Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú que eres el Aliento del Amor del Padre y del Hijo, al
ver la ruina en la que había caído el hombre a causa de la Serpiente Antigua, llevaste al Padre a
pedirle al Hijo que se encarnase en las entrañas purísimas de María, para que el hombre no
pereciese en la condenación eterna. ¡Oh Santo Espíritu, Amor Santo del Padre, que eres el
origen de la Encarnación del Verbo y de nuestra salvación, enciende nuestros corazones en el
Fuego santo de tu Amor!
Canto:
Espíritu Santo, Amor Santo y Puro del Hijo, que el Hijo espira al Padre en la eternidad; Tú eres
el Amor Santísimo con el que el Hijo respondió al Padre a su pedido de encarnarse para
nuestra salvación; haz que también nosotros, movidos por Ti y solo Ti, Amor Divino y Santo,
obremos en la Iglesia, y que llevados por el Amor a Dios Uno y Trino, no sea más que el Amor
y sólo el Amor, el Santo Espíritu de Dios, el que guíe todas nuestras obras en la Santa Iglesia de
Dios. Amén.
Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, fuiste Tú, Amor de Dios, el que llevó al Hijo, del seno
eterno del Padre, al seno de la Virgen, para que se encarnara en el tiempo para nuestra
salvación, y fuiste Tú el que, en el Amor, lo subió a la cruz, para ofrendara su Cuerpo y
derramara su Sangre para expiar nuestros pecados; y sigues siendo Tú, oh Santo Espíritu de
Amor, el que en cada Santa Misa, prolongas la Encarnación en cada Eucaristía y renuevas de
modo incruento el Santo Sacrificio de la cruz, para que nos alimentemos con el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesús. Y también eres Tú, Amor de Dios, el que
nos conduces a nosotros, hasta el pie de la cruz, el Nuevo Monte Calvario, la Santa Misa, para
que arrodillados ante Jesús que nos ofrenda su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en
el Cáliz, bebamos del Amor que mana incontenible de su Sagrado Corazón traspasado. Amén.
Canto:
Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, fuiste Tú, Amor de Dios, el que llevó al Hijo, del seno
eterno del Padre, al seno de la Virgen, para que se encarnara en el tiempo para nuestra
salvación, y fuiste Tú el que, en el Amor, lo subió a la cruz, para ofrendara su Cuerpo y
derramara su Sangre para expiar nuestros pecados; y sigues siendo Tú, oh Santo Espíritu de
Amor, el que en cada Santa Misa, prolongas la Encarnación en cada Eucaristía y renuevas de
modo incruento el Santo Sacrificio de la cruz, para que nos alimentemos con el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesús. Y también eres Tú, Amor de Dios, el que
nos conduces a nosotros, hasta el pie de la cruz, el Nuevo Monte Calvario, la Santa Misa, para
que arrodillados ante Jesús que nos ofrenda su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en
el Cáliz, bebamos del Amor que mana incontenible de su Sagrado Corazón traspasado. Amén.
Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú inhabitas en el Inmaculado Corazón de María, desde
el instante mismo de su Purísima Concepción; haz que la Virgen nos lleve entre sus manos y
nos estreche contra su Corazón Inmaculado, para que nos abrace con el fuego de amor que en
él inhabita, para encendidos con este mismo Amor, que eres Tú mismo, te amemos a Ti, al
Padre y al Hijo, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Canto:
Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los
siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a
gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones
que Tú exiges para adquirirla!
¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por
ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan
oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia!
¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de
todos los hombres.
Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias
Te han de conocer, servir y amar.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu
amor!
¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero
se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los
que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca
Te han conocido!
Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que
Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?”
¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman!
¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no
eres conocido!
Canto: