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EDITOR
DE AMERICA
LATINA

oriental 5
'

la historia de la literatura uruguaya


JlJl21~'JLLJ) ~ste fascículo ha sido prrparado por el
C:APil l LO ORIL:"T1\L pn,,.-nt.ua \Cmanalmontc , en >U>
treinta ' odio f.ucículos l.:i h1\tona. d e la litrratura urul(\l.3'V1

oriental
la historia de la
Dr. Carlos Reol de Azúa y adaptado por el
Departament o Literario del Crntro Editor
f.I conjunto ah ircará u11 panor.uu.a completo, dc~rrollado en
t'ten~wn 1 t·n proíund1d.ul dr l.l.' obras mas rcprest"ntafr..-a,
d la prt>dt1cr10n l1trrar1a narumal desde la Conquasta y la
l';,•tri.a \u Ja h.t!i.t.• nuestros diatt. [.J lector podr6 colccclonar
l1tcratur11. •ftuguayu ele Am ér ica Lo trnu. el texto 1Ju,trado dt esto:, (;:ocfrulo\, para contar con un voJu..
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dt" la h1,tor1,, drl país

5. Los clasicist as y los rom ánticos Los libro"' <¡Uf' acompañan :i len
"' Blbliottr ., l ruguaya Fund;untnt..,l"
ía5Cículo, forrn.arán b
LOS CLASICISTAS
Y LOS ROMANTICOS

No deja de tener uno b urlesca pero evidente bres con su poderosa garra. Nos referimos o
verdad - ya se aplique 'a nuestro literatura, .. revoluciones", esto es, a reordenaciones pe-
ya a tan tas otras- el viejo dislate de un ma- rentorios de la estratificación social y de las .
nual jurídico español: "En Roma, el derecho relaciones humanas. Si se asiente que la nues-
comenzó por no existir". En el Uruguay; la tra, la hispanoamericana de los albores del
literatura empezó por no exisitir y en camino 800, sólo fue una revolución a medías, uno
de exü tir empezó por el muy chiquito comien- revo·luciÓ'n frustrada, una mera secesión de
zo con que se conten tan casi todas ~ as cosas. España y de su rey que dejó virtualme nte in-
Un comienzo que sólo tie ne valor indicio! de tocoda la preexistente ordenación de clases,
algo que será pero todavía no es plename nte. ha·br6 que aceptar que ~ólo el ruido y la fu-
Y absurda sería, en verdad, o improbabíHsimu, ria del fenómeno revolucionario se vivió, y no
cualquier otro enventualidod. su habitual revelación de las fuerzas latente~
Porque el Espíritu, lo sabemos, _s oplo donde en los pueblos.
quiere. Pero tambié n sobemos que· parece pre- Es cierto - y hay que matiza·r un poco-
ferir las vastos espesuras humanos paro ese que no se trató <le un caso de represión deH-
ejercicio, las hondas sociedades ya abonadas berada o de . completo mutismo: en ambos fo .
por el tiempo, ya maduradas por cie rt as for - dos del Plata, ·por fo vo:. y e.I ca nto cilios pa-
mas de poder y cier tas cuantías de riqueza, yadores, por los "cielitos" peleadores o_, en-
por ciertos niveles de· experiencia y pe rcepción ternecidos, 'la voz de los más humildes nun-
comunes. El principio admite, como todos, eK- ca de)ó de olrse y flotarla como en suspen-
cepciones: ¿Quién no piensa en la Jerusalén sión, en una descalifkoda subliteratura, ·hasta
del filo de las dos eras, en los fabulosas y que José Hern6odez le diera el alcance de lo
minúsculas universidades a lemanas del siglo wiiverscil y ·la filación de lo clásico.
XVIII, . en la Dinamarca de Kíerkegaard? Pero l a verdad mayor, con todo, es que cuando
una cvsa son unos remansos de quietud y rela- pasamos de la estabilidad colonial en que no
tiva pobre:.a en anchas y ascendentes unida- sin ·trabajo nos había normado España, a la
des de civiliz:aci6n y otro el .. mundo margino!", riesgosa condició·n de nación ·independiente,
desde que el mundo marginal ~y es e l caso los hechos, ciegos, acome tedores, brutales, co·
nuestro- existe, rrieron por su cuenta; y teorías, ideales, d oc-
la s· revoluciones, por otra parte, como se trinas, propósitos, por la suya. la ·realid ad, en
sobe también, no encuentran con faci lidad general, no nuh'ió vitalmente nuestra expre-
una expresión cultural y literaria condigna de sión y ésta, inspirada en modelos distantes,
su alto significado; sólo a la larga y por in- siempre quedó más acá de s us intenciones y
trincados rodeos, co_mo la IHerotura francesa sófo valió como bue n propósito, ·de ésos con
y fo literc.itura soviética lo testimonian, suelen que .está empedrado el camino del infierno
marcar a las obras menos urgidas de los hom- de la literatUfa.

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Por todas estas razones nadie esperará que
un pequeño país · nuevo, situado en la ribera
atlántica del mundo occidental, ·h ubiera po-
dido prohijar una literatura válida en otra es-
cala que en fos términos de su ·comarca. No
hubo en verdad, por lo menos hasta que el
siglo pasado hubo corrido bastant~, una lite-
ratura digna de su nombre en este verde rin-
cón semidesierto. j
Todo lo anterior bastaría, pero también hay !
otras causas. Y esas causas son una escasa
clase dirigente culta que tenía otros deberes
más urgentes que cumplir que los de la crea-
ción intelectua·I y emotiva desinteresada, pues-
to que había que darle instituciones, ·leyes, 1,
elenco gubernativo, tomar decisiones, ·luchar
· por su preeminencia y hasta por la propia vida
de una nación sobre cuyo surgimiento se han
hecho tantas afirmaciones diversas y hasta an-
tagóniCas, pero de la que nadie ha dicho
hasta ahora que apareció con los atributos ne-
cesarios como para echarse a andar por la
historia sin graves peligros inmediatos.
Hubo, con todo, pausas en las tareas de
estos hombres, alivios en la guardia y treguas
en las luchas a menudo enconadas a que se
libraron entre sí los diversos sectores del pa-
triciado y sus séquitos, con fo frecuehte con -
mixtión de los poderes vecinos o lejanos. De
esos alivios y treguas nació una buena parte
de nuestra primera literatura. Al , vencido (o
al cansado o al apartado) no le quedó sino
escribir, a la espera de otra etapa en que no
Puerta de Montevld•o
Henri Benoit Darondeau - Fragmento,
faltarían quienes consideraran ei ejercicio del
pensamiento y la pluma un hacer más abar-
cador, más durable y sólido que el 'ajetreo de
las facciones . y las estridencias del personalis-
mo. Pero esto no ocurrió hasta. el último tercio
del siglo XIX ( Bauzá fue un ejemplo) y aun
entonces no le fueron ajenos resabios de la
actitud anterior. Sólo en la Mam_ada "genera-
ción del 900" el quehacer intelectual emergió
a la categoría de rol social específico, con
un país algo más maduro bajo los pies.
Hasta entonces la literátura no pasó de un
ejercicio de aficionados, que más vaHa para ·
aureolar de cierto nimbo prestigioso a los que
'lo practicaban, que para consumo de un pú ~
blico todavía incipiente.
Que cualquier engendro se acogiera con
aplausos esperanzados y hasta con cierta ex-
pectación, representa una paradoja que sólo
puede dilucidarse si se atiende a una circuns-
tancia que es, de seguro, la fuerza más ef~c­
tiva que promovió nue_stra literatura. Ella no
nos es particular y rige, por el contrario, para
todas olas naciones del área latinoamericana :
si éramos una " nación completa", si quería-
mos serlo, teníamos que "tener" una literatura;
sólo con este atributo -entre varios otros-

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una comunidad se sentía plenamente tal; sólo sa durante todo el siglo XIX y las primeras
así enjugaba cierto humillado malestar, vencía décadas del XX.
el mismo complejo de inferioridad que el pue-
blo romano hubo de sentir tanto tiempo frente
EL ESTILO INICIAL
a los inolcanzados modelos de Grecia. El tópico
poseyó un considera'ble peso en los sectores No se ha. apagado todavía la duda del
educados de nuestra pasada centuria y promo· nombre. ¿Neoclasicismo o seudodasic:ismo?
vió la posibilidad de que cad a obra pudiera ¿Nueva forma o molo imitación, falsificación
apreciarse por su capacidad de lle nar un vacío. de lo irrepetible? Ser d6sico es ser mad uro,
Un vado que, como es natura l, convocaba mós logrado, definitivo. ¿Se programa ésto, se hace
a menudo la mediocridad que la excelencia. bandera de una escue la? Y los escritores que
Del patriciado originario (político, profesio· se enrolan e n ella ¿so~ seudo (o neo ) dó-
nal, eclesiástico, militar) y de la alta burgue - sicos o seudo (o neo) clasicistas? El primer
sía que lo fue reemplazando, y de la clase término (con sus dos variedades) alude a un
medio tradicional salieron, hcsta e l 900, tanto resuliodo; el segundo, con sus vcrriedades tam-
el escritor como el interés por el escritor y su bién, menta un esfuerzo, una aspiración. Pare.-
tarea. Sólo al final del período se hace .pre- ce mós neutro, menos exigente, más idóneo:
sente en forma visible el estrato social pe- clasicistas.
queño-burgués, o "clase media baia'', sobre Neocl asidsmo, seudoclasicismo y clasicistas
todo en el sector de la bohemio rebelde de dominaron en Europa en parte no muy larga
los cafés y "centros" de aquel tiempo y su del siglo XVIII y, con el apoyo borbónico, pe-
expresión en la poesía y el teatro. Lo literatu-
netraron y triunfaron en España hacia .Ja se-
ra como "segunda profesión" después del pe-
gunda mitad de la centuria_ Impusieron una
riodismo, del cargo público en el país o en el ·
literatura de normas fijas, presuntas deduccio·
servicio exterior, la actividad profesional, la
nes de una Razón muy segura de sí misma y
lucha política y aun la función militar fue la
de su armonía· con la Naturaleza; esas normas
regla general. Tal vez sea Voz Ferreira hacia
el 900 quien marque mejor una nueva modali- se condensa·ron en "preceptivas", "poéticas"
y "retóricas" a las que se quiso considerar do-
dad que es la adscripción de la labor cultural
a la actividad docente. tadas de una fuerza coactiva casi policial.
Pobre de fantasía y de contenido emodonttl,
Como es, entonces, fácilmente comprensible,
el neoclasicismo se movió casi siempre en el
una historia de la literatura uruguaya no puede
área de lo sensato y lo 'Correcto; creyó cum-
ser la historia de lo que accedió ínidalmente
plidos sus fines en una decores~ a.: ~sania que
al libro, de lo que en libro conformó un autor.
Muchos "textos menores" nos dicen harto buscó acercarse sin pausa al "modelo' y para
más que otros "textos mayores"; muchos au- ello repitió indefinidamente unos mismos mo-
tores casuales permanecen mós erguidos en lo tivos, unos mismas formas y enlaces de pala-
perspectivo histórica que otros que persistente- bras, unas pocas imágenes. Abusó casi siem-
mente quisieron la inmortalidad. Quien. con pre de la figuración mitológica (dioses y hé-
este único material contara, probablemente lle- roes, musas, ninfas), del hipérbaton ( inver-
goría o una imagen tan distorsionada y estra- sión de la consttucción normal), de las invoca-
falaria como la de esos espejos cóncavos de ciones, del énfasis y el "tono elevado". Tuvo
las ferias de diversiones. Una proporción im- predilección . por los grandes temas de la cien-
portante de lo que tiene que te ner en cuenta cia, la historia y la filosofía, por las grandes
vno literatura uruguaya se salvó (es e l ca- rapsodias de l progreso, la razón, la libertad
so frecuente de la poesía ) a través de las intlectual y nacional. Su pensamiento es,
antologías¡ un sector considerable hubo de ser ·c omo lo anterior lo dice, e l de 'la Ilustración
exlraido de archivos o descifrado de manus - o las "luces"; cuando ese ·p e nsamiento se hizo
critos; no poco del sumergid o y a veces irres- me ditativo y bajó -las pom-pas y los fuego s,
cotable caudal de impresos · oficioles pero, en el resultado - valgan como ejemplo el inglés
especial, sobre todo, muchísimo de lo que im- Pope, Voltaire e, incluso, nuestro Berro- fue
porto estuvo o está todavía en diarios y olros el mejor posible.
perióflicos. Y es fácil explicárselo. Fócil si se ··· Y como el clasicismo era un teclado muy
tiene en cuenla la general precariedad del amplio, también sintió especial afinidad con la
ambiente, aunque lo impresión resultara baro· vena bucólica y pastoril que arrancaba de
ta en relación a otros costos, y también el Grecia y Roma y elevó y dignificó el Renaci-
carácter fragmentario y fugaz de buena parte miento. Con este gusto recreó un mundo, al .
de nuestra labor intelectual. Pero en realidad mismo tiempo muy artificial y muy revelador,
toda esta explicación nada valdría si no se que fo liga y hasta lo entrevera con otro es-
tienen en cuenta las características de la pren- tilo menor, el "rococó".

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Y todavía, si en términos de literatura his-
panoamericana hablamos, iunto al neo o seu-
doclasicismo y al rococó hay que señalar, si
b ien marcada por ambos, una Hnea tradicio·
na] e$paño.Ja de índole satírico-festiva, realis-
ta, humorística, que se multiplicó en las letri-
llas, los epigramas, la parodia buflesca de la
épica y multitud de formas afines en espíritu
e intención.

NEOCLASICOS Y SEUDOCLASICOS.
Francisco Acuña de Figueroa es el más im-
portante ·poeta del período neoclásico. Pero
ninguna composición suya tiene la altura, la
redonde:r; de tres poemas extensos de Ber-
nardo P. Berro, un poeta accidental alrededor
de su treintena y un personaje sobre e l que
habrá que. volver e n otros dominios: la oda
A la providencia, 'la Epístofa de Doricio y lo
Epístola sobre el poder y excelencia del amor,
dedicada a su entonces amigo Florencio Va -
rela. La meior veta de la poesía eglógico del
siglo XVIII brilla en ellos; el más claro y firme
pensamiento de la llustración europea habla
por sus versos.
Apenas a lgún verso, o nada, sobrevive de
los otros poetas de aquel tiempo : Lorraña~a
como poeta de las Fábulas americanas ( 18 26),
Petrona Rosende ( 1787-1863.) y sus himnos,
odas, elegias, acrósticos y sótiras; ·Francisco
Primera edición mont.vldeana de la110 t 1838)
Araucho ( 1794-1863) y sus odas e himnos;
Manuel Araucho ( 1803-1842), autor de·I pri- ••• ', .' ... ' f ... t• .

. mer libro de poesía uruguaya y traductor de


la letra del himno norteamericano; Carlos Vi -
..: :. : : ;. ~ :·; : :~ j ~ ~ ~~ ~· : ;· ~ i:; ~ ~
. . . • • . ... 1"· f"tl', "!'' ' • . - •. , ' • , , , .
t·; : j' :.
• • •• • ••••• • # , > .. - # " ,1 • ,. " 1 't 1 .. . #

llademoros ( 1806-1853), pergeñador de odas,


canciones, sonetos y letrillas antes de ser, con
el correr del tiempo, el brillante canciller de
Oribe en e l Cerrito .
Verdad es que nada se dice ahoro de los
primetos "gauchescos" y campesinos: Valdene-
gro, Hidalgo, un aspecto de Manuel Araucho,
del que un posterior capitulo de esta obra re·
tomará la importante línea.

CARACTERISTICAS DEL ROMANTICISMO


URUGUAYO.
El romanticismo uruguayo no rebasó por
ningún iodo el ·á rea temática, ni el espectro
de tonos y de sentimientos que peculiarizaron
al romanticismo europeo. Y puede decirse, in -
versamente, 'que extensas zonas de esa área,
de eso·s espectros, no foeron . siquiera percibi-
das por él. Así, y fiel a la índole mesurado,
parca de todas nuestras expresiones culturales,
f~ tó, por eíemplo, en nue~lro romanticismo,
toda manifestación de la rebeldía metafísica,
religiosa y socia'I que del otro lado del océano
se expidió a través de a'lguhos grandes escri-

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Froncl1co Acuño
de Flgueroo .

EL PADRE MONTEVIDEANO
Es el prtmer escntor cabal que no tenemos pero sólo ocasiono/mente Su 1nclmoc1ón na-
que compartir- con nadie y, si a persistencia tural, por el contrario,· le orrostrobo o uno
se atiende, nuestro primer poefo mayor. v1s1ón cazurra y prosaico de la v1do so/1-
Fue durante medio siglo lo voz o menudo v1ontoda, eso sí, por un fácil groce¡o y un
soterrado de un Montevideo amedrentado buen humor imperturbables. De esa vena
por los grandes turbonadas históricas que sobrenado lo picardía 1mpersonol, casi in-
lo envolvieron, la expresión fidelísimo de temporal de sus epigramas y lo originali-
uno clase medio patricio que tuvo que so- dad de sus "toroidas", un molde propio
brev1vtr formando en todos los séquitos y que inventó paro servtr o su pasión y ni
entusiasmándose con todos los causa. Aun de toda uno ciudad muy españolo en sus
así, sus debilidades cívicos exceden de lo costumbres. Pero, como v1v1ó mucho, tuvo
media; sin embargo, y por verdadero "wo/k tiempo también de ser un romántico y aun
over" le tocó ser el autor de nuestro himno de entusiasmarse con los buenos causas o
nocional y todavía le sob;ó tela para serlo con los aspectos lóbregos de lo existencia:.
del paraguayo. Sobre todo con ellos, poso as¿ contó o /o escarlatina, terrible en oque/
por poeta neoclásico y qumtonesco, armado tiempo, sirvió lo acción ontiesclovista con
de todo el repertorio mitológico, invocotivo Lo madre africano, se estremeció (imogino-
y retórtco necesario y, en verdad, lo fue, tivomente} con el tránsito de El ojusticiodo.

69
~---

tores de Francia e Inglaterra . Tampoco $e en ·


cuentra en él la desmesura imaginativa, lleva·
da a e xtremos de fantasía visionaria que es
propia, en especial, del romanti<:i$mO alem6n.
Y, mucho menos aún, el testimonio del nihilis·
mo moral, las señas de una forma histórico
-la primero " socialixada" y p lenamente mo·
derna -de esos estados de angudia, de va-
do, de acedia -que ~le gan con distintos ropa·
jes hasta nuestro tiempo y que d ieron al mo·
Yimienlo europeo su explosividad mayor. Nada ,
en suma, de Sheilley, de Senancour, de Cole-
' . ..
ridge, de Novalís, de Nerval, de Leopardi o
aun del Byron o e'I Vlgny más profundos.
¿Qué queda -y qué quedó- entonces?
Quedó una superabundancia de envolvente y
pronta afectividad, vertida sin pausa sobre la
amada, ser celeste, pero también sobre ia mo·
dre, e l amigo, la hija, la patria desgraciada.
Aunque hay que advertir en seguida: nuestros
poetas románticos veían a través de un lente
morali:i:ador a la poesía, ila mujer, fas pasio-
nes, al alma y el es.piritu: dones del cielo,
mensajes desde lo alto.
En reolidad,, tras este molde corría ese "pÍo-
tonismo" que es casi inseparable de todo áni-
mo romántico y _de su i·mplícita "visión det
mundo", un platonismo vulgarizado que cono-
ció días me¡ores pero que, aun así, monta Solida de misa.
siempre la guardia. Un dualismo, en suma, de
to ideal y lo tangib le, en el que fo s-egundo
sólo es acogido én cuanto remita o a luda al
otro dominio.
Quedaron también, como es presumihle, ge-
nerosas dosis de la tristexa romántica. Mode-
rada siempre: dolor, melancolía; no, en apa-
riencia, angustia. Se alimentó también, como·
en el romanticismo europeo, del contraste en ·
tre .la ilusión y 'los sueños (de patria, de li-
bertad, de gloria, de niña angélica J y la
realidad implacable, el "mundo impío" que
con toda regularidad los marchitan. Se nutrió
con el perenne tema de -la fugacidad de tas
cosas, 'la presencia rondadora de la muerte,
fo soledad del ser humano --el exilio tan
sudamericano es una situación tipica- arro-
jado, sin nada a qué aferrarse, a la inclemen-
cia deil mundo. El viejo tema, en suma, del
"noufrogio existencial", ·retomado por la tilo·
sofla de nuestro tiempo y tan bien expresado
en unas estrofas (formalmente muy medicinas)
de Juan Carlos Gómex.
Y si el romanticismo rep~esentó en Latino-
américa la tentativo de una " literatura pro-
pia", .quedo todavía la busca del color local,
1a explorad ón ansiosa ·de lo "pintoresco' '. Lo
que quería decir, con menos frecuencia de lo
esperable, nuestro paisaje, las viejas murallas
de la ciudad, el charrúa práctkomente exter-
m·inado, el gaucho vi~to con ojos de pueblero.

70
' .. ....·---------.....
'

Paro este material el poema largo y el dram a


pudieron dar un mo·lde adecuado pero más
pudo dorio lo "leyendo", con su conmixli6n
de lo histórico y lo imaginativo y su prestigio
en España, desde el Duque de Rivas a Bécquer.
Lo mediocridad de nueslros románticos ·-al·
guno tenta tiva de Adolfo Berro, e l Celiar de
Mogoriños Cervantes- no encontró uñas paro
este empeño y sólo en e l Tabaré, que crece
d esde esto dirección, se logró uno obro efec-
tiva.
Y por último, entreverado y entretejido co n
todo lo anterior y en mayor proporción cuan·
títativo, una permanente alegocíón por las
buenas causas políticas, sociales y patrióticas.
El romanticismo, continwando en e~to al seu·
doclasicismo, vio en la poesía un instrumen co
predilecto de lucho ideológica y :o usó sin
escrúpulos.
los núcleos lemóticos fueron e l odio lib eral
o lo tiranía y lo posión de lo libertod, lo jus·
ticia, la paz y la fraternidad entre ios hom -
bres y, sobre todo, entrt) !os orientales; lo
patria vilipendiada e inocente; los protagonis-
tas de la Independencia y sus hechos (durante
mucho tiempo los Treinf<l y Tres más que Ar· E! paseo por el Centro,
tigas). O Jos primeros manifestaciones de esa
"mística de la juventud" que culmina en el
novecientos y .lo fe en el progreso y en el
fut uro, identificados al mismo tiempo con el
advenimiento un iversal ·de las· instituciones re·
publicanos y con los ·109ros de un cristianismo
entendido, como ya insin uaba, en el sen tido
-especial de uno ética . . Una mo.ral de acento
trasce n den ta lista, id ea 1i sta, sol id orí a.
Pero aquí se obre el abanico de la temá ·
tico hacia aspec tos ideológicos no inmediata -
mente polílicos, entre los que hoy que enu-
merar el motivo de fo "gandezo del poeta"
( Hugo o Echeverría) o !os dilemas vita'les y '
filosóficos, muy candentes desde el 70, entre
la Razón y la Fe, el e~pirituolismo y la c-iencia.
La peculiaridad de nuestra inscripción en el
continente americano y , a veces, una propen-
sión imitada, fiiaron ciertos núcleos argumen·
ta·ies muy reiterados. Es el coso del anotemo
de lo guerrci civil, muy co·udoloso y cuya mejor
versión es seguramente La loca del Bequcló,
de Ramón de Santiago. O la simpatía por el
Paraguay masacrado entre 1865 y 1870 por
lo confabulación del mítrismo y del Imperio,
cuya causa atrajo la simpatía de todas las
almas bien hechos a ambos lados def Plato.
De esta remordida, impotente solidaridad del
corazón, e l poema A un paraguayo, de
Sienra y Carranza, es una mera mues tra de
una lista larga . O, igu almente, en esa década
del 60, el tema de la Américo, ,"virgen del
mundo" y repubHcana, agredida por los .in -
tervendones - en México, en Chile, eo Perú-

' 71
de Fra11cia y de España, que desató torrentes
en prosa y verso, y aquí y en ·suenos Aires
'los del olvidado Laurindo Lap uent;. ·Y trás
~lla, especialmente en -la década de los gobier-
nos de Latorre y Santos, una poesíci de ires
cívicas, heGhas de apóstrofes y sarcasmos so-
noros y que tuvo un dechado- en Washington
Ber múrlez F>"ero tcimbién muchísimos seguidores.
Y aun fa'ltaría, último pero no 'menor, lo venci
irrestañable de la "piedad social", versión
sentimental de una toma de concie ncia occi-
dental y europea que mucho tiene -que ver con
los orígenes del socialismo - e·n su versión
utópiccr- y representó aquí fempranamente
Adoifo Berro. D•sde la altura burguesa, des-
cendió una dolida sim·patía por las categorías
humanal> más desvolidas : el reo, ya en capi.lla,
ya a justiciado, · e l esclavo, el expósito, el men-
digo, lo ramera. En Berro, el resultado de tan·
ta compasión no es nada feliz y sólo el vapu-
leado Andresillo d~ Carlos Roxlo, ol cierre d~I
'J)eríodo, se ha salvado ·hasta ahora del abso-
luto olvido.
ALEJANDRO Naufragio es la palabro para el de~tino de
bueno parte de fo poesía romá ntica. Y sí del .
MAGARIÑOS mismo romanticismo europeo solo tm -puñado
de grandes alemanes e ingleses, y un par de
CE-RVANTES franceses, y Bécqu.e r, son · hoy poetas " vivos",
el caso uruguayo y aun hispanoamericano se
No puede ir en una 1i111ple lista Alejandro comprende mejor cuando se advierte hasta
Magariños C•rvantes 11825-1893 l, uno d• esos dónde in..iade fo p acotilla de las expresiones
casos que se d ieron en nuestra literohira Y •• hechas, ·los ripios (o rellenos ), · los hipérbaton
dan en todas, en que la vocacl6n literaria, la
devodón a la poesía y a fci labor cultvrol no se forzados por la rima, el f~lso dromatísmo de
ve cwrespondida por dotu ;,ual111ente 'onspkuas. los ad mirativos, la polimetría, que pareció una
F11,,,,ado .., hpaña, pero con el corazón puesto liberación y hov nos·· r~ülta un• ·horror. Gene·
en "' patria chiquita, su r•9reso al pois en 18,55 ral ·parece haber sido consider·ar a la poesía
es un s11c•so que precipita la pr_e nnda de 41$ta
~pmo íó versificación -penosa, desprolijo casi
se9undo generaúón de ro""óntlcos, ya reunido•
. en ese año, segtln lo testimon ia Meliótt lar~ ·• siempre- de ' 'ideas" geilerales o de estados
en Ecos del pasado, •n torno a HercicU<;> ..Falcni:lo. emotivos, a veces prestados, casi nunca fros-
Desde su radicación ·en el paJ~. ,.. haJto. •u muerte, cendidos. El resultado está a .la vist·a y ver·
todos los afanes .lihrrc:;;ícis. de n11estra sociedad
pasarón ·p Or el ~eridlano de Alejandro Ma9ariño1
sificaeión y con·tenido viven en uno lóbrega
qu e . se f11e convir1íe7'do, años mediante, ba rbas coexistencia que nunca se enciende co·n el con-
•edlante, en el "patriarca" de nuest;ras letras. flido, con la chispa viva · de la bel_leza .
lo111á.ntico pero ~ensato, liberal pero calóllco, r.a-
tól ir.o pero no u ltramontano, ciudadano indepen-
diente p.,.o no intran1ig1t1te, Mogariños represen• INGRESO DEL ROM.ANTIC1SMO.
tó el apacible justo medio qua H una de las to·
nalldodes del Uruguay de siempre y una de las Se ·sostiene - y no hay por qué discutirlo-
razona. de su 4xlto de ' 'honobre que no despierta que el roma nticismo penetró en Bue-nos Aires
re1l1tencios". locopllador del Album de poeslos
uruguayas do 1878, nuHtro antología romántica con el regreso de Echeverría desde París en
po• eocce l•nda, p ubll~ado para financiar· 1oh tlem· 1830 y ~en el proceso que con él se i nicia: las
potf la emclón del - n - t o a la independen- primeras obras del porteño: Elvira o la novicl
cia en la Florida, organi~ador del c•rtamen po4-
tic.o .,, aquello cllldad ol año siguiente, que
del Plata ( 1832 l. Los consu~os ( 1834), La
l•vant6 a la 1-ama o ZorTilla de San Martín y Cautiva y •las Rintas ( 1837), el ''Salón litera·
a su leyenda potrío, fiv- de m.testra " Unlv..,. rio.", de 1837, la "Asociación de Mayo"
sldad viejo", Ma9cwilio1 cultlv6 la novela, e l en- ( 1838), la Modo de Alb.rdi en su encarna-
sayo hlst6rlco, el tealTo y, sobn todo, la poesía .
Nllnca pa•6 de lo decoroso y muchas veces bcsi6 ción de "Figarillo" (1 B37• 38 ) , 5U Fragmento
dJ ••• nivel. Pero con1tituy6 "n hed10 Hclal de preliminar al estudio del derecho { 1837).
llteroturo, un fenómeno ele "vicia literaria" y, El romanticismo que conoció el Río de la
CDmo tal, no pueda ser silenclado.
Plata fue, por gravitación i:ioturol ·de los con·
'tactos c.u lturotes, el hispono-frontés o , por me-

72
Grande, el día 6 de ese mes, lcr irrupción del ejé ~i ta ros lsto
en el · uru_guay, lo encu e ntro de lefe político del depaTtamento
de Sor...,;o, d esde el ·que se desplozoró poco después, con
la• última• retaguardias de los vencidos, hasta Monl•vid ..o.
En Merced es, primitro, y en los ocho largos años de la De-
fensa y el s;iio, Po checo fue el odal id de lo resistencia a
ultranz:a y de la "líneo dvra". Imposible no ver la sombra
de lo• hombres del Terror --"f de Saint-Jusi, sobre todo-,
en el rigor implacable con que amenazo a los traidores, en~
rostro o los blandos y espoleo o los tibios, · en el fervor y el
entusiasmo con que lla~a a la guerra o muerte y promete
lo victoria, Tenla "el sentido del upeclácu.l o" y fue el cau-

J dillo natural de las legiones extranjeras sobre las que des-


cansó la Defensa e n una ciudod casi vacía de uruguayos:
cada paroda, cada desfile, «ido entrega de bandera que
Pacheco organizó y presidió estó envuelta en un aura direc-
torial y napoleónico, aunque siempre el r•corrído iría desde
el vencedor de Tolón crl Primer C6nsul, nunca más allá. Sus
arengos podrían paoor por las inejores piezat lirerarios de
la Defensa y lambi'n hay en ellas un eco do las pa9 in as
adm ira bles de Jena y de Au51erlitz.
Esto ro mántico, uto• ro mánti cos flotan como pueden en
las marejadas del proceso revolucionario. No faltan en la
G1tneral Me lchor l'acheco y Obea - O leo de .Cayetano Gallino ,
vida de l Pacheco de esos a ños, y onto1, y después, episod ios
ouuros y de d ifíc il disculpa: la historia de la colecto< de la
plata , de cuyo destino nunca se supo mucha, es uno de ellos.
Otro$ son específkamente gravosos para quienes sienlan
ROMANTICISMO _
VITAL aquello causo corno s11ya: tales, las il'\Cesantes c¡uerellas con
la fatci6n de Rivua que omencn:6 tan ras veces lo subsislencía .
Con claro anleloción a los modos literales del romanticismo
de la d udad. Dos veces deste rrado a couoa de ellas, en 1 844
po,tico o dramático se dio en toda América Latina lo postiira
y 1846, se refu9i6 en Ira sil eRfo Grande y 1t ío de Janeiro 1 :
romántica p ..sonal, e l g esto rom6ntico, el temp_le vital del
dos breves interludio• e n su lucha, durante los c110Jes tuvo
romantlc1o;mo. La exprMlán verbal, perteneciente· o la .scuela
tiempo de meditar sobre lo vida y sobre la muerte y con>po-
seudocicisico ya rancio, con que ésto.- se vertían, no permite
ner algunos de sus esca•o• poemas. De ellas, El Cementerio
siempre odv.rtirlo fácilmente; otras veces el desajusle es sólo
de Alegre!e, meditación y •l.¡¡lo, es uno de los pocos texto•
parcial y, en ocasiones, la palabra y el hombre se a11nan
rucatables de nuestro pri111er romanticismo literario.
con total fidelidad, aunque 1iempre Ha el s•gundo, el
protagonista andante y c61ldo el que RIÓs interés posee. En 1849 fue a Parls a contrarrestar la campaña de prensa
y presiones contra el gobiemo de Montevideo; en el feah'o
En muchos grandes personales del período de lo Indepen-
dencia y la Orgcmlzadón H dable señalar ••lo que llamamot de accló~ de "' arqÚetlpo, Pach•<o se agl'Qndó y dejando
tras de sí uno estela de frase• restallontes resultó IQI vez
romantici1mo vital. 11 advHtible en francisco Mirando, en
el prim.;,. plcrnlflcodor y ogente dit propaganda política de
9olívar, en Simón ltodrl91,.z, su maestro, en MoNtno, en
nuestra historia. La .dd,oria de au bando en 18.51 y 1852
Mont.agudo, en Camilo . Henrlque-., en el mexicano Fray
no lo colocó tan olio como -hubiera podido pensarse: ercin
Servando Teresa de Mi.,,
muy 9ra11d .. los odios ac.,..,ufado1 contra "el loco Pacheco",
En el Uruguay, por mios que hubierci """Ido en 1809 en muy larga· la caravana de los dolido• y 101 la1tímado1 por
el costado porteño ditl rlo, nadl~ ha representado mejor, su pu;;o de hierro y su talento aborraocado , En l 8S3, ldole
probablementit, itS!w ''templ• do 6nl1110" romántico que el de l revanch ismo conllo Giró, fue e l autor del me>tín del 18
gene.rol Mitlchor !'achoco y Obes. SI su GJMM"ic ión en itl de lulio, que inkla, ti b l•n se mira, e l periodo 111 il ilarlsla
- d o lo lnsctlb. "'" toda naturallolad en la prM.tera gen.• de nuestro r...uello h istoria. Pero son de TOMántico y de
roóón r~mánti<a de nu..tn11 lellos, el ro-iici- de napoleónico len Santas Efenos dnpué°s de las Tullería., el
Pacheco, q- poc.o culth•ó fftos, trascendía de todo est<Jr- ciele con n..i... de Anclr•s Vctlkonsky d1t1pun del proyecto
tipo ntillstlco y prov..;ro - c11onto puede · oc~r el del Puente de Arcolo, el r.tiro de Yuste cuando lodo está ol
e jMDpl- de 6mbl1<11 "'á1 anehH y rnonantes.
alconce d•. 101 "'º"°'· Pacheco djo paso ~I Trl11nvirato y el
Hllo de Jar9e Pacheco, 11n dura ar90nizador de nvestra TñunviroÍ.., muertes mitcllanl•, a . Flor". Minado por la fll•
caftlpoña ·cimarrona, la 1tida de Melchor transcurre por los berculosis, como su •ne111igo mortol Oribe, como tantos otros,
ca1tces oco1tumbrados de los HdOfel altas hosra diciembre el cementerio, ya no de Alegrete, sino de la Recoleta, lo
de 1142. La derrota de lli•ero en lo batalla de Arroyo ~lbió dos años más tarde.

73
ior decir, algunas de sus versiones. Junto o los
principios generales de libertad e individualis-
mo literarios y vitales, rupluro de normas y .
preceptivas, espontaneidad expresiva, emocio-
nalismo sin restricciones, tendrá peculiar rele-
vancia la interpretación que había desarrolla-
do Stendhal en Rocine y Shakespeare ( 1823 l
y reiterado por Mi:lriono J . de Larra en España
o través de su artículo litern1ura. ( 1836). Esto
es: lo poesía, el teatro, la novela, como re-
flejo de la realidad soci al que las entorna,
literatura "sodalista", literatura del presente,
atenta a las nuevas y cam biantes realidades '(
!'lecesidades de los hombres. Como es fácil
advertirlo, el "realismo" literario ya estaba
encerrado en lo fórmula, robustecido también
por esa opción por lo concreto contra Jo abs-
tracto, por el aquí (o el allá J y el ahora (o el
entonces), contra toda pretensión a ponerse
más arriba del es-pacio y del tiempo, que estó
en los supuestos metafísicos más im plícitos, de
más alcance del estilo rom óntico. E~ ya citado
Larra, apoyándose en débiles antecedentes del
francés Jouy, dada una versión de todas estas
latencias con e'I artículo "costumbrista" y en la
mismo dirección se encaminaron algunos ten·
tativas de Alberdl y Echeverrío, pero hoy
que llegar a las "polémicas del Romantici5mo' '
en Chile, en 1842, para ver tronsformado en
" americonismo literario" ta·les ideas y tal "so·
cialismo". los inquietudes intelectuales de los
romónticos enriquecieron la versión con nue- 1
Ia rrllla de San Ma rtín o 101 50 ollas.
vos matices provenientes del historicismo ger-
mano-francés y de .las nuevas corrientes cientí-
ficas: el americanismo literario y sus corres·
pondientes versiones nacionales e mprendieron
con ciertos metódicos enfoques intel~ctuales
esta tentativa ambiciosa de colonizar literario ..
mente una realidad virlva·lmente inédito. Esos
enfoaues son: lo noción del "medio" como ex-
plicación de persona·lidades, conductas, instiru·
dones sociales y fo perspectiva "historicista",
esto es, la explicación del presente de cada
una de esos realidades por el proceso que en
el tiempo las llevó a ser to les.
Con esta m'ultiplicidad de direcciones: libe·
. ralismo e individualismo, emocionalismo y
expresvidad, nacionalismo e historicismo pe-
netró desde la otra orilla · del Plato, el
·romanticismo; y aqui encontró rápido y muy
propicio caldo de cultivo. No fue de ideas ni
·p rest·igios literarios que ·nuestro romanticismo
se nutrió, sino de románticos de carne y hueso,
que ·e ncontraron en el Montevideo de 1838 el
escenario cordial y resonante que e l receloso
Buenos Aires de Rosas acababa de retacearles .
Algún eco lateral de esta invasión hay en las
últimas versiones de lo Malambrunada de
Acuíía de Figueroa, algún valioso testimonio
de antagonismo ideológico en los espléndidas

74
cartas con que Bernardo Berro ponía en guar-
dia a su hermano Ado1fo y a ·su amigo Erraz-
quin contra las consecuencias políticas y so·
cicles de lo nuevo escuela. Cuando todavía
no se habían opagado en España los ecos del
pistoletazo con que puso fin a su vida, se pu-
blicó en Montevideo, a principios .de 1838,
una edici6n en cuatro tomos de los ortícu l o~ de
Mariano José de larra, el maestro más indis-
... cutido de esta primero camada de románticos
1 y el único español con que se hado excepción
al desprecio general que inspiraba su potria.
.. Pero es en el periodismo, con su sensibilidad
a los cambios de tiempo, que, como siempre
ocurre, podemos morcar mejor el paso triun-
fal del "romantismo", como, con estridente
dejo francés, empezó llamándosele. El 15 de
abril de 1838 apareció en Montevideo el bi-
mensual El Iniciador, dirigido por e·I uruguayo
Andrés lamas y el argentino Miguel Cané ( pa-
dre del autor homónimo de JuveniliaJ. Sub-
sistió hasto el 1 e de enero de 1839, en que se
despid ió publicando el Código de principios
socia les redactado por ·Esteban Echeverría y
Co tr•la >01iel\do de Montevideo
qu.e sería conocido desde 1846 como Dogma
socialista . Toda'S las direcciones de1 romanti- H. 11. Darandeou - Frag......io.
cismo m6s orri ba esbozadas, todas las devo-
ciones y entusiasmos de la nueva gene racióll
se hicieron presen tes en este periódico, el más
valioso, de lejos, para e l estudio de lo co·
rrie nte romántica en el Río de la Plata. Tras
é l siguieron, en 1840, El CorSGrio y El Talismán; Focsí"'il ,¡,. lo 9 o rtada de l Cfllamen poét>co de 1 &41 .
después de ellos, la novedad literaria casi no
necesitó, aunque los tuvo menores y fugaces,
órganos de apostolado. Al año siguiente, en
1841 , el jefe de polido de Montevideo con-
vocó a un concurso poético para celebrar el
aniversario del 25 de moyo de J 81 O, una fe-
cha entonces considera.da como festividad na-
cional cie la independencío por los mismos uru-
guayos: El informe preliminar, redactado por
Alberdi, es un valioso testimonio crítico de la
..
~ escuela ya dominante. El jurado del certamen
fue inlegrado por letrados de tendencia litera-
ria más 'bien conservadora y francamente clá-
sica en dos de ellos: su presidente Francisco
Arauc:ho y el vocal Florencio Varela; los otros,
a lgo más ¡ovenes, eran Manuel Herrera y
Obes, Juan Andrés Gelly y Cándido Jua11icó .
Obtuvó el prí'mer premio Juan María G utié rrez,
tal vez el meno.s romántico de esa generac1on;
logró el segundo Luis Domínguez, éste sí méis .
mili tante y de los dos " accesit " , uno corres-
pondió a José Mármol , que habría de ser el
mayor ·poeta de la rama romántico argentina
y el otro . . . a Francisco Acuño .de Figueroo.
El 'Poeta del himno era capaz de seguir todos
las modas; y las modas montevideanas, como
ya se ha aventurado, nunca fueron demasiado
estentóreas. Esto hasta nuestros días de

75
·'beatniks" y de "hippies" a la escala criolla.
Sin embargo, y con tanta medida, comen-
zaba "la Atenas del Plata". Una leyenda
duradero. Y a escasos dos años de que albo -
reara otra, ta1nbién de vida larga: "·la nueva
Troya",

CUATRO GENERACIONES ROMANTICAS.


Más de sesenta añqs d ilató e l romanticismo
su imperio en la literatura urugucryo, si bien
esta afirmación seo más cierta· referida a !a
poesía ue o los otros géneros. En las obras
d~amáticas, en el ensayo y la críticÓ y, sobre
todo, en lo novela y el cuento, las exigencias
particulares de cado uno de estos moldes lite-
rarios, el tipo de · vi sió n que implica franqueó
..
con cierto naturalidad el ¡:.oso al "re.:ilismo",
ya formalizqdo en narrativa, durante el perío-
do romántico europeo, por 8alzac y Stena hal.
En esos sesenta años, tres y has to cuat ro
generaciones románticas se sucedieron en el
Uruguay, con nive1es diferentes de interés y Nuestro último romóntico fue Carlos
logros también desigualas. Roxlo C1861-1926 J • Verboso, oratorio,
Puede hablarse de uno primera generoción dilatadísimo, patriótico, realista a su mo-
romántico oriental integrada por escritores na- do, sólo el Andresillo se ha salvado un
cidos entre 1805 y 1820 y que se hicieron pre- poco del irrescatable olvido. Quiso in-
sentes en lo actividad literaria entre 1835 y corporar a su verso caudaloso toda nues-
1850. Asociada estrechamente a los románti- tra notumleza y toda nuestra historia.
cos argentinos exilodos en el Uruguay por esos Intento de$mesurado de un alma vibran-
años, es el grupo que presento, probablemen- te que, herida por el dolor de vivir, rom-
pió vior-entamente $Us amarra~ con el
te, fig uras de mayor interés vita l, un interés
casi nunca refle¡odo en las páginas que de ja- mundo .
ron, a menudo bal-buceantes y mediocres. Poe-
las esporádicos, poetos juveni·Jes o proyectos
de -poetas interrumpidos por la muerte o las
exigencias de la acción o una ilevantable in-
capacidad: es dudoso ·qu.e nadie digno de men-
ción escape o este abanico de posibilidades.
Ni Melchor Pacheco y Obes, ni Adolfo Berro,
muerto a los veintidós años en 1841, cuya
muerte constituyó uno de los acontecimientos
definitorios de su generación, ni e l coro·ne·I Pe-
dro Bermúdez: ( 1816· l 860 J, el dramatu rgo de
El charrúa. Tampoco Enrique de Arrascaeto
( l 819-18921 , ni Juan Carlos Gómez, del que
habrá ocasión de 'v olver a hablar con motivo
de su personalidod central de periodista y
agitador.
Pero por lo menos Gómez y Pacheco fueron
personalidades brillantes. Mucho más oscuros
fueron los "bordos" de la promoción· nacida
entre 1820 y l 835 : Francisco X. de Acho
t 1 8 2 3- 1 8 97) y sus Flore$ $ilvestres; Ro m ón
d e Son tiago ! l 833- 19061, que es recor4ado
por una sola composición lograda, La loco del
Bequeló; Heradio Fajardo ( l 833-18681 , hijo
espiritual de Juan Carlos Gómez y autor de
Arena$ del Uruguay ( 1862) ; Eduordo Gordon
( 1836- l 881 ). autor teatral persistente y de

76
18 de J1o1llo efl 1875.
PRENSA Y LITERATURA
'
Ningún recuento literario de nuesfro pasa- son comunes a los de todos Jos países occi-
do puede eludir los periódicos de nuestro denfolizados y gobernados y dirigidos por.
siglo XIX y aun del primer tercio del XX, re.ducidas minorías de clase alto y media o
que representaron verdaderos "tribunos de los que esa mismo pren¡a estaba dirigido.
doctrina". En éstos, ningún material, por ex- El tono ero cosí siempre solemne, el ingre·
tenso, ambicioso, o que fuera especializo. diente informofivo reducido, los lírajes cor.
do, corría el riesgo de ser excluido. Ia los aunque no despreciables si se toman ín-
o/ta temperatura política de esos publica- dices de población y de olfobefizodos: once
ciones no pareció nunca dañar su seriedad mil eiemplares en total y en Monfevideo P.n
ni la amplísima to/eroncía con que acogie- 1871 y treinta mil en 1886, si bien prorra ·
ron les páginas que pudieran considerar hos- leados casi siempre entre una decena o mós
tiles yo sea por sv tenor o por la significa- de órganos. (Unos cien mil habitonfes lenío
ción partidario de quien los fírmaro. Lo Montevideo en la primero fecha y el dob!.~
anterior concierne a todo la prenso pero lo segunda: ios porcenlaies no hon m~io·
sobre todo a /os periódicos especialmente rodo, ni mucho menos).
cu/los, como es el coso de El Univ.ersal de El o/to nivel cultural de lo prenso coiidw.
Antonio Díoz (1829) y El Defonsor de Jos ne, aun reforzado por seríes edilotic/es -:-i
leyes (1835), de los grandes órganos de complementos Ion importanles como la B;
combate de la Guerra Grande: El Nocionol
blioteco del Comercio del Plato o los Luno;.-
(1835-1846) y el Comercio del Plata (1845;,
de Lo Razón amortizon lo función que pu-
de la Defensa, El Defensor dt? lo Indepen-
dieron tener que Henar revistas, semanarios
dencia Americana (1844), del Sitio, de J.o
o quincenarios en círcvnstancias distintas,
constitución de 1852 y El orden de 1853, de
1 " Fugaces o secundarías fueron la mayor porfe
El Siglo (1863) y la posterior Lo Rozón ( 1878),
/os voceros de lo "inteligencia" libero/ y rrr·· de estos publicaciones y sólo representan
cíonalista, de lo Democracia (l872) y El N'.l- punfos de referencia ineludibles de nuestro
cíonal (1893), de lo oposición blanca y o.u1 hislorio literaria y culturo/ EJ Iniciador de
de /os principales diarios editados en e! 1883, los Anales del Ateneo, entre 1881 y
primer tercio de la centuria o que scbrevi- 1886, la Revista Nacional de litercf.ura y
víeron hasfa nuestros dios, especialmente en Ciencias sociales, de Rodó y su grupo, entre
sus décadas iniciales: E¡ Bien Público (1878), 1895 y 1897 y algunos periódicos, relativa-
El Día (1886), •El Diario del Plata (1912), El mente duraderos, de la promoci.Sn del 900:
1mparCial (1924), Lo Mor.ano (1917). Al lec· La Alborada (1897), Rojo y Blanco (1900),
tor de diarios de nuestros días podrá sor- Vida Modema (1900j, Apelo (1907), Bohemia
prenderle que la prenso hoyo sidó alguna ( 1909), , la Revista Histórica (1907). Aunque
vez un instrumenlo de cultura, tm Órgano ya cosi todos ellos en lo lineo de clivoje que
de esclarecimiento veraz de los grandfls llevo hacia nuestros ef.bs la división toionte
problemas nocionales. Aunque cierlo es que entre el .. magazine" de variedades y lo re·
estos coracteríslicas de lo pFenso del posado vista espetializada.

.77
....
. .,: . .
. . ,.: • ·.=..:·· ''"·: ~:f=.:

... ·.;.;:,.4¡¡""¡~-:+~ · ~· :c~ · .


. ·:._ ·: :.::·...·

..

C•lhenlftio Ce,,tra.1 ( 1861 1

decoroso nivel, poeta de Hoja5 del coraz:6n Con Rafael Fragueiro podría comenzar se k1
{ 1860 J; Laurindo Lapuente ( t 1870), el de lo$ lista de los re:iagados del romanticismo. S•J
arreba tados poemas sobre la i nvasión france- posterior en un año, Juan Zorril lo de San Mar-
sa a México. tín, no· sóio es el más grande de su promoción
·Entre 1 835 y 1 850 y entre 1850 y l 865 y del romanticismo uruguayo; en su modalidad,
nacieron la mayoría de los q~e pueden agru- · no tuvo parangón en Hispanoamérica. Pero
parse en una tercera y cuarta generación ro- es un síntoma de este rezago que después de
mánticas. Aurel io Berro, f inancista, hombre de 1888 y de Tabaré, Zor'rill a sintiera la vetustez
empresa, dueño del palacio neo-gótico del de su estilo y, casi sin infracciones, arch ivara
Prado que es hoy embajada argentina, aven- el verso hasta su muerte. Son forma lmente más
tajó a Zorrill o en la recom·pensa oficial del perfectos que los preceden tes, los poet~s coe-
certamen de la F.lorida en 1879 y puede con- táneos o posteriores a Zorrillo, lo que puede
side.rársele un superviviente del gusto neoclá- en buena parte deberse a su tono más íntimo,
sico. Aunque tal vez: sería más preciso decir: o sus estrofas más (!espejadas de relumbrone~.
un exponente de la línea de contención clasi- y o la influencia incontrastable -tan abru-
cista y académica que ni en Europa ni en Amé- madora incluso en Zorrillo- de G ustavo A¡:lol-
rica bajó nunca la guardia ante el romanti- fo Bécquer y sus Rima s. No es excesivo decir
cismo, ni siquiera en el momento de su auge. que en el' últin10 cuarlo del siglo XIX el pres-
A Sienra y Carranxo se le recuer<la por sus tigio del maestro español, tanto en el Uruguay
poemas al dolor paraguayo; a Washington como en toda Hispanoamérica superó y hasta
Bermúd e:r. ( 1847-1913 ) por sus tonantes poe· desalojó a todos los que en décadas anterio-
mas ctntidictatoriales recitados en las velados res habían estado más altos: el de lord Byron,
de los años terribles. modelo de "personalidad" romántica; al do

7a
los españoles Espronceda y José Zorrillo, y
oun el de Víctor Hugo y el d e Lamartine,
a.unque éstos sobrevivieron mejor.
Todo lo ante rior es a plicable a Victoria no
Montes (1855·1917), recordado por La teje-
dora de ñanduty y El tambor de San Martín¡
a José G. del Busto, autor de un interesante
Canto · o Bécquer; a Joaquín de Salterain
1856-1 926 J, cuyo libro Intimidades ( 1912)
define el nuevo acento; a Ricardo Sánchez
( 1860- 1938 l, que se peculiarizó por la cuerdo
" festiva " en que había campeado Acuña de
Figueroo; a Santiago Maciel ( 1865-1931 )
IAuros primaverale$); a Víctor Arreguine
! 1868- 1924 J (Tardes de estío, 1906).
Como se ve por alguna de estas fechas, la
obra de tales •poetas prolonga la tonalidad
romántica hasta muy entrado el siglo ~X y su
período modernista y aun post-modernista. Un
fenómeno general de supervivencia del estilo
se marca, por ejemplo, en e l hecho de que los
iniciadores de fo poesía y e l teatro gauchesco
Visto de la Pkna en lo Juro de la {Alcides de María, Elías Regules, Orosmán
Constitv<ión - J. M. l esnes lrlgoyen M6ratario J y fos iniciadores del cuento criollo
- hogm~nto.
(como Benjamín Fernández y Medina, 1873-
1960 l, pulsaran lo cuerda romántica en su ju-
ventud de " lirica culia". Y esto tamb ién, pero
sobre todo un proceso de impregnación casi
universal, representa ría ia aplicación, casi
siemp re fuga z:, a 1a ,poesía, de un gra n lote
de personalida des cuya obra prosística o cuyo
acción no lo haría sospechar demasiado. Tal
es, entre muchos, el caso de Francisco Bauzá,
d e Carlos María y Gonzalo Ramirez, de Agus-
tín de Vedia, d~ Luis Piñeyro del Campo, de Luis
Melión Lafinur y, sobre todo, por más persis-
tente y hasta incongruente con sus libros de
educador, el de José Pedro Varela.

79
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ªº
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En CA PITULO ORieNTAL
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ORIGENES DE LA NARRATIV ~ - - L '\/ PRO\ n : 1O GENERACIOXAL
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y junio con el fnscículo, el libro 'J REl:-<TA Y 'I RES GA UCHOS '
JS'1AEL, por Eduardo Accv~cto Díaz

Giuseppe Garlboldl. Relrolo por Cayetcmo Gallino,

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