una fuerza extraña, como
una mesa o aun automóvil. Esta clasificación carece prácticamente de importancia porque ambas
categorías de bienes están sujetos a un mismo régimen jurídico. El inciso final del artículo 567
del Código Civil dispone que se exceptúan de esta categoría de bienes, los que siendo muebles
por naturaleza se reputan inmuebles por su destino, lo que da origen a la siguiente distinción.

ii) Muebles por anticipación. Son aquellas cosas que, sin perjuicio de ser inmuebles
por naturaleza, por adherencia o por destinación, son consideradas como muebles por la ley,
para el efecto de constituir derechos sobre ellas a favor de una persona distinta del dueño, antes
de su separación del inmueble al que pertenecen. A ellos se refiere el artículo 571 del Código
Civil que dispone: “Los productos de los inmuebles y las cosas accesorias a ellos, como las
yerbas de un campo, la madera y fruto de los árboles, los animales de un vivar, se reputan
muebles aún antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos
productos o cosas a otra persona que el dueño. Lo mismo se aplica a la tierra o arena de un
suelo, a los metales de una mina y a las piedras de una cantera”. La enumeración contemplada
no es taxativa sino meramente ejemplar.
Derivado del carácter de muebles de los señalados bienes, se deriva la lógica
consecuencia de que se aplica íntegramente la reglamentación de los muebles a su respecto.
El artículo 571 del Código Civil está basado en el principio de que lo accesorio sigue la
suerte de lo principal. Consecuentemente con el principio indicado, el artículo 1801 del Código
Civil dispone: “La venta de los bienes raíces, servidumbres y censos y la de una sucesión hereditaria no
se reputan perfectas, mientras no se ha otorgado escritura pública. Los frutos y flores pendientes, los
árboles cuya madera se vende, los materiales de un edificio que va a derribarse, los materiales que
naturalmente se adhieren al suelo, como piedras y sustancias materiales de toda clase, no están sujetos a
esta excepción”.
Por otra parte, el artículo 574 del Código Civil prescribe: “Cuando por la ley o por el hombre
se usa de la expresión bienes muebles sin otra clasificación, se comprenderá en ella todo lo que se entiende
por cosas muebles conforme al artículo 567 del Código Civil”. Quedan pues excluidos los muebles por
anticipación y los muebles incorporales.

Muebles de una casa. El inciso final del artículo 574 del Código Civil dispone: “En los
muebles de una casa no se comprenderá el dinero, los documentos y papeles, las colecciones científicas o
artísticas, los libros o sus estantes, las medallas, las armas, los instrumentos de arte y oficios, las joyas, la
ropa de vestir y de cama, los carruajes o caballerías o sus arreos, los granos, caldos, mercancías ni en
general otras cosas que las que forman el ajuar de una casa”.

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La disposición citada cobra real importancia, dentro del derecho de familia, dado a que
la declaración de bien familiar puede recaer tanto sobre el inmueble que sirve de residencia
principal a la familia, como en los muebles que guarnecen el hogar.

a.2) Bienes inmuebles.

El artículo 568 del Código Civil dispone: “Los inmuebles o fincas o bienes raíces son las cosas
que no pueden transportarse de un lugar a otro, como las tierras y minas, y las que adhieren
permanentemente a ellas, como los edificios o los árboles”.

Se clasifican en:

i) Inmuebles por naturaleza. Son las cosas que no pueden transportarse de un


lugar a otro, como las tierras u minas. Por su esencia, estas cosas son inmóviles.

ii) Inmuebles por adherencia o por accesión. Son ciertos bienes, que sin perjuicio de
ser muebles, son considerados inmuebles, por estar permanentemente adheridos a éstos. Los
contempla el artículo 568 del Código Civil al decir que inmuebles son las cosas que adhieren
permanentemente a ella, como los edificios o los árboles. La ley exige la concurrencia de dos
requisitos para darle a un bien el carácter de inmueble por adherencia: primero, que la cosa esté
adherida a un inmueble; y, segundo, que la adherencia sea permanente. Sobre este punto, el
profesor Daniel Peñailillo señala que los inmuebles por adherencia, una vez separados, del
inmueble al cual se encuentran unidos, se reputan bienes muebles, incluso antes de su
separación para efectos de constituir derechos a favor de terceros. De lo anterior, se desprende
que un mismo bien, puede ser considerado, respecto de la adherencia permanente, bien
inmueble y mueble respecto de los derechos constituidos sobre terceros. La importancia de la
naturaleza jurídica de un bien, como inmueble por adherencia o como mueble por anticipación,
radica en el perfeccionamiento del contrato de venta que recae sobre ellos4.
El artículo 569 del Código Civil dispone: “Las plantas son inmuebles mientras adhieren al
suelo por sus raíces, a menos que estén en macetas o cajones, que puedan transportarse de un lugar a
otro”. Se debe tener presente que los frutos de los árboles son también inmuebles por adherencia,
ya que el artículo 571 del Código Civil los considera muebles para el solo efecto de constituir
derechos a favor de otra persona que el dueño. Luego, no es necesario que la adherencia sea
hecha por el propietario del inmueble, por lo demás, así lo han declarado en forma reiterada los
Tribunales.
La enumeración que hace el artículo 568 del Código Civil no es taxativa, como no lo es
ninguno de los contenidos en esta materia. Esta circunstancia ha permitido a la jurisprudencia

4 Si se trata de bienes inmuebles por adherencia, según establece el artículo 1801 CC, el contrato de venta se
perfecciona de forma consensual y no por escritura pública. Si se trata de bienes muebles por anticipación, la venta
cuenta con el mismo carácter, pero la tradición puede hacerse a través de la separación por parte del tercero, de los
muebles sobre los cuales se ha constituido el derecho en su favor.

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determinar que son inmuebles por adherencia los ferrocarriles, los túneles, los diques, las obras
portuarias, las líneas telegráficas, etc.

iii) Inmuebles por destinación. El artículo 570 del Código Civil dispone: “Se reputan
inmuebles, aunque por su naturaleza no lo sean, las cosas que están permanentemente destinadas al uso,
cultivo y beneficio de un inmuebles, sin embargo de que puedan separarse sin detrimento”. Si dejan de
estar al servicio de un inmueble recobrarán su primitivo carácter de muebles. La norma reside
en el deseo del legislador de evitar que una finca sea despojada de lo necesario para su
explotación.
El mismo artículo 570 se desprende que deben reunirse dos requisitos para dar a un bien
mueble el carácter de inmueble por destinación: primero, la cosa debe estar destinada al uso,
cultivo y beneficio de un inmueble; y, segundo, el destino de dichos bienes debe ser permanente.
Doctrinariamente se dice que no basta la destinación permanente de dichos muebles para que
pasen a ser inmuebles por destinación, sino que es preciso que dicho destino le sea dado por el
dueño del inmueble.
Lo anterior cobra relevancia en materia de responsabilidad extracontractual, respecto de
los daños producidos por un animal fiero que no reporta utilidad para la guarda o servicio del
predio, en donde existe una presunción de culpabilidad que afecta al dueño del predio, y que no
admite prueba en contrario, según lo establece el artículo 2327.

El profesor Daniel Peñailillo señala que celebrado un acto jurídico sobre un bien
inmueble, se entienden incluidos aquellos bienes muebles calificados como inmuebles por
destinación, pero la voluntad de las partes puede excluirlos. Sin perjuicio de lo anterior, una
doctrina distinta estima que como se han incluido también en los inmuebles por destinación
algunos que lo son por su adherencia, no podemos decir que sea una característica de los
inmuebles por destinación el que su destino les haya sido dado por el dueño del inmueble.

La diferencia entre los inmuebles por adherencia y los por destinación reside en que los
primeros están unidos a un inmuebles formando un solo todo, de manera que no pueden
separarse de ellos sin detrimento; en cambio, los inmuebles por destinación no están unidos al
suelo, pues si lo estuvieran perderían gran parte de su utilidad.

Conforme al artículo 572 del Código Civil: “Las cosas de comodidad u ornato que se clavan o
fijan de las paredes y que pueden removerse fácilmente sin detrimento de las mismas paredes, como
estufas, espejos, cuadros, tapicerías, se reputan muebles. Si los cuadros o espejos están embutidos en las
paredes, de manera que formen un mismo cuerpo con ellas, se considerarán parte de ellas, aunque puedan
separarse sin detrimento”. Resulta, por lo tanto, que estas cosas pueden ser inmuebles si están
embutidas en las paredes aunque puedan separarse sin detrimento, en cambio, si están
simplemente clavadas o fijadas en la pared, son muebles. Es esto una cuestión de hecho que
deberá apreciarse en cada caso concreto que se presente.

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b) Cosas incorporales

El artículo 565 del Código Civil dispone que las cosas incorporales: “Son las que consisten
en meros derechos, como los créditos y las servidumbres activas”.

Las cosas incorporales se caracterizan porque no pueden ser percibidas por los sentidos,
sino por la inteligencia. Las cosas incorporales se dividen en derechos y acciones, y aquellos a su
vez pueden ser derechos reales y personales; muebles e inmuebles. El Código Civil dispone en el
artículo 576 que los bienes incorporales son los derechos reales o personales.

Derecho real es el que tenemos sobre una cosa sin respecto a determinada persona. Son
derechos reales el de dominio, el de herencia5, los de usufructo, uso o habitación, los de
servidumbres activas, el de prenda y el de hipoteca. De estos derechos reales nacen las acciones
reales conforme al artículo 577. El artículo 579 agrega que el censo, en cuanto se persigue a la
finca acensuada, es también un derecho real. La calificación hecha por ambas disposiciones de
ciertos derechos como reales, no es taxativa; dado a que existen otros derechos reales, como el de
aprovechamiento de aguas y algunos de carácter administrativo, sin perjuicio de que su origen
sólo pueda ser legal6. Los derechos reales pueden ser clasificados en derechos reales de goce y
derechos reales de garantía. Los primeros, permiten la utilización directa de la cosa (como el uso
y el usufructo) y los segundos, permiten la utilización indirecta de la cosa a raíz de su valor de
cambio (como la prenda y la hipoteca).

Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas personas
que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones
correlativas, como el que tiene el prestamista contra su deudor por el dinero prestado, o el hijo
contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las acciones personales conforme lo
dispuesto en el artículo 578 del Código Civil.

Se puede efectuar el siguiente paralelo entre los derechos reales y los personales:

i) El número de derechos reales es limitado. No hay otros que los que la ley
determina . El número de derechos personales es ilimitado8, hay tantos derechos personales
7

como relaciones jurídicas puedan crearse.

ii) En el derecho real hay sólo dos elementos: el sujeto activo y el objeto del derecho.
En el derecho personal hay tres elementos: el acreedor, el deudor y el objeto. Se ha criticado la

5 Según opinión del profesor Ramón Domínguez Águila, el derecho de herencia es calificado como derecho
real, por una creación legislativa que busca fundamentar la solución de continuidad respecto de los titulares del
patrimonio de una persona, desde el causante hacia los herederos, del cual deriva la acción real de petición de
herencia.
6 La doctrina y legislaciones extranjeras reconocen el llamado derecho real de superficie, argumentando que
no existe reserva legal que sólo autorice al legislador a crear un derecho real.
7 Numerus clausus.
8 Numerus apertus.

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distinción entre derechos reales y personales, teniendo como eje argumentativo, que los
derechos sólo pueden ejercerse entre personas, no por una persona sobre una cosa. De allí, que
la doctrina califique la obligación nacida de los derechos reales, como pasivamente universal
(denominación que viene desde Planiol), traducida en el deber de todas las personas –distintas
del titular-de respetar el derecho del titular. Sin perjuicio de lo anterior, otro sector de la
doctrina, entre los cuales, se encuentra el profesor René Abeliuk Manasevich, argumentando
que la obligación denominada pasivamente universal, no figura en el pasivo de nadie.

iii) El titular del derecho real se aprovecha directamente de la cosa objeto del derecho
o de la utilidad que éste pueda proporcionar. La relación entre el titular del derecho personal, el
acreedor, y la cosa es indirecta, es a través del deudor.

iv) El derecho real, dado que se ejerce directamente en la cosa, sin consideración a
determinada persona, es absoluto. El derecho personal es relativo.

Civilmente la acción es el derecho deducido en juicio; en Derecho Procesal, acción es el


derecho –de rango constitucional- que tienen los particulares para recurrir a los Tribunales de
Justicia en defensa de un derecho que tienen o creen tener. Hemos visto que las acciones siguen
una clasificación paralela a los derechos. La acción real es la que protege los derechos reales; la
acción personal equivalente a derecho personal o crédito. La acción real, igual que el derecho
real, es una acción absoluta9, pues se ejerce sin respecto a determinada persona. La acción
personal, en cambio, sólo puede ejercerse en contra de la persona que contrajo la obligación
correlativa; es por tanto, una acción relativa.

La clasificación de los bienes en muebles e inmuebles se puede aplicar a los derechos y


acciones. Pudiera parece absurdo que las cosas incorporales pudieran ser muebles o inmuebles,
sin embargo, el legislador admite esta clasificación con el objeto de determinar la competencia
de los Tribunales y en atención a las cosas corporales sobre las que recaen los derechos y
acciones. El artículo 580 del Código Civil dispone: “Los derechos y acciones se reputan bienes
muebles o inmuebles, según lo sea la cosa en que han de ejercerse o que se debe. Así la acción de usufructo
sobre un inmueble es inmueble. Así la acción del comprador para que se le entregue la finca comprada es
inmueble, y la acción del que ha prestado dinero, para que se le pague, es mueble”. Resulta, por lo tanto,
que el carácter de derecho mueble o inmueble va a depender de la naturaleza de la cosa sobre la
que han de ejercerse o que se debe. Tanto los derechos reales como los personales pueden ser
muebles o inmuebles. Nuestros Tribunales han declarado casos específicos: primero, las
acciones en una sociedad anónima son bienes muebles; segundo, la acción dirigida a obtener la
cancelación de una hipoteca es inmueble; tercero, la acción relacionada con el mandato es
inmueble si se exige al mandatario la entrega de los bienes raíces adquiridos en el ejercicio de su
encargo; y, cuarto, los derechos litigiosos deben estimarse como bienes muebles o inmuebles
según sea la cosa que se persigue por medio de la acción ejercida en el juicio respectivo.

9 Las acciones reales se ejercen absolutamente respecto de cualquier persona que tenga la tenencia de la cosa
respecto de la cual se ejercen, lo que ha originado una nueva clasificación de las obligaciones, denominadas
ambultorias o proptem rem.

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Los derechos personales pueden recaer sobre cosas o sobre derechos. Si la obligación es
de hacer, atendiendo a si la cosa debida es un hecho o una abstención, no podría atenderse a la
naturaleza de la cosa para calificar el derecho personal de mueble o inmueble. De allí que el
artículo 581 del Código Civil dispone: “Los hechos que se deben se reputan muebles. La acción para
que un artífice ejecute la obra convenida, o resarza los perjuicios causados por la inejecución del convenio
entra por consiguiente en la clase de los bienes muebles”.

Hay derechos y acciones, que atendiendo al hecho de no tener un carácter patrimonial o


a otra causa, escapan a la clasificación de muebles o inmuebles. Ello sucede, por ejemplo, con la
acción de divorcio, con la nulidad de matrimonio, etc. El derecho real de herencia también
escapa a esta clasificación. En realidad la herencia es una universalidad jurídica, como se
estudiará más adelante.

Cosificación de los derechos

A partir de la trilogía conformada por los artículos 565, 576 y 583 se ha elaborado la
doctrina de la cosificación de los derechos. La primera disposición citada entrega la distinción
entre cosas corporales e incorporales. El artículo 576 establece que las cosas incorporales son
derechos reales y personales y, finalmente, el artículo 583 señala que “Sobre las cosas incorporales
hay también una especie de propiedad. Así el usufructuario tiene la propiedad sobre su derecho de
usufructo”.
La distinción entre derechos corporales e incorporales viene dada desde el Derecho
Romano. El profesor Ramón Domínguez Águila señala que en el Derecho Romano el dominio se
excluía de los derechos reales, lo que acarreaba la consecuencia de que no se producía la
superposición de derechos, como se produce en nuestra legislación.
Los derechos, al ser considerados cosas, como objetos de derechos, han sido reducidos en
la terminología de “propietarización de los derechos”, que cuenta además con rango
constitucional, en el artículo 19 Nº 24 de la Carta Fundamental.

La cosificación o propietarización de los derechos, consiste en que existe una especie de


propiedad sobre los mismos. A mayor abundamiento, respecto del derecho de dominio -en
donde existe identidad entre el derecho y el objeto del derecho; es decir entre el dominio y la
cosa. De allí que se exprese “mi casa” y no “mi derecho de dominio sobre esta casa”- se produce
la superposición del dominio sobre el dominio. Luego, sobre el resto de los derechos reales, se
da la superposición de derecho sobre derecho (dominio sobre un derecho real limitado). Luego
de permanecer mucho tiempo en el Código Civil, la cosificación de los derechos adquiere
consagración constitucional en el precepto contenido en el artículo 19 Nº 24 de la CPR y amparo
a través del artículo 20, con el recurso de protección sobre el dominio, ante privación,
perturbación o amenazas.

Finalmente, cabe señalar que el profesor Alejandro Guzmán Brito, afirma que la
expresión “especie de propiedad” y “propiedad en sus diversas especies”, referidas por el

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Código Civil y la CPR, en los artículos 583 y 19 Nº 24, respectivamente, no son fortuitas y que
deben ser entendidas en confrontación a un “género”. El denominado género de propiedad,
comprende a las especies de propiedad contenidas en los artículos 582, 583 y 584 CC. Señala,
además, que el elemento vinculante de estas especies de propiedad es que recae sobre algo que
es “propio” y no común10.

2.2 Bienes Principales y Accesorios.

Bienes principales son aquellos que tienen existencia independiente, sin necesidad de
otros. Bienes accesorios, los que están subordinados a otros sin los cuales no pueden subsistir (el
suelo es un ejemplo de la primera clase; los árboles de la segunda).
El Código Civil no formula esta clasificación, pero la reconoce implícitamente en muchas
de sus disposiciones (artículos 587, 1122, 1127, 1830).
La clasificación no sólo se aplica a los bienes corporales; también a los incorporales o
derechos, así la servidumbre es accesoria del derecho de dominio sobre el predio en que la
servidumbre se ejerce, la hipoteca es accesoria del crédito que garantiza, etc.
La clasificación tiene importancia debido a la existencia del principio de que lo accesorio
sigue la suerte de lo principal. Así, traspasado un derecho sobre una cosa principal,
generalmente se entiende traspasado el derecho sobre las accesorias; extinguido un derecho
sobre una cosa principal, se extingue el derecho sobre las accesorias.
Hay autores, e incluso ciertas legislaciones que distinguen tres especies de cosas
accesorias:
a) Partes integrantes. Son los componentes de una cosa que, estando incorporados a
ella, pierden o carecen de individualidad, como las partes de un reloj.
b) Pertenencias. Son cosas muebles que tienen una propia individualidad, pero que
están destinadas al uso, cultivo o beneficio de otro mueble o inmueble.
c) Cosas accesorias en sentido estricto. Son las cosas que sin ser integrantes ni
pertenencias de otra, por voluntad de las partes se incluyen en otra que se reputa principal, sin
tener con ésta una unidad de destino económico.

2.3 Bienes Divisibles e Indivisibles.

Una cosa es físicamente divisible cuando puede ser separada en diversas partes, sin que
por ello pierda su individualidad. Ejemplo de lo anterior son los alimentos. Una cosa es
intelectualmente divisible cuando es susceptible de dividirse en según su utilidad, por ejemplo,
respecto de dos copropietarios de un automóvil. Todas las cosas son divisibles, por lo menos
intelectualmente; sin embargo, algunas son indivisibles por expresa disposición de la ley, por
ejemplo, el derecho de servidumbre de tránsito, la prenda, la hipoteca, etc.

10 GUZMAN BRITO, Alejandro: “Propiedad sobre las cosas incorporales”.

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2.4 Bienes Muebles Consumibles y No Consumibles

Por su naturaleza, esta clasificación es aplicable sólo a los bienes muebles. Se encuentra
confusamente contenida en el artículo 575 del Código Civil.
Se ha llegado a precisar en esta clasificación una distinción entre consumibilidad objetiva
y subjetiva.
Son objetivamente consumibles los bienes que atendida su natural función se destruyen por
el primer uso. En este sentido, se concibe una destrucción natural y una civil. Se destruyen
naturalmente si desaparecen físicamente o sufren una alteración substancial; se destruyen
civilmente si su uso implica enajenación. Así los alimentos son naturalmente consumibles; las
monedas son civilmente consumibles. Son objetivamente no consumibles los bienes que,
considerando su natural función, no se destruyen ni natural ni civilmente por el primer uso
(como una mesa o un automóvil).
Son subjetivamente consumibles los bienes que, atendido el destino que les asigna su actual
titular, su primer uso importa enajenación o destruirlos. Son subjetivamente no consumibles los
bienes que, atendido ese destino, su primer uso no importa enajenarlos.
Combinando ambas clasificaciones, puede haber bienes que pertenecen a una de las
consumibilidades y no a la otra. Por ejemplo, los libros de una librería son consumibles
subjetivamente para el librero, pero son no consumibles objetivamente. En otros casos, el bien es
consumible desde ambos puntos de vista, como los alimentos de un almacén, que son
consumibles subjetivamente para el almacenero, y también objetivamente consumibles.
Por cierto, el carácter no consumible de un bien no se opone al paulatino deterioro
ocasionado por el uso, deterioro que en determinadas situaciones es considerado por la ley para
ciertos efectos. Algunos autores llegan a configurar una categoría especial, la de los bienes
deteriorables, intermedia entre los Consumibles y los no consumibles.
Esta clasificación, en sus nociones objetiva y subjetiva, aunque principalmente en la
primera, tiene importancia en la celebración y ejecución de ciertos actos que otorgan derechos
sólo de uso y goce de una cosa, que posteriormente debe restituirse. Así, por ejemplo, el
usufructo no puede recaer sobre una cosa consumible, que pretende utilizarse en su natural
destino.
Dentro de los bienes consumibles hay una categoría especial, la de los bienes llamados
"corruptibles", que deben consumirse en breve tiempo, pues pronto pierden su aptitud para el
consumo; como algunas frutas, ciertos medicamentos, etc. Considerando tales características, en
ocasiones la ley los somete a un tratamiento especial (así, por ejemplo, artículos 488 del Código
Civil y 483 del Código de Procedimiento Civil).

2.5 Bienes Fungibles y No Fungibles

Si una cosa en un acto jurídico está determinada en cuanto al género puede decirse que
es fungible. Una cosa es fungible cuando en concepto de las partes, puede ser reemplazada por
otra equivalente, por contar con igual poder liberatorio; por ejemplo, el vino, la leche, el agua,

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etc. Una cosa no es fungible cuando no existe otra equivalente que pueda reemplazarla, por
ejemplo, un cuadro famoso.

La fungibilidad o no fungibilidad de una cosa va a depender de la voluntad de las partes:


si la cosa es única en su especie, y el pago no puede efectuarse sino con dicha cosa, ella no es
fungible. En segundo lugar, para saber si una cosa es o no fungible, es necesario compararla con
otra que tenga el mismo poder liberatorio. Mientras la consumibilidad de las cosas depende de
su naturaleza, la fungibilidad depende de la voluntad de las partes, pero estas dos cualidades
están tan íntimamente ligadas que a menudo se cae en error; de ahí la aparente confusión del
artículo 575 del Código Civil.

Examinando el mencionado precepto legal, se llega a la conclusión de que el legislador


no definió las cosas fungibles, sino que sólo se limitó a decir que entre las cosas fungibles están
las consumibles y esto lo ha dicho porque ordinariamente las cosas consumibles son fungibles:
generalmente pueden reemplazarse una por otras, a menos que las partes hayan acordado otra
cosa. El inciso final del artículo 575 dispone: “Las especies monetarias en cuanto perecen para el que
las emplea como tales, son cosas fungibles”. Hay aquí también cierta impropiedad del lenguaje del
legislador: las especies monetarias son consumibles en cuanto desaparecen para su dueño, pero
son fungibles, en cuanto pueden reemplazarse por otras. La Corte Suprema ha declarado que
conforme al artículo 575 del Código Civil que define las cosas fungibles, éstas se dividen en dos
categorías: aquellas que los son por su naturaleza, o sea, porque no puede hacerse el uso
conveniente sin que se destruyan y las especies monetarias que son fungibles sólo en cuanto su
valor perece para el que las emplea como tales.

2.6 Bienes Comerciables e Incomerciables

Los bienes se clasifican en comerciables e incomerciables según puedan o no ser objeto


de relaciones jurídicas por los particulares.
Bienes comerciables son los que pueden ser objeto de relaciones jurídicas privadas, de
manera que sobre ellos puede recaer un derecho real o puede constituirse a su respecto un
derecho personal (artículos 1461, 2498).
Bienes incomerciables (o no comerciables), son los que no pueden ser objeto de relaciones
jurídicas por los particulares; no puede existir a su respecto un derecho real ni personal.
Entre los bienes incomerciables puede distinguirse:
a) Bienes incomerciables en razón de su naturaleza (como la alta mar, el aire); en
realidad, estas cosas (llamadas "cosas comunes a todos los hombres" conforme al art. 585), son
las únicas que no son objeto de relaciones jurídicas en general y las únicas a las que se puede
aplicar la expresión de cosas que están fuera del comercio humano; más aún, si en el concepto
de bien se incorpora la apropiabilidad, estas cosas no son “bienes”.
b) Bienes incomerciables en razón de su destino, los que, siendo naturalmente
comerciables, se han substraído del comercio jurídico para dedicarlos a un fin público, como las
plazas, calles y otros bienes nacionales de uso público. Puede observarse que pueden ser objeto

12
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de ciertas relaciones jurídicas, aunque de carácter público, como las concesiones que otorga la
autoridad; sólo desde el punto de vista del derecho privado pueden ser considerados
incomerciables.

La regla general es que las cosas sean comerciables. Los preceptos que contemplan la
incomerciabilidad de ciertas cosas son excepcionales; por lo tanto, deben interpretarse
restrictivamente. Otra clasificación de la incomerciabilidad distingue entre incomerciabilidad
absoluta o permanente, versus incomerciabilidad transitoria o momentánea.
Son absolutamente incomerciables las cosas comunes a todos los hombres, conforme al
artículo 585 del Código Civil, los bienes nacionales de uso público, los derechos personalísimos,
etc.
Son transitoriamente incomerciables las cosas enumeradas en los números tercero y cuarto
del artículo 1464 del Código Civil, es decir, las cosas embargadas por decreto judicial a menos
que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello y las especies cuya propiedad se litiga sin
permiso del juez que conoce del litigio, respectivamente. La importancia de esta clasificación
reside en el hecho que las cosas incomerciables no pueden ser adquiridas por prescripción, de
conformidad a lo establecido en el artículo 2498 del Código Civil.

El profesor Peñailillo señala que las llamadas "cosas destinadas al culto divino", es decir,
bienes que están destinados al cultivo de la actividad religiosa, son bienes comerciables, pues la
ley civil chilena no los excluye de las relaciones jurídicas privadas; y que los preceptos citados
(artículos 586, 587, 1105) que, por la época en que fueron dictados, se refieren a la Iglesia
Católica, demuestran la comerciabilidad de estos bienes, en cuanto pueden ser objeto de
relaciones jurídicas privadas.

2.7 Bienes Apropiables e Inapropiables.

Relacionada con la clasificación precedente, ahora en base exclusivamente al dominio,


ésta distingue entre bienes apropiables e inapropiables, según sean o no susceptibles de
propiedad.
Son inapropiables las cosas comunes a todos los hombres (absolutamente
incomerciables).
Dentro de los apropiables pueden distinguirse: apropiados e inapropiados; y apropiables
por los particulares e inapropiables por éstos.

a) Bienes apropiados e inapropiados. Inapropiados son los que siendo susceptibles de


apropiación, carecen actualmente de dueño. Puede acontecer que nunca hayan tenido
propietario (res nullius), o pueden haberlo tenido, pero fueron abandonados por el dueño (res
derelictae). En el Derecho chileno, la existencia de bienes inapropiados (llamados "mostrencos" si
son muebles y "vacantes" cuando son inmuebles), queda limitada sólo a los muebles por lo
dispuesto en el artículo 590, en cuya virtud todos los inmuebles que carezcan de dueño
pertenecen al Estado.

13
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b) Bienes susceptibles de apropiación por los particulares y no susceptibles de apropiación


por los particulares. La organización de la sociedad ha impuesto siempre la necesidad de que
ciertos bienes, por su naturaleza susceptibles de apropiación, no queden entregados al dominio
de los particulares, sino que han de pertenecer a toda la comunidad, para la satisfacción de
necesidades generales (calles, plazas, etc.).

En el derecho chileno se acostumbra denominar a los bienes de dominio de los


particulares “bienes privados”; y a los de la nación toda, “bienes de derecho público” o “bienes
nacionales”. Bienes de dominio privado son aquellos que pertenecen o que pueden ser
adquiridos por los particulares. Bienes nacionales o bienes de dominio público son aquellos
cuyo dominio pertenece a la nación toda, conforme al inciso primero del artículo 589 del Código
Civil. Se subdividen en bienes nacionales de uso público y bienes del Estado o fiscales, según su
uso pertenezca o no a todos los habitantes de la República.

Artículo. 589. Se llaman bienes nacionales aquellos cuyo dominio pertenece a la nación toda.
Si además su uso pertenece a todos los habitantes de la nación, como el de calles, plazas, puentes y
caminos, el mar adyacente y sus playas, se llaman bienes nacionales de uso público o bienes públicos.
Los bienes nacionales cuyo uso no pertenece generalmente a los habitantes, se llaman bienes del
Estado o bienes fiscales.

2.8 Bienes Singulares y Universales.

Son bienes singulares los que constituyen una unidad, natural o artificial. Son bienes
universales las agrupaciones de bienes singulares que no tienen entre sí una conexión física,
pero que forman un todo funcional y están relacionados por un vínculo determinado.

Las universalidades pueden ser de hecho o jurídicas.


Las universalidades de hecho pueden ser definidas como un conjunto de bienes que, no
obstante conservar su individualidad, forman un todo al estar unidos por un vínculo de igual destino,
generalmente económico. Los bienes que la componen pueden ser de la misma o distinta
naturaleza. Esto permite distinguir dentro de las universalidades de hecho dos categorías: las
colecciones y las explotaciones11. El vínculo que une a las cosas singulares para formar la
universalidad de hecho es el común destino o finalidad, que generalmente es de carácter
económico y otorgado por el dueño de los bienes singulares. La doctrina entiende que la
universalidad de hecho sólo comprende bienes, es decir, sólo elementos activos y no pasivos o
deudas, que serían aceptables únicamente en las universalidades jurídicas.

Las universalidades de derecho pueden ser conceptualizadas como un conjunto de bienes y


relaciones jurídicas activas y pasivas consideradas jurídicamente como un todo indivisible. Contienen

11 Las colecciones de objetos están constituidas por bienes singulares de naturaleza homogénea (como un
rebaño o una biblioteca). Por otra parte, las explotaciones están constituidas por bienes singulares de diversa
naturaleza; las más de las veces conformados por cosas incorporales, como un establecimiento de comercio.

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tanto elementos activos como pasivos. En el derecho chileno la universalidad jurídica típica es la
herencia. No existe en nuestro ordenamiento una reglamentación especial de las
universalidades.

2.9 Bienes Presente y Futuros

Atendiendo a la existencia real de los bienes al momento de crearse una relación jurídica
se clasifican en presentes o futuros. Los presentes son los que a un momento determinado, al
celebrarse una relación jurídica, tienen una existencia real. Los futuros son los que a esa época
no existen y tan solo se espera que existan.

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DE LA PROPIEDAD

1. GENERALIDADES

1.1 Evolución histórica

Se ha dicho que la actual organización social descansa sobre dos bases: la propiedad y la
familia. El derecho de propiedad es el más amplio y completo de los derechos reales, pues
otorga a su titular la plenitud de las facultades que se puede tener sobre una cosa. La labor de
los filósofos y economistas de la revolución francesa hace triunfar la idea de libertad para
cultivar y enajenar las tierras. A fines del siglo XIX surge una nueva doctrina que ve en la
propiedad una función social12, que hace primar sobre los derechos del dueño, los que tiene la
colectividad sobre los bienes susceptibles de satisfacer sus necesidades.

1.2 Concepto

El artículo 582 del Código Civil dispone: “El dominio, que se llama también propiedad, es el
derecho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no siendo contra la ley o
contra derecho ajeno”. El precepto transcrito sólo hace alusión al derecho de propiedad sobre una
cosa corporal; para llenársete vacío el artículo 583 señala: “Sobre las cosas incorporales hay también
una especie de propiedad. Así, el usufructuario tiene la propiedad de su derecho de usufructo”.

1.3 Caracteres

El derecho de dominio presenta las siguientes características: es un derecho real, es


absoluto, es exclusivo, y, es perpetuo13.

Es un derecho real, como lo indican los artículos 577 y 582 del Código Civil. De ahí que
esté amparado por una acción real, la reivindicatoria conforme al artículo 890 del Código Civil.

Es un derecho absoluto porque comprende el total de facultades que se pueden ejercer


sobre una cosa: uso, goce y disposición, otorgando a su titular el máximo de utilidad14. Se

12 La función social de la propiedad o derecho de dominio, tiene rango constitucional, dado a que el
constituyente autoriza a legislador para limitar el ejercicio del derecho de dominio en orden a proteger la función
social intrínseca del mismo. Nuestra Carta Fundamental no define lo que debe entenderse por función social, pero
señala sus elementos integrantes, como son los intereses generales de la nación, la seguridad nacional, la utilidad y
salubridad públicas y conservación del patrimonio ambiental (Artículo 19 Nº 24 inciso 2º CPR).
13 Algunos autores agregan una quinta característica, que el dominio es elástico, esto significa que el dominio
puede ampliarse o contraerse dependiendo si su titular tiene todas o alguna de sus facultades.

16
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deriva, en consecuencia, que el dueño del suelo tiene derecho al subsuelo y a la superficie, es
decir, a todo aquello que sea útil a su titular.

Es un derecho exclusivo y excluyente, porque sólo corresponde el uso y goce de la cosa a


la persona que es dueño de ella, no pudiendo nadie oponerse a este uso y goce.

Es un derecho perpetuo, porque por lo general, no se extingue por el transcurso del


tiempo o por el no ejercicio. Sin embargo, hay ciertas propiedades temporales, que en ningún
modo están reñidas con lo dicho, como sucede con la propiedad intelectual, industrial,
fiduciaria, etc.

1.4 Facultades que otorga el derecho de dominio a su titular

De la propia definición y de su carácter absoluto, se desprende que el derecho de


propiedad comprende tres facultades: uso, goce y abuso.

El uso, es la facultad para utilizar la cosa según su naturaleza; así, el propietario de una
casa puede habitarla.

El goce, consiste en el derecho de gozar de la cosa, percibiendo todos los frutos que ella
es susceptible de producir; así, el propietario de una casa recibe el pago de la renta y el de un
fundo su cosecha, goce jurídico y natural, respectivamente.

El abuso, o sea, el derecho de hacer con la cosa lo que a uno le plazca, viene a darle
fisonomía propia al derecho de dominio, distinguiéndolo de los demás derechos reales. Otros
derechos reales como el usufructo o la habitación, conceden a su titular el derecho de usar y
gozar de la cosa, pero sólo en el dominio encontramos la facultad de disposición. La expresión
abuso no debe entenderse en el sentido de ser contraria a la ley, sino únicamente debe dársele el
alcance de que el dueño puede abusar de la cosa jurídicamente, enajenándola, o destruyéndola
materialmente, consumiéndola o transformándola.

1.5 La facultad de disposición es de orden público

En el Código Civil existe una serie de disposiciones que tienen por objeto impedir que se
entorpezca la libre enajenación de la propiedad, por ejemplo, los artículos 745 y 769 que
prohíben la constitución de fideicomisos y usufructos sucesivos; el artículo 1126 que prohíbe los
legados con la condición de no enajenar la cosa; el artículo 1964 que prohíbe el arriendo con la

14 El artículo 582 sólo menciona las facultades de goce y disposición y omite la de uso. Sin embargo, la doctrina
ha señalado que dentro de la facultad de gozar la cosa se encuentra comprendida de la usarla, por lo que el dominio
confiere el ius utendi, abutendi y fruendi sobre la cosa.

17
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condición de no enajenar la cosa, etc. Todos estos preceptos nos permiten afirmar que, en
nuestro derecho, la libre enajenación es una facultad de la esencia de la propiedad.
Mucho se ha discutido en torno a la validez de la “cláusula de no enajenar”, en torno a
los casos no reglamentados por el legislador, ya que, como en otras materias, la ley permite y
prohíbe su aplicación en diversos casos, pero no sienta un principio general de validez o
invalidez.

1.6 Casos en que se permite que se limite la facultad de disposición

i) Artículo 751 del Código Civil que permite que el constituyente prohíba al
propietario fiduciario que enajene la propiedad fiduciaria;

ii) En materia de usufructo, el constituyente puede prohibir al usufructuario que


enajene o ceda su derecho conforme al inciso tercero del artículo 793 del Código Civil;

iii) En materia de donación, el legislador establece que puede donarse una cosa con
la condición de no enajenar, conforme al primer número del artículo 1432 del Código Civil.

1.7 Casos en que expresamente se prohíbe la cláusula que limita la facultad de


disposición

i) Artículo 1126, en materia de legados.


ii) Artículo 2425, en materia de hipoteca.
iii) Artículo 1317, en materia de comunidad; nadie puede ser obligado a permanecer
en la indivisión.

1.8 Valor de la cláusula de no enajenar

El problema reside en saber cuál es el valor de la cláusula de no enajenar en aquellos


casos en que el legislador no se ha pronunciado.

Un sector de la doctrina estima que la cláusula es válida por las siguientes razones:
i) Primero, porque en derecho privado puede hacerse todo aquello que no esté
expresamente prohibido;
ii) Segundo, porque en ciertos casos excepcionales se prohíbe una cláusula en tal
sentido, por tanto, la regla general es que ellas sean válidas;
iii) Tercero, porque si el dueño de una cosa puede desprenderse de uso, goce y
disposición , con mayor razón podrá desprenderse sólo de esta última facultad; y,
15

15 Referencia hecha a la nuda propiedad.

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iv) Cuarto, porque el tercer número del artículo 53 del Reglamento del CBR faculta
para inscribir todas las prohibiciones legales, convencionales y judiciales que entraban la libre
enajenación de los inmuebles.

Otra doctrina plantea que la cláusula de no enajenar engendra una obligación de no


hacer. Por consiguiente, si enajena la cosa, viola una obligación que tenía de abstenerse, de no
hacer. Y ello, en conformidad al artículo 1555 del Código Civil se traduciría en una acción de
indemnización de perjuicios. Esta doctrina ha sido combatida porque se dice que la obligación
de no hacer, se refiere siempre a actos o hechos materiales, pero no a actos o hechos jurídicos.
Por lo demás, si esta doctrina le niega valor a la cláusula de no enajenar, no es posible que su
violación se traduzca en una indemnización de perjuicios. El artículo 1536 del Código Civil
hablando de la cláusula penal, que no es otra cosa que una liquidación anticipada y
convencional de los perjuicios que se originan por el no cumplimiento o por el cumplimiento
tardío de la obligación, dice que la nulidad de la obligación principal también acarrea la nulidad
de la cláusula penal, y la cláusula penal no es sino una forma especial de la indemnización de
perjuicios.

Por último, otra postura doctrinaria niega valor a la cláusula, señalando que es nula por
ilicitud del objeto por las siguientes razones:
i) Primero, el legislador considera la facultad de enajenar como una materia de
orden público. De lo anterior se desprende que el dominio sólo puede ser limitado por ley16.
ii) Segundo, de aceptarse la cláusula de no enajenar se produciría una situación
curiosa porque el derecho de dominio otorga las facultades de usar, gozar y disponer de la cosa,
y si el dueño de la cosa ha renunciado a la facultad de disposición, éste derecho no tendría
titular;
iii) Tercero, el tercer número del artículo 53 del Reglamento del CBR dice que las
prohibiciones que contempla sólo se pueden inscribir en aquellos casos en que la ley lo ha
permitido, ya que dicho reglamento tiene su límite en la ley, aunque fue dictado con
posterioridad y podría haber sido modificado tácitamente; y,
iv) Cuarto, el artículo 1810 del Código Civil dispone que pueden venderse todas las
cosas cuya enajenación no esté prohibida por la ley y, en consecuencia, se dice que sólo la ley
puede prohibir la enajenación de una cosa pero no los particulares.

La Corte Suprema ha dicho que la cláusula de no enajenar no es nula sino que constituye
una condición resolutoria. No envuelve un vicio de nulidad de la venta hecha en contravención
a ella, sino que constituye una condición resolutoria establecida a favor del vendedor. Sin
embargo, hay que tener presente que de acuerdo al inciso final del artículo 1480 del Código Civil
toda condición resolutoria inductiva a un hecho ilegal o inmoral se tendrá por no escrita y la
cláusula de no enajenar sería ilícita porque entraba la libre enajenación de los bienes, facultad
que el legislador estima que es de orden público. Por tanto esta cláusula, por ser ilegal, debe
tenerse por no escrita. En otro caso el mismo Tribunal declaró que constituye una limitación del

16 Por una ley que cuente con los caracteres de ley expropiatoria.

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dominio la estipulación en virtud de la cual se acuerda que un crédito no podrá cederse a


terceros. Ésta ni otras limitaciones, son válidas, como la del fideicomiso, el usufructo, el uso o
habitación, desnaturalizan el dominio mismo.
La jurisprudencia francesa reconoce valor a esta cláusula siempre que concurran dos
circunstancias: primero, que haya un legítimo interés en prohibir la enajenación; y, segundo, que
esta prohibición no sea perpetua o de un plazo indefinido.

1.9 Limitaciones al derecho de dominio

La Constitución Política de la República dispone en el inciso tercero del número


veinticuatro del artículo 19 lo siguiente: “Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad,
del bien sobre que recae o alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio, sino en virtud de una
ley general o especial que autorice la expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional,
calificada por el legislador”. Por lo tanto, el único medio por el cual un individuo puede ser
privado de su dominio es por ley general o especial que autorice la expropiación, por causa de
utilidad pública o de interés nacional.

El propio artículo 582 del Código Civil, al definir el derecho de dominio, establece que él
tiene dos limitaciones: el derecho ajeno y la ley.

i) Limitaciones establecidas por el derecho ajeno. Hay en el Código Civil


disposiciones que, aplicando la teoría del abuso del derecho, contienen una serie de limitaciones
al derecho de propiedad, por ejemplo, los artículos 941, 942 y 946del Código Civil.

ii) Limitaciones establecidas por la ley. Todas ellas se fundan en el principio que
expresa que el interés social debe primar sobre el interés particular de los respectivos dueños.
Las más importantes son las expropiaciones por causa de utilidad pública, materia propia del
derecho administrativo, las restricciones de carácter sanitario, la servidumbre, el usufructo, la
propiedad fiduciaria, etc.

2. DIVERSAS CLASES DE PROPIEDAD

a) En cuanto a las cosas objeto del derecho

La propiedad puede clasificarse en:


i) Propiedad Civil: materia de nuestro estudio.
ii) Propiedad Minera: toma el nombre especial de pertenencia y será materia propia
del derecho de minería.
iii) Propiedad Intelectual: a ella se refiere el artículo 584 del Código Civil al decir que
las producciones del talento o del ingenio son una propiedad de sus autores. Esta especie de
propiedad se regirá por leyes especiales.

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iv) Propiedad Industrial: también se refiere a ella el artículo 584 del Código Civil.
v) Propiedad Austral17.
vi) Propiedad Indígena.

b) En cuanto a su extensión

El derecho de propiedad puede clasificarse, primeramente, en propiedad plena y en


mera o nuda propiedad.

La plena propiedad es aquella en que el propietario conserva la totalidad de sus


atributos, es decir, de usar, gozar y disponer de la cosa. En cambio, la nuda propiedad es aquella
en que el propietario está desprovisto del derecho de goce, y será estudiada en el usufructo.

También, en cuanto a su extensión, el derecho de propiedad puede clasificarse en


propiedad absoluta y propiedad fiduciaria.

La propiedad absoluta es aquella que no tiene limitaciones en cuanto a su duración, que


no está sujeta a gravamen o condición alguna. La propiedad fiduciaria es aquella que está sujeta
al gravamen de pasar a otra persona por el hecho de verificarse una condición, conforme al
artículo 733 del Código Civil.

c) En cuanto al sujeto

Se divide en propiedad individual y en copropiedad. El dominio, como fluye del artículo


582 del Código Civil, es un derecho exclusivo y excluyente. Hasta ahora, nosotros nos hemos
puesto en el caso de que una sola persona tenga en sus manos las facultades de usar, gozar y
disponer de la cosa, propiedad que puede llamarse individual, ya que tiene un solo titular. Sin
embargo, es posible, y el propio Código Civil lo permite y reglamenta, que varias personas sean
titulares del derecho de dominio sobre la misma cosa: es ésta la llamada copropiedad o
comunidad.

17 La propiedad austral es aquella constituida en el sur de Chile, tanto respecto de los predios indígenas como
de los predios de particulares y fiscales. El Decreto Ley 1.600, dictado en marzo de 1931, impulsó un nuevo proceso
tendiente a definir los territorios de dominio fiscal en el sur de Chile.

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3. LA EXTINCIÓN DEL DOMINIO

El Código no contiene una regulación sistemática de la materia.


El dominio puede terminar por varias causas. Suele distinguirse entre modos absolutos y
relativos. Con los primeros desaparece el derecho (si posteriormente la cosa llega a adquirirse
por un nuevo titular, la adquisición es originaria. Con los segundos, sólo cambia de titular
(produciéndose un traspaso).
Entre los absolutos, los hay con y sin voluntad del dueño. Pueden mencionarse: la
destrucción de la cosa (puede ser voluntaria o involuntaria), la recuperación de la libertad de los
animales cautivos o domesticados (es sin voluntad), las especies al parecer perdidas (es sin
voluntad), la incomerciabilidad (es sin voluntad), el abandono (por definición, es voluntario).

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LA COPROPIEDAD

1. Generalidades

En la doctrina y en los textos legales se observa desorden en el empleo de varios


términos relacionados: indivisión, comunidad, condominio y copropiedad.
El primero, indivisión, parece ser el más comprensivo y puede ser utilizado para referirse
a los otros; y en cuanto a condominio y copropiedad, se les tiene generalmente como sinónimos.
Suele denominarse comunidad a la indivisión sobre una universalidad jurídica (como la
herencia) y copropiedad o condominio a la que recae sobre especies o cuerpos ciertos.
Para el profesor Peñailillo la comunidad es el género, que tiene lugar cuando varias
personas ejercen sobre una misma cosa derechos de una misma naturaleza. Esta última
característica es fundamental; así, en el usufructo dos personas ejercen derechos, pero no hay
comunidad entre el nudo propietario y el usufructuario porque los derechos de que ellos son
titulares son de diversa naturaleza. Y hay copropiedad o condominio cuando dos o más sujetos
tienen el dominio sobre la totalidad de un mismo objeto.

Desde otro punto de vista, se conocen las comunidades proindiviso y prodiviso. La primera
es la auténtica comunidad, en los términos antes definidos, en la que el derecho de cada
comunero se extiende a la totalidad del objeto común. La segunda, denominada comunidad
prediviso es aquella en la que el derecho de cada sujeto recae sobre una parte físicamente
determinada del objeto de que se trata, ejerciéndolo exclusivamente sobre esa parte, y además,
se extiende a otros sectores de la cosa en que hay efectiva comunión con los otros comuneros,
por ejemplo, la propiedad horizontal.

La comunidad está reglamentada, siguiendo la doctrina de Pothier, dentro de los


cuasicontratos, artículos 2304 y siguientes del Código Civil.

2. Duración de la indivisión

La comunidad o copropiedad es generalmente ilimitada; ya hemos visto que al legislador


le interesa que la propiedad no tenga trabas en cuanto a su circulación, de ahí que no mira con
buenos ojos a la indivisión y procure por todos los medios que ella dure el menor tiempo
posible.

Indivisión de tiempo indeterminado encontramos, por ejemplo, en la comunidad que se


forma con ocasión de la muerte de una persona, pero en cualquier momento un heredero puede
pedir que se proceda a la liquidación; igual situación se produce en la comunidad que se
origina al disolverse la sociedad conyugal.

Indivisión de tiempo determinado encontramos, por ejemplo, cuando dos personas


adquieren una cosa en común, dado que pueden pactar que la indivisión dure un determinado

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tiempo, siempre que no sea mayor de cinco años, pues un plazo mayor no es permitido por la
ley, preocupada siempre por la libre circulación de la propiedad de conformidad a lo establecido
en el artículo 1317 del Código Civil. Es claro que este plazo de cinco años puede ser prorrogado
tantas veces como se desee, pero mientras dure el pacto no se podrá pedirla división por
ninguno de los contratantes.

Indivisión de duración perpetua o forzada sucede, por ejemplo, en la comunidad que


existe sobre las tumbas o mausoleos, en atención al carácter familiar de esta propiedad; en
ciertas servidumbres; en los edificios divididos en pisos o departamentos; en los lagos de
dominio privado, es decir, aquellos no navegables por buques de más de cien toneladas y que
pertenecen en forma indivisa a los propietarios riberanos, etc.

3. Naturaleza jurídica de la copropiedad o comunidad

Se ha esbozado tres doctrinas que tratan de explicar la naturaleza jurídica de los derechos
que los comuneros tienen en la cosa común.

a) La primera doctrina es la de la cuota ideal en el total de la comunidad. Ella dice


que los indivisarios no tienen sino una cuota abstracta, ideal en el total de la comunidad, sin que
sus derechos se radiquen en ningún bien particular. La divergencia entre los autores se produce
cuando se trata de saber que derecho es el que tienen los comuneros sobre las cosas que forman
la indivisión. Para algunos sería un derecho sujeto a la condición suspensiva consistente en que
una vez partida la comunidad se le adjudicarán esos bienes. Para otros el derecho de cada
indivisario sobre los bienes que forman la comunidad sería un derecho de dominio sujeto a
condición resolutoria que, una vez liquidada la comunidad, no se le adjudiquen a él dichas
cosas. Por último, otros estiman que los comuneros no tienen sobre las cosas comunes, sino una
expectativa de que una vez terminada la comunidad se le entreguen algunas de las cosas en
pago de la cuota ideal que tenía en la propiedad indivisa.

b) La doctrina romana, más práctica que la anterior, estima que la comunidad otorga
a cada indivisario una cuota efectiva en cada una de las cosas que la forman. La doctrina
romana, se traduciría en una doble situación: primero, cada comunero tienen un derecho de
dominio sobre su cuota, derecho que es absoluto, perpetuo y exclusivo; y, segundo, en cuanto a
la cosa común existiría un derecho colectivo, apareciendo aquí, en forma clara, la copropiedad.
Respecto del ejercicio del dominio, cada comunero puede ejercer su derecho a veto, en torno a
las facultades de los otros comuneros del dominio en la cosa.

c) La doctrina germánica abandona la noción de propiedad exclusiva; adopta una


concepción colectivista o comunitaria, en la que predomina el derecho del grupo por sobre el del
individuo. Según ella, la comunidad es una propiedad colectiva, llamada también de “manos
juntas”, en la que el objeto pertenece a todos los comuneros considerados colectivamente como
un solo titular; de esta manera no se tiene derechos sobre cuota, todos tienen un derecho de goce

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sobre el objeto, cualitativamente igual, pero parcial, porque está limitado por el derecho de los
demás.

Nuestro Código Civil parece seguir la doctrina romana, con la dualidad de situaciones ya
vistas. Sobre su cuota cada comunero tiene un derecho absoluto, como se desprende de los
artículos 892, 1812 y 2417 del Código Civil, que autorizan al comunero, respectivamente, para
reivindicar, vender o hipotecar su cuota en forma absolutamente libre, sin necesidad del
consentimiento de los demás comuneros.
La materia relativa a derechos, obligaciones y responsabilidades de los comuneros, y
extinción de la comunidad, se regula fundamentalmente en el párrafo del cuasicontrato de
comunidad (artículos 2304 y siguientes).
Silenció el Código el importante tema de la administración de la cosa común,
probablemente por estimar a la comunidad como una situación transitoria, textos posteriores
han remediado es parte la deficiencia (Código de Procedimiento Civil artículos 651, 653, 654 y
655; en materia de frutos artículos 1338 N° 3, 2310 del Código Civil).
Importante mencionar en relación a la administración de la cosa común, es el derecho a
veto, éste constituye una notoria concreción de la doctrina romana y que, por lo mismo,
contribuye a distinguirla. Consiste en la facultad que cada comunero tiene de impedir las
actuaciones de los otros en la cosa común, y esto es simple, pues aquella doctrina postula que
cada comunero es dueño de su cuota, resulta que ninguno, ni la mayoría, puede adoptar
decisiones sobre la administración de la cosa común porque afectaría las cuotas ajenas.
La doctrina ha acudido a diversos mecanismos para sortear el inconveniente del ius
prohibendi (que impone la unanimidad); así se ha propuesto considerar que el comunero que
actúa lo hace como un agente oficioso de los demás. Más acogida ha logrado la denominada
doctrina del mandato tácito y recíproco, en virtud del cual entre los comuneros existe un mandato
que es tácito (no formulado expresamente) y que es recíproco (cada uno lo ha recibido de los
demás), con el cual cualquiera puede efectuar actos de administración de la cosa común. En
nuestro país, la existencia de este mandato este discutido.

4. Clases de indivisión

a) Según su origen o fuente. La comunidad puede derivar de un hecho, como


ocurre con la comunidad hereditaria, que nace con el hecho de la muerte del causante; de la
voluntad del titular, así ocurre por ejemplo cuando dos o más personas adquieren en común un
bien determinado, o un propietario enajena una cuota; de la ley, como en la medianería, las
servidumbres, la copropiedad inmobiliaria.

b) Según su duración. La comunidad puede ser temporal o perpetua. Las


comunidades temporales, que por regla general son indeterminadas en el tiempo, pueden tener
duración determinada en virtud del denominado “pacto de indivisión” el cual está sujeto a
limitaciones (artículo 1317).

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Las comunidades perpetuas las establece la ley, aunque en el fondo derivan más bien de
la naturaleza misma de las cosas (como es el caso de la comunidad que tiene lugar en la
copropiedad inmobiliaria, la medianería, etc.).

c) Según su funcionamiento. Pueden ser activas o pasivas. La frecuencia con que se


desarrollan en la actualidad comunidades que funcionan como patrimonios dinámicos, en
productiva actividad económica, ha permitido establecer esta distinción entre comunidades
activas y pasivas.
Las primeras constituyen una masa de bienes que funcionan desarrollando una
determinada actividad económica (como es el caso de la copropiedad de las naves, que en el
Derecho marítimo es regulada integralmente, o de muchas sucesiones hereditarias; en las que
hay un establecimiento comercial o industrial que continúa indiviso y en producción en manos
de los herederos). Las segundas no son más que un conjunto de bienes que está estáticamente
esperan la remoción de algún obstáculo para ser divididos entre los comuneros. De la lectura de
las normas del cuasicontrato de comunidad se colige que el Código tiene más bien la visión de
estas comunidades pasivas.

d) Según el objeto sobre el cual recaen. En este caso puede haber comunidad sobre
una universalidad o sobre una cosa singular.
La doctrina se ha dividido en cuanto a establecer el tipo de universalidades sobre las
cuales puede existir comunidad. Un sector, estima que la indivisión puede recaer tanto sobre
universalidades jurídicas18 como también sobre universalidades de hecho. Otra postura, señala
que sólo puede existir comunidad sobre las universalidades de hecho, dado que respecto de las
universalidades jurídicas o de derecho, no puede haber indivisión sobre el pasivo de la misma,
ya que éste se encuentra dividido por el solo ministerio de la ley (artículos 1354 y 2306).

Comunicabilidad entre la cuota y los bienes que conforman la universalidad

El problema de la determinación del tipo de universalidad sobre la cual puede existir


indivisión, se relaciona directamente una la clásica discusión: si existe o no comunicación entre la
cuota y los bienes que integran la universalidad.
Planteadas las teorías que intentan explicar la naturaleza jurídica de la comunidad, es
preciso señalar que la mayoría de la doctrina sostiene que el Código Civil chileno ha seguido la
teoría romana19. Sin embargo, es necesario precisar esta premisa en cuanto a los efectos de la
partición y en torno a la relación entre la cuota y los bienes de la universalidad.

18 El ejemplo clásico de indivisión sobre una universalidad jurídica es el caso de la herencia, artículo 2306, como
bien señala el profesor Daniel Peñailillo.
19 Cuyos postulados sostienen que cada comunero tiene una cuota-parte sobre la cosa en común.

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Efectos de la partición20. Para la teoría romana, la partición tiene efectos atributivos; esto
que el comunero es reputado dueño del bien adjudicado desde el día de la adjudicación.
Opuesto al efecto atributivo de la partición, aparece el efecto declarativo de la misma, que
consiste en que el comunero es considerado dueño del bien adjudicado desde el origen de la
comunidad, por una ficción legal, a través de un efecto retroactivo de la adjudicación.
De lo antes expuesto fluye una radical importancia en torno a optar por uno u otro efecto
atribuible a la adjudicación, en la medida en que se hayan realizado enajenaciones –en el sentido
amplio de la expresión- por alguno de los comuneros antes de la partición y posterior
adjudicación. Si se le confiere un efecto atributivo, el comunero que enajena algún bien común
antes de la adjudicación –en el supuesto que le sea posteriormente adjudicado; es decir su cuota
se individualice en dicho bien-, enajena cosa ajena, dado a que el dominio no se encontraba
radicado aun en su patrimonio21. Luego, si se le confiere un efecto declarativo, el comunero
enajena un bien propio, dado a que el dominio le es conferido desde el origen de la comunidad.
La solución del Código Civil es optar por el efecto declarativo de la adjudicación, como
se desprende del artículo 1344 del mismo cuerpo legal.

Comunicabilidad de la cuota. Dentro de la concepción romana, la cuota comunica su


carácter a los bienes que integran la comunidad, desde dos perspectivas. En primer término, se
establece que la cuota se imprime en cada uno de los bienes de la comunidad22. Luego, la
comunicabilidad implica que la naturaleza de la universalidad queda determinada por la
naturaleza de los bienes que la integran. La discusión doctrinara radica en establecer si la cuota
comunica su carácter a los bienes de la universalidad, toda vez que el Código Civil no se haya
pronunciado al respecto. Un sector doctrinario se inclina por la comunicabilidad, sosteniendo
sus postulados en la tradición de la concepción romana a la que adhiere el Código Civil.
Disposiciones fundantes de tal postura son los artículos 951 inciso 2º y 580. Suma a la postura
anterior, el hecho de que el efecto declarativo de la adjudicación que recoge el Código Civil, no
implica que nuestro legislador haya excluido los demás efectos de la teoría romana de la
comunidad. A fortiori, si se piensa que la partición no es la única fuente de terminación de la
comunidad23.
Por otra parte, el sector doctrinario dominante, señala que la comunicabilidad no se
produce, dado a que el legislador se separó de la doctrina romana, teniendo como principal
argumento el artículo 1909, respecto de la cesión del derecho real de herencia, el cedente sólo se
hace responsable de la calidad de heredero que detenta, mas no de la existencia de bienes
determinados, en virtud del principio de que lo cedido sea la universalidad,
independientemente de los bienes singulares que la conforman. Se puntualiza además, que

20 La partición es el conjunto de actos tendientes a distribuir los bienes comunes entre los comuneros, en
proporción a sus cuotas.
21 El problema del efecto atributivo de la adjudicación es la superposición de dominios que se originan a su
respecto.
22 El ejemplo que da el profesor Daniel Peñailillo, es que si en la comunidad existen un automóvil, una casa y
un fundo, cada comunero tiene una cuota en el automóvil, en la casa y en el fundo.
23 Lo anterior, porque si la comunidad se termina por la reunión de todas las cuotas en un comunero, no se
produce el efecto declarativo.

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nuestra legislación se opone al ya explicado efecto de la partición en la concepción romana: el


atributivo.

5. Término de la comunidad

De conformidad al artículo 2312 del Código Civil la comunidad termina por:

i. La reunión de las cuotas de todos los comuneros en una sola persona.


ii. La destrucción de la cosa común.
iii. La división del haber común.

El artículo 1317 del Código Civil autoriza a los comuneros a solicitar la partición, en
cualquier momento, es decir, nadie está obligado a permanecer en la indivisión. De ahí que la
acción de partición sea imprescriptible. Sin embargo, hay casos excepcionales en que no puede
hacerse uso de este derecho por las siguientes razones:

i. Cuando se ha pactado la indivisión por plazo, que no exceda de cinco años, renovables a
voluntad.
ii. En los casos de indivisión forzada, como el que existe en los lagos de dominio privado,
de las tumbas y mausoleos y en la propiedad horizontal.

6. Coposesión

La doctrina explica la naturaleza jurídica de la coposesión, de forma análoga a la de la


copropiedad, señalando que la coposesión es a la posesión, en los hechos, lo que la copropiedad
es a la propiedad en el derecho.
La coposesión puede ser conceptualizada como la tenencia de una cosa, por dos o más
personas, con ánimo de señor y dueño; aun cuando no todos los coposeedores detenten
materialmente la cosa.
Ejemplos de coposesión son los artículos 718 y 687 del Código Civil.

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DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DOMINIO


Y
LOS DEMÁS DERECHOS REALES

1. Concepto

Para la transferencia de bienes por acto entre vivos se han ido configurando diversos
sistemas. Con precedentes romanos en muchas legislaciones, entre ellas en la nuestra, para la
transferencia del dominio y demás derechos reales, y aun personales, se exige la concurrencia de
dos elementos jurídicos: un título y un modo de adquirir.
Titulo es el hecho o acto jurídico que sirve de antecedente para la adquisición del
dominio. Modo de adquirir es el hecho o acto jurídico que produce efectivamente la adquisición
del dominio24.
Con el solo título no se adquiere el dominio de las cosas: de él nace solamente un derecho
personal, el derecho de exigir que posteriormente se transfiera el dominio por el obligado,
mediante el correspondiente modo de adquirir.

El Código Civil sólo se limita a enumerarlos en el artículo 588 diciendo que son tales la
ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por causa de muerte y la prescripción. El
legislador olvidó enumerar un sexto modo de adquirir el dominio: la ley25.
La ocupación, definida en el artículo 606 del Código Civil, como aquel modo de adquirir
el dominio de las cosas que no pertenecen a nadie y cuya adquisición no es prohibida por las
leyes chilenas o por el derecho internacional. Este modo de adquirir, sólo se aplica a los bienes
muebles, ya que los inmuebles que carecen de dueño, pertenecen al Estado, con arreglo a lo
dispuesto en el artículo 590 del Código Civil.
La accesión, en conformidad con el artículo 643 del Código Civil, es un modo de adquirir
por el cual el dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella produce o de lo que se junta a ella.
Este modo de adquirir se aplica sólo a las cosas corporales, sean muebles o inmuebles.
La tradición, conforme lo dispuesto en el artículo 670 del Código Civil, es un modo de
adquirir el dominio de las cosas que consiste en la entrega que el dueño hace de ellas a otro,
habiendo, por una parte, la facultad e intención de transferir el dominio, y, por la otra, la
capacidad e intención de adquirirlo. La tradición se aplica como modo de adquirir el dominio u
otros derechos reales, sobre toda clase de bienes.
En la prescripción se extiende aún más la posibilidad de adquisición; en efecto, por
medio de ella se pueden adquirir no sólo las cosas corporales, bien sean muebles o inmuebles,
sino también las cosas incorporales, pero restringida a los derechos reales, con excepción de las

24 Es concepto es también aplicable a los demás derechos reales.


25 La ley es modo de adquirir, por ejemplo, en la expropiación por causa de utilidad pública; los inmuebles que
carecen de dueño que pertenecen al fisco (artículo 590); o en el caso de la sociedad conyugal que se hace dueña de los
frutos producidos por los bienes propios de los cónyuges. Otro ejemplo que se solía señalar era el caso del usufructo
legal del padre o del marido, sin embargo, la doctrina moderna sostiene que ese “usufructo” no es tal, sino que se
trata sólo de un derecho legal de goce.

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servidumbres discontinuas y de las continuas inaparentes, conforme al artículo 882 del Código
Civil.
Por último, por medio de la sucesión por causa de muerte se pueden adquirir no sólo las
cosas corporales e incorporales, sino también las universalidades jurídicas, específicamente el
derecho real de herencia. Excepcionalmente, por tradición también es posible adquirir este
derecho real.

Hasta aquí se ha hecho referencia, principalmente, a los modos de adquirir en relación


con la adquisición del dominio, pero mediante ellos también se pueden adquirir otros derechos
reales y derechos personales (o créditos).

La fuente de los derechos personales son las fuentes de las obligaciones (contrato,
cuasicontrato, delito, cuasidelito y la ley) y las fuentes de los derechos reales son los modos de
adquirir; pero también es posible la transferencia de un derecho personal ya existente, que
tendrá lugar a través de un modo de adquirir. Así, un acreedor, puede vender su crédito y en tal
caso tendrá que efectuar la tradición de ese derecho personal al que se lo ha comprado, el cual
entonces lo adquiere por dicho modo.

Se discute si pueden adquirirse o no derechos personales por prescripción, básicamente


porque se discute si pueden poseerse o no26.

2. Clasificación de los Modos de Adquirir

a) Originarios y derivativos
Son originarios aquellos que provocan el nacimiento de un derecho sin que haya relación
de causa a efecto con el antecesor, esto es, cuando el primer titular es la persona que adquiere la
cosa. Son modos de adquirir originarios la ocupación, la accesión y la prescripción.
En cambio, el modo de adquirir es derivativo cuando el dominio no nace
inmediatamente en el titular sino que hay traspaso de dominio, habiendo relación directa de
causa a efecto entre el antecesor y el sucesor. Tal sucede en la tradición y en la sucesión por
causa de muerte.

Tiene importancia práctica esta clasificación por cuanto si el modo de adquirir es


originario, para medir al alcance del derecho que se adquiere, basta con atender al titular y nada
más. Por el contrario, para ver el alcance del derecho que se tiene tratándose de un modo de
adquirir derivativo, hay que atender al derecho que tenía el otro dueño, porque nadie puede
transmitir o transferir más derechos que los que tiene.

26 La mayor parte de la doctrina postula a que los derechos personales no son susceptibles de adquirirse por
prescripción, dado a que no permiten la aprehensión material. Respecto de los derechos reales, la aprehensión o
elemento material recae sobre la cosa sobre la cual se ejercen.

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b) A título singular y a título universal


Son modos de adquirir a título singular aquellos que no permiten la adquisición de
universalidades jurídicas, sino únicamente de ciertos bienes de una persona o de una cuota de
ellos. La ocupación y la accesión son siempre a título singular. La sucesión por causa de muerte
puede ser a título singular, cuando se adquieren legados, y a título universal, tratándose de
herencias. La tradición y la prescripción, por regla general, son a título singular;
excepcionalmente, en el caso del derecho de herencia, pueden ser a título universal.

c) Por actos entre vivos y por causa de muerte.


Los primeros son aquellos en que opera el traspaso del dominio en vida de las personas
que intervienen en él, como sucede con la ocupación, accesión, tradición y prescripción. La
sucesión por causa de muerte, en cambio, requiere para que opere, la muerte del causante.

d) A título gratuito y a título oneroso.


En el modo de adquirir a título gratuito, el adquirente no hace sacrificio pecuniario
alguno. Este carácter lo tiene la ocupación, la accesión, la prescripción, la sucesión por causa de
muerte y la tradición en el caso de las donaciones. Es a título oneroso cuando al adquirente la
adquisición del dominio le significa un sacrificio pecuniario; en este caso se encuentra, por regla
general, la tradición.

3. El dominio sólo se puede adquirir por un modo

Es ésta una verdad indiscutible. En cambio, como lo señala el artículo 701 del Código
Civil, se puede poseer una cosa por varios títulos. Si bien se puede poseer una cosa por varios
títulos, el dominio se adquiere por uno solo y, en consecuencia, basta un modo de adquirir, no
pudiendo concurrir varios respecto de un mismo bien.

4. Título y modo de adquirir

Cuando opera la tradición se requiere también que haya un título translaticio de


dominio. Podría decirse que el título es la causa que habilita para adquirir el dominio, el
antecedente que viene a justificar el hecho material que ocasiona el nacimiento o el traspaso de
los derechos reales. Es el antecedente jurídico que sirve de causa y justificación para la
verificación de una transferencia de dominio27.

Además de exigirlo el artículo 703 del Código Civil, es indispensable que la tradición sea
acompañada por un título, dado a que en nuestra legislación; a la inversa de lo que sucede en

27 Lo anterior puede ser relacionado con la teoría de la causa; específicamente respecto de la causa eficiente que
comprende el título o antecedente jurídico de la obligación originada.

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Francia, de los contratos sólo nacen derechos personales, como fuentes de las obligaciones y
jamás derechos reales. En todo contrato, para que pueda cumplirse la obligación de transferir el
dominio, debe haber un modo de adquirir. En la tradición, por tanto, el título no se pide tanto
como un antecedente, sino más bien para cumplir la obligación personal que nace del contrato.

Se discute si los demás modos de adquirir requieren también de un título. Alessandri ha


extendido la exigencia del título a los demás modos de adquirir. Así, en el caso de la ocupación,
de la accesión y de la prescripción, éste título se confundiría con el modo de adquirir, y,
tratándose de la sucesión por causa de muerte, el título sería el testamento o la ley, según se
suceda por vía testada o intestada. La disposición del artículo 703 del Código Civil podría
producir confusiones en cuanto expresa que el justo título puede ser constitutivo o traslaticio de
dominio, y agrega que son constitutivos la ocupación, la accesión y la prescripción. Sin perjuicio
de lo anterior, la citada disposición, en realidad, se está refiriendo al justo título que se requiere
en el caso de la posesión regular, que no tiene nada que ver con el título antecedente de los
modos de adquirir. A mayor abundamiento, se esbozan una serie de argumentos para concluir
que el título sólo se requiere tratándose de la tradición y no de los demás modos de adquirir:

a) Porque en la sucesión por causa de muerte se puede suceder a una persona parte
intestada y parte testada. Si se aceptara la opinión de Alessandri llegaríamos al absurdo que se
podría adquirir en virtud de dos títulos, tesis que es rechazada generalmente.

b) Porque la doctrina que exige título en todo caso es incompleta, pues no se


pronuncia respecto a cuál sería el antecedente cuando la ley es el modo de adquirir.

c) Porque el artículo 588 del Código Civil sólo habla de modos de adquirir el
dominio y para nada de título, deduciéndose por tanto, que basta con la existencia del modo de
adquirir. Excepcionalmente el legislador, tratándose de la tradición, menciona y exige un título
traslaticio de dominio; en los demás modos de adquirir no se hace referencia alguna a los
títulos.

d) Finalmente porque, si en la ocupación, en la accesión y en la prescripción, el título


se confunde con el modo de adquirir, significa que aquel es inútil y no sirve sino para complicar
los conceptos.

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LA OCUPACIÓN

1. Concepto

a) Concepto doctrinario. La ocupación es un modo de adquirir el dominio de las


cosas que carecen de dueño, consistente en su aprehensión material con la intención de adquirir
la propiedad.

b) Concepto legal. Por la ocupación se adquiere el dominio de las cosas que no


pertenecen a nadie, y cuya adquisición no es prohibida por las leyes chilenas, o por el Derecho
Internacional (artículo 606).

La ocupación es este el modo de adquirir más antiguo y natural y, por lo mismo, más
independiente de una consagración legal; sin embargo, el Código le dedica minuciosas
disposiciones, para varias clases de objetos ocupables.

2. Elementos

Son dos: aprehensión material e intención de adquirir el dominio (precisamente por no


aparecer estos elementos en la definición legal, es criticable el concepto ya que sólo menciona los
bienes que pueden adquirirse por ocupación).
Ambos elementos, físico y síquico, deben concurrir copulativamente, De ahí que no es
posible que quienes carecen de voluntad, como los dementes y los infantes, puedan adquirir por
este modo (del artículo 723, inciso 2° se podría desprender que los impúberes que dejaron de ser
infantes serían hábiles para adquirir por ocupación) .
Se tiene entendido que la aprehensión material existe no sólo con el apoderamiento
físico, sino también cuando ya es inminente (como cuando el cazador avanza hacia la presa ya
herida por él). Pero deben concurrir suficientes elementos de hecho para establecer esa
inminencia con suficiente precisión (artículos 617 y 618).

3. Campo de aplicación

Funciona como modo de adquirir el dominio siempre que:

a) La cosa aprehendida carezca de dueño (artículo 606). Son las denominadas res
nullius. Puede tratarse de cosas que nunca han tenido propietario (como los llamados por el
Código animales bravíos), o que han tenido dueño pero dejaron de tenerlo (como los animales
domesticados que recobran su libertad natural), o que han sido abandonadas por su dueño al
primer ocupante (res derelictae).

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Establecida esta exigencia de cosa sin dueño, con lo prescrito en el artículo 590 resulta
que este modo de adquirir el dominio sólo se aplica a los bienes muebles.
Si la aprehensión con ánimo de adquirir la cosa para sí recae sobre una cosa que tiene
dueño, no operará la ocupación como modo de adquirir el dominio, pero permitirá al ocupante
entrar en posesión de la cosa, y podrá, después de un tiempo, adquirirla por prescripción. La
ocupación entonces funcionará como "título para poseer".

b) Que la adquisición no esté prohibida por las leyes o por el Derecho Internacional.
Este requisito es más bien un supuesto de toda actuación jurídica, pero se menciona para
recordar que en ciertas actividades (como la pesca, la caza, la guerra) en las que la ocupación es
aplicada ampliamente, surgen numerosas restricciones legales (anunciadas en el artículo 622).
Se suele agregar que, por falta del elemento aprehensión material, no es posible la
aplicación de este modo a los bienes incorporales, derechos, que sólo son abstracciones,
quedando limitado a las cosas corporales muebles; si se acepta la posibilidad de posesión de
tales bienes, podría quizás aceptarse la ocupación como modo de adquirir el dominio de ellos,
puesto que la ocupación implica, como la posesión, tenencia con ánimo de dueño.

4. Reglas particulares

En esta materia el Código Civil ofrece un variado conjunto de normas para especies de
distinta naturaleza:

a) Reglas para la ocupación de cosas animadas, que incluyen la caza y la pesca


(artículos 607 a 623);
b) Reglas para la ocupación de cosas inanimadas, que incluyen la invención o
hallazgo (artículo 624), las cosas abandonadas al primer ocupante (artículo 624), el
descubrimiento de un tesoro, que siendo una forma de hallazgo tiene normas particulares
(artículos 625 a 628 y 786) y la denominada captura bélica (artículo 640 a 642);
c) Reglas para la ocupación de especies al parecer perdidas y especies náufragas
(artículos 629 a 639).

LA ACCESIÓN

1. Concepto

El artículo 643 del Código Civil señala que “la accesión es un modo de adquirir por el cual el
dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella produce, o de lo que se junta a ella”.

La doctrina objeta la inclusión de la accesión entre los modos de adquirir, pues en la


accesión no se atiende a la voluntad del adquirente, voluntad que aparece como fundamental en

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los demás modos de adquirir; además, la accesión constituye generalmente una manifestación
del derecho de dominio, en su facultad de goce, lo cual es claro tratándose de la accesión de
frutos.

Del artículo 643 se desprenden las clases de accesión: de frutos y continua.

2. Accesión de frutos

También llamada “accesión discreta” o “accesión por producción”. En virtud de esta


accesión, el dueño de una cosa lo es también de lo que la cosa produce, lo que es lógico por
cuanto lo que una cosa produce forma un solo todo con ella y no hay más que una extensión
física del objeto de dominio.

2.1 Frutos y productos

Se entiende por fruto lo que una cosa da periódicamente y sin detrimento de su


substancia; es producto lo que una cosa da sin periodicidad o con detrimento de su estructura.

El Código Civil artículo 643) dispone que “los productos de las cosas son frutos...”. El
precepto confunde los términos, haciéndolos sinónimos; sin embargo, hay algunas otras
disposiciones que distinguen los dos conceptos, en el sentido antes descrito (por ejemplo los
artículos 537 y 784).

La distinción entre fruto y producto resulta de interés práctico pues hay textos legales, y
puede haber acuerdo entre particulares, por los que se conceden a alguien "los frutos" de un
determinado objeto.

Los frutos pueden ser naturales o civiles.

a) Frutos naturales. "Se llaman frutos naturales los que da la naturaleza, ayudada o
no de la industria humana" (artículo 644). Para un adecuado concepto de esta clase de frutos
debe recordarse la distinción doctrinaria entre fruto y producto ya analizada. En este sentido,
hay que tener presente que los frutos naturales (por ser frutos), deben
reunir los caracteres de periodicidad y conservación de la substancia de la cosa de la que
emanan.
Desde otro punto de vista, el precepto citado comprende a los frutos naturales
propiamente tales, que da la cosa espontáneamente, y a los denominados "frutos industriales",
que produce con la ayuda de la industria humana (como el
vino).
En cuanto al estado en que pueden encontrarse estos frutos naturales, el Código distingue
entre frutos pendientes, percibidos y consumidos (artículo 645). La distinción puede adquirir

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importancia cuando el propietario celebra negociaciones con terceros sobre la cosa que los
produce (también en la expropiación de predios rústicos, en que a la época de efectuarse hay
frutos pendientes cuyo dominio e indemnización pueden discutirse entre el expropiado y la
institución expropiante).

b) Frutos civiles. Fruto civil es la utilidad equivalente que el dueño de una cosa
obtiene al conferir a un tercero el uso y goce de ella. El Código no lo define; se limita a ofrecer
ejemplos (artículo 647), de los que se puede desprender la noción. La renta de arrendamiento es
el más típico de estos ejemplos.
En cuanto al estado en que pueden encontrarse estos frutos, el artículo 647 dispone que
se llaman pendientes mientras se deben, y percibidos, desde que se cobran (más bien debe
entenderse que están percibidos desde que efectivamente se pagan ).

El dominio de los frutos.

Los frutos de una cosa pertenecen a su dueño (artículos 646, 648 y 1816), y es así por la
facultad de goce que corresponde al propietario y porque, tratándose de frutos naturales, al
formar ellos un solo todo con la cosa que los da, quedan cubiertos por el dominio de ésta (y si el
fruto es separado, no hay razón para que la titularidad cambie), no siendo necesario recurrir al
concepto de “accesión”.
Como se indica en el mismo artículo 646, puede haber situaciones excepcionales en las que los
frutos no pertenezcan al dueño, ya sea por disposición de la ley o por voluntad del propietario.
Ejemplos de la primera posibilidad son los llamados usufructos legales –derecho legal de goce-,
el caso del poseedor de buena fe que hace suyos los frutos de la cosa que poseyó sin ser dueño.
De la segunda, cada vez que el dueño decida, así puede ocurrir que el dueño entregue la cosa a
un tercero para que éste obtenga gratuitamente los frutos que produzca. En los casos de
usufructo o, más claramente, de arrendamiento, debe advertirse que si bien es cierto que los
frutos naturales pertenecen a un tercero y no al dueño, éste está obteniendo una suma de dinero
en contraprestación, y entonces está siempre adquiriendo frutos, ahora civiles.

3. Accesión continua

Es la accesión propiamente tal (o "por incorporacion"); es la unión permanente de dos o


más cosas originariamente separadas, que pasan a formar un todo indivisible.
La unión puede ser obra de la naturaleza o del hombre.

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3.1 Tipos de accesión continua

A. Accesión de inmueble a inmueble. Las accesiones de suelo están reguladas en los


artículos 649 a 656. En esta forma de accesión, llamada también accesión natural, se pueden
distinguir las modalidades de:
a) Aluvión (artículos 649, 650 y 651).
b) Avulsión (artículo 652).
c) Mutación de álveo o cambio de cauce (artículos 654 y 655).
d) Formación de nueva isla (artículo 656)
El artículo 653 se refiere a una situación especial de "inundación" de un predio que, por
su contenido, se asemeja más al aluvión que a las otras formas de accesión: si las aguas se retiran
del predio dentro del término que el precepto indica , sólo se está en presencia de un caso de
interrupción natural de la posesión, como lo dispone el artículo 2502; si el retiro se produce
después de ese plazo, se siguen las reglas de la accesión para el dominio de los terrenos
descubiertos.

B. Accesión de mueble a mueble. Se origina cuando se unen dos cosas muebles


pertenecientes a distintos dueños (artículos 657 a 667). A través de estas reglas se soluciona el
problema principal que en estas situaciones se produce, para lo que se utiliza el principio
referido de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal. Al darle aplicación concreta el
Código va fijando criterios para la determinación de lo principal, que es el problema que
prácticamente se presenta: el valor (venal o de afección), la función, el volumen.
Con las reglas del Código y la nomenclatura de la doctrina se distinguen, como formas
en que puede presentarse esta accesión de mueble a mueble:
a) Adjunción (artículos 657 a 661);
b) Especificación (artículo 662). Peñailillo estima que es objetable considerarla como
una forma de accesión, pues no hay una unión de dos cosas, sino que simplemente la agregación
de trabajo a una materia prima, que la modifica;
c) Mezcla (artículo 663).

C. Accesión de mueble a inmueble. Es denominada también accesión industrial (artículos


668 y 669). En esta accesión los preceptos hacen referencia a las de edificación y plantación o
siembra que están, en todo caso, sometidas a las mismas reglas. Los problemas se plantean, y el
modo de adquirir accesión opera, cuando se construye, planta o siembra con materiales o
semillas que pertenecen a persona distinta del dueño del suelo.
Incorporados definitivamente los materiales al suelo o arraigadas las semillas, por cierto
sin la existencia de un pacto o vínculo contractual entre los participantes, el Código aplica una
vez más el principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal; y en esta materia, por su
orientación territorial, entiende que siempre el suelo es el elemento principal. El dueño del
predio adquiere por accesión lo edificado, plantado o sembrado.

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LA TRADICIÓN

1. GENERALIDADES

1.1 Conceptos generales

La tradición se configura a través de dos figuras, el tradente, que tiene la intención y


facultad de traspasar o transferir el dominio de una cosa determinada a otra, y la del adquirente,
que tiene, a su vez, la intención y capacidad28 de adquirirlo. Según la concepción del derecho
romano sobre los contratos, éstos no transfieren el dominio29; constituyen solamente el título o
antecedente que puede justificar la adquisición del dominio, y dicha adquisición se produce no
como efecto directo del contrato, sino que como efecto directo de la tradición, que es el modo de
adquirir. La entrega, junto a la connotación jurídica de transferencia de dominio es lo que
posiciona, en líneas esenciales, a la tradición como modo de adquirir.

Para la adquisición del dominio el Código Civil sigue la doctrina del derecho romano,
que distingue entre el contrato, por una parte, y el modo de adquirir, por otra30. Del contrato
nacen solamente derechos personales. El dominio se adquiere por el modo de adquirir, en este
caso, la tradición. El contrato es simplemente un antecedente, o título como lo denomina la ley,
que justifica la adquisición del dominio por la tradición.

Cabe considerar que toda tradición supone una entrega, a la cual se obliga, por lo
general, una de las partes que celebra un contrato que impone tal obligación. Pero no todos los
contratos que se celebran hacen nacer para una de las partes la obligación de entregar una cosa.
Sólo presentan este carácter los contratos translaticios de dominio, en virtud de los cuales una de
las partes asume la obligación de hacer la tradición con la significación jurídica de transferir el
dominio.

En materia de transferencia de dominio el Código Civil se aparta del derecho francés,


que arroga al mero contrato la aptitud de transferir dominio, y sigue, como se ha visto, la
doctrina del derecho romano que distingue claramente entre el modo de adquirir, por una parte,
y el título translaticio de dominio, por otra. La importancia de la tradición radica en que en
todos los contratos translaticios de dominio, en que se impone a una de las partes la obligación
de transferir el dominio, el deudor sólo puede cumplir su obligación efectuando la tradición de

28 El profesor Daniel Peñailillo, señala que el artículo 670, pareciera discriminar entre los requisitos exigidos al
tradente y al adquirente para hacer la tradición, por cuanto al primero se le exige la “facultad” de transferir el
dominio y al segundo la “capacidad” para adquirirlo. Sin perjuicio de lo anterior, el mencionado autor señala que, a
raíz del carácter de convención de la tradición, ambos deben ser plenamente capaces.
29 Denotado en doctrina, el efecto “real de los contratos”, consiste en la transferencia del dominio u otros
derechos reales que éstos producen por el mero perfeccionamiento de los mismos.
30 Lo anterior se contrapone al efecto de los contratos atribuido por el Código Civil Francés, en virtud del cual,
por el mero contrato, se transfiere el dominio, sin requerir la presencia de un título.

38
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la cosa. O sea, cada vez que la obligación de una persona consista en dar una cosa, con la
connotación jurídica que tiene la obligación de dar31, el deudor debe hacer la tradición.

1.2 Definición de la tradición

El artículo 670 del Código Civil dispone:


“La tradición es un modo de adquirir el dominio de las cosas y consiste en la entrega que el dueño
hace de ellas a otro, habiendo por una parte la facultad e intención de transferir el dominio, y por la otra la
capacidad e intención de adquirirlo.
Lo que se dice de dominio se extiende a todos los otros derechos reales”.

Cuando el Código Civil utiliza la palabra tradición, por lo general lo hace como sinónimo
de entrega, y no bajo la perspectiva de un modo de adquirir el dominio, lo que debe tenerse en
consideración para evitar equívocos. La tradición que permite la adquisición del dominio y que
es la definida por la ley, supone siempre la entrega de una cosa de manos del tradente al
adquirente; pero no toda entrega produce el efecto de la tradición como modo de adquirir el
dominio. Sólo la entrega que hace la parte que contrajo la obligación de dar, en virtud de un
título translaticio de dominio, constituye jurídicamente una tradición, operando la transferencia
del dominio si se cumplen los requisitos legales. También debe destacarse que por la tradición se
puede adquirir, no sólo el dominio, sino que también los demás derechos reales. Cabe
mencionar, finalmente, que también se pueden adquirir por tradición los derechos personales, lo
que permite apreciar el amplio alcance de la tradición como modo de adquirir, tanto cosas
corporales como incorporales, sin limitación alguna.

1.3 Naturaleza jurídica de la tradición

La tradición es un acto jurídico bilateral o convención, que requiere para que nazca a la
vida del derecho, de la manifestación de voluntad de dos partes: tradente y adquirente. La
primera, efectúa voluntariamente la entrega de la cosa y la segunda, voluntariamente, la recibe.
Cabe preguntarse cuál es la intención que persiguen las partes cuando celebran el acto jurídico
tradición, entendido como modo de adquirir el dominio.

Lo primero que cabe advertir es que la tradición no crea un derecho. Solamente opera
como un traspaso del derecho de dominio que ya existía, de manos del antiguo titular hacia uno
nuevo.

Bajo el esquema de la doctrina clásica, la tradición es una convención que persigue


modificar un derecho. Tal modificación resulta del hecho que la tradición produce como efecto
el cambio de titular del dominio, que antes era otra persona. El concepto de la tradición como

31
En la obligación de dar se comprende la de entregar.

39
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una convención que modifica un derecho ha sido objeto de críticas por un sector de la doctrina,
pues el mero cambio de la persona del titular no implica realmente una modificación del
derecho, pues éste sigue siendo el mismo. Por lo anterior algunos, teniendo presente que la
tradición no crea el derecho de dominio, que ya existía, y que tampoco lo modifica como tal,
estiman que el propósito perseguido con la convención es uno propio y específico: traspasar
dicho derecho.

Según se ha mencionado, para establecer la naturaleza jurídica de la tradición,


atendiendo al derecho de dominio que en virtud de ésta se adquiere y desechándose que la
tradición es un contrato, cabe concluir que es una convención que modifica un derecho o, si se
quiere, que opera el traspaso de un derecho.
Bajo este prisma la tradición es una convención por medio de la cual se extingue la
obligación de hacer la tradición que se había contraído en virtud de un título; debiendo
considerarse, según el esquema general de la doctrina clásica, como una convención que
extingue un derecho o que extingue una obligación.

En síntesis, podemos concluir que las partes que celebran la convención llamada
tradición, persiguen un doble propósito:

a) Mirada desde la perspectiva del dominio que se adquiere, las partes tienen la
intención de modificar el derecho de dominio radicado en un titular determinado, lo que se
logra cambiando la titularidad del dominio de una persona a otra.

b) Mirada desde la perspectiva de la obligación que ha contraído una persona de


hacer la tradición, las partes tienen intención de extinguir dicha obligación por la prestación de
lo que se debe; o lo que es lo mismo, pero desde el ángulo del acreedor, las partes tienen
intención de extinguir el derecho personal que había adquirido una persona para exigir que se le
haga tradición de una cosa.

1.4 Tradición como equivalente al pago

A raíz del carácter de convención extintiva, que se le arroga a la tradición, la doctrina ha


estimado que constituye un verdadero pago, resultando aplicables las normas que regulan el
mencionado modo de extinguir las obligaciones, a partir de los artículos 1568 del Código Civil.
Mucho se ha discutido en doctrina, el alcance del artículo 1575, en tanto señala que el
pago realizado por quien no es dueño de la cosa pagada, no es válida. Mientras que los artículos
682 y 683 del Código Civil, disponen que la tradición hecha por quien no es dueño, es válida.
El profesor Daniel Peñailillo señala que la tradición hecha por quien no es dueño de la
cosa tradida es válida en cuanto a tradición; esto es, produce el efecto típico de la misma (deja en
posesión al adquirente bajo la posibilidad de adquirir la cosa por prescripción), pero nulo en
cuanto al pago; por lo que habilita al acreedor para pedir la declaración de nulidad, debiendo
restituir lo recibido y nuevamente demandar el pago al deudor.

40
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1.5 Características de la tradición como modo de adquirir el dominio.

Los modos de adquirir el dominio pueden ser conceptualizados como los hechos
jurídicos a los cuales la ley atribuye la aptitud de hacer nacer el derecho real de dominio o de
operar su traspaso. La tradición, como uno de ellos, presenta las siguientes características:

a) La tradición es un modo de adquirir derivativo


Se aplica a la tradición el principio contenido en el aforismo de que nadie puede
transferir más derechos de los que tiene, como nadie puede adquirir más derechos de los que
tenía el anterior titular. Si una persona que alega ser dueña de una cosa por tradición se ve en la
necesidad de probar el dominio, deberá acreditar en primer lugar los hechos o supuestos de
hecho que la ley establece para este modo de adquirir, como sería probar que se le hizo entrega
de la cosa en virtud de un título translaticio, con la intención de transferir el dominio. Por ello, si
bien es suficiente para probar la tradición, no es suficiente para probar que la tradición le
transfirió el dominio, ya que para que se produzca este efecto es menester que la persona que le
hizo la tradición haya tenido la calidad de dueño de la cosa.

b) La tradición es un modo de adquirir entre vivos


Ello no obsta para que pueda convenirse que la tradición no transfiera el dominio
mientras no se produzca la muerte de una persona.

c) La tradición es un modo de adquirir a título gratuito o a título oneroso.


Se habla de tradición a título gratuito cuando el adquirente se obliga -por el título- a
desembolsar nada a cambio del bien que adquiere. Se habla, en cambio, de tradición a título
oneroso, cuando el adquirente ha quedado obligado por el título, a efectuar un desembolso
pecuniario a cambio de la cosa que adquiere.

d) La tradición es un modo de adquirir generalmente a título singular y


excepcionalmente título universal.
La tradición del derecho real de herencia, que tiene por objeto el patrimonio de una
persona difunta o una cuota del, constituye el caso de excepción en que la tradición es a título
universal.

1.6 Entrega y tradición

La doctrina diferencia claramente el significado jurídico de los términos entrega y


tradición, lo que ya advertían los romanos. En su acepción vulgar o corriente, la palabra entrega
significa poner en manos o en poder de otro una cosa, esto es, designa el acto por el cual una

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persona traspasa materialmente una cosa a manos de otra. La diferencia entre la simple o mera
entrega y la tradición radica en que la primera no permite que quien recibe la cosa adquiera el
dominio. Para saber cuándo estamos en presencia de un acto que constituye entrega y cuando
en frente de una tradición, se debe atender al título en virtud del cual se recibe la cosa, dado a
que hay títulos, como los contratos translaticios que establecen la obligación de hacer tradición y
permiten presumir la intención del tradente de transferir el dominio; y hay otros, en cambio, que
sólo consideran una simple o mera entrega que no permite presumir la intención de transferir el
dominio32.

El efecto que produce la tradición es muy distinto del que deriva de una simple entrega.
El que recibe una cosa porque se le hizo la tradición adquiere el dominio, siempre que el
tradente sea dueño y que la tradición cumpla los demás requisitos en post de la transferencia del
dominio. Y aunque el tradente no sea dueño, procediendo la tradición de un título translaticio,
la persona que recibe la cosa, adquiere su posesión. En cambio, el que recibe una cosa por la
simple o mera entrega y no por tradición, es obvio que no adquiere el dominio, pero tampoco
adquiere la posesión. Es un mero tenedor de la cosa que reconoce dominio ajeno. En doctrina, se
afirma como aforismo que toda tradición constituye una entrega pero no toda entrega constituye
una tradición. Se observa, asimismo en doctrina, que entre los términos entrega y tradición hay
una relación de género a especie; la entrega es el género y la tradición una especie de entrega
que conlleva la transferencia del dominio.

La distinción entre lo que jurídicamente constituye entrega y lo que constituye tradición


no aparece reflejada en el Código Civil con la precisión con que la formula la doctrina. Es
posible concluir que cuando el legislador utiliza la palabra tradición lo hace con la acepción
amplia que ésta tiene, en el sentido de entrega a otro de una cosa, pero téngase presente que la
tradición, entendida como entrega, puede en ciertos casos transferir el dominio. Es importante,
en consecuencia, advertir que en nuestro CC las palabras entrega y tradición son sinónimos, y
que cuando el Código Civil habla de tradición lo hace con la acepción de entrega, salvo cuando
se refiere específicamente a la tradición que transfiere el dominio. Por consiguiente, y dentro de
la terminología del Código Civil, la palabra genérica es tradición, y una especie de ella es la
tradición que trasfiere el dominio, sin perjuicio de que lo anterior no genere problemas de
interpretación ni consecuencias prácticas.

El profesor Daniel Peñailillo señala que entrega y tradición no son conceptos sinónimos,
aun cuando el Código Civil los confunda en varias disposiciones, entre las cuales destaca la
relación hecha en el artículo 670 del mismo cuerpo legal, en donde el legislador expresa que la
tradición consiste en la entrega33…. Sin perjuicio de lo anterior, no toda entrega comprende la
tradición de la cosa. La tradición sólo se perfecciona, cuando la entrega va acompañada de la
intención de transferir el dominio; lo que se manifiesta además, en el título traslaticio de
dominio.

32 Ejemplo de lo anterior es el contrato de arriendo y el comodato.


33 Otros preceptos legales en donde el legislador confunde los términos tradición y entrega, son los artículos
1824, 2196, 2174, entre otros.

42
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2. REQUISITOS DE LA TRADICIÓN

Los artículos 670 y siguientes del Código Civil señalan los requisitos que debe reunir la
tradición para que transfiera el dominio. Antes de entrar a su análisis nos parece necesario
considerar cuáles son los requisitos esenciales o indispensables para que el acto jurídico que el
legislador llama, en general, tradición, adquiera existencia jurídica, independientemente del
hecho que transfiera o no el dominio.

La existencia jurídica del acto llamado tradición supone la concurrencia de dos elementos
esenciales:
Primero, la presencia de dos parte, ya que la tradición es una convención y en tal calidad,
requiere la manifestación de voluntad de dos partes; y,
Segundo, el traspaso de una cosa de manos de una persona a otra. Dicho traspaso opera
como consecuencia de dos actos. El primero, el de la persona que pone la cosa en manos o en
poder de la otra; y, el segundo, el de la persona que recibe la cosa ya sea materialmente en sus
manos o de otra manera por la cual ésta quede en su poder.
Por lo tanto, es indispensable para la existencia de la tradición que la parte que tiene
derecho a exigirla reciba la cosa que la otra pone en su poder. No es suficiente que ésta última
manifieste su voluntad de hacer la entrega de la cosa si la persona a quien quiere traspasarla no
consiente en recibirla. Ello, a lo más, constituiría una oferta de entrega, pero no una tradición,
porque la tradición supone que una de las partes voluntariamente pone la cosa en manos de la
otra. Cumplidos estos requisitos, nace a la vida del derecho el acto jurídico llamado tradición.
Con su sola concurrencia la parte que recibe la cosa puede adquirir la mera tenencia de la
misma, pero no es suficiente para que la tradición transfiera el dominio.

Para que la tradición opere los efectos de modo de adquirir el dominio o para que haga
posible la transferencia del dominio, deben cumplirse los requisitos que establece la ley cuando
regula la tradición como modo de adquirir el dominio. Tales requisitos son los siguientes:

a) Existencia del tradente, por una parte, y del adquirente, por la otra.
b) Consentimiento de ambas partes
c) Entrega que de la cosa hace el tradente al adquirente, y que supone el
consentimiento de ambos.
d) Existencia de un título translaticio de dominio.

2.1 Existencia de un tradente y de un adquirente.

Lo que la ley requiere es que una de las partes tenga la calidad jurídica de tradente y que
la otra tenga la de adquirente. Para que la tradición transfiera el dominio la parte que entrega
tiene que tener la calidad jurídica de tradente y, la que recibe, la calidad de adquirente. La
calidad jurídica de tradente o de adquirente, se adquiere en la medida concurran los supuestos
de hechos que la ley exige para la producción del mencionado efecto. Así, la parte que entrega la

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cosa debida, será considerado tradente siempre y cuando haga la entrega, a través de alguna de
las formas de transferir el dominio que el legislador pone a disposición de las partes, en atención
de la naturaleza del bien tradido. Junto a lo anterior, debe anexarse la intención de transferir el
dominio34.

El inciso primero del artículo 671 del Código Civil expresa que se llama tradente a la
persona que, por la tradición, transfiere el dominio de la cosa entregada por él o a su nombre, de
lo que se desprende que no es suficiente que una de las partes entregue la cosa para que tenga la
calidad jurídica de tradente, sino que es indispensable para ello que por la tradición transfiera el
dominio de la cosa que entrega él, personal y directamente, u otra persona a su nombre como
representante legal o voluntario.

El mismo inciso primero del artículo 671 del Código Civil preceptúa que se llama
adquirente a la persona que por la tradición adquiere el dominio de la cosa recibida por él o a su
nombre. De lo anterior se desprende, a su vez, que no basta para tener la calidad jurídica de
adquirente, que se reciba la cosa que otro entrega sino que es necesario que la persona que
recibe la cosa personal o directamente o por intermedio de un representante legal o voluntario
que la recibe a su nombre, adquiera por la tradición el dominio.

El concepto legal de tradente y de adquirente se estructura sobre la base de que la


tradición transfiere el dominio, por una parte, y que se adquiera, por la otra. En estricto rigor,
no hay tradente si por la tradición la persona que entrega o a nombre de quien se entrega la cosa
no transfiere el dominio, como tampoco hay adquirente si por la tradición la persona que recibe
o a nombre de quien se recibe la cosa no adquiere el dominio. El artículo 671 del Código Civil
supone, en todo caso, que aún cuando no se den las calidades jurídicas de tradente y adquirente
existe el acto jurídico tradición, pues parte de la base que una parte entrega y la otra recibe,
independientemente del hecho que la tradición no transfiere el dominio, precisamente por faltar
el tradente o el adquirente.
De las premisas anteriores, es posible colegir, que aun cuando -prima facie-, las calidades
de tradente y adquirente existen en el marco legal de la tradición como modo de adquirir el
dominio, en términos fácticos se considera tradente y adquierente, a las partes de una
convención en virtud de la cual se entrega la cosa debida, concurriendo los demás requisitos
legales, si la entrega la hace quien no es dueño de la cosa; toda vez que deje al adquierente, no
como dueño, pero si como poseedor de la cosa tradida.

Tradente y adquirente, deben ser plenamente capaces35. Sin perjuicio de lo anterior, cabe
señalar que el tradente debe tener la facultad de disposición; esto es el poder de disposición que
importa idoneidad del sujeto para celebrar el acto de que se trata36.

34 Tanto en la tradición, como en la ocupación, y en la posesión –como hecho jurídico- el legislador requiere de
un elemento objetivo o material y de uno subjetivo, denominado animus. Se puede agregar otros ejemplos, como el
concepto de domicilio civil.
35 Considérese la prevención hecha con anterioridad respecto de la irrelevancia de los términos “facultad” y
“capacidad” que utiliza el Código Civil en el artículo 670.

44
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El artículo 671 del Código Civil revela que tanto el tradente como el adquirente pueden
concurrir personalmente a la tradición, o bien representados por una persona con poder de
representación. Lo anterior significa que se aplica a la tradición el principio general que permite
a las personas celebrar actos jurídicos por intermedio de representantes, produciéndose los
efectos de la representación señalados en el artículo 1448 del Código Civil.

El inciso tercero del artículo 671 del Código Civil presenta una particularidad en lo que
atañe a la representación, pues establece un caso de representación legal que se da en la
tradición: la del tradente en la enajenación que se hace como consecuencia de una venta forzada
por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta. En tal enajenación el juez tiene
la calidad de representante legal de la persona cuyo dominio se transfiere. En cuanto a la
voluntariedad requerida, tanto en la tradición, como en el contrato de venta, la doctrina ha
fundamentado la transferencia del dominio de la cosa subastada –aun cuando, claramente no
aparezca la voluntad del deudor o ejecutado, de hacer dueño al subastador-, en la denominada
garantía de prenda general, regulada en el artículo 2465 del Código Civil, ya que una persona al
contraer una obligación y al obligar a todos sus bienes al cumplimiento de la referida obligación,
consiente tácitamente en una eventual ejecución en su contra, para hacer pago al acreedor con el
producto del remate, de la obligación que no cumplió íntegramente en su oportunidad.

a) Intención en el tradente de transferir el dominio y en el adquirente de adquirirlo

Es necesario que las partes que celebren el acto lo hagan con una intención precisa: en el
tradente, transferir el dominio; en el adquirente, adquirirlo. Para que pueda configurarse esa
intención, será indispensable, en primer término, que la tradición tenga como antecedente un
título translaticio de dominio, pues sólo en éstos surge la obligación de realizar una tradición
que transfiera el dominio, tal cual dispone el artículo 675 CC: “Para que valga la tradición se
requiere un titulo traslaticio de dominio, como el de venta, permuta, donación, etc.”. En cambio, jamás
podrá presumirse esta intención si la entrega se fundamenta en un título de mera tenencia.
Tratándose de la tradición de las cosas corporales muebles, el artículo 684 del Código Civil exige
que la intención del tradente de transferir el dominio -no obstante sea posible presumirla del
título translaticio-, se exteriorice en forma expresa, por alguno de los medios que el citado
precepto legal establece, de modo tal que no pueda surgir duda en cuanto a que el tradente
quería transferir el dominio de la cosa que ha adquirido el adquirente.

b) Título y tradición

Para que valga la tradición, requiere de un título válido. De la relación o repercusión que
ha de tener un vicio en título en la validez de la tradición, como modo de adquirir el dominio, la
doctrina impartida por el profesor Daniel Peñailillo, distingue entre:

36 Peñailillo Arévalo, Daniel: “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales.”, editorial jurídica, año 2006,
Santiago. pp. 95.

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i) Tradición como un acto causado: Implica concebirla dentro de un marco en


donde el título influye directamente en la validez de la misma. El título es concebido como un
antecedente necesario de la tradición, por tanto, los vicios y vicisitudes que acaezcan en el título
importan consecuencias jurídicas respecto de la tradición37.
ii) Tradición como un acto abstracto: Significa concebir la tradición como una
convención independiente o autónoma del acto que le antecede. De allí, que esta concepción
postule a la producción de efectos de la tradición –transferir el dominio- sólo con la voluntad de
transferirlo. Los vicios o causales de ineficacia del título no influyen en la validez o eficacia
traslaticia de la tradición.
De la conjugación preceptiva que importan los artículos 676 y 677, se desprende que la
tradición es concebida en nuestra legislación como un acto causado, dado a que la primera
disposición citada dispone que para que valga la tradición debe estar precedida de un título y
que éste debe ser válido38. Sin perjuicio de lo anterior, la invalidez del título no priva a la
tradición de todo efecto jurídico, toda vez que, si bien, no transfiere el dominio, deja al
adquirente en posesión de la cosa tradida.

2.2 Consentimiento

La tradición es un acto jurídico bilateral, por tanto la intención del tradente debe estar
dirigida a realizar la tradición, con ánimo de transferir el dominio y la del adquirente dirigida a
adquirirlo.
El consentimiento de las partes debe recaer sobre el título, sobre la cosa tradida y sobre la
persona del adquirente.

a) Vicios del consentimiento en la tradición

Del carácter de acto jurídico de la tradición, se desprende que dicha convención debe
cumplir con todos los requisitos de existencia y validez de aquellos. Por tanto, los vicios de que
puede adolecer el consentimiento en la tradición se rigen por las reglas generales. Sin perjuicio
de lo anterior, el legislador establece algunas normas especiales en materia de tradición respecto
del error de que puede adolecer el consentimiento. El error puede recaer sobre:

i) La identidad de la especie. Este tipo de error se conforma con la segunda clase de


error contemplada en el artículo 1453 CC. Esto es, sobre la identidad de la cosa específica de que
se trata39.

37 Junto con los efectos de la nulidad –entre las partes y respecto de terceros-, el resto de las causales de
ineficacia afectan a la validez y la estabilidad de los efectos que produce la tradición, como son la resolución,
revocación, inexistencia, inoponibilidad, etc.)
38 Si no hay título o éste es inválido, la tradición es nula.
39 En el supuesto una de las partes entiende entregar una cosa, pero realmente se entrega otra.

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ii) Error sobre la identidad del adquirente. La tradición se asemeja al pago; en virtud
de la semejanza de dichas instituciones como convenciones extintivas de una obligación, se
establece que el error en la identidad del acreedor vicia el consentimiento.
Un sector de la doctrina estima que la razón por la cual el error en la persona del
adquirente vicia el consentimiento en la tradición, se debe a su carácter de intuito personae40. Sin
embargo, la doctrina mayoritaria señala que, aplicando las normas generales, la obligación de
efectuar la tradición –comprendiendo principalmente la entrega- sólo produce efectos respecto
del acreedor de la misma, no por su carácter de intuito personae, sino porque las obligaciones
sólo se extinguen respecto del acreedor y no respecto de quien no goza de dicha calidad.
La tradición puede realizarse personalmente, como también por representantes legales o
voluntarios (artículo 1448). Expresamente se desprende de los artículos 671, 672, 673, 674, 678
del Código Civil).
Artículo 674 “Para que sea válida la tradición en que intervienen mandatarios o representantes
legales, se requiere además que éstos obren dentro de los límites de su mandato o de su representación
legal.”
Artículo 678 “Si la tradición se hace por medio de mandatarios o representantes legales, el error
de éstos invalida la tradición”.

iii) Error en el título. El error en el título vicia la tradición. Lo anterior deriva del
carácter de causado de la mencionada institución.

b) El consentimiento en las enajenaciones forzadas

Conforme a las normas procesales si un deudor no paga lo que debe, puede el acreedor
embargarle bienes, rematarlos y pagarse con el producto del remate; entonces pueden surgir
dudas acerca de la legalidad de la tradición por la cual el subastador adquiere el objeto que se
adjudicó en el remate, ya que el deudor propietario está lejos de consentir en efectuar la
tradición.
Para tal situación se dispone que en esas ventas forzadas el juez es representante legal de
la persona cuyo dominio se transfiere. Así, el consentimiento es otorgado por el juez en su
nombre (artículo 671 inciso 3°).
Siendo una situación excepcional, para que esta representación legal proceda deben
darse las condiciones que determinadamente prescribe el precepto. Concretamente, debe
tratarse de ventas forzadas y no simplemente de ventas que de efectúan "por el ministerio de la
justicia" (como las que se hacen de bienes de ciertos incapaces).

40 Es la postura sostenida por el profesor Daniel Peñailillo.

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2.3 Entrega que de la cosa hace el tradente al adquirente, y que supone el consentimiento
de ambos.

Hemos señalado que la entrega es de la esencia de toda tradición y que naturalmente


supone la tradición que transfiere el dominio. Teniendo en consideración las diversas
disposiciones del Código Civil que se ocupan de la materia, es necesario formular algunas
distinciones para establecer la forma en que debe hacerse la entrega, en el entendido de que se
trate de una tradición que permita la adquisición del dominio:
a) Tradición de cosas corporales muebles o de derechos reales constituidos sobre
éstos.
b) Tradición de frutos o de cosas que forman parte de un predio.
c) Tradición de inmuebles o de derechos reales constituidos sobre éstos, con
excepción de las servidumbres.
d) Tradición de las servidumbres.
e) Tradición del derecho real de herencia.
f) Tradición de las minas.
g) Tradición de los derechos personales.
h) Tradición de los derechos litigiosos.

2.4 Título traslaticio de dominio

A este punto ya se ha hecho referencia al tratar la tradición como acto causado.

3. FORMAS DE HACER LA ENTREGA

3.1 Tradición de cosas corporales muebles o de derechos reales constituido sobre éstos.

La tradición real, en su expresión auténtica, se configura a través de la entrega real y


materia de la cosa tradida, cumpliéndose los demás requisitos legales. Es la denominada
tradición mano a mano.
En cuanto a las demás formas de efectuar la tradición de las cosas corporales muebles, un
sector de la doctrina señala que el Nº 1 del artículo 684 del Código Civil, constituye también
tradición real41. Por otra parte, los profesores Daniel Peñailillo y Barros Errázuriz, estiman que
todas las formas contenidas en el artículo 684 son formas simbólicas de tradición.

Tradición ficta. La tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal mueble debe
hacerla el tradente, entregando la cosa corporal mueble al adquirente, por alguno de los medios
señalados en el artículo 684 del Código Civil. Resulta obvio reiterar que toda entrega supone que
una persona traspasa a otra una cosa y que ésta la recibe, sea materialmente o de otra manera

41 A mayor abundamiento, algunos estiman que son constitutivos de tradición real los numerales 2 y 3 de la
citada disposición.

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que le permita incorporar la cosa bajo su poder o dominio. Si el título es translaticio de dominio
en relación con la cosa que debe entregarse, sólo cabe entenderse cumplida la obligación del
deudor, si el medio por el cual pone en manos o poder del acreedor la cosa mueble, permite a
éste la adquisición de la posesión. En cambio, si el título es de mera tenencia, la entrega debe
permitir a quien recibe la cosa, adquirir la nueva tenencia de la misma.

Analizaremos a continuación la enumeración del artículo 684 del Código Civil que
dispone:
La tradición de una cosa corporal mueble deberá hacerse significando una de las partes a
la otra que le transfiere el dominio y figurando esta transferencia por uno de los medios
siguientes:

1° Permitiendo el tradente al adquirente la aprehensión material de una cosa


presente.

Corresponde a lo que los romanos conocían con el nombre de tradición real, y consiste en
que el obligado a la tradición de una cosa que se encuentra delante o en presencia, tanto de éste
como de quien tiene derecho a exigirla, permite que el segundo la pueda coger o asir
materialmente, con el objeto de que la cosa quede en poder de este último. La tradición debe
entenderse verificada cuando el adquirente aprehende la cosa, es decir, realiza el acto de cogerla
o asirla materialmente, con la intención de hacerla suya. La entrega verificada mediante la
aprehensión material, aplicable a las cosas muebles que pueden tomarse fácilmente con las
manos, es, sin duda, la más corriente en la práctica. Normalmente, cuando se compra una cosa
que por su tamaño y peso permite tomarla con las manos, el vendedor va a pasar la cosa al
comprador o va a permitir que éste la tome directamente.

Si la tradición se verifica por el solo hecho de que el tradente haya permitido la


aprehensión de la cosa, la negativa del adquirente a tomarla o recibirla en sus manos sería
irrelevante. En cambio, si la tradición no se realiza sino cuando el adquirente recibe la cosa
porque la ha aprehendido materialmente, la negativa de éste impide estimar consumada la
entrega. Esta última tesis es la que nos parece jurídicamente correcta, por dos razones: primero,
porque parte de la base que no puede existir el acto jurídico entrega sin la aceptación o
recepción de la cosa por el adquirente; y, segundo, porque la tradición es un pago efectivo o
solución, esto es, la prestación de lo que debe el deudor, y si el acreedor se niega a recibirla se
deberá recurrir a una forma especial de pago que se llama pago por consignación, previsto en
los artículos 1598 y siguientes del Código Civil.

Esta forma de tradición requiere la presencia simultánea de tradente y adquirente.

2° Mostrándosela.
Esta especie de tradición, supone también, la presencia conjunta de tradente y
adquirente. Los romanos la conocían con el nombre de tradición de larga mano, consistente en

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que el obligado a hacer la tradición pone la cosa a la vista de la otra parte, con la intención de
que quede a disposición de ésta42, lo que el adquirente acepta. En esta forma de entrega hay una
suerte de aprehensión simbólica, resultante hecho de que a quien se muestra la cosa la mira
como suya, como si realmente la hubiera tomado o cogido materialmente

Nos encontramos en presencia de una tradición ficta, es decir, de una tradición que finge
la ley como consecuencia de la celebración de un contrato translaticio, en virtud de la cual, si
bien el adquirente no tiene materialmente la cosa en su poder, porque el tradente sólo se la ha
mostrado, adquiere de igual forma la posesión, porque se entiende que el tradente tiene la cosa a
nombre y en lugar del adquirente y que es un mero tenedor de la misma. Esta interpretación, si
bien jurídicamente posible, presenta el inconveniente de que el Código Civil se refiere
expresamente a las tradiciones fictas en el tercer número del artículo 684.

3° Entregando el tradente al adquirente las llaves del granero, almacén, cofre o lugar
en que esté guardada la cosa.
En el derecho romano se le denominaba tradición simbólica, y consiste en la entrega
material de las llaves del lugar en que está guardada la cosa que hace el tradente al adquirente,
quien las recibe. Hay un traspaso material de las llaves de manos del uno al otro. La entrega y
recepción de las llaves opera la transferencia del dominio, aunque no se haya entregado
materialmente la cosa que está guardada en el almacén, cofre o granero. Ello, porque las llaves
figuran, representan o simbolizan la cosa; y porque con la recepción de las llaves se incorpora la
cosa que éstas simbolizan al poder de dominación del adquirente, sin necesidad de tomar
materialmente su posesión.
Algún sector de la doctrina postula a que esta es una forma real de tradición, al permitir la
toma inmediata en posesión por parte del adquirente43.

4° Encargándose el uno de poner la cosa a disposición del otro en el lugar


convenido.
Era otra figura que el derecho romano consideraba como tradición simbólica, y consiste
en que el tradente se encarga de poner la cosa a disposición del adquirente en el lugar
convenido. Se discute si podría estimarse que se verificó la entrega y operó la transferencia del
dominio por el solo hecho de que el vendedor asuma la obligación. La respuesta afirmativa
equivale a supone que la tradición se realiza por el solo contrato en que las partes estipulan la
obligación, y más aún, aunque la cosa no llegue, en definitiva, a quedar en disposición del
comprador, lo que ocurrirá si el vendedor no cumple el encargo. El proyecto de 1853 requería
que el encargo fuese cumplido, o sea, que se pusiera realmente la cosa a disposición del
adquirente, requisito que fue posteriormente eliminado, lo que revela que el legislador lo
consideró innecesario.

42 “Por los ojos y la intención: occulis et affecti”.


43 Por cierto la entrega de las llaves debe ser real, no puede ser simbólica.

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El profesor Daniel Peñailillo, señala que se trataría de un verdadero mandato, en donde


el tradente se encarga de poner la cosa a disposición del adquirente. El profesor Claro Solar
estimaba que se verifica la entrega y opera la tradición una vez que se cumple cabalmente la
obligación convenida, porque sólo en ese momento puede estimarse que el adquirente recibe la
cosa y queda a su disposición. En tanto la eliminación de tal requisito se debe a que el legislador
lo consideró innecesario por encontrarse implícito, en la disposición, el cumplimiento del
encargo. No hay que olvidar que el artículo 684 del Código Civil no está referido directamente a
la forma o maneras de hacer la entrega, sino que a los medios por los cuales debe figurar la
intención del tradente de transferir el dominio, la que en este caso, se manifiesta por el
compromiso que asume el obligado a poner la cosa a disposición de la otra parte.

5° Por la venta, donación u otro título de enajenación conferido al que tiene la cosa
mueble como usufructuario, arrendatario, comodatario, depositario, o a cualquier otro título no
translaticio de dominio; y recíprocamente, por el mero contrato en que el dueño se constituye en
usufructuario, comodatario, arrendatario, etc.
Estas son las llamadas tradiciones fictas y que corresponden a lo que en derecho romano
se conocía con el nombre de tradición brevi manu y constitutum possessorium.

La tradición brevi manu consiste en suponer que el que tenía la cosa como mero tenedor,
sin ánimo de dueño, por el hecho de adquirir respecto de ella un título translaticio de dominio,
ha recibido la cosa misma, como si se le hubiese entregado corporalmente, permitiéndosele que
la tome por sí mismo, brevi manu, y suprimiéndose así, por lo tanto, el acto de restitución de la
tenencia de la cosa al propietario para que éste inmediatamente hiciera entrega material de ella
al adquirente que antes la había tenido en su poder en virtud de un título no translaticio de
dominio. En el quinto número del artículo 684 del Código Civil la ley finge una tradición porque
el adquirente de la cosa en virtud de la tradición ficta tiene de hecho la cosa bajo su señorío o
poder de disposición. Lo que ocurre es que la relación que se tenía sobre la cosa va a cambiar:
primero se tenía una relación de mera tenencia, que emana del título de mera tenencia; y
después se tiene una relación de dominio o de posesión, que se adquiere como consecuencia de
la tradición que finge la ley.

El constitutum possessorium consiste en que el dueño de una cosa mueble celebra en


relación con la misma un contrato translaticio de dominio, estipulándose en el mismo contrato
que el dueño se constituye usufructuario, comodatario, arrendatario, etc., o lo que es lo mismo,
que el dueño conserva la cosa en su poder, pero no a título de tal sino de mero tenedor. La ley
finge una tradición que en el hecho no se efectúa, entre el vendedor y el comprador, que habilita
a éste para adquirir el dominio y la posesión de la cosa. Si bien el adquirente de esta posesión
ficta no tiene materialmente la cosa, se da a su respecto el corpus como requisito de la posesión,
porque el poseedor puede tener la cosa por sí mismo o por otra persona que la tiene en lugar y a
nombre de aquel, y el tradente que conserva la cosa como mero tenedor la tiene a nombre y en
lugar del adquirente.

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Resulta conveniente reiterar, respecto de de las maneras de hacer la entrega en la


tradición que tiene por objeto una cosa corporal mueble, el principio general que hemos
comentado en relación con cada uno de los números del artículo 684 del Código Civil. La
entrega de las cosas muebles puede efectuarse por cualquier medio que permita al adquirente
entrar en posesión de la cosa, considerando que ésta supone como elemento esencial la tenencia
de la misma. Si en virtud de la entrega que hace una parte a la otra esta última incorpora la cosa
bajo su poder o dominio, en términos tales que la puede detentar con ánimo de señor y dueño,
debe estimarse que la entrega ha permitido la adquisición de la posesión y que se ha verificado
la tradición a que el tradente se encontraba obligado.

Luego, cabe recordar que el mero contrato translaticio no permite entrar en posesión de
la cosa porque falta la tradición, sin perjuicio de que sirva como título posesorio44.

3.2 Tradición de piedras, frutos pendientes u otras cosas que forman parte del predio-
muebles por anticipación.

El artículo 685 del Código Civil establece: “Cuando con permiso del dueño de un predio se
toman en él piedras, frutos pendientes u otras cosas que forman parte del predio, la tradición se verifica en
el momento de la separación de estos objetos.
Aquel a quien se debieren los frutos de una sementera, viña o plantío, podrá entrar a cogerlos,
fijándose el día y la hora de común acuerdo con el dueño”.

Existe armonía en cuanto a técnica legislativa entre las disposiciones contenidas en los
artículos 57145 y 685 antes citado.
No basta para que la tradición produzca efectos jurídicos perfectos, el hecho de la
separación, sino que por el contrato el legislador exige que la separación sea hecha con permiso
del dueño. Lo anterior, dice relación con la forma en que el tradente manifiesta la voluntad
dirigida a transferir el dominio de las cosas a las que se refiere el artículo 685; muebles por
anticipación.
Sin perjuicio de lo anterior, la tradición de los muebles por anticipación puede realizarse
a través de las formas mencionadas en el artículo 684. De lo anterior se desprende que el artículo
685, autoriza una forma simple de tradición de las mencionadas cosas, sin anular los principios
generales que rigen la tradición de las cosas muebles.
La importancia práctica de hacer la tradición de los muebles por anticipación a través de
alguna de las formas del artículo 684, y no por la autorizada en el artículo 685 del mismo cuerpo

44 Sin embargo, en el mutuo, que es un contrato real, y que también tiene la calidad de título translaticio de
dominio, la tradición de la cosa, indispensable para que el contrato se perfeccione, sirve, al mismo tiempo, para que el
mutuario entre en posesión de la misma
45 Artículo 571. “Los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos como las yerbas de un campo, la madera y
los frutos de los árboles, los animales de un vivar, se reputan muebles, aun antes de su separación, para el efecto de constituir u n
derecho sobre dichos productos o cosas a otra persona que el dueño.
Lo mismo se aplica a la tierra o arena del suelo, a los metales de una mina, y a las piedras de una cantera”.

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legal, radica en que, en virtud de la primera disposición, la tradición se entiende hecha por un
solo acto (mostrando un bosque, por ejemplo), mientras que a través de la segunda, la tradición
se efectúa en la medida se realiza la separación de las cosas tradidas.
El profesor Daniel Peñailillo, señala que el inciso 2º del artículo 685 establece una regla
de acceso a la propiedad ajena.

3.3 Tradición de los inmuebles y de los derechos reales constituidos en éstos

La tradición del dominio y de los otros derechos reales sobre bienes raíces, con la sola
excepción del derecho real de servidumbre, debe hacerse por la inscripción del título en el
Registro del CBR, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 686 del Código Civil.
La mencionada excepción, esto es, la tradición del derecho real de servidumbre, en
cuanto no se realiza a través de la inscripción del título en el Registro del CBR, presenta una
contra excepción, referida a la tradición de la servidumbre de alcantarillado en predios urbanos,
en donde se vuelve a la regla señalada en el artículo 686.

En consecuencia, la ley requiere inscripción para la tradición de los siguientes derechos


reales:
a) Dominio, cuando recae sobre bienes raíces.
b) Usufructo y uso, cuando recaen sobre bienes raíces.
c) Habitación.
d) Censo.
e) Hipoteca.

Algunos estiman errada la referencia que el artículo 686 del Código Civil hace a los
derechos reales de uso y habitación, toda vez que dichos derechos son intransferibles e
intransmisibles, por lo que tienen la característica de ser personalísimos, esto es, nacen y se
extinguen en un solo titular, de manera que mal podría suponerse, en consecuencia, la tradición
de uno de estos derechos reales, más todavía si la ley establece que su enajenación adolece de
objeto ilícito en el segundo número del artículo 1464 del Código Civil. Sin embargo dicha
interpretación resulta errada, dado a que el artículo 686 del Código Civil se aplica para la
constitución de un derecho de uso y habitación, que tiene como antecedente un contrato gratuito
u oneroso. Para que se adquiera el respectivo derecho es indispensable la tradición, la que se
efectúa por la inscripción.

Efectuada la inscripción en los casos que la ley la requiere, la ley finge que se ha
efectuado la entrega, con la connotación que tantas veces hemos mencionado, esto es, que una
parte entrega y la otra recibe. A mayor abundamiento, a través de la correspondiente inscripción
el adquirente entra en posesión del inmueble respecto del cual se hizo la tradición, aunque la
entrega material no se haya verificado.

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Sin embargo la inscripción, que es una entrega jurídica o ficta si se quiere, que, como
veíamos, permite entrar en posesión del derecho real de que se trata, no constituye el medio por
el cual el adquirente puede asumir la posesión material o, en su caso, tenencia del inmueble
sobre el cual se ejerce el derecho real. Sin embargo, las facultades que reconoce la ley para el
titular del dominio o para el poseedor del derecho de dominio, uso, goce y disposición de la
cosa, requieren para su ejercicio la posesión material del inmueble. De este modo, podemos
decir que el vendedor del inmueble tiene dos obligaciones conceptualmente diferentes: primero,
hacer la tradición del derecho real de dominio, obligación que se cumple con la inscripción; y,
segundo, hacer la entrega material del inmueble que permita su posesión material, la que se
cumple con el traspaso material del mismo, de manos del vendedor al comprador.

En doctrina, la obligación de hacer la tradición se llama obligación de dar; y la de hacerle


mero traspaso material de la cosa, obligación de entregar. El artículo 1548 del Código Civil
reconoce ambas obligaciones cuando señala que la obligación de dar contiene la de entregar. Lo
anterior cobra real importancia en el caso de la tradición e inscripción de inmuebles, en donde se
distingue claramente las obligación de realizar la tradición del bien raíz de la de entregar la cosa.
Sin embargo, hay casos en que el derecho real que se adquiere por la tradición no supone para
su ejercicio que el adquirente tenga la posesión o la mera tenencia de una cosa, por ejemplo, la
hipoteca.

3.3.1 Inscripciones a que da lugar la sucesión por causa de muerte

La inscripción conservatoria cumple básicamente la función de tradición de inmuebles (y


de derechos reales limitados sobre ellos); pero además cumple otras, como el mantenimiento de
la historia de la propiedad raíz y de publicidad de los actos sobre inmuebles. Para atender a
estas otras finalidades se ha exigido también la inscripción en mutaciones del dominio que se
producen por otros modos; así ocurre con las inscripciones que se exigen cuando se adquiere
por los modos de adquirir sucesión por causa de muerte y prescripción adquisitiva.
De varios preceptos del Código se desprende que la sucesión por causa de muerte es un
modo de adquirir el dominio, el cual opera por el solo fallecimiento del causante (artículos 588,
722, 955, 956, 1344).
Para la ordenación de la transmisión patrimonial y su reflejo en el Registro se establece
un procedimiento cuyo trámite básico es la denominada "posesión efectiva", que es una
resolución que declara a una persona heredera de otra que ha fallecido.
Esta materia ha sido objeto de una reforma al Código y a otros textos legales mediante
ley 19.903. Hasta entonces, la posesión efectiva se obtenía mediante un procedimiento judicial
no contencioso; sin embargo, a partir de dicha ley el procedimiento es, por regla general,
administrativo, llevándose a cabo ante el Servicio de Registro Civil e Identificación;
excepcionalmente continúa siendo judicial para las sucesiones testadas y las abiertas en el
extranjero.

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Si el heredero quiere disponer de un mueble hereditario, para ajustarse a la ley de impuesto


de herencias debe obtener posesión efectiva e inscribirla (artículo 25); por su parte el Código de
Procedimiento Civil, contempla el trámite aunque no haya inmuebles (artículo 883).
Para disponer de un inmueble hereditario, es necesario que el heredero obtenga la posesión
efectiva de la herencia y que practique las inscripciones que señala el artículo 688 del Código
Civil, y son:

a) La inscripción de la resolución de posesión efectiva. Dictada la resolución


administrativa, o ejecutoriada la resolución judicial, que concede la posesión efectiva y
practicadas otras diligencias (por ejemplo, pago de impuesto), el Director Regional del Registro
Civil, o el juez en su caso, ordena inscribir dicha resolución, respectivamente en el Registro
Nacional de Posesiones Efectivas o en el CBR.

b) La inscripción denominada “especial de herencia”, que se practica con el mérito de


la inscripción anterior. Consiste en inscribir cada inmueble hereditario a nombre del heredero o,
si hay dos o más a nombre de todos ellos; de este modo, los inmuebles que antes aparecían en el
Registro a nombre del causante, quedan ahora inscritos a nombre del o los herederos en
comunidad. Se practican tantas inscripciones de esta clase como inmuebles haya (una por cada
uno), en el Registro de Propiedad del CBR de la comuna o agrupación de comunas en que los
inmuebles se encuentren ubicados.
Con esta inscripción pueden los herederos disponer de consuno (todos conjuntamente)
de los inmuebles hereditarios.
Si sólo hay un he redero, aquí concluyen las actuaciones registrales.

c) Inscripción de la adjudicación. Por último, habiendo dos o más herederos, cuando


se efectúa la partición de la comunidad hereditaria, con el instrumento en que consta la partición
(según la forma como se efectúe) se practica la inscripción de la adjudicación, por la cual cada
inmueble, que hasta entonces estaba inscrito a nombre de los herederos, queda ahora inscrito a
nombre del respectivo heredero a quien se le adjudicó en dicha partición. Y desde ahora puede
disponer por sí solo del inmueble.

3.3.2 Sanción a la enajenación sin las inscripciones

La sanción aplicable a la enajenación de inmueble que se efectúa sin cumplir con las
inscripciones que exige el artículo 688 ha sido extensamente discutida.

a) En una ocasión se resolvió que el acto o título respectivo es nulo absolutamente,


sobre todo porque se infringen normas de organización del Registro, que son de orden público.
Luego se extendió esa sanción incluso a las enajenaciones forzadas efectuadas en un juicio
ejecutivo, lo cual pronto se enmendó, advirtiéndose que en tales situaciones no son los
"herederos" los que disponen del inmueble.

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b) Posteriormente, advirtiendo que el Código exige esas inscripciones para que se


pueda "disponer", lo que equivale a "enajenar", y recordando que la cosa se hace ajena al operar
el modo, se resolvió que es válido el contrato por el cual el heredero vende el inmueble sin
efectuar esas inscripciones, ya que con él aún no "dispone".

c) Después, otro fallo relacionó el artículo 688 con el 696, el cual prescribe que
mientras las indicadas en los textos que le preceden no se efectúen, “los títulos cuya inscripción
se prescribe en los artículos anteriores, no darán o transferirán la posesión efectiva del
respectivo derecho”, lo que implica afirmar que después se efectúan, se transfiere el respectivo
derecho; y esa solución destierra la posibilidad de nulidad absoluta del título, que no puede
sanearse por voluntad de las partes. Más tarde, se ha continuado insistiendo que la sanción por
disponerse de un inmueble sin esas inscripciones no es la nulidad, ni del título, ni de la
tradición, sino que es la que señala el artículo 696; mientras no se efectúan, no se da o transfiere
el respectivo derecho.

d) Como otra solución también se propone que conforme a las reglas de la nulidad
se puede llegar a la conclusión de que la sanción sería la nulidad relativa de la enajenación, lo
que trae los remedios de saneamiento por prescripción y confirmación de las partes; se trataría
de la omisión de requisitos establecidos en consideración a la “calidad” de heredero.

3.3.3 La inscripción en la prescripción

Los artículos 689 y 25413 del Código Civil y el artículo 52 del Reglamento requieren que
la sentencia que declara la prescripción adquisitiva se inscriba en el Registro del CBR. Siendo la
prescripción un modo de adquirir, es evidente que la inscripción no desempeña el rol de
tradición; funciona para mantener la historia de la propiedad raíz, dar publicidad y así hacer
oponible a terceros los efectos del fallo y, en general, obtener las ventajas de la posesión inscrita.

3.4 Tradición del derecho real de servidumbre

La tradición del derecho de servidumbre se rige por el artículo 698 del Código Civil que
exige para que se verifique escritura pública en que el tradente exprese constituir servidumbre y
el adquirente aceptarla, agregando la disposición que la escritura podrá ser la misma del acto o
contrato. En consecuencia, la tradición de un derecho de servidumbre no requiere inscripción,
aunque excepcionalmente la Ley sobre Constitución y Adquisición de la Servidumbre de
Alcantarillado en predios urbanos la exija.

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3.5 Tradición del derecho real de herencia

Los derechos sobre sucesión futura sólo pueden constituirse una vez abierta la sucesión,
so pena de adolecer de objeto ilícito si se vulnera la disposición contenida en el artículo 1463 del
Código Civil46.
El Código Civil no contiene ninguna disposición que señale como debe efectuarse la
tradición del derecho real de herencia. Como punto de partida, el artículo 686 no incluye al
derecho real de herencia entre aquellos para cuya tradición es necesaria la inscripción, ni aún
cuando la herencia comprenda bienes raíces. Este vacío legal determina la necesidad de
establecer el medio idóneo para hacer la tradición del derecho real de herencia, surgiendo cuatro
interpretaciones.

a) La primera, del profesor José Ramón Gutiérrez, distingue si entre los bienes
hereditarios existen o no inmuebles. Si hay uno o más inmuebles, la tradición del derecho real
de herencia requiere inscripción, pues ésta es la regla general tratándose de la tradición de
derechos reales que se ejercen sobre inmuebles.

b) La postura sustentada por el profesor Alejandro Guzmán Brito, se basa en la


caracterización de los bienes muebles realizada por el artículo 567 del Código Civil, esto es, que
pueden transportarse de un lugar a otro. De lo anterior, colige que la herencia tendría el carácter
de inmueble, dado a que no puede trasladarse de un lugar a otro, por tanto, la tradición de la
misma, debería realizarse a través de la inscripción en el Registro del CBR47.

c) Otra interpretación, postulada por el profesor Leopoldo Urrutia, considera que el


derecho real de herencia se ejerce sobre una universalidad distinta de los bienes que la
componen, por lo cual sería un derecho real sui generis, respecto del cual resulta inaplicable la
clasificación de mueble o inmueble, según sea la cosa sobre la que se ejercerse (artículo 580 del
Código Civil).

d) El profesor Ramón Domínguez Águila, adhiere a la solución generalmente


adoptada (tradición por alguna de las formas del 684), sin perjuicio de que utilice un
fundamento distinto. La tradición del derecho real de herencia se rige por la regla de los bienes
muebles, dado a que la contemplada para los bienes inmuebles es excepcional y debe aplicarse
restrictivamente.

La jurisprudencia se ha inclinado por la última interpretación y considera que la


tradición del derecho real de herencia no requiere de inscripción. Se ha resulto que no siendo la
herencia un derecho mueble ni inmueble, corresponde aplicar a su tradición el estatuto jurídico
general, que es el que regula la tradición de los muebles. En consecuencia, la tradición del

46 Sin perjuicio de lo anterior, en nuestra legislación se permite un pacto sobre sucesión futura; esto es, el pacto
de no disposición de la cuarta de mejoras, celebrado entre el causante y un legitimario, sólo en lo relativo a la
mencionada porción hereditaria.
47 GUZMAN BRITO, Alejandro: “Las cosas incorporales en la doctrina y en el derecho positivo”, 1999.

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derecho real de herencia deberá hacerse significando una de las partes a la otra que le transfiere
dicho derecho y aceptando ésta última su adquisición.
En la práctica, la tradición del derecho real de herencia suele hacerse por escritura
pública, en la que el tradente expresa ceder el derecho real de herencia y el adquirente acepta la
cesión, además, si hay inmuebles se practica la correspondiente inscripción.

3.6 Tradición de las minas

El inciso final del artículo 686 señala que se estará a lo dispuesto en el Código de Minería.

3.7 Tradición de los derechos personales

La tradición de los derechos personales que un individuo cede a otro se verifica por la
entrega del título48, hecha por el cedente al cesionario, conforme lo dispuesto en el artículo 699
del Código Civil. Cabe mencionar que la entrega del título, por una parte, y su recepción por la
otra, perfecciona la tradición de los derechos personales entre las partes. Sin embargo, para que
la cesión de un crédito produzca efectos contra el deudor o terceros, debe ser notificada por el
cesionario al deudor o aceptada por éste, conforme lo dispuesto en el artículo 1902 del Código
Civil.
La omisión de la referida notificación o aceptación, acarrean la inoponibilidad de la
cesión al deudor.
La doctrina ha debido precisar el sentido de la expresión “cesión” utilizada en el artículo
1901 del Código Civil. El profesor Daniel Peñailillo señala que debe ser entendida como
sinónimo de tradición y no como contrato de cesión.

3.8 Tradición de derechos litigiosos

El artículo 1911 dispone:


“Se cede un derecho litigioso cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la litis,
del que no se hace responsable el cedente.
Se entiende litigioso un derecho, para los efectos de los siguientes artículos, desde que se notifica
judicialmente una demanda”.

El profesor Daniel Peñailillo, expone la discusión respecto de la forma de efectuar la


tradición de los derechos litigiosos. Toma como primer punto de análisis, el hecho de que el
carácter de litigioso de un derecho, no lo releva del de personal o real. De lo anterior, expone
que si el derecho litigioso es real debe aplicarse la regla de la tradición de los derechos reales. A
la misma conclusión se llegaría respecto de los derechos litigiosos personales.

48 Entiéndase por título el instrumento en el que el crédito o derecho personal consta.

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El autor citado, descarta la postura anterior, en el entendido que lo cedido no es el


derecho real o personal en términos concretos, sino que por el contrario el objeto de la cesión es
siempre el evento incierto de la litis. De allí que la forma de realizar la tradición de los derechos
litigiosos sea mediante una manifestación de voluntad que el tradente haga en ese sentido. La
aceptación se configura a través de la actuación que el cesionario haga en el juicio, con
consentimiento expreso o tácito del cedente y conocimiento de las demás partes en el juicio,
operando la substitución de la posición del cedente por la del cesionario.

3.9 Tradición de cuotas

Los textos nacionales no disponen la forma de efectuar la tradición de la cuota de un


objeto.

a) Si se trata de una cuota en cosa singular (expresada en fracciones o porcentajes),


doctrina y jurisprudencia entienden que la cuota participa del carácter mueble o inmueble de la
cosa. Entonces, la tradición debe ser efectuada por cualquiera de las formas establecidas en los
artículos 684 y 686, respectivamente49.

b) Si se trata de una cuota en cosa universal, la respuesta es de controversia. En


primer lugar, deben tenerse presente una vez más las varias dificultades doctrinarias que han de
sortearse para llegar a la etapa de la tradición de la cuota de una universalidad. Hay discusión
sobre el concepto de universalidad y sobre los de universalidad jurídica y de hecho. Luego
aparece el desacuerdo sobre la posibilidad de que entre nosotros haya comunidad sobre
universalidad jurídica. Y, finalmente, surge el problema de la comunicación de la cuota en cosa
universal con los bienes contenidos en ella.
En resumen, un sector de la doctrina concibe perfectamente la comunidad en
universalidad jurídica y, negando la comunicación de la cuota y los bienes de que se compone,
entienden que la tradición se ha de efectuar por cualquier forma simbólica de las dispuestas en
el artículo 684, y no requiere de inscripción conservatoria aunque haya inmuebles en su
contenido. Estiman que se está en presencia de una abstracción, universalidad jurídica, que

49 Esta es la ocasión de hacer una referencia a la discutida y frecuente, "enajenación de cuota de una universalidad,
referida a un bien determinado". Durante el estado de indivisión (en comunidad hereditaria o de otro origen) el comunero
de una universalidad suele disponer de su cuota, pero referida a un bien de los que integran la comunidad (generalmente
un inmueble, que es el que más interesará al adquirente), dispone usualmente mediante una venta. En cuanto al título
puede señalarse que los efectos definitivos se establecerán al terminar la indivisión, sea por partición o por la reunión
de todas las cuotas en un solo sujeto (comunero o extraño). Desde luego, si se trata de venta y se llega a la partición,
habrá que distinguir si se le adjudica o no al enajenante la cosa cuya cuota enajenó (la situación es la misma sea que
enajene una cuota en cosa determinada o una cosa determinada en su integridad). También puede advertirse que, si
no se le adjudica, habrá venta de cosa ajena (artículo 1344) que es válida (artículo 1815). Por esos precarios efectos, en
suspenso hasta el término de la comunidad, la negociación no es aconsejable.
En otro sentido puede observarse que, en teoría, esta disposición de cuota en cosa determinada de una
universalidad armoniza mejor con la doctrina que sostiene la comunicación de la cuota con los bienes específicos, que
con la que la rechaza.

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escapa a la clasificación de bienes en muebles e inmuebles y, por lo tanto, para su tradición se


aplican las reglas generales.
Otros, han rechazado que haya comunidad en universalidades jurídicas, estimando que
sólo las puede haber en universalidades de hecho, además, son partidarios de la comunicación,
en consecuencia, la tradición se hará siguiendo la naturaleza de los bienes de que se compone la
universalidad de hecho, si tienes bienes muebles de acuerdo al artículo 684, y si tiene inmuebles
de acuerdo al artículo 686.

4. EFECTOS DE LA TRADICIÓN HECHA POR EL TRADENTE NO DUEÑO.

El requisito de que el tradente sea dueño se encuentra expresamente contemplado en la


definición de la tradición del artículo 670 del Código Civil y significa que para que la tradición
transfiera el dominio el tradente debe ser dueño de la cosa o del derecho real de que se trata.
Tratándose de otro derecho real que no sea el dominio, como es el usufructo, sólo la tradición
que haga el dueño de una cosa con el objeto de constituir un usufructo permite la adquisición de
ese derecho real por el usufructuario y sólo la tradición que haga el usufructuario dueño del
derecho de usufructo permite la transferencia del derecho de usufructo. Lo mismo puede decirse
en relación con los demás derechos reales. Como consecuencia de ser la tradición un modo de
adquirirle dominio derivativo, sólo transfiere el dominio si el tradente es dueño.

La ley señala los efectos de la tradición cuando el tradente no es el verdadero dueño de la


cosa que se entrega por él o a su nombre:

a) No se adquieren por medio de la tradición otros derechos que los transmisibles


del mismo tradente sobre la cosa entregada, conforme al artículo 687 del Código Civil. La misma
disposición agrega que si el tradente adquiere después el dominio se entenderá haberse éste
transferido desde el momento de la tradición (opera con efecto retroactivo).

b) No obstante carecer el tradente de la facultad de enajenar por no ser dueño, la


tradición hecha al adquirente impone un importante efecto: permite a éste adquirir la posesión
de la cosa o derecho real de que se trata y consecuencialmente, de acuerdo al artículo 683 del
Código Civil, el derecho de ganar por la prescripción el dominio de que el tradente carecía,
aunque el tradente no haya tenido ese derecho.

c) Por otra parte, si el tradente tenía algún derecho respecto de la cosa, como sería el
exigir el pago de las rentas de arrendamiento a la persona a la cual la tenía entregada en
arrendamiento, transfiere dicho derecho al adquirente.

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4.1 Retroactividad de la tradición

Si el tradente no era dueño de la cosa que ha entregado y posteriormente adquiere el


dominio de ella, la transferencia al adquirente se entiende producida desde el instante en que se
efectuó la tradición (artículo 682 inciso 2° en concordancia con el artículo 1819).
Artículo 682. “Si el tradente no es el verdadero dueño de la cosa que se entrega por él o a su
nombre, no se adquieren por medio de la tradición otros derechos que los transmisibles del mismo tradente
sobre la cosa entregada.
Pero si el tradente adquiere después el dominio, se entenderá haberse éste transferido desde el
momento de la tradición.”

5. CUMPLIMIENTO, EN CIERTOS CASOS, DE SOLEMNIDADES ESPECIALES PARA


LA ENAJENACIÓN.

De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 679 del Código Civil: “Si la ley exige
solemnidades especiales para la enajenación, no se transfiere el dominio sin ellas”. La ley exige, en
algunos casos determinados, solemnidades especiales para la enajenación. Así, generalmente en
atención a la particular calidad o estado de la persona del tradente y con el objeto de protegerlo,
la ley puede requerir solemnidades para la enajenación de los bienes de propiedad de éste, por
ejemplo, al artículo 255 del Código Civil que dice que tratándose de la enajenación de los bienes
raíces del hijo de familia y pupilo se requiere autorización previa del juez con conocimiento de
causa.

Las enajenaciones, o lo que es lo mismo, las tradiciones que se efectuaren sin cumplir las
solemnidades especiales que requiere la ley, podrán ser declaradas nulas, con lo que se entiende
que nunca operaron con el efecto de transferir el dominio. Nótese que la nulidad en este caso
afecta directamente al acto jurídico tradición, porque el vicio se advierte en éste y no como
ocurre en otros casos en que el vicio de nulidad existe en el título translaticio de dominio, con lo
cual la ineficacia de la tradición para transferir el dominio se produce como consecuencia de la
declaración de nulidad del título.

6. TRADICIÓN SUJETA A MODALIDADES

Más propiamente que la tradición, los efectos de ella pueden someterse a modalidades
(artículo 680). Y esta modificación de los efectos se establece en el título respectivo; de modo que
habrá que remitirse a él para conocer si hay o no modalidades.
Artículo 680. “La tradición puede transferir el dominio bajo condición suspensiva o resolutoria,
con tal que se exprese.
Verificada la entrega por el vendedor, se transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se
haya pagado el precio, a menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago, o hasta el
cumplimiento de una condición.”

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El artículo en análisis consagra la denomina da "cláusula de reserva de dominio". Como


su nombre lo indica, consiste en el pacto por el que el tradente mantiene el dominio de la cosa
tradida hasta el cumplimiento de una condición o un
plazo; por cierto, presenta una visible función de garantía.
Pero una situación especial es controvertida. El artículo 680 inciso 2° la permite
expresamente, con su efecto normal mantener el dominio en el tradente, cuando se pacta bajo la
condición de que se pague el precio; por los términos del precepto, se concluye que está referida
a la compraventa (sólo en ella hay precio). Pero el artículo 1874, regulando precisamente la
compraventa, dispone que la cláusula de reserva de dominio hasta la paga del precio no
producirá otro efecto que poder demandar el cumplimiento o la resolución del contrato; es decir,
ningún efecto especial.
Se ha sostenido que en la pugna debe prevalecer el artículo 1874 por ser de carácter
particular aplicable precisamente a la compraventa.
El argumento no es de valor decisivo por cuanto -como se ha advertido- no obstante su
ubicación el precepto del artículo 680 está dado para la compraventa. Con todo, parece
adecuado solucionar el conflicto a favor del artículo 1874, por las dificultades que puede traer
consigo la reserva de dominio, que podría establecerse con frecuencia en las compraventas con
pago a plazo, con la consiguiente confusión de propietarios, especialmente respecto de terceros;
además, reservándose el dominio, el vendedor podría gravar la cosa con derechos reales, que
afectarían al comprador a un luego de pagar todo el precio.

Puede someterse asimismo a una condición con efecto resolutorio para el adquirente (A
dona a B un automóvil y se lo entrega, estableciéndose en el acto de la donación que lo restituirá
si obtiene un título universitario). En esta situación se ha planteado la controversia de si el
artículo 680 se aplica también cuando opera la llamada condición resolutoria tácita (del artículo
1489). La dificultad, en definitiva, no me rece plantearse; es evidente que si al incumplirse una
obligación de las contenidas en el título se recurre al artículo 1489 y se obtiene por sentencia
judicial la resolución del contrato, por aplicación de los principios de la resolución quedará sin
efecto la tradición y debe restituirse lo que se recibió en virtud del título resuelto;
prescindiéndose del artículo 680, al resultado de la restitución igualmente se llega por los efectos
de la resolución.

Los efectos de la tradición también pueden someterse a un plazo (aun cuando no lo


expresa el artículo 680). Debe repetirse que tal modalidad y sus particularidades habrá que
buscarlas en el título. Con plazo suspensivo, la situación será poco común; debe observarse que
no se trata aquí de que la obligación de efectuar la tradición se postergue, sino que se conviene
que la tradición que ahora se efectúa comenzaría a producir sus efectos desde que llegue un
cierto día.
Se trata también de una tradición anticipada; vale lo dicho para la cláusula de reserva de
dominio. Tendrá lugar la tradición a plazo extintivo si se pacta que llegado cierto día se
extinguirá el dominio para el adquirente (aquí, como en el caso de una condición con efecto
resolutorio para el adquirente, puede configurarse un usufructo o un fideicomiso).

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LA POSESION

1. GENERALIDADES

La prescripción es un modo de adquirir las cosas ajenas por haberse poseído las cosas
durante cierto lapso de tiempo y concurriendo los demás requisitos legales.
Los requisitos para que opere la prescripción adquisitiva son:
a) Transcurso del tiempo y la inactividad del dueño;
b) Posesión

A continuación se analizará el elemento posesión.

1.1 Dominio, posesión y mera tenencia.

Como punto de partida se debe distinguir entre la concepción subjetiva y la visión


subjetiva para determinar los elementos que configuran la posesión como institución jurídica.

i) Concepción subjetiva. De orígenes romanos, postula que en la posesión concurren


copulativamente la tenencia material de la cosa o corpus y el ánimo de dueño o animus50.

ii) Concepción objetiva. Esta teoría, postula a la bastedad del elemento material o
corpus, dado a que el curpus sea omnicomprensivo en cierta medida de la intención de poseer.

iii) El código civil chileno define la posesión en el inciso 1º del artículo 700, en
términos subjetivos: “La posesión es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño,
sea que el dueño o el que se da por tal tenga la cosa por sí mismo, o por otra persona que la tenga en lugar
y a nombre de él”.
Del artículo 714 CC se desprende la distinción categórica entre mera tenencia y posesión.
La noción subjetiva imperante en nuestra legislación, trata al elemento subjetivo como la
conciencia de poseer o de tener la cosa para sí; esto es como dueño, a través de la realización de
una serie de actos que implica la mencionada calidad jurídica, en cuanto el ejercicio de los
atributos del dominio.

1.2 Naturaleza jurídica de la posesión v/s el dominio.

La doctrina mayoritaria considera a la posesión como un hecho y no como un derecho.


Sin perjuicio de los intentos conceptuales de atribuirle tal carácter. Dichas teorías postulan a la
posesión como un derecho, en los siguientes sentidos:

50 La configuración está presente a través del elemento material o corpus y el elemento intelectual que consiste
en tener la cosa como dueño.

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i) Derecho derecho a seguir poseyendo.


ii) Derecho como interés jurídicamente protegido.

El legislador chileno optó por concebir la posesión como un hecho, por tanto,
intransmisible51. Sin perjuicio de lo anterior, las tesis contrarias han intentado atenuar la firmeza
de la posesión hecho jurídico, a través de lo dispuesto en el artículo 2500 inciso 2º del Código
Civil. El profesor Daniel Peñailillo señala que la norma en comento, no trata de la
transmisibilidad de la posesión, sino que más bien de la continuidad de ésta entre el causante y
el heredero, una vez aceptada la herencia52.
Dentro de una correcta interpretación la posesión debe ser entendida como una situación
de hecho de la cual emanan consecuencias jurídicas y que es protegida por el derecho.
Las vinculaciones entre el dominio y la posesión pueden ser esbozadas dentro del
contexto de las facultades del dueño de una cosa sobre la misma. De esta manera, el dueño
ejerce sus facultades sobre la cosa objeto del derecho de propiedad, lo que acarrea el lógico
otorgamiento del derecho a poseer o ius possidendi53. En este orden de ideas dominio y posesión
aparecen conjugados –como situaciones de hecho y de derecho coetáneas-, sin embargo, la
posesión puede tener existencia con prescindencia del dominio, en los casos en que el poseedor
detenta la cosa con ánimo de señor y dueño, sin serlo realmente. Lo anterior da origen a lo que
los romanos denominaron ius possesionis, en virtud del cual el poseedor goza de una serie de
ventajas, en lo relativo a los frutos, a la protección de la posesión y en cuanto a la prescripción.

1.3 Ventajas del poseedor

a) Habilita para adquirir por prescripción, cumpliéndose los requisitos legales.


b) Otorga una presunción legal de dominio.
c) La posesión está protegida por las acciones posesorias.
d) En ciertas circunstancias puede dar origen a la propiedad de los frutos que
produce la cosa poseída.

1.4 Mera tenencia

La mera tenencia es la que se ejerce sobre una cosa, no como dueño, sino en lugar o a
nombre del dueño. El inciso final del artículo 714 del Código Civil agrega que existe mera
tenencia respecto del que tiene una cosa reconociendo dominio ajeno.
La trilogía comparativa de la extensión de los derechos sobre una cosa, comienza
posicionando al dominio en la cumbre, a la posesión en el medio y a la mera tenencia en el final
de la cadena.

51 Sólo pueden transferirse los derechos.


52 Antes de la aceptación posee la herencia yacente en nombre del heredero.
53 El profesor Daniel Peñailillo lo denomina como “una manifestación de la titularidad del dominio”.

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1.5 Interversión de la posesión

Es la transformación de la mera tenencia en posesión y de la posesión en mera tenencia.

Sólo la segunda de las instituciones referidas tiene acogida en nuestra legislación.

a) Mutación de la mera tenencia en posesión.

La tesis que postula la posibilidad de que la mera tenencia se mude en posesión ha sido
generalmente rechazada, dado a que el elemento central y distintivo de la mera tenencia es la
tenencia de una cosa reconociendo dominio ajeno. De allí que mientras subsista el elemento
subjetivo en virtud del cual existe un dominio ajeno que es reconocido por el tenedor, la
tenencia de la cosa no será jamás posesión (corpus + animus).
Algunos han pretendido que los artículos 716, 730 y 2510 permitirían la mutación de la
mera tenencia en posesión.
El primero de los artículos en comento señala: “El simple lapso de tiempo no muda la mera
tenencia en posesión; salvo el caso del artículo 2510, regla 3ª”.
De su lectura pareciera desprenderse que efectivamente la mera tenencia puede
transformarse en posesión en el caso del artículo 2510 regla 3ª. Sin embargo, esto no es así
porque esta norma exige que el mero tenedor haya poseído la cosa durante 10 años, entonces no
se puede ser mero tenedor y poseedor al mismo tiempo. ¿Cómo se explica la norma? Es muy
simple, alguien comenzó siendo mero tenedor, pero luego su ánimo mutó, cambió (el ánimo es
lo único que diferencia al poseedor del mero tenedor) y se transformó en poseedor, existiendo
por ende un cambio de conducta, por ejemplo, cuando uno pide un libro prestado y nunca lo
devuelve, al principio se reconoce el dominio ajeno, pero luego de un par de años uno se siente
dueño de él.
El artículo 730 inciso 1º del Código Civil expresa que la enajenación que el usurpador
realiza a nombre propio pone fin a la posesión anterior, pero no es el usurpador quien adquiere
la posesión de la cosa, sino que el tercero adquirente, por lo tanto, tampoco sería una mutación
de la mera tenencia en posesión.

b) Mutación de la posesión en mera tenencia

En términos generales el poseedor se transforma en mero tenedor cuando hace un


reconocimiento de propietario respecto del verdadero dueño de una cosa que detentaba con
ánimo de señor y dueño. Sin perjuicio de lo anterior, existe un caso en que expresamente el
legislador reconoce tal hipótesis; esto es, la constituto posesorio del artículo 684 Nº 5 del Código
Civil.

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1.6 Características de la mera tenencia

a) Absoluta. Se es mero tenedor respecto de todos. Como consecuencia de lo


anterior el mero tenedor no puede entablar acciones posesorias en contra del que lo ha
despojado de la tenencia.
b) Perpetua. La mera tenencia no se muda por su transmisión.
c) Indeleble. Del análisis de la interversión de la mera tenencia en posesión, se
desprende que nadie mejora su título.

2. LA POSESION

2.1 Concepto

El artículo 700 CC reza:


“La posesión es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño, sea que el dueño
o el que se da por tal tenga la cosa por sí mismo, o por otra persona que la tenga en lugar y a nombre de él.
El poseedor es reputado dueño, mientras otra persona no justifique serlo”.

2.2 Elementos de la posesión

i) Corpus: Tenencia de una cosa con posibilidad de disponer materialmente de


ella . Si una persona detenta una cosa, con prescindencia del ánimo de señor y dueño hay mera
54

tenencia y no posesión.
ii) Animus: Es la intención de actuar como dueño, y no sólo la convicción de serlo.
Lo anterior se manifiesta en el título posesorio.

2.3 Cosas susceptibles de posesión

El principio general es que todas las cosas son susceptibles de posesión, salvo aquellas
que la ley exceptúa expresamente. Sólo las cosas determinadas pueden ser objeto de posesión55.
La determinación de la cosa sobre la cual ha de recaer la posesión no implica la necesidad de
que se trate de una cosa singular, sino que por el contrario, también puede haber posesión sobre
una universalidad.
Luego, existen ciertas cosas que no son susceptibles de posesión.

54 Entiéndase como el elemento objetivo o material de la posesión.


55 Sin perjuicio de que sea perfectamente posible la posesión de 2 o más personas sobre una misma cosa
(coposesión,)

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i) Cosas corporales que no son susceptibles de posesión: cosas inapropiables56.


ii) Cosas incorporales. A raíz de la profundidad del debate, este punto se analizará
en el acápite siguiente.

2.3.1 Posesión de las cosas incorporales

La mayoría de la doctrina suele admitir la posesión de los derechos reales –sea por su
estrecha vinculación con la cosa sobre la cual se ejercen-, más no sobre los derechos personales,
dado a que no pueden ser aprehendidos.
Sin perjuicio de lo anterior el artículo 715 establece: “La posesión de las cosas incorporales es
susceptible de las mismas calidades o vicios que la posesión de una cosa corporal”. Por su parte, el
artículo 576 del mismo cuerpo legal expresa: “Las cosas incorporales son derechos reales o
personales”. La interpretación armónica de ambas normas, lleva necesariamente a concluir que
tanto derechos reales como personales, con cosas incorporales y por tanto, susceptibles de
posesión, sin distinción alguna.
El profesor Alfredo Errázuriz sostiene la postura antes señalada. Agrega al argumento
señalado57, aquel contenido en el inciso 2º del artículo 1576, que expresa: “El pago hecho de buena
fe a la persona que estaba entonces en posesión del crédito es válido, aunque después aparezca que el
crédito no le pertenecía”.
Otra norma que se refiere a la posesión de los créditos es el artículo 2456 inciso 3° que
dispone: “De la misma manera, si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse
esta transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho”.
Si bien es cierto en Roma no se admitía la posesión de los derechos, la jurisprudencia de
la época creó la institución de la cuasi-posesión; esto es, la posesión de las cosas incorporales.
Distinción que fue refundida en el Código Civil Francés, comprendiendo a ésta como a la
posesión de las cosas corporales. Finalmente, cabe agregar que si una persona se hace pasar por
mandatario de otra y cede un crédito de ésta a un tercero, dicho tercero puede ganar por
prescripción este crédito58.
Al iniciar el desarrollo del presente acápite se dejo establecido que la doctrina dominante
sostiene que los derechos personales no son susceptibles de posesión. Los argumentos que
esgrimen son los siguientes:

i) Sólo los derechos reales tienen el carácter de continuos; mientras que los derechos
personales se agotan en su ejercicio. De allí que sólo sea posible la posesión respecto de los
primeros.

56 Cosas comunes a todos los hombres, bienes nacionales de uso público (con la salvedad de las concesiones en
éste último caso).
57 El artículo 715 CC no distingue entre derechos reales y personales. En donde no distingue el legislador no le
es lícito distinguir al intérprete.
58 Argumento entregado por el profesor Rozas Vial.

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ii) El Mensaje del Código Civil señala textualmente: “El usufructuario no posee la cosa
fructuaria, es decir, no inviste ni real ni ostensiblemente el domino de ella; posee sólo el usufructo de ella,
que es un derecho real y por consiguiente susceptible de posesión.
Pero el arrendatario de una fina nada posee, no goza más que de una acción personal para la
conservación de los derechos que le ha conferido el contrato”. En este punto, la voluntad e intención
del autor del Código quedan de manifiesto, puesto que descarta de plano la posesión de un
derecho personal.

iii) Descartan que la referencia hecha por el artículo 1576 inciso 2º CC, sea a la
posesión del crédito o derecho personal, sino que más bien se refiere a la posesión del título o
materialidad del mismo.

iv) Si en nuestra ley hubiere posesión sobre los derechos personales, ella conduciría a
la prescripción adquisitiva. Sin embargo, el artículo 2498 dice expresamente que: “Se gana por
prescripción el dominio de los bienes corporales raíces o muebles, que están en el comercio humano, y se
han poseído con las condiciones legales. // Se gana de la misma manera los otros derechos reales que no
están especialmente exceptuados”.
No hay duda que esta regla distingue entre cosas corporales e incorporales, y al referirse
a estas últimas se limita a los derechos reales, excluyendo los derechos personales. De lo cual se
sigue que no puede haber posesión de los derechos de crédito porque si la hubiere sería inútil y
no conduciría a la prescripción, y no hay más posesiones inútiles que aquellas reguladas en la
ley (violenta y clandestina59.

3. TIPOS DE POSESIÓN

Se distingue, por un lado, entre posesión regular e irregular; y por otro, entre posesión
útil e inútil, siendo manifestaciones de esta última, la posesión violenta y la clandestina.
Algunos señalan que existe sólo una clasificación de la posesión: útil e inútil, y que la
posesión regular e irregular son subespecies de la posesión útil.

3.1 Posesión regular

Es conceptualizada por el inciso 2º del artículo 702 del Código Civil:


“Se llama posesión regular a la que procede de justo título y ha sido adquirida de buena fe; aunque
la buena fe no subsista después de adquirida la posesión. Se puede ser por consiguiente poseedor regular y
poseedor de mala fe; como viceversa el poseedor de buena fe puede ser poseedor irregular.
Si el título es traslaticio de dominio, es también necesaria la tradición”.

59 Es la opinión del profesor Pablo Rodríguez Grez (que sólo importa en la UDD – EMS-).

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De la redacción de la disposición transcrita se desprende que los elementos de la


posesión regular son:
a) Justo título
b) Buena fe al adquirir la posesión, y
c) Tradición, si el título es traslaticio de dominio.

a) Justo título

Para estos efectos entiéndase por título el hecho o acto en que se funda la posesión.

El Código Civil no define lo que es justo título, sino que sólo los enumera en el artículo
704, por lo que la doctrina ha llenado este vacío señalando que es justo título aquel que por su
naturaleza es apto para atribuir dominio y es real, auténtico y válido.

Las características del justo título son: auténtico, real y válido, en contraposición a lo que
el Código Civil considera títulos injustos (falsificado, nulo, etc.)

Los justos títulos pueden ser constitutivos o traslaticios de dominio.

i) Títulos constitutivos de dominio. Son aquellos que hacen nacer el dominio. Son
los llamados títulos originarios: prescripción, accesión y ocupación. Respecto de los
mencionados títulos, téngase presente que son calificados por el artículo 588 del Código Civil,
como modos de adquirir. Luego, el inciso 2º del artículo 703 del mismo cuerpo legal, les confiere
el carácter de títulos para poseer. Lo anterior, encuentra sustento en el hecho de que, por regla
general, dichos títulos confieren el dominio de la cosa, pero también puede ocurrir, que la
posesión no esté acompañada del dominio, por faltar a éste algún requisitos establecido por el
legislador. En el mencionado supuesto, sólo actuarán como títulos constitutivos de posesión60.

ii) Títulos traslaticios de dominio. Son aquellos que por su naturaleza sirven para
transferir el dominio.

Ambas categorías son consideradas por nuestro CC, como justos títulos61. Respecto de la
ocupación, el artículo 726, opera como sostén normativo, de éste modo de adquirir originario,
como título para poseer. Lo antes expuesto, ha sido fuertemente criticado por la doctrina
nacional, entre la cual destaca, el profesor Daniel Peñailillo. El mencionado autor, sostiene que
considerar a la ocupación como un título para poseer, es derecha y directamente, admitir la
prescindencia del título; dado a que el título debe ser entendido como justificación o sustento de
la posesión; lo que en el caso de la ocupación equivale a decir que: “poseo porque poseo”.

60 Ejemplo de lo antes expuesto, es el caso en que se ocupe un bien que tiene dueño. En tal situación, el
ocupante no quedará como dueño de la cosa, pero sí como poseedor.
61 Sin perjuicio de que exista al respecto, una discusión doctrinaria, en cuanto a determinar si la dualidad título
y modo, se requiere respecto de todos los modos de adquirir el dominio, o sólo respecto de la tradición.

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El título, considerado como antecedente de la posesión; debe ser justo, para que el
poseedor adquiera la cosa por prescripción adquisitiva ordinaria (5 años de posesión de
inmuebles; 2 años de posesión de los muebles, cumpliéndose los demás requisitos legales).

iii) Títulos no aptos para poseer o títulos declarativos de dominio. Pueden ser
definidos como aquellos que se limitan a reconocer o declarar una situación de dominio
preexistente. La disposición contenida en el artículo 703, hace referencia, además a aquellos
títulos que no habilitan para adquirir el dominio:
* Sentencias de adjudicación en juicios divisorios y actos legales de partición62.
* Sentencias judiciales sobre derechos litigiosos.
* Transacciones que se limitan a reconocer un derecho preexistente.
Sobre el primer título declarativo mencionado, cabe apuntar el arduo debate que ha
generado, la contraposición del artículo 703 -que le atribuye a la partición un efecto traslaticio de
dominio- y del artículo 1344 del mismo cuerpo legal –que le confiere el carácter de declarativo-.
La controversia puede ser dirimida, aceptando que la partición sólo tiene efecto traslaticio de
dominio, cuando la “adjudicación” se produce respecto de un tercero, y no respecto de uno de los
comuneros –en todo caso esta adjudicación a un tercero no es más que una compraventa-.

a.1) Títulos injustos

El artículo 704 enumera taxativamente los títulos que han de ser considerados injustos
para efectos posesorios.

1º El falsificado, esto es, no otorgado realmente por la persona que se pretende;

Por los términos de esta primera situación, no se comprende aquí la falta de veracidad,
de modo que si el título fue realmente otorgado por quienes aparecen, aunque sus declaraciones
no sean verdaderas es siempre justo.
La adulteración puede referirse a las personas que aparecen interviniendo, al funcionario
autorizante, a la substancia del acto. Literalmente la norma limita la falsificación a los sujetos,
pero parece natural, y también más armónico con el artículo 17, entenderla con la señalada
amplitud.
Cuando un instrumento incluye varios actos jurídicos independientes, la falsificación de
uno no justifica, necesariamente, dar por falsificados todos. Recuérdese que aquí se está tratando
la falsificación del título posesorio, es decir, del antecedente (substantivo) que explica o justifica
la posesión; por tanto, si ese antecedente consta junto a otros actos en el mismo instrumento y la
falsificación se refiere a alguno de esos otros, puede concluirse que aquél no está falsificado y,
por ende, que el título es justo. Incluso, así como existe la nulidad parcial para actos que pueden

62 Entiéndase por sentencia dictada en juicio divisorio a aquella emanada del juez partidor. Y por actos legales de
partición como la convención de partición celebrada por los comuneros.

70
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descomponerse en secciones independientes, en los que una parte puede adolecer de un vicio y
no el resto (como el testamento), así también podría ocurrir respecto de la falsificación.

2º El conferido por una persona en calidad de mandatario o representante legal


de otra sin serlo;

Se ha entendido que se incluye también aquí el título emanado de un representante, pero


que actúa extralimitándose en sus facultades. En otro sentido no distingue la ley, de modo que el
título es injusto sea que el que pasa por representante sepa que no lo es o crea serlo cuando
realmente no lo es, es decir, esté de buena O de mala fe. Si alguien vende una cosa ajena, pero
como propia, actuando por sí, el título es justo (no está incluido en el N° 2 del artículo 704; ni
tampoco en el N°3, porque el artículo 1815 dispone expresamente que la venta de cosa ajena es
válida), en tanto que si la vende como ajena, diciéndose representante del dueño, el título es
injusto.

3º El que adolece de un vicio de nulidad, como la enajenación que debiendo ser


autorizada por un representante legal o por decreto judicial, no lo ha sido; y

Si el título es nulo, es como si no hubiese título, según las expresiones de Pothier. Es


injusto, bien que la nulidad de que adolece sea absoluta o relativa; no se distingue; y si es
relativa, puede tener aplicación la confirmación (artículo 70563).
Un punto interesante aquí es determinar si es necesaria la declaración judicial de nulidad
para considerar injusto el título. La respuesta afirmativa se ve apoyada por el principio (entre
nosotros consagrado en reglas, como los artículos 1687 y 1689) de que la nulidad sólo produce
efectos una vez que ha sido declarada judicialmente; mientras ello no ocurre, el acto produce sus
efectos, teniéndose por válido. Sin embargo, esa postura tropieza con la nulidad relativa. Como
ella no puede ser alegada sino por aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes, podría
darse el caso que el interesado en que se tenga por injusto el título no tuviere la acción de
nulidad relativa.
Para sanear la dificultad se ha propuesto que se debe permitir a quien tenga interés en
que el título sea injusto, que invoque la nulidad relativa para el solo e recto de tenerse por
injusto, manteniéndose el acto respectivo como válido para los demás efectos legales, los cuales
se extinguirían sólo cuando se anule a petición de quien tenga la acción de nulidad. Aunque
algo artificiosa, la solución parece funcional64.

63 Artículo 705. La validación del título que en su principio fue nulo, efectuada por la ratificación, o por otro medio legal,
se retrotrae a la fecha en que fue conferido el título.
64 En contra, Luis Claro Solar, quien sostiene que la nulidad no requiere ser declarada. Es más, él señala que la
regla general es que el acto que adolece de un vicio de nulidad es válido y produce todos sus efectos mientras no haya
sido declarada, sin embargo, este principio tendría dos excepciones: el artículo 1470 N° 1 y el artículo 703 N° 3,
apoyándose en la redacción de ambas normas, la primera dice “las contraídas..”, y la segunda, “el que adolece de un
vicio de nulidad”.

71
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4º El meramente putativo, como el del heredero aparente que no es en realidad


heredero; el del legatario cuyo legado ha sido revocado por un acto testamentario posterior,
etc.
Sin embargo, al heredero putativo a quien por decreto judicial o resolución
administrativa se haya otorgado la posesión efectiva, servirá de justo título el decreto o
resolución; como al legatario putativo el correspondiente acto testamentario que haya sido
legalmente ejecutado.

El Código no ha definido lo que es título putativo. La doctrina suele conformarse con


entender por título putativo el que se invoca sin existir realmente. Pero debemos añadir alguna
mayor concreción. De la circunstancia de tratarse de un "título" y de los ejemplos que el texto
ofrece, desprendemos que es un título aparente; es decir, como todo título, es un antecedente
jurídico que por su naturaleza justifica posesión, pero que adolece de algún defecto que lo ha
dejado en el solo estado de apariencia. Como no es "realmente" un título, podría pretenderse que
en la nada hay también un título putativo. No es así. Debe existir un efectivo antecedente que
configure apariencia.

b) Buena fe posesoria

En términos generales la buena fe puede ser vislumbrada desde dos perspectivas:

i) Dentro de una noción subjetiva, la buena fe, puede ser entendida como la
convicción de actuar conforme a derecho.
ii) En un ámbito objetivo, la buena fe puede definirse como el comportamiento
conforme a la conducta media de un sujeto corriente y que es socialmente exigible a los
particulares.

Dentro del primer ámbito, la buena fe se aprecia en concreto. Respecto del segundo, se
aprecia en abstracto.
En materia posesoria, la buena fe está definida en el inciso 1º del artículo 706 CC, en
términos subjetivos: “La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios
legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio”.
La mencionada conciencia o convicción, puede adolecer de error. En este punto, el
legislador distingue entre error de hecho y de derecho. La disposición en comento, establece que
un justo error de hecho no es opuesto a la buena fe. Sin embargo, el error en un punto de
derecho constituye una presunción de mala fe que no admite prueba en contrario (presunción
de derecho).
La buena fe, como requisito de la posesión regular, es exigida al iniciar la posesión;
teniéndose por poseedor regular a aquel entre a poseer en buena fe, aun cuando posteriormente
la pierda. La buena fe se presume, salvo excepción legal. La mala fe debe probarse.

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c) Tradición. Presunción.

Junto al justo título y a la buena fe, la posesión regular requiere de la tradición cuando se
trata de un título traslaticio de dominio.
El inciso 4º del artículo 702 ha establecido una presunción de tradición. Sin perjuicio de
lo anterior, la doctrina ha sostenido que dicha presunción sólo se aplica a la posesión de los
bienes muebles.
Finalmente, cabe señalar que la posesión regular goza de las ventajas de poner al
poseedor en aptitud de adquirir la cosa por prescripción dentro de un menor transcurso de
tiempo (prescripción ordinaria). Asimismo, el poseedor regular dispone de la acción publiciana.

3.2 Posesión irregular

Es aquella que carece de uno o más requisitos de la posesión regular, según lo establecido en el
artículo 708 del Código Civil, sin perjuicio de que deban concurrir los elementos esenciales de la
posesión; corpus y animus.
En todo caso, hay un elemento que nunca puede faltar, y es la tradición cuando se invoca
un título translaticio de dominio, pues si no hubo tradición, el adquirente nunca adquiere la
posesión de la cosa tradida.

3.3 Posesión viciosa

Está constituida por la posesión violenta y la clandestina.

a) Posesión violenta. Es aquella que se adquiere por la fuerza (actual o inminente);


como también lo es aquella que se ejerce, apoderándose de la cosa, en ausencia del dueño, si al
volver éste, se le repele con violencia. Artículos 710, 711 y 712 CC.

b) Posesión clandestina. Es aquella que se ejerce ocultándola a los que tienen


derecho a oponerse a ella. Artículo 713 CC.
Se puede ser poseedor clandestino respecto de una persona, pero no respecto de las
otras.

3.4 Posesión útil e inútil

En doctrina se llama posesión útil, aquella que habilita para ganar el dominio por
prescripción, y posesión inútil a la que no sirve para lograr dicho objetivo. En Chile, la gran
mayoría de los autores coinciden en que el Código Civil no reconoce esta clasificación, pues toda
posesión, sea regular o irregular, e incluso las posesiones viciosas, permiten que se pueda
adquirir el dominio por prescripción. En nuestro concepto, la clasificación que distingue entre

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posesión útil e inútil encuentra asidero en el Código Civil, pues de diversas disposiciones se
desprende que no basta el mero hecho de la posesión para adquirir el dominio por prescripción
adquisitiva. No todo poseedor puede llegar a ser dueño por prescripción, de lo que se infiere
que la posesión, en este caso, será inútil. La posesión que no lleva a adquirir el dominio por
prescripción es aquella que no va aparejada del ejercicio de actos posesorios, es decir, de actos
positivos; de aquellos que sólo hubiera tenido derecho a ejecutar el dueño, y que para prescribir
debe necesariamente efectuar el poseedor sin pedir el consentimiento o autorización de aquél.
La mencionada interpretación se funda en un hecho indiscutible: que la prescripción
supone como elementos esenciales, por una parte, la inactividad e indiferencia del dueño; y, por
la otra, la actividad del prescribiente, lo que significa que el poseedor no puede limitarse a tener
la cosa en su poder con el ánimo de señor y dueño que presume la ley en el título posesorio, sino
que es indispensable que manifieste o exteriorice la voluntad o intención de dueño a través de la
ejecución de aquellos actos que sólo el dueño hubiere podido ejecutar.
Precisamente tales actos externos y ostensibles son los que permiten a quien puede
oponerse a la prescripción advertir o enterarse de que otra persona posee la cosa y revertir esta
situación.
En tal sentido, cabe señalar que la ejecución de actos posesorios es de la esencia de la
prescripción, siendo corroborado lo anterior, por lo dispuesto en el primer número del artículo
2502 del Código Civil que considera interrupción natural de la posesión, cuando sin haber
pasado la posesión a otras manos, se ha hecho imposible el ejercicio de actos posesorios. A
fortiori, si el poseedor no ejecuta actos posesorios, no exterioriza su ánimo, no tiene lugar la
institución de la prescripción, por lo que su posesión será inútil. Otro fundamento lo
encontramos en el artículo 894 del Código Civil que establece el tipo de acción reivindicatoria
que la doctrina llama acción publiciana: “Se concede la misma acción, aunque no se pruebe dominio, al
que ha perdido la posesión regular de la cosa, y se hallaba en el caso de poder ganarla por prescripción”.
De la citada disposición se infiere que, quien entabla esta especie de acción reivindicatoria debe
cumplir dos requisitos: haber sido poseedor regular de la cosa cuya posesión perdió; y haberse
encontrado en el caso de poderla ganar por prescripción. Este último requisito estaría
absolutamente demás si toda posesión y, con mayor razón la posesión regular, que por su
calidad es la que privilegia la ley, fuera útil, en el sentido que llevara a prescribir. Ello
comprueba que sólo el poseedor que ha ejercido actos posesorios se halla en el caso de poder
ganar el dominio por prescripción. Cabe hacer presente que la referencia al poseedor que se
halla en el caso de ganar el dominio por prescripción ha sido objeto de especial reflexión por la
doctrina nacional.

4. TRANSMISION, TRANSFERENCIA, AGREGACIÓN DE POSESIONES

4.1 Transmisión de la posesión

En el Derecho nacional parece haber acuerdo en concluir que, según nuestros textos, la
posesión no se transmite. Se trata de un hecho, por lo que no pasa del causante a su heredero.
Para tal conclusión se acude a varios preceptos del Código como el artículo 688, según el cual el

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heredero obtiene la posesión no del causante sino por gracia de la ley; el artículo 72265, que
implica la misma idea; el artículo 71766, cuyos términos son bastante categóricos (y amplios,
aplicables a la transferencia y a la transmisión) .

Pero no puede dejar de mencionarse lo dispuesto en los artículos 2500 inciso 2º67 y 91968,
que inducen a la transmisibilidad (muchos Códigos del siglo XX disponen expresamente que se
transmite a los herederos; con todo, la denominada transmisión debe ser entendida más bien con
referencia al "derecho a poseer", al ius possidendi, y aun a algunas ventajas de la posesión, del ius
possessionis).

4.2 Transferencia de la posesión

Se sostiene que la posesión no se transfiere por acto entre vivos; los artículos 717 y 2500
inciso 1° conducen a esa conclusión.
En todo caso, debe precisarse que lo dicho no se opone a la transferencia o transmisión
del derecho a la posesión (o ius possidendi); en los casos en que un tradente es dueño de la cosa
entregada, al transferir el dominio se transfiere, por lo mismo, el derecho a poseer.
Desde un punto de vista teórico, la posibilidad de transferencia y transmisión de la
posesión depende, en gran medida, de la naturaleza de la posesión concebida como hecho o
derecho.
Finalmente, la doctrina considera que la negación de la transmisión y transferencia de la
posesión contribuye al mejoramiento de los títulos de dominio, en cuanto evita que un sucesor
vea enturbiada su posesión, que puede haber adquirido legítimamente, con vicios existentes en
la de su antecesor. Y los beneficios que puede obtener sumando a la suya la posesión exenta de
vicios de su antecesor se pueden lograr con la facultativa agregación de posesiones.

4.3 Agregación de posesiones

El artículo 717 permite al poseedor agregar a la suya la posesión de su antecesor o


antecesores. La posibilidad es conocida con distintas denominaciones ("unión", "accesión",
"adjunción", "conjunción" de posesiones). Los artículos 920 y 2500 hacen también referencia a
esta situación.

65 Artículo 722. “La posesión de la herencia se adquiere desde el momento en que es deferida, aunque el heredero lo
ignore. // El que válidamente repudia una herencia se entiende no haberla poseído jamás”.
66 Artículo 717. “Sea que se suceda a título universal o singular, la posesión del sucesor, principia en él; a menos que
quiera añadir la de su antecesor a la suya; pero en tal caso se la apropia con sus calidades y vicios. // Podrá agregarse en los
mismos términos a la posesión propia la de una serie no interrumpida de antecesores.”
67 Artículo 2500 inciso 2°. “La posesión principiada por una persona difunta continúa en la herencia yacente, que se
entiende poseer a nombre del heredero.”
68 Artículo 919. “El heredero tiene y está sujeto a las mismas acciones posesorias que tendría y a que estaría sujeto su
autor, si viviese.”

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La agregación aparece como un factor que contribuye eficazmente a una mayor


aplicación de la prescripción para los poseedores que carecen del dominio y para el ejercicio de
las acciones posesorias, que exigen un plazo mínimo de posesión (artículo 920 inciso 4°).
Como está establecida tanto para el sucesor a título singular como para el sucesor a título
universal, el tema se vincula también con el problema de la transferencia y transmisión mortis
causa de la posesión, al que ya se ha hecho referencia.

4.3.1 Posesiones contiguas

Para que proceda la agregación es necesario que la posesión del poseedor que agrega sea
contigua con la anterior, y si son varias, todas ellas deben ser contiguas, sin solución de
continuidad; así se desprende de los términos del precepto (si una cosa ha sido poseída
sucesivamente por A, B, C y D, éste no podrá pretender agregar a la suya la posesión de C y la
de A, excluyendo la de B). Tampoco procederá la agregación si en la cadena de poseedores tuvo
lugar una interrupción de la posesión, ya natural, ya civil.
Por otra parte, como lo dispone el precepto, la agregación se efectúa con las calidades y
vicios. De modo que si a una posesión de buena calidad se agrega una defectuosa (por ejemplo,
de mala fe), ésta inficiona a aquélla; a la inversa, no por agregar una posesión exenta de defectos,
se va a purificar la defectuosa del poseedor que la agrega.
Se ha llegado a admitir que si alguien tiene una posesión defectuosa (por ejemplo, de
mala fe) y observa que la de su antecesor era regular y había completado el plazo de
prescripción ordinaria, puede "disociar" su posesión de la del antecesor y utilizar sólo la de éste,
alegando prescripción ordinaria basada en ella. En definitiva, en esa actitud se está admitiendo
al sucesor alegar la prescripción que (ya) podía invocar el antecesor; el fundamento es que si
bien (concebida como un hecho) la posesión no se transfiere ni se transmite, sí pueden
traspasarse las facultades o prerrogativas que tenía el antecesor (el ius posessionis).
Como la generalidad de los textos positivos que contemplan la agregación se refieren a
un sucesor que lo sea a cualquier título respecto de un antecesor (como ocurre con nuestros
artículos 717 y 2500), se rechaza la posibilidad de que el ladrón o el usurpador pudieren agregar
posesiones; no son sucesores por algún título (la han obtenido por un mero hecho); más aun, no
son "sucesores".

5. ADQUISICIÓN, CONSERVACIÓN Y PÉRDIDA DE LA POSESIÓN.

5.1 Capacidad para adquirir la posesión

a) Bienes muebles

La posesión de los bienes muebles puede ser adquirida por toda persona, salvo por los
dementes e infantes (artículo 723 del Código Civil). Lo anterior por la imposibilidad de que

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concurra en elemento subjetivo de la posesión; esto es, el animus, dado a que los dementes y los
infantes carecen de voluntad69.
Las personas capaces y aquellos incapaces –que no sean dementes o infantes- pueden
adquirir la posesión de los bienes muebles, sin autorización alguna. Pero los incapaces,
impúberes no infantes, interdictos por disipación, menores adultos y sordos o sordos mudos que
no puedan darse a entender claramente, pueden adquirir la posesión, pero no pueden ejercer
derechos posesorios sin la autorización de quien sea competente, según dispone el inciso 1º del
artículo 723.

b) Bienes inmuebles.

Se aplican las reglas generales. Esto es; los incapaces relativos pueden adquirir la
posesión y ejercer actos posesorios sólo a través de sus representantes o autorizados por ellos.

5.2 Posesión de los bienes muebles

a) Adquisición de la posesión de bienes muebles.

Como toda posesión deben concurrir corpus y animus. El corpus se adquiere a través de
cualquiera de las formas del artículo 684.

b) Conservación de la posesión de los bienes muebles.

Al respecto es posible distinguir dos matices. Primero, conserva la posesión quien


mantiene el corpus y el animus. Luego, conserva también la posesión de los bienes muebles,
quien mantiene el animus aun cuando no tenga el corpus. En ejemplo clarificador de lo anterior
es el arriendo70, en virtud del cual el dueño de una cosa –conservando el animus- cede la
tenencia material de la cosa, sin importar cuán extenso sea el periodo de tiempo en que otra
persona la detenta en calidad de mero tenedor; no produce la perdida de la posesión.
Por otra parte, en cuanto al elemento subjetivo de la posesión, cabe señalar que es posible
que se pierda temporalmente, sin que prive al titular de la posesión. El profesor Daniel
Peñailillo, explica lo anterior a través del ejemplo del demente –que no pierde el animus, por
tanto conserva la posesión, en el estado temporal de demencia- y del periodo del sueño.

69 Esta incapacidad se reitera en materia de responsabilidad extracontractual, en donde no son capaces de


delito o cuasidelito civil los dementes y los menores de 7 años (se agrega la incapacidad de los mayores de 7 y
menores de 16 años que han sido declarados sin discernimiento).
70 Se puede agregar, además, el comodato.

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c) Perdida de la posesión de bienes muebles.

La posesión se pierde, cuando dejan de concurrir corpus y animus. Lo antes dicho


amerita ciertas explicaciones.

i) La enajenación implica la pérdida de corpus y animus.

ii) Se pierde corpus y animos, de igual forma, en el caso del titular del derecho de
propiedad sobre una cosa corporal mueble que es abandonada al primer ocupante.

iii) Corpus y animus pueden perderse aisladamente, subsistiendo el otro. Así se


pierde el corpus en el caso del artículo 726, como también, cuando el poseedor se encuentra
imposibilitado de ejercer actos posesorios71. Finalmente, se pierde el animus manteniéndose el
curpus, cuando el poseedor detenta la cosa sin ánimo de señor y dueño, como es el caso de la
constituto posesorio.
Artículo 726. “Se deja de poseer una cosa desde que otro se apodera de ella con ánimo de hacerla
suya; menos en los casos que las leyes expresamente exceptúan”.
Recalcamos la importancia de la correcta lectura de la disposición contenida en el
artículo 730 inciso 1°, en la medida en que el mero tenedor que usurpa la cosa sobre la cual recae
su tenencia, no hace perder la posesión al verdadero poseedor72, salvo que la enajene a su propio
nombre a un tercero a un tercero.

5.3 Posesión de los bienes inmuebles

Como bien señala el profesor Daniel Peñailillo, en materia de posesión de inmuebles se


contraponen dos posturas:

a) La posesión de esta clase de bienes debe regirse por el concepto legal de posesión
entregado por el artículo 700, esto es, la tenencia del corpus más el animus.
b) La posesión de los inmuebles requiere de la inscripción conservatoria. De
aceptarse esta tesis, se llegaría a la conclusión de que los inmuebles no inscritos no estarían en
posesión de sus titulares.

Lo anterior lleva, forzadamente, a distinguir entre inmuebles inscritos e inmuebles


inscritos.

71 Ejemplos: artículo 619 y 608 inciso 2º.


72 El distinto tratamiento de los artículos 726 y 730, se debe al abuso de confianza o ánimo de aprovechamiento
a la que alude el artículo 730.

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5.3.1 Inmuebles no inscritos

a) Adquisición de la posesión de inmuebles no inscritos.

Se debe distinguir cuál es el título que se invoca.

a.1) Títulos constitutivos de dominio.

i) Ocupación. En doctrina se ha originado una diferencia terminológica. Hay


autores que formulan una distinción entre ocupación y lo que denominan "simple apoderamiento
material". Descartan la aplicación de la ocupación para adquirir posesión de inmuebles por lo
dispuesto en el artículo 59073, ya que como todo inmueble tiene dueño la ocupación queda
restringida sólo a los muebles; y luego admiten que se puede adquirir la posesión de inmuebles
por simple apoderamiento material, sosteniendo que si el inmueble no está inscrito, no es
necesaria inscripción.
Al profesor Peñailillo no le parece justificada la distinción, pues se está en presencia de
la situación en que el sujeto simplemente "se instala" en el inmueble, lo ocupa.
No obstante lo anterior, dicho profesor llega a la misma conclusión: si el poseedor invoca
un título constitutivo de dominio, como la ocupación, no es necesaria inscripción para dejar al
ocupante como poseedor (la inscripción se requiere sólo para los inmuebles inscritos). De esta
manera, el ocupante de un inmueble no inscrito, no adquiere nunca el dominio per se, sino que
adquiere la posesión de la cosa. Pero la posesión que adquiere el ocupante es irregular, por
faltarle la buena fe inicial.

ii) Accesión. Si se invoca la accesión como título (constitutivo), igualmente no es


necesaria inscripción. Si se reconoce la posesión del bien principal sin inscripción, no podría
exigirse aquí la inscripción; al poseerse el bien principal se posee el accesorio sin un acto
especial, éste sigue la suerte de aquél. Se entiende sí que para tener posesión sobre lo accesorio,
los actos posesorios deben ejercitarse también sobre lo que ha accedido (por ejemplo, sobre lo
que llega por avulsión, según el artículo 652).

iii) Prescripción. Dentro de los títulos constitutivos, no puede alegarse como título
para poseer, la prescripción, dado que, precisamente, uno de los requisitos de la prescripción,
sea la posesión.

Tampoco se requiere inscripción, si opera como título de posesión, la sucesión por causa
de muerte, sin perjuicio de lo previsto en el artículo 688 del Código Civil.

73 Artículo 590. “Son bienes del Estado todas las tierras que, estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen
de otro dueño”.

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a.2) Títulos translaticios de dominio

Un sector de la doctrina estima que la inscripción es indispensable. Los fundamentos


positivos de dicha postura son: artículos 702, 686, 696 y 724. Estos preceptos exigen inscripción
para poseer inmuebles -se postula- sin distinción, estén o no inscritos. Si el inmueble no está
inscrito, se inscribirá (con las normas de los artículos 693 del Código y 58 del Reglamento) Por
otra parte, dichos preceptos tampoco distinguen entre posesión regular e irregular, de modo que
aduciéndose título traslaticio, si no se inscribe no se adquiere ni siquiera la posesión irregular.

Otro ribete doctrinaria ha esgrimido que, tratándose de inmuebles no inscritos, no es


necesaria la inscripción para adquirir la posesión. Dado a que el artículo 724 sólo se referiría a
los inmuebles inscritos, adicionando a la argumentación los artículos 728 inciso 2º, 729 y 730.
Respecto de la última disposición mencionada, cabe apuntar su tenor literal: “Si el que tiene una
cosa en algún lugar y a nombre de otro, la usurpa dándose por dueño de ella, no se pierde por una parte la
posesión ni se adquiere por otra; a lo menos que el usurpador enajena a su propio nombre la cosa. En este
caso la persona a quien se enajena adquiere la posesión de la cosa, y pone fin a la posesión anterior.
Con todo, si el que tiene la cosa en lugar y a nombre de un poseedor inscrito, se da por dueño ella y
la enajena, no se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por otra, sin la competente inscripción74”.
El precepto transcrito es importante, dado a que un importante sector de la doctrina,
sostiene que la norma distingue entre bienes muebles e inmuebles no inscritos; aplicándose, el
inciso 1º a los bienes muebles e inmuebles no inscritos y el inciso 2º a los bienes inmuebles
inscritos.

b) Conservación y pérdida de la posesión en los inmuebles no inscritos

La conservación de los inmuebles no inscritos es análoga a la de los bienes muebles, por lo


que se conserva mientras subsistan los elementos del corpus y el animus. Luego, el poseedor no
inscrito pierde la posesión:

i) Cuando la abandona, sin importar que otro entre a poseer;


ii) Cuando enajena el inmueble; su contraparte la adquirirá previa inscripción o sin
ella, según la posición que se adopte;
iii) Cuando alguien llega y le usurpa el inmueble no inscrito (artículo 729), el
poseedor dispone por un año de las acciones posesorias, de modo que si la recupera legalmente
se entiende que nunca la ha perdido (artículo 731).

74 ¿Qué se entiende por competente inscripción? Por una parte de la doctrina se ha entendido que “competente
inscripción" es la que emana del poseedor inscrito; se está refiriendo el texto a la misma que ya menciona el artículo
728; sólo así queda protegida la continuidad del Registro.
En contra, se ha propuesto que es aquella que se ha practicado observando formalmente la ritualidad
(respetando las normas formales) de las inscripciones conforme al Reglamento (y que, por tanto, puede estar
desconectada de la anterior).
La jurisprudencia se ha inclinado ya por una ya por otra alternativa, y el punto permanece en discusión.

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iv) Cuando el mero tenedor de un inmueble no inscrito (el poseedor entonces estaba
poseyendo a través de otro) la usurpa, se da por dueño y la enajena. Si simplemente se da por
dueño, el poseedor no pierde la posesión (artículo 730, inciso 1°, primera parte); pero si luego de
darse por dueño la enajena, el adquirente adquiere la posesión y pone fin a la posesión anterior
(artículo 730, inciso 1°, segunda parte).
v) Cuando alguien simplemente obtiene un título traslaticio de dominio que emana
de un sujeto distinto del que materialmente posee el inmueble no inscrito y luego inscribe dicho
título, ¿qué ocurre con la posesión del poseedor material?, ¿cesa la posesión de éste y la adquiere
el que inscribió? Los artículos 726 y 730 parecen dar mayor apoyo a la solución negativa. Pero el
problema de fondo aparece una vez más en torno al valor que entre los autores se asigna a la
inscripción conservatoria.

5.3.2 Inmuebles inscritos.

La teoría de la posesión inscrita es un conjunto de normas y principios normativos, que


regulan la adquisición, conservación y pérdida de la posesión de los inmuebles. Los textos legales que
sostienen la mencionada elaboración doctrinaria son: artículos 686, 696, 702, 724, 728, 730, 924,
925, 2505 y 2510, todos del Código Civil.

a) Adquisición de la posesión en los inmuebles inscritos.

a.1) Si se invoca un título no traslaticio de dominio, se aplica lo ya analizado respecto


de los inmuebles no inscritos.

a.2) Si se invoca un título translaticio de dominio, para adquirir la posesión regular


del inmueble inscrito la necesidad de inscripción conservatoria parece evidente (artículos 702,
686, 724, etc.)
¿Es posible adquirir al menos posesión irregular sin necesidad de inscripción?
Nuevamente aquí surge el antagonismo. Algunos autores valorando intensamente la
inscripción, defendiendo la seguridad del Registro, estiman que no es posible; en estos casos, sin
inscripción simplemente no se adquiere posesión; los artículos 724, 728, 729 a contrario sensu, 730,
2105, conducen a tal conclusión; el Mensaje en el capítulo pertinente y el sistema registral creado
por el Código ratificarían la misma solución.
Pero quienes conceden mayor valor a las situaciones reales (para evitar inscripciones de
papel), aun en detrimento de lo que conste en las inscripciones, estiman que no obstante las
pretensiones del sistema de llegar con el tiempo a identificar dominio, posesión e inscripción, no
pudo evitar la fuerza de los hechos y habría dejado abierta en los propios textos la vía para que
en determinadas circunstancias triunfara la posesión material; sin inscripción se alcanzaría a
adquirir posesión, al menos irregular, los artículos 702, 708, 729 y 730 así lo demostrarían.

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b) Conservación y pérdida de la posesión en los inmuebles inscritos

Para que cese la posesión inscrita, es necesario que la inscripción se cancele, según
dispone el tenor del artículo 728 del Código Civil. Las fuentes de la cancelación son:

i) Voluntad de las partes. Se debe exhibirse ante el CBR, un instrumento auténtico


en donde conste la voluntad destinada a dejar sin efecto la inscripción vigente.

ii) Decreto judicial. Tal cancelación, se produce judicialmente, cuando una sentencia
establezca el cese de la posesión, dentro del contexto de un juicio reivindicatorio.
Posteriormente, se debe exhibir copia de la sentencia dictada en el mencionado sentido, ante el
CBR para su competente inscripción.

iii) Nueva inscripción. La cancelación de una inscripción, puede producirse a través


de una nueva inscripción, en virtud de la cual, quien tenía el derecho, se le transfiera a un
tercero.
La doctrina ha denominado “cancelación virtual” al efecto que produce la nueva
inscripción, respecto de la primera; esto es, la cancela automáticamente.
En esta última inscripción debe hacerse referencia a la anterior, para reconstituir la
historia de las mutaciones del dominio (artículos 692 del Código Civil y 80 del Reglamento).

Cancelación en virtud de título injusto. El punto ha sido discutido. Supóngase un título


injusto (cualquiera de los que indica el artículo 704), en base al cual se inscribió un inmueble a
nombre de quien correspondía según dicho título; posteriormente se establece que el título es
injusto; la inscripción que él motivó ¿tuvo el mérito de cancelar a la precedente? Algunos fallos
han resuelto que no, pues este título no "transfirió el derecho", corno lo dispone el artículo 728.
Pero también se ha aceptado, porque los artículos 728 y 2505 no distinguen la justicia o injusticia
del título y porque el 730 da por cancelada la inscripción basada en un título particularmente
injusto, como es el del usurpador.

5.4 Síntesis

Dado a lo confuso que resulta ésta materia, nos parece conveniente realzar algunos
aspectos relevantes, en pos de crear un visión global, de lo ya expuesto.
Cabe destacar el importante rol que cumple la inscripción en materia posesoria.
Sintetizando, se dice que la inscripción es requisito, prueba y garantía de la posesión de los
bienes raíces inscritos.
Efectivamente la inscripción es requisito para adquirir la posesión, y no sólo de los
inmuebles inscritos sino que también de los que no lo están, pero única y exclusivamente
cuando el título en que se funda la posesión es la tradición. Los títulos posesorios distintos de la
tradición no requieren inscripción alguna para hacer nacer la posesión, de lo que es posible
inferir que la regla general es que no se necesita inscripción para adquirir la posesión de un

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inmueble inscrito o no y que la excepción constituida por la inscripción se hace efectiva


solamente tratándose del título posesorio tradición.
La inscripción es la única manera de probar la posesión, pero sólo cuando la inscripción
constituye un requisito esencial para adquirir la posesión, lo que ocurre con el título posesorio
tradición. Tratándose de títulos distintos que no requieren inscripción, la posesión se puede
probar de acuerdo con las reglas generales, que suponen la comprobación de los hechos que la
constituyen. En consecuencia, por regla general la inscripción no es un requisito para probar la
posesión de inmuebles. Por excepción, sólo es indispensable para probar la posesión de
inmuebles adquiridos en virtud del título tradición.
La inscripción es garantía de posesión de los inmuebles inscritos, pero sólo en el sentido
de que el titular de la inscripción queda protegido del riesgo de perder la posesión como
consecuencia del apoderamiento por parte de terceros. No tiene, por consiguiente, el alcance
amplio que suponen algunos, en el sentido que el poseedor inscrito, mientras no se cancele la
inscripción, no puede perder la posesión de la cosa, porque ello puede ocurrir cuando otra
persona adquiere la posesión del inmueble por el título accesión, por ejemplo.

5.5 Estudio particular de los artículos 2505 y 2510 del Código Civil.

El artículo 2505 del Código Civil, que ha sido reglamentado dentro de las disposiciones
relativas a la posesión inscrita y que tiene particular relieve o importancia en relación con ésta,
dispone: “Contra un título inscrito no tendrá lugar la prescripción adquisitiva de bienes raíces o de
derechos reales constituidos en éstos, sino en virtud de otro título inscrito, ni empezará a correr sino desde
la inscripción del segundo”.
Podría sostenerse que, desde el momento en que un inmueble se inscribe en el Registro
del CBR queda a salvo de que otra persona distinta del titular de la inscripción adquiera el
dominio u otro derecho real sobre el mismo por prescripción, a menos que la posesión del
prescribiente se haya adquirido por un título, asimismo inscrito en el CBR. Dicho alcance sería
plenamente válido si todos los títulos posesorios requirieran inscripción, lo que hemos
establecido, no es así. En efecto, los títulos posesorios accesión y sucesión por causa de muerte
en que puede fundarse la posesión de un inmueble inscrito y que no necesitan ninguna
inscripción para que se adquiera la posesión, en caso que no cumplan los requisitos legales para
que el respectivo modo de adquirir permita la adquisición del dominio, posibilitan que se
adquiera la posesión y consecuencialmente el dominio por prescripción, sin que tampoco
requiera la ley inscripción alguna en relación con los títulos mencionados para que habiliten a
prescribir. Por otra parte, inclusive el título tradición que invoca el poseedor para adquirir por
prescripción, puede no estar inscrito si el objeto de la tradición era un derecho de servidumbre.
De lo anteriormente expuesto concluimos que el alcance del artículo 2505 del Código
Civil es más restringido que el que sugiere su tenor literal, y que en el fondo éste no hace más
que aplicar el principio de que para adquirir la posesión de un derecho real inmueble si se
invoca el título tradición es indispensable la inscripción, de modo tal que sólo la tradición
inscrita permite adquirir por prescripción adquisitiva el derecho real de que se trata,
constituyendo dicha inscripción el título que permite la prescripción contra otro título también

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inscrito. Se aplica, asimismo, cuando invocándose la tradición como título posesorio se pretende
adquirir por prescripción el dominio u otro derecho real sobre un inmueble no inscrito.
El artículo 2510 del Código Civil, referido a la prescripción extraordinaria, establece lo
siguiente: “Para la prescripción extraordinaria no es necesario título alguno. Se presume en ella de
derecho la buena fe, sin embargo de la falta de un título adquisitivo de dominio. Pero la existencia de un
título de mera tenencia hará presumir mala fe y no dará lugar a la prescripción, a menos de concurrir estas
dos circunstancias: 1° que el que se pretende dueño no pueda probar que en los últimos diez años se haya
reconocido expresa o tácitamente su dominio por el que alega la prescripción; 2° que el que alega la
prescripción pruebe haber poseído sin violencia, clandestinidad ni interrupción por el mismo espacio de
tiempo”.
También para adquirir la prescripción extraordinaria el poseedor irregular necesita un
título posesorio. Las palabras rotundas del Código Civil en el sentido de que no se necesita título
alguno obedecen a que en estricto rigor los títulos injustos en mérito de los cuales se adquiere
posesión irregular que habilita para la prescripción extraordinaria, no tienen en verdad
existencia jurídica, son una mera apariencia de lo que en realidad no es. En cuanto a la
presunción de buena fe establecida en la prescripción extraordinaria, el legislador se dejó llevar
por razones eminentemente prácticas, resultantes del hecho que para adquirir por prescripción
extraordinaria, que supone un largo tiempo de posesión, se privilegia ésta última circunstancia
por sobre la buena o mala fe del poseedor, que resulta para estos efectos irrelevante. Sin
embargo, la presunción es meramente legal, que admite prueba en contrario. La parte final da a
entender que podría ser dueño por prescripción un mero tenedor, lo que pugna con los
principios básicos de este modo de adquirir, que supone la posesión del prescribiente. Creemos
que en esta materia hay una constante voluntad del Código Civil por transformar con arreglo a
derecho aquellas situaciones de hecho que se arrastran indefinidamente en el tiempo. En otras
palabras, legitimar jurídicamente las situaciones de hecho que no pueden mantenerse en forma
indefinida sin un grave trastorno social. Frente a este propósito, el Código Civil optó por
abandonar la indelebilidad de la mera tenencia y, excepcionalmente, la convierte en posesión, si
al paso del tiempo, diez años, se agregan circunstancias tan especiales como que el mero tenedor
haya mantenido la cosa en su poder sin violencia ni clandestinidad, ni haya el poseedor, a
nombre de quien se ostenta la mera tenencia, realizado acto alguno destinado a recuperar la cosa
o hacerse reconocer su derecho, ni tampoco ha transcurrido un hecho que le haya impedido al
mero tenedor ejecutar actos de posesión, interrupción civil o natural. Por lo tanto, un título de
mera tenencia por regla general no puede invocarse para prescribir, y sólo excepcionalmente,
cuando se cumplen las circunstancias del artículo 2510del Código Civil, una de las cuales es que
el mero tenedor posea, y la posesión no va a derivar del mero transcurso del tiempo sino que de
u n título al cual la ley le atribuye, a lo menos en apariencia, el carácter de posesorio, toda vez
que el mero transcurso del tiempo jamás puede invocarse como título para prescribir.

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PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA

1. Reglas comunes a ambos tipos de prescripción

a) Debe ser alegada.

El medio idóneo para alegar la prescripción adquisitiva es el proceso seguido contra


legítimo contradictor. Excepcionalmente, la prescripción no debe ser alegada, sino que declarada
de oficio por el juez son: la prescripción de la acción penal, de la pena y de la acción ejecutiva –
todos casos de prescripción extintiva-.
Respecto de la forma de alegar, se ha discutido en doctrina si se puede alegar como
acción y como excepción, o sólo como acción75.

b) No puede renunciarse anticipadamente.

Así lo establece el artículo 2494.


Artículo 2494. La prescripción puede ser renunciada expresa o tácitamente; pero sólo después de
cumplida.
Renúnciase tácitamente, cuando el que puede alegarla manifiesta por un hecho suyo que reconoce
el derecho del dueño o del acreedor; por ejemplo, cuando cumplidas las condiciones legales de la
prescripción, el poseedor de la cosa la toma en arriendo, o el que debe dinero paga intereses o pide plazo.

75 Se ha sostenido que sólo procede alegarla como acción; es necesario obtener una declaración positiva del
tribunal en orden a que habiéndose cumplido las exigencias, la cosa es del dominio del prescribiente, de modo que
una pura excepción opuesta en base a la prescripción se ría insuficiente. Como el artículo 310 del Código de
Procedimiento Civil se refiere a la "excepción de prescripción", y dispone que ella puede oponerse en cualquier estado
del juicio, se estima que el precepto es sólo aplicable a la prescripción extintiva (por lo demás la adquisitiva, por su
naturaleza, vinculada indisolublemente al dominio y, en la práctica, a una disputa sobre él, exige un juicio de lato
conocimiento, lo que no sería posible si se permitiera oponerla como excepción en cualquier estado del juicio). De esta
manera, si el prescribiente es demandante, en su demanda accionará de prescripción, en tanto que si es demandado,
al contestar deberá alegarla –como acción- mediante una reconvención.
También se ha sostenido que puede alegarse tanto en forma de acción como de excepción, advirtiendo que la
acción y la excepción no son sino simples medios o posiciones procesales que adoptan los derechos o intereses
controvertidos; en ambas hay un derecho o interés que se hace valer y será la sentencia la que declarará cuál merece la
garantía legal. Y se ha llegado a objetar que sea correcto procesalmente permitir al demandado reconvenir,
estimándose aceptable en tal caso sólo la vía de la excepción.
Otra postura señala que tratándose de la prescripción adquisitiva del dominio, no existe la acción de
prescripción, porque ésta es sólo un modo de adquirirlo. Así, lo que el prescribiente puede hacer es, sosteniendo que
es dueño, ejercer una acción que derive de su dominio (como la reivindicatoria) , mencionando la prescripción como
causa de pedir; se dirá dueño porque adquirió el dominio por prescripción (debiendo probar dicha prescripción). Y si
se le demanda, sí podría excepcionarse, ya que el artículo 310 del Código de Procedimiento Civil no distingue entre
prescripción adquisitiva y extintiva. Sólo existe, pues, la excepción de prescripción.

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c) Sus reglas corren a favor o en contra de todas las personas. Artículo 2497.

No existen hoy en día, privilegios de ninguna especie. Sin perjuicio de la suspensión de la


prescripción.
Artículo 2497. Las reglas relativas a la prescripción se aplican igualmente a favor y en contra del
Estado, de las iglesias, de las municipalidades, de los establecimientos y corporaciones nacionales, y de los
individuos particulares que tienen la libre administración de lo suyo.

2. Conceptualización de la prescripción adquisitiva.

2.1 Concepto.

La prescripción es un modo de adquirir el dominio de las cosas ajenas, por haberse poseído las cosas,
durante cierto lapso de tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales (artículo 2492).

2.2 Características

a) Es un modo de adquirir originario. Lo anterior no significa que la posesión no


pueda agregarse a otra.
b) Permite adquirir toda clase de bienes. Téngase presente la discusión acerca de la
posibilidad de poseer los derechos personales76.
c) Por regla general, es un modo de adquirir a título singular. Será a título universal,
respecto d la herencia.
d) Es un modo de adquirir a título gratuito y por acto entre vivos.

3. Requisitos

a) Que se trate de una cosa susceptible de ganarse por prescripción. Para el


profesor Peñailillo se trata más bien de un supuesto para que la prescripción opere.
Si la cosa no es susceptible de posesión, no podrá adquirirse por prescripción, y la regla
general es que todas las cosas que pueden poseerse, pueden ganarse por prescripción.
Excepcionalmente, no se gana por prescripción:
1º Las cosas que están fuera del comercio humano.
2º Las servidumbres discontinuas y continuas inaparentes (artículo 882).
3º Para algunos, los derechos personales.
4º Las cosas indeterminadas.

76 Recuérdese también el desarrollo doctrinal respecto de la cosificación de los derechos.

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Mención aparte merece la prescripción entre comuneros, el problema consiste en


determinar si es posible que un comunero pueda llegar a convertirse en dueño exclusivo
mediante la prescripción adquisitiva.
La controversia es antigua y la insuficiencia de nuestros textos la mantiene vigente.
Se ha negado la prescripción entre comuneros, principalmente con estos fundamentos: i)
la imprescriptibilidad de la acción de partición (artículo 1317), la cual puede "siempre" pedirse;
ii) la falta de exclusividad de la posesión, ya que cada uno posee toda la cosa; iii) antecedentes
históricos, ya que en algunos proyectos se permitía expresamente la posibilidad, que en
definitiva no permaneció; iv) el principio que fluye del artículo 730 es contrario a la prescripción
entre comuneros.
En contra, se ha sostenido que es posible: el artículo 1317 permite pedir la partición
siempre que exista comunidad, lo que no impediría esta solución; sobre todo porque no hay por
qué rechazar el evento de que un comunero, cambiando las circunstancias y con un cambio de
actitud, comience a poseer exclusivamente, que es el principio que fluye del artículo 2510 regla
3ª; y se debe proteger al comunero que efectivamente labora por largo tiempo la cosa común
mientras los otros se han desentendido de ella . Suele añadirse que ese "cambio de actitud"
puede ser demostrado por hechos inequívocos que lo demuestren (punto que se reduce a un
problema de prueba).
Se ha concebido una alternativa intermedia: es rechazada en principio (como regla
general); pero es admisible con un cambio en el título; no sería suficiente un cambio de actitud (o
de sola voluntad, en orden a decidir que desde cierto instante, desconociendo el derecho de los
demás, se erige en exclusivo); sería necesario un antecedente objetivo justificante, que explique
esa actitud de considerarse desde ahora único dueño, que justifique su posesión exclusiva (sería
el caso de un comunero que vende como único dueño; el adquirente adquirirá sólo la cuota del
enajenante, pasando a ser comunero -en el dominio- con los demás, pero comienza su posesión
exclusiva respecto de toda la cosa y adquirirá por prescripción las cuotas de los otros; o el del
comunero que compra las cuotas de los otros a quien no era efectivo mandatario de ellos).
La jurisprudencia nacional frecuentemente ha negado lugar a la prescripción entre
comuneros, pero hay fallos que la han admitido; y de su examen se desprende que
habitualmente se trata de situaciones, precisamente, con un título que justifica posesión
exclusiva. De aceptarse, sobre todo si se admite sin un cambio en el título, generalmente se
requerirá sí de prescripción extraordinaria, ya que generalmente el comunero estará de mala fe y
su posesión será, por tanto, irregular.

b) Que se haya poseído la cosa. El requisito de la posesión ya ha sido tratado in


extenso en el capítulo anterior. Sólo resta señalar que no constituyen posesión:
1º La mera tenencia, definida en el artículo 714.
2º Los actos de mera tolerancia, de que no resulta gravamen.
3º La omisión de actos de mera facultad.

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c) Que se haya poseído la cosa durante el transcurso exigido por el legislador.

4. Transcurso del tiempo

Para determinar cuál es el tiempo exigido por el legislador para adquirir una cosa por
prescripción se debe distinguir entre prescripción adquisitiva ordinaria y extraordinaria:

a) Prescripción adquisitiva ordinaria. Este tipo de prescripción supone posesión


regular.
i) Posesión regular de bienes muebles: El tiempo requerido es de 2 años.
ii) Posesión regular de bienes inmuebles: Se exige haber estado en posesión de la
cosa durante 5 años.

b) Prescripción adquisitiva extraordinaria. Este tipo de prescripción supone


posesión irregular, y requiere –sin distinguir entre bienes muebles o inmuebles- 10 años de
posesión.

Además del transcurso del tiempo, la prescripción –sea ordinaria o extraordinaria-


requiere de la inactividad del dueño. Dicha inactividad es requisito esencial de la prescripción,
dado a que una conducta contraria, da lugar a la interrupción de la prescripción.

5. Interrupción de la prescripción.

Es la pérdida del tiempo corrido para ganar por prescripción una cosa, en virtud de un hecho al
que la ley le atribuye tal mérito, acaecido antes de que se cumpla el término de prescripción.

La interrupción de la prescripción puede ser civil o natural.

a) Interrupción civil. Es el cese de la pasividad del sujeto en contra del cual se


prescribe, es decir, del verdadero dueño, a través del ejercicio de una acción judicial.
Artículo 2503. Interrupción civil es todo recurso judicial intentado por el que se pretende
verdadero dueño de la cosa, contra el poseedor.
Dado el tenor de la norma “todo recurso judicial intentado”, en algún momento se
discutió si con la sola presentación de la demanda se producía el efecto interruptivo, sin
embargo, esta tesis fue abandonada y actualmente, la interrupción de la prescripción se produce
con la notificación válida de la demanda. Cabe señalar que no sólo una acción reivindicatoria
produce este efecto, también las acciones posesorias, medidas prejudiciales, etc.
Luego, la norma en comento señala casos de excepción, donde no obstante haberse
deducido un recurso judicial, no se entiende interrumpida la prescripción:
Sólo el que ha intentado este recurso podrá alegar la interrupción; y ni aun él en los casos
siguientes:

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1º Si la notificación de la demanda no ha sido hecha en forma legal;


2º Si el recurrente desistió expresamente de la demanda o se declaró abandonada la instancia;
3º Si el demandado obtuvo sentencia de absolución.
En estos tres casos se entenderá no haber sido interrumpida la prescripción por la demanda.

El efecto de la interrupción civil es que se pierde todo el tiempo de posesión


transcurrido.

b) Interrupción natural. Es aquella en que un hecho material impide seguir


poseyendo. El artículo 2502 regula dos situaciones. La primera se aplica a la accesión, artículo
653 del Código Civil. Y la segunda, dice relación con la recuperación de la posesión, artículo 731.

i) Cuando sin haber pasado la posesión a otras manos se ha hecho imposible el


ejercicio de actos posesorios. Ciertos hechos o circunstancias de la naturaleza o del hombre,
ajenos a la voluntad del prescribiente o imputables a hecho o culpa de éste, hacen imposible el
ejercicio de actos posesorios sobre la cosa. El hecho interrumpe la prescripción que estaba
corriendo en beneficio del poseedor, lo que significa de partida que la prescripción se detiene.
Habiendo desaparecido la causal de interrupción, la prescripción vuelve a correr, pero con un
importante efecto: el tiempo de prescripción ganado con anterioridad no se pierde, lo que
significa que se computa para completar el plazo que necesítale poseedor para adquirir el
dominio por prescripción. Cabe tener presente, eso sí, que conforme a lo dispuesto en el artículo
653, si la inundación dura más de cinco años, sobre el terreno inundado se pierde el dominio y la
posesión, de modo tal que si con posterioridad a los cinco años las aguas se retiran y restituyen
el terreno, el dominio y la posesión sobre el mismo se adquieren por lo propietarios riberanos
por el modo de adquirir accesión.

ii) Cuando se ha perdido la posesión por haber entrado en ella otra persona.
Se funda también en la imposibilidad de ejercicio de actos posesorios por parte del prescribiente,
pero con una diferencia con respecto a la causal anterior. En el primero éste conserva la
posesión; en el segundo, en cambio, la posesión se pierde porque ha pasado a otras manos, es
decir, otra persona tiene la cosa en su poder con ánimo de señor y dueño porque, por ejemplo,
se ha apoderado de la cosa mueble o del inmueble no inscrito.
El primer efecto que produce este segundo tipo o especie de interrupción natural es que
la prescripción que estaba corriendo se detiene, efecto común a toda interrupción de cualquier
tipo. El segundo efecto es que el tiempo de prescripción ganado con anterioridad se pierde, a
menos que se haya recobrado legalmente la posesión, conforme a lo dispuesto en el título De las
Acciones Posesorias, pues en tal caso no se entenderá haber habido interrupción para el
desposeído, conforme al segundo número del artículo 2502 del Código Civil. Conforme a lo
señalado, sólo tiene aplicación si se recobra la posesión de inmuebles, pues sólo ésta es la que
amparan las acciones posesorias y no si se recupera legalmente la posesión de una cosa mueble.
Sin embargo, no es posible desconocer que esta interpretación se aparta del principio general
contenido en el artículo 731 del Código Civil que dispone: “El que recupera legalmente la posesión

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perdida, se entenderá haberla tenido durante todo el tiempo intermedio”, artículo que no distingue
entre muebles e inmuebles, por lo que se aplica a ambos, lo que aparece corroborado por el
hecho de que no menciona a las acciones posesorias como el único medio de recuperar
legalmente la posesión perdida. Estimamos que el artículo 731 del Código Civil establece la
regla general en el sentido que el poseedor de cosa mueble o inmueble que recupera por los
medios que franquea la ley la posesión perdida y que descartan las vías de hecho que suponen
hacerse justicia por sí mismo, no pierde el tiempo de prescripción ganado antes de haber sido
privado de la posesión, hecho que provocó la interrupción de ella. En el caso del poseedor de
bienes raíces, las acciones posesorias constituyen, por expresa disposición de la ley, uno delos
medios de recuperar la posesión perdida en virtud del cual no se pierde el tiempo de posesión
anterior, pero no el único. Otros medios de recuperar legalmente la posesión que se tenía tanto
sobre cosa mueble como inmueble son, por ejemplo, la acción reivindicatoria y la acción
publiciana.

En general, los efectos de la interrupción de la prescripción son los siguientes: por una
parte, como efecto inmediato y directo, la prescripción que estaba corriendo se detiene; por otra,
y como efecto adicional, el tiempo de prescripción ganado con anterioridad se pierde.

La institución de la interrupción de la prescripción se aplica tanto para la prescripción


adquisitiva ordinaria como extraordinaria.

6. Suspensión de la prescripción.

La institución de la prescripción beneficia al poseedor y perjudica al dueño, que revela


con su inacción falta de interés en la conservación de su derecho. Ocurre, sin embargo, que no
todos los propietarios se encuentran en situación de reaccionar en forma oportuna cuando otra
persona los priva de la posesión de la cosa, presumiendo la ley que tienen tal calidad las
personas incapaces, sea que tengan o no representante legal, bajo el supuesto que si carecen de
representante, están imposibilitados de ejercer por sí mismos cualquiera acción legal en contra
del poseedor, y que si lo tienen, el representante puede no ser lo suficientemente acucioso para
actuar en defensa de sus derecho.
Consecuencia de lo anterior, la prescripción que puede afectar a los incapaces no corre en
contra de ellos, por regla general desde el momento en que surge la incapacidad legal hasta que
ésta cesa, de modo tal que una vez que ha cesado la incapacidad del dueño, la prescripción en su
contra corre o vuelve a correr, computándose, asimismo, para el plazo de prescripción el tiempo
de posesión anterior a la causal de incapacidad, si lo hubo.
Se define la suspensión como “un beneficio establecido por la ley a favor de ciertas personas y
de la herencia yacente, en contra de las cuales no corre la prescripción”.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 2509 del Código Civil, puede suspenderse,


sin extinguirse la prescripción ordinaria, palabras con las que el Código Civil da a entender que
si bien la prescripción estaba corriendo se detiene, no se extingue, lo que significa que cesando la

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causa de suspensión vuelve la prescripción a correr y se le cuenta al poseedor el tiempo anterior


a ella, si alguno hubo.
Es importante advertir que la suspensión y sus efectos sólo los contempla
excepcionalmente la ley en la prescripción adquisitiva ordinaria, pues el artículo 2511 del
Código Civil señala que la prescripción extraordinaria corre contra toda persona y no se
suspende a favor de las enumeradas en el artículo 2509 del Código Civil.

Es importante señalar que la suspensión de la prescripción ordinaria beneficia


exclusivamente, de acuerdo al artículo 2509 del Código Civil, a las siguientes personas:

a) Los menores, los dementes, los sordomudos, y todos los que estén bajo potestad
paterna o bajo tutela o curaduría.
Son los incapaces de ejercicio, sea absolutos o relativos. No se menciona al pródigo
disipador, pero quedan igualmente comprendidos dentro del mismo numeral ya que está sujeto
a curaduría.

b) La mujer casada en sociedad conyugal mientras dure ésta.


Constituye una excepción al principio general de que sólo se suspende la prescripción en
beneficio de las personas que no pueden administrar libremente los suyo. Si bien la mujer
casada en régimen de sociedad conyugal es capaz, sus bienes propios son administrados por el
marido, y la ley, previendo que éste pueda ser negligente, beneficia a la mujer casada en
sociedad conyugal con la suspensión de la prescripción.
Concordante con lo anterior el Código dispone que “No se suspende la prescripción a favor
de la mujer divorciada o separada de bienes respecto de aquellos que administra”. Esta es norma es
lógica ya que la mujer al ser plenamente capaz puede por sí misma interrumpir civilmente la
prescripción.

c) La herencia yacente.
Son los bienes de un difunto cuya herencia no ha sido aceptada y a los cuales el juez
designa un curador con facultades que dicen relación con la administración, custodia y
conservación de los bienes de la herencia, incluyéndose dentro de ellas la de interrumpir las
prescripciones por medio de las cuales podrían adquirirse bienes del difunto comprendidos en
la herencia yacente.

El inciso final del artículo 2509 del Código Civil termina diciendo que la prescripción se
suspende siempre entre cónyuges, en consecuencia, entre los cónyuges (independiente del
régimen en que se encuentren casados) no opera la prescripción.

El artículo 2511 que se refiere a la prescripción extraordinaria no se suspende a favor de


las enumeradas en el artículo 2509.
La redacción de la norma ha dado lugar a una importante discusión: si la prescripción
extraordinaria se suspende entre cónyuges, simplemente porque el artículo 2509 se refiere a ellos

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no en un numeral, sino que en el inciso final. Como en toda discusión, hay posturas a favor y en
contra.

Argumentos a favor –ambas prescripciones de suspenden entre cónyuges-.


* El artículo 2509 del Código Civil dice que la prescripción ordinaria se suspende a
favor de las personas que la disposición enumera, lo que reitera el artículo 2511 que establece
que la prescripción extraordinaria no se suspende a favor de las personas enumeradas en el
artículo 2509, y resulta que éste último no enumera a los cónyuges entre las personas
beneficiadas con la suspensión, sino que los contempla en un párrafo aparte.
* El artículo 2509 del Código Civil dice que la prescripción se suspende siempre
entre cónyuges, sin distinguir si se trata de prescripción ordinaria o extraordinaria.
* La suspensión de la prescripción entre los cónyuges trata de evitar los conflictos
que, sin duda, se provocarían entre marido y mujer al adquirir uno por prescripción los bienes
del otro, precaución que es válida independientemente del régimen conyugal bajo el cual se
encuentren casado y aplicable a ambas clases de prescripción, ordinaria y extraordinaria.

Argumentos en contra –sólo la prescripción ordinaria se suspende entre los cónyuges y


no la extraordinaria-.
* Cuando el artículo 2511 dice enumerados (no se suspende a favor de las
enumeradas en el artículo 2509) quiere decir mencionados.
* La expresión siempre que utiliza el artículo 2509 se refiere cualquier régimen en
que estén casados los cónyuges, y no a la prescripción ordinaria y extraordinaria.

En cuanto a los efectos de la suspensión, debe mencionarse que en contra de las personas
y de la herencia yacente que enumera el artículo 2509 del Código Civil no corre la prescripción
adquisitiva ordinaria. Entre los cónyuges, independientemente del régimen bajo el cual se
encuentren casados, jamás corre prescripción ni ordinaria ni extraordinaria, lo que revela que la
posesión de los bienes del otro será inútil. En caso que hubiere corrido algún tiempo de
prescripción antes que se hubiera configurado la causal de suspensión, se detiene la prescripción
hasta que cese la causal y después sigue corriendo. En todo caso, el tiempo ganado con
anterioridad a la suspensión no se pierde y se computa para el plazo de prescripción.

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DERECHOS REALES LIMITADOS

1. Derechos Reales Limitados

Son los que no confieren todas las facultades del dominio, por ejemplo, la facultad de
gozar la cosa en el derecho de habitación, la facultad de disponer de la cosa en el derecho de
usufructo, uso y habitación. Lo dicho es sin perjuicio de la facultad que tiene el usufructuario de
disponer de su derecho de usufructo, facultad que no tiene el usuario ni el habitador. Se les
conoce también como desmembraciones del dominio o como derechos reales en cosa ajena.

2. Clasificación de los Derechos Reales Limitados

a) Derechos reales limitados de goce o de uso. Son aquellos quedando el goce o


uso de la cosa, el titular no tiene todas las facultades que confiere el dominio al titular de este
derecho. Son el usufructo, el uso o la habitación y las servidumbres. En el fideicomiso, el
derecho de dominio que tiene el propietario fiduciario, si bien es derecho de dominio con todos
sus atributos, es limitado en cuanto el fiduciario debe conservar la integridad y valor de la cosa
sobre la que recae la propiedad fiduciaria conforme al artículo 758 del Código Civil.

b) Derechos reales limitados de garantía. Son aquellos que sólo dan derecho sobre
una cosa para hacer efectiva en ella una obligación. Son, fundamentalmente, el derecho de
hipoteca, el de prenda y el de censo.

3. Derechos Reales Limitados del Dominio

Son los que limitan o restringen las facultades que otorga el derecho de dominio a su
titular. Por regla general, los derechos reales limitados son limitativos del dominio. No lo es el
fideicomiso ya que la limitación que tiene el propietario fiduciario es en beneficio del
fideicomisario, que no es titular de ningún derecho real. Es decir, la limitación le es impuesta
por la ley y no por otro derecho real. Tampoco lo serían los derechos de usufructo o uso sobre
cosa mueble abandonada al primer ocupante pues, si bien es cierto que el usufructo y el uso
normalmente limitan al derecho de dominio, no lo harían en el caso propuesto por no existir tal
derecho mientras la cosa no es ocupada por alguna persona.

4. Limitaciones del Dominio.

De acuerdo al artículo 732 del Código Civil:


“El dominio puede ser limitado de varios modos:
i. Por haber de pasar a otra persona en virtud de una condición.

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ii. Por el gravamen de un usufructo, uso o habitación, a que una persona tenga derecho en
las cosas que le pertenecen a otra.
iii. Por las servidumbres”.

Ya hemos visto como hay otras imitaciones del dominio, por ejemplo, la hipoteca, la
prenda y el censo. También hemos visto que hay limitaciones del dominio que no son derechos
reales, por ejemplo, las obligaciones reales, el abuso del derecho, las que derivan de la vecindad,
las que se establecen en razón de salubridad pública, etc.

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LA ACCIÓN REIVINDICATORIA

1. Concepto

El artículo 889 del Código Civil dispone: “La reivindicación o acción de dominio es la que tiene
el dueño de una cosa singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella sea condenado a
restituírsela”.
No es la única forma en que puede ampararse el derecho de dominio pues, del contrato
de arrendamiento, del comodato, etc., nacen acciones personales para obtener la restitución de la
cosa. El dueño, en todo caso, puede emplear la reivindicación; ello no es frecuente debido a las
dificultades de prueba, ya que es necesaria la prueba del dominio. En cambio, si se emplea la
acción derivada del contrato basta con acreditar la existencia de éste.

2. Condiciones necesarias para entablar la acción reivindicatoria.

Para ello es necesario:


a) Que la persona sea dueña de la cosa.
b) Que no esté en posesión de la cosa.
c) Que la cosa sea susceptible de reivindicarse.

a) Es necesario ser dueño de la cosa

El artículo 893 del Código Civil dice que puede reivindicar el propietario cualquiera sea
la calidad que tenga, propiedad plena o nuda, absoluta o fiduciaria. Podrá, entonces, también
reivindicar el comunero, en cuanto es propietario de su cuota, conforme al artículo 892 del
Código Civil. Excepcionalmente el poseedor podrá reivindicar la cosa, aunque no pruebe su
dominio, ejerciendo la llamada acción publiciana contemplada en el artículo 894 del Código
Civil y que se concede al que ha perdido la posesión regular de la cosa y se hallaba en el caso de
poder ganarla por prescripción, pero no se podrá ejercer ni contra el verdadero dueño ni contra
el que posea con igual o mejor derecho. Muchas veces es difícil probar el dominio y en cambio es
posible acreditar la posesión, además, conforme al artículo 700 del Código Civil, al poseedor se
le presume dueño por tener generalmente esa calidad.

Se presenta un problema doctrinario en relación a las situaciones en que se puede


encontrar el poseedor regular. El primer caso es cuando el poseedor regular ha enterado ya su
plazo de prescripción y ello ha sido declarado judicialmente. En este caso, siendo ya el
propietario, si es privado de la cosa puede entablar la acción reivindicatoria. No entabla la
acción publiciana ya que en tal caso no es poseedor sino dueño. El segundo caso se da cuando el
poseedor regular ha enterado ya el plazo pero la prescripción no ha sido declarada
judicialmente. El tercer caso se da cuando el poseedor regular le está corriendo el plazo de

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prescripción. Alessandri piensa que la acción publiciana sólo puede intentarla el poseedor
regular que haya cumplido el plazo indicado para la prescripción ya que sino, el hecho de que
otro se apodere de la cosa constituirá interrupción natural que hace perder el tiempo ganado con
anterioridad, de manera que el poseedor no estaría en situación de adquirir la cosa por
prescripción. Otros piensan que la acción publiciana ha sido establecida a favor del poseedor
regular que está en vías de poder ganar la cosa por prescripción, cuando el plazo aún no se ha
cumplido Se argumenta que el que ha cumplido el plazo no es poseedor, es dueño, pues la
sentencia que declara la prescripción es un título declarativo; el dueño entabla la acción
reivindicatoria y no la publiciana. El inciso final del artículo 894 del Código Civil confirmaría
que ésta es la buena doctrina al decir que esta acción no puede alegarse contra el verdadero
dueño ni contra el que posea con igual o mejor derecho.

b) El dueño debe haber sido privado de la posesión de la cosa.

Los litigantes de esta acción sin el propietario no poseedor contra el poseedor no dueño.
El objeto de la litis es la posesión de la cosa. En la acción reivindicatoria el dominio sirve como
antecedente, como causa a pedir. Se observa la diferencia que existe entre esta acción y las
posesorias: en la reivindicatoria el dominio es la causa a pedir; en las posesorias la causa a pedir
es la posesión.
El que reivindica una cosa, diciéndose dueño de ella, debe acreditar su dominio, ya que
al entablar la acción reconoce en su contrincante la calidad de poseedor, el cual está amparado
por la presunción consagrada en el artículo 700 del Código Civil. Pero hay una excepción:
cuando el reivindicante es el Fisco, no está obligado a probar su derecho de dominio, ya que el
artículo 590 del Código Civil señala que son bienes del Estado todas las tierras que carezcan de
dueño. Hay que tener presente que esta presunción a favor del Fisco se refiere al dominio y no a
la posesión.
Para probar el dominio se aplican las reglas generales referentes a la prueba. Recordemos
que si el modo de adquirir es originario bastará que el reivindicante pruebe su propio dominio;
en cambio, si el modo de adquirir es derivativo, tiene que probar, además, el dominio de sus
antecesores, porque nadie puede adquirir más derechos que los de sus antecesores. Hemos
dicho que la inscripción representa la posesión, es el corpus y el animus. Si un poseedor inscrito
es privado materialmente de un inmueble, no entabla la acción reivindicatoria porque no se le
ha privado de la posesión.

c) Que la cosa sea susceptible de reivindicarse.

Es condición esencial para que pueda prosperar la acción reivindicatoria que se


determine y especifique detal manera la cosa singular que se reivindica que no pueda caber
duda en su individualización, a fin de que la discusión de las partes pueda recaer sobre una cosa
concreta y que los Tribunales de Justicia resuelvan el litigio con pleno conocimiento de los
hechos. Sólo pueden reivindicarse las cosas singulares y no las universalidades.

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El artículo 890 del Código Civil señala que pueden reivindicarse las cosas corporales,
sean raíces o muebles, con tal que se individualicen y sean singulares. También pueden
reivindicarse los derechos reales que signifiquen cosas singulares corporales. También se puede
reivindicar una cuota determinada proindiviso de una cosa singular, conforme al artículo 892
del Código Civil. El derecho del comunero burlado se puede hacer presente de dos maneras:
primero, entablando la acción reivindicatoria en contra de terceros; y, segundo, pidiendo él que
el actual poseedor le reconozca la calidad de comunero. Sabemos que respecto de las cuotas de
los otros comuneros, por parte de uno de ellos, ha habido venta de cosa ajena, la cual es válida,
sin perjuicio de los derechos del dueño, mientras no se extingan por el lapso del tiempo
conforme al artículo 1815 del Código Civil.

No se pueden reivindicar las siguientes cosas:

i. El derecho de herencia porque es una universalidad jurídica. El heredero está


amparado por la acción de petición de herencia, que emana del dominio, ya que la herencia es el
derecho de dominio sobre una universalidad en relación con la sucesión por causa de muerte.
En la acción de petición de herencia no se discute el dominio sino la calidad de heredero. Sin
embargo, podrá intentarla acción reivindicatoria para reclamar cosas singulares que están
dentro de la universalidad, conforme al artículo 1268 del Código Civil.

ii. Tampoco pueden reivindicarse los derechos personales, sin perjuicio de que
pueda reivindicarse el documento en el cual consta el crédito.

iii. De acuerdo al segundo inciso del artículo 890, no pueden reivindicarse las cosas
muebles cuyo poseedor las haya comprado en una feria, tienda, almacén u otro establecimiento
industrial ñeque vendan cosas muebles de la misma clase. Se desprende que hay una protección
a la buena fe ya que justificada esta circunstancia, no estará el poseedor obligado a restituir la
cosa si no se le reembolsa lo que ha dado por ella y lo que ha gastado en repararla y mejorarla.

iv. En el pago de lo no debido, si el título es oneroso y el poseedor está de buena fe,


no se puede reivindicar. Si el título es gratuito se puede reivindicar siempre que la cosa sea
reivindicable.

v. Tampoco prospera la acción reivindicatoria cuando el tercero adquirió la cosa por


prescripción.

vi. Cuando se ha declarado resuelto un contrato no hay acción reivindicatoria en


contra de terceros poseedores de buena fe, conforme a los artículo 1490 y 1491 del Código Civil.

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3. Contra quien se puede reivindicar

La regla general es que la acción reivindicatoria se dirija en contra del actual poseedor
conforme al artículo 895 del Código Civil. Para el reivindicante tiene importancia determinar
quién es el poseedor, porque él debe litigar contra legítimo contradictor. Por otra parte, las
sentencias judiciales producen efectos relativos, de ahí que si el reivindicante entabla la
demanda contra quien no es poseedor ha perdido su tiempo porque esta sentencia no va a
producir ningún efecto contra el verdadero poseedor.
Por este motivo, se toman medidas de resguardo a favor del reivindicante para que sus
esfuerzos no sean inútiles:
i. Puede suceder que el reivindicante conozca al mero tenedor, pero no sabe quién
es el poseedor. En este caso, el artículo 896 del Código Civil dispone: “El mero tenedor de la cosa
que se reivindica es obligado a declarar el nombre y residencia de la persona a cuyo nombre la
tiene”.
ii. Si una persona de mala fe se hace pasar por poseedor sin serlo, está obligada a
indemnizar de todo perjuicio al reivindicante, conforme al artículo 897 del Código Civil.

3.1 Acción de dominio contra herederos

Puede ocurrir que el poseedor haya fallecido dejando varios herederos. La acción
reivindicatoria tiene por objeto no sólo la entrega de la cosa sino que también el pago de otras
indemnizaciones: deterioros, devolución de los frutos o de su valor, etc. El artículo 899 del
Código Civil dispone: “La acción de dominio no se dirige contra un heredero, sino por la parte
que posea en la cosa, pero las prestaciones a que estaba obligado el poseedor por razón de los
frutos o de los deterioros que le sean imputables, pasan a los herederos de éste a prorrata de sus
cuotas hereditarias”. La razón de esta diferencia está en que existan dos obligaciones: una
divisible, las indemnizaciones; y la otra indivisible, que es la restitución de la cosa.

3.2 Casos en que la acción reivindicatoria se dirige contra el actual poseedor.

El principio indicado en el artículo 895 del Código Civil de que la acción de dominio se
dirige contra el actual poseedor tiene excepciones:

a) Se puede dirigir en contra del que dejó de poseer la cosa.

En este caso se pueden presentar dos situaciones: que el poseedor esté de buena fe o de
mala fe, considerando el momento inicial de la posesión.
Si el poseedor está de buena fe, se dirige la acción para que le entregue el precio que
recibió por la cosa al enajenarla. Se produce la figura llamada subrogación real, se sustituye una
cosa por otra, se reemplaza la cosa por el precio. Puede suceder que el poseedor de buena fe
haya enajenado la cosa sabiendo que era ajena. Esto es perfectamente posible ya que para

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considerar la buena fe se atiende al momento en que empezó la posesión. Entonces, además,


debe pagar las debidas indemnizaciones. El reivindicador, al aceptar y recibir el precio, está
confirmando un acto que le era inoponible conforme al segundo inciso del artículo 898 del
Código Civil.

Si el poseedor estaba de mala fe, y por un hecho o culpa suya ha dejado de poseer,
conforme al artículo 900 del Código Civil podrá intentarse la acción de dominio como si
actualmente poseyese a disponer: “De cualquier modo que haya dejado de poseer y aunque el
reivindicador prefiera dirigirse contra el actual poseedor, respecto del tiempo que ha estado la cosa en su
poder tendrá las obligaciones y derechos que según este título corresponden a los poseedores de mala fe en
razón de frutos, deterioros y expensas”. En caso que el que dejó de poseer pague al reivindicante lo
que recibió por la cosa, se entiende que ratifica la venta.
El comprador que ha sido privado de la cosa en juicio por el verdadero dueño tiene dos
derechos: primero, que el vendedor lo ayude en el juicio en contra del verdadero dueño; y,
segundo, si es vencido en este juicio el vendedor debe indemnizarlo. El saneamiento es una
obligación que tiene el vendedor con respecto al comprador de la cosa y que consiste en
indemnizarlo, especialmente cuando el comprador es privado de todo o parte de la cosa por
sentencia judicial. Es lo que se llama evicción de la cosa, respondiendo el vendedor al
comprador de saneamiento por evicción. El inciso final del artículo 900 del Código Civil nos
revela que el saneamiento no pesa sobre el reivindicante sino que recae sobre el poseedor de
mala fe que dejó de poseer. Por el contrario, el artículo 898 del Código Civil, que se refiere al que
dejó de poseer de buena fe, no dice nada al respecto, por lo que se entiende que el reivindicante
responde del saneamiento.

b) La acción reivindicatoria se puede dirigir en contra del mero tenedor.

El artículo 915 del Código Civil dispone que el arrendador o el comodante tienen dos
acciones para obtener la restitución de la cosa arrendada o dada en comodato: primero, la acción
personal que nace del respectivo contrato; y, segundo, la acción reivindicatoria. Generalmente se
emplea la acción derivada del contrato porque es de tramitación más corta.

4. Prescripción de la acción reivindicatoria.

Se extingue no por la prescripción extintiva, ni por el no ejercicio del derecho por el


transcurso del tiempo, sino que por la prescripción adquisitiva. Por lo tanto, no basta la inacción
del propietario para que prescriba la acción reivindicatoria sino que es necesario que otra
persona obtenga la posesión. La acción reivindicatoria se extingue cuando se ha extinguido el
derecho de dominio, luego, no tiene un plazo fijo de prescripción. Con respecto a los muebles
podrá durar dos años o un tiempo intermedio; respecto a los inmuebles, en cinco años o un
tiempo intermedio; tratándose de prescripción extraordinaria el plazo serpa de diez años. Ello se
deduce del artículo 2517 del Código Civil que dispone: “Toda acción por la cual se reclama un
derecho se extingue por la prescripción adquisitiva del mismo derecho”. Tanto la acción

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reivindicatoria como la de petición de herencia son acciones propietarias porque se extinguen


por la prescripción adquisitiva.

5. Naturaleza jurídica de la acción reivindicatoria

La acción reivindicatoria es una acción real porque deriva de un derecho real.


Puede ser mueble o inmueble, según sea la cosa en que ha de ejercerse. Esto es
importante para determinar la competencia del Tribunal de Justicia que ha de conocer de ella. El
juicio de reivindicación es un juicio ordinario, juicio delato conocimiento.

6. Medidas precautorias durante el juicio.

El demandado está muy protegido ya que goza de la presunción de ser dueño de la cosa,
aún durante el juicio. Además, conserva el goce la cosa conforme al primer inciso del artículo
902 del Código Civil. Aplicados estos principios a las cosas muebles, llegamos a establecer que el
poseedor podría enajenarlas. El reivindicante podría ser burlado por el poseedor de la cosa, por
ello, los artículos 901 y 902 del Código Civil lo autorizan para solicitar ciertas medidas
precautorias con el objeto de asegurar los resultados del juicio.

Si la cosa que se va a reivindicar es muebles, el reivindicante tiene derecho a solicitar el


secuestro de ese bien, es decir, el depósito hecho por orden judicial en manos de una persona. Si
la cosa que se va a reivindicar es inmuebles, se puede pedir nombramiento de uno o más
interventores. Pueden solicitarse, además, otras medidas precautorias como, por ejemplo, la
prohibición de celebrar actos y contratos relativos a la cosa objeto de la litis, medidas para evitar
los deterioros de la cosa, etc.

7. Prestaciones mutuas

Son las indemnizaciones o devoluciones recíprocas que se deben mutuamente reivindicante y


poseedor, cuando este último es vencido en el juicio reivindicatorio.
Lógicamente que cuando el poseedor vence en el juicio reivindicatorio estas prestaciones
no tienen lugar.

7.1 Obligaciones que tiene el poseedor vencido para con el reivindicante

a) Restitución de la cosa. De acuerdo al artículo 904 del Código Civil debe hacerse
en el plazo que el juez señale. Esta es una norma excepcional en nuestro derecho ya que el juez
no puede fijar plazos, salvo en casos excepcionales en que la ley lo autorice. La sentencia que da
lugar a la demanda, se cumple en conformidad a las reglas especiales de procedimiento, y éste

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va a depender de la época en que se exige el cumplimiento. Si se pide dentro del plazo de un


año contado desde que la ejecución se hizo exigible, se cumple en forma incidental. Si el
reivindicante pide el cumplimiento del fallo pasado el plazo de un año, debe entablar un juicio
ejecutivo. La sentencia le servirá de título ejecutivo.

b) Indemnización de los deterioros que hubiere causado en la cosa.


Conforme al artículo 906 del Código Civil debemos distinguir entre poseedor de buena fe y
poseedor de mala fe. Aplicando por analogía el artículo 913 del Código Civil, esta mala o buena
fe del poseedor para los efectos de los deterioros se considerará en el momento en que se
produjeron. Debemos tener presente que después de la contestación de la demanda el poseedor
de buena fe es considerado de mala fe. El inciso primero del artículo 906 del Código Civil
dispone: “El poseedor de mala fe es responsable de los deterioros que por su hecho o culpa ha sufrido la
cosa”. En cambio, el poseedor de buena fe no responde por los deterioros sino en cuanto se
hubiere aprovechado de ellos, por ejemplo, destruyendo un árbol. En este caso, no pudiendo
haber enriquecimiento sin causa, el poseedor de buena fe debe una indemnización equivalente
al beneficio que le hubiere ocasionado el deterioro.

c) Restitución de los frutos. Se distingue también entre poseedores de buena o mal


fe conforme al artículo 907 del Código Civil que dispone: “El poseedor de mala fe es obligado a
restituir los frutos naturales y civiles de la cosa y no solamente los percibidos, sino los que el dueño
hubiera podido percibir con mediana inteligencia y actividad, teniendo la cosa en su poder. Si no existen
los frutos, deberá el valor que tenían o hubieren tenido al momento de la percepción: se considerarán como
no existentes los que se hayan deteriorado en su poder”. En cambio, el poseedor de buena fe no está
obligado a devolver los frutos que hubiere percibido antes de la contestación de la demanda.
Después de ella se asimila automáticamente al poseedor de mala fe. Debemos relacionar esta
materia con el artículo 913 del Código Civil que dispone: “La buena o mala fe del poseedor se refiere,
relativamente a los frutos al tiempo de la percepción y relativamente a las expensas y mejoras al tiempo en
que fueron hechas”.

d) Debe abonarle al reivindicante los gastos de custodia y conservación de la cosa


durante el juicio. Si la cosa fue secuestrada pagará el actor al secuestre los gastos de custodia y
conservación, y tendrá derecho para que el poseedor de mala fe se los reembolse. Esto es lo que
se llama contribución a los gastos y que está obligado a pagarlos el poseedor de mala fe pero no
el de buena fe.

7.2 Obligaciones el reivindicante para el poseedor vencido.

a) Debe satisfacerle los gastos ordinarios y costos de producción de frutos. Es


lógico porque aún cuando la cosa hubiere estado en manos del reivindicante siempre para
producir los frutos habría sido necesario efectuar esos gastos.

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b) Debe abonarle las mejoras. Mejora es toda obra que se ejecuta en una cosa y que
tiene por objeto su conservación o un aumento de su valor, o en razón de su ornato o recreo. Las
mejoras pueden ser de tres clases: primero, las mejoras necesarias, son aquellas indispensables
para la conservación y mantenimiento de la cosa; segundo, mejoras útiles, son aquellas que
aumentan el valor venal de la cosa; y, tercero, mejoras voluptuarias, son las que consisten en
objetos de lujo y recreo, y si aumentan el valor de la cosa es en forma insignificante. Para el pago
de las mejoras se atenderá a dos factores: a la buena o mala fe del poseedor, y a la calidad de las
mejoras.
En el pago de las mejoras necesarias prevalece la calidad de las mejoras sobre la buena o
mala fe del poseedor. Siempre el reivindicante debe abonar al poseedor vencido estas mejoras ya
que si hubiere estado en su poder, también las debería haber hecho. Estas mejoras pueden ser:
primero, obras materiales, caso en que el reivindicante abonará al poseedor estas mejoras en
cuanto hubieren sido realmente necesarias pero reducidas a lo que valgan al tiempo de la
restitución porque antes el poseedor gozó de estas mejoras; y, segundo, obras inmateriales, caso
en que el reivindicante las pagará en cuanto le aprovechen y se hubieren ejecutado con mediana
inteligencia y economía.
Con respecto a las mejoras útiles, se hace el distingo entre el poseedor de buena o de
mala fe y se atiende al momento en que se ejecutan las mejoras y no al momento en que se inicia
la posesión. Debe rembolsar al poseedor de buena fe las mejoras útiles existiendo la buena fe al
momento en que ellas se ejecutan. Se da al reivindicador el derecho optativo según el cual puede
elegir entre pagarle al poseedor de buena fe el valor de las mejoras útiles o bien el aumento de
valor que la cosa hubiere experimentado. El poseedor de mala fe no tiene derecho a que se le
restituyan las mejoras útiles sino que se le autoriza a llevarse los materiales que hubiere
invertido en la cosa siempre que ellos puedan separarse sin detrimento de la cosa y si, además,
el reivindicante se niega a pagar el valor de esos materiales. Se entiende que la separación no
ocasiona detrimento a la cosa cuando esta no queda en peores condiciones de las que estaba al
hacer las mejoras. Si los materiales no se pueden sacar sin detrimento de la cosa el poseedor de
mala fe pierde esas mejoras.
Con respecto a las mejoras voluptuarias, el reivindicador no está obligado a pagarlas ni
al poseedor de buena fe ni al poseedor de mala fe, sino que ambos tendrán el derecho de
llevarse los materiales siempre que el reivindicante no se allane a pagarles el valor de dichos
materiales. El poseedor de buena y mala fe están en igualdad de condiciones.

c) Derecho de retención del poseedor vencido. El artículo 914 del Código Civil autoriza al
poseedor vencido para retener la cosa, es decir, le da el derecho legal de retención, hasta que el
reivindicante verifique el pago o se lo asegure a su satisfacción. Los bienes retenidos se
equiparan a los bienes dados en prenda e hipoteca, para los efectos de las preferencias y de las
realizaciones, conforme al artículo 546 del Código Civil.

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ACCIONES POSESORIAS

1. Concepto

El fundamento de la protección posesoria (por qué se protege la posesión) constituye una


de las discusiones doctrinarias básicas sobre esta materia. La interrogante resulta
particularmente justificada al considerársele un hecho. El repudio a la violencia (con acento ya
en las relaciones privadas, ya en el orden público) y la apariencia de propiedad que reviste,
aparecen entre las razones que generalmente se aducen para justificar la protección.
El Código regula estas acciones en los Títulos XIII y XIV del Libro II (artículos 916 a 950);
deben tenerse presentes también las correspondientes normas procesales (artículos 549 y
siguientes del Código de Procedimiento Civil); como otra protección posesoria debe
mencionarse la tercería de posesión, contemplada en el Código de Procedimiento Civil artículos
518 y siguientes).
"Las acciones posesorias tienen por objeto conservar o recuperar la posesión de Bienes Raíces o de
derechos reales constituidos en ellos" (artículo 916).

2. Características

a) Son acciones inmuebles (artículos 916 y 580).

b) Son acciones reales. Se ha controvertido este carácter, sobre todo como


consecuencia de la discusión relativa a la calificación de la posesión como hecho o derecho, Se
ha sostenido que siendo la posesión un hecho, no podrían tener la calificación ni de reales ni de
personales.
Generalmente se las califica de acciones reales por tratarse de acciones que se ejercen
contra cualquier persona, si turba o arrebata la posesión, sin que importe la existencia de un
vínculo preestablecido con ella (artículo 927).

c) En el ámbito procesal puede mencionarse la circunstancia de que su ejercicio


generalmente deja a salvo el derecho a discutir posteriormente el dominio entre las mismas
partes (artículo 563 y 576 del Código de Procedimiento Civil).
En el caso de la querella de restablecimiento, cuyo carácter de acción posesoria está
discutido, quedan a salvo incluso las acciones posesorias comunes (artículos 928 del Código
Civil y 564 del Código de Procedimiento Civil).

3. Requisitos

a) Es necesario ser poseedor. La exigencia deriva de la naturaleza y fines de estas


acciones. No se exige ser poseedor regular; la protección alcanza tanto a la posesión regular

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como a la irregular. Debe sí reunir ciertas condiciones (artículo 918): ha de ser tranquila, no
interrumpida y por un año a lo menos (contado en la forma que indica el artículo 920); pero es
posible también la agregación de posesiones (conforme a los artículos 717, 920 y 2500). Al
exigirse posesión tranquila se niega protección a la posesión violenta. No se pide expresamente
que deba ser pública -con lo que se privaría de protección a la clandestina y con ello a toda
posesión viciosa-, pero se ha resuelto que sí.
Se ha resuelto también que la disposición del artículo 918 –que exige posesión tranquila y
no interrumpida un año completo- no se aplica a las acciones posesorias especiales.

b) El objeto debe ser susceptible de acción posesoria. Lo son los bienes raíces y los
derechos reales constituidos en ellos (artículo 916).
No habiendo duda en cuanto a los inmuebles por naturaleza y por adherencia, se ha
resuelto que la protección alcanza también a los inmuebles por destinación.
En la protección a los derechos reales constituidos en inmuebles deben tenerse en cuenta
la regla del artículo 922 y la exclusión de las servidumbres discontinuas y continuas inaparentes
(artículos 917 y 882).

c) Debe interponerse en tiempo oportuno. Tras exigirse un año de posesión para


tener acción posesoria, se concede el mismo plazo para ejercitarla.
El plazo se cuenta en la forma dispuesta en el artículo 920; por ser plazo especial de
prescripción extintiva, no se suspende (artículo 2524). En caso de hechos reiterados de turbación,
si cada uno configura una molestia de naturaleza distinta, el plazo se contará individualmente
para cada situación. Si se trata de hechos reiterados de una misma turbación, se ha discutido si
ha de contarse desde el último o desde el primero de tales actos.
Artículo 920. “Las acciones que tienen por objeto conservar la posesión, prescriben al cabo de un
año completo, contado desde el acto de molestia o embarazo inferido a ella.
Las que tienen por objeto recuperarla, expiran al cabo de un año completo contado desde que el
poseedor anterior la ha perdido.
Si la nueva posesión ha sido violenta o clandestina, se contará este año desde el último acto de
violencia, o desde que haya cesado la clandestinidad.
Las reglas que sobre la continuación de la posesión se dan en los artículos 717, 718 y 719, se
aplican a las acciones posesorias”.

4. Prueba

Quien entabla una acción posesoria fundamentalmente debe probar: a) que es poseedor
tranquilo y no interrumpido, por un año a lo menos; b) que se le ha arrebatado o turbado la
posesión.

Los artículos 924 y 925 del Código Civil se refieren a la prueba de la posesión.

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Artículo 924. “La posesión de los derechos inscritos se prueba por la inscripción y
mientras ésta subsista, y con tal que haya durado un año completo, no es admisible ninguna prueba de
posesión con que se pretenda impugnarla.”

Artículo 925. “Se deberá probar la posesión del suelo por hechos positivos, de aquellos a
que sólo da derecho el dominio, como el corte de maderas, la construcción de edificios, la de cerramientos,
las plantaciones o sementeras, y otros de igual significación, ejecutados sin el consentimiento del que
disputa la posesión.”

Tales normas, unidas a los conf1ictivos preceptos de la denominada posesión inscrita,


han provocado otra de las controversias notables en la doctrina y jurisprudencia.
* Se ha sostenido que el artículo 924 es aplicable a la prueba de la posesión de todos
los derechos reales, a excepción del dominio; este último, más fácil de ejercitarse mediante actos
materiales debe probarse en la forma dispuesta en el artículo 925. Con esta posición muestran su
actitud de no asignar a la inscripción conservatoria un valor tan absoluto.
* Otra solución señala que el artículo 924 se aplica a la prueba de la posesión de los
derechos reales inscritos distintos del dominio, el 925 a la prueba de la posesión de inmuebles no
inscritos y ambos preceptos se aplican para la prueba de la posesión de inmuebles inscritos
–dominio-. La jurisprudencia se ha inclinado mayoritariamente por esta alternativa.

También ha motivado discusión el punto concreto de la prueba de la posesión de


inmuebles inscritos que se han adquirido por un título no traslaticio de dominio (como la
accesión, y la sucesión por causa de muerte). Se ha afirmado que en estos casos, como es posible
sostener que se puede adquirir posesión sin necesidad de inscripción, la prueba se regiría por el
artículo 925.

En relación a la prueba de la turbación o privación de la posesión si se interpone acción


posesoria deberá probarse también la molestia o privación de la posesión, según el caso, Más
precisamente, deberán probarse los hechos en que consisten (artículo 551 del Código de
Procedimiento Civil) y su fecha, para dejar claro así que se interpone en tiempo oportuno. Los
medios de prueba son los comunes.

5. La querella de amparo

Es la que tiene por objeto conservar la posesión de los bienes raíces y derechos reales constituidos
en ellos.
Del concepto se desprende que el querellante aún no ha perdido la posesión y,
precisamente, se querella de amparo para impedir o poner término a la turbación o embarazo
que, en ciertos casos, de continuar pudieren concluir en una privación o despojo de la posesión;
puede pedir conjuntamente que se le indemnice el daño causado y se le den seguridades contra
el que fundadamente teme (artículo 921).

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Turbación, embarazo o molestia causada a la posesión es todo acto o hecho voluntario,


ejecutado de buena o mala fe que, sin despojar a otro de su posesión, supone disputar o
controvertir el derecho de ejercerla que pretende tener el poseedor (tal como se desprende de
sentencias en que ha sido aplicada, los hechos son de variada naturaleza: ingresos al predio,
corta de árboles, extracción o ingreso de materiales, remoción de cercos, etc.). Queda dicho,
entonces, que no toda agresión de hecho funda una acción posesoria; debe importar discutir la
posesión del agredido; una agresión que carezca de esa dirección (como el lanzamiento de una
piedra a una ventana) no la justifica la protección por esta acción.
La acción puede intentarse tanto cuando se ha tratado de turbar la posesión como
cuando en el hecho ya se ha turbado (artículo 551 N° 2 del Código de Procedimiento Civil).

6. La querella de restitución

Es la que tiene por objeto recuperar la posesión de bienes raíces o derechos reales constituidos en
ellos (artículos 916 y 926 del Código Civil y 549 del Código de Procedimiento Civil).

El querellante ha sido ahora despojado de su posesión y por la querella pide que le sea
restituida; puede pedir además indemnización por los daños causados.
Previéndose la posibilidad de traspasos, se permite dirigir la acción contra todo el que
derive su posesión del que efectuó el despojo (artículo 927). La privación puede ser total o
parcial, y no importa si el autor no tiene ánimo de entrar él en posesión. Se ha en tendido que si
privado de la posesión, luego el poseedor puede entrar en ella libremente, se está en presencia
más bien de una turbación.
¿Puede el poseedor inscrito que es desalojado materialmente de su finca, entablar esta
acción posesoria o debe deducir la acción reivindicatoria?
La dificultad consiste en determinar si se ha perdido o no la posesión. La respuesta dependerá
en última instancia, de la concepción que se tenga de la inscripción conservatoria.
Si se concibe la inscripción como símbolo de posesión, en términos absolutos y
excluyentes, se puede concluir que no hay privación, y ni siquiera turbación (entonces, el
afectado habría de recurrir a la querella de restablecimiento, si el despojo fue violento y actúa
dentro de seis meses; a una acción de precario, por el artículo 2195; a alguna innominada
ordinaria en que se discutirían dominio y posesión; a la criminal de usurpación; al recurso de
protección), en este extremo, sólo habría turbación si alguien pretende inscribir el mismo
inmueble a su nombre, y privación de posesión si efectivamente inscribe con efecto
cancelatorio).
Si a la inscripción se le tiene sólo como garantía de posesión, la cual siempre es tenencia
con ánimo de dueño, en el caso propuesto habría sin duda turbación de la posesión, lo que daría
fundamento a acción posesoria de amparo.
Por último, bien puede entenderse que aun en los inmuebles inscritos la posesión
material es un elemento fundamental, y al privarse de ella, se estaría privando del aspecto o fase
material de la posesión, y por lo menos habría un despojo parcial.

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Como unos mismos hechos pueden constituir turbación de posesión en un sector del
inmueble y despojo en otro, pueden plantearse simultáneamente amparo y restitución (artículo
17 del Código de Procedimiento Civil), y si no está claro si los hechos constituyen turbación O
privación de posesión, bien pueden plantearse una en subsidio de la otra. Tal sería la actitud que
puede adoptarse cuando al poseedor inscrito se le priva de la posesión material, en que podría
intentarse acción posesoria de restitución y, en subsidio, de amparo.

Por otra parte, se ha resuelto que, persiguiendo análogo fin jurídico, son compatibles las
acciones reivindicatoria y posesoria de restitución, teniendo presente que mientras para
reivindicar no es necesario haber entrado en posesión, para tener la posesoria de restitución es
preciso haber tenido la posesión que se intenta recuperar (sin perjuicio de la necesidad de
probar dominio en la primera).

7. Querella de restablecimiento

Es la que se concede al que ha sido despojado violentamente de la posesión o mera tenencia de un


inmueble, a fin de que le sea restituido en el estado existente antes del acto de violencia (artículos 928 del
Código Civil y 549 del Código de Procedimiento Civil).

También denominada "querella de despojo violento", por cierto tiende a evitar que los
particulares se hagan justicia por sí mismos.
La doctrina (nacional y extranjera) discute la naturaleza de esta acción, como ~ posesoria
propiamente, o como acción personal de carácter delictual (la circunstancia de concederse
también al mero tenedor, inducen a esta segunda calificación).
No es necesario probar posesión; basta acreditar el despojo. Tampoco es necesario que el
actor carezca de acción posesoria de amparo o restitución; puede recurrir a aquélla no obstante
disponer también de éstas.
Prescribe esta acción en seis meses, contados desde el acto de despojo, plazo que no se
suspende (conforme al artículo 2524).
Cumplida su función, es decir, restablecida la situación al estado anterior al acto de
violencia, pueden ejercitarse las acciones posesorias que correspondan.
Se ha resuelto que, por su fundamento de evitar la justicia por mano propia, procede
cuando la violencia se ejerce en contra de las personas o de las cosas, e incluso contra el dueño
del inmueble. Pero como los hechos de violencia son personales, no puede intentarse contra el
sucesor del autor del acto de despojo violento. Entre comuneros es igualmente aceptada.

8. Otras acciones posesorias

Las restantes acciones posesorias se encuentran reguladas en los artículos 930 a 950 del
Código Civil y 565 a 583 del Código de Procedimiento Civil.

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Esquemáticamente, estos textos regulan las que se denominan "denuncia de obra nueva",
"denuncia de obra ruinosa" y otras acciones posesorias especiales. Tratan de su consistencia, sus
requisitos, el tiempo en el cual prescriben y la concesión de acción popular en ciertas situaciones.
Son destacables los artículos 937 y 948, particularmente para la protección ambiental.

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