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Carlos Subero

La alegría triste de
emigrar
Venezolanos que se fueron
a Norteamérica
La alegría triste de emigrar
1ra edición, junio de 2012
©Copyright
Carlos Subero

Edición: Rafael Osío Cabrices


Fotos de portada y solapa: Jesús Castillo
Diseño y diagramación: Myrian Luque
Diseño de portada: Myrian Luque

Impreso en Venezuela por Editorial Melvin C.A.

ISBN: 978-980-12-5735-6
Depósito legal: If25220123001654

Todos los derechos reservados. Bajo las condiciones establecidas en las leyes, queda riguro-
samente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la repro-
grafía y el tratamiento informático.
A todos los que, de alguna forma, me extendieron su mano
para hacer posible éste, mi primer proyecto editorial.
7

Prólogo
Con el maletín al hombro
En julio de 1985 se celebró en La Habana un Encuentro Interna-
cional contra el Pago de la Deuda Externa, iniciativa del líder cuba-
no Fidel Castro, al que asistieron numerosas personalidades de los
más distintos sectores políticos, gubernamentales, parlamentarios,
sindicales, empresariales, académicos, profesionales, gremiales y
culturales de todo el continente. Como antesala, los organizadores
convocaron a un Encuentro Sindical en la misma capital cubana, al
que concurrirían líderes laborales de todo el hemisferio. Eran mis
tiempos de reportero en el diario El Nacional, actividad profesional
que compartía con la de dirigente sindical y de entonces militante
del Partido Comunista de Venezuela. En ese triple carácter, fui lla-
mado a tomar parte en aquella importante jornada internacional.
También asistiría el colega Héctor Landaeta, designado por nuestro
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa.
El día anterior a la partida, uno de los coordinadores locales del
encuentro, Gerson Briceño (fallecido el año 2000), entonces secre-
tario general del Sindicato de Trabajadores Gastronómicos y miem-
bro del Consejo General de la Central Unitaria de Trabajadores de
Venezuela, me informó que había sido fletado un vuelo para trans-
portar a la delegación venezolana y que, por tanto, quedarían asien-
tos vacantes que podrían ser ocupados por periodistas interesados
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La alegría triste de emigrar

en cubrir el evento. Así que me encomendó invitar a algunos cole-


gas. Requisitos: tener pasaporte vigente, llegar al día siguiente a las
6:00 de la mañana al aeropuerto internacional de Maiquetía y estar
dispuesto a permanecer al menos una semana en La Habana. Sa-
qué la cuenta: faltaban, si acaso, 20 horas para el despegue.
Hice innumerables contactos con periodistas de distintos me-
dios impresos, televisivos y radiales, pero el panorama no era nada
alentador. Algunos no tenían pasaporte o no lo tenían al día y no re-
sultaba nada fácil tramitarlo o renovarlo de urgencia. Otros debían
solicitar autorización y viáticos en sus respectivos trabajos, aunque
los gastos básicos de traslado y estadía estaban garantizados por los
organizadores. A unos cuantos les parecía un viaje demasiado atro-
pellado o cuando menos precipitado. Apenas tres o cuatro me die-
ron alguna esperanza.
Bajé de madrugada al aeropuerto. Cuando pasaron las 6:00 de
la mañana se me acabaron las ilusiones. Y así se lo comuniqué a
Briceño. Pero minutos más tarde, a instantes del abordaje, me vol-
vió el alma al cuerpo. Con su maletín colgado al hombro, a paso rá-
pido entraba al terminal un colega y amigo presto a correr aquella
interesante aventura periodística: Carlos Subero, a la sazón redac-
tor político-sindical de El Diario de Caracas en su etapa fundacional.
Veintisiete años después, a lo largo de los cuales estelarizó una
reconocida carrera profesional en diversos medios de comunicación,
donde cultivó lo que en estos tiempos se conoce internacionalmente
como el “periodismo de precisión”, aquel mismo comunicador y ami-
go de firmes decisiones y recio compromiso ético y profesional, resol-
vió correr una nueva y retadora aventura, esta vez ciertamente riesgo-
sa por las implicaciones económicas que para él tenía: renunció a su
trabajo en el diario La Calle, donde fungía como coordinador de la Co-
rresponsalía en Caracas, y se fue al mero terreno de los acontecimien-
tos para investigar cuántos, cómo, por qué y en qué condiciones viven
los miles de venezolanos que se fueron a Estados Unidos y Canadá
en la última década del siglo XX y en los años que van del siglo XXI.
Si viajar al exterior de un día para otro aunque sea por una se-
mana no es una decisión fácil, como tampoco lo es dejar un empleo
9

Prólogo

estable para realizar en otras latitudes una investigación periodísti-


ca de seis meses financiada con los modestos recursos propios, mu-
cho menos fácil es tomar la determinación de emigrar de un país
a otro, bien sea para siempre o por tiempo indefinido. Excepto, por
supuesto, cuando se trata de situaciones extremas, como por ejem-
plo la que vivieron los cientos de miles de europeos que se vieron
forzados a desertar del viejo continente para huir de la guerra y de
la persecución nazi fascista, como fue el caso de mi madre nacida
en Croacia, o como el de tantos desplazados que en la actualidad lle-
gan por oleadas a otros países en busca de refugio.
Salvo en casos críticos como esos u otros de similar envergadu-
ra, cuando hablamos de emigrar no se trata de echarse un maletín
al hombro para aventurar. Tampoco de irse a sobrevivir precaria-
mente en otra tierra, sino de hacer vida digna, de trabajar, de estu-
diar, de hacer todos los esfuerzos por insertarse y conquistar un es-
pacio en aquella sociedad, labrarse un camino y un futuro no sólo
para sí mismo sino también para la descendencia.
Los muchos y variados testimonios que Subero recoge en es-
te libro evidencian el elevado precio afectivo, emocional, familiar y
hasta patrimonial que para esos emigrantes venezolanos ha repre-
sentado la decisión de abandonar su país de origen para irse a vivir
a Estados Unidos y Canadá, territorios con idioma, historia, cultura,
idiosincrasia y legislación diferentes. Pero también evidencian que,
en su gran mayoría, las razones que los motivaron a tomar seme-
jante decisión han tenido para ellos mucha más validez que cual-
quier costo por pagar.
Las razones a que aluden estos emigrantes son diversas y varían
de caso en caso. Las hay de orden socioeconómico, político, profe-
sional y familiar, entre otras, así como también, y sobre todo, relati-
vas a la inseguridad que amenazaba su integridad y su tranquilidad
en Venezuela. Así las transmite rigurosamente el autor, quien no
afronta su objeto de estudio con conclusiones sesgadas y preconce-
bidas. Aunque Subero pone al descubierto la falta de oportunidades
y la desesperanza que ha movido a muchos emigrantes a irse del
país o a no querer regresar, no es este libro un panfleto destinado
10

La alegría triste de emigrar

a desprestigiar al gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, co-


mo tampoco un panegírico de inclinaciones pitiyanquis. Antes por
el contrario, así como refiere aspectos positivos de la sociedad nor-
teamericana, toca también otros que ponen de relieve sus serias
contradicciones y perversiones.
No son pocos los venezolanos que se mantienen en forma ilegal
y hacen lo indecible para evitar ser expulsados de Estados Unidos y
en menor medida de Canadá. Claro está, no todos los venezolanos
que hasta allá han emigrado lo han hecho con el anticipado propó-
sito de nacionalizarse en uno u otro país. La mayoría procura go-
zar de un estatus legal que al menos les permita trabajar y prospe-
rar. Pero quienes deciden nacionalizarse en Estados Unidos tienen
que beber el trago amargo de “abjurar” (que no es otra cosa que re-
negar) de su país de origen, como lo demuestra un importante do-
cumento que en este libro reproduce Subero y que contiene el jura-
mento oficial que debe recitar el aspirante a estadounidense, cuyo
primer párrafo reza: “Por este medio declaro bajo juramento que
absoluta y completamente renuncio y abjuro de toda lealtad y fide-
lidad a cualquier príncipe extranjero, potentado, estado o soberanía
de quien o del cual haya sido un sujeto o ciudadano”.
Según los datos oficiales que incluye el autor, cada año más de
6 mil venezolanos se someten voluntariamente a ese juramento.
Los 800 que anualmente adoptan la nacionalidad canadiense asu-
men un compromiso jurado pero que en nada reniega de su nacio-
nalidad de origen.
Hay que admitir que la ecuanimidad profesional de Subero bri-
lla en cada página de su libro. El suyo es un impecable y desprejui-
ciado trabajo periodístico. Va a las fuentes directas. Aborda con se-
riedad y transmite fiel y crudamente las historias de cada uno de los
protagonistas, hasta los cuales llega sin escatimar esfuerzos, aun-
que para ello deba desplazarse a miles de kilómetros dentro del te-
rritorio norteamericano. En ambos países se las ingenia para ob-
tener informaciones y datos oficiales muy precisos sobre aspectos
de gran interés, los cuales le dan un conveniente soporte estadísti-
co a su gran reportaje. Y digo gran reportaje porque tal vez sea éste
11

Prólogo

el término adecuado para identificar el género periodístico al que


echa mano el autor para explayar el producto de su investigación y
de sus propias vivencias en el norte de nuestro común continente.
Basta leer el título de cada segmento o de cada entrevista para
darse cuenta de que lo que viene en su contenido merece ser leído
y que, mezquindades aparte, hay que agradecerle al autor que nos
lo haya contado.
Los comentarios y consideraciones que formula Subero, los da-
tos y documentos que publica, pero sobre todo los relatos y entre-
vistas que recoge, ofrecen al lector amplia materia prima para el co-
nocimiento, la reflexión, la sorpresa, la admiración, la tristeza, la
indignación, la vergüenza y hasta el divertimento. No voy a antici-
par los contenidos que más me impactaron de este trabajo, pues
asumo la tarea de prologuista más como instigador que como sabo-
teador de la lectura. Así que a ustedes dejo el placer de descubrir en
cada página todo lo que yo descubrí, incluso aquello que por descui-
do o miopía cerebral haya podido escapárseme.

Mario Villegas / Caracas, 14 de mayo de 2012.


13

Contenido
Prefacio.........................................................................................................15
Introducción...............................................................................................19
Entrevista 1: No es lo mismo ir de visita a Orlando que vivir allí........... 37
La diáspora intelectual: se van para no volver..........................................45
Entrevista 2: “Yo quiero ir a Miami para montar ese caballo”............... 49
Atlanta. La nueva disciplina....................................................................... 55
Entrevista 3: Una profesional proveniente de la clase media baja supera
los cambios sociales...................................................................................65
Entrevista 4: Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal................... 71
Abogado David Hart: Existen decenas de tipos de visa para vivir en Esta-
dos Unidos ................................................................................................. 81
Entrevista 5: Un sexagenario salía de su casa en Maracaibo sólo a 500
metros a la redonda................................................................................... 89
Entrevista 6: Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana.........93
Miami Dade, Fl. Los venezolanos son mayoría en la ciudad de Doral,
Florida........................................................................................................ 103
Entrevista 7: La ilegalidad le permite trabajar en bienes raíces........... 109
Entrevista 8: Partió en medio del paro petrolero y se empató con una
“gringa”.......................................................................................................113
Birmingham. Pugna con las leyes contra la inmigración ilegal............117
Entrevista 9: Ha gastado 30 mil dólares en abogados y no ha obtenido
aún su green card....................................................................................... 123
14

La alegría triste de emigrar

Entrevista 10: En New Jersey echa las cartas del Tarot..........................129


Los asilados: ocho mil 600...................................................................... 135
Entrevista 11: Una periodista asilada rehace su vida en Houston........ 145
Entrevista 12: Huyendo a la muerte........................................................149
Los jueces de asilo prefieren a los venezolanos......................................151
Entrevista 13: Una ex magistrada salió por los caminos verdes.............155
Entrevista 14: Un joven militar se asiló después de buscar otras...............
opciones.................................................................................................... 159
Houston, Texas. La virgen de La Chinita reúne a los zulianos...................
en Texas..................................................................................................... 161
Entrevista 15: Una profesional petrolera: lo nuestro es un exilio........ 169
Entrevista 16: “No se engañen, la vida en EUA es puro trabajo”..........173
Colombia y Perú son dos grandes suplidores de emigrantes a EUA.. 177
Entrevista 17: Tardó tres años en estabilizarse pero sigue ilegal.......... 183
Entrevista 18: Un ex guerrillero que hoy es investigador............................
en Harvard................................................................................................ 187
Canadá: Soportan el frío y hablan también francés............................... 191
Entrevista 19: Una profesora de postgrado que comenzó como mensaje-
ra en Toronto.............................................................................................203
Entrevista 20: Se fue a Canadá por sus hijos, pero piensa regresar...........
algún día................................................................................................... 207
Apostaron por la arepa en NY … y la pegaron.........................................211
Entrevista 21: Su familia le llevó a Atlanta sin pedirle opinión............. 215
Entrevista 22: Un miembro de la comunidad gay se realiza......................
en Chicago................................................................................................219
Los diversos tonos de la discriminación................................................. 221
Entrevista 23: Un joven militar pidió asilo en el aeropuerto de Miami.....
y lo dejaron preso.....................................................................................227
Entrevista 24: En las calles de Canadá lo que se ve son..............................
inmigrantes............................................................................................... 231
Una lotería da visas para “Gringolandia”............................................... 235
Entrevista 25: Perdió su juicio de asilo, lo encontraron y lo.......................
deportaron................................................................................................ 239
Epílogo: Los naturalizados juran lealtad.................................................245
Apéndice.................................................................................................... 253
15

Prefacio
Emigrar es abandonar una región para establecerse en otra. Quie-
nes emigran, por lo general, guardan dramáticas razones como la
falta de servicios públicos, desde la seguridad hasta el agua o el dé-
ficit de acceso a fuentes de trabajo. También hay razones políticas:
cuando no hay estabilidad en un país o región, muchos prefieren
trasladarse a naciones más tranquilas y a veces se ven obligados a
ello a causa de la persecución.
En Venezuela hay un ambiente para la emigración. Luis Vicente
León, directivo de la encuestadora Datanalisis –de tendencia oposi-
tora- refirió en junio de 2007 un estudio que reveló que 35 por ciento
de los venezolanos se iría del país si se le presentara la oportunidad.
La encuestadora GIS XXI –afín al gobierno de Hugo Chávez- repor-
tó un estudio de enero-febrero de 2011 en el que 17 por ciento de los
venezolanos señala que “le gustaría vivir” en el exterior.
Es común ver a jóvenes y adultos en largas colas frente al con-
sulado de España en Caracas. La mayoría solicita la activación de
su segunda nacionalidad con miras a viajar a Europa y hacerla va-
ler. Aparte de esto, el Instituto Nacional de Estadística (INE) de ese
país reportó para el primero de enero de 2012 la presencia de 54 mil
334 venezolanos en su territorio. Los consulados de Portugal e Ita-
lia reportan desde hace años incremento en similares gestiones de
los hijos y nietos de quienes vinieron de inmigrantes a Venezuela
16

La alegría triste de emigrar

hace varias décadas. Hay una corriente migratoria hacia Colombia


que nunca había existido. Otra hacia Panamá, donde contabilizar-
la no es fácil porque fácil no es el acceso a las estadísticas oficiales
actualizadas.
Sin embargo, la mayor emigración de venezolanos es hacia la
Norteamérica de alto desarrollo. Van principalmente a los Estados
Unidos de América (EUA) y en menor medida a Canadá.
De eso trata este libro. De quienes se han ido durante este si-
glo. Es decir, casi todos mis entrevistados emigraron después de
1999. He elegido además estos dos países porque en ellos impera
una transparente política de información que me ha permitido sa-
ber cuántos venezolanos han emigrado allá, cuáles grupos de edad
lo han hecho, cuáles son sus características y en cuáles ciudades es-
tán. Con este tipo de ayuda –que me permite informar con propie-
dad- he escrito acerca de la emigración de venezolanos desde 1997,
cuando ese fenómeno social no era tan marcado como ahora.
En julio de 2011 decidí renunciar a mi trabajo en Caracas e ins-
talarme en Atlanta, Georgia, por seis meses, para investigar sobre
este masivo desplazamiento. Visité dos ciudades de Florida: Doral y
Orlando; Birmingham en Alabama y Houston, la principal ciudad
de Texas, desde donde reporto. En mi condición de periodista, in-
voqué el Derecho a la Información con base en las leyes de EUA y
Canadá (Freedom of Information Act, Foia) y pude obtener valiosa
información acerca de los venezolanos en ambos países. El objeti-
vo fue que el lector sepa mucho sobre emigración de venezolanos
a Norteamérica y pueda formarse una opinión sobre bases ciertas.
Soy un reportero de estos tiempos, por tanto he tenido acceso y
uso bases de datos en mi trabajo diario. No podía dejar de hacerlo en
esta gran investigación. El estudio que presento es fundamentalmen-
te periodístico, con reportajes acerca de la vida de los venezolanos en
Norteamérica. Conversé con muchos venezolanos de distinta condi-
ción social, familiar y de nivel educativo. Fui a su encuentro y acce-
dieron a contarme su historia, sus sentimientos, la ejecución de sus
planes, sus triunfos y fracasos, sus realizaciones y sus padecimien-
tos, en fin, la forma en que asumen y llevan la vida en Norteamérica.
17

Prefacio

Ellos son una buena manera de entender a los emigrantes venezo-


lanos, sobre quienes no conozco algún trabajo que les haya dedica-
do un esfuerzo similar. De ellos se presentan 25 entrevistas formales.
Incluyo cinco casos de emigrantes que viven ilegalmente en los
Estados Unidos. Para su protección, he guardado sus verdaderos
nombres y lo mismo en otros casos de venezolanos documentados,
cuando por un lado me pidieron privacidad pero por el otro accedie-
ron a relatarme su historia.
Finalmente, quiero recordar un día por la década de los 70 que
vi en el programa de TV Sábado Sensacional a Amador Bendayán
entrevistando al cantautor Joan Manuel Serrat. El animador habló
genéricamente sobre que Serrat decidiría pronto en qué país vivir.
Se guardó decir que el gobierno del general Francisco Franco lo
mantenía exiliado, con prohibición de entrada a España debido a
sus ideas políticas. “Danos la alegría -Joan Manuel- de anunciar que
te quedarás con nosotros en Venezuela”, sorprendió Bendayán al
artista catalán. Serrat no se inmutó. Dio una explicación sobre el
drama que implicaría para él vivir fuera de su patria y sentenció
concluyendo que eso sería “una alegría muy triste”.
19

Introducción
En algún lugar alejado hacia el norte, con otro idioma, otras cos-
tumbres y otro clima, miles de venezolanos están buscando otra vida.
María G., de 54 años, lo pensó mucho antes de decidirlo, has-
ta que en 2007 le dieron las prestaciones sociales que le correspon-
dían como maestra de un municipio de la capital. Obstinada por la
inseguridad y la situación política, vendió su apartamento en El Ce-
menterio, Caracas, cambió sus bolívares por unos cuantos miles de
dólares, tomó a sus dos muchachos adolescentes y se fue a Atlan-
ta, Georgia. Le dijo a su ex esposo que volvería. Pero en Atlanta vive
una hermana suya desde hace muchos años, quien ya es ciudadana
estadounidense. Con eso se ayudó a insertarse e iniciar vida en Es-
tados Unidos con sus dos hijos.
Un total de 9 mil 409 venezolanos obtuvieron visa de residen-
te permanente (la llamada tarjeta green card) en el año 2010, según
las cifras del Servicio de Inmigración y Ciudadanía, del Departa-
mento de Seguridad Interna (Homeland Security) de los Estados
Unidos de América (EUA). Esto implica que, en promedio, cada
hora que pasa un venezolano recibe visa de residente permanen-
te en este país del norte. En estos tiempos se están yendo a EUA
tres veces más venezolanos de los que solían hacerlo en el últi-
mo lustro de los años 90. Para el caso de Canadá, entre los años
1995 y 1999 arribó como inmigrante un promedio de solo 523
20

La alegría triste de emigrar

venezolanos, cerca de la mitad del millar que ingresó como resi-


dente permanente ahora en 2010.
Estados Unidos admite un millón de inmigrantes anualmente.
Sólo unos 10 mil son venezolanos. Canadá ingresa anualmente a
250 mil y apenas de un mil a un mil 300 son ciudadanos de nuestro
país. Esto implica que la cifra de venezolanos emigrantes es impor-
tante para Venezuela, pero no para Estados Unidos y Canadá, don-
de son otros extranjeros quienes protagonizan la avanzada.
¿Cuál es el nivel de educación de los emigrantes venezolanos
en Norteamérica? ¿Qué se sabe de su capacidad técnica? Cifras del
Departamento de Seguridad Interna de EUA revelan que al menos
un mil 512 inmigrantes admitidos en 2010 entran en la calificación
de gerentes, profesionales u ocupaciones relacionadas. Ellos repre-
sentan 16 por ciento.
En cuanto a los venezolanos a Canadá, el gobierno de ese país
me envió por correo electrónico una base de datos oficial en la que
revela que sólo en 2010, cerca de 45 ingenieros entre 25 y 44 años
habían sido admitidos como inmigrantes. En esa misma clase de
profesionales, en 1999 los inmigrantes venezolanos fueron más
de 20 ingenieros y 10 computistas1. Tanto Estados Unidos como
Canadá tienen políticas destinadas a la captación de talentos. EUA
ofrece visas especiales de residente permanente a quienes se des-
taquen en sus respectivas áreas de especialidades técnicas, depor-
tivas o artísticas.
La inseguridad personal, razones económicas y la vorágine polí-
tica venezolana son las causas de esta emigración hacia Norteamé-
rica. La opción del “sueño americano” se ha asentado entre ciuda-
danos venezolanos de clase media y alta en la última década, y ellos
van detrás de la green card.
Y se están yendo familias enteras.
Esto lo confirman las cifras oficiales 2010 del Servicio de Inmi-
gración, que reporta que la quinta parte de los venezolanos admiti-
dos legalmente es menor de 18 años. Fueron 2 mil 40 menores de

1 Fuente: Citizenship and Immigration Canada, RDM, datos preliminares.


21

Introducción

Arizona: Luis Neira y su hijo Luisito, quien


cree que no encontrará cabida en territorio
venezolano.
22

La alegría triste de emigrar

edad venezolanos. Ellos no han podido irse solos. Casi todos son los
hijos de venezolanos que obtuvieron su residencia y que declararon
estar casados. Esos niños venezolanos tienden a no volver nunca
más a vivir en Venezuela. Una vez que se encuentran con la nueva
cultura, se asimilan a ella, la acogen, aprenden a hablar el inglés (o
el francés) sin acento latinoamericano y se hacen ciudadanos de los
Estados Unidos o Canadá.
“En 2003, a los 11 años, mi hijo llegó conmigo y mi esposa, y en-
seguida lo inscribimos en un colegio público donde aprendió a ha-
blar inglés”, afirma Luis Neira, ingeniero de 58 años, quien reside
en Phoenix, Arizona. “Luisito habla ahora en inglés sin acento lati-
noamericano y trabaja”, cuenta Neira, quien se fue del país por inci-
dentes políticos en Caracas durante 2003, mientras recogía firmas
para el referéndum revocatorio presidencial. “Llegó a sus 11 años y
hoy es más gringo que venezolano. De hecho habla más inglés que
español”, dice.
“¿Volver, papá?”, le dijo su hijo por estos tiempos cuando le
planteó regresar. “Me gustaría ver a la abuela y los tíos, pero ¿qué
voy a hacer yo en Venezuela? ¿Qué futuro tengo? Mira al primo, tie-
ne 28 años, está casado, no tiene casa y todavía vive con su mamá.
No tengo nada qué hacer allá”.
La emigración en relación con los hijos ofrece una variada tipo-
logía en el caso venezolano. De mis entrevistas me ha quedado cla-
ro que el emigrar ha sido una decisión impulsada y fortalecida por
el beneficio que se ofrece a los muchachos en la nueva vida. Es de-
cir, para el emigrante venezolano con hijos, resulta una realización
de vida insertarlos en el ambiente norteamericano para que se críen
y se desarrollen allí.
¿Qué tipo de ventajas le ofrecen? Seguridad personal, calidad
de vida, aprender otro idioma, acceso a tecnologías de punta, edu-
cación de primer nivel. Todas esas posibilidades para los hijos es-
tán a la mano o al menos se ofrecen como probables. Y por eso no
retornan a Venezuela.
Florinda se vino en 2000 a Orlando, Florida, divorciada, con
sus cuatro menores hijos y los mayores son ya ciudadanos de EUA.
23

Introducción

Familias binacionales: (Arriba) Carmen He-


ber, esposo e hijas viven en Dallas, Texas. Y
abajo está la venezolana Edilbert Amunda-
ray, ahora Edilbert Deibert, con su familia.
Vive en Napa, California, formando otra fa-
milia norteamericana-venezolana.
24

La alegría triste de emigrar

Ella me manifestó su orgullo porque todos ellos tendrán las oportu-


nidades que ella no tuvo. Eleana Rodríguez, una profesional de 41
años que emigró con esposo e hijas a Toronto, rió cuando le pregun-
té si creía posible ofrecer a ellas en Caracas lo que les da en Toronto.
“No. Ésa es una de las razones por las que estamos aquí”, contestó.
Otro tipo de caso que encontré con venezolanos que hicieron
familia binacional y cuyos hijos nacieron en el norte o fueron traí-
dos aquí desde muy pequeños. Estos ya sienten como patria a los
Estados Unidos y, aunque asumen aspectos culturales de Venezue-
la, tienden a mantenerse en este territorio. Edilbert Amundaray
Orellana es hoy Edilbert Deibert, su nombre de casada con el esta-
dounidense Kenneth Deibert. Le conoció en Napa, California, a fi-
nales de los años 90, y empezó una historia de amor que terminó
en matrimonio. Tiene 42 años. Era tesorera de una importante en-
tidad bancaria, pero decidió regresar a Caracas para renunciar y vol-
ver a Napa para casarse. Hoy hay dos hijos de esta unión binacional.
Desde 2004 es ciudadana de EUA.
Carmen Heber, de 45 años, es natural de Caracas y está vivien-
do en Dallas, Texas, desde 1998. Conoció a Scott Heber, su compa-
ñero de trabajo en la empresa Movilnet en Caracas y es otro de los
casos en el que el verdadero amor produjo la emigración y aborda-
je de una nueva vida. Carmen confiesa que se casaron en Caracas,
donde vivieron los primeros tres años y también tuvieron a su pri-
mera hija; después decidieron ir a Texas. Ella confiesa que le fue
muy fácil lograr la visa por su estatus marital. Ella ya es ciudadana
estadounidense.
“Siempre es muy difícil dejar lo tuyo atrás y comenzar en un
ambiente totalmente extraño. La sociedad norteamericana es muy
diferente a la latina y aunque yo hablaba un poco de inglés me sen-
tía muy perdida, especialmente los primeros años. Ahora, gracias
a mis hijas, a mi capacidad de adaptación y a la horrible situación
de mi bello país Venezuela, me siento muy agradecida y bendeci-
da de poder estar aquí”, dice Carmen, quien duda que vuelva a vi-
vir en Venezuela. Ella le inculca aspectos culturales a sus dos hijas:
“Aunque han sido criadas aquí, les encanta una arepa, un pabellón,
25

Introducción

deliran por  las playas de Margarita y hasta han sufrido  el lanza-


miento de una chancleta por no portarse bien”.
Carmen Heber y Edilbert Deibert representan casos de venezo-
lanos que obtuvieron la visa de residente permanente debido a su
matrimonio con un ciudadano de EUA. 46 por ciento de los venezo-
lanos admitidos en 2010 fue bajo esa clase, que es el renglón Parien-
te inmediato de ciudadano de EUA2. Esa clase no tiene límites en
la cantidad de inmigrantes a aceptar cada año ni tampoco tiene lista
de espera, como ocurre con todas las demás. Esta es la causa princi-
pal y también la manera más fácil de obtener la ansiada green card.
Así lo interpretan también los venezolanos y particularmente
las mujeres. De los emigrantes venezolanos, 56 por ciento son mu-
jeres y 44 por ciento hombres. Pero para el matrimonio de venezo-
lanos, la proporción de mujeres es todavía mayor: seis de cada diez
correspondieron a mujeres y los cuatro restantes a hombres. Las ci-
fras sugieren una vez más lo atractivas que son las mujeres venezo-
lanas también, en los Estados Unidos.
He hablado hasta ahora de dos casos de matrimonios legales y
legítimos. Hay otros que no lo son tanto y que se pactan legalmen-
te sólo para obtener la green card.
Es decir, matrimonios ficticios.
Como casarse es la manera más fácil de obtener la residencia per-
manente y resulta absolutamente normal que un norteamericano (a)
se case con una extranjera (o), algunos forasteros han encontrado en
esta fórmula su medio de legalizarse en la tierra de Mickey Mouse.
En estos actos fingidos el norteamericano (a) que participa co-
bra hasta cinco mil dólares. Paga el extranjero y generalmente se
hace a través de la apertura de una cuenta bancaria conjunta. Todo
para simular que existe un matrimonio verdadero.
Conocí el caso de una venezolana en Orlando, Florida, que tenía
más de cinco años como ilegal y resolvió definitivamente su proble-
ma casándose con un cubano naturalizado quien, por demás, vivía
en pareja con otra mujer. Ellos realizaron incluso actos de matri-
monio con fiesta y todo para obtener fotografías que sirvieran como
2 Incluye también a padres e hijos solteros menores de 21.
26

La alegría triste de emigrar

prueba ante un eventual juicio. El pago fue de cuatro mil dólares.


La dama se casó en 2006 y enseguida obtuvo un documento de re-
sidencia por dos años, una residencia condicional, presentando los
documentos ante el Servicio de Inmigración. Pasado el lapso con-
dicional -durante el cual el gobierno pudo investigar- obtuvo su re-
sidencia permanente.
Y pronto se divorció.
Hace muchos años, por un reporte de prensa, me enteré de una
mujer estadounidense en Nueva York quien fue sentenciada a seis
meses de cárcel por habérsele demostrado que se casó cuatro veces
para engañar a las autoridades migratorias.
Otro tipo de práctica un tanto común es el llamado “turismo de
parto”. Una mujer no residente que se embaraza dentro o fuera del
territorio de los Estados Unidos o Canadá y entonces viaja a alguno
de estos países o permanece dentro de éste para dar a luz a su hi-
jo. Éste, según las leyes aún vigentes en estos países, adquiere esa
nacionalidad.
Cuando no se nota el embarazo de la mujer no hay forma en
que las autoridades puedan hacer algo para evitarlo y por eso algu-
nas parejas se aventuran para que su hijo tenga la nacionalidad es-
tadounidense. En este libro entrevisto a una mujer que se decidió
por parir en Atlanta, Georgia, ante otras opciones que tenía, y me
explicó por qué.
Que un hijo menor de edad tenga nacionalidad o ciudadanía
estadounidense no puede usarse como argumento para que los pa-
dres obtengan la residencia permanente. Pero se han visto casos en
que los interesados solicitan entonces al gobierno una visa huma-
nitaria, planteando la realidad de su hijo.
Canadá está estudiando medidas contra esta práctica que se
reveló por quejas de médicos y administradores de hospitales de
Montreal. Ellos refirieron casos de mujeres sin estatus legal que
dieron a luz y luego se fueron sin pagar los gastos. El 5 de marzo de
2012, el site http://www.noticiasmontreal.com reportó que una de las
ideas sería introducir una enmienda al Acta de Ciudadanía de Ca-
nadá para eliminar el derecho automático a la nacionalidad de los
27

Introducción

bebés nacidos en el país si sus padres no tienen algún tipo de esta-


tus legal.
“No queremos promover el turismo de parto, o los ‘bebés de pa-
saporte’. Esto es usado, en muchos casos, para explotar la generosi-
dad de Canadá”, dijo el ministro de Inmigración, Jason Kenney, du-
rante el programa Power and Politics de la cadena CBC.
La segunda fórmula más popular para obtener la residencia
permanente es la preferencia por empleo. Suele haber una empre-
sa que patrocina al inmigrante. El 29 por ciento de los venezolanos
admitidos en EUA en 2010 entran en esta clase. Son muy comunes
con los ex empleados de Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa) que se
fueron buscando mejor suerte en EUA y Canadá, después del paro
petrolero de 2002. Hablaré de ellos más adelante.
El seis por ciento de los venezolanos admitidos en Estados Uni-
dos en 2010 fueron patrocinados por alguna preferencia familiar.
Aquí entran sobre todo cónyuge e hijos menores de 21 años de al-
gún residente permanente y de sus hijos solteros mayores de 21
años. A través de esta figura se reparten más de 110 mil visas anual-
mente. Aquí también entran otras categorías como hijos casados
o hermanos de ciudadanos de EUA y de residentes permanentes.
Son tantas las solicitudes que a veces tardan más de una década en
entregarse.
Otro renglón que utilizan los venezolanos para emigrar a Esta-
dos Unidos y Canadá es el asilo. Dedicaré unos cuantos capítulos
muy completos a eso, así como otro a la lotería de visas. Hubo 660
asilados políticos venezolanos admitidos en 2010 y otros 415 que
obtuvieron la visa en la lotería, denominada Programa Diversidad.
La cantidad de venezolanos que ingresa y permanece legalmen-
te trabajando en los Estados Unidos y Canadá es mucho más que
los 11 mil reportados por año. Hay otro grupo de venezolanos mu-
cho más numeroso que ingresa anualmente con una visa de no in-
migrante denominada permiso de trabajo.
En 2010, ingresaron a EUA con permiso de trabajo un total de
23 mil 294, cifra que incluye a sus familiares acompañantes3. Queda
3 Fuente: Yearbook of immigration statistic 2010. http://www.dhs.gov/files/statistics/im-
28

La alegría triste de emigrar

entendido que la permanencia de la persona en el territorio depende


de su continuidad laboral dentro de la empresa. Calculo que serían
unos seis mil trabajadores efectivos y unos 17 mil acompañantes fa-
miliares. Por cierto, las condiciones que se dan a estos acompañan-
tes son un tanto comprometidas. Por ejemplo, los jóvenes pueden
ingresar a los colegios y universidades pero deben pagar más en el
nivel superior, como estudiantes internacionales. El cónyuge del tra-
bajador no está autorizado a trabajar en empresas o instituciones y
debe dedicarse a las labores de su hogar. Esto, por supuesto, muchas
veces no lo cumplen y se dedican a prestar servicios informalmente.
La mayoría de estos venezolanos se comporta, sin embargo,
como emigrante ya que una vez aquí busca ajustar su estatus al de
residente permanente.
Delia R, publicista de 50 años, quien vive desde hace siete
años en Atlanta, Georgia, es junto a sus dos hijas, acompañan-
te de su esposo que ingresó como un trabajador temporal. “Noso-
tros nos vinimos porque mi esposo estaba muy estresado con la
situación política que se vivía en el año 2003. Estabas en la calle
y de repente te encontrabas con unas barricadas y detenían tu ca-
rro, como parte de la agitación política”, contó. Su esposo trabaja-
ba en una importante empresa y ella daba clases en un colegio en
Caracas. “Nos vinimos con una visa de trabajo de mi esposo a tra-
vés de una empresa de mi cuñado, aquí en Atlanta”, explica Delia,
quien confiesa que su esposo no tiene intención alguna de volver.
Pero ellos, a pesar de que a seis meses de haber llegado compra-
ron casa en un condominio de Atlanta, no sienten que han disfru-
tado plenamente del “sueño americano”. “Vivimos endeudados y
vueltos un lío”, me comentó.
Los 23 mil venezolanos que entraron en 2010 con visa de traba-
jo tuvieron la siguiente distribución:
-6 mil 619 fue por “Transferencia intracompañía”.
-5 mil 909 entraron por “Ocupaciones especiales”.
-Un mil 852 son atletas o artistas.
-818 ingresaron por poseer “Habilidades especiales”.
migration.shtm
29

Introducción

-683 entraron por “Convenios de negocios o inversiones”,


-Y 7 mil 400 bajo el concepto de “Otros”4.
Año tras año llegan más venezolanos a EUA. Unos 30 mil ve-
nezolanos ahora se están incorporando anualmente a vivir en este
país legalmente, ya fuere como inmigrantes o con visa de trabajo.
Esta es una cifra de crecimiento importante que coincide con
lo que han reportado los censos en EUA. Del año 2000 a 2010, la
cantidad de venezolanos creció 135 por ciento. Hubo 91 mil 507 ve-
nezolanos que respondieron al censo 2000 y la cifra llegó a 215 mil
habitantes venezolanos en el año 20105. En Suramérica representó
el mayor crecimiento después de Uruguay (202,5 por ciento) y Bo-
livia (135,8 por ciento).
Pero surge la pregunta: ¿hay solamente 215 mil habitantes ve-
nezolanos en los Estados Unidos, como dice el Censo? ¿Respondie-
ron al Censo 2010 todos los venezolanos que se encuentran en el
territorio de forma ilegal o como población no autorizada, como les
llama el Departamento de Seguridad Interna?
No tengo la cifra oficial de venezolanos ilegales dentro del te-
rritorio de EUA. Pero voy a dar algunas luces para tratar de formar
una idea cercana a la realidad. Lo primero que es necesario decir
es que el venezolano no emigra entrando a EUA por los caminos
verdes6. Lo hace, por el contrario, por puertos y aeropuertos, para
formar lo que Seguridad Interna entiende como entrada con ins-
pección. Mexicanos, caribeños y centroamericanos que fracasan al
pedir visa ingresan en masa atravesando un río o un espacio fron-
terizo, o arribando a las costas de Florida o Puerto Rico por mar.
Y como dice el merenguero Juan Luis Guerra:
“Eran las 9 de la mañana
Santo Domingo, 8 de enero
Con la paciencia que se acaba
Pues ya no hay visa para un sueño
Buscando visa para un sueño
4 Fuente: Yearbook of immigration statistic 2010 (op cit)
5 The Hispanic Population www.census.gov
6 Hay casos excepcionales, uno narrado en otro capítulo de este libro.
30

La alegría triste de emigrar

Buscando visa para un sueño


“Buscando visa de cemento y cal
¿Y en el asfalto quién me va a encontrar?
Buscando visa, la razón de ser,
Buscando visa para no volver”

Por el contrario, la gran mayoría de los venezolanos se chequea


ante un oficial de inmigración. Y así el gobierno conoce entonces
su nacionalidad, su género, la foto permite ver sus rasgos faciales,
se conoce su fecha de nacimiento, se sabe su fecha de ingreso y la
fecha estipulada de permanencia en el territorio. Es decir, como se
sabe la fecha en que este venezolano ingresó, el Gobierno puede sa-
ber también si el individuo salió en el lapso estipulado o permane-
ció ilegalmente dentro de Estados Unidos.
La gran mayoría de los venezolanos que intenta aventurarse a
emigrar entra a Estados Unidos con visa de turista o negocios de no
inmigrante. Durante el año 2010, ingresaron a Estados Unidos 527
mil 907 ciudadanos venezolanos con visa de no inmigrante, según
documento de su I-94 (Incluye turismo, negocios y permiso de tra-
bajo). Esto equivale a un promedio de un mil 446 diarios, que lo ha-
cen por aire, mar y tierra. El promedio se ha mantenido durante los
últimos tres años reportados7.
Es muy común que, a través de la tarjeta I-94 que se le entrega, le
den seis meses de permanencia, lapso durante el cual quienes guar-
dan intenciones de permanecer intentan lograr un empleo, con al-
guna empresa que les patrocine para la visa o aunque sea un permiso
de trabajo. Si no lo encuentran pueden optar por dos vías: salir a los
seis meses y volver a entrar, corriendo el riesgo de que el funcionario
de inmigración en el aeropuerto se dé cuenta de su juego. Si esto ocu-
rre, se somete al individuo a un interrogatorio y pueden darle una úl-
tima oportunidad para que justifique las causas de sus repetidos via-
jes con largas permanencias. Si lo hace, la siguiente vez le devuelven,
porque no se puede entrar y salir interminablemente.

7 Departamento de Seguridad Interna


31

Introducción

La otra opción es solicitar una extensión de su permanencia en


el país por otros seis meses. Entonces, si se le pasan los seis meses
sin trabajo legal, permanecen en el territorio ilegalmente. En casi
todos los estados, si no se cometen delitos, no es muy difícil perma-
necer sin problemas con la policía de Inmigración, U.S. Immigra-
tion and Customs Enforcement (ICE).
Algunos finalmente se deciden y pueden arriesgarse para pedir
hasta un asilo político. El riesgo es que si lo niegan, el individuo se
ve obligado a salir del territorio de EUA (o Canadá), so pena de que
el ICE se lance en su búsqueda.
Hay otro detalle que hace pensar que los venezolanos juegan
así. Se repite anualmente. Los venezolanos entran con visa de no in-
migrante y cuando consiguen un trabajo legal, ajustan su estatus ju-
rídico de no inmigrante a estatus de inmigrante. En 2010, esta tre-
ta legal la hicieron cinco de cada diez inmigrantes provenientes de
todos los países del mundo, siete de cada diez inmigrantes de Sura­
mérica y ocho de cada diez inmigrantes de Venezuela8. No es des-
cabellado afirmar que el venezolano no va con el riesgo aventurero
de la ilegalidad y trata de jugar siempre para otro estatus. Todo es-
to hace pensar que para el caso de los venezolanos, el departamento
de Seguridad Interna, aunque no sepa dónde están todos, sí conoce
con cercana precisión cuántos son.
Hay un tercer punto que nos llevará a la conclusión de que la ci-
fra de ilegales venezolanos no es importante en comparación con
la de otros países. Anualmente, Seguridad Interna publica un do-
cumento sobre los que no tienen papeles legales. Es una investiga-
ción en la que se reportan los primeros 10 países con población no
autorizada en el territorio de EUA9.
En síntesis, en enero de 2010 había 10 millones 790 mil ilega-
les viviendo en territorio de EUA. De estos 6 millones 600 mil eran
mexicanos. Se agregan otros nueve países, entre los cuales ninguno

8 En 2009 lo hicieron nueve de cada diez venezolanos.


9 Hoefer, Michael; Rytina, Nance y Baker, Bryan C. Estimates of the Unauthorized Immi-
grant Population Residing in the United States. Enero 2010 (http://www.dhs.gov/xlibrary/
assets/statistics/publications/ois_ill_pe_2010.pdf)
32

La alegría triste de emigrar

es Venezuela. El último de la lista es China, al que se le atribuyeron


130 mil nacionales no autorizados.
No voy a aventurarme a dar una cifra de ilegales venezolanos
en EUA actualmente. Sin embargo, dejo la siguiente reflexión que
descarta una cifra muy trascendental. De la investigación del Go-
bierno sobre los diez países con más ilegales, sólo resta por repar-
tir la nacionalidad de un millón 550 mil y esto entre más de 200
países. Sabemos también que hay otras 15 naciones que aportan
más emigrantes con papeles legales que Venezuela. Entonces, es-
tos 15 países deberían tener también más población no autorizada
que Venezuela. Esto ofrece luces para concluir que los ilegales ve-
nezolanos en EUA no están cerca de 100 mil, como comúnmen-
te se escucha decir en declaraciones de algunos voceros venezola-
nos en Miami.
Aún más, el censo de EUA 2010 contó 531 mil peruanos en el
territorio. Es decir la cantidad de ciudadanos del Perú es mucho
más que el doble de la cantidad de venezolanos. Y ocurre que Perú
tampoco aparece entre los diez primeros países suplidores de inmi-
grantes ilegales. Ese censo reportó 471 mil colombianos, y Colom-
bia tampoco aparece entre los 10 países con más indocumentados.
No hay 130 mil peruanos ilegales en Estados Unidos. Tampoco hay
130 mil colombianos ilegales.
Mucho menos los puede haber venezolanos.
Sobre este asunto sólo me resta informar que, usando la Ley so-
bre Derecho a la Información (Freedom Of Information Act, Foia)
he solicitado en varias oportunidades la cifra de venezolanos no au-
torizados en territorio de EUA. Para la fecha de edición de este libro
todavía no había recibido tal información.
Los venezolanos en EUA tienen, en general, buena conducta.
Lo dicen las cifras sobre deportados, donde no alcanzan niveles im-
portantes. Al final de este capítulo hay una tabla explicativa de esta
realidad. Sin embargo, y a propósito de esto, cabe explicar que la re-
sidencia permanente, en realidad no es tal. Puede ser revocada en
cualquier momento. Ése fue el caso que me contó personalmente
en diciembre de 2011 la señora Marina, quien vive en Orlando. Su
33

Introducción

familia tiene varios años en EUA. Una de sus hijas nunca terminó
de adaptarse y tomó el camino de las drogas.
Ocurrió en 2010 que la joven sacó unas pastillas del baño del
padre de su novio, un joven norteamericano. Y el señor decidió de-
nunciarla. La muchacha estuvo presa una semana. La familia había
dado el asunto por olvidado, cuando en diciembre de 2011 la joven
recibió una carta del Departamento de Seguridad Interna. Le infor-
maban que su visa había sido revocada y que debía salir del país an-
tes del 16 de enero de 2012.
Ésa es la situación jurídica del asunto, que la familia apeló pa-
ra, al menos, dar largas. Pero hay también una perspectiva familiar,
ya que durante el último trimestre de 2011, la joven había parido un
niño de su mismo novio. El asunto se complicó aún más porque el
joven anunció que nunca firmaría el permiso para que su hijo via-
jara a Venezuela. Alega que ha escuchado muchas cosas malas de
este país y que nunca se perdonaría que su hijo le reclamara en el
futuro por haber permitido que le llevaran allí.
En enero de 2012 le fue quitada la custodia del niño, a quien
cuida ahora su suegra. La joven venezolana sólo puede ver a su hi-
jo de visita. Éste es el drama. Esa familia venezolana debe estar en-
frentando dos casos judiciales en un país extranjero.
Entro en los siguientes capítulos a desmenuzar y ver en pers-
pectiva la vida de los venezolanos en Norteamérica. Sólo resta ex-
plicar cierto fenómeno que producen los venezolanos. En Estados
Unidos más de la mitad de los admitidos en 2010 se concentró en
el Estado de Florida (5 mil 074). Aun más, en el núcleo definido
por las ciudades Miami-Fort Lauderdale-Pompano Beach, Florida,
está 42 por ciento de todos los venezolanos que recibieron la green
card en 2010. Es decir los venezolanos están en masa al sur de Flo-
rida. Sin embargo, hay venezolanos en casi todos los estados. En
Canadá hay más venezolanos en las ciudades de Montreal, Toron-
to y Calgary.
34

La alegría triste de emigrar

El saltó en los años 2004 y 2005 obedeció a la vorágine política venezolana. Después del refe-
rendo revocatorio del 15 de agosto de 2004 -que ganó Chávez- se incrementó el flujo de emi-
grantes venezolanos a los Estados Unidos.
35

Introducción

El gráfico demuestra que familias enteras están emigrando. Nótese que los menores de 18
años representaron ese año la primera minoría entre los emigrantes venezolanos.
36

La alegría triste de emigrar

Hay pocos venezolanos mala conducta

Venezolanos Causa Causa No Total


Removidos Criminal criminal

Deportables 516.992
localizados
en 2010
Deportables 348 2001 135 167 302
de Venezuela
2010
2002 130 157 287
Removidos 387.242 2003 129 174 303
2010
Removidos 369 2004 119 316 435
venezolanos
2010
2005 144 254 398
Retornados 476.405 2006 130 314 444
2010
Retornados 274 2007 124 358 482
venezolanos
2010
2008 120 292 412
2009 130 372 502
2010 133 236 369

Deportable: ciudadano admitido en EUA pero sujeto a remoción


Removidos: movimiento compulsivo fuera de EUA de un ciudadano basado en orden
administrativa y/o judicial
Retornados: ciudadanos devueltos sin necesidad de orden de remoción

La cantidad de causas criminales de venezolanos no varió drásticamente con los años, a pe-
sar de que hubo más venezolanos emigrantes. Ello implica el buen comportamiento de los ve-
nezolanos en EUA.

Fuente: Homeland Security Department. Yearbook of immigration statistic 2010


http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2010/ois_yb_2010.pdf

37

No es lo mismo visitar Orlando


que vivir allí

Corría el año 2000. Florinda estaba casada en Caracas en una fa-


milia con cuatro hijos. La pareja tenía una empresa distribuidora de
cerámicas y un pequeño restaurant de comida típica venezolana en
El Paraíso. El restaurant lo abrió ella porque con la paralización de
la construcción, la empresa de cerámica ya no andaba bien. La fa-
milia solía venir a Orlando, Florida, cada año a visitar los parques.
Y se gastaban 10 mil dólares en 15 días. Le encantaban esas vacacio-
nes allí, por eso, cuando se divorció y decidió emigrar con sus hijos,
escogió esa ciudad. Se fue con visa de estudiante pero llevaba inten-
ciones de quedarse.
Tenía entonces 39 años. Sus hijos eran de 13 el mayor, de nue-
ve el segundo y las morochas de ocho años. Ella no hablaba inglés
y llegó a Orlando a crear su nueva vida, que le depararía una larga
y tortuosa historia. Contaba con 25 mil dólares que tenía deposita-
dos en un banco norteamericano. Pero tuvo muchos problemas pa-
ra alquilar un apartamento barato. Como Florinda no tenía historia
crediticia y además venía con cuatro hijos menores, la gente se ne-
gaba a alquilarle. Estuvo un mes con sus hijos viviendo en un hotel
muy barato hasta que consiguió un apartamento muy caro, por un
año en alquiler. Florinda estudiaba inglés y para mantenerse traba-
jaba en un restaurant. También limpiaba casas.
38

La alegría triste de emigrar

“A veces tenía que montarme en los techos para limpiar, tu-


ve que hacer de todo, mientras mis hijos permanecían solos en el
apartamento”, recuerda. “El mayor se ocupaba de los otros tres y co-
cinaba. Yo temía entonces que se fueran a dar cuenta de que mis hi-
jos estaban solos. Eso es sancionado en EUA”. A ella le vendieron
un carro en muy malas condiciones. Se quejaba de sí misma por
las cosas que le pasaban, pero entendía que se trataba de un duro
aprendizaje que le costó mucho dinero y esfuerzo.
Florinda cuenta que ya en 2001 la familia comía lo que podía,
ahorrando hasta el último centavo. Los fines de semana salían a per-
manecer en los centros comerciales para evitar gastar energía den-
tro del apartamento. La vida en Orlando para los niños era total-
mente contraria al Disney World que habían disfrutado años atrás.
Tuvieron que acostumbrarse. “Yo llevaba a mis hijos a los centros
comerciales. Les decía que agarraran lo que quisieran e imaginaran
que ya lo compraban, que ya se lo pusieron, que ya lo usaron y que
lo botaron. Y allí abandonábamos el carrito lleno con las cosas que
mis hijos habían escogido. Así sobrevivimos para no deprimirnos
tanto. No podíamos comprar absolutamente nada. Mi ex esposo no
aportó en absoluto, llamó a mis hijos dos o tres veces solamente du-
rante esos dos años”.
Florinda lloraba por las noches cuando llegaba del trabajo. “Si
veo hacia atrás no sé cómo lo hice. Empezaba mi trabajo a las 5 de
la tarde, hasta las 2 de la mañana. Me paraba y hacía la comida de
todo el día. Me daba miedo que mis hijos se metieran en la cocina
y se incendiara. Había reglas estrictas en casa, no podían cocinar.
No podían salir, ni abrirle la puerta a nadie. No podían atender el
teléfono. Era como en un campo de guerra. Tenía mucho miedo.
No tenía a nadie aquí para que me guiara y me dijera por dónde
meterme. Tuve que aprender y salir adelante”. “¿Por qué entonces
no te devolviste a Venezuela?”, le pregunté. “Soy muy testaruda.
Me había propuesto aprender inglés y que mis hijos tuvieran una
carrera y no me iba a echar para atrás, yendo a Venezuela. Yo que-
ría estar muy lejos de donde estuviera mi ex esposo. Por demás,
una vez le planteé a mis hijos que casi no teníamos dinero y que
39

No es lo mismo visitar Orlando que vivir allí

podíamos regresar. Ellos se preocuparon mucho y me decían ‘no


nos hagas eso’, me pedían que hiciera algo para seguir en Orlan-
do. Ellos oían cosas malas de Chávez por la TV y no querían estar
en Venezuela”.
Le quedaban 6 mil dólares en una cuenta y Florinda se dijo que
tenía que hacer algo. Ya estaba limpiando y cocinando por la noche
a veces hasta la una de la madrugada. No podía más. Buscó infor-
mación. Había estudiado medicina en Mérida por cuatro años. No
se graduó por haberse casado. Sabía Anatomía, Microbilogía y los
términos de la medicina. Eso le ayudó a estudiar en una escuela de
masajes terapéuticos. “Me cobraron 6 mil dólares, lo último que
me quedaba en la cuenta, Me cobraron como estudiante internacio-
nal, muy caro. Estuve un año en eso”. Tenía inicialmente una visa
de estudiante. Luego obtuvo una visa de turista por seis meses, que
renovó hasta completar el año. Se lanzó a buscar lo que anhelan to-
dos los inmigrantes: una visa de residente permanente.
Pagó ocho mil dólares a un abogado venezolano que la llevó por
el camino de la visa para inversionista que sabía no era bueno para
ella, porque no calificaba, no tenía tanta cantidad de dinero como
lo exigía ese tipo de visa. Le hizo toda la documentación, cobró los
ocho mil dólares y al año nada. El segundo año pagó cinco mil dóla-
res a otro abogado y tampoco le sirvió de nada. Ya había perdido su
estatus migratorio legal y casi no tenía dinero. “Me quedé ilegal por
tres meses y tuve que casarme, en diciembre de 2001, con un hom-
bre que había conocido 15 días antes. Cuando conocí a mi esposo
norteamericano estaba graduándome de masajista. Me casé porque
él llegó a mi vida y se me presentó como un ángel. En ese momen-
to yo estaba sola y deprimida, era un pez muy fácil de pescar. Los
primeros cuatro meses fueron de luna de miel, fue muy lindo y pre-
cioso; yo me decía: ‘Dios mío, conseguí a este señor con una casa
de cuatro habitaciones donde mis hijos caben perfectamente’. Nos
mudamos para su casa. Pensé que él me iba a proteger, pero no su-
cedió así. Resultó que lo que quería era tenerme de cachifa y que le
ayudara a pagar las cuentas de la casa. Era drogadicto y alcohólico.
Hubo violencia doméstica, psicológica y finalmente física”.
40

La alegría triste de emigrar

Florinda contó que pasó cosas muy feas en su segundo matri-


monio. El tipo era medio loco. Le dejaba cosas sucias a propósi-
to y llenaba el baño de pupú para que ella lo limpiara. Una vez hu-
bo amenaza de huracán, y a él se le ocurrió crear una atmósfera de
mucho terror; mientras los demás miembros de la familia se aterra-
ron ya que ignoraban lo que significaba un huracán, él se dedicó a
proteger al perro de la casa y les hacía saber a sus hijos que impor-
taba más el perro que ellos. Una vez le dijo a Florinda que los ne-
gros eran “una pila de mierdas” y que los latinos eran peores. Aquel
hombre no permitía que en su casa se hablara español, o se escu-
chara música en español ni ver canales de TV en español ni nada
que tuviera que ver con el idioma natal de los demás miembros de
la familia.
“Todos los días yo tenía que luchar para ganar la batalla y cada
vez que me iba al trabajo lo hacía preocupada porque dejaba a mis
hijas solas allí con ese tipo que estaba mal de la cabeza. Era como
una tortura china. Sufrimos 4 años estando con él hasta que por
fin me dieron la residencia permanente. Cuando nos citaron a la
segunda entrevista de Inmigración, él me amenazaba que no iba
a ir y al final no llegó, pero la juez de Inmigración lo llamó y le di-
jo que fuera, que ésa era su obligación, que cómo iba a hacer eso a
una mujer con cuatro hijos. Yo le había mostrado a la juez la denun-
cia ante las autoridades sobre violencia física sufrida en manos de
aquel individuo. Y la misma juez de inmigración me dijo después
‘ahora te divorcias de este hombre apenas salgas de aquí’. Ella fue
muy humana conmigo cuando le expliqué la situación”.
No pudo salir del país durante los años en que se tramitaba la
visa. “Yo no tenía en ese momento dinero ni para ir a Venezuela.
En el primer año perdí a mi papá y no pude ir a Venezuela, estaba
en el proceso migratorio. Si iba no podía regresar. Mi mamá se que-
dó sola y mi papá había gastado todo lo que tenía en su enfermedad
del corazón. Sucedieron cosas que me movieron el piso totalmente,
que cambiaron completamente mi vida”.
Florinda se divorció por segunda vez. Había pasado muy malas
experiencias en su segundo matrimonio pero al menos le quedó la
41

No es lo mismo visitar Orlando que vivir allí

residencia legal en EUA para ella y sus hijos. Le quedaba entonces


seguir trabajando. Fue en 2006 cuando pudo regresar de visita a
Venezuela. Lo hizo para vender su casa en Vista Alegre que le había
quedado de su primer matrimonio. Con esa venta, estaba diciendo
adiós definitivamente a Venezuela. Ya no podría volver aunque se
le ocurriera, porque no tendría nada, ni casa donde dormir con sus
hijos y no iría a arrimarse bajo el ala de su ex esposo.
Con la venta de su casa de seis habitaciones sacó mucho dine-
ro. Ya se había implantado el control de cambios en Venezuela. Per-
dió como 25 por ciento de la venta al cambio en dólares y se llevó a
Orlando 150 mil dólares. Eso fue dos años antes de la crisis inmobi-
liaria en EUA, que bajó drásticamente el precio de las casas y apar-
tamentos. “Compré una casa en el peor precio, cuando estaba en
lo más alto de la economía, sin saber cómo era la cosa. No hice lo
que acostumbraba en Venezuela: pagar mis cosas antes de tiempo.
Compré una casa de 295 mil dólares, le metí 150 mil dólares que
me traje de Venezuela. En esos tiempos los masajes estaban flore-
cientes y yo estaba trabajando desde las siete de la mañana hasta las
12 de la noche. Trabajaba para mantenerme hasta que la economía
se fue al piso. Me enfermé con cáncer de seno y estuve dos meses
fuera del trabajo. Cuando regresé a trabajar empezaron a sacarme,
me hacían la vida imposible; imagino que pensaron que la enfer-
medad que había tenido me impediría ir y hacer el trabajo bien. Me
tuve que ir y quedé sin trabajo justamente cuando vino la recesión”.
Florinda pagaba dos mil dólares mensuales por la casa en Or-
lando y, como le ocurrió a mucha gente, ya la casa no tiene el valor
que ella está pagando. “En este momento la estoy perdiendo; ten-
go seis meses sin poderla pagar, haciendo masajes pero no da pa-
ra pagar la casa mensualmente. Busco trabajo sin conseguir. En Or-
lando está la cosa difícil. Mis hijas en mayo se gradúan de bachiller.
¿Adónde nos vamos a ir a vivir? ¿Qué vamos a hacer para conseguir
trabajo y seguir luchando? Todavía estoy viva, no me han sacado to-
da la sangre” (sonríe).
Ella continúa trabajando para una compañía de limpieza; busca
trabajos particulares de limpieza de oficinas y de casas, y contrata
42

La alegría triste de emigrar

muchachas para ello. Se ayuda también con los masajes. Cree que
ya no vale la pena mantener su casa porque cuesta demasiado y no
quieren bajarle su precio. “No es buen negocio, me lo tengo que
quitar de encima. Ésa es la vida”. Su hijo mayor, de 25 años, se gra-
duó de mecánico. No gana mayor cosa ahora pero piensa montar
su propio negocio con un socio. Está vendiendo piezas de carro y
la ayuda en lo que puede. Su segundo hijo le ha dado muchas sa-
tisfacciones. Le va muy bien trabajando en una compañía que ha-
ce helicópteros y bombas, diseña herramientas relacionadas con la
guerra. Estudia para ser ingeniero mecánico y se graduará en di-
ciembre de 2012. Fue campeón en un tipo de lucha libre.
La emigración para Florinda ha sido un aprendizaje muy duro
y costoso. “Son muchas cosas. Tienes que ser demasiado fuerte pa-
ra soportar pérdidas físicas, materiales y espirituales. Nosotros los
venezolanos no tenemos ni idea sobre qué es ser inmigrante; per-
demos la familia, los tíos, los abuelos que son tan importantes para
los hijos. He pagado cara mi presencia aquí”. Cuenta que ha visto
a amigas suyas venezolanas en Orlando en situaciones muy difíci-
les también. A una señora que está ahorita sin nada de dinero, só-
lo 100 dólares, el carro se le echó a perder y la botaron de la casa
donde vivía.
“Mis hijos y yo”, dice, “hemos logrado algo: somos ciudadanos
(de EUA). Estamos mejor y sobrevivimos, pero me da dolor. Una
pareja de ingenieros en computación, con dos niñitos, me están
llamando para que les dé trabajo de limpieza porque está pelando,
no tienen nada”. Le pregunté qué sentía sobre su futuro en Estados
Unidos. “Mis hijos ya hicieron raíces en este país. Ya pasé lo peor,
ya aprendí inglés, ya me volví (norte)americana. Siento a Venezue-
la como mi propio país, lo amo, lo adoro, pero cuando voy allá me
siento fuera de sitio y cuando estoy aquí también porque los (nor-
te)americanos me ven como una latina más. Una queda como en el
aire. Pero eso es algo que yo tuve que vivir para que mis hijos ten-
gan mejor futuro. Me ha costado mucho sola con cuatro mucha-
chos. Ojalá que ellos lo sepan aprovechar y ojalá que este país les dé
la oportunidad que yo no tuve. Yo no me voy a ir y a dejarlos solos
43

No es lo mismo visitar Orlando que vivir allí

sin abuela. Necesito estar aquí para que mis hijos tengan familia y
para Venezuela iré de vacaciones. Mi futuro es ése: ver a mis hijos
crecer y que tengan una oportunidad mejor que la mía”.
44

La alegría triste de emigrar

Los 30 países que aportaron más inmigrantes


legales a EUA en 2010
1 Mexico 139.120
2 China 70.863
3 India 69.162
4 Filipinas 58.173
5 Rep. Dominicana 53.870
6 Cuba 33.573
7 Vietnam 30.632
8 Haiti 22.582
9 Colombia 22.406
10 Corea del Sur 22.227
11 Irak 19.855
12 Jamaica 19.825
13 El Salvador 18.806
14 Pakistan 18.258
15 Bangladesh 14.819
16 Etiopia 14.266
17 Perú 14.247
18 Irán 14.182
19 Nigeria 13.376
20 Canadá 13.328
21 Burma (Myanmar) 12.925
22 Reino Unido 12.792
23 Brasil 12.258
24 Ecuador 11.492
25 Guatemala 10.467
26 Venezuela 9.409
27 Tailandia 9.384
28 Egipto 8.978
29 Ucrania 8.477
30 Polonia 7.643

Fuente: U.S. Department of Homeland Security


45

La diáspora intelectual: se van para


no volver
Las consecuencias de la avanzada migratoria determinan un aspec-
to sociológico donde Venezuela no queda muy bien parada.
El sociólogo Iván de la Vega, especialista en emigración con én-
fasis en la llamada fuga de talentos y la lucha de los países por el ta-
lento científico y tecnológico, explica que desde 1936 hasta 1983 Ve-
nezuela fue un país receptor de inmigrantes de distintos niveles de
instrucción. Fue muy interesante y el país marcaba pauta porque
tenía condiciones favorables para recibir a gente de diversas nacio-
nes y ámbitos. “Existe la corriente inmigratoria posterior a la Se-
gunda Guerra Mundial, el gran pico de inmigrantes recibidos, a pe-
sar de la dictadura. Del 1952 a 1958 recibimos algo así como siete
por ciento de la población en inmigrantes, provenientes casi todos
de España, Portugal e Italia. Recibimos hasta 352 mil inmigrantes
por año en 1953 y 1954”, me explicó. Agregó que a partir de comien-
zos de los años 80, fundamentalmente después de 1983, con el lla-
mado Viernes Negro de la devaluación monetaria, comienza a verse
en Venezuela un deterioro socioeconómico, político cultural ideo-
lógico, o axiológico, “en el que Venezuela comenzó decayendo en la
economía, que impactó a lo político y luego tuvo repercusiones so-
ciales hasta nuestros días cuando venimos en caída no libre pero sí
sostenida. A partir de allí se genera un proceso emigratorio lento
46

La alegría triste de emigrar

que va desde finales de los 80, con un aumento importante en los


90 y ya en este siglo XXI hay picos muy grandes con los despidos
de la industria petrolera”.
Lo que está ocurriendo actualmente es que hay presión desde
los “países de la periferia” a lo que llama De la Vega “países centra-
les”: “No sólo son las políticas del país o las ganas de un individuo
de querer desarrollar su vida en otra nación, sino que son las de los
otros países, sobre todo los de mayor desarrollo que tienen barreras
contra la inmigración. EUA tenía unas políticas que ha cambiado
a partir del 11 de septiembre de 2001 (día del ataque a las torres ge-
melas). Ellos pusieron unas barreras muy altas de entrada, se dete-
rioró el proceso industrial de captación de talentos. Ellos se nutren
mucho de becas, de gente que va a estudiar allá pregrado y post gra-
do y se nutren de los científicos y tecnólogos de otros países que ya
llegan formados”.
En este aspecto, De la Vega presenta datos dramáticos para Ve-
nezuela. Él estudió, a través de una encuesta en 2011, la intención
de emigración en los estudiantes de la Universidad Central de Ve-
nezuela (UCV). Se analizó en estudiantes de los últimos años de
Medicina y de Computación en la Facultad de Ciencias. Se trata de
jóvenes entre 19 y 29 años. Lo siguiente es parte de la conclusión:
“Se puede observar que el 38 por ciento de los estudiantes encues-
tados en la UCV tiene intención firme de emigrar. A esto se le pue-
de agregar el 27 por ciento que acepta que probablemente se iría,
es decir que el 65 por ciento de los encuestados no tiene intencio-
nes de permanecer en el país, contra un 9 por ciento que no tie-
ne pensada la emigración como una posibilidad. Un grupo tam-
bién importante es el correspondiente al 25 por ciento de la opción
‘puede que sí, puede que no’, ya que este sector puede estar espe-
rando algún cambio de tipo personal o contextual que lo conduzca
bien sea a querer emigrar o a quedarse en Venezuela10.

10 Claudia Vargas. ¿Formando para exportar? estudio de caso: Ciudad Universitaria de Cara-
cas-Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, escuela
de Sociología. Trabajo de grado período 2005-2010. Tutor: Dr. Iván de la Vega, Caracas,
octubre de 2011
47

La diáspora intelectual: se van para no volver

Estados donde residen los venezolanos


admitidos en 2010
1 Florida 5.074
2 Texas 1.041
3 New York 508
4 California 325 30 Distrito de Columbia 20
5 Georgia 278 31 Missouri 18
6 New Jersey 254 32 Alabama 17
7 Puerto Rico 165 33 Kentucky 17
8 Virginia 164 34 Mississippi 17
9 North Carolina 122 35 Rhode Island 16
10 Massachusetts 119 36 Arkansas 14
11 Pennsylvania 114 37 Alaska 13
12 Illinois 101 38 Nebraska 12
13 Maryland 95 39 New Mexico 12
14 Ohio 91 40 Oregon 11
15 Louisiana 85 41 Delaware 10
16 Utah 85 42 Hawaii 9
17 Connecticut 69 43 Idaho 9
18 Washington 57 44 Iowa 7
19 Michigan 55 45 New Hampshire 5
20 Tennessee 54 46 E.U.A. Dependencias 4
21 Indiana 53 47 Wyoming 4
22 Arizona 49 48 Vermont 3
23 South Carolina 45 49 Maine D
24 Oklahoma 36 50 Montana D
25 Colorado 35 51 West Virginia D
26 Wisconsin 34 52 Guam 0
27 Minnesota 28 53 North Dakota 0
28 Nevada 27 54 South Dakota 0
29 Kansas 24 Total 9.405

D= Datos retenidos por limitación de revelación de informacón


Fuente: Depto de Seguridad Interna Yearbook of Immigration Statistics: 2010
48

La alegría triste de emigrar

De la Vega explicó que la idea que tienen estos estudiantes es


“irse del país, no a formarse y regresar sino irse a estudiar, quedar-
se trabajando y buscar esa perspectiva, que significa emigrar”. A fi-
nales del año 2011 se encuestó a un mil 200 estudiantes de cuatro
universidades de Caracas. Cuando se les preguntó al final si tienen
pensado estudiar fuera del país, la mayoría que contestó afirmativa-
mente eligió a Estados Unidos como su destino. Luego está España.
Como causas surgió lo siguiente: más de 60 por ciento dijo por la
inseguridad. Luego un 23 por ciento respondió que por el empleo y
los bajos salarios. El tercero es el problema político.
De la Vega comenta que en 2003 se introduce en el debate el tér-
mino de “diásporas intelectuales” (por Jean-Baptiste Meyer y otros),
que se refiere a aquellas personas altamente calificadas en ciencia,
tecnología y educación que se van de países de menor desarrollo
a países de mayor desarrollo, se reconectan con su país de origen
a través de asesorías, visitas cortas de cooperación internacional y
con formación de personal altamente calificado. “Cuando apliqué
los conceptos exilio, emigración y diásporas intelectuales en Vene-
zuela”, cuenta De la Vega, “la conclusión es que aquí las diásporas
intelectuales no aplican porque los que se van del país, en altísimo
porcentaje, no quieren reconectarse”. Asegura que influyen varios
puntos: por una parte, el gobierno no los quiere, por la otra ellos no
quieren al gobierno “y además muchos están ya nacionalizados y
en condiciones de vida muy superiores a las venezolanas”.
49

“Yo quiero ir a Miami para montar


ese caballo”
Sólo cuatro entrevistados en mi investigación usaron la frase “sueño
americano” como ejemplo de haberlo vivido o estarlo viviendo. Uno
de ellos fue Javier José Castellano, jinete de purasangres de carrera.
Para el mes de diciembre de 2011 ya había producido ese año
más de 15 millones de dólares en premios en hipódromos de EUA
y se clasificó de tercero en la estadística nacional de ganadores de
dinero, según la página del Racing Daily Form11. Castellano no fue
el campeón de la estadística en 2011. Fue Ramón A. Domínguez,
otro venezolano quien ganó más de 20 millones de dólares y logró
el premio anual Eclipse como mejor jinete.
Castellano llegó en julio de 1997, va a cumplir 15 años en EUA.
Desde que comenzó aquel año, como un simple y desconocido
aprendiz, ha producido más de 140 millones de dólares en el hi-
pismo norteamericano, según reporta la página especializada www.
equibase.com12.
Por ser aprendices, en sus comienzos los jockeys descargan ki-
los a sus montas y ésta es una regla que se hace para hacerlos com-
petitivos frente a los profesionales. Los preparadores observan a los
11 http://www1.drf.com/drfLeaderBoard.do?category=jockey
12 http://www.equibase.com/premium/eqbJockeyInfo.cfm?eID=57935#
50

La alegría triste de emigrar

buenos jóvenes novatos que llegan al medio, no importa si son ex-


tranjeros. Les piden que monten a sus ejemplares y disminuyan su
peso legal para competir en mejor condición con los otros purasan-
gres. El primer año JJ Castellano ganó 83 carreras y produjo más de
un millón de dólares. Los jockeys suelen ganar 10 por ciento de la
bolsa, aunque hay casos en que se acuerda que sólo ganará un sala-
rio, pero eso es sólo en casos muy especiales.
“Vine a hacer carrera deportiva aquí. Empecé en Miami, Hi-
pódromo de Calder, después de 3 años y medio me mudé a Nueva
York, tengo 10 años allí”. También ha montado en Dubai, en Japón
y en Hong Kong. “Me vine porque buscaba un mejor futuro, aun-
que en realidad no lo necesitaba porque ocupaba el tercer lugar en
las estadísticas del hipismo venezolano. Estaba ganando bastantes
carreras y tenía un nombre reconocido en Venezuela. No tenía ne-
cesidad de venir a Estados Unidos, pero las esperanzas, las ilusio-
nes eran montar en hipódromos norteamericanos porque la hípi-
ca aquí está más desarrollada. Hay mejores caballos. Siempre tuve
ese anhelo”.
El salto de Castellano al hipismo norteamericano se produjo
cuando ganó un clásico en Venezuela con el ejemplar Dorian. “A
los dos días oí que se lo llevaban a Miami; entonces hablé con el
dueño. Le pregunté si era verdad que se lo llevaba y me lo confir-
mó”. Entonces le dijo: “Aunque sea por una sola vez quiero ir a
montar ese caballo, si el caballo se queda, yo me regreso a Venezue-
la. Así sentiré la satisfacción como profesional de montar en los Es-
tados Unidos”. JJ cuenta que entonces él le respondió que le ayuda-
ría. “Le di mis papeles, saqué mi visa y él me gestionó una visa de
trabajo con Carlos Morales, entrenador venezolano famoso aquí”.
La historia de Javier José es como si el destino le hubiera pues-
to una trampa, un escollo o simplemente lo hubiera puesto a prue-
ba para poder disfrutar de un manjar al que sólo acceden los que de-
muestran temple. Y paciencia. Él, como casi todos los emigrantes,
tuvo problemas iniciales para la adaptación al nuevo medio. “Cuan-
do llegué aquí, pasó un mes y medio y no ocurrió nada. Fui a casa de
un abogado de inmigración y gestioné una visa de trabajo. Entonces
51

“Yo quiero ir a Miami para montar ese caballo”

se fue un mes y medio y tenía que esperar a que salieran mis pape-
les. Durante ese mes y medio yo no estaba haciendo nada, no estaba
produciendo, no estaba trabajando y yo lo sabía de antemano, pero
siempre uno se altera cuando lo vive en el momento. Yo tenía solo
18 años. Me decía que no necesitaba estar aquí, lo que podía hacer
aquí lo podía hacer también en Venezuela, no necesitaba estar aquí
aguantando… Pero aguanté y llegaron los papeles. Al principio todo
fue duro. Me costó bastante. Fue en Miami en 1997. Entonces me
quedé montando aquí en Estados Unidos. Me dieron visa de trabajo
por tres años. No hablaba nada de inglés, pero absolutamente nada.
Había algunos venezolanos conocidos, hicimos ambiente. La comu-
nicación con entrenadores norteamericanos a veces era complicada
para saber cómo debía correr al caballo. La comida es muy distinta a
los estilos de uno, todo, un cambio de 180 grados. Los primeros me-
ses sufrí y uno llora por los momentos malos. El primer día de traba-
jo gané dos carreras, el segundo día gané tres carreras, al tercer día
siguió todo bien, a la semana gané un clásico, las cosas me fueron
muy bien, gracias a Dios, incluso, como dice el dicho, entré con el
pie derecho al hipismo norteamericano. Me dieron solamente tres
meses de aprendizaje, gané bastantes carreras y salté al profesional
y seguí ganando carreras. Yo descargaba peso antes como aprendiz,
cinco libras frente a los otros profesionales, era ventaja para mí pa-
ra abrirme paso en el ambiente y conducir caballos con oportunida-
des. Luego me hice profesional”.
Javier José Castellano ha tenido muchos éxitos. Ganó en 2004
uno de los premios más importantes de los Estados Unidos, el
Breeder’s Cup Classic Gr I, que se corre una vez al año con premio
de cinco millones de dólares. Obtuvo el segundo peldaño de la tri-
ple corona, el Preakness Stakes Gr I en 2006. Se hizo en agosto de
2011 con el clásico del verano con un millón de dólares en premios.
También ha salido triunfador tres veces en el Travers Gr I, en Sa-
ratoga, es el único jockey activo que ha logrado eso. Ha ganado es-
tadísticas y está cerca de tres mil carreras ganadas en Estados Uni-
dos. Y en 2007 obtuvo el triunfo en la carrera International Dubay
Golden Shachin. Gr I.
52

La alegría triste de emigrar

Es común que la prensa especializada de los Estados Unidos y


de Venezuela hable de sus triunfos y logros en carrera. “Hoy me en-
canta la vida de aquí. Es muy enérgica la hípica de Nueva York, una
de las mejores del hipismo. Es sacrificada, tienes que viajar mucho
y es muy competitiva. Tengo tiempo que no voy a Venezuela. Yo me
traje a mi familia para acá, mi mamá, mis hermanos… todos vivi-
mos aquí. Mis abuelos murieron. Tengo a mis tíos allá, pero tengo
como nueve años que no voy a Venezuela. Tengo sobrinos y primos
en Venezuela, pero mi mamá vive en Miami, mi hermana también,
mi hermano vive en Delaware. Mi núcleo familiar está aquí. Gra-
cias a Dios me ha ido de maravilla. Tengo una familia, tengo una es-
posa. Y todo esto es parte de mi vida. Realizo mi sueño americano”.

Aprender el idioma le ayudó a obtener concentración para in-


sertarse en el medio. “Ya hablo inglés perfecto. Si supieras que no
siento nostalgia de mi país. Lamentablemente he tenido muchos
vacíos y un poco de decepción de Venezuela. Es uno de los países
más ricos de Latinoamérica y lamentablemente está descompues-
to. La inseguridad es algo increíble, hay miedo, es totalmente dife-
rente. Debido a la inseguridad no puedes ir a Venezuela porque te
secuestran, te quieren matar. Yo he sufrido la delincuencia en Ve-
nezuela. A mi papá lo mataron para robarle un carro. Yo estoy com-
pletamente decepcionado de Venezuela. Es mi país. Lo quiero mu-
cho, pero tengo bastante vacío de Venezuela, de verdad. Mi decisión
de emigrar fue una de las mejores que he tomado en mi vida, gra-
cias a Dios”.
Al mes siguiente de la entrevista con Castellano vi una de sus
carreras y pude comprender por qué está entre los más ganado-
res de dinero del hipismo de EUA. Fue el Garden City Stakes, co-
rrido en el Belmont Park. Faltando sólo unos 200 metros para la
llegada, su conducido -Winter Memories- iba último en el pelotón
de 8 ejemplares. Estaba en posición central muy comprometida,
no había por dónde pasar. El video de youtube.com muestra clara-
mente cómo Castellano decidió levantar y cruzar luego a la dere-
cha -buscando por fuera- y lo consiguió. Comenzó a bracear -fuerte
53

“Yo quiero ir a Miami para montar ese caballo”

y repetido- avanzando con seguridad. La meta estaba cerca cuando


llegó a dominar a Theyskens Theory. Luego no braceó más, como
sabiendo que no era ya necesario. Llevó al ejemplar contenido los
últimos metros, ganando por medio cuerpo.
La bolsa fue de 250 mil dólares.
55

La nueva disciplina
“A la tierra que fuereis haced lo que viereis”. Éste parece ser el prin-
cipio y consigna de los venezolanos residentes que encontré en At-
lanta durante mi estadía de varios meses. Parte de los cambios que
tiene que asumir cualquier emigrante está en adoptar nuevos com-
portamientos y actitudes, ya fuere porque lo exige la naturaleza, o
en otro caso, porque lo impone la ley.
Y decir la ley en este país es un tanto distinto que asumirla en
Venezuela. Digamos que en un porcentaje mucho mayor que en
nuestro país, en Norteamérica la ley se cumple por quienes deben
hacerlo. Y si no lo hacen, muy probablemente conozcan el porqué
se dice que Estados Unidos es un estado policial en comparación
con los países latinoamericanos. La policía puede estar tocándote la
puerta cuando menos lo esperas para reclamarte una falta menor o
la autoridad puede enviarte a tu correo la notificación de una multa
de tránsito por haberte pasado un stop sin detenerte o cruzar de ca-
nal sin haber puesto la luz de cruce respectiva.
A una amiga la policía la detuvo dos veces debido a que, en am-
bas, pasó a cierta velocidad por el canal contiguo adonde estaba es-
tacionada una patrulla con sus agentes en una operación. La multa
es cerca de 700 dólares. Se salvó la primera vez porque tenía buen
record en el manejo. Sólo tuvo que asistir a un cursillo. Para la se-
gunda estuve presente sentado atrás. Fue un sábado por la noche y
56

La alegría triste de emigrar

veníamos de tomar unos tragos. Ella no había tomado precisamen-


te porque iba a manejar. El policía vino hasta al auto y le habló con
autoridad reclamándole haber pasado. Le pidió sus documentos y
fue a chequearlos a la patrulla que había parado atrás. Afortunada-
mente, regresó para hacerle sólo una advertencia.
En otra oportunidad, recibí en la casa a un funcionario de la ofi-
cina del sheriff. El hombre muy amablemente me recordó que la
grama del jardín estaba muy alta y debía cortarse. Me di cuenta de
cómo los venezolanos emigrantes asumen las pequeñas cosas y se
atienen a un tipo de disciplina que les había sido ajena en la tierra
natal. No es necesaria la policía. Los venezolanos cumplen las nor-
mas y mantienen buena conducta.
En primavera asistí a una reunión de venezolanos en casa de
uno de ellos. Fueron cerca de 20 los visitantes, todos de clase me-
dia. Era un party en vista de la emigración de una pareja venezola-
na, que decidió vivir desde entonces en las islas Canarias. Mucha
paella, en la forma en que se puede conseguir en Atlanta con presas
de pavo. Mucha bebida también. Y buena parte bebió, incluso más
de lo que es aceptado si se pretende manejar de vuelta a casa. Yo es-
taba viviendo temporalmente en la casa donde ocurrió esa fiesta. Y
me acosté mucho antes de que la reunión terminara. Me sorprendí
al día siguiente cuando al levantarme encontré que algunos de los
invitados estaban aún allí. Entendí que todo había sido planeado de
esa forma. “Vamos a divertirnos y beber, pero no debemos manejar
así y por eso nos quedamos aquí hasta el día siguiente”. Es una ca-
sa de clase media en la que no había una habitación para cada uno
de los visitantes. Algunos durmieron en la sala. A los niños los arre-
glaron en camas comunes.
Y así se comportaron. Así cumplieron con la ley que puede pe-
nar hasta con dos mil dólares de multa por la primera vez que eres
sorprendido al manejar superando cierto umbral de alcohol en
tu cuerpo. Si reincides, de seguro irás a la cárcel. La fiesta fue co-
mo cualquier otra fiesta de venezolanos en Venezuela. Pero resal-
tó un detalle adicional. El volumen de la música que animó la reu-
nión: sumamente bajo en comparación con lo que suele notarse en
57

La nueva disciplina

Venezuela. La reunión fue en una casa de Roswell, al norte de At-


lanta, en una urbanización en la que una casa no queda contigua a
la otra. Aún así hay que tomar en cuenta al vecino y respetarle.
Cristiana Chamorro, hija del famoso periodista nicaragüense Pe-
dro Joaquín Chamorro y su esposa, la ex presidenta Violeta Chamo-
rro, estando en Antigua, Guatemala, me contó que una noche, mien-
tras vivía en una ciudad del estado de Texas, hizo una fiesta en su
casa. Algún vecino se quejó por el ruido que hacían allí. Y vino la po-
licía a chequear qué pasaba. Ella decidió luego cerrar la puerta y per-
manecer dentro. Pero al mucho rato de terminar la fiesta un invitado
atrasado tocó la puerta fuertemente y los vecinos volvieron a quejarse
a la policía, que llegó esta vez para llevársela presa. Estuvo un día de-
tenida mientras su abogado realizaba los trámites legales. Pero, en el
interín dentro de la cárcel decidieron cortarle el cabello para adaptar-
lo a las normas internas para los detenidos de la comisaría.
Estas cosas pasan en este tipo de Estado donde la violación de
la ley sale cara. Estados Unidos tiene uno de los niveles más altos
del mundo en cantidad de presos por población. Y esto obedece a
la tesis de no impunidad. En la Venezuela de 2009 había 115 pre-
sos por cada 100 mil habitantes13. Estados Unidos tenía 714 por ca-
da 100 mil habitantes.
Lo que trato de indicar es que es mucho más probable ir preso
en Estados Unidos que en Venezuela. Pero hay algo más que aña-
dir a esto. Es contra los latinos y afrodescendientes: la rata de encar-
celación de personas blancas en EUA es de 412 por cada 100 mil re-
sidentes comparado con 2 mil 290 para afroamericanos y 742 para
hispánicos (latinos). Esto implica que 2,3 por ciento de los afroame-
ricanos, 0,7 por ciento de los latinos y sólo 0,4 por ciento los para
blancos está preso en EUA. No entro a considerar las razones, pero
lo que intento concluir es que si usted es latino o afrodescendien-
te, tiene mucha mayor probabilidad de ir preso en Estados Unidos
que si es blanco14. Esto es una realidad que asumen los venezolanos
13 32 mil 624 presos según el informe 2009 del Observatorio Venezolano de Prisiones.
14 http://www.sentencingproject.org/doc/publications/rd_stateratesofinc­byra­cean­­deth­
ni­­city.pdf.
58

La alegría triste de emigrar

emigrantes, que en su mayoría son de clase socioeconómica media


o de nivel superior y se comportan en consecuencia.
El venezolano que reside en Atlanta es un individuo que se
siente seguro. Es decir, no lo asaltan los miedos a la delincuencia
que tiene en Venezuela actualmente, sino que confiesa con alguna
tranquilidad que deja su bicicleta pasar la noche en la puerta de su
casa porque sabe que estará allí al día siguiente. Camina y hace uso
de los parques y lugares públicos con tranquilidad. Para decirlo en
forma técnica, este venezolano emigrado tiene una alta sensación
de seguridad para realizar su vida en libertad.
Pero no se crea otra cosa. En una de las reuniones a la que acu-
dí, Irma confesó que una valiosa cámara fotográfica había desapa-
recido de su carro una noche que lo dejó con los seguros abiertos.
Ella vive en un complejo residencial de clase media. Cree que dejó
el seguro abierto de su carro y de allí algunos jóvenes que merodea-
ban lo abrieron y se llevaron el artefacto. Por otra parte, supe que
una menor estudiante venezolana tuvo un incidente entre compa-
ñeros de clase, ocasión en la que fue amenazada de muerte. Esto
fue denunciado por la familia ante las autoridades, que decidieron
que un oficial de policía acompañara a la estudiante a todas sus ac-
tividades. Y así se hizo.
Atlanta queda en Georgia, al sur de los Estados Unidos. Abun-
dan los afroamericanos y la gente es de por sí muy conservadora.
Una ciudad de rascacielos y contrastes que Tom Wolfe definió ma-
gistralmente en su libro Todo un hombre. Tiene muchas distraccio-
nes: el acuario más grande del mundo, la central de la CNN y de
la Coca Cola, está la tumba y un museo con los restos de Martin
Luther King Jr. y su esposa, de la cual mucha gente sale emociona-
da. Allí está la vieja carreta en la que fue transportado por las calles
de Atlanta el féretro del líder afrodescendiente asesinado.
Atlanta y sus satélites circunvecinas son ciudades conurbadas
que tienen abundantes parques y una organización del tráfico para
vivir la vida con calidad. Por alguna razón, es un estado muy prefe-
rido por los venezolanos. Probablemente por quedar al sur, colin-
dante con Florida y tener clima relativamente benigno.
59

La nueva disciplina

O probablemente por ser muy conservador.


Georgia, el pequeño estado al sur de EUA, es curiosamente el
quinto estado en cantidad de venezolanos que reciben anualmen-
te la green card. El venezolano lo prefiere para residir por encima de
otros mucho más poblados como Massachusetts e Illinois, que es-
tán más al norte y donde pega fuertemente el frío con nieve.
Han abierto varios restaurantes venezolanos este siglo en At-
lanta. Los venezolanos residentes los conocen y suelen comer allí
eventualmente. Uno de ellos es el Nata Rica, ubicado en Buford
Highway, Norcross, al norte de Atlanta. Queda en un amplio centro
comercial, con su puerta frente al estacionamiento. Disfruté de mi
almuerzo y apenas hablé una media hora con su dueño, Cherry Ro-
jas. Él me sorprendió con su relato porque explica en mucho no só-
lo por qué se vinieron a EUA muchos nacionales sino qué es lo que
los mueve en el país del norte.
El lector estará haciéndose una idea de lo que significa Nata Rica.
Pero no es así.
El nombre del restaurante de Cherry obedece a sus hijos Natalia
y Ricardo. Ellos tenían 16 y 12 años cuando la familia llegó a Atlan-
ta en 2005. Para el verano de 2011 ya estaban encaminados: la ma-
yor estudiaba Ingeniería y el menor estaba saliendo de bachillerato.
Cherry y su esposa Elvira Villamizar, a sus 48 años, sienten hoy
que realizaron su vida al tener a sus dos hijos, de 22 y 18 años,
orientados y en territorio de EUA para enfrentar trayectos futuros.
¿Qué les pasó a Elvira y a Cherry? Pues lo mismo que a muchos ve-
nezolanos a quienes en los tempranos años 2000 la política los to-
có de cerca. Ambos trabajaban en el Metro de Caracas, empresa es-
tatal de transporte, como personal de confianza. Él firmó y reafirmó
para pedir la realización del referéndum revocatorio al presidente
Hugo Chávez. Se la jugó. Y eso le trajo consecuencias laborales. Le
quitaron responsabilidades en la empresa, lo colocaron en una ofi-
cina con un escritorio sin computador, es decir a vegetar. Cherry na-
rró que su jefe le pidió que retirara la firma y el asunto se olvidaría.
Pero no lo aceptó y alegó: “Mi trabajo no tiene que ver con mi pen-
samiento político, nunca he visto algo como eso”.
60

La alegría triste de emigrar

A su esposa la dejaron en paz. Pero de todos modos ellos no so-


portaron y decidieron salir ambos del Metro de Caracas y empren-
der la aventura de la emigración. Lo apostaron todo por la vida en
Atlanta. Vendieron el apartamento, el carro y la acción en un resort
en Venezuela y construyeron un gran pote de decenas de miles de
dólares. Llegaron a Atlanta y con la ayuda de su cuñada Dora Villa-
mizar decidieron en familia emprender el proyecto del restaurante
Nata Rica, donde Cherry y su esposa trabajan siete días a la semana.
Ésta es la tipología del venezolano emigrante de este siglo. Lo da to-
do por “Nata” y por “Rica”, para que tengan lo que ellos tuvieron y
hasta mejor de lo que ellos tuvieron en Venezuela.
Pero en esto de los restaurantes venezolanos en Atlanta, Nata
Rica coincide con Mango, de Gustavo Parra, ubicado en Pleasant
Hill Center, Lawrenceville. Venezolanos y latinoamericanos en ge-
neral se han ido alejando de estos lugares después de desatada la
crisis económica de 2008.
Parra tiene un restaurante tan amplio como el de Nata Rica (de
ocho mesas), pero se queja de que los clientes, en su mayoría lati-
noamericanos, se han ido esfumando a raíz de la ley antiinmigran-
te que ha sido aprobada en Georgia en 2011. De este estado sureño
salió la segunda ley draconiana contra la inmigración ilegal. De es-
to tuve oportunidad de hablar con Teodoro Maus, presidente de la
Georgia Latino Alliance for Human Rights (GLAHR, Alianza Lati-
na de Georgia para los Derechos Humanos). Es una organización
muy activa en la defensa de los inmigrantes en la zona sur de EUA.
Está ubicada en Perimeter Park drive. Él es mexicano y fue cónsul
de su país en esta ciudad. Por ende la conoce desde hace muchos
años y sabe de lo que habla al explicar lo que esta ley sancionadora
significa para los hispanos.
“En estados sureños se han diseñado, pasado por el Congreso
regional y aprobado leyes abiertamente punitivas y antiinmigrante,
con toda la intención de correr a las personas, sin ningún benefi-
cio y con costo económico bastante fuerte”, dice Teodoro y agrega:
“Son leyes orientadas a afectar a los latinos. Empezaron en Arizona,
donde se arrinconó a los indocumentados, siguió Georgia y la más
61

La nueva disciplina

grosera es la HB 56 de Alabama (estado contiguo a Georgia), que


llega a extremos de agresividad contra los latinos e indocumenta-
dos, afectando a cualquiera que tenga nombre español”. La compa-
ra con la persecución de gitanos, gays, comunistas y judíos en Eu-
ropa durante la Segunda Guerra Mundial.
Maus, quien trabaja en materia de derechos humanos, sostiene
que “aquí en Georgia, donde tenemos más organizaciones reforza-
das, hemos logrado parar una ley en parte. La gente está temerosa,
pero no se ha creado esa desbandada ocurrida en Alabama a cau-
sa de la ley”. Esa ley tenía perfil racial automático. Implicaba que
si un ciudadano o la policía veía a otra persona y consideraba que
debía ser latina por su perfil étnico o racial, tenía el derecho a acu-
sarla y la policía la obligación de pedirle identificación y chequear
su estatus migratorio. También establecía restricciones en escue-
las universitarias.
“Lo demás que está vigente en Georgia es una pena de hasta 25
años de cárcel si usas un documento falso para conseguir un tra-
bajo. Otra es que cualquiera que busque empleo y transporte a un
indocumentado, lo suba a su auto y lo lleve a su trabajo, está abier-
tamente expuesto a que lo demanden por transporte de ilegales, co-
mo el ‘tren subterráneo’ en la época de las esclavitudes. Aquí con-
sideran que si también llevas a otra persona que es indocumentada
en el auto puedes ser acusado de transporte ilegal. Quedó prohibi-
do usar cualquier asentamiento médico, incluyendo emergencias”.
La vigencia de estas normas desde 2011 ha tenido consecuen-
cias. Muchos latinos se han ido a otros estados, lo que produjo pro-
blemas para recoger cosechas, pues no había quien lo hiciera. Un
periódico calculó 70 millones de dólares en pérdidas. Las autorida-
des plantearon usar a ex convictos en las haciendas, pero los propie-
tarios dijeron preferir a los inmigrantes.
Una señora latina confesó en el programa radial de Maus que
se había vuelto muy religiosa. A menudo se persigna porque de-
be salir a la calle aunque sea sólo a hacer algún mandado y la po-
licía puede abordarla legalmente y pedirle los papeles de inmigra-
ción. “La población latina vive en miedo”, dice Teodoro, “a pesar
62

La alegría triste de emigrar

de que a diferencia de Alabama, hemos logrado a través de los me-


dios de comunicación detener la salida por montones. Sí ha habi-
do de todos modos mucha gente yéndose o preparándose para ir-
se. Esto es sumamente triste”. Maus advierte que esta situación
está afectando a muchos de los residentes latinos que están lega-
les, pero se ven expuestos igualmente a la persecución, porque les
paran y les preguntan.
Una inflamación en los ganglios me llevó a conocer la Metro-
politan Clinic ubicada en Sandy Spring, en la parte norte de Atlan-
ta. Fue creada en 2009 con capital venezolano. Su gerente general
es la doctora Cynthia García, médico epidemiólogo, quien trabajó
en investigación científica, sobre todo en vacunas y enfermedades
infecciosas en el Instituto de Biomedicina bajo la dirección de Ja-
cinto Convit.
García forma parte de la directiva de la clínica. Su familia hizo
la inversión en momentos en que los bancos no prestan mucho di-
nero en Atlanta. Ella emigró a Atlanta cuatro años atrás, como par-
te de una reunificación familiar. “Cuando empecé la idea quería
que fuese un centro de atención para la población latina, de alto ni-
vel médico, que los médicos que atendieran fueran reconocidos,
que se atendiera con criterios de medicina moderna. Acá en Atlan-
ta los centros de atención a la población latina no eran satisfacto-
rios. Es una población exigente, le gusta que le expliquen las cosas.
Los centros de atención orientados a los latinos son pequeños y con
atención bastante escasa de recursos para resolver y diagnosticar a
los pacientes. Mucha gente de nivel profesional no encontraba aquí
respuesta a sus problemas generales de salud, de medicina interna,
de sus controles, hipertensión arterial, diabetes, lo que requieren es
control sucesivo, medicina interna, general o de familia”.
La clínica posee infraestructura moderna, con espacio para cre-
cer. La gente siente que está en una clínica. Los servicios son total-
mente computarizados. Me atendieron en español. “Nuestra aten-
ción es siempre en español. Nos asociamos con un grupo médico
norteamericano, quienes son los jefes médicos de la clínica. La
atención previa y directa al paciente no la hace una enfermera ni
63

La nueva disciplina

asistente médico sino médicos latinos, que son los asistentes del
grupo médico americano jefe de la clínica”.
La Metropolitan Clinic, que nació en tiempos de crisis econó-
mica, ha tenido que afrontar también otro serio inconveniente: que
muchos latinos se están yendo. “El 90 por ciento de nuestros pa-
cientes son latinoamericanos. Eso lo han sufrido todos los nego-
cios y servicios que están orientados a la población latina. Pero la
población es muy grande, con características muy diferentes a las
de Florida y otros estados. En este estado hay más acceso a quienes
vienen de pasos de frontera, no como Florida, que se alimenta más
de Suramérica y el Caribe. Son diferentes concepciones. La mayo-
ría es gente muy humilde. Hay que pensar en ese tipo de personas
para diseñar el servicio, haciendo cambios en las percepciones de
la gente y poderlos atender”.
Sin embargo, García dice que se atiende a 35 pacientes por día,
unas 200 personas por semana. Por la consulta inicial pagué 45
dólares. Me hicieron exámenes de despistaje, me inyectaron un
fuerte antibiótico por unos 127 dólares. También me recetaron va-
rias medicinas para el tratamiento. Una semana después pagué
otros 45 dólares para constatar que todo había vuelto a la norma-
lidad. “Pensamos en las personas que no tienen seguro médico.
Ellas piensan en dónde me atiendo si me pasa algo. La mayoría de
los latinos no tiene seguro. Los profesionales de alto nivel, inclusi-
ve, con la debacle económica perdieron los empleos y se quedaron
sin seguro también. Los precios de las medicinas son muy altos en
EUA y lo hacemos de calidad, que no sea un lugar donde no se sa-
be qué están pensando, cómo están manejando las cosas”, asegu-
ra Cynthia García.
Una amiga de Cynthia –Clementina- realiza trabajo político en
la ciudad. Aunque no exista un consulado venezolano en Atlanta,
donde se pueda votar, hay política nacional. Conocí a Clementina
Bayot-Hiteshew y otros dos ciudadanos venezolanos muy activos
en la oposición, que organizan a los nacionales y les hacen llegar
información sobre las políticas de la Mesa de Unidad Democráti-
ca (MUD). Los otros dos son Tomás Lefkovits, un maracucho de 63
64

La alegría triste de emigrar

años, y María Mercedes Gutiérrez. Sobre todo Clementina es bien


conocida entre los venezolanos residentes en Atlanta. Ella les man-
tuvo informados sobre la evolución del proceso de primarias entre
los precandidatos de la oposición.
En Atlanta también pude percibir un contaste singular de la vida
en la sociedad norteamericana. Hay algo tan espiritual como la cele-
bración del Thanksgiving, Día de Acción de Gracias, cuando todas
las familias del país se reúnen a cenar en nombre de la solidaridad.
El pavo siempre es el menú. Generalmente se acompaña con
puré de papas.
Fue el 24, el último jueves de noviembre. En otro evento, só-
lo un poco más tarde, las principales tiendas del país abrieron de
madrugada para celebrar el Viernes Negro (Black Friday) y dar ape-
tecibles ofertas. Multitudes suelen copar por ello las puertas de
Wal-Mart. En 2008 una turba en estampida le quitó la vida a un
empleado de esa empresa, pasándole por encima.
Ese viernes pude ver a decenas de personas a cielo abierto espe-
rando a que fueran las 4 am a las puertas de Sports Authority, una
tienda de artículos deportivos en el centro comercial North Point.
Soportaban un frío de cero grados centígrados.
Por demás, es el comienzo de la temporada de ventas de fin de
año.
Ese día, “gringos” –y también venezolanos– se entregaron a lo
sublime de la hermandad y de inmediato a lo mundano del excitan-
te consumo.
65

Una profesional proveniente de la clase


media baja supera los cambios sociales
Esta historia trata del ascenso social, de una mejora en la calidad
de vida y del encuentro de un mejor futuro para una hija.
Irma trabajaba en Caracas para una importante empresa inter-
nacional de computación y le tocaba viajar a diversos países de Sur-
américa. En esos viajes surgió una relación con un compañero de
trabajo que también viajaba desde Atlanta y quien le propuso ma-
trimonio. Se fue entonces en 2006 con 33 años y siendo madre sol-
tera de una niña de cinco.
Se había graduado en Administración de Empresas. Viene de
una familia de clase media baja, muy pobre y humilde, que resi-
día en la parroquia El Valle en Caracas. La historia de Irma es la
de la superación a costa de estudio y trabajo, es la típica reseña de
un caso de la formación de la fuerte clase media que existe en las
zonas urbanas de Venezuela. “No me vine por Chávez ni por la si-
tuación económica”, me confesó. Vivía en la urbanización Los Sa-
manes, un sector de clase media. Su trabajo había hecho que no tu-
viera deudas y contaba con su carro y apartamento pagados. Su hija
iba a un excelente colegio privado en Colinas de Tamanaco. “A pe-
sar de los problemas de seguridad, todo andaba tranquilo para no-
sotras dos”.
66

La alegría triste de emigrar

Irma sintió varios choques al comenzar su vida en Estados Uni-


dos. Llegó al mundo de los gringos, no de los latinos. No conocía
hispanos en kilómetros a la redonda de casa y las cosas son más di-
fíciles cuando no hay cerca gente de su propia cultura. “Me dijeron
que mi hija debía acostarse a las siete de la noche y cenar a las cin-
co de la tarde. Yo no cenaba, por cuidar mi figura. En Venezuela, la
acostaba como a las nueve porque no la dejaba ver novelas. Me ayu-
daba la nana. Es el shock cultural”.
A Irma le cambio no sólo la comida sino también el idioma, el
clima y el tipo de relaciones sociales. Muchas cosas le eran diferen-
tes; el norteamericano se levanta temprano y se acuesta extrema-
damente temprano. La atención que la sociedad norteamericana da
a los más pequeños le hizo pensar que “este país es de los niños”.
Ellos ocupan un espacio importante y las normas los protegen. Por
eso, su hija no tuvo muchos problemas de adaptación. “Pero al lle-
gar y no tener a nadie que hablara español, me di cuenta de cuán
difícil iba a ser. Comencé una carrera para conocer gente como yo,
gente venezolana, profesional que se mudó acá y que hiciera lo mis-
mo que yo, tratar de sobrevivir”.
Todo le parecía muy bonito y ordenado, pero Irma estaba cons-
ciente de que a menos que tuviera una necesidad real de vivir aquí,
era muy difícil conectarse con todos esos difíciles cambios. Se casó
a los 14 días de haber llegado a Atlanta. “Me deprimí tanto por to-
dos esos cambios que ni siquiera metía los papeles para la residen-
cia permanente. Me hacía falta mi familia, mi hermana y mi her-
mano, mi mamá, mis abuelos. ¿En qué me había metido? Había
dejado todo atrás y era como si hubiera quemado el puente porque
había dejado mi trabajo. Mi familia no podía venir a Atlanta porque
a todos les habían rechazado la visa. Tenía sentimientos encontra-
dos de vivir con la persona que amaba y creía que viviría toda la vida
con ella… a veces me asaltaba la duda sobre si había valido la pena”.
Después de tres meses introdujo los papeles para la residencia
permanente. Se había llevado unos cuantos miles de dólares desde
Venezuela y fue viviendo de eso aunque no tenía necesidad inme-
diata de trabajar, ya que su esposo tenía casa. Irma daba por sentado
67

Una profesional proveniente de la clase media baja supera los cambios sociales

que el shock cultural lo vería superado cuando consiguiera un tra-


bajo estable en Atlanta. Buscó inicialmente en la misma empresa
internacional donde trabajaba en Caracas, pero ésta estaba botan-
do gente. Entonces contactó a cazatalentos. “Llegué en abril y en-
contré trabajo en enero. Son como seis entrevistas hasta que llegas
al punto. Tuve suerte. Me llamaron de muchas partes. Dos ofertas
tuve. Me preguntaron cuánto quería ganar, dije una cifra y respon-
dieron que me la pagarían. Yo había hecho una investigación por
Internet, sabía que era mejor y más fácil buscar en telecomunica-
ciones y salud porque se avecinaba una recesión como producto de
las guerras en Afganistán e Irak. Me enfoqué en eso y llegué en te-
lecomunicaciones”.
Su esposo, que es norteamericano 100 por ciento, ni siquiera ha-
bla español. Él nunca asimiló claramente que ella era una inmigran-
te, sino que pensaba y actuaba como si ella fuera la misma persona
que trabajaba con él en Ecuador. Su hija de cinco años al comienzo
no quería hablar el inglés. Era su forma de reaccionar al hecho de
que la habían mudado de Venezuela. Pero luego el inglés fue para
ella una necesidad. Fue su forma de ganar libertad para comunicar-
se con otros niños. Podía salir sola a jugar con amiguitos en la calle.
Aprendió en tiempo récord, lo hizo fluido en tres meses. “Los lati-
nos nos sentimos orgullosos de quienes somos, nos adaptamos para
sobrevivir aquí, pero lo latino lo llevamos por dentro. Yo trato de ol-
vidar, pero he tenido experiencias. Ha habido episodios en la escue-
la, con las maestras. Hacen distribución de los salones y a mi hija la
ponen con todos los latinos, pero sus amigas son todas gringas y en-
tonces se queda sola. Se lo dije a la directora: nos están clasificando.
Es una escuela pública. Recuerdo que el año pasado mi hija me di-
jo que no le gustaba la clase de Matemáticas. Investigué y estaba en
una clase con puros latinos y eran rezagados, que los padres no ha-
blan inglés y no entienden, y a mi hija le iba súper bien. Le dije a la
maestra que estaba aburrida y que lo único que hacía era traducir pa-
ra los niños latinos. Entonces la pasaron a la clase avanzada”.
Irma hubo también de toparse con dos tipos de frío: el del cli-
ma y el de la gente. “En el invierno pensaba que me iba a morir, no
68

La alegría triste de emigrar

entendía cómo la gente podía ir a trabajar. Sentía cargo de concien-


cia al mandar a mi hija a la escuela”.
Georgia es un estado muy conservador, pero al sur de los Esta-
dos Unidos la gente es afectuosa en comparación con otras zonas.
Algunos consideraron que ella se vestía inapropiadamente. Así se
lo dijeron las esposas de algunos vecinos. Pero su vestir no enseña-
ba nada impropio. A su suegro casi le da un infarto cuando la vio
en bikini y entonces tuvo que comprarse trajes de baño enteros pa-
ra evitar situaciones incómodas. Le llamaba la atención que en las
reuniones, las mujeres hablan con mujeres, los hombres con hom-
bres y los niños con niños. Ella no era así y hablaba con todo el
mundo. También la veían extraña porque trabajaba. “Muchas veces
no me invitaban a las reuniones. Llegó un momento en que todas
mis amigas eran extranjeras, holandesas, cubanas y colombianas…
¿Qué es eso de que soy extraña porque trabajo?”.
De las relaciones tan formales que Irma estaba viviendo enton-
ces, extrañaba la generosidad de los afectos venezolanos, la infor-
malidad de los contactos. Era la estructura que le hacía añorar la
improvisación. Por un tiempo pensó que se acostumbraría a la vida
de los norteamericanos hasta que conoció a otra venezolana en una
peluquería y a una brasilera a quien ayudó a montar una empresa y
luego la invitó a su matrimonio, al nacimiento de su hijo y al bauti-
zo. Esas relaciones informales se transformaron en un nexo fami-
liar. “Los amigos latinos se tratan como familia”.
Ella se lanza con un criterio típico de clase media. Ve a los ve-
nezolanos en EUA como una generación que “no pasó la frontera
a pie sino que se los trajo la compañía”. Son profesionales y mon-
tan sus propios negocios. “Ésa es la mayor diferencia de nosotros.
Entramos siempre por la puerta grande. No busqué trabajo en una
arepera sino en una compañía como en la que yo trabajaba en Ca-
racas. Me siento ya insertada aquí. Pero no descarto regresar cuan-
do me retire. Me compro una casa en Margarita o Puerto La Cruz,
cerca de la playa. Porque ¿qué haría yo aquí sola? No tengo familia
aquí. Si mi hija se querría ir para Venezuela, lo más lógico es que
yo me vaya también. Yo voy a Venezuela todos los años y cada vez
69

Una profesional proveniente de la clase media baja supera los cambios sociales

que voy veo retroceso en los valores, la criminalidad, los males que
la aquejan, pero hay algo muy intrínseco que no se ha perdido: la
alegría. Hay familias enfrentadas por problemas políticos y se unen
en las fiestas y en los velorios. Las cosas pasan por alguna razón y
se puede hallar algo positivo”.
71

Buscaba seguridad pero se casó


con un ilegal
Se llama Inés. Vive en un suburbio popular y céntrico de Atlanta,
Georgia. Habita un recinto de unos 25 metros cuadrados, con sólo
una habitación para ella, esposo y su pequeña hija de tres años. “Es
nuestro”, dice con orgullo. Se trata de un pequeño anexo a una casa,
cuyos dueños la han ayudado desde que llegó a Atlanta en 2005. El
local luce un tanto desarreglado. Son más las cosas que tienen que
las que pueden caber holgadamente en el departamento.
Él es mexicano y trabaja en construcción. Ella se dedica a aten-
der a la bebé. Inés basa la felicidad de su vida en y para estos dos
seres que le acompañan y por los que renunció a mucho. Llegó a
Atlanta a sus 39 años y hoy tiene 45. Salió de Caracas a finales de
2005 y vivió legalmente en los Estados Unidos durante un tiempo,
hasta que causas de fuerza mayor hicieron que ella acogiera la in-
migración en la ilegalidad, como decisión irrevocable.
Nació en La Guaira en 1965, se crió en Caracas y Nirgua (esta-
do Yaracuy) y luego volvió a la capital. Llegó el 16 de noviembre de
2005 a Atlanta. Se fue porque “Venezuela me deprimía”. Había tra-
bajado los últimos ocho años como secretaria en la embajada de la
República Árabe Saharaui. “El día que salí de la embajada y llegué a
casa de mis padres, le dije a las personas que estaban allí que tenían
72

La alegría triste de emigrar

prohibido poner noticias. Que a quien pusiera Globovisión, Vene-


visión, Venezolana de Televisión o algo parecido lo mataba. No que-
ría saber de noticias”.
“¿Qué querías evitar?”, le pregunté. “Toda la situación estresan-
te. Lo que me llevó a salir de la embajada era la situación política. Tú
tenías que estar allí pendiente cada día de lo que sucedía en el Go-
bierno de Hugo Chávez, de los ministros, de lo que decía cada uno.
Y tú veías que no había un norte claro, ver que esto es positivo, es-
to es para engrandecer, para crecer. No quería oír una palabra más
de política ni saber una palabra más del señor Chávez. Antes de sa-
lir de la embajada obtuve la visa, los documentos para venirme pa-
ra acá. El hecho de venirme a Estados Unidos no era algo que lo pro-
vocó Chávez. Él sólo provocó la situación política de Venezuela. Yo
lo tenía en mente desde muchos años atrás, tal vez no como plan de
vida. Tal vez como venir, conocer, probar suerte y si estaba bien me
quedaba, pero no como para radicarme totalmente en EUA. Escogí
Atlanta, porque aquí era donde tenía a gente conocida y esas perso-
nas me abrieron las puertas de su casa. Estuve seis meses y pedí ex-
tensión de visa aquí. Tuve que presentar un pasaje de vuelta con fe-
cha programada y todo para que me la pudieran extender seis meses
más. Cuando lo hicieron aproveché para seguir trabajando. Me vi-
ne con 400 dólares y otros 500 en un banco en Venezuela con una
tarjeta prepagada. Conseguí un empleo empacando cloro. El primer
día me sentí así como el obrero que baja de Petare y tiene que aga-
rrar el jeep, luego el Metro y otro autobús. Iba con mi loncherita de-
bajo del brazo y teniendo sólo media hora para comer. Eso era algo
para mí.., era como algo que no existía en mi mente. Ese primer día
fue muy duro, fueron ocho horas de pie, casi sin poder pedir permi-
so para ir al baño. Parada frente a una banda y tú tenías que pasar,
subiendo la botellita y bajando la botellita, y luego dentro de la caja.
Terminé con un dolor horrible en la espalda. Mi mamá me hablaba
todos los días y me decía que yo no tenía por qué vivir eso. Yo le res-
pondía: “¿Qué quieres que haga, mamá? En Venezuela yo no tengo
norte, si me tengo que quedar aquí a limpiar baños, aquí me quedo.
Fue muy traumático”.
73

Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal

Empacando cloro, Inés ganaba siete dólares por hora. Trabaja-


ba ocho horas diarias y sacaba unos 250 dólares a la semana. “Lue-
go me fui a trabajar a un hotel como camarera, algo que tampo-
co existía en mi mente. Quiero decir que me trajo también el vivir
cosas nuevas. Cuando tú llegas a la habitación de un hotel la en-
cuentras limpia y no sabes a quién le tocó limpiarla. Y llegar a ha-
cer ese trabajo, realmente lavar los baños y ponerte a cambiar las
sábanas, pasar aspiradora, al comienzo todo eso fue muy difícil.
Yo había trabajado en otro mundo, con un embajador, dentro de
otra cosa, en recepciones, un mundo totalmente diferente. Gana-
ba un poquito menos que con el cloro. Pero el trabajo era diferen-
te, tenías tu comedor para comer, no tenías que pedir permiso pa-
ra ir al baño y que alguien te lo negara. Me gustó más que estar en
la fábrica”.
Desde sus tiempos en Nirgua, Inés acogió la religión adventis-
ta. Y la siguió en Atlanta. “Cuando llegué aquí me sentí un poco
sola, debido a las condiciones de vida en este país. Yo llegué legal,
pero prácticamente sola, no estaba preparada realmente para estar
aquí en cuestión de idioma, de manejar, no podía comprar un ca-
rro. Me tenían que llevar a comprar la despensa. Empecé a ver que
tu dependencia no es solamente por tu dinero, de lo que cargas en-
cima en el bolsillo, o de tus papeles, no, tu dependencia es de Dios,
y en ese momento yo me aferré mucho más a la Iglesia. Asisto a la
Iglesia Adventista del Séptimo Día. En Venezuela iba los sábados.
Pero aquí ya fue constantemente domingo, viernes, miércoles, to-
do el tiempo”.
Ella mantiene el uso del español en casa. “Mi niña escucha de la
TV y de su papá que le habla en inglés, pero yo siempre le hablo en
español. Cuando vaya al colegio creo que tendrá una noción porque
ella sabe decir palabras en inglés, dice gracias, dice los números
y los colores. Ella disfruta las comiquitas en inglés y hasta se ríe”.
Aunque vivían en zonas contiguas, Inés y su esposo se cono-
cieron profundamente en la Iglesia y por allí fue donde lograron
unirse. “Fue muy lindo. De hecho él vivía aquí en esta casa y yo
en la parte de atrás. La señora dueña tiene muchos anexos en este
74

La alegría triste de emigrar

lugar. Desde aquí íbamos juntos los sábados a la Iglesia. Allí nos
encargábamos del sonido y todo lo que tenía que ver con la com-
putadora. Él quería aprender y lo poco que yo sabía se lo enseñé.
De allí nació la relación. Cuando me fui a Venezuela el primer año,
ya lo hacía como novia de él. Fui porque no tenía otra opción para
volver a renovar la visa. Yo me dije que ilegal no me iba a quedar.
Llegué a Venezuela y me pasé tres meses, en febrero de 2007 re-
gresé. Fue muy difícil con Inmigración. Fue la única vez que me
sentí como hormiga. Cuando regresé a Venezuela olvidé entregar
a la línea aérea la I-94, que es el formato que dan cuando ingresas
a Estados Unidos y que da cuenta de que saliste en el tiempo esti-
pulado. Yo me lo llevé. Resulta que cuando intenté volver a entrar
me pusieron muchos problemas por eso. Me pasaron a la oficina
de Inmigración, donde lo tratan a uno como al propio delincuen-
te. No tienes derecho a nada. Todo lo tuyo lo esculcan. Cada pape-
lito, parece que querían encontrar no sé qué. Yo había ido a Aruba
y en mi pasaporte encontraron eso. Me preguntaron entonces: ¿Tú
de qué vives? ¿Qué haces? Y eso les incomodaba a ellos, saber lo
que yo estaba haciendo. Pero tenían sus razones porque también
encontraron documentos de lugares donde yo trabajaba aquí y eso
hizo poner la cosa más difícil. Gracias a Dios, el oficial me dio per-
miso para estar solo menos de un mes. Durante ese mes llegué y
solicité extensión de visa y me la dieron por dos meses más. En-
tonces después de ese tiempo me regresé a Venezuela y me estu-
ve allá otros seis meses”.
Sin embargo, antes de largarse a Venezuela, Inés resolvió otro
asunto importante: “Me casé. El que es mi esposo hoy día me ha-
bía dicho ‘o te casas o te pierdes de mi vista, no te quiero ver nunca
más’. Decido casarme aquí. Todas las personas aquí me decían que
no lo hiciera. Que me fuera a Puerto Rico y me casara con uno de la
isla, que no lo hiciera con un ilegal. Todas esas cosas me decían, pe-
ro para mí otras cosas tienen más peso: el valor de una familia, de
encontrar el amor, de estar con una persona que realmente te llene.
Eso tiene más valor que agarrar y pagarle a alguien, casarme, espe-
rar dos años para divorciarme o quizás más. Pagarle a esa persona
75

Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal

por hacerme el favor de casarse conmigo. Eso aquí lo hace mucha


gente. Pero eso no era una opción para mí. Se suponía que no po-
día tener hijos por mis problemas de salud y Dios me ha bendecido
ahora con una hermosa niña”.
Después de los tres meses de permiso en Atlanta se fue seis
meses a Venezuela, como para que Inmigración se olvidara de ella.
Después entró por Miami, de ahí voló a Nueva York y de Nueva
York a Atlanta. Llegando a Atlanta quedó embarazada. “Ahí dije
que no hay vuelta a Venezuela porque entre que mi bebé naciera
en Venezuela, naciera en México o naciera aquí, preferí que nacie-
ra aquí en Atlanta, sin derecho a réplica. Si me iba a Venezuela no
me iban a dejar entrar de nuevo a Estados Unidos con la barriga.
Y era imposible tenerla en Venezuela para traérmela después, por-
que para sacar un pasaporte para un menor de edad hay que hacer
un curso intensivo, o no se consiguen. ¿Cuál es el plan del gobier-
no de dejar a los niños sin pasaporte? No lo sé. Ha sido bien difí-
cil ser ilegal, porque ya uno no se siente con la libertad con la que
te contaba uno podía andar antes. Sobre todo con esta situación de
las leyes sobre inmigrantes que se están dando en todos los Esta-
dos Unidos. Pero confío en Dios, que es el único que le puede dar
permiso a uno para estar en algún lugar. Si él dice no más Estados
Unidos, pues no más Estados Unidos”.
Le pregunté si se siente cohibida de acudir a algunos sitios de-
bido a la situación de ilegalidad en la que se encuentra. “Para mane-
jar sí. Uno piensa: ‘si tengo que ir a este lugar, no voy yo manejan-
do sino que me busco a otro que maneje para poder hacerlo’. Pero
salimos, igual vamos y venimos confiados en las manos de Dios”.
De cualquier modo, Inés ha incorporado en su vida valores de la so-
ciedad en la que ahora vive. “Fíjate, el norteamericano es muy res-
petuoso, si te vas a dirigir a una persona lo haces con respeto. En
Venezuela vas a comprar pan y te dicen ‘mi amor, ¿qué quieres?’.
Cosas como saludarse con un beso, o un abrazo, aquí no se hacen,
nada más se da la mano y si la otra persona lo considera. Hay un es-
pacio. Si vas a algún lugar, de por sí el norteamericano es amigable,
pero siempre tiene su resguardo y terminas tú siendo igual, como
76

La alegría triste de emigrar

repitiendo esos mismos patrones. En este país, la palabra seguri-


dad no es un decir: es un hecho. Aquí, cuando en el primer año me
iba a las clases de inglés en la noche y venía en el Metro a las 11 de
la noche, veía a la gente con sus prendas, que no son de goldfilled, y
no ves a nadie robando. No es que no suceda, pero no es el común
de este país. Te sientes bien, vas a un parque y está limpio como las
calles, ves la grama, es verde y cuidada, ves jardines, es lindo eso.
Llegas a Caracas y ¿qué consigues? Mal olor por todos lados, sucie-
dad. Aquí tú llamas a la policía y en tres minutos los tienes allí. En
Venezuela para que vayan tienes que decir que mataste a alguien”.
Inés se tomó un breve tiempo para responder cuando le pedí
que me describiera el futuro que veía para ella y su familia en Esta-
dos Unidos. “Yo pienso que no hay un futuro real, porque no pue-
des nunca realmente decir me puedo adaptar y entrar en todo lo
que este país ofrece, porque realmente no tienes las condiciones pa-
ra hacerlo. Estamos claros en que estamos por un tiempo, pero por
más tiempo no nos podemos quedar. Si uno quiere crecer, no lo po-
demos hacer en las condiciones en que estamos. Creo que mi hija
sí tiene todo lo que es: alimentación, salud, colegio, ella lo tiene to-
do. Si yo la sacara de aquí, la situación para ella estaría complicada.
Mientras podamos y tengamos la bendición de Dios para vivir en
este país, por amor a ella lo vamos a hacer”.
Inés y su esposo han cubierto sus gastos de salud. Ella ve como
positiva la decisión de emigrar. “En Venezuela no tenía una esta-
bilidad. Lo único que allá tenía era un trabajo. Creo que lo que ga-
naba estaba por debajo de lo que tendría que ser; vivía muy mal.
Siempre viví en la casa de otra persona. Este espacio es mi casa,
aunque el resto de la casa no. Pero ni siquiera esto lo tenía en Ve-
nezuela. Allá yo vivía de casa de una amiga a casa de otra amiga.
No estaba estable bajo ninguna condición. Llegué aquí y he encon-
trado estabilidad en todos los sentidos. Tanto así que si yo extraño
algo de Venezuela es a mi madre, ni siquiera al resto de mi fami-
lia. Extraño a mi madre y a mis amigas, que fueron apoyo, consue-
lo y todo para mí. Tal vez por eso no extraño a Venezuela, para mí
era muy estresante”.
77

Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal

La niña interrumpe la conversación y se abraza a Inés. “La ni-


ña irá a la escuela cuando cumpla los cuatro años para los cinco. Y
el año escolar comienza aquí en agosto. Pero hay lugares donde los
aceptan en prekinder. Ella iría allí. Busco algo para ella. Quiero sa-
lir de este encierro. Cuando estuve trabajando en el hotel, mi idio-
ma no era lo más viable, pero llegue a ser supervisora de camareras,
con un radio en la cintura comunicándome de piso en piso. Dejé
ese empleo y me encerré en cuatro paredes por el embarazo de la
niña. Fue difícil y estuve a punto de perderla. Vivíamos en Carolina
del Norte en ese tiempo. Allá pasé yo mi embarazo, acostada 24 ho-
ras al día esperando que mi esposo viniera y me llevara un vaso de
agua a la cama. Mi parto costó 27 mil dólares y los pagó el gobier-
no del estado de Georgia; aunque uno esté en estado ilegal existe
el Medicare de emergencia en Georgia. Yo pagué mil dólares al co-
mienzo para mi control prenatal. Ellos me asignaron el lugar donde
me atenderían; fue en el hospital de Foulton. Me vine de Carolina
del Norte porque me sentía muy sola, a pesar de que había mucha
gente de mi Iglesia. Atlanta era mi espacio, lo que yo conozco. Aquí
me atrevía a agarrar el carro para salir”.
Le encanta de EUA que todo funciona. “Aquí por ejemplo, vas
a una oficina de correo postal a pedir el pasaporte de tu bebé, le to-
man la foto, llenas la planilla, lo mandas por correo y a los cinco
días lo tienes en tu casa. Eso es sólo un ejemplo simple. Pero no
siento aquí mi patria tampoco. Si estuviera bajo otra condición...
Venezuela es mi tierra, es lo más lindo del mundo, pero no sien-
to el anhelo de devolverme, de irme y regresar. A los 42 años tu-
ve a mi hija. Ahorita tengo 45. Llegué aquí a los 39 años. Pasé casi
dos años casada, los seis meses que pasé en Venezuela y luego tu-
ve a mi cosita bella. De repente alguien te dice: ‘Bruta, debiste ca-
sarte con alguien que tuviera papeles’. Por eso te digo que para mí
era esto, mi familia, mi esposo, un hombre que dé la cara por mí.
Él piensa que de aquí tenemos que irnos porque no tenemos segu-
ridad. Bueno, seguridad no hay en ninguna parte del mundo, pero
aquí es donde menos seguros estamos. Por la situación legal, por
los papeles. Porque por lo demás dejas la llave del carro pegadas
78

La alegría triste de emigrar

Los países que más aportan ilegales



2010 2011
Total 10.790.000 11.510.000

1 México 6.640.000 6.800.000


2 El Salvador 620.000 660.000
3 Guatemala 520.000 520.000
4 Honduras 330.000 380.000
5 Filipinas 280.000 270.000
6 India 200.000 240.000
7 Ecuador 180.000 210.000
8 Brasil 180.000 -
9 Corea del Sur 170.000 230.000
10 China 130.000 280.000
10 Viet Nam - 170.000

Total 10 países 9.250.000 9.760.000


Otros países 1.540.000 1.750.000

Población no autorizada 2010 y 2011


Fuente: Información oficial del Departamento de Seguridad Interna
79

Buscaba seguridad pero se casó con un ilegal

allá afuera y allí amanece el carro. No es para vivir azorada por los
ladrones”.
Diría que esta familia lleva su vida tranquila, basada en el traba-
jo de él y el crecimiento de su pequeña hija. El esposo se ganó 120
dólares conmigo, arreglando mi Toyota Corolla 2000. A ella la he
visto tomar la palabra ante el auditorio en la Iglesia y reflexionar so-
bre pasajes bíblicos. Mientras tanto, él la observaba orgulloso.
81

“Existen decenas de tipos de visa para


vivir en Estados Unidos”
David Hart, un abogado de Miami experto en casos de inmigración,
explicó un poco el complicado asunto de emigrar a EUA y cuáles
son las fórmulas más usadas. Lo entrevisté en noviembre de 2011
en sus oficinas del centro de la ciudad.
-¿Cuándo se puede postular una persona para obtener la residencia
permanente y qué condiciones le imponen a quien se postule?
-Una persona puede aplicar por la residencia permanente cuan-
do lo quiera. No son los mismos requisitos que para una visa de no
inmigrante. Incluso si sigue viviendo en Venezuela y por circuns-
tancias o buena suerte tiene forma de postularse desde ahí, lo pue-
de hacer.
-¿Postularse desde Venezuela?
-Lo normal es que la persona, si tiene intenciones de emigrar a
los Estados Unidos, intente obtener una visa preliminar, digamos
una visa de no inmigrante, distinta a la de residencia permanente.
No inmigrante quiere decir que es una visa temporal. Por ejemplo,
un inversionista que desee establecerse en los Estados Unidos po-
dría, bajo la Ley de Inmigración, ir directamente al trámite de resi-
dencia permanente, pero lo normal es tener antes una visa de no
inmigrante.
82

La alegría triste de emigrar

-¿De qué tipo de visa habla?


-Depende. Por ejemplo tenemos la visa L-1, que es la que pue-
de obtener alguien con un negocio en Venezuela que va a seguir
funcionando, pero puede establecer una filial en Estados Unidos y
aplicar. En caso de obtenerla, él mismo será trasladado para arran-
car operaciones en Estados Unidos. Otra es la E-2, que es una visa
de inversionista. Requiere un tratado entre los Estados Unidos y el
país de donde viene la persona. Venezuela no lo tiene pero hay mu-
chos italianos y españoles que tienen doble nacionalidad y pueden
optar por el pasaporte español o el italiano y presentarse como pos-
tulantes bajo la nacionalidad del otro país. Igual están viviendo en
Venezuela y es bastante común por la inmigración que ocurrió dé-
cadas atrás de España e Italia.
-Cuando uno aplica por la residencia estando en EUA, ¿le imponen
algunas restricciones, como no salir del país?
-Sí. Lo que usted menciona existe porque el trámite que alguien
inicia para llegar a la residencia estando dentro de los Estados Uni-
dos se llama “ajuste de estatus”, es un formulario I-485. Esa apli-
cación prohíbe salir del país mientras está en el trámite. Pero hay
excepciones. Alguien puede pedir un permiso especial, que nor-
malmente se somete al mismo tiempo y dice que tal persona tiene
el derecho a salir del país mientras el caso está en trámite. En caso
de visa H-1 o L-1 no necesitan tramitar ese permiso. Tratándose del
proceso de ajuste de estatus pueden salir del país.
-¿Qué beneficios adquiere quien obtiene una green card para sí y
su familia?
-Primero hay que decir que cuando una familia se postula, nor-
malmente hay un postulante principal, papá o mamá, esposo o es-
posa. El cónyuge tiene derecho a la residencia como los hijos me-
nores de 21 años. Tienen el beneficio de poder vivir en los Estados
Unidos para siempre. No hay restricción, es permanente. La tarje-
ta vence cada 10 años, pero no el estatus. Uno puede perder la resi-
dencia por algún delito que cometa, por ejemplo, pero normalmen-
te se puede vivir donde uno quiere por tiempo indefinido. No puede
votar, pero puede trabajar donde quiera, puede abrir un negocio y
83

“Existen decenas de tipos de visa para vivir en Estados Unidos”

ya está acumulando el tiempo necesario de cinco años para poder


tramitar la ciudadanía.
-Se puede aplicar con un patrocinante. ¿Qué diferentes tipos de pa-
trocinantes hay?
-Definimos inmigración con dos sectores: familia y empleo, in-
cluido clasificación como inversionista. Empezamos con familia.
Un miembro de la familia, sea esposo (a), hermano puede pedir a
su hermano, su esposa, hijo o si se es hijo adulto puede pedir a sus
padres. Las reglas para cada clasificación varían.
-¿Cuáles son las que más usan?
-La de los esposos. Un esposo ciudadano puede pedir a su espo-
sa de forma bastante rápida.
-¿Y el cónyuge que tenga sólo la green card, sin ser ciudadano, pue-
de pedir al otro cónyuge?
-Lo puede hacer, pero hay un cupo limitado anualmente, por lo
que existe una lista de espera. Un ciudadano puede pedir a su her-
mano o hermana, pero hay un cupo muy limitado y ¿qué pasa? Que
en las últimas décadas los casos se han demorado mucho. Cuando
un ciudadano (estadounidense) pide a su esposo o esposa, se tra-
ta de un trámite de seis u ocho meses. Pero si un ciudadano quiere
pedir a su hermano tiene que esperar 10 ó 12 años. Es una lista len-
ta, que genera demoras.
-Si es un residente permanente quien pide, entonces tarda mucho
más, ¿no?
-Sólo hay algunas personas que un residente permanente pue-
de pedir: por ejemplo hijos solteros, o cónyuges, pero no puede pe-
dir a sus padres ni a sus hermanos.
-Hay cantidad de visas especiales que admite el sistema de inmigra-
ción aquí, por ejemplo para gente que haya sido víctima de trata de per-
sonas.
-Sí. Está la visa U, para alguien que ha sido víctima de ciertos
crímenes. Por ejemplo, de violencia doméstica a una mujer. Hablo
de eso porque desafortunadamente ésa es una situación frecuente.
Un señor que es cuidado o que vive con la novia o la esposa; una
persona que se siente víctima, se siente encarcelada bajo amenaza
84

La alegría triste de emigrar

de un agresor. Sucede de vez en cuando y es la razón para que se ha-


ya creado esa clasificación. La ley dice que si esa persona notifica a
la policía tiene el derecho a tramitar una visa U, que después de un
año puede llegar a la residencia permanente no importa su estatus
legal. Esa visa protege a la víctima.
-¿Y eso puede ser estando fuera del territorio o sólo estando adentro?
-Estando dentro del territorio de Estados Unidos.
-Hay otro tipo de visas similares, para artistas y modelos famosos, ¿no?
-Sí. La O1. En términos de visa de no inmigrante, la O1 no de-
pende de un cupo. La visa de No Inmigrante es O1, alguien que tie-
ne habilidades extraordinarias en su oficio, un pintor, un escultor,
un artista, un chef muy famoso y en ese caso un agente, una em-
presa (norte)americana le tiene que pedir; por ejemplo, si uno es
atleta o artista, un agente le pide, basado en su carrera exitosa (en el
exterior) y aquí le ayuda a buscar trabajo. El proceso paralelo de re-
sidencia lo puede hacer sin patrocinante el artista, él o ella misma,
una vez que está aquí. Un artista muy famoso en Venezuela, reco-
nocido, que ha ganado honores y tiene mucha prensa, puede apli-
car desde Venezuela y en su nombre propio, sin patrocinante.
-En Venezuela ahora hay muchos asilados. ¿Puede explicarme cómo
se diferencian las figuras de asilado y refugiado?
-Es muy sencillo. El que aplica para la protección del gobierno
(norte)americano desde fuera de EUA puede obtener una visa en
condición de refugiado. La persona que aplica una vez que ha llega-
do a EUA puede obtener un asilo.
-¿Por qué no aparecen cifras de refugiados venezolanos en Estados
Unidos?
-Ningún venezolano ha aplicado para protección desde fuera
de los Estados Unidos. Todos viajan a EUA y una vez que llegan se
postulan acá. El asilo hay que aplicarlo dentro del primer año de ha-
ber llegado al país. Se puede aplicar después pero uno tiene que de-
mostrar a un nivel detallado por qué se demoró en aplicar. Si no, lo
pueden negar.
-¿Me explica brevemente las razones para el asilo?
-El tema del asilo para el venezolano es interesante porque hay
85

“Existen decenas de tipos de visa para vivir en Estados Unidos”

muchos rumores y ello fomenta un poco las postulaciones para ve-


nezolanos pensando que por el gobierno que existe actualmente
(el de Chávez), casi automáticamente un venezolano califica y eso
no es cierto. El aspirante a asilado o su familia tienen que mostrar
personalmente que es perseguido por el Estado por razones de re-
ligión, punto de vista político, raza, persecución o pertenencia a un
grupo étnico particular (que no es el caso en Venezuela). General-
mente ésas son las razones y uno tiene que mostrar con pruebas
que ha sufrido persecución y tiene miedo, que si regresa al país de
origen será de nuevo objeto de esos tratos y que puede incluso ser
torturado o una cosa peor. Uno tiene que tener pruebas, testimo-
nios de otras personas, son casos bastante complicados para ganar
y alguien que sólo tiene que contar una experiencia, la va a tener
que contar con un nivel de credibilidad muy alto para que sea ad-
mitido el asilo.
-¿Es alta la cantidad de personas que pide asilo en este país?
-No tengo esos números, pero creo que el porcentaje de aplica-
ciones que son negadas es bastante alto. No me estoy basando en
estadísticas.
-¿Cómo es el proceso para pedir asilo?
-Uno debe llenar la planilla I-589, la planilla básica del asilo.
Se identifica con nombre, fecha de nacimiento, datos familiares,
entradas y salidas del país. Al final hay cinco o seis preguntas que
permiten explicar por escrito el miedo, cuál es el motivo, qué tipo
de persecución uno ha sufrido en el país de origen. Es recomen-
dable juntar documentos. Se aplica con copias del pasaporte y to-
da la documentación que uno quiere someter y a cambio mandan
un recibo con la aceptación de la documentación. Tiempo después
mandan a hacer huellas, para chequeo de seguridad, revisar los an-
tecedentes penales de la persona. Pero normalmente muy pronto,
en menos de seis meses, citan a la agencia de inmigración, que tie-
ne una división exclusiva para el asilo, con oficiales entrenados en
términos de la Ley de Asilo para problemas que existen en los paí-
ses que típicamente aplican, como Cuba, China, Haití, Colombia
(menos hoy que antes, a diferencia de Venezuela), los del este de
86

La alegría triste de emigrar

Europa y también Irán e Irak. Los agentes se entrenan sobre el flu-


jo de aplicaciones, de situaciones típicas, pero obviamente no pue-
den analizar en términos de cada persona. En esa entrevista, el pos-
tulante tiene que contestar a preguntas y tiene derecho a presentar
pruebas adicionales, o testigos si los tiene disponibles, todo bajo ju-
ramento. Al final el oficial generalmente dice al postulante que re-
grese en dos semanas y le comunicarán la decisión. ¿Por qué lo
hacen así? Porque generalmente una petición de asilo es bastante
compleja, requiere información y ellos quieren tomar tiempo para
revisar, escuchar, leer las respuestas a las preguntas y cuando uno
regresa, le dicen que ha salido aprobados o no. Nunca le dicen que
ha sido negada sino que ha sido referida a un juez de inmigración.
Y que usted será notificado de la fecha de audiencia inicial.
-¿Qué pasa si después le niegan el asilo en este juicio ante un juez?
-Bueno, el juez es de deportación. La palabra que se usa es remo-
val, remover. Quiere decir removerla del país y ponerla afuera. Pero
hay muchas opciones. Puede significar ‘no quiero seguir peleando
el asilo y quiero salir voluntariamente’. Sin orden del juez estoy de
acuerdo en salir, pago mi pasaje y me dan 30 ó 60 días y me voy. Si
por ejemplo, mientras se espera la decisión sobre el asilo, uno cal-
cula que no va a salir bien, entonces uno puede tramitar otra visa,
de trabajo podría ser; si no está funcionando el asilo, para no seguir
peleándolo, evitar complicaciones, arregla otra solución como visa
temporal de trabajo, que ya salió aprobada, Así sale del país legal-
mente y se va, le sellan el pasaporte y regresa con la visa H-1. Esto
es sólo un ejemplo.
-La mayoría de la gente viene con visa de no inmigrante, turista. Al-
gunos optan después por ajustarse a otra visa de inmigrante.
-Eso lo hace mucha gente. Pero debo precisar las palabras. Esa
palabra adjust, ajustar, es distinta a otras. Esa persona puede llegar
como turista, como usted dice, visa B-1 o B-2. Le dan seis meses, es
normal, no importa si es para 30 días. ¿Qué pasa? Normalmente
durante los primeros meses, la persona dice que tiene la oportuni-
dad de quedarse por una oferta de trabajo o que se enamoró y quie-
re quedarse. Al ingeniero le hacen una oferta y le sacan visa H-1
87

“Existen decenas de tipos de visa para vivir en Estados Unidos”

como profesional. Él tiene derecho a hacer cambio de estatus (chan-


ge of status), de turista a H-1, trabajador. Ejemplo dos: quien se ena-
mora de su futura esposa, se casan y ella lo pide a él. Eso es “ajus-
te de estatus”, porque son distintos. Cambio es cambiar de turista a
otra visa de no inmigrante H-1, la de cambio por matrimonio es de
no inmigrante a inmigrante.
89

Un sexagenario salía de su casa


en Maracaibo sólo a 500 metros
a la redonda
Antonio Villalobos tiene dos años viviendo al norte de Atlanta. A
sus 67 años, prefirió una vida tranquila y no la estresante situación
que solía vivir en su residencia de Maracaibo en los últimos tiem-
pos que habitó en esa ciudad. Cuando se le pregunta por qué emi-
gró, su respuesta es precisa: “Mi plan era venirme más o menos en
esta fecha, pero a causa de la inseguridad que se vive en el país an-
ticipé el viaje dos años. Uno de mis hijos, que es ciudadano, me iba
a pedir en 2011, pero me vine en 2009. Inclusive a un nieto mío ca-
si lo matan frente a mi casa por tratar de quitarle el carro a mi hi-
ja. Y vivía en una zona de un buen nivel social. Sin embargo allí no
hay áreas que se pueda decir que están excluidas de la inseguridad.
Adonde quiera la inseguridad duerme y vive. Yo me sentía acorra-
lado. Salía de mi casa sólo a 500 metros a la redonda. Inclusive a
los sitios que frecuentaba como Café Bambi, para tomar café y reu-
nirme con los amigos, ya le habían efectuado varios atracos. Si me
quedaba, podía lograr entonces que realizaran un atraco mientras
yo estuviera allí”.
Para legalizar su situación en los Estados Unidos, Antonio Vi-
llalobos solicitaba prórroga de su estadía inicial de seis meses. Lo
90

La alegría triste de emigrar

hacía dos meses antes de vencerse el plazo. Presentaba como justi-


ficación para la extensión de la visa la necesidad de realizarse che-
queos médicos. Debía acudir a sus citas con el cardiólogo que le tra-
taba en Atlanta. También argumentaba que en EUA residen cuatro
de sus nietas “y que deseaba estar más tiempo con ellas”. “Eso ha
sido suficiente. La extendí en tres oportunidades. No he vuelto a Ve-
nezuela desde que salí”.
Antonio Villalobos trabajó en Venezuela para la empresa petro-
lera hasta 1987. Luego lo hizo con una estatal naviera por 15 años.
Finalmente compró unos inmuebles y vivía un poco de eso, de la
venta y alquiler de inmuebles. “Esa fue otra razón por la cual me vi-
ne. La estrategia que estaba aplicando Chávez con la expropiación
de bienes inmuebles. Yo me dije: ‘Voy a vender parte de mis inmue-
bles para evitar perderlo todo’. De hecho hoy día está saliendo una
Ley de Inquilinato que prácticamente descapitaliza a los propieta-
rios de inmuebles. Yo espero que lo poquito que queda por allá no
se pierda”.
Tiene cinco hijos. Los tres varones viven en EUA y las dos hem-
bras en Venezuela con sus respectivos maridos. En parte, la familia
está separada. Él lo lamenta y quisiera que sus dos hijas también es-
tuvieran en Estados Unidos. Pero admite que “ésa es una decisión
de ellas como familia”. Cree que quizás por ser él una persona muy
organizada y de orden le gusta tanto vivir en los Estados Unidos. Se
satisface constatando día a día que en Atlanta “no hay el vivo que se
mete en la cola”. Por lo demás tiene allí a sus tres hijos, a quienes
veía muy poco y a sus nietas, quienes estaban creciendo sin tener
relación con los abuelos. “Bajo el punto de vista de la familia, poder
dar el calor de los abuelos también influyó en mi decisión de venir.
Además, aquí tengo casa propia, carro propio y tengo un trabajo”.
El señor Villalobos asesora a una empresa en Atlanta. Había vis-
lumbrado vivir esta vida desde 1992, cuando envió al primero de
sus hijos a estudiar. Todo llevaba un plan detrás. Juan Carlos ya es
ciudadano de EUA. Después llegaron los otros dos, Carlos Eduar-
do y Antonio Ramón. Cuando se fueron a estudiar también lo hicie-
ron con el propósito de permanecer. “Una vez que ya está el camino
91

Un sexagenario salía de su casa en Maracaibo sólo a 500 metros a la redonda

hecho por alguien ya todo nos fue más fácil”. Villalobos vendió ca-
si todas sus propiedades en Venezuela antes de viajar para instalar-
se definitivamente en Atlanta. Otras las vendió estando ya en EUA.
“Mientras hacía los trámites de traslado y viendo que el bolívar se
iba devaluando más, me di cuenta de que había que vender lo an-
tes posible debido al control de cambios. Con eso, como los hijos
míos siempre han estado trabajando en restaurantes, han sido ge-
rentes y conocen bien el negocio, me dije que el tiro es montar un
restaurant para los muchachos. Lo demás es un carro, una casa y
hacer la vida aquí”.
El local se llama Gordo´s New York Style Pizza, ubicado en la
2590 Peachtree Industrial Bulevard, en Duluth, Georgia. Allí me
atendió y conversamos una hora con tequeños de por medio que
hizo traer de la cocina. Pero ni sus negocios ni su dinero los usó co-
mo puente para lograr la residencia permanente en EUA. “La es-
toy consiguiendo porque el hijo mío es ciudadano estadounidense
y me está pidiendo. La única forma en que consigas una visa L-1 es
que tengas un negocio en Venezuela y quieras abrir una sucursal de
ese negocio en EUA. De hecho tengo un amigo que vino conmigo,
que tiene un negocio próspero en Venezuela. Se vino también por
la inseguridad personal. Tramitaron los papeles de su compañía de
15 años, las empresas de maletín no funcionan. Los requisitos son
exigentes. Debe ser documentación que pruebe qué hacía esa em-
presa en el tiempo, registros contables, estados de cuentan finan-
cieros y bancarios, que muestren la longevidad de esa empresa. Se
tramitan así la L-1. La consiguió prácticamente a los dos meses y
ahorita está en proceso de residencia. Pero si yo llegó aquí y mon-
to una empresa, eso no me permitiría obtener la visa de residente”.
Su rutina incluye mucho deporte, ciclismo mínimo cuatro ve-
ces a la semana. Se entretiene con las reuniones en familia en la ca-
sa y en el trabajo mientras asesora a aquella empresa. Califica su de-
cisión como muy buena, “porque cada vez veo que la situación en
Venezuela va empeorando. Soy de los que piensa que Chávez no va
a salir del poder, independientemente de que haya votaciones, que
buscará la forma y manera de perpetuarse y ese proyecto no se va
92

La alegría triste de emigrar

a truncar porque alguien vote en contra. La demostración de eso es


que la mayoría votó ‘no’ en un referéndum de modificación de la
Constitución y de todos modos se aplicó su contenido con subterfu-
gios. Igualito pasará con las elecciones del 2012. Definitivamente”.
Lo que él no recomendaría es que alguien se fuera a EUA a
aventurar. Advierte que es un país difícil, sobre todo si no se domi-
na el idioma porque eso va a afectar mucho la relación con los de-
más, dado que muchos venezolanos perciben a los norteamerica-
nos como personas con las que no se puede establecer una amistad.
“La gente dice que el gringo es mala gente y yo pienso todo lo con-
trario. Primero porque he convivido con ellos, tengo muchos ami-
gos gringos. Cuando jugaba tenis mis amigos eran gringos y aho-
ra con el ciclismo, en el grupo con el que ando, el único latino soy
yo. Salimos, nos invitamos a entrenamientos, me escriben por el
correo sobre lo que se va a hacer. Es un grupo agradable. En 1993
cuando compramos un townhouse, para nuestra sorpresa, al día si-
guiente de llegar encontramos un papel en la puerta: nos invitaban
a la casa de al lado para conocer a nuestros vecinos. Claro, si tú no
hablas el idioma te es muy cuesta arriba. Cuando no te puedes co-
municar la situación se hace muy complicada”.
93

Una “hija ´er diablo” atraviesa


la frontera mexicana
La historia de Luisa, esposo e hijos en Atlanta, Georgia, comenzó
con un drama en Venezuela en 1998. No fue la política, la econo-
mía o la inseguridad personal lo que la llevó al norte. Fue un asun-
to familiar, algo que se interponía siempre en su matrimonio: su
suegra.
Ella constantemente se metía en la crianza de sus hijos de cua-
tro y dos años, y causaba ruido en la relación particular de cinco
años con su esposo. Hasta que un día la suegra la agredió física-
mente. La estaba ahorcando y le causó una grave conmoción en el
cuello y fisura en una vértebra.
Eso la llevó al hospital.
Cuando ella entonces quería el divorcio, su esposo planteó ir
ambos a los Estados Unidos. Vivían en la urbanización San Fer-
nando 2000, del estado Apure. De allí es su esposo, empleado de la
empresa telefónica CANTV, donde hacía una promisora carrera co-
mo técnico. Entonces él sacó su visa y se fue primero con unos ami-
gos. Todos trabajarían vendiendo ollas para una empresa de Atlan-
ta. “Me quedé sola con mis dos hijos. Pasaron así los meses… Me
recuperé y fui a Caracas a sacar la visa y me la negaron… Para mí
eso fue devastador. Sentí que se me acabó el mundo porque no me
94

La alegría triste de emigrar

podría venir. Pero la vida seguía. Me dieron la liquidación de mi es-


poso, yo me fui a la isla de Margarita de donde es mi familia. Estuve
allá unos meses con mi mamá. Mi hermana me cuidaba los niños
y me puse a trabajar con una de mis hermanas que tenía un nego-
cio. Yo tenía entonces 27 años… Ahora tengo 42”.
Luisa es de Margarita, de La Mira, contigua a Playa el Agua. Allí
permaneció varios meses vendiendo cosas a los turistas. Tenía que
planificar el viaje a Estados Unidos. Estaba dispuesta a viajar sin vi-
sa si su esposo la ayudaba desde Atlanta. “Yo le decía, o tú te vienes
o yo me voy… Pero él me aseguró que no volvería. Me dijo entonces
que la única solución es que me fuera por México. ¿Cómo es eso?
México está por la frontera de EUA y ni por mi cabeza hubiera pa-
sado eso. Él me lo dijo en una forma muy bonita pero no era la rea-
lidad, ni siquiera él la sabía. Dijo que mucha gente se viene por Mé-
xico y agarra un helicóptero, otras entran en carro. Me pareció una
aventura sin riesgo, una aventura súper chévere. Le dije entonces
un día que me iba”.
Luisa es arrojada y tomó riesgos. El mayor de sus hijos tenía 20
días de operado cuando partió con los dos hacia México. “Mi madre
decía ‘tú estás loca, cómo te vas a ir con ese niño recién operado’.
Pero yo estaba decidida, la fecha estaba puesta y ya los pasajes esta-
ban comprados para Ciudad de México. Pero mi mamá me dice un
día que le dejara los niños porque me los iban a robar. Yo le respon-
do que si mis hijos se van por un precipicio me voy con ellos. Soy
apasionada con los niños. Yo no tuve despedida. A mí nadie me fue
a acompañar al aeropuerto. Nadie creyó en mi “sueño americano”.
Había un amigo que se quería venir. Amigo de mi esposo de la Igle-
sia (adventista). Le dije que me acompañara para ayudarme con los
niños. Hoy mis hijos quieren mucho a ese amigo. Le dicen “tío De-
nis”. Este chico me acompañó todo el viaje, cuando estuvimos en
México. Él tenía plata para pagarle al coyote15, pero tuvo que gastar-
la para mantenerse un poco en México”.
Estando ya en México, Denis dijo que había encontrado a un

15 Persona que trafica con inmigrantes ilegales


95

Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana

coyote que lo iba a pasar a él solo y dejaría sola a Luisa. Llegaron los
dos juntos a México y tomaron un autobús hasta una ciudad que se
llama Reynosa, en el estado de Tamaulipas. Pasaron todo diciembre
allí en espera, gastando mucho dinero.
“Me costaron como 700 dólares los pasajes, se fue allí casi to-
da la liquidación de mi esposo. Cuando arribamos a México yo traía
nada más que 400 dólares en efectivo. Con eso debía pagar boletos
de autobús para llegar a la frontera. A duras penas me quedaron co-
mo 200 dólares. Mi esposo tuvo que mandarme el dinero, pero a
él no le estaba yendo bien aquí, estaba consiguiendo prestado para
pagar el coyote y no conseguía. Yo no sabía nada. Esperaría un mes
en México, todo diciembre y el 10 de enero es que llegaría a EUA”.
En México le tocó lidiar con la pobreza y la falta de comodida-
des. Combatían el frío calentándose las manos con las hornillas de
gas de la cocina en las casas donde llegaban, o durmiendo todos jun-
tos. “Íbamos a pasar supuestamente por Reynosa, pero no encontra-
mos allí un solo coyote que fuera de confianza. Mi esposo le pagó
600 dólares a una mujer coyote, para que nos fuera a buscar y cuan-
do estuviera aquí en Atlanta le terminaba de pagar el dinero, dos mil
dólares. La señora fue una vez y quedó en llamarme pero más nun-
ca se presentó, le estafó el dinero a mi esposo”. Luisa decidió pasar
por Ciudad Juárez, la ciudad mexicana que está enfrente de El Paso,
Texas. Denis se iría con otro coyote desde Reynosa, pero también lo
estafaron. “Me lo traje conmigo y mi esposo pagaría por él después.
Yo no fui capaz de dejarlo botado a él. Fue muy buena la idea de lle-
varlo, porque Dios lo dirigió todo. Llegamos a la frontera, a un hotel
donde iban a llegar varios y contactarnos allí. Nos entrenarían sobre
cómo era la cuestión, qué debíamos decir, qué no debíamos decir.
Nos llevaron a una casita donde estaban los otros coyotes, los que te-
nían más contacto con uno. A mí me dio diarrea debido a una cosa
que había comido. Nos dieron un gran paquete amarrado con una
liga donde había decenas de carnets de residencias legales plastifi-
cadas, como cédulas de identidad, pero de los Estados Unidos. Me
dieron muchas para yo buscar alguna cuya foto concordara con mi
cara. Yo digo que ésa es una mafia muy grande. Mi amigo consiguió
96

La alegría triste de emigrar

una con su misma cara. ‘El mismo mono’, le dije porque es negrito.
La agarró y ése era él. La que yo agarré no se parecía a mi. La mujer
de la foto era más trompuda. No importa. La agarré”.
Primero pasaron sus hijos, sin ella. Luisa se quedó con un gru-
po de centroamericanas y una coyote, quien decidió que Luisa sería
la primera en pasar por el puente porque “tiene personalidad y por
ella están pagando bien”. Su amigo pasó por el puente solo, ense-
ñando su carnet. Llegó a un hotel del otro lado a esperar al siguien-
te grupo. La misma coyote pasaría a sus hijos. Luisa estaba preocu-
pada porque el mayor es blanquito y podía pasar por gringo, pero
el pequeño posee la típica piel quemada de latino. Había entrenado
al mayor para que dijera que se llamaba Georgito. Éste intentó pa-
sar con la coyote caminando por el puente a las dos de la tarde y lo
logró. Al pequeño lo pasó en el carro, cuidando de colocarle en su
silla especial para bebés. Esperaron a que fuera más tarde y que el
cansancio durmiera al niño. Ninguna de las dos veces le pidieron
papeles a la coyote o pararon su carro.
Sus hijos ya habían logrado la hazaña de aventura. Sólo que-
daba Luisa. Una vez que sus hijos ya estaban del lado de EUA, ella
intentó cruzar el puente enseñando el carnet que el coyote le ha-
bía entregado el día anterior. Hasta ese momento, Luisa pensaba
que todo lo que había hecho en Venezuela había sido legal. Aho-
ra no era así. El corazón se le salía del cuerpo mientras caminaba
hacia la garita. Pero pensaba en encontrarse con sus hijos. Ense-
ñó el carnet al guardia, pero éste no le creyó y le ordenó que pasa-
ra adentro de la garita. Allí la interrogó cerca de media hora. Ella
sostuvo todo el tiempo que era mexicana y hasta dio una dirección
en Ciudad Juárez, para lo cual había sido entrenada. Si el oficial
de inmigración hubiera descubierto que era venezolana la hubie-
ran pasado presa a territorio norteamericano, donde sería fichada
y deportada a Caracas. “Lo encontré tirado” (los venezolanos dicen
“botado”), respondía Luisa a las repetidas veces en que el guardia
preguntó de dónde había sacado el carnet. Finalmente, el guardia
le dijo: “Te puedes aventar” y ella no entendió. “Aventar lo relacio-
naba con flatulencias”.
97

Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana

El hombre repitió: “Ok, te puedes aventar”. Comprendió enton-


ces que debía volver hacia el lado mexicano. El mundo de Luisa se
derrumbaba mientras caminaba de vuelta hacia el hotel. Sólo pen-
saba en quién pasaría la noche con sus hijos.
“Llegué al hotel y estaban todos allí, la coyote y las indiecitas
centroamericanas. Dijeron entonces que a mí me pasarían a la me-
dia noche por el puente otra vez. Entonces la pasada sería para el
día siguiente. No iba a ver a mis hijos esa noche. Sentía necesidad
de estar con ellos, sentía que me los iban a robar si no estaba allí.
Me paré y le dije: ‘Si estas chicas se van, yo me voy con ellas, por-
que no soy mejor ni peor que ellas, soy igual que ellas. Si ellas pa-
san por el río, yo paso por el río”.
Salieron cerca de las seis de la tarde del día siguiente. El grupo
era como de diez personas, incluyendo a una coyote y a su esposo
que estaban subcontratados por la coyote mayor, sólo para cruzar el
río. Esta coyote menor sólo cobraba 100 dólares por cada uno. “Nos
pusimos echaditos en el piso mirando a los guardias cuando se fue-
ran. Nos frotábamos las manos de frío. Era enero. Cuando hubo el
cambio de guardia nos tocó correr. Antes de pasar el río había un
caño grande, de unos 25 metros, no tenía nada de agua, sólo tierra
húmeda. Nos tocaba bajar y subir el caño para poder agarrar el río.
Teníamos que caminar muy bajito, no dejarnos ver, arrastrarnos
por el piso. Bajamos el primer caño pero luego tocaba subirlo, que
era más fácil. Tuvimos que meter las manos en el monte, gateando
en el piso para que no nos vieran. Había agentes allí cerca. Luego
que pasamos esa parte, rodábamos, nos parecíamos a Rambo. Lue-
go venía la parte del río. Había un solo hombre entre nosotros. Tu-
vimos que quitarnos la ropa. El coyote se montó a su esposa al hom-
bro y pasó. Nosotras nos quitamos los pantalones, nos los colgamos
arriba de la cintura y pasamos en pantaletas. El nivel del río no lle-
gaba más arriba de mi cintura. Las manos en alto, con los zapatos
y el pantalón. Yo llevaba unas botas que estaban de moda entonces
con unas trenzas que subían hasta la pantorrilla. El río estaba he-
lado, se me congelaron las piernas, no las sentía. Después de salir
del río, tuvimos que ponernos la ropa. A duras penas lo hice, boté
98

La alegría triste de emigrar

las medias y me puse las botas. Nos tocaba pasar otra parte más de
monte, como 20 minutos, teníamos que correr mucho, bastante, yo
era la última. Seguía sin sentir mis piernas. Como yo prácticamen-
te me puse al nivel de ellas antes, las muchachas me ayudaron, me
agarraron una por un brazo y la otra por el otro. Me dijeron que la
coyote me quería dejar botada. A duras penas podía caminar. Luego
nos tocó cruzar un segundo caño, pero éste ya estaba en territorio
norteamericano. Sólo tenía un poquito de agua. Pero fíjate como es
Dios tan bueno y bondadoso conmigo. Ya estábamos en un pueblo
norteamericano, uno tenía que ir entonces dispersado, caminan-
do tranquilo. Pero como uno se pone los pantalones y el blúmer es-
tá mojado, entonces a uno se le moja la cola (de allí que los llaman
mojados). Los vecinos lo ven y llaman a Inmigración. Como yo iba
de última, vi a una señora que parecía un ángel, detrás del patio de
su casa. Me hizo señas para que fuera y le silbé a todo el grupo. La
señora desapareció, pero de todos modos seguí. Entré al corral de
la casa y la vi. Entramos uno por uno, la señora me dio una toalla y
me sentó. Nos hizo café y chocolate, nos trató como si fuéramos su
familia, entró la coyote también, gozó de mi bendición a pesar de
sus malas acciones conmigo. Dios nos estaba escuchando. La seño-
ra nos contó que un día ella también había pasado por el río para
llegar a este país, pero ya tenía papeles, por eso comprende y siem-
pre está mirando a ver quién pasa el río y le ayuda. Para mí fue una
gran lección que nunca en la vida se me olvidará. Luego llamaron
un taxi, pero lo dejaron pasar porque el señor de la casa se ofreció a
llevarnos a todos si pagábamos la carrera. Hasta los taxistas podían
delatarnos. El esposo de la señora nos llevó a 10 personas en un ca-
rro de dos puertas. Te podrás imaginar: unos acostados donde se
ponen los pies, otras sentadas y otras sentadas encima. Nos llevó al
hotel donde íbamos a llegar. Había mucha gente, en una habitación
muy grande estaban cocinando, buscaba y buscaba. Allí no estaban
mis hijos ni mi amigo, pensé que me los habían robado. Llegó la se-
ñora coyote mayor, la que negoció nuestro pase a EUA, Lidia, ciuda-
dana (norte)americana, oriunda de Ecuador. Tenía su mafia. El co-
yote de arriba de alto rango es el que se encarga de ponerme a mí
99

Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana

en el lugar de destino, en Texas, donde me iba a recoger mi esposo.


Ella tenía que encargarse de pasarme por el aeropuerto. Lidia tenía
a mis hijos en una habitación de un hotel cuatro estrellas. Me espe-
raban junto a Denis y un sobrino de la coyote. Cuando mis hijos me
vieron me besaron por todas partes y me decían que creían que no
me iban a ver más. Mi amigo me dijo que esos muchachos habían
llorado tanto por mí y estaban desesperados. Yo esa noche no pude
dormir de tanta adrenalina que tenía en el cuerpo”.
En el hotel había mucha gente de Centroamérica que esperaba
el momento para avanzar. Todavía había peligro, faltaban otras ga-
ritas. En ese lugar, a pesar de que ya era Estados Unidos, había con-
trol por aire y tierra. La coyote preparó todo para el día siguiente por
la tarde, cuando tomarían un vuelo a otra ciudad no fronteriza. Lui-
sa se percató del ingenio del ser humano: “Vamos a disfrazarte”, le
dijo la coyote. Le entregó su maleta y los pasaportes. Le compró un
traje de pantalón y chaqueta, una bufanda, tacones. La hizo acom-
pañar de un tipo joven, guapo y educado que entró con ella al aero-
puerto. Allí vio a otro de los ilegales del viejo hotel vestido de cura.
En esos tiempos no hacían tantos chequeos como ahora. La perso-
na que compró el ticket para el vuelo también lo había chequeado.
A ella sólo le dieron un boarding pass para entrar al avión. Pero le ha-
bían dicho que no cantara victoria sino hasta que el avión despega-
ra. Había casos donde bajaban del avión a los ilegales.
“Póngase a orar, le dije a mi hijo mayor. De aquí nos pueden
bajar. Él ha sido muy ferviente desde chiquito. ‘Que despegue, que
despegue’, y el avión se demoraba. Me imaginaba a Inmigración
entrando y echando todo atrás. ‘Dios mío, quítame estos malos
pensamientos’. Cuando el avión arrancó, mi hijo exclamó: ‘Mami,
lo logramos’. ‘Amén, papito”.
La inserción de Luisa y sus hijos en la sociedad de Estados Uni-
dos tuvo sus altos y sus bajos. Aún después de una década se man-
tienen ilegales. Pero ambos han podido trabajar, ganar buen dine-
ro en dólares y adquirir vivienda propia. La entrevista se dio en su
nueva casa en un barrio típico de afrodescendientes que adquirie-
ron por 20 mil dólares, después de haber perdido otra debido a la
100

La alegría triste de emigrar

crisis inmobiliaria de 2008. Le hacen una inversión superior a los


80 mil dólares. La casa tiene tres niveles y está en una gran exten-
sión de terreno. En eso invierte el dinero que gana actualmente su
esposo, quien trabaja en instalación de cocinas, sobre todo fuera de
Georgia, en los estados cercanos. Al hijo mayor, quien no tiene visa
en EUA, ellos lo enviaron a estudiar Teología en Argentina. Cuando
se le pregunta a Luisa cómo entrará de nuevo a territorio de EUA,
ella responde con confianza: “Ya se verá cómo”.
Para concederme esta entrevista hube de conversar telefónica-
mente cuatro veces con Luisa, quien no estaba muy decidida. Acce-
dió cuando le garanticé que no daría su apellido. Entonces me citó a
su casa. Me esperaba en un estar abierto, una especie de gran balcón
contiguo al recibo. La casa estaba vacía y con casi todo en remodela-
ción. Me cayó muy bien lo que vi cuando me pidió pasar al lugar de
la entrevista. Lo había preparado para el evento. Estaba totalmente
vacío, con excepción de dos sillas, diagonalmente ubicadas.
Así estuvimos conversando durante dos horas.
Luisa llegó a producir mucho dinero en Atlanta, vendiendo a
los latinos productos del hogar y utensilios de cocina, como purifi-
cadores de agua. Confesó que una vez llegó a ganar 700 dólares en
un solo día. Se iba con su carro y su hijo por los barrios latinos de
Atlanta y realizaba sus propias barridas contactando a gente que ha-
blaba su mismo idioma. Todos los domingos vendían también en el
mercado de las pulgas.
“Nos fuimos pa´ rriba, nos compramos otro carro más y que to-
davía tenemos, hemos paseado todos los Estados Unidos, hemos
vivido el “sueño americano” como no tienes idea. Eso pasó en sólo
diez meses después que llegué. Nos dábamos hasta cuatro vacacio-
nes al año, nos íbamos a Miami, a Disney, a cualquier lugar a pasear
con los niños. Siempre sacamos tiempo de calidad con los niños.
Ahorita no trabajo con esa compañía que nos dio mucha estabili-
dad. Las leyes se pusieron duras. Ahora sólo me interesa tener qué
comer y que mis hijos tengan dónde vivir y estudiar”.
De esto se deduce que Luisa y los suyos ya no viven aquellos
tiempos de buenos recursos, debido a las leyes imperantes hoy en
101

Una “hija ´er diablo” atraviesa la frontera mexicana

Georgia, que le impiden trabajar y manejar, so riesgo de ser depor-


tada si es capturada. Antes incluso podía conducir sin licencia. Es
más difícil también que las empresas contraten a ilegales. Su es-
poso estuvo legal unos meses al principio. Pero él tiene licencia
para manejar y un número de Seguro Social. Cuando él llegó, a
cualquier persona que aplicara por un número, y tuviera visa, se lo
daban. A él se lo dieron. Con ese social security number ha sacado
créditos para comprar casas y comprar carros. Ella no aparece en
ningún lado y nunca le ha interesado figurar ni como dueña de ca-
rro ni casa, pero está detrás moviendo los hilos.
“Creo que emigrar fue la mejor decisión. Nosotros como pareja
nos consolidamos más aquí. Siempre allá estábamos guindando de
un hilo, siempre fue un problema. Definitivamente nosotros no emi-
gramos por necesidad sino por un problema familiar. Y doy gracias
a Dios porque pude criar a mis hijos lejos de la familia de mi espo-
so. Estudiaron ambos en colegios privados aquí. Yo tengo mucha fe.
Hemos tenido oportunidad de arreglar los papeles rápido. Mi espo-
so y yo podíamos divorciarnos y alguno de los dos casarse luego con
una persona nacida en EUA. Pero no hemos querido hacerlo porque
va en contra de nuestros principios. Nosotros tenemos fe, esperanza
y paciencia para esperar que venga una reforma migratoria para no-
sotros poder arreglar eso. El ‘sueño americano’ se cumple, pero te-
nemos que ir conforme van las leyes también. Si sé que está prohi-
bido manejar, no puedo manejar porque puedo echar mi sueño por
la ventana. Pero algunos andan manejando borrachos y esas perso-
nas tienen que pagar. Pienso que debe haber un arreglo migratorio”.
En los hospitales la atienden aunque no dé un número de Segu-
ridad Social. “Una de las cosas buenas que hay es que aquí no dejan
morir a nadie. Lo que no paga uno, nosotros o los seguros, lo termi-
na asumiendo el Gobierno. Luego me voy, me mandan a la direc-
ción que doy una serie de recibos, pero yo me hago la loca, vamos a
ver cuándo me consiguen. Antes pagaba todo. Llegué a pagar más
de 15 mil dólares en atenciones a hospitales. Todos los años paga-
mos impuestos, cada año hasta tres mil dólares y cuando teníamos
la compañía registrada hasta cinco mil dólares”.
102

La alegría triste de emigrar

Pero ella no volvería a cruzar la frontera como lo hizo. “El ha-


berme venido por México es como haber ido a la guerra. Después
de eso siempre sueño que me persiguen. Tengo pesadillas y sueño
que estoy cruzando la frontera. Me quedó un trauma”.
La aventura de cruzar a Estados Unidos desde Ciudad Juárez
por El Paso, a pesar de la violencia en la ciudad mexicana, ha segui-
do siendo una opción para algunos venezolanos. Entre 1998 y 2011,
las cortes de Inmigración de la ciudad de El Paso han procesado y
completado anualmente entre tres y trece casos judiciales contra
venezolanos16. Estos casos son aparte de los nacionales que puedan
haberse capturado y resuelto su deportación administrativamente
por el ICE y, por supuesto, de todos aquellos criollos que lograron
coronar su ambición migratoria y pudieron pasar sin ser detectados
por las autoridades en esta ciudad fronteriza.

16 Fuente: http://trac.syr.edu/phptools/immigration/court_backlog/outcomes.php
103

Los venezolanos son mayoría


en la ciudad de Doral, Florida
Los venezolanos no tienen una presencia relevante como inmi-
grantes en los Estados Unidos, como los mexicanos, los domini-
canos, los haitianos, los indios, los filipinos y los colombianos. En
2010, EUA entregó un millón de green cards y sólo 9 mil 409 (0,90
por ciento) fueron para venezolanos.
No obstante, en Doral, una ciudad de 22 kilómetros cuadrados
en el condado de Miami Dade, sí son una población importante
en sus 45 mil habitantes. Es más, representan la primera minoría,
con más de 20 por ciento de la población, según el censo de 201017.
Algo importante ha estado pasando durante la última déca-
da. Doral tenía sólo 20 mil habitantes en 2000, según el censo
de aquel año. La población de esta ciudad entonces creció 126 por
ciento mientras que en el estado de Florida sólo se incrementó 17,6
por ciento durante el mismo lapso.
Curiosamente, es una pequeña joya en el cúmulo de ciuda-
des de Florida. Según su página web tiene un promedio de ingre-
so de 80 mil 600 dólares anuales, que se comparan con los 35 mil
dólares del municipio Miami Dade y 44 mil dólares de los Esta-
dos Unidos. Según las cifras del Censo 2010, 79,5 por ciento de la

17 BBC Mundo, 21 de septiembre de 2011.


104

La alegría triste de emigrar

población de esta ciudad es hispana18. De los 45 mil 704 habitantes,


89 por ciento es de raza blanca. La ciudad que fue creada en 2003
tiene un sólo colegio público, llamado Ronald W. Reagan / Doral
Senior High School, que cubre del noveno al décimo segundo gra-
dos. Allí cursan 2 mil 296 estudiantes, de los cuales 87,5 por ciento
son hispanos. De ellos, 579 tienen procedencia venezolana, según
lo constató de las propias listas una vocera de la institución. Esto
implica que uno de cada cuatro alumnos de este high school de Do-
ral es venezolano.
Por todos lados se siente el acento, sobre todo en los muchos ca-
fés. Luigi es un maracucho de 17 años. Tiene cinco años en Florida y
no ha perdido aún su acento zuliano. Dice que se siente como en Ve-
nezuela. “A pesar de haber muchos venezolanos en el colegio Reagan,
no es lo mismo que estar en Maracaibo. Pero estamos acostumbra-
dos a lo mismo”. Luigi cuenta que a veces se reúnen algunos venezo-
lanos del colegio y se van a El Arepazo, La Coriana o Pepito, lugares
de comida venezolana en Doral: “Sabemos lo que estamos haciendo
entonces”. Refiere que algunos de sus compañeros que llegaron des-
de muy pequeños a Doral hablan mucho el inglés, el mismo que se
usa en la clase; pero los que llegaron hace menos de cinco años utili-
zan el español al comunicarse entre ellos.
María Elena, de 16 años, estudia el grado 11 en Doral Academy, un
colegio de financiamiento público y privado. Comenta que allí tam-
bién hay muchos venezolanos. “No me siento diferente porque esté
aquí en Florida. La cultura no se va”.
Transitar por las avenidas de Doral es respirar un poco de ciu-
dad venezolana. Ya tiene a su primer concejal venezolano, actual-
mente en funciones. Se llama Luigi Boria, un caraqueño de 53 años,
quien en 1989 se estableció con su familia en el área de Doral. Ob-
viamente, Boria ha llegado al cargo por la influencia política inci-
piente de los venezolanos aquí. No obstante, esta influencia es me-
nor de lo que podría ser. El ex diputado venezolano Isilio Arriaga,
quien emigró a Florida en los años 90, me comentó que muchos

18 http://quickfacts.census.gov/qfd/states/12/1217935.html
105

Los venezolanos son mayoría en la ciudad de Doral, Florida

compatriotas están aquí sólo temporalmente “mientras se arregla


la cosa allá”. Quiere decir que gran parte no se nacionaliza y por
ende no puede votar en las elecciones. El alcalde de Doral nació en
Cuba, como casi todos los alcaldes de las ciudades de Miami Dade.
“Doral debería tener un alcalde venezolano”, dice Isilio Arriaga. De
hecho, Boria está sopesando la idea de lanzarse a alcalde próxima-
mente, según él mismo lo informa en su página web.
Hay otro aspecto en que la política venezolana ha entrado en
Doral. El año 2010 la alcaldía declaró el 13 de abril como Día del
Exiliado Venezolano. El alcalde Juan Carlos Bermúdez afirmó que
“muchos periodistas y militares que han sufrido persecución del
gobierno de Venezuela han venido a exiliarse aquí”. Esto ha sido
por las gestiones políticas de un grupo muy activo que se llama Ve-
nezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio (VEPPEX), cuyos voce-
ros explican que a partir del 13 de abril de 2002 se radicalizó el pro-
ceso político en el país.
De los venezolanos admitidos en 2009 que fueron a vivir en
Florida, 78 por ciento lo hizo en la amplia zona metropolitana que
comprende Miami, Fort Lauderdale y Pompano Beach. Es decir que
en esta área está casi la mitad (44 por ciento) de todos los venezo-
lanos que recibieron la green card aquel año. La importancia pobla-
cional de los venezolanos tiene también influencia en la economía
de Florida. Con la crisis inmobiliaria de 2008, las inversiones forá-
neas están siendo cada vez más apetecidas. En Florida, los surame-
ricanos representan un valioso aporte de inversiones, ya que por lo
demás buena parte de estos no requieren préstamos de bancos, si-
no que traen dinero fresco en dólares de sus propios países.
Según cifras de 2011 de la Asociación de Corredores de Bienes
Raíces de Florida, los venezolanos encabezan la lista entre los ex-
tranjeros que están invirtiendo en el sector inmobiliario de este es-
tado. El 47 por ciento de los inversores son venezolanos. De ellos
82 por ciento compra en efectivo, es decir paga de contado. La in-
versión de los venezolanos en Florida supera a la de países mucho
más grandes: Canadá, que está en segundo lugar y les siguen Brasil
y Argentina. Llama la atención esta gran inyección de dinero fresco
106

La alegría triste de emigrar

a la economía de Florida que ocurre cuando precisamente el sector


inmobiliario pasa por problemas de recesión.
Dicen que el dinero es el mayor cobarde del mundo. Cuan-
do las cosas se oscurecen en Venezuela para los inversionistas, el
dinero sale y busca, por la vía que fuere, mayor seguridad. Rosi-
ris de Arriaga, presidenta de Plan B International Realty, una em-
presa de bienes inmuebles que trabaja coordinadamente asesoran-
do a venezolanos que quieren establecerse en el estado de Florida,
sabe de esta tendencia actual en el sector inmobiliario y maneja
muchos clientes venezolanos. “En este último año 2011, hemos
percibido que el fenómeno de ‘compro para quedarme’ no es la
prioridad. El que está comprando es netamente un inversionista,
lo hace no ya para tener un Plan B, como ocurrió en estos últimos
diez años cuando la gente compraba algo por si acaso lo necesita-
ba para vivir. Entonces me tocaba involucrarme en el núcleo fami-
liar de esas personas que deseaban emigrar y acoplarme a esas ne-
cesidades. Hoy día lo que estamos recibiendo son inversionistas.
No descarto a las personas que buscan mejor calidad de vida, toda-
vía tenemos ese tipo de clientela, pero la mayoría de los contratos
de este año han sido para inversión. Si lo comparamos con lo que
estaba sucediendo el año 2010, que fue una masa grande de vene-
zolanos que se vino a emigrar, este año ha habido un gran cambio.
Este año (2011) en la firma, de 47 negociaciones que se llevan, só-
lo 18 fueron familias que se van a establecer en EUA. El año 2010,
de las 63 negociaciones que hicimos, 50 iban a radicarse acá. Ésa
es la diferencia”.
Dice Arriaga que quienes vienen a radicarse en Doral son sobre
todo matrimonios muy jóvenes, por debajo de los 40 años de edad,
con dos o tres niños no mayores de siete años. “Gente que viene a
garantizarse un futuro. Tengo tres clientes que este año liquidaron
todo lo que tenían en Venezuela y van a solicitar un asilo político.
Ya lo tienen planeado de esa manera, se vienen bajo ese escenario”.
A esta población atiende el semanario El Venezolano, con se-
de en Doral y casi dos décadas de existencia, que reporta sobre to-
do la vida política de nuestro país. Con su jefe de redacción, José
107

Los venezolanos son mayoría en la ciudad de Doral, Florida

Hernández, conversamos en un restaurante peruano ubicado en


un pequeño centro comercial donde hay otro especializado en co-
mida maracucha, que se llama El Zuliano. Es sólo uno de los tantos
que pueden conseguirse donde los venezolanos dejan su impronta.
Hernández explica que los anunciantes del semanario funcio-
nan también como fuente de información a la comunidad de nacio-
nales: “Somos más comerciales, publicidad 60 por ciento y noticias
40 por ciento. Nuestra publicidad es como una guía. Hay médi-
cos, abogados, servicios. Es una comunidad muy atada al país. Hay
muchos chavistas que tienen su casa aquí”. El editor, Oswaldo Mu-
ñoz, informó que el tiraje de El Venezolano es de 20 mil ejemplares
en Miami y de 10 mil en Broward y Orlando. Se distribuye gratis.
Abrieron una franquicia en Houston.
Hernández dice que la presencia venezolana se ha consolida-
do en Miami y ha ido creciendo en Panamá, Costa Rica y Colombia.
“La comunidad está muy politizada, pendiente a pesar de todo del
país. Es una caja de resonancia permanente del acontecer de Vene-
zuela, no sé si pasa en otras comunidades”.
No hay ciudad de los Estados Unidos donde exista tanta expre-
sión de la cultura venezolana como en Doral. Aquí se ven canales
de TV como Globovisión. Este tiene el tipo de editorial que le en-
canta al emigrante venezolano de la ciudad, típicamente de oposi-
ción al gobierno de Hugo Chávez. Incluso no es extraño que televi-
dentes de Florida llamen durante la transmisión del programa “Aló
Ciudadano” y participen con sus preguntas. El periodista Hernán-
dez, por su parte, me explicó que ellos buscan el ángulo venezola-
no para las noticias internas. Es el caso de la designación de Oswal-
do Guillén como nuevo manager de los Marlins de Miami: Guillén
ya había sido coach de tercera base de Florida en 2003, cuando ga-
naron la Serie Mundial. Pero Hernández tiene un punto a destacar:
“Su elección encaja también en la creciente importancia que han
adquirido los venezolanos en Florida”.
109

La ilegalidad le permite trabajar


en bienes raíces
Corina trabajaba en Venezuela en el área inmobiliaria, bienes raíces,
durante los finales de los años 90. Con frecuencia visitaba a amigos
en Florida y permanecía un tiempo. Poco a poco se fue quedando en
West Palm Beach, Florida, haciendo, entre otras cosas, lo mismo: ven-
diendo y alquilando propiedades, lo que en EUA se llama real state.
Iba y venía, Caracas-Miami-Caracas, con máximo de seis meses
de visa para su residencia legal. Nunca se pasaba. Pensaba en opor-
tunidades para quedarse más tiempo legalmente, pero ésas nunca
llegaron. Tenía 42 años cuando arribó por última vez a Florida, pa-
ra no salir más de vuelta a Venezuela. Era septiembre de 2007. Per-
manece ahora en West Palm Beach residiendo ilegalmente y a la es-
pera de que algo bueno suceda.
Eligió West Palm Beach porque siempre que iba de vacaciones a
casa de unos sobrinos, le encantaba. Conoció gente con la que se rela-
cionó y se quedó a hacer vida. Eso está a una hora y media de Miami
en carro. No habla inglés. Asegura que como se ha ido desenvolvien-
do mucho en el área hispana el idioma no le ha sido imprescindible.
Se vino por la inseguridad personal. Vivía en El Cafetal, Cara-
cas, donde supo de robos a personas mientras sacaban del carro la
compra del mercado, donde quitaban carteras, cadenas, celulares.
110

La alegría triste de emigrar

“Vine supuestamente a pasar tres meses de vacaciones con un mil


500 dólares en el bolso. Me dieron visa por seis meses y me que-
dé. Vivía en casa de unos amigos que me ayudaron. Me costó mu-
cho encontrar trabajo, pero comencé a movilizarme y conseguí al
comienzo como cuidadora de niños y limpiando casas. También en
el campo de inmuebles. Allí me he desarrollado aunque no tengo la
licencia. Es injusto, a veces tú eres la que consigue el cliente, pero
no tienes la licencia, no sabes el idioma y te pagan una tontería. Me
he ganado una clientela, porque le he quedado bien a mucha gente
y ésa me recomienda con otras personas. Por supuesto no les cobro
como profesional, sino mucho menos. También trabajo por comi-
sión. De repente uno compra algo, lo revende y así. Puedo cuidar a
personas. Todo lo que me dé ingresos lo hago”.
Pero es lo inmobiliario donde se desenvuelve más Corina, a pe-
sar de vivir sin papeles en Florida. Comenzó a ir a los automercados
latinos para encontrar a los potenciales clientes, o captándolos por
teléfono, siempre con tarifas más baratas que los profesionales del
área. La gente comenzó a llamarla y tiene ya su cartera de clientes
que desocupan sus apartamentos y quieren que se los renten. Le da
para vivir. Y a eso dedica la mayoría de su tiempo.
Corina no se siente totalmente sola allí. Tiene una pareja que
le ayuda en sus cosas y con quien comparte. En cuanto a su segu-
ridad social señala que al menos paga un servicio médico que le
sirve para sus consultas periódicas, mamografías anuales, examen
ginecológico, etc. Le ha servido durante los cuatro años que ha
permanecido en West Palm Beach sin regresar a Venezuela, don-
de solía hacerse esos exámenes. Cuando se le pregunta si le gus-
taría regresar a Venezuela, sólo menciona que extraña a su fami-
lia, pero que no lo piensa hacer debido a los problemas políticos y
de seguridad.
Sin embargo, no se siente realizada en Florida. Ve su futuro con
una gran dosis de incertidumbre, ya que no posee los papeles de in-
migración que le facilitarían obtener un trabajo estable, con bue-
nos y mejores ingresos económicos, manejar y tener su número de
seguridad social y la posibilidad de viajar a Caracas a ver a su gente
111

La ilegalidad le permite trabajar en bienes raíces

otra vez. Ve las cosas difíciles en Caracas. Alega que el Gobierno ha


impuesto unas condiciones poco propicias para ejercer en el cam-
po inmobiliario.
Ella ha querido votar en los referéndums y elecciones venezola-
nas, pero el consulado en Miami le quitó ese derecho, bajo el alega-
to de no haber presentado papeles que muestren la legalidad de su
residencia en Estados Unidos: “Si eres ciudadano y te presentas en
la embajada o consulado puedes votar. Uno no es una persona ex-
traña, pero como estoy en ese proceso, se hace difícil presentar los
papeles”, comentó. “Pienso quedarme aquí y de una u otra manera
arreglar mis papeles. No sé. Sería bueno lograr la residencia legal.
Pudiera ser casándome con un norteamericano. A través del asilo
ya no es posible porque eso debe hacerse antes de cumplir el año
de entrada al país. A menos que salga una amnistía que ayudara a
legalizar a las personas que estamos acá sin documentos, sin tener
necesidad de salir del territorio. ¿Tú qué has oído?”
113

Partió en medio del paro petrolero


y se empató con una “gringa”
Adolfo D´Erizans, 55 años, vivía en Sebucán, Caracas, cuando de-
cidió abandonar el país. Se fue a Miami en diciembre de 2002, en
pleno paro general contra el gobierno de Chávez. Lo hizo principal-
mente porque supuso que sacarían a la gente de Pdvsa con la que
tenía sus contratos. “90 por ciento de mi trabajo estaba relacionado
con proyectos con la petrolera”, dice. “Les daba servicio en automa-
tización de plantas e instalaciones”.
Los problemas laborales de Adolfo coincidieron con un reen-
cuentro fortuito con una novia muy querida de tres décadas atrás.
“El encuentro fue un mes antes del paro. Fue amor fatal otra vez”.
Ella es estadounidense, Adolfo la había conocido en Miami. De
niña había vivido en Venezuela hasta los 16 años porque su pa-
dre trabajaba en la Creole. Es su pareja actual en Miami, aunque
asegura que no se empató con ella debido a la posibilidad de ob-
tener la visa de residente permanente. “Ya me había divorciado y
me quería ir de Venezuela. De manera que el encuentro precipi-
tó todo”. Se mudó en un mes. Vendió su carro, renunció al traba-
jo, se montó en un avión con unos 10 mil dólares –provenientes
de su liquidación- para intentar enganchar una nueva vida. Enton-
ces tenía 45 años.
114

La alegría triste de emigrar

“Sentí que hubo un quiebre total con el país. Se me acabaron las


opciones. Me sentí defraudado después que participé en las protes-
tas (contra el gobierno de Chávez), nada de eso funcionó”. Eligió la
ciudad por la novia, porque tenía amistades en Miami ya que había
estudiado allí y por conocimiento laboral. Había trabajado antes en
Florida por tanto tenía conexiones para comenzar a trabajar de nue-
vo. En fin, no necesitaba de una adaptación porque conocía ya el te-
rreno en un 90 por ciento.
No ha encontrado trato discriminatorio. Nunca. “Son ciudada-
nos y se comportan normal, con cierto respeto si tú vienes adapta-
do. Mi teoría es que si vienes a colear toros aquí se van a arrechar
contigo. Pero si juegas béisbol, te adorarán”. D´Erizans reside en
Key Biscayne, una isla al centro de Miami, la mejor parte de la ciu-
dad para hacer windsurf, el deporte que siempre quiso intentar.
“Hay playas bien llanas y con mucho viento”. Su rutina diaria está
signada por “quebrarme el lomo trabajando”. Y asegura que así lo
es desde hace muchos años. “Salgo de casa a las 5:30 de la mañana
y regreso molido a las 6 de la tarde. Manejo mucho, reviso diversas
instalaciones, tengo mucha responsabilidad sobre mis hombros”.
Hasta hace poco D´Erizans trabajaba con unos españoles en
la renovación de una autopista que va desde Fort Lauderdale has-
ta Weston. Antes de eso trabajó en los aeropuertos de Miami y de
Orlando con complejos proyectos del Departamento de Seguridad
Interna sobre detección de explosivos, manejo de equipajes y ra-
yos X. Previamente trabajó en plantas de jugo de naranja y centra-
les azucareros.
Adolfo tiene dos hijas de su matrimonio anterior. Una de ellas
vive también en Miami. La otra reside en Caracas, pero igualmente
tiene la vista puesta hacia el norte. Ambas acudieron a la primaria
en escuelas de Estados Unidos y cuando estuvieron en Venezuela
cursaron estudios en colegios de educación bilingües.
Este ingeniero, que partió en medio de un paro nacional en el
país, expresa que ya casi no mantiene conexión con lo que ocurre
en Venezuela. “No leo ya casi nada. La última vez que fui fue ha-
ce cuatro años. Me desconecté”, confesó. Asegura que le gusta ser
115

Partió en medio del paro petrolero y se empató con una “gringa”

venezolano, come cachapa una vez a la semana y hace arepas. Pero


a Venezuela no quiere ir más. “Tiré la toalla… después de más de 20
años trabajando y jodiéndome, mi país no me dio nada”.
Adolfo siente rechazo por lo que pasa en Venezuela, aunque
admite que no todo se lo achaca al presidente Hugo Chávez. “Ca-
da quién se merece su medicina y se forja su futuro. Es culpa de
los venezolanos porque tienen a ese señor allí”. De otra parte, sus
añoranzas son por Playa El Yaque, Playa El Agua y los cayos de Mo-
rrocoy. También por un buen bistec en el restaurant La Estancia.
D´Erizans dice que está escribiendo un guión sobre algo relaciona-
do con Venezuela. No se regresaría. “Ni a balazos. Mi patria es Es-
tados Unidos, sin duda alguna. Claro que voy a nacionalizarme”.
117

La pugna por las leyes contra


la inmigración ilegal
El 1° de septiembre de 2011 presencié una manifestación en contra
de una ley antiinmigración ilegal. Unas 1.500 personas se reunie-
ron en la céntrica plaza Linn, frente a la alcaldía de la ciudad de Bir-
mingham, Alabama. En este estado comenzó la lucha de Martin
Luther King Jr. por los derechos civiles. De Alabama es también Ro-
sa Parks, activista afroamericana por los derechos civiles, quien sal-
tó a la fama porque en 1955, a sus 42 años, rehusó obedecer la or-
den de un conductor de bus de dar el puesto a un pasajero blanco.
El incidente produjo sanciones en su contra y la posterior desobe-
diencia civil de la población afrodescendiente en pos de la igualdad.
El Congreso la llamó “la Primera Dama de los Derechos Civiles”.
Ahora en Alabama, esta manifestación que presencié trató de
enfrentar una ley estatal que limita la actividad y vida de los inmi-
grantes ilegales. Este estado tiene 4,8 millones de habitantes que
representan sólo 1,6 por ciento en el censo nacional de 2010.
Aunque el asunto es de interés de una parte de los venezola-
nos en EUA, probablemente, era yo el único ciudadano de Vene-
zuela que observaba en directo la actividad. Había llegado desde
Atlanta con la organización Georgia Latino Alliance for Human
Rights (Glahr), la que dirige Teodoro Maus, el ex cónsul mexicano
118

La alegría triste de emigrar

en Atlanta. Glahr trabaja con todas las nacionalidades pero mayor-


mente participan mexicanos. Sólo dos meses antes Glahr estaba
entre los convocantes a la marcha que se hizo en Atlanta contra otra
ley sobre la inmigración ilegal.
No hay muchos venezolanos inmiscuidos en la actividad polí-
tica en pro de una reforma migratoria, explican en Glahr. Y es que
los venezolanos podrían argumentar que ése es un problema fun-
damentalmente de los mexicanos en EUA. Ese país entrega anual-
mente la green card a unos 160 mil mexicanos, pero devuelve a Mé-
xico a 350 mil que ingresan ilegalmente. La jefa del departamento
de Seguridad Interna, Janet Napolitano, anunció en octubre de 2011
que la cifra había llegado el último año a casi 400 mil.
Lo que viene ocurriendo en Estados Unidos desde 2010 es una
especie de epidemia de leyes contra la inmigración ilegal que se ini-
ció en el estado de Arizona, siguió en Georgia y luego se replicó en
Alabama. Ha trascendido que en otros 20 de los 50 estados discu-
ten en la legislatura regional para aplicar medidas legales similares.
Para entender el problema, hay que saber que el censo de EUA
de 2010 reportó 308 millones de habitantes. Para enero de ese mis-
mo año, las cifras oficiales del Departamento de Seguridad Interna
contabilizaron 12,6 millones de extranjeros como residentes perma-
nentes legales (sin incluir a los naturalizados). Pero asimismo ubi-
caron 10,8 millones de ilegales, que ellos llaman “población inmi-
grante no autorizada”. De estos, 6 millones 600 mil son mexicanos.
Las leyes de Arizona (SB 1070), Georgia (HB 87) y Alabama (HB
56) han encontrado alguna respuesta y paralización a través del Poder
Judicial. Todas tuvieron reacción ante las cortes judiciales. Esto ratifi-
ca que el ambiente en el cual se han dado estas medidas de coacción
a inmigrantes ilegales es de una clara pugna entre bandos sociales.
En síntesis, como lo han descrito algunos testimonios en este
libro, las medidas se refieren al derecho que se le da a la policía de
revisar el estatus legal de un ciudadano cuando lo considere un sos-
pechoso y pedirle documentos de inmigración. Si no los tiene en re-
gla va a la deportación. Establecen penas para quien dé beneficios a
ciudadanos ilegales. Declaran inválidos los contratos firmados por
119

La pugna por las leyes contra la inmigración ilegal

ilegales. Establecen obligación en las escuelas de determinar el es-


tatus legal de los niños y sus representantes. Limitan la clase de in-
migrante que puede asistir a las universidades públicas.
Los casos de acusación federal, o federal prosecution, han veni-
do ascendiendo drásticamente en Arizona, sobre todo después de la
aprobación de la Ley SB 1070. Este estado, que según el censo sólo
tiene 2 por ciento de la población de Estados Unidos, aparece con 19
por ciento de los casos de acusación federal de todo el país en 2010.
Esto implica que uno de cada cinco casos nacionales pertenecía a
Arizona. No es sorpresa constatar que 84 por ciento de los casos de
Arizona ese año correspondieron a asuntos de Inmigración, sólo
9 por ciento a tráfico de drogas y 7 por ciento al renglón “otros”. 19
Arizona también encabezaba la cantidad de acusaciones por de-
litos de inmigración en el país. Un total de 12 mil 780 casos habían
sido presentados durante los primeros seis meses de 2011. Desde
2010, la ley SB 1070 de Arizona ha hecho que unas 100 mil fami-
lias abandonaran ese estado, comentó Adelina Nicholls, represen-
tante de Glahr.
“Si perdemos en los tribunales, si se falla a favor de la Ley en Ala-
bama, nosotros recomendaríamos ir a otro estado”, sentenció Maus
en medio de la efervescencia de la manifestación de Birmingham.
El abogado a quien le tocó llevar la impugnación contra la Ley an-
tiinmigración de Alabama, Andrew Turner, habló en el acto. Puso co-
mo ejemplo del papel de los inmigrantes en ese estado lo que estaba
ocurriendo en Tuscaloosa, Alabama. Esta es una población de unos
83 mil habitantes, sede universitaria, que en abril de 2011 sufrió los
embates de un tornado que dejó siete muertos y unos 100 hospitali-
zados con heridas. Latinos dejan su impronta allí. Quienes están re-
construyendo Tuscaloosa ahora mismo son inmigrantes”, dijo.
Mucha gente latinoamericana se distinguía entre los manifes-
tantes. Eran la mayoría. Pero también se advierten grupos de asiáti-
cos. Alguno de ellos organizó una exhibición de ritmos autóctonos
basada en tambores. No había diferencia. Estaban animados de la

19 Universidad de Siracuse. http://trac.syr.edu/tracreports/crim/236/


120

La alegría triste de emigrar

misma manera que los hispanos.


En un parangón con el lema electoral que llevó a Barack Obama
a la presidencia, los manifestantes de la plaza Linn gritaban “Stop
Deportations: yes you can”; otro era “Educación, no deportación”.
Y es que además de las leyes mencionadas, el gobierno de Obama
mantiene un par de programas nacionales que acechan a los inmi-
grantes ilegales.
En el caso del 287-G, si una persona es indocumentada y es
arrestada puede ser procesada para deportación. El otro programa
-denominado Comunidades Seguras- toma las huellas digitales a
las personas arrestadas y cruza esa información con un banco de
datos del FBI y el ICE. En caso de que la persona tenga algún ante-
cedente criminal o casos pendientes con inmigración, esta persona
es procesada para deportación.
“Las prioridades que se establecieron desde la implementación
de estas medidas están siendo interpretadas por las diferentes cor-
poraciones de policía”, explica Nicholls. “Llevan a cabo arrestos de
personas que no llevan documentos y que no tienen antecedentes
criminales. Vemos cómo mucha gente de la comunidad que está en
las cárceles en este momento no tiene antecedentes criminales, que
son trabajadores”.
Las medidas de Obama tuvieron el siguiente resultado en sus
dos primeros años: el porcentaje de incremento de los casos de ex-
tranjeros removidos por causas criminales pasó de 2,8 por ciento
entre 2007 y 2008, a 25,2 por ciento entre 2008 y 2009, y 27,8 por
ciento entre 2009 y 2010.
La pugna entre los propios estadounidenses en este asunto de
la inmigración ilegal se nota reiteradamente dentro de la políti-
ca. Obama, en un intento por tranquilizar a los sectores hispanos,
anunció en agosto de 2011 que sólo se deportaría a quienes hubie-
ren cometido delitos. Tal declaración fue impugnada por la gober-
nadora de Arizona, Jan Brewer, y su jefe de policía dijo que para él
esa declaración no valía y que seguiría cumpliendo con su deber.
Algunos venezolanos indocumentados en Georgia me comen-
taron que tratan de manejar sólo en sitios cercanos a su casa, para
121

La pugna por las leyes contra la inmigración ilegal

no arriesgarse. Temen a los llamados retenes, las actuaciones de la


policía en las calles, en las que las interpretaciones de la ley califi-
can al manejar sin licencia como un acto criminal y por ende causal
de deportación. Pero en realidad muchos se ven obligados a condu-
cir su auto diariamente y se exponen.
Las cifras del Departamento de Seguridad Interna reportan que
en 2010 fueron removidos 387 mil extranjeros, 169 mil por causas
criminales y 219 mil por causas no-criminales. De esos removieron
a 130 venezolanos por estar relacionados con crímenes y otros 236
por razones distintas.
Vi más venezolanos pendientes de su actividad en la iglesia que
manifestando contra las leyes. Maus considera que los venezolanos
no participan masivamente porque “tratan de ubicarse en un nivel
superior a la gente con la que nosotros trabajamos aquí, indocu-
mentados. Ellos actúan como si estuvieran documentados o en vías
de hacerlo. Hay muchos asilados, hay banqueros y otros que pasan
por banqueros”.
Cabe precisar que en ciudadanos denominados deportables, los
venezolanos ocuparon el puesto número 22 con sólo 348 naciona-
les entre los 517 mil localizados en el año 2010, según las cifras ofi-
ciales del Departamento de Seguridad Interna. Representaron sólo
0,07 por ciento del total de países y 4,6 por ciento entre los ciuda-
danos de países suramericanos.
A finales de septiembre de 2011, una juez decidió autorizar la
vigencia de la ley de Alabama en la mayoría de sus artículos. La pri-
mera reacción de los hispanos fue no enviar a sus hijos a la escuela.
Las autoridades escolares, alarmadas, acudieron entonces a los ca-
nales de TV latinos para instar a que retornaran los niños a las es-
cuelas; explicaron que los chequeos del estatus legal de los alumnos
no los haría la policía sino las autoridades escolares y sólo para fines
estadísticos. Se espera que vayan saliendo los ilegales del estado de
Alabama, huyendo de la aplicación de la Ley. El gobernador de ese
estado dijo que aplicaría la Ley de inmigración más fuerte del país.
El gobierno de Obama anunció que apelaría la decisión judicial. La
siguiente pelea es en la Corte Suprema.
123

Ha gastado 30 mil dólares en abogados


y no ha obtenido aún su green card
“Hay un ambiente de paranoia que se vive incluso fuera del país. Fí-
jate que yo ni siquiera he aplicado a los dólares de Cadivi. Cuando
fui al consulado en Nueva York me tocó dar la dirección de donde
vivía y eso fue traumático para mí… soy súper paranoica… por eso
estoy aquí”.
Alejandra es una joven profesional de 36 años que se desen-
vuelve en el área de la TV. Hoy está divorciada de su esposo, quien
fue su novio de toda la vida, pero no aguantó el trote que tiene que
dar un emigrante en EUA. Hablamos por Skype en julio de 2011.
Se graduó en 1999 como diseñadora gráfica en Caracas y ese
mismo año se fue a New York a seguir estudiando. “Recuerdo per-
fectamente el día en que mi papá me dio el cheque para venirme.
Los estudios son muy caros para los extranjeros. Me dijo: ‘Hija, el
día en que yo muera no vayas a esperar que te deje algo, ni nada.
Aquí está tu herencia”. Su novio trabajaba en Houston y con la cri-
sis de su empresa decidieron trasladarlo a Caracas. Aunque a ella
nunca le pareció bueno hacer eso -y lo manifestó- llegaron al país
en 2002 y se casaron. Como suele ocurrir, hubo luna de miel en
París pero la vida de regreso fue en casa de los suegros, arrima-
dos porque no conseguían apartamento. No tenían carro, porque
124

La alegría triste de emigrar

los intereses eran altos. Comenzó una gran devaluación que lle-
vó el sueldo de su esposo del equivalente de 2 mil 500 dólares has-
ta 800 dólares. Fue en ese momento en que se implantó el control
de cambio.
Alejandra comenta uno de los causales de emigración, que le
he oído también a otros venezolanos: la escasez. “Durante el paro
petrolero, un día fui a hacer mercado y no encontré papel higiénico
en el lugar donde toda la vida lo había comprado desde que yo era
niña. Pues ese día le dije al que era mi esposo: ‘No puedo vivir en
un país en donde no haya papel higiénico’. A mi marido le comen-
té entonces: ‘Mira, no quiero decir que te lo dije, pero te lo dije’. Él
me dio la razón”. Decidieron que ella se fuera sola a New York, por-
que era quien podía conseguir un trabajo más fácilmente. “Yo pasé
el primer año de matrimonio viviendo en Nueva York con mi pri-
mo, trabajando de mesonera, con visa de turista. Me entrevistaba
con todo el mundo hasta que por fin salió una oportunidad en una
agencia en Houston. Terminé trabajando con ellos. Me dieron la vi-
sa H1-B y a mi ex marido le dieron una visa de acompañante. Con
esa visa de él, que es cruel, no te dan permiso de trabajo, sólo per-
miso de ser marido y cocinar. Entonces lo que parecía una aventu-
ra terminó siendo una pesadilla. Pasaron tres años sin él conseguir
trabajo, ‘sólo mataba uno que otro tigre’ por allí”.
Alejandra trabajaba no sólo de lunes a viernes sino que los fi-
nes de semana lo hacía en un bar, hasta las cuatro de la madruga-
da. Debía poder pagar la hipoteca del apartamento que había com-
prado. Se mudaron a San Diego, adonde ella había sido transferida.
“Uno piensa que las cosas son temporales pero terminan pasando
años… Eso fue lo que motivó la ruptura final de la relación, ya des-
pués de varios años de intentarlo. Él consiguió un trabajo en Los
Ángeles y nos mudamos para allá. Yo dejé mi trabajo en San Die-
go. Le dije ‘bueno, yo te mantuve tres años, ahora me voy a tomar
yo un año sabático”.
Para esa época ella tenía varios problemas de salud, no se sen-
tía bien. Por eso viajó a la India, donde sólo se dedicó a la medita-
ción hasta que regresó. “A él se le vencía su permiso de trabajo en
125

Ha gastado 30 mil dólares en abogados y no ha obtenido aún su green card

noviembre y yo se lo estaba recordando desde febrero, que se acor-


dara de enviar los documentos al abogado para que renueven el per-
miso. Él se quejaba, decía que los papeles lo sacaban en seis sema-
nas, estaba confiado. Pero como profeta del desastre, él envió sus
papeles seis semanas antes y no se lo renovaron a tiempo. De ma-
nera que en la oficina le dijeron que no lo podían tener trabajando
sin el permiso. Casualmente fue cuando empezó la crisis económi-
ca y se agarraron de eso y le dijeron ‘chao pescao”.
Alejandra también le dijo “chao pescao”.
Siguió haciendo comerciales de TV y avanzando con el yoga. “De
repente hubo otra relación, con un americano, y la cosa tampoco fun-
cionó. Estaba despechada y entonces decidí irme a Nueva York”. Eso
fue en 2009. Había vivido tres años en New York, tres años en Hous-
ton, dos años en San Diego y otros tres en Nueva York. “Llevo 13 años
en EUA y no he resuelto mi estabilización. No sé si es por orgullo, pe-
ro me dije: ‘No me voy a casar para conseguir los papeles de residen-
cia en Estados Unidos’. Conozco a muchos que han conseguido sus
papeles así. Tampoco quise obtener la residencia cuando estaba sa-
cando la visa de trabajo con la empresa, porque vi a muchos que ad-
quirían así los papeles y terminaban como cinco años trabajando co-
mo esclavos en la compañía, no les subían el sueldo, los explotaban,
andaban paranoicos todo el día porque si perdían el trabajo perdían la
visa. Tampoco quería vivir así…. Finalmente me gané varios premios
con las agencias de publicidad con las que estuve y también me gané
un EMMY (prestigioso premio estadounidense del ámbito de la TV
y el video). Ya con eso califiqué para una aplicación que se llama ha-
bilidades especiales, donde uno mismo es su propio patrocinador”.
Alejandra cuenta que introdujo la petición cuando habiendo ga-
nado el EMMY, aún no se lo habían entregado. Entonces era consi-
derada sólo como nominada. “Fueron tres años perdidos, cinco mil
dólares en abogados, todo el stress. Bueno, apliqué por segunda vez
y en eso estoy ahorita. Calculo que he gastado 30 mil dólares en mi
green card. Si en el 99 me hubiera casado con un gringo, hubiera
podido invertir ese dinero en otra cosa y tuviera mi ciudadanía hace
años… ¡Quizá termine casándome con un gringo!”.
126

La alegría triste de emigrar

Ahora vive con un permiso de trabajo. “Puedes aplicar todos los


años a un permiso de viaje. Dura cuatro meses aplicar. Cuesta 800
dólares, cada 12 meses tienes que renovarlo, sólo te permite estar 28
días fuera del país cada vez que viajas. Es para múltiples salidas”.
Viaja con frecuencia a visitar a su padre a Bogotá y cada vez en-
cuentra más limpia, más bella y más segura, y le dan más ganas de
ir. Y cada vez que va a Caracas la halla más caótica, más sucia, más
insegura. “Es un fenómeno interesante porque yo iba a Bogotá una
vez al año. Yo sé lo que era ir a Bogotá en los años 80 y ver los noti-
cieros, no ibas al centro comercial porque a lo mejor había un coche
bomba y eso ahora no es así para nada. Es ver la evolución en una
sociedad y la decadencia en la otra. Cada vez que voy a Venezuela
encuentro que un nuevo miembro de mi grupo tradicional de estu-
diantes ha emigrado. En Caracas con lo que no podía vivir era abrir
los ojos, prender Globovisión y ver qué había pasado, si Chávez se
había muerto o ver qué había ocurrido en la plaza Altamira, esa zo-
zobra política todos los días. Aquí no, porque aquí sabes que Oba-
ma va a estar donde está, que de un día para otro no puede haber un
cambio radical. Aquí el país el 10 de septiembre (de 2001) y el 12 de
septiembre fue el mismo. Pero ¿qué tipo de futuro había para una
persona joven y talentosa como yo en Venezuela? Tuve la experien-
cia de ponerlo en práctica como gerente allá, con un gran puesto, y
aún así no podía comprar carro ni podía hacer nada, ir al supermer-
cado o las facilidades que encuentro aquí. Ahora, el “sueño ameri-
cano” es una quimera. Los que tenemos aquí suficientes años lo po-
demos saber. Todo se basa en el crédito y si la economía se echa un
resbalón te puedes ir tú para abajo. No puedes creer en cuentos, de-
bes tener los pies sobre la tierra, vas a pasar trabajo en EUA, en Ca-
racas o en Alemania… El espacio geográfico que uno escoge para vi-
vir depende de una decisión muy personal”.
Alejandra lleva tres años como trabajando independientemen-
te, algo que ha sido duro porque con una película al año no se pa-
ga la renta en Nueva York. “Estoy buscando full time y como está
la economía no ha sido fácil. Cuando voy al consulado de Vene-
zuela en Nueva York me pongo mi franela roja, si no hago horas
127

Ha gastado 30 mil dólares en abogados y no ha obtenido aún su green card

de cola. Ya el portero me conoce… Uno tiene que saber adaptarse


a la situación… Es como ponerse los tacones cuando vas a recibir
el EMMY. Yo me siento como un alien, porque no soy ni de aquí
ni de allá. No me identifico con la cultura (norte)americana, pero
es aquí donde decidí vivir y cada vez que voy a Venezuela me sien-
to más turista, me siento menos venezolana, aunque soy nacida y
criada en Venezuela”.
La conversación termina con un lamento de Alejandra sobre la
incertidumbre de la respuesta que le darán sobre su green card. Si le
dicen no, todo se habrá caído y deberá comenzar otra vez.
129

En New Jersey echa cartas del Tarot


Elia Mata posa sobre las cartas la mano anhelante de su “paciente”.
Podría ser algo trivial, pero a Elia le sirve para interpretar el inter-
cambio de energía que allí se produce. Luego, coloca sus dos manos
sobre la de su cliente y comienza su dinámica.
Es el tarot de la energía.
Elia trata de canalizarla relacionándola con las cosas que su “pa-
ciente” le dice; generalmente son asuntos que a esa persona le es-
tán ocurriendo. Todo eso lo aprendió en Caracas. Ahora tiene 57
años y es residente de New Jersey. “Llegué a Estados Unidos para
quedarme fija el 8 de noviembre de 2003. Me vine porque mi hijo
está aquí desde el año 2000”.
Elia hace en New Jersey lo mismo que hacía en sus últimos años
en Venezuela. Antes de dedicarse a explotar sus habilidades místi-
cas, había trabajado como contadora en diversas empresas, como
Berol. Pero no era lo suyo. Sin tener una explicación para eso, algo
la llamaba hacia lo que se había dado cuenta tenía desde sus años de
colegiala. Entonces entretenía a sus compañeras en el baño, leyén-
doles la mano. De niña comenzó a tener visiones sobre asuntos que
tiempo después ocurrían. Pero nadie le prestaba atención.
Era una niña muy aislada.
“Viví en Maiquetía y La Guaira en casas muy antiguas; una
de ellas tenía cantidad de historias de aparecidos. Yo podía ver a
130

La alegría triste de emigrar

Elia Mata: en New Jersey, el río Hudson la separa de Nueva York.


131

En New Jersey echa cartas del Tarot

personajes que no eran mitos sino realidad y podía sentir a canti-


dad de almas y cosas”. Ella afirma que fue la primera mujer a la que
se le diagnosticó en Latinoamérica el síndrome de Cusching, una
enfermedad relacionada con el exceso de cortisol en el cuerpo. De-
bido a la enfermedad asegura haber comenzado a sentir revelacio-
nes y manifestaciones. Una de ellas milagrosa, dice, con la Virgen,
con lo que se comprometió a trabajar dentro del área mística, muy
fuera del portafolio y las medias de nylon.
Elia lleva ocho años viviendo en New Jersey. Comenzó su traba-
jo atendiendo a los borrachitos de su barrio y hoy ve a unos cinco
clientes diarios, y dedica a cada cual unas dos horas. Su casa de ha-
bitación es su recinto de trabajo. Allí vive con su único hijo, quien
es músico y ya se hizo ciudadano de los Estados Unidos. Es el tim-
balero de La India de Nueva York, de Jerry Rivera, de Tito Nieves y
de Tito Rojas. Se llama Carlos Padrón. Después de casi una década
de permanecer en territorio de EUA, Elia muy pronto adquirirá su
estatus legal de residencia, porque su hijo la ha solicitado formal-
mente como inmigrante.
Su esposo se quedó en Caracas. “Estoy casada con él pero él no
decide mi vida”. Elia quedó fascinada con su nueva vida en New Jer-
sey. Volverá pronto de visita a Caracas, cuando adquiera su residen-
cia legal en EUA. “Me vine porque en realidad no soportaba la in-
seguridad. Trotaba por las mañanas con un grupo de mujeres que
salíamos desde las 5:30 y ya no lo podíamos hacer porque nos espe-
raban para robarnos. Viendo como estaba la situación del país, por
cualquier cosa empezaba a llenarme de angustia y cada día me sen-
tía más encerrada en mi casa. Cuando llegué aquí mi hijo estudia-
ba en Alto Manhattan y cuando me montaba en el metro y veía a los
morenos, siempre estaba agarrando a mi hijo, porque los veía muy
extraños. Pero él me decía que tenía que tranquilizarme porque las
cosas aquí son seguras. Esa parte me cautivó. Cuando regresé a Ve-
nezuela en 2002, me dije que cuando volviera a Nueva York ya no
me regresaría”.
Pero además de la sensación de seguridad, hubo otra cosa que
terminó de arraigar a Elia: la acogida tan grande que tuvo su trabajo.
132

La alegría triste de emigrar

Es como si sintiera que ella le hacía falta a toda esa comunidad in-
ternacional de personas que comenzaron a consultarle sus proble-
mas y sus penas en New Jersey. “Ha sido una experiencia maravillo-
sa porque la diversidad de culturas me ha dado muchas lecciones,
satisfacciones y también algunas tristezas”. Elia alude a dos clien-
tes suyos que se suicidaron a causa de presiones: un ingeniero ita-
liano de 25 años y una joven puertorriqueña.
Ella atiende a norteamericanos, chinos, filipinos y por supues-
to a los latinoamericanos, que se encuentran por millones en New
York y New Jersey: puertorriqueños, ecuatorianos, peruanos, gen-
te de El Salvador, de Guatemala y de Brasil. La comunidad que más
llega a su consultorio es la de colombianos. Cuenta que una perso-
na de un determinado país le llega como “paciente” y luego le lleva
hasta otros de la misma nacionalidad. “Aquí hay mucha gente que
adolece de orientación. Las personas que vienen están marcadas
por situaciones de sus países, cosa que no veía en Venezuela. Ha si-
do una gran escuela. He tenido que bregar con muchas personas,
hombres y mujeres, que sufrieron violaciones cuando eran niños y
vienen con esa tristeza arraigada. Que arriban a este país después
de cruzar la frontera, trabajar 18 y 20 horas diarias para mantener a
sus familias en sus países. Ha sido muy gratificante porque la ma-
yoría ha retomado su vida y encuentran en mí a esa persona que le
dedicó ese momento de asistencia, que le llevó a la tranquilidad”.
Elia explica que en la relación con sus “pacientes” no habla de
fantasmas sino de la energía. “La energía es lo que me permite ver
revelaciones de cualquier situación, de cualquier persona”, dice. Pa-
ra ella el Tarot es una terapia de respuesta espiritual, una investiga-
ción sobre la consciencia y el alma. Trabaja también con péndulos y
cristaloterapia, un masaje físico en los siete puntos principales lla-
mados chakras. Explica parte de su secreto: “Hubo una expresión
que me marcó cuando yo llegué. Me la dijo uno de esos borrachitos
de los que te hablé: Me dijo ‘¿Sabe por qué me gusta venir aquí?,
porque usted lo escucha a uno. Usted no es como la mayoría de las
personas de este país. Uno no tiene con quién hablar aquí porque
un minuto cuesta un dólar y ellos no lo pueden estar perdiendo’. La
133

En New Jersey echa cartas del Tarot

mayoría de esas depresiones es porque no tienen con quién hablar.


Todo el mundo con su propio ritmo de vida, exceso de trabajo, cada
quien anda en lo suyo y no tienen con quién hablar”.
Cuando le pregunto acerca de cómo ve su futuro en New Jer-
sey, responde que piensa seguir con su trabajo, pero con un espacio
mayor y fuera de casa. “Al principio Venezuela me preocupaba mu-
cho cuando veía Globovisión en cable, sufría mucho viendo el de-
terioro… mi hijo, quien sí ha viajado para allá, me dice que me pre-
pare porque la Caracas que yo dejé en 2003 en nada se parece a la
que está ahorita. Con mis vecinos nos comunicábamos y me dicen
que no pueden usar celular en la calle. Voy predispuesta… pero voy
a ver a mi madre que tiene 86 años. No quiero que me afecte. Oro
mucho por mi país, me da mucha tristeza. Tengo un familiar que
trabaja en el Gobierno y le da miedo llamarme aquí porque le pue-
den intervenir el teléfono y ver que conversa con una pitiyanky”.
135

Los asilados: ocho mil 600


He dicho que las estadísticas acerca de los venezolanos inmigran-
tes en Estados Unidos no son relevantes. No representan cifras al-
tas en cantidad de residencias permanentes entregadas ni en cuan-
to a los ilegales en el territorio. Los venezolanos no destacan en
cantidad de removibles ni de deportados, ya fuere o no por causas
criminales. No obstante, otra cosa ocurre cuando se entra a anali-
zar un renglón del que ningún país puede estar orgulloso de enca-
bezar: los asilados.
Más de ocho mil 600 venezolanos han solicitado y recibido asi-
lo en los Estados Unidos a partir de 2002, año en que arreció la vo-
rágine política en el país. Puede haber algo de saña del “imperio”
contra la revolución de Caracas. Pero más que eso, estas cifras des-
criben el drama político venezolano.
No es la primera vez que los venezolanos piden y obtienen asilo
político en algún país del mundo. Pero sí que ello ocurre en masa.
Las estadísticas del Departamento de Seguridad Interna de 2010
sobre la cantidad de asilados revelan que Venezuela se encuentra en
cuarto lugar, sólo superada por China, Etiopía y Haití. Y está por en-
cima de países como Nepal, Colombia, Irán y Guatemala.
Como asilados entraron muchos venezolanos políticos, milita-
res y periodistas, acostumbrados al debate y al ambiente de la lu-
cha por el poder. Pero también la movilización general de bando
136

La alegría triste de emigrar

y bando, producto de la llamada revolución bolivariana, y la radi-


calización de la política en Venezuela que se inició poco antes del
golpe de Estado de abril de 2002, llevó a cientos de venezolanos a
un mundo animado por el enfrentamiento, que les era descono-
cido. Muchos de ellos -la mayoría jóvenes- que por primera vez se
acercaban a la política encontraron que la cosa no era color de ro-
sa, como en otros tiempos de estabilidad que vivió el país. En Es-
tados Unidos hablé con cerca de una decena de estos jóvenes, que
terminaron asilados en ese territorio. Aunque inicialmente, algu-
nos de ellos se mostraron anuentes para contar su historia pronto
cambiaron de opinión.
Están temerosos. Vivieron experiencias traumáticas de segui-
miento, amenazas o persecución en Venezuela. Esto les ha sido re-
conocido para conseguir el asilo y no desean volver sobre lo mismo.
Conversé con una militante de Primero Justicia de Monagas,
quien teme por la seguridad de los familiares que dejó en el país.
Vive en Miami y recibió protección para ella y sus hermanos. Otro
miembro del mismo partido se excusó desde Orlando, Florida,
donde reside desde hace unos años. Y otro asilado que vive en Ala-
bama también me dejó un mensaje en el teléfono diciendo que no
podría cumplir con la entrevista.
Conversé con Mohamad (Mike) Merhi, quien perdiera un hi-
jo en los trágicos sucesos del 11 de abril de 2002 en el centro de
Caracas y luego realizara una campaña de denuncias sobre ese
asunto. Él decidió emigrar a Canadá, adonde le fue concedido el
refugio. Supe que con sus casi 60 años se había comprometido
para casarse. Vive al oeste, en Vancouver, desde donde no quiso
hacer comentarios sobre su proceso administrativo para ser ad-
mitido allá.
Quienes se decidieron a hablarme fueron esencialmente po-
líticos, militares o periodistas. La mayoría de ellos obtuvo el asilo
desde el proceso inicial, es decir el denominado asilo afirmativo.
Allí están los casos de dos militares, una periodista y una ex ma-
gistrada de la Judicatura, Gisela Parra. Todos ellos obtuvieron el
asilo rápidamente, es decir no fue necesario un segundo proceso.
137

Los asilados: ocho mil 600

El asilo en EUA es un proceso un tanto complicado, aunque


se puede iniciar llenando un formulario desde una página web ofi-
cial. Pero dos distintos ministerios (departamentos) están involu-
crados. El asilo llamado afirmativo es el inicial, que se hace an-
te un funcionario del departamento de Seguridad Interna. Luego,
si no es aprobado, el aspirante pasa al asilo defensivo, que trami-
ta el departamento de Estado y se hace ante una especie de juez
y es totalmente independiente del primer proceso. A veces puede
ser muy largo.
El ingeniero Luis Neira, de 59 años, hubo de salir con su fami-
lia rápidamente de Venezuela hacia Arizona, en agosto de 2003, an-
te las amenazas recibidas cuando trabajaba como activista de Copei
para destituir a Chávez a través del referendo revocatorio. Solicitó
asilo en 2004 y para 2011 aún no se había decidido su caso. Había
votado por Chávez en 1998 y le tocó trabajar en el ministerio de In-
fraestructura. “Lo mío no fue por Globovisión, o debido a los me-
dios de comunicación, sino porque viví la corrupción en el ministe-
rio de Infraestructura”, me confesó.
Contó que cuando se metió a hacer campaña contra el Presi-
dente, comenzó a recibir llamadas intimidatorias, luego llegaron
a amenazar a su hijo y finalmente lo hicieron físicamente con él,
cuando unos tipos con armas largas lo pararon en la autopista ha-
cia Guarenas.
Se fueron él, su hijo y su esposa con ocho mil dólares a Phoenix.
Allí vive su cuñada. Solicitó el asilo en Arizona. A los seis meses le
llegó el permiso de trabajo, pero transcurridos cinco años no le die-
ron noticia de su caso. Es como si se hubieran olvidado.
Entonces un amigo le recomendó que le escribiera planteando
el caso al senador John McCain, quien era entonces el candidato
presidencial republicano de 2008. Así lo hizo, con el siguiente re-
sultado: a los 15 días el servicio de Inmigración le respondió, ne-
gándole el asilo. Argumentaron que Neira no había dado suficiente
prueba de su militancia política. Él entonces apeló la decisión intro-
duciendo unos documentos que le dio el partido Copei. Su abogado,
que dice le cobra “bien caro”, le asegura que ahora ganará el caso.
138

La alegría triste de emigrar

Aún para diciembre de 2011 no habían decidido el asunto. A


la sazón, Neira se divorció y se casó nuevamente con una ciudada-
na estadounidense. Introdujo sus papeles también para legalizar
la residencia permanente de su hijo y de él mismo como cónyuge
de una ciudadana estadounidense.
El gobierno venezolano ha guardado silencio sobre estos ocho
mil 600 asilados. Y Estados Unidos ha continuado brindando
protección a quienes tocan sus puertas en su busca. No obstan-
te las agrias relaciones diplomáticas y políticas entre ambos paí-
ses, existe un umbral que no se ha querido sobrepasar. Por ejem-
plo, Estados Unidos no ha otorgado asilo político a Luis Posada
Carriles (acusado de haber volado un avión cubano produciendo
cientos de muertos en los años 70) y se ha cuidado de hacerlo en
otros casos presuntamente relacionados con terrorismo. Sin em-
bargo, para evitarse interpretaciones, le ha concedido protección
contra la tortura.
A veces el asilo político se ve claro, pero no se otorga para evi-
tar enturbiar más las relaciones entre ambos gobiernos. Una fuen-
te confiable me confirmó que el ex presidente Carlos Andrés Pérez
solicitó asilo político en Miami, pero el gobierno norteamericano
no se lo concedió. Pérez venía de República Dominicana, donde
gobernaba la socialdemocracia. Chávez denunció ante el entonces
presidente Hipólito Mejía que, desde Santo Domingo, Pérez cons-
piraba para derrocarlo. Mejía dejó a Pérez y el asunto llegó a ma-
yores. El gobierno venezolano suspendió el envío de petróleo a Re-
pública Dominicana. Cuando en 2004 llegó el gobierno de Leonel
Fernández, éste hizo las paces con Chávez. Pérez se fue a Miami y
le pasó esa papa caliente al gobierno de Estados Unidos.
EUA no le concedió asilo a CAP, pero igual éste permaneció
legalmente en el territorio estadounidense hasta su muerte. Una
de sus hijas lo solicitó formalmente para que se le diera la residen-
cia permanente.
Y así se hizo.
Es decir, la decisión del Servicio de Inmigración no tuvo nada
que ver con la política. Pérez ingresó y vivió en Miami como un
139

Los asilados: ocho mil 600

ciudadano común más. Estaba imposibilitado de volver a Venezue-


la debido a un juicio por el llamado Caracazo, por el cual fue pre-
sentada una solicitud de extradición ante el tribunal de control nú-
mero 32 de Caracas, en marzo de 2010.
Hay razones para pensar que en vista de que el asilo (o refugio,
como se llama en Canadá) es una forma de ingresar y permanecer
legalmente en Estados Unidos o Canadá, algunas personas lo in-
tentan sin tener realmente las razones de persecución que se esti-
pulan. Se lanzan a la aventura jurídica a ver si tienen suerte. Quizá
se deba a eso que es muy alta la proporción de casos de solicitudes
de asilo negadas en los Estados Unidos.
Para Canadá era muy fácil la emigración en los años 90, antes
de que se aprobara una reforma que puso las cosas más complica-
das. Antes, un ciudadano extranjero se presentaba en Ottawa, con-
taba una buena historia sobre la imposibilidad de vivir en su país y
muy probablemente le aprobaban el refugio.
Hoy en día hay más filtros. Por ejemplo, en 2004, una amiga
me contó que en su entrevista en la embajada de Canadá en Cara-
cas para solicitar una visa por razones académicas, fue llevada a un
pequeño cuarto donde tuvo una conversación con una miembro de
la Policía Montada. Ésta le preguntó si tenía planeado pedir refugio
en Canadá, cosa que ella negó. Seguidamente le pidió firmar un do-
cumento en el que ella se comprometía a no solicitar el refugio una
vez que estuviera en territorio canadiense.
Canadá aprueba sólo 38 por ciento de los casos de refugio que
le son presentados. Pero actualmente tiene 42 mil casos pendientes
que provienen de los diversos países, algunos de ellos que datan de
años atrás. Una reforma, que debía estar en vigencia para julio de
2012, acelera los procesos de revisión de los casos de refugio, con
miras a salir de muchos casos, según reportó el sitio web de Los Án-
geles Times el 14 de enero de 201220. La reforma reduce los lapsos del
proceso de refugio y establece un plazo de sólo 90 días para la cele-
bración de las audiencias.

20 http://www.latimes.com/news/nationworld/world/la-fg-canada-immigra­tion­­­-201­2­0­­1­
1­­5,0, 4032232.story
140

La alegría triste de emigrar

Por demás, esa misma reforma –mediante la cual se invierten


540 millones de dólares- intensifica la acción para expulsar del te-
rritorio canadiense a quienes soliciten la protección de asilo pero
no demuestren ser perseguidos en su país de origen.
Para enero de 2012, Canadá contabilizaba 124 mil personas pa-
ra deportación, la mayoría de ellas con solicitudes de refugio recha-
zadas. Por lo menos 44 mil habían ignorado las órdenes de abando-
nar el país y ya estaban en condición de ser detenidos.
El refugio concedido a venezolanos en Canadá tuvo unos picos al-
tos en 1997, antes de la reforma mencionada, y en 2005. Después de
ese año la cantidad ha venido en declive hasta sólo 20 casos en 2010.
Como Canadá siempre anda buscando inmigrantes, sobra quie-
nes sigan intentando el refugio sin tener credenciales para ello. Al-
gunas de las empresas de abogados que trabajan buscando po-
tenciales inmigrantes en ciudades de América Latina prefieren
concentrar su labor en otros programas distintos al refugio, alegan-
do que “hay mucho fraude con esos casos” y no quieren verse en-
vueltos. Quizá por esa misma razón es que es mayor el porcenta-
je de solicitudes de refugio que son negadas, también en Canadá.
En Estados Unidos igualmente se presentan muchas solicitu-
des de asilo, algunas de ellas con la intención de permanecer le-
galmente como inmigrantes. Ocurre sin embargo que esta opción
suele ser un arma de doble filo. Cuando el asilo se niega, el intere-
sado recibe una carta ordenándole salir del país en tiempo perento-
rio. Si no lo hace durante ese lapso, sale una orden de captura pa-
ra deportación.
En EUA no todos los asilos salen en el proceso afirmativo. Hay
varias tendencias en esto. La primera es que casi todas las solicitu-
des de asilo que se tramitan sin un abogado resultan negadas.
Cuando no se aprueba el asilo afirmativo y se pasa al asilo de-
fensivo, sólo se aprueba finalmente uno de cada cinco casos, inde-
pendientemente del juez que lo tenga. Hay razones para que esto
ocurra. La primera es que algunas veces, quien solicita el asilo en-
cuentra en el interín otra vía para legalizar su situación en los Esta-
dos Unidos y entonces desiste. Otros inmigrantes no son elegibles
141

Los asilados: ocho mil 600

para asilo pero de todos modos introducen una solicitud formal y


por supuesto le es negada. Esto incluye a personas que tienen ré-
cords criminales y buscan el asilo como vía para evitar ser deporta-
dos. La tercera causa es el simple fraude. Uno de los casos típicos es
la repetición palabra por palabra de casos de solicitud de asilo apro-
badas. Es decir, cuando a alguien le aprueban un asilo, otros se co-
pian el caso y presentan otro con los mismos alegatos, probable-
mente de otro país.
La juez Denise Slavin, de Miami, explicó al diario Atlanta Jour-
nal Constitution que una vez le presentaron seis diferentes casos de
personas buscando asilo y que planteaban ser la única secretaria de
un candidato presidencial en otro país. Ella dijo que había negado
cinco de esas seis solicitudes.
Para quienes buscan el asilo defensivo, sólo uno de cada cinco es
concedido, 32 por ciento es negado y el restante 48 por ciento es sus-
pendido, abandonado o tiene una solución alternativa.
Hay en Estados Unidos 286 jueces que deciden asilos, que ac-
túan en 48 distintas ciudades. Uno de cada cuatro asilos se decide
en tribunales de Nueva York. Uno de cada seis en tribunales de Mia-
mi. Las cortes de Nueva York tienen un nivel mucho más bajo de
demandas de asilo negadas. Esto implica que Nueva York es mejor
ciudad que Miami, San Francisco y Atlanta para solicitar y recibir el
asilo, ya que estadísticamente es más probable que se lo aprueben
allí que en cualquier otra ciudad.
La edición del Atlanta Journal Constitution del 20 de septiem-
bre de 2011 reportó que los juzgados de Atlanta fueron durante los
últimos cinco años los más severos negando asilos políticos. Su ni-
vel llegó a 84 por ciento frente a una media nacional de 53 por cien-
to, según cifras de la Universidad de Syracuse, específicamente de
la Transaccional Records Access Clearinghouse (Trac). La Trac pide
información oficial al gobierno y elabora reportes. De ella son los si-
guientes datos sobre los asilos solicitados por venezolanos.
Entre los años de 2004 y 2006, los venezolanos tuvieron un
mil 825 casos en los tribunales de asilo de los Estados Unidos.
142

La alegría triste de emigrar

Entonces, 73 por ciento de esos casos resultaron negados. Entre los


años 2007 y 2009, los venezolanos presentaron un total de un mil
767 y tuvieron mejor suerte con sólo 58 por ciento de casos nega-
dos21. Venezuela tenía para julio de 2011 un total de un mil 773 ca-
sos pendientes en las cortes de inmigración de EUA, donde se de-
ciden los asilos.
El viernes 18 de mayo de 2012, el Departamento de Seguridad
Interna reportó los datos sobre los asilos otorgados en 2011. Vene-
zuela apareció en segundo lugar, después de China, con un mil 107
asilos. De estos 902 fueron afirmativos y 205 defensivos.
China encabeza con 8 mil 601, 34,4 por ciento y luego Venezue-
la con 4,4 por ciento, por encima de Etiopía, Egipto, Haití y Nepal.
El incremento interanual de asilados venezolanos de 648 a un
mil 107 representa 70,8 por ciento.

21 http://trac.syr.edu/immigration/reports/209/include/nationality_alpha.html
143

Los asilados: ocho mil 600

Fuente Homeland Security. Libro del año 2010 sobre estadísticas de inmigración
http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2010/ois_yb_2010.pdf

Fuente: Citizenship and Immigration Canada, RDM, Datos preliminares 2010

Los gráficos revelan que en los últimos años Estados Unidos y Canadá han aplicado políticas
distintas en cuanto al asilo de ciudadanos venezolanos.
145

Una periodista asilada rehace su vida


en Houston
La periodista Hilda, de 47 años, a pesar de haber cubierto temas po-
líticos, nunca pensó que tendría que asumir un asilo. La Fiscalía la
relacionó con la toma de un medio de comunicación estatal, duran-
te el golpe de Estado de abril de 2002. Ella laboraba para una go-
bernación que controlaba la oposición. Se le abrió un juicio por pre-
sunta rebelión civil y otros seis supuestos delitos más. Actualmente
vive en Houston, Texas, y trabaja como periodista en un diario de
esa ciudad. Hilda también escribe para un portal de noticias.
Luego de una amplia trayectoria en los medios de comunica-
ción en Venezuela, tuvo que emigrar en diciembre de 2006, jun-
to a su familia, compuesta también por esposo e hijo. “Debo con-
fesar que nunca pensé salir de mi país, pero a raíz del juicio y las
frecuentes visitas de funcionarios policiales a mi residencia, más
otros eventos que prefiero no mencionar pero que evidenciaban
que mi seguridad y la de mi familia corrían peligro en Venezuela,
tomamos la decisión de irnos. No había ninguna garantía de que
se produjera un juicio imparcial, porque tristemente en Venezue-
la no hay independencia de ninguno de los Poderes del Estado”.
Contó que durante el juicio “llegué a sentirme extranjera en mi
propio país, un sentimiento negativo por un lado, pero tiene un
146

La alegría triste de emigrar

lado positivo: te obliga a buscar nuevos horizontes. Entonces com-


prendí que era hora de emigrar”.
Hilda y su familia escogieron Estados Unidos porque lo con-
sideran un país donde hay una democracia consolidada, donde el
poder judicial funciona. “Yo me documenté suficientemente sobre
cómo, por qué y en qué casos EEUU otorga asilo político. Y todo in-
dicaba que yo era candidata para ser beneficiada con esa protección.
Efectivamente la razón estuvo de mi parte”.
Para Hilda el proceso de adaptación no fue fácil. Reconstruir
la vida en otro país requiere de un gran esfuerzo emocional, físi-
co e intelectual y es necesario concentrar todas las energías en eso.
“Cuando llegué a Miami tuve la impresión de que estaba en una
modernísima urbanización de Caracas, por el clima político que se
respira en la calle y porque los medios de comunicación tienen una
cobertura extensa y profusa de los acontecimientos de Cuba y Ve-
nezuela. Miami es una ciudad altamente politizada y en eso se pa-
rece bastante a Caracas”.
Comentó que en Miami muchos venezolanos participan de esa
especie de obsesión por las noticias de Venezuela “y yo misma caí
en eso por un tiempo hasta que me detuve a reflexionar y llegué a
la conclusión de que debía enfocarme en reconstruir mi vida aquí.
Además, en ese sentido me ayuda que ahora vivo en Houston, don-
de la mayoría de los inmigrantes son de origen mexicano o cen-
troamericano y sólo se nombra a Venezuela cuando hay hechos vio-
lentos allá”.
Fue duro para todos, pero particularmente para su hijo, que en-
tonces sólo tenía 15 años: “Es la edad cuando los amigos son el uni-
verso -contó Hilda-. A él le costó mucho adaptarse, sobre todo por-
que decía que no quería vivir aquí, sino en Caracas, donde estaban
sus panas. Y conversando con otros venezolanos, la experiencia era
la misma en todas las familias recién llegadas, cuyos hijos eran ya
adolescentes. Cuando son niños pequeños se adaptan rápidamen-
te y sin resistencia”.
Han pasado cinco años. Y ya él se adaptó muy bien, asimiló
muy pronto el inglés (es la ventaja de los jóvenes) y por su buen
147

Una periodista asilada rehace su vida en Houston

desempeño en la high school ganó una beca para estudiar Arquitec-


tura, carrera que está cursando en el college. “Yo estoy agradecida a
Dios y a este país, Estados Unidos, por habernos acogido y apoya-
do. Cuando emigras debes aprender todo de nuevo. Es como nacer
en otro país, pero como adulto. Te consigues varias barreras, la pri-
mera es el idioma: aprender a hablarlo cuesta más en los adultos. Y
se requiere que lo hables hasta en los empleos más sencillos. La se-
gunda: los documentos, arreglar el estatus migratorio tarda al me-
nos de seis meses a un año, tiempo en el cual debes vivir de tus aho-
rros, pues no puedes trabajar sin documentos. La tercera: cultural.
Hay que comenzar a hacer nuevas amistades. Esto es clave para lo-
grar el complejo proceso de adaptación a las costumbres del nuevo
entorno. Éste es un proceso muy duro, pero en la medida que se tie-
ne actitud positiva el camino se hace más llevadero. Ver el lado bue-
no de la nueva realidad es clave”.
149

Huyendo a la muerte
El automóvil del coronel gustavo díaz vivas explotó mientras esta-
ba estacionado en el edificio Las Fundaciones en Caracas el 17 de
junio de 2005. A los pocos días, el oficial decidió irse a Alabama a
pedir asilo político. “Trabajaba con el grupo Mendoza. En ese mo-
mento estaba en la oficina. Eso lo cubrió mucho la prensa de esa
época. Tuve entrevistas en El Nacional y El Universal, fui al progra-
ma de Miguel Ángel Rodríguez en RCTV. Todo el mundo tenía mie-
do, después hubo amenazas para compañeros de trabajo, amenaza-
ron a toda la gente del edificio, amenazaron a mi hijo, la bomba fue
el 17 y yo tuve que venirme el 22 de junio”.
Este coronel solía meterse en el candelero político. Salió de cier-
to anonimato nacional cuando apareció por la TV como miembro
de la Casa Militar, protegiendo al presidente de facto Pedro Carmo-
na Estanga, en una declaración pública en medio de los hechos del
12 de abril de 2002. Estuvo de protesta con los militares en rebel-
día en la Plaza Altamira. Y en noviembre de 2002 lo pasaron a re-
tiro en la Fuerza Armada. Entonces continuó en la actividad políti-
ca contra el gobierno de Chávez. Alega que no quería irse del país
pero que la situación lo obligó para evitar daños a su familia o a sus
compañeros de trabajo.
Vive en Birmingham. Se fue a Alabama porque en ese esta-
do vive su hermano. “Aparte de eso, Estados Unidos no firmó la
150

La alegría triste de emigrar

Convención Interamericana de Asilo y el asilo aquí en EUA es dife-


rente, aquí puedes declarar a la prensa. Uno hace la solicitud aquí
y legaliza el estatus hasta que aprueben o no y no hay riesgo, tienes
tu libertad de expresión garantizada”, comenta.
Llegó el 22 de junio de 2005. Introdujo la solicitud de asilo el
20 de julio de ese mismo año, hizo su entrevista el 12 de agosto y
ya el 6 de octubre tenía el asilo. Explicó que había presentado todas
las pruebas sobre la explosión de su carro. “Mandé el video con la
entrevista con Miguel Ángel Rodríguez, los recortes de periódico,
lo de la plaza Altamira, lo del 11 de abril, entrevistas, correos elec-
trónicos. Me habían avisado mis amigos que me cuidara, que me
iban a hacer algo. Todo eso lo puse. Me apoyó un abogado de Atlan-
ta, pues la entrevista hay que hacerla con un abogado presente”. El
asilo trae el documento para obtener un permiso de trabajo y todos
los beneficios de seguridad social, médicos, entre otros., incluso en-
trenamiento para trabajo, idiomas y otras cosas.
Este coronel salió del país solo. Pero pronto se le unió su hijo,
que ahora está en sus 19 años. “Él estudia aquí. Está muy identifi-
cado. Se adaptó. Ha hecho sus relaciones. No tiene compañeros de
Venezuela. Sus amigos de Venezuela eran los de sexto grado”.
Díaz Vivas ha tenido etapas duras. Se mantuvo dos años desem-
pleado en la época de crisis, durante la cual lo ayudaron el seguro de
paro forzoso y algunas iglesias. “La compañía donde trabajaba ce-
rró y despidieron a todos. Desde el gerente hasta el último obrero.
Esa empresa fabricaba puertas de aluminio. Pero tuve algunos be-
neficios como desempleado, ésa fue una ventaja”.
En Caracas sólo tiene la tumba de su padre. Y todo lo que res-
ta de su familia. Deben cambiar las condiciones para que él vuelva.
151

Los jueces de asilo prefieren


a los venezolanos

Pretendo demostrar que los tribunales donde se ventilan los casos


de asilo en los Estados Unidos tienden a aprobar los correspondien-
tes a ciudadanos venezolanos más que los de otras nacionalidades.
La tabla “Decisiones de asilo sobre venezolanos” contiene la lis-
ta oficial de los 23 jueces de asilo que decidieron 20 o más casos de
venezolanos durante el período comprendido entre los años 2008 y
2010. Esto da fortaleza estadística al estudio. Es la más reciente es-
tadística oficial que existía para finales de 2011. Fue realizada en la
Universidad de Syracuse, basada en solicitudes de información ofi-
cial al Gobierno de los Estados Unidos. La información fue expre-
samente solicitada por mí a la universidad.
La lista está ordenada de menor a mayor, según la columna del
porcentaje de casos negados a los venezolanos. Incluye también la
ciudad donde despacha el juez; aparece su nombre; luego está la co-
lumna que informa sobre la cantidad de casos de asilo de venezola-
nos que le tocó decidir a ese juez en el período 2008-2010.
La siguiente columna informa acerca de la cantidad de casos de
asilo a venezolanos que este juez negó. Luego aparece el porcentaje
de casos negados a venezolanos que representa.
La última columna es muy importante. Ella nos informa acerca
152

La alegría triste de emigrar

del porcentaje de casos negados por este juez a ciudadanos de todos


los países, es decir no ya solamente a los venezolanos. Comparando
esta columna, podemos apreciar cómo se comporta el juez en for-
ma general y cómo decide particularmente en los casos de ciudada-
nos venezolanos.
Al analizar esto se concluye que en sólo uno de los 23 jueces in-
cluidos en la lista es mayor el porcentaje de casos negados a los ve-
nezolanos que el porcentaje total general. Es el caso del juez Harris,
Rodger C. (Miami), por cierto el último de la lista de 23. Es decir el
que tuvo el mayor porcentaje nugatorio a venezolanos.
Esto implica que los jueces de asilo en general aprueban más
los casos venezolanos que los casos para la media de las demás na-
cionalidades.
Por la fortaleza de la muestra estadística, se trata de un hallazgo
no impugnable sino representativo de toda la comunidad de jueces
de asilo. Es decir, no tiene discusión: los jueces de asilo de los Es-
tados Unidos tienden a negar menos los casos de venezolanos que
los casos del conjunto de las demás naciones.
Pero voy ahora a realizar mi único comentario de opinión estric-
tamente político en este libro. Es la respuesta a la pregunta ¿por qué?
Obviamente, no hay razón para asumir que los casos de los ve-
nezolanos están jurídicamente mejor presentados ante los tribuna-
les de asilo que los de ciudadanos de otras nacionalidades. Quie-
ro decir que la diferencia no es una cuestión formal sino de fondo.
En segundo lugar, lo más importante es la credibilidad en el ti-
po de persecución que se alegue. Y en esto hay en Venezuela un cal-
do de cultivo muy nutritivo para que los jueces admitan los asilos.
¿Qué pueden pensar en el mundo cuando el presidente Hugo
Chávez dice: “Quien no está conmigo está contra mí”? Ésa, como
otras frases similares que ha usado con frecuencia, es una forma
agresiva contra buena parte de la ciudadanía que ejerce su derecho
constitucional de no respaldar a alguna figura política, tanto más
al Presidente.
Por una parte, eso se difunde por todo el mundo, incluyendo a
EUA. Pero todavía más importante que eso es que el mensaje a los
153

Los jueces de asilo prefieren a los venezolanos

2008 - 2010:
Decisiones de asilo sobre venezolanos
Corte de Nombre Cantidad de Cantidad % Negado % Negado
Inmigración del Juez decisiones de casos de venezo- de todos
sobre asilo negados lanos los países
1 Memphis Burman, Lawrence 33 1 3,0 30,8
O.
2 Orlando Ortiz-Segura, 90 22 24,4 54,6
Rafael B.
3 Orlando Ghartey, 80 21 26,3 50,2
Victoria L.
4 Miami Sanders, Charles J. 30 10 33,3 72,0
5 Miami Dowell, J. Daniel 31 13 41,9 71,2
6 Miami Miranda, Pedro A. 52 25 48,1 59,9
7 Miami Bradley, Kevin G. 30 16 53,3 68,8
8 Miami Mander, Stephen 43 23 53,5 59,7
E.
9 Miami Sukkar, Elisa M. 25 14 56,0 60,2
10 Miami McCormack, 33 19 57,6 75,2
Nancy R.
11 Miami Holliday, Carey R. 85 52 61,2 84,2
12 Orlando Lippman, Daniel 52 33 63,5 78,6
13 Miami Solow, Bruce W. 80 52 65,0 70,9
14 Miami Alexander, Scott 41 27 65,9 75,8
G.
15 Miami Opaciuch, Adam 30 20 66,7 85,1
16 Orlando Grim, James 28 19 67,9 83,3
17 Miami Hanson, Mahlon 25 17 68,0 85,8
F.
18 Miami Opaciuch, John 44 30 68,2 77,7
19 Miami Marks Lane, 22 15 68,2 82,7
Denise A.
20 Orlando Chapman, Kevin J. 49 35 71,4 77,6
21 Miami Torreh-Bayouth, 72 52 72,2 76,5
Lilliana
22 Orlando Wilson, 127 102 80,3 80,7
Earle B.
23 Miami Harris, 30 25 83,3 81,3
Rodger C.
%
TOTAL 1132 643 56,8

*Ïncluye sólo a jueces con al menos 20 decisiones sobre asilo a venezolanos entre 2008 y 2010
Internal case-by-case records of the Immigration Courts, Executive Office of Immigration Re-
view (EOIR)
(c) Transactional Records Access Clearinghouse, Syracuse University, 2012
154

La alegría triste de emigrar

partidarios del Gobierno de Chávez puede ser muy claro: hay que
enfrentar a todo aquel que no esté con sus consignas y que critique
sus opiniones y decisiones.
Eso no es una tontería. Es causa primordial de más de ocho mil
600 casos de asilos y que allí está el meollo del asunto. Conocí a va-
rios asilados que son gente común y corriente, no son casos famo-
sos que aparecen por la TV nacional, están en los niveles bajos de
la política, no son dirigentes. Algunos de ellos vivían en el interior
del país. Tuvieron enfrentamientos políticos que los hicieron irse a
EUA y pedir asilo.
Los jueces, por demás, usan asesores conocedores del país del
solicitante y pueden consultar con diplomáticos estadounidenses.
Ellos reportan el ambiente general que se vive en el país, que otor-
ga credibilidad a los casos presentados.
No quiero decir que si usted presenta un caso de asilo personal
se lo van a aprobar. En verdad son más los casos de asilo que se nie-
gan a venezolanos que los que se les aceptan. La situación es que
los venezolanos tienen en el ambiente político nacional, en la vorá-
gine política, una causa a favor de una eventual solicitud de asilo.
155

Una ex magistrada salió por


los caminos verdes
La doctora Gisela Para, ex magistrada del Consejo de la Judicatura,
es otro de los miles de asilados venezolanos en EUA desde 2002.
Ella firmó el decreto de Pedro Carmona Estanga del golpe de Esta-
do del 12 de abril de ese año y posteriormente la Fiscalía la relacionó
con un incidente en La Lagunita Country Club con el general Jorge
Luis García Carneiro durante una protesta con cacerolazos, a la sa-
zón ambos vecinos hasta entonces. “Llegué (a Miami) el 23 de mar-
zo de 2005. Salí del país porque por orden de la Fiscalía 19 fui pasa-
da a Tribunales, tuve auto de detención y orden de captura”.
Los primeros tiempos del gobierno de Hugo Chávez tuvieron
la anuencia de esta funcionaria del Poder Judicial, quien había si-
do Directora Nacional de Modernización de la Justicia con el apoyo
del Banco Mundial durante el segundo gobierno de Rafael Calde-
ra. “Cuando Chávez ganó las elecciones me llamó a (la residencia
oficial) La Viñeta y llevé copia de todas las funciones de ese proyec-
to. Le pedí que lo terminara de realizar. Yo tenía muy buena ima-
gen por mis decisiones como juez y magistrada y por el desarrollo
de ese proyecto, que incorporó a todo el país. Chávez me ratificó en
el cargo, como a otras figuras, para dar la imagen de amplitud y de
que no era comunista”.
156

La alegría triste de emigrar

La luna de miel duró hasta que la Asamblea Nacional Constitu-


yente intervino el Poder Judicial. Ella mandó una carta a Chávez ex-
plicándole lo que ocurría, pero nunca obtuvo respuesta. “Me quedé
en la Judicatura hasta enero de 2000 y desde ese momento denun-
cié lo que estaba pasando en el Poder Judicial. Participé en asam-
bleas de Ciudadanos, nos dedicamos a resaltar la ciudadanía acti-
va. Fui militante total en diarios, radio y TV, acudí a todas partes
adonde fui llamada. Me convertí en una persona molesta para el
régimen. Cuando ocurrieron los hechos del 11 de abril, que fueron
catalogados como golpe de estado, pero que en mi concepto consti-
tuyeron simplemente un vacío de poder, fui a la toma de posesión
de Carmona. Danilo Anderson, siendo fiscal cuarto, eligió de los
400 que estuvieron allí a 37 personas y fui acusada por conspira-
ción para derrocar al gobierno de Venezuela”.
Contó que unos años después, en La Lagunita Country Club, el
general García Carneiro agredió a un vecino de la cuadra que le ha-
bía gritado “malditos los soldados que asesinan a su pueblo”. Eran
tiempos de guarimbas, las barricadas espontáneas que los vecinos
armaban en las calles y avenidas, sobre todo del este de Caracas. Pa-
rra admite que ella participó en eso cuando el referendo revocato-
rio. Los vecinos de La Lagunita se encontraron con el general. Ella
lo cuenta de esta manera: “Hubo una protesta pacífica de cacerola-
zo y allí me imputaron cargos de agavillamiento e intento de entrar
a una casa del general, pero esos hechos no sucedieron. Cuando lle-
gó la policía allí no estaba pasando nada que no fuera el repudio de
la comunidad. Lo que sucedió es que él se fue de La Lagunita. Me
levantaron otro juicio. Sin haber declarado fui pasada a Tribunales
con detención y orden de captura y hube de salir del país por los ca-
minos verdes”.
Eligió Estados Unidos porque tiene dos familiares en Miami y
está más cerca de Venezuela. Su anhelo es volver a Caracas “cuan-
do retorne la democracia en mi país”. Un año antes de irse perdió
a su único hijo y sufrió dos derrames cerebrales. No la afectaron
ni intelectual ni motrizmente, pero es un proceso largo de recupe-
ración. Le dio cáncer de seno, acaba de salir de tres operaciones.
157

Una ex magistrada salió por los caminos verdes

“Estoy sumamente afectada. No soy una jovencita. Nunca quise sa-


lir de mi país. Es un daño grandísimo lo que ha ocurrido. Hay pro-
fesionales que han tenido que manejar camiones o lavar pisos. Ese
exilio dorado que una gente cree que estamos viviendo acá es to-
talmente falso”.
159

Un joven militar se asiló después


de buscar otras opciones
Darcy Pérez había sido miembro de la Armada, donde llegó al gra-
do de teniente de fragata. Se había graduado en la Escuela Naval en
1995; se dio de baja en 2001, cuatro años y medio estuvo en El Am-
paro, Carúpano, Puerto Cabello y algunas zonas fronterizas. Tras
su baja trabajó en el Banco Central de Venezuela (BCV). “En am-
bas instituciones vi de alguna manera el deterioro que hay y eso se
va llenando de una parte, inseguridad, inestabilidad e inconformi-
dad, son cosas contradictorias de acuerdo a las metas que te vas tra-
zando y lo que yo quería como calidad de vida”. Era coordinador de
asuntos de seguridad del BCV; supervisaba a 150 guardias que son
los que custodian las reservas, entre otras cosas. “Una vez que esta-
ba en el BCV, viendo opciones fuera del banco, estaba por venirme
a EUA, el país de las oportunidades. Solicité un permiso y me vine.
No conseguí nada, sólo vi un ambiente distinto. Me regresé con in-
tenciones de volver en 2003, así no tuviera nada seguro inventaría
y volvería. Mi novia Audry y yo nos casamos en 2002 y en mayo de
2003 nos vinimos”.
Entonces con 30 años de edad, estuvo un año tratando de soli-
citar las diferentes visas que hay, que son costosas. No sabía que,
por su condición de militar retirado, tenía oportunidad de solicitar
160

La alegría triste de emigrar

un asilo político y eso fue lo que hizo. Alegó la inseguridad y varios


eventos importantes, como un secuestro en Caracas, que dice fue
parte de una maniobra por parte de gente que sabía que él maneja-
ba mucha información de frontera y quería amedrentarlo para que
no hablara. Fue el argumento que usó y lo aprobaron. “No sé si fue
hampa común o mandado por el Gobierno, debido a reportes que
yo pasaba en mi desempeño en la frontera y que posteriormente
al llegar al BCV, en posición de cierta autoridad, pudiera tomar po-
sición en cuanto a las manifestaciones que se daban en contra del
gobierno. Eso pudo influir para que yo sufriera ese secuestro, uno
nunca sabe”. Pérez y su esposa abrieron sus propias empresas en
Doral, Florida: Don Envión y Adan Logistic, que comenzaron a fun-
cionar bien desde 2005 en el campo de licencias para todos los em-
barques aéreos y marítimos. Han pasado casi ocho años prestando
servicio en logística. Tienen una cartera de clientes en Venezuela,
Costa Rica, República Dominicana y Panamá, y planean extender-
se a Europa. Ellos no sólo aplicaron para la residencia permanente
sino que cuando cumplieron cinco años en EUA se hicieron ciuda-
danos de Estados Unidos. “Nos juramentamos en agosto de 2011.
Nuestros dos hijos nacieron acá, uno en 2005 y el otro en 2007. Y
obviamente con las altas y bajas de este país nos da la oportunidad
de respirar y dormir tranquilos”.
No volvería a Venezuela. “Básicamente mi negocio depende en
90 por ciento de Venezuela; en definitiva y a pesar de toda la incer-
tidumbre que tengo. Desde 2003 no voy pero mi familia siempre
viene; me gustaría probar, no sólo para visitar a los familiares de
tanto tiempo sin ver, sino para ver oportunidades de conseguir nue-
vos clientes y negocios”.
161

La virgen de La Chinita reúne


a los zulianos en Texas
Si uno piensa cuál es la oportunidad y el lugar donde puede estar la
mayor cantidad de venezolanos reunidos dentro de los Estados Uni-
dos, puede imaginarse un concierto de Ricardo Montaner en Miami
o un 18 de noviembre en esta ciudad, para la celebración anual de la
Misa en honor a la virgen de La Chiquinquirá, La Chinita.
Cientos de autos copaban los estacionamientos, previo a las 7
de la noche, hora de la misa. El acento maracucho abundaba en los
pasillos. Era en la Iglesia St. John Vianney, en el 625 Nottingham
Oaks Trail, en Houston. Había unos mil 600 venezolanos. En gran
parte zulianos de Maracaibo. A pesar de las millas de distancia, allí
estaba el fervor espiritual, la vocación religiosa, el ánimo de en-
cuentro de parte de jóvenes y adultos que escucharon al reverendo
padre Dempsey Rosales Acosta, nativo de El Saladillo y profesor de
la Universidad de St. Thomas. “La virgen de Chiquinquirá es cono-
cida como la primera indocumentada”, dijo el sacerdote durante la
misa y provocó algunas risas y murmullos.
Hubo incluso el paseo de la virgen y las fotos que muchos qui-
sieron tomarse con la imagen. La gente entró a la Iglesia ilusiona-
da y salió satisfecha. La señora Consuelo Bracho de Vargas, vestida
con una manta indígena, me comentó que fue una bendición haber
162

La alegría triste de emigrar

podido estar allí este día: “Aun estando lejos de nuestra patria pudi-
mos traernos ese pedacito de tierra y sentir lo mismo que sentimos
allá cuando asistimos el día de La Chinita”, dijo. Tiene tres años vi-
viendo en Houston. Se fue en busca de sus tres hijos, dos mujeres
y un hombre, además de seis nietos.
Carlos Paredes, de Caracas, ingeniero de unos 37 años que emi-
gró el año 2000, también manifestó su orgullo “de ver a venezola-
nos y colombianos todos juntos”. Maritza de Amaya, también de la
capital, comentó que vivió una navidad adelantada. “Es una sensa-
ción muy linda. La misa estuvo preciosa. Mucho fervor, mucho ci-
vismo y respeto a la virgen y al evento como tal”.
Ana María Salas, de 21 años, vestida con manta goajira y con un
instrumento musical a su espalda, me comentó al final su satisfac-
ción por ver a tanta gente en la misa. Tiene tres años y medio en
Houston y es de Maracaibo. “Estaba muy feliz cantando en el coro,
ofreciendo nuestros servicios a la virgen y dando las gracias por to-
do lo que nos ha dado”.
Katherina Bolman es de Barinas pero vivió en Maracaibo varios
años y se siente maracucha. Es farmaceuta, ama de casa, casada con
un petrolero norteamericano, quien vivió 20 años en Venezuela.
Ella tiene sólo dos en Houston. “Me siento en casa. Me parece tan
bonito ver reunido a tanto compatriota a través de una misa, sobre
todo de La Chinita. Es como sentirse en nuestro país. Es como sen-
tir que estoy en Maracaibo aún”.
La coordinadora del evento fue la señora Laura María Celis, de
57 años: “Es la tercera misa del 18 de noviembre que se realiza en
Houston. El grupo de oración que las organiza tiene diez años ha-
ciendo misas relacionadas con la tradición cultural. La Misa de la
Coromoto cumplirá diez años en 2012. Y llevan nueve misas de
aguinaldo los 18 de diciembre”. Celis estaba contenta por el éxito de
la convocatoria. Para ésta sólo usaron la vía de los correos electróni-
cos. “Fue espectacular, emocionante, a todo el mundo le tocó su fi-
bra más cercana, el corazón”. Tiene diez años en Houston. Su espo-
so emigró por razones de trabajo cuando la empresa petrolera para
la que trabajaba decidió transferirlo.
163

La virgen de La Chinita reúne a los zulianos en Texas

Houston es la cuarta ciudad más grande de los Estados Uni-


dos. Su área tiene más de 1.000 kilómetros cuadrados, que podría
incluir a Miami, Baltimore y otras ciudades juntas. Estadísticas ofi-
ciales del consulado de esta ciudad reportan que en 2001 había 20
mil venezolanos en Texas. Esa cifra puede haberse multiplicado por
tres para los diez años siguientes. En 2010, un mil 41 venezolanos
que recibieron la green card se residenciaron en ese estado. Ellos re-
presentaron 11 por ciento del total de venezolanos admitidos ese
año como residentes permanentes.
Mientras hacía preparativos en Atlanta para viajar a Houston,
me enteré de que el cantante Ilan Chester se estaba presentando en
la ciudad. Estando allí, en la Universidad de Rice se realizó una con-
ferencia sobre el devenir económico de Venezuela en la que parti-
ciparon como ponentes expertos venezolanos, entre ellos el politó-
logo Carlos Romero.
Durante los seis días de mi permanencia en Houston tuve noti-
cias de que otros artistas venezolanos se presentarían pronto. Gua-
co estaba anunciado para el 8 de diciembre y Nostalgia Venezolana
para el 14 de enero de 2012. Todo esto responde al mercado venezo-
lano que cada vez es más amplio en esa ciudad.
Houston es la capital petrolera del mundo. Allí están todas las
petroleras importantes. Está la Exxon, Texaco, Repsol, Devon, BP,
Schlumberger, está la saudita Aramco, la rusa Gazprom, la kuwai-
tí KPC, la francesa Total, la italiana ENI, la noruega Statoil, la brasi-
lera Petrobras, la mexicana Pemex, la argentina YPF, la colombiana
Ecopetrol y, por supuesto, las venezolanas Pdvsa y Citgo. Por esa ra-
zón hay venezolanos por montones.
Que petroleros y maracuchos abundan en Houston me lo con-
firmó el ingeniero Iván Guedez, de 66 años. Él es propietario de
Deli´s Café, un restaurant de comida venezolana con ocho mesas,
ubicado en una estación de servicio Shell en el 2950 de Manson Rd,
en Katy. Lo dice con propiedad porque los ve día a día consumien-
do en su local, los conoce e intercambia con ellos frecuentemente.
Él emigró en 2004, detrás de uno de sus hijos que se hizo ciu-
dadano estadounidense. Lo hizo como consecuencia de la presión
164

La alegría triste de emigrar

familiar. “Traté de ver oportunidades mejores. De salir del esquema


encerrado de Venezuela”, confesó. Se fue con su esposa. Sus hijos
son treintones.
Inició sus trabajos en el área de la construcción pero, con la ba-
ja en ese ramo, en diciembre de 2007 decidió cambiar por el res-
taurant venezolano. Allí tiene la oportunidad de saludar y conocer
a muchos nacionales que llegan a probar su comida. Afirma que el
emigrante venezolano de esta zona es de nivel medio-alto, de for-
mación académica universitaria, que viene buscando oportunida-
des importantes, muchos vinculados a empresas petroleras. Son
personas que tienen claro cuál es su objetivo de trabajo. El gran pú-
blico de Deli´s Café llega los fines de semana. Katy es un área don-
de residen muchos venezolanos. La mayoría de ellos, sobre todo de
la industria petrolera, trabaja en otras áreas en Houston y luego los
fines de semana llega a probar las empanadas, los pasteles, las are-
pas, el pabellón criollo, el asado negro y los sancochos. “Vienen,
conversan, se reencuentran personas que tenían tiempo que no se
veían. Eso nos da mucha satisfacción y ha permitido la afluencia ca-
da vez mayor. El trabajo de cuatro años ha dado frutos. Nuestro me-
jor medio son los mismos clientes, quienes han difundido su expe-
riencia aquí”.
No cree que sean personas del todo satisfechas. “Indudable-
mente hay una gran añoranza, la mayoría de las personas no pier-
de esa vinculación diaria con Venezuela, con lo que ocurre allá día
a día. Están siempre pendientes, comentan mucho lo que pasa allá,
están preocupados. La situación venezolana no está muy fácil. Mi
familia se siente bien y está contenta aquí. Si pensara en regresar
a estas alturas casi que lo haría solo. Eso no está planteado. Mis hi-
jos están trabajando bien, tienen buen futuro profesional”. Guédez
tiene una visa de residente permanente desde hace más de cinco
años. Se le pregunta si se ha planteado naturalizar: “Bueno, no me
apremia, pero tampoco lo descarto. No está planteado por ahora”.
Una de las usuarias de fin de semana del Deli´s Café es Oris
Cristina, ingeniero químico de 35 años. “Si me da pereza cocinar un
domingo, pedimos comida allí y la traemos a la casa”, me comenta.
165

La virgen de La Chinita reúne a los zulianos en Texas

El caso de Oris es típico de los petroleros venezolanos. Ella fue a


dar de Caracas a Tulsa, Oklahoma, y de allí a Houston. Estuvo des-
empleada nueve meses, después de graduada en la Universidad Si-
món Bolívar (USB) en 1999. Se formó en Tulsa, donde realizó su
maestría en Petróleo. Había logrado una beca por 1.200 dólares
mensuales que le bastaron para sobrevivir. Allí conoció a su espo-
so, quien tiene una historia educativa similar. “Después de termi-
nar mi maestría y por contactos en la universidad conseguí trabajo
como ingeniero en Houston con una consultora. Trabajé un tiem-
po pero me di cuenta de que era más fácil sacar la green card si hacía
un doctorado. Así que volví a Tulsa, donde mi novio ya había arran-
cado el PhD. Al terminar el doctorado en 2006 ambos consegui-
mos trabajo en Houston, donde residimos desde hace cinco años”.
La empresa multinacional BP le patrocinó la green card. Obvia-
mente trabaja para BP. Ella dice con orgullo que está viviendo el
“sueño americano” y alega que tiene cosas que en Venezuela le hu-
biera sido imposible conseguir. “Vivimos tranquilos con nuestros
dos hijos gringos. La mayoría de nuestros amigos son venezola-
nos en circunstancias similares, quienes también están echando
pa’lante”. Lo que Oris me contó sobre cómo tratan a los ingenie-
ros venezolanos es una constante que encontré cuando investigué
acerca de los ex petroleros del país: “He recomendado a varios ami-
gos que sigan mis pasos en la universidad de Tulsa y mis profeso-
res siempre me preguntan si no conozco a alguien más. Los vene-
zolanos tenemos reputación de echarle pierna a lo que sea, lo que
nos hace destacarnos en el ámbito profesional. La mayoría de mis
compañeros de la USB están regados por el mundo”.
La familia suele viajar a Venezuela, debido a que allí se encuen-
tran sus padres. Aunque últimamente son los padres quienes los
visitan en Houston. “Considero que he tenido suerte pero también
me he fajado para llegar adonde estoy. Volver a Venezuela creo que
sería imposible porque nunca tendría las oportunidades que tengo
aquí. Vivimos cómodamente, nuestros sueldos nos dan para pagar
una casa, que construimos a nuestro gusto, cubrir nuestros gas-
tos y para ahorrar para nuestro retiro y la universidad de los niños.
166

La alegría triste de emigrar

Y de vez en cuando nos echamos alguna escapadita sin tener que


preocuparnos por Cadivi. En mi trabajo nadie me ha preguntado
por mi afiliación política ni tengo que pretender ser de un bando
o del otro para surgir. Cuando voy al supermercado no me tengo
que preocupar de si voy a encontrar pañales, leche o café. Por últi-
mo y más importante, vivimos tranquilos, sin preocuparnos de que
nos van a robar el celular o las prenditas, sin preocuparnos de que
alguien nos vaya a quitar lo que hemos comprado con nuestro es-
fuerzo”. Oris estaba en EUA cuando ocurrió el paro de Pdvsa. No
estuvo involucrada en esos eventos. Entonces la ciudad de Hous-
ton es también una especie de refugio para miles de estos venezo-
lanos de la industria petrolera que vieron todas las puertas cerra-
das en Venezuela para poder ejercer su profesión, después del paro
de 2002 y de la toma de la mayoría accionaria de las empresas por
parte del Estado venezolano.
Texas tiene abundante población hispana. Hasta el punto de
que hay problemas con la cantidad de niños que están en la prima-
ría y no hablan inglés. La ley obliga a que se les dé asistencia en es-
pañol. Por ello son necesarios muchos educadores bilingües en el
Sistema Escolar de Texas. Algunos los buscan en Caracas, de hecho.
Hay programas en el que se certifican los candidatos como educa-
dores de Texas. Y anualmente en abril se realiza una feria en Hous-
ton para captar esos nuevos educadores, que ganan entre 42 mil y
60 mil dólares al año. Los elegidos reciben un permiso de trabajo
por tres años renovable.
En Caracas realizan reuniones para captar candidatos. En febre-
ro de 2012 asistí a una de ellas en la que se tenía que pagar 75 bo-
lívares para escuchar la propuesta especial para profesionales. Ha-
bía inscritas 61 personas para asistir, pero fueron sólo 21 pagando.
Consulté a cinco de los asistentes, quienes coincidieron en que es-
taban allí interesados en escuchar “una fórmula para emigrar for-
malmente a Estados Unidos”. Mariana Ramírez, educadora de 29
años, consideró que la propuesta exige una inversión alta de dóla-
res (más de cuatro mil) y el tiempo es muy largo porque hay que es-
perar más de un año para concretar. Morella Tinoco, publicista de
167

La virgen de La Chinita reúne a los zulianos en Texas

32 años, vive en Fort Lauderdale, Florida, desde hace tres años con
visa de estudiante. Se mostró animada a aplicar. La oferta le gustó
también a una ingeniero de 50 años, quien quiso guardar su nom-
bre. Pero tiene tres hijos mayores de 21 que no podrían acompañar
a padre y madre. Carolina Guillermo, educadora de 35 años, quiere
“buscar un mejor estilo de vida”. Por eso estaba allí. Germán Mar-
tínez, administrador de 44 años residente de Margarita, comentó
que toda su familia se había ido ya a EUA y sólo quedaba él. Todas
estas cinco personas pertenecen al 35 por ciento que responde afir-
mativamente en las encuestas cuando le preguntan que si pudiera
irse del país, lo haría.
La ciudad texana tiene además un amplio desarrollo en medi-
cina. El Texas Medical Center de Houston es el centro médico más
grande del mundo. Según Wikipedia, tiene “una de las mayores
densidades de instalaciones clínicas para la atención al paciente, la
ciencia básica y la investigación traslacional. Posee 47 instituciones
relacionadas con la medicina, incluyendo 13 hospitales y dos insti-
tuciones especializadas, dos escuelas de Medicina, cuatro escuelas
de Enfermería y escuelas de Odontología, Salud Pública y Farmacia
(…) recibe más de cinco millones de visitas de pacientes anuales, in-
cluidos más de diez mil pacientes internacionales”.
Ésta es otra rama donde hay muchos venezolanos. El estado
de Texas tiene una política especial para captar inmigrantes en el
área de médicos y enfermeras y les otorga documentos, debido a la
escasez de esos profesionales calificados. Jonathan España, de 37
años, es un médico venezolano quien vive y trabaja en Houston.
Está casado con una ciudadana de Estados Unidos y tiene dos hi-
jos con ella. Una niña de cinco años y un niño de dos. Ambos es-
tadounidenses.
Estudió en la Universidad Central de Venezuela (UCV) e hizo
la rural en 1999. Cuando comenzó un postgrado en el hospital Pé-
rez de León de Petare conoció a su esposa, quien también es médi-
co. Se vino a Houston en 2001. España es especialista en ginecolo-
gía y obstetricia. Él explica: “Cada día se enriquece más la presencia
venezolana. Se puede notar en la cantidad de gente que hace cursos
168

La alegría triste de emigrar

de entrenamiento y postgrado en Estados Unidos. De hecho se pue-


de medir con los cursos del Kaplan, famosos para tomar los exáme-
nes (necesarios para poder ejercer). Hace 12 años, cuando yo vine,
era raro encontrar a un venezolano allí, pero ahora al menos 50 pro-
fesionales hispanos son venezolanos”.
España comenta que hay especialistas de Venezuela en todas
las ramas: cirujanos, cardiólogos, hay muchos pediatras, médicos
de familia y geriatras. Decidió emigrar a EUA detrás de la mujer
que ama y no a España, donde fue a parar casi toda su familia. Él
está muy orgulloso de su educación en la UCV. Desde que salió del
país sabía que era para no retornar. Y esa idea se ha acendrado a
medida que han ocurrido acontecimientos en Venezuela.
Una forma en que mantiene vinculación con el país es a través
de la ayuda que da a venezolanos que intentan insertarse en el com-
plejo mundo de la medicina en Houston. España cuenta que los
primeros años son muy difíciles, en adaptación, en problemas in-
mobiliarios, idioma y gastos. “Dentro de la comunidad hispana, los
venezolanos somos una inmigración de lujo, porque venimos con
papeles”. Cuenta que pasando los exámenes al primer intento, es
necesario invertir unos 20 mil dólares para insertarse en el esque-
ma de la medicina en Houston.
169

Una profesional petrolera: lo nuestro


es un exilio
Mariana Torrealba, de 46 años, vive en Houston y es una profesio-
nal químico que se desempeñó por más de una década en Intevep,
empresa de desarrollo de Pdvsa. Viene de una familia de intelectua-
les de izquierda. Toda su educación fue en instituciones públicas.
Obtuvo una beca del gobierno francés para hacer un postgrado y no
se le ocurrió quedarse en Europa, a pesar de que le gusta mucho.
Antes de regresar fue contratada por Intevep. Luego se ganó otra
beca e hizo su doctorado en la Universidad de Florida. “Y tampoco
me quedé porque tenía la convicción de que debía estar en mi país
porque ése era el lugar donde me necesitaban. Era para aplicar mis
conocimientos en mi país”.
Ella trabajó 13 años en Intevep y considera sumamente rica la
experiencia. “No sabíamos lo que teníamos”, dice hoy, porque ha-
biendo salido hace años ya, no ha encontrado una empresa que se
le parezca a ésa y a aquella Pdvsa como un todo. Hasta que llegó el
paro petrolero de 2002. Alega que nunca estuvo en la huelga, sino
de vacaciones, pero que de todos modos salió en la lista de despe-
didos. No recuperó el dinero de su caja de ahorros, ni el fideicomi-
so, ni las prestaciones ni nada. Todo quedó allá adentro. “Ni siquie-
ra retiramos los portarretratos de la oficina. Pero afortunadamente
170

La alegría triste de emigrar

Pdvsa era como Valle de Pasiones: los solteros salían casados”. Su es-
poso, a quien conoció en la petrolera estatal, había pasado ya a otra
empresa privada. La familia pudo mantenerse.
“Todas estas personas pasamos a ser parte de una lista negra y
no podíamos entrar a ninguna empresa del Estado. Muchos se fue-
ron a empresas extranjeras. De Intevep salimos 900 personas. De
esas 900, 250 eran PhD. Las demás tenían maestría o eran inge-
nieros. La mayoría de nosotros tenía contactos en el exterior porque
habíamos hecho postgrado y se ubicó en el exterior. El que menos
idiomas tenía, tenía dos”.
Para Mariana ése fue el daño que se hizo al país: sacar a tanta
gente de las empresas de Pdvsa. Pero también hay otra cosa que le
inquieta: “99 por ciento de quienes salimos lo hicimos forzados.
Esto es un exilio que tenemos. La vida de un exiliado no es la vida de
alguien que decidió irse. Hay una diferencia importante, gracias a
Dios la gran mayoría estamos viviendo bien. Pero debe quedar cla-
ro que fue una decisión forzada”.
Su esposo trabajaba en una empresa derivada y ella pasó a tra-
bajar en una universidad privada como directora de postgrado. “Es-
tábamos contentos en Puerto La Cruz, viviendo allá sin ganas de ir-
nos. Hay dos maneras de trabajar, una por salario y otra, además
del salario, para sentir que aportas”. Ése es el tipo de trabajo que
ellos querían y estaban realizando. Hasta que llegó la nacionaliza-
ción de las empresas y se produjo la segunda oleada de emigran-
tes petroleros: “Mi esposo debía pasar a ser empleado de Pdvsa, a lo
cual dijo que no. No iba a pagar ese precio. El bozal de arepa no era
tan grande. Los profesionales petroleros venezolanos son muy bue-
nos, la empresa donde él estaba transfirió una proporción de traba-
jadores venezolanos a Estados Unidos, entre ellos a nosotros; eso
fue ya hace casi cuatro años. Optamos por transferirnos para acá”.
Mariana insiste en que se vino sólo cuando el espacio laboral se
redujo a su mínima expresión. Cualquier persona del área petrole-
ra que quisiera trabajar tiene que ser para el Gobierno. Y ella estaba
en una lista famosa. Los que firmaron por el referéndum revocato-
rio tampoco pueden. “Nuestro espacio laboral se redujo a cero”. La
171

Una profesional petrolera: lo nuestro es un exilio

pareja con sus dos hijos tenía la posibilidad de ir a Canadá o a Es-


tados Unidos y se decidió por Houston. Estados Unidos nunca les
había atraído para vivir, pero no había muchas posibilidades de es-
coger. Ella pronto también se ubicó en otra empresa petrolera. No
tuvieron problemas financieros para mudarse. Los llevó una empre-
sa que corrió con todos los gastos del traslado. Ella todavía se pre-
gunta por qué una empresa decide invertir dinero en llevarse a un
personal de otro país a EUA. Y pagarle todo. “Así como nos pasó a
nosotros le pasó a un gentío inmenso de amigos. Todos los petro-
leros hemos seguido en contacto. Tenemos muchas redes. Aquí en
Houston hay muchísimos porque Houston es la capital petrolera
del mundo. Cada green card fue patrocinada por las mismas empre-
sas. Esta fortuna que tuvimos algunos de nosotros que nos transfi-
rieron a EUA y nos dieron la visa L1, con apartamento, carro alqui-
lado para llegar, todos los beneficios y finalmente la green card se
acabó, porque ahora no pueden traer gente de afuera cuando el nivel
de desempleo aquí es tan alto. Cuando yo estaba haciendo la entre-
vista para un trabajo aquí, mi jefe entrevistador me dijo que los pro-
fesionales ingenieros más valiosos que tenían allí eran venezolanos.
¿Te imaginas cómo me sentí cuando escuché eso? A una se le arru-
ga el corazón. Ver que un americano dice eso es un elemento que
te dice que la calidad de los petroleros venezolanos es bastante alta”.
La familia viaja una vez al año a Venezuela, donde está el resto
de ella. Ellos mantienen la cultura venezolana en Houston. “Mis hi-
jos son más venezolanos que las arepas. Casi todos los petroleros vi-
vimos en un mismo sector, Katy. Nuestros amigos de antes son los
mismos de ahora. Mis hijos fueron a la guardería con los hijos de
muchos de nuestros amigos. Tienen 10 y 13 años ahora. La comu-
nidad venezolana es muy grande y los amigos son muchos. El espa-
ñol lo mantenemos en casa. La comunidad venezolana aquí es muy
organizada y hacen muchísimos eventos culturales. Tenemos mi-
sas, conciertos, patinatas en navidad, muchas cosas. Yo siento año-
ranza pero por un país que ahora no es, por el país de mi infancia.
Yo viví en Coche y después en El Cafetal. Luego estudié en la UCV.
Ese país lo añoro, más cuando me meto en las noticias y veo cómo
172

La alegría triste de emigrar

está la cosa. Yo estaba bien en mi país hasta que todo fue cambiado
y tuve que exiliarme”.
Le pregunté a Mariana si regresaría a Venezuela. “Primero, ha
habido tantos cambios en el país en los últimos años que ya mi lar-
go plazo son como dos años. Vamos a ver qué pasa entonces. Y
luego, quiero regresar en algún momento, no sé qué pauta van a
marcar los hijos. Si no tuviera hijos me hubiera quedado allá bata-
llando. En este instante hay mucho más para recibir aquí para mis
hijos que en Venezuela, aunque hubiera preferido que mis hijos
vivieran la Venezuela que yo viví. residí en Francia y EUA, y estoy
convencida de que ningún lugar es perfecto. Aquí hay cosas que no
me gustan, pero la balanza me dice que hay que estar aquí. Y es-
toy criando a mis hijos de manera universal, el país de ellos ahori-
ta es el planeta. No necesariamente tengo que vivir aquí el resto de
mi vida”.
Mariana asegura que no se ha planteado naturalizarse como
ciudadana de EUA.
173

“No se engañen, la vida en EUA es puro


trabajo”
Ángela María Urdaneta de Przybyl tiene 55 años, vive en Atlanta y
es una mujer emprendedora. Lo demostró en Caracas, donde vivió
hasta marzo de 2002, cuando incidentes políticos y de inseguridad
personal le hicieron abandonar abruptamente su casa en la urba-
nización Altamira. Tenía una compañía de diseño y trabajaba tam-
bién con su cuñado en la actividad de importación. Le iba bien con
sus negocios. Había conocido a quien sería su esposo en la compa-
ñía donde trabajaba con su cuñado y había resuelto casarse e irse a
los Estados Unidos en agosto de 2002. “Pero tuve muchos inciden-
tes. Particularmente dos que fueron determinantes. Me secuestra-
ron, me metieron en la parte de atrás del carro y me querían llevar.
Finalmente se asustaron y me soltaron. Tuve que negociar con ellos
mi carro y finalmente lo recibí, por supuesto, desvalijado”.
El segundo incidente fue de leve violencia política. Ángela Ma-
ría lo cuenta de esta manera: “En febrero de 2002 vino la gente de
los cerros, todos vestidos de negro en una protesta. Fue donde es-
tá la bomba de Los Palos Grandes, por la avenida Luis Roche. Iba
hacia mi casa y mi carro era negro. Estaban eufóricos. Sí, yo estaba
del lado de la oposición y ellos eran del oficialismo. Agarraron mi
carro y lo bambolearon, yo pude salir de eso con aquel gentío que
174

La alegría triste de emigrar

se me venía encima, llegué a la casa. Le conté a papá, que era des-


cendiente de andinos, y me dijo: ‘Bueno, ¿cuándo es que tú te ca-
sas?’ Le dije que sería en agosto, que mi novio vendría a conocer a
la familia en mayo y ya tenía su ticket comprado. Mi agenda esta-
ba llena de celebraciones y comidas pendientes. Me dijo entonces:
‘Hija, ¡usted se va ya!’ Le respondí que no podía hacer eso porque
mis hijas estaban en el colegio y quería esperar a que terminaran
el año escolar. ‘Aquí usted no se queda porque es un peligro muy
grande el que estamos viviendo’, me respondió. A mi papá le en-
contraron un cáncer que podía curarse, pero se complicó después.
Él veía venir las cosas y no quería dejar a su hija sola, aunque ten-
go muchos hermanos. Yo le pregunté cómo haría con las niñas y
me dijo que en EUA yo misma había entrado de niña un diciem-
bre y me habían aceptado de inmediato. Los papeles los arreglaría-
mos rápido. Me hizo llamar a mi prometido desde el mismo cuarto
y que le dijera que me iría enseguida para casarnos. Afortunada-
mente mi esposo le mandó un beso a mi padre y dijo que perdía un
ticket pero que estaba feliz de que yo me fuera. Organicé mis pape-
les, me vine el 22 de marzo de 2002 y el 28 de marzo me casé. El
11 de abril fue el golpe en Venezuela. Creo que tomé una buena de-
cisión en ese sentido”.
La señora Urdaneta contó que cuando aplicó para obtener la
ciudadanía estadounidense “un abogado nos estafó, después por
presión nos devolvió el dinero. Aplicar para obtener la nacionali-
zación es carísimo. Y el sueldo que uno gana sirve sólo para lo ne-
cesario, para vivir”. Ella resolvió rápidamente el asunto de su resi-
dencia por estar casada con un ciudadano de los Estados Unidos.
Aplicó con sus dos hijas, pero se la dieron a ella y a la de 10 años.
La mayor, de 18, se quedó sin nada y por ser mayor de edad no po-
día cobijarla legalmente su padrastro en materia de inmigración.
Los abogados le decían que podía ser deportada. Pero lo resolvió co-
mo suelen resolverse las cosas legales de la residencia para un por-
centaje importante de los venezolanos: “Ella, afortunadamente, te-
nía un novio estadounidense y él quería casarse. Y así fue que esa
muchacha pudo resolver su residencia legal aquí. Pero ella ha sido
175

“No se engañen, la vida en EUA es puro trabajo”

después muy exitosa. Es diseñadora de modas, trabaja en una bue-


na empresa en California y tiene mucha vida social con su marido”.
La emigración de Ángela María le trajo carencias: “Al mudarme
aquí dejé mi familia, mis amigos, mis contactos de trabajo, fueron
muchas cosas las que perdí cuando me vine a los Estados Unidos”.
Su hija mayor vive ahora en Los Ángeles y tiene 29 años. La otra es-
tá en Atlanta y tiene 19 años. Fue un consuelo llevarlas consigo, por
la compañía que le brindaron. Sin embargo, ambas han sido absor-
bidas por la vida estadounidense. Extrañaba el español y trataba de
usarlo. “Amenazaba a mi hija menor con no responderle si no me
planteaba las cosas en español. Y lo logré”. Ella ya se fue de la casa,
como acostumbran a hacer los jóvenes en EUA. “Ocurrió hace dos
meses. Ella piensa que debe tener su independencia y la verdad es
que no me parece malo porque está haciendo su vida, está apren-
diendo y está trabajando y aquí yo la tenía muy consentida”.
Ángela María se siente entonces un poco sola. Se dedica a su
trabajo en The Home Improvement, donde destaca con éxito. Co-
mentó que ganó premios Thomasville en Home Depot diseñando
“la mejor cocina del año”. También ganó las Estrellas de Georgia
por ser la mejor en el refacing program, tomar una cocina y cambiar-
la completamente nada más que cambiándole puertas y cubriendo
los lados con vinil. Pero el trabajo es duro, incluso le ha tocado ha-
cerlo en horario de 2 de la tarde a 11 de la noche. Ahora trata de vol-
ver a Miami donde intenta lograr un empleo y donde cree que su
esposo se adaptará.
“En Los Ángeles está mi hija, aunque lo que pasa es que ella ya
tiene su vida hecha. Tiene 29 años y está casada con un norteame-
ricano, ya tiene sus amistades. A estas alturas de la vida uno tie-
ne que estar con gente de la edad de uno. Miami me resultará más
porque tengo como 40 amigas, tengo familia y bueno, lo que pasa
es que la economía está muy deprimida. Espero conseguir un tra-
bajo allá. Aquí en Atlanta no existe la vida social. Tengo un primo y
una tía que viven a tres millas de mi casa y los veo muy poco. Eso
del almuerzo familiar tan típico de mi casa, aquí no existe. Los esta-
dounidenses son muy de su familia, sus amigos. Yo tengo amigos
176

La alegría triste de emigrar

norteamericanos aquí, los he hecho a través del trabajo, pero ese ca-
lor humano que el venezolano sabe darle al extranjero, eso no exis-
te aquí. Yo tengo mis valores venezolanos. Mi mentalidad y mi co-
razón están en Venezuela, pero me da pavor ir hasta de visita. Me
siento exilada por la inseguridad que hay en mi país. Todos los días
atracan o secuestran a algún amigo mío. Siento pánico por ellos,
tengo familia allá. Añoro mi país. Mi familia, los lugares, todo. Pero
la Venezuela que yo dejé no es la Venezuela de hoy. Yo veo un país
que está destruido… De lo único que habla la gente en Venezuela es
de política y lo único que hacen es pelear. Aquí eso no existe. Pero
Venezuela es un paraíso. He viajado y creo que Venezuela es de los
países más bellos del mundo. Pero con las cosas que han sucedido,
acabando con la propiedad privada, con ese odio entre hermanos,
ése no es mi país. Eso no es lo que yo quiero”.
Ángela considera buena la decisión que tomó de emigrar por-
que “no he tenido que pasar por los horrores que vive la gente en
mi país. Perdí muchas cosas, tengo sólo contacto por teléfono con
mi familia”.
177

Colombia y Perú son dos grandes


suplidores de emigrantes a EUA
Según la tabla anterior, dos pequeños países como Guyana y Ecua-
dor son las naciones suramericanas con mayor rata de emigración
legal a los Estados Unidos. Tienen 90 y 81 emigrantes con green
card por cada 100 mil habitantes, respectivamente. Son países de
poca población. Pero le siguen Colombia y Perú, que aportan más
emigrantes porque son países más populosos. Ellos tienen 62 y 58
emigrantes por cada 100 mil habitantes. Venezuela no destaca con
sus 39 por cada 100 mil habitantes, ni los gigantes del sur, Argen-
tina y Brasil, con apenas 14 y 7 emigrantes legales por cada 100 mil
habitantes, respectivamente.
Poco más de 100 mil ciudadanos suramericanos fueron acredi-
tados como inmigrantes en 2009 en los Estados Unidos. Su perfil
advierte que el mayor grupo etario que emigró de casi todos los paí-
ses es el de 25-34 años. La excepción es Guyana, por cierto, único
país suramericano de habla inglesa, cuyo mayor grupo de emigran-
tes curiosamente es el de los menores de 18 años. El segundo gru-
po etario es de entre 45 y 54 años.
Los venezolanos no son quienes más emigran a EUA. De otros
cuatro países emigran más: Colombia, Perú, Brasil y Ecuador. Por
eso, no parece fortuito que a ninguna de estas cuatro nacionalidades
178

La alegría triste de emigrar

se les permita participar en la popular lotería de visas que anualmen-


te reparte 50 mil para vivir y trabajar en EUA. Los venezolanos están
cerca de la media suramericana que determina que la mujer emi-
gra más a EUA que el hombre, en proporción 57 por ciento-43 por
ciento. Hay 55 por ciento de mujeres venezolanas. Es una tendencia
mundial. Pero para el año 2009 esto no se cumplió en un país su-
ramericano: Argentina, desde donde emigraron más los hombres.
La tasa de emigrantes sin ocupación o trabajo fuera del hogar es
alta (entre 38 por ciento y 54 por ciento) y se explica porque en este
renglón se reúnen las amas de casa, los niños, los estudiantes, los
jubilados y los desempleados. Para el caso venezolano, el 44,0 por
ciento de emigrantes sin ocupación fuera del hogar se distribuye así:
-23,6 por ciento de estudiantes o niños
-12,0 por ciento amas de casa
-7,6 por ciento desempleados y
-0,74 por ciento jubilados.
Hay un punto en el que destacan mucho las cifras venezolanas
dentro del subcontinente: la proporción de gerentes y profesionales
entre los emigrantes. 14,6 por ciento de los venezolanos quienes re-
ciben la green card se declaran gerentes o profesionales. Venezuela
es, junto a Argentina, el mayor país suramericano en proporcionar
profesionales para que vivan y trabajen legalmente en los Estados
Unidos. Se trata de una cifra que revela el tipo de conflicto político
y situación económica que vive la nación petrolera.
La distribución restante de venezolanos es la siguiente:
-Sector servicios: 2,0 por ciento
-Vendedores y oficinistas: 3,5 por ciento
-Agricultores, pescadores y ocupaciones forestales: 0,07 por
ciento
-Construcción, extracción, mantenimiento y reparación: 0,7 por
ciento
-Producción y transporte: 1,6 por ciento
-Desconocido/ no declarado: 33,5 por ciento
Lo que más exporta Venezuela a EUA son profesionales. Es-
to se repite –en menor medida- en Brasil y Colombia. En cambio,
179

Colombia y Perú son dos grandes suplidores de emigrantes a EUA

Ecuador destaca en vendedores y oficinistas; los peruanos y guyane-


ses son mayoría en ocupaciones del sector servicios.
Cuando se analizan las razones del gobierno de EUA para acep-
tar a un inmigrante, se tiene que la gran mayoría de los suramerica-
nos (63 por ciento) entra por ser pariente inmediato de algún ciuda-
dano (a) de ese país. Es éste el famoso renglón en el que se cuentan
los matrimonios con ciudadanos (as) de Estados Unidos. Nótese
que es muy alto el porcentaje de aplicación de esta medida para ob-
tener la green card (entre 49 por ciento y 72 por ciento). Ésta es la
fórmula más fácil de legalizar la residencia en este país.
La cifra de 49 por ciento en el caso de los venezolanos es en-
gañosa. Ocurre que el fenómeno de los asilados y refugiados, en el
que Venezuela ha destacado tanto en los últimos años, influye para
bajar la proporción de aceptaciones por ser pariente inmediato de
ciudadano (a) estadounidense. Eso, con excepción de Colombia, no
ocurre en los demás países suramericanos.
Los suramericanos en general van a residir al estado de Florida,
situado al este del país, geográficamente cercano al subcontinente.
La excepción a esta norma la dan los ecuatorianos, quienes prefie-
ren residir en Nueva York y Nueva Jersey, estados contiguos ubica-
dos al noreste.
Seis de cada diez venezolanos que reciben la green card se van
a vivir a Florida. Uno de cada diez lo hace en Texas, sobre todo en
el eje de las ciudades Houston-Sugar Land y Baytown. Esto último
es una característica particular de los venezolanos. Puede deberse
fundamentalmente a una razón: la vigencia del tema petrolero so-
bre todo en Houston pero también en todo el estado de Texas, ubi-
cado en el centro-sur, colindante con México. Esto no es común
con ninguna otra nacionalidad suramericana estudiada aquí con
este cuadro. Los brasileños también tienen su particularidad: ellos
escogen como segunda opción para vivir a Massachusetts, ubica-
do al noreste.
Finalmente está el espinoso asunto de los asilados y refugiados,
donde Venezuela y Colombia encabezan las estadísticas. Ambos
países viven situaciones políticas conflictivas. En cantidad absoluta

Comparación del perfil de emigrantes suramericanos a EUA en 2009
Año 2009 Rata de Emigrantes Edad (25-34) Sexo Emigrantes Gerentes / Clase de Estados Asilados y
emigración (2009) años sin Ocupación Profesio- Emigrado Refugiados
por 100000 nales
habitantes

Suramérica 26 102878 24 % 57 % F 45 % 9% 63 por ciento Pa- Fl y NY 9%


riente Inmediato
Colombia 62 27849 22 % 59 % F 45 % 8% 63 por ciento Pa- Fl y NY 15 %
riente Inmediato
Peru 58 16957 21 % 58 % F 47 % 6% 70 por ciento FL, Cal 5%
Pariente Inme- y NJ
diato
180

Brasil 7 14701 36 % 61 % F 38 % 10 % 72 por ciento Pa- Fl y Mass 3%


riente Inmediato
Ecuador 81 12128 20 % 56 % F 54 % 6% 61 por ciento Pa- NY y NJ 2%
riente inmediato
Venezuela 39 11154 24 % 55 % F 44 % 15 % 49 por ciento FL y Tex 19 %
La alegría triste de emigrar

Pariente
Inmediato
Guyana 90 6670 15 % 56 % F 53 % 6 p% 49 por ciento NY y FL 0,42 p%
Patrocinio
familiar
Argentina 14 5780 31 % 51 % M 53 % 15 % 59 por ciento Pa- Fl y Ca 9%
riente Inmediato

Ninguno de los cuatro otros países con más inmigrantes que Venezuela participa en el programa Diversidad o lotería de visas
Fuente: Departamento de Seguridad Interna, cifras año 2009
181

Colombia y Perú son dos grandes suplidores de emigrantes a EUA

de asilados-refugiados, Colombia lleva la delantera. La cantidad de


colombianos que emigra a Norteamérica es mucho mayor que la
cantidad de venezolanos. De allí que hubo más asilados colombia-
nos en 2009. Pero en proporción, uno de cada 5,3 inmigrantes ve-
nezolanos es un asilado, frente a Colombia de donde uno de cada
6,6 inmigrantes admitidos es un asilado-refugiado.
Las razones fundamentales del alto nivel de asilo colombiano
provienen de la guerra interna que se mantiene desde hace déca-
das y que ha producido miles de desplazados en diversas regiones.
Las causas del asilo venezolano son el severo enfrentamiento políti-
co en medio de la polarización.
183

Tardó tres años para estabilizarse,


pero sigue ilegal
Patricia arribó a Orlando en 2006, cuando era una mujer de 40
años. Tenía mucho tiempo viviendo en Ciudad de México con su
esposo y, después de cinco años de pleitos judiciales, decidió di-
vorciarse. Se quedó con los dos hijos, ella que entonces era de 9 y
él de 13.
Su ex marido se llevó casi todo lo demás.
Descartó volver a Venezuela, de donde había salido en 1993.
“No me parecía una opción por la inseguridad y que no hay comi-
da, a mis amigos les cuesta conseguir los alimentos. Y todo está ca-
ro. Son miles de cosas de las que se quejan mis amigos de Caracas”.
Tiene familia en otras ciudades de Estados Unidos, pero ésta no le
ayudó. Desde México conoció a unos amigos que tenían en Orlan-
do una empresa de limpieza en la que le ofrecieron trabajar. Con
unos cuantos miles de dólares en la cartera comenzó su aventura
migratoria en EUA.
Patricia empezó a trabajar para esta firma, rentó un apartamen-
to, inscribió a sus hijos en el colegio y, como en Orlando los luga-
res que frecuentan quedan muy separados y no hay buen servicio
de transporte, compró un auto. Ya estaba instalada. Al poco tiem-
po decidió que podía tener su propio negocio de limpiar casas y no
184

La alegría triste de emigrar

hacerlo más para otros: “Ahora tengo mis propios clientes y me


queda toda la plata a mí”, dice y agrega que es independiente de to-
do, incluso de los impuestos, porque hace trabajo informal.
Lo que no se resolvió entonces ni tampoco ahora es su residen-
cia legal en EUA. Eso se lo había ofrecido al llegar una venezolana
quien dijo que era abogada, pero resultó un fiasco. Ha tenido que
acostumbrarse a este tipo de labor para ganarse la vida, aunque es
graduada en Psicopedagogía en Venezuela, donde ejercía. No lo hi-
zo en México porque ahí se dedicó a atender a sus hijos. “Los regis-
tré en el colegio apenas llegar, cuando estaban en situación legal en
este país”, comentó. Ellos están acostumbrados a hacer su vida in-
dependiente “para que el día de mañana, si yo falto, o van al college,
puedan desenvolverse solos”.
No tiene licencia de manejar vigente. Cada seis meses debe
cambiar de seguro del carro y a pesar de que saben que tiene la li-
cencia vencida, no le han subido el precio ni le han dicho nunca que
no lo cubrirán. Patricia y sus hijos se insertaron rápidamente en la
vida en Orlando, pero tardaron unos tres años en estabilizarse. Es
decir, sólo a partir de 2009 ella no ha tenido necesidad de acudir
a sus ahorros para mantener parte de los gastos. “No tengo traba-
jo todos los días, pero con lo que hago puedo pagar la renta y todo
lo demás. Mi hijo me ayuda. Él tampoco tiene número de Seguri-
dad Social, pero arregla jardines y a veces hace trabajos en compu-
tadora que le pagan”.
Entre las carencias de Patricia en Orlando está la pareja. “No he
conseguido, es terrible. No sé a qué se debe, pero llevo más de cin-
co años soltera”. Ella aprendió inglés en Venezuela. No lo desarro-
lló mucho después, pero practicarlo día a día le ha servido para ha-
cerse entender con sus clientes gringos de Orlando. A pesar de su
situación, Patricia nunca se ha sentido discriminada en su vida en
Florida. “No me relaciono mucho con latinos. Mis clientes son to-
dos norteamericanos y tengo un grupo de amigas que nos vemos
todos los meses. Hago poco contacto con venezolanos porque no
he tenido buena experiencia con ellos. No sé si por la situación que
han vivido allá en Venezuela o acá, quieren sacar partido para ganar
185

Tardó tres años para estabilizarse, pero sigue ilegal

dinero. Una vez uno me dió una cola y al final me pidió que le pa-
gara por el transporte”.
Dice que no le gusta de Venezuela “el Presidente que tenemos
y en lo que ha terminado siendo”. “La última vez que fui la gente es-
taba muy agresiva, maleducada, no me dieron ganas de volver, aun-
que entonces lo podía hacer cada año. La inseguridad fue una de
las cosas que me hicieron mudarme de ahí. Para entonces no tenía
ninguna prenda de oro, todas me las habían robado en las calles.
No quiero regresar a un país donde no tengo nada que ofrecer a mis
hijos, en comparación con lo que tuve cuando era chiquita: la liber-
tad de moverme por todas partes, ir a la calle sin que pasara nada,
ir al colegio, que no me coartaran lo que iba a aprender, un super-
mercado lleno de cosas accesibles para todo el mundo. Podías via-
jar y todos pensaban que Venezuela era un lugar maravilloso para
vivir. Guardo las esperanzas de que en algún momento haya algu-
na reforma que permita que tenga Seguridad Social tanto yo como
mis hijos, para yo quedarme aquí. Eso es lo que espero. Si no, no
me quedaría sino que trataría de buscar otra vida en otro sitio, co-
sa que no es muy fácil, si nadie quiere mudarse dentro de su país,
imagínate de un país a otro”.
187

Un ex guerrillero que hoy


es investigador en Harvard
José López Padrino es un médico cirujano, de 68 años, graduado en
México, gineco-obstetra y con doctorado en la Clínica Mayo en Fi-
siología y Farmacología. Trabaja desde 2002 en el hospital Brigham
Women, departamento de Anestesia de la Universidad de Harvard.
Proviene de una familia de clase media baja. Su educación fue a tra-
vés de becas.
Desarrolló su carrera a pesar de su intensa actividad política,
desde los 14 años, que incluso lo llevó a la guerrilla en los años 60.
Militaba ya en el PCV cuando tuvo lugar el levantamiento conocido
como El Porteñazo y era responsable de Aragua, Carabobo, Guári-
co y Cojedes. Fue miembro de las Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional (Faln). Años más tarde, López Padrino viajó a Cuba pa-
ra su formación político-militar. A su retorno a Venezuela se incor-
poró inicialmente al Frente Guerrillero Simón Bolívar (comandado
por Argimiro Gabaldón) que operaba en la zona de Lara y luego al
Frente Manuel Ponte Rodríguez (comandado por Alfredo Maneiro)
en el oriente del país. Después viajó a México en 1968 y a los esca-
sos seis meses se produjo la matanza de Tlatelolco y cayó preso un
mes. Se salvó porque tenía una amiga que era amante del entonces
secretario de Gobernación, Luis Echeverría, quien posteriormente
188

La alegría triste de emigrar

llegaría a ser Presidente de la República. Echeverría dejó a los tres


venezolanos presos por esa causa en régimen de presentación y no
los deportó.
Aunque tiene casi nueve años viviendo en Boston, Massachu-
setts, e investigando en Harvard, se considera sólo un ciudadano
de paso por los Estados Unidos: “No me he resignado a insertarme
dentro de la sociedad (norte)americana y lo veo como un episodio
transitorio dentro de mi carrera profesional”. Llegó en el año 2002
y durante este sabático fue jubilado de oficio por el Instituto Vene-
zolano de Investigaciones Científicas (Ivic). Como no tenía expec-
tativas de trabajo en el país, se quedó en Harvard, donde es profe-
sor de Anestesiología.
La razón por la que lo jubilaron en Venezuela fue política. Ló-
pez Padrino contó que el entonces director del Ivic, Máximo García
Sucre, ordenó cerrar su cuenta de correo en una lista de discusión
política creada por la institución especialmente para eso. Le viola-
ron su libertad de expresión. Era investigador titular del IVIC, máxi-
mo nivel al que puede llegarse en la institución. Pero su laboratorio
fue asfixiado presupuestariamente, luego vino la jubilación por vía
ejecutiva y finalmente la negativa a permitirle seguir trabajando en
laboratorio. “De esta forma, ante la posibilidad de transformarme
en un buhonero de la ciencia, opté por quedarme acá”, dice.
Fue a Harvard por seis meses y lleva ya nueve años.
“Mucha gente ha dejado el país y se ha divorciado de la reali-
dad nacional, sentando raíces en otras latitudes. Mis hijos no qui-
sieron emigrar, pero sigo jugando al país. Tengo pensado regresar
en 2012, después de las elecciones. Trato de que los proyectos pen-
dientes aquí se congelen presupuestariamente”.
Su interacción con Boston es muy amigable: usa transporte pú-
blico y camina mucho. “Boston se presta a disfrutarla, es multicul-
tural, es muy diversa. Ha sido concebida con un criterio urbanísti-
co para disfrutarla tengas o no vehículo. Es muy segura y amigable,
con excelentes parques y centros culturales, una vida académica
única: Boston University, Harvard, Massachusetts Institute of Tech-
nology (MIT), Boston College… más academia que eso difícilmente
189

Un ex guerrillero que hoy es investigador en Harvard

se puede conseguir en otra ciudad. Mi carrera aquí está cargada


de retos. Esta es una universidad de mucha exigencia académica y
donde la competitividad no permite tomar la vida con flexibilidad.
Llegué a un departamento al que ya conocía desde 1992. Era pro-
fesor visitante. No estaba inserto. Ahora ha sido distinto. Por un
tiempo hice docencia. Eso demanda mucho tiempo por el nivel de
exigencia. Los estudiantes de medicina son muchachos que han
egresado de una carrera universitaria, son bachelors en ciencia, quí-
mica o matemáticas. Es muy superior a la de la carrera de medicina
de Venezuela, donde son bachilleres. Mi vida aquí es un reto con-
tinuo, como docente o como investigador. La investigación en este
país en gran medida es financiada por el esfuerzo del propio inves-
tigador a través de la figura de los grants (las subvenciones), por-
que las universidades aportan parte de tus requerimientos pero en
una proporción baja, de 15 por ciento. El resto hay que conseguir-
lo. No es sólo mostrar tus habilidades ante tus pares académicos de
la universidad, sino ante los del campo en el cual te desenvuelves,
que son los que van a evaluar tus proyectos a la hora que los man-
des a instituciones como Instituto Nacional de la Salud, la Asocia-
ción Americana del Corazón o la Asociación de la Distrofia Muscu-
lar (MDA)”.
José López Padrino dice que trabaja porque “me gusta y porque
también tengo necesidad de hacerlo”. A sus 68 años continúa ven-
diendo su fuerza de trabajo. Con lo que percibe de la jubilación no
le permite satisfacer sus necesidades básicas en Venezuela. Por eso
limita el regreso a su país.
191

Soportan el frío y hablan también


francés
Canadá es uno de los mejores países del mundo para vivir.
Sus servicios de salud son por cuenta del Estado, para lo cual re-
cauda altos impuestos. Hay muy baja tasa de criminalidad. Es un
país de larga estabilidad política y económica. Es además un Esta-
do pacifista, que no respaldó a su vecino en la aventura de Irak en
2003. Está altamente industrializado y cuenta con una democracia
socializada. La riqueza está mejor repartida que en otras sociedades.
Hoy, Canadá es un país petrolero. Pero es tan difícil hacerse ri-
co allí como difícil es morir de hambre dentro de su sistema social.
Como es un país de inmigrantes, no se ve una marcada discri-
minación hacia los extranjeros. Hay sólo 34 millones de habitantes
para casi 10 millones de kilómetros cuadrados. El déficit de jóvenes
y niños lo cubre con inmigrantes, para lo cual hay una política de-
sarrollada. Los venezolanos que emigran lo prefieren por su relativa
cercanía frente a otras opciones como Australia o Europa. La parte
negativa es el clima. La temperatura puede llegar a menos 40 gra-
dos centígrados en los meses de enero y febrero.
Rafael Mirabal, un inmigrante venezolano de 47 años gradua-
do en Administración y que vive en Toronto, lo comenta de esta
manera: “Dependiendo de la zona donde vivas, el invierno puede
192

La alegría triste de emigrar

La curva es muy parecida a la de los emigrantes venezolanos a EUA.

Son ex empleados de Pdvsa quienes marcaron este ascenso desde 2004.

Por razones de protección de privacidad, las cifras se ofrecen en sólo múltiplos de 5. La cifra
exacta es + ó - 5.

Fuente: Citizenship and Immigration Canada, RDM, preliminary 2010 data


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Soportan el frío y hablan también francés

durar seis meses. En Toronto dura dos meses en su fase más fuer-
te y cuatro meses en total. Es muy bonito ver la nieve caer pero des-
pués de eso lo que viene es frío. Primero la gente tiende a sociali-
zar menos, el invierno te mantiene más alejado de tus amigos. La
economía no se para por una nevada, pero sí hay muchas cosas que
dejan de hacerse. Lo interesante es que todas las cosas tienen su
temporada. Cuando el invierno cae, cambia lo que comes, las acti-
vidades, inclusive tu carro, hay gente que tiene carro de invierno y
carro de verano. Cambia el hábito de dormir, como oscurece más
temprano tú te acuestas más temprano. Hay una cantidad de cosas
que cambian con las estaciones. Son peligrosas las caídas en el hie-
lo. El invierno es peligroso, hay que andar con cuidado, comprar
cauchos de nieve. El primer año, mi hijo salió del carro, cayó en el
hielo y se quebró la tibia, pasó tres meses con el pie enyesado. Hay
muchos deportes de invierno para entretenerse, pero es fuerte. Si
vives en una casa, cuando caen las nevadas tienes que arremangar-
te y salir a palear, viene un camión que limpia la calle y tienes que
volver a salir porque te dejó la nieve en tu salida. Hay cosas buenas
y cosas malas”.
Un Primer Ministro declaró ante el Parlamento en Ottawa que
en Canadá hay más personas listas para retirarse que con edad pa-
ra comenzar a trabajar. Por ello en 2009 recibieron 249 mil nuevos
residentes permanentes. Hace falta llenar ese vacío con inmigran-
tes que produzcan, paguen impuestos y tengan hijos canadienses.
Los venezolanos son ideales para eso.
Y manifiestan interés.
En mayo de 2010 asistí en Caracas a una convocatoria de una
empresa canadiense que trabaja buscando candidatos a emigrar a
ese país. El encuentro fue convocado mediante publicidad en Inter-
net. No me sorprendí cuando encontré a más de 90 personas en la
conferencia. Eran jóvenes entre 25 y 35 años. Por sus preguntas pu-
de deducir que estaban ávidos por conocer nuevas opciones para vi-
vir en un lugar distinto a Venezuela.
En los últimos cinco años Canadá ha recibido un promedio de
un mil 200 venezolanos como residentes permanentes legales en
194

La alegría triste de emigrar

comparación con sólo 510 en el último lustro del siglo pasado22.


Para 2012 se prevén 255 mil nuevos inmigrantes en Canadá. Y
unos mil de ellos serán venezolanos. Uno de cada tres venezolanos
admitidos en la última década se va a residir en la urbe francófona
de Montreal, en la provincia de Quebec. René Portillo, de 34 años,
es uno de ellos. Lleva ya seis años viviendo en esta isla ciudad. Se ca-
só con Amelia, una chilena-canadiense que conoció en Cuba mien-
tras realizaban sus estudios de cine. El matrimonio fue en Maracai-
bo, en 2002, dos días antes del paro petrolero. Se fue de una de las
ciudades más calientes de Venezuela como Maracaibo a una de las
más frías del mundo, como Montreal. Fue ella quien propuso Mon-
treal como destino. “Yo acepté, pero no tenía idea de lo que era vi-
vir aquí. No era una cultura que me llamara la atención para nada.
Yo quería viajar por Latinoamérica y hacer documentales. ‘Probe-
mos suerte’, me dijo ella. Nos vinimos el 12 noviembre de 2004”.
René legalizó su situación en Montreal a través de la figura del
apadrinamiento; ella, como su esposa, pidió a su marido en reagru-
pamiento familiar. Le dieron visa de residente renovable en cinco
años. Trabaja en cine y TV. Se especializó en audio y sonido para
proyectos audiovisuales, ahora también en web. René realiza do-
cumentales de contenido social. Tiene su propia compañía con sus
equipos. “Puedo grabar en una sala de conciertos o en un viaje, ten-
go mi estudio y hago postproducción de audio en proyectos audio-
visuales. Mi esposa trabaja en producción ahorita, ella se graduó en
dirección de cine”. Él decidió adaptarse a Montreal. “Nada que ver
con lo que yo conocía. Me costó años de mi vida entender el siste-
ma. Ni siquiera podía imaginar a lo que me iba a enfrentar. Desde
el principio hay que tratar con el francés. Muy cerca de los Estados
Unidos, hay una gran población de anglófonos en la provincia, pe-
ro el resto es francófono, aunque todos los servicios están en los dos
idiomas. Uno tiene que tomar el ritmo de cada estación y preparar-
se para la siguiente, cambia el flujo de trabajo, tienes que organi-
zarte y ahorrar. Una de las cosas que cuesta más a los venezolanos

22 Fuente: Citizenship and Immigration Canada, RDM, data preliminar de 2010.


195

Soportan el frío y hablan también francés

es que todo el sistema funciona. Vas a una oficina por un servicio y


vas al banco y funciona, sin palanca. Allá estás acostumbrado a pa-
gar para que las cosas salgan. Aquí no es necesario. La única forma
es ésa y no hay otra. A la gente que no entiende eso le cuesta mu-
cho adaptarse. Si uno se informa bien y sabe a dónde ir uno va a ob-
tener lo que busca. Todo es muy derecho y correcto. Lo otro es el in-
vierno, una cantidad exorbitante de nieve. Es indescriptible. Tienes
que venir aquí y palear dos semanas para que te des cuenta de cuán-
ta nieve cae. Llueve, truene o relampaguee hay que ir a trabajar, es-
ta sociedad no se detiene”.
En Montreal hablan dos idiomas y ninguno es español. René de-
cidió por el francés “porque me gustaba, porque tiene toda una cul-
tura detrás y raíces en común con la latina. Trabajo en francés, me
muevo en medios francófonos. Es un mundo mucho más exótico y
musical. Hay algo agradable en eso”. Sin embargo, en su casa habla
español primero y luego francés e inglés. Así será para sus dos hi-
jos, Adrián (de tres años) y Javier (de dos meses). Adrián asiste a una
guardería bilingüe, inglés y francés. Hablará de seguro tres idiomas.
René tiene nostalgia por Venezuela. Admite que el país pue-
de cambiar, que es normal que lo haga, aunque no esté muy de
acuerdo en cómo lo hace. “Hago investigaciones serias sobre rit-
mos, aprendí a tocar cuatro, estuve trabajando mucho con músi-
ca. Me di cuenta de que estaba haciéndome una Venezuela aquí en
Montreal. Llenando lo que me faltaba y lo conseguí de alguna ma-
nera. Me reuní con venezolanos, empecé a trabajar como técnico
de audio, talleres de tambores y manifestaciones culturales. Eso me
calmó mucho, me llenó”.
Otra parte importante de los emigrantes venezolanos en Cana-
dá está en la populosa ciudad de Toronto, en Ontario. Allí vive uno
de cada cuatro venezolanos en Canadá. Es la gran ciudad cosmo-
polita. Allí se van a residir un promedio de 300 venezolanos de los
que anualmente reciben la residencia permanente en Canadá. En
2000, Jaime, recién graduado en Ingeniería de Sistemas y residen-
te en Puerto La Cruz, escogió de suerte a Toronto, como ciudad para
196

La alegría triste de emigrar

un curso de inglés de tres meses. Tenía entonces 24 años. Se quedó


por 11 años. Ya está casado y tiene dos hijos canadienses; no sien-
te nostalgia por Venezuela sino por su familia. Ya se nacionalizó.
Jaime se considera un hombre con suerte porque al primer mes
de estar en Toronto conoció a una persona de su área que le consi-
guió una entrevista de trabajo. Él fue sólo por probar a ver si podía
hablar en inglés y resultó que lo aceptaron. La empresa le patrocinó
el permiso de trabajo y luego él mismo se procuró la residencia per-
manente. Ahora anda en la onda de tratar de llevarse a sus padres a
Canadá. Cree que sus hijos pueden llegar a hablar tres idiomas, ya
que usan el español en casa, inglés en la escuela y en el futuro pue-
den salir de Ontario e ir a Quebec a aprender francés. “Ellos mere-
cen tener una vida en un país en el que las personas son valoradas
por lo que son y las oportunidades sobran desde el punto de vista
artístico, deportivo y académico”.
A pesar de que hay actividad petrolera en Ontario, los petrole-
ros venezolanos tienen otro sitio preferido. Desde el año 2004 estos
comenzaron a ingresar con fuerza a Alberta, provincia con muchos
meses de invierno. Se concentran más en la ciudad de Calgary, un
centro energético importante de Canadá, ubicado al sur de la zona
centrooccidental del país. Pedro, ingeniero petrolero de 51 años, nati-
vo de Trujillo pero que vivió todo el tiempo en Maracaibo, me contó
lo que encontró en 2006 cuando llegó a Calgary con su familia. “Ha-
bía una ola grande de venezolanos allá. Desde 2004 estaban llegan-
do venezolanos. Más que todo a Fort McMurray, un pueblo ubicado
a una hora en avión al norte de Calgary, donde quedan las minas de
arenas bituminosas. Hay mucha gente de oriente de Venezuela por-
que allí es que saben de petróleo pesado. Una señora montó una sala
de baile de salsa, hubo un impacto grande de nuestra presencia en la
ciudad. Los temas venezolanos aparecían en la prensa local”.
En realidad, las cifras oficiales de Citizenship and Immigration
Canada revelan que a partir de 2004 y hasta 2010 llegó a Calgary
un promedio de 194 venezolanos cada año. Estos son en su mayo-
ría familias de los petroleros despedidos de Pdvsa por el paro de
2002 y 2003.
197

Soportan el frío y hablan también francés

Pedro es becario de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho.


Estudió en Oklahoma, donde hay también inviernos un poco fuer-
tes. Él calcula que serían unas 300 familias venezolanas en la pe-
queña ciudad. En realidad acertó porque las estadísticas oficiales fi-
jan en total de un mil 360 venezolanos en Calgary que recibieron la
residencia permanente desde 2004.
El paro petrolero terminó con diez años de carrera de Pedro en
Pdvsa. En Venezuela, después trabajó para Shell, Chevron, Texaco y
BP. Pdvsa había enviado una carta a todas las empresas contratistas
señalando que los de la lista de botados eran declarados personas
no gratas para la empresa. Eso le dificultaba las cosas para traba-
jar en su país. Se fue a trabajar a Argelia con una empresa españo-
la hasta que lo llamaron desde Caracas. Era una empresa que abría
operaciones en Canadá y quería contratarlo.
Fue así como llegó a Calgary. Estuvo desde 2006 hasta septiem-
bre de 2011, con esposa y tres hijos. “En 2006, Victoria tenía tres
años, Miguel estaba cumpliendo seis y Andrés tenía doce. Mi espo-
sa se quedó en casa aprendiendo inglés por su cuenta. Con visa de
trabajo no podía estudiar a tiempo completo, sino sólo medio tiem-
po. Miguel no sabía inglés, era un chamito. Por más que lo preparé,
no entendía nada, sólo sabía un poquito. Un día me llama mi espo-
sa y me dice que Miguel llegó con una ropa que no es la de él. Y una
nota pero no entendía. La nota de la maestra decía que Miguel ha-
bía tenido un pequeño accidente pero que no nos preocupáramos
porque ellos estaban preparados para eso. ‘Cualquier cosa me escri-
be’. Se había hecho pipí. Él explicó que no sabía cómo decirle a la
maestra que quería ir al baño; ‘tratando de decirle a la maestra no
aguanté y me hice pipí’, nos dijo. Eso me rompió el alma. Me sentí
tan mal que lloré con él, lo abracé. Le expliqué cómo se decía quie-
ro hacer pipí o pupú. Y lo puse a repetir para que supiera. Tengo
hambre y tengo sed. Me di cuenta que uno suelta a los niños aquí y
ellos tienen que lidiar con todo sin saber el idioma. En parte es bue-
no, pero a veces ocurren cosas como esas”.
Desde que tenía dos meses trabajando con la empresa en Cal-
gary, Pedro solicitó la residencia y la obtuvo al año. Hoy vive en
198

La alegría triste de emigrar

Houston y está planeando hacerse ciudadano canadiense con toda


su familia. Pero la soledad se siente. Pedro me cuenta: “Por ejem-
plo, una vez iba en el tren y me encontré a una persona que me pre-
guntaba si yo no había trabajado en Lagunillas. Ese tipo de cosas
suaviza el que estés en otro país, con otro clima. Uno se une y ha-
ce grupos según la afinidad. El estatus social cambia. Uno se visita-
ba todos los fines de semana, uno llevaba las arepas, el otro la carne
mechada, una botella de vino y nos sentábamos… Hace poco estu-
ve con unos amigos antes de venirme de Calgary y conversamos so-
bre eso. Nos reunimos en mi casa, nos estábamos despidiendo. Me
dijo uno de ellos que le daba gracias a Dios que eso ocurrió porque
a pesar de que muchos conocemos a alguien a quien no le fue bien
porque tuvo que hacer otra cosa, nosotros seguimos con nuestra ca-
rrera y buscamos donde había. A mí me ha ido muy bien. Es cues-
tión de que cada quien se acomoda en su cabeza de que tiene que
echar pa´ lante. Cuando voy a Venezuela y hablo con mi mamá so-
bre eso, que decidí venirme, ella me dice que tengo toda la razón
porque tengo una esposa y tres muchachos por los que tengo que
luchar. ‘Yo -dice mamá- aquí estoy y sé que siempre vas a volver”.
Fue relativamente fácil el ingreso para los petroleros venezola-
nos que se aventuraron a ir a Canadá. También van unos 15 nue-
vos venezolanos cada año a Hamilton, Ontario, también una zona
petrolera, que tiene varias refinerías. Buena parte de ellos no tuvo
que registrarse para el proceso de dos años que dura la solicitud, es-
tudio y aceptación como inmigrante. Ellos entraron a través de las
empresas con visas de trabajo y generalmente se registraron luego
como inmigrantes o residentes permanentes. Otros ingresaron co-
mo refugiados, debido a los casos eminentemente políticos que ha-
bía detrás del paro de 2002. Sin embargo, conocí uno en que el in-
dividuo había solicitado asilo y estaba en estudio. En el interín, fue
contratado por una empresa petrolera. Luego le negaron el asilo y
quedó en el aire. Tuvo que retirarse de la empresa.
Hay dos procesos distintos para emigrar a Canadá: el federal y
el de la provincia de Quebec, donde está Montreal y domina el fran-
cés. Para poder inscribirse en el programa federal para inmigrantes
199

Soportan el frío y hablan también francés

hay que tener alguna de 29 profesiones que se exigen. Hay 20 mil


cupos anuales. Y son 1.000 personas máximo por profesión. Quien
aplique entra en el proceso. Pero si en el camino se llena el cupo pa-
ra su ocupación, debe esperar al año siguiente y comenzar desde el
principio otra vez.
Algunas empresas de abogados canadienses se lanzan por to-
da Latinoamérica buscando potenciales inmigrantes, incentivando
a los jóvenes a ir a vivir a ese país norteño. Ayudan jurídicamente
en el proceso de inscripción y cobran por ello hasta 4 mil 500 dó-
lares por familia. Algunas de las cosas que se prometen allí no se
encuentran en la realidad canadiense. Por ejemplo, que si se es in-
geniero y se tienen calificaciones y experiencia conseguirás traba-
jo muy pronto.
Ello suele no ser así porque la experiencia fuera de Canadá y los
Estados Unidos frecuentemente no vale nada, señala Rafael Mirabal.
Explica que, por su experiencia en Canadá, las cosas son más difíci-
les. Señala que hay que tener experiencia canadiense en el currícu-
lum para poder conseguir un buen empleo. “He visto dos casos en
que se han devuelto y limpios, con una mano adelante y otra atrás.
Hay muchas quejas de cualquier cantidad de ciudadanos de otros
países, a quienes les ofrecen la visa porque les dicen que su perfil es
lo que necesita Canadá y que van a conseguir trabajo. Mi esposa fue
a un curso de ayudante al inmigrante. Consiguió a un ruso que se
quejaba de que Canadá lo había engañado porque dijo que necesita-
ba sus herramientas y habilidades. ‘Vendí todo, me traje a mi hijo y
cuando llego aquí me dicen que no me van a emplear, no he conse-
guido trabajo porque necesito experiencia canadiense, que no conoz-
co las particularidades de los canadienses, ¿cómo las voy a conocer
si nunca he vivido aquí?’, decía. Esa gente se ha visto en la necesidad
de hacer cualquier cosa para mantenerse hasta que consigue esa ex-
periencia y pueda insertarse en el mercado laboral. Entre tanto, pue-
den pasar dos o tres años hasta que consigues un trabajo en tu área”.
Casi todas las empresas piden a los nuevos inmigrantes que ha-
gan trabajo voluntario o que tomen cursos, de manera que adquie-
ran experiencia canadiense. Si se va a ir a Canadá sin trabajo, es
200

La alegría triste de emigrar

mejor llevarse muchos dólares. Si no los tiene entonces hay que es-
tar dispuesto a trabajar en lo que sea durante los primeros meses o
años, pero no puede presentarse sin ninguna de esas condiciones.
Hay casos de personas que se van con 20 mil dólares y eso se les va
en tres o cuatro meses.
En diciembre de 2011, el ministro de Inmigración, Jason Ken-
ney, citó ante el Parlamento como un éxito el hecho de que 89 por
ciento de los inmigrantes tenía empleo o su propia empresa a los
tres años de haber arribado al país. Sin embargo, a finales de enero
de 2012, en Davos, Suiza, el mismo ministro anunció cambios en
la política migratoria de Canadá. Dijo que es absurdo que un país
con escasez de personal traiga inmigrantes que se sumen al des-
empleo. Por ello vincularán la inmigración con las áreas de trabajo
donde falte mano de obra.
Hay otros casos que llegan con su visa de residente y han he-
cho ciertas investigaciones sobre los servicios que da el Gobierno;
le piden ayuda y éste se las da. Pero eso implica meterse en aparta-
mentos en zonas peligrosas, de bajo nivel socioeconómico, en una
realidad que puede ser hasta violenta. No hay ranchos pero sí ur-
banizaciones de gente pobre, mantenida por el gobierno. Esos in-
migrantes pasan un año viviendo así, del Estado, hasta que pueden
moverse hacia otro lado.
Muchos se han ido solos a Canadá y mantienen a su familia en
Venezuela. Una vez que logran insertarse en el mercado laboral en-
tonces la llaman a su nueva vida en el norte. Las normas federales
exigen ingresar con un mínimo de 10 mil dólares necesarios para
mantenerse mientras se consigue trabajo. Mirabal explica que el al-
quiler de un apartamento para cuatro personas es cuando menos
un mil 500 dólares mensuales. “Eso se va entonces en siete me-
ses… pero hay que gastar también en la comida, luz, agua, celular,
transporte. Quien viene a mantenerse un año sin trabajar tiene que
tener por lo menos 100 mil dólares en el bolsillo para pagar renta,
comida, gastos varios, gasolina transporte, vestimenta, recreación”.
Estos fondos que se exigen a los inmigrantes representan un
importante ingreso anual de dinero a la economía de Canadá. Si
201

Soportan el frío y hablan también francés

sólo fueran 10 mil dólares por cada uno de los 250 mil inmigran-
tes anuales, sería una cifra mínima de dos mil 500 millones de dó-
lares. Este dinero fresco entra seguramente porque los inmigran-
tes tienen que gastar en efectivo porque no tienen crédito aún en
el país. Y como no tienen trabajo deben gastar sus ahorros. Es a los
dos o tres años que tardan en insertarse en la economía y el mer-
cado laboral, pueden hacer reválidas de sus títulos, cursos o trabajo
voluntario. “La mayoría de esas personas vienen con PhD, etc, pe-
ro si no son graduados en EUA o Canadá les piden tres años de ex-
periencia canadiense”.
El problema de la presencia de los ilegales no es tan serio en Ca-
nadá, en comparación con los Estados Unidos. La Ley en Canadá
determina la obligación de tener estatus legal en el territorio para
poder acceder a los servicios médicos. Los hijos de los inmigrantes
no pueden ir al colegio si sus padres no tienen estatus migratorio
legal. A Yubiris, una ingeniero de sistemas de 45 años, residente de
Calgary, le llegó un día una carta del colegio de sus hijos donde se
le pedía demostrar la renovación de su estatus como trabajador en
Canadá, una vez que éste se había vencido. Ella me comentó que tu-
vo que informarles que ya había adquirido la residencia permanen-
te. Ello muestra que el Gobierno lleva un estricto control sobre la
presencia de los inmigrantes en el territorio y la condición en que
se encuentran. Curiosamente, es el tipo de cosas que se está inten-
tando hacer en algunos estados de EUA y que ha conseguido fuerte
rechazo entre diversos sectores sociales. Eso no ha sido motivo de
conflicto serio en Canadá.
Igual es más difícil sobrevivir en ese país siendo ilegal. Las em-
presas son severamente castigadas si emplean a ilegales y estos se
ven relegados a trabajos de ocasión, cortando grama, transportando
cosas, ayudando en mudanzas. Como Canadá requiere inmigran-
tes para la producción ahora y en el futuro, los preferidos entre
quienes reciben la residencia permanente son los menores de 45
años. Estos son los que contribuyen a mantener la maquinaria pro-
ductiva y están allí también los niños que lo asegurarán en el futu-
ro. El 83 por ciento de los venezolanos que recibieron la residencia
202

La alegría triste de emigrar

permanente en 2010 tiene menos de 45 años. Ésa es la política. Los


padres y abuelos contribuyen poco a la economía y tienden a aba-
rrotar los servicios de salud.
Sin embargo, Canadá también tiene una política de reunifica-
ción familiar. Es decir, unas normas que sirven para llevar al territo-
rio a convivir con los nuevos ciudadanos a los padres del 54 por cien-
to de venezolanos que está entre los 25 y 44 años. Pero son muchos
los nuevos canadienses provenientes de todos los países, que están
solicitando a sus padres y abuelos, así que mientras que el tiempo
promedio que tarda una solicitud de una pareja joven para que se le
apruebe su residencia permanente en Canadá es de dos años, el que
transcurre para aprobar la reunificación familiar es de más de ocho.
El retraso lo confirmó ante el Parlamento el ministro Kenney,
cuando en noviembre de 2011 anunció las medidas para mitigar el
problema: declaró una moratoria de dos años en las solicitudes de
visas para padres y abuelos y aumentó paralelamente la cantidad de
visas pendientes que se aprobarán en adelante para ese mismo ren-
glón. Esto es, de 17 mil 500 se incrementó hasta 25 mil anuales, lo
que reducirá el tiempo de espera de ocho a sólo cuatro años.
Sólo 2,4 por ciento de los venezolanos que en 2010 obtuvieron
residencia permanente tenía más de 64 años. Pero ahora, los pa-
dres y abuelos constituirán en adelante 9 por ciento del total de vi-
sas que se otorgan anualmente.
203

Una profesora de postgrado que


comenzó como mensajera en Toronto
Cuando Eira Ramos aceptó irse a Toronto como investigadora, con
una beca sabática del Consejo de Desarrollo Científico y Humanís-
tico de la Universidad Central de Venezuela (UCV), fue con la idea
formal de completar su tesis doctoral. Eso fue en 2004, cuando te-
nía 43 años. Pero en el fondo, como no veía las cosas bien en Vene-
zuela y le resultó sencillo postularse desde allí para obtener los pa-
peles de la residencia, se quedó.
Para 2004, según el régimen de jubilaciones de la UCV, ella es-
taba a ocho años de jubilarse. Era profesora en la escuela de Estu-
dios Internacionales y en el postgrado de Relaciones Internaciona-
les. Casada y divorciada, es madre soltera de dos hijos varones que
tienen hoy 22 y 21 años. Ya en 2006 tenía sus documentos de emi-
gración legal. Hoy ya está pagando su propia casa. “Lo que hice fue
básicamente por ellos”, sentencia.
La universidad vivía la agitación y los primeros escarceos de la
violencia que se mantuvo posteriormente. “Desde 2002 y 2003 yo
vislumbré que ya la cosa estaba en declive, la calidad de la investi-
gación dentro de la universidad. Fui autoridad en la UCV y sufrí si-
tuaciones estresantes como las bombas lacrimógenas. Incluso en
una ocasión nos secuestraron en el Consejo Universitario por ocho
204

La alegría triste de emigrar

horas”. Por otro lado, Eira temía por la seguridad de sus hijos en el
país. “La calidad de vida del profesor se venía a menos y para mí era
cada vez más difícil sostenerlos”, sentía.
Eira Ramos partió con una beca de 1.500 dólares mensuales.
Le sirvieron para instalarse y pasar los primeros años, cuando, por
demás, ocurrió con sus hijos algo que se verifica en casi todos los
casos de los jóvenes que emigran a Norteamérica: decidieron per-
manecer en Canadá. “Una vez aquí, los muchachos empezaron a
estudiar en su escuela que no cuesta nada y al año y medio ya no te-
nían ganas de regresarse, se habían integrado. Eran estudiantes so-
bresalientes. La calidad de estudio en Venezuela es bien elevada.23
No hay comparación con la de aquí. Estaban por encima de sus
compañeros de área”.
Pero Eira no fue tan afortunada. Intentó encontrar trabajo co-
mo profesora y no lo consiguió. Necesitaba un doctorado que no
tenía. Tampoco lo logró a nivel de college. Comprendió pronto que
tenía que ingresar a una empresa de alguna forma y después de te-
ner esa cabeza de playa comenzar a surgir a fuerza de su talento y
dedicación. “Empecé a trabajar como asistente de oficina, lo que se
llamaba hace años office boy, office girl en mi caso. Repartía correo a
las diferentes divisiones y departamentos, correos expresos. Estuve
año y medio en ese cargo en la empresa”.
Le pregunté qué podía sentir una profesora venezolana de post-
grado relegada a trabajar como office girl. “Me puse a hacer cursos de
entrenamiento que la ciudad de Toronto ofrece para los nuevos in-
migrantes, para conseguir lo que tanto piden, la ‘experiencia cana-
diense’, para poder ser empleado. No fue exactamente en una com-
pañía, sino un programa de ayuda al inmigrante donde usan las
llamadas ‘empresas virtuales’. Allí pasas tres meses laborando en
una firma que realmente no existe, pero que permite poner en tu
currículum que trabajaste allí. Lo que yo necesitaba era un trabajo a
tiempo completo, con beneficios. No puedo decir que fuera lo que
yo quería, pero afortunadamente no tuve que pasar por la etapa de ir

23 Estudiaron en el colegio privado Cristo Rey, de Los Chaguaramos, Caracas.


205

Una profesora de postgrado que comenzó como mensajera en Toronto

a un Mc Donald´s o, como algunos hispanos, a empresas de limpie-


za, lo que se conoce en Canadá como ‘empleos de sobrevivencia’. Yo
entré en el nivel más bajo de la empresa, pero era una empresa que
daba beneficios, tenía mis vacaciones pagadas. Es un nivel un poco
más elevado. En ese primer puesto estuve un año y medio. Entonces
me promovieron a otra posición ya en el departamento de Cuentas
Corporativas. Allí empecé a aprender muchas cosas y además me
daban la oportunidad de pagarme estudios relacionados con el tra-
bajo que estaba haciendo. Aproveché esa oportunidad y saqué una
designación que me sirve para trabajar como administrador de be-
neficios (personal de recursos humanos de una empresa que se en-
carga de manejar seguros y demás beneficios para los empleados)”.
A sus hijos les fue más sencillo que a ella adaptarse al nuevo te-
rritorio. Lo hicieron a través del sistema escolar multicultural, in-
teractuando con profesores y conociendo la historia canadiense. El
primer año iban de la casa al colegio y retornaban. Pero en menos
de un año ya tenían amistades y salían por su cuenta. Ellos busca-
ron por su propia iniciativa sus primeros empleos en Mc Donald´s
y comparten tiempo con sus estudios. Ella tuvo que lidiar con la ba-
rrera del idioma. “Mi cerebro no es como el de los muchachos que
asimilan rápido el inglés. Me costó salir a la calle. Fui a dos cursos
en calidad de oyente en la universidad de Toronto, pero lo pude ha-
cer sólo cuando salieron mis papeles, porque sin ellos todo es com-
plicado. No consigues trabajo, no puedes asistir a los cursos de in-
glés gratis de Toronto”. Pasó esos dos primeros años haciendo su
postgrado y a la vez postulándose para la residencia permanente.
“Mientras tanto también veía cómo buscar contactos, relaciones pa-
ra empezar a abrirse uno campo dentro de la ciudad”.
Visitó Venezuela en enero de 2010. “Añoro a los amigos que
dejé, pero no añoro el estado de vida que tenía allí. Echo de menos
el horario de la universidad porque era sumamente cómodo. Mon-
tones de vacaciones durante el año, Semana Santa, agosto julio y
septiembre, diciembre. Añoro el tiempo libre porque aquí se tra-
baja mucho y estoy segura que en la sociedad estadounidense es
igual o peor. Mi hermano, que vive en Michigan, cerca de Toronto,
206

La alegría triste de emigrar

tiene todavía dos semanas de vacaciones anuales y lleva 11 años con


el mismo trabajo. Yo tengo cuatro semanas. No me doy lujos y me
gustaría tener más dinero para viajar a Venezuela todos los años,
aunque de mi país rechazo la inseguridad, fundamentalmente. No
poder salir y disfrutar. Uno puede caminar aquí a cualquier hora de
la noche y no te pasa nada. Emigré por mejor calidad de vida. Pa-
ra darte un ejemplo, mi hijo me contó que un amigo fue a un local
de la cadena de cafeterías Tim Horton’s, pidió un café y en el fon-
do había una curita usada. Contrató a un abogado y terminó con un
arreglo en la Corte por el que le dieron 250 mil dólares por el da-
ño ocasionado”.
Eira no percibe una solución para el drama político venezolano
ni a mediano plazo y ha perdido la fe sobre eso, mientras no deja de
ver cómo llegan más venezolanos a Canadá, incluso con el dinero
suficiente para comprar una casa.
207

Se fue a Canadá por sus hijos,


pero piensa regresar algún día
Rafael Mirabal daba a su familia un estilo de vida en Caracas que
era bastante bueno. Vivían en Prados del Este. Viajaban con fre-
cuencia, tenían casa propia y otra en la playa. Poseían un par de ca-
rros. Salían a menudo a almorzar en buenos restaurantes. Llevaban
una vida con bastante amigos, con quienes compartían en el club
Los Cortijos. Desde el punto de vista de su trabajo, era bastante di-
námico; le tocaba viajar por toda América Latina con frecuencia. Su
posición en IBM era muy buena, lo que le ayudó bastante a conse-
guir una transferencia al exterior. “Nuestra vida social, laboral o de
eventos, era bastante activa, nos divertíamos. Empezó entonces el
tema de la inseguridad y nos obligaron a restringirnos. No me qui-
se encajonar en mi casa. Por otro lado empecé a vislumbrar el futu-
ro para mis hijos y no lo veía claro. Entonces tomamos la decisión
de buscar algo en el exterior y conseguí en varios países”.
Él es administrador con postgrado en finanzas. Tocó puertas
en Costa Rica, Argentina. México, EEUU y Colombia. Había traba-
jado 16 años en IBM de Venezuela y consiguió la transferencia a
IBM Canadá. “Salieron oportunidades en cuatro de esos países. Las
pusimos en la mesa y seleccionamos Canadá”. Viven actualmente
en Aurora, a 25 minutos de Toronto. La sede laboral le queda a 15
208

La alegría triste de emigrar

minutos en auto. Rafael lo eligió porque sale más barato que vivir
en la propia ciudad de Toronto. La familia reside allí desde 2007.
Él mismo pagó el traslado. “Ése era uno de los beneficios que yo
ofrecía a la empresa que quisiera tomarme. Muchas empresas ale-
gan que no tienen fondos para el traslado. Yo les aseguraba que co-
rría con eso. Llegamos con los suficientes dólares para poder insta-
larnos. Si vienes con poquitos ahorros te desbancas en cosa de tres
meses. Pero tienes que aguantar por lo menos un año. Toda la vida
ahorré en dólares y después que me casé seguimos en ese plan, así
que teníamos suficientes fondos para mantenernos. Al principio
tuvimos que costearnos muchas cosas, porque aquí no le dan crédi-
to a uno y todo tuvimos que pagarlo en efectivo”.
La gran preocupación de su esposa y sus hijos era el idioma.
“Como veníamos pensando en eso, mis hijos estudiaban en cole-
gio bilingüe. Siempre les hablé a ellos en inglés y mi esposa les ha-
blaba en ambos idiomas para que crecieran con los dos. Aquí, su
adhesión al colegio fue rápida y buena. No tuvieron contratiempos.
Ellos han conseguido sus amigos aquí. Con los de Venezuela, mi
hija mantiene contacto a través de Facebook. Mi esposa y yo tene-
mos pocos amigos, pero buenos. En estos cuatro años hemos cono-
cido a muchos venezolanos. Tener relación aquí con un venezolano
a veces se hace difícil, porque se acostumbran a este ambiente, mu-
chas familias se mantienen en sus casas, salen sólo de vez en cuan-
do y no andan visitando a los demás constantemente, como en Ve-
nezuela. La gente aquí se mantiene mucho en su núcleo familiar y
te llama de vez en cuando”.
Rafael y su familia ya son residentes permanentes de Canadá.
Llegó con visa de trabajo. En 2012 solicitará la nacionalidad cana-
diense para todos. Siente bastante nostalgia, sin embargo. Casi to-
da la familia sigue en Venezuela. “Uno añora mucho a su país, el
clima, lo sociable que es la gente en Venezuela. Aquí te metes en
un ascensor y dices buenos días y te miran feo. Si le abres la puer-
ta a una mujer, ella se molesta y si en el autobús te paras para dar-
le el puesto a una señora, no te insultan de broma. Uno va a los
juegos de Grandes Ligas, pero son tan aburridos que extraña un
209

Se fue a Canadá por sus hijos, pero piensa regresar algún día

Caracas-Magallanes. Pero así mismo, hay cosas que no extraño. Yo


salgo aquí a las 11 de la noche y mi esposa o mis hijos salen y no
les pasa nada. Voy a un hospital y me atienden sin cobrarme na-
da. Siempre hay una buena atención y los insumos no faltan. Los
colegios no cuestan nada y son buenos, le dan sus libros a mis hi-
jos y son tremendas edificaciones. No añoro andar en una carrete-
ra y caer en un hueco. Si aquí hay uno, llamas y enseguida lo tapan.
Aquí no hay discriminación. Tú puedes estar en un centro comer-
cial de Canadá y escuchar hablar en cinco y seis idiomas en un es-
pacio reducido. Aquí consigues indios, musulmanes, árabes, cana-
dienses, de todo en un solo sitio”.
Nunca se ha cerrado a la idea de volver. Lo decidirá una vez los
muchachos se gradúen. “Me gustaría regresar para dar a Venezue-
la lo que ella se merece, porque lamentablemente en estos 12 años
ha sido destruida y mucha gente productiva se ha ido. Me gustaría
aportar mi granito de arena para ayudar a que vuelva a ser la Vene-
zuela de antes. Pero primero están mis hijos”.
211

Apostaron por la arepa en Manhattan…


y la pegaron
Cuando los inmigrantes de una nacionalidad llegan a ser sólo unos
pocos en el país receptor, el de origen abre si acaso un consulado.
Si llegan a ser un poco más repartidos en el territorio, son varios
consulados. No hay allí ningún nivel de influencia de los inmigran-
tes en el país receptor. Pero un producto alimenticio que todos ellos
consumen puede significar para esa comunidad una experiencia de
transmisión de su cultura.
Eso ha ocurrido en los Estados Unidos con la comida mexicana,
la japonesa, la thai, la italiana y la vietnamita, entre muchas otras, y
ahora también con la venezolana. La arepa, uno de los principales
protagonistas de nuestra cultura culinaria, ha comenzado a ser re-
conocida internacionalmente durante esta primera década del siglo
XXI. No es un simple decir. Ha quedado demostrado en la ciudad
de Nueva York con Maribel Araujo, una venezolana que en 2003, a
sus 27 años, encontró un nicho donde la arepa se impuso.
Caracas Arepa Bar es un éxito de ventas en la Gran Manzana.
No es la primera vez que se venden arepas en Nueva York, pero esta
marca local tiene tres características que la hacen diferente a cual-
quiera que existiera anteriormente: sólo se ocupa de la arepa, no va
dirigida al venezolano o latino sino al neoyorkino y después de ocho
212

La alegría triste de emigrar

años ya tiene cuatro locales abiertos y en funcionamiento.


En 1999 Araujo se fue a Nueva York contratada por www.loque-
sea.com, un portal web iniciativa de la gente de Urbe. Era el boom
de las puntocom, que pronto se convirtió en una burbuja y Maribel
quedó sin empleo. Su área natural era la producción de cine. Buscó
entonces empleo por esa vía. Trabajó como maquilladora y vestua-
rista; lo hizo durante un año, tratándo de abrirse camino y comién-
dose sus ahorros. “Un día llegué a casa súper cansada, porque me
atareaba un proyecto que duraba 12 semanas, con horas muy locas;
me puse a hacer arepas a mi esposo y se me ocurrió que me encan-
taría montar un local chiquito, donde pudiera hacer arepas y jugos,
y poner música brasilera”.
Se veía a sí misma con un trapo en la cabeza, como Doña Juana.
Lo conversaron entre ambos, sabiendo que ninguno tenía expe-
riencia en restaurantes y que jamás habían imaginado tener uno.
Pero se decidieron después de unos meses de investigación. Busca-
ron un local más o menos adecuado y lograron un contrato por un
lapso conveniente. Invirtieron 60 mil dólares para abrir el primero.
“El ambiente es particular”, cuenta Maribel, “trata de generar una
sensación de estar en la casa de la Tía o la abuela de alguien, en un
ambiente venezolano bien tradicional; pero hay muchísimas com-
binaciones y cosas que son parte del lugar donde estamos. Somos
abiertos a innovar en ciertas cosas, siempre conservando la arepa
como marco principal y tradicional representativo de la comida ve-
nezolana”.
Abrió en la séptima calle East del East Village, en Manhattan. Se
habían lanzado a la aventura y la suerte iba a estar de parte de Mari-
bel y su esposo. Un periodista de The New York Times, Eric Asimov,
que lleva una muy leída columna sobre lugares donde se puede co-
mer con menos de 25 dólares en la costosa Nueva York, decidió
probar con Caracas Arepa Bar. “Siempre digo que mi vida en este
restaurant es antes y después de The New York Times. Nos han rese-
ñado ahora muchas veces, pero la primera fue a las cinco semanas
de abierto. Eric Asimov escribió sobre las arepas y en ese un hue-
quito empezamos a sentar a 20 personas, algo que no te podrías
213

Apostaron por la arepa en Manhattan… y la pegaron

imaginar si lo ves hoy en día. Habló buenísimo de las arepas como


un ítem que por primera vez se presentaba de esa manera en Nue-
va York y fue un éxito”.
A partir de ese momento, los neoyorkinos abarrotaron el nove-
doso Caracas Arepa Bar, que estaba comenzando a dejar muy alto el
nombre de la cocina venezolana. Maribel y su esposo tuvieron que
lidiar con una realidad para que la que ellos no se habían prepara-
do suficientemente. Hubieron de contratar más personal. “Fue im-
presionante. Aquí la cultura de la comida es muy fuerte y la gente
la sigue a través de los medios. Y más en The New York Times, que
es tan prestigioso”.
En 2012 ya tiene cuatro sucursales. En Manhattan son dos, sólo
que un local está separado del otro con un edificio de por medio. En
uno de ellos venden las arepas para llevar. Maribel considera que
sólo tiene tres: el de Manhattan con mesas, más los de Brooklyn
y Rockaway. “Nuestro restaurant es como cualquier otro de Nueva
York, que no está enfocado a un target de un país en específico, sino
a cualquiera que quiera probar y que le guste la comida venezolana.
Entras cualquier día y lo que menos ves son venezolanos. La are-
pa se ha convertido en parte del menú del neoyorkino, de la misma
manera que puede ser el sushi, el falafel o el taco. La de pabellón si-
gue siendo la más vendida, la más representativa de nuestros sabo-
res. Es perfecta para ambos gustos: el que quiere probar algo nuevo
y el que viene buscando lo criollo”.
Ella se considera una pionera en esto de la arepa en Nueva York
y planea ahora conquistar la costa oeste de los Estados Unidos, pro-
bablemente desde California.
215

Su familia lo llevó a Atlanta sin pedirle


opinión

Carlos Lares estudiaba Comunicación Social en la Universidad San-


ta María del estado Anzoátegui en 2002, con 17 años. Aunque ha-
bía estado algunas veces en los Estados Unidos, no le gustaba. Una
vez se regresó de Atlanta debido a que no encontraba gente cono-
cida allí. “Había agitación política en Venezuela, pero yo lo toma-
ba como algo que estaba muy lejos de mí. Durante el paro petrole-
ro, cuando suspendieron la venta de gasolina, decidí ir a casa de un
amigo en bicicleta y me metí por el centro comercial Plaza Mayor.
Un Guardia Nacional me paró y con su pistola en mano me pregun-
tó qué hacía allí. Le expliqué que tomaba un atajo y me dijo que si
pasaba me dispararía”.
Fue en ese momento cuando pudo comprender que la política
sí lo afectaba y llegó a pensar por qué no se había quedado en At-
lanta, con su hermano, cuando un par de meses atrás había tenido
esa oportunidad. “Vivíamos en Lecherías. Casi nadie fue a mi cum-
pleaños. Nadie quería salir de su casa. Mi padre, que era consultor
como ingeniero, trabajaba con el gobierno de Anzoátegui. Me dijo
que entonces celebraríamos el cumpleaños en Atlanta”.
Su padre planeó que estudiara la high school en Estados Unidos,
pero él sólo quería ir por un tiempo y regresar para terminar su
216

La alegría triste de emigrar

carrera en Comunicación Social. En Venezuela estaban sus amigos


y su banda de rock, además de un show que realizaba en una radio.
Era el único de su clase que tenía programa radial. “Nos quedamos
por navidad. Llegó enero, pasó febrero. La Universidad Santa María
la habían cerrado después del paro. Me quedé estudiando inglés. A
mediados de julio, mi padre anunció que habían decidido que nos
quedáramos en Atlanta”. No le habían pedido su opinión. “Nos va-
mos a quedar y punto”.
Carlos se sintió muy mal porque no le tomaron en cuenta. En-
tendió que sólo tenía 18 años y que era por eso. Habían decidido su
futuro. Es el menor de cinco hermanos, tres del primer matrimo-
nio de su padre, quienes ya vivían en EUA. “Aunque conocía gen-
te, no tenía amigos, no sabía ubicarme. No sabía manejar aquí. Los
primeros cuatro o cinco meses no iba a ninguna parte fuera de la
escuela o la casa. Me la pasaba todo el tiempo en la computadora”.
Se inscribió entonces para estudiar comunicación en la univer-
sidad, donde los alumnos eran mayores que él. Comenzó a juntar-
se con gente hispana y empezó una etapa de cierta rebeldía. En su
mente todavía tenía ganas de regresar a Venezuela. “¿Para qué es-
tudiar si voy a regresar?”, se preguntaba. “Me escapaba de clase, me
iba con amigos nuevos que había hecho. Cuando llegaron mis no-
tas tuve problemas con mi papá porque eran muy bajas. Dejé de
estudiar nueve meses, durante los cuales trabajé en una tienda de
mecánica, vendía autoperiquitos, vidrios polarizados y cosas así. Mi
padre insistía en que volviera a la universidad. Volví pero a otra ca-
rrera, Diseño Gráfico. Y lo mismo, la dejé de nuevo, mintiéndole a
mi papá. Me iba al trabajo en vez de estudiar. Siguieron los proble-
mas con mi padre. Me dijo que si era por dinero él me lo proporcio-
naría si me mantenía en los estudios. Tenía 22 años. Lo acordamos.
Pasé el primer semestre con buenas notas. Fue importante para mí
eso. Ya me sentía socialmente aceptable. Entonces volví a la rum-
ba otra vez, pero manteniendo unas notas pasables. Salía con unas
muchachas y con otras”.
En 2006 consiguió un trabajo a medio tiempo e hizo su pasan-
tía en una radio de rock. Carlos era muy cómico e hiperactivo. Le
217

Su familia lo llevó a Atlanta sin pedirle opinión

hicieron una prueba al aire y le llamaron para quedarse en el show.


Terminó a los nueve meses la pasantía. Allí estaba en su ambien-
te. Hacía entrevistas a rockeros. Se la pasaba en clubes y conciertos.
En ese trajín se le subieron los humos a la cabeza y conoció a gente
que usaba drogas fuertes. “Tenía las chamas que yo quería. Hasta
que conocí a una muchacha que es hoy mi esposa. Un día me me-
tieron preso por andar con drogas y ella fue la que estuvo al frente
para ayudarme como amiga. Me dije que era la mujer para mí. Dejé
las drogas, que me tenían enfermo. Hace tres años, un día me dijo
que estaba embarazada y hoy es la madre de nuestros dos gemelos,
niña y niño. Ahora soy un padre de familia. Me quedaron dos ma-
terias en la universidad. Las haré por mí mismo”.
Carlos explica su visión acerca del país donde nació: “Hoy en
día me gustaría ir a Venezuela, pero sólo de visita. Siendo padre de
familia no me planteo vivir con ella en el país. Toda mi vida he sido
más o menos solitario”.
219

Un miembro de la comunidad gay


se realiza en Chicago
Luis Alvaray, de 43 años, es comunicador social. Le atrae la vida de
los Estados Unidos y su cotidianeidad. Optó por irse a estudiar y ya
está insertado en la sociedad de Chicago, Illinois. “Aterricé en Esta-
dos Unidos el 12 de agosto de 2001. Tenía pensado hacer una maes-
tría. Había estudiado en la UCV. Viví un par de años en Los Ánge-
les donde hice una especialización en comercio. Después regresé a
Venezuela. Trabajé en la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de
Venezuela (CANTV). En ese momento, decidieron reducir la planti-
lla de empleados y ofrecieron dos años y medio de salario a quienes
renunciaran voluntariamente. Salí en enero de 2001 y empecé el
proceso de preinscripción en las universidades aquí. Ese dinero me
ayudó a pagar la manutención y metí créditos para la parte de ma-
trícula. Me inscribí en un programa denominado Integrated Mar-
keting Comunications, que conseguí en Boulder, Colorado, aquí en
Loyola, Chicago, y en el Emerson College en Boston. Tenía 33 años.
Me vine yo solo sin familia, como el personaje La Zulianita”.
Le atrajo el estilo de vida en Estados Unidos y las oportunida-
des que ofrece, en contraste con la situación política en Venezuela.
“Acabo de comenzar en un trabajo en el departamento de mercadeo
de Walgreens, una cadena de farmacias, aquí en Chicago, donde
220

La alegría triste de emigrar

están las oficinas corporativas. Llevo cuatro meses. Mi rutina es le-


vantarme y trabajar muchísimo. Cuando llego de la oficina voy para
el gimnasio o salgo con amigos, aunque generalmente no durante
los días de semana. El trabajo me queda a una hora y media de via-
je de casa. Manejo hasta la estación, tomo un tren y luego un auto-
busito de la compañía. En tren puedo ir leyendo, durmiendo o revi-
sando los emails en el teléfono”.

Dice que siempre ocurre un proceso de aculturación que es du-


ro, con un costo básicamente emocional. “Uno está dejando atrás
a la familia, amigos, a tu cultura. Vivo con mi pareja. Él es grin-
go. No hablo español con él. Pero tengo familia aquí en Chicago.
Una hermana”. Luis dice que su preferencia sexual ha influido pa-
ra quedarse en los Estados Unidos. “En principio eso no fue un fac-
tor para mudarme. Después que estaba aquí sí, porque en ciudades
grandes de Estados Unidos hay más aceptación para la comunidad
gay. Eso es una parte importante en mi vida e influye en que yo ha-
ya decidido no volver”.
Luis negoció con los valores norteamericanos y los que traía de
Venezuela, país al que vuelve cada diciembre, para ver a su fami-
lia y sus amigos. “Cuando me vine no estaba decidido a quedarme
aquí. Mientras fue pasando el tiempo lo fui decidiendo. Pero es una
cuestión dura, tienes que reconstruir en la ciudad donde estés. No
siempre será lo mismo, pero igual puedes crear algún soporte alre-
dedor tuyo”.
221

Los diversos tonos de la discriminación


El trato que le dan los nativos de Estados Unidos a los latinos y de
otras zonas del mundo, es tema común entre los inmigrantes. Ca-
da cual parece haber tenido algún evento en el que ha sentido que
fue discriminado, rechazado o menospreciado. Tuve mi propia ex-
periencia en Nueva York en 1996. Fue en una tienda de artículos
de computación. Llegué a preguntar en inglés por una tarjeta ma-
dre. No había más clientes en ese momento. El dependiente, un es-
tadounidense de unos 28 años, debió percatarse de mi acento y mi
aspecto latinos. De repente en la conversación comenzó a alterarse
de forma inusitada y empezó a gritarme. Luego fue adentro, trajo
dos repuestos y exigió que eligiera entre ambos. Para evitar proble-
mas decidí darle las gracias y salir tranquilamente del lugar.
Quería saber sobre incidentes similares. Pregunté a mis entre-
vistados si alguna vez se han sentido discriminados en los Estados
Unidos. Encontré que muchas mujeres consideran que inicialmen-
te el problema parte de su género y luego les toca superar la con-
dición de ser latina en un país donde se habla el inglés y ha tenido
históricos problemas raciales. Encontré también problemas entre
los propios latinos. Alejandra, una treintona de Nueva York que tra-
baja en TV, respondió: “la discriminación se siente desde el pri-
mer día que llegas. En una empresa trabajaba como gerente de pro-
ducción y al año de estar trabajando por allí me tocaba presentar el
222

La alegría triste de emigrar

presupuesto anual del departamento. Pedí el archivo con el presu-


puesto del año anterior. Me di cuenta de que al individuo que es-
taba en mi cargo le pagaban cerca de 20 mil dólares más de lo que
me estaban pagando a mí. Era un mexicano que no tenía postgra-
do, pero era hombre y mexicano. Los mexicanos nada más se ayu-
dan entre ellos. No es verdad que todos los latinos se apoyan. Todos
tiran piedras contra todos”.
Al doctor José López Padrino le pregunté si siente discrimina-
ción en los medios académicos donde se desenvuelve: “Sí y no. Eso
depende de cómo lo veas. No es una inclinación abierta. No es que
porque seas latino tienes un hándicap y la gente te va a ayudar o te
va a subestimar. Pero sí tienes que demostrar el doble de lo que un
ciudadano estadounidense para alcanzar una posición. No te dicen
que no puedas optar a un cargo, pero debes fajarte más que un ciu-
dadano norteamericano”.
Jonathan España, otro médico que ejerce en Houston, tiene
una visión similar a la de López Padrino. Comenta que como en to-
das las profesiones, hay mucho celo profesional. “No es discrimi-
nación ni racismo sino que para nosotros los extranjeros es más di-
fícil escalar y establecerse en una posición que para un gringo. Los
exámenes para nosotros son mucho más difíciles; a la hora de deci-
dir en qué postgrado quieres entrar, es mucho menos probable que
a uno lo dejen entrar en uno competitivo, como los de Cirugía Plás-
tica o Dermatología. Uno encuentra la piedra de tranca en ser eti-
quetado como médico internacional, graduado afuera”. España dice
que nunca se acomplejó por eso y que luchó, dando el mil por cien-
to de sí mismo “para que la gente observe que uno no vino a este
país a ser uno más sino una persona destacada, que nos formamos,
lo hicimos con una vanguardia y ética muy grandes… Hay personas
a las que les importa un bledo si vienes de la China, de Inglaterra o
de Venezuela: si te formaste afuera es un sub-standard para ellos”.
Irma, una profesional de 38 años que vive en Atlanta, ha sen-
tido discriminación racial en su trabajo y en la vida social. “Pero
eso no es problema para nosotros, estamos acostumbrados a con-
quistar. Eso nos hace exitosos en estos parámetros. Uno escucha
223

Los diversos tonos de la discriminación

muchos cuentos y eso hace que uno se sienta discriminado. No te


invitan a las fiestas, o he sentido que a mi hija la rechazan porque
tienen una mamá diferente. Todas las mamás de la clase de gimna-
sia de mi hija son (norte)americanas y blancas. Yo no tengo tiempo
para sus tertulias en Starbucks. Pero si uno no se hace una histo-
ria por lo que pasa, llega el momento en que la gente te respeta por
lo que eres profesional o personalmente y no por la cultura a la que
perteneces. Mis suegros me dijeron que no les gustaba que habla-
ra español con mi hija. Me preguntaban por qué tenía que hacer-
lo. ‘Bueno, porque se le va a olvidar’, les respondí. ‘El principal idio-
ma en el mundo es el inglés’, me ripostaban y yo les decía que el
segundo es el español y que si alguien es italiano y no lo habla, ese
problema es de él. Soy venezolana y pienso seguir hablando espa-
ñol hasta que me muera porque mi familia habla español. Mi sue-
gra tiene grupos de lectura y de juegos y nunca me incluyó en nin-
guno de esos grupos. La razón era básicamente por ésa. Ella tiene
tremendo rechazo hacia los latinos. Lo peor que le pudo pasar es
que su hijo se haya casado con una latina, porque para ella tienen
mala fama, de que traen drogas y prostitución y que le quitan tra-
bajo a los norteamericanos. Los latinos nos sentimos orgullosos de
quienes somos. Nos adaptamos para sobrevivir aquí, pero lo latino
lo llevamos por dentro”.
El jockey José Javier Castellano, de Nueva York, alega que nunca
ha sentido discriminación “pero sientes los celos”. Él protagonizó
en noviembre de 2010 un inusitado incidente público en pleno cír-
culo de ganadores de Churchill Downs, frente a la tribuna. Corrida
la Copa Breeders, el jockey norteamericano Calvin Borel, tres veces
ganador del Kentuky Derby, le reclamó fuertemente un movimien-
to abrupto durante la carrera. Pero algo feo le dijo que Castellano
optó por pegarle, se fueron a las manos y hubo que separarlos. El
incidente se considera inédito dentro del hipismo norteamericano.
Cherry Rojas, quien atiende su propio restaurante en Atlanta,
comentó que “dos o tres veces” ha sentido discriminación. “Muy
poco. Una vez fuimos a un restaurant y no nos quisieron atender.
Nos quejamos con el manager. El gerente nos dijo que iba a tomar
224

La alegría triste de emigrar

cartas en el asunto, pero nosotros nos fuimos”. Luisa, de 42 años,


quien pasó “mojada” a EUA, cree que la ley es discriminatoria en
Georgia: “Me he sentido atacada y discriminada y ha sido sólo por
las leyes que han puesto, que no se puede manejar sin licencia sien-
do ilegal porque si te agarran te meten preso y te deportan. Pero en
realidad los (norte)americanos tratan muy bien a las personas, le
abren las puertas a uno en los hospitales”. Semanas después de la
entrevista, sin embargo, Luisa me llamó para contarme algo que le
había pasado: “Tuve un incidente con la policía de inmigración. To-
do fue por nuestro perfil racial. Se pararon al lado del carro de noso-
tros y comenzaron a mirarnos y mirarnos hasta que nos prendieron
las luces y nos ordenaron a detenernos. Fue en Mobile, Alabama,
a mediados de agosto de 2011. Nos amedrentaron, dijeron que nos
podían llevar. Nos interrogaron a todos y decidieron dejarnos ir. Yo
les di mi número de licencia vencida del estado de Georgia. Todo
lo que dijimos concordó: que teníamos un hijo en Argentina y que
el otro estaba en la escuela, que íbamos a instalar gabinetes. Nos
preguntaron por armas y drogas, nada de eso teníamos. Después,
cuando me iba a montar en el carro, el que me interrogó, un tipo
de ascendencia dominicana, se me pegó y puso sus dos manos en
mis nalgas. Yo me di la vuelta, pensando que pudo ser imaginación
mía. Me volví a meter y volvió a poner sus dos manos en mis nal-
gas. Me quede quieta, no quería escándalo. Todos los que íbamos
en el carro podíamos ser deportados si yo hacía algo. Las nalgas me
quemaban pero me quedé con mi humillación”.
Mariana Torrealba, químico que trabaja para una empresa pe-
trolera en Houston, Texas, negó que sintiese discriminación en su
oficina por causa de su raza. “Déjame decirte que (al llegar) pensa-
ba que lo iba a encontrar pero no fue así. Sí veo un poquito por ser
mujer, porque donde trabajo es multicultural y hay gente de la In-
dia, que tiene un sistema de castas raro y a veces no les gusta traba-
jar con mujeres”.
Antonio Villalobos, de Atlanta, profesional de 67 años, dice que
quien no habla inglés tiene un problema grave de comunicación y
quizás por eso de pronto pudiera haber una discriminación. “En
225

Los diversos tonos de la discriminación

mi caso nunca lo he sentido, ni rechazo ni maltrato”. Corina, de


44 años, quien vive ilegalmente en West Palm Beach, Florida, ase-
gura que ha sentido exclusión en EUA “sobre todo por no hablar
el idioma, no en otras cosas”. Ángela María Urdaneta, de tez blan-
ca y de 55 años, quien vive en Atlanta, comentó: “El ambiente para
un venezolano que trabaja aquí es muy hostil. Nosotros somos la-
tinos y aquí hay mucha discriminación, sobre todo en Atlanta, de
muchos tipos. En primer lugar, los hombres reciben mejor suel-
do que las mujeres. Luego hay discriminación de razas entre el ne-
gro y el blanco y entre el blanco del sur y el del norte. Nosotros so-
mos considerados aquí como inferiores a los negros. La mayoría
de los managers que uno puede tener aquí son negros y entonces
por eso quieren hacer valer su autoridad y pisar la cabeza a los la-
tinos. La creencia aquí es que todo latino es mexicano. Yo se los he
hecho ver muy bien desde que comencé a trabajar aquí, que hay
una diferencia muy grande entre cubanos, venezolanos, dominica-
nos, colombianos y mexicanos. En las encuestas para cualquier co-
sa, para pedir trabajo, se encuentran las opciones hispano, blanco,
negro, asiático, pero nunca hay diferencia entre los distintos hispa-
nos. Hay hispanos negros e hispanos blancos y cuando uno cae en
la categoría de hispano… La verdad es que ellos están siendo obli-
gados a contratar hispanos porque somos muchísimos y dejamos
muchísimo dinero en las tiendas”.
Leonor, una mujer de unos 55 años quien trabaja en el sector co-
munitario de Detroit, Michigan, también me comentó que ha teni-
do problemas con los afroamericanos: “Hemos tenido suerte. Nos
hemos insertado bien en la comunidad... Pero ha sido difícil en un
sentido con la comunidad afroamericana. Siempre cuando estaba
de voluntaria y había afroamericanos en posiciones de liderazgo,
dependiendo del nivel donde estuvieran, se sentían amenazados.
Nosotros estamos acostumbrados, somos muy abiertos en eso. No
estamos pendientes de los colores y las razas. Eso me costó un poco
entenderlo acá. Muchas veces yo tenía que trabajar hasta tres veces
más de un nativo para obtener los mismos resultados. Lo he trata-
do también con algunos centroamericanos que sienten lo mismo.
226

La alegría triste de emigrar

En mi último trabajo había una mayoría de afroamericanos, el res-


to blanco y habíamos tres latinos. En el nivel en que yo estaba la
única de habla hispana era yo. Sentí problemas muy sutiles. Llegó
al punto en que una compañera me dijo que la situación por la que
yo pasaba, que me exigían mucho más, aplicaba para un juicio por
discriminación. Todo lo que yo hacía mi jefe lo veía con lupa. Yo ale-
gaba que estaba allí para trabajar y que lo que me estaba pidiendo
no lo podía desarrollar porque no estaba cómoda, pedía que me de-
jara tranquila. A los dos días empezaron a buscar una persona que
estuviera entre mi jefe y yo, y escogieron a una latina. Me había re-
bajado el sueldo y me lo iba a rebajar otra vez”.
A Inés, habitante indocumentada en Atlanta, de 44 años y ama
de casa, nunca le ha pasado algo así: “Pero he sabido de otras per-
sonas que lo han sufrido. Cuando estuve trabajando en un hotel
estuve entre gente muy linda. El estadounidense trata de ser ami-
gable”. Luis Alvaray también respondió afirmativamente. “Hablo
inglés con acento latino. Cuando llamo a compañías a reclamar al-
go o preguntar por algo, empiezan a tratarme con condescenden-
cia, aunque yo puedo ser bastante elocuente para hacer entender
mi punto de vista y hacerme respetar. En el proceso de entrevistas
de trabajo lo sientes un poco, pero como son personas entrenadas
en el área de Recursos Humanos no es algo que puedas denunciar”.
Pregunté al coronel Gustavo Díaz Vivas, quien trabaja en un
Home Depot de Birmingham. “Me han tratado muy bien. No es
problema de desconfianza. Probablemente, lo que ocurre es que
cuando buscas trabajo por Internet y ven tu apellido hispano, a la
hora de escoger tarden más en darte trabajo. Pero cuando te hacen
la entrevista y ven el currículum, cambian. Me han dicho que estoy
sobre-calificado para algunos cargos. Ni a mi hijo ni a mí nos han
discriminado. Aquí es otra cultura sobre cómo hacer las cosas, si
uno no se adapta le cuesta trabajo entender”.
227

Un joven militar pidió asilo en el


aeropuerto de Miami y lo dejaron preso
José Colina Pulido, de 37 años, es teniente de la Guardia Nacional,
graduado en 1995. En medio de la agitación política del año 2002,
decidió participar con los oficiales que protestaron en la Plaza Al-
tamira desde octubre. No estaba de acuerdo con el giro que daba
Chávez a la política militar y rechazaba lo que consideró el enten-
dimiento de éste con la guerrilla colombiana y la participación de
cubanos en asuntos de la Fuerza Armada Nacional. Hubo entonces
atentados con explosivos en Caracas y el gobierno culpó a varios ofi-
ciales de Plaza Altamira, entre ellos a él. “La acusación nos obligó
a pasar a la clandestinidad en el país. Nos culpaban también por la
muerte de tres soldados de Altamira”.
El teniente Colina y el oficial Valera López lograron salir y pasa-
ron a Cúcuta, donde se refugiaron. Pasaron varias semanas en una
casa sin hacer nada. Y de pronto un grupo armado les despertó de
madrugada. Eran paramilitares. “Nos llevaron a un punto en Cúcu-
ta para hablar con el comandante paramilitar de la zona. Éste nos
manifestó que nos habían detectado y que les parecía extraño nues-
tro comportamiento. Le dijimos que éramos oficiales perseguidos
del régimen de Chávez. Ellos nos dijeron que Colombia no era se-
gura para nosotros, que nos podía llegar igualmente la guerrilla y si
228

La alegría triste de emigrar

nos agarraban nos desaparecerían. Le planteé que tenía familiares


en Valledupar y que me podría ir allá. Pero me dijo que donde me
metiera en Colombia tendría problemas porque no era de allí. Nos
pidió que nos fuéramos”.
Sin poder refugiarse en Colombia, ambos oficiales decidieron
buscar asilo. Los dos habían estado en EUA y hecho cursos allí. Pe-
ro la cosa se complicaba porque había una orden de captura inter-
nacional presentada por la Fiscalía venezolana. “Logramos salir de
Colombia con ayuda de amigos en la Policía Nacional. Pero en el
aeropuerto de Miami se darían cuenta de que éramos buscados.
Eso fue en noviembre de 2003. Por eso decidimos pedir asilo en el
mismo aeropuerto”. Eso ocurrió el 10 de diciembre de 2003. Coli-
na le dijo al funcionario de inmigración que le atendió que quería
asilo político. Éste le respondió que hiciera aduana, se chequeara,
se fuera a un hotel y después pidiera el asilo en una oficina. Colina
le insistió en que quería el asilo político en ese momento. “Me pre-
guntó por qué y le dije que el gobierno de Venezuela me estaba per-
siguiendo”. El oficial chequeó y comentó que ambos estaban siendo
solicitados. “Le dije que de eso se trataba la persecución. No nos po-
dían regresar a Venezuela porque estamos pidiendo asilo”.
La norma en EUA establece que en esos casos las personas se
envían al Centro de Detención para Inmigrantes. Los mandaron al
de Krome, en Miami, donde comenzaría un lapso de prisión de dos
años y cuatro meses. “Había tres colores de uniformes: azul, para
los que no han cometido delito en EUA, anaranjado a quienes han
pagado condena de uno a cinco años y rojos para los que habían
perpetrado delitos violentos. Si eres guatemalteco y te sentencian
por droga, después que cumples la pena te mandan a esta cárcel y
te deportan a tu país. Tiene capacidad para 500 personas. Nuestro
uniforme era azul”.
Venezuela solicitó la extradición y para colmo la Fiscalía esta-
dounidense sostuvo que ambos habían ido a EUA a evadir a la jus-
ticia. El juicio seguía en Estados Unidos, más el proceso de extra-
dición con el departamento de Estado. Pasó un año y cuatro meses
hasta que un juez otorgó una protección por la Convención de la
229

Un joven militar pidió asilo en el aeropuerto de Miami y lo dejaron preso

ONU contra la Tortura. “El juez no nos dio asilo político. En la Cor-
te demostramos que si regresábamos a Venezuela íbamos a ser víc-
timas de torturas. Debíamos mantenernos en EUA o ir a otro país
hasta tanto cambiaran las condiciones en Venezuela”. La versión
no sonó creíble para la Fiscalía de EUA, que apeló la decisión. Los
mantuvieron bajo custodia. A ambos oficiales venezolanos los saca-
ron de Krome y los llevaron a Tallahassee, a una cárcel común. Es-
tuvieron allí seis meses, con poco contacto con sus abogados. Eran
50 personas en un local reducido, un solo teléfono, pocos puestos
para comer. Allí había que reñir por todo. “El 10 de diciembre de
2005 decidimos hacer una huelga de hambre para que nos dieran
respuestas en nuestro caso. La culminamos el 2 de enero de 2006.
Nos mandaron a Houston, a un centro de inmigración con un hos-
pital donde ingresamos. En EUA respetan las huelgas de hambre
sólo si no se consume nada más que agua. Nada de suero o azú-
car. Las autoridades estaban preocupadas y acordamos suspender la
huelga con lo logrado. El 28 de abril de ese año salimos en libertad;
restringida, pero libertad. Debíamos presentarnos cada tres meses
en una oficina de inmigración y hacer una llamada semanal a una
oficina para chequeo”.
Colina se fue a Miami y su compañero a otro estado. “Me ayudó
Patricia Andrade, una activista de derechos humanos. Fue un factor
para mi libertad. Llegué a su casa. Conocí a Patricia Poleo (la entre-
vista se realizó en su casa en Miami Beach) y a otras personas con
quienes ahora luchamos para que el exilio de venezolanos sea reco-
nocido tanto internacionalmente como dentro de Venezuela. Tenía
un permiso de trabajo y una tarjeta de Seguridad Social para pagar
mis impuestos. Lo renuevo anualmente. De 10 mil solicitantes que
aplican por Protección contra la Tortura se la dan a una o dos per-
sonas. Es la que tiene también Luis Posada Carriles, cuyo caso coin-
cidió con el nuestro”.
Consiguió empleo en una empresa que distribuye productos
congelados en Florida. Por lo demás, trabaja activamente en or-
ganizar a los venezolanos que vienen a pedir asilo político a Mia-
mi. Intenta hacer entender al sistema de justicia estadounidense
230

La alegría triste de emigrar

que en Venezuela existe una condición política grave que hace que
los venezolanos tengan que salir a pedir asilo. Trabaja en esto con
la organización de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio
(Veppex). Para la entrevista, el teniente Colina lucía una guayabera
blanca con el logo de Veppex. No tiene familia en EUA ni planea ha-
cerla allí. Es soltero. “No vine a EUA a echar raíces y sería irrespon-
sable conformar una familia aquí para después llevarla a Venezue-
la, porque la experiencia me dice que quien nace aquí y vive aquí,
aquí se quiere quedar después. Mi plan es regresar a Venezuela”.
231

En las calles de Canadá lo que se ve


son inmigrantes
Eleana Rodríguez, de 41 años, vive en un suburbio de Toronto lla-
mado Mississauga. Llegó a Canadá en 2008 con su esposo. Sus dos
niñas tienen 6 y 9 años. Vivía en Caracas y era abogada interna de
una empresa. Cuando empezó el paro petrolero trabajaba en Otepi,
una contratista de ingeniería para las petroleras. “Quedé dos meses
suspendida con el paro y Otepi fue una de las empresas que más se
afectó. Su presidente era el representante de Fedecámaras para el
sector energía y apoyó abiertamente el paro. En esa época mi esposo
tenía la idea de vivir fuera de Venezuela un tiempo, cosa que yo no
quería. Exploramos un poco Canadá. En ese tiempo estaba embara-
zada y mi jefe me dijo que en lo que se me acabara la inamovilidad
no me podrían tener. Cuando se acabó, salí. Pasé a una empresa del
área de construcción, Sadeven. Contacté a gente de Canadá, con abo-
gados. No me veía yéndome pero como no tenía pasaporte de otra
nacionalidad no teníamos mejor alternativa que Canadá, que reunía
muchas cosas. Quedé embarazada otra vez. Después que tuve la se-
gunda bebé oficialmente metí los papeles, en mayo de 2005. Apli-
qué por la residencia desde Venezuela, para lo que llaman visa de
trabajador calificado. Tardé dos años y unos meses para conseguirla.
En aquel momento la profesión de abogado calificaba para la visa de
232

La alegría triste de emigrar

residente. No puedo ejercer aquí, no tengo certificación canadiense.


Mi esposo se vino en junio de 2008 y yo en agosto”.
Vendieron todo y se mudaron con 12 maletas y 20 mil dólares.
No les gustó Calgary, no les interesaba Quebec por el francés y que-
rían un lugar al que se llegara en vuelo directo desde Venezuela:
Toronto. “Teníamos muchos conocidos acá, amigos de amigos. Yo
quería contar con algún venezolano que, dado el caso, nos echara
una mano con cualquier cosa”.
Hoy ve a Canadá como un país estructurado para la inmigra-
ción. “Hay mucha ayuda por parte del Gobierno, centros que ayu-
dan a cómo buscar trabajo, a entender el mercado canadiense, a
adaptar tu currículum. La actitud hacia el inmigrante es totalmente
positiva. Me imaginé tan horrible el clima que cuando pasé el pri-
mer invierno, concluí que era vivible. Toronto, después de Vancou-
ver, es la ciudad que tiene mejor clima respecto al invierno. Si se
compara con Montreal y Calgary, no es tan largo. Pero también tuvi-
mos un verano de 40 grados, con mucho sol, en el que fuimos a la
playa. Me ha gustado tener las diferentes estaciones. Sabía que de-
bía renunciar a unas costumbres de Venezuela, adoptar otras acá y
que no todo iba a ser perfecto”.
Eleana ya hablaba inglés. Su esposo lo ha mejorado muchísi-
mo. Hablan español en casa. “Para mí no ha habido ningún shock.
La gente con la que pasamos los fines de semana es venezolana.
Mis hijas se han relacionado en el colegio con canadienses de se-
gunda generación, cuyos padres no nacieron aquí, y con italianos o
portugueses, culturas muy parecidas a la nuestra. No con hindúes o
paquistaníes, que son muy distintos. Aquí en Toronto entiendo que
la proporción de inmigrantes es casi como 60 por ciento por 40 por
ciento de canadienses. No he sentido ninguna discriminación. Voy
por la calle y lo único que veo son inmigrantes. Los canadienses es-
tán acostumbrados a eso. Se los he preguntado directamente. Sa-
ben que tienen muy poca población y que ha habido una buena in-
migración, selectiva, que se ha puesto ahora más difícil”.
Ella siente mucha añoranza de su familia, de sus amigos, de la
comida y de las playas de Venezuela, pero no soporta la inseguridad,
233

En las calles de Canadá lo que se ve son inmigrantes

el desabastecimiento y el clima político de su país de origen. “Tuve


dos hijas durante este régimen y supe lo que es no conseguir leche
o pañales. Eso me afectaba mucho”. Eleana no conoce personas ile-
gales en Canadá. Trabaja en University Health Network, en el área
de Grants and Contracts, como research contracts coordinator. Aun
cuando no ejerce de abogado está en el área de contratos gracias a la
experiencia que adquirió en Venezuela. Acude a su oficina en tren,
en lo que invierte más de una hora por viaje. Vuelve a las seis de la
tarde, busca a las niñas y prepara la cena. “Los fines de semana sí
paseamos y salimos bastante dependiendo del clima. Tenemos mu-
cho contacto con la naturaleza en los parques o los ríos. Quisiera
mejorar más en el área profesional quizás, pero en general me gus-
ta el estilo de vida de aquí. Estamos tranquilos, muy contentos con
el país. Siento que hay muchas oportunidades todavía por alcanzar.
El frío creo que sería lo que más me fastidia. Me gusta la educación
que reciben mis hijas. La calidad de vida que ellas tienen aquí es
imposible en la Caracas de hoy. Si Dios quiere mis hijas serán tri-
lingües y eso no me ha costado ni un dólar. Andan en bicicleta y pa-
tín por la calle. Tendrá sus cosas malas, nada es perfecto, pero es-
tar aquí ha sido una de las mejores decisiones que hemos tomado”.
235

Una lotería da visas para “Gringolandia”


La lotería de visas es un programa del Departamento de Estado en
el que los venezolanos han demostrado su tradicional carácter lúdi-
co. Como dijimos antes, este plan, denominado Diversity Program,
es para países con pocos inmigrantes dentro de EUA. Busca equi-
librar la presencia de nacionalidades en el país. Venezuela todavía
participa, a pesar del incremento registrado en la cantidad de inmi-
grantes. Más de 35 mil nacionales se inscriben anualmente, por lo
general, entre los meses de octubre y noviembre.
Joaquín es un publicista venezolano de 53 años con quien ha-
blé en Atlanta. Todos los años desde 2007 juega a la lotería de vi-
sas. “Todo lo hago por internet y es muy fácil y sencillo, no sé cómo
en Venezuela hay gente que cobra por eso”. Vive legalmente en los
Estados Unidos desde 2003, cuando llegó con una visa de trabajo.
Desde el año 2005 está solicitando ajuste de su estatus a residente
permanente: “Me dijeron que tardaría unos nueve meses, pero hay
tanta burocracia que la cosa ya va para siete años”, me comentó sin
resignación. Él cree que con un golpe de suerte se puede recortar
su tiempo de espera que, en todo caso, aspira que esté llegando a su
final. “Esto es como un juego de monopolio”, dijo.
Como en toda lotería, muchos participan y muy pocos ganan.
Se reparten por sorteo unas 50 mil visas de residente permanente
cada año, entre nacionales de casi 200 países. Desde el inicio del
236

La alegría triste de emigrar

programa los venezolanos han destacado como fervientes partici-


pantes. Incluso en los últimos tres años encabezan la lista de los
preseleccionados en el programa para Latinoamérica, por encima
de los cubanos.
Ciertamente, según las cifras del Departamento de Estado, en
los programas anuales de Diversidad, el resultado fue el siguiente:
Venezuela 2010: preseleccionados 624 entre 13,6 millones de
postulaciones, 1 por cada 21. 794
Venezuela 2011: preseleccionados 752, entre 12,1 millones de
postulaciones, 1 por cada 16 mil 090
Venezuela 2012: preseleccionados 925 entre 14,8 millones de
postulaciones, 1 por cada 16 mil.
Sin embargo, estas cifras sólo implican pre-selección. Nunca
todos estos terminan con una visa de residente permanente. Hay
que pasar otros filtros. Los 925 venezolanos preseleccionados pa-
ra el programa de lotería de 2012 debieron tramitar sus credencia-
les lo más rápido posible, porque fueron escogidos ese año 100 mil
postulantes para entregar sólo 50 mil visas. De los 624 venezolanos
preseleccionados en 2010 sólo 381 obtuvieron finalmente su visa.
Uno de los inmigrantes entrevistados para este libro, Luis Alva-
ray, ganó la lotería de visas en 1997. Pero, a pesar de que continuó
los trámites, incluso pagando mil dólares a una empresa especia-
lizada en asesorar a los potenciales inmigrantes, terminó descalifi-
cado. Pero como “lo que es del cura va para la Iglesia”, él es hoy un
inmigrante legal en Chicago con su visa de residente permanente.
Hay ocupaciones calificadas y otras que no lo son. Las postula-
ciones se analizan según la educación, trabajo y otros requerimien-
tos. Todos los postulados deben tener al menos bachillerato apro-
bado o su equivalente y dos años de experiencia laboral durante los
últimos cinco años. El tipo de ocupación debe requerir al menos
dos años de entrenamiento o experiencia. No todas califican para
la lotería de visas. Para saber cuáles lo hacen hay que entrar en una
página del Departamento de Estado24.

24 http://travel.state.gov/visa/immigrants/types/types_1319.html
237

Una lotería da visas para “Gringolandia”

Para saber cuántos venezolanos preseleccionados en la última


década en el Diversity Program han terminado con su visa de resi-
dente concedida, me dirigí por correo al Departamento de Seguri-
dad Interna, Servicio de Inmigración y Ciudadanía, para que me
diera la información. Hice uso de la Ley sobre Libertad de Informa-
ción (Freedom of Information Act, Foia). Después de siete meses
de espera, me respondieron lo siguiente:

Nótese cómo ascendió la cantidad de venezolanos favorecidos durante los últimos dos perío-
dos registrados. Implica que cada vez más venezolanos están jugando a esa lotería.

(*)Visas ganadas y otorgadas a venezolanos dentro del programa Diversidad (o lotería) a tra-
vés del Departamento de Estado.

Fuente: Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos


239

Perdió su juicio de asilo, lo encontraron


y lo deportaron
El inicio de la historia de Emilio en los Estados Unidos se remonta
al año 1993, cuando con 31 años llegó con su esposa e hijas. Y ter-
minó en marzo de 2010, cuando fue deportado a Caracas.
Prestaba servicios de ingeniería a una empresa en Miami. Al
año cesó y Emilio quedó sin trabajo. Compró tres camiones y traba-
jó en ese ramo, incluso manejando, pero quebró. Como había pa-
sado más de un año, la familia quedó ilegal y ése fue un problema
que Emilio intentó resolver creativamente. “Alguien me recomen-
dó que pidiera un asilo para lograr legalidad en EUA. Y lo hice en
1996”. Emilio necesitaba estar más tiempo en Estados Unidos por-
que sus hijas estaban estudiando. Acordaron que cuando las jóve-
nes culminaran bachillerato la familia se devolvería a Venezuela.
Sería vana ilusión pensar que sus hijas, una vez acostumbradas
a la vida en Florida, se quisieran devolver. En todo caso, la petición
política había comenzado a andar. “Las restricciones sobre las so-
licitudes de asilo no eran tan fuertes en ese entonces. Hasta 1998,
eran respondidas de inmediato con un permiso de trabajo mien-
tras se decidía el caso. Y si a los tres años no se pronunciaban, se
daba por aceptado el asilo. De una vez se podía aplicar para la resi-
dencia permanente”.
240

La alegría triste de emigrar

Emilio había trabajado en Venezuela para la policía y entonces


inventó una historia sobre supuestas persecuciones de narcotrafi-
cantes, quienes entonces pretendían vengarse de él o de sus fami-
liares. Llegó la reforma de 1998, con las restricciones y a Emilio no
se le había cumplido el lapso de los tres años para la aprobación au-
tomática, entonces se le ocurrió dejar el caso así y olvidar todo. “No
era un asilo político verdadero sino mi cuento chino para dejar pa-
sar tiempo y que mis hijas se graduaran”.
Él terminó su college de inglés. Su hija mayor se graduó, pe-
ro ya estaba absorbida por el norteamericanismo y quería graduar-
se luego en una universidad de los Estados Unidos de América. Si-
guió renovando religiosamente su permiso de trabajo y le continuó
llegando a su casa. En 2004, le llegó una carta en la que le decían
que su caso de asilo terminó y como no se había presentado al jui-
cio le ordenaban la salida voluntaria del país al término de un mes.
Si no obedecía, se exponía a la deportación. “Yo pensé que eso lo
habían botado a la basura pero el caso había seguido en mi ausen-
cia, me habían mandado citaciones, pero como me había mudado
no las recibí. No estaba enterado. Mi hija pequeña estaba estudian-
do. No podía irme en un mes. No le hice caso y seguí trabajando,
no me molestaron más. Hablé con un abogado y me recomendó
que me fuera”.
Emilio renovó su licencia de conducir, lo que le daba para tra-
bajar y vivir. Pasaron dos años. Estaba en Alaska y su esposa se en-
fermó gravemente en Miami por una bacteria. Quedó cuadrapléji-
ca. No podía mover nada, apenas los labios. El médico le dijo que
no se salvaba. La mandó para Venezuela en una aeroambulancia. Y
murió al mes.
Su otra hija también se graduó y permaneció en territorio de
EUA. Una se casó con un neoyorkino y se fue a la Gran Manzana.
La otra lo hizo con un joven de Miami y se fue a vivir a Fort Lauder-
dale, Florida. Resolvieron así su situación migratoria. “Me quedé
solo en el apartamento propio allá. Entonces, cuando me preparaba
para venirme a Venezuela, conocí a una ciudadana (norte)america-
na y empecé una relación con ella. Le dije a la señora que me estaba
241

Perdió su juicio de asilo, lo encontraron y lo deportaron

yendo, que tenía una orden de deportación. Ella me dijo que tra-
bajaba en un bufete, era técnico paralegal y averiguó. Me dijo que
si nos casábamos, ella hacía la petición familiar para yo obtener la
green card. Y así lo hicimos”.
Pero si unos tienen una tesis, otros vienen con la antítesis. Co-
rría el cuarto trimestre de 2009 cuando el destino le explotó a Emi-
lio irrevocablemente. Mientras esperaba respuesta del Servicio de
Inmigración, llegó a su casa primero el ICE, la nueva policía de in-
migración, con la orden de deportación en la mano. Le dieron chan-
ce sólo de ponerse ropa y lo retuvieron tres horas en la cárcel de
Krony Avenue y luego lo llevaron para el Broward Transitional Cen-
ter en Pompano Beach. “Estuve allí 28 días detenido, uniformado
de naranja, en el proceso de deportación. Los abogados que usó mi
esposa se movieron y lograron aplazar la deportación un mes más,
dando chance a que el Servicio de Inmigración se pronunciara so-
bre la solicitud familiar. Aún no me habían llamado para otorgar-
me una visa”.
El Centro de Transición de Broward, o BTC, era originariamen-
te un hotel. Fue transformado para albergar a detenidos por razo-
nes migratorias. “Tengo los reglamentos de esa cárcel. Dormíamos
en litera, sólo teníamos dos calzoncillos por persona, dos pares de
medias, zapatos rotos que heredé de otro preso, como los US Keds
pero color naranja. Los van dando a quienes vienen llegando, inte-
riores usados y uniforme usado. Vi casos de personas que tenían
un año esperando. Conocí el caso de Carlos, un dominicano que te-
nía un año allí y quería irse deportado porque su mamá estaba muy
enferma en su país. Fue a hablar con el oficial de deportación para
protestar. Lo sacaron de allí y lo mandaron para un hospital psiquiá-
trico, donde estuvo siete días en tratamiento, drogado. A la semana
llegó allá un médico del BTC, de origen colombiano, que le recono-
ció y le preguntó qué hacía allí; lo volvieron a mandar para el BTC.
Había un alemán que se la pasaba quejándose de que también lo
habían mandado ahí por protestar. A un salvadoreño le cayeron a
golpes y le fracturaron la clavícula. Yo estaba organizando una huel-
ga cuando me trasladaron. El trato que recibíamos era inhumano.
242

La alegría triste de emigrar

Entré pesando 230 libras y salí pesando 195. Pero no por preocupa-
ciones sino por la comida. Cuando ingresé habíamos cinco vene-
zolanos presos ahí; cuando salí, nueve. De esos viven dos en Cha-
rallave, uno en Maracaibo. Omar y su hermana están en Panamá”.
Los dos procesos legales continuaban: deportación y residencia.
El 20 de febrero de 2010 llegó una citación a su casa que informaba
que su esposa y él debían presentarse el 3 de marzo en el servicio de
Inmigración para una entrevista matrimonial para el otorgamiento
de la residencia. “Pues el día 2 me montaron en el avión y me man-
daron escoltado para Venezuela. ¿Por qué? No lo sé”. En el viaje de
retorno a su país, después de 17 años, le acompañaron dos funcio-
narios del ICE, un norteamericano y una latina de origen colombia-
no. “Ella me hizo la vida de cuadritos antes y durante el vuelo; pero
yo me contuve y evité que me pusiera las esposas delante de todo el
mundo. Pero alardeaba de que era policía y mostraba que a mí me
estaban llevando detenido. El norteamericano ni hablaba, pero ella
me mantuvo una guerra psicológica todo el tiempo. Quizás sen-
tía morbo con eso. Una vez que arribamos a Maiquetía, tan pron-
to llegamos a la oficina de inmigración venezolana, le dije: ‘¡Ponme
las esposas, puta coño de tu madre! ¡Ahora lúcete, hija de puta!’. El
funcionario venezolano intervino y me pidió que me calmara. Yo le
conté entonces y seguí: ‘Sucia maldita. Latina tenías que ser’. Cada
vez que me acuerdo de eso, me trastorno. Le advertí que regresaría.
‘Y me vas a volver a ver por allá porque estoy casado con una (norte)
americana’, le dije. ‘Ojalá que no’, respondió ella. ‘Cuando te vea te
voy a dar una patada por el culo, aunque me metas preso”.
Emilio espera ahora en Venezuela que se reactive su proceso de
inmigración mientras su esposa está en Florida. “Yo regresaré. El
National Visa Center ya me otorgó un número de visa. Lo que tengo
es que esperar ahora que tenga dinero, 500 dólares para que lo pa-
sen para el consulado (norte)americano. Voy, pago mil dólares y se
tarda uno o dos años para tramitar el asunto”, me aseguró.
En 2008, 2009 y 2010, entre 12 y 16 venezolanos anualmen-
te escogieron el retorno voluntario al país después de haber esta-
do detenidos en el Broward Transitional Center y de haber sido
243

Perdió su juicio de asilo, lo encontraron y lo deportaron

juzgados. En el mismo lapso, entre 16 y 19 casos se dieron de ve-


nezolanos capturados y detenidos en el Miami Krome Detention
Center, quienes escogieron la misma vía del retorno voluntario, sin
fórmula de juicio25.

25 http://trac.syr.edu/phptools/immigration/charges/deport_filing_charge.php
245

Epílogo.
Los naturalizados juran lealtad

“Por este medio declaro bajo juramento:


Que absoluta y completamente renuncio y abjuro a/(de) toda
lealtad y fidelidad a cualquier príncipe extranjero, potentado, esta-
do o soberanía de quien o del cual haya sido un sujeto o ciudadano.
Que voy a apoyar y defender la Constitución y las leyes de Es-
tados Unidos de América contra todos los enemigos extranjeros y
nacionales.
Que voy a tener fe verdadera y lealtad a la misma,
Que voy a usar las armas en nombre de los Estados Unidos
cuando sea requerido por la ley,
Que yo llevaré a cabo servicio no combatiente en las Fuerzas Ar-
madas de los Estados Unidos cuando sea requerido por la ley,
Que haré trabajo de importancia nacional bajo dirección civil,
cuando sea requerido por la ley,
Que asumo esta obligación libremente sin ninguna reserva
mental ni propósito de evasión.
Que Dios me ayude”26.
26 Juramento tomado por Janet Napolitano a 31 miembros de la Fuerza Armada que ad-
quirieron la nacionalidad en un acto en el Pentágono. Extraído del sitio web del Homeland
Security.
246

La alegría triste de emigrar

Este es el Juramento de Lealtad que suscriben todos los natura-


lizados como ciudadanos de los Estados Unidos. Se trata de un acto
público de juramento en grupo. Cada año más de seis mil venezo-
lanos se nacionalizan como ciudadanos de los EUA y unos 800 co-
mo ciudadanos de Canadá.
Una vez recibido el Certificado de Naturalización éste será la úni-
ca prueba de ciudadanía que tendrá la persona y el Gobierno reco-
mienda solicitar un pasaporte estadounidense lo más pronto posible.
En Atlanta, presencié una breve conversación de dos venezola-
nos nacionalizados hablando sobre el acto de juramentación. “Sen-
tí como si estuviera traicionando a Venezuela”, dijo una. “No, yo no
sentí nada de eso”, contestó el otro, un venezolano con ocho años
en Atlanta y apenas 15 días de haber jurado.
El Juramento de Ciudadanía en Canadá no luce tan comprome-
tedor para los nuevos nacionales ya que no menciona en absoluto la
ciudadanía de origen: “Juro (o afirmo) que seré fiel y tendré verda-
dera lealtad a Su Majestad la Reina Isabel II, Reina de Canadá, sus
herederos y sucesores, que observaré fielmente las leyes de Canadá
y cumpliré con mis deberes como ciudadano canadiense”.
Hay unas dos mil 500 sesiones al año para recibir el juramento.
La encabeza el Gobernador General (el representante de la Corona
británica en Canadá) o alguno de sus delegados. El juramento debe
ser recitado por todos los candidatos a la ciudadanía, con excepción
de aquellos con discapacidades de habla y los menores de edad. Sin
embargo, todos deben firmar la declaración jurada, con firma de
los padres en nombre de alguno de sus hijos menores de 14 años.
En EUA sólo pueden naturalizarse los mayores de 18 años. La
edad promedio de los nacionalizados venezolanos en los Estados
Unidos está entre los 25 y los 34 años. Es decir, gente en plena edad
productiva. Se naturalizan más las mujeres que los hombres. Para
el caso venezolano de 2010, de los más de cinco mil naturalizados,
la correlación fue de 57 por ciento de mujeres frente a 43 por ciento
de hombres. La mujer venezolana emigra más que el venezolano.
Y también se nacionaliza más.
247

Epílogo.

Venezolanos
que se hicieron canadienses
AÑO Nuevos ciudadanos
canadiense-venezolanos

1995 365
1996 199
1997 200
1998 186
1999 288
2000 425
2001 433
2002 299
2003 330
2004 388
2005 438
2006 563
2007 611
2008 739
2009 798
2010 793
"Total 7.055
(1995-2010)"

Solicitante: Carlos Subero


Número de requerimiento: OPS-2011-0650
Reporte compilado por: NHQ-OPS-Stats
Fecha de compilación del reporte: May 12, 2011

Fuente de los datos: Canadian Citizenship Statistics, Citizenship and Immigration Statistics,
CRS, and GCMS
248

La alegría triste de emigrar

Es necesario tener al menos cinco años como residente perma-


nente para poder aspirar a la nacionalización. En Canadá se cuenta
una permanencia en días, que es cercana a los cuatro años.
Florinda se naturalizó hace varios años. Es la mujer que se vi-
no a Orlando que se vino con sus cuatro muchachos y se casó apu-
radita con un hombre que después la maltrató. Ella me explicó sus
razones para haberse naturalizado. “Es muy importante contar co-
mo ciudadano en el país al que te vayas, así podemos ayudar a me-
ter más latinos en el Gobierno. El votar es un derecho muy impor-
tante, podemos disfrutar de los privilegios de ser (norte)americanos
y no seguir preocupados por los papeles, ni seguir pagando por el
estatus migratorio. Siendo mis hijos estadounidenses, ellos pueden
conseguir más becas de estudio ya que en Estados Unidos la uni-
versidad no es gratuita y es muy cara. Este año mis dos hijas van
a la universidad y voy a tener que pagar por las dos; estamos espe-
rando que consigamos ayuda del Gobierno, ojalá que lo logremos”.

Florinda dice que tiene doble patria: “Soy venezolana de pura cepa,
mi papá es de Maracay y mi mamá de La Grita. Cómo olvidar todo
lo vivido. Fui al velódromo Teo Capriles y practiqué gimnasia por
ocho años, hice natación allí también; bailé en el Ballet Nuevo Mun-
do cuando estaba en el PH del Parque Central; me encantaba hacer
excursiones al Ávila y me quedaba en la posada de allí. Disfrutaba
muchísimo los perros calientes de la Plaza Venezuela. Jugué volei-
bol en El Guarataro y bailé música de Oscar de León en la Cota 905.
Por supuesto que patiné sobre hielo en la pista de El Ávila y me en-
cantaba viajar a todas las playas del país, en especial a la bahía de
Cata. Recuerdo las cachapas en el camino hacia San Cristóbal y el
calentaíto subiendo de Trujillo a Mérida. Estudié en Mérida Medici-
na y tengo bellísimos recuerdos de allí. He sido afortunada, he dis-
frutado de cosas que muchísima gente no conoce; mis padres me
enseñaron a bañarme en el río de Barinas cuando el viaje era muy
largo, los amaneceres barquisimetanos y los golfeados en la carre-
tera de Los Teques. Estoy segura de que todos saben qué se siente
ser venezolano. Los primeros años en Estados Unidos sufrí mucho
249

Epílogo.

Humberto González decidió naturalizarse después de permanecer 8 años en Oregon.


250

La alegría triste de emigrar

porque no podía aceptar que había perdido a mi país y que esta-


ba como arrimada a otro. Y no fue sino hasta que maduré la idea y
cambié mi forma de pensar que pude avanzar aquí. Tuve mis mo-
mentos de duda, no lo niego, como madre responsable de mi fami-
lia y de su estabilidad emocional, me pregunté muchas veces si era
mejor que apoyara a mis hijos a mantener la ciudadanía venezola-
na solamente y arraigarnos a nuestra cultura y tradiciones. Pero no,
estamos en Estados Unidos y necesitamos abrirnos y enriquecer-
nos con otra cultura y con otra ciudadanía, y va a depender de ellos
lo que hagan con lo que les regalé. Les repito muy frecuentemente
que deben regar sus raíces, porque un árbol que no cuide sus raíces
no crece; pero también les digo que éste es el país donde vivimos y
necesitamos adaptarnos a él”.
Le pregunté también al jockey JJ Castellano por qué decidió ser
un ciudadano estadounidense. “Me casé aquí con una ciudadana
estadounidense. Mis hijos nacieron aquí en EUA. Kayla nació el 19
de febrero de 2006 y Sienna el 4 de diciembre de 2008. Práctica-
mente mi núcleo familiar ha salido de aquí. Soy parte de este país,
aquí se me dio la oportunidad de llegar, aquí pude triunfar, vivir co-
mo un sueño americano”. Por su parte, Humberto González, un
abogado andino que emigró en 2000 a Portland, Oregon y quien
fuera diputado en la legislatura del Táchira, comenta que su natu-
ralización fue un trance difícil. “Me nacionalicé en 2008 y tuve que
presentar un examen preliminar acerca del funcionamiento de las
instituciones aquí y sobre la Constitución. Luego realizamos un ac-
to de juramentación en el que participó el parlamentario de la zo-
na. Éramos 150 personas, yo fui el único venezolano. Me naciona-
licé porque quería integrarme más, participar, votar. En realidad no
lo necesitaba para vivir. Pero llevo muchos años viviendo aquí y es-
toy establecido. Venezuela me preocupa, no me desprendo de ella.
Puedo votar también allá. Ambas constituciones lo permiten. Lo
que no puedo hacer en Venezuela es postularme a la Presidencia
de la República ni a cargos de gobernador en estados fronterizos”.
Todas estas nacionalizaciones son casos en que la ciudadanía
venezolana se diluye, ya no se prefiere a Venezuela sino a Estados
251

Epílogo.

El año 2011 se estableció un récord en la cantidad de venezolanos nacionalizados en Estados


Unidos. Sin embargo, Venezuela no está entre los primeros 20 países en cantidad de natura-
lizados ese año.

Fuente: Departamento de Seguridad Interna de EUA


252

La alegría triste de emigrar

Unidos o Canadá. Hoy en día, la globalización implica también la


posibilidad de tener varias nacionalidades. El desarrollo del trans-
porte y las comunicaciones hacen posible que un individuo equili-
bre su vida en varios países. Mas, ¿es éste el caso de la generalidad
de los venezolanos naturalizados en relación con los países de ha-
bla inglesa del norte?
La respuesta es no.
Hay una especie de ciclo jurídico y fáctico que están cumplien-
do anualmente decenas de miles de venezolanos para realizar su
emigración definitiva: primero obtienen una visa de turista, luego
un permiso de trabajo, posteriormente el matrimonio o el patroci-
nio empresarial para obtener la visa de residente permanente, y fi-
nalmente la naturalización.
Ellos deciden hacer su vida en Estados Unidos y Canadá.
La de ellos y, aún más, la de sus hijos y nietos.
Las estadísticas oficiales señalan que la cantidad de venezola-
nos que se naturaliza en EUA y Canadá va en aumento. Y como
ahora están emigrando más venezolanos a esos países, es fácil con-
cluir que también habrá aun más venezolanos naturalizados en el
futuro cercano.
Resta reflexionar acerca de las tradicionales quejas contra los
Estados Unidos que hemos escuchado en Latinoamérica. Muchos
acusan a ese país de haberse llevado y aprovechado de nuestras ri-
quezas y productos naturales. Entonces debe haber algo que esta-
mos haciendo peor.
Ahora perdemos lo que más vale.
Porque ahora se están llevando a nuestra gente.
253

Apéndice

Fuente: Depto. de Seguridad Interna de EUA


Inscripción de venezolanos durante el lapso de registro on line
en la Lotería de Visas

Inscripción Cónyuge e Total Inscripción Cónyuge e Total Inscripción Cónyuge e Total


2007 hijos 2007 2008 hijos 2008 2009 hijos 2009

16.590 20.121 36.711 16.508 20.093 36.601 20.627 26.372 46.999


Total 5.565.562 3.504.665 9.070.227 6.455.167 3.609.149 10.064.316 9.147.340 4.037.673 13.185.013
mundial
254

Inscripción Cónyuge Total Inscripción Cónyuge Total Inscripción Cónyuge Total


2010 e hijos 2010 2011 e hijos 2011 2012 e hijos 2012

16.347 21.967 38.314 30.062 41.603 71.665 35.377 50.035 85.412


La alegría triste de emigrar

Total 9.534.011 4.063.817 13.597.828 12.001.578 4.509.930 16.511.508 14.768.659 4.903.609 19.672.268

Fuente: http://travel.state.gov/pdf/DV_Applicant_Entrants_by_Country_2007-2013.pdf
255

Apéndice

Los venezolanos que obtuvieron la residencia


permanente en EUA desde 1930


Años Cantidad de Cantidad de Cantidad por ciento por ciento
venezolanos Suramericanos Mundial venezolanos venezolanos
Suramérica Mundial

1930-39 1,155 9,990 699,375 11.6 0.2


1940-49 2,182 19,662 856,608 11.1 0.3
1950-59 9,927 78,418 2,499,268 12.7 0.4
1960-69 20,758 250,754 3,213,749 8.3 0.6
1970-79 11,007 273,608 4,248,203 4.0 0.3
1980-89 22,405 399,862 6,244,379 5.6 0.4
1990-99 35,180 570,624 9,775,398 6.2 0.4
2000-09 82,087 856,593 10,299,430 9.6 0.8
2010 9,409 85,789 1,042,625 11.1 0.9

Hasta 1930 Venezuela no apareció en la estadística oficial

Fuente: http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2010/ois_yb_2010.pdf

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