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Colegio: Don Bosco

Asignatura: Seminario

Nombre del trabajo: ¿Cuál es el porcentaje de deserción de los jóvenes de 16-18


años a causa del bajo rendimiento en las pruebas obtenidas dentro del portal de
matemáticas de la fundación UNO en la Universidad Don Bosco desde Marzo
hasta Octubre del 2018?

Nombre del profesor: Erick Sánchez

Nombre de los estudiantes:


-López Rodríguez Roberto Josué Nº de lista: 3

-Majano Murcia Raúl Antonio Nº de lista: 4

-Renderos Martínez Irvin Steven Nº de lista: 18

-Rodríguez Flores Marlon Alcides Nº de lista: 21

-Soriano Santamaría Brayan Alexander Nº de lista: 29

-Vázquez Murillo Jefferson Alejandro Nº de lista: 33

Grado: III Año

Sección: E

Fecha de entrega: Jueves 12 de Abril del 2018


Antecedentes.

Causas del bajo rendimiento académico.

Un estudiante no pierde el año en el último día. Sin discusión, esto siempre


sucede como consecuencia del bajo rendimiento que observó durante los diez
meses del año escolar (Por: redacción el tiempo 20 de noviembre 1995).

1. Desorganización en el hogar. El padre es un gran ausente en la vida escolar de


su hijo, no le hace seguimiento a su rendimiento académico y cuando recibe el
boletín de las malas notas, es cuando quiere hacer valer su condición de padre.
Esto no quiere decir que los padres les deban hacer las tareas, ni estar encima de
sus hijos todo el tiempo, pero si estar pendientes de cómo les va en la escuela
para tomar los correctivos necesarios a tiempo.

2. Falta de reconocimiento a los esfuerzos del estudiante. Muchas veces, los niños
y adolescentes hacen grandes esfuerzos por superarse, que no son tenidos en
cuenta. Es importante darle valor a su autoestima, y motivarlos. Es clave evitar el
desarrollo de ideas de que no vale la pena esforzarse en la vida.

3. Colocarles otras tareas en la hora de su estudio. El espacio que le dedica el


menor a hacer los trabajos académicos es utilizado en otros menesteres como
quehaceres domésticos por imposición de sus padres. Barre el portón, saca la
basura, ve a la tienda a comprar lo de la comida son frases que se escuchan a
menudo de labios de las madres cuando los niños están haciendo las tareas
escolares.

4. El perfeccionismo. A qué padre no le enorgullece tener un hijo modelo,


excelente alumno, digno de mostrar a sus amigos? Es lindo, pero eso crea una
competencia en el niño y un estrés por alcanzar el promedio exigido por los
adultos, incluyendo a los profesores, que también quieren un estudiante modelo.
Al final, el niño no soporta más y tira la toalla.
5. La negociación. Condicionar el estudio al premio y al castigo es un gran error
que cometen los padres. Si te va bien en el colegio te doy el Nintendo que quieres,
pero si repruebas no tienes regalos de Navidad es la negociación que hacen los
padres, pero que al final lleva al niño a una inercia mental, a realizar las cosas
mecánicamente por buscar sólo la recompensa. Esta inercia también se produce
porque los padres les hacen las tareas y el niño al final se siente incapaz.

El fracaso escolar es un término relativamente moderno cuya aparición fue


precedida de algunos hechos entre los que se pueden destacar la obligatoriedad
de la enseñanza, que dio lugar a la asistencia a las aulas de personas muy
diferentes (tanto en clase social y cultural como en características individuales o
familiares), así como la tecnificación y el interés político-económico que
progresivamente, ha ido alcanzando la educación de los ciudadanos (Seibold, J.
R., Madrid, 2003).

Lo cierto es que, independientemente del conjunto de factores que hayan


confluido para dar lugar a este fenómeno, en la actualidad el fracaso escolar ha
traspasado el ámbito meramente educativo para convertirse en un problema social
que preocupa a economistas, políticos y, cómo no, a ciudadanos y educadores.

Muchos han sido los estudios que se han realizado para conocer más el
fenómeno, concretar sus causas e implementar intervenciones eficientes, pero a la
luz de los resultados, no han surtido mucho efecto. Llegados a este punto cabría
preguntarse ¿qué está provocando verdaderamente el fracaso escolar?, ¿se está
estudiando como debiera?, ¿se están tomando medidas para su solución
exclusivamente teniendo en cuanta las investigaciones realizadas? (Sanchez
Ramon, Madrid, 2003).

Factores que determinan el rendimiento escolar.

El rendimiento académico hace alusión a la evaluación del conocimiento adquirido


en el ámbito educativo en cualquiera de sus niveles. En otras palabras es una
medida de las capacidades del estudiante, también supone la capacidad de este
para responder a los estímulos educativos. En este sentido el rendimiento
académico está vinculado a la aptitud. Sin embargo, caben destacar que el bajo
rendimiento académico puede estar asociado a la subjetividad, metodología y
forma de evaluación empleadas por los docentes en su que hacer pedagógico
(Rodríguez, S., Fita, S., Torrado San Pedro Sula, Junio 2013).

Los estudios del rendimiento académico en la educación básica parecen ser en


coyuntura mundial actual aun más valiosos, debido al dinamismo que experimenta
este para la formación media y universitaria en vías de estar en consonancia con
el marco de una sociedad caracterizada por el avance del conocimiento.

El rendimiento académico por ser multicausal, envuelve una enorme capacidad


explicativa de los distintos factores y espacios temporales que intervienen en el
proceso de aprendizaje. Existen diferentes aspectos que se asocian al rendimiento
académico, entre los que intervienen componentes tanto internos como externos
al individuo. Pueden ser de orden social, cognitivo y emocional, que se clasifican
en tres categorías: determinantes personales, determinantes sociales y
determinantes institucionales, que presentan subcategorías o indicadores.

Para que los estudios del rendimiento académico sean útiles es importante
identificar el tipo de influencia asociados al éxito o al fracaso del estudiante, es
decir, de los niveles de influencia entre las variables por considerar para
determinar factores causales y mediaciones que determinan las relaciones entre
las distintas categorías de variables personales, sociales e institucionales.

Comprender el fenómeno de la deserción, implica considerar que en la realidad, el


proceso de abandono de los estudios es el resultado de la interacción de múltiples
factores y cuya complejidad puede resumirse en la existencia de causas de
“expulsión” del sistema -inadecuación de la oferta educativa-, y de “atracción” de
otros campos sociales o del ámbito laboral (De Witte & Van Klaveren, 2012;
Santamaría & Bustos, 2013; Eicher et al. 2014). Para organizar el tema, podrían
agruparse los factores causantes de la deserción en dos grandes marcos
explicativos:

1) El que enfatiza en los agentes extraescolares que incluye la situación


socioeconómica, las condiciones laborales, y por ende las horas de dedicación al
estudio, además del contexto familiar.

2) Y, por otro lado, los factores escolares que abarcan los problemas
motivacionales, personales y psico-afectivos, sentimientos de frustración,
desorientación vocacional, baja autoestima y la adaptación al medio; problemas de
desempeño académico, como el bajo rendimiento, la mala conducta y problemas
asociados a la edad, entre otros (Archambault, Janosz, Fallu, & Pagani, 2009;
Santamaría & Bustos, 2013; Eicher et al. 2014) o bien vinculado con la idoneidad,
autoritarismo y metodología docente.
También es necesario considerar los aspectos que hacen al entorno externo del
individuo, como la estabilidad política del país y de la institución educativa (Rinne
& Järvinen, 2011; Cratty, 2012).

Así como las actividades académicas, la carencia presupuestaria, lo arcaico del


sistema de registro de coordinación, la superpoblación de las aulas, la carencia de
métodos modernos o de espacios adecuados para la enseñanza (Bask & Aro,
2013 y Baquerizo et al. 2014).

Así como los que se derivan del propio sistema: la rigidez de los programas de
estudios, su desvinculación y desarticulación con la realidad social y el mercado
de trabajo, siendo todos estos elementos, parte de la misma problemática
(Korhonen et al. 2014).

En este sentido, la propia estructura escolar, los actores que forman parte de ella y
el tipo de relaciones que se generan, serían los responsables directos de los
elementos expulsores (Hanafi, Chaaban & Seyfert, 2012; De Witte et al. 2013).

La deserción, por tanto, involucra factores económicos, culturales, sociales o


circunstanciales, que hacen que adolescentes y jóvenes no continúen sus
estudios, y en estos últimos tiempos, se ha constituido en un fenómeno colectivo o
incluso masivo asociado, ineludiblemente, con la deficiencia del sistema para
mantener el interés y la adherencia de los jóvenes (Fall & Roberts, 2012; De Witte
& Rogge, 2013; Cerpa, González & Cantillo, 2014).

Desde el punto de vista metodológico, la medición de la deserción ostenta varios


inconvenientes, primero, no puede establecerse de una manera absoluta, pues un
estudiante puede abandonar en un determinado curso lectivo y reincorporarse
después (Fall & Roberts, 2012).

El sistema educativo puede detectar más fácilmente a los primeros calculando el


porcentaje de deserción como la razón entre matrícula a inicio y al finalizar el año
(Tejada, Villabona & Ruiz (2013) y Eicher et al. 2014).

Pero el sistema educativo muchas veces no cuenta con los mecanismos


apropiados, o en su defecto, efectivos, como ocurre en primaria-, para hacer un
seguimiento de aquellos estudiantes que abandonan sus estudios, tomar sus
voces, indagar en sus dificultades, ofrecerles apoyo profesional o material para
reinsertarlos en el sistema (Sepúlveda & Opazo, 2009; De Witte et al. 2013).

Por su parte la repitencia entendida como la acción de cursar reiterativamente una


actividad académica, sea por mal rendimiento del estudiante o por causas ajenas
al ámbito académico, se hace evidencia en la mayoría de los casos en el atraso o
rezago académico (Markussen, Frøseth & Sandberg, 2011).
Diversas investigaciones afirman que la repitencia es un indicador deficiencia de
los sistemas educativos, especialmente universitarios, ya que se ven doblegados
los esfuerzos de los gobiernos en cuanto a las inversiones por estudiante en cada
periodo lectivo, así como también las consecuencias que trae a nivel personal y
socioeconómico para quienes caen en este fenómeno (González, 2005).

Los repitentes en los primeros niveles educativos ocupan lugares que podrían
estar disponibles para los demás estudiantes que requieren un cupo y que
deberían matricularse, generándose así un aprovechamiento inadecuado de los
espacios (Garbanzo-Vargas, 2007; Cerpa et al. 2014).

Otros autores afirman que la repitencia en la educación superior, disminuye la


autoestima, de los alumnos y por tanto afectan todo el entorno que rodea al
individuo, ya que el alumno que repite en el centro educativo, comienza a
percibirse interiormente como incapaz de afrontar con éxito la enseñanza y el
proceso de aprendizaje y desarrollo académico (Tejada et al. 2013; Acevedo,
Torres & Tirado, 2015c).

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