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Rolando Astarita Sobre salario, desempleo e inflación (1)

Sobre salario, desempleo e inflación (1)

Acerca del título de la nota: En un principio esta nota llevaba por título "López Murphy
sobre salario, desempleo e inflación", ya que el disparador de la misma fue la reivindicación
que hizo este economista de la derecha de las políticas de control de inflación de los bancos
centrales de los países desarrollados (políticas que tienen como centro la llamada tasa natural
de desempleo). Sin embargo, a medida que fui desarrollando el tema, el escrito adquirió un
carácter más general: además de la postura estrictamente monetarista, presento en las
siguientes partes de la nota los enfoques de los nuevos keynesianos, de los poskeynesianos, y
finalmente una síntesis de la postura de los marxistas. De ahí que haya optado por el título
más general "Sobre salario, desempleo e inflación (1)".

En una polémica realizada ayer en un programa de TV con Jorge Altamira, dirigente del
Partido Obrero, el economista de derecha López Murphy reivindicó las políticas de los
bancos centrales de los países desarrollados de control de la inflación, que han venido
aplicándose en las últimas décadas. Si bien las mismas tienen como punto axial la idea
de que una elevada tasa de desempleo da lugar a una baja de la tasa de inflación, se
combinan sin embargo con la tesis de que la inflación es, en lo esencial, un fenómeno
monetario (esto es, un resultado de una excesiva emisión monetaria). En el curso de la
polémica, JA señaló, correctamente en mi opinión, el carácter ideológico del planteo de
LM; con esto quiso decir que no tiene un fundamento científico, sino está basado en la
defensa de los intereses del capital en general. LM defendió su posición presentándola
como “natural y lógica”, prácticamente como si se tratara de un hecho técnico; la
naturalización pasa por el argumento de “la aplican los países serios”.

Por supuesto, dadas las limitaciones del tiempo televisivo, los argumentos de un lado y
del otro no se pudieron exponer con profundidad; y además, el debate se desvió hacia
otros temas conexos. Dada sin embargo la importancia de la relación desempleo e
inflación -el enfoque LM es el usual de los cursos de macroeconomía del mainstream-,
en esta nota presento algunas reflexiones sobre el asunto. En esta primera parte
resumo de manera breve en qué consiste el planteo de LM, basado en la llamada tasa
“natural” de desempleo, que fue una reformulación de la clásica curva Phillips,
realizada por los economistas monetaristas Milton Friedman y Edmund Phelps, en los
años 1960.

El punto de partida: el mercado de trabajo neoclásico

La teoría ortodoxa neoclásica parte de suponer que el nivel de empleo está


determinado por las curvas de oferta y demanda de trabajo, y que todo trabajador que
quiere trabajar al nivel de salario de equilibrio (nunca se discute si ese nivel cubre las

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necesidades básicas de reproducción de la fuerza de trabajo), puede hacerlo. En


términos de la ortodoxia, la curva de demanda, de pendiente negativa, indica de qué
manera los salarios reales disminuyen a medida que aumenta el empleo (es la tesis,
carente de fundamento, de la productividad marginal decreciente); la curva de oferta de
trabajo, a su vez, nos está diciendo a cuánto ocio están dispuestos a renunciar los
trabajadores por cada aumento de salario (que, supuestamente, recompensa la
desutilidad de trabajar). Es sobre esta construcción, puramente especulativa (la
construcción de las curvas son meros ejercicios mentales, basados en razonamientos
contrafácticos realizados por el “microeconomista”), que la teoría sostiene que las
ofertas y demandas de trabajo dependen de las decisiones libres de los “agentes” (no
hay clases sociales, sino “agentes”), de manera que el que está desempleado es
porque no acepta el salario que le corresponde (según su productividad marginal). El
razonamiento de LM y en general del mainstream ortodoxo tiene este punto de partida
y fundamento.

La curva Phillips

En los años de la posguerra el planteo anterior se combinó con la curva Phillips, que
establecía una relación negativa entre el nivel de desempleo y los salarios. A partir del
estudio de la economía británica entre 1861 y 1913 Alban Phillips creyó encontrar una
relación inversa, aunque no lineal, entre los porcentajes de desempleo y la variación de
los salarios nominales. Esto es, cuando aumentaba el desempleo, los salarios bajaban.
Se trata de una relación empírica de largo plazo que, como veremos luego, expresa,
superficialmente, el rol que le dio Marx al ejército industrial de reserva como factor de
presión y control sobre los salarios.

Como sea, los economistas de la llamada síntesis neoclásica – keynesiana utilizaron la


curva Phillips para explicar la inflación por aumento de los costos laborales. Siendo Pt
el nivel de precios precios en el tiempo t, μ el “recargo” o “mark up” (que nunca se explica
en su naturaleza y origen, pero es esencialmente el beneficio), Wt los salarios y λ la
productividad, tenemos:
Pt = (1 + μ) Wt/ λ
De esta manera se justificaba la idea de que la inflación era un fenómeno de costos,
principalmente salariales, y que en consecuencia, en tanto no aumentara la productividad λ, sólo
podía ser frenada mediante una caída de los salarios reales. Esta idea se mantiene hasta el día de
hoy: por eso se sostiene que si aumentan los salarios (dada λ), inevitablemente deben aumentar
los precios. Por supuesto, nadie discute por qué tiene que ser constante el recargo, esto es, la
ganancia. En otras palabras, a nadie se le ocurre sostener que si aumentan los salarios podría
bajar la ganancia, de manera que los precios se mantengan iguales, y mejoren los salarios reales,
W/P. Por esta vía se naturaliza la relación “suba de salarios, suba de precios”. De esta manera, la
redistribución del ingreso sale del foco del análisis. Una cuestión que se mantiene en la literatura

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y determina que jamás se ponga en discusión la distribución del ingreso en un país como
Argentina, en que existe, a igual que en el resto de América Latina, una llamativa desigualdad
del mismo (en relación a otros países). Lógicamente también, la teoría inducía a atribuir la causa
de la inflación al poder de negociación de los sindicatos; o, alternativamente, a los “mercados
imperfectos” -esto es, oligopólicos- que afectaban el margen de los costos.
No es de extrañar por lo tanto que esta tesis fuera aceptada por el keynesianismo mainstream de
los gobiernos capitalistas de los 1950-1960. Y sobre esta tesis, reaccionaria en contenido,
elaboraron Friedman y Phelps la “ampliación y rectificación” de la curva Phillips, que dominará
hasta el día de hoy (y es la reivindicada por LM).

La tasa “natural” de desempleo

Durante años se mantuvo entonces la idea, basada en la curva Phillips tradicional, de que existía
una suerte de “intercambio conflictivo” entre aumentos de salarios y la desocupación. Era un
argumento para presionar a los sindicatos a que “cuiden el empleo antes de pedir aumentos
salariales”; discurso que, por otra parte, emplea hoy el Gobierno K (hay poco nuevo bajo el sol
ideológico burgués).

Sin embargo, en los años 1960 aparece el fenómeno de la estanflación -espiral de aumentos de
precios y desocupación-, para la cual la curva Phillips tradicional no tenía respuesta. Es entonces
que Phelps y Friedman lanzan la tesis de la tasa natural. La idea básica está resumida por
Friedman en un famoso mensaje a la Asociación de Economistas Americanos, de 1968 (en el que
recoge los aportes de Phelps). Allí Friedman plantea que la curva Phillips estaba mal
especificada, ya que los trabajadores negocian según salarios reales, no nominales, y que además
incorporaban en sus demandas salariales la inflación esperada para el próximo período.
Anotemos ahora que la realidad es, contra lo que afirma Friedman, y continúan afirmando los
manuales, que la mayoría de las veces los trabajadores luchan por recuperar los salarios reales
que son disminuidos por la inflación pasada; pero estos son “detalles” para la ciencia “a lo López
Murhpy”.

En segundo lugar, Friedman sostuvo que existe una tasa de desempleo “natural”, o “friccional”,
conformada, básicamente, por la parte de los trabajadores que están buscando un empleo mejor.
Aquí no existe ninguna explicación teórica de por qué, por ejemplo, esa tasa “natural” puede ser
del 5, 6, 10 por ciento, o más. Esto es, no se explica el porqué del nivel del salario, sino sus
variaciones en relación a la desocupación. El centro de la historia son trabajadores que se resisten
a aceptar los salarios que se les ofrecen (que corresponderían a su “productividad marginal”),
porque quieren mejorar sus ingresos. Se sostiene también que el tiempo que están buscando estos
empleos depende, entre otros factores, de la existencia de seguros de desempleo, de la presión de
los sindicatos, y fatores similares. Por lo tanto, se concluye, cuanto menores sean las prestaciones
a los trabajadores (servicios por parte del Estado, seguros por desempleo) y cuanto más flexibles
sean las condiciones de contratación (menor poder de los sindicatos, facilidades de despido), más

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rápidamente los que buscan trabajo estarán dispuestos a aceptar las condiciones que se les
imponen.

En otras palabras, si por ejemplo, y debido a la existencia de un seguro de desempleo, grupos


importantes de trabajadores están buscando empleos con salarios superiores a su productividad
marginal, la tasa “natural” de desempleo se mantiene alta, ya que se resisten a trabajar “por lo
que les corresponde”. Por eso, si existiera un subastador walrasiano proveyendo información
segura, y si hubiera plena flexibilidad de los mercados, esas personas no estarían desocupadas,
ya que sabrían cuánto les corresponde por productividad, y aceptarían lo que se les ofrece.
Obsérvese que desde esta perspectiva, sindicatos poderosos -y máxime, sindicatos conducidos
democráticamente por representantes de los intereses de los trabajadores- son un obstáculo para
este funcionamiento “perfecto” de los mercados “perfectamente flexibles”. No es casual por eso
que en el curso de la polémica con JA, LM se haya cuidado de hablar decididamente a favor de
la acción libre de los sindicatos. En otras palabras, el mercado funciona con tanta mayor
libertad en tanto la libertad democrática de los trabajadores para organizarse sea restringida y
vigilada; o reemplazada por átomos en competencia, desprovistos de poder alguno frente a las
patronales. Es la esencia del personaje “liberal” (por eso LM precisa que él es “liberal” de pura
cepa, a igual que lo fueron Friedman, Phelps, o también un Hayek o von Mises).

Es por ese motivo también que Friedman, en su informe de 1968, ponía el énfasis en que la tasa
“natural” de desempleo no era inmutable a lo largo del tiempo: podía disminuir flexibilizando los
salarios mínimos y reduciendo la fuerza de los sindicatos; esto es, bajando las “aspiraciones”
(¿desmedidas?) de los trabajadores, en tanto las mismas estuvieran “fuera del equilibrio”. Por eso
la tesis de la tasa natural encierra todo un programa política de ofensiva del capital sobre el
trabajo. Por eso también era saludada y apoyada entusiastamente por los empresarios. Y es un
hecho que la idea se ha incorporado, de forma permanente, al cuerpo teórico mainstream,
académico o dedicado a la práctica de la Economics. Hay que decirlo con todas las letras: esta
tasa natural es la idea rectora de la política que elogió LM en su polémica con JA. La
explicación monetarista de la inflación, como veremos en la segunda parte de la nota, tiene este
punto de partida (que a su vez, deriva de la formulación a-teórica de la curva Phillips
tradicional).

Aplicaciones prácticas de LM y su equipo en 2001

Lo planteado en el punto anterior tuvo ilustración fáctica por parte de LM en 2001, cuando fue
ministro de Economía del gobierno de De la Rúa (y antes había sido ministro de Defensa).
Recordemos que uno de los ejes de la política de De la Rúa fue flexibilizar y desregular los
mercados, y reducir el poder de los sindicatos, con el argumento de que por esa vía se generaría
más empleo. Era la traslación al ámbito criollo de la tesis monetarista de Friedman y Phelps. Por
eso el punto nodal de LM y su equipo económico fue flexibilizar los salarios, a partir del
diagnóstico de que la desocupación se debía a que los ingresos de los trabajadores eran muy

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elevados. Tal vez nadie lo haya expresado mejor que quien por entonces fue su viceministro de
Economía, Daniel Artana. En un reportaje concedido a La Nación (11/04/2001) explicaba que
“... no es agradable lo que voy a decir, pero es de sentido económico: si el desempleo es muy alto
es porque los salarios son muy altos”. Y el obstáculo para bajar los salarios (que por cierto,
estaban ya muy bajos en relación a las necesidades básicas) era el empleo público y
transferencias del Estado: “Lo que impide generar los puestos de trabajo es que todo el mundo
está esperando una beca del Estado. Porque si se puede trabajar como recolector municipal -
como en muchos municipios con 600 o 700 dólares de bolsillo, nadie quiere trabajar en una
fábrica en una provincia pobre donde paguen 350 o 400. Y además tiene que trabajar muchas
más horas”.

Recordemos que en aquellos años la relación peso – dólar era 1:1, de manera que Artana
(subrayo, viceministro de LM) estaba planteando como necesarios salarios de 350 a 400 dólares
mensuales “por muchas horas de trabajo”. Agregaba luego que en el sector privado ya se había
producido el “ajuste”: “En el sector informal, con baja de sueldos, en el formal ha habido gente
que ha perdido el empleo”. Le tocaba ahora a los empleados estatales; de ahí que el Gobierno de
la Alianza (al pasar, en el que estaban connotados kirchnetistas modelo 2014) bajaría un 13% los
salarios de los empleados públicos (baja nominal). Por último, Artana expresaba muy bien la
relación salarios beneficios (que está implícita en la distribución básica del ingreso explicada “a
lo Marx”, como veremos luego). Después de insistir en la necesidad de “desregular”, decía:
“Para salir de acá (esto es, de la recesión) hay que recuperar los beneficios del sector privado,
porque así funciona el capitalismo. No hay otro mundo. O sos capitalista o nada”. La tesis
reaccionara de “no hay alternativa” juega entonces su rol ideológico. Por eso, y siguiendo esta
idea, LM, en el programa televisivo de ayer enfatizaba que la alternativa al capitalismo es el
stalinismo, o el chavismo. Se cuidaba muy bien de mencionar siquiera la idea (de Marx), del
socialismo de los trabajadores. En otros términos, el mensaje a la población es: “o aceptan esto
(de hecho, bajas de salarios, sea por vía deflación o devaluación; flexibilización; pérdida de
poder de los sindicatos), o habrá más desempleo. Friedman, Phelps, antes Phillips, y todos los
gobiernos “serios” (capitalistas, faltaba más), nos respaldan”. Es el contenido esencial de este
discurso. Veremos más consecuencias en la segunda parte de la nota.

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