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CONCEPTO DE EDUCACIÓN

Aunque todos los especialistas afirman que la educación tiene su origen en el mismo comienzo de
la humanidad todavía hoy no es fácil que se pongan de acuerdo en su definición. Obviamente,
cuando hablamos de definición nos referimos al qué de las cosas y características esenciales.
Trataremos en estas líneas de ampliar el tema y presentar una definición que pueda resultar más
completa.

Es evidente que la educación no es un objeto diferenciado del mundo del cual podemos obtener
un concepto formal acabado para siempre. La educación es algo que se desarrolla, que acontece
como una construcción y por tanto se corresponde a una acción humana y a un saber práctico
(Altarejos Francisco; Naval Concepción, 2011, pág. 28)

Una de las dificultades que hay que resolver es si la educación es una acción o una actividad (ibid,
pp 33). Aunque las palabras son similares la elección de una u otra supone la asunción de una
perspectiva muy distinta con grandes consecuencias para la cultura de los pueblos.

Cuando hablamos de acción nos estamos refiriendo al despliegue de una capacidad humana, por
ejemplo el pensar o el mirar. Es evidente que si miramos algo nuestra capacidad permanece
intacta en su ejercicio y aunque veamos algo hermoso o desagradable nuestra capacidad de mirar
no sufre ningún cambio. La actividad por su parte es algo que comienza en un determinado
momento y concluye en otro, además, supone el desarrollo de un proceso constituido por la
realización de otras actividades. El comer, por ejemplo, supone una cadena de acontecimientos
que aunque no los vemos la ciencia nos los ha develado como el proceso de digestión que ocurre
en el interior de nuestro organismo. Si consideramos la educación simplemente como actividad
la podríamos reducir al conjunto de procesos y técnicas que hay que aplicar para transmitir una
información. De hecho, esta perspectiva supone reducir la enseñanza a la pedagogía o a la
didáctica y convertir el qué en un simple cómo.

La educación es mucho más que un conjunto de técnicas y se refiere más directamente a la tarea
de desplegar todas las capacidades. El hombre a diferencia de los animales no nace con sus
capacidades desarrolladas. Por ejemplo, un ternero a los pocos minutos de haber salido del
vientre de su madre es capaz no sólo de caminar sino de correr y alimentarse por sí mismo, en el
caso del ser humano estas mismas capacidades necesitan largo tiempo y la ayudad de sus
congéneres. En cuanto a las capacidades propiamente humanas como el hablar, escribir, el pensar
con rigor, o el decidir con libertad, la asistencia de la educación es imprescindible.

Esta idea se contiene en significado etimológico de educación que proviene de educare: criar,
cuidar, alimentar y formar o instruir. A su vez educare está relacionado con ducere: conducir,
crecer (ibid. pp20). Existe un despliegue de capacidades humanas que hay que formar y conducir
para que lleguen a su crecimiento, a su plena madurez.
Otra dificultad proviene del hecho de reducir la educación a uno de sus elementos debilitando
excesivamente a los otros. En el acontecimiento de la educación intervienen el profesor, el
estudiante y la información que se transmite. Si sobredimensionamos, por ejemplo, la
información, la misma presencia del profesor podría desaparecer. Hoy en día vivimos en la
sociedad de la información y tenemos acceso por medios digitales a una cantidad ilimitada de
información. Desde este enfoque habría que decir que la educación tiene sus días contados y que
su destino es la extinción.

Si nos fijamos exclusivamente en el estudiante y pensamos que la educación es sólo el despliegue


de la propia capacidad igualmente la función del maestro podría ser irrelevante o incluso
innecesaria. Algunos apuestan por la formación autodidacta en la que el alumno es el que
descubre por sí mismo y construye el conocimiento. Los antiguos tenían muy claro este asunto
pues usaban una palabra específica para este caso “inventio” (ibid 28), es decir, descubrimiento,
no lo llamaban educación.

A su vez, cuando ponemos todo el acento de la educación en el maestro lo que podría resultar es
la instrucción en la que se transmite información de manera bancaria o memorística. El ser
humano quedaría degradado a imitador, lo cual significaría que sus capacidades propiamente
humanas quedarían atrofiadas y que se estancaría el desarrollo de la ciencia y de la técnica y por
tanto el de toda la humanidad. Desgraciadamente este es el camino que se ha escogido para
lograr la acumulación de riqueza o para el mantenimiento de una única forma de ver las cosas en
las sociedades ideológicamente sometidas.

En realidad la educación es algo relacional (ibid, pp 27), no se puede dar sin la conjunción de las
tres, o al menos de las dos más importantes, el maestro y el alumno. Se trata de una acción
recíproca y por tanto se da en la concurrencia del educador y el educando. No se realiza si el
estudiante no tiene la intención de aprender -podría estar presente sólo físicamente- o en su
defecto si el maestro no tiene el deseo de enseñar –y únicamente pretende transmitir
información.

Sin embargo, el elemento fundamental de la acción educar se halla en la finalidad. Toda acción
humana, para que sea tal, necesita un sentido (ibid, pp 32), una intencionalidad, un para qué, que
la define, de lo contrario se trataría de una acción no intencional, fortuita o forzada y no de una
acción propiamente humana. La finalidad es el perfeccionamiento humano, cómo ya se ha dicho,
el despliegue de las capacidades del estudiante. Ahora bien, esta finalidad tiene que atenerse a
una razón, no basta que sea intencional, debe estar orientada hacia la plenitud de la naturaleza
humana. Se trata entonces no de un adoctrinamiento, ni de una simple instrucción sino de una
verdadera formación humana. Y para que esta acción sea conforme a la naturaleza humana tiene
que estar enmarcada en la búsqueda de la verdad y del bien.

Según lo dicho se podría definir la educación como una acción humana recíproca en la que
intervienen un educador y un educando, y que tiene como finalidad el cultivo de la humanidad en
el bien y la verdad.
Altarejos Francisco; Naval Concepción. (2011). Filosofía de la Educación. Navarra: Ediciones
Universidad de Navarra, S.A. (pp 1 - 41)

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