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A menudo la ciencia ficción nos presenta formas de vida alienígenas con un aspecto semejante a

los organismos terrestres. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. En 1976, en la revista
Astrophysical Journal Suplement, Carl Sagan y Edwin Salpeter imaginaron aliens parecidos a
inmensos globos aerostáticos que vivían en el interior de las nubes de Júpiter, donde eran
acosados por unos depredadores con forma de misil que se alimentaban de ellos. Según los
astrobiólogos, la apariencia de los extraterrestres depende directamente de las condiciones físicas
y medioambientales del planeta en el que vivan. Así, por ejemplo, en mundos con una gravedad
mayor que la de la Tierra, los alienígenas tenderían a ser achaparrados, todo lo contrario que en
aquellos con una gravedad débil, donde presentarían unos miembros estilizados. En un supuesto
mundo cubierto de hielo y agua, los organismos probablemente necesitarían algún tipo de
apéndice para adherirse a alguna fuente de calor, como las venas hidrotermales que se extienden
por el suelo oceánico, y un mecanismo para capturar el alimento, similar a una especie de red
orgánica.

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