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"EL PODER COMO COMPETENCIA PERFORMATIVA DEL DISCURSO"

I.- DE WITTGESTEIN A FOUCAULT

CON UNA BREVE ESCALA EN AUSTIN Y DELEUZE

Toda acción cognitiva está inscrita en determinadas prácticas discursivas de las que
dependen su lógica interna, su específico recorte de la realidad, su sentido
La tesis que vengo de enunciar quiere ir hasta sus últimas consecuencias. Me interesa
enfatizar sin ambigüedades que todas las prácticas sociales están intervenidas por una
discursividad que no es inocente.
Los impulsos cognitivos no son emanaciones "naturales" que puedan desembarazarse de
los sistemas de representación imperantes por un simple automatismo del espíritu ("una
regla, en la medida que nos interesa, no actúa a distancia") 1
Las prácticas discursivas (sus condiciones de producción) constituyen un lugar
privilegiado para la comprensión de los procesos de REPRODUCCION de las
relaciones de dominación.
Los criterios de "verdad" con los que operan las distintas epistemologías en juego son
gobernados por una discursividad que se integra a los registros cognitivos como
"enunciación performativa" 2. En este sentido las prácticas discursivas desbordan las
prescripciones gnoseológicas de "verdad" y "falsedad".
Las teorías del conocimiento tradicionales son extremadamente ingenuas en relación
con el papel de los mecanismos de poder al interior de los sistemas de representación. El
maniqueísmo de una super-contradicción
entre dos grandes filosofías de la ciencia (burguesa-proletaria, marxista positivista, etc.),
oculta los verdaderos lugares donde se constituyen las relaciones de dominación, "Las
grandes rupturas, las grandes oposiciones, son siempre negociables; pero no así las
pequeñas heridas, las rupturas imperceptibles..." 3.

(1) L. Wittgenstein: Los cuadernos azul y marrón, p. 41.


(2) J.L. Austin: Quand dire, C'est faire, pp 37-164.
(3) Gille Deleuze / Claire Parnet: Dialogues, p.159.

El poder (los poderes) habita preferentemente en las prácticas discursivas: como capital
lingüístico, como contexto cultural, como contenido de cada discurso según su
especificidad, como recorte de la realidad, como componente constitutivo de los
intereses ideológicos, en fin, como singular registro de la experiencia sensorial y
estética. Los actores sociales (sujetos o no) se distribuyen en los espacios societales (la
escuela, la cárcel, el hospital, la familia, el manicomio, la fábrica) según competencias
performativas que están ya en estado práctico en la discursividad de sus conductas.
Ese contexto de enunciación (las condiciones de producción de los discursos) es el
horizonte que delimita el despliegue de las prácticas cognitivas. El conocimiento es
siempre un resultado de compromiso entre ciertas destrezas cognocitivas, una
determinada organización de los saberes, una específica mecánica del poder. "Lo
verdadero" y "lo falso" son -más allá de la candidez de los criterios de la ciencia-
relaciones de fuerza, no sólo entre actores sociales, sino en el seno de las
representaciones que constituyen a los actores como sujetos 4.

II. EL PODER: LAS COSAS Y SUS REPRESENTACIONES

La organización social de los saberes opera con la misma racionalidad dominante que
gobierna la organización social de la producción material; por ello, la clave de una
epistemología radical es develar los nexos internos entre prácticas materiales y prácticas
discursivas.
El complejo asunto de la correlación entre realidad y criterios de realidad, entre hechos
y representaciones, esconde muchas veces un problema mayor: la constitución de una
cierta gramática del mundo (una "hermenéutica de si mismo" para Foucault) 5 a través
de las prácticas discursivas. Es decir: la reintroducción del mundo exterior de un modo
tal que "lo objetivo" y "lo subjetivo" quedan desplazados. Esta problemática es de
extrema importancia para fundar una concepción del PODER que se desembarace de la
vieja idea de una entidad externa cristalizada en las instituciones del Estado. El maestro
Wittgenstein lo expresaba de una manera muy convincente:

"...estamos buscando el uso de un signo pero lo buscamos como si fuese un objeto que
coexiste con el signo" (ob. cit p. 29).

(4) "Esta oposición entre lógica formal simple y lógica trascendental atraviesa toda la teoría del sentido", Gilles Deleuze:
Logique du sen, p.117.
(5) M. Foucault: L'usage des plaisirs, p.12.

"nos hallamos frente a una de las grandes fuentes de confusión filosófica: un sustantivo
nos hace buscar una cosa que le corresponda" (ldem: p. 27).
En el fondo lo que está en discusión son las implicaciones de una determinada teoría del
sentido en cuyo seno el problema del PODER queda completamente replanteado. ¿Cuál
lógica del sentido?
Es preciso de construir las formaciones discursivas para acceder a los componentes de
racionalidad que articulan diversos planos en los sistemas de representación. Ello
evidenciará los contenidos subyacentes que dotan de justificación a las conductas de
actores o grupos. Este substrato de racionalidad conecta a cada individuo con sus
arquetipos de "bien", con la direccionalidad de sus prácticas, con la continuidad
(reproducción) de los tejidos sociales sustantivos.
El sentido que se produce, circula y consume en los espacios sociedades caracterizados
(familia, escuela, hospital, cárcel, fábrica, etc.) está portado ya en las representaciones
mismas. El poder no está "fuera" de esta dialéctica que es más bien inmanente a todo
proceso de constitución de sujetos colectivos. ("...la fuerza no tiene otro objeto ni sujeto
que la fuerza" 6.
El PODER (los poderes) se expresa como lógica constitutiva de sujetos hablados. Los
"efectos per-locucionarios" (Austin) no son una exterioridad electiva entre actores
"libres", exonerados de los tejidos de dominación inherentes a las prácticas discursivas
en este tipo de sociedades. En la totalidad social no circula "la lengua" sino discursos
que son portados por actores sociales dominados, o peor aún: que portan a los
individuos hasta constituirlos como sujetos hablados. ("Es efectivamente en los
discursos que poder y saber vienen a articularsé' 7.

III.- EL PODER Y SUS SOMBRAS

La verdad es una convención racional que funda su pertinencia en el marco de los


procesos de enunciación, en el seno de prácticas discursivas particulares. Por ello una
epistemología dialéctica tiene como primera tarea desnudar los procesos subterráneos
donde las representaciones se reproducen sin ningún obstáculo.
M. Foucault se sentía relativamente "fuera" de los contreñimientos epistemológicos
tradicionales porque había postulado con toda energía sus propios puntos de partida.
Para el análisis de la sexualidad (así como en cualquier plano de las relaciones sociales)
insistía de manera explícita en los requisitos de Método de su posición: analizar la
mecánica interna de la experiencia, a través de: 1) Formación de los saberes; 2) los
sistemas de poder; 3) La subjetividad de los sujetos en cada espacio societal. De ese
modo M. Foucault creía haber ganado la batalla a viejos obstáculos epistemológicos.

(6) Gille Deleuze: Foucault p. 77.


(7) M. Focault: La volunté de savoir, p.133.

"...el análisis de las prácticas discursivas permite trabajar la formación de los saberes
escapando al dilema de la ciencia y la ideología; el análisis de las relaciones de poder y
sus tecnologías permite concebirlas como estrategias abiertas escapando a la alternativa
de un poder concebido como dominación o denunciado como simulacro" 8
Esta estrategia epistemológica suscita inmediatamente un cierto número de sospechas
profusamente discutidas en artículos, libros, seminarios, etc., sobre manera, en conexión
con el debate de la posmodernidad.

1. ¿Un poder sin lugar? 9

En la vieja tradición de la ciencia política, y más específicamente, en la herencia del


marxismo-stalinismo, el poder es visualizado como un "objeto" encarnado más que
metafóricamente en el Palacio de Gobierno. Frente a esa tradición intelectual, el
enfoque propuesto por Foucault produce algunos espasmos mentales.
"Por poder me parece que es necesario entender... la multiplicidad de relaciones de
fuerza que son inmanentes al dominio donde ellas se ejercen y que son constitutivas de
su organización.. " 10
Pero la gente pregunta con angustia: dónde está el poder?" "Dónde lo ubica usted?" M.
Foucault respondería imperturbable: "el poder es omnipresente, no porque tiene el
privilegio de agruparlo todo bajo su invisible unidad, sino porque él se produce a cada
instante, en todo punto, o mejor aún: en toda relación de un punto a otro. El poder está
en todas partes; no es que él englobe todo, sino que viene de todos lados" 11.
Malas noticias para la izquierda de aparato tan acostumbrada a hablar del poder como
una "cosa" distante a la que se refiere con la fórmula mágica de la "toma del poder". A
este respecto M. Foucault no deja lugar para la más mínima duda.
2. ¿Un poder sin sujeto?

El estreñimiento teórico de la vieja izquierda-se vuelve una tortura con esta repentina y
trágica muerte del "sujeto revolucionario". Los fanáticos que han sobrevivido a tantos
derribamientos insisten con imperturbable terquedad: "¿pero quién tiene el poder?"
El amigo M. Foucault responde con lapidaria tranquilidad:
(8) L'usage des plaisirs, pp. 10-11.
(9) "Cuando tanto se habla del poder es que ya no existe en ningún sitio" Jean Baudrillar: Olvidar a Foucault, p. SS.
(10) La volunté de savoir, pp. 121-122.
(11) Le volunté de savoir, p.122.

"...el poder no es una cosa que se adquiere, se arranca o se comparte; no es una cosa que
se guarda o se deja escapar..." 12
En la medida en que se ha desplazado la idea de PODER de su otrora residencia
"externa", su existencia atópica (sin lugar) es sólo aparente, pues lo que está en juego
son los lugares (estrategias de poder) donde se cruzan incesantemente las más
contradictorias relaciones l3.

3. ¿Un podér indiferenciado?

Los amigos de las grandes clasificaciones, los más diversos causalismos (incluida toda
una tradición marxista ortodoxa), se sienten profundamente conmovidos por esta
presunta horizontalización del PODER donde el Palacio de Gobierno, "el poder
revolucionario" y tantas otras metáforas parecen pulverizadas.
M. Foucault, en efecto, pone en cuestión la propia noción de "sociedad" que disimula
los espacios constitutivos de las relaciones de dominación. (espacio escolar, espacio
religioso, etc.). A partir de su visión del PODER de lo que se trata es de desmontar la
mecánica constitutiva de cada espacio societal donde los sujetos son determinados. Si
alguien abriga todavía alguna duda, M. Foucault vuelve con la misma impávida
brutalidad:

"La prisión: un cuartel un tanto estricto, una escuela sin indulgencia, un taller sombrío;
pero, en el limite, nada cualitativamente distinto" 14

4. ¿Un poder sin oposición?

El debate en este punto suele deslizarse entre sutilezas y malentendidos. Por un lado,
encontramos la reiterada recusación de una idea del poder tan expandida que no dejaría
salidas. De otro lado, es frecuente escuchar como crítica una visión del poder
excesivamente ingenua que colocaría simétricamente en frente la "dualidad de poderes".
Es importante despejar todo equívoco sobre una idea cerrada del poder en la obra de M.
Foucault.
"...allí donde hay poder hay resistencia..." 15
No hay por ningún lado en el pensamiento de Foucault (y mucho menos en su posición
personal frente a los poderes virtuales) una visión resignada, holística, impenetrable. Me
parece que el desplazamiento teórico operado en el enfoque del poder como relaciones
de fuerza ("posibles, necesarias, improbables, espontáneas, salvajes, violentas,
irreconciliables") 16 suprime toda connotación del PODER como inevitable automa-
tismo de la "naturaleza humana".

(12) Le volunté de savoir, p.123.


(13) "Lo diferente no es lo diverso".Guilles Deleuze: Difference et répétition, p. 286. (14) Vigilar y castigar, p. 235.
(15) Le volunté de savoir p.125.
(16) M. Foucault La volunté de savoir, p.126

"...es a condición de ocultar una parte importante de si mismo que el poder es tolerable"
17
.
El trabajo intelectual en el estilo de M. Foucault, en la tónica vital que lo anima, en el
contenido epistemológico de sus líneas de fuerza, constituye un espacio teórico
autónomo de una enorme riqueza cognitiva, de una extraordinaria potencia
contestataria. Como siempre, su texto puede ser leído, es decir, puesto a danzar en los
juegos de lenguaje. Inútil toda pretensión de "mayor fidelidad", "interpretación
correcta" o cualquier forma de apologética. Nada más extraño a la sensibilidad y estilo
personal del autor. Detrás del implacable rigor intelectual de su investigación estaba un
hombre atormentado por las pequeñas miserias de la existencia. No es para nada casual
que en su último libro (si es que sus familiares se siguen negando a entregar los
manuscritos de su verdadero último libro: Les Aueux de la Chair) concluye con una
manifiesta nostalgia por el "arte de la existencia" y la "ética de los placeres" de la época
clásica (ver: Le souci de so¡, pp. 272, 273). Su biógrafo más esmerado reconoce esta
tónica cuando afirma: "el problema que se convirtió en el suyo mismo es la estilización
de la existencia, la ética de la vida" 18.
En la perspectiva en la que se sitúa mi propio punto de vista puedo afirmar sin
miramientos que en M. Foucault hay una de las más fecundas empresas teóricas para
fundar una epistemología radical. Creo que en muchos puntos un tal proyecto supondría
cuestionar planteamientos centrales en el pensamiento de Foucault. En otros planos
habría que radicalizar formulaciones epistemológicas más bien timoratas (pienso ahora
en todo lo concerniente al discurso científico, por ejemplo). Pero todo ello no estaría
sino confirmando lo que el mismo Foucault esperaría de sus compañeros de trabajo. Por
ello, hacia adelante, uno podría responder con optimismo moderado a la pregunta de
base: ¿Una nueva epistemología? sí, a condición de producirla.
(17) Idem. p.113
(18) Didier Eribon: Michel Foucault, p. 355.

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