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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA VIDA Y DEL SER HUMANO A LA LUZ DE LAS


CIENCIAS PARTICULARES, DE LA FILOSOFÍA Y DE LA REVELACIÓN

ABSTRACTS
El tema acerca del origen y evolución de la vida y del ser humano se puede estudiar a partir de
muy diversas perspectivas y desde distintos puntos de vista: científico, filosófico o teológico.
En este contexto presentamos la principal tesis de nuestro trabajo: Independientemente de que
se corroboren o no las distintas hipótesis o teorías científicas acerca del origen y de la
evolución de la vida y del ser humano; o por el contrario se corroboren o no otras hipótesis o
teorías científicas alternativas, y aunque se pudiese en el futuro lograr una explicación
completa y exhaustiva acerca del origen y del desarrollo de la vida y del ser humano, en el
nivel de la inteligibilidad científica, todo esto no afectaría un estudio acerca del origen y del
desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma humana); y,
mucho menos a nivel de la inteligibilidad de la Revelación Divina.

Autor: Pbro. Dr. Guillermo Jorge Cambiasso


Presbítero por la Arquidiócesis de Buenos Aires.
Doctor en Teología (Facoltà di Teologia di Lugano. Suiza).
Doctor en Filosofía. (Angelicum. Italia).
Profesor de enseñanza media y superior en Física y Matemáticas. (UCA. Argentina).
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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA VIDA Y DEL SER HUMANO A LA LUZ DE LAS


CIENCIAS PARTICULARES, DE LA FILOSOFÍA Y DE LA REVELACIÓN

Una persona amiga, un día me hizo el siguiente planteo: Si la ciencia explicase que el origen
del hombre es “por una evolución azarosa” se negaría consecuentemente la existencia de
Dios. La intención de esta ponencia es justamente responder a dicho planteo.
Evidentemente el tema acerca del origen y evolución de la vida y del ser humano se puede
estudiar a partir de muy diversas perspectivas y desde distintos puntos de vista: científico,
filosófico o teológico.
En este sentido, pensamos que los conflictos que se puedan suscitar, no se hallan
principalmente en los contenidos o afirmaciones que realicen los científicos, filósofos o
teólogos sobre estos temas, sino que dichos conflictos se generan sobre todo, por una
inadecuada reflexión epistemológica que no sabe distinguir los diversos planos de
consideración con el que cada ámbito del saber aborda una temática común. Qué tipo de
afirmaciones hace el científico, el filósofo y el teólogo, y cuál es el alcance de cada una de
ellas, su mutua relación, etc., son cuestiones de base que se debe clarificar previamente para
abordar un trabajo interdisciplinario.
Además, algunos temen que, si la ciencia llegase a dar una explicación completa y
acabada de todas estas temáticas, entonces la explicación filosófica quedaría invalidada,
superada o al menos sería superflua y perdería todo su sentido; y que también la explicación
que nos da la Revelación Bíblica entraría irremediablemente en conflicto con esta explicación
científica.
En este contexto presentamos la principal tesis de nuestro trabajo: Independientemente de que
se corroboren o no las distintas hipótesis o teorías científicas acerca del origen y de la
evolución de la vida y del ser humano; o por el contrario se corroboren o no otras hipótesis o
teorías científicas alternativas, y aunque se pudiese en el futuro lograr una explicación
completa y exhaustiva acerca del origen y del desarrollo de la vida y del ser humano, en el
nivel de la inteligibilidad científica, todo esto no afectaría un estudio acerca del origen y del
desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma humana); y,
mucho menos a nivel de la inteligibilidad de la Revelación Divina.
Es obvio que tratar de desarrollar esta tesis en una ponencia no es posible; su tratamiento
implicaría un libro, que esperamos en el futuro publicar; por lo cual, para ser más concretos y
a modo de ilustración, simplemente desarrollaremos sucintamente una sola temática: el origen
y evolución del ser humano.
Para el desarrollo de este tema tomamos, como punto de partida, el siguiente principio que es
válido para cualquier ámbito del saber: siempre se debe ir desde lo más conocido a lo menos
conocido, de manera que por lo más conocido, se trate de explicar lo que no se conoce
suficientemente.
Teniendo en cuenta lo anterior, nuestro método será el siguiente: analizaremos en primer lugar
el tema de la concepción del ser humano. Este tema, examinado a la luz de la ciencia, de la
filosofía y de la teología, es actual, de conocimiento inmediato y repetitivo y por lo cual, las
reflexiones que se realicen sobre él pueden ser verificadas o corroboradas por la experiencia.
En segundo lugar, este tema más conocido, nos permitirá abordar y explicar la temática sobre
el origen del ser humano a la luz de las ciencias particulares, de la filosofía y de la
Revelación, tema que por su propia naturaleza, es más remoto y del cual no se puede tener
una experiencia directa.

LA CONCEPCIÓN DEL SER HUMANO


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María Paula Casanova nos da la siguiente síntesis sobre el inicio de la vida humana,
que nos presenta la ciencia contemporánea.

El inicio de la vida humana, como la de todos los mamíferos, comienza con la


fecundación que el espermatozoide hace del óvulo maduro, llamado ovocito.
Estos gametos, masculinos y femeninos, poseen cada uno la mitad del
componente genético que, al fundirse, dan origen a un nuevo individuo con su
carga genética completa: 46 cromosomas. Mediante una serie de eventos e
interacciones celulares altamente coordinadas, el encuentro de estas dos células
provoca el inicio de una nueva vida que en su inicio será llamada zigoto o
embrión unicelular.
Los eventos que se suceden en el proceso de fecundación los podemos
reagrupar en tres etapas principales:

En la primera etapa el espermatozoide ingresa en el ovulo.

La primera reacción acromosómica que permite que los espermatozoides


atraviesen la zona que circunda el ovocito para alcanzar la zona pelúcida: el
espermatozoide más veloz que logra atravesar la zona pelúcida, se une y se
funde con la membrana plasmática del ovocito quien fagocita la cabeza (que
posee el núcleo) rechazando la entrada de los otros elementos de la célula
masculina.

En la segunda etapa se produce la unión del material genético de los padres.

En la segunda etapa se sucede la fusión de los gametos, llamada singamia, que


es un proceso irreversible que da origen a un nuevo organismo: el zigoto o
embrión unicelular. Éste proceso determina la activación del metabolismo del
ovocito fecundado, dando inicio al desarrollo embrional y a la reacción de la
corteza que se transformará impidiendo el ingreso de otros espermatozoides. Es
en este estadio donde se da origen a la nueva vida humana que inicia su
desarrollo continuo con su programa bien definido que lo convertirá en feto,
bebé, niño, joven, adulto, anciano…

En la tercera etapa inicia todo el proceso de desarrollo.

Por último, en la tercera etapa, se realiza la formación de los primeros


pronúcleos masculinos y femeninos y el inicio del primer proceso mitótico, que
se realizará en las primeras quince horas de la fecundación y que preparará al
embrión unicelular a realizar su primera división celular.

Este proceso continua de manera incesante.

Así vemos que el embrión humano precoz es un sistema armónico en el cual


todas las partes potencialmente independientes funcionan unidas para formar un
organismo único.

A partir de la constitución del zigoto, y por un período de cinco días, el embrión


realiza una serie de divisiones celulares autorreguladas, llamadas
“segmentación”. Durante este proceso, el embrión se va transportando por las
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trompas de Falopio, hasta entrar en el útero. Estas divisiones no aumentan el


tamaño del embrión, sino que subdividen al zigoto, quien permanece protegido
por la zona pelúcida evitando adherirse a las paredes de las trompas.

Como resultado de estas divisiones el embrión, que posee entre 8 y 16 células,


recibe el nombre de mórula y va realizando importantes cambios metabólicos y
estructurales.

Las células que se encuentran en los extractos más externos de la mórula


forman el trofoblasto, que está destinado a constituir los tejidos del corion, que
es la parte embrional de la placenta. Las células que se encuentran al interno,
por su parte, constituirán la masa celular interna que dará origen a los tejidos
propiamente embrionales y a los tejidos extra embrionales a él asociados, como
ser el líquido amniótico, etc.

Al cuarto día de desarrollo, la mórula se transforma en blastocito presentando


una cavidad interna, donde la masa celular interna aparece como un
conglomerado de células dispuestas a un lado de la cavidad y adhiriendo a las
células del trofoblasto.

Una de las pruebas de la individualidad del embrión, es decir que no es parte


del cuerpo de la madre sino un individuo diferente, es que es capaz de elaborar
factores de crecimiento, hormonas, aminoácidos, carbohidratos y proteínas, por
medio de los cuales es el protagonista que guía su propio crecimiento.

Con la consiguiente implantación en el útero de la madre.

De esta manera vimos sucintamente el desarrollo pre implantatorio del embrión


que al séptimo día de la fecundación, ya convertido en blastocito, se implantará
en la mucosa uterina. El embrión fruto de la fecundación artificial, por su parte,
realizará todo este proceso en una caja de petri.

Ciertamente esta presentación científica de la generación humana se podría


actualmente exponer de modo más minucioso, pero no tendría mucho sentido para nuestra
argumentación principal. Es más, en línea de principio se podría dar una explicación completa
y exhaustiva de la generación de cada ser humano, describiendo todas y cada una de las
reacciones químicas y bioquímicas que se producen en los procesos de su generación,
mostrando así como de un ovulo y de un espermatozoide humano surge un individuo humano
completo. Esta descripción no será muy diversa a la generación de un viviente por parte de
otro, en particular de los primates. Un científico vería prácticamente (si existiese un
instrumento adecuado) las mismas reacciones bioquímicas, con las pequeñas diferencias que
podrían implicar observar especies diferentes.
Si realizamos un análisis filosófico sobre el origen de cada ser humano, notemos que, por un
lado, será semejante a la generación de un animal, sí nos atenemos solamente a una
metodología científica que se ciñe a la observación empírica de estos procesos biológicos;
pero por otro lado, será muy distinta si nos atenemos a una metodología científica cuya
observación empírica abarque toda la vida del hombre.
Porque en el segundo caso, se observan conductas “inteligentes” que no se observan
en el primer caso. El análisis filosófico de estas conductas “inteligentes” nos lleva a demostrar
en el hombre la existencia de un alma espiritual e inmortal, como se demuestra en
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gnoseología y en antropología filosófica. Por lo cual en la generación humana hay que


explicar el origen de esta alma humana que es de orden inmaterial y que, por tanto, nunca
puede proceder de algo material.
Por lo cual en la reproducción del ser humano la generación es muchísimo más
compleja, ya que hay que admitir una potencia generativa transeúnte comunicada con las
células germinales (óvulos y espermatozoides). Estas células germinales (óvulos y
espermatozoides) son instrumentos de generación, por las cuales los que generan produce un
nuevo individuo.
Advirtamos que estas células germinales (óvulos y espermatozoides) cuando son producidas
dentro del ser humano, son vivas por la vida del ser humano que genera; cuando se separan de
él, hay una trasformación substancial, por el cual son nuevas substancias vivientes, los cuales
tienen formas substanciales germinales especiales, almas imperfectas y transitorias (de orden
vegetativo y sensitivo), que en el mismo proceso de fecundación y generación se corrompen.
Por lo cual, las células germinales (óvulos y espermatozoides) no son seres muertos, sino
unum per se, vivientes con alguna tipo de vida imperfecta.
Pero estas células germinales (óvulos y espermatozoides) al unirse no pueden educir
de la potencialidad de la materia prima el alma (forma substancial del ser humano), ya que
esta alma es de orden espiritual e inmaterial. Por lo cual el nuevo individuo, que de algún
modo procede de estas células germinales (óvulos y espermatozoides) y que es término de la
generación, específicamente semejante a los organismos que lo han generado debe tener su
alma espiritual e inmaterial de otro principio, que no puede ser una causa segunda, los
genitores, en cuanto ellos tienen también alma espiritual, o cualquier otra causa espiritual
(substancias separadas); porque se puede probar metafísicamente que ninguna entidad
espiritual creada puede generar otra entidad espiritual creada. Por tanto, solamente la causa
Primera debe crear el alma espiritual en el momento que hay un organismo dispuesto a
recibirla.
Y si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente: toda trasformación substancial, si bien
es instantánea, va preparada por una serie de cambios accidentales previos, especialmente
alteraciones que indisponen a la materia para posesión de la forma actual, y la disponen en
función de una nueva; esta serie de cambios se desarrolla en un periodo de tiempo más o
menos prolongado y puedes ser observados empíricamente. Estas disposiciones previas son:
a) remotas, en el que genera, es decir, sus accidentes propios (su especifica organización y sus
potencias vitales); b) próximos, en el ovulo fecundado, es decir, las alteraciones o procesos
que acaecen dentro de él, que tienden a producir una especifica organización: el embrión
unicelular, en la conjunción de los núcleos de ambas células germinales. Podríamos pensar
que ya hay alma humana, por lo menos desde el embrión unicelular.
Advirtamos que el alma humana (forma substancial) del ser humano es creada por
Dios con la colaboración de aquellos que generan, al aportar ellos la materia orgánica
dispuesta del compuesto humano; por lo cual el alma humana es per se subsistente, no
depende de la materia. De manera tal que cuando el ser humano perece (se corrompe) por
indisposición corporal, su alma (forma substancial) permanece, no se corrompe.
Notemos también en este proceso, que la creación del alma inmortal por parte de Dios
no implica un milagro; es decir, no hay una suspensión de las leyes naturales, que de algún
modo el científico podría constatar (cuando hay un milagro, la ciencia, por ejemplo la
medicina puede afirmar que lo acaecido no tiene una explicación desde el punto de vista
científico). La creación del alma espiritual en cada concepción entra en el orden ordinario de
la Providencia divina y no hay modo alguno por parte de la ciencia para descubrir esta acción
o negarla.

EL ORIGEN DEL SER HUMANO


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1. TEORÍAS CIENTÍFICAS SOBRE EL ORIGEN DEL SER HUMANO.

Alvin Nason,1 al final del capítulo 3: “Origen y evolución de la vida” del libro de Biología nos
presenta el tema del origen del ser humano de manera resumida, que luego va ampliar en otros
capítulos, que no expondremos, ya que de algún modo están desactualizados científicamente.

Evolución del Hombre

Muchos mamíferos y plantas superiores se desarrollaron en los últimos 60


millones de años. Finalmente, en los últimos millones de años evolucionó el
animal más avanzado, el hombre.
El hombre desciende de un grupo de mamíferos arborícolas terrestres, que
pasaban de rama en rama por medio de sus manos. Su aguda visión
estereoscópica y su gran habilidad y destreza manual constituyeron la ventaja
que les permitió sobrevivir. Más tarde, siguiendo su evolución, estos animales
descendieron al suelo y originaron eventualmente formas con cerebro
excepcionalmente desarrollado, el ancestro del hombre.
El hombre moderno evolucionó hasta su forma actual hace cerca de 20 a 50 mil
años, culminando así un gran proceso biológico evolutivo, que se inició con las
primeras formas vivientes hace dos mil millones de años. Sus atributos
biológicos distintivos son dos: un cerebro sumamente desarrollado y su
inusitada habilidad manual, la cual es la responsable de la manipulación que
realiza el hombre con todo aquello que lo rodea. Todo esto ha hecho del hombre
el organismo terrestre más próspero de todos los seres vivientes que habitan
sobre el planeta.
En sentido amplio, el hombre representa uno de los estados más avanzados y
complejos de esa larga sucesión de procesos evolutivos que sufrieron la materia
y la energía; cadena de acontecimientos que se inició con los comienzos de un
universo creciente, que evolucionó de sistemas sin vida: los organismos vivos
contemporáneos.

Científicamente el tema de la evolución humana ha ido avanzando a grandes pasos,


dos artículos publicados en la Revista Investigación y Ciencia, de junio de 1992 (189), nos
muestran como donde dos grupos de investigación llegan a conclusiones diversas sobre este
mismo tema, indicio de la complejidad de esta temática en el ámbito científico. El primer
articulo se titula: “Origen africano reciente de los humanos” – La genética nos revela que una
mujer africana, de hace 200.000 años, fue nuestro antepasado común – de Allan C. Wilson y
Rebecca L. Cann. El segundo artículo se titula: “Evolución multirregional de los humanos” –
El registro fósil y la genética proclaman que los grupos humanos surgieron donde se
encuentran hoy – de Alan G. Thome y Milford H. Wolpoff.
Como vemos a nivel de la ciencia estos temas no están cerrados, sino abiertos a nuevas
investigaciones e hipótesis; por lo cual podemos nuevamente afirmar, que:
Independientemente de que se corroboren o no las distintas hipótesis o teorías científicas
acerca del origen y de la evolución del ser humano; o por el contrario se corroboren o no otras
hipótesis o teorías científicas alternativas. Y aunque se pudiese en el futuro lograr una
explicación completa y exhaustiva acerca del origen y del desarrollo del ser humano, en el
nivel de la inteligibilidad científica. Todo ello no afectaría un estudio acerca del origen y del

1
Alvin Nason, Biología, Limusa-Wiley, México 1969, pág. 47.
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desarrollo de la vida y del ser humano, en el nivel de la inteligibilidad filosófica (que podría
dar cuenta de la existencia de Dios y su naturaleza; y de la espiritualidad del alma human).

2. ANÁLISIS FILOSÓFICO SOBRE EL ORIGEN DEL SER HUMANO.

Frente a las anteriores hipótesis o teorías acerca del origen del ser humano, se ve claro la
prudencia y espíritu crítico con que debe ser tomadas las afirmaciones que se presentan en el
ámbito científico; no toda aseveración científica tiene el mismo grado de certeza y veracidad,
la verdad en la ciencia no es univoca, sino análoga, como en cualquier ámbito humano. Por lo
cual son muy atinadas las siguientes reflexiones de Mariano Artigas, en su libro El hombre a
la luz de la ciencia.2
Las dificultades para reconstruir el origen del hombre siguen siendo grandes.
En 1978, S. L. Washburn, profesor de Antropología física en la Universidad de
California en Berkeley, hacía notar que «la mayoría de los problemas referentes
a la evolución humana siguen sin resolverse..., nuestras ideas sobre la evolución
humana se basan en datos a veces muy poco fidedignos..., los problemas con
que nos encontramos se deben, principalmente, a que la mayoría de los fósiles
de que disponemos son tan sólo fragmentos..., realmente impresiona el grado de
emotividad que aún acompaña a los estudios sobre la evolución humana»“.
Estas afirmaciones no van, en la intención de su autor, en contra del
evolucionismo.
En 1984, D. Pilbeam, profesor de Antropología en la Universidad de Harvard,
escribió sobre el mismo tema en la misma revista. Aportaba los hallazgos de
esos años, debidos en buena parte a la Biología molecular. Y advertía que «al
mismo tiempo, han aumentado las dudas sobre el grado de confianza que puede
inspirar cualquier relato de la evolución humana. ¿Qué precisión y qué
fiabilidad pueden alcanzar esas reconstrucciones? Cuando se pretende abordar
los homínidos del pasado con la óptica actual surgen problemas irresolubles...
La tarta, los diversos estadios primitivos de la evolución humana, se nos
presenta por ahora de digestión muy dura». Parece claro, por tanto, que existen
dificultades serias para determinar de modo concreto el origen del hombre.
En todo caso, el tema de fondo, por lo que se refiere a la naturaleza humana, es
la diferencia esencial entre el hombre y los animales. Las teorías de la
evolución, desde su origen, se han presentado mezcladas con fuertes dosis
ideológicas.

Con respecto a nuestra temática debemos afirmar desde el punto de vista filosófico
que el problema de que el ser humano derive de una especie inferior previa, es análogo al
problema que hemos visto en el punto LA CONCEPCIÓN DEL SER HUMANO.
Ya que así como del solo ovulo y espermatozoide humano (que tienen vida vegetativa y
sensitiva solamente) no se puede explicar el origen de un ser humano, en razón de que estas
células germinales (óvulos y espermatozoides) al unirse no pueden educir de la potencialidad
de la materia prima el alma (forma substancial del ser humano), ya que esta alma es de orden
espiritual e inmaterial.
Así también, el nuevo individuo humano, que de algún modo procede (suponiendo que esto
fuese cierto) de esa especie anterior (específicamente distinta) y que es término de la
evolución, ha de tener su alma espiritual e inmaterial de otro principio, que no puede ser una
causa segunda, en razón que la especie anterior tiene solamente vida vegetativa y sensitiva (y
tampoco de las sustancias separadas, porque esto es metafísicamente falso), sino solamente la
2
Mariano Artigas, El hombre a la luz de la ciencia, Palabra, Madrid 1992, pág. 108-112.
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causa Primera, que crea el alma espiritual en el momento que hay un organismo dispuesto a
recibirla.
En que preciso momento, lugar, circunstancias y modo ha sido esto, es algo que escapa
a la metodología científica y a la misma filosofía, que sólo puede hacer consideraciones
generales.
Este proceso evolutivo del ser humano, no implica algún milagro por parte de Dios;
porque no ha habido ninguna suspensión de las leyes naturales, que de algún modo el
científico podría constatar. La evolución del ser humano desde una especie inferior, es un
proceso que pertenece al orden ordinario de la Providencia divina y no hay modo alguno por
parte de la ciencia para descubrir esta acción; como tampoco la ciencia puede constatar la
creación del alma humana en cada concepción.

* * *
En definitiva, el origen y evolución de la vida, y el origen del ser humano, son
procesos que solamente implican, desde un punto de vista natural (científico o filosófico), la
acción de las causas segundas próximas y remotas; que son suficientes en su ámbito para
explicar satisfactoriamente estos procesos. La consideración de la causa Primera, sea desde la
teología natural o desde la Revelación es de otro orden y no debe ser introducida en las
anteriores consideraciones, ya que implicaría confundir planos de consideración. En el mismo
error caería aquel que desde un punto de vista natural (científico o filosófico) querría negar la
acción de Dios como causa Primera.
Advirtamos que la inteligibilidad en el orden de las causas segundas no excluye el
azar, la contingencia y la necesidad. En una consideración meramente científica pueden
coexistir un conjunto de causas que filosóficamente son denominadas “per accidens”
(azarosas) y “per se” (necesarias) que den una explicación completa de los fenómenos
estudiados, sin salir de su propio ámbito. Todo esto sin entrar en conflicto con una
consideración filosófica que trate de explicar los mismos fenómenos desde una causalidad
primera; y mucho menos entran en conflicto con una explicación teológica que parte de la
Revelación divina.
Dicho de un modo más minucioso: desde la inteligibilidad propia de las ciencias
experimentales, los procesos de la nutrición, de la generación de los animales, de la
generación del ser humano, implican un conjunto de fenómenos que en sí mismos son
azarosos; por ejemplo, las diversas tierras donde ha caído cada semilla, los millones de
espermatozoides que pueden fecundar un ovulo, sea en los animales, sea en el hombre. De
modo análogo se puede afirmar que los procesos del origen de la vida, de la evolución de la
vida y del origen y evolución del ser humano, también implican un conjunto de fenómenos
que en sí mismos son azarosos; evidentemente que aquí no podemos dar ejemplos seguros,
pero se puede conjeturar que el origen de la vida pudo depender de las peculiares condiciones
que se hallaba una determinada región de la tierra, en un tiempo preciso, que no se había dado
antes y que luego tampoco se repitió; fue un hecho fortuito y casual; lo mismo se puede decir
de la evolución de la vida, cuantas especies no han surgido debido a la extinción de especies
anteriores, por fenómenos naturales azarosos (explosiones volcánicas, inundaciones,
extermino por otras especies, etc.); algo semejante al origen y evolución del hombre ¿Cuál es
la razón por la cual solamente el “Homo sapiens” ha sido el único que ha sobrevivido de la
Familia: Hominidae? Desde la inteligibilidad científica estos tres procesos (el origen de la
vida, la evolución de la vida y el origen y evolución del ser humano) se pueden explicar
correctamente a partir del azar; han sido procesos azarosos y contingentes; y a este nivel, la
respuesta es válida, ya que trata de responder por medio de las causas inmediatas y próximas
de los fenómenos.
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Desde una inteligibilidad filosófica, que busca una explicación desde las causas
mediatas y remotas, puede explicar lo anterior por medio de las causas segundas denominadas
“per accidens” (azarosas) y “per se” (necesarias). Advirtamos que a este nivel de
inteligibilidad; es decir, el filosófico hay tres posiciones: La primera que afirma que
absolutamente todo lo que sucede en el universo es debido a causas “per accidens” (azarosas);
es la posición materialista. La segunda, que muchas personas erróneamente piensan que es la
posición realista, afirma que todo sucede de manera necesaria; es decir, solamente existen
causas “per se” (necesarias). Esta posición es la posición racionalista y se puede ilustrar con la
siguiente afirmación de Pierre-Simon Laplace:3

Todos los eventos, incluso aquellos que por su pequeñez parecen no seguir las
grandes leyes de la naturaleza, las siguen de una manera tan necesaria como las
revoluciones celestes. Una inteligencia que en cada instante dado conociera
todas las fuerzas que animan a la materia, así como la posición y la velocidad
de cada una de sus moléculas; si, por otra parte, fuera tan vasta como para
someter todos. esos datos al análisis, abrazaría en la misma fórmula los
movimientos de los más grandes cuerpos del universo y los del más ligero
átomo. Para una inteligencia tal, nada sería irregular y la curva descrita por una
simple molécula de aire o de vapores, parecería regulada de una manera tan
cierta como lo es para nosotros el orbe del sol. Pero en la ignorancia en la que
estamos de la inmensidad de los datos necesarios para la solución de este gran
problema, y en la imposibilidad, vista nuestra debilidad, de sujetar a cálculo la
mayor parte de los que nos son conocidos, incluso cuando su número es muy
limitado, nosotros atribuimos los fenómenos que nos parecen acontecer y se
suceden sin orden a causas variables y ocultas, cuya acción ha. sido designada
por la palabra azar, palabra que no es en el fondo más que la expresión de
nuestra ignorancia.

Por último, la posición aristotélica-tomista señala que todo lo que sucede en el


universo es una mezcla de causas segundas “per accidens” (azarosas) y “per se” (necesarias),
de donde no todo lo que sucede en el universo es caótico como piensan los materialista, ni
todo es necesario como piensan los racionalistas. Hay sucesos necesarios y sucesos
contingentes. Y esta filosofía aristotélica-tomista partiendo de este hecho, desde una
consideración metafísica puede llegar a una causa Primera y Providente que ha pensado y
querido el universo de este modo.4
3
Pierre-Simon Laplace, Théorie, pág. 177-178. Citado por Alfonso Pérez de Laborda, ¿Salvar lo real?,
Encuentro, Madrid, 1983, págs. 166-167. Juan José Sanguineti, en su libro El origen del universo (EDUCA,
Buenos Aires, 1994, pág. 95) hablando de este autor dice: “En su Mécanique celeste (1799-1825) Laplace
llevaba a la perfección la cosmología newtoniana del sistema solar. Las anomalías notadas por Newton, que le
inducían a invocar la intervención periódica de Dios, se resuelven según particulares mecanismos de reequilibrio
cíclico en larguísimos periodos de tiempo. El sistema solar en conjunto quedaba libre de perturbaciones”. Y en
pie de nota afirma: “Laplace era creyente y murió en su fe católica. Su replica a Napoleón siempre citada, "no
tengo necesidad de esa hipótesis" se refiere a las peculiares acciones divinas postuladas por Newton”.
4
Santo Tomás, I q. 19, a. 8: Por eso, es mejor decir que esto sucede por la eficacia de la voluntad divina. Pues
cuando alguna causa es eficaz para obrar, el efecto le sigue no sólo como hecho, sino también como hecho según
el modo de hacer y de ser. Así, pues, como quiera que la voluntad divina es del todo eficaz, no sólo se sigue que
se haga lo que Dios quiere, sino que se haga tal como El quiere que se haga. Por otra parte, Dios quiere que
algunas cosas se hagan necesariamente y otras contingentemente, para que haya armonía en las cosas como
complemento del universo. De este modo, algunos efectos los vinculó a causas necesarias que no pueden fallar y
cuyos efectos se dan necesariamente; y algunos otros efectos los vinculó a causas contingentes que pueden fallar
y cuyos efectos se dan contingentemente. Por lo tanto, no es que los efectos queridos por Dios se den
contingentemente porque las causas próximas sean contingentes; sino que, porque Dios quiere que los efectos se
den contingentemente, les dispuso causas contingentes.
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Como ilustración de lo anterior podemos usar como ejemplo el hecho de la concepción


de un ser humano. Supongamos el terrible ejemplo de una mujer prostituta que es violada en
una noche por varios hombres que la encontraron casualmente en un lugar descampado. Un
hecho totalmente azaroso y contingente que no necesariamente debería haber pasado; de aquí
se puede entender la frase de Jean Paul Sartre del sinsentido de la vida humana cuando dijo
que “el hombre es una pasión inútil”. Pero a lo anterior agreguemos que de los millones de
espermatozoides de los distintos hombres que recibió esa mujer, solamente uno fecundará el
ovulo que en ese periodo de su vida esa mujer ha madurado (entre otros muchos que podrían
haber madurado). Todo esto de manera totalmente al azar. El resultado final un ser humano.
Desde un análisis meramente científico de todo esto se podría decir que todo se
desarrollo por la mezcla azarosa de causas necesarias (sin un ovulo y un espermatozoide no
hay un ser humano) y causas al azar (que sea este ovulo y este espermatozoide en particular es
un hecho totalmente azaroso); es decir, de causas “per accidens” y “per se”. Desde esta
perspectiva la inteligibilidad científica no encontraría ningún sentido, ninguna finalidad a todo
lo observado; es más se podría pensar en una sinrazón el hecho de haber sido concebido así
este ser humano.
Ahora bien, de aquí ¿se puede concluir, por tanto, que no existe una causa Primera llamada
Dios? La respuesta es negativa; el científico desde esta inteligibilidad no podrá ni afirmar ni
negar la existencia de la causa Primera: Dios. La ciencia en cuanto ciencia tiene nesciencia de
Dios, porque es un conocimiento que no se tiene y no debe tener; en cambio, el científico en
cuanto hombre no puede tener ignorancia de Dios, ya que la ignorancia implica un
conocimiento que no se tiene, pero se debe tener. Como decía el gran matemático y físico
Laplace: la hipótesis de Dios no entra en las consideraciones científicas (sería reducirlo a una
mera causa segunda).
En este sentido, si un hombre de ciencia (no en cuanto científico) afirma que la inteligibilidad
científica es la única inteligibilidad que existe, con la consecuencia, entonces, que solo lo
azaroso sería la única explicación para entender los procesos del origen de la vida, de la
evolución de la vida y del origen y evolución del ser humano, no solamente desde el puntos
de vista científico, sino desde todo punto de vista, concluyendo que Dios no existe; este
hombre de ciencia no estaría ya hablando como científico, sino haría cientificismo, que es una
posición filosófica. Ya que desde la inteligibilidad científica no se puede negar otras
inteligibilidades; para realizar esto, el científico en cuanto hombre se debe colocar desde una
ciencia que estudia a las ciencias experimentales; una ciencia de las ciencias, que algunos
llaman Epistemología y otros Filosofía de las ciencias, pero que independiente de su
denominación es una ciencia de segundo grado. Ya karl Popper había señalado en sus obras la
inconsistencia de negar otras inteligibilidades desde la inteligibilidad científica.5
5
Karl R. Popper, La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid 1999, pág. 34-36: Los antiguos
positivistas estaban dispuestos a admitir únicamente como científicos o legítimos aquellos conceptos (o bien
nociones, o ideas) que, como ellos decían, derivaban de la experiencia; o sea, aquellos conceptos que ellos creían
lógicamente reducibles a elementos de la experiencia sensorial, tales como sensaciones (o datos sensibles),
impresiones, percepciones, recuerdos visuales o auditivos, etc. Los positivistas modernos son capaces de ver con
mayor claridad que la ciencia no es un sistema de conceptos, sino más bien un sistema de enunciados. En
consecuencia, están dispuestos a admitir únicamente como científicos o legítimos los enunciados que son
reducibles a enunciados elementales (o «atómicos») de experiencia – a «juicios de percepción», «proposiciones
atómicas», «cláusulas protocolarias» o como los quieran llamar –….
Esto «se hace patente» con gran claridad en el caso de Wittgenstein, según el cual toda proposición con sentido
tiene que ser lógicamente reducible a proposiciones elementales (o «atómicas» ), que caracteriza como
descripciones o «imágenes de la realidad» (caracterización, por cierto, que ha de cubrir todas las proposiciones
con sentido). Podemos darnos cuenta de que el criterio de sentido de Wittgenstein coincide con el criterio de
demarcación de los inductivistas, sin más que remplazar las palabras «científica» o «legítima» por «con sentido».
Y es precisamente al llegar al problema de la inducción donde se derrumba este intento de resolver el problema
de la demarcación: los positivistas, en sus ansias de aniquilar la metafísica, aniquilan juntamente con ella la
ciencia natural. Pues tampoco las leyes científicas pueden reducirse lógicamente a enunciados elementales de
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Desde una consideración filosófica que implica una inteligibilidad superior se ve claro que lo
que verdaderamente y simultáneamente es azaroso y necesario desde una perspectiva
científica, implica la acción de la causa Primera. Decía Santo Tomás:

Hay que decir: Vemos que en las cosas de este mundo algunas suceden
fortuitamente o por casualidad. Y a veces sucede que un acontecimiento que por
orden a las causas inferiores es fortuito o casual, referido a otra causa superior
se ve que es intencionado. Ejemplo: Si dos siervos de un señor son enviados por
él a un mismo lugar sin saberlo uno del otro, encontrarse allí los dos es
puramente casual para ellos, puesto que sucede sin intentarlo ninguno de los
dos. Pero para el señor que los mandó, no es casual, sino conocido e
intencionado. Por todo lo cual hay que decir: Las cosas que aquí suceden
accidentalmente, sean en el orden natural o en el orden humano, se reducen a
alguna causa que de antemano las ordena, y que es la Providencia divina. No
hay inconveniente para que aquello que es ser accidentalmente, sea concebido
por algún entendimiento como un solo ser. En caso contrario, sería imposible
que el entendimiento formara la siguiente proposición: cavando un sepulcro
encontró un tesoro. Del mismo modo que el entendimiento puede hacer tal
concepción, se puede también realizar. Ejemplo: Si alguien, conocedor del lugar
en el que está escondido el tesoro, anima a un labriego, que lo ignora, a que
cave allí un sepulcro. Así, no hay inconveniente en que las cosas que suceden
accidentalmente, como fortuitas o casuales, se reduzcan a alguna causa
ordenadora que obre por el entendimiento, y más si se trata del entendimiento
divino, ya que sólo Dios puede mover la voluntad, como se dijo (q.105 a.4;
q.106 a.2, q.111 a.2). Por lo tanto, la ordenación de los actos humanos cuyo
principio es la voluntad, sólo puede atribuirse a Dios. (I, 116, 1 co)

3. ANÁLISIS TEOLÓGICO SOBRE EL ORIGEN DEL SER HUMANO.

Ahora bien, desde la perspectiva de la Revelación, que está constituida por la Sagrada
Escritura y la Sagrada Tradición rectamente interpretadas por el Magisterio de la Iglesia,
nosotros debemos preguntarnos si Dios ha revelado algo sobre estas temáticas y si esto
revelado está en conflicto con lo que afirma la ciencia y la filosofía.
Evidentemente Dios ha revelado algo sobre el origen de todas las cosas, en particular sobre el
origen de la vida y del hombre; basta leer los primeros capítulos del Génesis y conocer las
enseñanzas que han hecho los Padres de la Iglesia.
Pero esto que ha revelado, y lo afirmamos resueltamente no está en conflicto con la ciencia y
con la filosofía; ya que, si tomamos el criterio que nos da la Constitución Dogmática Dei
Verbum en el número 11: “Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres,
que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por
ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería”, se puede afirmar
que tanto los autores de la Sagrada Escritura, como así también aquellos que nos trasmitieron
la Sagrada Tradición de la Iglesia, han estado insertos en un horizonte cultural en el que las
ideas actuales sobre el origen de la vida no entraron en su consideración intelectual, ya que
aparecieron varios siglos después. Podemos aseverar que ellos no han afirmado nada sobre
estas ideas ya que sería un anacronismo; es decir, una incongruencia presentar algo como
propio de una época a la que no corresponde. De esto se deriva que no hay ningún conflicto

experiencia. Si se aplicase con absoluta coherencia, el criterio de sentido de Wittgenstein rechazaría por carentes
de sentido aquellas leyes naturales cuya búsqueda, como dice Einstein, es «la tarea suprema del físico»: nunca
podrían aceptarse como enunciados auténticos o legítimos.
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entre lo que puede afirmar verdaderamente la ciencia o la filosofía y lo que enseña la


Revelación. Los autores sagrados, en los textos de la Sagrada Escritura, y los Padres de la
Iglesia, en sus escritos, reflejan la cosmología y antropología propias de su época y cultura,
por lo cual, teniendo en cuenta ese contexto cultural, que también Dios en su Providencia ha
querido y guiados por la Iglesia, hay que descubrir aquello que formalmente Dios quiso
revelar acerca del origen de la vida y del hombre.
Como vemos, desde una perspectiva Católica, la Revelación divina no entra en conflicto con
la ciencia contemporánea; pero tampoco induce un superficial concordismo. Desde la
Revelación divina no hay ninguna afirmación a favor o en contra sobre lo que puede decir la
ciencia, a nivel de inteligibilidad científica, acerca del origen y de la evolución de la vida y
del ser humano. Por lo tanto, sería un anacronismo proyectar problemáticas actuales a los
hagiógrafos de la Sagrada Escritura. Además la acción ordinaria de la Providencia divina no
implica la acción extraordinaria de Dios que interviene milagrosamente para realizar y
Revelar su salvación. Por lo cual, la ciencia apologética no entra en la consideración acerca
del origen y de la evolución de la vida y del ser humano, ya que en estos procesos naturales
no ha habido ningún milagro.
Tampoco desde una filosofía aristotélica-tomista, se plantea un conflicto con la ciencia
contemporánea; ya que, estos temas acerca del origen y de la evolución de la vida y del ser
humano analizados desde una teología natural se refieren a Dios en cuanto causa primera y
providente. Por lo cual, la ciencia, cuyo ámbito es la inteligibilidad científica, en su estudio
completo y exhaustivo de estos temas nunca podría descubrir o negar la acción de Dios en el
obrar ordinario de su Providencia.
Por esto, los hombres de ciencia en cuanto científicos, no tienen que presuponer la acción de
Dios ni negarla en estos temas acerca del origen y de la evolución de la vida y del ser
humano; su ciencia es independiente de la consideración de Dios, tiene nesciencia de Dios
(aunque no es agnóstica, ya que esto implica una postura filosófica).
Lo filósofos que pertenecen al cientificismo, pueden plantear conflictos entre estos temas
acerca del origen y de la evolución de la vida y del ser humano y la existencia de Dios y su
naturaleza; y la espiritualidad del alma humana; pero su planteo no parte desde la ciencia, sino
desde su particular concepción filosófica y en ese nivel de inteligibilidad filosófica, deben ser
resueltos los conflictos.
Por último, los fundamentalistas de origen protestantes, que ven incompatible lo que afirma la
Sagrada Escritura con la explicación científica acerca del origen y de la evolución de la vida y
del ser humano, deben tomar conciencia de que el origen del conflicto está en su concepción
religiosa, que hay que respetar; pero deben darse cuenta que desde una concepción religiosa
Católica, desde una postura filosófica aristotélica-tomista o desde una postura científica este
conflicto es inexistente.

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