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UNIVERSIDAD AUTONOMA

JUAN MISAEL SARACHO

INMOVILIDAD MUSCULO-ESQUELETICA

NOMBRE: CLAUDIA PATRICIA ALVAREZ RODRIGUEZ

DOCENTE: DR. ZAPATA

GESTION: 2018

SANTA CRUZ - BOLIVIA


INTRODUCCION

La inmovilidad es una forma de presentación frecuente de las enfermedades en el


anciano y es considerada uno de los grandes síndromes en geriatría. La evolución
negativa del inmovilismo puede evitarse con un tratamiento correcto del paciente por el
equipo cuidador.

Se estima que después de los 65 años el 18% de las personas tiene problemas para
movilizarse sin ayuda, y a partir de los 75 años más de la mitad tiene dificultades para
salir de la casa, estando un 20% confinado a su domicilio. De los ancianos con
inmovilidad aguda, entendida como la pérdida rápida de la independencia en la movilidad
durante un mínimo de tres días, el 33% muere en un plazo de tres meses y más de un
50% a los 12 meses.

DEFINICION

La inmovilidad en el adulto mayor es la disminución de la capacidad para desempeñar


actividades de la vida diaria como consecuencia del deterioro de las funciones motoras,
relacionadas con el sistema neuro-músculo-esquelético. Situación que afecta de manera
imprescindible la independencia del individuo.

Se caracteriza por una reducción marcada a la tolerancia del ejercicio (respuesta


taquicardica, hipertensión o disnea), progresiva debilidad muscular, y en casos extremos
perdida del automatismo y los reflejos postulares que imposibilitan la deambulación.

Hay 2 tipos de inmovilidad:

1. Relativa: Aquella en la que el anciano lleva una vida sedentaria pero es capaz de
movilizarse con mayor o menor independencia. Riesgo: estar en cama de forma
crónica.

2. Absoluta: Implica estar encamado en forma crónica, estando muy limitada la


variabilidad postural. Riesgo: institucionalización y morbimortalidad.
FISIOLOGIA DEL ENVEJECIMIENTO

El control postural y la marcha son actividades que precisan de la interacción precisa de


coordinación entre la función perceptual sensorial, motricidad, condición física, cognición
y estado de salud previo; asociado a condiciones externas como son la familia y el
entorno.

En el envejecimiento suceden ciertos cambios fisiológicos que pueden dificultar una


correcta movilización. Por ejemplo, a nivel cardiovascular disminuye el gasto cardiaco, la
fracción de eyección y la distensibilidad del ventrículo izquierdo. En el sistema
respiratorio disminuye la capacidad vital, se altera el reflejo tusígeno y disminuye la
función ciliar. Las modificaciones a nivel cardiopulmonar van a limitar la actividad física
máxima.

En el sistema musculo esquelético se observa disminución de la fuerza muscular, atrofia,


contracción muscular lenta, hay una reducción en el número de fibras musculares rápidas
y tendencia a la osteoporosis. A nivel locomotor suele haber un acortamiento del tamaño
de la columna vertebral a expensas del estrechamiento de los discos y en las
articulaciones periféricas, disminución de la elasticidad articular con degeneración del
cartílago, disminución de la fuerza tensora y mayor rigidez de ligamentos y tendones. Por
estas razones son frecuentes la debilidad muscular y el aumento de la resistencia
articular.

Por último, a nivel del sistema nervioso se puede alterar el sistema propioceptivo,
vibratorio, los reflejos, la visión y la audición. Se presentan modificaciones en el acto de
la marcha con aumento en la base de sustentación, se reduce la longitud de la zancada,
aumenta el tiempo en fase de doble apoyo (ambos pies en el suelo), enlentecimiento,
mayor número de pasos, desplazamiento del centro de gravedad hacia arriba y adelante
y postura encorvada dificultando el manejo del equilibrio. Todas estas alteraciones llevan
a que la marcha del anciano tenga un consumo energético mayor.

CONCEPTO DE RESERVA FUNCIONAL Y FRAGILIDAD:

Con el paso del tiempo la VITALIDAD cae sin necesidad de que ocurra ninguna noxa. Si
nos imaginamos la vitalidad como una línea que va cayendo según la vamos perdiendo,
hay un punto crítico, en el cruce de esta línea con la de desarrollo de INCAPACIDAD. El
paciente cuya línea de vitalidad se encuentra próxima a cruzarse con la de incapacidad
es un paciente FRÁGIL. Dependiendo de nuestra capacidad, una agresión -
la enfermedad– provocará únicamente los efectos propios de la enfermedad o sumados
a éstos los de pérdida de función. Según la vitalidad vaya cayendo, serán necesarias
agresiones menores para provocar incapacidad.

En el paciente frágil, agresiones como una IVU pueden suponer pérdida de vitalidad. Si
no la tratamos, la recta sigue cayendo. Si tratamos solo la ITU y no la pérdida de función
se producirá mejoría pero no alcanzará la recta inicial, mantendrá ahora una recta
paralela pero por debajo de la que tenía antes de la IVU, y por tanto llegará antes al
punto crítico de incapacidad. Por el contrario si además de dar antibióticos, tratamos la
pérdida y conseguimos que el enfermo recupere su recta inicial. Lo importante es que
en el anciano las agresiones se acompañan de pérdida de funcional, la cual también hay
que prevenir y tratar.

CAMBIOS FISIOPATOLÓGICOS ASOCIADOS A LA INMOVILIDAD

Adicional a los cambios fisiológicos de la edad se suman a estos los que trae consigo la
inmovilidad. La inmovilidad trae consecuencias fisiológicas y patológicas y, cuando se
presenta, empeora el pronóstico de las enfermedades subyacentes, produce
dependencia familiar o de los cuidadores y compromete seriamente la calidad de vida.
Los sistemas más afectados por la inmovilidad son el cardiovascular y el musculo
esquelético:

Sistema cardiovascular: Al cabo de pocos días de inmovilidad, ya se puede evidenciar


alteración del flujo sanguíneo que puede provocar tendencia sincopal y fatigabilidad,
pérdida de fluidos con aparición de ortostatismo; intolerancia al ejercicio y riesgo de
desarrollar complicaciones tromboembólicas.

Sistema osteomuscular: Disminuye la fuerza muscular hasta un 55% a las seis semanas
de inmovilización y de un 1-3% al día. Se observa atrofia muscular, disminuye la masa
ósea predisponiendo a la aparición de osteoporosis, aparecen contracturas musculares
y osificaciones de predominio en articulaciones proximales. Las articulaciones más
afectadas por la inmovilidad son el tobillo y la cadera.

En el sistema respiratorio hay riesgo de aparición de atelectasias y neumonías. En el


sistema nervioso se puede encontrar disminución de la coordinación e inestabilidad en
bipedestación. También puede existir deprivación sensorial, depresión y aislamiento
social. La inmovilidad afecta el sistema digestivo ya que disminuye el apetito, favorece el
reflujo gastroesofágico y el estreñimiento. El sistema genitourinario se ve afectado por la
aparición de cálculos, la incontinencia urinaria funcional e infección del tracto urinario. En
el sistema endocrino puede haber hiperglucemia por resistencia a insulina. Y en la piel
se observa la aparición de úlceras por presión.

FACTORES PREDISPONENTES

Existen múltiples factores que favorecen la inmovilidad en el anciano que pueden


dividirse en intrínsecos (relacionados con el envejecimiento y patología de base) y
extrínsecos.

Factores intrínsecos.

– Enfermedades musculo esqueléticas: osteoartrosis, fractura de cadera,


osteoporosis, aplastamientos vertebrales, artritis, polimialgia reumática, patología
podológica (hallux valgus).

– Enfermedades neurológicas: ECV, Parkinson, demencia y depresión.

– Enfermedades cardiovasculares.

– Enfermedades pulmonares: EPOC, Neumonía.

– Enfermedades endocrinas: Diabetes mellitus, obesidad, hipotiroidismo.

– Déficit sensorial.

Factores extrínsecos.

– Factores iatrogénicos: prescripción de reposo, medidas de restricción física,


sobreprotección, fármacos (neurolépticos, benzodiacepinas, sedantes)
– Factores ambientales: hospitalización, barreras arquitectónicas.

– Factores sociales: falta de apoyo social y estímulo.

Un estudio longitudinal que investigó la asociación entre condiciones crónicas, factores


psicosociales, ambientales y la declinación catastrófica en la movilidad de los ancianos,
encontró los siguientes factores de riesgo: edad mayor de 70 años, problemas auditivos,
deterioro general y pobre percepción de la salud, pérdida de control, sentimiento de
miedo, incapacidad para realizar labores en el hogar, para cargar compras pesadas y
para doblarse a cortar las uñas de los pies.

VALORACIÓN DEL PACIENTE CON INMOVILIDAD

1. Anamnesis: Permite identificar condiciones clínicas que conducen a la


inmovilidad, factores de riesgo asociados, uso de medicamentos, tiempo de
evolución, impacto en las actividades de la vida diaria, aspectos psicológicos y
sociales que rodean al paciente.

1. Examen físico: Debe realizarse una valoración músculo esquelética en la que se


evalué tono, fuerza, rango de movilidad articular, marcha y equilibrio. Medir la
presión arterial a los cambios posturales, déficits neurológicos, deformidades.
Determinar el estado nutricional y de la piel, realizar un adecuado examen
podológico: hallux valgus, dedos en martillo, etc. Hacer una valoración visual y
auditiva.

Se utilizan con éxito en la valoración de la marcha y el equilibrio de los desplazamientos,


instrumentos como; la escala de Tinetti, que mide macha y equilibrio estático y dinámico,
la escala de levántate y anda (test timed up and go), que parte de una posición sentado,
a continuación debe levantarse, caminar 3 metros, darse la vuelta y volver a sentarse.
Esta actividad se cronometra y se considera que un tiempo mayor de 20 segundos,
implica un alto riesgo de caídas. También se usa el test de Romberg, en donde se valora
el grado de estabilidad y el de inclinación corporal.

1. Escalas para evaluar discapacidad:

– Índice de Independencia para Actividades de Vida Diaria (Índice de Barthel).


– Índice de actividades instrumentales de la vida diaria (Escala de Lawton).

– Escala de riesgo para úlceras por presión (Escala de Norton, Escala de Braden).

1. Las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) son aquellas que se deben
realizar en su totalidad para definir una persona como independiente. Denotan
tareas de autocuidado como bañarse, vestirse, movilizarse o desplazarse,
controlar esfínteres o continencia, asearse y usar el sanitario y alimentarse. El
adulto mayor puede tener incapacidad en una o varias de ellas, aumentando así
el riesgo de inmovilidad y la necesidad de asistencia por parte de los cuidadores.
Dentro de las múltiples escalas para este fin está el índice de Barthel
Bibliografía.

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