La alegría triste de
emigrar
Venezolanos que se fueron
a Norteamérica
La alegría triste de emigrar
1ra edición, junio de 2012
©Copyright
Carlos Subero
ISBN: 978-980-12-5735-6
Depósito legal: If25220123001654
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samente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción
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grafía y el tratamiento informático.
A todos los que, de alguna forma, me extendieron su mano
para hacer posible éste, mi primer proyecto editorial.
7
Prólogo
Con el maletín al hombro
En julio de 1985 se celebró en La Habana un Encuentro Interna-
cional contra el Pago de la Deuda Externa, iniciativa del líder cuba-
no Fidel Castro, al que asistieron numerosas personalidades de los
más distintos sectores políticos, gubernamentales, parlamentarios,
sindicales, empresariales, académicos, profesionales, gremiales y
culturales de todo el continente. Como antesala, los organizadores
convocaron a un Encuentro Sindical en la misma capital cubana, al
que concurrirían líderes laborales de todo el hemisferio. Eran mis
tiempos de reportero en el diario El Nacional, actividad profesional
que compartía con la de dirigente sindical y de entonces militante
del Partido Comunista de Venezuela. En ese triple carácter, fui lla-
mado a tomar parte en aquella importante jornada internacional.
También asistiría el colega Héctor Landaeta, designado por nuestro
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa.
El día anterior a la partida, uno de los coordinadores locales del
encuentro, Gerson Briceño (fallecido el año 2000), entonces secre-
tario general del Sindicato de Trabajadores Gastronómicos y miem-
bro del Consejo General de la Central Unitaria de Trabajadores de
Venezuela, me informó que había sido fletado un vuelo para trans-
portar a la delegación venezolana y que, por tanto, quedarían asien-
tos vacantes que podrían ser ocupados por periodistas interesados
8
Prólogo
Prólogo
Contenido
Prefacio.........................................................................................................15
Introducción...............................................................................................19
Entrevista 1: No es lo mismo ir de visita a Orlando que vivir allí........... 37
La diáspora intelectual: se van para no volver..........................................45
Entrevista 2: “Yo quiero ir a Miami para montar ese caballo”............... 49
Atlanta. La nueva disciplina....................................................................... 55
Entrevista 3: Una profesional proveniente de la clase media baja supera
los cambios sociales...................................................................................65
Entrevista 4: Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal................... 71
Abogado David Hart: Existen decenas de tipos de visa para vivir en Esta-
dos Unidos ................................................................................................. 81
Entrevista 5: Un sexagenario salía de su casa en Maracaibo sólo a 500
metros a la redonda................................................................................... 89
Entrevista 6: Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana.........93
Miami Dade, Fl. Los venezolanos son mayoría en la ciudad de Doral,
Florida........................................................................................................ 103
Entrevista 7: La ilegalidad le permite trabajar en bienes raíces........... 109
Entrevista 8: Partió en medio del paro petrolero y se empató con una
“gringa”.......................................................................................................113
Birmingham. Pugna con las leyes contra la inmigración ilegal............117
Entrevista 9: Ha gastado 30 mil dólares en abogados y no ha obtenido
aún su green card....................................................................................... 123
14
Prefacio
Emigrar es abandonar una región para establecerse en otra. Quie-
nes emigran, por lo general, guardan dramáticas razones como la
falta de servicios públicos, desde la seguridad hasta el agua o el dé-
ficit de acceso a fuentes de trabajo. También hay razones políticas:
cuando no hay estabilidad en un país o región, muchos prefieren
trasladarse a naciones más tranquilas y a veces se ven obligados a
ello a causa de la persecución.
En Venezuela hay un ambiente para la emigración. Luis Vicente
León, directivo de la encuestadora Datanalisis –de tendencia oposi-
tora- refirió en junio de 2007 un estudio que reveló que 35 por ciento
de los venezolanos se iría del país si se le presentara la oportunidad.
La encuestadora GIS XXI –afín al gobierno de Hugo Chávez- repor-
tó un estudio de enero-febrero de 2011 en el que 17 por ciento de los
venezolanos señala que “le gustaría vivir” en el exterior.
Es común ver a jóvenes y adultos en largas colas frente al con-
sulado de España en Caracas. La mayoría solicita la activación de
su segunda nacionalidad con miras a viajar a Europa y hacerla va-
ler. Aparte de esto, el Instituto Nacional de Estadística (INE) de ese
país reportó para el primero de enero de 2012 la presencia de 54 mil
334 venezolanos en su territorio. Los consulados de Portugal e Ita-
lia reportan desde hace años incremento en similares gestiones de
los hijos y nietos de quienes vinieron de inmigrantes a Venezuela
16
Prefacio
Introducción
En algún lugar alejado hacia el norte, con otro idioma, otras cos-
tumbres y otro clima, miles de venezolanos están buscando otra vida.
María G., de 54 años, lo pensó mucho antes de decidirlo, has-
ta que en 2007 le dieron las prestaciones sociales que le correspon-
dían como maestra de un municipio de la capital. Obstinada por la
inseguridad y la situación política, vendió su apartamento en El Ce-
menterio, Caracas, cambió sus bolívares por unos cuantos miles de
dólares, tomó a sus dos muchachos adolescentes y se fue a Atlan-
ta, Georgia. Le dijo a su ex esposo que volvería. Pero en Atlanta vive
una hermana suya desde hace muchos años, quien ya es ciudadana
estadounidense. Con eso se ayudó a insertarse e iniciar vida en Es-
tados Unidos con sus dos hijos.
Un total de 9 mil 409 venezolanos obtuvieron visa de residen-
te permanente (la llamada tarjeta green card) en el año 2010, según
las cifras del Servicio de Inmigración y Ciudadanía, del Departa-
mento de Seguridad Interna (Homeland Security) de los Estados
Unidos de América (EUA). Esto implica que, en promedio, cada
hora que pasa un venezolano recibe visa de residente permanen-
te en este país del norte. En estos tiempos se están yendo a EUA
tres veces más venezolanos de los que solían hacerlo en el últi-
mo lustro de los años 90. Para el caso de Canadá, entre los años
1995 y 1999 arribó como inmigrante un promedio de solo 523
20
Introducción
edad venezolanos. Ellos no han podido irse solos. Casi todos son los
hijos de venezolanos que obtuvieron su residencia y que declararon
estar casados. Esos niños venezolanos tienden a no volver nunca
más a vivir en Venezuela. Una vez que se encuentran con la nueva
cultura, se asimilan a ella, la acogen, aprenden a hablar el inglés (o
el francés) sin acento latinoamericano y se hacen ciudadanos de los
Estados Unidos o Canadá.
“En 2003, a los 11 años, mi hijo llegó conmigo y mi esposa, y en-
seguida lo inscribimos en un colegio público donde aprendió a ha-
blar inglés”, afirma Luis Neira, ingeniero de 58 años, quien reside
en Phoenix, Arizona. “Luisito habla ahora en inglés sin acento lati-
noamericano y trabaja”, cuenta Neira, quien se fue del país por inci-
dentes políticos en Caracas durante 2003, mientras recogía firmas
para el referéndum revocatorio presidencial. “Llegó a sus 11 años y
hoy es más gringo que venezolano. De hecho habla más inglés que
español”, dice.
“¿Volver, papá?”, le dijo su hijo por estos tiempos cuando le
planteó regresar. “Me gustaría ver a la abuela y los tíos, pero ¿qué
voy a hacer yo en Venezuela? ¿Qué futuro tengo? Mira al primo, tie-
ne 28 años, está casado, no tiene casa y todavía vive con su mamá.
No tengo nada qué hacer allá”.
La emigración en relación con los hijos ofrece una variada tipo-
logía en el caso venezolano. De mis entrevistas me ha quedado cla-
ro que el emigrar ha sido una decisión impulsada y fortalecida por
el beneficio que se ofrece a los muchachos en la nueva vida. Es de-
cir, para el emigrante venezolano con hijos, resulta una realización
de vida insertarlos en el ambiente norteamericano para que se críen
y se desarrollen allí.
¿Qué tipo de ventajas le ofrecen? Seguridad personal, calidad
de vida, aprender otro idioma, acceso a tecnologías de punta, edu-
cación de primer nivel. Todas esas posibilidades para los hijos es-
tán a la mano o al menos se ofrecen como probables. Y por eso no
retornan a Venezuela.
Florinda se vino en 2000 a Orlando, Florida, divorciada, con
sus cuatro menores hijos y los mayores son ya ciudadanos de EUA.
23
Introducción
Introducción
Introducción
Introducción
Introducción
Introducción
familia tiene varios años en EUA. Una de sus hijas nunca terminó
de adaptarse y tomó el camino de las drogas.
Ocurrió en 2010 que la joven sacó unas pastillas del baño del
padre de su novio, un joven norteamericano. Y el señor decidió de-
nunciarla. La muchacha estuvo presa una semana. La familia había
dado el asunto por olvidado, cuando en diciembre de 2011 la joven
recibió una carta del Departamento de Seguridad Interna. Le infor-
maban que su visa había sido revocada y que debía salir del país an-
tes del 16 de enero de 2012.
Ésa es la situación jurídica del asunto, que la familia apeló pa-
ra, al menos, dar largas. Pero hay también una perspectiva familiar,
ya que durante el último trimestre de 2011, la joven había parido un
niño de su mismo novio. El asunto se complicó aún más porque el
joven anunció que nunca firmaría el permiso para que su hijo via-
jara a Venezuela. Alega que ha escuchado muchas cosas malas de
este país y que nunca se perdonaría que su hijo le reclamara en el
futuro por haber permitido que le llevaran allí.
En enero de 2012 le fue quitada la custodia del niño, a quien
cuida ahora su suegra. La joven venezolana sólo puede ver a su hi-
jo de visita. Éste es el drama. Esa familia venezolana debe estar en-
frentando dos casos judiciales en un país extranjero.
Entro en los siguientes capítulos a desmenuzar y ver en pers-
pectiva la vida de los venezolanos en Norteamérica. Sólo resta ex-
plicar cierto fenómeno que producen los venezolanos. En Estados
Unidos más de la mitad de los admitidos en 2010 se concentró en
el Estado de Florida (5 mil 074). Aun más, en el núcleo definido
por las ciudades Miami-Fort Lauderdale-Pompano Beach, Florida,
está 42 por ciento de todos los venezolanos que recibieron la green
card en 2010. Es decir los venezolanos están en masa al sur de Flo-
rida. Sin embargo, hay venezolanos en casi todos los estados. En
Canadá hay más venezolanos en las ciudades de Montreal, Toron-
to y Calgary.
34
El saltó en los años 2004 y 2005 obedeció a la vorágine política venezolana. Después del refe-
rendo revocatorio del 15 de agosto de 2004 -que ganó Chávez- se incrementó el flujo de emi-
grantes venezolanos a los Estados Unidos.
35
Introducción
El gráfico demuestra que familias enteras están emigrando. Nótese que los menores de 18
años representaron ese año la primera minoría entre los emigrantes venezolanos.
36
Deportables 516.992
localizados
en 2010
Deportables 348 2001 135 167 302
de Venezuela
2010
2002 130 157 287
Removidos 387.242 2003 129 174 303
2010
Removidos 369 2004 119 316 435
venezolanos
2010
2005 144 254 398
Retornados 476.405 2006 130 314 444
2010
Retornados 274 2007 124 358 482
venezolanos
2010
2008 120 292 412
2009 130 372 502
2010 133 236 369
La cantidad de causas criminales de venezolanos no varió drásticamente con los años, a pe-
sar de que hubo más venezolanos emigrantes. Ello implica el buen comportamiento de los ve-
nezolanos en EUA.
muchachas para ello. Se ayuda también con los masajes. Cree que
ya no vale la pena mantener su casa porque cuesta demasiado y no
quieren bajarle su precio. “No es buen negocio, me lo tengo que
quitar de encima. Ésa es la vida”. Su hijo mayor, de 25 años, se gra-
duó de mecánico. No gana mayor cosa ahora pero piensa montar
su propio negocio con un socio. Está vendiendo piezas de carro y
la ayuda en lo que puede. Su segundo hijo le ha dado muchas sa-
tisfacciones. Le va muy bien trabajando en una compañía que ha-
ce helicópteros y bombas, diseña herramientas relacionadas con la
guerra. Estudia para ser ingeniero mecánico y se graduará en di-
ciembre de 2012. Fue campeón en un tipo de lucha libre.
La emigración para Florinda ha sido un aprendizaje muy duro
y costoso. “Son muchas cosas. Tienes que ser demasiado fuerte pa-
ra soportar pérdidas físicas, materiales y espirituales. Nosotros los
venezolanos no tenemos ni idea sobre qué es ser inmigrante; per-
demos la familia, los tíos, los abuelos que son tan importantes para
los hijos. He pagado cara mi presencia aquí”. Cuenta que ha visto
a amigas suyas venezolanas en Orlando en situaciones muy difíci-
les también. A una señora que está ahorita sin nada de dinero, só-
lo 100 dólares, el carro se le echó a perder y la botaron de la casa
donde vivía.
“Mis hijos y yo”, dice, “hemos logrado algo: somos ciudadanos
(de EUA). Estamos mejor y sobrevivimos, pero me da dolor. Una
pareja de ingenieros en computación, con dos niñitos, me están
llamando para que les dé trabajo de limpieza porque está pelando,
no tienen nada”. Le pregunté qué sentía sobre su futuro en Estados
Unidos. “Mis hijos ya hicieron raíces en este país. Ya pasé lo peor,
ya aprendí inglés, ya me volví (norte)americana. Siento a Venezue-
la como mi propio país, lo amo, lo adoro, pero cuando voy allá me
siento fuera de sitio y cuando estoy aquí también porque los (nor-
te)americanos me ven como una latina más. Una queda como en el
aire. Pero eso es algo que yo tuve que vivir para que mis hijos ten-
gan mejor futuro. Me ha costado mucho sola con cuatro mucha-
chos. Ojalá que ellos lo sepan aprovechar y ojalá que este país les dé
la oportunidad que yo no tuve. Yo no me voy a ir y a dejarlos solos
43
sin abuela. Necesito estar aquí para que mis hijos tengan familia y
para Venezuela iré de vacaciones. Mi futuro es ése: ver a mis hijos
crecer y que tengan una oportunidad mejor que la mía”.
44
10 Claudia Vargas. ¿Formando para exportar? estudio de caso: Ciudad Universitaria de Cara-
cas-Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, escuela
de Sociología. Trabajo de grado período 2005-2010. Tutor: Dr. Iván de la Vega, Caracas,
octubre de 2011
47
se fue un mes y medio y tenía que esperar a que salieran mis pape-
les. Durante ese mes y medio yo no estaba haciendo nada, no estaba
produciendo, no estaba trabajando y yo lo sabía de antemano, pero
siempre uno se altera cuando lo vive en el momento. Yo tenía solo
18 años. Me decía que no necesitaba estar aquí, lo que podía hacer
aquí lo podía hacer también en Venezuela, no necesitaba estar aquí
aguantando… Pero aguanté y llegaron los papeles. Al principio todo
fue duro. Me costó bastante. Fue en Miami en 1997. Entonces me
quedé montando aquí en Estados Unidos. Me dieron visa de trabajo
por tres años. No hablaba nada de inglés, pero absolutamente nada.
Había algunos venezolanos conocidos, hicimos ambiente. La comu-
nicación con entrenadores norteamericanos a veces era complicada
para saber cómo debía correr al caballo. La comida es muy distinta a
los estilos de uno, todo, un cambio de 180 grados. Los primeros me-
ses sufrí y uno llora por los momentos malos. El primer día de traba-
jo gané dos carreras, el segundo día gané tres carreras, al tercer día
siguió todo bien, a la semana gané un clásico, las cosas me fueron
muy bien, gracias a Dios, incluso, como dice el dicho, entré con el
pie derecho al hipismo norteamericano. Me dieron solamente tres
meses de aprendizaje, gané bastantes carreras y salté al profesional
y seguí ganando carreras. Yo descargaba peso antes como aprendiz,
cinco libras frente a los otros profesionales, era ventaja para mí pa-
ra abrirme paso en el ambiente y conducir caballos con oportunida-
des. Luego me hice profesional”.
Javier José Castellano ha tenido muchos éxitos. Ganó en 2004
uno de los premios más importantes de los Estados Unidos, el
Breeder’s Cup Classic Gr I, que se corre una vez al año con premio
de cinco millones de dólares. Obtuvo el segundo peldaño de la tri-
ple corona, el Preakness Stakes Gr I en 2006. Se hizo en agosto de
2011 con el clásico del verano con un millón de dólares en premios.
También ha salido triunfador tres veces en el Travers Gr I, en Sa-
ratoga, es el único jockey activo que ha logrado eso. Ha ganado es-
tadísticas y está cerca de tres mil carreras ganadas en Estados Uni-
dos. Y en 2007 obtuvo el triunfo en la carrera International Dubay
Golden Shachin. Gr I.
52
La nueva disciplina
“A la tierra que fuereis haced lo que viereis”. Éste parece ser el prin-
cipio y consigna de los venezolanos residentes que encontré en At-
lanta durante mi estadía de varios meses. Parte de los cambios que
tiene que asumir cualquier emigrante está en adoptar nuevos com-
portamientos y actitudes, ya fuere porque lo exige la naturaleza, o
en otro caso, porque lo impone la ley.
Y decir la ley en este país es un tanto distinto que asumirla en
Venezuela. Digamos que en un porcentaje mucho mayor que en
nuestro país, en Norteamérica la ley se cumple por quienes deben
hacerlo. Y si no lo hacen, muy probablemente conozcan el porqué
se dice que Estados Unidos es un estado policial en comparación
con los países latinoamericanos. La policía puede estar tocándote la
puerta cuando menos lo esperas para reclamarte una falta menor o
la autoridad puede enviarte a tu correo la notificación de una multa
de tránsito por haberte pasado un stop sin detenerte o cruzar de ca-
nal sin haber puesto la luz de cruce respectiva.
A una amiga la policía la detuvo dos veces debido a que, en am-
bas, pasó a cierta velocidad por el canal contiguo adonde estaba es-
tacionada una patrulla con sus agentes en una operación. La multa
es cerca de 700 dólares. Se salvó la primera vez porque tenía buen
record en el manejo. Sólo tuvo que asistir a un cursillo. Para la se-
gunda estuve presente sentado atrás. Fue un sábado por la noche y
56
La nueva disciplina
La nueva disciplina
La nueva disciplina
La nueva disciplina
asistente médico sino médicos latinos, que son los asistentes del
grupo médico americano jefe de la clínica”.
La Metropolitan Clinic, que nació en tiempos de crisis econó-
mica, ha tenido que afrontar también otro serio inconveniente: que
muchos latinos se están yendo. “El 90 por ciento de nuestros pa-
cientes son latinoamericanos. Eso lo han sufrido todos los nego-
cios y servicios que están orientados a la población latina. Pero la
población es muy grande, con características muy diferentes a las
de Florida y otros estados. En este estado hay más acceso a quienes
vienen de pasos de frontera, no como Florida, que se alimenta más
de Suramérica y el Caribe. Son diferentes concepciones. La mayo-
ría es gente muy humilde. Hay que pensar en ese tipo de personas
para diseñar el servicio, haciendo cambios en las percepciones de
la gente y poderlos atender”.
Sin embargo, García dice que se atiende a 35 pacientes por día,
unas 200 personas por semana. Por la consulta inicial pagué 45
dólares. Me hicieron exámenes de despistaje, me inyectaron un
fuerte antibiótico por unos 127 dólares. También me recetaron va-
rias medicinas para el tratamiento. Una semana después pagué
otros 45 dólares para constatar que todo había vuelto a la norma-
lidad. “Pensamos en las personas que no tienen seguro médico.
Ellas piensan en dónde me atiendo si me pasa algo. La mayoría de
los latinos no tiene seguro. Los profesionales de alto nivel, inclusi-
ve, con la debacle económica perdieron los empleos y se quedaron
sin seguro también. Los precios de las medicinas son muy altos en
EUA y lo hacemos de calidad, que no sea un lugar donde no se sa-
be qué están pensando, cómo están manejando las cosas”, asegu-
ra Cynthia García.
Una amiga de Cynthia –Clementina- realiza trabajo político en
la ciudad. Aunque no exista un consulado venezolano en Atlanta,
donde se pueda votar, hay política nacional. Conocí a Clementina
Bayot-Hiteshew y otros dos ciudadanos venezolanos muy activos
en la oposición, que organizan a los nacionales y les hacen llegar
información sobre las políticas de la Mesa de Unidad Democráti-
ca (MUD). Los otros dos son Tomás Lefkovits, un maracucho de 63
64
Una profesional proveniente de la clase media baja supera los cambios sociales
Una profesional proveniente de la clase media baja supera los cambios sociales
que voy veo retroceso en los valores, la criminalidad, los males que
la aquejan, pero hay algo muy intrínseco que no se ha perdido: la
alegría. Hay familias enfrentadas por problemas políticos y se unen
en las fiestas y en los velorios. Las cosas pasan por alguna razón y
se puede hallar algo positivo”.
71
lugar. Desde aquí íbamos juntos los sábados a la Iglesia. Allí nos
encargábamos del sonido y todo lo que tenía que ver con la com-
putadora. Él quería aprender y lo poco que yo sabía se lo enseñé.
De allí nació la relación. Cuando me fui a Venezuela el primer año,
ya lo hacía como novia de él. Fui porque no tenía otra opción para
volver a renovar la visa. Yo me dije que ilegal no me iba a quedar.
Llegué a Venezuela y me pasé tres meses, en febrero de 2007 re-
gresé. Fue muy difícil con Inmigración. Fue la única vez que me
sentí como hormiga. Cuando regresé a Venezuela olvidé entregar
a la línea aérea la I-94, que es el formato que dan cuando ingresas
a Estados Unidos y que da cuenta de que saliste en el tiempo esti-
pulado. Yo me lo llevé. Resulta que cuando intenté volver a entrar
me pusieron muchos problemas por eso. Me pasaron a la oficina
de Inmigración, donde lo tratan a uno como al propio delincuen-
te. No tienes derecho a nada. Todo lo tuyo lo esculcan. Cada pape-
lito, parece que querían encontrar no sé qué. Yo había ido a Aruba
y en mi pasaporte encontraron eso. Me preguntaron entonces: ¿Tú
de qué vives? ¿Qué haces? Y eso les incomodaba a ellos, saber lo
que yo estaba haciendo. Pero tenían sus razones porque también
encontraron documentos de lugares donde yo trabajaba aquí y eso
hizo poner la cosa más difícil. Gracias a Dios, el oficial me dio per-
miso para estar solo menos de un mes. Durante ese mes llegué y
solicité extensión de visa y me la dieron por dos meses más. En-
tonces después de ese tiempo me regresé a Venezuela y me estu-
ve allá otros seis meses”.
Sin embargo, antes de largarse a Venezuela, Inés resolvió otro
asunto importante: “Me casé. El que es mi esposo hoy día me ha-
bía dicho ‘o te casas o te pierdes de mi vista, no te quiero ver nunca
más’. Decido casarme aquí. Todas las personas aquí me decían que
no lo hiciera. Que me fuera a Puerto Rico y me casara con uno de la
isla, que no lo hiciera con un ilegal. Todas esas cosas me decían, pe-
ro para mí otras cosas tienen más peso: el valor de una familia, de
encontrar el amor, de estar con una persona que realmente te llene.
Eso tiene más valor que agarrar y pagarle a alguien, casarme, espe-
rar dos años para divorciarme o quizás más. Pagarle a esa persona
75
allá afuera y allí amanece el carro. No es para vivir azorada por los
ladrones”.
Diría que esta familia lleva su vida tranquila, basada en el traba-
jo de él y el crecimiento de su pequeña hija. El esposo se ganó 120
dólares conmigo, arreglando mi Toyota Corolla 2000. A ella la he
visto tomar la palabra ante el auditorio en la Iglesia y reflexionar so-
bre pasajes bíblicos. Mientras tanto, él la observaba orgulloso.
81
hecho por alguien ya todo nos fue más fácil”. Villalobos vendió ca-
si todas sus propiedades en Venezuela antes de viajar para instalar-
se definitivamente en Atlanta. Otras las vendió estando ya en EUA.
“Mientras hacía los trámites de traslado y viendo que el bolívar se
iba devaluando más, me di cuenta de que había que vender lo an-
tes posible debido al control de cambios. Con eso, como los hijos
míos siempre han estado trabajando en restaurantes, han sido ge-
rentes y conocen bien el negocio, me dije que el tiro es montar un
restaurant para los muchachos. Lo demás es un carro, una casa y
hacer la vida aquí”.
El local se llama Gordo´s New York Style Pizza, ubicado en la
2590 Peachtree Industrial Bulevard, en Duluth, Georgia. Allí me
atendió y conversamos una hora con tequeños de por medio que
hizo traer de la cocina. Pero ni sus negocios ni su dinero los usó co-
mo puente para lograr la residencia permanente en EUA. “La es-
toy consiguiendo porque el hijo mío es ciudadano estadounidense
y me está pidiendo. La única forma en que consigas una visa L-1 es
que tengas un negocio en Venezuela y quieras abrir una sucursal de
ese negocio en EUA. De hecho tengo un amigo que vino conmigo,
que tiene un negocio próspero en Venezuela. Se vino también por
la inseguridad personal. Tramitaron los papeles de su compañía de
15 años, las empresas de maletín no funcionan. Los requisitos son
exigentes. Debe ser documentación que pruebe qué hacía esa em-
presa en el tiempo, registros contables, estados de cuentan finan-
cieros y bancarios, que muestren la longevidad de esa empresa. Se
tramitan así la L-1. La consiguió prácticamente a los dos meses y
ahorita está en proceso de residencia. Pero si yo llegó aquí y mon-
to una empresa, eso no me permitiría obtener la visa de residente”.
Su rutina incluye mucho deporte, ciclismo mínimo cuatro ve-
ces a la semana. Se entretiene con las reuniones en familia en la ca-
sa y en el trabajo mientras asesora a aquella empresa. Califica su de-
cisión como muy buena, “porque cada vez veo que la situación en
Venezuela va empeorando. Soy de los que piensa que Chávez no va
a salir del poder, independientemente de que haya votaciones, que
buscará la forma y manera de perpetuarse y ese proyecto no se va
92
coyote que lo iba a pasar a él solo y dejaría sola a Luisa. Llegaron los
dos juntos a México y tomaron un autobús hasta una ciudad que se
llama Reynosa, en el estado de Tamaulipas. Pasaron todo diciembre
allí en espera, gastando mucho dinero.
“Me costaron como 700 dólares los pasajes, se fue allí casi to-
da la liquidación de mi esposo. Cuando arribamos a México yo traía
nada más que 400 dólares en efectivo. Con eso debía pagar boletos
de autobús para llegar a la frontera. A duras penas me quedaron co-
mo 200 dólares. Mi esposo tuvo que mandarme el dinero, pero a
él no le estaba yendo bien aquí, estaba consiguiendo prestado para
pagar el coyote y no conseguía. Yo no sabía nada. Esperaría un mes
en México, todo diciembre y el 10 de enero es que llegaría a EUA”.
En México le tocó lidiar con la pobreza y la falta de comodida-
des. Combatían el frío calentándose las manos con las hornillas de
gas de la cocina en las casas donde llegaban, o durmiendo todos jun-
tos. “Íbamos a pasar supuestamente por Reynosa, pero no encontra-
mos allí un solo coyote que fuera de confianza. Mi esposo le pagó
600 dólares a una mujer coyote, para que nos fuera a buscar y cuan-
do estuviera aquí en Atlanta le terminaba de pagar el dinero, dos mil
dólares. La señora fue una vez y quedó en llamarme pero más nun-
ca se presentó, le estafó el dinero a mi esposo”. Luisa decidió pasar
por Ciudad Juárez, la ciudad mexicana que está enfrente de El Paso,
Texas. Denis se iría con otro coyote desde Reynosa, pero también lo
estafaron. “Me lo traje conmigo y mi esposo pagaría por él después.
Yo no fui capaz de dejarlo botado a él. Fue muy buena la idea de lle-
varlo, porque Dios lo dirigió todo. Llegamos a la frontera, a un hotel
donde iban a llegar varios y contactarnos allí. Nos entrenarían sobre
cómo era la cuestión, qué debíamos decir, qué no debíamos decir.
Nos llevaron a una casita donde estaban los otros coyotes, los que te-
nían más contacto con uno. A mí me dio diarrea debido a una cosa
que había comido. Nos dieron un gran paquete amarrado con una
liga donde había decenas de carnets de residencias legales plastifi-
cadas, como cédulas de identidad, pero de los Estados Unidos. Me
dieron muchas para yo buscar alguna cuya foto concordara con mi
cara. Yo digo que ésa es una mafia muy grande. Mi amigo consiguió
96
una con su misma cara. ‘El mismo mono’, le dije porque es negrito.
La agarró y ése era él. La que yo agarré no se parecía a mi. La mujer
de la foto era más trompuda. No importa. La agarré”.
Primero pasaron sus hijos, sin ella. Luisa se quedó con un gru-
po de centroamericanas y una coyote, quien decidió que Luisa sería
la primera en pasar por el puente porque “tiene personalidad y por
ella están pagando bien”. Su amigo pasó por el puente solo, ense-
ñando su carnet. Llegó a un hotel del otro lado a esperar al siguien-
te grupo. La misma coyote pasaría a sus hijos. Luisa estaba preocu-
pada porque el mayor es blanquito y podía pasar por gringo, pero
el pequeño posee la típica piel quemada de latino. Había entrenado
al mayor para que dijera que se llamaba Georgito. Éste intentó pa-
sar con la coyote caminando por el puente a las dos de la tarde y lo
logró. Al pequeño lo pasó en el carro, cuidando de colocarle en su
silla especial para bebés. Esperaron a que fuera más tarde y que el
cansancio durmiera al niño. Ninguna de las dos veces le pidieron
papeles a la coyote o pararon su carro.
Sus hijos ya habían logrado la hazaña de aventura. Sólo que-
daba Luisa. Una vez que sus hijos ya estaban del lado de EUA, ella
intentó cruzar el puente enseñando el carnet que el coyote le ha-
bía entregado el día anterior. Hasta ese momento, Luisa pensaba
que todo lo que había hecho en Venezuela había sido legal. Aho-
ra no era así. El corazón se le salía del cuerpo mientras caminaba
hacia la garita. Pero pensaba en encontrarse con sus hijos. Ense-
ñó el carnet al guardia, pero éste no le creyó y le ordenó que pasa-
ra adentro de la garita. Allí la interrogó cerca de media hora. Ella
sostuvo todo el tiempo que era mexicana y hasta dio una dirección
en Ciudad Juárez, para lo cual había sido entrenada. Si el oficial
de inmigración hubiera descubierto que era venezolana la hubie-
ran pasado presa a territorio norteamericano, donde sería fichada
y deportada a Caracas. “Lo encontré tirado” (los venezolanos dicen
“botado”), respondía Luisa a las repetidas veces en que el guardia
preguntó de dónde había sacado el carnet. Finalmente, el guardia
le dijo: “Te puedes aventar” y ella no entendió. “Aventar lo relacio-
naba con flatulencias”.
97
las medias y me puse las botas. Nos tocaba pasar otra parte más de
monte, como 20 minutos, teníamos que correr mucho, bastante, yo
era la última. Seguía sin sentir mis piernas. Como yo prácticamen-
te me puse al nivel de ellas antes, las muchachas me ayudaron, me
agarraron una por un brazo y la otra por el otro. Me dijeron que la
coyote me quería dejar botada. A duras penas podía caminar. Luego
nos tocó cruzar un segundo caño, pero éste ya estaba en territorio
norteamericano. Sólo tenía un poquito de agua. Pero fíjate como es
Dios tan bueno y bondadoso conmigo. Ya estábamos en un pueblo
norteamericano, uno tenía que ir entonces dispersado, caminan-
do tranquilo. Pero como uno se pone los pantalones y el blúmer es-
tá mojado, entonces a uno se le moja la cola (de allí que los llaman
mojados). Los vecinos lo ven y llaman a Inmigración. Como yo iba
de última, vi a una señora que parecía un ángel, detrás del patio de
su casa. Me hizo señas para que fuera y le silbé a todo el grupo. La
señora desapareció, pero de todos modos seguí. Entré al corral de
la casa y la vi. Entramos uno por uno, la señora me dio una toalla y
me sentó. Nos hizo café y chocolate, nos trató como si fuéramos su
familia, entró la coyote también, gozó de mi bendición a pesar de
sus malas acciones conmigo. Dios nos estaba escuchando. La seño-
ra nos contó que un día ella también había pasado por el río para
llegar a este país, pero ya tenía papeles, por eso comprende y siem-
pre está mirando a ver quién pasa el río y le ayuda. Para mí fue una
gran lección que nunca en la vida se me olvidará. Luego llamaron
un taxi, pero lo dejaron pasar porque el señor de la casa se ofreció a
llevarnos a todos si pagábamos la carrera. Hasta los taxistas podían
delatarnos. El esposo de la señora nos llevó a 10 personas en un ca-
rro de dos puertas. Te podrás imaginar: unos acostados donde se
ponen los pies, otras sentadas y otras sentadas encima. Nos llevó al
hotel donde íbamos a llegar. Había mucha gente, en una habitación
muy grande estaban cocinando, buscaba y buscaba. Allí no estaban
mis hijos ni mi amigo, pensé que me los habían robado. Llegó la se-
ñora coyote mayor, la que negoció nuestro pase a EUA, Lidia, ciuda-
dana (norte)americana, oriunda de Ecuador. Tenía su mafia. El co-
yote de arriba de alto rango es el que se encarga de ponerme a mí
99
16 Fuente: http://trac.syr.edu/phptools/immigration/court_backlog/outcomes.php
103
18 http://quickfacts.census.gov/qfd/states/12/1217935.html
105
los intereses eran altos. Comenzó una gran devaluación que lle-
vó el sueldo de su esposo del equivalente de 2 mil 500 dólares has-
ta 800 dólares. Fue en ese momento en que se implantó el control
de cambio.
Alejandra comenta uno de los causales de emigración, que le
he oído también a otros venezolanos: la escasez. “Durante el paro
petrolero, un día fui a hacer mercado y no encontré papel higiénico
en el lugar donde toda la vida lo había comprado desde que yo era
niña. Pues ese día le dije al que era mi esposo: ‘No puedo vivir en
un país en donde no haya papel higiénico’. A mi marido le comen-
té entonces: ‘Mira, no quiero decir que te lo dije, pero te lo dije’. Él
me dio la razón”. Decidieron que ella se fuera sola a New York, por-
que era quien podía conseguir un trabajo más fácilmente. “Yo pasé
el primer año de matrimonio viviendo en Nueva York con mi pri-
mo, trabajando de mesonera, con visa de turista. Me entrevistaba
con todo el mundo hasta que por fin salió una oportunidad en una
agencia en Houston. Terminé trabajando con ellos. Me dieron la vi-
sa H1-B y a mi ex marido le dieron una visa de acompañante. Con
esa visa de él, que es cruel, no te dan permiso de trabajo, sólo per-
miso de ser marido y cocinar. Entonces lo que parecía una aventu-
ra terminó siendo una pesadilla. Pasaron tres años sin él conseguir
trabajo, ‘sólo mataba uno que otro tigre’ por allí”.
Alejandra trabajaba no sólo de lunes a viernes sino que los fi-
nes de semana lo hacía en un bar, hasta las cuatro de la madruga-
da. Debía poder pagar la hipoteca del apartamento que había com-
prado. Se mudaron a San Diego, adonde ella había sido transferida.
“Uno piensa que las cosas son temporales pero terminan pasando
años… Eso fue lo que motivó la ruptura final de la relación, ya des-
pués de varios años de intentarlo. Él consiguió un trabajo en Los
Ángeles y nos mudamos para allá. Yo dejé mi trabajo en San Die-
go. Le dije ‘bueno, yo te mantuve tres años, ahora me voy a tomar
yo un año sabático”.
Para esa época ella tenía varios problemas de salud, no se sen-
tía bien. Por eso viajó a la India, donde sólo se dedicó a la medita-
ción hasta que regresó. “A él se le vencía su permiso de trabajo en
125
Es como si sintiera que ella le hacía falta a toda esa comunidad in-
ternacional de personas que comenzaron a consultarle sus proble-
mas y sus penas en New Jersey. “Ha sido una experiencia maravillo-
sa porque la diversidad de culturas me ha dado muchas lecciones,
satisfacciones y también algunas tristezas”. Elia alude a dos clien-
tes suyos que se suicidaron a causa de presiones: un ingeniero ita-
liano de 25 años y una joven puertorriqueña.
Ella atiende a norteamericanos, chinos, filipinos y por supues-
to a los latinoamericanos, que se encuentran por millones en New
York y New Jersey: puertorriqueños, ecuatorianos, peruanos, gen-
te de El Salvador, de Guatemala y de Brasil. La comunidad que más
llega a su consultorio es la de colombianos. Cuenta que una perso-
na de un determinado país le llega como “paciente” y luego le lleva
hasta otros de la misma nacionalidad. “Aquí hay mucha gente que
adolece de orientación. Las personas que vienen están marcadas
por situaciones de sus países, cosa que no veía en Venezuela. Ha si-
do una gran escuela. He tenido que bregar con muchas personas,
hombres y mujeres, que sufrieron violaciones cuando eran niños y
vienen con esa tristeza arraigada. Que arriban a este país después
de cruzar la frontera, trabajar 18 y 20 horas diarias para mantener a
sus familias en sus países. Ha sido muy gratificante porque la ma-
yoría ha retomado su vida y encuentran en mí a esa persona que le
dedicó ese momento de asistencia, que le llevó a la tranquilidad”.
Elia explica que en la relación con sus “pacientes” no habla de
fantasmas sino de la energía. “La energía es lo que me permite ver
revelaciones de cualquier situación, de cualquier persona”, dice. Pa-
ra ella el Tarot es una terapia de respuesta espiritual, una investiga-
ción sobre la consciencia y el alma. Trabaja también con péndulos y
cristaloterapia, un masaje físico en los siete puntos principales lla-
mados chakras. Explica parte de su secreto: “Hubo una expresión
que me marcó cuando yo llegué. Me la dijo uno de esos borrachitos
de los que te hablé: Me dijo ‘¿Sabe por qué me gusta venir aquí?,
porque usted lo escucha a uno. Usted no es como la mayoría de las
personas de este país. Uno no tiene con quién hablar aquí porque
un minuto cuesta un dólar y ellos no lo pueden estar perdiendo’. La
133
20 http://www.latimes.com/news/nationworld/world/la-fg-canada-immigration-201201
15,0, 4032232.story
140
21 http://trac.syr.edu/immigration/reports/209/include/nationality_alpha.html
143
Fuente Homeland Security. Libro del año 2010 sobre estadísticas de inmigración
http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2010/ois_yb_2010.pdf
Los gráficos revelan que en los últimos años Estados Unidos y Canadá han aplicado políticas
distintas en cuanto al asilo de ciudadanos venezolanos.
145
Huyendo a la muerte
El automóvil del coronel gustavo díaz vivas explotó mientras esta-
ba estacionado en el edificio Las Fundaciones en Caracas el 17 de
junio de 2005. A los pocos días, el oficial decidió irse a Alabama a
pedir asilo político. “Trabajaba con el grupo Mendoza. En ese mo-
mento estaba en la oficina. Eso lo cubrió mucho la prensa de esa
época. Tuve entrevistas en El Nacional y El Universal, fui al progra-
ma de Miguel Ángel Rodríguez en RCTV. Todo el mundo tenía mie-
do, después hubo amenazas para compañeros de trabajo, amenaza-
ron a toda la gente del edificio, amenazaron a mi hijo, la bomba fue
el 17 y yo tuve que venirme el 22 de junio”.
Este coronel solía meterse en el candelero político. Salió de cier-
to anonimato nacional cuando apareció por la TV como miembro
de la Casa Militar, protegiendo al presidente de facto Pedro Carmo-
na Estanga, en una declaración pública en medio de los hechos del
12 de abril de 2002. Estuvo de protesta con los militares en rebel-
día en la Plaza Altamira. Y en noviembre de 2002 lo pasaron a re-
tiro en la Fuerza Armada. Entonces continuó en la actividad políti-
ca contra el gobierno de Chávez. Alega que no quería irse del país
pero que la situación lo obligó para evitar daños a su familia o a sus
compañeros de trabajo.
Vive en Birmingham. Se fue a Alabama porque en ese esta-
do vive su hermano. “Aparte de eso, Estados Unidos no firmó la
150
2008 - 2010:
Decisiones de asilo sobre venezolanos
Corte de Nombre Cantidad de Cantidad % Negado % Negado
Inmigración del Juez decisiones de casos de venezo- de todos
sobre asilo negados lanos los países
1 Memphis Burman, Lawrence 33 1 3,0 30,8
O.
2 Orlando Ortiz-Segura, 90 22 24,4 54,6
Rafael B.
3 Orlando Ghartey, 80 21 26,3 50,2
Victoria L.
4 Miami Sanders, Charles J. 30 10 33,3 72,0
5 Miami Dowell, J. Daniel 31 13 41,9 71,2
6 Miami Miranda, Pedro A. 52 25 48,1 59,9
7 Miami Bradley, Kevin G. 30 16 53,3 68,8
8 Miami Mander, Stephen 43 23 53,5 59,7
E.
9 Miami Sukkar, Elisa M. 25 14 56,0 60,2
10 Miami McCormack, 33 19 57,6 75,2
Nancy R.
11 Miami Holliday, Carey R. 85 52 61,2 84,2
12 Orlando Lippman, Daniel 52 33 63,5 78,6
13 Miami Solow, Bruce W. 80 52 65,0 70,9
14 Miami Alexander, Scott 41 27 65,9 75,8
G.
15 Miami Opaciuch, Adam 30 20 66,7 85,1
16 Orlando Grim, James 28 19 67,9 83,3
17 Miami Hanson, Mahlon 25 17 68,0 85,8
F.
18 Miami Opaciuch, John 44 30 68,2 77,7
19 Miami Marks Lane, 22 15 68,2 82,7
Denise A.
20 Orlando Chapman, Kevin J. 49 35 71,4 77,6
21 Miami Torreh-Bayouth, 72 52 72,2 76,5
Lilliana
22 Orlando Wilson, 127 102 80,3 80,7
Earle B.
23 Miami Harris, 30 25 83,3 81,3
Rodger C.
%
TOTAL 1132 643 56,8
*Ïncluye sólo a jueces con al menos 20 decisiones sobre asilo a venezolanos entre 2008 y 2010
Internal case-by-case records of the Immigration Courts, Executive Office of Immigration Re-
view (EOIR)
(c) Transactional Records Access Clearinghouse, Syracuse University, 2012
154
partidarios del Gobierno de Chávez puede ser muy claro: hay que
enfrentar a todo aquel que no esté con sus consignas y que critique
sus opiniones y decisiones.
Eso no es una tontería. Es causa primordial de más de ocho mil
600 casos de asilos y que allí está el meollo del asunto. Conocí a va-
rios asilados que son gente común y corriente, no son casos famo-
sos que aparecen por la TV nacional, están en los niveles bajos de
la política, no son dirigentes. Algunos de ellos vivían en el interior
del país. Tuvieron enfrentamientos políticos que los hicieron irse a
EUA y pedir asilo.
Los jueces, por demás, usan asesores conocedores del país del
solicitante y pueden consultar con diplomáticos estadounidenses.
Ellos reportan el ambiente general que se vive en el país, que otor-
ga credibilidad a los casos presentados.
No quiero decir que si usted presenta un caso de asilo personal
se lo van a aprobar. En verdad son más los casos de asilo que se nie-
gan a venezolanos que los que se les aceptan. La situación es que
los venezolanos tienen en el ambiente político nacional, en la vorá-
gine política, una causa a favor de una eventual solicitud de asilo.
155
podido estar allí este día: “Aun estando lejos de nuestra patria pudi-
mos traernos ese pedacito de tierra y sentir lo mismo que sentimos
allá cuando asistimos el día de La Chinita”, dijo. Tiene tres años vi-
viendo en Houston. Se fue en busca de sus tres hijos, dos mujeres
y un hombre, además de seis nietos.
Carlos Paredes, de Caracas, ingeniero de unos 37 años que emi-
gró el año 2000, también manifestó su orgullo “de ver a venezola-
nos y colombianos todos juntos”. Maritza de Amaya, también de la
capital, comentó que vivió una navidad adelantada. “Es una sensa-
ción muy linda. La misa estuvo preciosa. Mucho fervor, mucho ci-
vismo y respeto a la virgen y al evento como tal”.
Ana María Salas, de 21 años, vestida con manta goajira y con un
instrumento musical a su espalda, me comentó al final su satisfac-
ción por ver a tanta gente en la misa. Tiene tres años y medio en
Houston y es de Maracaibo. “Estaba muy feliz cantando en el coro,
ofreciendo nuestros servicios a la virgen y dando las gracias por to-
do lo que nos ha dado”.
Katherina Bolman es de Barinas pero vivió en Maracaibo varios
años y se siente maracucha. Es farmaceuta, ama de casa, casada con
un petrolero norteamericano, quien vivió 20 años en Venezuela.
Ella tiene sólo dos en Houston. “Me siento en casa. Me parece tan
bonito ver reunido a tanto compatriota a través de una misa, sobre
todo de La Chinita. Es como sentirse en nuestro país. Es como sen-
tir que estoy en Maracaibo aún”.
La coordinadora del evento fue la señora Laura María Celis, de
57 años: “Es la tercera misa del 18 de noviembre que se realiza en
Houston. El grupo de oración que las organiza tiene diez años ha-
ciendo misas relacionadas con la tradición cultural. La Misa de la
Coromoto cumplirá diez años en 2012. Y llevan nueve misas de
aguinaldo los 18 de diciembre”. Celis estaba contenta por el éxito de
la convocatoria. Para ésta sólo usaron la vía de los correos electróni-
cos. “Fue espectacular, emocionante, a todo el mundo le tocó su fi-
bra más cercana, el corazón”. Tiene diez años en Houston. Su espo-
so emigró por razones de trabajo cuando la empresa petrolera para
la que trabajaba decidió transferirlo.
163
32 años, vive en Fort Lauderdale, Florida, desde hace tres años con
visa de estudiante. Se mostró animada a aplicar. La oferta le gustó
también a una ingeniero de 50 años, quien quiso guardar su nom-
bre. Pero tiene tres hijos mayores de 21 que no podrían acompañar
a padre y madre. Carolina Guillermo, educadora de 35 años, quiere
“buscar un mejor estilo de vida”. Por eso estaba allí. Germán Mar-
tínez, administrador de 44 años residente de Margarita, comentó
que toda su familia se había ido ya a EUA y sólo quedaba él. Todas
estas cinco personas pertenecen al 35 por ciento que responde afir-
mativamente en las encuestas cuando le preguntan que si pudiera
irse del país, lo haría.
La ciudad texana tiene además un amplio desarrollo en medi-
cina. El Texas Medical Center de Houston es el centro médico más
grande del mundo. Según Wikipedia, tiene “una de las mayores
densidades de instalaciones clínicas para la atención al paciente, la
ciencia básica y la investigación traslacional. Posee 47 instituciones
relacionadas con la medicina, incluyendo 13 hospitales y dos insti-
tuciones especializadas, dos escuelas de Medicina, cuatro escuelas
de Enfermería y escuelas de Odontología, Salud Pública y Farmacia
(…) recibe más de cinco millones de visitas de pacientes anuales, in-
cluidos más de diez mil pacientes internacionales”.
Ésta es otra rama donde hay muchos venezolanos. El estado
de Texas tiene una política especial para captar inmigrantes en el
área de médicos y enfermeras y les otorga documentos, debido a la
escasez de esos profesionales calificados. Jonathan España, de 37
años, es un médico venezolano quien vive y trabaja en Houston.
Está casado con una ciudadana de Estados Unidos y tiene dos hi-
jos con ella. Una niña de cinco años y un niño de dos. Ambos es-
tadounidenses.
Estudió en la Universidad Central de Venezuela (UCV) e hizo
la rural en 1999. Cuando comenzó un postgrado en el hospital Pé-
rez de León de Petare conoció a su esposa, quien también es médi-
co. Se vino a Houston en 2001. España es especialista en ginecolo-
gía y obstetricia. Él explica: “Cada día se enriquece más la presencia
venezolana. Se puede notar en la cantidad de gente que hace cursos
168
Pdvsa era como Valle de Pasiones: los solteros salían casados”. Su es-
poso, a quien conoció en la petrolera estatal, había pasado ya a otra
empresa privada. La familia pudo mantenerse.
“Todas estas personas pasamos a ser parte de una lista negra y
no podíamos entrar a ninguna empresa del Estado. Muchos se fue-
ron a empresas extranjeras. De Intevep salimos 900 personas. De
esas 900, 250 eran PhD. Las demás tenían maestría o eran inge-
nieros. La mayoría de nosotros tenía contactos en el exterior porque
habíamos hecho postgrado y se ubicó en el exterior. El que menos
idiomas tenía, tenía dos”.
Para Mariana ése fue el daño que se hizo al país: sacar a tanta
gente de las empresas de Pdvsa. Pero también hay otra cosa que le
inquieta: “99 por ciento de quienes salimos lo hicimos forzados.
Esto es un exilio que tenemos. La vida de un exiliado no es la vida de
alguien que decidió irse. Hay una diferencia importante, gracias a
Dios la gran mayoría estamos viviendo bien. Pero debe quedar cla-
ro que fue una decisión forzada”.
Su esposo trabajaba en una empresa derivada y ella pasó a tra-
bajar en una universidad privada como directora de postgrado. “Es-
tábamos contentos en Puerto La Cruz, viviendo allá sin ganas de ir-
nos. Hay dos maneras de trabajar, una por salario y otra, además
del salario, para sentir que aportas”. Ése es el tipo de trabajo que
ellos querían y estaban realizando. Hasta que llegó la nacionaliza-
ción de las empresas y se produjo la segunda oleada de emigran-
tes petroleros: “Mi esposo debía pasar a ser empleado de Pdvsa, a lo
cual dijo que no. No iba a pagar ese precio. El bozal de arepa no era
tan grande. Los profesionales petroleros venezolanos son muy bue-
nos, la empresa donde él estaba transfirió una proporción de traba-
jadores venezolanos a Estados Unidos, entre ellos a nosotros; eso
fue ya hace casi cuatro años. Optamos por transferirnos para acá”.
Mariana insiste en que se vino sólo cuando el espacio laboral se
redujo a su mínima expresión. Cualquier persona del área petrole-
ra que quisiera trabajar tiene que ser para el Gobierno. Y ella estaba
en una lista famosa. Los que firmaron por el referéndum revocato-
rio tampoco pueden. “Nuestro espacio laboral se redujo a cero”. La
171
está la cosa. Yo estaba bien en mi país hasta que todo fue cambiado
y tuve que exiliarme”.
Le pregunté a Mariana si regresaría a Venezuela. “Primero, ha
habido tantos cambios en el país en los últimos años que ya mi lar-
go plazo son como dos años. Vamos a ver qué pasa entonces. Y
luego, quiero regresar en algún momento, no sé qué pauta van a
marcar los hijos. Si no tuviera hijos me hubiera quedado allá bata-
llando. En este instante hay mucho más para recibir aquí para mis
hijos que en Venezuela, aunque hubiera preferido que mis hijos
vivieran la Venezuela que yo viví. residí en Francia y EUA, y estoy
convencida de que ningún lugar es perfecto. Aquí hay cosas que no
me gustan, pero la balanza me dice que hay que estar aquí. Y es-
toy criando a mis hijos de manera universal, el país de ellos ahori-
ta es el planeta. No necesariamente tengo que vivir aquí el resto de
mi vida”.
Mariana asegura que no se ha planteado naturalizarse como
ciudadana de EUA.
173
norteamericanos aquí, los he hecho a través del trabajo, pero ese ca-
lor humano que el venezolano sabe darle al extranjero, eso no exis-
te aquí. Yo tengo mis valores venezolanos. Mi mentalidad y mi co-
razón están en Venezuela, pero me da pavor ir hasta de visita. Me
siento exilada por la inseguridad que hay en mi país. Todos los días
atracan o secuestran a algún amigo mío. Siento pánico por ellos,
tengo familia allá. Añoro mi país. Mi familia, los lugares, todo. Pero
la Venezuela que yo dejé no es la Venezuela de hoy. Yo veo un país
que está destruido… De lo único que habla la gente en Venezuela es
de política y lo único que hacen es pelear. Aquí eso no existe. Pero
Venezuela es un paraíso. He viajado y creo que Venezuela es de los
países más bellos del mundo. Pero con las cosas que han sucedido,
acabando con la propiedad privada, con ese odio entre hermanos,
ése no es mi país. Eso no es lo que yo quiero”.
Ángela considera buena la decisión que tomó de emigrar por-
que “no he tenido que pasar por los horrores que vive la gente en
mi país. Perdí muchas cosas, tengo sólo contacto por teléfono con
mi familia”.
177
Pariente
Inmediato
Guyana 90 6670 15 % 56 % F 53 % 6 p% 49 por ciento NY y FL 0,42 p%
Patrocinio
familiar
Argentina 14 5780 31 % 51 % M 53 % 15 % 59 por ciento Pa- Fl y Ca 9%
riente Inmediato
Ninguno de los cuatro otros países con más inmigrantes que Venezuela participa en el programa Diversidad o lotería de visas
Fuente: Departamento de Seguridad Interna, cifras año 2009
181
dinero. Una vez uno me dió una cola y al final me pidió que le pa-
gara por el transporte”.
Dice que no le gusta de Venezuela “el Presidente que tenemos
y en lo que ha terminado siendo”. “La última vez que fui la gente es-
taba muy agresiva, maleducada, no me dieron ganas de volver, aun-
que entonces lo podía hacer cada año. La inseguridad fue una de
las cosas que me hicieron mudarme de ahí. Para entonces no tenía
ninguna prenda de oro, todas me las habían robado en las calles.
No quiero regresar a un país donde no tengo nada que ofrecer a mis
hijos, en comparación con lo que tuve cuando era chiquita: la liber-
tad de moverme por todas partes, ir a la calle sin que pasara nada,
ir al colegio, que no me coartaran lo que iba a aprender, un super-
mercado lleno de cosas accesibles para todo el mundo. Podías via-
jar y todos pensaban que Venezuela era un lugar maravilloso para
vivir. Guardo las esperanzas de que en algún momento haya algu-
na reforma que permita que tenga Seguridad Social tanto yo como
mis hijos, para yo quedarme aquí. Eso es lo que espero. Si no, no
me quedaría sino que trataría de buscar otra vida en otro sitio, co-
sa que no es muy fácil, si nadie quiere mudarse dentro de su país,
imagínate de un país a otro”.
187
Por razones de protección de privacidad, las cifras se ofrecen en sólo múltiplos de 5. La cifra
exacta es + ó - 5.
durar seis meses. En Toronto dura dos meses en su fase más fuer-
te y cuatro meses en total. Es muy bonito ver la nieve caer pero des-
pués de eso lo que viene es frío. Primero la gente tiende a sociali-
zar menos, el invierno te mantiene más alejado de tus amigos. La
economía no se para por una nevada, pero sí hay muchas cosas que
dejan de hacerse. Lo interesante es que todas las cosas tienen su
temporada. Cuando el invierno cae, cambia lo que comes, las acti-
vidades, inclusive tu carro, hay gente que tiene carro de invierno y
carro de verano. Cambia el hábito de dormir, como oscurece más
temprano tú te acuestas más temprano. Hay una cantidad de cosas
que cambian con las estaciones. Son peligrosas las caídas en el hie-
lo. El invierno es peligroso, hay que andar con cuidado, comprar
cauchos de nieve. El primer año, mi hijo salió del carro, cayó en el
hielo y se quebró la tibia, pasó tres meses con el pie enyesado. Hay
muchos deportes de invierno para entretenerse, pero es fuerte. Si
vives en una casa, cuando caen las nevadas tienes que arremangar-
te y salir a palear, viene un camión que limpia la calle y tienes que
volver a salir porque te dejó la nieve en tu salida. Hay cosas buenas
y cosas malas”.
Un Primer Ministro declaró ante el Parlamento en Ottawa que
en Canadá hay más personas listas para retirarse que con edad pa-
ra comenzar a trabajar. Por ello en 2009 recibieron 249 mil nuevos
residentes permanentes. Hace falta llenar ese vacío con inmigran-
tes que produzcan, paguen impuestos y tengan hijos canadienses.
Los venezolanos son ideales para eso.
Y manifiestan interés.
En mayo de 2010 asistí en Caracas a una convocatoria de una
empresa canadiense que trabaja buscando candidatos a emigrar a
ese país. El encuentro fue convocado mediante publicidad en Inter-
net. No me sorprendí cuando encontré a más de 90 personas en la
conferencia. Eran jóvenes entre 25 y 35 años. Por sus preguntas pu-
de deducir que estaban ávidos por conocer nuevas opciones para vi-
vir en un lugar distinto a Venezuela.
En los últimos cinco años Canadá ha recibido un promedio de
un mil 200 venezolanos como residentes permanentes legales en
194
mejor llevarse muchos dólares. Si no los tiene entonces hay que es-
tar dispuesto a trabajar en lo que sea durante los primeros meses o
años, pero no puede presentarse sin ninguna de esas condiciones.
Hay casos de personas que se van con 20 mil dólares y eso se les va
en tres o cuatro meses.
En diciembre de 2011, el ministro de Inmigración, Jason Ken-
ney, citó ante el Parlamento como un éxito el hecho de que 89 por
ciento de los inmigrantes tenía empleo o su propia empresa a los
tres años de haber arribado al país. Sin embargo, a finales de enero
de 2012, en Davos, Suiza, el mismo ministro anunció cambios en
la política migratoria de Canadá. Dijo que es absurdo que un país
con escasez de personal traiga inmigrantes que se sumen al des-
empleo. Por ello vincularán la inmigración con las áreas de trabajo
donde falte mano de obra.
Hay otros casos que llegan con su visa de residente y han he-
cho ciertas investigaciones sobre los servicios que da el Gobierno;
le piden ayuda y éste se las da. Pero eso implica meterse en aparta-
mentos en zonas peligrosas, de bajo nivel socioeconómico, en una
realidad que puede ser hasta violenta. No hay ranchos pero sí ur-
banizaciones de gente pobre, mantenida por el gobierno. Esos in-
migrantes pasan un año viviendo así, del Estado, hasta que pueden
moverse hacia otro lado.
Muchos se han ido solos a Canadá y mantienen a su familia en
Venezuela. Una vez que logran insertarse en el mercado laboral en-
tonces la llaman a su nueva vida en el norte. Las normas federales
exigen ingresar con un mínimo de 10 mil dólares necesarios para
mantenerse mientras se consigue trabajo. Mirabal explica que el al-
quiler de un apartamento para cuatro personas es cuando menos
un mil 500 dólares mensuales. “Eso se va entonces en siete me-
ses… pero hay que gastar también en la comida, luz, agua, celular,
transporte. Quien viene a mantenerse un año sin trabajar tiene que
tener por lo menos 100 mil dólares en el bolsillo para pagar renta,
comida, gastos varios, gasolina transporte, vestimenta, recreación”.
Estos fondos que se exigen a los inmigrantes representan un
importante ingreso anual de dinero a la economía de Canadá. Si
201
sólo fueran 10 mil dólares por cada uno de los 250 mil inmigran-
tes anuales, sería una cifra mínima de dos mil 500 millones de dó-
lares. Este dinero fresco entra seguramente porque los inmigran-
tes tienen que gastar en efectivo porque no tienen crédito aún en
el país. Y como no tienen trabajo deben gastar sus ahorros. Es a los
dos o tres años que tardan en insertarse en la economía y el mer-
cado laboral, pueden hacer reválidas de sus títulos, cursos o trabajo
voluntario. “La mayoría de esas personas vienen con PhD, etc, pe-
ro si no son graduados en EUA o Canadá les piden tres años de ex-
periencia canadiense”.
El problema de la presencia de los ilegales no es tan serio en Ca-
nadá, en comparación con los Estados Unidos. La Ley en Canadá
determina la obligación de tener estatus legal en el territorio para
poder acceder a los servicios médicos. Los hijos de los inmigrantes
no pueden ir al colegio si sus padres no tienen estatus migratorio
legal. A Yubiris, una ingeniero de sistemas de 45 años, residente de
Calgary, le llegó un día una carta del colegio de sus hijos donde se
le pedía demostrar la renovación de su estatus como trabajador en
Canadá, una vez que éste se había vencido. Ella me comentó que tu-
vo que informarles que ya había adquirido la residencia permanen-
te. Ello muestra que el Gobierno lleva un estricto control sobre la
presencia de los inmigrantes en el territorio y la condición en que
se encuentran. Curiosamente, es el tipo de cosas que se está inten-
tando hacer en algunos estados de EUA y que ha conseguido fuerte
rechazo entre diversos sectores sociales. Eso no ha sido motivo de
conflicto serio en Canadá.
Igual es más difícil sobrevivir en ese país siendo ilegal. Las em-
presas son severamente castigadas si emplean a ilegales y estos se
ven relegados a trabajos de ocasión, cortando grama, transportando
cosas, ayudando en mudanzas. Como Canadá requiere inmigran-
tes para la producción ahora y en el futuro, los preferidos entre
quienes reciben la residencia permanente son los menores de 45
años. Estos son los que contribuyen a mantener la maquinaria pro-
ductiva y están allí también los niños que lo asegurarán en el futu-
ro. El 83 por ciento de los venezolanos que recibieron la residencia
202
horas”. Por otro lado, Eira temía por la seguridad de sus hijos en el
país. “La calidad de vida del profesor se venía a menos y para mí era
cada vez más difícil sostenerlos”, sentía.
Eira Ramos partió con una beca de 1.500 dólares mensuales.
Le sirvieron para instalarse y pasar los primeros años, cuando, por
demás, ocurrió con sus hijos algo que se verifica en casi todos los
casos de los jóvenes que emigran a Norteamérica: decidieron per-
manecer en Canadá. “Una vez aquí, los muchachos empezaron a
estudiar en su escuela que no cuesta nada y al año y medio ya no te-
nían ganas de regresarse, se habían integrado. Eran estudiantes so-
bresalientes. La calidad de estudio en Venezuela es bien elevada.23
No hay comparación con la de aquí. Estaban por encima de sus
compañeros de área”.
Pero Eira no fue tan afortunada. Intentó encontrar trabajo co-
mo profesora y no lo consiguió. Necesitaba un doctorado que no
tenía. Tampoco lo logró a nivel de college. Comprendió pronto que
tenía que ingresar a una empresa de alguna forma y después de te-
ner esa cabeza de playa comenzar a surgir a fuerza de su talento y
dedicación. “Empecé a trabajar como asistente de oficina, lo que se
llamaba hace años office boy, office girl en mi caso. Repartía correo a
las diferentes divisiones y departamentos, correos expresos. Estuve
año y medio en ese cargo en la empresa”.
Le pregunté qué podía sentir una profesora venezolana de post-
grado relegada a trabajar como office girl. “Me puse a hacer cursos de
entrenamiento que la ciudad de Toronto ofrece para los nuevos in-
migrantes, para conseguir lo que tanto piden, la ‘experiencia cana-
diense’, para poder ser empleado. No fue exactamente en una com-
pañía, sino un programa de ayuda al inmigrante donde usan las
llamadas ‘empresas virtuales’. Allí pasas tres meses laborando en
una firma que realmente no existe, pero que permite poner en tu
currículum que trabajaste allí. Lo que yo necesitaba era un trabajo a
tiempo completo, con beneficios. No puedo decir que fuera lo que
yo quería, pero afortunadamente no tuve que pasar por la etapa de ir
minutos en auto. Rafael lo eligió porque sale más barato que vivir
en la propia ciudad de Toronto. La familia reside allí desde 2007.
Él mismo pagó el traslado. “Ése era uno de los beneficios que yo
ofrecía a la empresa que quisiera tomarme. Muchas empresas ale-
gan que no tienen fondos para el traslado. Yo les aseguraba que co-
rría con eso. Llegamos con los suficientes dólares para poder insta-
larnos. Si vienes con poquitos ahorros te desbancas en cosa de tres
meses. Pero tienes que aguantar por lo menos un año. Toda la vida
ahorré en dólares y después que me casé seguimos en ese plan, así
que teníamos suficientes fondos para mantenernos. Al principio
tuvimos que costearnos muchas cosas, porque aquí no le dan crédi-
to a uno y todo tuvimos que pagarlo en efectivo”.
La gran preocupación de su esposa y sus hijos era el idioma.
“Como veníamos pensando en eso, mis hijos estudiaban en cole-
gio bilingüe. Siempre les hablé a ellos en inglés y mi esposa les ha-
blaba en ambos idiomas para que crecieran con los dos. Aquí, su
adhesión al colegio fue rápida y buena. No tuvieron contratiempos.
Ellos han conseguido sus amigos aquí. Con los de Venezuela, mi
hija mantiene contacto a través de Facebook. Mi esposa y yo tene-
mos pocos amigos, pero buenos. En estos cuatro años hemos cono-
cido a muchos venezolanos. Tener relación aquí con un venezolano
a veces se hace difícil, porque se acostumbran a este ambiente, mu-
chas familias se mantienen en sus casas, salen sólo de vez en cuan-
do y no andan visitando a los demás constantemente, como en Ve-
nezuela. La gente aquí se mantiene mucho en su núcleo familiar y
te llama de vez en cuando”.
Rafael y su familia ya son residentes permanentes de Canadá.
Llegó con visa de trabajo. En 2012 solicitará la nacionalidad cana-
diense para todos. Siente bastante nostalgia, sin embargo. Casi to-
da la familia sigue en Venezuela. “Uno añora mucho a su país, el
clima, lo sociable que es la gente en Venezuela. Aquí te metes en
un ascensor y dices buenos días y te miran feo. Si le abres la puer-
ta a una mujer, ella se molesta y si en el autobús te paras para dar-
le el puesto a una señora, no te insultan de broma. Uno va a los
juegos de Grandes Ligas, pero son tan aburridos que extraña un
209
Se fue a Canadá por sus hijos, pero piensa regresar algún día
ONU contra la Tortura. “El juez no nos dio asilo político. En la Cor-
te demostramos que si regresábamos a Venezuela íbamos a ser víc-
timas de torturas. Debíamos mantenernos en EUA o ir a otro país
hasta tanto cambiaran las condiciones en Venezuela”. La versión
no sonó creíble para la Fiscalía de EUA, que apeló la decisión. Los
mantuvieron bajo custodia. A ambos oficiales venezolanos los saca-
ron de Krome y los llevaron a Tallahassee, a una cárcel común. Es-
tuvieron allí seis meses, con poco contacto con sus abogados. Eran
50 personas en un local reducido, un solo teléfono, pocos puestos
para comer. Allí había que reñir por todo. “El 10 de diciembre de
2005 decidimos hacer una huelga de hambre para que nos dieran
respuestas en nuestro caso. La culminamos el 2 de enero de 2006.
Nos mandaron a Houston, a un centro de inmigración con un hos-
pital donde ingresamos. En EUA respetan las huelgas de hambre
sólo si no se consume nada más que agua. Nada de suero o azú-
car. Las autoridades estaban preocupadas y acordamos suspender la
huelga con lo logrado. El 28 de abril de ese año salimos en libertad;
restringida, pero libertad. Debíamos presentarnos cada tres meses
en una oficina de inmigración y hacer una llamada semanal a una
oficina para chequeo”.
Colina se fue a Miami y su compañero a otro estado. “Me ayudó
Patricia Andrade, una activista de derechos humanos. Fue un factor
para mi libertad. Llegué a su casa. Conocí a Patricia Poleo (la entre-
vista se realizó en su casa en Miami Beach) y a otras personas con
quienes ahora luchamos para que el exilio de venezolanos sea reco-
nocido tanto internacionalmente como dentro de Venezuela. Tenía
un permiso de trabajo y una tarjeta de Seguridad Social para pagar
mis impuestos. Lo renuevo anualmente. De 10 mil solicitantes que
aplican por Protección contra la Tortura se la dan a una o dos per-
sonas. Es la que tiene también Luis Posada Carriles, cuyo caso coin-
cidió con el nuestro”.
Consiguió empleo en una empresa que distribuye productos
congelados en Florida. Por lo demás, trabaja activamente en or-
ganizar a los venezolanos que vienen a pedir asilo político a Mia-
mi. Intenta hacer entender al sistema de justicia estadounidense
230
que en Venezuela existe una condición política grave que hace que
los venezolanos tengan que salir a pedir asilo. Trabaja en esto con
la organización de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio
(Veppex). Para la entrevista, el teniente Colina lucía una guayabera
blanca con el logo de Veppex. No tiene familia en EUA ni planea ha-
cerla allí. Es soltero. “No vine a EUA a echar raíces y sería irrespon-
sable conformar una familia aquí para después llevarla a Venezue-
la, porque la experiencia me dice que quien nace aquí y vive aquí,
aquí se quiere quedar después. Mi plan es regresar a Venezuela”.
231
24 http://travel.state.gov/visa/immigrants/types/types_1319.html
237
Nótese cómo ascendió la cantidad de venezolanos favorecidos durante los últimos dos perío-
dos registrados. Implica que cada vez más venezolanos están jugando a esa lotería.
(*)Visas ganadas y otorgadas a venezolanos dentro del programa Diversidad (o lotería) a tra-
vés del Departamento de Estado.
yendo, que tenía una orden de deportación. Ella me dijo que tra-
bajaba en un bufete, era técnico paralegal y averiguó. Me dijo que
si nos casábamos, ella hacía la petición familiar para yo obtener la
green card. Y así lo hicimos”.
Pero si unos tienen una tesis, otros vienen con la antítesis. Co-
rría el cuarto trimestre de 2009 cuando el destino le explotó a Emi-
lio irrevocablemente. Mientras esperaba respuesta del Servicio de
Inmigración, llegó a su casa primero el ICE, la nueva policía de in-
migración, con la orden de deportación en la mano. Le dieron chan-
ce sólo de ponerse ropa y lo retuvieron tres horas en la cárcel de
Krony Avenue y luego lo llevaron para el Broward Transitional Cen-
ter en Pompano Beach. “Estuve allí 28 días detenido, uniformado
de naranja, en el proceso de deportación. Los abogados que usó mi
esposa se movieron y lograron aplazar la deportación un mes más,
dando chance a que el Servicio de Inmigración se pronunciara so-
bre la solicitud familiar. Aún no me habían llamado para otorgar-
me una visa”.
El Centro de Transición de Broward, o BTC, era originariamen-
te un hotel. Fue transformado para albergar a detenidos por razo-
nes migratorias. “Tengo los reglamentos de esa cárcel. Dormíamos
en litera, sólo teníamos dos calzoncillos por persona, dos pares de
medias, zapatos rotos que heredé de otro preso, como los US Keds
pero color naranja. Los van dando a quienes vienen llegando, inte-
riores usados y uniforme usado. Vi casos de personas que tenían
un año esperando. Conocí el caso de Carlos, un dominicano que te-
nía un año allí y quería irse deportado porque su mamá estaba muy
enferma en su país. Fue a hablar con el oficial de deportación para
protestar. Lo sacaron de allí y lo mandaron para un hospital psiquiá-
trico, donde estuvo siete días en tratamiento, drogado. A la semana
llegó allá un médico del BTC, de origen colombiano, que le recono-
ció y le preguntó qué hacía allí; lo volvieron a mandar para el BTC.
Había un alemán que se la pasaba quejándose de que también lo
habían mandado ahí por protestar. A un salvadoreño le cayeron a
golpes y le fracturaron la clavícula. Yo estaba organizando una huel-
ga cuando me trasladaron. El trato que recibíamos era inhumano.
242
Entré pesando 230 libras y salí pesando 195. Pero no por preocupa-
ciones sino por la comida. Cuando ingresé habíamos cinco vene-
zolanos presos ahí; cuando salí, nueve. De esos viven dos en Cha-
rallave, uno en Maracaibo. Omar y su hermana están en Panamá”.
Los dos procesos legales continuaban: deportación y residencia.
El 20 de febrero de 2010 llegó una citación a su casa que informaba
que su esposa y él debían presentarse el 3 de marzo en el servicio de
Inmigración para una entrevista matrimonial para el otorgamiento
de la residencia. “Pues el día 2 me montaron en el avión y me man-
daron escoltado para Venezuela. ¿Por qué? No lo sé”. En el viaje de
retorno a su país, después de 17 años, le acompañaron dos funcio-
narios del ICE, un norteamericano y una latina de origen colombia-
no. “Ella me hizo la vida de cuadritos antes y durante el vuelo; pero
yo me contuve y evité que me pusiera las esposas delante de todo el
mundo. Pero alardeaba de que era policía y mostraba que a mí me
estaban llevando detenido. El norteamericano ni hablaba, pero ella
me mantuvo una guerra psicológica todo el tiempo. Quizás sen-
tía morbo con eso. Una vez que arribamos a Maiquetía, tan pron-
to llegamos a la oficina de inmigración venezolana, le dije: ‘¡Ponme
las esposas, puta coño de tu madre! ¡Ahora lúcete, hija de puta!’. El
funcionario venezolano intervino y me pidió que me calmara. Yo le
conté entonces y seguí: ‘Sucia maldita. Latina tenías que ser’. Cada
vez que me acuerdo de eso, me trastorno. Le advertí que regresaría.
‘Y me vas a volver a ver por allá porque estoy casado con una (norte)
americana’, le dije. ‘Ojalá que no’, respondió ella. ‘Cuando te vea te
voy a dar una patada por el culo, aunque me metas preso”.
Emilio espera ahora en Venezuela que se reactive su proceso de
inmigración mientras su esposa está en Florida. “Yo regresaré. El
National Visa Center ya me otorgó un número de visa. Lo que tengo
es que esperar ahora que tenga dinero, 500 dólares para que lo pa-
sen para el consulado (norte)americano. Voy, pago mil dólares y se
tarda uno o dos años para tramitar el asunto”, me aseguró.
En 2008, 2009 y 2010, entre 12 y 16 venezolanos anualmen-
te escogieron el retorno voluntario al país después de haber esta-
do detenidos en el Broward Transitional Center y de haber sido
243
25 http://trac.syr.edu/phptools/immigration/charges/deport_filing_charge.php
245
Epílogo.
Los naturalizados juran lealtad
Epílogo.
Venezolanos
que se hicieron canadienses
AÑO Nuevos ciudadanos
canadiense-venezolanos
1995 365
1996 199
1997 200
1998 186
1999 288
2000 425
2001 433
2002 299
2003 330
2004 388
2005 438
2006 563
2007 611
2008 739
2009 798
2010 793
"Total 7.055
(1995-2010)"
Fuente de los datos: Canadian Citizenship Statistics, Citizenship and Immigration Statistics,
CRS, and GCMS
248
Florinda dice que tiene doble patria: “Soy venezolana de pura cepa,
mi papá es de Maracay y mi mamá de La Grita. Cómo olvidar todo
lo vivido. Fui al velódromo Teo Capriles y practiqué gimnasia por
ocho años, hice natación allí también; bailé en el Ballet Nuevo Mun-
do cuando estaba en el PH del Parque Central; me encantaba hacer
excursiones al Ávila y me quedaba en la posada de allí. Disfrutaba
muchísimo los perros calientes de la Plaza Venezuela. Jugué volei-
bol en El Guarataro y bailé música de Oscar de León en la Cota 905.
Por supuesto que patiné sobre hielo en la pista de El Ávila y me en-
cantaba viajar a todas las playas del país, en especial a la bahía de
Cata. Recuerdo las cachapas en el camino hacia San Cristóbal y el
calentaíto subiendo de Trujillo a Mérida. Estudié en Mérida Medici-
na y tengo bellísimos recuerdos de allí. He sido afortunada, he dis-
frutado de cosas que muchísima gente no conoce; mis padres me
enseñaron a bañarme en el río de Barinas cuando el viaje era muy
largo, los amaneceres barquisimetanos y los golfeados en la carre-
tera de Los Teques. Estoy segura de que todos saben qué se siente
ser venezolano. Los primeros años en Estados Unidos sufrí mucho
249
Epílogo.
Epílogo.
Apéndice
Total 9.534.011 4.063.817 13.597.828 12.001.578 4.509.930 16.511.508 14.768.659 4.903.609 19.672.268
Fuente: http://travel.state.gov/pdf/DV_Applicant_Entrants_by_Country_2007-2013.pdf
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Apéndice
Fuente: http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2010/ois_yb_2010.pdf