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Se cree que el hombre apareció en el territorio que hoy conocemos como
Venezuela, hace unos 16.000 años. Esta población había llegado por el Sur, de la región
del Amazonas, por el Oeste, de los Andes y por el Norte, del Caribe.
Existían las nueve áreas culturales siguientes:
Andes Venezolanos con los Timoto-Cuicas
Caribes occidentales con los Pemones, Bobures y Motilones
Cuenca del lago de Maracaibo con los Goajiros, que eran recolectores y
pescadores
Arawacos Occidentales que comprendían los Caquetíos de Falcón, Lara y
Yaracuy y se extendían en el sur hasta los llanos
En Lara los Jirajara-Ayamán y los Gayones
Los Caribes del Oriente (De allí viene el nombre del equipo de Beisbol
Venezolano) desde la Península de Paria hasta Borburata (Cerca de Puerto
Cabello en el estado Carabobo)
En los llanos y en el delta del Orinoco (Waraos), el área de los recolectores,
pescadores y cazadores de los llanos
Los Otomacos, Guanos, Taparitas y Yaruros en la desembocadura del Apure en
el Orinoco
En la Guayana Venezolana, al sur del Orinoco, los Caribes nómadas (aquellos
que no viven en un lugar fijo, sino que se desplazan de una zona a otra). Se
estima que había entre 350 mil y 500 mil habitantes, siendo el área andina la
más poblada (Timoto-cuicas), gracias al avance de la agricultura.
En Falcón, los caquetíos controlaban los ríos mediante embalses de donde sacaban
agua con canales, para regar sus cultivos.
Los primeros pobladores de Venezuela proceden del norte del continente y son
descendientes de las oleadas provenientes del continente asiático, constituidas por
cazadores de grandes mamíferos que ingresaron a nuestro territorio trayendo consigo
instrumentos de piedra y una incipiente tecnología lítica que consistía en golpear una
piedra contra otra –el núcleo– para obtener un filo tosco y lascas. Las lascas o trozos
pequeños y delgados desprendidos de la piedra, son modificadas progresivamente
hasta convertirlas en cuchillos y raspadores. Trabajan, además, madera, fibra, hueso,
cuero y conchas marinas.
Durante mucho tiempo estos primeros pobladores conviven con una fauna compuesta
principalmente por mastodontes, caballos, megaterios y cliptodontes, animales todos de
grandes volúmenes. Una de las técnicas desarrolladas por los paleoindios para cazar
estos voluminosos animales consiste en acosar la presa hasta aislarla y darle muerte
con palos afilados y artefactos de piedra enmangados. Con el paso del tiempo, la
disminución progresiva de los grandes animales y el aumento poblacional, obligan a la
invención de métodos e instrumentos más eficaces para la caza de presas más
pequeñas.
Se emplearon armas menos pesadas que podían ser arrojadas y permitían herirlas de
manera más fácil.
Un gran salto tecnológico se produjo con la invención de la punta del proyectil en forma
de dardo y del propulsor que actuaría como una prolongación del brazo y del antebrazo.
Son los antecedentes del arco y la flecha que hace 9.000 años le permitieron al hombre
del paleoindio cazar a distancia e individualmente y, por ello, aprovechar animales de
menos tamaño y más veloces como las aves y los peces, y animales terrestres como
venados y roedores, especies anteriormente poco explotadas como fuente de
alimentación.
Comienza nuestra historia
La unidad social básica de los primeros habitantes de nuestro territorio estaría
constituida por la microbanda, de 12 a 35 miembros, cuya unión formarían bandas de
entre 100 y 500 miembros. Su existencia transcurre dentro del nomadismo, modo de
vida que limita la producción de utensilios difíciles de transportar y el crecimiento
demográfico, pues no le permite a la mujer parir más hijos que los que puede cargar
consigo. Suponen los investigadores que en esos momentos de la antigua Venezuela
estaba en marcha el inicio de la vida social en nuestro territorio, la gestación de las
primeras tradiciones transmitidas oralmente durante los descansos o en los rituales, y
la expresión de las primeras inquietudes artísticas pintadas o talladas en huesos y
piedras.
Recolectores del agua y de la tierra
La extinción de los grandes animales característicos del Paleoindio, debida
principalmente a fuertes cambios climáticos, propicia la adopción de nuevas formas de
subsistencia.
No significa esto que dejaran de existir las antiguas prácticas –como parece demostrarlo
una industria rudimentaria de piedra tallada que hacia los 5000/4000 años a.C. existió
en la península de Paria– sino que habría una situación de convivencia en la que
comienzan a predominar las nuevas formas de vida, sustentadas en una aparente
abundancia y estabilidad de recursos provenientes del mar. Las evidencias
arqueológicas señalan el norte de Venezuela como un área de mayor concentración de
comunidades recolectoras. En las costas de Sucre y Anzoátegui y en la isla de Cubagua
hay evidencias del abandono de la industria lítica (piedra) y de la adopción de una
economía fundamentada en la recolección de productos marinos.
Se tienen noticias de ciertas manifestaciones de la agricultura y de la confección de
cerámica, elementos que caracterizarán el período siguiente.
De otras evidencias se infiere que los mesoindios basaron su subsistencia en las
siguientes alternativas: explotación de productos marinos en las zonas costeras,
recolección de recursos vegetales en el interior del territorio y caza de pequeños
mamíferos. En las dos primeras existiría una especie de sedentarismo semipermanente
que daría origen a las primeras manifestaciones de la agricultura.
Culturas de la yuca y del maíz
El período Neoindio está determinado esencialmente por la agricultura y la estabilización
de los cultivos de asentamiento. Las últimas investigaciones consideran la existencia de
un tercer centro de desarrollo cultural tipificado por el Patrón Andino, con relaciones
culturales con el altiplano colombiano y los Andes centrales, que se caracterizaría por
la existencia de una cerámica simple, arquitectura incipiente y un sistema de
subsistencia basado en el cultivo de tubérculos como papa, ruba, cuiba, oca y ulluco. La
arquitectura consiste en construcciones como terrazas agrícolas y bóvedas alineadas
por piedras (mintoyes) utilizadas como tumbas
y silos para el almacenamiento de productos agrícolas.
En los llanos occidentales hay evidencias de construcciones artificiales asociadas a la
agricultura, que consisten en terraplenes, campos elevados, camellones o calzadas que
funcionaban como muros de contención de las aguas en zonas anegadizas y permitían,
entre otras cosas, atravesarlas a pie. Hay también indicios de canales de riego en las
riberas de los ríos Turbio, Tocuyo, Yaracuy, Güeque, y de agricultura de regadío entre
los caquetíos, de quienes se conoce su práctica prehispánica de la represa, o buco, de
la que sacaban acequias principalmente para el riego con aguas de la sierra de San Luis
(Falcón). También hay indicios de canales en las márgenes del río Mamo y en la zona
del Orinoco.
El intercambio como práctica comercial
La actividad comercial, desarrollada mediante el intercambio generalizado de productos,
incluyó tanto formas primarias como una especialización en los artículos que se
intercambiaban. Se han reportado productos naturales y artesanales en varios lugares,
cuya presencia sólo se explicaría por el trueque, viajes, movilizaciones humanas y
búsqueda de nuevos parajes, lo que seguramente fue base de actividades bélicas
organizadas.
Existen testimonios también de que los timoto-cuica (Andes) canjeaban productos
agrícolas, sal de urao y tejidos de algodón por el pescado de los grupos caribes del sur
del lago de Maracaibo. Desde las costas falconianas, al parecer, hubo un intercambio
de sal hacia el interior del territorio.
La arqueología y la etnohistoria han comprobado estrechas e intensas relaciones entre
las distintas sociedades de la Venezuela prehispánica y la existencia de una especie de
red de comercio en la que los llanos de Barinas, Portuguesa, Cojedes y Apure serían un
área significativa de vínculos con la zona andina, la costa caribe y la cuenca del Orinoco.
Asimismo, se tienen noticias de la utilización de caracoles de agua dulce como moneda
y de la existencia de algunos puntos de intercambio comercial, como el mercado de
pescado del Orinoco Medio, el de curare del Alto Orinoco o las playas de tortugas del
río Guaviare.
La Candelaria, fin del ciclo de Navidad, es celebrada en varios lugares del país y algunos
de sus elementos tienen evidente connotación indígena, sobre todo en lo que se refiere
a la reproducción coreográfica de labores agrícolas. Igual ocurre con la fiesta de San
Benito, particularmente en las regiones andinas, y algunas de Locos y Locainas, en cuyo
vestuario y adornos corporales se recuerdan posibles influencias indígenas, lo que
parece reafirmarse con el porte de arcos y flechas. Principalmente en el oriente del país
se montan diversiones en cuyos nombres y coreografía y en algunos de sus
aditamentos, es indudable el aporte indígena. Han sido consagradas como diversiones
orientales El Sebucán o Baile de Cintas, El Carite, El Chiriguare, El Pájaro Guarandol,
El Baile de la Culebra. En La Victoria (Aragua) el baile de La Llora, que recuerda
costumbres funerarias prehispánicas.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
OLIMPÍADAS DE HISTORIA. FUNDACION BANCARIBE. GRUPO UTOPÍA. Jean
Pierre Wyssenbach. Enero de 2013. Disponible en
http://w2.ucab.edu.ve/tl_files/escueladeeducacion/olimpiadashistoria/2016/Guia%20His
toria%205to.pdf