ABSTRACTS
El tema acerca del origen y evolución de la vida y del ser humano se puede estudiar a partir de
muy diversas perspectivas y desde distintos puntos de vista: científico, filosófico o teológico.
En este contexto presentamos la principal tesis de nuestro trabajo: Independientemente de que
se corroboren o no las distintas hipótesis o teorías científicas acerca del origen y de la
evolución de la vida y del ser humano; o por el contrario se corroboren o no otras hipótesis o
teorías científicas alternativas, y aunque se pudiese en el futuro lograr una explicación
completa y exhaustiva acerca del origen y del desarrollo de la vida y del ser humano, en el
nivel de la inteligibilidad científica, todo esto no afectaría un estudio acerca del origen y del
desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma humana); y,
mucho menos a nivel de la inteligibilidad de la Revelación Divina.
Una persona amiga, un día me hizo el siguiente planteo: Si la ciencia explicase que el origen
del hombre es “por una evolución azarosa” se negaría consecuentemente la existencia de
Dios. La intención de esta ponencia es justamente responder a dicho planteo.
Evidentemente el tema acerca del origen y evolución de la vida y del ser humano se puede
estudiar a partir de muy diversas perspectivas y desde distintos puntos de vista: científico,
filosófico o teológico.
En este sentido, pensamos que los conflictos que se puedan suscitar, no se hallan
principalmente en los contenidos o afirmaciones que realicen los científicos, filósofos o
teólogos sobre estos temas, sino que dichos conflictos se generan sobre todo, por una
inadecuada reflexión epistemológica que no sabe distinguir los diversos planos de
consideración con el que cada ámbito del saber aborda una temática común. Qué tipo de
afirmaciones hace el científico, el filósofo y el teólogo, y cuál es el alcance de cada una de
ellas, su mutua relación, etc., son cuestiones de base que se debe clarificar previamente para
abordar un trabajo interdisciplinario.
Además, algunos temen que, si la ciencia llegase a dar una explicación completa y
acabada de todas estas temáticas, entonces la explicación filosófica quedaría invalidada,
superada o al menos sería superflua y perdería todo su sentido; y que también la explicación
que nos da la Revelación Bíblica entraría irremediablemente en conflicto con esta explicación
científica.
En este contexto presentamos la principal tesis de nuestro trabajo: Independientemente de que
se corroboren o no las distintas hipótesis o teorías científicas acerca del origen y de la
evolución de la vida y del ser humano; o por el contrario se corroboren o no otras hipótesis o
teorías científicas alternativas, y aunque se pudiese en el futuro lograr una explicación
completa y exhaustiva acerca del origen y del desarrollo de la vida y del ser humano, en el
nivel de la inteligibilidad científica, todo esto no afectaría un estudio acerca del origen y del
desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma humana); y,
mucho menos a nivel de la inteligibilidad de la Revelación Divina.
Es obvio que tratar de desarrollar esta tesis en una ponencia no es posible; su tratamiento
implicaría un libro, que esperamos en el futuro publicar; por lo cual, para ser más concretos y
a modo de ilustración, simplemente desarrollaremos sucintamente una sola temática: el origen
y evolución del ser humano.
Para el desarrollo de este tema tomamos, como punto de partida, el siguiente principio que es
válido para cualquier ámbito del saber: siempre se debe ir desde lo más conocido a lo menos
conocido, de manera que por lo más conocido, se trate de explicar lo que no se conoce
suficientemente.
Teniendo en cuenta lo anterior, nuestro método será el siguiente: analizaremos en primer lugar
el tema de la concepción del ser humano. Este tema, examinado a la luz de la ciencia, de la
filosofía y de la teología, es actual, de conocimiento inmediato y repetitivo y por lo cual, las
reflexiones que se realicen sobre él pueden ser verificadas o corroboradas por la experiencia.
En segundo lugar, este tema más conocido, nos permitirá abordar y explicar la temática sobre
el origen del ser humano a la luz de las ciencias particulares, de la filosofía y de la
Revelación, tema que por su propia naturaleza, es más remoto y del cual no se puede tener
una experiencia directa.
María Paula Casanova nos da la siguiente síntesis sobre el inicio de la vida humana,
que nos presenta la ciencia contemporánea.
Alvin Nason,1 al final del capítulo 3: “Origen y evolución de la vida” del libro de Biología nos
presenta el tema del origen del ser humano de manera resumida, que luego va ampliar en otros
capítulos, que no expondremos, ya que de algún modo están desactualizados científicamente.
1
Alvin Nason, Biología, Limusa-Wiley, México 1969, pág. 47.
7
desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma human).
Frente a las anteriores hipótesis o teorías acerca del origen del ser humano, se ve claro la
prudencia y espíritu crítico con que debe ser tomadas las afirmaciones que se presentan en el
ámbito científico; no toda aseveración científica tiene el mismo grado de certeza y veracidad,
la verdad en la ciencia no es univoca, sino análoga, como en cualquier ámbito humano. Por lo
cual son muy atinadas las siguientes reflexiones de Mariano Artigas, en su libro El hombre a
la luz de la ciencia.2
Las dificultades para reconstruir el origen del hombre siguen siendo grandes.
En 1978, S. L. Washburn, profesor de Antropología física en la Universidad de
California en Berkeley, hacía notar que «la mayoría de los problemas referentes
a la evolución humana siguen sin resolverse..., nuestras ideas sobre la evolución
humana se basan en datos a veces muy poco fidedignos..., los problemas con
que nos encontramos se deben, principalmente, a que la mayoría de los fósiles
de que disponemos son tan sólo fragmentos..., realmente impresiona el grado de
emotividad que aún acompaña a los estudios sobre la evolución humana»“.
Estas afirmaciones no van, en la intención de su autor, en contra del
evolucionismo.
En 1984, D. Pilbeam, profesor de Antropología en la Universidad de Harvard,
escribió sobre el mismo tema en la misma revista. Aportaba los hallazgos de
esos años, debidos en buena parte a la Biología molecular. Y advertía que «al
mismo tiempo, han aumentado las dudas sobre el grado de confianza que puede
inspirar cualquier relato de la evolución humana. ¿Qué precisión y qué
fiabilidad pueden alcanzar esas reconstrucciones? Cuando se pretende abordar
los homínidos del pasado con la óptica actual surgen problemas irresolubles...
La tarta, los diversos estadios primitivos de la evolución humana, se nos
presenta por ahora de digestión muy dura». Parece claro, por tanto, que existen
dificultades serias para determinar de modo concreto el origen del hombre.
En todo caso, el tema de fondo, por lo que se refiere a la naturaleza humana, es
la diferencia esencial entre el hombre y los animales. Las teorías de la
evolución, desde su origen, se han presentado mezcladas con fuertes dosis
ideológicas.
Con respecto a nuestra temática debemos afirmar desde el punto de vista filosófico
que el problema de que el ser humano derive de una especie inferior previa, es análogo al
problema que hemos visto en el punto LA CONCEPCIÓN DEL SER HUMANO.
Ya que así como del solo ovulo y espermatozoide humano (que tienen vida vegetativa y
sensitiva solamente) no se puede explicar el origen de un ser humano, en razón de que estas
células germinales (óvulos y espermatozoides) al unirse no pueden educir de la potencialidad
de la materia prima el alma (forma substancial del ser humano), ya que esta alma es de orden
espiritual e inmaterial.
Así también, el nuevo individuo humano, que de algún modo procede (suponiendo que esto
fuese cierto) de esa especie anterior (específicamente distinta) y que es término de la
evolución, ha de tener su alma espiritual e inmaterial de otro principio, que no puede ser una
causa segunda, en razón que la especie anterior tiene solamente vida vegetativa y sensitiva (y
tampoco de las sustancias separadas, porque esto es metafísicamente falso), sino solamente la
2
Mariano Artigas, El hombre a la luz de la ciencia, Palabra, Madrid 1992, pág. 108-112.
8
causa Primera, que crea el alma espiritual en el momento que hay un organismo dispuesto a
recibirla.
En que preciso momento, lugar, circunstancias y modo ha sido esto, es algo que escapa
a la metodología científica y a la misma filosofía, que sólo puede hacer consideraciones
generales.
Este proceso evolutivo del ser humano, no implica algún milagro por parte de Dios;
porque no ha habido ninguna suspensión de las leyes naturales, que de algún modo el
científico podría constatar. La evolución del ser humano desde una especie inferior, es un
proceso que pertenece al orden ordinario de la Providencia divina y no hay modo alguno por
parte de la ciencia para descubrir esta acción; como tampoco la ciencia puede constatar la
creación del alma humana en cada concepción.
* * *
En definitiva, el origen y evolución de la vida, y el origen del ser humano, son
procesos que solamente implican, desde un punto de vista natural (científico o filosófico), la
acción de las causas segundas próximas y remotas; que son suficientes en su ámbito para
explicar satisfactoriamente estos procesos. La consideración de la causa Primera, sea desde la
teología natural o desde la Revelación es de otro orden y no debe ser introducida en las
anteriores consideraciones, ya que implicaría confundir planos de consideración. En el mismo
error caería aquel que desde un punto de vista natural (científico o filosófico) querría negar la
acción de Dios como causa Primera.
Advirtamos que la inteligibilidad en el orden de las causas segundas no excluye el
azar, la contingencia y la necesidad. En una consideración meramente científica pueden
coexistir un conjunto de causas que filosóficamente son denominadas “per accidens”
(azarosas) y “per se” (necesarias) que den una explicación completa de los fenómenos
estudiados, sin salir de su propio ámbito. Todo esto sin entrar en conflicto con una
consideración filosófica que trate de explicar los mismos fenómenos desde una causalidad
primera; y mucho menos entran en conflicto con una explicación teológica que parte de la
Revelación divina.
Dicho de un modo más minucioso: desde la inteligibilidad propia de las ciencias
experimentales, los procesos de la nutrición, de la generación de los animales, de la
generación del ser humano, implican un conjunto de fenómenos que en sí mismos son
azarosos; por ejemplo, las diversas tierras donde ha caído cada semilla, los millones de
espermatozoides que pueden fecundar un ovulo, sea en los animales, sea en el hombre. De
modo análogo se puede afirmar que los procesos del origen de la vida, de la evolución de la
vida y del origen y evolución del ser humano, también implican un conjunto de fenómenos
que en sí mismos son azarosos; evidentemente que aquí no podemos dar ejemplos seguros,
pero se puede conjeturar que el origen de la vida pudo depender de las peculiares condiciones
que se hallaba una determinada región de la tierra, en un tiempo preciso, que no se había dado
antes y que luego tampoco se repitió; fue un hecho fortuito y casual; lo mismo se puede decir
de la evolución de la vida, cuantas especies no han surgido debido a la extinción de especies
anteriores, por fenómenos naturales azarosos (explosiones volcánicas, inundaciones,
extermino por otras especies, etc.); algo semejante al origen y evolución del hombre ¿Cuál es
la razón por la cual solamente el “Homo sapiens” ha sido el único que ha sobrevivido de la
Familia: Hominidae? Desde la inteligibilidad científica estos tres procesos (el origen de la
vida, la evolución de la vida y el origen y evolución del ser humano) se pueden explicar
correctamente a partir del azar; han sido procesos azarosos y contingentes; y a este nivel, la
respuesta es válida, ya que trata de responder por medio de las causas inmediatas y próximas
de los fenómenos.
9
Desde una inteligibilidad filosófica, que busca una explicación desde las causas
mediatas y remotas, puede explicar lo anterior por medio de las causas segundas denominadas
“per accidens” (azarosas) y “per se” (necesarias). Advirtamos que a este nivel de
inteligibilidad; es decir, el filosófico hay tres posiciones: La primera que afirma que
absolutamente todo lo que sucede en el universo es debido a causas “per accidens” (azarosas);
es la posición materialista. La segunda, que muchas personas erróneamente piensan que es la
posición realista, afirma que todo sucede de manera necesaria; es decir, solamente existen
causas “per se” (necesarias). Esta posición es la posición racionalista y se puede ilustrar con la
siguiente afirmación de Pierre-Simon Laplace:3
Todos los eventos, incluso aquellos que por su pequeñez parecen no seguir las
grandes leyes de la naturaleza, las siguen de una manera tan necesaria como las
revoluciones celestes. Una inteligencia que en cada instante dado conociera
todas las fuerzas que animan a la materia, así como la posición y la velocidad
de cada una de sus moléculas; si, por otra parte, fuera tan vasta como para
someter todos. esos datos al análisis, abrazaría en la misma fórmula los
movimientos de los más grandes cuerpos del universo y los del más ligero
átomo. Para una inteligencia tal, nada sería irregular y la curva descrita por una
simple molécula de aire o de vapores, parecería regulada de una manera tan
cierta como lo es para nosotros el orbe del sol. Pero en la ignorancia en la que
estamos de la inmensidad de los datos necesarios para la solución de este gran
problema, y en la imposibilidad, vista nuestra debilidad, de sujetar a cálculo la
mayor parte de los que nos son conocidos, incluso cuando su número es muy
limitado, nosotros atribuimos los fenómenos que nos parecen acontecer y se
suceden sin orden a causas variables y ocultas, cuya acción ha. sido designada
por la palabra azar, palabra que no es en el fondo más que la expresión de
nuestra ignorancia.
Desde una consideración filosófica que implica una inteligibilidad superior se ve claro que lo
que verdaderamente y simultáneamente es azaroso y necesario desde una perspectiva
científica, implica la acción de la causa Primera. Decía Santo Tomás:
Hay que decir: Vemos que en las cosas de este mundo algunas suceden
fortuitamente o por casualidad. Y a veces sucede que un acontecimiento que por
orden a las causas inferiores es fortuito o casual, referido a otra causa superior
se ve que es intencionado. Ejemplo: Si dos siervos de un señor son enviados por
él a un mismo lugar sin saberlo uno del otro, encontrarse allí los dos es
puramente casual para ellos, puesto que sucede sin intentarlo ninguno de los
dos. Pero para el señor que los mandó, no es casual, sino conocido e
intencionado. Por todo lo cual hay que decir: Las cosas que aquí suceden
accidentalmente, sean en el orden natural o en el orden humano, se reducen a
alguna causa que de antemano las ordena, y que es la Providencia divina. No
hay inconveniente para que aquello que es ser accidentalmente, sea concebido
por algún entendimiento como un solo ser. En caso contrario, sería imposible
que el entendimiento formara la siguiente proposición: cavando un sepulcro
encontró un tesoro. Del mismo modo que el entendimiento puede hacer tal
concepción, se puede también realizar. Ejemplo: Si alguien, conocedor del lugar
en el que está escondido el tesoro, anima a un labriego, que lo ignora, a que
cave allí un sepulcro. Así, no hay inconveniente en que las cosas que suceden
accidentalmente, como fortuitas o casuales, se reduzcan a alguna causa
ordenadora que obre por el entendimiento, y más si se trata del entendimiento
divino, ya que sólo Dios puede mover la voluntad, como se dijo (q.105 a.4;
q.106 a.2, q.111 a.2). Por lo tanto, la ordenación de los actos humanos cuyo
principio es la voluntad, sólo puede atribuirse a Dios. (I, 116, 1 co)
Ahora bien, desde la perspectiva de la Revelación, que está constituida por la Sagrada
Escritura y la Sagrada Tradición rectamente interpretadas por el Magisterio de la Iglesia,
nosotros debemos preguntarnos si Dios ha revelado algo sobre estas temáticas y si esto
revelado está en conflicto con lo que afirma la ciencia y la filosofía.
Evidentemente Dios ha revelado algo sobre el origen de todas las cosas, en particular sobre el
origen de la vida y del hombre; basta leer los primeros capítulos del Génesis y conocer las
enseñanzas que han hecho los Padres de la Iglesia.
Pero esto que ha revelado, y lo afirmamos resueltamente no está en conflicto con la ciencia y
con la filosofía; ya que, si tomamos el criterio que nos da la Constitución Dogmática Dei
Verbum en el número 11: “Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres,
que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por
ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería”, se puede afirmar
que tanto los autores de la Sagrada Escritura, como así también aquellos que nos trasmitieron
la Sagrada Tradición de la Iglesia, han estado insertos en un horizonte cultural en el que las
ideas actuales sobre el origen de la vida no entraron en su consideración intelectual, ya que
aparecieron varios siglos después. Podemos aseverar que ellos no han afirmado nada sobre
estas ideas ya que sería un anacronismo; es decir, una incongruencia presentar algo como
propio de una época a la que no corresponde. De esto se deriva que no hay ningún conflicto
experiencia. Si se aplicase con absoluta coherencia, el criterio de sentido de Wittgenstein rechazaría por carentes
de sentido aquellas leyes naturales cuya búsqueda, como dice Einstein, es «la tarea suprema del físico»: nunca
podrían aceptarse como enunciados auténticos o legítimos.
12