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NÚMERO 26

AGOSTO DE 2006 – VOL. III

ISSN 1696-7208

DEPOSITO LEGAL: SE – 3792 - 06

CÓMO CONSEGUIR UN TRABAJO EN GRUPO EFICAZ

AUTOR: ALFREDO MATÍAS OTEROS LÓPEZ

RESUMEN:

En este artículo abordaré un modo de trabajar en la vida de los adultos y, por

tanto, en la vida escolar de nuestros alumnos, me refiero al trabajo en grupo. Su

importancia en la escuela es básica pero es difícil implantarla en nuestras aulas. Aquí

veremos cómo hacerlo.

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INTRODUCCIÓN:

Desgraciadamente o tal vez por fortuna, no existen consejos infalibles para

conseguir que el trabajo en grupo sea siempre provechoso. La investigación

psicológica y la educativa han ido identificando en los últimos años una serie

de factores importantes que están relacionados con la eficacia y calidad del

trabajo en grupo; lo importante es tener en cuenta una configuración de distintos

factores a la vez.

La decisión de las tareas, ¿qué tareas?

La planificación o elección cuidadosa de la tarea es un requisito

importante. Entre la estructura de la tarea, la calidad de las interacciones y la

eficacia del aprendizaje existe una estrecha relación. Es imprescindible analizar

minuciosamente las características que tienen las tareas para aprovechar al máximo

sus potencialidades en tanto que han de ser compartidas por un mismo grupo de

alumnos.

Existen muchos ejemplos de tareas educativas que pueden adecuarse para el

trabajo en grupo:

Grupos amplios. Hay tareas complejas cuya resolución necesita una

laboriosa integración de diferentes procedimientos y mucho tiempo. Incitan a

que los alumnos se distribuyan cuidadosamente el trabajo.


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Parejas. Otras tareas pueden suscitar roles recíprocos bien determinados.

Son tareas que se prestan a un trabajo en parejas basado en el intercambio de

roles previamente planificado por el profesor. En cada uno de los roles los

alumnos sacan partido de la presencia del otro: cuando leen tienen una

audiencia; cuando corrigen, han de comprender y analizar, desde el punto de

vista gramatical, la producción del compañero.

Debate. Hay tareas ligadas a la exploración y descubrimiento de nuevos

conocimientos que facilitan la expresión de puntos de vista contrastados que

pueden servir para un trabajo de grupo que fomente la controversia, la discusión

y la defensa de diferentes visiones de la misma realidad. Son tareas que suponen

un primer tiempo de elaboración, seguido de una puesta en común dirigida por el

profesor.

Aportación común. Otras tareas invitan a que los alumnos compartan sus

procedimientos y conocimientos regulando sus actuaciones con el objetivo de

alcanzar la meta propuesta.

También suelen ser tareas complejas cuya resolución se facilita con la

aportación de diferentes alumnos.

El cuidadoso análisis de las tareas se debe realizar relacionándolo con los

objetivos del aprendizaje que se pretenden conseguir. Sin este análisis previo, es

posible que aparezca un desajuste entre nuestros deseos y la realidad (la

tarea no se presta a un intercambio provechoso).


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¿Cómo formar los grupos?

A la hora de optimizar la situación de aprendizaje en grupo otro elemento

esencial es cómo formar los grupos.

¿Cuántos alumnos? El número de alumnos es uno de los primeros factores que

salta a la vista.

La elección del número de componentes de un grupo siempre ha de

ajustarse al tipo de tarea y a los objetivos del aprendizaje. Si la situación que se

presenta es la de utilizar en el aula un programa de ordenador interactivo la

díada es el tamaño ideal del grupo. Esto mismo puede aplicarse a otras muchas

tareas.

En otros muchos casos, sólo un mayor número de alumnos puede garantizar

que surjan puntos de vista diversos y contrastados, siendo la dinámica interactiva

suficientemente rica.

¿A qué edades? Hasta hace poco se subestimaban las capacidades

de los pequeños menores de siete años, para implicarse en un trabajo

cooperativo. La edad no es un factor absoluto si se escoge bien la tarea, que sea

más sencilla, más estructurada y con objetivos muy bien delimitados, niños

pequeños, a partir de los dos años son capaces de colaborar y no presentan

acciones paralelas.

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¿Grupos homogéneos o heterogéneos? Una de las preguntas que nos solemos

plantear cuando organizamos situaciones interactivas entre alumnos es cómo escoger

el nivel de cada uno de los participantes. Diversos estudios señalan la conveniencia

de escoger alumnos cuyo nivel de competencia o de habilidad para resolver la tarea

que se propone sea ligeramente diferente. Lo que es válido en una situación normal

de instrucción en la que el profesor debe crear un desfase óptimo entre lo que los

alumnos saben y el nivel de experiencia que deben alcanzar también es válido para

una situación de trabajo cooperativo entre alumnos.

¿Y el profesor?

La tarea del profesor es fundamental para asegurar que el trabajo en grupo

funcione y se consiga el aprendizaje y la satisfacción personal de todos sus

miembros. Una organización del aula que fomente el trabajo cooperativo de

los alumnos requiere del profesor planificación cuidadosa, intervención

diferenciada y análisis posterior a la experiencia. La composición de los grupos

dependerá de los objetivos que se pretenda conseguir, pero hay que rechazar la

idea de que los únicos grupos que funcionan son los que espontáneamente

forman los alumnos.

Los grupos heterogéneos permiten a los alumnos además del contraste de

opiniones y argumentos, la convivencia con personas distintas y favorece la

adquisición de actitudes no discriminatorias. El profesor puede intervenir en la

formación de los grupos siempre que lo considere conveniente.

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Lo que se logra con el trabajo en grupo no es solo el desarrollo de las

competencias cognitivas, ni sólo el desarrollo de las competencias de relación

interpersonal o equilibrio personal; es el fomento de todas lo que se persigue, y

para ello a veces habrá que intervenir u opinar sobre la formación de los grupos.

Es justamente la calidad de esa intervención la que confiere mayor o menor

potencialidad al trabajo cooperativo. La intervención puede oscilar entre grados

mínimos y máximos de directividad y ayuda.

El profesor mediante su intervención puede contribuir a desbloquear

situaciones conflictivas cuando entiende que su resolución escapa a las

posibilidades del grupo; puede ayudar a mantener la atención del grupo en el

objetivo que se persigue y a evaluar las acciones emprendidas para abordarlo;

puede contribuir a que la tarea constituya un reto que fomente el desarrollo del

grupo, proponiendo nuevos objetivos o diferentes condiciones de realización.

Por otro lado el trabajo cooperativo permite al profesor un cierto

distanciamiento de la gestión continua de la clase que favorece la observación de

sus alumnos en la situación de colaboración. Le permite observar quién pide

ayuda, quién sabe incorporarla, quién puede ofrecerla, quién organiza, quién

enseña a quien. Puede observar también cómo responde el grupo a sus propias

propuestas.

Este conocimiento es de gran valor para hacerse una idea más ajustada

sobre las capacidades de los alumnos y para poderlas atender de manera

diversificada.
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Un factor muy importante vinculado al trabajo en grupo y a la actuación del

profesor es el análisis y valoración que realice de la experiencia, con el fin de

incorporar los elementos que dicho análisis reporta a posteriores propuestas.

Los procedimientos y actitudes implicados en el trabajo cooperativo

exigen una aproximación sistemática, lenta y progresivamente compleja, por lo

que será muy importante utilizar las diversas experiencias en sentido formativo,

para mejorar las que próximamente se vayan a proponer.

Esta reflexión será todavía más valiosa si puede ser compartida por

maestros de diversos niveles, y compartir criterios en relación con el trabajo

en grupo, que permitan secuenciarlo y disponer de objetivos distintos para

estas tareas en las diversas etapas educativas.

¿Cómo evaluar?

La evaluación en el trabajo en grupo tiene una función claramente

pedagógica, es decir, que está al servicio de la regulación de la

intervención del profesor y de la autorregulación de los aprendizajes de los

alumnos y del grupo en sí.

La evaluación está al servicio de este proceso y persigue los siguientes

objetivos: Conseguir que la tarea que se propone sea adecuada al grupo que debe

abordarla. Asegurarse de que los alumnos comprenden y comparten los objetivos

que se pretenden conseguir. La evaluación inicial desempeñaría en ambos aspectos

un importante papel.
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Asegurarse de que la anticipación y planificación de las tareas del grupo

son coherentes con los propósitos a que sirven. La observación del proceso,

ofrece numerosos indicadores que pueden ser tenidos en cuenta para ponderar la

valoración que se haga del resultado del trabajo en grupo.

Estos aspectos tomarán un valor muy distinto si se trata de un trabajo en grupo

de tiempo muy limitado, o si la tarea es de largo alcance. En este caso, la evaluación

y la autorregulación se consiguen mediante feed-backs sucesivos entre profesor

y grupo en relación con parciales: guión de trabajo, primera información... Pero

en todos los casos los alumnos aprenden no sólo el contenido objeto de la

tarea, sino también las estrategias de aprendizaje que en ella subyacen.

Lograr un resultado visible para los alumnos y que este resultado sea

valorado y evaluado. Este aspecto es importante, ya que en ocasiones, los alumnos

consumen tiempo y energía en la elaboración de una tarea colectiva y después

reciben escasa información acerca del resultado. En este sentido, la evaluación

sumativa, relativa al trabajo elaborado por el grupo, adquiere todo su sentido

pedagógico y contribuye a que los alumnos aprendan los criterios que se utilizan

para evaluar su trabajo. Para el trabajo en grupo pueden ser introducidas

estrategias de evaluación que tengan en cuenta la dimensión social de la tarea.

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Conseguir que el grupo sea capaz de autoevaluar su funcionamiento y el

resultado de su trabajo. La autoevaluación permite el control, la regulación de la

tarea por parte del grupo, su reconducción cuando es necesaria, y obliga a no

perder de vista los objetivos que se persiguen. Aprender a autoevaluar es difícil, se

puede ayudar a dicho proceso facilitando a los grupos pautas y guías que les

permitan establecer un balance, tanto del proceso seguido y las dificultades

encontradas, como de los recursos utilizados para superarlas y del resultado

finalmente conseguido.

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BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ, M. Y BISQUERRA, R. (1996). Manual de Orientación y

Tutoría. Barcelona: Praxis.

COLL, C. (1987). Psicología y Currículum, Barcelona: Paidós.

ECHEITA, G. (1995). El aprendizaje cooperativo. Un análisis psicosocial de

sus ventajas respecto a otras estructuras de aprendizaje. En: P. Hernández

Berrocal y M.A. Melero. La interacción social en contextos educativos. Madrid:

Siglo XXI.

MARTI, E. y SOLÉ, I. (1997). Conseguir un trabajo en grupo eficaz.

Cuadernos de Pedagogía, nº 255.

MARTÍ, E. (1997). Trabajamos juntos cuando... Cuadernos de Pedagogía, nº 255.

ONRUBIA, J. (1997). Escenarios cooperativos. Cuadernos de Pedagogía, nº 255.

SOLÉ, I (1997). Reforma y trabajo en grupo. Cuadernos de Pedagogía, nº 255.

ZABALA, A. (1995). La práctica educativa. Cómo enseñar. Barcelona: Graó.

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