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Santa Teresa destaca especialmente la índole y la tonalidad

afectiva de la oración mental: es un ≪trato amoroso≫, es


decir, un intercambio de ≪amor mutuo entre el alma y
Dios, en el cual ≪se trata a solas, íntimamente con Dios —
ya se sabe que la intimidad es fruto del amor— y se habla
con Aquel cuyo amor se conoce. Todos los elementos de
esta definición llevan en si la idea del amor; pero al final
recuerda la Santa que el alma debe también ≪saber≫
darse cuenta de la existencia del amor de Dios hacia ella, y
este es precisamente, según Santa Teresa, el oficio del
entendimiento en la oración. Por eso, según la misma
Santa, en la oración mental debe darse el doble ejercicio de
la inteligencia y de la voluntad e inteligencia, pensando en
el amor que Dios tiene a sus criaturas y como desea ser
amado por ellas; la voluntad, amándole en fiel
correspondencia a
ese amor. El concepto de la oración no puede ser más
límpido. Pero .como llevarlo a la práctica?
Si queremos comprender debidamente la estructura del
método teresiano, es necesario tener presente la definición
de la oración arriba expuesta, ya que entonces podremos
comprobar como en ese método se realiza plenamente
dicho concepto de oración mental. Esta se reduce, como
decíamos, a conversar afectuosamente con el Señor
después de haber conocido mucho que Él nos quiere. Para
hablar íntimamente con Dios, hay que ponerse en contacto
con El, para lo cual sirve la ≪preparación≫, que consiste
en darse cuenta mas explicita de la presencia de Dios y
orientarse hacia El por medio de algún buen pensamiento.
Para llegar a conocer el amor que Dios le tiene, el alma
escoge como tema de reflexión una verdad de fe apta para
manifestar ese amor; por eso recurre a la lectura de un
texto apropiado. Pero no basta leer; hace falta profundizar;
y esto se hace por medio de la reflexión, o sea, de la
meditación. Sé que el amor de Dios hacia mi se manifiesta
en cualquiera de las verdades reveladas; pero en este
momento quiero fijarme únicamente en la que me ha
servido como tema de lectura. Para ello me ayudo de los
hermosos pensamientos contenidos en el ≪punto de
meditación≫, tratando de conocer y descubrir actualmente
dicho amor, con lo cual van brotando espontáneamente en
mi interior, y quizá también en mis labios, sentimientos y
expresiones de afecto. De este modo comienzo mi coloquio
con Dios, diciéndole de mil maneras y con la naturalidad
que brota del corazón, que le amo y deseo siempre amarle,
que quiero progresar en su santo amor, que quiero probarle
mi amor con las obras, cumpliendo su santísima voluntad.
Con esto hemos llegado al centro, al corazón mismo de la
oración. Para muchas almas esto basta. Pero hay quien
desea mayor variedad, y esta, que facilita grandemente a
algunos la prolongación del coloquio con el Señor, se puede
obtener por medio de las tres restantes partes del método,
no ciertamente necesarias, sino meramente facultativas. El
hacimiento de gracias, en el cual, después de haber
protestado repetidas veces nuestro amor al Señor, le
manifestamos nuestro reconocimiento por los beneficios de
El recibidos y le damos gracias por ellos. El ofrecimiento,
con que procuramos pagar al Señor de la mejor manera
posible, lo mucho que de El hemos recibido, haciendo y
presentándole algún buen propósito; cosa, por lo demás,
muy útil siempre que terminamos la oración, La petición,
por la cual imploramos la ayuda divina, convencidos de
nuestra poquedad y miseria. Tenemos, pues, que el método
teresiano se compone de estas siete partes: Dos
introductorias: la preparación (presencia de Dios) y la
lectura. Dos sustanciales: la meditación y el coloquio. Tres
facultativas, que ayudan a prolongar más fácilmente el
coloquio: el hacimiento de gracias, el ofrecimiento y la
petición.
Se comienza con la presencia de Dios, o sea, con un buen
pensamiento que pone al alma en contacto con Dios y la
orienta hacia El. La lectura se hace leyendo el ≪punto≫ de
meditación. Habiendo muchas personas de vida interior que
se aplican a la meditación dos veces al día, cada
meditación tiene dos puntos. Después el alma se recoge a
pensar, ayudándose libremente del texto ya leído. Así
pasara espontáneamente al coloquio, que, según el
concepto teresiano, es el ≪corazón≫ y el centro de la
oración mental.

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