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Josep M a r t í

M á s allá del arte


La música como generadora
de realidades sociales

Los 7 mares, 2

DERIVA EDITORIAL
Indice

I . Introducción. La música: un interrogante abierto 9

I I . Musicologías 21

I I I . La música: algo más que mero sonido 31

IV. La música como cultura 43

V. Una visión global del fenómeno musical 55


Q u e d a r i g u r o s a m e i u e p r o h i b i d a , sin la a u c o r i z a c i ó n escrita
V I . Musicología y relevancia social 71
de los t i t u l a r e s d e l Copyright^ hajo ¡a s a n e i ó n establecida en
las leyes, la r e p r o d u c c i ó n parcial o total de esta obra por
c u a l q u i e r m e d i o o p r o c e d i m i e n t o , c o m p r e n d i d o s la repro- V I I . Músicas rechazadas 95
grafía y el t r a t a m i e n t o i n f o r m á t i c o , y la d i s t r i b u c i ó n de
ejemplares de ella m e d i a n t e a l í | u i l c r o p r é s t a m o p ú b l i c o .
V I I I . Música y etnicidad 117
D i s e ñ o portada: A l b c r t Salarich
Maquetación: Mireia Martí IX. La canción emblemática 141

P r i m e r a e d i c i ó n : o c t u b r e de 2000
X. Culturas musicales y multiculturalismo 153

© Josep M a r t í i P é r e z X I . La pluriculturalidad a través de la música 175


© fotografía c u b i e r t a : X a v i Larrosa
© d e esta e d i c i ó n , i n c l u i d o el d i s e ñ o de la c u b i e r t a ;
Deriva Editorial, S L X I I . Ser hombre o ser mujer en la música 187
Caries R i b a , 1-S. ÜH190 Sant C u g a t d e l Vallús
X I I I . Música y género entre los jóvenes barceloneses 201
D e p ó s i t o legal: l í . 4 4 3 8 3 - 2 0 0 Ü
I S B N : 84-87981-29-1
XIV. Músicas cultas, músicas tradicionales, músicas
I m p r e s o en l í a l m e s , '

populares 221
XV. Músicas populares actuales. Problemas de definición ... 235

X V I . ¿Qué música es necesario enseñar en las escuelas.'' 259

X V I I . La musicología como crítica cultural 285

Notas 295

Bibliografía citada 325


I. Introducción.
índice analítico 343 L a música: un interrogante abierto'

Lo entendí todo mucho mejor cuando cayó en mis manos


un extenso artículo periodístico que entre otras cosas hablaba
nada más ni nada menos que de música alienígena, músicas inspi-
radas en nuestras aventuras espaciales.^ Éste es precisamente el
gran poder de la música. Puede hablar de todo sin decir nada. No
es preciso que sea portadora de palabras o éstas sean inteligibles
para que sepamos a q u é se está refiriendo: músicas planetarias
como es el caso de la estética new age; sentimientos nacionalistas
expresados a través de repertorios tradicionales; mística religiosa
con Monteverdi o la música sufi; agitación y revuelta con ciertos
aires rockeros: la música como reflejo y a la vez catalizador de
sueños colectivos. Siempre ha habido música, y no conocemos a
ninguna sociedad que, de una u otra manera, no desarrolle algún
tipo de actividad que pueda ser calificada de musical. Una socie-
dad sin música nos resulta inimaginable. Sus creencias, sus sue-
ños, sus carencias, sus maneras de entender el mundo y de
entroncarse en él toman forma a través de este omnipresente
magma sonoro.
¿Por q u é el número de compositoras es menor al de com-
positores o hay relativamente pocas mujeres que toquen el saxo,
la batería o se dediquen al jazz.? ¿Por qué se presume tan a
menudo de la existencia de músicas que rezuman esencialismos
nacionalistas.'' ¿Por q u é unas músicas se codean con el whisky de

9
sición duro/romántico(=débil). No hay duda que la internaliza-
ción de esta oposición como marca de la diferenciación de géne-
ro tiene sus consecuencias concretas en los más variados ámbitos
de la vida humana. Un detalle interesante a tener en cuenca, por
lo que a nuescra encuesca se refiere, es que son las mujeres quie-
nes más se afectan a esta oposición a tcavés de sus cespuescas
dadas.
Mediance los datos conseguidos en la encuesta, lo que X I V . M ú s i c a s cultas, m ú s i c a s tradicionales,
pacece evidente es una todavía muy débil concíenciación de las m ú s i c a s populares
relaciones entre música y determinadas problemáticas sociales
como es en nuestro caso concreto la cuestión de género. Este
aspecto q u e d ó muy bien expresado en los negativos comentarios
hacia la encuesta de uno de los jóvenes informantes que se que- En el campo musical, nuestra cultura, como cualquiec
jaba diciendo: "¿Por qué nos roban tiempo para hablar de un otea, establece conceptualmente sus fronteras interiores para
aspecto lúdicü de nuestra vida cuando hay asuntos mócales en delimitar los diferentes ámbitos musicales de relevancia socio-
nuestra sociedad más preocupantes.'"'. Evidentemente, el gran cultucal. Así, pues, hablamos de ruido y de música, de música popu-
poder de la música como agente enculturador c ideologizante lar^ de música culta, de música serta y de música ligera, de música
estriba, en muy buena parte, en no saber ver en ella más que un andaluza y de música no-andalu%a, de música occidental^ de músi-
meco objeto de entretenimiento. ca no-occidental, de música reliposa y de música profana, etc.
El establecimiento de límites o fcontecas idcacionales que
separan y agcupan diversos elementos es una consecuencia lógi-
ca de la práctica de la cultura. Constituye un hecho cotidiano y
también es un hecho científico; solamente hace falta pensar en la
taxonomía. Dentro del ámbito musical, entre las diversas fronte-
ras interiores de una cierta trascendencia que establece nuestra
sociedad, debemos contar, sin ningún tipo de duda, con aquellas
que, de manera más o menos clara, delimitan las esferas de la mú-
sica culta y de la música popular, y, dentro de ésta, la de la músi-
ca tradicional, la cual se supone depositarla de nuestras persona-
lidades étnicas. Se trata de una tripartición que se considera
punto de partida para la investigación musicológica y que condi-
ciona metodologías, valores e intereses de la disciplina. Se con-
sidera tan natural esta tripartición que pocas veces se la cuestio-
na o incluso se la generaliza para todo el planeta cuando, de
hecho, tal como nos muestra claramente la antropología, se trata

220 221
de una elaboración típicamente occidental y que obedece a una hiciera Guido Adier a finales del siglo pasado, y las grandes teo-
serie de valores sociales muy concretos más que a criterios de rías dentro del folklore como la teoría de la recepción formulada
naturaleza intrínsecamente musical. Esta tripartición forma por John Meier, quien combatiendo la idea romántica de la cre-
parte al fm y al cabo de aquello que el sociólogo Peter Berger ación colectiva demostró que muchas canciones populares tení-
denominaba.í/oí^ of knowledge de la sociedad"'^ y que en este caso an sus orígenes en la música culta; la teoría de la degradación cul-
posee no poca importancia, tanto conceptual como pragmática- tural propuesta en 1921 por Hans Naumann, que afirmaba que
mente para nuestra cultura musical. Aunque criticable en el pueblo no crea en absoluto sino que se limita a reproducir
muchos aspectos, nos guste o no, se encuentra firmemente aquello que surge de los estratos socialmente superiores; o la teo-
enraizada en nuestra manera de pensar, no tan sólo en la calle, ría de la producción representada por Josef Pommer defendiendo
sino que es compartida también por la misma musicología con el poder creador del pueblo, girarían en torno a estos dos pivo-
pretensiones científicas. Esta idea de tripartición se pone, por tes: música culta versus música popular.-'" Este modelo bipolar
ejemplo, de manifiesto cuando en las operaciones de recupera- pronto iría cediendo terreno a una visión tricotómica de nuestro
ción y revaloración de la cultura popular tradicional se destacan universo musical más de acuerdo con la realidad, dado que el
sus valores específicos confrontándolos tanto con los de las cul- anterior modelo no daba cabida a una gran masa de música que
turas de élite coetáneas como con las de las hipotéticas equiva- no podía ser considerada ni culta ni folklórica. Este segundo
lencias actuales de la cultura popular. Pero, sobre todo, no hay modelo no ha reemplazado completamente al anterior sino que
que olvidar que cuando nos referimos a estos tres ámbitos no ambos coexisten para ser usados según la retórica discursiva del
hablamos tan sólo de las producciones musicales estrictas, sino contexto en cuestión. Para el ámbito musical occidental, el musi-
también de la praxis musical que las envuelve y que, de hecho, cólogo argentino Carlos Vega hablaba de "música superior",
es la que les da sentido: quién las realiza, dónde y cuándo se eje- "música folklórica" y "mesomúsica"."'^ Con esta última denomi-
cutan, para quién y para q u é se ejecutan, etc. Estas fronteras, sin nación se refería a toda aquella producción musical que no se
embargo, no son lo mismo que las líneas muertas que en un podía considerar ni culta ni folklórica y que, por tanto, hoy com-
mapa geográfico separan países y paisajes. Se trata de fronteras prendería también toda la producción musical popular moderna.
vivas. La existencia de estos límites tiene un papel dinámico en Para Philip Tagg, esta idea de mesomúsica estaría muy cercana a
la formación de nuestro universo musical. Es decir, no es que su propio concepto de popular music.^''^
haya a priori un material, una fenomenología musical que deba
A cada uno de estos ámbitos le corresponden unos ele-
ser distribuida en grupos, sino que la conceptualización de estos
mentos formales, unas significaciones, unos actores, unas funcio-
límites hace que, en muchas ocasiones, nuestra sociedad tam-
nes sociales y unos valores determinados. Pero esta subdivisión
bién articule y genere su materia musical de acuerdo con la idea
de nuestras músicas en los tres ámbitos diferentes no se funda-
que se tiene de estos límites.
nienra en criterios estrictamente musicales referentes a la mate-
El concepto de música tradicional o folklórica iría toman- ria sonora, sino en criterios contextúales de tipo sociocultural.
do cuerpo con el romanticismo. De hecho, la dicotomía entre De hecho, otorgamos a las líneas demarcadoras de las
música culta y popular - e n el sentido de "tradicional"- ha mar- fronteras internas de nuestro universo musical unos contenidos
cado la investigación musicologica. La música tradicional tenía de acuerdo con nuestras necesidades de hacer prevalecer deter-
también su lugar en la conocida articulación de la disciplina que minados valores. La prueba más evidente de que esta partición

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del mundo musical no se basa en criterios intrínsecamente musi- nados a frenar esta tendencia natural subvertidora. La transgre-
cales la tenemos en el hecho de que estos criterios demarcadores sión de estos límites genera con mucha frecuencia patrones de
también tienen carta de validez para otros aspectos de ¡a cultura. rechazo destinados al mantenimiento del orden establecido, que
Si las distinciones que podemos realizar entre música instrumen- pueden llegar a incidir fuertemente en la vida musical de un
tal y música vocal o entre ritmos binarios y ternarios se circuns- ámbito sociocultural concreto.
criben al hecho musical, las distinciones entre culto, popular y Toda sociedad se halla estructurada en torno a un com-
tradicional van mucho más allá del mundo estrictamente sonoro. plejo sistema de valores que se manifiesta claramente en ios
De hecho, son contenidos sociales que hallan expresión en el patrones de afirmación y de rechazo que producen. Así, por
ámbito musical, como lo encontramos asimismo en muchos otros ejemplo, cualquier persona desconocedora de los códigos cultu-
ámbitos de la cultura. Así, pues, hablamos, por ejemplo, de "lite- rales occidentales no vería nada anormal en el hecho de que el
raturas cultas", de "medicinas populares" o de "cocina tradicio- Gran Teatro del Liceu de Barcelona ofreciese a! público una
nal". Por lo que respecta a la música, se trata de una categoriza- velada de rock o de música iiew age. Hoy por hoy, no obstante,
ción de gran importancia para nuestra sociedad, ya que determi- resulta difícil para nosotros imaginarnos un recital de Tina
na tanto la praxis musical como la base ideacional, hecho que se Turner o de Kitaro en el Liceu, no por razones técnicas, puesto
refleja en el desarrollo de la misma musicología. La música culta que las sofisticadas puestas en escena de estos músicos difícil-
o también denominada seña es aquella que actualmente se ense- mente superarán las complejidades de las representaciones
ña en los conservatorios según una línea ininterrumpida de con- wagnerianas, y tampoco por cuestiones de modernidad o porque
catenaciones estilísticas que hacemos remontar a algunos siglos estas músicas no tengan nada que ver con el teatro lírico, ya c|ue
anteriores; la tradicional es aquella a la cual nuestros investigado- el escenario barcelonés acoge tanto óperas de Benjamín Britten
res, según criterios románticos cargados de subjetivismo, dotan o de Philip Glass como representaciones de ballet y conciertos
de valor folklórico; y la popular no tradicional (urbana, etc.) está sinfónicos o de música de cámara. El porqué de este patrón de
formada por todas las otras músicas c|ue no son ni una cosa ni la rechazo deberemos buscarlo en un concepto tan propio de nues-
otra. El conservatorio, generalmente, se desentiende de este ter- tra sociedad como es el de música seria en oposición a música
cer ámbito musical y no hay tampoco ninguna colectividad con popular o música ligera. Este concepto va mucho más allá de ser
carácter étnico que las reivindique como exclusivamente suyas. una mera categoría técnico-descriptiva, ya (¡ue encierra impor-
Ya que los límites fijados según estos criterios, por su misma natu- tantes criterios de valor que a priori difícilmente podría enten-
raleza, presentarán una notable carga de subjetividad, este orden der el observador no occidental. La música seria tiene sus cate-
establecido no será nunca socialmente neutral. drales que no pueden ser holladas por las otras músicas, y cuan-
do por razones estrictamente empresariales ello ocurre, las pro-
La práctica musical cotidiana tiende a desdibujar estos
testas y el rechazo no se hacen esperar, tal como ocurrió, por
límites Fijados culturalmente. De manera continua, nos tropeza-
ejemplo, en los años sesenta con el Paiau de la Música de
mos con usos populares de la música culta, con la asunción aca-
Barcelona al perder la música seria su monopolio sobre él:
démica de las tradicionales o con hibridaciones estilísticas que
hacen tambalear cualquier pretensión de pureza. Dado, no obs-
tante, el marcado contenido ideológico que comportan las fron- "[...] paulatinamente, se ha ido abriendo la mano en admi-
teras interiores, nuestra sociedad cuenta con mecanismos desti- rir sesiones de 'jazz', flamenco, 'coblas' y canciones 'catala-

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ñas' modernas y sincopadas (!). No, no podemos acostum- compás de maehicha fué violada la Primaveiri, de
brarnos, por más que el heciio se repita. El flamenco y el Mendelssohn, presentada a la pública vergüenza (o mejor,
'jazz' ya tienen sus locales propios; la 'cobla' -admirable- desvergüenza) por trompetazos con sordina, saxofón, banjo
es para oírla al aire libre, y las canciones 'catalanas jazzísti- y toda la serie de ruidosos aditamentos."•"'''
cas', ni son catalanas, ni son música. El Paiau se hizo para
la gran música sinfónica, coral y de cámara."""'' "Que no se envilezcan y degraden, en poder de orquesti-
nas más o menos influenciadas por el ritmo negroide
Tal como la música, los espacios arquitectónicos son por- -música de cacerolas o de estridencias y paradas, como
tadores de significaciones muy precisas a las que se asocian alguien dijese-, las composiciones emanadas en momentos
determinados valores. No son nunca meros espacios neutros, y sublimes de inspiración de un Beethoven, un Wagner, un
se puede, por ello, violar fácilmente su integridad cuando los Ghopin, un Mendelssohn o un Bach.""'''
valores que se asocian eon estos escenarios son transgredidos por
músicas cuyas significaciones constituyen oposiciones en los De la misma manera que el valor social que implica el
campos semánticos respectivos. Otro buen ejemplo para ello fue concepto de música seria da lugar a estas actitudes condenatorias
las protestas que hubo en 1998 en ciertos ámbitos artísticos de pretendidas y a la vez muy sentidas irreverencias, también
indios al conocerse la noticia de que el popular conjunto musical será posible encontrar parecidas actitudes entre muchos puristas
de las Spice Gids tenía proyectado ofrecer una actuación en de ia música étnica por los usos fuera de contexto y transforma-
Khajuraho, una ciudad especialmente conocida por las escultu- ciones que recibe cuando se la incorpora en jirones a las compo-
ras eróticas de sus templos. Las protestas se basaban en el argu- siciones de npo folklorístico. Aquí podemos hablar del uso poco
mento de que "el perfil de las Spice Gids no encaja con el de los dogmático de la tradición:
templos. E l erotismo sin espiritualidad se reduce a pornografía.
Convirtiendo estos templos en escenario erótico para su actua- "Nos gusta, sí, y nos embelesa el canto y baile andaluz;
ción, Spice Gids henrán los sentimientos de siglos de creativi- pero no nos embelesan ni nos gustan los andaluces asala-
dad sagrada de la India"/'^' riados que cantan y que bailan. Una turba de ellos, después
La misma idea de "profanación" aplicada en el ámbito de de todo, es lo que España ha remitido a la Exposición de
la música seria occidental la encontramos también en las críticas París."""
hacia aquellos usos poco dogmáticos de los grandes clásicos que
hacen algunas orquestas populares: Las fronteras, muy a menudo, no se limitan a poner de
manifiesto la existencia dentro de sus límites de unos elementos
"De pronto surge el mayor envilecimiento musical. La que se diferencian de aquellos que se encuentran más allá de la
orquestina, al ntmo irreverente del 'jazz', toca en dempo línea demarcadora, sino que, al mismo tiempo, implican también
de 'fox-trot' la marcha de Lohengrin, y con canallesca ins- una sobrevaloración de los elementos propios combinada con una
trumentación, a ritmo de la 'java', el maravilloso Estudio en mfravaloración de los otros, aspecto este último que genera pa-
mi mayor, de Ghopin; y una bocina de cartón 'cantó' el trones de rechazo que no hacen sino reforzar más todavía la fron-
Adagio de la Patética, de Beethoven (¡y fue aplaudido!); y al tera en cuestión. Esto es válido tanto para los ámbitos de la músi-

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ca culta como para los de la tradicional. Cuando se habla de "[...] en las verdaderas canciones tradicionales no hay fal-
"música seria", como sinónimo de "música c u l t a " , el j u i c i o de sedad, falso brillo ni vulgaridad [...] hay u n enemigo en las
valor ya es b i e n explícito. Se trata, al fin y al cabo, de acjucl etno- puertas de la música tradicional que la está deshancando;
centrismo de clase q u e juzga el valor de la cultura según los pro- las canciones populares de hoy día."-'"
pios parámetros de una clase social determinada. Pero, también,
la frontera que enmarca la música tradicional se nutre de una Ya se ha dicho muchas veces que la música, a través de
serie de valores q u e solamente son asignados a esta última: se sus diversas maní'festacToñesT tle"rnanera consciente o incons-
tratará de una música sencilla, fresca, natural y racial, aspectos ciente, constituye u n buen instrumento para mantener y conso-
que a m e n u d o se le niegan a la música culta, que, desde esta TXdar el orden político y social. Los esquemas de clasificación
perspectiva, se la ha d e n o m i n a d o también /-//////f/V//.-'" sdcialmentc construidos a través de los cuales erigimos activa-
m e n t e la sociedad, t i e n d e n a representar las estructuras de
"[Francesc Alió] con su cuaderno de canciones [tradiciona- donde han surgido como hechos naturales y necesarios, más bien
les] armonizadas ha purificado algo el a m b i e n t e cursi y que como productos históricamente contingentes y d e p e n d i e n -
macarrónico de nuestros salones.""^ tes de una relación de fuerza dada entre grupos (clases, etnias o
sexos)."" E n el caso de las fronteras interiores, de las cuales esta-
Aún y así, con excepción de casos de p o p u l i s m o m u y mos hablando, esto resulta m u y evidente. N o se l i m i t a n n i m u -
extremo, los abanderados de la causa tradicional agacharán la ca- cho menos a reflejar este orden, sino que también ejercen u n pa-
beza d i s c i p l i n a d a m e n t e ante la reconocida preeminencia de la pel activo en su m a n t e n i m i e n t o . La dinámica de clases, u n factor
música culta, pero, en cambio, se mostrarán sin piedad con aque- decisivo para la civilización occidental, se corresponde a la per-
lla otra música q u e cae fuera de las esferas de la culta y de la tra- fección con la dicotomía culto/popt'líit) yJa invención y la creen-
dicional, y que constituye u n paria dentro de la jerarquía oficial cia &n espíritus nacionales^ idea q u e tan determinante ha sido para
, musical; la música popular no tradicional denominada en ocasio- la historia de los estados occidentales en los dos últimos siglos,
nes música popularizada"'' o, con más frecuencia populachera, a la se materializa asimismo en toda la filosofía que envuelve los
que se considera ima amenaza para la tradicional: legados musicales tradicionales. N o es nada casual, por ejemplo,
el hecho de que en el Lstado espufiol la recopilación de la can-
" L a canción popular, por su nobleza de e n t r o n q u e , figura ción tradicional no haya recibido nunca tantas ayudas y subven-
en los códices, por su rango procede y sirvió de basamento ciones como en el presente. Si fuesen las universidades las p r i n -
al canto litúrgico y por su finura y sencillez de su expresión cipales interesadas en esta labor, quizás podríamos pensar q u e
constituye u n verdadero ensayo de psicología q u e se aden- finalmente el estado ha devenido consciente del valor científico
tra, ahondando en el espíritu, hasta escudriñar los más o c u l - ele la etnomtisicología, aunque fuese la de tipo más tradicional.
tos sentimientos. Por el contrario, la canción 'populachera' Pero, básicamente, no son las universidades las que p r o m u e v e n
es u n engendro de mal gusto, con carencia absoluta de arte lainvescigación, sino las consejerías de cultura de las diferentes
e inspiración, procaz y de mala catadura, sin el menor atis- comunidades autónomas. Hoy, evidentemente, aquello q u e
bo de prosapia, que grita m u y a las claras la pobreza de " ^ c e falca es justificar este nuevo estado de las autonomías. Para
espíritu de su p r o g e n i e . " ' hacer realidad su existencia, las instituciones pertinentes se han

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preocupado de dotar a cada una de las nuevas colectividades innegable importancia heurística cuando de lo que se trata es de
administrativas de una bandera, un himno y del día de la comuni- conocer la vida musical de una sociedad dada.
dad, mientras al mismo tiempo se recoge a marchas forzadas el 2. Del primer ptmto se infiere que dentro de nuestro universo
correspondiente legado étnico que, como portador del espíritu de sonoro, las fronteras que delimitan entre sí los conceptos culto,
la nueva comunidad, deje bien claro a la opinión pública que las popular"^ tradicional, o bien las {]ue determinan qué es música étni-
razones de aquella nueva autonomía hay que buscarlas mucho ca de un lugar determinado, no son naturales ni basadas en hechos
más allá de las decisiones apresuradas surgidas en las reuniones fácilmente objetivables, sino que se trata de fronteras construidas
ministeriales. según determinados valores sociales. Ksto significa c|ue, si desde
Estos tres ámbitos, el culto, tradicional {étnico) y popular el punto de vista emic, en relación con un momento y espacio
se perciben fuertemente diferenciados cuando pensamos en dados, la distinción que puedan hacer estas fronteras es incuestio-
aquellos casos más acusados: una misa de Schubert, el canto de nable, una perspectiva etic nos hará forzosamente relativizar su
siega de un campesino valenciano o una canción de los Beatles. importancia. Se deberá tener la debida prudencia para no llegar a
Cualquier musicólogo sabe, no obstante, que los límites entre sendrnos "como padres y propietarios de una cultura que precisa-
mente la historia transforma en 'naturaleza'".''" Esto nos viene a
estos tres subuniversos no se encuentran tan claros: las obras
decir no tan sólo que posiblemente erraríamos en (|ucrer exportar
minimalistas se hallan con mucha frecuencia a medio camino
estas fronteras interiores con toda la carga semántica que implican
entre lo que se percibe como música culta y popular; las realiza-
a otros mundos musicales lejanos a la tradición occidental, sino
ciones propias del folklorismo pueden ser etiquetadas como
que una musicología con vocación universal tendrá ciue ser siem-
música étnica o bien popular, y hay numerosos cantos religiosos,
pre extremadamente consciente de la emicidad de estos límites
por ejemplo, que poseen características tanto de ia música culta
conceptuales.
como de la étnica. Pero eso no tiene que extrañarnos en absolu-
to; es el precio que hay que pagar por todo intento taxonómico 3. En la ciencia, la finalidad de cualquier taxonomía o etique-
que secciona un determinado espectro o continuum fenoménico taje es la de ayudarnos a pensar, no la de ahorrarnos este trabajo.
en unidades discretas. Se trata sencillamente de pensar antes de clasificar y no de cla-
A pesar de todo esto, hay que tener en cuenta que esta sificar antes de pensar. Aunque se tenga que aceptar la realidad
taxonomía no tan sólo refleja nuestra sociedad, sino que consti- social de estas fronteras establecidas, será necesario tener en
tuye también nuestra realidad. Pero cualquier estudioso del cuenta que su validez absoluta o acrítica puede resultar muy
fenómeno musical tendrá que tener en cuenta que: negativa para la práctica científica. La profunda separación aca-
1. Si estas fronteras o límites están fijados según determinados démica cjue en España, por ejemplo, existe entre ia musicología
valores sociales, esto quiere decir que estas mismas demarcacio- histórica y la ctnomusicología es, en muy buena parte, resultado
nes establecidas son portadoras de una significación que va más de la vigencia social de la frontera que separa la música culta de
allá de la mera taxonomía. Si actualmente estuviésemos en una las populares o étnicas. Es ingenuo querer justificar las diver-
sociedad teocrática, por ejemplo, en lugar de dar tanta impor- gencias entre las dos disciplinas en cuestiones de método, tal
tancia a la dicotomía culto/popular, posiblemente la daríamos a como se ha hecho en ocasiones. Las metodologías se desarrollan
la distinción entre música religiosa / música profana. Las fronte- a partir de las necesidades concretas de unos objetivos estable-
ras interiores que cada cultura musical establece poseen una cidos, no al revés. El reparto de campos de estudio entre la musi-

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cología histórica y la etnomusicoiogía tiene una poderosa justifi- tos musicales sin ninguna relación real entre ellos, basándonos
cación histórico-social, pero la base científica en la cual se funda sencillamente en la fuerza moral de nuestro sistema conceptual,
es muy débil. Esta separación hace que a menudo veamos los m á s cjue en la mínima lógica de la investigación.
ámbitos de estudio formados por la música culta occidental, por 4. Por lo que respecta el ámbito musical occidental, las fronte-
una parte, y por las músicas populares o tradicionales, por la otra, ras interiores relativas a los conceptos culto/popular/tradicional
como dos sistemas diferenciados y equivalentes. En el caso de la han tenido dos consecuencias negativas importantes para la in-
música culta, no obstante, estamos hablando de un sistema con vestigación musicológica. En primer lugar han priorizado la
un elevado grado de coherencia en el cual los diferentes compo- visión de la cultura popular como sistema autónomo. Se entien-
sitores o las diferentes escuelas no se explican sin sus predece- de la música popular-tradicional y la culta como si se tratase de
sores o predecesoras. Si este ámbito muestra una innegable arti- dos bloques sumamente diferenciados y con pocos puntos de co-
culación interna, el de la música tradicional o popular está forma- nexión, cuando de hecho se trata de un mismo lenguaje con
do, en cambio, por un conjunto de elementos reunidos de manera diversas realizaciones determinadas por diversos parámetros
paratáctica con la única relación común entre ellos de responder socioculturales. En palabras de Robert Redfíeld, no hay ningu-
a la vaga definición de productos populares o tradicionales. Es decir, na pequeña tradición que sea autónoma.^™ En segundo lugar, los
por muchas diferencias formales, por ejemplo, que podamos valores sociales (¡ue se hallan implícitos en los límites
establecer entre Correa d'Arauxo, Bach, tos grandes románticos, culto/popular/tradiciona! han condicionado desde siempre en
Schónberg o Messiacn, está claro que nuestra música tonal no se gran medida la investigación musicológica, dando una gran
entendería sin tener en cuenta la época de la música modal, y sin importancia a la música culta occidental en detrimento de las
estos antecedentes históricos, tampoco no habríamos llegado a la otras y descuidando, además, de manera escandalosa, todas
atonalidad tal como actualmente la concebimos y percibimos. aquellas músicas que subjetivamente no son consideradas patri-
Esta articulación interna del ámbito de estudio no la hallamos, monios culturales étnicos o nacionales, como es el caso, por ejem-
en cambio, en el campo de acción que tradicionalmentc se ha plo, de la música popular moderna.
marcado la etnomusicoiogía, el cual reúne tanto la música tradi- Esta percepción ha sido asumida de manera muy acrítica
cional andaluza, como la bantú, la de los indios norteamericanos por la misma musicología al configurar sus subdisciplinas inter-
o la de la población australiana, músicas que entre ellas no impli- nas. En un principio se hablaba de "musicología (histórica)" y
can ninguna relación genético-cultural. En la musicología se "etnomusicoiogía", y con el creciente protagonismo que van
consideran, pues, en régimen formal de equivalencia dos siste- adquiriendo los estudios de música popular moderna, se va per-
mas (ámbitos de estudio), que en realidad muestran un claro filando una nueva subdisciplina, tal como por ejemplo se dedu-
desequilibrio entre ellos. El resultado más claro de esta falsa ce de un artículo de John Shepherd cuando hablaba de la "musi-
perspectiva ha sido el comparativismo llevado al absurdo, tal cología histórica", la "etnomusicoiogía" y los ''popular music slu-
como se ha practicado con mucha frecuencia en la etnomusico- dies" como tres subdisciplinas de la musicología."'' .,i
iogía. Si en la musicología histórica puede tener un sentido el Pero en este caso, parece claro que con ello se perpetúa
análisis comparativo de compositores de diferentes épocas y una delimitación de ámbitos de estudio que, por todo lo argumen-
estilos, dentro de la etnomusicoiogía se ha caído muy a menudo tado a lo largo de estas páginas, resulta bastante cuestionable.
en el error de generalizar a partir de la comparación de elemen-

232 233
Notas
1. Los diferentes capítulos que constituyen este libro proceden de
diversos trabajos de investigación realizados en años anteriores, debién-
dose enmarcar buena parte de ellos en un proyecto financiado por la
/)6'/CF7'(PB93-0103) sobre el poder de articulación social de nuestras
prácticas musicales. Algunos de estos trabajos se encontraban hasta el
momento de la publicación de este libro aún inéditos, mientras que
otros los he dado a conocer previamente a través de comunicaciones
presentadas en diferentes congresos o bien mediante los siguientes artí-
culos editados en publicaciones especializadas: Hacia uva Antropología
de la Música, «Anuario Musical» 47, 1992, pp. 195-225; "Ein emblema-
tisches Lied aus l'Alguer (Sardinien)", en: G. Schwibbe y I . Spieker
(ed.), Hahn im Korb. Allerneuesten Geschichten um Rolf W. Rredmch,
Gottingen: Schmerse, 1995, p. 229-234; Etnomusicologia, folklore e tile-
vanza sociale, «Musica/Realtá» 48, 1995, pp. 33-51; Música y etnicidad:
una introducción a la problemática, « T R A N S , Revista transcultural de
música» (http:// wvvw2.uji.es/trans/) 2, 1996; El patrón de rechazo: músi-
cas denostadas y práctica científica musicológica, «Nassarre» 12/2, 1996,
pp. 257-282.
2. Miquel Echarri y Xavier Sancho, Ultimátum a Mart: Fora del nostre
planeta!', «La Vanguardia», 27.2.1997, p. 7 (Vang).
3. Barcelona: Gustavo Gili, 1948, p. 730.
4. Cfr. Otto Brusatti, Nationalismus undídeologie in derMusik, Tutzing:
Schneider, 1978, p. 40,
5. Cfr. Becky Michele Mulvaney, Gender Differences in Communication:
An Intercultui-al Experience, http://cpsr.org/cpsr/gender/mulvaneytxt, p. 1.
6. Enric Marín y Joan Manuel Tresserras, Cultura de masses i postmo-
dernitat. Valencia: Edicions 3i4, 1994, p. 64. La traducción al español de
todas las citas originariamente publicadas en otra lengua que aparecen
en este libro son mías.
7. Jacques Attali, Ruidos. Ensayo solm la economía política de la música,
Valencia: Ruedo Ibérico, 1977, p. 9.
8. John Booth Davis, 77;^ Psycliology of Music, Stanford: Stanford
Univcrsity Press, 1978, p. 25.
9. Carlos Boyero, Es sólo rock and roll, nos gusta, «El Mundo»,
10.11.1997, p. 45.
10. Véase por ejemplo, Josep Martí, Víhen musicbecoines noise. Soundand
music w/iicli people in Barcelona hear but don't want to listen to, « T h e World
of Music» 39/2, 1997, pp. 9-17; Josep Martí, Músicas invisibles: la música
ambiental como objeto de refiexión, «Antropología» 15-16, 1999, pp. 111-ZAl.
11. Cfr. Kim Amor, Los integristas islámicos asesinan en Aigel a un libre-
ro ftmicés de origen español, «La Vanguardia», 22.2.1994, p. 8.

295
12. Diego A. Manrique, La peligrosa opinión, «El País», 1,10.1994, p. 3] 29. "...musicologists who study the West and ethnomusicologists who
13. J. Attaii, op. cic, p. 15. study the Rest". Kay Kaufman Shelemay, Crossing Boundaries in Music
14. Declaraciones efectuadas en 1979 y citadas en Arnoid Perris and Musical Scholarship: A Perspective from Ethnomusicology, « T h e
Músicas Propaganda. Artto Persuade, Artto Control, London: Grecnwood Musical Quarterly» 1996, 80/1, p. 14.
Press 1985, p. 123. 30. Joseph Kerman, Musicology, London: Fontana Press, 1985,
15. Cfr. Jordi Bianciotto, La censura en el rock, Valencia: La Máscara P- 174-
1997, p. 106. 31. Ya se ha dicho que resulta muy insatisfactorio hacer depender el
16. Rosa Montero citada en J. Bianciotto, op. cit., p. 188. uso de términos según quien estudie qué. Véase por ejemplo: Charles
17. Clifford Ga&iiz, La interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa L . Seeger, op. cit. (1961), p. 61; Alan P. Merriam, Definitions of Com-
1992, (ed. original: 1973), p. 57. parative Musicology and Ethnomusicology: an historical-theoretical perspecti-
18. Pierre Bourdieu y Loi'c J. D . Wacquant, Pera una sociologia reflexi- ve, «Ethnomusicology» 21/2, 1977, p. 196.
va, Barcelona: Herder, 1994, p. 126 (edición original francesa: 1992). 32. Cfr. Keith Swanwick, Music, mind, and education London / New
19. El contenido de este capítulo se basa en las comunicaciones York: Routledge, 1988, p. 103.
¿Necesitamos aún el ténnino "etnomusicologt'aP" y ¿Existe una identidadetno- 33. Cfr. Miquel Jurado, No queremos hacer música antropológica, «El
musicológica? presentadas en el IV Congreso de la Sociedad Española de País», 23.9.1992, p. 4 (cuaderno central).
Musicología (Madrid 1997) y I I I Congreso de la Sociedad Ibérica de 34. Cfr. Victor ZuckcrkandI, Man the Musician, Princeton: Princeton .
Etnomusicología (Benicassim 1997) respectivamente. University Press, 1976 (1": 1973), p. 14.
20. Comparative Musicólogo and Anthvpology of Music. Essays on the His- 35. John Blacking, L'homme producteur de la musique, «Musique en
toi-y vf Ethnomusicology, Chicago: The University of Chicago Press, 1991. Jeu» 28, 1977, p. 54.
21. Cfr. Jan Steszewki, "Some Remarks on the Relationship between 36. John Blacking, How Musical is Man?, London: Faber and Faber,
Musicology and Ethnomusicology", en Raffaele Pozzi (ed.), Tendenze e 1976, p. 3 (traducción catalana: Fins a quin punt l'home és music?, Vic:
metodi nella ricerca musicologica, Firenze: Leo S. OIschki, 1995, p 120 Eumo, 1994, p. 23).
22. T h e Hague: M . Nijhoff, 1955. 37. Alan P. Merriam, Ethnomusicology: discussion and definition of the
23. Cfr. Guido Adier, Umfang, Methode und Ziel der Musikmssenschaft, field, «Ethnomusicology» 4, 1960, p. 111.
«Vierteljahrsschrift für Musikwissenschaft» 1, 1885, p. 14. 38. Bruno NettI, Mozart and the Ethnomusicological Study of Western
24. Robert Lach, Die Veigleichende Musikwissenschaft, ihre Methode und Culture, «Yearbook for Traditional Music» 21, 1989, pp. 1-16.
Probleme, Wien/Leipzig: Akademie der Wissenschaften in Wien, 1924, 39. Denis Laborde, Gould dans Bach. Un service public de l'emotion
p. 4. Parecidas críticas surgirían asimismo años más tarde; véase por musicale, «Gradhiva» 17, 1995, pp. 95-110.
ejemplo la introducción de Glen Haydon a su libro Introduction to musi- 40. Peter Jeffery, Re-envisioning Past Musical Cultures: Ethnomusicology
cology, Westport: Greenwood Press, 1941. in the Study of Gregorian Chant, Chicago: University of Chicago Press,
25. Véase por ejemplo, Josep Crivillé, El sistema de organización meló- 1992.
dica en algunas canciones de trilla de Tarragona, Castellón y Mallorca. Un fac- 41. Ellen Koskof, Cognitive Strategies in Rehearsal, «Selected Reports
tor de identidad cultural, «Anuario Musical» 30, 1975, pp. 155-166. in Ethnomusicology» 7, 1988, pp. 59-68.
26. Este es el caso, por ejemplo, del departamento de Veigleichende Mu- 42. Dennison Nash, The Role of the Composer, «Ethnomusicology» 5/2
sikwissenschaft (Hus\co\og\a Comparada) de la Freie Universitat áe Beriín. y 5/3, 1961, pp. 81-94 y 187-201.
27. Véase Charles L . Seeger, Semantic, logical andpolitical considera- 43. Henry Kingsbury, Music, Talent, and Performance: A Conservatory
tions hearing upon research in ethnomusicology, «Ethnomusicology» 5/2, System, Philadelphia: Temple University Press, 1988; Antoine
1961, pp. 77-80; id., Toward a Unitary Field Tlieory for Musicology, «Se- Hennion, Comment la musique vient aux enfants. Une anthropologie de l'en-
lected Reports in Ethnomusicology» 1/3, 1970, pp. 171-210. seignement musical, Paris: Anthropos, 1988; i d . "Qu'entends-tu?"
28. Gilbert Chase, "American Musicology and the Social Sciences", Ethnographie d'une classe de solfege, «Vibrations» 6, 1988, pp. 29-55; id.,
en: Barry S. Brook, Edward D . E. Downes y Sherman van Solkema De una etnografía de la enseñanza musical a una sociología de la mediación,
(cd.), Perspectives in Musicology, New York: Norton, 1972, pp. 202-226; «Papers. Revista de Sociologia» 29, 1988, pp. 153-177.
id., "Musicology, History, and Anthropology: Current Thoughts", en 44. Véase, por ejemplo: Fritz Bose, Musikgeschichtliche Aspekte der
John W. Grubbs (ed.), Current Thought in Musicology, Austin: University Musikethnologie, «Archiv für Musikwissenschaft» 23, 1966, pp. 239-251;
of Texas Press, 1976, pp. 231-246. Margot Lieth Philipp (ed.), Ethnomusicology and the Historical Dimensión,

296 297
Ludwigsburg: Philipp, 1989; Inge Skog, "On Ethnomusicology and thc 56. José Antonio de Donostia, Euskel Eres-sorta. Cancionero vasco,
History of Music", en: A. Buckley K. O. Edstrom y P. Nixon (ed.) Madrid: U M E , 1921, p. I I .
Proceediiigs of t/ie Second British-Swedish Conference on Musicology- 57. Cfr. Josep Martí, Felip Pedrell i l'etnomusicologia, «Recerca Musi-
Ethnomusicology, Goteborg: Goteborgs Universitet, 1991, pp. 5-38; Ri- cológica» 11-12, 1991-1992 [1996], pp. 211-229.
chard Widdess, "Historical Ethnomusicology", en Heien Myers (cd.), 58. Josep Crivillé, "La etnomusicología, sus criterios e investigacio-
Ethnomusicology: An Introduction, New York: Macmilian, 1992, pp. 219- nes. Necesidad de esta disciplina en el tratamiento de toda música de
237; Philip V. Bohlman, "Fieldwork in the Flthnomusicological Past", tradición oral", en Actas del I Congreso Nacional de Musicología, Zaragoza:
en: Gregory E Barz, y Timothy J. Cooley (ed.), Shadows in the Field. New Institución Fernando el Católico 1981, pp. 151-152.
Perspectives for Fieldwork in Ethnomusicology, Oxford: Oxford Univcrsity 59. A partir de los años noventa, podemos constatar un importante
Press, 1997, pp. 139-162. cambio en esta tendencia. Buena prueba de ello son las tesis doctorales
45. Kay Kaufman Shelemay, Historical Ethnomusicology: Reconstructin^ dentro del ámbito musicológico que, por ejemplo, se han concluido en
Falasha Ritual, «Ethnomusicology» 24/2, 1980, pp. 233-258. 1997 y que son entendidas por sus autores como trabajos etnomusicoló-
46. Al respecto véase por ejemplo: James Porter, New Perspectives in gicos: Silvia Martínez García, El 'heavy metal' a Barcelona: aportacions a
Ethnomusicology: A Critical Survey, « T R A N S . Revista transcultural de l'estudi d'una música popular, Universitat de Barcelona; Susana Asensio
música» (http://www2.uji.es/trans) 1, 1995; Ramón Pclinski, Etno- Llamas, Música y emigración. El fenómeno musical marroquí en Barcelona,
musicología y discursos posmodernos, «Codexxi» 1, 1998, pp. 46-67. Universitat de Barcelona; Jaumc Ayats i Abeya, La música i l'expressió
47. "The fieid of Ethnomusicology is the total music of mankind; its sonora deis collectius a les manifestacions de catrer i ais estadis de fútbol,
proper ñame is musicology". Citado en Klaus Wachsmann, Applying Universitat Autónoma de Barcelona. Al respecto, véase también J.
Ethnomusicological Methods to Western Art Music, « T h e World of Music» Martí, op. cit. (1997), pp. 121-122.
23/11, 1981, p. 75. 60. Peter Wicke, "Populare Musik" ais theoretisches Konzept, «Pops-
48. Cfr. Frank L. Harrison, "American Musicology and the European criptum» 1, 1992, p. 24.
Tradition", en: R L. Harrison, M . Hood y C. V. Palisca (ed.), Musicology, 61. Cfr. Rossend Serra i Pagés, El cangoner musical popular cátala. II,
Englewood Cüffs, N . J.: Prentice-Hall, 1963, citado en J. Porter, op. cit «Renaixement» 281, 1916, p. 289.
p. 1. ^ 62. Miguel Arnaudas, Colección de cantos populares de Teruel, Zaragoza:
49. Véanse por ejemplo las actas del simposio sobre ¿Esposible la Unidad Lit. Marín 1927, p. V I (reedición: Teruel: Diputación Provincial, 1982).
Teórica de la Musicología? (Buenos Aires, 1989), publicadas en la «Revista 63. Citado por Walter Wiora en Reflections on theproblem: How oíd is the
Musical Chilena» 172, 1989, concretamente las dos ponencias de base: concept Folksone?, «Yearbook of the International Folk Music Council»
Irma Ruiz, Hacia la unificación teórica de la musicología histórica y la etnomu- 3, 1971, p. 23.
sicología, «Revista Musical Chilena» 172, 1989, pp. 7-14; Leonardo 64. Francisco J o s é L e ó n Tello, prólogo a Salvador S e g u í ,
'^ú^m'iin, ¿Musicologías?, «Revista Musical Chilena» 172, 1989, pp. 15-25; Cancionero musical de la provincia de Alicante, Alicante: D i p . provincial
y también los Proceedings of the Second British-Swedish Conference on 1973, p. 5.
Musicology: Ethnomusicology (Cambridge, 1989), editados por Ann Buckley, 65. En esta época se e m p e z ó a considerar ya como objeto de estudio
Karl-Olof Edstrom y Paul Nixon, Goteborg: Goteborgs Universitet, 1991. la canción de moda (Cfr. Leopold Schmidt, Volksgesang und Volkslied,
50. Cfr. Ann Buckley, "Boundaries in the field: what do they serve.? A Berlín: Erich Schmidt Vcrlag, 1970, p. 22), y se hablaba también de la
review of the landscapes of ethnomusicology and historical musico- "canción tradicional urbana" (Cfr. Johannes Koepp, "Das Volkslied in
logy", en: A. Buckley, K. O. Edstrom y P Nixon (ed.), op. cit., p. 55. der Volksgemeinschaft", en: Adolf Spamer, Die deutsche Volkskunde,
51. Cfr. R Bourdieu y L . J. D. Wacquant, op. cit., p. 126, Leipzig/Berlín: Herbert Stubenrauch, 1934, vol. I , pp. 301-303).
52. Cfr. A. Buckley, op. cit., p. 46. 66. Según una encuesta realizada en Barcelona, estos títulos forman
53. Pierre Bourdieu, Cosas dichas, Barcelona: Gcdisa, 1993, p. 140 parte de las canciones de Navidad preferidas por la población. Cfr.
(edición original francesa: 1987). Josep Martí, Les nádales que el Papa Noel ens duu en el seu trinen, «Ca-
54. Sobre la historia de la etnomusicología en España, véase: Josep talunya Música. Revista Musical Catalana» 146, 1996, p. 36.
Martí, Folk Music Studies and Ethnomusicology in Spain, «Yearbook for 67. Eldesembre congelat comúiuyc una canción ampliamente difundi-
Traditional Music» 28, 1997, pp. 107-140. da en Cataluña que difícilmente se halla ausente de los cancioneros
55. Federico Olmeda, Folklore de Castilla ó Cancionero popular de navideños tradicionales, pero, de hecho, sus orígenes hay que buscarlos
Butgos, Sevilla: L i b . ed. de María Auxiliadora, 1903, p. 7. algo más lejos del mitificado ámbito rural catalán. Por una parte, el texto

298 299
de la canción muescra una innegable factura culta, y la melodía, aunc|uc usar en la vida ordinaria". Julián Ribera y Tarrago, "Para la historia de
conocida como canción tradicional francesa de argumento profano la música popular", en: id.. Disertaciones y opúsculos. Tomo I I , Madrid:
{QuandlaMerRougeApparut) aparece asimismo como tema en no'éls cul- Imp- de E. Maestre 1928, p. 154.
tos franceses del siglo XVIII. Es muy probable que la melodía se intro- 74. En su estudio Enemy Way Music, Cambridge: Peabody Museum
dujese en Cataluña por vía culta con lo que, desde una perspectiva Papers, vol. 41/3, 1954, se ve la clara intención de integrar perspectivas
dinámico-cultural, la principal diferencia entre estas tres canciones antropológicas y musicológicas en un mismo trabajo.
navideñas mencionadas -todas ellas actualmente muy populares- estri- 75. La publicación más característica de este etnomusicólogo es sin duda
ba en su fecha de introducción en Cataluña, con todo lo que ello com- The An til ropo logy of Music, Evanston: Northwestern University Press, 1964.
porta en cuanto a modo de difusión y formación de variantes. 76. Charles L . Seeger se interesó especialmente por cuestiones epis-
68. Véase por ejemplo Ramón Pelinski (ed.). Presencia del pasado. temológicas de la disciplina. La recopilación de sus escritos ha sido
Reestudio de un cancionero castellonense, Castelló: Publicacions de la publicada en Studies in Musicology 1935-1975, Berkeley / Los Angeles:
Universitat Jaume I / Diputació de Castelló, 1997. Se trata de un inte- University of California Press, 1977, y Studies in Musicology II: 1929-
resante trabajo de investigación basado en materiales recopilados entre 1979, editado por Ann M . Pescatello, Berkeley / Los Angeles:
los años 1944-1950 que son confrontados con nuevos datos aportados University of California Press, 1994.
por el reestudio. 77. Véase por ejemplo Folksong Style and Culture, Washington: Ame-
69. Entre los etnomusicólogos no faltan críticas hacia esta idea. A rican Association for the Advancement of Science, 1968.
Zoltan Kodály, por ejemplo, ya le gustaba minimizar las diferencias 78. Véase por ejemplo Conversazioni sulla música, Firenze: Ponte Alie
existentes entre la música culta y la tradicional-popular. Véase al res- Grazic, 1992.
pecto su conferencia dada en 1941 " N é p z e n e és m ü z e n e " (música 79. A. R Merriam, op. cit. (1960), p. 109.
popular y música culta) publicada en Zoltan Kodály, Wege zur Musik, 80. A. R Merriam, op. cit. (1977), p. 204.
Budapest: Corvina Kiadó, 1983, pp. 159-166. 81. Dan Ben Amos, Toward a Definition of Folklore in Context, «Journal
70. Cfr. W. Wiora, op. cit., pp. 29-31. of American Folklore» 84, 1971, p. 9.
71. Bruno Nettl ya hizo referencia a esta problemática: "A third issue 82. Christopher Marshall, Two Paradigms for Music: A Short History of
is a recognition of the sophistication of all musical cultures of the world, Ideas in Ethnomusicology, « T h e Cornell Journal of Social Relations» 7,
and the difficulty which we have placed in our own way by distinguis- 1972, pp. 75-83.
hing sharply among the folk, the so-called primitive or tribal, and the 83. J. Blacking, op. cit. (1977), p. 54.
high cultures. To be sure, different degrees of development in various 84. John Blacking, Commonsense view of all music, Cambridge:
respccts, technical, intellectual, artistic, can be recognized. But by now Cambridge University Press, 1990, p. 21.
we must understand that even the world's simplest musical cultures are 85. J. Kunst, op. cit, p. 9.
in themselves sophisticated and complex organisms, and that a certain 86. Marius Schneider, "Primitive Music", en: Egon Wellsz (ed.),
kind of stratification, a recognition of music excellence, and a certain Ancient and Oriental Music, London: Oxford University Press, 1957,
kind of specialization of musical activity exists in all of them. In other p. 1.
words, the concept of folk and primitive music is really no longer via- 87. Bruno Nettl, Music in primitive culture, Cambridge: Harvard
ble." Bruno Nettl, Ethnomusicology Today, « T h e World of Music» 17/4, University Press, 1956, p. 1.
1975, p. 14. 88. John Greenway, Ptimitive Music, Boulder: University of Colorado,
72. Cfr. Ra(a i historia, Barcelona: Edicions 62, 1969, pp. 69-66. 1962, p. 1.
73. Sobre esta problemática, muy poco tratada en la etnomusicología 89. Mantle Hood, "Music, the unknown", en: F. L . Harrison, M .
española, resultan interesantes las reflexiones que Julián Ribera y Hood, C. V Palisca, op. cit., p. 217.
Tarrago publicó a finales de los años veinte: "Tratemos de fijar de ante- 90. Zoltan Kodály se refirió ya a esta problemática en su conferencia
mano nuestro concepto de la música popular. ¿Qué música merece este sobre música popular y música culta dada en 1941. Cfr. op. cit., p. 163.
nombre,? ¿Es una categoría técnica, o sistema artístico distinto del de la Véase también Jacques Chailley, La musique et le Signe, Lausanne: Les
música culta.'' A mi modo de ver, no; en música ocurre lo que en las len- Editions Rencontre, 1967, pp. 109-119.
guas: el pueblo pronuncia ciertos vocablos a su manera; emplea fre- 91. Cfr. B. Nettl, op. cit. (1975), p. 12.
cuentemente ciertas palabras, frases, muletillas, giros que le son habi- 92. Se trata de un objeto de investigación que muchos musicólogos
tuales; pero en realidad, usa de la misma lengua que los letrados suelen negarían aún hoy que mereciese ser tratado como tema de tesis docto-

300 301
ral. En España, hemos tenido que esperar hasta 1997 para que -dentro dad abierta y sus enemigos (Barcelona: Paidós, 1981), no nos tenemos que
del ámbito musicológico académico- se defendiese la primera tesis de dar por satisfechos buscando las explicaciones tan sólo basándose en los
doctorado sobre música popular actual. Se trata del trabajo de investi- denominados colectivos (estados, naciones, razas, etc.). Cfr. Harmut
gación sobre el lieavy realizado por Silvia Martínez que ya hemos tenido Esser, Aspekte der Wanderungssoziologie, Darmstadt: Luchterhand, 1980,
ocasión de citar en páginas anteriores. En el capítulo X V de este libro p. 15. En el ámbito de la etnomusicología, el modelo epistemológico
tendremos ocasión de abordar con más detenimiento esta problemática. propuesto por Timothy Rice recalca precisamente la importancia del
93. En ocasiones se ha considerado el canto de los pájaros como ámbi- individuo. Basándose en Clifford Geertz, Rice fundamenta los objetivos
to de interés para la etnomusicología: "Non-Europcan musical systems de la investigación en esclarecer todo acjuello que haga referencia a la
and folk music constitutc the chief subjects of study; thc songs of birds construcción histórica del hecho musical, a su mantenimiento social y a
and phylogenetic-ontogenetic paralleis are subordinare topics" (Glen la manera como se experimenta individualmente. Cfr. Timothy Rice,
Haydon, op. cit., p. 218). Towardt/ieremodelingof Et/tnomusicology, «Ethnomusicology» 31/3, 1987,
94. Mantle Hood, op. cit., p. 217. p. 473.
95. Gilbert Chase, k dialectical approach to music Mstory, «Ethno- 107. Citado por E Capra., op. cit. (1985), p. 46.
musicology» 2, 1958, p. 7. ^ . i 108. Véase Egon Renner, Die Kognitive Anthropologie: Aufbau und
96. Véase la nota n°. 37 de este libro. Grundlagen eines ethnologisch-linguistischen Paradigmas, Berlín: Duncker &
97. Cfr. John E. Kaemmer, Music in Human Ufe. Anthropological Humblot, 1980, p. 107.
Perspectives on Music, Austin: University of Texas Press, 1993, p. 117. 109. Ibid., p. 108.
98. Cfr. Akira Tamba, Músicas tradicionales de Japón. De los orígenes al 110. Véase Karin D . Knorr, "Methodik der Volkcrkunde", en:
siglo XVI, Madrid: Akal, 1997, pp. 18-20. Manfred T h i e l (ed.), Enzyklopddie der geisteswissenschaftUclien Arbeits-
99. Véase por ejemplo Mariano Lambca, La investigación musicológica methoden, MünchenAVien: OIdenbourg, 1973, vol. 9, p. 320. Goode-
en torno a la miísica tradicional, «Eufonía» 9, 1997, pp. 21-32. nough jerarquiza programáticamente las dos dimensiones equiparando
100. Cfr. Fritjof Capra, El punto crucial, Barcelona: Integral, 1985, p. 310. cultura a cognición, y considerando el nivel fenomenal solamente como
101. Cfr. J. E. Kaemmer, op. cit., p. 7. una especie de reflejo de la estructura social (E. Renner, op. cit., p.
102. Fritjof Capra, Sabiduría insólita, Barcelona: Kairós, 1991, p. 80. 110). En mi caso, no obstante, aunque adopto su terminología, me limi-
103. Albrccht Schneider, Analogie und Rekonstruktion. Studien zur to a considerar ambos niveles o planos con la misma relevancia heurís-
Metiiodologie der Musikgescliichtsschreibung und zur Friihgeschichte derMusik, tica y como las dos caras inseparables de una moneda. En un sistema
Bonn: Verlag für systematische Musikwissenschaft, 1984, p. 47. estable -no digo estático- los dos planos se corresponden mutuamente
104. Simha Arom, Nouvellesperspectives dans la description des musiques y no tienen entre ellos una relación de tipo causal unidireccional -tal
detradition órale, «Revue de Musicologie» 68, 1982, pp. 210-212. como de hecho Goodcnough más tarde, más o menos, también tuvo que
105. París: Editions de la maison des sciences de l'homme, 1985. admitir (ibid., p. 109)-, sino una relación de reciprocidad. Cada cambio
106. Siempre, sin embargo, que no se olvide que, en realidad, estos estructural dentro de un plano repercute también en el otro. Estos cam-
sistemas de los que hablamos están constituidos por personas. La cul- bios suceden o bien de manera inmanente al sistema, como evolución
tura debe ser entendida también como la suma de la interacción de un dialéctica dentro de la misma sociedad, como resultado de su confron-
sinnúmero de decisiones individuales. Cuando no se es plenamente tación constante con el ecosistema, o bien son el producto de procesos
consciente de la naturaleza de constructo que poseen conceptos tales de transculturación dentro del contexto histórico.
como cultura, sociedad, pueblo, sistema, etc., se puede pasar peligrosa- 111. E. Marín y J. M . Tresserras, op. cit., p. 188.
mente por alto el hecho de que todos ellos son, al fin y al cabo, el resul- 112. Cfr. Roland Barthes, Image, Music, Text, New York: Hill and
tado de la acción conjunta de los diferentes individuos. Entre aquellas Wang, 1998 (V edición original: 1977), p. 149.
orientaciones intelectuales que nos ayudan a entender la persona como 113. Aunque, obviamente, no debemos esperar nunca una correspon-
el sujeto real de las acciones socioculturales está precisamente el indi- dencia exacta o fácilmente dcducible entre los elementos de los niveles
vidualismo metodológico. La tesis fundamental de esta línea de pensa- ideacional y fenomenal, ya que una cosa es lo que se cree sobre algo
miento sociológica es que cualquier tipo de cuestión social, especial- determinado - l o que se cree que debe hacerse- y otra, cómo se actúa
mente el funcionamiento de las instituciones sociales, siempre será el realmente, es decir, lo que Pcter Caws denominó -respectivamente-
resultado de decisiones, acciones, representaciones, etc. de los indivi- modelo representativo y modelo operativo. Cfr. Peter Caws, Operational,
duos, y que, por tanto, y tal como afirmaba Karl R. Popper en La socie- RepresentationalandExplanatory Models, «American Anthropologist» 76,

302 303
1974, p. 3. Se trata de una importante distinción que -aunque con otras Press, 1947, pp. 167 y 250. Véase también la definición de etnomusico-
denominaciones- ha sido hecha asimismo por diversos antropólogos logía dada por John Greenway en la nota n". 88 de este trabajo.
Cfr. María Ester Grebe Vicuña, Antropología de la Música: Nuevas 127. L'Alguer. KulturanthropologischeMonographie einersardischen Stadt,
Orieiitaáoiies y Aportes Teóticos en la Investigación Musical, «Revista Berlín: Dietrich Rcimcr, 1986.
Musical Chilena» 153-155, 1981, pp. 62-63. 128. Véase una variante de esta canción en Joan Amades, Folklore de
114. Jcrome Bruncr, Life as Narrative, «Social Research» 54/1, pp. 11- Catalunya. Cangoner, Barcelona: Selecta, 1951, p. 780.
32, citado por Pablo Vila, Identidades narrativas y música. Una primera 129. Rafael Ortega, Presentación al Cancionero popular de Jaén de M "
propuesta teórica para entender sus relaciones, « T R A N S . Revista transcul- de los Dolores de Torres Rodríguez de Gálvez, Jaén: Inst. de Estudios
tural de música» (http://www2.uji.es/trans) 2, 1996, p. 14. Giennenses/CSIC, 1972, pp. I X - X .
115. Cfr. R Vila, op. cit., p. 15. 130. Claude Lévi-Strauss, Mito y significado, Madrid: Alianza
116. R Vila, op. cit., p. 14. Editorial, 1987, p. 65.
117. Confusión que se da incluso en A. P. Merriam quien dedica 131. Sobre la idea de patrón de rechazo, véase el siguiente capítulo.
todo un capítulo a la problemática de los usos y funciones de la miisi- 132. Arcadio Larrea Palacín, "Aspectos de la música popular españo-
ca en su conocido libro The Anthropology of Music, op. cit., pp. 209- la", en: J. M . G ó m e z Tabanera (ed.). El folklore español, Madrid:
228. Instituto Español de Antropología, 1968, p. 316.
118. B. Malinowski, citado en Manuel Mandianes, "Funcionalismo", 133. «Avui», 1.12.1991, p. 42.
en: Ángel Aguirre (ed.). Diccionario temático de Antropología, Barcelona: 134. Cfr. Josep Martí, El folklorismo: Uso y abuso de la tradición,
Boixarcu Universitaria, 1993 (2" edición), p. 340. Barcelona: Ronsel, 1996, pp. 209-213.
119. Walter Buckley, La sociología y la teoría moderna de los sistemas, 135. Cfr. Dan Sperbery Deirdrc Wilson, Relevance. Communication and
Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 83. Cognition, Oxford: Basil Blackwell, 1986, p. 122.
120. Las relaciones relativamente estables de carácter causal, espacial 136. Citado en E. Marín y J. M . Tresserras, op. cit., p. 51.
y/o temporal entre los elementos o hechos diferenciables de un sistema 137. Cfr. Leonard B. Meyer, Emotion andMeaningin Music. Chicago:
pueden recibir la denominación general de constricción. La mayoría de University of Chicago Press, 1956, p. 260.
los hechos mantienen una asociación determinativa con otros hechos. Si 138. Cari Dahlhaus, "Soziale Gehalte und Funktionen von Musik", en:
el vínculo que une a los elementos es tan laxo que existe la misma pro- Cari Dahlhaus (ed.) Funk-Kolleg Musik, Frankfurt: Fischer, 1981, vol. 2,
babilidad de que un elemento o estado se encuentre asociado a cual- p. 201.
quier otro, hablamos de caos o azar total, y por lo tanto de falta de cons- 139. Cfr. Ibid.
tricción. Pero nuestro típico ambiente natural se caracteriza por un 140. Principalmente por habérselo conocido a través del "flamen-
grado relativamente elevado de constricción, sin el cual no habría sido quismo", vago concepto portador de un tipo estereotipado de españoli-
posible el desarrollo y la elaboración de sistemas adaptativos. Cfr. W. dad que no es fácilmente aceptado por la población catalana y que jun-
Buckley, op. cit., p. 101. tamente con los toros se lo llegó a tachar de vicio social. Cfr. La Testa
121. Al respecto, véase Josep Martí, The Sardana as a Soáo-cultural Nacional, «La Veu de Catalunya. Setmanari catalanista de Ripoll i sa
Phenomenon in Contemporary Catalonia, «Yearbook for Traditional comarca» 16, 1914, p. 3.
Music» 26, 1994, pp, 39-46. 141. La identificación del rock con renovación social es una idea que
122. Izzy Sanabria, citado en J. Blum, op. cit., p. 143. aún encuentra una cierta vigencia, aunque ya se manifiestan críticas
123. Cfr. Jane C. Sugarman, MakingMuabet: The Social Rasis ofSinging que lo consideran como algo propio del establishment, mientras se han
AmongPrespa Albanian Men, «Sclected Reports in Ethnomusicology» 7, otorgado a otros estilos como, por ejemplo, al rap la función de ser el
1988, pp. 1-42. nuevo revulsivo social. Véase, por ejemplo, Pere Pons, Entrevista a
124. Cfr. Cari Dahlhaus, Historisches Bewufitsein und Ethnologie, «Die Doctor John, músico, «La Vanguardia» 10.5.1994, p. 47.
Musikforschung» 30/2, 1977, p. 145. 142. En las sociedades de tipo prefigurativo el mundo joven consti-
125. Véase por ejemplo Benjamín Ivés Gilman, 'The Science of Exotic tuye un importante punto de referencia social. Cfr. Margaret Mead,
Music, «Science» 30, 1909, pp. 532-535. Cultura y compromiso, Barcelona: Granica Editor, 1977, p. 35 y ss.
126. "Comparative musicology [is] the study of exotic music." 143. Cfr. J. Bianciotto, op. cit., p. 102.
"Exotic music: the musical cultures outside the Europcan tradition." 144. Cfr. Analía Kornblit, Semiótica de las relaciones familiares, Buenos
Willi Apel, Harvard dictionary of music, Cambridge: Harvard University Aires: Paidós, 1984, p. 46.

304 305
145. «La Vanguardia», 2.6.1992, p. 53. uso del canto religioso popular en los actos litúrgicos. Cfr. Documentos
146. Cfr. Lluís Permanycr, Baixelona fascinó a Strauss, «La del Vaticano / / , Madrid: B.A.C., 1972 (18" edición), pp. 171-172. De
Vanguardia», 29.3.1997, p. 10 (revista). hecho, el interés real por el canto gregoriano ya había decaído en
147. Tomás Marco, Historia de la música espaíwla. vol. 6, Siglo XX, buena parte del sector eclesiástico mucho antes de la celebración del
Madrid: Alianza Editorial, 1983, p. 302. Véanse parecidos argumentos concilio.
en Tomas Marco, La difícil difusió de la música d'avui, «Catalunya 165. Cfr. J. Bianciotto, op. cit., p. 19. '
Música. Revista Musical Catalana» 78, 1991, p. 27. 166. Rene hzhm. Música rock y satanismo, Barcelona: Obelisco, 1991,
148. Cfr. José Guerrero Martín, Entrevista a Tomás Marco, «La p. 48.
Vanguardia», 4.10.1992, p. 70. 167. Josep Cata, Zarzuela o rock androll, «La Vanguardia», 1.9.1993, p. 14.
149. Cfr. Gilíes Lipovetsky, El imperio de lo efímero. La moda y su des- 168. Nemesio Otaño, La música de las emisoras de Radio, «Ritmo» 145,
tino en las sociedades modernas, Barcelona: Anagrama, 1990, p. 127. 1941, p. 3.
150. T. Marco, op. cit. (1991), p. 27. 169. Joaquín Turina, El asesinato de la música, «Ritmo» 144, 1941, p. 6.
151. Cfr. D . Nash, op. cit., p. 189. 170. F. Lliurat, Concerts de Jazz, «Revista Musical Catalana» 386,
152. Jorge Fernández Guerra, Veinte años sin imagen, «Doce Notas 1936, p. 46.
Preliminares» 1, 1997, p. 20. 171. Vicente Arbona, El libro de la Música. Impresiones de un profano,
153. Cfr. Enriqueta Antolín, La escucha perezosa, «El País», 24.4.1993, Barcelona: Maucci, 1958, p. 64.
p. 6(Babelia). 172. N . Otaño, op. cit., p. 3.
154. E. Valcnti Ferro, "Coloquio sobre la música contemporánea", en 173. Cfr. Constant Lambert, Música a la vista, Buenos Aires: 1963,
Ministerio de Educación y Ciencia (ed.), / Conversaciones de Música de p. 217.
América y España, Madrid: Dirección General de Bellas Artes, 1970, 174. Véase por ejemplo C. Lambert, op. cit., pp. 195-210.
p. 239. 175. "Nosotros siempre estuvimos en contra del jazz. En mi opinión,
155. E. Valenti, op. cit. pp. 237-238. es una mierda de música para estudiantes. El jazz no conduce a ningu-
156. E. Valenti, op. cit., p. 239. na parte, no realiza nada y es siempre igual", John Lennon, citado por
157. Josep Barbera y Pere Bohigas, "Memoria de la missió de recerca Rolf Ulrich Kaiser, El mundo de la música pop, Barcelona: Barral
a Cervera i pobles de la rodalia", en: Obm del Cangoner Popular de Editores, 1972, p. 38.
Catalunya, vol. I I I , Barcelona: Elzeviriana 1929, p. 139. 176. «Revuc Musicalc» 1920, citado por J. Attali, op. cit., p. 209.
158. «Gaceta musical» 27, 1931, p. 11. 177. Eduardo López Chavarri, Música popular española, Barcelona:
159. " E l aulos pertenece a los hombres supersticiosos e idólatras", Labor, 1940 (1" edición 1927), p. 136.
diría el Padre de la Iglesia Clemente de Alejandría. Cfr. Thcodore 178. R. Laban, op. cit., p. 72.
Géroid, Histoire de la musique, des origines a la fin du XlVe siécle, Paris: H . 179. RusscW, Mephistopheles. TheDevilin theModern World, citado en La
Laurens, 1936, p. 139. Sobre la condena del aulos véase también del adoración de Satanás en nuestro tiempo, «La Atalaya» (International Bible
mismo autor: Les peres de l'église et la musique, Strasbourg: Imprimerie Students Association), vol. 109, 1.9.1988, p. 6. Véase también: R.
AIsacienne, 1931 (reeditado en Genéve: Minkoff 1973), pp. 91-92. Laban, op. cit., p. 22; Jota Martínez, Satanismo y brujería en el rock.
160. Cfr. Ernst Emsheimer, On the symbolism of t/ie lapp magic drum, Valencia: La Máscara, 1997.
« T h e World of Music» 19 3/4, 1977, p. 53. 180. R. Laban, op. cit., pp. 123-124.
161. Cfr. Dale A. Olsen, "Symbol and Function in South American 181. Al respecto véase, por ejemplo, el capítulo "Rock and Scxuality"
Indian Music", en: Elizabeth May (ed.), Music of many cultures, de Simón Frith, Sound effects. Youth, Leisure, and the Politics of Rock'n'Roll,
Berkeley: University of California Press, 1980, p. 377. Ncvif York: Panteón Books, 1981, pp. 235-248. El libro es una nueva ver-
162. Cfr. D. A. Olsen, op. cit., p. 377. sión muy modificada del trabajo del mismo autor The Sociology of Rock,
163. Cfr. Scheherezade Q. Hassan, Les instruments de musique chez les London: Constable, 1978, traducido al español como Sociología del rock,
Yezidi de l'lrak, «Yearbook of the International Folk Music Council» 8, Madrid: Júcar, 1980.
1976, p. 58. 182. ¿Emisoras de música funcional?, «Ritmo» 364, 1966, p. 3. Véase
164. Las resoluciones del Concilio Vaticano I I no condenan ni también: Howard Hanson, "Emotional Expression in Music", en
mucho menos el uso de! canto gregoriano, pero contribuyeron pode- D. M . Schullian y M . Schoen (ed.), Music and Medicine, New York: Hen-
rosamente a su retroceso al aconsejar por razones de interés pastoral el ry Schuman, 1948, p. 265.

306 307
183. Cfr. David Tame, The Secret Power of Music, Rochester: Destinv 200. "Vergonzoso es para nosotros los españoles el abandono que de
Books, 1984, p. 138. nuestra mi'isica hacemos, y el abuso en prodigar la extranjera. Esta inva-
184. Adicción al rock, «¡Despertad!», (International Bible Students sión de la opereta vienesa, que en estos últimos años se ha adueñado del
Association), 22.10.1987, p. 30. espectáculo teatral, de los conciertos y hasta de los bailes, no ha debido
18.S. Cfr. R. Laban, op. cit., p. 21. consentirse nunca." Aurelio González, El patriotismo en el arte, «Lira
186. Cfr. Maravillas Díaz, El sonido: Alienación en la sociedad contempo- Española» 33, 1915, p. 3.
ránea, «Música y Educación» 3, 1990, p. 388. 201. A. Rodríguez Moreno, La música ligera española en manos de los
187. Cfr. D. Tame, op. cit., pp. 142-143; Joscelyn Godwin, Hannonies of «disc-focteys»...?, «Ritmo» 333, 1963, p. 23.
heaven andeardi, Rochester: Inner Traditions International, 1987, pp. 18- 202. Véase, por ejemplo, Josep Torras i Bages, La tradició catalana,
19; Lectoriiim Rosicrucianuin, La música de nuestra época, un peligro desco- Barcelona: Fidel Giró, 1924 (4" edición), p. 87.
rnado, Madrid: Ediciones del Lectorium Rosicrucianum, 1989, p. 33. 203. Cfr. Hans Moser, Vom Folklorismus in unsererZeit, «Zeitschrift für
188. Lluís Millet, Recensión al I I I volumen de \o% Materials de l'Obra Volkskunde» 58, 1962, p. 180.
del Cangoner Popular de Catalunya, «Revista Musical Catalana» 333, 204. Entrevista realizada por Arturo Mencndez a Jaume Pahissa,
1931, p. 355. «Ritmo» 318, 1961, p. 7.
189. Rogelio Villar, El por qué no hay ambiente musical en España, «Lira 205. Ángel Grande, Anarquía en Música, «Ritmo» 84, 1934, p. 3.
Española» 10, 1914, p. 2. 206. lAdónde va la música?Consideraciones actuales, «Ritmo» 74, 1933, p. 3.
190. Jaime Pahissa, Vida y obra de Manuel de Falla, Buenos Aires: 207. Recordemos algunos de los temas de la campaña publicitaria que
Ricordi Americana, 1947, p. 73. Véanse otros comentarios negativos más eco encontraron en la prensa: La visión del moribundo enfermo de
hacia la zarzuela en: Carlos Gómez Amat, Historia de la música española. sida, el beso entre una monja y un sacerdote o la imagen de los preser-
Siglo XIX, Madrid: Alianza Editorial, 1984, pp. 204-206. vativos formando los cinco anillos olímpicos.
191. En concreto para Barcelona. Cfr. Joan Lluís Marfany, '"Aldamunt 208. The Doors. Citado por Jean-Frangois Bizot, Les pop heureux ont
deis nostres cants...": nacionalisme, modernisme i cant coral a la Barcelona del une histoire, «Musique en Jeu» 2, 1971, p. 76.
final de segle, «Recerques» 19, 1987, p. 97. 209. Cfr. Jingyan Jin, Musikforschung in der Volksrepublik China (1949-
192. Ibídem. 1988), «Acta Musicológica» 61, 1989, p. 303.
193. Cfr. J. L . Marfany, op. cit., p. 100. Sobre el Teatre Lt'ric Cátala 210. Umberto Eco, La definición del arte, Barcelona: Martínez Roca,
véase Xosé Aviñoa, La música i el modernisme, Barcelona: Curial, 1985, 1970, p. 245.
pp. 287-310. 211. Cfr. J. Martí, op. cit. (1996, El Folklorismo...), cap. 8.
194. Cfr. Antonio Martín Moreno, Historia de la música española. Siglo 212. El concepto de valorfolklóiico -sobre el cual se basa el folkloris-
xviii, Madrid: Alianza Editorial, 1985, p. 366. mo como fenómeno social- implica un componente subjetivo de primer
195. Cfr. Jaume Carbonell i Guberna, "Les societats coráis de Clavé", orden que se justifica en una desfasada noción de cultura tradicional
en Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya (ed.), cargada de tintes decimonónicos.
Associacions. Cultura i Societat Civil a Catalunya, Tarragona: El Mcdol, 213. Cfr. Robin M . Williams, "Valúes. The concept of Valúes", en:
1991, p. 173-174. David L . Sills (ed.), International Encyclopedia of the Social Sciences, New
196. Constituciones sinodales de la diócesis de Orense, Orense: Imprenta York: Macmillan & the Free Press, 1968, vol. 16, p. 283.
de A. Otero, 1908, cap. IX, const. C C C L I I , p. 200. 214. A. Buckley, op. cit., pp. 41-42.
197. El ocasional desinterés por lo propio no ocurre en virtud de este 215. «La Vanguardia», 18.7.1995, pp. 35 y 41.
eje semántico. Una determinada opción cultural no es nunca rechazada 216. Véase, por ejemplo, Isidoro Moreno, "Etnicidad", en: Román Re-
por el mero hecho de ser algo propio, sino por otorgársele -con razón o yes (ed.), Terminología científico-social, Barcelona: Anthropos, 1988, p. 385.
sin ella- valores negativos correspondientes a otros criterios que aluden 217. En el vocabulario antropológico existe una cierta confusión con
a la falta de calidad, de modernidad, etc. El patrón de rechazo recurre, los conceptos etnia, grupo étnico y etnicidad. Ya he indicado que en oca-
pues, en este caso a otros ejes semánticos. siones se entiende etnicidad sencillamente como el conjunto de ele-
198. Véase, por ejemplo, Roger Alier i Aixala, L'dpera a Barcelona, mentos culturales específicos para una determinada etnia. En otras, se
Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 1990, pp. 313-320. equipara este concepto al de grupo étnico (Véase por ejemplo: Richard
199. Felip Pedrell, Cancionero Musical Popular Español, 4 vol., N . Adams, Internal and External Ethnicities: With Special Reference to
Valls/Barcclona, 1919-1922, vol. I , p. 19. Central America, «Texas Papers on Latin America», Paper n" 89-03,

308 309
Austin 1989, p. 4), y se entiende que la idea de etnicidad puede impli- Se trata sin embargo de una perspectiva reduccionista que no es
car o no la autoconseicncia de pertenencia al grupo {¡ntenial en oposi- capaz de explicar el fenómeno en su totalidad. Sobre estas diferentes
ción a extenuil ethnicity; Cfr. ibideni). Esta definición resulta contradic- visiones de la etnicidad, véase: Montserrat Ventura i Oller, Etnicitat i
toria, ya que si entendemos el termino ¿'/7//)o en su sentido sociológico racisme, «Revista d'Etnologia de Catalunya» 5, 1994, pp. 116-133.
y no en el sentido de mera categoría, un mínimo de consciencia de per- 222. Manuel Delgado, "Las estrategias de memoria y olvido en la
tenencia debe estar siempre presente, hecho que generalmente no se construcción de la identidad urbana: El caso de Barcelona", en: Diego
ignora cuando se define grupo étnico (Véase, por ejemplo, R. A. Schcr- Herrera et alt.. Ciudad y cultura. Memotia, identidad y comunicación,
mcrhorn, Comprirative ethnic relations. A framework for tlieory andresearcli, Medellín: Universidad de Antioquía/IDEA 1994, p. 102.
New York: Random House, 1970, p. 12). 223. La importancia de este tipo de formas simbólicas ya fue desta-
Creo que resulta más consecuente entender el término etnia como un cada por Abner Cohén. Cfr. Abner Cohén, "Antropología política: El
concepto de tipo etic, pudiendo, por tanto, implicar o no la idea de per- análisis del simbolismo en las relaciones de poder", en: José R. Llobcra,
tenencia, lín este sentido es iitil ia diferenciación efectuada por el Antropología política, Barcelona: Anagrama, 1979, p. 62.
sociólogo Antony D . Smith entre ethnic categories y ethnic commutiities 224. Citado por Isaac Joseph, Uanalyse de situation dans le courant inte-
según exista o no esta conciencia (Cfr. Anthony D . Smith, National ractionniste, «Ethnologie Frangaise» 12/2, 1982, p. 231.
¡dentity, London: Penguin Books, 1991, pp. 20-21). Etnia acogería, pues, 225. Cfr. E Pedrell, op. cit. (1919-1922), vol. I , pp. 1 y ss.
ambas categorías. La idea de grupo étnico exige la autoconseicncia de 226. Cfr. Robert H . Winthrop, Dictionary of Concepts in Cultural
pertenencia {ethniccomtnunity), constituye un término emic, y aquí, pues, Anthropology, New York: Greenwood Press, 1991, p. 94.
es donde podemos encontrar etnicidad. 227. Higini Anglés, La música en la Corte de los Reyes Católicos,
218. Véase por ejemplo: D . Krech; R. S. Crutchfieid; E. L . Ballachey, Barcelona: CSIC, 1960, p. 11.
Individual in Society, New York: Me Graw-Hill Rook Company, 1962, pp. 228. F Olmeda, op. cit., p. 8.
140 y ss. 229. Para el caso catalán véase por ejemplo: Joscp Martí, "Kata-
219. Frcdrik Barth, Ethnic Groups and Boundaries. The Social lanische Volksmusik ais cthnisches Konstrukt", en: C. Lipp (ed.).
Oiganization of Culture Difference, Oslo: Universitetsforlaget, 1970 (tra- Medien populdrer Kultur. Erzahlung, Bild und Objekt in der volkskundlichen
ducción al español: Los grupos étnicos y sus fronteras, México D.F.: Fondo Forschung, Frankfiirt / New York: Campus, 1994, pp. 242-251.
de Cultura Económica, 1976). 230. "Viva España / colgada de una caña. / Si la caña cae, / ¡adiós
220. Wsevolod W. Isajiw, Definitions of Ethnicity, «Ethnicity» 1, 1974, España!"
p. 122. 231. Cfr. Susana Asensio, Negotiation of Identity or Representation of
221. En cuanto al estudio de la etnicidad, los denominados teóricos Alterity Musics from the Maghreh in Barcelona, comunicación presentada
instrumentalistas, rechazando las posturas primordialistas y criticando en la 33rd World Conference of the International Council for
también a los situacionalistas, definen el fenómeno únicamente a partir Traditional Music, Canberra (Australia).
de su dimensión instrumental: 232. Véase J. Martí, op. cit. (1994, The Sardana...).
"Ethnicity appcars as cultural phcnomenon, but it is a response to a 233. Eugeni d'Ors, "La Sardana a Reus", en: Obra catalana completa.
material conditions" (E. E. Cashmorc [ed.], Dictionary ofRace and Ethnic Glossari 1906-1910, Barcelona: Selecta, 1950, pp. 793-794.
Relations, London: Routledge, 1988, p. 105). 234. Cfr. Josep Alba, Algunes dades sobre la cultura tradicional a
"[ethnicity] is best understood not as a primordial phenomenon in Catalunya, «Revista d'Etnologia de Catalunya» 1, 1992, p. 87.
which deeply held idcntities have to remerge, but as a stratcgic cholee 235. Cfr. Herbert J. Gans, Symbolic ethnicity: the future of ethnics groups
by individuáis who, in other circumstances, would choosc other group and cultures in Ametica, «Ethnic and Racial Studies» 2, 1979, pp. 1-20.
memberships as a means of gaining some power and privilegc." [...] 236. Por mi parte no considero del todo adecuado el uso de esta ter-
"Ethnicity is one response, in many instances of hitherto disadvantad- minología ya que la etnicidad es por naturaleza y definición profunda-
ged groups, to the breakup of oider, and historically fused social and mente simbólica; yo preferiría quizás hablar de "etnicidad expresiva".
cultural, political and economic dominance structures, and represents No obstante, a lo largo de este capítulo, siempre que me refiera al artí-
an effort by thcsc groups to use a cultural modc for economic and poli- culo de Gans respetaré su propia terminología.
tical advancement" (Daniel Bell, "Ethnicity and Social Change", en: 237. Cfr., ibid., p. 9.
N . Glazer y D . R Moynihan [ed.], Ethnicity. Theotie and Expetience, 238. Cfr. ibid., p. 8. Sobre el carácter opcional de la etnicidad entre la
Cambridge: Harvard University Press, 1975, pp. 171-172). población norteamericana inmigrada, véase también: Mary C. Waters,

310 311
Ethnic Options. Choositig identities in America, Berkeley: Universitv 254. Eric R. Wolf, Gefahrliche Ideen: Rasse, Kultur, Ethnizitat,
California Press, 1990. ' ^ «Historischc Anthropologie» 3, 1993, p. 344.
239. Livio Sansone, The Making of Black Culture. The new suhculture of 255. Cfr. C. Geertz, op. cit., p. 371; Véase también O. Brusatti, op.
lower-class youtig black males of Surinamese oiigin in Amsterdam, «Criticiuo cit., p. 40.
ofAnchropology» 14/2, 1994, pp. 173-198. ' 256. El contenido de este capítulo así como del siguiente se basa
240. L . Sansone, op. cit., p. 193. principalmente en la conferencia Culturas en contacto en nuestra sociedad
241. Véase por ejemplo: S. M . Lipset y S. Rokkan, Cleavage Stmctures actual. Algunas reflexiones sobre la pluriculturalidad a través del fenómeno
Party Systems, and Voter Alignments, New York: Frec Press, 1967. musical leída en las jornadas sobre «Antropología y música. Diálogos I»
242. Cfr. Hartmut Esser, Ethnische Differenzierung und moderne (Granada 1996).
Geselischaft, «Zeitschrift für Soziologie» 17/4, 1988, p. 240. 257. Cfr. Frcd L . Stanley, "Multiculturalism", en Michael Payne
243. Cfr. H . Esser, op. cit, pp. 236 y ss. (ed.), A Dictionary of Cultural and Critical Theoij, Oxford: Blackwell,
244. Aunque entendido de manera algo diferente, tomo este concep- 1996, p. 353.
to de Jaume Ayats, "La can9Ó emblemática: signe d'identificació i de 258. Ebenda, p. 354.
distancia", comunicación presentada en el I X European Seminar in 259. Cfr. E. E. Cashmore, op. cit., p. 216.
Ethnomusicology, Calella (Barcelona), 1993; véase también J. Ayats, op 260. E L . Stanley op. cit., p. 353.
cit. (1997), pp. 103-141. 261. Cfr. Stcven Vertovec, Multiculturalism, culturalism and public
245. Cfr. Josep Martí, Etnofonia i Aculturació a TAIguer, «Anuario incorporation, «Ethnic and Racial Studies» 19, 1996, pp. 49-69.
Musical» 44, 1989, pp. 217-220. 262. Cfr. Peter McLaren, "Multiculturalism and thc postmodern cri-
246. En 1989 recogí en l'Alguer una variante de la canción Alcarrerde tique: toward a pedagogy of resistancc and transformación", en: Henry
la Mercé (Cfr. J. Martí, op. cit. 1986, pp. 155-156) con la melodía de A. Giroux y Pecer McLaren, Between Borders. Pedagogy and thepolitics of
Anem, anem, anant. La popularidad de la canción ha sido también la cultural studies, New York: Routledge, 1994, p. 195.
causa de que un grupo musical alguerés de los años ochenta {Estci escla- 263. Música i societat. Departamento de Musicología, CSIC,
rint) la cantara con un nuevo texto de reivindicación social {Lo comune). Barcelona.
Véase también en relación con el texto tradicional la canción Anem, 264. Emilio Lamo de Espinosa, "Fronteras culturales", en: E. Lamo
anem, anant (con un nuevo texto y melodía de Anconi Colledanchise) en de Espinosa (ed.). Culturas, estados, ciudadanos. Una aproximación almul-
Amics de l'Alguer de Barcelona (ed.), / / / Mostró de Cangons Alguereses, ticulturalismo en Europa, Madrid; Alianza Editorial, 1995, p. 28.
Barcelona: Amics de l'Alguer de Barcelona, 1983, pp. 17-18. 265. "Cultura es [...] la totalidad compleja que incluye conocimientos,
247. Sobre la idea de identidad colectiva de los alguereses véase creencias, arte, ley moral, costumbres y cualquier otra capacidad y hábi-
Josep Martí, "Zur kulturellen Identitat der katalanischsprechenden tos adquiridos por el hombre, en cuanto miembro de una sociedad", E.
Minderheit Sardinicns", en: B. Bonisch, R.W. Brednich, H . Gerndt B. Tylor, Primitive Culture, Londres: Murray, 1871, p. 1; citado en Angel
(cd.), Erinnern und Vetgessen, Góttingen: Schmerse, 1991, pp. 339-348. Aguirre, "Cultura", en: Ángel Aguirre (ed.). Diccionario temático de
248. Cfr. Josep Martí, Els goigs de Nostra Senyora de La Roca, « Recerca Antropología, Barcelona; Boixarcu Universitaria, 1993 (2" edición),
Musicológica» 9-10, 1989-1990, pp. 373-380. p. 152.
249. Véase al respecto: Josep Massot, Salvador Pueyo y Oriol 266. C. Geercz, op. cit., p. 20.
Martorell, Els Segadors. Himne nacional de Catalunya, Barcelona: Dept. 267. Cfr. Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos
de Cultura de la Generalitat, 1983; Oriol Martorell, Els Segadors, himne multiculturales de la globalización, México: Grijalbo, 1995, p. 92.
nacional de Catalunya, «Revista Musical Catalana. Catalunya Milsica» 268. Joan Rigol, CrisiiPats, Barcelona: La llar del Llibre, 1982, p. 120,
102, 1993, pp. 34-38. citado por S. Giner, L . Flaqucr, J. Busquet y N . Bultá, La cultura cata-
250. "Somos y seremos gente catalana, tanto si se quiere como si no lana: el sagrat i el profá, Barcelona: Edicions 62, 1996, p. 168.
se quiere." 269. Cfr. Anthony P. Cohén, The Symbolic Construction of Community,
251. Joan Amades clasifica El cant deis ocells como canción de cuna. London / New York: Tavistock Publications 1992 (1" ed.: 1985), p. 21.
Cfr. J. Amades, op. cit. (1951), p. 13. 270. Cfr. Peter L . Bcrger y Thomas Luckmann, La construcció social de
252. El concierto, dado por la cantante Keiko Kohagura, tuvo lugar en la realitat, Barcelona: Herder, 1988 (V ed. original 1966), pp. 129-130.
la localidad de Marata, cercana a Barcelona, el 30 de mayo de 1994. 271. "Quina música sabia parlar el poblé.? La música natural, la
253. Véase «La Vanguardia», 25-26.12.1997, p. 14. música que acut al cor quan el cor s'exalta y esclata en cants. Y quina

312 313
música parlaven eis gramátichs? La música art, la música pretenguda 298. Cfr. Umberto Fiori, "Populare Musik: Theorie, Praxis, Wert",
científica, la música empírica y freda del cálcui. No s'entcngiicrcn en: G ü n t e r Mayer (ed.), Aufscitze zur Popularen Musik, Berlín: Zyankrise,
durant segics y mes segles." Feiip Pcdreli, La Cansó Popular Catalana, 1991, p. 133.
la Urica Nasionalisada y l'obra de l'Orfeó Cátala, Barcelona, 1906 299. M . Rodríguez, Entrevista a Mory Kanté, «La Vanguardia»,
p. 17. 15.2.1997, p. 45.
272. F. Pcdrcil, op. cit. (1919-1922), vol. I , p. 1. 300. Véase por ejemplo la "crítica de música étnica" de Karles Torra,
273. Op. cit. (1919-1922), vol. I , p. 2. El rugido del rey león, «La Vanguardia», 21.5.1997, p. 58.
274. Feiip Pedrcll, Discurs llegit en ocasió de la Festa de la Música 301. Cfr. Susan Olzak, The dynamics of ethnic competition and conflict,
Catalana, «Revista Musical Catalana» 8, 1904, p. 161. Stanford: Stanford University Press, 1992, p. 3. , ,.
275. Cfr. F Pcdreli, op. cit., (1919-1922), vol, 1, pp. 1-2, y también del 302. P McLaren, op. cit., p. 205. . '
mismo autor: Nuestra música en los siglos XVy XVI, Barcelona: 1892, p. 69. 303. Citado por P. McLaren, op. cit., p. 201. • • .v
276. F Pcdreli, Op. cit. (1919-1922), vol. 1, p. 2. 304. «La Vanguardia», 18.7.1995, p. 47.
277. Feiip Pedrell, Jomadas de arte (1841-1891), París: Ollendorf, 305. Tzvetan Todorov, " E l cruzamiento entre culturas", en:
1911, p. 39. T. Todorov (ed.), Ci~uce de culturas y mestizaje cultural, Madrid: Júcar
278. Antoni Insenser, El Penadés. Balls, Dansas y Comparsas Populars, Universidad, 1986, p. 11.
«Revista Musical Catalana» 6, 1904, p. 118. 306. Resulta interesante observar la manera como se usa esta palabra
279. Tomás Carreras i Artau, Estudis i Materials, Barcelona: Oliva, en nuestra sociedad. Según las declaraciones realizadas recientemente
1918, vol. I I , p. 30. por un representante de las casas regionales de Barcelona en la televi-
280. «Revista Musical Catalana» 2, 1904, p. 41. sión, no es adecuado aplicar la denominación de "inmigrante" a la
281. Joan Liongueras, De la nostra cangó popular, «Revista Musical población residente en Cataluña procedente de otras regiones españo-
Catalana», 184-185, 1919, p. 102. las. A lo sumo - d e c í a - serán desplazados, pero nunca inmigrantes, pues-
282. E. López Chavarri, op. cit. (1940), p. 142. to que al fin y al cabo siguen hallándose en España. El deseo de zafar-
283. F. J. Fétis, Sur un nouveau mode de classiftcation des races humaines se de las connotaciones negativas de la palabra inmigrante es evidente,
d'aprés leurssystemes musicaux, «Bulictins de la Société d'Anthropologíc» al mismo tiempo, no obstante, que no se rechaza el uso de tai denomi-
2, 1867, pp. 134-143. nación para aquellos a los que se destina la posición más baja de la estra-
284. R Vila, op. cit., p. 17. tificación social.
285. Ruth A. Solie, "Introduction: On 'Difference'", en: Ruth A. 307. Wolfgang Kaschuba, Kulturalismus: Vom Verschwinden des Sozialen
Solie (ed.), Musicology and Difference. Gender and Sexuality in Music im geselisciiaffiichen Diskurs, «Zeitschrift für Volkskunde» 91/1 1995, p. 37.
Scholarship, Berkelcy: Univcrsity of California Press, 1993, p. 10. 308. R McLaren, op. cit., p. 204.
286. Maria Elisabeth Lucas, Wonderlatid Musical: Notas sobre as 309. R Vila, op. cit., p. 10.
Representagoes da Música Brasileira na Midia Americana, « T R A N S . 310. P. L . Berger y T. Luckmann, op. cit. p. 154.
Revista transcultural de música» (http://www2.uji.es/trans) 2, 1996. 311. T. Todorov, op. cit., p. 17.
287. M . E. Lucas, op. cit., p. 7. 312. Susan McCIary, Feminine Endings: Music, Gender, and Sexuality,
288. Ibídem. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1991, p. 53.
289. «Manisero» O, 1993, p. 24. , - , • .. 313. Cfr. D . Nash, op. cit., pp. 82-83.
290. «Manisero» O, 1993, p. 25. 314. J. F. Collier y M . Z. Rosaldo, "Politics and Gender in Simple
291. «Manisero» O, 1993, p. 31. Societies", en: S. B. Ortner y H . Whitehead (ed.). SexualMeanings: the
292. «Manisero» O, 1993, p. 32. , ' ;„ Cultural Construction of Gender and Sexuality, Cambridge: Cambridge
293. «Manisero» O, 1993, p. 36. University Press, 1981, p. 311, citado por Margaret Sarkissian, "Gender
294. «Manisero» O, 1993, p. 35. and Music", en: Helen Myers (ed.), Ethnomusicology: An Introduction,
295. P. L . Berger y T. Luckmann, op. cit., p. 65. Londres: Macmillan, 1992, p. 342.
296. T. Shibutani y K. M . Kwan, Ethnic Stratification, London: 315. Cfr. A. Cohén, Two Dimensional Man: An Essay on the Anthropology
Macmillan, 1972 (1" ed.: 1965), p. 96. of Power and Symbolistn in Complex Society, London: Roucledge & Kegan
297. Cfr. Ernest Gellner, Cultura, identidad y política, Barcelona: Paul, 1974, p. 20, citado en Manuel Delgado, De la muerte de un Dios,
Gedisa, 1989. Barcelona: Península, 1986, p. 20.

314 315
316. Margaret Mead, Diferencias sexuales: ¿Innatas, aprendidas o de 334. Suzan Turan, "Madchen und Rockmusik", en Frcia Hoffmann y
situación?, «Ethnica» 10, 1975, p. 77. E. Rieger (ed.), op. cit., p. 178.
317. Cfr. Kcn Plummer, "La diversidad sexual: una perspectiva socio- 335. "Women who sing in public are regarded as 'prostitutcs'; women
lógica" en: J. A. Nieto (ed.). La sexualidad en la sociedad contemporánea. who are not prostitutas do not sing in public places". N . McLeod y M .
Lecturas antropológicas, IVIadrid: Fundación Universidad-Empresa, 1991, Herndon, "The Bormliza: Maltese Folksong Style and Women", en: C.
p. 152. R. Farrer (ed.), Women and Folklore, Austin: University of Texas Press,
318. Cfr. Regine Giidemeister, Neuere Beitrdge zur Entstehungdes "wei- 1975, p. 91, citado en M . Sarkissian, op. cit., p. 341.
blichen Sozialcharakters" «Soziale Welt» 39/4, 1988, pp. 495-496. 336. Cfr. Petra Heldt de Sousa, Fado. Dasportugiesische "cangao nacio-
319. Ejemplos provenientes de las experiencias de Margaret Mead cita- nal?", «Jahrbuch für musikalische Volks-und Volkerkunde» 13, 1988,
dos en Estrella de Diego, El andrógino sexuado, Madrid: Visor, 1992, p. 49. pp. 77-78.
320. Cfr. Barbara Hey, Die Entwicklung des 'gender'-Konzepts vor dem 337. Freia Hoffmann, Instrument und Korper. Die musizierende Frau in
Hintetgnnd poststrukturalistischen Denkens, «L'Homme. Zeitschrift fiir der bütgerlichen Kultur, Frankfurt/Leipzig: Insel, 1991, pp. 25-38.
Feministische Geschichtswissenschaft» 5/1, 1994, p. 7. 338. R Hoffmann, op. cit. (1991), p. 51.
321. C. Geertz, op. cit., p. 54. 339. Cfr. F Hoffmann y E. Rieger, op. cit., p. 189.
322. Cfr. Rosalind C. }ÁOU\%, AllMade Up: Performance Theory and the 340. Cfr. E. Rieger, op. cit. (1988), p. 11.
New Anthropology of Sex and Gender, «Annual Revicw of Anthropology» 341. Cfr. Leo Trcitler, "Gender and other dualities of Music
24, 1995, p. 568. History", en: Ruth A. Solie (ed.), op. cit., p. 44.
323. Cfr. Thomas Laqueur, La construcción del sexo. Cuerpo y género 341. Joaquín Zamacois, Curso de formas musicales, Barcelona: Labor,
desde loSgriegos hasta Freud, Madrid: Cátedra, 1994, p. 27. 1987 (7^'edición), pp. 170-171.
324. Jane Bowers, "Feministische Forschung in dcr amerikanischen 343. Véase E. Rieger, op. cit. (1981), pp. 125-127.
Musikwissenschaft", en: Freia Hoffmann y Eva Rieger (ed.). Van der 344. Citado en Oliver Strunk, Source Readings in Music History. From
Spielfrau zur Perfomance-Künstlerin. A uf der Suche nach einer Musikgeschichte Classical Antiquity through the Romantic Era, New York: W.W. Norton &
derFrauen, Kassel: Furore, 1992, pp. 22-23. Company, 1950, p. 189.
325. Cfr. Susana Narotzky, Mujer, mujeres, género, Madrid: CSIC, 1995, 345. Cfr. L . Treitler, op. cit, p. 28.
p. 11. 346. Citado en E. Rieger, op. cit. (1988), p. 124.
326. Marisa Navarro, "El androcentrismo en la Historia. La mujer 347. El contenido de este capítulo se basa en la comunicación Música
como sujeto invisible", en: Eusko Jauriaritza (ed.), Mujer y realidad y género entre los jóvenes barceloneses presentada en el I I Congreso de la
social, Bilbao: Universidad del País Vasco, 1988, p. 29. Sociedad Ibérica de Etnomusicología (Valladolid 1996).
327. Angela McRobbie, Settling Accounts with Subcultures: A Feminist 348. La encuesta se dirigió a estudiantes con una edad comprendida
Critique, «Screen Education» 34, pp. 37-49, citada en John Shepherd, entre los 17 y los 23 años. Para realizar la encuesta se tomaron en consi-
Music as Social Text, Cambridge: Polity Press, 1991, p. 153. deración un total de 54 centros de enseñanza repartidos por todos los
328. Véase por ejemplo M . Sarkissian, op. cit. pp. 337-348. distritos de Barcelona, y distribuidos según las variables centro
329. Así, por ejemplo, a finales de los ochenta, en la entonces públicolprivado, laicojreligioso, de bachilleratolde formación profesional y
República Federal Alemana, el 97% de los músicos de jazz eran mascu- nocturnoldiurno. El número de encuestas recogidas susceptibles de aná-
linos. Cfr. Karin KahI-Gortan, Frauen undMusik, «Kofra» 44, 1989, p. 14. lisis para el presente trabajo fue de 1.560; 857 de los encuestados era de
330. Marta Nieto, Entrevista a Cristina Rosenvinge, «El País», sexo femenino y 703 de sexo masculino.
21.10.1994, p. 11 (El País de las tentaciones). 349. Por sexos; Hombres Mujeres
331. Cfr. Jan Cornet, La proporción de catalanas que se dedican a la cul-
tura ya iguala a la de los hombres, «La Vanguardia», 24.5.1998, p. 69. 1. Me gusta mucho: 63,3% 74,1%
332. Cfr. Eva Rieger, "Und wie ich lebe.? Ich lebc. Sexismus in der 2. Me gusta bastante: 33,9% 24,6%
Musik des 19 Jahrhunderts am Beispiel von Puccinis La Bohéme", en: 3. Me gusta poco: 2,0% 1,0%
F. Hoffmann y E. Rieger (ed.), op. cit., p. 110. 4. No me gusta: 0,8% 0,3%
333. Cfr. Eva Rieger, Frau, Musik undMánnerherrschaft. Zum Ausschlufi
der Frau aus der deutschen Musikpddagogik, Musikwissenschaft und Musi- 350. Porcentaje de respuestas no contestadas: para lo característico
kausübung, Kassel: Furore, 1988 (2^' edición), pp. 129-159. masculino: 49,64%; para lo característico femenino: 44,69%.

316 317
351. No obstante, también encontraremos la idea de la diferencia- 364. Cfr. Carlos Vega, Mesomúsica. Un ensayo sobre la música de todos,
ción, aunque valorada de manera diferente, dentro de cierto feminismo «Revista del Instituto de Investigación Musicológica Carlos Vega» 3,
militante propio de aquellos países con una tradición feminista más 1979, pp. 4-16.
marcada: "La música de las mujeres es diferente a la de los hombres, 365. Philip Tagg, Kojak. 50 seconds of Televisión Music: toward the analy-
pues nosotras cantamos basándonos en nuestro concepto de la realidad. sis ofaffectin popular music. Góteborg: University of Gothenborg, 1979,
No seguimos el concepto masculino de realidad, las estructuras mascu- p. 23.
linas del rock, etc. Es decir, naturalmente usamos estas estructuras, 366. El Palacio de la Música no es un teatro, «Ritmo» 352, 1965, p. 14.
pero las mujeres vemos el mundo de manera completamente diferente: Véase también Noche triunfal en el Palacio de la Música, «Ritmo» 354,
nuestra manera de hablar, nuestras experiencias; nuestro mundo es 1965, p. 14, donde el comentarista, presumiblemente el mismo del
totalmente diferente y así también tenemos otra cultura, otra música anterior artículo, se rasga las vestiduras por la actuación de Charles
-es lo mismo con la literatura, la pintura y la danza de mujeres." Aznavour en el que él denomina el sanctasanctórum de la Música.
K. Kahl-Gortan, op. cit., p. 7. 367. «La Vanguardia», 19.2.1998, p. 13 (cuaderno central).
352. Muchos de los encuestados aportaban en sus respuestas más de 368. E. L ó p e z Chavarri, Contra la prostitución musical, «Ritmo» 142,
una característica específica para los sexos. Los porcentajes se dan no en 1941, p. 5.
función del número de encuestados sino de la totalidad de las respues- 369. Francisco Padín, Contra la prostitución musical, «Ritmo» 144,
tas dadas. 1941, p. 5. Véase también J. Turina, op. cit., p. 6.
353. Respuestas ns/nc: 44,6% de los encuestados. El número de res- 370. Lo flamenco, según el célebrey llorado D. José de Castro y Serrano, «El
puestas dadas es de 1.489, 685 por parte de los hombres y 804 por parte Chispero. Semanario antiflamenquista» 2, 1914, p. 2.
de las mujeres. 371. Pensemos en la dicotomía música natural/artificial de Felip
354. Respuestas ns/nc: 49,6% de los encuestados. El número de res- Pedrell a la que ya nos hemos referido en páginas anteriores.
puestas dadas es de 1.143, 457 provenientes de los hombres y 686 de las 372. Lluís Millet, Perqué?, «Revista Musical Catalana» 1, 1904, p. 1.
mujeres. 373. Véase, por ejemplo, Rossend Serra i Pages, "El cangoner popu-
355. Véase, por ejemplo, Robert Walser, Runnhigwith theDevil. Power, lar cátala", en Alguns escrits delprofessor Rosend Serra y Pagés, Barcelona:
Gender, and Madness in Heavy Metal Music, Hanover: Wesleyan Estampa de la Casa Miquel-Rius, 1926, p. 49.
University Press, 1993, pp, 108-136. 374. D.G. Nuevo Zarracina, Cancionero popular asturiano, «Revista de
356. " O f all styles of music, heavy metal has been viewed as the epi- Dialectología y Tradiciones Populares» 2, 1946, p. 98.
tome of maleness and only a tiny minority of women have played in this 375. Discurso impartido por el compositor Hubert Parry en el
musical style." Mavis Bayton, "Feminist musical practice: problems encuentro inaugural de la Folk Song Society en 1899. Citado por Richard
and contradictions", en: Tony Bennett, Simón Frith et. alt. (ed.). Rock Middleton, Studying Popular Music, Milton Keynes (Phil.): upen Uni-
and Popular Music. Politics, Policies, Institutions, London: Routledge, versity Press, 1990, p. 131.
1993, p. 185. Véase también el interesante análisis de Robert Walser 376. Cfr. P. Bourdieu y L . J. D . Wacquant, op. cit., p. 22.
mencionado en la bibliografía. 377. Roland Barthes, El imperio de los signos, Madrid: Mondadori,
357. Aunque cuantitativamente este tipo de respuestas no es impor- 1992, p. 11.
tante en la encuesta realizada, ya que no se preguntaba por "las músi- 378. Cfr. Robert Redfield, Peasant society and culture, Chicago:
cas que no te f;ustan", creo que sí tiene una cierta importancia desde el Chicago University Press, 1960, p. 50.
punto de vista cualitativo. 379. Cfr. John Shepherd, Popular Music Studies: Challenges to
358. En muy pocas de estas respuestas (el 0,4% de las mujeres) se Musicology, «Stanford Humanities Review» 5/2, 1993, p. 19.
hablaba de "heavy blando". 380. Charles Hamm, "Einige Gedanken zur Messung der Popularitat
359. Si en las respuestas de las mujeres la diferencia es bastante gran- in der Musik", en: G. Mayer (ed.), op. cit., p. 22.
de -808 por 686-, en el caso de las respuestas masculinas es mucho más 381. R Wicke, op. cit. (1992), p. 6.
marcada: 685 contra 457. 382. Chris Cutler, "Was ist populare Musik.?", en: G. Mayer (ed.), op.
360. Cfr. B. M . Mulvaney, op. cit., p. 5. cit., p. 129.
361. Respuestas totales: 720 de los hombres y 885 de las mujeres. 383. Cfr. John Shepherd, "Definition ais Mystifíkation: Eine
362. R L . Berger y T. Luckmann, op. cit., p. 65. Betrachtung von Denkmustern, die das Verstchen der Bedcutung von
363. Véase al respecto]. Martí, op. cit. (1996, ElFolklorismo...), pp. 40-44. Musik behindern", en: G. Mayer (ed.), op. cit., p. 160.

318 m
384. Cfr. Ph. Tagg, op. cit. (1979), pp. 22-23. 411. Walter Benjamín, L'obra d'art a l'epoca de la seva ?-eproductibilitat
385. «El País», 2.3.92, p, 36. técnica, Barcelona: Edicions 62, 1983, p. 36.
386. Cfr. Fernando García, Entrevista a Mirella Freni, «La 412. Simón Frith, "The Cultural Study of Popular Music", en: L .
Vanguardia», 30.8.1995, p. 30. Grossbcrg, C. Nelson y P. Treichler (eds.). Cultural Studies, New York:
387. Cfr. Dominic Strinati, Afi Introduction to Theories of Popular Routledge, 1992, p. 180.
Culture, London/New York: Routledgc, 1995, p. 21. 413. D. Strinati, op. cit., p. 9.
388. E. Marín y J. M . Tresserras, op. cit., p. 218. 414. J. Shepherd, op. cit., (1991b), p. 160.
389. U . Fiori, op. cit., p. 131. 415. Joan Amades, Música popular y Música folklórica, «Anuario Musi-
390. R. Middleton, op. cit., p. 6. cal» 16, 1961, p. 247.
391. Cfr. Raymond Williams, Keywords: A Vocabulary of Culture and 416. Esta particular concepción de la historia de la música, fuerte-
Society, London: Fontana, 1976, p. 199. mente identificada con la tradición culta, se halla todavía muy arraigada
392. Frans A. J. Birrer, "Definitionen und Forschungsorienticrung: entre los medios musicales. Esto se vio muy claro, por ejemplo, en una
Brauchen wir eine Definition von popularer Musik.?", en: G. Mayer mesa redonda que, con motivo de la presentación de un libro, tuvo lugar
(ed.), op. cit., p. 177. en el FNAC de Barcelona el 4 de abril de 1997. En el transcurso de la
393. Cfr. R. Middleton, op. cit., p. .4 discusión, el compositor Joan Albert Amargos afirmó que "[los compo-
394. Ramón Barce, Doce advertencias para una sociología de la música, sitores actuales] hacemos música especulativa con la intención de ir más
«Cuadernos de Música Iberoamericana» 1, 1996, p. 282. allá en la historia de la música, si no, nos habríamos dedicado al pop,
395. Torres Muías, Jacinto, Las publicaciones periódicas musicales en jazz, etc.", dejando con ello clara la idea de cómo se percibe este tipo de
España (tesis doctoral), Madrid, 1991, p. 75-76. música como protagonista de la historia.
396. Véase al respecto, por ejemplo, D . Strinati, op. cit., pp. 52- 417. Cfr. R Wicke, op. cit. (1992), p. 27.
85; Max Paddison, The critique criticed: Adorno and popular music, 418. D. Strinati, op. cit., p. 225.
«Popular Music» 2, 1982, pp. 211-218; Ricard Bcrtrand, L'examen 419. Roy Shuker, Understanding popular music, London/Ncw York:
des critiques de la culture de masse: les critiques faites au rock, «Socié- Routledgc, 1994, p. 5.
t é s . Rcvue des Sciences Humaines et Sociales» 53, 1996, 420. Cfr. «La Vanguardia», 24.12.1997, p. 39.
pp. 275-282. 421. Cfr. Diego Muñoz, Entrevista a Juan Cambreleng, gerente del Teatro
397. Ph. Tagg, op. cit. (1979), p. 26. Real de Madrid, «'LA Vanguardia», 19.2.1998, p. 45.
398. Cari Dahlhaus; Hans H . Eggebrecht, Was ist Musik?, Wilhelms- 422. Cfr. «La Vanguardia», 21.5.1997, p. 51.
haven: Florian Noctzel, 1987, p. 88. 423. Cfr. «El País», 21.5.1997, p. 39.
399. C. Dahlhaus y H . H . Eggebrecht, op. cit., p. 92. 424. M . Rodríguez, Entrevista a Dominique Visse, «La Vanguardia»,
400. Cfr. G ü n t c r Mayer, "Bausteine zu ciner Theorie dcr popularen 14.1.1998, p. 40.
Musik", en: G. Mayer, (ed.), op. cit., p. 20; F A. J. Birrer, op. cit., p. 177. 425. Cfr. Wolfgang Sandner, Musikwissenscliaft und Jazz. Beiicht über die
401. Cfr. F A. J. Birrer, op. cit., p. 177. erste Jazzwissensc/iaftlic/ie Tagung, Graz, 16-20.4.1969, «Die Musik-
402. Cfr. Philip Tagg, Analysing popular music, «Popular Music» 2, forschung» 22, 1969, pp. 338-339.
1982, pp. 41-42. 426. Véase, por ejemplo, Joscph Blum, Problems of salsa research,
403. Andrew Lamb y Charles Hamm, "Popular music", en: Stanley «Ethnomusicology» 22/1, 1978, p. 138; Juan Pablo González, Hacia el
Sadic (ed.), T/ie New Grove. Dictionary of Music and Musicians, London: Estudio Musicológico de la Música Popular Latinoamericana, «Revista
Macmillan, 1980, vol. 15, p. 87. Musical Chilena» 1986, pp. 59-84; Peter Manuel, Popular Musics of the
404. Cfr. Ph. Tagg, op. cit. (1979), p. 20. Non-Western World, New York 1988, p. V; Silvia Martínez, Músicas "popu-
405. Cfr. F A. J. Birrer, op. cit., p. 178. i- : lares' y musicología: aportaciones al estudio del heavy metal, «Cuadernos de
406. Ph. Tagg, op. cit. (1979), p. 23. música iberoamericana» 4, 1997, pp. 241-257.
407. Cfr. R Wicke, op. cit. (1992), pp. 18-22. 427. Véase un buen resumen de las investigaciones suecas sobre
408. Cari Bclz, The Story of Rock, New York: Oxford University Press, música popular moderna en A l f Arvidsson, Studien zur Populdrmusik
1969, citado por R Wicke, op. cit. (1992), p. 11. Schwedens, «Jahrbuch für Volksliedforschung» 37, 1992, pp. 81-90.
409. Ch. Cutlcr, op. cit., p. 124. . , 428. John Shepherd, Prolegomena for the critical study of popular music,
410. J. Shepherd, op. cit. (1993), p. 25. «Canadian Journal of Communication» 1985, 11/1, p. 17.

320 321
429. Cfr. R. Middleton citado por J. Shepherd, op. cit. (1985), p. 31. 455. Cfr. Eduard López Chavarri, Les escoles populars de música,
430. R. Middleton, op. cit., p. v. «Revista Musical Catalana» 31, 32, 33 y 34, 1906, pp. 132-135, 151-154,
431. J. Shepherd, op. cit. (1993), p. 33. 165-169 y 183-188.
432. Cfr. J. Shepherd, Wai-wn Popmusikforschung?, «Popscriptum» 1 456. Luis Costa, Práctica pedagógica y música tradicional,
1992, p. 47. «TRANSIberia» 1, 1997 (http://www2.uji.es/trans).
433. Cfr. lain Chambers, Analysingpopular music: theory, method and 457. Cfr. J. Martí, op. cit. (1996, El Folklorismo...), pp. 114-116,
practíce, «Popular Music» 2, 1982, pp. 19-36. 458. John Howard, "Ethnomusicology or World Music: a discussion
434. El contenido de este capítulo se basa en la ponencia Altres mane- of the place of non-western music in higher education", en: A. Buckley,
res d'entendre la música: el coneixement etnomusicolbgic al servei de l'ensenya- K.O. Edstrom y P. Nixon (ed.), op. cit., p. 106.
w;//presentada en el «Congrés de Música a l'Escola i a les Escoles de 459. K. Swanwick, op. cit., p. 112.
Música» (Barcelona 1997). 460. Así, por ejemplo, en 1997 me llamó la atención un informe rea-
435. Véase Coral Davics, "Ethnomusicology and Music Education: a lizado por un gabinete de psicología (A', y A. Neurología y Aprendizaje,
view from the whirehighlands", en: A. Buckley, K.O. Edstrom y P. Nixon S.L.) destinado a parvularios barceloneses en el que entre los diferentes
(ed.), op. cit., p. 122. consejos que se daban a los padres se podía leer lo siguiente: "Favo-
436. Citado por C. Davies, op. cit., p. 123. recer las audiciones de música culta -no popular-, a ser posible median-
437. J. Blacking, op. cit. (1976), p. 4. te una selección de piezas". En el informe no se proporcionaba ningún
438. Christopher Small, Música, sociedad, educación, Madrid: Alianza tipo de dato adicional que justificase estos criterios.
Editorial, 1989, p. 15. 461. Véase al respecto, por ejemplo, Simón Frith, "Towards an aes-
439. Cfr. W. Shaw, citado por C. Davies, op. cit., p. 123. thetic of popular music", en: R. Leppert y S. McClary (ed.) Music and
440. E. Marín y J. M . Tresserras, op. cit., p. 70. Society, Cambridge: Cambridge University Press, 1987, pp. 133-150;
441. E. Marín y J. M . Tresserras, op. cit., p. 70. Peter Wicke, Roch Music. Culture, Aesthetics and Sociology, Cambridge:
^ 442. Véase por ejemplo: Polo Vallejo, Hacer música "sin saber música"; Cambridge University Press, 1990.
Africa como modelo, «Eufonía» 6, 1997, pp. 37-43. 462. Cfr. S. Frith, op. cit. (1987), p. 143.
443. C. Small, op. cit., p. 43. . , . , 463. Cfr. J. Attali, op. cit., p. 238.
444. J. Blacking, op. cit. (1976), p. v i . 464. Véase, por ejemplo, T. N . Headland; K. L . Pike; M . Harris,
445. Véase por ejemplo Jaume Ayats, Pero... qué és la música?, confe- Emics und Etics. The InsiderjOutsider Debate, Newbury Park: Sage
rencia publicada por Café Central, Barcelona 1996. Publications, 1990; Frank Alvarez-Pereyre y Simha Arom, Ethnomusico-
446. Cfr. Bruno Nettl, The Study of Edinomusicology. 29 Issues and logy and the EmiclEtic Issue, « T h e World of Music» 35, 1993, pp. 7-33;
Concepts, Chicago y Urbana: University of Illinois Press, 1983, p. 20. Marcia Herndon, Insiders, Outsiders: Knowing our Limits, Limiting our
447. Ibídem. Knowing, « T h e World of Music» 35, 1993, pp. 63-80.
448. Cfr. B. Nettl, op. cit. (1983), p. 21. Sobre esta problemática en el 465. Cfr. Eulalio Ferrer, Información y comunicación. Ciudad de
mundo islámico en general véase Seyyed Hosscin Nasr, "Islam and México: Fondo de Cultura Económica, 1997.
Music: T h e Legal and the Spiritual Dimensions", en: Lawrence E. 466. K. Swanwick, op. cit., p. 105.
Sullivan (ed.), Enchanting Powers. Music in the Woiid's Religions, Cam- 467. Cfr. K. Swanwick, op. cit., p. 119.
bridge: Harvard University Press, 1997, pp. 219-235. 468. J. Blacking, op. cit. (1976), p. 4.
449. Cfr. Francesco Giannattasio, / / concetto di música, Roma: La 469. El contenido de este capítulo se basa principalmente en la
Nuova Italia Scientifica, 1992, p. 89. ponencia La musicología com a crítica cultural: una proposta de futur pre-
450. Baltazard Solvyns, Les Hindñus, París 1808-1810. sentada en el simposio organizado por la Societat Catalana de Musicología
451. B. Solvyns, citado por Mantle Hood, op. cit., pp. 220-221. «La Musicología a Catalunya, propostes de futur» (Solsona, 1997).
452. B. Solvyns, citado por M . Hood, op. cit., p. 221. 470. J. Shepherd, op. cit. (1991), p. 190.
453. Cfr. Gerard Behague, Aporte de la etnomusicología en una formación 471. Cfr. Jürgen Friederichs, Methoden empirischer Sozialforschung,
realista del educador musical latinoamericano, «Revista Musical Chilena» Reinbek bei Hamburg: Rowohlt, 1973, p. 14.
169, 1988, p. 43. 472. Cfr. J. Shepherd, op. cit. (1991), p. 220.
454. Cfr. Tina Karina Ramnarine, Folk music Education: Initiatives in 473. "Most of historical musicology bcars the mark of'applied musi-
Finland, «Folk Music Journal» 1996, 7/2, p. 137. cology'", Inge Skog, "On Ethnomusicology and the History of Music",

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en: A. Buckley, K.O. Edstrom y P. Nixon (ed.), op. cit., p. 9 .
"Traditionally the function of musicology has been in the first place to
contribute to the fostering of composition and performance by adding Bibliografía citada
to the sum of iínowledge about music", Frank L . Harrison, op cit
p. 7. Adams, Richard N . , Infernal and External Ethnicities: With Special
474. Véase por ejemplo el congreso de la Sociedad Internacional de Reference to Central America, «Texas Papers on Latin America», Paper
Musicología (ISM) realizado en Londres en 1997. n°. 89-03, Austin, 1989.
475. Cfr. Wolfgang Laade, Musikwissenschaft zwisc/ien gestern und mar- Adicción al rock, «¡Despertad!» (International Bible Students
gen. Bemerkungen cines Musikethnologen zu einer Diskussion über Association), 22.10.1987, p. 30.
Musikgeschichte undMusikethnologie, Berlín: Merseburger, 1976, p. 24. Adier, Guido, Umfang, Methode und Ziel der Musikwissenschaft,
476. Cfr. Philip V. Bohlman, "Representation and Cultural Critique «Vierteijahrsschrift für Musikwissenschaft» 1, 1885, pp. 5-20.
in the History of Ethnomusicology", en: B. Nettl, y P. V. Bohlman (ed.), ¿Adonde va la música? Consideraciones actuales, «Ritmo» 74, 1933, p. 3.
op. cit., p. 138. Aguirre, Ángel, "Cultura", en: Ángel Aguirre (ed.). Diccionario temático
477. Cfr. George E. Marcus y Michael M . J. Fischer, Atitkropology as de Antropología, Barcelona: Boixareu Universitaria, 1993 (2" edición),
cultural critique, Chicago/London: T h e University of Chicago Press pp. 152-159.
1986, pp. 137 y ss. Alasuutari, Pertti, Researching Culture. Qualitative Method and Cultural
478. Cfr. Roberto Leydi, Ualtra música. Etnomusicologia, Firenze- Studies, London: Sage, 1995.
Ricordi, 1991, pp. 92-93. Alba, Josep, Algunes dades sobre la cultura tradicional a Catalunya,
479. Cfr. J. Lawrence Witzleben, Whose Ethnomusicology? Western «Revista d'Etnologia de Catalunya» 1, 1992, pp. 86-87.
Ethnomusicology and the Study of Asian Music, «Ethnomusicology » 1997, Alier i Aixalá, Roger, L'dpera a Barcelona, Barcelona: Institut d'Estudis
41/2, p. 226-227. Catalans, 1990.
480. Dave Harker, Fakesong: The Manufacture of British 'Folksong', ¡700 Alvarez-Pereyre, Frank y Simha Arom, Ethnomusicology and the
to the Present Days, Milton Keynes: Open University Press, 1985. EmicjEtic Issue, « T h e World of Music» 35, 1993, pp. 7-33.
481. Cfr. R. Middleton, op. cit., p. 131. Amades, Joan, Folklore de Catalunya. Cangoner, Barcelona: Selecta, 1951.
482. Cfr. R. Leydi, op. cit., p. 158. Id., Música popular y Música folklórica, «Anuario Musical» 16, 1961,
483. Cfr. Pertti Alasuutari, Researching Culture. Qualitative Method and pp. 247-250.
Cultural Studies, London: Sage, 1995, p. 26. Amics de l'Alguer de Barcelona (ed.), / / / Mostra de Cangons Alguereses,
484. James Clifford, "Introduction: Partial Truths", en: James Barcelona: Amics de l'Alguer de Barcelona, 1983.
Clifford y George E. Marcus (ed.), Writing Culture: The Poetics andPolitics Amor, Kim, Los integristas islámicos asesinan en Argel a un librero francés de
of Ethnography, Berkeley/Los Angeles: University of California Press, origen español, «La Vanguardia», ll.l.X'^'^A, p. 8.
pp. 1-26. Amos, Dan Ben, Toward a Definition of Folklore in Context, «Journal of
485. Cfr. Grame Turner, British Cultural Studies. An introduction, American Folklore» 84, 1971, pp. 3-15.
London: Routledge, 1996 (2" edición), p. 182. Anglés, Higini, La música en la Corte de los Reyes Católicos, Barcelona:
486. Cfr. G. Turner, op. cit., p. 1. CSIC, 1960.
487. Cfr. Paul Willis citado en G. Turner, op. cit. p. 2. Antolín, Enriqueta, La escucha perezosa, «El País», 24.4.93, p. 6
488. Ibídem. (Babelia).
489. Cfr. L . Grossberg, C. Nelson, R Treichler, "Cultural Studies: An Apel, Willi, Harvard dictionary of music, Cambridge: Harvard University
Introduction", en: L . Grossberg, C. Nelson y R Treichler (ed.), op. cit., Press, 1947.
p. 5; P. Alasuutari, op. cit., p. 24. Arbona, Vicente, El libro de la Música. Impresiones de un profano,
490. Cfr. G. Turner, op. cit., p. 2-3. Barcelona: Maucci, 1958.
491. R Bourdieu y L . J. D . Wacquant, op. cit., p. 22. Arnaudas, Miguel, Colección de cantos populares de Teruel, Zaragoza: L i t .
Marín, 1927, p. V I (reedición: Teruel: Diputación Provincial, 1982).
Arom, Simha, Nouvellesperspectives dans la description des musiques de tra-
dition órale, «Revue de Musicologie» 68, 1982, pp. 198-215.
Id., Polyphonies et polyrythmies instrumentales d'Afrique Céntrale, París:

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