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17776/2011

JAROSLAVSKY ANDRES ADOLFO c/ BBVU BANCO FRANCES SA s/DAÑOS Y


PERJUICIOS

Buenos Aires, de noviembre de 2016.

Y VISTOS:

Estos autos caratulados "JAROSLAVSKY, Andrés Adolfo y otro c/BBVU BANCO FRANCES SA.
y otros s/daños y perjuicios" (Expte: 17776/2011), junto a su acumulado "OLGUIN, José
Luis c/ BBVU BANCO FRANCES SA. y otro s/daños y perjuicios" (expte.15.489/2011); en
trámite por ante la Secretaría de este Tribunal, en estado de dictar sentencia, y de cuyas
constancias;

RESULTA:

a) "Jaroslavsky, Andrés Adolfo c/BBVU Banco Francés"

I.- Que, a fs.31/52 se presenta Andrés Adolfo Jaroslavsky, por apoderado, a iniciar
demanda contra "BBVU Banco Francés SA", y/o quien resulte civilmente responsable por
los daños y perjuicios ocasionados con motivo del hecho acaecido el día 09/09/09, por la
suma de pesos dos millones novecientos ocho mil ($2.908.000), intereses y costas.

Relata que el día supra señalado, siendo aproximadamente las 12 horas, concurrió en
compañía de José Luis Olguín a la sucursal N° 26 de la entidad bancaria demandada, sita
en Av. Santa Fe 5000 (esquina Bompland) de esta ciudad, donde tenía radicada su cuenta
bancaria, con el objeto de retirar la suma de $5.000 de la empresa para la cual se
desempeñaba y chequeras pertenecientes a la cuenta de "Sounch SRL", de la cual era
socio gerente.

Refiere, que una vez arribado al banco, ya dentro del mismo, se colocó junto con el Sr.
Olguín en la fila de cajas a la espera de ser atendidos.

Destaca, que en ese momento la atención al público era llevada adelante por una única
cajera, quien lo atendió llegado su turno.

Indica, que una vez realizada la extracción del dinero se lo entregó al Sr. Olguín quien lo
guardó entre sus ropas, acción que -resalta- fue observada desde el interior de la entidad
bancaria por un sujeto masculino, a quien la investigación penal posterior logró identificar
como Fernando Pasarelli.
Subraya, que en el interior del banco se encontraba quien luego participaría como coautor
del delito en los hechos desencadenantes de los daños, sentado dentro de la sala de
espera y observando lo que pasaba sin realizar trámite alguno; es decir, el retiro del
dinero y su salida de la entidad bancaria.

Cuenta, que detrás suyo también se retiró el delincuente sin realizar ningún tipo de
trámite dentro del banco, abandonando la fila de la línea de cajas, sin siquiera ser
advertido por el personal de seguridad.

Dice, que realizó los demás trámites para los cuales había concurrido a la sede del banco
y, que se retiró junto a Olguín a bordo de su rodado particular dominio HAT-854, al lugar
donde tiene asiento su empresa sita en Jorge Newbery 3849, de esta ciudad.

Durante el trayecto, aclara, Olguín volvió a entregarle la suma extraída del banco.

Expresa, que al llegar al destino, estacionó su automóvil y se dirigió a las oficinas de la


firma; en tanto Olguín hizo lo propio, pero en dirección al local de la empresa que se
hallaba frente a la altura catastral N° 3823 de la misma arteria.

Expone, que en ese instante fue interceptado por un sujeto de sexo masculino -luego
identificado como Ramiro Ezequiel Chávez-, el cual esgrimiendo un arma de fuego apuntó
a su pecho, exigiéndole de manera textual "dame las cinco lucas que sacaste del banco".

Manifiesta, que no opuso reparo alguno a lo solicitado e intentó sacar de entre sus ropas
el dinero en cuestión, recibiendo en ese momento del agresor mediante el arma de fuego
que portaba un golpe en la cabeza. Acto seguido, Olguín -que advirtió esa circunstancia a
través de un monitor de seguridad externo de la empresa- tomó su pistola Bersa calibre 9
mm, salió en esa dirección y se trabó en lucha con Chávez golpeándolo con su arma en la
boca. Esa acción, originó que el delincuente perdiera el equilibrio y cayera al suelo,
momento en el cual desde la calle Fraga hacia Guevara apareció otro sujeto a bordo de
una motocicleta -a la postre identificado como Cristian Pablo Yañez-, efectuando un
disparo de arma de fuego que atravesó el pantalón que vestía Olguín, lesionándolo en su
pierna.

Narra, que la motocicleta se le venía encima, razón por la cual Olguín repelió la agresión
efectuando disparos con su arma, algunos de los cuales impactaron en el cuerpo de
Yañez, provocando que perdiera el equilibrio y cayera del motovehículo. En ese instante,
cuenta, éste le manifestó a Olguín que no le tirara ya que estaba herido, pero
paralelamente Chávez, desde el suelo, efectuó varias detonaciones con el objeto de darle
muerte, una de las cuales impactó al nivel de su hombro derecho y otra en su rostro,
ingresando por debajo de su maxilar derecho (a nivel del gonión), para posteriormente
salir por su ojo izquierdo, cayendo pesadamente al suelo.

Indica, que esa ocasión fue aprovechada por los delincuentes para emprender la huída,
dejando abandonada la motocicleta y a pie, efectuando Chávez disparos con el arma que
portaba, hasta llegar a la esquina de Fraga y Jorge Newbery, donde abordaron un rodado
marca Renault Megane color gris.

Señala, que como consecuencia del traumático suceso quedó tendido en el suelo, hasta
que fue socorrido por dependientes de la firma quienes, dada la gravedad del cuadro,
dispusieron su inmediato traslado al "Hospital Militar" donde fue asistido de urgencia,
para luego ser trasladado a la "Clínica Suizo Argentina". Allí permaneció internado hasta el
19/09/09. Cuenta que fue intervenido quirúrgicamente en dos oportunidades; que se le
realizó la reconstrucción plástica del globo ocular y luego del maxilar superior de la
mandíbula, y al mes de la primera operación, también del párpado.

Resalta que como consecuencia del impacto, perdió totalmente la visión de su ojo
izquierdo –al estallarle el glóbulo ocular-, y quedó comprometida seriamente la
visión del su ojo derecho, entre otras secuelas.

Achaca responsabilidad en el caso al demandado debido a la falta de controles y por la


violación del deber de vigilancia, exponiendo ello un accionar culposo por parte del
personal del banco que permitió el desarrollo de una cadena secuencial de actos que
desembocaron en el catastrófico suceso narrado.

Describe los rubros que integran su reclamo, funda su derecho y ofrece prueba.

II.- Que, a fs.93/130 se presenta, “por apoderado" "BBVA Banco Francés SA", a oponer
excepción de falta de legitimación pasiva y contestar demanda, cuyo rechazo solicita con
costas.

Desconoce los hechos relatados en la demanda, así como que en autos se encuentren
reunidos algunos de los presupuestos de la responsabilidad civil que se le imputan.

Resalta que cumple con la totalidad de las normas que le impone su órgano de
control y fiscalización ("BCRA"), respecto de toda su actividad y en particular, acata todas
las normas que en materia de seguridad rigen su actividad.

Señala, que no le consta el hecho afirmado tan rotundamente por el actor, respecto del
supuesto ilícito que se relata como perpetrado tiempo después y a una distancia harto
remota de la sucursal. En ese sentido, agrega, que el escrito liminar se encuentra plagado
de afirmaciones dogmáticas y de referencias a situaciones acaecidas en ocasión de un
hipotético retiro de dinero y producidas a kilómetros de distancia de la sucursal bancaria
ubicada en Santa Fe y Bonpland.

Indica, que el día y hora del hecho denunciado, en la sucursal bancaria había gran cantidad
de personas tanto en la línea de cajas como sentadas esperando ser atendidas por los
Oficiales de Cuentas, realizando operaciones por los cajeros automáticos y buzones,
entrando y saliendo del lugar, sin que nadie evidenciara sospecha alguna para el
personal de seguridad.

Menciona que la supuesta persona a quien identifican como "entregador" resulta


desconocida por su parte. Asimismo, destaca que tanto el accionante (presunto titular de
una empresa de seguridad) como su acompañante (Olguín, quien lo habría asistido
en carácter de custodio), no hubiesen podido advertir -pese a su experiencia en
materia de seguridad-, el accionar de la persona a quien denuncian como "marcador". Es
decir, señala, ningún indicio que los hubiese alertado acerca de una situación de
inseguridad dentro de la sucursal ni en el recorrido hacia el destino final del relato.

Resaltan el riesgo incurrido por el demandante al haber decidido efectuar un


retiro en efectivo, denotando una conducta imprudente y poco precavida; ante los
diversos medios alternativos que ofrece el sistema financiero. Otro tanto, expone, la
conducta de Olguín, quien ante la falta de cuidado y resguardo de aquél a quien
estaba custodiando, se enfrentó con un arma de fuego al supuesto atacante,
desencadenando una serie de disparos, que a la postre causaron los daños alegados en la
demanda.

Destaca, que la conducta asumida por Olguín, fue determinante de los daños padecidos
por el demandante, quien -reconoce en la demanda- fueron provocados por la
resistencia armada de aquél y la respuesta armada de los delincuentes ante su
accionar imprudente. Dice que fue Olguín quien expuso de modo innecesario e insensato
la integridad física del actor, máxime cuando el actor decidió no oponer resistencia a la
entrega del dinero.

Refiere, que no existe responsabilidad de su parte por hechos ocasionados por terceros
(ajenos al banco), que fueron consecuencia directa de la inexcusable imprudencia
del demandante y de su custodio.

Señala, que cumple sistemáticamente con todas las medidas de seguridad que le son
exigidas, y que ninguna norma impone a las entidades bancarias ejercer un poder de
policía fuera de los perímetros de sus establecimientos, así como tampoco tareas de
inteligencia, propias de oficiales de policía y ajenas a sus empleados. Se trata, argumenta,
de deberes del Estado Nacional en su función de custodio de los bienes de los
ciudadanos; luego las reglas de seguridad en materia de actividad bancaria no pueden
ni deben desvirtuar las funciones de los bancos.

Admite las discusiones generadas acerca de los alcances territoriales del deber de
seguridad; así como que en aquéllos casos que la receptan, ello ha abarcado la entrada al
recinto (con especial relación a los delitos cometidos a la salida de cajeros
automáticos). Por ello, resalta que el hecho que describe el actor acaeció a 20
cuadras de la dirección de la sucursal; de ahí que entiende descabellado la vía hipotética
analizada, pues no puede contemplarse como "ámbito de control" de la entidad bancaria
a la vía pública y a kilómetros de una de sus sedes.

Subraya, que respecto de las "omisiones" que pueden engendrar responsabilidad en los
términos del art.1074, del Código Civil, exige que una norma legal "dispusiere la
obligación de cumplir con el hecho omitido"; la cual no existe en la especie.

Cuenta, que la entidad cumplió con todas las normas de seguridad vigentes para su
operatoria y que conforme los informes de los sectores de seguridad del banco, ante la
ocurrencia del evento que da origen a esta acción, las autoridades policiales
tomaron contacto con la sucursal a los efectos de verificar las grabaciones de los sistemas
de cámaras, las cuales fueron entregadas a la autoridad de prevención, clara
demostración del profesionalismo de la institución bancaria.

Alega la ocurrencia en la especie de culpa de la víctima en virtud de las circunstancias del


caso ya resaltadas; además de la intervención de un tercero por quien no debe responder.

Solicita la citación en garantía de "Ace Seguros SA"; la citación de terceros de Fernando


Pasarelli, Cristian Pablo Yañez y Ramiro Ezequiel Chávez; ofrece prueba y funda su
derecho.

III.- Que, a fs.133/134 se dispuso la acumulación de estos autos a aquéllos


caratulados "Olguín, José Luis c/BBVU Banco Francés".

IV.- Que, a fs.178/185 se presenta, por apoderado, "Ace Seguros SA", a contestar la
citación en garantía.

Reconoce la existencia de una póliza de seguro vigente a la fecha del supuesto hecho
denunciado por el actor, en virtud de la cual resultaba aseguradora de la demandada.

Niega los hechos en forma categórica y pormenorizada, la responsabilidad del


asegurado; el reclamo indemnizatorio y adhiere a los términos de la contestación de la
entidad bancaria demandada.
V.- Que, a fs.198 se ordenó la citación de tercero requerida por la demandada en los
términos del artículo 94, del rito -luego desistida a fs.221-; y se difirió la excepción de falta
de legitimación pasiva incoada.

VI.- Que, a fs.293 se celebró la audiencia preliminar prevista en el artículo


360, del Código Procesal; a fs.308/309 se abrió la causa a prueba, período que
transcurrió hasta su clausura de fs.788.

La parte actora y demanda presentaron su alegato en los términos del artículo 482, del
Código Procesal.

VII.- Que, a fs.870 se llamaron "autos a sentencia" en providencia que se encuentra


firme.

b) "Olguín, José Luis c/BBVU Banco Francés"

I.- Que, a fs.4/18 se presenta José Luis Olguín, por apoderado, promoviendo
demanda ordinaria por daños y perjuicios contra "BBVU Banco Francés SA", por la suma
de pesos seiscientos doce mil ($612.000), intereses y costas.

Ensaya sus argumentos en los mismos términos que el actor en el expediente acumulado,
describe las secuelas padecidas, enumera los rubros que integran su reclamo, funda su
derecho y ofrece prueba.

II.- Que, a fs.51/82 se presenta "BBVU Banco Francés SA", por apoderado, a oponer
excepción de falta de legitimación pasiva y a contestar demanda en los mismos términos
que en el expediente acumulado de manera que corresponde atribuir a la ley antigua la
regulación de los presupuestos de existencia de esa obligación, así como su
contenido, inclusive la extensión del daño y su avaluación. Luego, no cabe
revalorar el significado jurídico del hecho generador con el prisma de la ley nueva
(CNCiv., en pleno "Rey, Jose J. c/Viñedos y Bodegas Arizu SA", del voto de
la mayoría, del 21/12/1971).

En el caso, si bien se trata de la reparación de daños producidos en ocasión de una


relación de consumo, se arriba a idéntica solución ya que los hechos ilícitos y los
actos jurídicos unilaterales o bilaterales, considerados como "causa fuente" (ars. 726 y
727 del Código Civil y Comercial) productora de derechos o obligaciones en las
relaciones jurídicas que unen a los sujetos activo y pasivo (acreedor y deudor), se hallan
regidos por la ley vigente en el momento de producirse el hecho lícito o ilícito, o en el
momento de celebrarse el acto jurídico (el contrato), no pudiendo ser alterados o
interpretados por leyes posteriores (conf. TARABORRELI, José N., Aplicación de la
ley en el tiempo según el nuevo Código, en Revista La Ley, dl 3/9/15).

En consecuencia, corresponde verificar si las situaciones y sus consecuencias están o no


agotadas, si está en juego una norma supletoria imperativa, y ahora sí, como novedad, si
se trata o no de una norma más favorable para el consumidor. Así por ej., si el hecho ilícito
que causó el daño aconteció –como en el “sub judice”- antes de agosto de 2015, a esa
relación jurídica se aplica el Código Civil, se haya o no iniciado el juicio y
cualquiera sea la instancia en la que se encuentre (conf. Kemelmajer de Carlucci, Aída,
“Nuevamente sobre la aplicación del Código Civil y Comercial a las situaciones
jurídicas existentes al 1 de agosto de 2015”, en Revista La Ley del 2 de junio de 2015).

Pues bien, al ser el daño un presupuesto constitutivo de la responsabilidad (cfr.


arts. 1716 y 1717 del Cód. Civil y Comercial de la Nación y art. 1067 del anterior Cód. Civil),
aquél que diera origen a este proceso constituyó, en el mismo instante en que se produjo,
la obligación jurídica de repararlo. En consecuencia, dicha relación jurídica, al haberse
consumado antes del advenimiento del actual Cód. Civil y Comercial de la Nación, debe
ser juzgada -en sus elementos constitutivos y con excepción de sus consecuencias no
agotadas- de acuerdo al sistema de los anteriores Códs. Civil y de Comercio y, claro está,
por la vigente ley de defensa del consumidor (ver CNCiv.Sala B, "Espinosa, Alejandro
Agustín c.Metrovías SA y otros s/ daños y perjuicios", del 11/08/2015).

III.- Promueven ambos actores sendas demandas por reparación de los daños y perjuicios
padecidos al ser abordados por delincuentes en la proximidad de las oficinas comerciales
de la empresa en que se desempeñaban, luego de haber efectuado un retiro de
dinero en efectivo de la sucursal bancaria N° 26 de la demandada, ubicada en la
avenida Santa Fe N° 5000, esquina Bompland, de esta ciudad.

IV.- Principiaré por señalar, en lo concerniente a la excepción de falta de legitimación


pasiva esgrimida por la entidad bancaria demandada, que la misma será examinada
con el tratamiento de la responsabilidad, toda vez que la cuestión se circunscribe
al mérito y extensión de la relación jurídica que la vincula con los actores.

V.- De conformidad con el art. 42 del texto constitucional "Los consumidores y usuarios
de bienes y servicios tendrán derecho, en la relación de consumo a la protección de su
salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la
libertad de elección y a condiciones de trato equitativo y justo". Se busca
poner de relieve la persona humana y su necesaria protección en su debilidad,
ligereza, necesidad o inexperiencia. La idea es lograr un amplio espectro que
permita la inclusión de todas las personas alcanzadas por las relaciones de consumo.
El Estado está obligado a proteger a los débiles, a tutelar sus intereses
amparados por la Constitución, sobre todo a través de los Tribunales, y frente a los
fuertes, tiene el deber de vigilar que su libertad no sea una carga para todos.
Como valor jurídico, no puede existir una protección constitucional a expensas
de los derechos fundamentales de otros. Entre las instituciones y conceptos
jurídicos a ser revisados e interpretados de acuerdo a la Parte Primera, Capítulo II (arts.36
a 43) del texto constitucional federal, se encuentra el principio de la autonomía de
la voluntad, y el de la libertad contractual del Estado y de los particulares.

La autonomía de la voluntad, y la libertad contractual no pueden lesionar los


beneficios acordados por la Constitución, permitiendo discriminaciones,
subordinaciones, la ruptura de la justicia social o desigualdades lesivas, por
desproporcionadas, para una de las partes del contrato sobre materias de interés social.
Será el bien común, sin desigualdades ni discriminaciones, sin abusos, y tanto las
leyes como la interpretación constitucional deberán propender a él. Esta finalidad,
necesariamente, limita la autonomía de la voluntad contractual, y la actividad
económica irrestricta, que permite a las personas realizar todo aquello que la
ley no prohíba expresamente, así sea en perjuicio de la población o de sus grupos.
Se trata de evitar los perjuicios derivados de una desigualdad en las
relaciones, proveniente de que una de las partes se encuentra en una posición dominante
ante otras que forman un grupo o una clase.

La actividad bancaria se encuentra indudablemente sometida a las reglas y principios


enunciados. Desde hace más de una década, y luego de ciertos titubeos iniciales, se
acepta en forma pacífica que las entidades financieras se encuentran encuadradas dentro
de la Ley de Defensa del Consumidor 24.240, por vía de su art. 2, e indirectamente a
través del art. 36, pues se trata de personas jurídicas, de naturaleza pública o privada,
que en forma profesional prestan servicios. La contratación bancaria se presenta, en
líneas generales, según BARBIER, disciplinada por la ley de protección al consumidor.

Esta prestación profesional de servicios debe ser interpretada en sentido amplio, como lo
hace el Código de Defensa del Consumidor del Brasil que en su art. 3 párr. 2º se
refiere a cualquier actividad prestada en el mercado de consumo mediante
remuneración, inclusive las de naturaleza bancaria, financiera, de crédito y
aseguradora (conf.Urtubey, Raúl Alberto; Los derechos del consumidor y usuario de
servicios bancarios: un enfoque más amplio de su problemática MJD4700).

Así las cosas, la ley 24.240 es plenamente extensible y aplicable a las operaciones
bancarias, ya que: i) los bancos prestan servicios de naturaleza financiera y no financiera, a
título oneroso; ii) los clientes -personas físicas o jurídicas- consumen esos servicios para
beneficio propio o de su grupo familiar; iii) las operaciones que ofrecen y realizan los
bancos pueden ser activas, pasivas o de servicios, todas las cuales quedan amparadas por
la ley de la materia (conf. BARREIRA DELFINO, Eduardo, Protección del cliente Bancario
, en Ley de Defensa del Consumidor to.II, Picasso-Vazquez Ferreyra, LA LEY, págs.
310 y sgtes.).

Bajo esos lineamientos, en razón de lo que se desprende de la causa penal caratulada


"Chávez, Ramiro Ezequiel" en trámite por ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia
de Instrucción N°49 Secretaría N°169 -cuyas copias certificadas tengo en este acto
a la vista-, no cabe sino entender que entre los demandantes y la entidad
bancaria demandada existía una relación de consumo, toda vez que aquéllos,
momentos antes del desgraciado episodio vivido -generador de las lesiones que
describen en su líbelo de inicio- habían retirado "...la suma de $5.000...de la Sucursal 26
del Banco Francés, sito en la Avenida Santa Fe al 5000...".

VI.- Ahora bien, el problema de la reparación del daño causado a otro constituye
una cuestión de responsabilidad civil, sea que el daño se hubiere originado en el
incumplimiento de un contrato, sea que el daño resulte de la consecuencia de un acto
ilícito.

En cualquiera de esos dos supuestos el autor del daño ha incurrido en una conducta
antijurídica. El concepto de antijuricidad es sinónimo de ilicitud, aunque puede
entendérselo con una mayor comprensión por abarcar no solamente los casos de
violación directa de la ley, sino las hipótesis de infracción del deber impuesto por la
voluntad de las partes en el contrato.

La responsabilidad contractual supone obviamente la existencia de un contrato el cual


impone al deudor la obligación que resulta violada por éste y que al causar un daño al
acreedor obliga a aquél a repararlo. La necesidad de que exista un contrato señala
la presencia de un elemento más estricto en esta responsabilidad que en
la órbita extracontractual. Ello es así porque la culpa tiene que ser referida en cada
caso, a la naturaleza de la obligación impuesta convencionalmente, y no ya al
genérico e indeterminado deber legal de actuar de tal manera de no causar daño a
otro. La culpa en el incumplimiento contractual se manifiesta por el daño causado al
acreedor con negligencia e imprudencia en la observancia del específico deber
jurídico establecido convencionalmente. De allí que sea imprescindible considerar a
la estructura del contrato como un elemento distinto de la culpa, aunque no
inseparable de la misma, pues si bien aquella va a mostrar objetivamente el contenido
obligacional del acto, la culpa consistirá en una valoración de tipo subjetivo referida a
la conducta del deudor en relación precisamente a la que debió cumplir según la
naturaleza de la obligación convencional. El incumplimiento contractual tipifica la
conducta del deudor en relación a cada contrato considerado, porque la violación de este
particular deber jurídico tiene en el contrato y en la ley, su regulación propia. Es así que
el incumplimiento contractual está regulado normativamente en cuanto al modo,
lugar, y tiempo de la ejecución de la prestación, y ello con independencia de la
imputabilidad del deudor que supone la concurrencia de otro elemento que es
la culpa o dolo (conf. BUSTAMANTE ALSINA, Teoría General de la Responsabilidad Civil,
Abeledo Perrot, págs. 104 y sgtes.).

Los actores le achacan a la entidad bancaria demandada indiferencia en el cumplimiento


del mandato legal que le imponía brindar seguridad a sus clientes y usuarios, ya que
entienden que las medidas de seguridad son destinadas exclusivamente a cubrir
lo que ocurre de las cajas hacia atrás.

Bajo esa perspectiva, asiste razón a los accionantes en destacar la protección


al consumidor con reconocimiento constitucional en el artículo 42, de la Ley
Fundamental; y que dimana en el orden infraconstitucional -entre otros- del
artículo 5, de la ley 24.240 (t.o. ley 26.361), de acuerdo con el cual "las cosas y servicios
deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones
previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad
física de los consumidores y usuarios".

En la sociedad actual, resulta de gran utilidad para la protección de los


consumidores en el mercado, lo que se explica por el papel protagónico que los mismos
tienen socialmente. Así, es posible afirmar que la obligación de seguridad significó la
incorporación de un factor objetivo de atribución en el campo contractual, cuya
fundamentación se apoyó en el principio general de la buena fe. Con frecuencia la
obligación de seguridad resulta del contrato celebrado, noción que guarda estrecha
vinculación con la idea que tradicionalmente se tenía de ella, en tanto deber
derivado del principio de la buena fe. Sin embargo, en el contexto normativo actual la
obligación de seguridad puede existir con independencia de la celebración de
contrato alguno cuando pueda identificarse una relación de consumo. En este último
supuesto, su estructura desborda su consideración como mero deber de protección,
anexo a la prestación principal, para asumir el carácter de una obligación autónoma
de fuente legal, derivada del principio informador emergente de la cláusula
constitucional de protección de los consumidores.

El contenido de la obligación de seguridad, en el marco de las relaciones de consumo,


constriñe al deudor a incorporar al mercado productos y servicios seguros conforme a las
exigencias normativas y a las expectativas legítimas del consumidor. De lo que se trata es
de concretar una garantía de inocuidad de los productos y servicios, o lo que es lo mismo
asegurarle al consumidor que de su correcta utilización o consumo, mediante
instrucciones y advertencias claras y veraces no lo colocará en riesgo, no le ocasionará
daños. Es decir, el deber de protección está dirigido a preservar la vida, la salud y la
integridad física de los individuos, imponiendo a los proveedores la obligación de
suministrar cosas y servicios inocuos para la salud e integridad física de los
consumidores (conf.HERNÁNDEZ, Carlos - FRUSTAGLI, Sandra, en LEY DE DEFENSA DEL
CONSUMIDOR, to.1, PICASSO - VAZQUEZ FERREYRA, LA LEY, págs.73 y sgtes.).

En ese orden de ideas, la ley 26.637 estableció las medidas mínimas de seguridad
que deben adoptar las entidades financieras, de carácter obligatorio, para lo cual
deberán contar en las líneas de cajas y cajeros automáticos con un sistema de
protección con suficiente nivel de reserva, que impida la observación de terceros; así
como también de inhibidores o bloqueadores de señal que imposibiliten el uso de
teléfonos celulares en el interior de las mismas, siempre que no afecten los
derechos de terceros fuera de la sucursal, ni interfieran en otros dispositivos de
seguridad. La autoridad de aplicación de la presente se dispuso fuera el Banco Central de
la República Argentina, con un plazo de 60 días para emitir las normas
reglamentarias que posibiliten su cumplimiento.

Dicho organismo, mediante "Comunicación A 5175", del 24 de enero de 2011 fijó los
plazos máximos para la implementación de tales medidas que, en el ámbito de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, reconocía como límite el 30 de junio de 2011.

Empero, la norma reseñada fue sancionada el 29 de septiembre de 2010 y promulgada el


28 de octubre de ese mismo año. Luego resulta de aplicación lo ya señalado en
apartados anteriores respecto de los alcances de la ley en el tiempo, ya que
ante la extinción y efectos ya producidos de la relación jurídica al momento de
entrada en vigencia de la nueva ley, el sub judice se encuentra regido por la vieja ley. Nos
hallamos frente a una relación jurídica cuyas consecuencias se encuentran consumidas al
momento de la entrada en vigencia de la nueva ley (el hecho data del 9 de septiembre
de 2009), de ahí que no pueda exigírsele a la entidad bancaria las medidas adoptadas en
el tiempo por la autoridad de aplicación, con el propósito de mitigar los hechos delictivos.

No obstante, no puede soslayarse que las medidas impartidas por el Congreso


fueron el resultado de una desgraciada sucesión de episodios criminales que
afectaron a numerosos clientes bancarios, revelando ello un deficitario
funcionamiento de la seguridad bancaria. Es decir, las entidades financieras tenían
el deber de brindar protección a sus clientes (consumidores y usuarios), pero las
acciones dirigidas al efecto resultaban -más de la veces- ineficientes para prevenir
los actos vandálicos de los que aquéllos resultaban víctimas.

Retomando los considerandos de la sentencia recaída en sede represiva, cabe resaltar el


desarrollo de los acontecimientos, recordando que Olguín y Jaroslavsky "...mientras
estaban en el interior de la institución bancaria...fueron "marcados" por uno de los
cómplices de Chávez, siendo luego seguidos por el imputados y otros individuos
hasta la empresa "Sounch SRL"...".

De acuerdo entonces con lo hasta aquí expuesto, ninguna duda cabe que el
sistema de seguridad diseñado por la institución bancaria en la sede donde concurrieron
los actores a retirar dinero, no era la adecuada o, por lo menos, se presentaba
insuficiente para garantizar la indemnidad de los usuarios en el marco de las
transacciones allí desarrolladas.

Dijo el Oficial de la Policía Federal a cargo de la investigación, Adrián Ignacio Martín


Ochoa, a fs.414 que "...Lo que se hizo en este caso es tomar contacto, primero con la
sucursal del banco y por medio de ellos los derivan a la parte central del
banco...Fue a unas oficinas en el microcentro... Previo pedido por nota de las
imágenes de ese día del interior de la sucursal, un empleado jerarquizado del Banco
Francés, les hizo entrega de las imágenes impresas del marcador... esa oficina
del Banco ya en conocimiento de lo que había pasado, se tomó el trabajo de
buscar al marcador. Cree que le entregaron una copia en CD y a su vez ya las imágenes
impresas de las cámaras del banco, donde se los podía ver a Olguín a Jaroslavsky y al
marcador. Ya con las imágenes en el sumario judicial, no tenían identidad de la persona...
a su vez en la investigación... tenían secuestrada una moto la que había sido abandonada
por los delincuentes después de herir a Jaroslavsky. De esa línea de
investigación de la moto, luego de escuchas telefónicas...citaron al titular de la
moto, que era una mujer. La misma aportó documentación en la que constaba que
esa moto la había vendido a un masculino de apellido Pasarelli. Ese hombre no
tenía antecedentes en la policía. Lo buscaron en ese momento en Facebook y cuando ven
la foto de portada...resultó que era la misma persona que estaba en el Banco
Francés marcando a Jarovslasky y a Olguín...". Al ser consultado acerca del modo en
que se comportaba el marcador dentro de la sucursal bancaria, relató "... están
las imágenes en la causa. Se lo ve en el interior del banco sin realizar
ningún tipo de operación, se lo ve como los mira a Jaroslavsky y a Olguín y cuando ellos
salen de la línea de caja, según recuerda, es como que si el marcador se quisiera ir del
banco pero como ellos van a hacer otro trámite antes de retirarse, el marcador se queda y
después de que Olguín y Jaroslavsky se retiran él sale atrás...".
Preguntado acerca de la actitud del "marcador" y de su diferencia con un cliente, explicó
que "...la conducta..." permite identificarlo y que "...pasa inadvertido muchas veces. En
este caso hizo ninguna operación y se lo ve mirando continuamente hacia la línea de
cajas...".

De acuerdo con ese testimonio y con la investigación realizada, debe subrayarse


que el banco bien pudo detectar, con las grabaciones de la sucursal, a la
persona que habría oficiado de "marcador" de los actores, revelando esa
identificación tardía la inoperancia del sistema.

La pregunta que se impone es si el incumplimiento atribuido al deudor, en el


caso prestador del servicio, basta para endilgarle responsabilidad en el penoso
evento vivido por los actores.

VII.- Para dar respuesta a este interrogante, debemos recordar que el daño cuya
reparación se pretende debe estar en relación causal adecuada con el hecho de la
persona o de la cosa a los cuales se atribuye su producción. Es necesaria la
existencia de un nexo de causalidad pues de otro modo se estaría atribuyendo a una
persona el daño causado por otro o por la cosa de otro. Por ello la relación causal es un
elemento del acto ilícito y del incumplimiento contractual que vincula el daño
directamente con el hecho, e indirectamente con el elemento de imputación subjetiva o
de atribución objetiva. Es el factor aglutinante que hace que el daño y la culpa, o en
su caso el riesgo, se integren en la unidad del acto que es fuente de la obligación de
indemnizar. Es un elemento objetivo porque alude a un vínculo externo entre el daño y
el hecho de la persona o de la cosa.

Los hechos son siempre fenómenos complejos por la concurrencia de


circunstancias diversas que actúan como condición del resultado, o sea, en nuestro
caso, del daño cuya reparación se pretende. Cuando hablamos de un hecho,
aludimos a una modificación del mundo exterior que sucede en un momento dado
y en cierto lugar, con la intervención de personas y cosas que constituyen los elementos
actuantes. Sin embargo cada hecho no es sino un eslabón en una cadena causal en la que
se suceden inexorablemente hechos que son antecedentes de aquél y hechos que
son su consecuencia. La cuestión de determinar en cada caso cuál de los hechos
antecedentes es la causa de un cierto resultado es problema que ha preocupado
desde tiempo a filósofos y juristas.

Partiendo de la teoría de la equivalencia de las condiciones, se llega a la teoría de


la causa adecuada -predominante en la actualidad-, según la cual no todas las
condiciones necesarias de un resultado son equivalentes. Aquélla que según el curso
natural y ordinario de las cosas es idónea para producir el resultado, esa es
la causa. Las demás condiciones que no producen normal regularmente ese
efecto, son solamente condiciones antecedentes o factores concurrentes.

Para establecer cuál es la causa de un daño conforme a esta teoría, es necesario


formular un juicio de probabilidad, o sea considerar si tal acción u omisión del
presunto responsable era idónea para producir regular o normalmente un
resultado; y ese juicio de probabilidad no puede hacerse sino en función de lo
que un hombre con mentalidad normal, juzgada ella en abstracto, hubiese podido
prever como resultado de su acto. Este criterio de previsibilidad es el que parece como
más razonable para determinar la adecuación del resultado a su causa. Si bien la
causalidad es material, o sea que alude al encadenamiento de los fenómenos
que acontecen externamente en relación al hombre, interesa determinar
jurídicamente el nexo causal para imputar a éste un resultado, y es aquí, precisamente,
donde no puede prescindirse de una apreciación racional, referida a la aptitud
normal de previsibilidad considerada en abstracto, es decir, objetivamente.

En esa línea de pensamiento, para el Código Civil la adecuación de la consecuencia a la


causa se juzga en relación a la previsibilidad en abstracto, o sea a lo que es previsible para
un hombre medio dotado de una inteligencia normal. Lo que para la mentalidad de un
hombre medio tiene aptitud o idoneidad para producir cierta consecuencia,
constituye la causa de ésta o sea existe entre aquel hecho y este resultado una adecuada
relación de causalidad (conf. BUSTAMANTE ALSINA, Teoría General de la
Responsabilidad Civil, Abeledo Perrot, págs..261 y sgtes.).

VIII.- Pues bien como consecuencia de los hechos relatados por los actores en sus
respectivas demandas, reclaman la reparación de: i) “daño físico” ya que “...como
consecuencia del hecho el actor (Olguín) sufre de severo traumatismo de miembro
inferior izquierdo –con secuelas en partes óseas y partes blandas- producto de la
lesión del proyectil recibido, secuelas ligamentarias en la rodilla izquierda, severos
traumatismos y contusiones en piernas y brazos, con heridas cortantes y
escoriaciones varias; producto de la caída sufre asimismo de seria cervicalgia y
lumbociatalgia traumática con compromiso neurológico, daño en la articulación del
hombro derecho y demás escoriaciones...”, y en el caso de Jaroslavsky "...como
consecuencia del hecho...sufre ceguera permanente de su ojo izquierdo -por estallido
del glóbulo ocular-, fractura de maxilar inferior a nivel del ángulo de la rama derecha que
le provoca severa dificultad a la masticación, dolor, parestesias e hipoestesias en
región retronasal y etomidal, hipogeusia, anestesia permanente en arcada
dentaria inferior derecha...severo daño en la articulación del hombro derecho,
secuelas articulares en rodilla. Severo daño neurológico que incluye las pérdidas de la
función del olfato y gusto..."; ii) daño moral y psíquico “...como resultado de las
lesiones y el propio episodio del accidente...vio alterado su equilibrio
psíquico...configurado un hecho traumático gravísimo...”; iii) otros menoscabos todos
relacionados con el lamentable episodio experimentado.

Así las cosas, y como ya fue dicho, en la esfera civil la procedencia de la acción
indemnizatoria no se conforma con la verosimilitud del daño sufrido. Se requiere, además,
que medie relación de causalidad entre el hecho que se le atribuye al demandado y el
daño padecido por quien reclama la indemnización. El juzgador debe arribar a un
razonable grado de convicción respecto de la existencia de un adecuado nexo causal entre
ambos extremos, porque en caso contrario, la pretensión del actor debe ser
rechazada. Todos los fenómenos del mundo jurídico, como los del mundo físico,
están sujetos al principio de causalidad. Pero la realidad social no es simple, sino
compleja, es decir, los hechos no aparecen perfectamente dibujados, pues de
ordinario integran un conjunto o masa de acontecimientos que actúan como
factores determinantes, condicionantes o coadyuvantes de sucesivos fenómenos, y
que se interfieren recíprocamente en sus respectivas derivaciones, de manera de
presentar un panorama borroso que dificulta la apreciación del nexo de causalidad
existente entre los hechos (LLAMBIAS, Tratado de Derecho Civil –Parte General, T.II,
Abeledo Perrot, pág.80). Para este mismo autor, haber sufrido un daño no resulta
título suficiente para pretender la respectiva indemnización, sino que es necesario
establecer el nexo de causalidad entre ese efecto dañoso y el hecho que suscita
la responsabilidad invocada, en la medida que tal hecho "sea el factor por cuyo influjo
ocurrió aquel daño".

Según la teoría de la causalidad adecuada, la relación de causalidad jurídicamente


relevante es aquella que existe entre el daño ocasionado y el antecedente que
normalmente lo produce, conforme al curso natural y ordinario de los acontecimientos.
Se entiende por causa adecuada aquella que por sí sola es apta para producir el efecto
que se considera, sin necesitar para ello de otra fuerza que la complete o
complemente; debiendo efectuarse la apreciación de tal aptitud productora del resultado,
atendiendo a lo que corrientemente acaece. Bustamante Alsina dice que la cuestión
radica en establecer cuál de los hechos antecedentes, en presencia de una
pluralidad de circunstancias, puede ser considerado razonablemente como causa
directa, y no una mera condición del resultado dañoso ("Una nueva teoría
explicativa de la relación de causalidad", LL 1991-E-Sec. Doctrina, p.1378 y ss.).

IX.-
Creo oportuno reseñar el desarrollo de los acontecimientos vividos el día 09/09/09,
para lo cual citaré la materialidad y participación establecida en el pronunciamiento de
sede represiva. Allí se dijo que “...Los elementos de juicio incorporados al debate son a
nuestro entender suficientes como para tener por fehacientemente acreditado que el día
09/09/09, en horas del mediodía en la Av. Jorge Newbery al 3820/23, el imputado
Ramiro Ezequiel Chávez en connivencia con otros sujetos prófugos y mediante el empleo
de armas de fuego, intentó apoderarse de la suma de $5.000 que momentos
antes Andrés Adolfo Jaroslavsky y José Luis Olguín habían retirado de la Sucursal 26
del Banco Francés, sito en la Avenida Santa Fe al 5000. Para ello, mientras estaban
en el interior de la institución bancaria, Olguín y Jaroslavsky fueron “marcados” por
uno de los cómplices de Chávez, siendo luego seguidos por el imputado y otros
individuos hasta la empresa “Sounch SRL”, ubicada en el sitio ya mencionado,
al que Olguín ingresó mientras el imputado Chávez abordó a Jaroslavsky
empuñando un arma de fuego. Al observar lo que estaba ocurriendo Olguín salió en
defensa del nombrado comenzando un forcejeo con Chávez, oportunidad en la
que otro de los asaltantes abrió fuego que fue repelido por Olguín, generándose
entonces un tiroteo a raíz del que Jaroslavsky resultó seriamente herido en su rostro,
dándose luego a la fuga en dirección a la calle Fraga... Ello surge sin hesitación
de las siguientes evidencias: En principio valoramos la declaración del querellante
Jaroslavski, quien relató exhaustivamente frente al Tribunal...la forma en que fue
abordado por el imputado, quien esgrimiendo un arma de fuego le exigió la entrega
del dinero que habían retirado del banco momentos antes, oportunidad en la que además
le propinó un golpe con el arma en la cabeza, lo que motivó la intervención del otro
querellante, José Luis Olguín, quien se trabó en lucha con el imputado al tiempo que
Jaroslavski se refugiaba en el hall de entrada de la empresa...Agregó Jaroslavsky que
estando allí escucha aproximarse una moto por lo que se asoma y logra derribar
al conductor. Que luego de ello recibió un balazo en el rostro siendo auxiliado por
personal de la firma...A su vez, el querellante Olguín explicó que al regresar del banco
ingresó a la oficina conocida como "Anexo" en el 3823 de la Av. Newbery desde
donde pudo observar a Jaroslavsky en el momento en que era amedrentado por un
hombre armado -el imputado Chávez-. Que por ello, salió con su arma, interponiéndose
entre ambos y logrando tirar al piso al imputado. Agregó que mientras esto ocurría
siente que le disparan de atrás, un tiro que le pegó en la parte trasera de la pierna por lo
que se da vuelta y comienza a tirar con su propia arma, acercándose entonces una moto
de contramano sobre la vereda, cuyo tripulante es empujado por Jaroslavsky y cae de la
moto, sacándose el casco y diciéndole "no me tires", "estoy herido".

Acotó que mientras esto ocurría Jaroslavsky recibió un impacto de bala en el rostro
huyendo los delincuentes con dirección a la calle Fraga...".
Por lo dicho en los acápites previos, resulta claro que la sola existencia del daño -como el
que padecen los actores- no será suficiente para provocar la responsabilidad de la
demandada. Y aquí entran en juego dos cuestiones que deben deslindarse
cuidadosamente: la causalidad material, por un lado; y la causalidad jurídica, por el
otro.

Del relato de los sucesos descriptos, podemos reconocer la presencia de una


yuxtaposición de hechos que habrían colaborado para el desgraciado desenlace sufrido
por los actores. Léase, entonces, la presencia de los accionantes en la sucursal de
la entidad bancaria demandada donde fueron "marcados" por uno de los integrantes
de la banda que luego perpetró el asalto, desnudando el deficitario servicio de
seguridad del prestador del servicio financiero; el robo propiamente dicho, que se
inicia con el abordaje de Chávez a Jaroslavsky exigiéndole la entrega del dinero
que habían extraído de la sucursal bancaria; y finalmente, el intercambio de disparos
generado por la intervención de Olguín y la aparición de otro delincuente al
mando de una motocicleta, hiriendo a los demandantes, para luego darse a la fuga.

La relación de causalidad puramente material -la imputatio facti- se presenta cuando un


determinado daño puede ser imputado objetivamente a una persona; sencillamente se
verifica una relación causal entre un antecedente y un consecuente y, en función de ella,
se determina entonces que el daño acontecido es consecuencia de un hecho
determinado.

Desde la mencionada perspectiva, pues, sería posible establecer contacto entre los daños
sufridos por los actores y los hechos narrados antes reseñados.

A la inobservancia del deber de inocuidad de los consumidores y usuarios que asisten a la


entidad bancaria al no proponer medidas adecuadas para el debido cuidado de su
integridad; debe sumarse el comportamiento ilícito de los delincuentes; además de la
reacción de Olguín, quien se involucró en el ataque sufrido por Jaroslavsky cuando había
ingresado a la empresa, coadyuvando su intervención -a la luz de los acontecimientos- en
la generación de los daños cuya reparación se persigue.

A pesar de lo dicho, desde un enfoque legal, es indudable que no alcanza la mera


verificación de la causalidad material para responsabilizar a un sujeto pues, de lo
contrario, la serie progresiva de los daños podría prolongarse en forma ilimitada. Es
por tal motivo que es necesario que intervenga la causalidad jurídica -la
imputatio iuris-, lo que significa decir que aparecerá en escena una valoración del
magistrado, como la es el juicio de previsibilidad y el principio de normalidad, lo
cual implicará recortar aquella causalidad fáctica para arribar finalmente a una
causalidad que estará impregnada de una impronta propiamente jurídica. Se trata
de una depuración que hay que efectuar con un prisma humano y arribar así al adecuado
factor de atribución (López Mesa, Marcelo, "Causalidad virtual, concausas, resultados
desproporcionados y daños en cascada", La Ley, ejemplar del 12-8-2013, p.1 (2013-
D).

En consecuencia, el concepto de causalidad jurídica nos permitirá delimitar


hasta dónde deberá responder la persona por sus actos voluntarios; vale decir, qué
consecuencias dañosas son las que deberán atribuírsele. Nuestra ley, a tenor de los arts.
520, 903, 904, 905 y 906 del Código Civil hoy derogado, claramente marca cuáles son
los límites en el responder. Así, con el deslinde que realizan los referidos
dispositivos legales, el derecho argentino se aparta de la teoría de la
equivalencia de las condiciones o de la conditio sine qua non; de manera que para ley
positiva entonces vigente no todas las condiciones que conducen a un resultado son la
causa de él; de modo que -con la mentada discriminación- se evita que la responsabilidad
por un hecho determinado se extienda hasta el infinito, imponiéndose exagerada e
injustamente el deber de resarcir aún a aquel que, digamos, solo ha contribuido a producir
ese resultado con un alcance que solo puede calificarse de mínimo.

Así las cosas, no cabe duda que el Código Civil (hoy sustituido) adhería a la doctrina de la
causalidad adecuada (art. 906 y concordantes de dicho cuerpo normativo). Esto significa
que se atribuye la categoría de causa jurídica solamente a aquella condición que
generalmente es apropiada para producir el resultado. En este sentido, no todas las
condiciones necesarias de un hecho determinado son equivalentes. Causa de un daño es
solo aquella que, según el curso natural y ordinario de las cosas, es idónea para producir
el resultado. Las demás condiciones, que no producen normal y regularmente ese efecto,
serán sólo condiciones antecedentes o factores concurrentes.

Por lo expuesto, sólo corresponderá atribuir la entidad de causa idónea de un hecho la


que, según un juicio de probabilidad, lo que ocurre habitualmente y conforme a la
experiencia de la vida (principio de normalidad), produce u ocasiona el daño que,
entonces, se ha de atribuir a aquel evento.

Ahora bien, para realizar el juicio de probabilidad debe atenderse a una regularidad o
habitualidad in abstracto, y no in concreto; pues, de lo contrario, no será posible llevar a
cabo aquel juicio. A este efecto, el juez debe tener en cuenta patrones jurídicos y máximas
de experiencia; reglas que tienen su basamento en el correcto entendimiento humano y
en la observación, tras un conocimiento experimental de las cosas. Juega también su
papel, desde luego, la lógica; lo que significa decir que la resolución a dictarse tiene que
ajustarse a la aplicación de la sana razón.
A la luz de los conceptos expresados, examinado el plexo probatorio, especialmente la
causa penal y los diferentes testimonios brindados, llego a la conclusión de que el
incumplimiento que se le achaca a la entidad bancaria, esto es la omisión de medidas
adecuadas de seguridad, no puede ser calificado como causa jurídica del daño cuya
reparación aquí se reclama. Antes bien, ha sido el obrar antijurídico de los delincuentes el
que se erige como elemento o condición material desencadenante de los daños, además
de la participación activa de Olguín en el desarrollo de los acontecimientos.

Antes de continuar con el desarrollo de las razones que me conducen a esa


conclusión, creo necesario decir que no escapa de mi condición de ciudadano y
de este estudio, los numerosos y trágicos episodios delictivos a los que la sociedad en
general se enfrenta a diario. Y, en lo particular, a hechos como el que aquí se trata, los que
ya en esa época monopolizaban la atención de la opinión pública, y que culminaron -luego
de un desgraciado y luctuoso hecho- con los cambios en la normativa de seguridad
financiera antes referenciada.

Empero, en el especial caso de autos, y aún cuando se destaque la relación de consumo a


la que los Sres. Jaroslavsky y Olguín habían entablado con la entidad bancaria demandada,
con la consiguiente protección de la que eran merecedores -conforme ya fue
desarrollado-; han sido los hechos acontecidos al descender del vehículo, aquéllos que
tuvieron potencia generadora del resultado dañoso cuyo resarcimiento se persigue. Y ello,
por cuanto no basta -en razón de las particularidades que rodean esta cuestión- con haber
comprobado las fallas de las medidas de seguridad del banco, ya que ese hecho, por sí
sólo, carece de virtualidad suficiente para producir semejante resultado. Repito, no
desconozco que el incumplimiento enrostrado a la entidad bancaria bien pudo exponerlos
a un hecho delictivo, pero esa omisión no resulta –a mi criterio- apta para originar el
efecto dañoso cuya reparación aquí se pretende, sino que el trágico desenlace encuentra
su causa eficiente, objetivamente, en la conducta desplegada por los delincuentes y el Sr.
Olguín quien al salir en defensa de Jaroslavsky desató el intercambio de disparos
generando los daños que integran el reclamo resarcitorio. Como se dijo, la causa se
juzga en relación a la previsibilidad en abstracto, luego puede decirse que era
previsible que entre el incumplimiento enrostrado al banco -causa- y el robo -resultado-
exista una adecuada relación de causalidad. Pero, atendiendo al modo en que se
presentaron los sucesos, entiendo que la aparición del Sr. Olguín en escena -quien no
había sido abordado por Chávez, sino que estaba dentro del "Anexo" de la
empresa de seguridad-, fracturó ese nexo causal.

Podría, eventualmente, pensarse que el hecho del robo puede conectarse con el
incumplimiento de la entidad bancaria y entonces sí habría una causalidad mediata, ya
que el grado de aptitud o idoneidad del primero hecho con el segundo para ser
reputado causa del resultado, se hallaba dentro de las previsiones en abstracto.
Empero, reitero, en este caso particular, lo que no pudo haberse previsto empleando la
debida atención es que el Sr. Olguín saliera en defensa del Sr. Jaroslavsky empuñando un
arma de fuego generando un intercambio de disparos con los delincuentes. Desde esa
óptica, el resultado dañoso, atento el modo en que se generó, escapa a toda
previsibilidad, porque corresponde a hechos que sobrevienen inesperadamente en el
proceso causal e interrumpen su normal desarrollo (conf. BUSTAMANTE ALSINA,
ob.cit., pág.267).

Por todas estas consideraciones, ambas demandas habrán de ser desestimadas.

X.-

En cuanto a las costas, atendiendo a las particularidades del caso, las


fundamentaciones desarrolladas me llevan a entender que los actores pudieron
creerse con derecho a peticionar en el sentido en que lo hicieron, razón por la cual
habré de distribuirlas en el orden causado (artículos 68 y 69, del Código Procesal).

XI.-

Por ello, en virtud de lo expuesto precedentemente y con los indicados alcances,


juzgando en definitiva,

FALLO:

1) Rechazar las demandas entabladas;

2) Imponer las costas en el orden causado;

3) En cuanto a la regulación de honorarios, en el especial caso de autos y ante la


distribución de las costas decidida, estimo prudente diferir la estimación de los
estipendios para una vez que se encuentre firme el pronunciamiento;

4) Regístrese, notifíquese a las partes y éstas a la mediadora y peritos


intervinientes, y oportunamente archívese.

5) Extráiganse copias de la presente, certifíquense por secretaría y agréguense en los


autos acumulados “OLGUIN, José Luis c/ BBVU BANCO FRANCES SA. y otro s/daños y
perjuicios" (expte.nro. 15.489/2011

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