LENGUAJE EGOCÉNTRICO:
Los niños a los 3 años se miran, tocan y buscan, son tremendamente curiosos. Los
niños fantasean y buscan explicar fantasiosamente aspectos de la realidad. En
relación a los sentimientos existen dos tipos uno es el del propio poder donde el niño
siente deseos de poseer objetos y personas. Adquiere un saber afectivo, de lo que
puede y no puede hacer y también de su valor personal a través de la relación que
establece con los demás, en el experimentar la aprobación, la admiración y el castigo.
El otro tipo de sentimiento es el de inferioridad, el niño es muy sensible a las
reacciones que tienen los adultos, se puede sentir muy orgulloso o muy avergonzado
si lo retan, en esta etapa está consiente de que debe hacer muchas cosas que no
entiende, que es dependiente de los mayores.
Los sentimientos son más duraderos y diferenciados y se centran en las relaciones
familiares. Quieren mucho a los padres y les expresan su afecto con exageraciones,
tienen celos y envidia de sus hermanos y se alegran cuando son castigados.
Otro punto que se debe tener en cuenta es la formación del yo, el niño se convierte en
objeto de vivencias, se vuelve consciente de sí en su encuentro con el mundo y en su
actividad en él. Aun el niño en esta edad no tiene conciencia de identidad y de
simplicidad no reflexiona sobre su yo. El niño experimenta frente a las cosas su propio
poder y su impotencia, por este medio encuentra paulatinamente el camino para llegar
a su yo. El yo social se desarrolla con otras personas y es portadora de sentimientos
de simpatía y antipatía. El yo activo se desarrolla a partir de la relación con los objetos
y se verifica en forma de juego, por tal razón el yo lúdico es la forma más importante
del yo activo en esta etapa. El yo social se desarrolla con otras personas y es
portadora de sentimientos de simpatía y antipatía. El yo activo se desarrolla a partir de
la relación con los objetos y se verifica en forma de juego, por tal razón el yo lúdico es
la forma más importante del yo activo en esta etapa. Cuando describen a las personas
que conocen, las caracterizan sobre la base de rasgos externos tales como los
atributos corporales, sus bienes o su familia y, más raramente sobre la base de sus
rasgos psicológicos o disposiciones personales. Sus inferencias acerca de los
sentimientos, pensamientos, intenciones o rasgos personales de otros tienen aún un
carácter global, poco preciso y poco afinado En lo concerniente a disciplina obediencia
se da la etapa de Piaget llamada "del egocentrismo", que se refiere a una actitud
cambiante en relación a las reglas que rigen el comportamiento. Las reglas cambian
de acuerdo a las necesidades, deseos, intereses del niño. El niño imita a los adultos,
pero sin conciencia, reproduce los movimientos, las conductas, ideas de otros, pero
sin darse cuenta de lo que hace. El niño confunde el "yo" y el "no yo", no distingue
entre el otro y la actividad de sí mismo. El niño puede tomar dos actitudes una es
"conformista", es decir, reglas impuestas por los adultos actúa como si fuesen voluntad
de él mismo, aún cuando sea voluntad de otro. El niño se conforma con lo que le dicen
los adultos porque ellos son los que ponen las reglas. Otra actitud es la
"inconformista", es decir, resiste a la voluntad del otro. En lo referente a autoestima -
concepto de sí se puede decir que los niños de esta edad tienen que enriquecer la
primera imagen de sí mismo con características y atributos que sirvan para definirse a
uno mismo como persona con entidad y características propias diferenciadas de los
demás. En lo que concierne a identificación sexual para los niños es masculino aquello
que presenta determinados rasgos externos masculinos y es femenino lo que presenta
los rasgos correspondientes femeninos.
EL JUEGO
El tipo de juego característico del niño de tres años es el juego simbólico o juego de
ficción ("hacer como si"). Se trata de una de las cinco conductas que caracterizan la
aparición de la función de representación, aproximadamente en la mitad del segundo
año de vida (las restantes son: la imagen mental, la imitación diferida, el lenguaje y el
dibujo).
El juego simbólico depende de la posibilidad de sustituir y representar una situación
vívida en otra supuesta. Por ejemplo, hacer "como si" comiera, pero utilizando un
palito. Constituye una asimilación deformante de la realidad, a diferencia de la
representación adaptada, que supone un equilibrio entre asimilación y acomodación.
En efecto, el niño se ve continuamente obligado a adaptarse al mundo social de los
adultos y a un mundo físico que todavía no comprende bien. Por consiguiente, no llega
a satisfacer las necesidades afectivas e intelectuales de su yo en esas adaptaciones,
como lo hace el adulto. Resulta indispensable, entonces, para su equilibrio emocional,
contar con un tipo de actividad cuyo objeto no sea la adaptación a lo real sino, por el
contrario, la asimilación de lo real al yo.
Esta función la cumple el juego simbólico, que transforma lo real, por asimilación casi
pura, a las necesidades del yo.
En los primeros juegos simbólicos puede observarse que el niño_
- ejerce simbólicamente sus acciones habituales (por ejemplo, hacer "como si" tomara
la sopa. etc.)
- atribuye a los otros y a las cosas esos mismos esquemas de conducta (por ejemplo,
"hacer dormir" a su osito, "hacer pasear" a su muñeca, etc.)
Más tarde, aplica en forma simbólica esquemas que no pertenecen a la acción propia,
sino que han sido tomados por imitación de otros modelos (el papá, la mamá, la
maestra, etc.). Por ejemplo, hace "como si" arreglara el auto, se pintara los labios,
hablara por teléfono.
El niño practica esos juegos por el placer de ejercer sus poderes y revivir sus
experiencias. Son un modelo de expresión y afirmación del yo.
A veces, pueden tener el carácter de compensación, cuando se quiere corregir la
realidad. Por ejemplo, un niño tiene prohibido comer chocolate porque le hace mal;
entonces le dice a su muñeca que no coma, que podrá enfermarse.
El juego también puede convertirse en "catarsis", una forma de reaccionar contra el
miedo que una situación le provoca. Por ejemplo, tiene temor de acercarse a un perro,
entonces juega a que lo acaricia, que lo lleva a pasear, etc.
Los juegos simbólicos que practican espontáneamente los niños de 3 años al
comenzar el año tienen las siguientes características:
1- Se realizan en forma individual (juego solitario) o al lado del otro pero sin interacción
(juego paralelo).
2- No hay juego organizado ni socializado (cada uno actúa separadamente, como en
un "monólogo colectivo")
3- Cada uno utiliza su propio símbolo (cada uno representa las cosas de la realidad
con símbolos distintos).
4- Los roles son casi siempre los mismos (todos son "mamás" o "papás", etc.).
5- No hay coherencia, orden ni sucesión lógica y secuencias de las acciones.
6- No existe intencionalidad (actúa por la satisfacción de jugar, sin interesarse por el
resultado).
A medida que el niño se desarrolla, el juego simbólico va evolucionando en forma
natural y paulatina, favorecido por los procesos de su pensamiento, que va superando
el egocentrismo, y por su mayor nivel de socialización. Alrededor de los cuatro años, el
juego simbólico adopta las siguientes notas distintivas:
1- Los niños comienzan a aceptar el simbolismo del otro y comparten esa ficción.
2- Paulatinamente, se va registrando una tendencia a la objetivación de los símbolos
(necesidad de una imitación cada vez más cercana a la realidad).
3- Los roles se hacen más variados. El juego se torna más socializado, comienza la
interacción.
4- Se observa mayor orden y coherencia.
5- El sentido del juego no se agota en el simple placer: existe ya cierta intencionalidad,
en relación a un motivo de juego propuesto.
Dada la importancia del juego en la vida del niño, es preciso que el maestro lo
favorezca. Al respecto, es particularmente efectiva la influencia de su estímulo en el
perfeccionamiento del simbolismo del niño, cuando éste orienta y organiza su juego,
favoreciendo la coherencia y estructuración. En este sentido, el maestro utilizará el
Juego Centralizador y más adelante el Juego Trabajo con sus niños.