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TEMA Nº 18 VALOREMOS QUE LA MISIÓN DE LA IGLESIA ES DAR TESTIMONIO DE LA MISERICORDIA DE DIOS

*DIOS NOS HABLA: Jn. 20,21


Jesucristo envió a sus apóstoles a ser anunciadores de su Divina Misericordia, capacitando así bajo la acción del
Espíritu Santo a cumplir la obra Misionera.

En la actualidad también se perciben puertas cerradas, como en aquella ocasión estaban los discípulos por miedo.
Es un llamado para el bautizado, anunciar la Divina Misericordia siendo testigos de la paz que Cristo dona con la
resurrección y viviendo la pascua con el deseo firme de la reconciliación.

En la bula Misericordiae Vultus el Papa Francisco recuerda las palabras de San Juan Pablo II que motiva “la urgencia
de anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo: Ella está dictada por el amor al
hombre...(MV Nº 11). La misericordia, como señala el Papa Francisco, se revela como una dimensión fundamental
de la misión de Jesús (Cf., MV Nº 20). Ahora bien, siendo la Iglesia continuadora de la misión de Jesús, tiene
entonces que ser testimonio de la misericordia del Señor, de ello depende su credibilidad ante el mundo. “La
misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia… La credibilidad de la Iglesia pasa a través del
camino misericordioso y compasivo” (M V Nº 10). El anuncio y testimonio de la misericordia es parte esencial de la
misión de la Iglesia. “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del evangelio,
que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona” (MV Nº 12). La Iglesia, nos dice el Papa
Francisco, tiene como primera tarea “introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el
rostro de Cristo”.- “La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble
cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio…. La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de
la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo” (MV Nº 25)

La Iglesia testimonia el amor misericordioso del Señor, de modo especial, dispensando el sacramento del perdón,
acogiendo con amor a los pecadores, reconociéndose ella misma como pecadora y necesitada de permanente
conversión. El Papa Francisco nos hace recordar la importancia del sacramento de la reconciliación, “porque nos
permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia […] Nunca me cansaré de insistir en que los
confesores sean verdaderos signos de la misericordia del Padre” (MV Nº 17). Como Jesús, la Iglesia acoge a los
pecadores con amor, no para enrostrarles su pecado, sino para abrirles el camino de la misericordia; lo cual, desde
luego, no significa ninguna condescendencia con el pecado sino con el pecador que está abierto a la gracia de Dios.
Como Jesús, también la Iglesia le dice al pecador arrepentido: No te condeno, “Anda, y en adelante no peques más”
(Jn 8, 11). “La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el
pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer” (MV Nº 21). Los confesores,
dice el Papa Francisco, “están llamados a abrazar ese hijo arrepentido que vuelve a casa y a manifestar la alegría
por haberlo encontrado (M V Nº 17).- La Iglesia sale al encuentro de todos sin excluir a ninguno. La Iglesia, no es
sólo la comunión de los santos sino también la comunión de los pecadores; como tal, no puede pretender
“excomulgarlos” para quedarse con los “puros” y “santos”.-El Papa Francisco nos hace un llamado a no caer en la
indiferencia y el egoísmo, no habituarnos a contemplar el sufrimiento de los otros; nos exhorta a que “abramos
nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privadas de la
dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio” (MV Nº 15).

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