Wegener sospecho que los continentes podrían haber estado unidos en alguna ocasión al observar
notables semejanzas entre las líneas de costa situadas a los dos lados del atlántico. Sin embargo otros
geólogos la cuestionaban ya que las costas están continuamente modificándose por procesos erosivos
y sedimentarios.
Evidencias paleoclimáticas
(paleo= antiguo,climatic= clima) podían también apoyar a la idea de continentes móviles. Sus
sospechas se reafirmaron cuando supo que se habían descubierto en África, Sudamérica, Australia e
India pruebas de un periodo glaciar datado hace unos 300 millones de años, vastas láminas de hielo
cubrían porciones extensas del hemisferio meridional, así como la India.
A mediados de la década de los de los años cincuenta, empezaron a surgir dos nuevas líneas de
evidencia, que cuestionaban seriamente la comprensión científica básica de cómo funciona la tierra.
Una línea procedía de un campo comparativamente nuevo: el paleomagnetismo.
El campo magnético de la tierra tiene un polo norte y un polo sur magnético. En la actualidad
estos polos magnéticos se alinean estrechamente, pero no exactamente, con los polos geográficos. El
campo magnético es similar al generado por una barra imantada. Líneas de fuerza invisibles
atraviesan el planeta y se extienden de un polo magnético al otro.
El alineamiento magnético de los minerales ricos en hierro de las coladas de lava de diferentes
épocas indicaba que la posición de los polos paleomagnéticos había cambiado con el tiempo. Una
representación de la posición del polo norte magnético con respecto a Europa revelo que, durante los
últimos 500 millones de años, la posición del polo había migrado de manera gradual desde una
posición próxima a Hawái hacia el norte a su localización actual, cerca del Polo Norte. Esta era una
prueba solida a favor de que los polos magnéticos habían migrado a lo largo del tiempo.
A principios de los años sesenta, Harry Hess, incorporo estos hechos recién descubiertos a una
hipótesis que denomino expansión del fondo oceánico. Proponía que las dorsales oceánicas estaban
localizadas sobre zonas de ascenso convectivo en el manto. A medida que el material que asciende
alcanza la base de la litosfera, se expande lateralmente transportando el fondo oceánico, alejándose
de la cresta dorsal.
Con el establecimiento de la hipótesis de la expansión del fondo oceánico, Harry Hess había
iniciado otra fase de la revolución científica.
Aproximadamente en la misma época en que Hess formuló el concepto de expansión del fondo
oceánico, los geofísicos descubrieron que, durante los periodos de centenares de millones de años, el
campo magnético de la Tierra cambia periódicamente de polaridad. Durante una inversión
geomagnética, el polo norte magnético se convierte en el polo sur magnético, y viceversa. La lava se
solidifica durante uno de los periodos de la polaridad inversa se magnetizara con la polaridad opuesta
a la de las rocas que se están formando en la actualidad. Cuando las rocas muestran el mismo en el
campo magnético terrestre actual, se dice que tiene polaridad normal, mientras que las rocas que
muestran el magnetismo opuesto se dice que tienen polaridad invertida.
Tectónica de placas
En 1968 se unieron los conceptos de deriva continental y expansión del fondo oceánico en una
teoría mucho más completa conocida como tectónica de placas (tekton = construir). Según esta teoría,
el manto superior, junto con la corteza suprayacente, se comporta como una capa fuerte y rígida,
conocida como litosfera, rota en segmentos, a los que se suele denominar placas.
La litosfera está compuesta por unos 20 segmentos de tamaños y formas irregulares, llamadas
placas litosféricas o tectónicas, que están en constante movimiento unas con respecto a otras. Se
reconocen siete placas principales, que representan el 94% del área de superficie de Tierra, son la
placa Norteamericana, Sudamericana, del Pacifico, Africana, Euroasiática, Australiana-India y la
Antártica. La mayor placa es la del Pacifico, que abarca una porción significativa de la cuenca del
océano Pacicifico.
Bordes de placa
Uno de los principales fundamento de la teoría de la tectónica de placas es que las placas se
mueven como unidades semi-coherentes en relación con todas las demás placas. A medida que se
mueven las placas, la distancia entre dos puntos situados sombre placas diferentes, cambia de manera
gradual mientras que la distancia entre dos puntos situados sobre la misma placa se mantiene
relativamente. Dado que las placas están en constante movimiento en relación con las demás, la
mayoría de las principales interacciones entre ellas se produce a lo largo de sus bordes, que se
establecieron por primera vez representado por las localizaciones de terremotos y volcanes.
Las placas tienen tres tipos distintos de bordes, que se diferencian en función del tipo de
movimiento que exhiben.
1. Bordes divergentes (bordes constructivos): donde dos palcas se separan, lo que produce
ascenso de material desde el manto para crear nuevo fondo oceánico.
2. Bordes convergentes (bordes destructivos): donde dos placas se juntan provocando el descenso
de la litosfera oceánica debajo de una placa superpuesta, para ser finalmente reabsorbida en el
manto, o posiblemente la colisión de dos bloques continentales para crear un sistema
montañoso.
3. Bordes de la falla transformante (bordes pasivos): donde dos placas se desplazan lateralmente
una respecto de la otra sin la producción ni la destrucción de la litosfera.
BIBLIOGRAFÍA
TARBUCK, E., & LUTGENS, F. (Décima edición ). Ciencias de la Tierra, Una
introducción a la geología física. Pearson.
http://pazriestra.iescla.org/wp-content/uploads/2009/11/TEOR%C3%8DA-DE-LA-DERIVA-
CONTINENTAL1.pdf