Hace un par de años la revista Forbes publicó un trabajo muy interesante sobre este mismo
tema. En él se señalaba el hecho de que la inteligencia emocional es ya ese recurso básico a
día de hoy con el que encontrar mayor satisfacciones a nivel personal y laboral. Sin embargo,
en esta competencia basada en el mundo de las emociones hay una pequeña y curiosa
“trampa”.
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La inteligencia emocional no sirve de mucho sin la personalidad genuina. Esto es algo que
podemos ver por ejemplo en los líderes de muchas empresas. A menudo, se les entrena
en habilidades sociales, en asertividad, empatía y gestión emocional pero sin embargo, nada
de ello llega a ser verdaderamente efectivo a nivel organizacional. Algo falla.
Sabemos que a día de hoy no faltan los cursos destinados a enseñarnos a ser emocionalmente
inteligentes. Sin embargo ¿podemos aprender a ser personas genuinas? Es más… ¿uno nace
con este tipo de perfil humano o lo va adquiriendo con el tiempo? Bien, debemos recordar que
estamos hablando de un tipo de personalidad y que como tal, todos ese repertorio de
actitudes, pensamientos, conductas y dinámicas psicológicas son el resultado de varios
factores.
Así, tal y como nos indica el genetista Dean Hamer, hay ciertos componentes biológicos que
siempre deberíamos considerar. Por ejemplo, se sabe que hay un gen que se encarga de
regular la cantidad de dopamina que se libera en el núcleo accumbens del cerebro. Esto
haría, por ejemplo, que “genéticamente” estuviéramos más orientados a la motivación, a la
búsqueda de experiencias placenteras e incluso a nuestra mayor o menor capacidad para ser
felices.
Por tanto, uno puede venir al mundo con personalidad genuina ya definida. Sin embargo,con
voluntad, apertura y adecuadas estrategias puede quitarse aristas y vacíos para conformar
un jardín psicológico más fuerte, más auténtico e íntegro.
Cómo aprender a ser más genuinos
Practicar la sinceridad
Practicar la sinceridad debería ser un hábito y una obligación personal. Sin embargo, esta
práctica tiene delicados matices.
En primer lugar, la personalidad genuina se toma su tiempo para ser consciente de sus
necesidades. Favorece un adecuado trabajo interior donde conocerse mejor,
comprender sus límites y sus valías.
Asimismo, es prudente a la hora de elegir todo aquello que va a comunicar. Hará uso
de la sinceridad, pero también del respeto. Es hábil para expresar su realidad de forma
asertiva.
Por otro lado, la personalidad genuina no busca convencer a nadie con sus
argumentos. Expone opiniones de forma directa, pero no necesita que nadie le dé la
razón sobre lo expresado.
Motivación interna
Las personas genuinas y auténticas se mueven en base a sus ideales o creencias. No necesitan
aprobación externa ni cumplir expectativas ajenas. De ahí, que el hecho de ser auténtico vaya
también de la mano de ciertas dosis de valentía.
Las personas auténticas tienen en su interior una brújula y un plan de ruta que construyen
sobre la marcha. Si un día fracasan trazan otro camino, buscan otro puente alternativo. Si en
un momento el ánimo decae, se detienen y descansan. El futuro siempre está ahí, lleno de
posibilidades y esperanzas, esas donde el perfil genuino coloca su inspiración, su horizonte
soñado.
Pocos perfiles disponen de una mayor conciencia social que esos hombres y mujeres que
siempre se muestran auténticos ante nosotros. Por tanto, si de verdad queremos ser como
ellos, imitémoslos. Entendamos que no estamos solos, que los otros son parte de nosotros y
que el respeto, la armonía y la reciprocidad repercuten en nuestro bienestar emocional.
Para lograrlo, para alcanzar esa cumbre donde habitan las personas genuinas, nada mejor que
dejar los prejuicios a un lado. Librémonos de las críticas, de las visiones oxidadas, de los
estereotipos, de las etiquetas que cosifican personas. Abrámonos a la experiencia en conjunto
para aprender los unos de los otros.
Desarrollar este tipo de competencia social y emocional requiere ciertas dosis de valentía,
humildad de corazón e integridad personal. Pongámosla en práctica.