1. Cuerpo orgánico
El cuerpo humano vivo, sus funciones y facultades constituyen la naturaleza
humana, la vida recibida; la herencia biológica que debemos a nuestros padres.
De ellos no hemos recibido la persona que somos, a saber, el acto de ser
personal, ni tampoco la esencia humana, es decir, el partido que cada cual saca
de sus facultades superiores sin base orgánica.
El cuerpo vivo no es tal antes de recibir la vida. Sin ella las realidades físicas no
son cuerpo orgánico, sino materia inerte. Cuerpo con vida es cuerpo orgánico.
Los órganos son los soportes biológicos de las potencias o facultades de que
está dotado un ser vivo corpóreo (ej. los oídos son los órganos de la facultad
auditiva, los ojos lo son de la visiva, etc.). Tales potencias con soporte orgánico
son principios próximos que ordenan, configuran, informan, una parte del cuerpo,
no el cuerpo entero, sino cada una a su órgano (ej. la facultad auditiva activa a
los oídos; la de la vista, a los ojos, etc.).
Los cuerpos orgánicos tienen mayor o menor complejidad dependiendo del
mayor o menor número de potencias o facultades que posean y del tipo de las
mismas. Los órganos son para las facultades; no al revés (ej. el ojo es para la
vista, no la vista para el ojo; no se trata sólo de que veamos porque tengamos
ojos, sino de que los ojos son para ver). De modo semejante, hay que recordar
a menudo que el cuerpo es para el alma, y no a la inversa.
El cuerpo humano es el cuerpo vivo más complejo de la realidad, no sólo por la
composición biológica, sino por el para de su funcionalidad. El cuerpo y el alma
no funcionan cada cuál por su cuenta al menos no es pertinente que así
procedan, sino que están vinculados armónicamente. La unión es de
subordinación del cuerpo al alma. El uno depende de la otra.
6. Liberación sexual
El sentido del pudor Por liberación sexual se suele entender dejar rienda suelta
al apetito sexual. Se trata de una supuesta liberación que, paradógicamente, ni
responde ni respeta la verdadera libertad personal, pues acaba sometida a la
esclavitud de las pasiones sensibles (que ocupan una posición más bien
modesta en la escala ontológica humana). En efecto, la libertad es del orden de
la persona. Si la sexualidad es del ámbito de la manifestación, una manifestación
sexual incompatible con la intimidad personal no es apropiada para la persona,
sino que despersonaliza. Desde ese momento se puede hablar de deseo, de
placer, de medio, etc., pero no de amor personal.
En consecuencia, los abusos sexuales en la mujer quedan más en ella misma,
en su cuerpo y en su personalidad que los del varón en la suya. Por ello, las
consecuencias de deshumanizar a la mujer son siempre más graves que si se
procede a corromper al varón. Sin embargo, los varones suelen ser los
principales responsables de la deshumanización femenina, porque en lugar de
virilizarla la degradan.
El pudor es cualidad personal que, de modo similar al sexo, tampoco se entiende
sin alcanzar la intimidad de cada quién. La despersonalización o el debilitamiento
del sentido del ser personal conlleva el debilitamiento del sentido del pudor.
7. El tener según el cuerpo, el habitar y el trabajo. Propiedad privada y
pública
El cuerpo humano está hecho para tener. Es poseedor por necesidad y sin ella,
pues unas posesiones son necesarias para su supervivencia (alimento, vestido,
vivienda, etc.), mientras que otras son más bien libres, complementarias (arte,
una u otra forma de cultura, etc.). Adscribimos a nuestro cuerpo prendas de vestir
(pantalones, chaquetas, corbatas, pañuelos, abrigos, etc.), que son modos de
manifestar cada quién en su cuerpo la idea de belleza personal que tiene en su
interior (o también la manifestación de que no la tiene, o de que la tiene un tanto
estropeada), el respeto por los demás, etc.
Habitar es el modo de estar del hombre en el mundo de acuerdo con el interés,
no de su ser, porque la persona humana no pertenece al mundo y, por tanto, el
interés no la constituye. Por eso el pragmatismo en antropología es reductivo. El
hombre habita. El animal no.
El fin del trabajo es el tener, es decir, las posesiones, tanto externas como
internas. Las internas son ideas y hábitos en la inteligencia y virtudes en la
voluntad; las externas las posesiones físicas: alimento, vestido, casa, etc. El
hombre sufre por saber, y trabaja por tener. En suma, el tener se dualiza con el
trabajo, siendo el disponer el miembro superior de esa dualidad. A su vez, el
tener inferior, el externo, se dualiza con el interno (ideas, hábitos y virtudes) y
debe subordinarse a él, pues poco vale la riqueza sin la sabiduría.
La propiedad privada y la pública. Durante buena parte del s. XIX y XX los
colectivismos y comunismos de cuño marxista, materialista, lanzaron a la
palestra social una propaganda ideológica sobre la superioridad de la propiedad
pública sobre la privada. Por el contrario, los liberalismos radicales de aquella
misma época histórica, que defendían extremosamente la propiedad privada a
costa de la pública, sospechaban con recelo de esta última, intentando segar de
raíz cualquier brote de estatalismo.
Además, una y otra no sólo son naturales al hombre, sino distintivas en él
respecto del resto de los animales, puesto que el cuerpo humano es el único que
está diseñado para poseer en privado y en común realidades materiales.