“LIDERAR ES EDUCAR”
Recibo con inmensa gratitud y gozo compartido este honor que hoy se me
dispensa. Lo recibo además con profunda humildad porque sería una gran
necedad no sentirlo así: estamos en Salamanca, en esta hermosísima
Ciudad en la que han enseñado mentes extraordinarias que, en distintos
siglos, han iluminado el mundo con sus ideas. Mis escasos méritos se
diluyen y desaparecen cuando recuerdo a don Miguel de Unamuno, al
maestro Francisco de Vitoria, a su discípulo, Melchor Cano, a Domingo de
Soto y a toda la Escuela de Salamanca que, además de influyente, fue tan
determinante en la historia de España y de Europa.
Hoy –lo sabemos todos– estamos viviendo uno de los cambios más
grandes de la historia humana: la globalización en un mundo digital. Un
cambio de época y un proceso repleto de interrogantes e incertidumbres.
El futuro de los seres humanos está siempre lleno de dudas y, por eso,
también de miedos. Por nuestra propia naturaleza, y porque nos
enfrentamos a los azarosos movimientos de la historia, frente a la que
casi siempre nos encontramos desprotegidos y a la intemperie.
Conocemos, seguramente, los problemas, pero no sabemos cómo
resolverlos; hemos optado por convivir con ellos y eso nos está llevando a
una peligrosa y creciente desconfianza en las instituciones, los gobiernos,
las empresas y los medios de comunicación, y seguimos viviendo cada
día, no sin esfuerzo, en un mundo donde la única certeza que atesoramos
los humanos es la propia certeza de la incertidumbre.
“Nihil novum sub sole”, nada nuevo bajo el sol, dice una famosa frase del
Eclesiastés. Acaban de cumplirse cinco siglos de una de las convulsiones
más grandes de la historia: la rotura de la Cristiandad producida por las
95 Tesis de Lutero, y todo lo que ellas desencadenaron. Fue la primera
gran revolución moderna, mucho antes de la norteamericana o la
francesa. Fue, además, la primera gran explosión de la voluntad en la
historia moderna. Seguirían luego otras. Y conviene recordar que aquella
crisis fue, primero, una crisis moral –por el estado de relajación, de vicios
y corrupciones de la Iglesia de entonces– y, después, fue una crisis
intelectual y política con repercusiones que llegan hasta hoy.
Uno de esos costes es, sin duda, lo que hoy se llama Posverdad, que no
sólo consiste en negar la verdad sino en “falsearla”, incluso en negar su
prevalencia sobre la mentira. Es cierto que, como señaló el historiador de
la ciencia Koyré, así es la condición humana: el hombre “se ha engañado a
sí mismo y a los otros. Ha mentido por placer, por el placer de ejercer la
sorprendente facultad de decir lo que no es y crear, gracias a sus
palabras, un mundo del que es su único responsable y autor”. Pero ahora
ocurre algo más grave: se niega la autoridad de la Razón, y se niega
sobre todo la autoridad de los hechos, dejando que imaginaciones o
deseos prevalezcan sobre lo factico. Son las “Fake News”, de las que tanto
Nadie duda de que hay una profunda crisis del sistema capitalista. Pero el
capitalismo parece un sistema que, como el conocimiento, está en crisis
permanente, quizá por eso es tan capaz de sobrevivir; pero hay también
–como decía Sábato– una crisis de concepción del mundo y de la vida
basada en la deificación o idolatrización de la técnica y de ciertas
explotaciones inhumanas. Hay que volver a la recuperación de los valores,
de la ética limitadora de los descontroles, a la mejor Educación, la fuerza
Es lo que hizo Cincinato, aquel caudillo romano que, hace dos mil
quinientos años, tras derrotar a los ecuos y liberar a Minucio –es decir,
cumplido su deber y el encargo del Senado de Roma–, huyendo de
tentaciones y de las voces que le pedían continuar en el cargo, abandonó
la magistratura a los dieciséis días y volvió a su casa y a sus labores
agrícolas con las manos limpias y vacías, llenas de valor...
Muchas gracias.