Anda di halaman 1dari 16

ESTRATEGIAS DEL HABITAR

NOCHE OSCURA
Atravesando la noche el caballero regresa tras esforzadas proezas.
El corazón se le aprieta cuando solo divisa la oscuridad
que enmarca la silueta del castillo.
Pero cuando de pronto se iluminan las ventanas y se abren las puertas,
respira aliviado y exclama: ¡la princesa no me ha olvidado!
No bien ingresa es devorado.
Confundir la fiesta
con la respiración del dragón es un error frecuente pero fatal.

Corolario epistemológico:
uno nunca sabe

 Instalando la Estrategia
Podría pensarse que esta disertación está destinada a describir y proponer ciertos
procedimientos, recaudos o modos de actuación, para mejorar o posibilitar Habitar en
Latinoamérica. Pero eso solo será en segunda instancia. Defraudando esas expectati-
vas pero con la esperanza de generar otras, debo decirles que la disertación intentará
mostrar, en su primer momento, al Habitar como Estrategia o para expresarlo de modo
más rimbombante sub specie estratégica.
Acentuando la osadía plantearé poco más adelante una estructuración de los saberes
y las prácticas que al asumir la relevancia del Habitar le otorgan a la Estrategia un lu-
gar singular.
Una breve aclaración previa. Estrategia es un término de origen militar que nos viene
del griego. De manera escueta su significado deriva de ágo <yo conduzco> y de ahí
stratẽgós <capitán o general>, es decir que remite a un alto rango militar que ejerce
quien comanda un ejército, y que se hace especialmente notorio en la instancia de
preparación y desarrollo de las batallas.
Pero vamos a ir más allá de esto (de hecho ya se aplica a los más diversos campos,
sea para las finanzas, la política, la educación o más sensatamente para las conquis-
tas amatorias).
En este intento de recuperación y extensión de su sentido empecemos por señalar que
lo propio del estratega, lo que lo constituye como tal, no es tanto un conocimiento o
una habilidad como una posición.
Quiero insistir en la importancia de la posición, de ese ponerse en un lugar específico
que configura al estratega, que le permite y lo obliga a construir una estrategia. Quede
también como nota sustantiva que las estrategias no están, no se saben, las estrate-
gias, como decíamos, se construyen. Bien, volvamos a la cuestión de la posición, y
hagámoslo en la situación original del comandante de una fuerza militar en el desarro-

1
llo de una batalla. El estratega tradicionalmente se ubica, toma posición en un promon-
torio, en un lugar elevado, en un lugar desde donde pueda ver con amplitud. No es un
lugar para actuar, es un lugar para orientar el hacer; ciertamente no es necesario que
sea quien mejor maneje las armas ni quien tenga más fuerza o resistencia. El estrate-
ga, para no dejar de serlo, necesita sostenerse en esa posición, no debe ceder ni a la
curiosidad para ver el detalle de un sector o una escaramuza interesante, ni a la tenta-
ción de ayudar con su cuerpo de escoltas al amigo en situación de infortunio. Esto no
es fácil, no puede dejar su posición física ni su posición conceptual, debe seguir vien-
do la totalidad y el desarrollo estructural de la batalla. Así, y solo así podrá será eficaz.
Pero para ser realmente eficaz deberá evitar toda reiteración mecánica de sus opera-
ciones. Si le fueran anticipadas serían fácilmente contrarrestadas, pero todavía más
importante es que el estratega debe tener en claro que no hay dos batallas iguales,
que la agudeza de su visión no debe claudicar nunca.
Pero como no soy experto en la guerra, y más bien la odio, prefiero desplazarme a
otros campos en los que funcionan operaciones estratégicas, en rigor donde son ne-
cesarios ejercicios estratégicos o para decirlo de una manera más rotunda y compro-
metida donde sus ejercicios son estrategias.
Uno de ellos es el psicoanálisis puesto que lo que instituye al analista es básicamente
una posición; posición espacial en la mayoría de los casos, y conceptual en todos. Es
una posición que habilita una manera de entender, no es un socorro circunstancial y
emocionado sino la capacidad de mirar donde, en la madeja de la angustia o el des-
concierto –de alguna manera equivalente al fragor de la batalla- no suele mirar quien
está en el centro de la situación. También es estratégica la actividad del arquitecto, o
del diseñador en general, quien ocupa una posición frente a un tablero de dibujo o una
pantalla de computadora, quien mira en totalidad la configuración que podrá resolver
las condiciones de habitabilidad que están en juego. No es difícil reconocer equivalen-
cias con el novelista, el cineasta y muchos más.
Dije que las estrategias no se saben, que las estrategias se construyen. En cierto sen-
tido las estrategias exigen construir un no saber, un voluntario olvido o desdén por lo
sabido, generar un campo de ignorancia.
Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa
duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos
simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el
medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución
se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no
por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos. Ni el Ulises de

2
Joyce, ni muchos de los cuentos de Borges, ni ciertos trabajos de Kandinsky eran no-
velas, cuentos o pinturas antes de su circulación social.
En el lenguaje coloquial suelen oponerse estrategia y táctica, entendiendo a la primera
más global y de largo alcance que la segunda, entendida más inmediata y restringida.
Táctica deriva también del griego. En este caso de tássó <yo dispongo, arreglo>, raíz
de donde deriva también sintaxis.
Si miramos bien vemos que la diferencia es esencial. Mientras la estrategia plantea la
función de conducir, la táctica se contenta con disponer, arreglar, mientras el estratega
se posiciona el táctico dispone las cosas. Mientras la táctica se juega con la acordada
sintaxis, la estrategia intenta instituir un relato.

 Hablar y Habitar

EN LA PLAZA
Una moneda rueda. Pudo haber caído de una mano o de un bolsillo
o pudo haber sido impulsada con la intención de hacerla deslizar.
Lo cierto es que una moneda rueda por el enlosado de la plaza del poblado.
Alguien observa esa perseverancia en el rodar, ese continuar su camino
guiada por el suave declive de la plaza.
Algunos otros se suman asombrados porque sigue rodando
pese a los frecuentes resaltos del embaldosado.
Llegan a la perplejidad cuando la moneda al llegar al punto más bajo gira
airosamente y remonta la pendiente tomando la vereda opuesta de la plaza.
Solo se interrumpe cuando un grueso zapato la aplasta contra el piso
y la mano del boticario la lleva a su bolsillo
atendiendo solo al pobre valor que porta.
El boticario no necesita ese escaso dinero
pero se retira satisfecho hacia su casa.
Al cabo de un rato, de apagadas voces comentando el suceso,
todo vuelve a la normalidad. Los niños reinician sus carreras y juegos,
los mayores comentan lo cotidiano o leen desganadamente sus periódicos.
Al día siguiente el boticario se acerca rengueando con su pie vendado
para mitigar el dolor de una extraña llaga que le ha aparecido.
Trepado a un árbol un niño invisible sonríe sin malicia y sin piedad.

Corolario epistemológico:
el hombre no puede dilucidar el misterio, porque ello implica ser
más que humano, tal vez pretenderse dios;
el hombre no puede ignorar el misterio porque ello implica ser
menos que humano, tal vez mero simulacro.

Para cumplir con lo planteado al comienzo –mostrar el Habitar como una Estrategia-
tengo que empezar por reiterar algunas cosas que ya he dicho en otras oportunidades.
He insistido en que el Habitar debe entenderse como un Sistema de Significación, y
que conjuntamente con el Hablar –el otro gran Sistema de Significación- constituyen la
matriz misma de la condición humana, armando el juego y la variabilidad de las cultu-

3
ras. He marcado también el anclaje del Habitar en la espacialidad y su relación estre-
cha con el estar, con ese verbo que en nuestra lengua se asocia con el ser y, a la vez,
se distingue y en cierto modo se le opone. En tal sentido en nuestra tradición cultural
el Habla se inclina por el ser y la propia cadena lingüística la inclina hacia la temporali-
dad. La base de la posibilidad de comunicar las ideas reside en el Hablar mientras que
la base de la posibilidad de concertar los comportamientos reside en el Habitar.
También reitero que ambas sistemáticas se entrelazan de mil maneras en la compleji-
dad de las prácticas sociales y que no se trata de ubicarse en uno u otro de los secto-
res. Se trata, de reconocer el estatuto de equivalencia fundacional y operacional del
Habitar con respecto al Hablar, se trata también de ver sus similitudes y sus diferen-
cias, se trata de reconocer la tensión entre ambos y su necesaria complementariedad.
Figura 1. Para ello imaginé un esquema o modelo gráfico que parte de las dos siste-
máticas contexturando, es decir encuadrando y calificando, a las Prácticas Sociales y
ubicando las personas y las cosas, digamos una diferenciación básica de lo que hay.
Figura 2. Desde ahí se determinan cuatro campos vinculados por las Prácticas Socia-
les o generados por dichas prácticas.
Figura 3. Desde el Hablar, preocupado por el ser y ocupado por comunicar, se gene-
ran discursos sobre las personas y discursos sobre las cosas. A esos discursos los
denominaremos respectivamente Antropología y Cosmología. Perdonen ustedes la
distorsión o ampliación excesiva de ambas palabras respecto del campo disciplinar
que les es asignado, pero la alternativa de crear neologismos me parece que confundi-
ría aún más, y pienso que de manera provisoria y solo en el contexto de esta presen-
tación, los términos pueden entenderse en lo que aquí quiero decir.
Aceptado esto, la Antropología trata –es un tratado, un decir- acerca del ser humano, y
la Cosmología trata acerca del consistir de las cosas.
Del otro lado, del lado del Habitar, centrado en el estar y ocupado en concertar los
comportamientos, se constituyen dos campos de actividad sobre las personas y las
cosas. Los podemos llamar respectivamente Ética y Estética –otra vez disculpándome
por violentar los usos habituales de dichos términos- destinados al accionar de las
personas y al estar de las cosas. Aquí Ética y Estética son ejercicios concretos de in-
teracción con lo que puebla el mundo.
Figura 4. Es decisivo prestar atención a las ondas que vinculan en el modelo a la An-
tropología con la Ética y a la Cosmología con la Estética. Si se rompiera esa relación,
si se cediera a la tentación de incluirse en un lado y renegar del otro, si el decir y dilu-
cidar el ser de las personas se encapsula de tal manera que no atiende a su accionar
o si las prácticas directas vinculadas con ese accionar se consideran autosuficientes y
no recogieran las enunciaciones que las conceptualizan, entonces estaríamos en gra-

4
ves problemas. Tan graves como quedarnos solo con un intelectualismo vacío o con
una operatividad ciega. Si miramos ahora hacia el área de las cosas la situación no
difiere y tampoco requiere mayor aclaración.
Hablar y Habitar constituyentes de la condición humana, son similares en muchos as-
pectos y diferentes y hasta antagónicos en otros, pero se requieren mutuamente. Has-
ta justifican utilizar una analogía o metáfora propia de la física cuántica. Tanto puede
verse y entenderse como reales los componentes –para el caso Antropología y Ética y
también Cosmología y Estética- cuanto leer esa realidad como las ondas que los vin-
culan.
Figura 5. Por último vinculando, conteniendo o amalgamando todos los elementos y
sentidos, del lado del Hablar se instituye una reflexión sobre el mundo, un planteo ge-
neral y primero sobre el ser y el consistir. A esa reflexión la podemos llamar Metafísi-
ca, aunque eventualmente se definiera como negación y rechazo de toda Filosofía
Primera y hasta se renegara del mundo para anclarse o refugiarse en su propio len-
guaje. Para nuestra intención, y en el contexto de esta tesis, eso también cabe bajo el
nombre de Metafísica.
Simétricamente, del lado del Habitar, la contención o amalgama de todos sus elemen-
tos, instituye una apropiación del mundo, una posición para instalar el mundo y operar
en él, establecer una regulación del estar de las cosas y el accionar de las personas. A
esa apropiación –hacerlo propio y apropiado, es decir no ajeno ni inadecuado- la lla-
maremos Estrategia. Esa posición que busca posicionarse, generalmente supone pla-
nificación, prefiguración, procesamiento, pero aunque eventualmente se planteara la
conveniencia de actuar por impulsos directos y recobrar la supuesta autenticidad de lo
espontáneo, también eso cae en la órbita de la Estrategia.
Figura 6. Y otra vez estas diferencias entre la reflexión y la apropiación, es decir, entre
la Metafísica y la Estrategia están vinculadas por ondas, por ondas que atraviesan las
sistemáticas significativas y las prácticas sociales.
Dejándonos llevar por la metáfora, vinculadas por ondas que ondulan al pasar por
esos constituyentes básicos o bien que en su movimiento le dan vida a dichas siste-
máticas y dichas prácticas. En cualquier caso por ondas que hacen que todo lo demás
sea lo que son: emergentes históricos en permanente recomposición.

 Presencia del Habitar y la Estrategia


Quiero resaltar ahora la presencia, el lugar y la importancia del Habitar y de la Estrate-
gia que surge de este modelo.
Aquí habitar no es simplemente una de las funciones que estructuran la ciudad como
lo establecía el urbanismo de la modernidad de las décadas del 20 y del 30, tampoco

5
se especifica como temática exclusiva de la arquitectura y mucho menos en su aten-
diendo solo a la producción de vivienda, ni tampoco se disuelve en una asimilación
con las condiciones que sustentan biológicamente el vivir, perdiendo así toda categori-
zación y correlación conceptual.
Aquí Habitar tiene el mismo rango, la misma jerarquía, la misma sustantividad que el
Hablar. Sobre el sistema del Habla como constituyente, distintivo y determinante de la
condición humana mucho se ha hablado (la redundancia no es gratuita porque de eso
se trata). Toda la tradición filosófica occidental le ha otorgado un lugar central y elimi-
nado cualquier equiparación con otra sistemática. Y si algo competía con el Hablar
eran complejas relaciones y tareas tales como la política, la economía o la ciencia,
todas ellas solo comprensibles a través del habla o elaboradas por medio del habla,
áreas que así de alguna manera resultan tributarias del Hablar.
Lo que estamos planteando, es decir, poniendo a consideración, intentando abrir estas
cuestiones tan esenciales, es un esquema que marca la primordialidad, compartida
con el Hablar, que tiene el Habitar.
Ese compartir –que es diferencia, tensión y también conjunción- en nuestro enfoque
deviene necesario para entender la dinámica cultural.
El enfoque contiene y relaciona la reflexión sobre el mundo con la actividad de trans-
formación, o sea con la apropiación del mundo. Aclaremos que cuando decimos apro-
piación del mundo nos referimos a distintos modalidades que van desde la apropiación
perceptual, pasan por su proyección en medios simbólicos de representación y alcan-
zan la modificación y distribución concreta de lo existente.
Todas estas operaciones no se realizan sobre un mundo que le preexista y que queda-
ría pasivamente dispuesto para su apropiación, antes bien se realizan sobre un mundo
que se constituye y se reformula continuamente por medio de dichas operaciones. En
consecuencia, en correlación con el momento decisivo de la reflexión sobre el mundo
–la Metafísica, siendo ésta lo que en distintas instancias se entiende por tal- presen-
tamos a la Estrategia como la instancia clave –también variable y escurridiza- que se
establece como lógica y mecanismo de la apropiación del mundo.
Habitar es entonces, el Sistema de Significación que se monta sobre la Estrategia, que
la requiere y la habilita.
Habrá, hay y exploraremos, estrategias particulares del Habitar, pero antes hay una
imbricación entre Habitar y Estrategia que es necesario reconocer, o al menos discutir,
para hacer presente con toda su potencia de desmontaje y de construcción un modelo
general, modelo conceptual que da la más profunda razón de ser a la elaboración de
una Teoría del Habitar.

6
 Orientación de las Estrategias
REITERACIONES
El señor le propinó a su lacayo un violento bofetón
con el revés de su mano derecha,
lo injurió con palabras altivas y también con palabras soeces,
y luego lo expulsó de su castillo.
El lacayo se internó en el bosque, sobrevivió como pudo
hasta que luego de un tiempo se incorporó a un grupo de bandidos.
No mucho después asesinó al jefe del grupo
y pasó a comandar esas oscuras huestes.
El azaroso éxito acompañó las acciones emprendidas por los forajidos,
lo que provocó no solo el fortalecimiento del grupo
sino también la ampliación de sus apetencias.
Finalmente decidieron atacar el castillo y otra vez el éxito los acompañó.
El jefe de la banda observó al ahora indefenso señor del castillo,
ocupó su lugar y lo convirtió en lacayo.
Un día el nuevo señor azotó a su lacayo con un violento bofetón,
lo injurió y lo expulsó del castillo.
El nuevo lacayo vagó por el bosque hasta que se encontró con
un grupo de ladrones y se unió a ellos; más tarde usurpó su jefatura...
Este monótono y asfixiante laberinto está causado por la condición de sus
protagonistas: solo son señores o lacayos.

Corolario epistemológico:
el descrédito de la doctrina del eterno retorno
no proviene de su imposibilidad de refutación o verificación,
proviene del aburrimiento.

Si bien el Habitar de cada una de las personas, de cada grupo o sector y de cada pue-
blo, tiene diversidad de orientaciones o propósitos, en cada caso se puede encontrar
un objetivo predominante o, en nuestros términos, una orientación particular que guía
su Estrategia.
Podemos verificar en Iberoamérica el ejercicio frecuente de estrategias para sobrevivir.
Estrategias puestas en funcionamiento por los individuos más vulnerables, menos
afortunados, marginados o excluidos del sistema social. Del mismo modo podemos
pensar en grupos o sectores con rasgos similares. Aunque en muchos casos se regis-
tran estrategias bien urdidas y exitosas, si solo apuntan a la sobrevivencia no alcanzan
para modificar la situación de desamparo estructural que las justifica u obliga. Más
extraña, pero no menos real, es la existencia de pueblos enteros que han sido llevados
a un Habitar cuya orientación estratégica es la sobreviviencia.
En todos estos casos sobrevivir no se define solo como evitar o postergar la muerte;
sobrevivir implica sostener una identidad, reconocerse en una Ética y una Estética que
sobre una base tradicional se adecua, precisamente para sobrevivir, a las condiciones
que impone la transformación tecnológica y social, apropiándose de ellas de manera
particular e irreverente.

7
En franca oposición podemos ubicar una Estrategia del goce, un Habitar cuyo objetivo
es gozar. Y aquí no estamos hablando de lo que podríamos llamar los placeres sim-
ples y tranquilos que tal vez pudieran tenerse. Aquí aludimos al gozar en los límites de
la sofisticación, en la consecución de todo lo que se presenta como deseable, en la
pretendida superación del tedio saltando frenéticamente de uno a otro goce sin tiempo
siquiera para elaborar el deseo. Que nos dispongamos para esta Estrategia, más allá
de la posibilidad de cumplimentarla aunque sea parcialmente, es la meta de todo el
aparato publicitario y de toda la maquinaria de abrupta obsolescencia de todos los
productos, y por supuesto también de las personas, que nos rodean. Los formatos
tradicionales de los hedonistas o los llamados epicúreos, eran en comparación mode-
los sosegados y algo contenidos. La actual Estrategia del goce es una desesperada
tentativa por evitar la vacuidad, no por ello menos egoísta y perversa.
Otros individuos y grupos orientan estratégicamente su Habitar hacia el triunfo, hacia
el éxito. Esto supone generalmente una Ética que exige esfuerzo y preparación, pero
cuyo valor solo se puede medir en términos de éxitos tangibles, sea de posición eco-
nómica o social, o mejor ambas al mismo tiempo.
Cualquier recorrido nunca vale por sí mismo, solo la meta del triunfo lo justifica. De ahí
un ordenamiento en ganadores y perdedores, en exitosos y fracasados. Y sobre esos
otros cae la descalificación y el más despiadado desprecio. Si Habitar es apropiación
del mundo, en la Estrategia orientada al triunfo los ganadores se apropian, en términos
de la más dura y mecánica posesión, de todo el mundo.
En la sociedad capitalista del siglo XXI, otras personas y grupos, han adoptado una
Estrategia cuyo objetivo es escabullirse. Esto está presente en todo nuestro mundo
globalizado pero se manifiesta con particular énfasis en Latinoamérica. Desconfiando
con razón de todos los formatos institucionales, donde no se los admite o se los relega
a posiciones denigrantes, han optado por instalarse en los intersticios, en los lugares
reales y simbólicos menos controlados, donde intentan escabullirse, hacerse invisibles,
indetectables. Es difícil discernir en que medida esto es una imposición o una elección.
El llamado trabajo informal o trabajo en negro y la condición de migrantes indocumen-
tados son factores importantes en los modos de Habitar de quienes se escabullen,
lidiando siempre con los límites que el orden imperante les habilita.
Otra orientación estratégica es ejercida por individuos, grupos y países, y sufrida por
otros muchos. Se trata de la Estrategia de la dominación, cuya forma acabada es el
sometimiento puesto que esto implica la aquiescencia del sometido a ese proyecto
estratégico. Situaciones de esclavitud, de servidumbre y de marginación degradante
son el inevitable resultado de la eficacia de la dominación. En términos concretos y
específicos del Habitar esto supone una única modalidad o estilo de Habitar que se

8
registra como adecuada, verdadera y, en última instancia como la única forma de
Habitar legítima y posible. En rigor, se trata de una de las dimensiones sustantivas del
aparato ideológico.
Nuestros pueblos, muchos grupos y organizaciones con voluntad de transformar en su
medida y armoniosamente las formas actuales de Habitar en Latinoamérica, y los es-
fuerzos de quienes quieren hacer explícitas las condiciones de imposición ideológica, y
más aún de quienes de hecho modulan otros cantos del Habitar, han puesto en ejerci-
cio la Estrategia de la liberación.
Esta orientación viene de larga data y es evidente que el bicentenario que estamos
conmemorando, es el bicentenario de los comienzos de la lucha por la liberación. Se
trata de una orientación estratégica –con avances, desviaciones, frustraciones y recu-
peraciones- que no se inscribe solo en instituciones políticas, protocolos legislativos o
concepciones filosóficas, se trató siempre de algo más decisivo, se trató de liberarnos
para Habitar con dignidad, solidaridad y múltiples matices el espacio donde jugamos
nuestra vida.
Precisamente, muchas vidas fueron segadas por sustentar una Estrategia liberadora –
socavada tanto con medios frontales y brutales cuanto con procedimientos arteros e
insidiosos- pero, en el fondo, la Estrategia de liberación es irrenunciable y está orien-
tada hacia horizontes siempre renovados y se enriquece con la experiencia de todos
los esfuerzos que demanda ese objetivo.

 Motivos para atender al Habitar


Cabe preguntarse una vez más cuáles son las razones para ocuparnos con tanto des-
pliegue y énfasis por el Habitar.
Ocupación y preocupación por el Habitar que nos llevó a la construcción de una teoría
específica, o al menos a plantear sus bases e imaginar líneas de desarrollo, que nos
pide la reformulación del Habitar en el contexto disciplinar de la arquitectura y el dise-
ño, y en especial a verificar la necesidad de ponerlo en el eje orientador de la estructu-
ración de su sentido.
Ocupación y preocupación que nos llevó a generar una asignatura con la designación
expresa de Teoría del Habitar, primero en la Universidad de Buenos Aires y poco des-
pués, con sus rasgos y protagonistas propios, en la Universidad de San Juan.
Ocupación y preocupación que nos marcó la necesidad de trascender los límites de
las disciplinas proyectuales para comprometer en su problemática a la Filosofía, a las
Ciencias Sociales y a las Ciencias del Ambiente. También nos llevó, gracias a la com-
prensión y el aporte de muchos profesionales, estudiosos y profesores de diferentes
vertientes a la creación de esta voluntariosa Asociación Latinoamericana de Teoría del

9
Habitar, capaz de convocar Congresos en distintas latitudes y recibir hoy más de un
centenar de ponencias.
Creo que una razón primordial para todo esto se devela por medio de la ubicación que
le estoy acordando a la Estrategia. Dada esa ubicación de la Estrategia que emerge
de la necesaria actitud humana de incidir sobre el mundo, de no instalarse resignada-
mente en un medio sino de instalar el medio, en definitiva, de apropiarse del mundo,
se plantea actualmente como dilema o alternativa.
La cuestión es si cada uno –persona, grupo o pueblo- opera libre y lúcidamente su
Estrategia o si cada uno –persona, grupo o pueblo- es operado con engaño o prepo-
tencia por una Estrategia ajena.
La cuestión no es una simple y transparente elección, que si así fuera no dejaría mu-
cho lugar para la duda. La cuestión es si se habilita esta cuestión, si lo poderosos me-
dios, que no parecen tener límites en extensión y continuidad espacial y temporal, no
inhiben el planteo mismo de una alternativa. Si podemos evitar ser habitados para
construir una auténtica posibilidad de habitar. Entonces, la cuestión pasa primero por
ser conscientes de la cuestión, porque un habitar consciente de las personas y de los
pueblos no consiste en dejarse llevar por los hechos o la aceptación de las costum-
bres, sino en la elaboración y puesta en práctica de Estrategias destinadas a modelar
un generoso accionar con los otros y una armónica regulación del estar de las cosas.
En este sentido, hoy la Estrategia básica es, como decíamos antes, una Estrategia de
liberación, de simple pero necesaria apertura de posibilidades.

 Habitar la Ciudad
FANTASMA AMABLE
Las gotas de lluvia cuelgan de las hojas de los árboles,
de los bordes de las cornisas y de los festones de los toldos.
También se acumulan en pequeños charcos
en las veredas y en el empedrado de las calles.
Hace ya buen rato que ha dejado de llover,
pero cuando una ligera ráfaga acelera los aires,
la lluvia que ya no es,
parece volver fugazmente cuando cae desde las alturas,
o cuando un paso desprevenido no evita su breve chapoteo en el piso.
Estos accidentes menores son recuerdo de lo que no está,
de lo que pasó sin estridencia ni importancia,
pero recuerdo que insiste con efectos concretos aunque mitigados.
Parecería que la lluvia no se quiere ir, aunque muy pronto
será anulada por el sol implacable y la memoria imprecisa.
La lluvia no sabe, pero si pudiera hacerlo sabría
que ahora el aire y el suelo están más limpios.

Corolario epistemológico:
siempre subsiste alguna esperanza.

10
Hablar y Habitar, las dos sistemáticas de la significación cuyo ejercicio y construcción
diversificada y permanente, nos constituye como especie humana, se desarrollan en el
espacio y el tiempo. Cabe señalar que Hablar y Habitar, al igual que espacio y tiempo
son entidades en las que siempre se está en ellas, que nos enmarcan, que su com-
prensión se hace difícil porque no se puede ponerlas afuera o frente a nosotros, no se
puede convertirlas en dóciles objetos de estudio, puesto que nos incluyen y hasta
cuestionan la distinción sujeto-objeto.
Pero más allá de las complejas controversias y concepciones enfrentadas que espacio
y tiempo han disparado en todas las prácticas sociales, en cada caso su presencia es
inevitable. Desde las políticas a las artesanías, o desde las religiones a los deportes,
espacio y tiempo requieren ser considerados y en lo posible controlados.
Sin embargo, puede reconocerse que el Habitar, al reclinarse sobre el Estar se inclina
en el mismo gesto sobre la espacialidad, espacialidad de la que no puede desligarse
en ninguna instancia práctica o teórica. En cambio, el Hablar, especialmente cuando
explícitamente se aboca al Ser, se inclina por el Tiempo, que tiene la condición de dis-
currir tal como discurre la palabra, aunque ese propio discurso duda sobre si no se
trata de un inevitable escurrirse del Tiempo y la palabra. Cabe consignar que ese decir
metafísico siempre se siente deslumbrado por el espacio pero que, por eso mismo,
nunca puede verlo ni, en consecuencia, encuadrarlo en su objetividad discursiva.
Si hemos hablado de sistemas de significación, la codificación les es inherente y con
ello la existencia y circulación de los signos. Con la reiteración casi inconsciente del
signo, se produce su naturalización, su identificación con la realidad, el olvido de su
artificialidad primigenia. El arte, el diseño y la teoría son acciones renovadoras, recodi-
ficantes, que habilitan el circuito constituido por un origen convencional, la naturaliza-
ción y la recuperación de su artificialidad, configurando así la estructura social del có-
digo.
Existe una producción humana donde toda esta compleja trama de Hablar y Habitar,
espacio y tiempo, codificación, naturalidad y artificialidad, parece confluir y desarrollar-
se con esplendor no exento de alta conflictividad. Esa producción es la Ciudad.
La ciudad parece reunir muchos de los atributos de un código: implica una partición
ordenada del espacio, se asignan y delimitan ahí los comportamientos, resultan así
significativos sus lugares, se acuerdan las conductas apropiadas a cada ámbito, se
asumen como funcionalidad natural dichos acuerdos, y se manifiesta la artificialidad
como procedimiento recodificante en las poéticas arquitectónicas que la renuevan.
Sin embargo, la ciudad no es producto teórico, es por el contrario, marco real de la
experiencia; no está compuesta por unidades abstractas sino por el resultado del tra-

11
bajo y la capacidad técnica y artística de sus habitantes, por las consecuencias de sus
intereses y ambiciones. Parece necesario, entonces, otorgarle un particular sentido; la
ciudad es el reverso concreto del sistema abstracto, es la materialización del código.
El tiempo y el espacio se entrelazan y superponen en ella. Sus dos modos básicos de
reconocimiento son el enfoque y el recorrido.
Enfocar es hacer significativo un grupo de elementos próximos, evidenciar una rela-
ción apoyada en la contigüidad, en la espacialidad. Por eso el enfoque –correlato del
sintagma lingüístico- es objeto de la gestión del pintor y del fotógrafo, búsqueda de las
imágenes.
En el recorrido se van asociando elementos no iguales sino similares; la visión de una
cúpula evoca a las otras cúpulas, cada portal remite a los otros portales. Se manifies-
tan, las asociaciones en ausencia, generadas por la memoria de la ciudad. Se trata
ahora del correlato del paradigma lingüístico.
Algunos juegos retóricos de inversiones o simetrías especulares del habla se aplican
con peculiar pertinencia y sugerencia explicativa a la ciudad.
Se puede describir a la ciudad como:
– el espacio de la política o la política del espacio.
– el lugar de la historia o la historia del lugar.
– el centro del poder o el poder del centro.
– el ámbito del arte o el arte del ámbito.
– el intercambio de la experiencia o la experiencia del intercambio.
Esta recurrencia de la imagen especular en la noción de ciudad parece responder a la
condición, específicamente humana, de tomar conciencia de sí mismo al enfrentar su
propia condición. Dos notas definitorias de la ciudad son el encuentro y la construc-
ción, porque el hombre se reconoce en los otros hombres –el fundamento del encuen-
tro- y en el resultado de su producción –el sentido de la construcción-.

 Habitar la Tierra
La instalación de la ciudad fue una instancia decisiva o punto de inflexión en la rela-
ción de los humanos con la espacialidad, con su instalación fueron innumerables las
cosas y las instituciones que se instalaron.
Pero eso ocurrió muchos milenios después de nuestra inicial constitución, a lo largo
del proceso de la progresiva determinación de una especie que emerge de la naturale-
za muda y estable, para acceder a su interpretación y su transformación. Desde los
orígenes en el abandono de la foresta para el aventurado despliegue por la llanuras, la
espacialidad signó la realidad y la intención de los seres humanos.

12
Uno de los rasgos más notables y verificables fue su voluntad inquebrantable por ocu-
par todos los lugares, desde los cálidos pastizales a los helados pedregales, desde las
costas marítimas a los bosques que bordean los ríos caudalosos. Lentamente fuimos
ocupando todo el planeta, una voluntad, casi una compulsión por avanzar parecía
orientar nuestros pasos.
Así habitamos la Tierra, muchas veces sintiéndonos parte de ella, otras veces hijos de
ella, o bien cuidadores meticulosos. También tomamos actitudes menos reverentes,
fuimos obligados recolectores antes del cultivo y la cría, nos encarnizamos con cruel-
dad entre nosotros por adueñarnos de sus riquezas reales o imaginadas.
Pero hasta no hace mucho la insignificancia de nuestro poder no tenía consecuencias
sobre una naturaleza que nos excedía y, tal vez, nos perdonaba. El poder que como
especie ostentamos hoy hace que la Tierra ya no pueda albergarnos si los más crudos
y bajos intereses circunstanciales priman sin contención alguna.
Lo cierto es que desde hace varios siglos –para fijar una fecha digamos desde el tiem-
po de los grandes descubrimientos que comienza hacia fines del siglo XV- la actitud de
Europa occidental fue conquistar la Tierra. Que a los personajes principales de esta
etapa se los llame de manera valorativa Conquistadores no deja dudas.
La relación con la Tierra rápidamente pasó, como su lógica imperial implica, de la con-
quista a la voluntad de dominación, dominación de la naturaleza y de los pueblos. Ni
los pueblos ni la naturaleza se dejan dominar tan fácilmente, la magnitud territorial
ante la que se enfrentaban y la perseverancia en sus valores y en su libertad de los
pueblos no hicieron simple esta tarea de sometimiento que, de todos modos se fue
progresivamente imponiendo aunque afortunadamente sin logros totales.
Dominada y controlada la Tierra el paso siguiente consistió en su explotación, puesto
que para ello se habían puesto los esfuerzos de conquista y dominación. La explota-
ción no tuvo miramiento o restricción alguna; desde la devastación hasta la esclavitud
fueron instrumentos utilizados sin reparos.
Hoy los límites que requieren estas políticas no derivan de una toma de conciencia por
parte de los explotadores de la iniquidad que comporta, de la violencia moral que con-
lleva. Hoy los límites más objetivos los impone la propia Tierra, la Tierra lo dice en el
lenguaje de la destrucción y contaminación de las aguas y los aires, de los desastro-
sos cambios climáticos que ya están en marcha, de la extinción de especies y los des-
equilibrios ecológicos.
Los necesarios e impostergables cambios sustanciales que se necesitan no vendrán
de la mano de los que recogen la herencia de la conquista, la dominación y la explota-
ción. Vendrán de la renovación política y social de quienes fueron los conquistados,
dominados y explotados. En esa dirección debemos poner todo nuestro esfuerzo.

13
Nada será fácil ni cedido con benevolencia y comprensión, pero en esto se nos va la
vida, la nuestra y todas las vidas de un futuro que queremos preservar.
Se trata simplemente de construir una Estrategia para Habitar la Tierra.
REFLEJOS
He visto el agua en la Luna,
he visto la Luna en las aguas.
He visto los frutos del verano,
he visto el verano en los frutos.
he visto la sangre de los pueblos,
he visto los pueblos en la sangre.
He entrevisto la crueldad sin límite.
no me atrevo a mirar el espejo.

Corolario epistemológico:
una mirada dispuesta a ver
nos maravilla y nos avergüenza.

14
figura 1

figura 2

figura 3

15
figura 4

figura 5

figura 6

16

Anda mungkin juga menyukai