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El papel de los economistas

Mi sobrino quiere estudiar Ciencias Económicas y a veces me resulta difícil


hacerle entender para qué sirve esta profesión. Pueden ofrecerse muchas
explicaciones. Una de ellas es que «la economía es lo que hacen los
economistas» (que se debe a Jacob VINER) y otra puede ser que «la economía es
el estudio del dinero y de la razón por la cual éste es bueno», que se debe a
Woody Allen y que evidencia lo afirmado al principio. Estas y otras definiciones
han sido recordadas recientemente por Nikklaus BLATTNER, subgobernador del
banco central suizo, tratando de alabar a estudiantes de economía por su buena
elección. Trabaje en una organización privada o se dedique al ámbito público, el
economista debe caracterizarse por aplicar sus conocimientos a la resolución de
problemas reales, concretos. En qué campo o área se sitúan esos problemas es
secundario porque lo importante es el modo de razonar, que es lo que subyace en
la definición de Jacob VINER. Se puede buscar cómo maximizar el bienestar
social o la eficiencia, aplicado a cualquier campo, desde la organización de un
sistema sanitario, la decisión de los programas de educación hasta el diseño
impositivo, pasando por la regulación financiera. En este proceso hay un requisito
de comprensión del funcionamiento de la sociedad y hay una voluntad de obtener
resultados. Las decisiones las toman personas con responsabilidad (política o
directiva), pero los economistas les deben presentar las alternativas que existen y
razonar las formas de conseguirlas, incluyendo sus costes («usos alternativos de
factores escasos»). El problema es que la identificación de alternativas y costes a
veces no es fácil, lo que lleva a obtener distintos menús de actuación, según el
economista que los haya elaborado. La economía no es una ciencia exacta como
tampoco lo es la medicina: los diagnósticos pueden diferir entre especialistas y los
tratamientos varían con el tiempo. También, como en la medicina, es importante
tener un buen ojo clínico, para poder intuir la mejor forma de plantear los
problemas, y la capacidad de presentar explicaciones claras, sencillas y atractivas.
Así, algunas veces se ha planteado la economía como «arte», además de como
«ciencia». La receta para ser un buen economista contiene curiosidad por
comprender las acciones humanas, capacidad para abstraer principios y rigor de
análisis. Esta es la economía positiva que es capaz de llegar a anticipar
consecuencias de distintas actuaciones. Un paso más allá vendría de la mano de
la economía normativa, que busca aplicar esos métodos de análisis para
conseguir cambios en la realidad.

Fuente: www.cincodias.com (11/11/2004)

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