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· Monje a orillas del mar (1808-1810)

Caspar David Friedrich (1774-1840)

Otra de sus obras de este


mismo momento es esta.
También recibió bastantes
críticas. Es verdad que es una
pintura muy osada dentro del
Romanticismo europeo pues
rompe con algunas tradiciones.
Friedrich, desde el punto de
vista técnico rompe de nuevo
con la idea de la perspectiva
conseguida a través de la
profundidad, pues ya no existe
una pirámide visual (como
ocurría en el Renacimiento), de
tal manera que el espectador percibe la profundidad del paisaje a través de la superposición de
capas (orilla delgada que ocupa la parte inferior; después otra capa delgada que representa un
mar muy oscuro, que parece más opresivo y que posee un horizonte muy bajo; por último,
prácticamente las 5/6 partes del lienzo son ocupadas por un cielo nublado). Cada una de las
capas es totalmente autónoma. La figura minúscula es la única vertical del cuadro y se sitúa en
el único lugar más adelantado de la orilla. Nosotros somos capaces de ver la perspectiva del
cuadro gracias a las capas y a la minúscula figura que nos hace ver la escala a la que está el
cuadro, por lo que es una manera totalmente distinta a la que estamos acostumbrados.

Lo que más llama la atención del lienzo es el monje de espaldas, vestido con ropas oscuras.
Llama la atención porque es la figura con la que el público se identifica, pues es el único
elemento humano. De alguna manera, Friedrich consigue contagiar al espectador del estado de
ánimo en el que está este personaje y, de alguna manera, invita a reflexionar sobre la pequeñez
del hombre en comparación con el universo infinito. Hay expertos que especulan con la
representación del propio Friedrich contemplando la naturaleza.

Sin embargo, lo que importa de la obra es que el paisaje se ha convertido en una alegoría de la
soledad humana, pues el hombre no está participando de ella sino que solo está sobrecogido
debido a todo lo de su alrededor.

Hay que hacer mención a la importancia que poseen las figuras representadas de espaldas en
las obras de Friedrich, situadas a distintas escalas. Es un recurso utilizado para que el espectador
se vea reflejado en la obra, se identifique con ella y sea capaz de experimentar las mismas
sensaciones que las que tiene el personaje.
Es una obra en la que se observa bastante bien el concepto de lo sublime, la idea de la naturaleza
grandiosa, sobrecogedora, que atrae, siendo una especie de ambivalencia entre deseo y
repulsión.

Este tipo de imágenes infinitas, románticas, serán un punto de partida muy interesante para
muchos artistas pero, en concreto, para la escuela americana del Río Hudson, como fue Thomas
Cole, cuyos miembros de la escuela se dedicaron a representar las grandes naturalezas
americanas como muestra de la creación divina.

Este trabajo de Monje a orillas del mar, influirá en otros autores


posteriores como fue El Mediterráneo en Palavas (1854) de
Gustave Courbet.

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