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Podríamos afirmar que la existencia humana es corporal y percibimos el mundo desde y por nuestro cuerpo.

La corporeidad como la percepción del cuerpo, y el movimiento motriz dándole expresión al mismo, son elementos
característicos y distintivos de la especie humana.

A partir de estas dos características interactuamos, percibimos, recibimos información, sentimos y le damos significado al
mundo exterior y a la relación con nuestros pares, otorgándole sentido a la existencia humana en la tierra.

Desde la concepción del ser, desde que el óvulo es fecundado por el espermatozoide y el huevo cigoto comienza a
desarrollarse en el útero materno, comenzamos a sentir al mundo a través de la interacción de la madre con la sociedad,
siendo ésta la primera socialización primitiva del nuevo ser con el mundo.

Al nacer, el bebé se va apropiando de su entorno desde su rol de infante. El llanto, la sonrisa, la búsqueda constante de la
mirada, el pataleo para conocer sus extremidades, la aprensión de la mano, la succión como forma de alimentarse a través
del pecho materno, son toda una definición de la forma de apropiación del mundo, de sentir el mundo, de cargarlo de
afectividad para interactuar con él.

La Educación Corporal como fuente de desarrollo y salud global

Desde el nuevo paradigma se propone la construcción del cuerpo social en relación con el entorno a través de que ambos se
modifican dialécticamente y recíprocamente.

El cuerpo debe de ser considerado en su integridad, explorando su capacidad sensorial y perceptiva, integrando distintas
nociones sobre el entorno físico y proyectarse hacia el campo de las ciencias, del arte, del trabajo creativo o de los deportes
complejos.

La educación física, en el viejo paradigma, construía solo un adiestramiento de cómo usar el cuerpo sano dentro del mundo
altamente perfeccionado del mundo laboral. Su primitivo objetivo era el de educar no para ser más saludable, o para poder
ejercer nuestras libertades en pos de un desarrollo individual y colectivo; al contrario, adiestrar para ser más saludable para
poder trabajar más horas en el mundo laboral, extrayendo del cuerpo, toda naturalidad y frescura física.

El nuevo paradigma que envuelve la Educación Física está centrado en generar las condiciones que posibiliten la
introspección del hombre sobre su ser corporal y promover su relación dialéctica con las actividades físicas y deportivas para
permitirle desvelar los determinantes culturales que subyacen en ellas y hacerlas propias.

Esta libertad física, esta ludicidad superadora, se exponía en la práctica cotidiana deportiva después del trabajo. No es casual
que la ramificación de los clubes de fútbol modernos se dé en ciudades altamente desarrolladas en el mundo laboral:
Manchester, Liverpool, Madrid, Berlín, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Budapest, Paris, Ámsterdam, Moscú. En cada de una
de estas ciudades eran polos de desarrollo productivo importante dentro del mundo industrial de fines del siglo XIX y principios
del siglo XX. Cada trabajador en sus pequeños ratos de ocio desarrollaba sus virtudes físicas en búsqueda de su expansión
de su ludicidad deportiva. No es otra casualidad que los clubes argentinos, nacieran en la ramificación de los ramales
ferroviarios o en los puertos o en los lugares de alta expansión social.

Estos centros de desarrollo de la civilización fueron los primeros en revelarse del poder que ejercía el capitalismo sobre el
cuerpo y propusieron argumentación pedagógicas liberadoras de la corporeidad humana.
La práctica de cualquier deporte colabora en la creación de cualidades y habilidades que permiten la formación de deportistas
integrales, otorgándoles herramientas para afrontar el día a día en la vida cotidiana.

Estas virtudes se ven fortalecidas desde intervenciones del deporte en la niñez atravesando la búsqueda de la personalidad
de la adolescencia, culminando en el fortalecimiento y desarrollo en la edad adulta. Las bondades del deporte atraviesan la
vida humana, sembrando más allá de la propia práctica y su delimitación en los campos de juegos y en la competencia.

Pero nos deberíamos de preguntar ¿cuáles son las herramientas o valores que otorga la práctica deportiva?

Podríamos enumerarlos de la siguiente manera y de forma sencilla:

 La competencia continua con los demás y con uno mismo,


 La cooperación grupal,
 La pertenencia a un grupo, un color, un espacio y un lugar,
 La adaptación a las normas generales y específicas,
 La autovaloración y la estimación ajena,
 El respeto hacia el contrario,
 La voluntad individual y grupal de auto superación,
 La asimilación del éxito y la tolerancia del fracaso.

Pero podríamos preguntarnos: ¿por qué la actividad deportiva despierta la fascinación masiva? (Recordemos la cantidad de
ligas amateur que existen y que. fin de semana tras fin de semana practican fútbol, voleibol, o pedestrismo). El factor central
lo lleva la competencia, esa sensación de adrenalina de medirse frente a otro contrincante / compañero ante los mismos
factores de ludicidad, de juego.

Desde una mirada más amplia la Asociación de Psicología Deportiva Argentina, asevera en sus publicaciones anuales, los
principios que benefician la práctica continua y asidua del entrenamiento físico deportivo:

 El mejoramiento del estado psíquico


 El incremento del proceso de maduración psicológica
 El desarrollo psicomotor
 La adaptación a las distintas circunstancias de la vida diaria
 El beneficio de la conciencia de grupo
 La gran capacidad de aprendizaje continuo
 La identificación con un grupo, un lugar, el sentido de pertenencia
 La diferenciación de los otros

Los deportes deberían ser divertidos tanto para los atletas, como para los entrenadores. La oportunidad de divertirse está
constantemente identificada por los estudiantes como el incentivo número uno para participar en deportes en la escuela
secundaria. Pero la diversión a la que hacemos referencia no es la diversión sin sentido que observamos en nuestros
vestuarios, en el ómnibus, o en fiestas organizadas por los equipos; si no que es el orgullo, satisfacción y realización que un
joven experimenta al mejorar su fortaleza, velocidad y capacidad luego de horas de entrenamiento y práctica. Es la emoción
y el entusiasmo que se experimenta al alcanzar un nuevo logro personal en la competición. Ésta es la diversión que buscan
todos los atletas y entrenadores: la diversión de sentirse bien con uno mismo.

Cuando los atletas experimentan este tipo de diversión, se sienten consumidos por el deseo de experimentar más…
preferentemente lo antes posible. La actitud más importante que enseñan los entrenadores puede ser desarrollar este deseo
de diversión.

Cuando los atletas han satisfecho el deseo de divertirse, son más propensos a:
 Esforzarse con todo su corazón para alcanzar la excelencia.
 Dedicarse al entrenamiento duro en forma persistente y consistente.
 Mostrar la confianza en sí mismo que requiere entrenar y competir entregando lo mejor de uno, al tomar
decisiones difíciles y hacer sacrificios.
 Estar ansioso por mostrar su capacidad en la competición, sin miedos ni dudas sobre sí mismo.
 Ganar fortaleza personal al respetar, ayudar y preocuparse por sus compañeros de equipo.

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