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Elfin y lasfinalidades

del análisis
-------------------~
Segunda edición

GLetf4c
cy1va
textos fundamentales del psicoanálisis
Colette Soler

El fin y las finalidades


del análisis
Soler, Colette
El fin y las finalidades del análisis
- 2• ed.- Buenos Aires, Letra Viva, 2014.
92 pp. ; 20 x 13 cm.

ISBN 978-950-649-439-1

l. Psicoanálisis. I. Pablo Peusner (tr<~rl .)


CDD 150. 195

© 2014, Letra Viva, Librería y Editorial


Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires, Argentina
letraviva@imagoagenda.com
www.imagoagcnda.com

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723


Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

Primera edición: agosto de 2013


Segunda edición: septiembre de 2014

Traducción: Pablo Peusner


Coordinación editorial: Leandro Salgado

Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la re-
producción total o parcial de esta obra bajo cualquier método de
impresión incluidos la reprogra fia. la fotocopia y el tratamiento
digital, sin previa autorización escrita del titular del copyri¡;ht .

Esta segunda edición se terminó de imprimir durante septiembre


de 2014 en los Talleres Gráficos "Planeta Offset", Saavcd ra 56G.
Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
,;

In dice

Breve nota de presentación . . . 7

I. La fase final del análisis . .11


La cuestión del análisis terminado. 11
De la espera al horror . 17
El deseo de no saber 21
Satisfacerse· con el embrollo 27
Una satisfacción que no engaña. 29
¿Urgencia de satisfacción? . 35

II. Los afectos de separación . .39


Una separación alienante 42
Otra separación 48
Lo real separador . 51

III. ¿Qué es un sujeto analizado? .65


Más allá del temor y la piedad 68
Ni cristiano ni sadiano 70
No hay más allá de la angustia 72
Un amor extendido . 77
Los afectos sociales . 82
Breve nota de presentación

El seminario "El fin y las finalidades del aná-


lisis" fue dictado por la Dra. Colette Soler en la
sala Pablo Piéasso del Paseo la Plaza, en Buenos
Aires, los días 30 de septiembre y 1 de octubre de
2011, en el marco de las actividades de enseñan-
za del Foro Analítico del Río de la Plata (institu-
ción que forma parte de la Internacional de los
Foros del Campo Lacaniano).
Como acostumbra Colette Soler en sus visi-
tas a nuestro país, el seminario fue dictado por
completo en español. Sin embargo, al momen-
to de realizar la publicación, fue la propia auto-
ra quien prefirió enviar sus notas originales en
francés para proceder a su traducción. Se trata-
ba del texto fuente que eHa misma tradujo d u-
rante el seminario ...

7
COLE'ITE SOLER

He intentado reponer la oralidad en dicho tex-


to para que el lector se encuentre con un clima lo
más cercano posible al que reinó durante aque-
llas dos jornadas de intenso trabajo.
En nombre de la Editorial Letra Viva, agrade-
cemos a la Dra. Colette Soler por la renovada con-
fianza en nuestra tarea, tanto como al Foro Ana-
lítico del Río de la Plata, gestor inicial del proyec-
to del Seminario.

PABLO PEUSNER
Enero de 2013

8
I.
La fase final del análisis
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la mañana

LA CUESTIÓN DEL Al~ÁLISTS TERMINADO


Voy a dedicar este Seminario a la cuestión del
fin del análisis, a su fase final, su terminación y
su resultado. Comenzaré situando el asunto en
su marco, es decir en la historia del psicoanáli-
sis y en la enseñanza de Lacan. Entonces, en pri-
mer lugar, les propongo algunas consideraciones
históricas.
En lo referente al problema del fin de la cura,
Freud se ubicó en un plano factual: constató un
tope de carácter doble, terapéutico y epistémico.
El tope terapéutico recae en el complejo de cas-
tración; o sea en la protesta y la reivindicación del
sujeto que rechaza lo que descubrió en el análi-

11
COLETTE S OLER

sis: la castración. En el plano epistémico -plano


concerniente a la revelación del inconsciente- el
tope recae sobre la represión originaria. Dicho de
otro modo: sobre la imposibilidad de levantar la
represión en forma total y revelar así todo el in-
consciente.
Lacan reafirmó siempre ambas dificultades,
y además mostró el carácter real de las mismas:
la castración es real, efecto del lenguaje, y por lo
tanto incurable. En cuanto a la represión origi-
naria, la reescribió de diversas maneras: signi-
ficante del Otro barrado, agujero en lo simbóli-
co ... Sin embargo, siempre objetó la idea de que
eso constituyera un tope en el fin del análisis. Es
algo que me impactó porque lo dijo desde el ini-
cio de su enseñanza, incluso antes de haber pro-
ducido la menor demostración de la posibilidad
de un verdadero fin.
Y es que a diferencia de Freud, Lacan no se ubi-
có solamente en un plano factual. Él exigió un fin
y tuvo diversos motivos para eso. En principio lo
exigió por una razón (creo que logré captarl a), y
es que las finalidades del análisis - o sea su éti-
ca, eso a lo que apunta- dependen del fin , ya sea
que se lo considere posible o no.
Esta articulación entre fin y finalidad es visi-
ble en Freud a posteriori: si no hay fin de In cas-

12
EL f'IN y LAS f'lNALIDADf:S DEl . ANÁLISIS

tración ni de la represión originaria ... ¿cómo es


que puede terminarse un análisis? Por eso su-
pone que concluye factualmente cuando alguien
deja de encontrarse con su analista. Y en efecto,
desde el momento en que el desciframiento y la
interpretación no tienen más término intrínseco
que la serie de los números enteros, el momento
de interrumpir es una cuestión a evaluar en cada
caso. Así es que no hay doctrina del fin de aná-
lisis en Freud. Y por eso es lógico que el análisis
del analista no le parezca más finalizado que otro,
o incluso más breve. De allí su propuesta de que
convendría r~tomarlo periódicamente.
Desde el inicio de su enseñanza, Lacan se mos-
tró insatisfecho con esta idea. Creo que si Lacan
planteó el final como algo exigible es porque él
mismo fue analizante, lo que no fue el caso de
Freud a pesar de lo que se denomina su "autoa-
nálisis". Que haya un fin identificable es una exi-
gencia analizante.
En Lacan encontramos completa solidaridad
entre el modo de concebir el fin del análisis en
cada momento de sus elaboraciones de la estruc-
tura y las finalidades que le supone. Por ejemplo
en La dirección de la cura ... , luego de haber plan-
teado que el falo - significante de la falta- es la cla-
ve de lo que hay que saber para finalizar los aná-

13
CoLETTE SoLER

lisis, sitúa la ética del analista (es decir, sus fina-


lidades), como una ética del deseo. Al final de su
enseñanza, habiendo puesto en evidencia la fun-
ción del inconsciente-lalengua, real, y la no-rela-
ción/proporción 1 sexual, se podría decir que intro-
dujo una ética del síntoma: un análisis orientado
hacia lo real, denunciando el riesgo de que el psi-
coanálisis se convirtiera en una religión del deseo.
Encontramos aquí una constante: Lacan siem-
pre afirmó que había un fin, que el análisis era
un proceso finito, que había un punto de finitud.
Y eso lo llevó a distinguir el fin del análisis, de
la detención de los análisis (con sus diversas fi-
guras). E sa distinción está presente en los ana-
lizantes que afirman: 'CVo sé que esto no está ter-
minado". Al menos, lo afirman quienes han sido
marcados por La can. ¿Es un efecto de sugestión?
No lo creo. La detención no conclusiva es un efec-
to de la frustración.

Podemos hacer un relevamiento de las sucesi-


vas fórmulas que Lacan propuso para el fin. Que

l. [El término francés rapport condensa los valores de 'rela-


ción' y 'proporción' en español. Solo para los casos en que
aparezca la expresión rapport sexual traduciré indicando
ambos valores, dejándole al lector la elección de cuál re-
sulte el más apropiado en cada ocurrencia. (NdT)].

14
E L Fll': Y LAS FINALIOAOt;S m:1. ANÁLISIS

haya muchas nos obliga a preguntarnos qué mo-


tivó dicha sucesión y, por ejemplo, por qué luego
de la Proposición de 1967 y de El atolondradicho
- dos textos que rozan ese punto- consideró que la
respuesta que había dado era insuficiente. ¿Qué
decía esa respuesta?
La resumo: el análisis está terminado (1°) cuan-
do el sujeto hizo el duelo del objeto a, y (2°) cuando
el sujeto se aseguró de saber los imposibles que el
lenguaje impone a nivel del sexo, del sentido y de
la significación. Este modo del fin está pensado en
función a lo real de lo simbólico, con lo que hay de
real en lo simbólico, sus imposibles y su efecto de
negativización. Está formulado en términos de es-
tructura, aunque Lacan indique también los efec-
tos afectivos que produce. Tenemos así la posición
depresiva del duelo o, más precisamente, manía-
co-depresiva. E s posible entonces cuestionar el fin
a partir de los afectos que produce, a condición de
remitirlos a lo real de lo que son un efecto. Lo que
intenté mostrar en mis dos últimos libros2 es que
el cambio introducido en la noción de lo real a par-
ti r del seminario Aún, lo condujo a repensar el fin
de análisis y sus afectos. Hasta El atolondradicho,
2. Lacan, L'inconscient réinuenté (inédito en español al mo-
mento de la edición de esta obra) y Los afectos lacanianos,
Letra Viva, Buenos Aires, 2011.

15
C o LETIE S OLF.R

cuando Lacan decía "real" se trataba de lo real de


lo simbólico - modo en que reformuló la represión
originaria de Freud: lo imposible de formular o de
escribir-. Pero lo real que inscribió en el nudo bo-
rromeo es otra cosa: es un real completamente fue-
ra de lo simbólico, que implica un fuera de sentido
radical, y que Lacan a veces identificó incluso con
el campo de la vida, del goce del cuerpo viviente
-a punto tal que éste no es sin lalengua: se trata
del goce del cuerpo viviente del hablante.

Voy a hablarles esta mañana de los afectos del


fin de análisis. En la idea del fin , incluyo la fase fi-
nal y lo que introduce allí un término a la misma.

Que la relación transferencia! atraviesa di-


versas fases no es un descubrimiento tardío. En
La dirección de la cura ... , página 575 de la nue-
va edición revisada y corregida (Siglo Veintiu-
no, Bs.As., 2008), Lacan distingue el "enamora-
miento primario del inicio del tratamiento" de
una segunda fase y luego, a continuación, en el
fin, lo que llama "la trama de satisfacción", que
hace tan difícil de romper la relación con el ana-
lista. De hecho, hay allí una secuencia de afec-
tos analíticos. Tres factores determinan los afec-
tos en general: los acontecimientos, lo que ocu-

16
EL FL'< Y I.AS FINALIDAO.,;s DBI. ANÁLISIS

rre, que es un primer factor percibido y vivido en


función del orden del discurso -que es el segundo
factor-. Y luego tenemos la variable individual,
el inconsciente propio de cada uno. Cada discur-
so en tanto orden de los goces produce afectos-ti-
po. Por eso Lacan puede hablar de "nuestro abu-
rrimiento", el aburrimiento de nuestro tiempo,
aunque en cada discurso también la verdad del
goce propio de cada quien se distingue de esos
afectos-tipo, los modifica. Estudié los afectos-ti-
po del discurso analítico. Pero cuidado, esto no
impide que esos afectos-tipo se diversifiquen se-
gún lo sujeto? en función de sus inconscientes ...
No, digamos mejor de su posición respecto del
inconsciente, es decir de su posición ética. Esta
dimensión está presente en todos los afectos. Y
aunque se los padezca, esos afectos son efectos
y signo de una posición ética.

DE LA ESPERA AL HORROR

El primer afecto de la transferencia es la espera.


En "el espacio de la transferencia" la elaboración
produce dos tipos de afectos positivos: los goces
del gay saber -que es el del desciframiento- y
también los gocentidos (joui-sens) del sentido que

17
C OI.ETTE SoLI::R

acompañan el decir de la verdad. Ningún análisis


puede evitarlos, y se presentan en grados diversos.
Ambos son afectos de satisfacción. No obstante, se
muestran impotentes par a colmar la espera de la
transferencia. H ay un obstáculo en lo incurable
de la repetición, en el hay del Uno, en la ausencia
del término que daría la palabra del fin3 . En el
fondo, es lo que designa el término "castración".
¿Todos los análisis desembocan inevitablemente
en la decepción de la transferencia? Es allí donde
dejaba Freud a sus pacientes en el mejor de los
casos, y todo el debate del año '58 acerca de cómo
responder a la frustración anaEzante, debate que
Lacan evoca en La dirección de la cura ... , giraba
en torno de esa decepción de t rans ferencia y de
la obsesión por saber cómo concluir. A partir del
seminario Aún y de su noción del inconsciente-
saber en lo real, Lacan resituó el tema ubicando
en la última fase el horror a l saber.
Si lo que Freud denominó "castración" se declina
de manera triple como falta de ser, falta de goce y
falta de saber, entonces no sorprende constatar que
los afectos de castración se manifiesten en la fase
final, cuando se experimentó (1°) que el significante

3. V. Soler, Colette. El seminario repetido. Letra Viva, Bue-


nos Aires, 2012.

18
EL ~·IN Y I.AS FINALIOAOES m:L ANÁLISIS

no responde a la pregunta Che voui?, (2°) que el


goce no es inexistente sino que falta y (3°) que solo
t•s posible atrapar trozos de saber, S 1 sin el S 2 del
saber absoluto con el que soñaba Hegel. Estos tres
factores no están en el mismo plano.
La castración de saber, a diferencia de las otras
dos, solo puede ser hallada por sujetos que bus-
can saber a través de las disciplinas que lo per-
s iguen, en concreto: la ciencia y el psicoanálisis.
Mientras que la falta de ser y la falta de goce, por
lo contrario, son percibidas por todos y producen
incluso el clamor de la humanidad. Pero de he-
cho hay sol id~ridad entre la castración de saber
y la castración de goce.
Esto conduce a distinguir - en primer lugar- el
"deseo del saber", que es deseo de significante, de
simbolización, y condición de entrada en análisis
en tanto anima el desciframiento. El ejemplo de
Freud lo ha probado brillan temente, extrayendo
saber de los dichos de verdad de los analizantes.
El deseo del saber, que es la aspiración al h allaz-
go de los significantes, es la condición del análi-
sis, condición histórica y condición de cada cura .
Es el analista mismo quien lo presupone, está ya
allí en el amor de !alengua de los trovadores que
inventaron la noción del gay saber. Es una con-
dición del análisis.

19
COLEW~; SOLER

Pero debe diferenciarse del "deseo de saber",


que es otra cosa: un producto eventual del aná-
lisis. El deseo que vuelve posible el análisis y el
que éste produce, se definen por su relación al
saber. N o es un afecto del inicio del análisis. En
el inicio está la transferencia, que es "amor del
saber". N a da que ver con el deseo de saber, es lo
contrario. El amor del saber va acompañado del
"yo no quiero saber nada", en la medida en que
nos hace esperar un saber que resultaría armó-
nico, que arreglaría las cosas, mientras que el in-
consciente no es armónico (Hay del Uno y No hay
relación 1proporción sexual, son las fórmulas de
esa ausencia de armonía). El horror al saber solo
es descubierto por quien ha comenzado a saberlo,
por quien lo percibe o sabe el destino de castra-
ción y síntoma que le depara el lenguaje. El ob-
jeto del deseo de saber es entonces lo real, lo real
que da horror, o sea: las consecuencias reales del
saber inconsciente sobre el goce. Es allí que sur-
ge el horror al saber: efecto real del inconscien-
te real. Al respecto, el análisis nos confronta con
una mala sorpresa: uno llega para arreglar todo,
pero todo no puede arreglarse.
Volveré con más detalle sobre está distin-
ción. Pero ahora hablemos un poco del deseo de
no saber.

20
Et FN Y IA'l fiNALIOADE:S DEL ANÁLISIS

EL DESEO DE NO SABER

Lacan planteó que la humanidad no quiere sa-


ber. Curiosamente, Freud creyó que el deseo de
saber estaba primero ... Consideró las preguntas
de los niños, a menudo tan lancinantes, como los
s ignos de un deseo de saber que lo maravilló. Se
trataba de un deseo condenado a ser decepciona-
do, con consecuencias en cuanto a la inhibición
de la curiosidad y del pensamiento futuro. Inclu-
so hizo de él uno de los resortes del "no puedo lo-
grarlo" o del "no puedo logar nada", típicas frases
de quien desconfía de sus capacidades. Al pare-
cer había incluso depositado sus esperanzas en
una educación no puritana que revelara la fun-
ción del pene ante la pregunta por el origen de
la vida. ¿Por qué Lacan no siguió esos desarro-
llos y jamás se mostró entus iasta ante esa curio-
sidad infantil? Creo que en este tema Freud se
dejó embaucar, aunque su mérito sea el de ha-
ber captado que esas preguntas eran insepar a-
bles del saber y del goce.
¿Qué supone que quieren saber los niños?
Freud cree en esas preguntas y supone que que-
rrían saber lo que ocurre en la cama de sus pa-
dres, saber algo acerca del goce del que están ex-
cluidos pero que igual aparece representado en

21
Co1.F:TI~: So1.f.1<

sus leo rías sexuales infantiles a partir de los go-


n·s pubionales a los que sí tienen acceso: mirar,
('onwr, ensuciar ... En síntesis, de todos los goces
pulsionales que los humanos tienen en común y
a partir de los cuales han fabricado todo un bes-
linrio. ¿Y por qué, entonces, los niños no se con-
tentan con las respuestas que imaginan? Porque
no quieren creer en sus propias respuestas y pre-
fieren continuar preguntando, es decir constitu-
yendo un sujeto supuesto saber del sexo. Se tra-
ta de lo contrario de un deseo de saber.
Si ustedes tienen dudas al respecto, entonces
volvamos al trauma y a lo que indica al respecto.
Si hubiera un deseo de saber referido a lo real del
goce, cuando la experiencia de goce se presenta
-esas cosas entrevistas o entreoídas, experimen-
tadas en el cuerpo propio, que definen al trauma
según Freud- el sujeto ... ¿no debería responder
con un "¡Eureka!" entusiasta? ¡Finalmente sabe,
sabe lo que no se dice n i se imagina! Pero no, hay
horror. El horror al saber es interno al trauma, es
por otra parte lo que explica por qué la variable
individual, ética, juega allí su rol-y Freud lo cap-
tó-. A la vez es posible percibir que las preguntas
de los niños no traducen un deseo de saber en la
medida en que éste sólo puede apuntar a lo real.
Al contrario, esas preguntan portan un deseo de

22
Et. FIN Y LAS f'I NAJ.IJ)ADES DEL ANÁ LISIS

si rnbólico, un deseo de palabras, de escenarios ...


<).dicho de otro modo: un deseo de semblantes. Es
•dgo probado por las fobias de los niños, las que
aseguran la promoción de los significantes al ser-
vicio del goce, significantes apropiados para repri-
mir lo real. Estos convocan a un sujeto supuesto
saber que, cuando ese real resulta entre-percibi-
do, permitiría simbolizarlo, es decir reprimirlo. El
"yo no quiero saber" está en el origen.
Resulta difícil entonces pensar que el deseo del
analista pueda tener su precursor en la curiosi-
dad infantil. La curiosidad infantil, por lo contra-
rio, puede ser precursora de la demanda analizan-
te, porque quien llega al análisis hace un llama-
do al significante y al sujeto supuesto saber, si-
milar al del niño curioso y, como aquel, descono-
ce su horror al saber.
Lo imposible de saber y las consecuencias del
saber solo se descubren verdaderamente en el
análisis, a partir de la transferencia que postula
un "yo sabré puesto que el Otro sabe". Es una es-
peranza ... Pero habiendo comenzado a saber me-
diante la producción de los 8 1, finalmente se des-
cubre que no se alcanza un S 2 (un saber que sería
la última palabra), y que los significantes disponi-
bles solo programan el goce castrado -el término
es de Lacan-. El horror responde a lo real, a los

23
C otETIE SoLJ::R

efectos de la estructura. El trayecto va entonces


de la espera decepcionada al horror, ese horror so-
bre el que Lacan pone el acento desde los años '70.
Quisiera realizar dos señalamientos. Se trata
de una curiosa promesa para hacerle al mundo:
¡vamos a decepcionar su espera de transferen-
cia hasta el horror! Sería mucho peor que el tope
freudiano si esta fuera la última palabra. Y lue-
go, el otro punto: situado este horror ... ¿por qué
el sujeto no emprende inmediatamente la fuga y,
más aún, por qué increíblemente a menudo quie-
re convertirse en analista?

Noté que el Prefacio a la edición inglesa del Se-


minario 11 de 1976 respondía estas dos pregun-
tas fundamentales introduciendo algo inédito al
respecto, lo que puede perfectamente conectarse
con las formulaciones precedentes de la Proposi-
ción y de El atolondradicho, aunque situando el
fin y los afectos del fin de una manera novedosa.
Lacan distingue para la fase final dos tipos de
afectos: unos ligados a lo real, al inconsciente real
y a sus elementos fuera de sentido; y otros liga-
dos a la verdad. Pero ambos son comentados por
Lacan como afectos de fracaso, afectos negativos.
Captamos que el inconsciente es real cuando sus
formaciones -del lapsus al síntoma- ya no tienen

24
EL FIN y lAS ~'INALIOADES Dt~L ANÁLISIS

alcance de sentido. Lacan dice "No hay allí amis-


Lad que a ese inconsciente lo soporte"4 • Dicho de
otro modo: no es porque caigan las satisfacciones
capt uradas en el sentido en el espacio de la trans-
ferencia que una nueva satisfacción, que seria sa-
tisfacción de lo real, aparece. No puedo amar al
inconsciente que se me impone, que me destitu-
ye como sujeto del sentido, que me coacciona al
goce como sujeto; pero sobre todo no puedo convi-
vir con él como si fuéramos dos amigos. N o pue-
do sino reencontrarlo como caída del sentido, y no
puedo apropiármelo porque no se ofrece a ser sa-
bido desde el n:omento en que si le presto atención
soy reconducido al espacio transferencia! del sen-
tido. Entonces, de ese lado, no se trata de un afec-
to positivo. Pero al menos puedo decir una verdad,
es lo que se intenta bajo transferencia. Cito: "No
es el caso: fallo. N o hay verdad que, al pasar por
la atención, no mienta"5 .
En otras palabras: al observar cuidadosamen-
te - y en el análisis supuestamente se observa con
cuidadcr- la verdad no sostiene sus promesas. Si
leen verdaderamente este texto, es decir sin inyec-

4. Lacan, J acques. "Pr efacio a la edición inglesa del Semi-


nario 11", en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012,
p. 599.
5. Ibidem.

25
tarle lo que ya saben, podrán medir cuánto se ale-
ja de lo que los lacanianos han retenido en mayor
medida de la enseñanza de Lacan; a saber: sus te-
sis anteriores que valorizan la verdad hasta el ex-
tremo. Recuerden: la verdad como causa del sín-
toma, la verdad amordazada pero a liberar y cuyo
lugar es ineliminable en el discurso. Sin olvidar
las satisfacciones capturadas en la palabra verda-
dera y la alegría del gay saber. Y de hecho, en la
relación con el Otro, con sus efectos de lenguaje y
de palabra, es la verdad lo que está en cuestión -
lo real sólo figura allí como lo imposible de decir o
de escribir-. Pero en 1976, cuando aparece lo real
fuera de sentido, ya no se trata de la verdad sino
más bien de su fracaso, porque la verdad -que sin
embargo apunta a decir ]o real- solo puede men-
tir sobre ese real que es impredicable y ser antinó-
mica a la verosimilitud. No se puede decir la ver-
dad de lo real, es su definición. Es la introducción
de esta categoría de lo real fuera de sentido lo que
condujo a Lacan a reducir a la verdad.
De los variados afectos de la verdad, Lacan solo
retuvo lo que estaba en el horizonte del trayecto
de su medio-decir, su fracaso, su espejismo. El es-
pejismo de alcanzar lo real es un espejismo que,
como todos, se esfuma al acercársele ... Se trata en-
tonces de afectos de fracaso. A su vez, luego de su

26
:tpertura novedosa respecto de sus elaboraciones
hasta El atolondradicho, el texto renueva la cues-
tión de los afectos de la fase :final y del fin de aná-
lisis. Lacan lo hace en dos frases, ni más ni menos,
que no dicen del todo lo mismo ... Es un punto que
no ha sido comentado.

SATISFACERSE CON EL 8MBROLLO

Leo la primera de esas fi·ases: "Existe cierto


modo de equilibrar estembrollo [stembrouille] 6
que es satisfactorio por razones diferentes a las
formales (la simetría por ejemplo). Como satis-
facción, sólo se alcanza en el uso, en el uso de un
particular"7 •
"E quilibrar estembrollo" designa el vaivén en-
tre verdad y real. En efecto, mi corazón se balan-
cea entre ambas puesto que mi búsqueda de la
verdad querría alcanzar lo real, pero cuando lo
real se manifiesta fuera de sentido la verdad no
está allí, y por prestarle atención vuelvo al in-
consciente real-y así sucesivamente-. Es un em-

6. [Neologismo en forma de locución que reproduce fonética-


mente el sintagma cette embrouille:'este embrollo' (NdT)I.
7. Lacan,Jacques. "Prefacio a la edición inglesa del Semina-
rio 11", en Otros escritos, Op. Cit. p. 599.

27
COLJ':T'I'E SOLER

brollo porque allí donde uno esperaba la solución


mediante el sujeto supuesto saber, se reencuen-
tra con un doble obstáculo. Pero, y aquí viene la
tesis sobre la fase final, de esas dos insatisfaccio-
nes entrelazadas y alternativas, surge una posi-
ble satisfacción. No a causa de su simetría -dice
Lacan- . Eso puede ocurrir solamente porque "en
el uso" -y "uso" significa aquí 'uso de goce'-, los
goces heterogéneos que están en juego en ambas
insatisfacciones pueden arreglárselas de forma
satisfactoria. A partir de dos insatisfacciones, en
el uso, esta fase fabrica una satisfacción. Lo que
equivale a afirmar que se termina gozando del
embrollo, puesto que la satisfacción traduce en el
sujeto su modo de goce. Y he aquí por qué a pe-
sar del horror al saber, castración y síntoma, el
analizante no sale corriendo. Ese "en el uso" in-
dica que es necesario un tiempo, es necesario ha-
ber experimentado el embrollo, es decir tropezar
con lo real, para que en la fase final la sospecha
caiga sobre la verdad mentirosa. ¿De qué real se
trata? No solamente del fuera de sentido del lap-
sus, sino del síntoma, es decir que hace falta ha-
ber vuelto a constatar, y muchas veces, un goce
que resiste a los efectos de sentido y que se impo-
ne como una constante fuera de sentido.

. 28
EL FIN Y LAS FTNALIJ)ADES DEL A.11lÁLIS!S

U NA SATISFACCIÓN QUE NO ENGAÑA

Vayamos ahora a la segunda frase. Dice así:


"El espejismo de la verdad, del que solo cabe es-
perar la mentira ( ... ) no tiene otro término que
la satisfacción que marca el final del análisis"8 •
Esta frase responde a una pregunta latente: la
de saber qué puede darle término al balanceo en
cuestión y a su goce. Dicho de otro modo: qué es
lo que puede detener el relanzamiento del reco-
rrido hacia el sentido.
¿Quién opera ese relanzamiento? Es el mismo
analizante cuando no llega a creer en lo que ex-
perimenta, cuando su modo de balancearse entre
verdad y real lo deja entre la decepción y la deses-
peranza. Pero también, hay que decirlo, a veces el
relanzamiento es producido por el analista. ¿Por
qué? Creo que muy simplemente cuando no tiene
una clara idea del fin que Lacan intenta esclare-
cer aquí. Cuando el analista no se ha liberado de
los "amores con la verdad" de los que Freud ofre-
ció el modelo, cuando todavíía espera algo de las
elaboraciones de la ver dad. Es un espejismo. Se-
gún Lacan, y es como su testamento, el espejismo
no puede detenerse por la producción de ninguna

8. !bid. p. 600.

29
CoLETI~: Sou;R

conclusión articulada, por ningún materna. Solo


se detiene porque aparece una satisfacción nue-
va que pone fin a la satisfacción requerida por las
dos insatisfaccíones. Esta satisfacción no es un
factor de fin entre otros, sino el único -si segui-
mos a Lacan-. "No hay otro término", afirmó. En-
tonces no se trata de una satisfacción que resul-
te de una fórmula de conclusión, como todas esas
de las que Lacan habló hasta ese momento, sino
una satisfacción que vale como conclusión y que
pone término al proceso en acto; y que además es
urgente producir para que el analizantc salga de
los tormentos de la doble insatisfacción-gozante.
Esto es lo que indica que el fin del análisis no
se decide en términos de estructura. El embro-
llo es un embrollo de la estructura: ciertamen-
te, está sostenido por la heterogeneidad del len-
guaje y lo real, lo que produce que entre la ver-
dad y lo real haya una exclusión, y que cuando
uno está allí el otro no esté (como la luna y el sol
en la canción de Charles Trcnet9 ) ... Sin embar-
9. Le soleil a rendez·uous auec la lune
Mais la lune n 'est pas la et le soleill'attend
Ici·bas souuent chacun pour sa chacune
Chac:un doit en (aire autant
La lune est la, la lune est la
La lune est la, mais le soleil ne la uoit pas
Pour la trouuer il faut la nuil

30
EL FIN Y LAS PINAI.IDADES m~L ANALtsts

¡~o ellos tienen una cita, uno busca al otro pero


no se encuentran. Entonces, experimentar el em-
brollo es adquirir un saber acerca de la estruc-
tura, incluso un saber-hacer ahí, pero dejar de
gozarlo no depende de la estructura. ¡Eso es lo
novedoso! Lo novedoso de Lacan respecto de su
propia enseñanza, y realmente mucho más cer-
cano a la experiencia que todo lo que se ha elu-
cubrado -especialmente en la AMP- acerca del
fin mediante una fórmula o materna del fin. Di-
gamos que es una satisfacción que no engaña.
Retomo aquí la expresión que Lacan aplicó a la
angustia. Es una satisfacción propia de la ex-
periencia anal"ítica, testimonio de que se le ha
puesto término al espejismo. Lacan, siempre co-
herente, utiliza aquí en lo concerniente al fin del
análisis, lo que llamé ((la prueba por el afecto" 10 .
Entonces, si el fin no depende ineluctablemente
de las coerciones de la estructura .. . ¿quién dirá
entonces que es posible? Y ibien, los únicos que

Il faut la nuit mais le soleil ne le sait pas et toujours luit


Le soleil a rendez-vous avec la lune
Mais la lune n'est pas la et le soleiL l'attend
Papa dit qu 'il a vu qa luí ...
[CHARLES TRE:"'ET. «LE SOLEU. ET LA LUNF: >>]
10. V. Soler, Colette. Los afectos lacanianos. Letra Viva, Bue-
nos Aires, 2011, p. 98.

31
COLEi'TE SoLER

pueden dar testimonio de ello son quienes lo


han experimentado, porque para quienes no lo
experimentaron está aún en cuestión. Y es una de
las razones del dispositivo del pase: permitirnos
escuchar aquello que podemos llamar los
testimonios del fin posible. Utilizo el término
"testimonio" en función de la ambición que tuvo
Lacan de igualar al psicoanálisis con la ciencia,
incluso de instruir con él a la ciencia, como dice en
Quizás en Vincennes, aunque el término resulte
molesto a causa de sus resonancias religiosas. Por
eso es necesario sostener los dos extremos de la
cadena: la estructura que obedece a una lógica
pero que también aloja a lo inefable que no pasa
al saber. De allí la revalorización del término
"opacidad" en el final de la enseñanza de Lacan,
puesto que lo real es opaco.
Queda aún una pregunta: ¿cuál es esa satisfac-
ción que marca el fin? Porque en el análisis hay
satisfacciones de diverso tipo. Las he desplega-
do: hay satisfacciones ligadas al recorrido de la
verdad y también a la incredulidad ante lo real;
y también a ese balanceo que Lacan evoca en su
último texto. ¿Es posible cualificarla? Ella tiene
una función: ponerle término a las satisfacciones
del embrollo -son los términos de Lacan-, pero
eso no dice cuál es. Lacan habló de la satisfacción

32
' EL Fl:-> y IJ\S F ll\AI.I DAO€S DF:I. A.' IALISIS

obtenida del modo de balancear el embrollo: pero


es propia de un particular.
¿Qué implica esa insistencia sobre lo particu-
lar del modo de satisfacción?Y bien, creo que sig-
nifica que esta satisfacción no es predicable, no es
cualificable. Porque cualificar la, atribuirle un sig-
nificante en una proposición atributiva, cualquie-
ra sea, es elevarla a lo universal, hacer entrar lo
particular en la extensión de un concepto con to-
dos los otros objetos que allí se ordenan. Por eso
Lacan decía que todo significante injuria al suje-
to -entiéndase: en su singularidad existencial- .
Sabemos el efecto de esta satisfacción: detiene el
espejismo de la verdad y las satisfacciones corre-
lativas, y tenemos de eso un testimonio posible en
el pase; pero decir de qué se trata es otro asun-
to: ella solo se experimenta. Estamos aquí en la
lógica del no-todo. Entonces, para quienes quie-
ren cualificada, volverla universal - y he podido
leer diversas tentativas en ese sentido: satisfac-
ción delgay saber o del bien decir-, el texto de La-
can les responde anticipadamente: es un esfuer-
zo vano. N o se trata de la satisfacción del gay sa-
ber, porque este está ligado al desciframiento - lo
he desarrollado suficientemente-, ni tampoco de
la satisfacción del bien decir. Las dos frases del
texto que he comentado, ¿marcan los límites del

33
( ·, > 1 .1':'1'1'~: S• lL I::H

h11 ·n dc ·n r? Se u·ata entonces de una satisfacción


11/c ·uulijimbLe - ustedes percibirán el equívoco de
l'Sle término, como si lo que no pudiera ser cuali-
ficado se convirtiera en algo defectuoso- .
La diferencia con los textos anteriores es pa-
tente. En El atolondradicho hablaba de "duelo"
para esta fase final, mientras que en el Prefacio
introdujo el término "satisfacción". Son muy dife-
rentes. En el duelo se trata de un afecto de pérdi-
da, uno se separa de las adherencias que mante-
nía con lo que se pierde. Contrariamente, la sa-
tisfacción nos captura, nos sostiene a pesar de las
insatisfacciones ligadas a los dos escollos que su-
brayé. Este cambio de acento no es un detalle me-
nor, evidentemente es la consecuencia de lo que
Lacan introdujo como novedoso luego de El ato-
londradicho y a partir del seminario Aún, concer-
niente al inconsciente que no tiene solo efectos de
castración sino que es saber gozado, puesto que el
significante y la palabra misma se gozan. El in-
consciente fuera de sentido no está fuera del goce,
sus Unos son gozados, y la palabra de verdad está
saturada degocentido Uoui-sens], goce del senti-
do. Entonces, en la fase final donde el analizan-
te se balancea entre verdad y real, son esas dos
satisfacciones las que se conjugan en una satis-
facción específica, propia de cada uno. Hay cohe-

34
E L t'U'i v LAS riNALIDAOES o~:t ANALJSIS

rencia entre las dos nuevas formulaciones: el in-


consciente como goce del significante y los afec-
tos de fin. El fin es un cambio de goce.

¿URGENCIA DE SATISFACCióN?

Cambiar de goce no es renunciar al goce. Asu-


mir la pérdida del duelo y cambiar de goce son
dos cosas diferentes. Sería necesario dejar de de-
cir que el fin es una elisión, una negativización
del goce. El analizado no es el héroe de la renun-
cia al goce, a pesar del nuevo deseo del analista.
No es del todó la idea de Lacan del '76: un goce
cesa ciertamente, pero en provecho de otro. La-
can nos acostumbró a pensar el deseo en oposi-
ción al goce, y a funcionar con un esquema men-
tal un poco elemental que puede formularse así:
a menos goce, más deseo. Pero lo que texto dice
con todas las letras es lo siguiente: un goce, el
que marca el fin, pone fin a otro, el que sostenía
el proceso. Y esto nos obliga, o debería obligar-
nos, a pensar el deseo del analista no solo en tér-
mjnos de negativización de goce. Por otra parte,
La can pudo decir a propósito del analista -y mu-
cho antes del año 1976- que habría que pregun-
tarle, cito de memoria, qué del goce lo determina.

35
II.
Los afectos de separación
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la tarde

En nuestra reunión precedente no hablé de la


transferencia." Sin embargo, si bien el fin del análi-
sis no supone el fin de la transferencia, sí en cam-
bio se trata del fin de la función del analista en
la transferencia, puesto que el analizante se se-
para de él. En su pragmatismo, Freud tenía ra-
zón en poner el acento allí.
Si hablamos de "afectos de separación", rápida-
mente el discurso común invita a pensar en los do-
lores de las separaciones en el sentido más corrien-
te del término. A saber: el fin de los amores o de
las amistades (ya sea por desacuerdo o por pérdi-
da del otro). Se piensa en el final de un lazo social
cualquiera y así nos encontramos del lado de los
afectos de sufrimiento, de afectos -digamos- ne-

39
( ·,,. , ¡ ·¡~; S OI.I::R

1·. : 11 "" ' . ,.,,.".,ah: mico es amplio. Sin embargo hay


"'' n · afectivos que acompañan el fin de
l ll: ttu·( ·s
··ll'rt n :-> l;~zos sociales. A modo de ejemplo tenemos
,.¡ l:1zo L'ntre el niño y sus padres, donde los afec-
tos de liberación pueden prevalecer por sobre los
afectos ligados a la pérdida: en tal caso la función
positiva de la separación es relativamente inde-
pendiente de los a fectos eventualmente dolorosos
que la señalan. Ningún lazo entre los seres huma-
nos es indisoluble, ya se trate del lazo de pareja,
de los lazos generacionales o de los lazos de tra-
bajo, aunque no obstante se aspira a que lo sean.
Tal vez no sea siempre así para los lazos profe-
sionales, pero para el amor seguro que sí. Por el
tiempo que dura el amor, este querría no finalizar.
El amor aspira a lo necesario , es algo conocido ...
Pero además, tenemos un tipo de lazo que que-
da por fuera de la serie de los lazos, y es el que nos
interesa: me refiero al lazo analítico, el que tiene
algo que ver con el amor. Ser analista es ofrecer-
se a ser amado, decía Lacan. Se percibe que este
lazo queda por fuera de la serie, al menos por-
que pensamos que debería cesar. No debería du-
rar demasiado. Incluso aparece la queja cuando
no se puede salir de él.
Yo había destacado en la Cita de los Foros de
2004, aquí en Buenos Aires, una afirmación man-

40
EJ. n:>: Y U\S FIXAL IOAOt:S OF.I . M\ÁLlSIS

tenida a lo largo de toda la enseñanza de Lacan,


independientemente de los cambios: la de un aná-
lisis que producía lo que llamé una "identidad de
separación". La expresión no es de Lacan sino
mía, pero subsume todo lo que él pudo decir acer-
ca de los efectos del punto de cierre del análisis.
No obstante, el término "separación" abre una
pregunta: ¿separación de qué? ¿De qué se sepa-
ra uno cuando se separa de un ser querido o de
una pareja en un discurso cualquiera? O más es-
pecíficamente: ¿de qué se separa uno cuando se
separa de su analista?
Lacan intr:odujo en el ps icoanálisis el término
"separación" dándole un s entido positivo, muy
poco clásico. Ni el tema en cuestión, ni el térmi-
no, estaban ausentes antes de él. El propio Freud
valorizó la función de la r enuncia al objeto pri-
mordial (la madre), de una separación de ciertas
adherencias de goce en la infancia ... En síntesis:
de una pérdida original, estructurante, que es ne-
cesaria para permitirle a la libido, al deseo, diri-
girse hacia objetos distintos de los primitivos de
la infancia. La idea es que uno se vuelve adulto
a través de la renuncia a los objetos primordia-
les. En el lenguaje corriente se habla de "cortar
el cordón umbilical". Todo eso va en el sentido de
pensar a la separación respecto de un objeto in-

41
vestido por la libido, por el deseo, conforme a la
idea común.
Entonces, al leer por primera vez el seminario
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoaná-
lisis, referencia obligada sobre este tema, nos lle-
vamos una sorpresa. Lo que es nombrado por La-
can "separación" es otra cosa. Quisiera mostrarles
cuánto difiere del sentido común del término -lo
que resulta evidente- y a la vez, también difie-
re de lo que es una separación de fin de análisis.

UNA SEPARACIÓN ALIENANTE

En esta primera construcción no se trata en


modo alguno de una separación de pareja, sino de
una separación de la cadena significante; o me-
jor dicho: de eso a lo que la cadena me condena y
se denomina "alienación". Esta alienación se jue-
ga a nivel de la estructura mínima del lenguaje,
bajo la forma de una vacilación cuasi diabólica -
podríamos decir- entre los dos términos de la es-
tructura: 8 1 y 8 2 • Concierne a lo que soy como su-
jeto, es decir como ser situado en una cadena sigM
nificante. Confrontado al discurso del Otro tengo
la posibilidad de elegir: puedo asumir un signifi-
cante, identificarme con un 8 1 que resulta de un

42
E L FIN Y lAS FlNALIOADES OEL A.'liÁLISIS

"tú eres" venido del Otro. En tal caso ese signifi-


cante usurpa mi lugar - Lacan incluso dice que
me injuria, fijándome en un significante-. Pero en
vez de ese ser petrificado, puedo elegir el sentido,
o sea lo que ese significante quiere decir, el senti-
do que le otorga un S2 cualquiera. En esta opción,
lo que soy se desliza en la cadena de los signifi-
cantes. En ambos casos, en la petrificación y en la
fluidez, cualquiera sea la elección habrá pérdida:
o pérdida de sentido o pérdida del ser. El análisis
del menor sueño ilustra a la perfección esta vaci-
lación, tanto como el estatuto del analizan te en el
análisis. El sueño funciona como una unidad sig-
nificante enigmática que los representa y los fija.
Su análisis lo conecta con otros significantes que
dan sentido, sin que encuentre su punto final. Con
esta cadena asociativa, lo que el analizante "es
como sujeto del inconsciente" -la expresión es de
Lacan- es inatrapable; el sujeto es un "ente cuyo
ser está siempre allende" 1 • Paso de largo las refe-
rencias lógicas a las operaciones de reunión y de
intersección, y la modificación que Lacan les in-
troduce. Esta alienación - pueden observarlo- no
es ninguna alienación a un amo cualquiera, sino
que más bien le arroja un irónico "¡hasta la vis-
l. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 20,Aún. Paidós, Bue-
nos Aires, 1989, p. 172.

43
1 ••1 1 1"11 S oot ~;K

1•• •·· ·' ¡¡, ., .• .¡ , ·' :·11 dial éctica del amo y del escla-
, . 11 :\., ··" ' de un amo sino del lenguaje y
r·::c·L"o
de· In'!"'" :.;tt ,·:-;Lructura implica, la que está en el
p rllll" '1''" d<· todo poder para el hablanteser. Evi-
dr·lll (·ttwnte el lenguaje me viene de aquellos que
('llc:trnaron al Otro para mí, los que en cierto sen-
tido me introdujeron en la cadena del lenguaje,
aunque ellos no estén menos sometidos que yo.
La separación es entonces definida como se-
paración de esa vacilación, y apunta a lo que soy
fuera de la cadena significante. Una precisión:
ese "fuera de la cadena" que empleo es equívo-
co. Luego de haber introducido la estructura del
nudo borromeo, Lacan habló de lo real fuera de
lo simbólico. Yo lo empleo aquí, pero no para de-
signar el fuera de lo si mbólico, sino para desig-
nar lo que se ubica en el intervalo entre los sig-
nificantes pero que no es del significante, o sea:
el objeto a causa de deseo. Es un poco forzado el
uso que hago del "fuera de la cadena" porque el
intervalo no está propiamente hablando fuera de
la cadena, pero diciéndolo así busco subrayar que
si bien está delimitado por la cadena significante,
no es de la naturaleza del significante.
Lacan no es prolijo cuando habla de la separa-
ción en el '64. Utiliza términos como ''hacerse ad-
venir", "parirse" y "engendrarse". ¿Por qué utiliza

44
EL Fl~ Y LAS FINAL II) ADf;S DEl. ANA!.ISIS

estos términos? Porque en la vacilación entre el


ser petrificado bajo el significante y el sentido, el
sujeto no existe, está incluido en el Otro. Solo ad-
viene extrayéndose de la cadena del Otro, de sus
oráculos, de sus veredictos. ¿Cómo lo hace? Pasan-
do por la falta del Otro. Es un cambio que consis-
te en situarse no por referencia a un texto (a los
significantes del Otro), sino por referencia al Otro
barrado del que no se sabe lo que quiere ni cuál es ,
el objeto que lo anima. Se trat a de identificarse a
ese objeto desconocido. Esto permite al sujeto ha-
cerse representar por "un significante bajo el cual
sucumbe"2 • Di_cho de otro modo, paradójicamente,
esta separación es productora de un S 1 del suje-
to. Es instituyente de una identificación estable,
desconectada del 8 2 , que detiene la vacilación pre-
cedente. ¿De qué tipo de 8 1 se trata entonces? Es
un significante que no proviene del discurso arti-
culado del Otro sino de su falta, de su deseo, emi-
nentemente del significante fálico que condiciona
lo que Lacan llama la identificación última. Esta
identificación no lo ubica por fuera del lazo con el
Otro. Lacan insiste en que se trata de lo contrario:
condiciona la pertenencia y le permite ser, formar
2. Lacan, J acques. "Posición del inconsciente" (1964), en Es -
critos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs.As. , 2008 (edición re-
visada), p. 802.

45
COI.i':Trt: SoLJ::R

"parte". Lacan lo formula de este modo: "darse un


estado civil". El estado civil designa la forma con
la que uno está identificado en el Otro. Aquí se
trata de un estado civil para el cual no hay docu-
mento, porque si lo hubiera habría que decir que
en el análisis se establece el documento del suje-
to que hasta ese momento faltaba.
Identificarse en la falta, en el deseo del Otro,
nos extrae de la cadena del Otro. Es una elección,
dice Lacan, no un efecto automático de la estruc-
tura. Es darse un estado civil, es un querer, una
opción y no un destino debido a la estructura que
vale para todos como la alienación. Ese "querer",
en cierto sentido realiza, torna efectiva nuestra
relación de identificación con el deseo del Otro.

(Hago aquí un paréntesis: si ustedes leen la


Nota a los italianos de 1973, verán que Lacan in-
dica sucintamente que consagrarse a lo que lla-
mo "las obras", o sea al trabajo y al amor, es tra-
bajar para el árbol genealógico, el que es impen-
sable sin los padres y su descendencia. No es esa
la elección que hace un analista. De hecho, la fun-
ción del padre condiciona a esta separación).

Que sea una elección es muy importante: sig-


nifica que las coacciones de la estructura del

46
E L FL'< v I.AS FJNAI.I DAm:s nt:J. ANÁLISIS

lenguaje que se imponen a todos dejan lugar a


la dimensión ética. Siempre es necesario distin-
guir en nuestro dominio el efecto de la estruc-
tura -que no se transgrede- , de lo que es una '
opción subjetiva. Por ejemplo: que solo se pue-
da medio-decir la verdad es un efecto de la es-
tructura. No querer saber nada es una elección.
Identificarse en la falta del Otro, supone pasar
del Otro no barrado - sitio previo del significan-
te, del que se basta a sí mismo el psicótico (la
expresión "se basta" designa la elección psicóti-
ca)- al Otro barrado del deseo. Es el paso que no
franquean las _personalidades "como si", casos en
los que la psicosis, contrariamente a la paranoia,
se confunde con una hípcr-normalidad, en suje-
tos que captan al Otro a través de su texto y no
por sus silencios, quienes están entonces iden-
tificados al texto del Otro y no a su deseo. Los
que se han extraído de la cadena del Otro me-
diante la separación tal como Lacan la describe,
han pasado a otra alienación, es una paradoja:
a una alienación que ya no es al texto y a la va-
cilación que implica, sino al deseo que vehiculi-
za. Lo que Lacan confirma en La lógica del fan -
ta~ma al escribir "alienación" para el ser del su-
jeto y no "separación" como en el seminario de
Los cuatro conceptos ...

47
C OI.F:'f'rE Sot.ER

En la relación con el deseo del Otro, el análisis


opera a nivel de esa separación puesto que
interroga en primer lugar al deseo. ¿Qué se
espera de él? Que revele, Lacan llegó a decir que
"denuncie", los sl de la separación, que están
escritos en el discurso analítico en el lugar de la
producción. Esos 8 1 tienen su lugar en el fantasma,
porque ... ¿cómo identificarse a un objeto que no
tiene ni significante ni imagen? Entonces esto
no es sin la ficción-que puede escribirse o no con
la equis de "fijación" en francés [fixationP - , la
ficción del fantasma que le da nombre e imagen
a ese objeto que no tiene ni nombre ni imagen.
Entonces, hablar del atravesamiento del fan-
tasma o del atravesamiento de las identificaciones
objetales fantasmáticas, designa otra separación.

ÜTRA SEPARACIÓN

No se trata de aquella que me instituye en el


deseo del Otro, sino de la que me libera de él. El
analista soporta la función del deseo, la función

3. [Cole tte Sole r hacer refe re ncia al neologismo lacania no


fixión, cons truido e n forma de s us tantivo por conde nsa-
ción de fiction (ficción ) y (ixe (fijo ), utilizado por Laca n e n
El atolondradicho (NdT)J.

48
EL n:-; Y l ...s FI Ni\I.IDADES OFI. ANAU SIS

del objeto causa. Pero la soporta hasta que el ana-


lizante se separa de ella. Lacan lo afirma explíci-
tamente desde Posición del inconsciente hasta El
atolondradicho, pasando por la Proposición sobre'
el psicoanalista de la Escuela.
Esta otra separación es destituyente del estado
civil tal como lo definí hace un momento a través
de la identificación: por la inscripción bajo un
S 1 correlacionado con el deseo del Otro. Produce
efectos de desanudamiento porque desviste al
sujeto de los significantes que lo inscribían en el
deseo del Otro. ¿Qué queda entonces de él?
Los afecto~ de esta separación son conocidos.
Han sido captados antes de Lacan por Melanie
Klein y Michel Bal int. Lacan los evoca en la Pro-
posición ... y en El atolondradicho. Son afectos de
duelo, o sea de pérdida, oscilando maníaco-de-
presivamente en la fase final. ¿Qué ha perdido
el sujeto sino lo que Lacan llamó "la seguridad
que obtenía de su fantasma"? El atravesamien-
to del fantasma consiste en hacer el duelo del
objeto que uno creía ser para el Otro. Allí reside
la seguridad del fantasma, la certidumbre para
el sujeto de que será golpeado, comido, eyectado,
etc. Seguridad dolorosa, pero seguridad al fin. Y
en el final del análisis es destituido de esa segu-
ridad. Los afectos de destitución responden en el

49
sujeto al viraje que del lado del a nalista produce
el de-ser del s ujeto supuesto saber. Esta destitu-
ción ha sido mal comprendida, sin duda a causa
del patetismo del término "destitución". Pero La-
can se explicó al respecto: el sujeto destituido es
un sujeto liberado, se sabe objeto pero objeto im-
predicable, un objeto que falta al saber, que hace
agujero en el saber del Otro. A la vez, es un suje-
to liberado de las preguntas acerca del deseo del
Otro, de esas preguntas que generan todas las
postergaciones interminables del neurótico. Tal
vez aquellos de ustedes que hayan estudiado los
textos de Lacan se estén preguntando por qué en
1967 hablaba de la "posición depresiva del fin",
y en 1972 de ''posición maníaco-depresiv a". Creo
que el "maníaco" está allí para retomar algo que
había subrayado entre ambos momentos: el efec-
to separador de la destitución que evocaba cuan-
do hablaba de liberación ...
Lacan dice que después el duelo se termina,
sin explicar cómo eso es posible. Se abre así la
pregunta acerca de qué viene después para cada
quien, pero acerca de eso no dice nada ... El ana-
lizado sabrá darse una conducta, hay un montón
posibles, afirma. Por el contrario, en la Nota a los
italianos, declara que todas ellas convienen para
quien desea ser analista.

50
Er. FrN v LAS FINAI.If>A OES m:r. ,\ :".\LISIS

Lo REAL SBPARADOR

Pero Lacan no se detuvo aquí. Luego de esa


idea del pase al objeto -tal como lo presenté-
continuó hasta plantear en Aún que ese lA y sus
otros maternas <t> y a, extraídos de lo simbólico,
habían sido introducidos bajo un ángulo despre-
ciativo. Designaba así el fr acaso en su intento
por situar la función de lo real fuera de lo simbó-
lico. Esto abre la conceptualización de una sepa-
ración por lo real más radical - una tercera for-
ma, podríamos decir, luego de la separación ins-
tituyente descripta en el seminario de Los cua-
tro conceptos ... , y la destituyen te del fin del aná-
lisis descripta en la Proposición del '67-, de una
separación que no va por el lado del objeto inde-
cible que le falta al Otro, sino por lo real propio
al hablante. ¿Cuál es este real?
Esta es la problemática a la que he dedica-
do mi libro Lacan, el inconsciente reinuentado
- lamento el retraso en la traducción española
del mismo-. Allí intenté desplegar lo que plan-
tea La can a partir del seminario Aún: que el in-
consciente (ICS ) es lo real, que es inconsciente
real (1 CSR) y las consecuencias clínicas y prác-
ticas de esa idea.

51
En el nudo borromeo lo real se define como lo
que está fuera de lo simbólico. Lo real no le debe
nada a los significantes y tampoco está hecho para
ser sabido. Como afirmaba Lacan, lo más real que
hay en el hablante es el síntoma. Tal como es re-
definido a partir de 197 4, se trata de una forma-
ción del inconsciente real. En principio porque es
goce, pero sobre todo goce de un elemento del in-
consciente. Ese elemento -cualquiera sea- en tan-
to tal, puede ser llamado real en la medida en que
por definición, está fuera de la caden a. Por otra
parte, esa es la primera definición del significan-
te en lo real, el fuera de la cadena a propósito de
la psicosis en De una cuestión preliminar ... El in-
consciente real no es una cadena significante y,
además, también está fuera de sentido. Se trata
entonces de una ruptura con la tesis del incons-
ciente-lenguaje, simbólico, estructurado como una
cadena significante, productor de sentido que re-
traducía a ese inconsciente lenguaje -que era el
inconsciente freudiano a la luz de la lingüística- .
Nos encontramos aquí con una pregunta acer-
ca de cómo se constituye un inconsciente: ¿de dón-
de vienen esos elementos que se descifran en un
análisis? Freud respondió que vienen de las hue-
llas mnémicas del traumatismo y del tratamien-
to que la represión les aplica. Lacan lo siguió un

52
EL rtN v J.As FfNALJOAm:s m ;1. A."iÁLJSIS

tiempo, un tiempo extenso, traduciendo "huella


mnémica" como "rasgo unario". Rasgo unario de
las primeras experiencias concernientes al goce y
que surgen del trauma o del placer exquisito. Se
trata de dos referencias freudianas, pero lo que
subraya con insistencia es su efecto de pérdida
de goce, lo que inicia la repetición. El rasgo una-
rio no es un significante, es un Uno, un elemen-
to discreto no importa cuál, pero no representa
al sujeto sino que marca su goce con un efecto de
pérdida. Y luego destacó otra cosa: que proviene
de lalengua - incluso afirma que viene de laten-
gua "y no de otra parte"- . Creo que ese "y no de
otra parte" es una alusión a las huellas mnémi-
cas del trauma freudiano del que había admitido
la hipótesis inicialmente. Pero hay aquí una dife-
rencia crucial : los rasgos unarios del trauma es-
tán limitados en número, lo que permite un ago-
tamiento de los mismos, lo que no es el caso de
lalengua que resulta inconmensurable.
Ese real en tanto que fuera de lo simbólico, no
tiene ninguna relación con la verdad del sujeto
que se despliega por la cadena de los sib.rnifican-
tes que inscriben su vinculación al Otro. Que no
tenga relación con la verdad quiere decir que no
proviene de ella y, por lo tanto, que no se resolve-
rá a través de ella.

53
CoLI::'I1'E Soum

Concretamente esto quiere decir que, aunque


se fije en el decurso de la vida en momentos de
encuentros contingentes, el núcleo del goce sin-
tomático no depende de la verdad biográfica y de
los avatares de los lazos familiares. Según Lacan,
este real es "antinómico a toda verosimilitud". El
término es fuerte. Sin embargo, lo subrayo, este
real está necesariamente anudado a la verdad
que le es antinómica, ambos se sostienen, puesto
que ese real marca al cuerpo viviente que sopor-
ta al sujeto, a ese cuerpo que es el lugar del goce,
justamente, opaco.
El inconsciente es un Uno de lalengua
"encarnado"; dicho de otro modo, que marca
al cuerpo y que es él mismo elevado al goce.
¿Dónde se hace presente sino eminentemente en
el síntoma? No en el síntoma-metáfora armado
como un mensaje por la técnica freudiana, sino
en el síntoma en estado salvaje - si puedo decirlo
así- , que es goce de una letra del inconsciente,
idéntica a sí misma. Ese Uno de la letra difiere
del Uno de la identificación separadora de la que
hablaba antes, porque no tiene relación con el
Otro: inscribe, o también podría decir que ancla, la
singularidad absoluta, desprendida del Otro. De
ese real podemos decir que es "falta de la falta",
tapón. Lacan retoma una expresión utilizada en

54
el seminario de La angustia,justo luego d1' lt:t!H' r·
definido al objeto como lo que falta. El objt't.o
que falta anima el movimiento libidinal de la
búsqueda de la verdad, pero la verdad medio-
dicha está siempre agujereada, medio-no-dicha,
y solo la fixión (aquí necesar iamente escrita con
una equis), del síntoma le hace de tapón.
Debemos considerar que ese Uno encarnado, le-
tra del síntoma, permanece incierto -según plan-
tea Lacan- y que entonces todo lo que se descifra
de él no lo designa sino de modo hipotético. Esto
es presentado en el final de Aún y será retomado
en lo que seguirá. Según entiendo, la consecuen-
cia concreta es que resulta posible ciertamente
para el sujeto identificarse a su síntoma real-o
sea: reconocerse en todo lo que hace sufrir y que
se percibe día a día, y no solamente soportarlo,
sino también asumirlo-. No obstante, eso no im-
plica que ese síntoma haya sido identificado de
un modo distinto al hipotético. Lo que se identi-
fica fácilmente es lo que obstruye, incluso lo que
traba en el final del análisis, pero la letra que res-
ponde a eso permanece incierta.
La diferencia con la separación del '64 es evi-
dente. Esta separación por el síntoma y por lo real,
hace de cada uno un caído del estado civil. No nos
hace parte del universo de discurso, no nos otorga

55
Cou:TIE SoLER

un estado civil, no nos asienta en lo social. Tampo-


co constituye un conjunto o una contra-sociedad
posible con los caídos del estado civil que el aná-
lisis ha conducido hacia su soledad. Al contrario,
esa separación los vuelve desecho, lo excluido de
la tropa. "Dispersos dispares" o "dispersos mez-
clados" lepars désassortis], según los traductores
al español, dice en el Prefacio. Sin embargo, esa
separación del Otro por lo real no nos deja flotan-
do, nos brinda un ancl aje que no fluctúa , asegura
lo que Lacan llama la unidad de nuestra cohabi-
tación con lalengua, nuestra unaridad, una ver-
dadera identidad de separación.
Entonces, no h ay que sorprender se de que los
afectos de la fase final y del fin mencionados des-
pués de El atolondradicho, específicamente en la
Nota a los italianos y en el Prefacio, n o sean los
afectos de duelo anunciados en la Proposición y
en El atolondradicho. No son afectos de pérdida
sino de satisfacción , y la satisfacción del sujeto re-
mite a su goce. ¿A qué se debe ese cambio y cuá-
les son s us implicac iones?
No se trata de un misterio. Ese cambio es el
resultado de otro, ya lo he dicho: el de la nove-
dad introducida en la definición del inconsciente.
A saber: la idea de que el saber del inconsciente,
sus elementos lingüísticos -digamos-, se gozan.

56
EL Fl:'\ Y LAS fiNALIOADF.S Dr:l. 1\I':AI.ISIS

El ser goza hablando, lo que es distinto a afir-


mar que el ser ahonda la falta hablando, aun-
que ambas afirmaciones no resulten contradic-
torias. La palabra no solamente está encantada
por el objeto a que falta, sino que vehiculiza el
goce de los significantes del saber inconsciente.
La palabra de verdad gozada no persigue nada,
no busca la palabra del fin, es autosuficiente. No
es teleológica. La transferencia la modifica y le
da aires de búsqueda. A partir de aquí es cohe-
rente subrayar que a pesar de las dos insatisfac-
ciones de la fase final (la resistencia de lo real a
la verdad, y la impotencia de la verdad para de-
cir lo real) hay un goce que repercute en el suje-
to bajo el modo de una satisfacción: esa otra sa-
tisfacción de la que Lacan habla en Aún, según
algo sea dicho y no dicho.
¿Cuál es la relación de esta satisfacción con el
efecto didáctico del análisis? Lacan habló siem-
pre, y en contraposición con Freud, de una satis-
facción de fin. ¿Pero cuál es la relación entre la
satisfacción de fin y la ganancia de saber que se
adquiere en un análisis -su efecto didáctico-, del
que se espera que se deposite en una fórmula de
conclusión final? ¿Se trata del progreso epistémi-
co, o sea del Eureha de la fórmula de conclusión
que satisface? Esa fue la tesis de Lacan hasta El

57
Cou :T'l'E SoLER

atoLondradicho. Pero respecto de este punto, en


el Prefacio asistimos a una completa inversión
de la perspectiva. Allí plantea que la fórmula de
conclusión que almohadillaría la búsqueda de la
verdad es ... un espejismo. El saber se aloja en la
palabra de verdad, pero el Uno encarnado per-
manece incierto. El inconsciente-verdad no con-
cluye, no puede concluir a causa de su estructura
lenguajera. Y no hay otro término -es su expre-
sión- a ese espejismo que la satisfacción del fin.
Que no haya otro término quiere decir que la sa-
tisfacción no es el efecto de una conclusión, sino
que ella misma vale como conclusión, puesto que
testimonia de ese cambio didáctico que supone
darse cuenta del espejismo.
Esta separación por lo real difiere de la que
está ligada al deseo del Otro, la que se presenta
como apuesta en las fortunas y desgracias del
amor, y que - en efecto- no tiene otro horizonte
más que el duelo. Aquella nos separa para bien,
es liberadora, y su afecto no es la pérdida sino
la satisfacción. Además, saberse desecho es un
efecto didáctico distinto al de saber lo imposi-
ble, porque saber lo imposible que sostiene a la
estructura del lenguaje y del discurso nos inser-
ta en una comunidad de saber, en un "para to-
dos", que no compromete la opción subjetiva. Al

58
EL rl:-1 y U\5 fl!'\AI.II>AUJ,;..<; Ot:l . ;\J'\AtiSIS

contrario, los desechos no conforman un mundo


ni una sociedad civil -como se dice actualmen-
te- , y ellos son desechos por su deseo de saber
que no es un producto automático del análisis
sino que compromete la opción de un particu-
lar: aquel que manifiesta la satisfacción de fin.
Esa satisfacción de fin no es más que posible, el
analista no puede estar seguro de satisfacerla.
Reconozco en estas elaboraciones de Lacan una
tercera aparición de lo que llamé la prueba por el
afecto, a saber: las ocasiones en que el afecto re-
vela, manifiesta, lo que el lenguaje -simbólico-
no puede revelar.
La angustia es única para revelar la presen-
cia en la experiencia del objeto a que falta, a fe-
nomenológico que el significante falla o, dicho de
otro modo, la barra sobre el Otro.
Los afectos enigmáticos evocados en el final
de Aún revelan y manifiestan la presencia de los
efectos de lalen.gua que sobrepasan al sujeto, que
van más lejos de lo que se puede formular sobre
ellos, y que permanecen no-sabidos.
En cuanto a la satisfacción de fi..'l, esta revela
que la impotencia de la verdad para decir lo real
ha sido rubricada por el analizante. Ante el saber,
es una prueba de que ningún enunciado puede tes-
timoniar el saber de la mentira de la verdad. La

59
COLF:'T'TB S OLF:R

fórmula de esto sería: no puedo decir la verdad de


lo real. Dicha mentira no debe ser confundida con
el medio-decir, que sostiene la estructura del len-
guaje, ni con la recurrencia de un menos-uno en la
serie de los significantes tan completa como se la
imagine. Esa mentira no designa tampoco el he-
cho de que haya un mentir verdadero - o sea: de
que la verdad pueda adelantarse por la vía de la
mentira-, sino que designa la heterogeneidad de
lo simbólico y lo real.
De golpe se plantea una pregunta: ¿qué prue-
ba que sea posible ese fin producido mediante un
cambio de satisfacción? En efecto, una satisfac-
ción se experimenta, no se prueba ni tampoco se
deduce; se produce y eso implica como en todos
los afectos una dimensión ética que se sostiene
en la r espuesta contingente del sujeto respecto
de lo real. La pregunta se plantea tanto más aún
porque esta satisfacción vale para un particular
- Lacan insiste con eso-, lo que quiere decir que
no es forzosamente para todos, incluso para el
caso del entusiasmo del que hablaba en la Nota
a los italianos. Freud mismo captó esta dimen-
sión cuando propuso la reacción terapéutica ne-
gativa, la que depende por entero de lo que de-
nominamos "posición del sujeto", o de los afectos
singulares generados por la experiencia. Es por

60
EL FH\ Y LAS F'lNALIDAm:s DEL ,\.\IÁLISIS

eso que hablé de "reacción terapéutica positiva"


a propósito del entusiasmo y de la satisfacción de
fin. Pues bien, es ahí donde según creo el dispo-
sitivo del pase se muestra muy necesario, y más
que eso aún, se muestra solidario de la doctrina
del fin, puesto que es el lugar donde se puede es-
cuchar lo que llamaré "testimonios del fin posi-
ble", a través de los pasantes que lo experimenta-
ron y que quieren dar su testimonio. En este caso,
sería necesario hablar de la "prueba por los testi-
monios", incluso cuando son fallidos.

61
III.
¿Qué es un sujeto analizado?
Sábado 1 de octubre de 2011, por la mañana

Hablar del analizado es plantear la cuestión


del sujeto transformado por el análisis. No se tra-
ta del momento del fin, sino del saldo del análi-
sis. La pregunta fue abierta por Freud en su ú l-
timo texto: ¿hay un estado del sujeto que solo po-
dría ser producido por el análisis? Lacan respon-
dió afirmativamente. Sin embargo queda lo que no
cesar á, o sea las consecuencias del lenguaje: cas-
tración y síntoma. ¿Cómo se hace para que esos
imposibles hallados y comprobados en el análisis
no vuelvan más desesperado aún el clamor? Des-
de el momento en que el análisis agrega a ese fi-
nal lo irremediable (lo irremediable de la repre-
sión primaria, lo irremediable de la no-relación),
¿por qué el clamor se detendría?

65
Cou·:rn: Sou;lt

Esta transformación fue nombrada de diversas


maneras en la enseñanza de Lacan, quien llegó
a hablar de metamorfosis: asunción de la castra-
ción, destitución subjetiva, aparición de un deseo
inédito de saber, identificación al síntoma ... Esta
variedad contrasta con el silencio de Freud. Todas
estas formas designan que es posible un cambio
radical. Lo posible, "lo que cesa de escribirse" del
gran clamor del sufrimiento hum ano mediante lo
que Lacan llamaba la "salida de la tropa" e incluso
la salida del discurso capitalista, está all í para de-
signar un cambio en el deseo y en la relación con
el goce. Puede incluso esperarse que los grandes
afectos de la tropa sean para él menos dominantes.
Sin embargo, lo seguro es que no hay sujeto sin
afectos. Toda la experiencia lo prueba y Lacan lo
subrayó en diversas oportunidades. En el fin, el
analizado queda sujeto a afectos imprevisibles, de-
bidos a su división, la que se construyó a lo largo
del análisis -como afirmaba Lacan en el Discurso
a la EFP- . A partir del seminario Aún podemos
agregar que también queda sujeto a afectos enig-
máticos, que testimon ian los efectos do La lengua y
do los que no deberíamos sorprendernos demasia-
do. Ambos términos -"imprevisibles" y "enigmáti-
cos"- indican que su causa es ignorada por el suje-
to, ya se trate de l objeto que divide al sujeto o del

66
E1 ' , , t , ... 1 ' ' " fJ\t~l'•'l·i , ... '· i ......

inconsciente real-/(1/enguo. No es cuesti6n ele a<.:<t-


bar con esos afectos, un aná lisis no los suprime.
¿Un analizado es alguien que, más allá de los
cambios terapéuticos, ha captado la medida de su
singularidad, de lo que lo obstruye, y que de ese
modo atravesó s u horror al sab0 r - el suyo propio,
dice Lacan- sepa rado del de Lodos? ¿i\caso alcan-
zó el coraje de saber? ~o hablaríamos del coraje
de saber del físico o del biólogo, porque para ellos
no se trata de snber lo que produce horror, eso que
Freud nombró '·castración" y Lacan con diversas
expresiones que constantemente la rcf()rmulan.
Solo quienes han ce rnido est' horror saben ser
desechos. Si prestamos atención a la eLimología
del término ''desecho" lrebutl en francés, vemos
que proviene del verbo rrbulf'er que designa ori-
ginariamente un 'rech azo brutal de una persona
o de sus demandas', y eso supone que quien se: ha
contactado con su hor ror al saber, sabe que el de-
seo de saber no puede ser aceptado ni inU•grado
a l discurso común. Pero ate nción: solo hay llormr
al saber para quien sabe (por IJO<..:o que sc•11 l. y ('S('
horror no es evitable porque lo real del in<.:ons('i( ·11
te no es amable. El horror al saber es un:• li1rnta
de saber. Entonces, lo que éticamente import :t «'"
el fin no es el a fecto de horror sino lo quv ~t iJ<'IIl
hace con eso. De a llí las referencias <;ti(';ts ir11·\·1

¡; ,·
COI.ETIE SOLER

tables: el Hombre de las Ratas hablaba de su co-


bardía y, por otra parte, Freud introdujo desde el
inicio del caso lo que llamó "el horror de un goce
ignorado". En la Rese1"ia de La lógica del fantas-
ma Lacan la generaliza al neurótico en general,
cuya cobardía consiste en no querer saber dema-
siado sobre el goce, ya sea el implicado en el fan-
tasma o en el síntoma. Pero el coraje ante lo real
hace del analizado un desecho de la humanidad
-dice Lacan- , un excluido, uno que ya no compar-
te el no querer saber común.
Entonces, ¿qué queda para ese analizado de
los afectos estándares del sujeto natural, es de-
cir aquel determinado por el discurso común? El
temor, la piedad, la tristeza, el aburrimiento, el
amor, el odio, la angustia ... ¿en qué se convier-
ten? Voy a detenerme en cuatro de ellos: el te-
mor, la piedad, la angustia y los afectos sociales.

MÁS ALLÁ DEL TEMOR Y LA PIEDAD

El temor y la piedad manifiestan el retroceso


ante lo real. El temor, respecto de sí mismo; y la
piedad respecto del otro, el semejante. Esa piedad
que todo un pensamiento filosófico supuso como
un afecto natural, está profundamente ligada al

68
registro especular. Se trata de afectos que se ar-
ticulan como recíprocos y transitivos: en la pie-
dad, la participación en los dolores del otro siem-
pre está correlacionada con los temores que el su-
jeto se sabe capaz de experimentar por sí mismo.
En la medida en que el análisis conduce un de-
seo de saber, empuja hacia un más allá del temor
(cuando se trata de sí mismo como analizante) y
de la piedad (cuando se trata del otro).
Ese más allá del temor y la piedad implica la
distinción entre el deseo del analista y el deseo del
terapeuta. Introduce también la cuestión de los ob-
jetivos del psicoanálisis, de sus fines. Es notable
que muchos de los terapeutas de la palabra se au-
toricen en su buen corazón y en el cuidado exclu-
sivo que dicen aportar para reducir los sufrimien-
tos de sus pacientes, mientras que el análisis cm-
puja hacia el deseo de saber; lo que no le impide
jactarse de producir el único verdadero efecto te-
rapéutico, durable y que cambia al sujeto mismo.
Ningún diálogo triunfa entre el análisis y los psi ...
Lo que confunde un poco acerca del temor y la
piedad es que el primero ha cambiado de lugar
en el discurso corriente ... Una particularidad
de nuestro tiempo es el aumento de los temores
respecto del futuro: el temor es un afecto ligado
al tiempo, más precisamente a la anticipación.

69
Col.r r·n S n1 1 1<

Designa una espera negativa que se declina


entre la angustia y el púnieo. No se hab la de
otra cosa que de esto en nuestra época. euando
se habla de las diversas catástrofes y de la
precariedad generalizada. Cuando el futuro
no está asegurado, cuando el escribano no está
seguro de poder eonservar su trabajo, cuando el
pequeüo comC'rciante, los empleados estatales o Jos
profesionales no saben qué oeurrirá, cuando el rico
no sabe qué pasará con su dinero o el enamorado
co n sus amores ... Lo impre\·isto amenaza por
todas parles y la precariedad se generali za tanto
colectiva eomo individualmente. Con esos temores
colectivos la aspiración de tranquilidad está
presente por todas partes, mientras que la piedad
es para aque llos que sucumben. En este contexto,
el mensaje del más a llá del temor puede parecer
escabroso. Tanto como aquel de la rcsiliencia ...
Resulta claro sin embargo que lo real en juego
en lo que aquí evoco n o es el del psicoanálisis, es
decir aque l del inconsciente. Se trata de otro real.

NI CHJSTIJ\l\'"0 NI SADJA!'-:0

En lo que respecta a lo real de l psicoanálisis,


está excluido que la operación analítica se orien-

70
El . ¡.'(:-; y !.AS FIN.-\I.IJJAIJES JlEL \ !'>ALISIS

te en función del temor y la piedad. Puesto que


ambos declinan el "yo no quiero saber nada de
eso", entonces no pueden ser los afectos que pre-
siden el acto del psicoanalista. El analista no es
ni cristiano, ni sadiano.
De aquí la pregunta por la causa del deseo del
analista. ¿Qué puede empujar a un acto que está
más allá de la piedad, o si lo prefieren, que es sin
piedad? Tan sin piedad que - cito de memoria un
sel''lalamiento de Lacan posterior al año '75- "ver
actuar al analista es angustiante''. Concluyo: e l
acto que condiciona el análisis está más allá del
temor y de la piedad, puesto que debe causar el
movimiento arializante hacia lo real. ¿Qué rela-
ción con el otro está implicada en aquel que se
consagra - el término es de Lacan- a producir un
fin que pase por el horror al saber?
Les propongo dos casos de consagración: el
del cristiano, el buen samaritano animado por
el amo r al prójimo, y el del sadiano que también
es un consagrado, según Lacan, pero al goce del
Otro y no al fi-anqueamiento del horror al saber.
Entonces, con referencia al amor a l prójimo pres-
crito por la religión, Lacan señala también una
diferencia. ¿Cómo la formula? Dice dos cosas:
quien se presenta ante un analista no es un pró-
jimo sino lo que le llega de una demanda que no

71
depende del encuentro. No depende del encuen-
tro, no depende del azar, puesto que la oferta es
anterior a la demanda. Y "todo lo que le llega" in-
dica que por poco que la demanda esté allí se la
acepta de entrada y sin discriminación. El ana-
lista no es ni samaritano, ni sadiano. Entonces,
el analista solo puede hacer función de causa -
de una causa que no sea ni religiosa, ni sadiana-
con una condición: que haya experimentado por
sí mismo los beneficios del fin, concretamente la
satisfacción que lo señala, lo suficiente como para
saber que es posible. Esta tesis está en el Prefa -
cio, cuando Lacan dice que la urgencia del deseo
del analista es la de dar esta satisfacción del fin
pero, cito, es "una urgencia que no se está seguro
de satisfacer, salvo al haberla sopesado". Haber-
la sopesado es - creo- haberla experimentado lo
bastante como para saber que es posible; a falta
de lo cual el acto que empuja hacia el horror al
saber sería, por lo menos, sospechoso.

NO HAY MÁS ALLÁ DE LA A.I\GUSTlA

Pasemos ahora al efecto del análisis sobre los


otros afectos, aquellos que preceden la experiencia
analítica, y que no son afectos de la relación con

72
E t. Fl~ \' 1.\S Fl:>:AI.IPAm:s DEL.\:-.' \1 1s1s

el saber. No voy a examinarlos todos. Los cambios


sobre el amor son sin duda los que más interesan
y también los más comentados - yo misma abor-
dé la cuestión en mi libro Los afectos lacanianos-.
Me detengo en el más importante: la angustia.
El análisis no anuncia su final. No hay más allá
de la angustia, el analizado posiblemente que-
de sujeto a la angustia. Es que la angustia viene
de lo real aunque se despliegue en lo imaginario
del cuerpo. Es su diferencia con el síntoma, que
viene del verbo y se despliega en lo real del cuer-
po gozante. Vean el nudo de la lección del 17 de
diciembre de ~974 del seminario RSI, donde La-
can ubica las tres nociones freudianas de inhibi-
ción, síntoma y angustia sobre el nudo borro meo.

73
Cou·TrE Sott:R

Para que la angustia cesara sería necesario


que cesaran lo que Lacan llama, justamente, los
"advenimientos de lo real", de los que la angus-
tia es el afecto-tipo. Traté de most rar que luego
del seminario La angustia, Lacan produjo una
concepción extendida de ese afecto. El semina-
rio situaba a la angustia por completo en rela-
ción al Otro y al objeto que se aloja en aquel.
Ciertamente, el objeto es un efecto real del len-
guaje: agujerea a la vez a lo simbólico, a lo ima-
ginario y a lo real, algo que el nudo borromeo
permite visualizar. Pero no hablamos aquí de lo
real que Lacan desarrol1ó después del semina-
rioAún: hablar del afecto de los "advenimientos
de lo real" -como lo hace en La tercera- ya no
es lo mismo. Se trata de un real que conserva la
definición general del fuera de sentido aunque
más indeterminado, no unificado, un real que
según indica el texto incluye los efectos técni-
cos y discursivos de la ciencia. El discurso capi-
talista que justamente es uno de esos efectos, es
un generador de angustia. En el mismo párra-
fo donde produce esta fórmula, Lacan también
evoca los efectos sociales del discurso capitalis-
ta - eugenesia, eutanasia, cte.- y también a los
biólogos y su angustia por lograr dominar a las
bacterias. Ese real es generador de angustia no

74
:--olo porque multiplica las catástrofes, sino por-
que priva a los sujetos de los recursos simbóli-
co-imaginarios (lo que Pierre Bourdieu denomi-
naba "el capital simbólico'') que les pennitü·ían
:=;oportar a lo real.
En el fondo, hay que extender la cuestión de
las barreras ante lo real insoportable, angustian-
te. En el discurso común que no apu nta al saber
sino al buen orden de las cosas humanas, se ins-
talan también barreras que aseguran la defensa
ante lo real. Los recursos simbólicos de los que
hablé forman parte de ellas. Están constituidos
por el conjunto de los semblantes, los significan-
les mayores de los valores y los ideales, pero tam-
bién por la sublin1ación, y dan acceso a satisfac-
ciones pu lsionales específicas.
En el psicoanálisis, que es una práctica que sí
apunta al saber, a la revelación, lo que opera como
barrera o como defensa es el "yo no quiero saber
nada de eso"; y el psicoanálisis se dirige justamen-
te allí. Como ya he dicho: no hay más allá, pero el
análisis tiene efectos sobre la angustia, y a menu-
do vemos que pone fin a las pesadillas nocturnas
de algún sujeto. Digamos que la angustia ligada
al objeto y a lo imposible de soportar del sínto-
ma, que con frecuencia motiva el análisis, es mo-
vilizada en el curso de la elaboración analizante,

75
CoLI::TTE SoLER

y es capital que el analista la soporte, porque si


no lo hace obstaculiza el proceso y queda en fal-
ta respecto del acto; esa angustia se reduce al fi-
nal del análisis. ¿Cuáles son las expresiones que
en el texto de La can indican esta reducción? En
principio "destitución subjetiva del fin". Una vez
validada por el analizan te la equivalencia entre lo
que él es como sujeto del inconsciente y el objeto
a que falta, la angustia ele reducirse al objeto cae.
Se lo puede constatar. El guerrero aplicado que
permanece impávido en la guerra porque ya no
interroga al deseo del Otro es un ejemplo de ello,
según afirma Lacan 1• La otra fórmula que impli-
ca que la angustia ha sido tratada es la "identi-
ficación al síntoma", es decir a lo real de su goce.
En este sentido podemos afirmar que el analiza-
do, si bien permanece sujeto a la angustia de los
accidentes de la vida, ya no es un angustiado. Re-
sumo entonces: el analizado producido por la se-
paración analítica posiblemente permanezca s u-
jeto a la angustia, pero ya no será un angustiado
del Otro. No estará más allá de la angustia, pero
no ya no será un angustiado.

l. IV. Paulhan , J ean . El guerrero aplicado. Ed. Tres Haches,


Buenos Aires, l. Lacan hace referencia a esta obra en su
"Discurso en la Escuela Freudiana de París" (1967), en
Otros escritos, Op. Cit. pp. 279 y ss. (NdT)].

76
Creo que sobre este punto convicnt· lwn·r 11 11:1
diferencia entre la neurosis y la psicosis. Si hay
una estructura que indica claramente qut• lo q1u·
angustia no es solamente el deseo del Otro con su
causa oscura, es la psicosis - más precisamente
la esquizofrenia, puesto qu e para el esquizofré-
nico el significante, o lo simbólico mismo, es real
y está fuera de cadena, y por eso fuera de sen-
tido- . Así como cuando la melancolía alcanza el
deliri o de indignidad nos muestra con evidencia
que la culpabilidad no proviene del Pa dre sino
que, por lo contrario, se desencadena en la medi-
da de su carenci a, la esquizofrenia nos muestra
que la angustia a la que el esquizofrénico está
sujeto tampoco proviene del Padre. Esa angus-
tia proviene de lo real, bajo la forma en que lo
real se le impone al sujeto esquizofrénico. Tene-
mos aquí un campo para explorar.

Ul'\ 1\~IOH EXTE:\DJDO

Vuelvo al tema del amor. ¿Cuáles son las res-


pectivas incidencias de lo imaginario y de lo sim-
bólico en los dramas del amor? En primer lugar,
el ideal con las imágenes qu e preside. En el amor,
el ideal induce entre los partenaires una exigen-

77
( ·, 11 ~TI F St ll 11.

cia de ser parecidos, de homogeneidad de los yo


ideales regida por el ideal del yo, y que vale tam-
bién para ambos partenaires de los dos sexos. El
ideal desea la similitud, aspira a lo uniano, a la
reducción de lo otro al uno.
Recuerdo una anécdota de los tiempos de la
Escuela Freudiana de París: alguien habló del
caso de un hombre de letras que había descubier-
to que su mujer lo engai1aba. Él estaba cierta-
mente afectado, pero lo que lo hnbía conmociona-
do y le resu ltaba insoportable, era saber que el
amante de su muj er esc ribía con fa ltas de orto-
grafía. El grupo se había reído mucho. Pero La-
can, muy seriamente dijo que no había de qué
reírse porque se trataba de un hecho de estruc-
tura. En efecto, se podía captar allí la exigencia
de similitud que funcionaba en la relación con
su mujer. En cuanto al fantasma, este hacía re-
caer sobre el partenaire una exigencia de s umi-
sión, de "conces iones" - para tomar un término
de Lacan-, puesto que en el fondo le demanda-
ba que fuera conforme a la verdad del fantasma
del amante. En la pareja sexual esta exigencia
recae específicamente sobre las mujeres, puesto
que son ellas las invitadas a prestarse a la per-
versión del hombre, eso justamente las empuja
-como dijo Lacan en Televisión- a darse "aires

78
de sexo" y "es el fracaso: reglado como un pen-
tagrama" <?.
¿Qué podemos decir de los efectos de lo que
Lacan puso en evidencia al final del seminario
Aún? El amor responde a lo real del inconscien-
te, reconocido en el otro por sus efectos de afecto.
En tanto resorte esencial produce un afecto enig-
mático de reconocimiento de los síntomas; mien-
tras que del saber inconsciente podemos pensar
que no demanda sino que certifica, recoge, admi-
te. Puesto que el exilio parece "cesar de no escri-
birse", es por un tiempo un caso único de encuen-
tro no fallido. Noten que su costado ilusorio no se
elimina: es una ilusión creer que la relación/pro-
porción sexual cesa de no escribirse ...
¿Cómo interviene el análisis sobre este estado
de cosas? Veamos qué ha producido a nivel de los
tres determinantes. En primer lugar, la deflación
de los significantes-amos, o sea de los significan-
tes de los ideales con su t·epercusión sobre el yo
ideal; luego permite ceñir - y hasta nombrar- la
causa del deseo, esa causa que proviene de l fan-
tasma y no del partenaire; finalmente en tanto el
análisis permite anoticiarsc del destino de exilio,

2. Lacan, Jncquc!'-1. "Televis ión", en Otms l!!·:trilos , Op. cit. p.


!)66.

79
a pesar del horror de medir sus consecuencias de
no-relación/proporción sexual. .. ¿cómo no tendría
repercusiones sobre el amor?
La primera de ellas es sin duda que las expec-
tativas amorosas se modifican. Un sujeto que ha
ceñido el horror de saber el destino de exilio, que
sabe que hay del Uno y nada del otro, puede me-
dir con precisión cuánto del amor es una suplen-
cia insuficiente, ilusoria. Las esperanzas puestas
en el amor quedan así bien temperadas. Por otra
parte, el lugar otorgado al amor en la vida varía
mucho de un individuo a otro ...
La verdadera cuestión es la de saber si el amor
mismo resulta modificado por el análisis. Lacan
situó esa posibilidad con una fórmula muy bella:
habló de una modificación que permitiría exten-
der -subrayo el término "extender"- los recursos
gracias a los cuales uno puede prescindir de la re-
lación/proporción sexual (de hecho, hay que pres-
cindir de ella obligadamente ... ). Y el amor es jus-
tamente lo que suple a esa relación/proporción,
como afirma en el seminario Aún. El recurso más
a mano para prescindir de la relación/proporción
es la "proliferación del bla, bla" en la que consis-
te el amor en general. Lacan lo dice con claridad:
no debemos olvidarnos de que cualquiera sea la
función determinante de las tres dimensiones -

80
f:L ~·¡:-,; Y I.AS FI:>IAI.IIlAI>Fc.; DEl. A:-..AI.ISIS

imaginario, simbólico y real- el amor es un decir


y empuja al bla, bla. "Háblame de amor" ... justa-
mente porque no hay relación/proporción. El bla,
bla del amor sustituye con el goce de la palabra
a la relación/proporción que falta. ¿Qué es lo que
alimenta ese bla, bla? Específicamente, son los
determinantes simbólicos e imaginarios ... Esa
proliferación del bla, bla, miente diciendo lo que
tú eres para mí; miente porque te llama con un
nombre que no es eJ tuyo, engaña sobre el ágalma.
E l reconocimiento en el otro del destino que
produce el inconsciente, que instaura una rela-
ción de real a real, es enigmático pero no miente.
No exalta ni a la Dama ni al Hombre, más bien
corta el aliento del bla, bla auto-gozado de lapa-
labra de amor. El amor, en tanto que determina-
do por los afectos del saber inconsciente, es lobas-
tante enigmático como para desplegar un bla, bla
sobre lo que lo causa e ignora, aunque reaccione
a eso. Pero es un recurso s uplementario no me-
nos falaz - noten como se introduce allí el falo-,
un recurso gracias al cual se prescinde más fácil-
mente de la engorrosa relación/proporción. En el
análisis se da vía libre a la proliferación del bla,
bla, pero nadie duda de que la salida de la trans-
ferencia no representa su caída. He aquí enton-
ces lo que debería permitir un análisis orientado

81
Co1.~:nr·: S( 11.FI<

por o hacia el inconsciente real: aumentar los re-


cursos con los que se puede prescindir de la rela-
ción/proporción sexual con un amor que no mien-
te. Es lo que Lacan llama un amor más digno, y
supone que es un amor que se calla, que renun -
cia a l romance, incluso si eso no promete el para
siempre que se espera ...

L OS AFECTOS SOCIA LES

Lacan uti liza el térm ino "dispares" lde~assvr­


tis], para dar cuenta de lo que no hace juego, de
lo que no es homogéneo, de lo qu e no es compati -
ble. Lo que produce la homogeneidad y regula los
dccires, las satisfacciones y los goces estándares,
es el discurso - es lo que permite a •:dda quien ser
Ltn poco como todo el mundo-. Existen sin embar-
go dos quejas: "no logro ser como los otros" y "no
quiero ser como los otros" (que puede traducir-
sP como un "quiero distinguirme"). De cualquier
modo ningún sujeto es totalmente compatible. In-
cluso quienes presentan personalidades "como si"
y que parecen encarnar el prototipo del discurso,
esos sujetos súper-conformes que dan todos los
signos de la compatibilidad realizada con los se-
mejantes -y que llevaron a Lacan a afirmar que
lo normal es la psicosis- . cuancl() :-;¡• dt•:-;t·rw;Hit·
nan revela n que su conformid <td no <·r;r :-; i 11ol:t cu
bcrtura cic su disparidad m<1s íntima. 1•::-;v lrrnrll-
quc soporta a la verdad del goc.:e. la clt·l stntont<~
real (abajo y a izquierda en los discu rsos !, no l's
colcctiviza blc s ino singu lar: no hay dos que l->l'a n
iguales. Se trata de una di fe rencia a bsoluta. Al
rcspctto, todos so mos dispares que no conforma-
mos un tocio - au nque podernos tener afinidades
oscu ras entre las verdades y los s íntemas: es lo
que se llama "amor"- .
De dond e surge una pregunta para e l analis-
ta: ¿cómo puede, o incluso debe, mantenerse en la
ciudad del di scu rso? l\Ii pregunta - que según en-
tiendo, es doble- nos conduce al tema de los de-
sechos en la ciudad.
Está la cuestión política que va más a llá de l
uno por uno porque compromete a la política co-
lectiva del psicoanálisis -no me ocupa ré de este
matiz-, y también está la cuestión de los e fectos
del análisis terminado sobr e los afectos socia les
del analizado. ¿Acaso lo que le ha enseñado su
análisis modifica su relación con sus sem~jantes?
Er. otros términos: la ética que se inaugun-l con
el acto analítico ... ¿repercute para el analizado
fuera del discurso a nalíti co? ¿De qué modo? Es
cierto qu e el aná lisis llevado a s u fin tiene en sí

83
Cor.t:TTE Sor. ~:R

un alcance político si produjo sujetos animados


por un deseo transformado. Por eso Lacan ha bla
de modo creíble de una salida del discurso capi-
talista mediante el discurso del analista. Pero la
cuestión reside en saber cómo pueden los dese-
chos ubicarse en el lazo social del que, valga la
redundancia, fueron desechados.

Se trata del asunto de la posición de los ana li-


zados ante los lazos sociales cotidianos del amor,
de la amistad, de la familia, de la política, etc.
Al respecto, no hay medios para formular reglas
de conducta ni regularidades, porque ... ¿de dón-
de vendría la norma o la estadística? En diciem-
bre, en el Tercer Encuentro Internacional de la
Escuela de los Foros del Campo Lacaniano, va-
mos a h ab lar de lo que viene después [des suitesl
del análisis, pero hay un escollo en ese tema por-
que ... ¿cómo evitar el discurso normativo al res-
pecto, lo analíticamente correcto? (si podemos de-
cirlo así). Lacan evocó el estilo de vida del analis-
ta pero seguramente no para ir en el sentido de
las normas. Observen que incluso cuando insiste
para inducir al analista a elaborar el saber -en
la Nota a los italianos, por eje mplo-, no es para
nada normativo puesto que lo formula como un
imperativo condicional: si el psicoanálisis quie-

84
re seguir siendo apreciado en el mercado, enton-
ces debe continuar asegurando su presencia en
la ciudad y, para eso, es necesario otro deseo que
haya virado hacia la invención del saber. Lacan
más bien evitó el "pensamiento correcto" en la con-
ducta del analizado cuando dijo que en el fin "sa-
brá h acerse una conducta. Más de una, las hay a
montones ... " :$ . La norma no tiene lugar allí, por-
que despejar las condiciones del discurso del ana-
lista no es lo mismo que indicar su norma.
Sin embargo, atención con el grupo secreto de
las normas de conducta y de la palabra ... Estas
varían con las épocas pero, cualquiera sean, tie-
nen como res·ultado que sin que nada esté pres-
crito ni prohibido, tal o cual estilo está en uso,
tanto como tal o cual doxa ... Y ciertamente no se
pueden decir ciertas cosas s in provocar una pro-
testa del grupo y sin atraerse automáticamente
la objeción e incluso la reprobación no s iempre
silenciosa de la mayoría. No hay que olvidarlo ...
Rcformulo la cuestión: cuando el psicoanál isis
llega a su término produce la raza paradoja] de
los diferentes. ¿Cómo podrían entrar esos dife-
rentes en el lazo social bajo el signo de la armo-

3. Lacan, Jacqucs. "El atolondrad icho .. .'', en Otros escritos,


Óp. Cit. p. 512.

85
Co u·. rn-: S"' ¡:¡;

nía .v de la in tegr ación, cuando ni siq ui e ra pue-


den hacerlo entre ellos? ¿Se trata de un nuevo
tipo de asociales? A partir de esta cuestión po-
dríamos enton ces preguntarnos: ¿acaso ap unta r
a la diferencia abso luta es a n·jcsgar la posibili -
dad de las asociaciones? El aná lisis rerlob laría
e ntonces el "todos proletarios'' del mundo capi-
udista, en el cual - según Lacan- nadie cuenta
con nada para hacer lazo social. Sospechemos de
esto entonces ... En realidad los hechos zanjan
la cuestió n: no hay una pendiente asocial de los
ana listas, todo lo indica, a l menos a nivel de los
ana listas que funcionan -ellos no sueñan sino
con in tegración , notoriedad, etc. - . Mantengo no
obstante la cuestión porque debería permitirnos
ca ptar mejo r esta noción de analista-desecho.
Lacan afirmó que el psicoanálisis era el rever-
so del discurso del amo - lo que la escritura de los
discursos permite visualizar bien-, pero no que
era el reverso del discurso de l capitalismo. Entre
ambos hay ciertas afinidades. Como el discurso
capitalista, a unqu e evidentemente de modo dife-
rente, el psicoanálisis hace caer los semblantes
en beneficio de lo real de los goces; también des-
tituye al suj eto aunque menos de lo que lo h ace
el discurso del capitalismo, fu ndamentalmente
porq ue este último lo destituye radicalmente, en

86
lo reaL La diferencia entre ambos discursos es de
importancia y radica en que mientras el discurso
del psicoanalista valoriza al uno de singularidad
única, el discurso cnpitalista no conoce ni cultiva
más que el anonimato de uno entre otros. Por eso
incita a perseguir la desviación más que a cual-
qui er otro discurso.
!\hora bien, produciendo a esos diferentes asu-
midos, ¿no será que el psicoanálisis, lejos de ge-
nerar asociales los haría recaer en lo que llamé el
na.rcínismo 1? Esa sospecha está claramente pre-
sente en el público que se sorprende al constatar
que el psicoa.nalista no encarna en modo alguno
una figura de la sabiduría. Y se le teme al analista
gozador, ávido de sexo, dine ro y poder, el que osa-
ría todo, no tendría reparos y del que habría qu<'
proteger a los analizantes potenciales. ¡Incluso
el Estado sueña en protegerlos de eso! Es el col-
mo. El tema está por todas partes: en el público,
en los debates entre asociaciones analíticas (hay

4. [:\Pologi!imo creado por conde nsación de los sustantivos


··narcisismo'' y ..cin ismo". que la autora presentó en su S('-
rninario "Declinación de la angustia Se{,'Ún las estructu-
ras clínicas y los discurso::;" (2000), incluido e n ¿Qué se es-
pera del psicomuílisis y del psicoanalisto? Conferencias y
S<!minarios en Argentina, Let.ra Viva, 2007, especiulrnm1-
lc páginas 32-49. <NdT)I.

87
Cor ~:n~: Smt H

que escuchar lo que dicen en la IPA de los laca-


nianos) ... Además, está largamente focalizado en
las dos figuras de excepción que son Freud y La-
can, quienes polarizan todas las sospechas en la
medida de su eminencia.
Lacan h abló del "saldo cínico del análisis", pero
la expresión no designa un cinismo del sujeto en
el final-lo que consistiría en una postura ética-,
sino que señala el hecho de que en el final el su-
jeto ha ceñido su plus-de-gozar, y sabe que el ob-
jeto a coordina sus goces posibles. Se trata de una
ganancia de saber. Pero Lacan agrega: "haga o no
aso de eso". En otras palabras: la vía está abierta
a la postura cínica del sujeto, pero que la tome o
no depende de las contingencias y de su ética. Al
respecto, las necesidades de la estructura no ins-
ta lan un destino y el margen de libertad abierto
por la alternativa posible no queda reducido. Su-
brayo el término "uso", porque en Lacan supone
siem pre el uso de un goce. H ay objetos, textos y
obras que con el tiempo dejan de estar en uso, no
aportan más la satisfacción que aportaban, salvo
tal vez para los eruditos que justamente toman
como objeto los saberes que han dejado de usar-
se. El psicoanálisis, en tanto abre para el anali-
zado nuevas posibilidades de uso, le otorga un a
nueva libertad. Y cuando nos cuestionamos acer-

88
E1. f 1:-.' Y 1.\ S r1:-:,\ I .II J\Iw· . 111 • \.\1: 1

ca de lo que puede se1·vir t<lllln kst ill ll l1 1111 d1 ·l f11 1.


ese margen de libertad rL'Pnro n tr:H i n <·s 1111 ,·L11'"
signo de ello. Muchos pasantes asilo !1-s t i rno111;111
Digámoslo así: el anál isis pruducl' stt.i<·l.<>s 111<'
nos trabados. Tenemos testimonios dl' qui('ll<'S
han encontrado allí una nueva vitalidad y IHH'-
vos recursos. No es solamente una espera nza, e::;
un hecho. Entonces, hay que invertir lo que plan-
teaba al principio: se constata que lqjos de pro-
ducir asociales, por lo contrario, el análisis abre
para el a nalizado un nuevo campo de eficacia po-
sible. En primer lugar, digamos que para la rea-
lización de sus ambiciones: el que no podía, final-
mente puedé - obviamente que dentro de] límite
de sus posibilidades-. Ese es el mayor efecto te-
rapéutico. Además, no es excesivo decir que pue-
de incluso disponer de nuevos recursos para pa-
cificar los lazos de amor y de amistad, fundamen-
talmente a partir del reconocimiento de la dife-
rencia radical entre los seres. En efecto, ¿qué es lo
que más estropea los amores y las amistades sino
la obsesión del Uno, la aspiración a la similitud,
a la fu sión? No olvidemos el rol que el ideal jue-
ga en la elección amorosa -es algo que se le im-
puso a Freud- . No es ciertamente su único resor-
te, hace falta también contar con el objeto y con
las marcas del saber inconsciente del partenaire

89
Cotr.-rr~: Sou:K

(esto, claro está, si creemos en las palabras fina-


les del seminario Aún). Pero el ideal no es amigo
de las diferencias, más bien preside las relaciones
de fuerza que frecuentan los lRzos de amor. Pero
entonces ... ¿cómo es que qui en ha ceñido su di-
fCl·encia y pudo separarse de los ideales del Otro
no soportaría mejor la diferencia de Jos otros, lle-
gando a la del parle naire elegido? También esta-
rá menos trabado por los límites qu e implica todo
ideal, tanto en la competencia del trabnjo romo
en los lazos amorosos. Y cuando la opinión públi-
ca se sorprende de ver a los analistas Lan bru-
talmente cínicos como cualquier otro -o incluso
más- en sus lazos con los semejantes, no debe-
ría sacar la conclusión de que están mal analiza-
dos, s ino lo contrario. He aquí el quid de la cues-
t ión. Resumiendo: del analizado se puede es pe-
rar, por un lado, más flexibilidad, más tolc rnnc ia
para con los semejantes, porque está más despe-
gado de los ideales del Otro y de las norm as del
ambiente; pero también más brutalidad, porque
está más liberado de las inhibiciones producidas
por esos mismos id<!ales.

En este sentido el psicoanálisis es un buen


factor de adaptación. Podríamos hablar de
una adaptación paradójica puesto que, en ge-

90
nPraL un sujeto :.1dapln c!o l'Sl<.\ <Hiaptndo :t
lus <.lemandns del Otro. P<'ro en e:>lt' ca~o. por
u11a especie de astucia de la razón ~mnlític:n
- si pue<.lo plagiar a Hegel-, S<' re,·ela que quien
asumió su diferencia está mejor armado que <:1
aclapt<\do para enfrentar las competencias de la
vida (trabajo, amor y lazo social en general l. Me-
jor armado cada uno en su medida, sin eluda, por
poco qu(' cada qui en se trace un objetivo. Todo dc-
pend<:ni emonces d<'l u::;o que c•l ~~naliz<:1do haga
de lo que adquiricí. Por eso en la Nota u los itnlia-
nos Lacnn reconocía que el analizado pudría po-
ner sus nUC'V~)S recursos al servicio del ürbol ge-
neHlógico, o sea: del Padre. del noml.>re propio o
dl:l escabel, más que del deseo del analista. Esto
se put>de decir el<' diversas {órmas. pero sic~mpre
designa un uso narc:inista. Creo que Lacan ha-
bía dl'~cubierlo eso f'rt>cuc'ntando a los miembros
de su propia Escuela y a su::; alumnos. Por eso se
preocupó, con el liempo, de' las elecciones post-
analíticas del analizado que podrían ciesvinrlo
dC' la ('ausa analítica. Al nwno:-;, es lo que dice la
1\'ota ... pero también es a lo que apuntaba su ini-
ciat iva con Scilicet, publicación que <.:un la i.n du-
sión de articulos no firm ados y a pesar de las re-
ferencias justificadoras a Bourbaki, simplemente
quería oponerse a las pasiones del nombre pro-

91
pio que ardían en su Escuela. Era un verdade-
ro remedio para la desesperanza, pero fracasó ...
Hay que decir en todo caso que si bien Lacan
produjo la expresión de los "dispersos dispares",
no se inquietaba para nada por una eventual aso-
cialidad, al contrario. Él se preocupaba por el aná-
lisis porque había captado que el efecto terapéu-
tico del fin de análisis no era una garantía para
la subversión analítica, que no producía automá-
ticamente lo que haría falta para una verdadera
ética de los desechos. Si juzgamos el asunto vien-
do al que hoy empuja hasta el paroxismo a ese
narcinismo del árbol genealógico y la defensa del
patronímico, tenía razón.
Resulta claro, entonces, que el porvenir no está
escrito desde el inicio y que depende de nosotros.

92
ISBN 978·950·649·439·1
Con el apoyo eh

pARF POllO .lULm:OO DIL


110 DI U PLATJ.
9 789506 494391

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