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Ética aplicada

Ficha de Lectura Patricia Churchland – El cerebro moral

La hipótesis a seguir que sugiere Churchland en éste texto es que la forma en que
nos desenvolvemos en un contexto social depende en gran parte de los
mecanismos neurales; motivaciones, impulsos, memoria, predicción y toma de
decisiones. Lo que se entiende por moralidad es una estructura de conducta social
determinada por el cuidado y atención a los demás, el reconocimiento de estados
psicológicos de otros, la resolución de problemas en un contexto social y el
aprendizaje de prácticas sociales. Se sostiene que el circuito neuronal es la base y
el motor de los valores en un sentido elemental. La organización neuronal en
primer lugar procura el bienestar del individuo, la cual se modifica ampliándose a
terceros según esto sea exitoso y con el tiempo da forma a la moralidad.

La OXT oxitócica es un péptido de gran importancia dentro de la red de


adaptaciones de los mamíferos para el cuidado de los demás, relacionado con la
sociabilidad. Este péptido junto con cambios evolutivos cruciales para la
sociabilidad en los mamíferos, miedo y la ansiedad ante la separación de la
descendencia o de amenaza contra ella y la capacidad de aprendizaje relacionada
con el dolor y el placer que funciona para que el individuo adquiera conocimientos
de las costumbres, forman la base de lo que denominamos moralidad.

Según datos arqueológicos humanos de hace doscientos cincuenta mil años


tenían la misma capacidad craneal que la nuestra. La diferencia radica en que el
aprendizaje requiere de cambios estructurales en el cerebro por lo que los
cerebros contemporáneos con habilidades para el uso de tecnología, la escritura
o desarrollados en nuestra cultura tendrán una estructura distinta. Los genes
ocupan también un lugar importante en los que somos y en la diversidad dentro de
la especie, sin embargo estos solo se modifican, no es necesario el surgimiento de
nuevos genes para el desarrollo de nuevas conductas. La cultura tiene gran
importancia para el desarrollo del individuo pues dentro de una cultura tecnológica
en intelectualmente rica las cosas que aprendemos nos vuelven más inteligentes
en comparación a seres de culturas más sencillas. Los genes por sí solos rara vez
generan grandes efectos en cuanto a la sociabilidad en seres humanos, juega un
papel importante el contexto y el desarrollo del individuo. En experimentos con
roedores se observa que ratas madres con niveles elevados de conducta materna
también presentan niveles elevados de OXT, éste hecho se relaciona en parte con
el cuidado que se les dio a estas ratas por parte de sus progenitores. En seres
humanos niveles elevados de OXT se corresponden con niveles altos de
interacción materna, que a su vez corresponden con niveles altos de OXT en los
bebés.

Es así que Churchland se hace la siguiente pregunta ¿qué sucede en el cerebro


para que se expresen valores sociales? En primer lugar se menciona que todo
sistema nervioso está organizado de tal modo que la autopreservación sea algo
crucial. Mediante el procesos homeostático el organismo puede regularse para
sobrevivir reaccionando a factores exteriores. Pero ¿cómo se explica el cuidado
que procuramos a los demás? En los mamíferos ajustes evolutivos en los
sistemas emocionales, endócrinos, nervioso, de recompensa y castigo amplían el
rango de individuos por los que nos preocupamos. El apego que se desarrolla a
nivel neural en los mamíferos depende de mecanismos neurales y corporales que
a su vez dependen de neuropéptidos como la OXT y la vasopresina VPA, junto
con otras hormonas. Específicamente en las hembras la OXT es fundamental para
la lactancia; en el cerebro se libera OXT durante la lactancias lo cual desencadena
la conducta maternal que incluye la preocupación por las crías. Los opiáceos
endógenos tienen también un papel importante pues la hembra que amamanta
obtiene la recompensa del placer a partir de la liberación de esto opiáceos. Las
madres mamíferos y, en algunas especies, los padres, sienten ansiedad y
malestar cuando oyen a las crías emitir llamadas de ayuda. Tanto la ínsula a nivel
cortical como también la corteza cingulada anterior CCA responden tanto al dolor
físico como también al social, motivados por la separación, exclusión,
desaprobación, dolor que resulta de errores y predicciones fallidas.
El que los cerebros humanos posean amplias regiones prefrontales y límbicas
conlleva que podamos responder con mayor libertad ante situaciones
desagradables. Nos es posible considerar opciones para evitar dolor futuro, o
soportar dolor inmediato para obtener beneficio posterior. Está holgura de acción
es una especie de liberación de patrones fijos de acción.

La variedad de sustancias neuroquímicas que intervienen en neuronas y músculos


es la misma para vertebrados e invertebrados. Son modificaciones modestas en
estructuras neurales existentes, como la expansión de zonas auditivas o una
ampliación de una región que represente el tacto, las que provocan cambios o
resultados distintos. Son estos cambios evolutivos en los mamíferos los que les
permiten experimenta dolor ante la separación de seres queridos; modificaciones
leves desde el punto de vista del circuito cerebral generan cambios a niveles más
amplios: el procurar cuidado a otros individuos. Así es que se entiende que la
evolución no logra adaptaciones diseñando nuevos mecanismos desde cero, sino
que modifica poco a poco lo que ya existe.

Se puede ver que la interacción es determinante, por ejemplo al observar la


conducta de emparejamiento. Un 83% de la sociedad admite patrones de poliginia,
pero según la circunstancia un hombre que no disponga de los suficientes
recursos opta por una sola pareja. El 17% restante puede explicarse por la
variación de condiciones ecológicas y culturales, en concreto, por convención de
herencia de bienes. La monogamia como práctica social es buena solución para
reducir la competitividad y para la herencia de recursos. Conducta social y moral
parecen estar en el mismo espectro de acción en cuanto a que acciones
consideradas morales implican resultados de mayor trascendencia para la
solución de problemas. Aunque son diversos los procesos cerebrales que
participan en la sociabilidad, destacan tres: los impulsos para velar por el bienestar
propio y el de nuestra descendencia, la capacidad de evaluar y predecir la
conducta de otros y un sistema neural de recompensas y castigos relacionado con
la interiorización de prácticas sociales y su aplicación.

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