PROYECTO
Termómetros, temperatura y calor
PERIODO DE TIEMPO
Marzo - Abril 2018
Alcance:
Objetivos:
El propósito de la secuencia es que los alumnos conozcan que los termómetros sirven para medir
temperaturas, aprendan a manipular y a leer correctamente el termómetro de laboratorio y adquieran
conocimientos acerca de otros tipos de termómetros y su funcionamiento.
Puesto que lo que los alumnos saben sobre los termómetros está más ligado al termómetro
clínico, que les es más familiar, una primera tarea consiste en comprender las diferencias entre ambos
tipos de termómetros. Las diferencias más importantes sobre las que nos interesa trabajar son las que
se vinculan con las escalas y con la manipulación de cada uno de ellos. De acuerdo con el propósito de la
secuencia, es necesario ofrecer a los alumnos múltiples oportunidades para que se familiaricen con los
termómetros. Por ello, diseñamos una serie de actividades que les permitirán utilizarlos en distintas
situaciones e interiorizarse acerca de sus diferencias. En una segunda instancia se propone un
acercamiento a la comprensión de equilibrio térmico.
Finalmente, en la salida a la fábrica de plástico Colombraro se observarán termómetros
industriales y cómo se utiliza el cambio de temperatura para la producción en la industria plástica.
También se aprovechará para el trabajo transversal con Ciencias Sociales para establecer relaciones
causales entre la concentración de actividades que conforman el rubro servicios y la movilidad de
diferentes grupos sociales en, hacia y desde las ciudades (por ejemplo, en una ciudad pequeña o
mediana, en una gran ciudad). Reconocimiento de su importancia para caracterizar las ciudades de la
actividad primaria, secundaria y terciaria de la Argentina.
Ideas básicas
Eran los primeros días de diciembre. Laura entró corriendo a la casa de su amiga Rocío
gritando: ¡Abrieron la pileta del club!¡Vamos! Las chicas pusieron malla, toalla y ojotas en un
bolso y salieron. Laura se metió al agua enseguida y nadó tres piletas, entonces se dio cuenta
de que Rocío no se había metido todavía. ¡Dale Ro, metete! ¡Está calentita! Rocío se acercó
al borde y metió la punta de su pie. ¡No!, gritó, ¡Está re fría!
Los alumnos ubicados en pequeños grupos comentarán qué está ocurriendo en la situación. Para ello se
les podrá preguntar:
a- ¿Cuál de las dos chicas tiene razón: la que está en el agua o la que está afuera? ¿Por qué les parece
que las nenas tienen diferentes opiniones acerca del estado del agua?
b- ¿A qué se debe la diferencia de opiniones?
c- ¿Cómo podemos saber si el agua está fría o caliente?
El docente guiará la puesta en común de las respuestas mencionando diferentes situaciones en las que
se mide la temperatura.
–Tres recipientes con agua a diferentes temperaturas (agua de la canilla, agua con hielo, agua a más de
40ºC);
–Termómetros de laboratorio.
Se propondrá a cada grupo que mida la temperatura del agua de cada uno de los recipientes y que
registren los valores obtenidos. Luego realizarán una puesta en común en la que se discutirán los
distintos resultados.
Para guiar el análisis el docente podrá pasar por los diferentes grupos para orientar la exploración
mediante preguntas, por ejemplo:
¿Cómo saben a qué temperatura estaba el agua?
¿Dónde estaba ubicado el bulbo?
¿Cómo se dieron cuenta de que el agua de uno de los recipientes está a mayor temperatura que
la del otro?
¿Qué pasó cuando sacaron el termómetro del agua? ¿Quedó igual o se modificó la temperatura
que indicaba?
Estas primeras anticipaciones pueden ser anotadas en el cuaderno bajo el nombre de nuestras ideas. En
cada caso registrarán los resultados. Para ello, el docente podrá facilitarles un cuadro como el que sigue:
Una vez que han realizado la experiencia, compararán los datos obtenidos con sus propias
anticipaciones. A partir de esto, y retomando los resultados de las experiencias con el termómetro de
laboratorio, el docente explicará a qué se deben las diferencias entre unos y otros, y las razones por las
cuales los resultados no concordaron con lo esperado.
El grado de calor o frío del ambiente y del cuerpo humano fueron motivo de atención desde la
antigüedad y motivaron más tarde la construcción de los termómetros. Hoy estamos habituados a
manejar temperaturas y, por ejemplo, sabemos que el pollo hay que asarlo con el horno a unos 180 ºC,
que al bañar al niño el agua debe estar a 36 ºC, que a la computadora le gusta estar entre 10 y 35 ºC,
que tal o cual bebida debe servirse a 14 ºC, o que para ahorrar energía no debemos poner la
calefacción en invierno a más de 21 ºC ni en el verano el aire acondicionado a menos de 24 ºC. En casa
hay unos cuantos termómetros además del clínico.
A finales del siglo XVI Galileo construyó un instrumento sensible a la variación de temperatura. Se
trataba de un tubo de vidrio terminado en un bulbo grande; tras calentarlo, sumergía el tubo por su
extremo abierto en agua, de modo que, al enfriarse, el nivel de aquella subía un poco. Así, la columna
de agua variaba de longitud cuando el aire del interior del bulbo se calentaba o enfriaba. Ese primitivo
termoscopio -no llevaba escala alguna, por lo que no era un termómetro propiamente dicho- presentaba
el problema de que la altura del líquido dependía también de la presión atmosférica. En 1611, el médico
veneciano Santorre Santorio puso una escala a aquel instrumento, que marcaba la altura del líquido al
colocar el bulbo en agua con hielo y después en la llama de una vela, y dividió el intervalo en partes
iguales. Ese sería el primer termómetro, aunque la palabra no sería utilizada hasta 1624, cuando lo hizo
el jesuita Jean Leurechon en su tratado Du thermomètre, ou instrument pour mesurer les degrez de
chaleurou de froidure, quisont en l`air.
Los primeros termómetros basados en la dilatación de líquidos nacieron a mediados del siglo XVII.
El gran Duque de Toscana, Fernando II de Medici, ideó por entonces uno consistente en un tubo con el
extremo superior cerrado y el inferior terminado en un bulbo lleno de aguardiente coloreado. Ese líquido
era más sensible que el agua a la dilatación, y tenía la ventaja de no congelarse tan fácilmente. Si el
tubo era largo se enrollaba en forma de hélice, lo que confirió su aspecto característico a los llamados
termómetros florentinos.
Por entonces, los físicos ya eran conscientes de la constancia de temperatura durante los cambios de
estado del agua, algo que de hecho acabaría convirtiéndose en la base para establecer escalas de
temperatura comunes a todos los termómetros. Igualmente, se sabía que la temperatura del cuerpo
humano se alteraba en las enfermedades. Ello animó a Newton a proponer en 1701 una escala donde
el cero sería la congelación del agua y el 12 la temperatura del cuerpo de "un inglés sano".
En 1714, el físico Gabriel Fahrenheit reemplazó las mezclas alcohólicas del termómetro florentino por
mercurio, lo que le permitía medir temperaturas superiores, y propuso reflejar con el cero la más baja
que pudo conseguir en una mezcla de hielo, agua y sal. Así mismo, puso el grado 96 como referencia
del calor del cuerpo humano, ya que era la temperatura que reflejaba cuando se colocaba en la boca o
bajo el brazo. En esta escala, la temperatura de congelación del agua es 32 y la de ebullición 212. Por
su parte, en 1742, Anders Celsius propuso el cero para la ebullición del agua y 100 para la congelación.
El año siguiente Jean-Pierre Christin señaló la conveniencia de invertir esos puntos. La escala
resultante, que se llamó centígrada tras la Revolución Francesa, es conocida como Celsius desde 1948
y es la más habitualmente usada por nosotros.
Elena Sanz, http://www.muyinteresante.es/historico/articulo/el-termometro
Para promover un propósito lector antes de abordar el texto, se podrá iniciar un intercambio que
permita retomar conversaciones que pudieron establecerse entre los alumnos mientras observaban,
dibujaban o investigaban durante las actividades anteriores.
Tiempo (seg) 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90
Luego, se podrán volcar los resultados de la experiencia en un gráfico cartesiano usando un color
distinto para el agua de cada recipiente.
El procedimiento a seguir en la experiencia será el siguiente:
• Coloquen agua bien caliente en el vaso, midan la temperatura y anótenla en la tabla (tiempo 0).
• Pongan agua fría en el recipiente grande, midan la temperatura y anótenla (tiempo 0).
• Coloquen el vaso dentro del recipiente (deben tener cuidado de que no se mezcle el agua de ambos) y
comiencen a cronometrar, midiendo ambas temperaturas cada 10 segundos; al mismo tiempo, vayan
completando la tabla. Cuando, luego de tres mediciones, obtengan el mismo resultado, dejen de medir.
• Realicen el gráfico correspondiente a esta experiencia y analícenlo.
Las siguientes preguntas pueden servir para orientar la discusión de los resultados de la experiencia:
¿En qué se parece la experiencia a la situación que tiene a Santiago como protagonista?
¿Qué sucedió con las temperaturas en ambos recipientes al pasar el tiempo?
¿Ocurrió lo que esperaban?
¿Qué habría pasado si hubieran puesto agua fría en el vaso y agua caliente en el recipiente
exterior?
Hagan un gráfico mostrando cómo se verían las curvas en este caso.
Una vez realizada la indagación, cada grupo compartirá los resultados y los organizará de manera de
poder comunicarlos en la cartelera escolar. Se pueden realizar exposiciones orales que incluyan dibujos,
esquemas o el instrumento concreto.
Esta actividad tiene un carácter netamente informativo. No se espera que los alumnos tengan
posibilidades de manipular estos termómetros ni que se interioricen en su funcionamiento. Interesa que
sepan que existen otros termómetros además de los que ya conocen, que algunos se usan para medir
otros rangos de temperatura y que no todos funcionan de la misma manera.
Bibliografía:
El termómetro
Antiguamente, temperatura era sinónimo de temperamento. Desde el siglo XVI, un instrumento de
medida puso ciencia en los conceptos caliente y frío, donde durante siglos apenas hubo poco más que
elucubraciones.
El grado de calor o frío del ambiente y del cuerpo humano fueron motivo de atención desde la
antigüedad y motivaron más tarde la construcción de los termómetros. Hoy estamos habituados a
manejar temperaturas y, por ejemplo, sabemos que el pollo hay que asarlo con el horno a unos 180 ºC,
que al bañar al niño el agua debe estar a 36 ºC, que a la computadora le gusta estar entre 10 y 35 ºC,
que tal o cual bebida debe servirse a 14 ºC, o que para ahorrar energía no debemos poner la
calefacción en invierno a más de 21 ºC ni en el verano el aire acondicionado a menos de 24 ºC. En casa
hay unos cuantos termómetros además del clínico.
A finales del siglo XVI Galileo construyó un instrumento sensible a la variación de temperatura. Se
trataba de un tubo de vidrio terminado en un bulbo grande; tras calentarlo, sumergía el tubo por su
extremo abierto en agua, de modo que, al enfriarse, el nivel de aquella subía un poco. Así, la columna
de agua variaba de longitud cuando el aire del interior del bulbo se calentaba o enfriaba. Ese primitivo
termoscopio -no llevaba escala alguna, por lo que no era un termómetro propiamente dicho- presentaba
el problema de que la altura del líquido dependía también de la presión atmosférica. En 1611, el médico
veneciano Santorre Santorio puso una escala a aquel instrumento, que marcaba la altura del líquido al
colocar el bulbo en agua con hielo y después en la llama de una vela, y dividió el intervalo en partes
iguales. Ese sería el primer termómetro, aunque la palabra no sería utilizada hasta 1624, cuando lo hizo
el jesuita Jean Leurechon en su tratado Du thermomètre, ou instrument pour mesurer les degrez de
chaleurou de froidure, quisont en l`air.
Los primeros termómetros basados en la dilatación de líquidos nacieron a mediados del siglo XVII.
El gran Duque de Toscana, Fernando II de Medici, ideó por entonces uno consistente en un tubo con el
extremo superior cerrado y el inferior terminado en un bulbo lleno de aguardiente coloreado. Ese líquido
era más sensible que el agua a la dilatación, y tenía la ventaja de no congelarse tan fácilmente. Si el
tubo era largo se enrollaba en forma de hélice, lo que confirió su aspecto característico a los llamados
termómetros florentinos.
Por entonces, los físicos ya eran conscientes de la constancia de temperatura durante los cambios de
estado del agua, algo que de hecho acabaría convirtiéndose en la base para establecer escalas de
temperatura comunes a todos los termómetros. Igualmente, se sabía que la temperatura del cuerpo
humano se alteraba en las enfermedades. Ello animó a Newton a proponer en 1701 una escala donde
el cero sería la congelación del agua y el 12 la temperatura del cuerpo de "un inglés sano".
En 1714, el físico Gabriel Fahrenheit reemplazó las mezclas alcohólicas del termómetro florentino por
mercurio, lo que le permitía medir temperaturas superiores, y propuso reflejar con el cero la más baja
que pudo conseguir en una mezcla de hielo, agua y sal. Así mismo, puso el grado 96 como referencia
del calor del cuerpo humano, ya que era la temperatura que reflejaba cuando se colocaba en la boca o
bajo el brazo. En esta escala, la temperatura de congelación del agua es 32 y la de ebullición 212. Por
su parte, en 1742, Anders Celsius propuso el cero para la ebullición del agua y 100 para la congelación.
El año siguiente Jean-Pierre Christin señaló la conveniencia de invertir esos puntos. La escala
resultante, que se llamó centígrada tras la Revolución Francesa, es conocida como Celsius desde 1948
y es la más habitualmente usada por nosotros.
Elena Sanz, http://www.muyinteresante.es/historico/articulo/el-termometro
Santiago estaba ayudando a su abuelo a hacer empanadas y tenía que pelar los huevos duros
que el abuelo acababa de retirar del fuego. Para no quemarse decidió colocarlos en un
recipiente con agua fría por un rato. Esperó un minuto pero todavía le quemaban cuando
intentó pelarlos. A los 5 minutos los retiró del agua y notó que tanto los huevos como el agua
que los rodeaba estaban prácticamente a la misma temperatura.