2|Vengo en breve
Contenido
PRÓLOGO ................................................................................... 3
CAPÍTULO UNO: Se levanta el telón ......................................... 5
CAPÍTULO DOS: El atardecer y la noche de la Iglesia ............ 17
CAPÍTULO TRES: La iglesia entre sombras y luces ................ 57
CAPÍTULO CUATRO: El trono celestial .................................. 83
CAPÍTULO CINCO: El rollo y el Cordero ................................ 93
CAPÍTULO SEIS: Los sellos ................................................... 101
CAPÍTULO SIETE: La identificación del pueblo de Dios ...... 121
CAPÍTULOS OCHO y NUEVE: El séptimo sellos y los juicios
de Dios...................................................................................... 131
CAPÍTULO DIEZ: El ángel con el librito ............................... 137
CAPÍTULO ONCE: Cuando el profeta se convierte en ingeniero
.................................................................................................. 149
CAPÍTULO DOCE: La iglesia y el dragón .............................. 165
CAPÍTULO TRECE: Las dos caras de la rebeldía................... 179
CAPÍTULO CATORCE: Un pueblo con una misión profética 195
CAPÍTULO QUINCE: El canto de los victoriosos .................. 215
CAPÍTULO DIECISÉIS: Las plagas ....................................... 221
CAPÍTULO DIECISIETE: La bestia y la ramera .................... 235
CAPÍTULO DIECIOCHO: La última oportunidad.................. 249
CAPÍTULO DIECINUEVE: Rey de reyes y Señor de señores 255
CAPÍTULO VEINTE: Los mil años ........................................ 265
CAPÍTULO VEINTIUNO: Del cataclismo al paraíso ............. 275
CAPÍTULO VEINTIDÓS: Ciertamente, vengo en breve ........ 285
REFERENCIAS ....................................................................... 292
3|Vengo en breve
PRÓLOGO
Dr. Fernando Chaij
Desde hace tiempo veníamos sintiendo la apremiante necesidad de
tener en español una obra completa y moderna que expusiera en
forma sistemática, ordena-da y documentada las grandes profecías
del libro del Apocalipsis.
Por eso, cuando tuve en mis manos este manuscrito, preparado por
el Dr. Loron T. Wade, me aboqué a su lectura con verdadero
interés, concentración y espíritu crítico, por descubrir si reunía las
cualidades requeridas en un libro de esta envergadura.
La presentación que ha hecho el Dr. Wade, como experimentado
profesor de teología en varios colegios superiores hispanos, y
concienzudo erudito e investigador bíblico, no sólo está a la altura
de un libro de esta clase, sino que llena varias funciones muy
importantes.
Por una parte, es un excelente libro de texto para alumnos
superiores de teología, una obra que ha requerido un amplio
trabajo de investigación en las mejores fuentes, y ha sido preparada
con todos los recaudos de un trabajo científico y bien realizado.
Es, por lo tanto, un excelente tratado de consulta para ministros.
Pero es mucho más que esto, está redactado con tal sencillez,
gracia literaria e interés humano que cualquier persona puede
leerlo y entenderlo cómodamente, hallando su lectura
verdaderamente apasionante.
Aun las personas que no tengan particular inclinación a los temas
religiosos hallarán que este libro del profesor Wade les resultará
cautivante más que una novela bien realizada. El autor se ocupa de
personajes y eventos reales, que se desarrollan en un escenario
4|Vengo en breve
misterios del reino de los cielos; mas a ellos no [...] porque viendo
no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mat. 13:10-13).
Jesús estaba comparando la actitud de los discípulos con la de
algunas personas que rechazaban las verdades que él enseñaba. En
otra ocasión, dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras
perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan
y os despedacen” (Mat. 7:6). No debemos insistir en predicar a los
que no quieren escuchar, ni tratar de obligar a las personas a
entender el evangelio, pues éste no entra por la fuerza. Hay
personas que están dispuestas a despreciar las verdades más
evidentes y a burlarse de ellas. No las quieren entender y tampoco
quieren que otros las entiendan. A éstas se refiere Cristo cuando
dice que “viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”.
Las palabras de Jesús señalan un doble propósito para el lenguaje
simbólico: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del
reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”. Por eso los
candeleros, las trompetas, los truenos y demás figuras… “porque
a vosotros os es dado saber…, más a ellos no”. Es decir, el símbolo
es para aclarar y para confundir; sirve para revelar la verdad y para
ocultarla. A unos, el símbolo les parece incomprensible y absurdo,
mientras que la misma figura arroja luz y claridad sobre el camino
de otros. Aquellos que investigan con fe sencilla y con el anhelo
de atesorar las grandes verdades que pertenecen a la vida eterna
encontrarán en los símbolos del Apocalipsis una luz para su
camino.
El Revelador, revelado
Así que ésta es una “revelación de Jesucristo”. Pero debemos
preguntar si se trata de una revelación que procede de Jesucristo o
es más bien una revelación acerca de él. ¿Es Jesucristo el que
revela o el que está siendo revelado aquí?
7|Vengo en breve
2. Dios le dijo a Moisés que estaba enviando a su hermano Aarón para ayudarlo,
diciendo: “Tu hermano Aarón será tu profeta” (Éxo. 7:1).
9|Vengo en breve
¡Cristo es vencedor!
¿Por qué se presenta de esta manera nuestro Salvador al principio
de la revelación? ¿Qué trata de decirnos? Al entenderlo, podemos
captar el mensaje esencial de este capítulo y del libro entero.
Observemos algunas de las expresiones principales: “Jesucristo,
[...] el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la
tierra, [...] el Alfa y la Omega, el primero y el último, el que es y
que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (vers. 5, 8). Después
viene la visión gloriosa del Señor y éste le dice al profeta: “No
temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y
tengo las llaves de la muerte y del Hades” (vers. 17, 18).
Hace énfasis en su victoria sobre la muerte, en su divinidad e
inmortalidad y en su segunda venida: “He aquí viene con las nubes
y todo ojo le verá” (vers. 7).
¿Cuál es el mensaje que todo esto trae para el pueblo de Dios? Es
un mensaje de aliento y fortaleza en medio de las pruebas: ¡Valor
y ánimo, manada pequeña! Sufriréis, sí. Algunos morirán por mí.
Pero no temáis. “He aquí que vivo por los siglos de los siglos,
amén. Y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro” (vers. 17,
18).
Si tratáramos de resumir en sólo tres palabras el mensaje esencial
de este capítulo y de todo el Apocalipsis, diríamos: “CRISTO ES
VENCEDOR”.
¡Qué hermoso mensaje de amor de parte del Cristo resucitado para
su pueblo! Repítase de boca en boca, de país en país. Que resuene
donde el mal predomina, donde el campo parece rechazar el arado,
y los placeres del mundo llamen con voz de sirena a los corazones
duros e indiferentes. Óiganlo en las tierras donde la persecución y
la opresión prueban el valor de los más resueltos. Escúchenlo
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todos: ¡Cristo es vencedor! “He aquí viene en las nubes y todo ojo
le verá, y los que le traspasaron” (vers. 7).
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y
nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e
imperio por los siglos de los siglos. Amén” (vers. 5,6).
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El mensaje a Éfeso
Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete
estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete
candeleros de oro, dice esto: (vers. 1)
1 Artemisa, llamada en algunas versiones “Diana”, no era la diosa romana de los
cazadores que llevaba ese nombre. Estaba relacionada con Ishtar de Babilonia, y
con Astarté de Palestina, la que era consorte de Baal y diosa de la fertilidad.
El versículo anterior explica que los siete candeleros de oro son las
siete iglesias y que las siete estrellas son los ángeles de las siete
iglesias (1:20). La palabra ángel significa “mensajero”. Este
término podría indicar que cada iglesia tenía su ángel guardián,
pero es más probable que aquí se refiera a los pastores de las
iglesias, los encargados de transmitirles las buenas nuevas de
salvación.
Al comparar este mensaje con los otros seis, encontramos que
están organizados todos de una misma manera: (1) Cristo se
identifica, (2) después sigue un encomio, o sea una palabra de
elogio, (3) una reprensión, (4) una advertencia, y (5) una promesa.
Ante Éfeso, Cristo se identifica como “el que tiene las siete
estrellas en su diestra”. La palabra traducida “tiene” es enfática;
significa tener algo firmemente asido. Nadie se las puede arrebatar.
Sostener algo en la mano significa (1) protección y (2) dominio.
Cristo protege a la iglesia, y también la dirige. Todo está en sus
manos.
También dice que él anda en medio de los siete candeleros. Esto
también señala su constante preocupación por la iglesia de Dios a
través de los siglos.
Una iglesia ferviente
Conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia (vers. 2).
21 | V e n g o e n b r e v e
de Éfeso diciendo: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los
nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”.
Y en nuestros propios días ha vuelto a brotar esta misma enseñanza
falsa. Algunos se han levantado diciendo: “La gracia de Dios nos
salva del pecado, así que no hay ley”. Con esto insinúan que Dios
va a salvar a todos sin importarle que ellos hayan sido obedientes
o que hayan persistido toda la vida en una desobediencia obstinada
y voluntariosa. Hasta citan a San Pablo nuevamente, torciendo sus
palabras para confirmar sus ideas.
En verdad, son tristes los resultados de esta enseñanza. Los que la
fomentan han sembrado el viento y están cosechando el torbellino
(ver Ose. 8:7). La violencia y el desorden que caracterizan a la
sociedad actual se deben, en gran parte, a esta peligrosa enseñanza.
Esmirna: la iglesia perseguida
La ciudad de Esmirna
Si Éfeso era la ciudad más importante de Asia, Esmirna fue, sin
lugar a dudas, la más bella y en muchos aspectos, la rival de Éfeso.
La verdad es que humanamente, Esmirna tenía mucho de que
jactarse. La llamaban “el adorno de Asia”, “la flor del Asia”. La
belleza de Esmirna se debía en parte a su situación geográfica.
Además, era una ciudad planificada. Lisímaco, quien la construyó
alrededor del año 200 a. C., le dio avenidas amplias y
pavimentadas con grandes trozos de piedra pulida. Un círculo de
hermosos templos coronaba una colina detrás de la ciudad,
formando su acrópolis.
Como Éfeso, Esmirna era una ciudad portuaria. Pero en Éfeso el
puerto se mantenía abierto sólo por medio de un constante trabajo
con dragas porque los sedimentos del río Cayster lo llenaban
incesantemente. Las antiguas ruinas de Éfeso se encuentran hoy a
unos 10 kilómetros del mar, porque las aguas del río han seguido
rellenando el área. Esmirna, en cambio, era un puerto natural, el
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Pobreza y riqueza
Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres
rico) (vers. 29).
La “tribulación” mencionada en este versículo denota un
sufrimiento atroz, aplastante.
La palabra “pobreza” proviene del griego ptocheia. Hay otro
término que des-cribe la pobreza de un labrador que gana poco,
pero que con ese poco puede sustentarse. La pobreza de Esmirna
es total.
La blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino
sinagoga de Satanás (vers. 9). A principios de la era cristiana, los
más severos perseguidores de los cristia nos eran siempre judíos
(véase Hech. 9:23; 13:50; 14:2,19; 17:5; 18:12; 20:2; 23:12). Pero
Pablo declara acerca de ellos: “No es judío el que lo es exterior-
mente, [...] sino que es judío el que lo es en lo interior” (Rom.
2:28,29).
Pero probablemente este pasaje se refiere a falsos cristianos,
personas que aceptan el nombre y la feligresía de la iglesia en
tiempos de paz, pero que al surgir alguna persecución, se
convierten en traidores. Cristo también advirtió contra esta clase
de falsos hermanos (ver Mat. 10:21; 24:10).
“No temas lo que vas a padecer”
No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí el diablo echará a
algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis
tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida. El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias: El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte
(vers. 10, 11).
Hemos visto cómo el mensaje a la iglesia de Éfeso es apropiado
como una descripción de la era apostólica (los años 31-100 d. C.).
30 | V e n g o e n b r e v e
Ojos de fuego
Ante cada una de las siete iglesias, el Cristo resucitado se presenta
con una postura que corresponde al mensaje que tiene que dar. A
Éfeso, Cristo es el que tiene a las iglesias en la mano. Ante la
atribulada Esmirna, es el que murió y ha vuelto a vivir; ante
Pérgamo”, con su fascinación por los bienes materiales, el Cristo
resucitado sostiene una espada desenvainada.
¿Qué significa, entonces, su postura ante Tiatira como “el que tiene
ojos como llama de fuego”? Es que se requiere algo más que visión
normal para ver el mal de Tiatira. Sobre la superficie todo parece
próspero y tranquilo, pero el Cristo resucitado ve con ojos de
fuego: él sabe que la ausencia de conflictos y de problemas no
siempre significa que todo está bien.
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer
Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a
fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado
tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su
fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a
los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.
A sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy
el que escudriña la mente y el corazón (vers. 20-23).
¡Sólo “unas pocas cosas”! Es una reprensión suave, como la que
recibió Pérgamo. No se le acusa a Tiatira de simpatizar con
Jezabel, ni mucho menos de convivir con ella. Su pecado es el de
contemplar sencillamente a la impostora sin alzar la voz de
protesta: “Toleras [a] esa mujer Jezabel”.
Para entender el significado de esta acusación, conviene recordar
algunas cosas de la historia de esta época, y compararlas con lo
que sucedió en las dos épocas anteriores:
En los años 132-136 d.C., tuvo lugar la Segunda Revuelta Judía en
la cual el emperador Adriano aplastó otro intentó más de los judíos
50 | V e n g o e n b r e v e
baal, rey de Sidón, que se casó con Acab, el séptimo rey de Israel
después de Salomón (1 Rey. 16:31).
Jezabel, como reina, resultó ser una mujer de carácter enérgico que
fácilmente dominó al débil Acab. Ella no sólo detestaba la religión
judía, sino que aprovechó el poder del estado para imponer el culto
a Baal.
Llegó el momento cuando el profeta Elías, presa del desaliento,
exclamó: “Sólo yo he quedado” (1 Rey. 19:10). Lo que Elías no
sabía era que el Señor tenía todavía un ejército de fieles que no
habían doblado la rodilla ante Baal (vers. 18; Rom. 11:3,4).
Y, ¿por qué no sabía Elías de estos fieles? No sabía porque estaban
escondidos. Adoraban a Dios en secreto. Ante el peligro
inminente, habían elegido el camino fácil, tal vez diríamos el más
prudente, de guardar silencio. Algunos, como la familia de Eliseo,
permanecieron en sus hogares, protegidos por la distancia que los
separaba de la capital de donde emanaba la apostasía. Otros, como
por ejemplo, cien hijos de los profetas, encontraron refugio en
cuevas de las montañas y en escondites simila-res (1 Rey. 18:13).
Lo mismo sucedió en el tiempo de Tiatira, la iglesia cristiana de la
Edad Media, o sea de los años 538 hasta el 1517.
Allá en Etiopía, el sábado fue honrado como día de reposo hasta
en tiempos modernos. También en otros lugares protegidos por la
distancia y por barreras geográficas, hombres y mujeres fieles —
y, en algunos casos, poblaciones enteras— continua-ron
guardando los mandamientos de Dios. Muy apropiada es la figura
empleada en el capítulo doce del Apocalipsis para referirse a lo
que sucedió durante esta época. Di-ce que “la tierra ayudó a la
mujer [la iglesia]” (vers.16) cuando ésta era objeto de persecución
por parte de Satanás. Fue precisamente la “tierra” la que proveyó
escondites para evitar que la luz de la verdad se extinguiera por
completo en esa hora de gran oscuridad.
54 | V e n g o e n b r e v e
Por otra parte, las arenas del río contenían oro y a esto se debía en
parte la inmensa riqueza de la ciudad. Llegó a ser tanta la
prosperidad de Sardis en el tiempo del gran rey Creso que la
expresión “tan rico como Creso” es un dicho que ha durado hasta
nuestros días.
Solón (c. 638-558 a.C.), el que tenía fama de ser el más sabio entre
los griegos, llegó a visitar Sardis y se maravilló del esplendor y
lujo de que disfrutaba Creso.
El “arma secreta” de Ciro
Estaba Sardis en el apogeo de su fama cuando sufrió una derrota
ignominiosa. Creso había extendido y fortalecido tanto su reino
que Lidia llegó a ser rival de Babilonia y de Egipto. Pero en el año
549 a.C., Ciro el Grande salió del oriente y se dirigió hacia Sardis.
Tranquilamente Creso se preparó para el enfrentamiento. Contaba
con una infantería bien adiestrada y una magnífica caballería. Pero
sus tropas nunca tuvieron la oportunidad de demostrar su
capacidad, debido a un “arma secreta” que portaba Ciro: un
escuadrón de camellos. Cuando los caballos de Creso vieron a los
camellos, y más cuando sintieron su olor, se llenaron de pánico.
No hubo manera de detenerlos y huyeron despavoridos. En pocos
instantes el campo de batalla se convirtió en un caos y el resultado
para Creso fue una batalla perdida sin haberla peleado.
Pero, aun así, Creso estaba lejos de haber perdido su reino.
Simplemente se retiró a la acrópolis y se encerró sintiéndose por
demás seguro.
Durante sólo catorce días Ciro mantuvo el sitio, y luego ofreció un
premio al soldado que encontrara la manera de escalar el monte y
abrir las puertas de la ciudad. Parecía imposible, pero un soldado
llamado Hiréades se dispuso a observar la fortaleza en la parte
donde el precipicio estaba más empinado.
59 | V e n g o e n b r e v e
2 Heródoto, 1:84.
60 | V e n g o e n b r e v e
pues ellos podían aparentemente cerrar las puertas del cielo ante
un individuo o bien ante toda una comarca.
Pero cuando entendemos que la salvación es otorgada en atención
a la fe del creyente, la situación cambia totalmente, porque la fe no
puede ser otorgada por una persona con respecto a otra, y no puede
ser jamás retenida ni quitada. Cuando el creyente confía en el
sacrificio de Jesucristo como su única esperanza de salvación,
cuando se presenta directamente ante Dios en virtud de los méritos
de esa muerte expiatoria, entonces obtiene acceso directo al trono
del Infinito (Heb. 4:14-16). Es así como la justificación por la fe
libera al creyente.
Hay otra manera más en que esta hermosa verdad bíblica trae
libertad y avivamiento espiritual. La justificación nos libera de una
clase de opresión, que es sin duda la peor y la más pesada que
puede sufrir un ser humano en esta vida, a saber, la opresión
producida por la conciencia cuando ésta ha sido despertada por las
enseñanzas de la ley de Dios y avivada por el Espíritu Santo.
El que está tratando de ganarse la salvación por sus méritos y sus
buenas obras está intentando una imposibilidad. Para los que no
han comprendido el camino de la fe, el Monte Sinaí,3 no brinda
más que truenos, relámpagos y grande oscuridad (véase Éxo.
20:18,19; Gál. 4:21-25).
Tales individuos procuran siempre ver en su conducta algo que es
suficientemente bueno como para creer que son dignos de
salvación. Pero cuanto más se acercan a Dios, con más terrible
claridad ven lo grande e infinita que es la perfección y la santidad
de Dios y más inmundo se sienten, hasta que exclaman:
“¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?” (Rom. 7:24; compárese con Isa. 6:5; Luc. 5:8).
A esta verdad la iglesia debe volver una y otra vez, no sea que entre
la multitud de sus ocupaciones y actividades la pierda de vista, o
deje de ser la verdad fundamental de su fe. “Acuérdate”, dice el
Salvador, “de lo que has recibido, [...] y guárdalo”.
Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado
sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque
son dignas (vers. 4).
¡Unas pocas personas! La Biblia dice: “Cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia” (Rom. 5:20). Por un tiempo, parecía que en
Sardis sucedía lo contrario, que donde abundaba la gracia,
sobreabundaba el pecado. Su nombre era glorioso, su fama era la
de estar viva después de siglos de muerte y oscuridad, pero en
Sardis el Señor pudo encontrar tan sólo “unas pocas personas” que
no han manchado sus vestiduras.
Y, ¿quiénes serían estas “pocas personas”? ¿Las reconoce la
historia? Sin duda, la mayoría de ellas serán conocidas sólo en
aquel día cuando los libros de Dios sean abiertos a la vista de los
mortales. Pero las páginas de la historia conservan el registro de
algunos individuos que en ese tiempo no mancharon sus
vestiduras. Al estudiar la siguiente iglesia, consideraremos la
historia de algunos de estos fieles cristianos de Sardis y el
desarrollo posterior del movimiento establecido por ellos.
Ropas blancas para los vencedores
A ellos, los que no llegaron a participar de la muerte espiritual de
la época, se dirige una hermosa promesa:
El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré
su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de
mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que
el Espíritu dice a las iglesias (vers. 5, 6).
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5 El apóstol Pablo reprendió a los corintios por ser “niños” en su vida espiritual,
necesitados de leche en vez de vianda (1 Cor. 3:2; ver también, 1 Cor. 14:20).
Laodicea presentó cartas de crédito y recibió fondos para continuar
sus viajes. Tácito, en sus Anales del año 61 d.C., escribió: “Una de
las ciudades más famosas de Asia, es a saber Laodicea, en el
mismo año fue derribada por un terremoto, y sin ninguna ayuda de
nuestra parte, se reconstruyó mediante sus propios esfuerzos”.6 No
tenemos necesidad de ayuda, fue la actitud de los laodicenses.
Laodicea tenía fama, además, como centro de tejidos. Se hizo
famosa por una tela de lana negra y por alfombras que se tejían
allí.
Por otra parte, la ciudad era conocida como centro de las ciencias
médicas, sede de varias escuelas de medicina, y había conseguido
fama mundial por la producción de dos ungüentos: uno para los
oídos y otro para los ojos. El de los ojos se vendía en pequeñas
tabletas de material solidificado llamadas koluron, palabra que
significa “panecillo”, pues tenían esa forma. De ahí viene nuestra
palabra “colirio”.
El mensaje a Laodicea
Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el
testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice
esto (vers. 14).
El testigo que dice la verdad
La palabra amén significa “así sea”, o “así es”. Es una afirmación
de la verdad de lo dicho. Leemos, por ejemplo, en Isaías 65:16: “El
que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad se bendecirá; y
el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará”. El hebreo
aquí tiene, “el Dios de amén”.
El trono
Lo primero que mencionan ambos profetas es el trono. A través de
las Escrituras el trono es un símbolo de autoridad y de juicio (ver
1 Rey. 22:19; Isa. 6:1,2 y Dan. 7:9,10), y en el Apocalipsis es un
elemento muy importante: aparece en 14 de los 22 capítulos del
libro. En el capítulo 1 vimos que el mensaje esencial, el objetivo
primordial del Apocalipsis es el de inspirar confianza y seguridad
en el corazón de la iglesia. En toda la trama y urdimbre de la vida,
aun en medio de eventos aparentemente inexplicables e ilógicos,
Dios está todavía sobre el trono; no ha perdido el mando del
universo. ¡Cristo triunfará! Éste es el mensaje que debemos captar
también al ver a Dios sobre su trono: Dios manda y va a juzgar:
“Traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta,
sea buena o sea “mala” (Ecl. 12:14).
Es un mensaje reconfortante y a la vez muy solemne.
“Y en el trono Uno sentado”
Tanto Ezequiel como Juan afirman haber visto sobre el trono a un
ser glorioso, pero ninguno de los dos menciona algo específico
acerca de sus facciones. Antes bien, dice Ezequiel que lo que él
vio fue “una semejanza que parecía de hombre”. Y Juan nos
informa que vio a un ser que resplandecía con luces y colores.
Aparentemente lo que vieron ambos fue más bien algo como una
refulgencia, un resplandor que emanaba de la presencia sobre el
trono. El apóstol Pablo dice que Dios “habita en luz inaccesible; a
quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Tim. 6:16;
véase también Juan 1:18), y cuando Moisés le dijo al Señor que
quería ver su rostro, la respuesta fue: “Nadie puede verme, y vivir”
(Éxo. 33:20; véase también Lev. 16:2).1
El Señor Jesucristo “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan
1:14). La “carne”, el cuerpo humano del Salvador, fue el velo que
86 | V e n g o e n b r e v e
El Cordero es digno
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los
seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de
millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es
digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la
honra y la alabanza (vers. 11, 12).
Al leer estas palabras, pensamos nuevamente en la descripción del
juicio dada en el capítulo 7 de Daniel. Ya hemos notado que en
aquella escena, igual que en ésta, aparece el trono con el Padre
celestial sentado en su carácter de juez. Aparece también el libro
de registros en donde están anotadas todas las obras de los seres
humanos. Aquí en el Apocalipsis notamos la presencia de millones
de ángeles alrededor del trono. De una manera similar, Daniel
menciona que “millares de millares le servían y millones de
millones asistían delante de él” (Dan. 7:10).
Aquí los ángeles cantan: “El Cordero que fue inmolado es digno
de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra,
la gloria y la alabanza”. Y asimismo Daniel dice que al Hijo de
Hombre “le fue dado dominio, gloría y reino, para que todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio
eterno que nunca pasará y su reino uno que no será destruido”
(Dan. 7:13,14). En ambas profecías, los ángeles contemplan y
celebran el magno evento del juicio, y lo presentan como una toma
de poder por parte de Cristo.
Este pasaje presenta el verdadero significado del juicio como una
celebración de la victoria de Cristo en la cruz.
Y a todo lo creado que está en el cielo y en la tierra y debajo de la
tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al
que está sentado en el trono, y al Cordero sea la alabanza, la honra,
la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
100 | V e n g o e n b r e v e
ventajas que obtuvo durante esta época, pues lo que ella ganó en
poder material y político lo perdió en poder espiritual.
4. Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente,
que decía: Ven y mira (vers. 7).
El cuarto ser viviente “era semejante a un águila volando” (Apoc.
4:7). El águila fue utilizada por nuestro Señor como símbolo de
mortandad (Mat. 24:28), y todos los demás símbolos que aparecen
en el tiempo del cuarto sello tienen el mismo significado. En la
cuarta época, representada por la iglesia de Tiatira, apareció
“Jezabel”, la que con ira e inquina perseguía a los fieles (1 Rey.
18:4; 21:25).
Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por
nombre Muerte, y el Hades [el sepulcro] le seguía; le fue dada
potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada,
con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra (vers. 7,
8).
Un estudio del griego aclara que el color de este caballo no es un
amarillo vivo, sino más bien un color pálido, cadavérico. El
nombre del jinete es Muerte, y tras él viene el sepulcro.
Algunas personas creyeron que en el tiempo del cuarto sello la
iglesia había conquistado al mundo. Mas lo que había sucedido fue
realmente lo contrario: el mundo había logrado penetrar en el
corazón de la iglesia. Elementos de filosofía pagana estaban
entretejidos con sus doctrinas. Muchos entre los dirigentes
adoptaron no sólo los errores y falsas doctrinas del mundo sino
también su espíritu de intolerancia, de modo que en la cuarta época
se desató una nueva era de persecución cuando los que habían
abrazado el error procuraron imponer a toda costa sus criterios
equivocados.
Los símbolos de mortandad en el cuarto sello se refieren a la
muerte espiritual de la época y también a la persecución.
105 | V e n g o e n b r e v e
Conmoción en la sociedad
Para entender el significado de estas señales en los cielos (la caída
de las estrellas, etc.), debemos observar la cuarta trompeta de
Apocalipsis 8 donde aparece un simbolismo muy parecido: “Y fue
herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la
tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera
parte de ellos y no hubiese luz en la tercera parte del día, y
asimismo de la noche”. En este caso, el oscurecimiento de los
cuerpos celestes se refiere a la manera en que se apagaba la luz de
la verdad con la entrada de filosofías paganas en la iglesia en los
años 476 – 538. Observemos, además, la profecía de Isaías 30:18-
26 donde el resplandor del sol y la luna simbolizan prosperidad y
seguridad para Israel bajo la protección de Dios.
Aquí, bajo el sexto sello hay confusión, consternación y pavor, ya
que aún el sol, la luna y las estrellas —objetos normalmente muy
invariables e inconmovibles— son apagados o removidos de su
lugar. La oscuridad producida por su desaparición causa terror
entre la gente y la hace pensar que el día del juicio ha llegado (vers.
15-17; compárese con Apoc. 16:10).
El Señor muchas veces ha empleado un despliegue de fuerzas
naturales para recordar al hombre lo muy pequeño que es y para
motivarle a buscar a Dios. Precisamente eso sucedió en el monte
Sinaí: “Todo el pueblo observó el estruendo y los relámpagos, y el
sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo
temblaron y se pusieron de lejos”. Y Moisés les dijo: “No temáis,
porque para proba-ros vino Dios. Y para que su temor esté delante
de vosotros, para que no pequéis” (Éxo. 20:18, 20).
Algo parecido sucedió en el tiempo del sexto sello con el
sacudimiento tanto de los cuerpos celestes literales como de los
fundamentos de la sociedad, y el resultado fue un gran
reavivamiento en el mundo religioso. Y este movimiento llegó a
109 | V e n g o e n b r e v e
por el sexto sello, pensaban que a ellos les tocaba vivir en la hora
de prueba. Por todas partes andaban anunciando: “La hora de su
juicio ha llegado” (14:7); y, confundidos acerca de la naturaleza
del juicio, exclamaban: “El gran día de su ira ha llegado; y ¿quién
podrá sostenerse en pie?” (6:17).
Pero se equivocaron. A ellos no les tocó presenciar las escenas
finales de la ira de Dios. Cuando exclamaban “¿Quién podrá
sostenerse en pie?”, cuando veían que los ángeles empezaban a
soltar los vientos de destrucción, vino una interrupción. Llega el
“otro ángel”, y clama a gran voz: “¡Todavía no! Hay una obra por
realizar en la tierra. Tenemos que sellar en sus frentes a los siervos
de Dios”.
A esto se debe el lugar de esta profecía como un paréntesis entre
el sexto y el séptimo sellos: Sirve para explicar por qué razón hay
una demora en el desenlace de los eventos finales. Las calamidades
no pueden caer hasta que se realice la obra de sellamiento.
El sello del Dios vivo
Y ¿cuál es el significado del “sello de nuestro Dios” que recibirán
los fieles? Significa dos cosas muy importantes:
1. Un sello significa que lo sellado no será revocado ni modificado
(ver Esther 8:8). El sello no modifica un documento, sino que
confirma su contenido. Así el sello de Dios no produce una
situación nueva en la vida del sellado, sino que afirma, y al mismo
tiempo, confirma su fe, su lealtad y su amor. La palabra “sello” se
emplea en el Nuevo Testamento como sinónimo de
“confirmación” (ver, por ejemplo, 1 Cor. 9:2; Rom. 4:11). De los
sellados se dice: “El que es in-justo, sea injusto todavía; y el que
es inmundo sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la
justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apoc.
22:11). En otras palabras, los sellados por Dios ya no se apartarán
del camino de verdad y rectitud. Son los que “siguen al Cordero
123 | V e n g o e n b r e v e
Leemos que los sellados son tomados “de todas las tribus de los
hijos de Israel” (vers.4):
De la tribu de Judá, doce mil sellados.
De la tribu de Rubén, doce mil sellados.
De la tribu de Gad, doce mil sellados.
De la tribu de Aser, doce mil sellados.
De la tribu de Neftalí, doce mil sellados.
De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
De la tribu de Simeón, doce mil sellados.
De la tribu de Leví, doce mil sellados.
De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
De la tribu de Zabulón, doce mil sellados.
De la tribu de José, doce mil sellados.
De la tribu de Benjamín, doce mil sellados (vers. 5-8).
Así como fueron doce los patriarcas, fueron doce también las
tribus formadas de sus descendientes. En los primeros siglos de la
existencia de Israel, cada tribu permaneció como grupo distinto y
solidario dentro de la nación, pero el primer cautiverio causó la
desaparición de diez de las tribus (2 Rey. 17:17,18), y en el tiempo
cuando Juan estaba escribiendo el Apocalipsis, ya hacía mucho
que no existía en un sentido literal algo que podría llamarse “las
126 | V e n g o e n b r e v e
doce tribus de Israel”. Sin embargo, el profeta aquí las está viendo
intactas, y vemos que ninguna tiene más y ninguna tiene menos
que las otras.
El mensaje es éste: ¿Creéis que he perdido alguna parte de mi
pueblo? No la he perdido. Aún tengo doce tribus y están todas
completas. Si el primer pueblo que yo había llamado se rebeló y
tuvo que ser rechazado, no por esto ha de verse frustrado mi
propósito.
Satanás hizo mucho alarde de su victoria cuando Israel cayó en
idolatría y rebeldía abierta contra Dios. Presentó este caso como la
comprobación de sus aseveraciones de que la ley no podía ser
guardada y de que Dios había establecido normas injustas. Por esto
dijo que el cautiverio de Israel era el fracaso de Dios y una gran
victoria para él.
El sellamiento, en cambio, anuncia la victoria de Dios; es el punto
culminante del juicio en el cual cada caso ha sido abierto para el
escrutinio minucioso del universo; y es la proclamación ante todos
del triunfo que Dios ha logrado en su propósito de preparar para sí
a un pueblo cuya lealtad es absoluta y está fundada en el amor (ver
Efe. 2:5-7; 5:25-27).
Observamos que el número 144 mil equivale a doce por doce mil.
Hay varias ocasiones mencionadas en la Biblia cuando se expresa
un número por un múltiplo de sí mismo. Por ejemplo, cuando el
apóstol Pedro preguntó si debía perdonar a su hermano hasta siete
veces, el Señor le dijo: “No te digo hasta siete veces, sino aun hasta
setenta veces siete” (Mat. 18:21, 22). Es un superlativo, una
hipérbole para decir: ¡Muchísimas! De la misma manera, el Señor
está diciendo: Con el sellamiento todos pueden darse cuenta de las
mentiras de Satanás. No ha fracasado mi propósito. Si una vez tuve
doce hijos, ¡ahora tengo doce mil veces doce!
127 | V e n g o e n b r e v e
¿Quiénes son estas personas? ¿Qué relación hay entre ellas y los
144 mil?, y ¿qué significa el hecho de que aparecen precisamente
en este punto de la serie profética?
Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están
vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
(vers. 13).
Aquí la pregunta del anciano es exactamente la que nosotros
queremos hacer.2 Pongamos mucha atención a la respuesta:
Yo le dije: Señor, tú lo sabes.
Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación,
y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero.
Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en
su templo;
y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre
ellos.
Ya no tendrán hambre ni sed,
ni el sol los abatirá, ni calor alguno,
pues el Cordero en medio del trono los pastoreará, y los guiará a
manantiales de aguas de vida,
y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. (vers. 14-17).
Con esto podemos hacer un resumen de la información disponible
acerca de la gran multitud:
1. Aparentemente no es el mismo grupo que el de los sellados, pues
los sellados son contados y se nos dice específicamente su número,
mientras que la gran multitud nadie la podía contar (vers. 9).
2 Ver otros ejemplos de preguntas oportunas en Dan. 8:13; Zac. 4:4, 5.
129 | V e n g o e n b r e v e
1 “Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos
vuestros pecados delante de Jehová” (Lev. 16:30).
sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para
allá, y la ciencia se aumentará” (Dan. 12:4).
Resumiendo, podemos ver que:
1. Los escritos de Daniel constituyen un libro profético, y esto es
lo que el ángel trae en su mano.
2. El libro de Daniel sería abierto, y éste es un libro abierto.
3. Dicha apertura ocurriría en el “tiempo del fin”, y el mensaje que
proclama el ángel con el libro abierto es que ha llegado el fin del
tiempo (vers. 6).
4. Daniel dijo que en el “tiempo del fin” se manifestaría un afán
por conocer el significado de sus profecías; muchos iban a correr
“de aquí para allá” investigando su significado; y por la
iluminación del cielo, la “ciencia”, o sea el conocimiento de la
gente acerca de las profecías, sería aumentada.
5. Observamos, luego, la época señalada para el cumplimiento de
esta profecía. Tiene lugar entre la sexta y la séptima trompetas, o
sea, alrededor de los años 1840 y 1844. Tal como observamos
anteriormente (capítulo 6), precisamente en esa época surgió un
reavivamiento mundial de los valores cristianos y un movimiento
que impulsaba a la gente a estudiar las profecías bíblicas,
especialmente las de Daniel. Cientos de miles de personas —
hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, de todas las clases
sociales— estudiaban las profecías y esperaban la purificación del
santuario y el fin del mundo (véase la historia de esa experiencia
en el capítulo 6). Concluimos, pues, que el librito abierto en la
mano de Cristo es, en efecto, el libro profético de Daniel, y que
esta visión se refiere al movimiento que surgió en aquel entonces
de estudiar y presentar al público las profecías del libro.
El ángel se para con un pie sobre el mar y con otro sobre la tierra.
Mar y tierra son la totalidad del globo terráqueo. El mensaje del
139 | V e n g o e n b r e v e
El fin de la demora
Pero, en la providencia de Dios, los que estudiaban las profecías
en 1840 no capta-ron el pleno significado de este versículo. Por lo
tanto, ellos proclamaban la profecía en un sentido equivocado.
Anunciaban que iba a ocurrir el segundo advenimiento de
Jesucristo para llevar a cabo el juicio en esta tierra, cuando en
realidad iba a ocurrir el juicio celestial, el cual debe concluirse
antes del segundo advenimiento.
Esta profecía del capítulo 10 nos hace entender que Dios había
previsto la equivocación de los estudiosos en este asunto, que la
había tomado en cuenta y que la iba a utilizar para sus propósitos.
Es una vislumbre más de la manera en que Dios trata con los
hombres. Él toma en cuenta nuestra condición humana, y se inclina
para alcanzarnos donde estemos. Aun nuestras flaquezas y errores
los puede convertir en bendiciones para la gloria de su nombre.
Un ejemplo bíblico
Si nos parece extraño este caso, debemos recordar que la historia
bíblica presenta el ejemplo de un caso parecido. En el año 31 de
nuestra era, estaba por ocurrir el evento cumbre de toda la historia.
El inmaculado Hijo de Dios iba a ganar la victoria definitiva sobre
Satanás entregando su vida en la cruz del Calvario. Fuera de este
mundo, la atención del universo entero estaba concentrada en el
evento. Pero aquí en la tierra, muy pocos de aquellos por quienes
se hacía este inmenso sacrificio, estaban conscientes de lo que
estaba pasando. Sin embargo, el Padre celestial, no que-riendo que
la muerte de su Hijo pasara inadvertida, había preparado un plan
para lograr la máxima atención posible para el acontecimiento. Era
un plan que tomaba en cuenta la flaqueza y la idiosincrasia de la
humanidad y la naturaleza de sus ideas preconcebidas. A fin de
lograr sus propósitos, el Señor retuvo momentáneamente una parte
de la verdad, permitiendo que se perpetuara una idea equivocada
144 | V e n g o e n b r e v e
2 (1) “Hará expiación el sacerdote […] por el santuario santo [el lugar santísimo],
y (2) el tabernáculo de reunión [el lugar santo], (3) también hará expiación por el
altar, (4) por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación” (Lev. 16:33).
154 | V e n g o e n b r e v e
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con
la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas (vers. 1).
Una mujer vestida del sol
En varios pasajes de la Biblia la figura de una mujer representa a
la Iglesia. Isaías y Jeremías la comparan con una virgen, la hija de
Sión (Isa. 37:22; Jer. 6:2); San Pablo dice que es la esposa de
Cristo (Efe. 5:25-32), mientras que el Apocalipsis la llama la
desposada del Cordero (19:7,8; 21:9).
Aquí la encontramos vestida del sol. Debajo de sus pies está la luna
y su cabeza se encuentra engalanada de estrellas. Llama la atención
que todos los elementos de su atavío son obras creadas por Dios;
ninguno es de confección humana. La iglesia se adorna con la
belleza del carácter divino (Apoc. 3:4; 15:16; 19:8). La justicia que
la cubre y la ampara es la de Cristo.
Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia
del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he
aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez
cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la
tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra.
Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a
fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese (vers. 2-4).
Acerca de la identidad del gran dragón rojo no existe ninguna
duda, pues nos dice el versículo nueve que es la “serpiente antigua,
que se llama diablo y Satanás”.
Esta profecía nos lleva hasta los albores de la era cristiana cuando
estaba por nacer el Salvador del mundo, y nos hace ver el
implacable odio de Satanás para con Cristo y la iglesia; describe la
166 | V e n g o e n b r e v e
Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que
tenía siete cabe-zas y diez cuernos; y en sus cuernos diez
diademas; y sobre sus cabezas un nombre blasfemo (vers. 1).
La bestia con diez coronas
Una de las primeras cosas que observamos acerca de esta nueva
“bestia” es que está estrechamente relacionada con el dragón que
acabamos de ver en el capítulo anterior. Los dos animales difieren
en lo que se refiere a la forma de su cuerpo, pero ambos tienen
siete cabezas y diez cuernos. En otras palabras, las potencias aquí
simbolizadas son diferentes en lo que se refiere a las formas
exteriores; como, por ejemplo, los detalles culturales; pero ambas
son manejadas por una misma inteligencia y ejercen un mismo
poder.
Y ¿qué significan específicamente las diademas, las cabezas y los
cuernos?
Las diademas. En Apocalipsis 2 y 4 se mencionan “coronas” que
llevan los 24 ancianos (Apoc. 4:4, 20). Pero éstas son, en griego,
stéfanos, palabra que significa “guirnalda”, un adorno hecho
generalmente de hojas con el cual los griegos y romanos honraban
a los victoriosos en la guerra y en los juegos olímpicos. Pero las
coronas que ciñen el dragón y la bestia no son stéfanos sino
diademas. Ésta es la corona real, símbolo de dominio y autoridad
política.
Las cabezas. En el capítulo 17 se nos dice que las siete cabezas son
siete montes en los cuales se asienta la ciudad (vers. 9). Es una
alusión a la Roma imperial, pues ella era famosa como ciudad de
siete colinas.
180 | V e n g o e n b r e v e
Cuando Dios llamó a su pueblo para que saliera de Egipto, les dio
una señal con la cual debían identificarse. Cada jefe de familia
debía sacrificar un cordero y con la sangre colocar una mancha en
los postes y en el dintel de su casa (Éxo. 12:21-23).
A la media noche iba a pasar el ángel de la muerte por las casas de
todos aquellos que no habían colocado la señal. Bajo esas
circunstancias, no era suficiente tener buena voluntad o ser
sinceros. No era suficiente tener buenas intenciones, por muy
grandes que fueran, o planes de colocar la señal más adelante. No
bastaban las fuertes convicciones acerca del asunto. Una persona
podría estar convencida de que la señal no era necesaria o que Dios
aceptaría otra clase de señal; pero a la media noche, la hora cuando
iba a pasar el ángel, la sinceridad equivocada significaría la
muerte. A esa hora, una supuesta neutralidad sería fatal. No es que
la mancha en sí los podía salvar. Lo que necesitaban era tener fe…
una fe suficiente en Dios como para obedecerle, y la mancha o
señal era evidencia visible de su fe.
De la misma manera, hoy se está haciendo una gran separación.
Todo el mundo está tomando su decisión. Muy pronto todos
habrán definido de qué lado estarán.
Los que quieren estar en el lado de la obediencia guardan los
mandamientos, incluyendo el que ordena la observancia del
sábado. En muchos casos, los tales tendrán que soportar desprecios
y oposición. Pero a la hora final, llevarán en sus frentes el sello de
Dios y pasarán la eternidad con él. Todos los demás, incluyendo
los que quisieron ser neutrales, recibirán el castigo anunciado por
el tercer ángel.
¿Qué nos dicen estos tres mensajes?
A veces pareciera que hay tanta confusión que es difícil saber
dónde está la verdad. Los mensajes de los tres ángeles tienen por
objeto disipar las dudas y acabar con la confusión.
210 | V e n g o e n b r e v e
La vendimia
Salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó
a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda,
y vendimia los racimos de la tierra, por-que sus uvas están
maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña
de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y
fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre
hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios (vers.
18-20).
La vendimia de las uvas es la contraparte de la siega, y como tal,
representa la imposición de la marca de la bestia.
Para los que reciben el sello de Dios, hay un tiempo de demora;
después del sellamiento quedarán un tiempo en el “campo” que es
este mundo. Pero para los re-probados no hay ninguna demora;
empezarán inmediatamente aquellas escenas que la Biblia llama
“el tiempo de angustia de Jacob” (Jer. 30:7), “el día grande y
espantoso de Jehová” (Joel 2:31) y “el día de Jehová, grande y
terrible” (Mal. 4:5). La culminación de esa época será la batalla
del Armagedón (Apoc. 16:17).
Entonces caerán “viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres”,
todos aquellos que no hayan recibido el sello de Dios en sus frentes
(Eze. 9:6). Aquí en Apocalipsis 14 los reprobados son comparados
con “uvas” que son arrojadas en un depósito y exprimidas, “y del
depósito salió sangre que llegó a la altura del freno de los caballos
en una extensión de 300 kilómetros” (Apoc. 14:20, Versión Dios
habla hoy; compárese con Isa. 63:1-6; Jer. 8:1-3).
Una nota de aliento y reflexión
Es importante notar que este “depósito”, llamado en otras
versiones “el lagar”, está ubicado fuera de “la ciudad” que es la
iglesia. Asimismo, el profeta Daniel dice que “en aquel tiempo será
libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”
213 | V e n g o e n b r e v e
impíos: siete ángeles traen en sus manos siete plagas con las cuales
la ira de Dios es consumada.
Pero antes de enfocarse en este evento, la cámara se vuelve atrás
por un instante para darnos una vislumbre de lo que hacen los
sellados mientras esperan el desenlace de los eventos finales:
nuevamente los vemos cantando. Esto no significa, por supuesto,
que se encuentran rebosando de felicidad. Su canto más bien es un
mensaje: expresa lo que ellos han aprendido mediante las
circunstancias que atraviesan. Han aprendido que el secreto de su
victoria no está en las fuerzas que poseen sino en el poder del Señor
de los ejércitos (compárese 2 Crón. 20:21, 22; Zac. 4:6).
Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: Gran-des y maravillosas son tus obras, Señor
Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de
los Santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu
nombre? Pues sólo tú eres Santo; por lo cual todas las naciones
vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado
(vers. 3, 4).
Ha terminado para los fieles la tarea de amonestar al mundo y pasar
a todos la invitación a entrar en el arca. En el momento
contemplado aquí, todos los casos ya están decididos. Como ya no
hay a quien amonestar, es muy diferente el mensaje que suena
ahora en los labios de los hijos de Dios. Ya no es un mensaje de
advertencia y exhortación. Es un cántico de alabanza que refleja
su experiencia.
Desde el principio del conflicto, el enemigo ha dicho que la ley de
Dios y su gracia son incompatibles, que Dios tendrá que dejar a un
lado la ley si quiere tratar con misericordia a los pecadores, o
viceversa. Por otra parte, insistía que era imposible para el hombre
cumplir con lo que Dios demandaba.
217 | V e n g o e n b r e v e
Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id
y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios (vers.
1).
Con estas palabras se introduce uno de los capítulos más
asombrosos de la Biblia: el que describe las siete postreras plagas.
¡Las plagas! … espantosas manifestaciones de la ira divina que
han captado la atención de intérpretes bíblicos y de la mente
popular durante siglos, y que cuentan entre sus misterios ese
terrible nombre: ¡Armagedón!
Y ¿cómo vamos a entender las plagas? ¿Serán eventos literales o
simbólicos? ¿En qué momento se derramarán? ¿Qué objetivos
deberán realizar en los propósitos de Dios? Buscaremos la
respuesta a éstas y otras preguntas en el análisis de este capítulo.
Las primeras cinco plagas
Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una
úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca
de la bestia, y que adoraban su imagen.
El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió
en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el
mar.
El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes
de las aguas, y se convirtieron en sangre.
Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el
que eres y que eras, el San-to, porque has juzgado estas cosas.
Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas,
también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen.
222 | V e n g o e n b r e v e
Similares pero no iguales. Existe una clara relación entre las dos
profecías. Sin embargo, no se refieren a la misma serie de eventos.
Bajo la segunda trompeta, la tercera parte de las aguas del mar se
convierte en sangre; bajo la tercera plaga, todas las aguas del mar
se convierten en sangre. Bajo la cuarta trompeta, se apaga la luz de
la tercera parte de las lumbreras celestiales; bajo la cuarta plaga,
225 | V e n g o e n b r e v e
Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del
peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la
plaga de granizo; porque su plaga fue sobremanera grande (vers.
17-21).
La caída de Babilonia es producida por “la Batalla del
Armagedón”. Todas las plagas anteriores constituyen el
preámbulo y la preparación para este evento. Uno de los propósitos
de las plagas es el de precipitar su desenlace.
El capítulo 17 es una explicación y ampliación de la caída de
Babilonia. En el comentario sobre ese capítulo volveremos a
recordar los detalles de la séptima plaga y comprenderemos más
acerca de su significado a la luz de los eventos allí revelados.
234 | V e n g o e n b r e v e
235 | V e n g o e n b r e v e
Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas,
y habló conmigo diciéndome: “Ven acá, y te mostraré la sentencia
contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores
de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación”
(vers. 1, 2).
Con estas palabras se establecen las bases para el tema que se va a
presentar a continuación. El tema del capítulo 17 es la “sentencia
contra la gran ramera”, y el nombre de la ramera es “Babilonia”
(vers. 5). En otras palabras, el tema de este capítulo es la caída de
Babilonia. Se trata, pues, de una explicación adicional de lo que
vimos en los últimos versículos del capítulo anterior.
Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre
una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete
cabezas y diez cuernos (vers. 3).
¿Siete cabezas y diez cuernos? Parece algo conocido, ¿verdad?
Recordamos en seguida que la misma configuración apareció por
primera vez en el capítulo 12. Ahí también encontramos siete
cabezas y diez cuernos, y sobre las siete cabezas había siete
coronas. Siendo que las cabezas representan la ciudad literal de
Roma (Apoc. 17:9), el hecho de que el dragón trae coronas en sus
cabezas significa que aquella visión se inició mostrándonos
eventos que iban a ocurrir cuando la Roma imperial gobernaba el
mundo.
La misma figura apareció de nuevo en el capítulo 13, pero con la
diferencia de que traía las coronas en los cuernos. Los cuernos
representan los fragmentos que resultaron cuando cayó el Imperio
Romano en los siglos V y VI (Dan. 7:24). De esta manera, pudimos
236 | V e n g o e n b r e v e
su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones,
y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del
furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su
muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE
SE-ÑORES (vers. 13-16).
Este pasaje presenta símbolos tomados de algunas profecías del
Antiguo Testamento que hablan acerca del gran día de la venganza
y de la ira de Jehová. Por ejemplo, Isaías 63:1-6 presenta a Cristo
con vestiduras manchadas de sangre porque ha pisado el lagar en
el que están echados sus enemigos (compárese con Apoc. 14:18-
20). La gran profecía mesiánica del Salmo 2 dice que Cristo regirá
a las naciones con vara de hierro, que las va a quebrantar y las va
a desmenuzar como vasija de alfarero (Sal. 2:9). Nabucodonosor,
rey de Babilonia, se hacía llamar “rey de reyes” (Dan. 2:37). Aquí
la profecía aclara quién es el que lleva el título con propiedad.
Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz,
diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: ¡Venid, y
congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes
y capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes,
y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes! (vers. 17,
18).
Ésta es la contraparte de la invitación a las bodas del Cordero. Aquí
el ángel no llama al pueblo de Dios sino a aves de rapiña. Los más
poderosos de la tierra pronto serán aniquilados ante la majestad y
el poder de Dios. “Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día
desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se
recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz
de la tierra” (Jer. 25.33)
Con este lenguaje simbólico el Señor nos aclara que no hay duda
acerca del resultado de la batalla de Armagedón. No es con temor
sino con seguridad como el cielo espera el resultado del
enfrentamiento.
260 | V e n g o e n b r e v e
fuego destruirá la tierra. Será tan intenso que las mismas piedras
arderán y serán derretidas (2 Ped. 3:10-12). Consumirá por
completo a los pecadores y sus obras de maldad. “No les dejará ni
raíz ni rama”; los convertirá en cenizas (Mal. 4:1, 3).
Se trata de un fuego literal con resultados reales y permanentes;
pero el “lago de fuego que arde con azufre” que se describe en el
versículo 20, como también en Apocalipsis 14:10, 11, es diferente.
Representa el castigo de los malos cuando sus seguidores
desengañados se vuelvan contra ellos para destruirlos.
“Aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y
devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego” (Apoc. 17:16).
Si el lago de fuego con azufre fuera literal, tendríamos que creer
que algunos seres humanos permanecerán mil años entre las
llamas, mientras que el mismo Satanás queda libre de sufrimiento,
pues dice la profecía que la bestia y el falso profeta son lanzados
al fuego al principio de los mil años, pero el diablo no será lanzado
sino hasta el final de este período.
La muerte de los sobrevivientes
Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del
que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes
de ellos (vers. 21).
Es especialmente notable que la espada con la que Cristo hiere a
sus enemigos en esta figura sale de su boca (compárese con Isa.
49:2; Apoc. 1:16 y 2:12,16). Como ya vimos, el apóstol Pablo nos
dice que “la espada del Espíritu” es “la Palabra de Dios” (Efe.
6:17). Por esta misma “Palabra”, esta energía divina, fueron
creados los cielos y la tierra (Sal. 33:6). Es ella el sustento y
fortaleza del cristiano (Jer. 15:16; Mat. 4:4). Pero, para los que
nunca la aceptaron, será la agencia de su destrucción en “el día del
juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Ped. 3:5-7).
262 | V e n g o e n b r e v e
La gran cadena
Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y
una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente
antigua, que es el diablo y Satanás y lo ató por mil años; y lo
arrojó al abismo y lo encerró, y puso su sello sobre él para que no
engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil
años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo
(vers. 1-3).
¿Cuál será el significado de estos nuevos símbolos? ¿Qué es la
“gran cadena” que ata a Satanás durante mil años?
Encontramos la respuesta en los últimos versículos del capítulo
anterior. Allí se aclara que muchos de los enemigos de Dios se
destruirán en la batalla de Armagedón. “Y los demás —dice la
profecía— fueron muertos con la espada que salía de la boca del
que montaba el caballo” (19:21). Pablo aclara esto explicando que
el Señor los “matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el
resplandor de su venida” (2 Tes. 2:8). Si muchos mueren en la
batalla y el resto en la segunda venida, quiere decir que no quedará
ninguno. Al inicio de los mil años, todos los impíos, sin excepción,
estarán muertos.
¿Y los buenos… los hijos de Dios? Cuando Jesús aparece en las
nubes del cielo (Mat. 25:31), los muertos en Cristo resucitarán.
Entonces, “los que vivimos, los que hayamos quedado [hasta la
segunda venida], seremos arrebatados juntamente con ellos [con
los resucitados] en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1
Tes. 4:14-17). En ese momento se cumplirá la promesa de Jesús
cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay. […]
Voy, pues, a preparar lugar para vosotros, y si me fuere y os
266 | V e n g o e n b r e v e
Y por esto la primera fase del juicio final debe llevarse a cabo antes
del segundo advenimiento.
Pero ¿por qué participarán los redimidos en la segunda fase del
juicio final, la que se realiza durante los mil años? Y ¿qué tienen
que hacer ellos en el proceso? La palabra de Dios revela que en el
momento de la segunda venida, cuando Cristo Jesús aparezca en
las nubes del cielo, y separe las “ovejas” de los “cabritos”, habrá
muchísimas sorpresas (Mat. 25:31-46). Es que tenemos muchas
veces un concepto equivocado acerca de quién es digno de recibir
la salvación (ver 1 Sam. 16:7; Rom. 14:10-12). Entre los que se
pierden se encontrarán muchos que fueron conocidos y queridos
de los redimidos. “¿Cómo será posible —dirán— que este hombre
que fue siempre tan bueno, amable y sincero no se encuentre aquí
con nosotros gozando de la salvación? No nos parece justo que se
pierda y tenga que sufrir el castigo del fuego eterno”. Para resolver
esta interrogante y disipar esta posible duda, el Señor ha
establecido esta segunda fase del juicio. Y por esto es necesario un
tiempo de demora entre la segunda venida de Cristo y la gran
consumación de todas las cosas, pues antes de la destrucción
definitiva de los impenitentes, el Señor quiere revelar también a
los redimidos la perfecta justicia de sus caminos.
Un registro sellado
Pero hay una parte de estos registros que va a permanecer
eternamente sellada; es la historia de los pecados cometidos por
los redimidos. Ningún ojo curioso verá jamás el relato de los
fracasos que han ocasionado pesar y amargo arrepentimiento en
los hijos de Dios. Por su infinita gracia y amor, “Dios nos dio vida
en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la
deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló
esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz” (Col. 2:13,
14, NVI; véase también Miq. 7:18, 19). Y de ahí, nadie la va a
desclavar jamás. ¡Alabado sea su santo nombre! ¡Amén y amén!
270 | V e n g o e n b r e v e
duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una
de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro
puro, trasparente como vidrio” (vers. 19-21).
Aun cuando se comparan los materiales de la ciudad con algunos
minerales comunes, es obvio que no todos ellos se conocen hoy
con estos mismos nombres. De hecho, no ha sido posible para los
estudiosos bíblicos establecer con seguridad la identidad exacta de
la mayoría de las piedras preciosas que componen los cimientos de
la ciudad. Pero lo importante que se destaca en estos versículos es
la hermosura de la ciudad.
No se trata de una hipérbole
Al leer esta descripción y la que sigue, en donde se dan detalles de
la belleza y el esplendor de la Nueva Jerusalén, debemos descartar
por completo la idea de que el lenguaje simbólico de estos pasajes
constituye una hipérbole, o sea, una exageración hecha para
efectos psicológicos. Al estudiar la primera parte del Apocalipsis,
descubrimos que en ningún caso los símbolos estaban exagerando
la realidad de lo que iba a acontecer. Muy por el contrario, el
lenguaje profético nos ofrece apenas un concepto parcial y
limitado de los eventos literales. Lo mismo sucede aquí. No existen
figuras ni palabras humanas capaces de transmitir un concepto
exacto de aquel mundo con sus bellezas. Lejos de constituir una
hipérbole, las descripciones en este pasaje constituyen apenas una
pobre y pálida sombra de lo que serán las glorias de la vida futura.
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de
hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1
Cor. 2:9).
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el
templo de ella, y el Cordero (vers. 22).
El versículo 3 dice que en aquel entonces, Dios establecerá su
tabernáculo —su presencia— entre los hombres (vers. 3); sin
283 | V e n g o e n b r e v e
No es mera información
Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro,
porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía;
y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese
todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la
Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al
árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad (vers.
10-14).
Estas palabras constituyen una continuación del “llamado” o
apelación del libro. No es simplemente con el propósito de
satisfacer nuestra curiosidad que la mano de Dios ha apartado por
un momento el velo y nos ha mostrado el futuro. La profecía
bíblica siempre trae un propósito moral. En esto se nota una
enorme diferencia entre las profecías de la Biblia y las imitaciones
satánicas dadas a través de adivinos y hechiceros. La profecía
bíblica nunca es mera información. Si Dios nos ha dado una
vislumbre del árbol de la vida, es para que lleguemos a apetecer
sus delicias. Si nos ha mostrado la Santa Ciudad, es para que nos
dediquemos a la tarea de lavar nuestras ropas y prepararnos para
entrar por sus puertas (Apoc 22:14). Si hemos contemplado en este
libro el horror de las plagas y el tambalear del planeta bajo los
efectos de la ira divina, es para que salgamos a tiempo de la
confusión que es Babilonia y no participemos más de sus pecados
ni recibamos de sus plagas (Apoc. 18:4).
Mayor luz significa mayor responsabilidad delante de Dios. “Si yo
no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado —
dijo Jesús—; mas ahora no tienen excusa por su pecado” (Juan
15:22, véase también el vers. 24; Eze. 3:17-21; Luc. 12:47,48;
Rom. 1:20; 4:15). El que tiene acceso a las maravillosas profecías
del Apocalipsis, adquiere una responsabilidad que es muy solemne
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REFERENCIAS
Anderson, Roy A. Unfolding the Revelation. Mountain View,
Calif., EE.UU.: Pacific Press Publishing Association, 1974.
The Revelation of John, vol. II., 2a. ed. Edinburgh: The Saint
Andrew Press, 1960.
The Open Gates of Heaven, 2a ed. Ann Arbor, Mich.: Ann Arbor
Publishers, 1972.
Were, Louis P. The Battle for the Kingship of the World. Berrien
Springs, Michigan, EE.UU.: First Impressions, [s.f.].
The Kings that Come from the Sun rising. Berrien Springs, Mich.:
First Impressions, 1983.