Por
MAURICIO SALGADO OYARCE
Santiago, Chile
2005
A Mitzi, para quien el derecho será
siempre más de lo que para mí pudo
ser la teoría.
1
RESUMEN .......................................................................................................... 4
INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 5
Superando las lecturas clásicas: inquietudes a resolver ................................. 7
Esquema de trabajo para la investigación: El contexto y la descripción ......... 9
Estrategias analíticas en la teoría social contemporánea ............................. 13
UNO
LA OBSERVACIÓN JURÍDICA DE MICHEL FOUCAULT: EL AFUERA DEL
DISCURSO LEGAL .......................................................................................... 20
Introducción................................................................................................... 20
Discurso y Poder: La preeminencia del afuera del discurso.......................... 22
La problemática central: Poder y la legitimidad externa del derecho ............ 34
Colofón .......................................................................................................... 40
DOS
LA INSCRIPCIÓN JURÍDICA DE JACQUES DERRIDA: EL ADENTRO DEL
DISCURSO LEGAL .......................................................................................... 43
Introducción................................................................................................... 43
La presencia de Husserl y la batalla contra el logocentrismo........................ 45
La problemática central: El derecho y su Fuerza Autolegitimante................. 50
Colofón .......................................................................................................... 57
TRES
LA TEMATIZACIÓN JURÍDICA DE JÜRGEN HABERMAS: EL AFUERA DEL
SISTEMA DE LOS DERECHOS....................................................................... 59
Introducción................................................................................................... 59
La acción comunicativa y el afuera de la comunicación................................ 63
La problemática central: Principio democrático y la legitimidad externa del
derecho ......................................................................................................... 70
2
CUATRO
LA OBSERVACIÓN JURÍDICA DE NIKLAS LUHMANN: EL ADENTRO DE LA
COMUNICACIÓN LEGAL ................................................................................. 77
Introducción................................................................................................... 77
La distinción (de Sistema y Entorno) y el privilegio de la comunicación........ 79
La problemática central: La autolegitimación del derecho............................. 88
Colofón .......................................................................................................... 93
CINCO
CONCLUSIONES: EL DISCURSO FILOSÓFICO DE LA POSMODERNIDAD 96
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................... 108
3
RESUMEN
4
INTRODUCCIÓN
1 Soriano, Ramón, Sociología del Derecho, Ariel Derecho, Barcelona, 1997, pág. 16.
5
sociología del derecho). Arnaud y Fariñas2 han subrayado la extraordinaria
progresión (progresión geométrica señalan) de la sociología del derecho,
relacionando el avance de esta clase de estudios con el desarrollo económico y
la democracia política, afirmando que la sociología del derecho es todavía “un
lujo de ricos”. Esto es cierto en la medida que la sociología del derecho, como
cualquier otra rama de la sociología, encuentra su caldo de cultivo en los países
avanzados y democráticos. La sociología empírica y comparada, necesaria para
una correcta investigación del derecho, suele ser cara, floreciendo
principalmente en los grandes centros de investigación mundial; asimismo, son
los sistemas democráticos consolidados como el de los países desarrollados
quienes disfrutan de la libertad e inquietud necesarias para la promoción de
estos estudios. En contraste, en los países con sistemas autoritarios o con
transiciones incompletas hacia la democracia no se presentan estas
condiciones. Pero, con todo, no menos cierto es que el proceso se impone
también en un paradójico sentido inverso. Son aquellas mismas condiciones de
pobreza relativa como también de transición hacia la democracia las que
presionan por una mayor reflexivización del asunto, lo que empuja la pregunta
por las condiciones socio-jurídicas de estas sociedades. En Latinoamérica hoy
por hoy se hace evidente la presencia de esta reflexión, en particular desde
inicios de la década de los noventas, cuando se comienzan a pensar las
posibilidades de asegurar regímenes democráticos más profundos y estables,
amparados en derecho, luego de traumáticas experiencias dictatoriales3.
2 Arnaud, A. J. Y M.ª J. Fariñas, Sistemas Jurídicos: Elementos para un análisis sociológico, Madrid, Universidad
Carlos III de Madrid, 1996.
3 Cfr. por ejemplo la completa colección “Nuevo Pensamiento Jurídico” publicada por la Universidad de los Andes y la
Pontificia Universidad Javeriana, ambas de Colombia, y que surge como necesidad de las reformas jurídicas que
este país vivió a comienzos de los noventa.
6
posibilidades de interpretación e investigación. Febbrajo,4 examinando los
últimos treinta años del desarrollo de la sociología del derecho, encuentra los
siguientes avances en el abordaje que la teoría de la sociedad hace del
derecho: a) en el objeto: una diversidad temática frente a la antigua perspectiva,
de doble signo, de las relaciones derecho/sociedad; b) en el método: la
combinación de toda clase de métodos sociológicos y técnicas legales; c) en la
orientación: la desmitificación del conocimiento del derecho; d) en el propósito:
el intento de la unificación de los sectores de la investigación sobre una base
unitaria; y e) en las relaciones: la intersección con las demás ciencias sociales y
jurídicas.
Como todo lo que puede ser dicho, es sobre el proceso evolutivo de la sociedad
donde las descripciones del derecho se han hecho presentes en la teoría de la
sociedad. A las lecturas clásicas que pensaban el derecho como la cobertura
formal que garantiza e impone los intereses de las clases dominantes (Marx5), o
que definían su función moderna en términos de asegurar la integración social
como equivalente funcional de la moral en las sociedades tradicionales
(Durkheim6) o que buscaban comprender lo que “de hecho ocurre en una
comunidad en razón de que los hombres consideren subjetivamente como
válido un determinado orden y orienten por él su conducta práctica” (Weber7),
originadas todas en un contexto de transición entre sociedades marcadas por la
diferenciación cultural (o de carácter estratificadas) a unas articuladas por la
diferenciación funcional (o de carácter sistémica) se muestran hoy insuficientes,
en conjunto con las reflexiones a que dieron lugar, debido principalmente a que
7
es el último tipo de “orden” social el que se ha impuesto. Las lecturas clásicas
no podían prever que la sociedad actual entendida bajo la semántica de una
“modernidad radical” no se derrumbaría bajo la crisis terminal del capitalismo, ni
se desintegraría ante la inexistencia de un sustrato moral “cohesionador” de los
individuos que la “componen” ni tampoco perecería encerrada en la jaula de
hierro racional-burocrático-legal que ella misma parecía crear. Después de todo,
la sociedad hoy sigue funcionando y es lo que es sin importar las descripciones
fatalistas (también optimistas) que de ella se hagan. Antes que prgnosis, se
requiere poder interpretativo y explicativo de lo que hoy sucede. Es el desafío
de la teoría social contemporánea en la descripción que del derecho haga.
8Cfr., Mascareño, A., “Sociología del derecho (chileno y latinoamericano)”, en Revista Persona y Sociedad, Vol.
XVIII, No2, Agosto de 2004, como también, del mismo autor, “Teoría de Sistemas en América Latina”, Revista
Persona y Sociedad, Agosto de 2003.
8
variados intentos racionalistas de control y los modos en que entendemos (en
cuanto a organización, estructura, función y evolución) el derecho moderno.
9
el modo en que la teoría social contemporánea supera algunas distinciones
clásicas, en cuyo centro están, nos parece, principalmente distinciones de tipo
trascendental, tales como razón y sujeto. La segunda problemática tiene que
ver con el modo en que este descentramiento de nociones tradicionales ha
transformado la comprensión de la estructura y función del derecho, con
múltiples consecuencias: nosotros exploraremos sólo una de ellas a lo largo de
nuestra investigación, intentando resolver cómo la teoría social contemporánea
zanja la pregunta por la validez del derecho (cuando esta validez ya no puede
estar ni en la razón ni en el sujeto). Finalmente, la tercera problemática a
explorar es de carácter lógico – teórico; pone el acento en el modo en que las
teorías abordadas solucionan el problema de lo que aquí hemos llamado “las
paradojas autoproducidas” de toda observación que observa sólo aquello que
puede observar, no observa lo que no puede observar y, finalmente, no puede
observar que no observa lo que no puede observar (es decir, el punto ciego de
todas las observaciones). Para facilitar las cosas, todas las observaciones que
realicemos en este estudio estarán apoyadas en una distinción basal: aquella
constituida por el concepto de “estrategias analítico discursivas”.
10
discursivas es constructivista, pues asume que son las observaciones las que
construyen lo observado. Señala el autor finlandés:
9Akerstrom Andersen, Niels, Discursive Analytical Strategies, The Policiy Press, Bristol, 2003, pp. XIII.
10Las distinciones guías dividen el mundo y dictan cómo el mundo puede ser observado. Cfr. Ibíd., Introducción y
Conclusión.
11
El carácter autológico de la observación o de la descripción nos permite entrar
en una de las problemáticas de nuestra investigación planteadas más arriba, a
saber: el lugar de la paradoja en la teoría social contemporánea del derecho. El
problema de la paradoja salta a la vista cuando dentro de la teoría social
tenemos diferentes estrategias analíticas, cuya condición de posibilidad parece
ser efectivamente la autología misma de estas estrategias. Las estrategias
analíticas son perspectivas autogeneradas que tarde o temprano deben
enfrentarse a sus propias paradojas. Lo que nos interesará a nosotros será
entonces la “salida” que elaboren cuando se enfrenten a esas paradojas
autogeneradas11 en los análisis del derecho.
11El concepto de autología, bucle, paradoja o, finalmente, autoorganización (todos conceptos que apelan más menos
a lo mismo) es muy común fuera de la teoría de la sociedad. Para una visión general sobre como el carácter
autológico se cuela en las ciencias exactas y se constituye como campo propio de investigación cfr. Lewin, Roger
Complejidad, El caos como generador del orden, Tusquets, Barcelona, 2002 y Hofstadter, Douglas, Göedel, Escher,
Bach, Tusquets, Barcelona, 2002. Para las implicancias en la teoría de la sociedad, cfr. Luhmann, Niklas, “El
concepto de sociedad”, en Complejidad y Modernidad, de la unidad a la diferencia, Trotta, España, 1998.
12
Lo anterior nos lleva inmediatamente a la tercera de nuestras problemáticas: si
ya ni la razón ni el sujeto pueden ser la fuente de la cual emana la legitimidad
del derecho: Cómo es posible entonces un derecho valido. Pregunta no sólo
planteada desde la teoría social contemporánea a propósito del derecho, sino
que también corresponde a una de las inquietudes que comienzan a aflorar
dentro de la misma tradición legal, donde podemos encontrar el potente debate
iniciado por las corrientes realistas dentro de la tradición legal (desde
comienzos del siglo XX) y que hoy ha derivado en el profundo impacto que ha
tenido la corriente de los así llamados Critical Legal Studies12, ambas de
tradición sajona. En nuestra investigación intentaremos mostrar cómo es que
las estrategias analíticas que abordemos construyen, cada una a su manera y
como consecuencia directa del esquema de distinciones que aplican para
observar el derecho, resuelven la inquietud por la validez del derecho.
12 Para una revisión de estas corrientes al interior del derecho cfr. Kennedy, Duncan, Libertad y Restricción en la
Decisión Judicial, Universidad de los Andes – Pontificia Universidad Javeriana, 1999, Bogotá, especialmente las
páginas 19 – 62.
13
normativismo del derecho natural se pierden, pues, en el ‘trilema’ de
que los contenidos de una razón práctica, que hoy es ya insostenible
en la forma que adoptó en el contexto de la filosofía del sujeto, no
pueden fundamentarse ni en una teología de la historia, ni en la
constitución natural del hombre, ni tampoco recurriendo a los haberes
de tradiciones afortunadas y logradas si se los considera resultado
contingente de la historia13.
13 Habermas, J., Facticidad y Validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del
14
Podemos reconstruir estas estrategias analíticas estableciendo las
constelaciones posibles que se articulan en torno a dos ejes principalmente,
que son de nuestro interés en la presente investigación: Por un lado, el eje que
remarca las principales descripciones al interior de la teoría social, articuladas
por el continuo entre las estrategias analíticas de carácter postestructuralista,
centradas en el análisis de los discursos (sea en su vertiente arqueológico-
genealógico; sea en su vertiente deconstructivista) y aquellas caracterizadas
por un análisis de la comunicación (sea en la vertiente que identifica la
existencia de una racionalidad de la comunicación de carácter
postconvencional; sea en la vertiente que identifica una multiplicidad de lógicas
sistémicas articuladas en torno a la distinción entre sistema y entorno). Por otro
lado, un segundo eje estaría caracterizado por la utilización o estatuto teórico
que alcanza la paradoja en los análisis: escapando de ella por medio de
establecer una referencia que está más allá de la comunicación o del discurso
mismo (en constelaciones de poder o en una estructura trascendental de la
comunicación) o estableciendo una autorreferencialidad de los discursos o la
comunicación (sea como un sistema indecidible de inscripciones que sustenta
el juego de diferencias del discurso; sea como una constante autopoiésis de la
comunicación). El esquema representado en la Figura 1 da cuenta de las
constelaciones posibles.
15
Figura 1. Constelaciones de estrategias analítico discursivas15
Comunicación
Racionalidad Sistémico -
Comunicativa autopoiética
Exterior Interior
Arqueo - Desconstructivista
Genealógico
Discurso
15 Es necesario destacar que distinguir dentro del concepto de “estrategias analítico discursivas” entre aquellas
estrategias que abordan el discurso y aquellas que abordan la comunicación genera una paradoja; cual es que
dentro del concepto se indica (comunicación) aquello que es excluido por el concepto mismo (se habla de estrategia
de análisis de discursos, mas no de comunicación). El concepto así indica sólo discurso, pero a partir de él se
distingue entre discurso y (además) comunicación. Este problema lógico no es abordado por Akerstrom, de quien
hemos tomado el concepto. Hemos optado, por el momento, solamente por dejar explícito este problema lógico y
remitir su solución al propio Akerstrom.
16
posicionar las descripciones que al interior de la teoría de la sociedad se han
hecho sobre el derecho16.
Los análisis que seguirán en los próximos capítulos pueden ser vistos como un
viaje que persigue la explicación del diagrama propuesto. Buscan entender las
dinámicas de la teoría social contemporánea en torno a los ejes señalados y
según las cuatro estrategias analíticas propuestas. Se trata por tanto de crear
un esquema para comprender los movimientos que nos llevan (a cuantos, como
observadores de segundo orden al interior de la teoría social, buscamos
describir, interpretar y explicar los fenómenos sociales) a rechazar un realismo y
un individualismo, que marcó la descripción clásica de la sociedad. Debe servir,
así mismo, como un instrumento para orientarse dentro de la copiosa literatura
a la cual se hace referencia en las respectivas notas bibliográficas. De hecho,
esta investigación es también una forma de dialogar con esos textos y situarse
en medio de ellos.
16 En el caso del postestructuralismo representado por los autores franceses citados y su descripción del derecho
tenemos obras como: Derrida, J., Fuerza de Ley; El “fundamento místico de la autoridad”, Tecnos, Madrid, 1997, y
del mismo autor, Du droit à la philosophie, Galilée, París, 1990; de Foucault, M. La verdad y las formas jurídicas,
Gedisa, Barcelona, 1995 y del mismo autor, Defender la Sociedad, FCE, México, 2001. Para el caso de N. Luhmann
las referencias serían numerosas (sin considerar, aún, el aporte de autores postluhmannianos como G. Teubner, H.
Willke, entre otros) entre ellas podemos destacar, Derecho de la Sociedad, Universidad Iberoamericana, México,
2002 y del mismo autor “Legal Argumentation: An Análisis of its Form”, en The Modern Law Review, Vol. 58, No 3,
May 1995. Para las contribuciones de autores postluhmannianos, pero que continúan dentro de la tradición de
sistemas sociales autopoiéticos, se destacan: Teubner, G., “The King’s Many Bodies: The Self-Deconstruction of
Law’s Hierarchy”, en Law & Society Review, Vol. 31, No 4, 1997; “How the Law Thinks: Toward a Constructivist
Epistemology of Law”, en Law & Society Review, Vol. 23, No 5, 1989; , “Autopoiesis in Law and Society: A Rejoinder
to Blankenburg”, en Law & Society Review, Vol. 18, No 2, 1984; también Willke, H., “Societal guidance through law?“,
en Teubner, Gunther (Ed.), State, law, and economy as autopoietic systems: regulation and autonomy in a new
perspective, Giuffrè, Milan 1992 y del mismo autor “La transformación de la democracia como modelo de orientación
de las sociedades complejas”, en Soziale Systeme, 2, 1995 (Traducción por Aldo Mascareño). Finalmente, las
referencias de Habermas y su descripción del derecho serían también numerosas, entre ellas destacan: Facticidad y
Validez, op. cit.
17
las tres problemáticas que orientan nuestra investigación: el abandono de la
categoría trascendental del sujeto; cómo es tematizada la validez del derecho y
la resolución al problema de la paradojización de las estrategias analíticas
mismas. Esto, enfocándonos en la descripción que las estrategias hacen del
derecho moderno. Las cuatro estrategias analíticas bajo consideración aquí –
aqueo-genealógica, racionalidad comunicativa, deconstructivista y la sistémico
autopoiética– sin duda han radicalizado la noción de lo “social” en la descripción
de la sociedad y han caracterizado el modo en que se organiza, estructura y
evoluciona el derecho moderno, en particular, en cómo aquél, como una esfera
autónoma de la sociedad, construye la realidad social (en definitiva, cómo es la
“cognición del derecho”). ¿Cuáles son las distinciones guías de estas
estrategias analíticas y cuáles son sus consecuencias? ¿Cómo describen /
construyen al derecho? ¿Cómo describen el cómo el derecho describe /
construye la realidad social? ¿Cómo resuelven las estrategias los problemas
derivados de la paradojización propias del constructivismo y qué consecuencias
tiene esto para la descripción del derecho? ¿Qué consecuencias se siguen de
cada estrategia analítica para el propio derecho o para los “usos” que se puede
hacer del derecho? Son cuestiones que abordaremos en los siguientes
capítulos.
Hemos dividido nuestra exploración en cinco partes. Los capítulos uno a cuatro
estarán destinados a explorar cada una de las estrategias analíticas
propuestas, concentrándonos principalmente en la descripción que cada una
hace sobre el derecho moderno: I) la arqueo-genealógica, II) la
deconstructivista, III) racionalidad comunicativa y IV) la sistémico autopoiética.
Estos cuatro capítulos estarán a su vez subdivididos en tres partes: a) la
primera dedicada a la descripción de las distinciones guías de cada estrategia
analítica (enunciado / visibilidad; habla / escritura; racionalidad comunicativa /
racionalidad estratégica; sistema / entorno), explorando en algunos puntos
18
importantes del análisis que proponen; b) La descripción del derecho moderno
que hacen y c) los “usos” del derecho que se proponen o abren a partir de cada
estrategia analítica. Finalmente, la quinta parte estará destinada a enhebrar una
posible reflexión multilateral en torno a los fundamentos teóricos de la
descripción del derecho moderno.
19
LA OBSERVACIÓN JURÍDICA DE MICHEL FOUCAULT:
EL AFUERA DEL DISCURSO LEGAL
Introducción
En el interior del enorme universo temático explorado con detalle por Foucault,
el abordaje del derecho constituyó otra constelación descrita en su particular
estilo: sin cansancio ni benevolencia. No podía ser de otra manera. Después de
todo, el estudio de lo jurídico es un capítulo más dentro de su programa
general, el cual no estuvo dirigido a “fundar la filosofía sobre un nuevo cógito, ni
de desarrollar en un sistema las cosas ocultas hasta entonces a los ojos del
mundo, sino más bien de interrogar este gesto enigmático, quizá característico
de las sociedades occidentales, por medio del cual se ven constituidos unos
discursos verdaderos (y, por tanto, también la filosofía) con el poder que se les
conoce”17. Particular modo de interrogar que queda ubicado históricamente
como un relevo de las visiones fenoménico-antropológicas propias de la vasta
pléyade de intelectuales que precedieron a Foucault en el convulsivo París de la
primera mitad del siglo XX, personificados en las figuras del existencialista
Sartre o del lingüista Saussure, abriendo desde entonces con mucho las
capacidades interpretativas sobre lo que sabemos en nuestro tiempo, lo que
somos y cómo nos relacionamos con nosotros mismos.
17 Dictionaire des philosophes, París, P.U.F., 1984, pp. 942 – 944. El artículo dedicado a M. Foucault en esta edición
citada está firmado por Maurice Florence que, una vez muerto Foucault, se sabría era el mismo Foucault.
20
Discurso–verdad–poder es el eje temático que cruza la inquietud cardinal de
Foucault por diversas “prácticas discursivas” como llamaba a las disciplinas que
estudió, entre las que se cuenta el derecho. La asociación entre el discurso
jurídico y la verdad era particularmente atrayente para este autor y ella fue el
punto de arranque para su trabajo en esta materia. Las formas jurídicas, en
particular los mecanismos que a escala capilar funcionaron como soporte para
la constitución de los modernos sistemas legales, están relacionadas con
formas de producción de la verdad, de discursos verdaderos que operan tanto
en la tipificación de un crimen como en la clasificación de su autor y de su vida;
en lo que es útil conocer como causa del extravío y como efecto de la exclusión;
de lo que es certeza para discursos como el criminológico, psicológico o
sociológico, que se sirvieron de esos mismos mecanismos y conclusiones para
fundar un saber sobre el hombre que autorice, según toda una economía de las
fuerzas, el sometimiento del cuerpo a redes de poder caracterizadas por su
inestabilidad y éxito siempre parcial. Las formas jurídicas, el modo del operar de
la legalidad serán para Foucault una forma de desplegar una crítica radical a la
modernidad: sus normas, su política y sus saberes. Pero vayamos por parte.
21
Discurso y Poder: La preeminencia del afuera del discurso
22
el acto se ajusta a los requisitos y si ha sido efectuado por
completo.18
18 Foucault, Michel, La Arqueología del Saber, Siglo XXI, Buenos Aires, 2001, pág. 140 y 144.
19 Cfr., Foucault, Michel, La arqueología del saber, op. cit., Cap. “Las regularidades discursivas”.
23
lugar tranquilo a partir del cual se pueden plantear otras cuestiones (sobre su
estructura, su coherencia, su sistematicidad, sus transformaciones), sino que
plantean por sí mismos todo un puñado de cuestiones (¿Qué son? ¿Cómo
definirlos o limitarlos? ¿A qué tipos distintos de leyes pueden obedecer?...)”20.
Foucault se apoya en ellos para preguntar por las unidades que establecen. De
este modo, al suspender esas formas inmediatas de continuidad se libera todo
un dominio; aquel que está constituido por el conjunto de todos los enunciados
efectivos (hayan sido hablados o escritos), en su dispersión de acontecimientos
y en la instancia que les es propia a cada uno: “El material que habrá que tratar
en su neutralidad primera es una multiplicidad de acontecimientos en el espacio
del discurso general. Así aparece el proyecto de una descripción pura de los
acontecimientos discursivos como horizonte para la búsqueda de las unidades
que en ellos se forman”21 Se trata en síntesis de hacer un análisis que responda
a la siguiente cuestión: ¿Cómo es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro
en su lugar? Se reconoce así la especificidad de cada enunciado preguntando
por sus condiciones de posibilidad. Foucault lo plantea de este modo: “¿Cuál
es, pues, esa singular existencia que sale a la luz en lo que se dice, y en
ninguna otra parte?”22. Esta es la pregunta que la arqueología intenta resolver.
24
(incluso si escapan a la conciencia del autor; incluso si se trata de enunciados
que no tienen el mismo autor). Para Foucault, el sujeto es una función derivada
del discurso antes que su punto de arranque; en otras palabras, es el enunciado
el que determina la posición del sujeto “enunciante”. Señala Foucault: “No
existen signos, sabido es, sin alguien que los profiera, en todo caso sin algo
como un elemento emisor. Para que una serie de signos exista, es preciso –
según el sistema de las causalidades – un “autor” o una instancia productiva.
Pero ese “autor” no es idéntico al sujeto del enunciado; y la relación de
producción que mantiene con la formulación no es superponible a la relación
que une el sujeto enunciante y lo que enuncia (...) no implican la misma relación
entre ese sujeto y lo que está enunciando”23. De este modo, el sujeto de
conocimiento kantiano se opone al sujeto enunciativo foucaultiano. El sujeto de
conocimiento no es un sujeto psicológico sino una superficie de la emergencia
discursiva, y que se localiza en el interior de sus dispositivos. La filosofía
tradicional ha hecho descansar sobre este sujeto todo el peso de las
operaciones cognitivas, ya sea en los términos de materia pensante (cógito)
como en los términos de un sujeto trascendental o psicológico. Foucault
muestra que el “sujeto del conocimiento”, lejos de recortarse como una entidad
autónoma por fuera del proceso discursivo, forma parte de éste.
25
diversos mecanismos de exclusión que operan en su misma materialidad. Tres
mecanismos se proyectan como determinantes para Foucault: mecanismos de
la prohibición (en el tabú del objeto, en el ritual de las circunstancias, en el
derecho privilegiado o exclusivo del que habla), de la separación y el rechazo
(por ejemplo la separación operada entre razón / sin razón, donde se rechaza el
lado externo de la distinción), y, finalmente, de la voluntad de verdad (que en un
mismo movimiento disocia verdad y facticidad de la pronunciación, pasando
aquella al contenido de lo que se dice). Estas formas de exclusión discursiva
son procedimientos para conjurar los poderes y peligros del discurso,
dominando el acontecimiento siempre aleatorio de lo que puede ser
pronunciado, de la incesante “iterabilidad” del lenguaje. Es sin duda el último
mecanismo de exclusión el que más interesa a Foucault, al cual identifica muy
anclado en el discurso filosófico. Al proponer una verdad ideal como ley del
discurso, el discurso filosófico ha fortalecido aquellas formas de control
discursivo.25 De este modo, la verdad como mecanismo de exclusión es una
forma de control discursivo producida por la emergencia (y en su interior) del
discurso, delimitando aquello de lo que se puede hablar, esto es, la verdad de
un enunciado no radica en su correspondencia con su referente cuanto sí en su
posición al interior de la verdad de una época, establecida por la limitación del
saber epocal: “Una proposición debe cumplir complejas y graves exigencias
para poder pertenecer al conjunto de una disciplina; antes de poder ser llamada
verdadera o falsa, debe estar, como diría Canguilhem, ‘en la verdad’”26.
reconocía por su heterogeneidad radical. Cfr. Foucault, Michel, Historia de la locura en la época clásica, FCE,
Buenos Aires, 2000.
25 Foucault, Michel, El orden del discurso, Tusquets Editores, Barcelona, 2002, pp. 14 y ss. Se señala en este texto
que restituir al discurso de acontecimiento es una manera de cuestionar nuestra voluntad de verdad (Cfr. pág. 53)
26 Ibid., pág. 36.
26
idea, un deseo, una imagen; ni con la actividad racional que puede funcionar en
un sistema de inferencia; ni con la ‘competencia’ de un sujeto hablante cuando
construye frases gramaticales; es un conjunto de reglas anónimas, históricas,
siempre determinadas en el tiempo y en el espacio, que han definido, para una
época y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las
condiciones de ejercicio de la función enunciativa”27. Prácticas discursivas son
la biología, la gramática, el análisis de las riquezas, etc. El dominio del discurso
es esencialmente lo enunciable. Por otro lado, las prácticas no-discursivas son,
en la etapa de la arqueología, definidas solo negativamente. Foucault
reconocerá que toda práctica discursiva está articulada con otras prácticas no-
discursivas, como son la observación institucional, el registro, el examen o la
confesión. Sin embargo, tendrá que pasar un tiempo para que definiera el
estatuto teórico de las prácticas no-discursivas. Reconstruyamos brevemente la
curiosa trayectoria que sigue el pensamiento de Foucault.
27
imágenes, de metáforas, de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en
el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las
sucesiones de la sintaxis.”29 En este texto queda clara la distinción e
incompatibilidad de ambos niveles que realiza Foucault: el de la cosa que
nombramos y la cosa que vemos: el de las palabras y las cosas. A propósito de
esta distinción, de esta irreductibilidad entre lo visible y lo enunciable, Deleuze
afirmará que no existe “ni causalidad entre uno y otro, ni simbolización entre los
dos; si el enunciado tiene objeto, es un objeto específico de él, que no es
isomorfo con el objeto visible”30.
29 Foucault, M. Las Palabras y Las Cosas, Siglo XXI, México D.F., 2001, pág. 19.
30 Deleuze, Foucault, op. cit., pág. 90.
31 Ibíd., pág. 76.
28
emergencia de enunciados que serán catalogados como verdaderos o falsos y
que responden a reglas específicas de producción. Pero no es lo único. Un
saber se constituye también con determinados mecanismos de observación,
miradas que responden también a reglas específicas, que se apoyan y
posibilitan en instrumentos o instituciones y que enfocan las cosas que son
precisamente relevantes a ese tipo de mirada, sea el síntoma de una
enfermedad o la historia de vida de un asesino. Este es el otro lado del saber, el
lado de la visibilidad.
32Foucault, M., Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte, Ed. Anagrama, Barcelona, 2001, pág. 39.
33Si pudiéramos plantear un hito en la aparición de este elemento de fuerza en la obra de Foucault, mencionaríamos
su entrada al Collége de France, con su presentación inaugural El orden del discurso de 1970. El libro Las Palabras y
las Cosas es de 1968, anterior a las revueltas estudiantiles de Mayo en París.
29
de lo enunciable, relación que no es otra que una no-relación, mostrada bajo el
signo de una batalla entre dos niveles heterogéneos.
34 Cfr., Foucault, M., Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión, Siglo XXI, Madrid, 2000, especialmente el
impresionante capítulo “El Panoptismo”, donde claramente se puede apreciar la relación entre discursividad
(procedimientos de encierro, reglas de conducta, discursos filosóficos y jurídicos) y visibilidad (configuración
arquitectónica, uso de la luz y extrapolación del manejo de las visibilidades al cuerpo de la sociedad)
30
a un nivel capilar, microfísico, un gran despliegue de multiplicidades que
permiten, desde horizontes diversos, la formación de sistemas de saber.
35 Teubner, Gunther, “How the Law Thinks: Toward a Constructivist Epistemology of Law”, en Law & Society Review,
31
que son las prácticas no-discursivas (poder) las que parecen alimentar y
sostener las prácticas discursivas (saber); es decir, hay un primado absoluto de
la exterioridad del discurso en la constitución de lo que “en su interior” ocurre.
En la etapa genealógica, entonces, el eje temático será redefinido en torno al
trilema discurso–verdad–poder.
32
“Lo importante es, creo, que la verdad no está fuera del poder,
ni carece de poder (...) La verdad es de este mundo; es
producida en este mundo gracias a múltiples imposiciones, y
produce efectos reglados de poder. Cada sociedad posee su
régimen de verdad, su ‘política general de la verdad’: es decir,
define los tipos de discursos que acoge y hace funcionar como
verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten
distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de
sancionar a unos y a otros; las técnicas y los procedimientos
que son valorados en orden a la obtención de la verdad, el
estatuto de quienes se encargan de decir qué es lo que
funciona como verdadero.”36
El vuelco hacia la analítica del poder parece desprenderse así de los estudios
emprendidos bajo el programa arqueológico. La formación del saber requería
que se tomaran en consideración, además de las prácticas discursivas (lo
enunciable) las prácticas no-discursivas (lo visible) y al entrelazamiento de
ambas. Este entrelazamiento Foucault lo tematiza como relaciones de poder y
ellas se constituyen, si bien no en la fuente, al menos en la condición de
posibilidad del discurso (su propia posibilidad), ahora sí, derechamente externa
él. La verdad entonces está así ligada no a la distinción que se opera en el
interior mismo del orden discursivo, sino que de modo circular a los sistemas de
poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y
que la acompañan. La relación entre saber y poder queda fijada como el vínculo
entre relaciones sociales de dominación (esencialmente azarosas) y discursos
socialmente producidos. Esto en el plano de la sicología, de la medicina o del
derecho. Las consecuencias de este giro, que va desde la arqueología del
saber, donde era la interioridad del discurso la que determinaba en buena
medida su propio devenir histórico, hasta la genealogía del poder, donde es la
exterioridad de las prácticas no discursivas (sostenidas la mayor parte a un
36 Foucault, Michel, “Verdad y poder”, en Estrategias de poder, op. cit., pág. 53.
33
nivel institucional, aunque no únicamente), son múltiples y sobrepasan con
creces los límites de esta investigación. Después de un largo recorrido, ahora
podemos observar el modo en que observa Foucault el derecho.
37 Cuestión criticada por Habermas, para quien nunca en Foucault queda clara la relación que existe entre las
“prácticas sociales” de poder y los discursos. “Queda, empero, sin aclarar el problema de cómo los discursos, los
científicos y los no científicos, se relacionan con las prácticas –la cuestión de si son los primeros los que rigen las
segundas; la cuestión de si su relación ha de pensarse en términos de base y superestructura, o más bien según el
modelo de una causalidad circular, o como una interacción entre estructura y suceso”. Habermas, Jürgen, El discurso
filosófico de la modernidad, Taurus, Buenos Aires, 1989, pág. 291.
34
a determinados individuos la reparación de algunas de sus
acciones y el castigo de otras, todas estas reglas o, si ustedes lo
prefieren, todas estas prácticas regulares –pero prácticas
también modificadas sin cesar a través de la historia–,
constituyen a mi juicio una de las formas a través de las cuales
nuestra sociedad definió tipos de subjetividad, formas de saber y,
en consecuencia, relaciones entre el hombre y la verdad que
merecen ser estudiadas”.38
38 Foucault, Michel, “La verdad y las formas jurídicas”, en Estrategias de poder, op. cit., pág 184 – 185.
39 Foucault, Michel, Defender la sociedad, FCE, Buenos Aires, 2001, pág. 34.
35
Esto está ligado al hecho de que el poder para Foucault es profundamente
productor, productor de verdad, entre ellas, la verdad producida por la
objetivación del sujeto. Tal como lo señalamos en otra parte, “El poder es
relación de fuerzas que configura lo real y determina técnicas de constitución de
los cuerpos y reglas que definen las condiciones de posibilidad de los discursos
verdaderos. Como técnica de producción de lo real el poder no es represivo
sino plenamente productivo. Como relación definida de saber por la cual se
determina lo verdadero, el poder no es ideología falsificadora sino que guarda
relaciones estrechas y siempre bien definidas con la verdad y el saber de una
sociedad.”40 La voluntad de saber que cruza los discursos presiona para que los
individuos señalen su propia verdad (de lo que son, de lo que fueron, de lo que
sienten, de lo que aparece como potencial en su “alma”). Señala Foucault: “el
poder nos obliga a producir la verdad, dado que la exige y la necesita para
funcionar; tenemos que decir la verdad, estamos forzados, condenados a
confesar la verdad o a encontrarla. El poder no cesa de cuestionar, de
cuestionarnos; no cesa de investigar, de registrar; institucionaliza la búsqueda
de la verdad, la profesionaliza, la recompensa.”41. Por tanto, lo importante será
para Foucault a qué estrategias recurre el derecho para constituirse en un
campo de saber discursivo, qué mecanismos de producción de la verdad
genera, manipula y organiza.
40 Montenegro, Gonzalo y Mauricio Salgado, “Foucault y Deleuze, pensadores de nuestro tiempo”, en Revista
Persona y Sociedad, Vol. XVIII, Nº1, abril de 2004.
41 Foucault, Michel, Defender la sociedad, op. cit., pág. 34.
36
responde al criterio de soberanía, en la que se presupone al individuo como
sujeto de derechos naturales o de poderes primitivos; se asigna el objetivo de
dar cuenta de la génesis ideal del Estado y, por último, hace de la ley la
manifestación fundamental del poder.
42 Cfr. Godoy, Oscar. “Analítica del Poder: En torno a Michel Foucault”, en Revista Estudios Públicos, N° 40, pp. 101
37
acción emprendida por una clase social en particular cuyas prácticas no varían
de las definidas por el esquema liberal (recuérdese la necesidad de la “toma del
poder del Estado” por parte del proletariado, esquema que replica la concepción
liberal del poder presente sólo en el Estado).
Para Foucault, “habría que intentar estudiar el poder no a partir de los términos
primitivos de la relación sino de la relación misma, en la medida en que es ella
la que determina los elementos a los que remite”44. Así, en vez de preguntar a
unos sujetos ideales qué cedieron de sí mismos o de sus poderes para dejarse
someter (según la clásica visión jurídico–republicana que desde Hobbes ha
imperado en la teoría política y jurídica), se hace preciso “investigar la manera
en que las relaciones de sometimiento pueden fabricar sujetos”. Del mismo
modo, en lugar de investigar la forma única, el punto central del que todas las
formas de poder derivarían como su consecuencia, una especie de soberanía
fuente de los poderes, es preciso permitir ante todo que esas formas de poder
valgan en su heterogeneidad, sus diferencias, su especificidad, su
reversibilidad; es decir, poner de manifiesto las relaciones de dominación y
hacerlas valer en su multiplicidad. Por último, en vez de otorgar un privilegio a la
ley como manifestación de poder, más vale tratar de señalar las diferentes
técnicas de coacción que pone en práctica. Así el programa de observación
genealógico o estratégico del derecho desplaza el triple elemento previo de la
ley, la unidad y el sujeto y lo reemplaza por el de las técnicas, su
heterogeneidad y sus efectos (entendido como la principal función del derecho)
de sometimiento y procedimientos de dominación que terminan por producir al
sujeto, objetivándolo y compeliéndolo a decir la verdad.
38
técnicas de indagación y vigilancia, entre otras. Así por ejemplo, Foucault se
refiere a la práctica judicial de la Alta Edad Media denominada la encuesta, que
articulará el trilema de la ley, la verdad y el poder por primera vez en la historia
de la legalidad.
39
de indagación de la verdad, para Foucault la encuesta es una invención que
transformó y reconfiguró el campo del saber (sus efectos se dejaron sentir más
allá del campo judicial, en ámbitos tales como la medicina, la botánica o la
zoología de los siglos XVI y XVII); como práctica del ejercicio del poder, fijó un
modo de nutrir de mayor efectividad el poder tanto de castigar como de dar la
vida –o biolpolítica, pues gracias a las encuestas sobre el estado de la
población, el nivel de la riqueza o la cantidad de dinero y de recursos, los
agentes reales aseguraron, establecieron y aumentaron el poder real, naciendo
así una forma de regular la administración de los Estados que hasta hoy se
utiliza45.
De este modo, podemos ver cómo en Foucault la legitimidad del derecho radica
en las prácticas judiciales que a escala capilar producen, según toda una
economía de las fuerzas en múltiples batallas locales, la práctica judicial.
Foucault invierte la clásica noción de validez del derecho originada a partir tanto
del pacto o del contrato como de la soberanía, por una validez “venida desde
abajo”, desde las relaciones de poder que tienen lugar en el cuerpo mismo de la
sociedad; la validez de las normas legales son así un epifenómeno de estas
prácticas de poder, quedando fuera de la práctica discursiva misma, es decir, la
validez está en el afuera del discurso.
Colofón
... la pena debe servir al escarmiento; debe arredrar del crimen, poniendo
a la vista los padecimientos que en una sociedad bien rejida son su
45 “La encuesta es precisamente una forma política, una forma de gestión, de ejercicio del poder que, a través de la
institución judicial, se convirtió en la cultura occidental, en una forma de autentificar la verdad, en una forma de
adquirir cosas que serán consideradas como verdaderas y transmitidas. La encuesta es una forma de saber –
poder...” Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, op. cit., pág. 221.
40
consecuencia inevitable: en una palabra, debe ser ejemplar. ¿I merecerá
este nombre aquella pena que se sufre lejos de la sociedad en quien ha
de producir sus efectos morales; aquella pena de que sólo se tienen
noticias vagas, que no pueden hacer una impresión profunda en los
ánimos?. La pena más eficaz, en igualdad de circunstancias, sería sin
duda aquella en que no hubiese un solo padecimiento ignorado. Si los
acentos del dolor arrancados por el azote de la lei lastimaran demasiado
a la humanidad, véanse a lo menos las murallas que esconden a los
seres infelices, condenados a una larga o tal vez eterna separación de la
sociedad que han ultrajado con sus crímenes i contaminado con su
ejemplo; ellas hablarán un lenguaje instructivo i amenazador; su imájen,
presente a la memoria, será para la juventud una amonestación continua
i una regla habitual de conducta46
Sin duda que el texto citado nos ubica en uno de los estratos históricos más
intensos de la historia republicana de Chile en particular y de América Latina en
general: la constitución de ciudadanía, o más claramente, el de la institución de
la civilización en oposición a la barbarie. En este punto, son numerosos los
antecedentes que nos muestran cómo los mecanismos disciplinarios de la
justicia operaron para alcanzar ese objetivo. El texto citado es uno de ellos. En
él se nos muestra cómo el modelamiento de las conductas de los jóvenes podía
alcanzarse mediante un dispositivo que sirviera de herramienta disciplinaria,
tanto para quienes estaban dentro de él como para quienes estaban fuera de él.
Nos referimos a la prisión, donde de lo que se trataba era de extender y
proyectar la visibilidad de los padecimientos internos hacia el exterior, en
particular hacia quienes tienen por definición una especie de naturaleza
indómita: los niños y los jóvenes. Los muros de una prisión no pueden servir
46 Bello, Andrés. “Establecimientos de confinación para los delincuentes”, El Araucano, 1834, reproducido en León,
Marco Antonio (comp.), Sistema Carcelario en Chile. Visiones, Realidades y Proyectos (1816 – 1916), Fuentes para
la Historia de la República, Volumen VIII, Dibam, 1996. De esta situación concluye Bello que “el lugar de confinación
debe ser un edificio situado en el centro de la república, i cuyo orden interior pueda ser observado frecuentemente
por los funcionarios ejecutivos y municipales, i de cuando en cuando por los particulares que quieran, o a quienes se
conceda con ciertas condiciones este permiso”, Bello, Andrés, Ibid., pág. 48.
41
más que para constituirse en reglas de conducta: extraña utilidad de aquellos
muros. Aunque la extrañeza cede rápido cuando el texto se enmarca dentro de
una época que hizo de la disciplina una forma de moral a la vez que austera,
exaltada. Tal como lo señalara Foucault, el proyecto de la prisión no sólo se
trataba de reformar a los en ella encerrados; también se trataba de extender su
influencia al resto del cuerpo social, bajo el modelo del panoptismo, modelo que
por lo demás también a Bello atrajo bastante47.
47 “Recomendamos para las cárceles de detención el Panóptico de Bentham. Como penitenciario tiene
inconvenientes; pero como lugar de custodia, a propósito para el cultivo de principios morales i religiosos, i para
preservar a los detenidos de toda contaminación, no nos parece que tenga ninguno”. Ibid., pág. 55.
42
LA INSCRIPCIÓN JURÍDICA DE JACQUES DERRIDA:
EL ADENTRO DEL DISCURSO LEGAL
Introducción
48 Gesto que es ironizado por Foucault en los siguientes términos: “Yo no soy capaz de hacer tan altas
especulaciones que permitirían decir: la historia del discurso es la represión logocéntrica de la escritura. Si fuese así,
sería maravilloso (...) Desgraciadamente, el material humilde que yo manipulo no permite un tratamiento tan
majestuoso (...)”, en Foucault, Michel, Dits et écrits, Gallimard, París, 1994, pág. 409.
43
general del signo); neologismo aquel que le permite jugar con la ambigüedad a
la que se ve enfrentada la palabra en su dimensión fonética, cuando la e es
reemplazada por la a (cuestión solamente perceptible en la escritura, no en el
habla, al menos, en el habla del autor del neologismo).
La tematización del discurso legal por parte de Derrida se ubica en una posición
central respecto de todo su proyecto deconstruccionista. Es que en la
iterabilidad de este discurso, y la multiplicidad de temáticas, el derecho es un
elemento más a ser desmontado dentro de otros posibles (junto con la
arquitectura, la pintura, el psicoanálisis, la lingüística y la metafísica). La
deconstrucción será el método con el que este autor desarticulará el
fundamento de la ley y su funcionamiento en el texto Fuerza de Ley: El
fundamento místico de la autoridad, donde colocará en el centro el problema de
la justicia. El mismo Derrida nos muestra un camino: “en el interior de la
clausura, a través de un movimiento oblicuo y siempre peligroso, corriendo el
permanente riesgo de volver a caer más acá de aquello que deconstruye, es
preciso insertar los conceptos críticos en un discurso prudente y minucioso,
marcar las condiciones, el medio y los límites de su eficacia, designar
rigurosamente su pertenencia a la máquina que ellos permiten deconstruir; y
simultáneamente la falla a través de la cual se entrevé, aún innombrable, el
resplandor del más allá de la clausura”49.
44
mostramos cómo es posible apoderarse de esta sutil y compleja estrategia
analítico discursiva (III).
50 De Piretti, Cristina. Jacques Derrida. Texto y Deconstrucción, Anthropos, Barcelona, 1989, pág. 33
51 Derrida, Jacques. La voz y el fenómeno, Pre-Textos, Valencia, 1985, pág. 57.
45
En la obra citada, Husserl, distingue entre el signo (Zeichen), que expresa un
significado lingüístico, y el indicio o señal (Anzeichen), el cual es devaluado
frente al primero. La señal evoca en la conciencia un estado de cosas (como los
huesos fósiles indican la existencia de animales antediluvianos) y en esto radica
su “significación”: su sentido está asociado a estados de conciencia que ella
gatilla desde el exterior, articulados no importando cómo (lógicamente,
convencionalmente, de manera icónica o mnemotécnica). La expresión
lingüística en cambio, representa su significado de una manera distinta a la
señal. A diferencia de ésta, la expresión lingüística tiene significado en virtud de
una conexión ideal y no por asociación. Tal como señala Habermas, “No deja
de ser interesante que Husserl incluya el juego de gestos entre las señales o
indicios, porque en estas formas expresivas espontáneas, ligadas al cuerpo,
echa en falta la voluntad o intención comunicativa, en una palabra: la
intencionalidad del hablante”52. Es precisamente esta la diferencia entre signo y
señal:
52 Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Buenos Aires, 1989, pág. 204.
53 Ibid., pág. 205.
46
para desvalorizar las expresiones utilizadas comunicativamente frente a las
expresiones lingüísticas. Pues Husserl plantea que las expresiones lingüísticas
que en la vida interna aparecen en forma pura tienen que adoptar
adicionalmente la función de indicios o señales cuando han de servir al fin
pragmático de la comunicación, pasando a la esfera externa del habla. Dado el
carácter intencional de la conciencia subjetiva que Husserl asume como
perspectiva, por cierto, no le queda alternativa.54 Y quizás sea esa la mayor
irritación de Derrida con Husserl: la fatal coincidencia del decir y el querer-decir
que sólo ocurre en la interioridad de la conciencia, razón por la cual el habla
externa sería solo un epifenómeno o un perifenómeno. El problema de esto lo
volvemos a recoger en las palabras de Habermas:
54 “La intencionalidad es lo que caracteriza la conciencia en su pleno sentido [...] Entendemos por intencionalidad la
peculiaridad de las vivencias de «ser conciencia de algo». Ante todo nos salió al encuentro esta maravillosa
peculiaridad, a la que retrotraen todos los enigmas de la teoría de la razón y de la metafísica, en el cogito explícito:
una percepción es percepción de algo, digamos de una cosa; un juzgar es un juzgar de una relación objetiva; una
valoración, de una relación de valor; un deseo, de un objeto deseado, etc. El obrar se refiere a la obra, el hacer a lo
hecho, el amar a lo amado, el regocijarse a lo regocijante, etc. En todo cogito actual, una «mirada» que irradia del yo
puro se dirige al «objeto» que es el respectivo correlato de la conciencia, a la cosa, la relación objetiva, etc., y lleva a
cabo una muy diversa conciencia de él.”, Husserl, Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica, § 84 (FCE, México-Buenos Aires 1949, p. 198-199).
55 Habermas, J. El discurso filosófico de la modernidad, op. cit., pág. 207.
47
en la comunicación, la cual será definida principalmente por su carencia, por su
devaluación frente a la preeminencia de la conciencia, por la ausencia
fundamental a la cual no estarían sujetas las expresiones lingüísticas que
habitan en la interioridad del yo, siempre ellas de frente (en presencia y
presentes) al sentido que habita en la conciencia y en el ahora.
48
Tal como nos lo recuerda De Peretti, todo signo es iterable en ausencia de una
intención de comunicación y todo significado está en posición de significante
desde el momento en que pertenece a la cadena que forma el sistema de
significaciones: “Si el signo representa a la cosa misma, si hace presente una
ausencia, el signo sólo puede pensarse a partir de la presencia diferida”57. El
lenguaje así pierde toda su seriedad y se convierte en un juego de signos
siempre descentrados respecto de sí mismos. Signo que carece de
intencionalidad es un signo sin sujeto productor, pues el verdadero movimiento
del signo, o más bien, del significante sin significado, es el juego de diferencias
que lo definen, movimiento interminable de traspasos de uno a otro; movimiento
de diferencia y movimiento diferido que no necesita de la presencia de un sujeto
ni de una conciencia para constituirlo (menos de la cosa a la cual se hace
referencia o re-presenta). Movimiento que es caracterizado por la différence.
Sistema de diferencias que ya había definido Saussure como perteneciente al
interior mismo del lenguaje y que Derrida continua pensando así.
49
En definitiva, en Derrida encontramos una nueva distinción guía, la distinción
habla / escritura: el habla perteneciente a la metafísica de la presencia, con su
supuesta preeminencia por tener esta forma expresiva una relación inmediata
con la conciencia, con el sujeto enunciador, con el significado. La escritura
indica a su vez el lado devaluado de la filosofía tradicional. No se trata que
Derrida intente voltear esta estructura jerárquica, en una especie de “revuelta
de los escribas”. Es preciso rehabilitar la escritura como vía de liberación frente
al habla (el logos), sin por ello caer en otorgarle el privilegio que éste poseía
antes. La escritura ha de ser considerada por sí misma y no como sustituto que
reproduce algo real y presente que está más allá de ella. Esto lleva asimismo a
romper con la noción clásica de representación, con el pensar representativo
que, de forma general, tiene como condición absolutamente imprescindible la
desaparición, el alejamiento, la pérdida de una más o menos supuesta
presencia originaria. Esta presencia originaria inevitablemente perdida, alejada
pero siempre añorada en el pensamiento occidental, es lo que la representación
pretende hacer presente. De lo que se trata en síntesis es de mostrar, tal como
hemos explicado antes, que la escritura es la forma general que adopta todo
signo: la forma de una ausencia; la forma de la différance.
50
anterior, si bien dicha violencia no es en ese momento inicial, ni legal
ni ilegal, o, como otros se apresurarían a decir, ni justa ni injusta?58
58 Derrida, Jacques. Fuerza de Ley, el fundamento místico de la autoridad, Tecnos, Madrid, 1997, pp. 17 -18
59 Ibid., pág. 15.
60 Ibid., pág. 27.
61 Ibid., pág. 29.
62 Es necesario recordar que el texto de Derrida citado es una conferencia pronunciada para un público anglosajón,
51
de partida una base indudablemente kantiana, Derrida “da comienzo a un
análisis ‘deconstructivo’ respecto del derecho sin cuestionar dicho punto de
partida: el derecho no es más que fuerza autorizada”63. Aunque la crítica del
profesor Navarro sea desde una perspectiva iusnaturalista del derecho, no deja
de ser interesante este punto, toda vez que el cuestionador por antonomasia
parece iniciar su cuestionamiento con uno de las mayores convenciones en la
filosofía del derecho.
Con todo, es a propósito de estas reflexiones que para Derrida tiene pertinencia
el cuestionarse respecto de la legitimidad de la fuerza de la ley con la siguiente
interrogante: ¿Cómo distinguir entre la fuerza de ley de un poder legítimo y la
violencia pretendidamente originaria que debió instaurar esta autoridad y que no
pudo ser autorizada por una legitimidad anterior, si bien esa violencia no es, en
ese momento inicial, ni legal ni ilegal, ni justa ni injusta? Es la pregunta por el
origen (arché).
63Navarro, Marco Antonio, “Notas para un análisis sobre el derecho y la justicia en el texto Fuerza de Ley de
Jacques Derrida”, en Revista Chilena de Derecho, Vol. 26 N°4, 1999, pp. 875 – 892.
52
anteriormente fundador, ninguna fundación preexistente, podría
garantizar, contradecir o invalidar por definición64
53
dónde habla. He aquí lo necesario al es necesario de la Ley. Ci fait,
como así se escribía en la Edad Media en conclusión de un relato.66
66 Derrida, Jacques, La filosofía como institución, Ediciones Juan Granica, Barcelona, 1984, pág. 117.
54
un cálculo; se dirá que la acción es entonces legal, conforme al Derecho; pero
nos equivocaremos al decir que esta decisión ha sido justa.
55
De esta aporía de la epokhé de la regla Derrida desprende una segunda aporía;
la obsesión de lo indecidible. Y es que, dada su naturaleza contingente, nunca
una decisión puede decirse presentemente que es justa pues, o bien no ha sido
adoptada según una regla, y entonces nada permite decir que es justa, o bien
ha seguido una regla que a su vez nada garantiza; y si estuviera garantizada, la
decisión se habría convertido en cálculo y no podría decirse que es justa.
Respecto de la justicia, toda decisión es así indecidible. “Una decisión que no
pasara la prueba de lo indecidible no sería una decisión libre; sólo sería la
aplicación programable o el desarrollo continuo de un proceso calculable. Sería
quizás legal, no justa. Pero en el momento de la suspensión de lo indecidible,
tampoco es justa, puesto que sólo una decisión es justa”69 En toda decisión lo
indecidible queda prendido, alojado, no es nunca un momento superado. Su
fantasmaticidad deconstruye desde el interior del discurso legal, toda seguridad
de presencia, toda certeza que nos asegure la justicia de una decisión; la praxis
jurídica así, queda liberada y posibilitada gracias a la différance del discurso
jurídico, puesto que ningún principio originario puede dar sustento a la praxis
del texto (en su dimensión realizativa). Derrida lo señala muy bien:
69 Ibid., pág. 56
70 Ibid., pág. 33
56
Colofón
71 Beccaria, Cesare, De los delitos y las penas, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pág. 29.
57
debe reconocer que también en el derecho de castigar está implícita una fuerza
coercitiva, la cual la emparenta con la violencia abusiva que queda del lado del
hecho (y no del derecho). El criterio de distinción entonces se desplaza ahora
hacia el aseguramiento del vínculo social, la necesidad de mantener unidos los
intereses particulares, sin el cual volveríamos a una situación de hecho (y no de
derecho). Pero entonces la justeza del derecho de castigar queda así definida
desde el plano del derecho mismo, es decir, cuando ha emergido aquella
comunidad de intereses que el derecho intenta asegurar; comunidad de
intereses que si bien son particulares, están articulados para asegurar el estado
de sociabilidad a la luz (o a la sombra) del derecho soberano de castigar. El
derecho se opone al hecho solamente cuando el derecho está ya constituido y
las penas que sobrepasen la necesidad de conservar el vínculo son injustas por
naturaleza. Esta invocación a la naturaleza nos proyecta nuevamente al plano
del hecho, que sólo puede aparecer cuando el derecho ya está constituido. En
esto tenemos una paradoja que la teoría jurídica clásica no pudo soslayar: de
ahí sus constantes idas y vueltas de lo jurídico a lo no jurídico, cuando de lo que
se trata siempre es de lo jurídico mismo; en este ir y venir podemos ver la
différance del “hecho” (estado de naturaleza previo al derecho) que actúa
siempre en el origen de todo derecho.
58
LA TEMATIZACIÓN JURÍDICA DE JÜRGEN HABERMAS:
EL AFUERA DEL SISTEMA DE LOS DERECHOS
Jürgen Habermas
Introducción
72 Habermas, Jüergen, Teoría de la Acción Comunicativa, Tomo I, Taurus, Madrid, 1987, pág. 15
59
fundamentalistas de tipo ontológico o de tipo trascendental”73. Pero, ¿qué
cabida tiene entonces dentro de la teoría de la sociedad volver sobre un
concepto tan extemporáneo en principio como lo es el de razón? Y, respecto del
tema que nos convoca en este escrito, ¿qué implicancias tiene para la
comprensión y configuración del derecho “la jugada conversacional” de
Habermas?
60
el mismo movimiento histórico de racionalización del mundo moderno pareció a
su vez imponerse una forma de dominación política, primando una racionalidad
instrumental no sólo como control del hombre sobre la naturaleza, sino de unos
(algunos) sobre otros. Habermas señala que en este proceso, la racionalidad
“ya no es sólo la instancia crítica del estado de las fuerzas productivas, ante el
que pudiera quedar desenmascarada la represión objetivamente superflua
propia de formas de producción históricamente caducas, sino que es al mismo
tiempo un criterio apologético en el que esas mismas relaciones de producción
pueden ser también justificadas como un marco institucional funcionalmente
necesario”75, quedando así finalmente la racionalidad neutralizada como
instrumento de la crítica y reducida a mero correctivo al interior del sistema
(aunque es cierto que, para Habermas, Marcuse falla al no distinguir entre
racionalidad instrumental y racionalidad comunicativa)
Sin embargo, el desechar por esto la racionalidad como única, o por lo menos
principal herramienta del deseo emancipatorio, que la misma ilustración instaló
como horizonte utópico, significaría vaciar de la bañera el agua sucia con el
bebé incluido. Para Habermas, también hoy (como durante la Revolución
Francesa) continúa siendo vigente la idea que sólo en la racionalidad puede
anclar aquél interés emancipatorio, y que Habermas situó como propio de las
ciencias crítico-reflexivas, aquellas orientadas a “liberar al sujeto de la
dependencia de poderes hipostasiados”76. De hecho, para este autor, la
problemática de la racionalidad ha estado siempre en la sociología como su
horizonte último y hoy, dada la especialización de otras disciplinas como la
economía y la ciencia política, se encuentra en mejor pie que aquellas (y otras
disciplinas) para la interpretación epocal de la racionalidad de nuestras
sociedades.
61
El problema no sólo se restringe a la articulación y trabajo de las ciencias
sociales en general. También el Derecho se ve afectado por esta situación de
“crisis de la razón”. En un contexto postmetafísico o postconvencional, el
derecho también pierde toda fuente de legitimación orientadora, articulada en
términos de una filosofía del sujeto, de una moral ciudadana o de una
“metafísica del estado”. En esta etapa del desarrollo evolutivo de nuestras
sociedades, las normas también son sometidas a reflexión y crítica, pero a la
luz de principios universales. Esta es al menos la apuesta de Habermas:
77 Habermas, Jürgen, “¿Cómo es posible la legitimidad por vía de legalidad?”, en Escritos sobre moralidad y eticidad,
62
Pero rescatar los fueros de la razón no es suficiente, pues, si ella no puede
estar justificada en una realidad ontológica entonces ella debe vaciarse de
sentido y reconstruirse en una de “nuevo tipo”; una racionalidad de tipo
procedimental anclada en el lenguaje. En el siguiente apartado intentaremos
reconstruir la teoría de la acción comunicativa de Habermas (I) para luego
concentrarnos en sus implicancias para la descripción y procedimentalización
del derecho moderno (II).
78 En este punto es necesario hacer un pequeño alto y explicitar de mejor manera la acción teleológica, pues
Habermas la reconoce en dos instancias, donde el común denominador pasa a ser la orientación al éxito de la
acción: “A las acciones orientadas al éxito las llamo instrumentales cuando pueden entenderse como seguimiento de
reglas técnicas y enjuiciarse desde el punto de vista de la eficacia de una intervención en el mundo físico con la que
el agente pretende conseguir algo; las acciones orientadas al éxito las llamo estratégicas cuando pueden entenderse
como seguimiento de reglas de elección racional y evaluarse desde el punto de vista de la eficacia del influjo que un
agente trata de ejercer sobre las ediciones de un oponente (u oponentes) racional”, en Habermas, Jürguen, Teoría
de la Acción Comunicativa: Complementos y Estudios Previos, Cátedra, Madrid, 2001, pág. 453.
63
acción ha sido tematizado por la sociología clásica desde posiciones diversas79.
Por supuesto, estas tres racionalidades pueden ser expresadas (y de hecho así
sucede en la vida cotidiana) mediante manifestaciones o emisiones verbales,
por lo que pueden ser aceptadas o cuestionadas por otro actor (como mi alter
ego en un dialogo), es decir, se puede reaccionar frente a ellas con un si o con
un no: si se aceptan, entonces los actores se comportan como si hubieran
acordado lo señalado; si se rechazan, entonces se argumentará lo dicho
buscando el acuerdo entre las partes; en ambos casos, lo que existe es un télos
del lenguaje que nos arrastra en todo momento al entendimiento80. Por ejemplo,
frente a una emisión verbal cualquiera podría ponerse en cuestión la rectitud
normativa de lo que se dice o afirma (desde un punto de vista ético o jurídico);
la verdad de lo afirmado (en su correspondencia con el mundo físico) y/o,
finalmente, la sinceridad de lo afirmado (según la evaluación de cómo ha sido el
comportamiento pasado de quien habla o cómo se evalúa subjetivamente lo
que dice en relación con lo que se cree él piensa). Siempre están presentes
cuando un agente hace uso del lenguaje una, dos o las tres pretensiones, y
quien le escucha puede aceptar o rechazar tales pretensiones.
Esta potencialidad tanto de la aceptación como del rechazo hace que las
manifestaciones verbales “lleven asociadas pretensiones de rectitud normativa,
o de veracidad subjetiva, de forma similar a como otros actos llevan asociada
una pretensión de verdad proposicional o de eficiencia (...) siendo susceptibles
de fundamentación y de crítica”81. Habermas, siguiendo la tradición de la
79 Cfr. Habermas, Jürgen, “Relaciones con el mundo y aspectos de la racionalidad de la acción en cuatro conceptos
sociológicos de acción”, en Teoría de la Acción Comunicativa, Taurus, Madrid, 1999,Tomo I, op. cit., pp. 110 y ss.
80 La argumentación es entendida por Habermas como un tipo de habla “en que los participantes tematizan las
pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de
argumentos. Una argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistemática con la pretensión de
validez de la manifestación o emisión problematizada. La fuerza de una argumentación se mide en un contexto dado
por la pertinencia de las razones. Esta se pone de manifiesto, entre otras cosas, en si la argumentación es capaz de
convencer a los participantes en un discurso, esto es, en si es capaz de motivarlos a la aceptación de la pretensión
de validez en litigio”, en Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., pág. 37.
81 Ibid., pág. 34.
64
filosofía analítica, habla de una pragmática formal, una estructura del lenguaje
universal, en donde toda acción enunciativa o comunicativa debe, para ser
comprensible, apelar al menos a uno de los mundos señalados (objetivo, social
o subjetivo), referencia a los mundos que puede, como ya vimos, ser aceptada
o puesta en cuestión por otros dialogantes. Señala Habermas que los tres tipos
de acciones reseñadas anteriormente vienen a configurar:
65
medio del cual se mueven. En comparación con la acción teleológica, la acción
normativa y la acción dramatúrgica, la acción comunicativa “presupone el
lenguaje como un medio de entendimiento sin más abreviaturas, en que
hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte preinterpretado que su
mundo de la vida representa, simultáneamente algo en el mundo objetivo, en el
mundo social y en el mundo subjetivo, para negociar definiciones de la situación
que puedan ser compartidas por todos”84.
66
comunicativamente entre las partes radica en el reconocimiento común que los
hablantes pueden dar tanto al procedimiento por medio del cual se alcanza el
acuerdo como también, por cierto, al acuerdo mismo. La comunidad de
hablantes se constituye en la fuente última de legitimidad de la comunicación
(aunque en este punto no queda claro si son los sujetos o el saber disponible a
ellos en el mundo de la vida el que se constituye en fuente última de
legitimación) y el procedimiento discursivo conocido como “situación ideal de
habla” es el mecanismo adecuado para que los hablantes puedan alcanzar
acuerdos transparentes. La legitimidad de una emisión verbal o de un discurso
es siempre una construcción intersubjetiva lograda gracias al acuerdo al que
nos empuja el propio lenguaje. Sin embargo, tal como lo señala Teubner87, este
movimiento crea en Habermas la necesidad de identificar un criterio
independiente en orden a distinguir un acuerdo falso (o ilegitimo) de uno
verdadero (o legitimo). Para ello Habermas desarrolla su concepto de “situación
ideal de habla”, el cual es definido por ciertas características formales y
procedimentales, las cuales son, en un contexto de diálogo entre agentes:
disponibilidad a dejarse convencer por el mejor argumento; orientación a la
comprensión mutua; no restricción de temas ni de participantes a priori y
veracidad de las expresiones88. Esta es una postura que ni Luhmann (como ya
lo veremos), ni Foucault ni Derrida comparten, toda vez que los sujetos son
excluidos de diversas maneras de la legitimidad de la comunicación o del
discurso y no son su fuente última. Esto tendrá importantes implicancias
también para la comprensión que Habermas desarrolla respecto del derecho y
que veremos más adelante.
87 Cfr. Teubner, Gunther, “How the Law Thinks: Constructivist Epistemology of Law”, en Law & Society Review, Vol.
67
de lo señalado, lo posiciona en una particular perspectiva constructivista, toda
vez que esta comprensión de la “constitución de verdad” de los enunciados no
radica en su correspondencia con una realidad fuera de la comunicación.
Habermas sigue una teoría consensual de la verdad, que declara como criterio
de verdad el acuerdo potencial al que pueden llegar los participantes del
discurso, arrastrados por el télos del lenguaje.
68
Podemos tratar las palabras que el otro emite simplemente como sonidos, o
si entendemos su significado podemos todavía tratarlas como hechos,
registrando el hecho de que quien las emite dice lo que dice. O podemos
tratar lo que dice como una pretensión de conocimiento, en cuyo caso no
sólo nos concierne lo que dice como hecho de su biografía, sino como algo
que puede ser verdadero o falso89
89Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias sociales, Tecnos, Madrid, 1996, pág. 466.
90Cfr. Habermas, Jürgen, “La problemática de la comprensión en las ciencias sociales”, en Teoría de la acción
comunicativa, Tomo I, op. cit., especialmente pág. 153 y ss.
69
demasiado del comportamiento del lego en ciencias sociales. En el siguiente
apartado intentaremos volcar estas reflexiones a la particular observación de
nuestro autor respecto del “sistema de los derechos”, como el mismo denomina
al ámbito de la legalidad.
70
fuerza cuanto menos legítimo sea éste o en todo caso cuanto menos sea
éste tenido por legítimo.91
Así, al igual que los acuerdos alcanzados por los hablantes en contextos
diversos, la legitimidad del derecho para Habermas radica en la posibilidad
misma de acuerdo que los hablantes pueden alcanzar, arrastrados por el télos
71
del lenguaje que se les impone externamente, en nuestro caso, desde la
comunicación. Así lo señala Habermas en Facticidad y Validez:
... si los discursos (...) constituyen el lugar en el que se puede formar una
voluntad racional, la legitimidad del derecho se basa en última instancia en
un mecanismo comunicativo: como participantes en discursos racionales los
miembros de una comunidad jurídica han de poder examinar si la norma de
que se trate encuentra, o podría encontrar, el asentimiento de todos los
posibles afectados.94
72
democrático explica el sentido realizativo de la práctica de la autodeterminación
de los miembros de una comunidad jurídica que se reconocen unos a otros
como miembros libres e iguales de una asociación en la que han entrado
voluntariamente”95. El principio democrático de Habermas en definitiva trata de
asentarse como una grilla entre ambos lados de la distinción y reconfigurarlas
para operar como procedimiento de validez jurídica; si se quiere, el trazo mismo
de la distinción (entre facticidad y validez). De hecho, respecto de aquella
comunidad jurídica, sea en la forma de una opinión o una voluntad política, el
principio democrático indica cómo puede institucionalizarse, a saber, mediante
un sistema de los derechos que asegure a cada miembro la igual participación
en el proceso de producción de normas jurídicas. Es ese “aseguramiento” de
participación el que más parece preocupar a Habermas; certeza de la igual
participación que asegura la validez en el momento de la facticidad (producción)
de la norma jurídica.
73
El procedimiento legal primitivo no conoce todavía un derecho “objetivo”
independiente de las acciones: acciones y normas se hallan trabadas
esencialmente y enlazadas entre sí. La probabilidad de que la acción social
sea regular descansa exclusivamente en que en los usos y costumbres, o
en las tramas de intereses. Pues la acción no se orienta todavía por
deberes jurídicos que “por ser lo que son” fueran reconocidos como
“obligatorios” por un círculo de hombres. Esto sólo sucede con el paso del
procedimiento legal tradicional en el que ahora las acciones son enjuiciadas
a la luz de normas jurídicas dadas. Pero éstas son todavía particulares: aún
no se basan en principios jurídicos de carácter universalista. Esta es la
aportación del derecho natural, el cual supone que tales principios pueden
“deducirse” racionalmente. Pero con esto el derecho no sólo queda
asentado sobre principios, sino al mismo tiempo sobre una base
metajurídica. El derecho existente debe legitimarse mediante tales principios
y cambiarse si está en contradicción con ellos. Con lo cual se da un impulso
decisivo a la idea de creación de derecho. Ciertamente que el derecho
natural se sigue ateniendo todavía a la idea de que los principios jurídicos
son principalmente dados. Sólo cuando esa idea se ve sacudida, sólo
cuando esos principios se tornan reflexivos, puede el derecho hacerse
positivo en sentido estricto. Eso es lo que consigue el derecho moderno.
Aquí todo el derecho puede considerarse como derecho estatuido y por
tanto revisable. Y en consecuencia, su “anclaje” ya no se efectúa
recurriendo a principios metajurídicos, sino a principios jurídicos. Estos
últimos sólo pueden tener ya un carácter hipotético, lo cual es expresión del
hecho de que el derecho se ha vuelto autónomo, pero de que a la par,
permanece referido a contextos extrajurídicos96
96Esta corresponde a una larga cita de Schluchter que Habermas reproduce para basar su línea trifásica de
evolución del derecho. Cfr. Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa, Tomo I, op. cit., pág. 335-336.
74
que el derecho moderno no se rige ni se forma por interpretaciones de
tradiciones sagradas y reconocidas, sino que expresa más bien la voluntad de
un legislador soberano, que, haciendo uso del medio de organización que es el
derecho, regula convencionalmente situaciones sociales; ii) Legalidad: el
derecho moderno no supone a las personas jurídicas ninguna clase de
motivación ética, fuera de una obediencia general al derecho. No se sancionan
las malas intenciones, sino las acciones que se desvían de las normas; iii)
Formalismo: el derecho moderno define ámbitos en que las personas privadas
pueden ejercer legítimamente su arbitrio. Se presupone la libertad de arbitrio de
las personas jurídicas en un ámbito, éticamente neutralizado, de acciones que
son privadas, pero que llevan aparejadas consecuencias jurídicas. En éste
ámbito está permitido todo aquello que no esté jurídicamente prohibido97. Los
tres mencionados rasgos estructurales se refieren respectivamente al modo de
validez del derecho y de creación del derecho, a los criterios de punibilidad y al
modo de sanción y, finalmente, al tipo de organización de la acción jurídica.
Pero, señala Habermas, esas tres características significan a su vez que la
validez del derecho ya no puede nutrirse de la autoridad de tradiciones éticas
sino que ha de necesitar de una fundamentación autónoma; “tal exigencia sólo
la puede cumplir la conciencia moral en su nivel postconvencional”98. En este
nivel, el postconvencional donde se enjuician las normas pero a partir de
principios, donde Habermas sitúa como central el “principio democrático”.
97 Cfr., Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa, Tomo II, Taurus, Madrid, 1999, pp. 336 y ss.
98 Ibid., pág. 337.
75
principio que se hace operativo por medio de un procedimiento que replica
punto por punto el esquema de la “situación ideal de habla” que vimos más
arriba.
76
LA OBSERVACIÓN JURÍDICA DE NIKLAS LUHMANN:
EL ADENTRO DE LA COMUNICACIÓN LEGAL
Niklas Luhmann
Introducción
77
precariedad de un texto como el presente, ella se hace presente cuando de lo
que se trata es de describir una enorme teoría de la sociedad.
78
tematizado (II) para finalmente, utilizar esta misma descripción del derecho en
la aplicación concreta de un caso recientemente acaecido en los tribunales de
justicia chilenos (III)
99 Spencer – Brown, George, Laws of Form, George Allen & Unwin, London, 1969, pág. 1.
79
con el uso de esquemas relativos a aquel concepto, sino que
además nos permite evitar, negándoles desde el principio
cualquier espacio conceptual, aquellos presupuestos del tipo de
sustancias sobre los que se ha construido el análisis sociológico,
aun cuando se hayan desarrollado a escala altamente
100
formales.
100Luhmann, Niklas y Rafaelle Di Giorgi, Teoría de la Sociedad, Iberoamericana, México, 1998, pp. 34 – 35.
101Cfr. al respecto Akerstrom Andersen, Niels, Discursive Analytical Strategies, The Policy Press, Bristol, 2003, pág.
64 y ss.
80
indicates at the time. If both sides are marked, the distinction is
cancelled out. It is not possible simultaneously to observe an
object as beautiful and ugly – except over time – but then it is no
longer the same observation. Hence, distinctions are always
asymmetrical because only one side is marked102
Como todo concepto el de sistema también es una forma de dos lados, o como
se dice más elegantemente, sistema es también la unidad de una diferencia
81
que hace la diferencia; sistema es la unidad de la diferencia entre sistema y
entorno que el propio sistema hace. El sistema es productor de su propia
unidad, o, en otras palabras, “los sistemas pueden distinguirse a sí mismos
respecto a su entorno, pero sólo como una operación que se verifica en el
mismo sistema”106. Claramente aquí aparece una tautología, pues, pudiéramos
decir que el sistema es lo que el sistema define como sistema distinguiéndolo
de su entorno, el cual emerge en el momento mismo en que el sistema se
reconoce como sistema, por tanto, diferenciado de un entorno. La paradoja es
solamente liberada cuando se piensa que con cada operación de observación
el sistema va replicando el esquema de distinciones que la define. La
dimensión temporal es así crucial para comprender cómo los sistemas sociales
se van “desparadojizando”, toda vez que el esquema de distinciones es re-
entrado una y otra vez sobre la distinción anterior. Como se aprecia, la paradoja
de la distinción autoaplicada no es nunca resuelta, solo se desplaza hacia el
futuro, en un movimiento que agrega velocidad creciente a las operaciones del
sistema. Por cierto, en el paso de una operación a otra, la operación no es
nunca la misma, lo que va aumentando la diferencia. Todo esto nos muestra
hasta qué punto la producción de la forma (de la distinción) es en realidad
autoproducida. El mismo Luhmann así lo señala:
106 Luhmann, Niklas y Rafaelle Di Giorgi, Teoría de la Sociedad, op. cit., pág. 38.
107 Luhmann, Niklas, “El concepto de sociedad”, op. cit., pág. 55.
82
En este punto la teoría de la sociedad reconoce que los sistemas sociales son
sistemas autopoiéticos operativamente cerrados, siguiendo la clásica definición
empleada por los biólogos Maturana y Varela, a quienes la ciencia les debe el
concepto. Para estos biólogos, una máquina o sistema autopoiético es aquel
organizado “como un sistema de procesos de producción de componentes
concatenados de tal manera que producen componentes que: i) generan los
procesos de producción que los producen a través de sus continuas
interacciones y transformaciones y ii) constituyen a la máquina como una
unidad en el espacio físico”108 En este caso, los sistemas sociales no están en
un espacio físico, pero sí reproducen sus propias operaciones a partir de sí
mismos, procesando la distinción como re-entry de la forma (la forma en la
forma, la distinción en la distinción) y, al igual que en lo vivo, todo lo que es
usado por el sistema como unidad es producido por el propio sistema. Tal como
lo señala Luhmann, “Autopoietic systems, then, are sovereign with respect to
the constitution of identities and differences”109. Sin embargo, queda aún por
resolver la inquietud por el tipo de operación que produce el sistema de la
sociedad. En este punto, la propuesta de Luhmann consiste en tomar el
concepto de comunicación como el “ultra elemento” de la sociedad.
108 Maturana, Humberto y Francisco Varela, De máquinas y seres vivos. Autopoiésis: la organización de lo vivo,
Universitaria, Santiago, 1995, pág. 73.
109 Luhmann, Niklas, Essay on self-reference, Columbia University Press, New York, 1990, pág. 3.
83
ejemplo, la conciencia y la suma de las acciones. Los individuos, entendidos
como sistemas psíquicos, permanecen en el entorno de la comunicación (por
tanto, de la sociedad). Ellos son también sistemas autopoiéticos que producen
sentido en una conexión cerrada de la conciencia por el proceso de conectar
pensamientos con otros pensamientos. En el caso de la comunicación, el
proceso corresponde a la conexión de comunicación con otras comunicaciones.
Por cierto, pese a que ambos sistemas están clausurados operativamente,
ambos también se definen recíprocamente, entrando en una relación
denominada “acoplamiento estructural”; ciertamente, la sociedad no puede
existir sin sistemas psíquicos, pero de las relaciones de estos sistemas
psíquicos, coordinados a través de la comunicación, emerge un nivel con
complejidad y características propias: la sociedad. En definitiva, la
comunicación, en esta constelación teórica, exige una definición que la
conceptualice de modo que toda comunicación sólo pueda ser producida por
medio de comunicación – si bien, por cierto, esto acontezca en un entorno que
lo permita y tolere.
110Cfr. Luhmann, Niklas, Sistemas Sociales. Lineamientos para una teoría genera, Alianza Editorial – Universidad
Iberoamericana, México, 1991, Especialmente Cap. 4: “Comunicación y Acción.
84
lugar) la comprensión se hará posible solamente distinguiendo entre la
conducta y su valor informativo. Tal distinción hace posible la comprensión de
lo comunicado. Luego de la comprensión (o no comprensión; entendimiento o
mal entendimiento de lo comunicado, la distinción siempre recae en Ego), la
comunicación podrá continuar mediante “actos de enlace”, entendidos como
aceptación o rechazo de lo comunicado (aunque la aceptación o rechazo de la
comunicación sólo tendrá valor informativo en la interioridad de Ego, pues Alter
puede siempre entender otra cosa); producido el acto de enlace, el proceso se
repetirá y esta vez será Ego, quien seleccionará y notificará su selección. Por
cierto, dado que Alter y Ego observan, distinguen y seleccionan, la
comunicación no es nunca intencional, pues Ego puede siempre tomar
cualquier “acto” de Alter bajo la distinción entre información y notificación. En
este punto, todo puede suceder.
85
Sin embargo, en el marco de la teoría de sistemas sociales autopoiéticos que
inaugura Luhmann, la comunicación, desde un punto de vista evolutivo (es
decir, desde la perspectiva que se preocupa de dar respuesta a la probabilidad
de lo improbable) es un hecho altamente improbable, debido a tres razones
principalmente: i) Hay improbabilidad de entenderse, dada la separación de los
cuerpos y las conciencias entre dos personas (Ego puede siempre comprender
otra cosa); ii) Hay improbabilidad de acceder a todos los destinatarios,
principalmente debido a que es difícil que la comunicación llegue más allá de
los presentes (Alter literalmente no tiene voz suficiente para hacerse oír más
allá de la copresencia de Ego); iii) Finalmente, hay improbabilidad de que la
comunicación sea exitosa (la aceptación de ego del tema o aportación
propuesta por Alter es siempre contingente; y aún cuando Ego comprenda lo
que Alter le propone como tema o aportación es difícil que lo acepte como tema
propio, pues, puede siempre no importarle lo propuesto). Para Luhmann, estas
tres improbabilidades no sólo actúan como barreras para lograr la
comunicación, no sólo dificultan que se alcance la meta, también actúan como
barreras de desmoralización, pues “quien considera que una comunicación no
tiene esperanzas, la abandona”112. Aún peor, para Luhmann, si se logra superar
una de las barreras, la siguiente se hace más difícil de superar, pues: si Ego
entiende, entonces tiene muchos más motivos para rechazar la comunicación;
cuando la comunicación rebasa a los presentes se hace mucho más difícil de
comprender y más fácil de rechazar. En este punto Luhmann desarrolla su
teoría de los medios, que son los logros evolutivos que han permitido hacer
probables cada una de las tres improbabilidades (entendimiento, llegar más allá
de los presentes, éxito). El medio que permite el entendimiento entre Alter y
Ego es el lenguaje, el cual es definido como signos articulados con reglas
sintácticas conocidas. Basados en el lenguaje se han podido desarrollar luego
(desde la invención de la escritura en adelante) medios de comunicación. Pero
86
el éxito de la comunicación no estuvo completamente asegurado hasta el
desarrollo de los llamados medios de comunicación simbólicamente
generalizados. Luhmann denomina “simbólicamente generalizados” a aquellos
medios “que utilizan generalizaciones para simbolizar la relación entre
selección y motivación, es decir, para representarla como unidad”113. Así, el
medio de comunicación simbólicamente generalizado permite observar como
unidad la motivación y la selección de Alter. Así por ejemplo, cuando en un
contexto de intercambio económico una persona saca un billete y nos lo
muestra podemos comprender inmediatamente que de lo que se trata es de
una compra.
87
es asegurar la continuación de la autopoiésis le permite al sistema: 1) Orientar
sus operaciones; 2) Produce cerrazón operacional reduciendo la contingencia
posible; 3) Establece los límites del sistema mismo según información que
pueden procesar y 4) Fija márgenes de resonancia respecto de la información
del entorno; en el caso de la economía el código que utiliza el sistema es pagar
/ no pagar; en el caso del derecho, el código basal es legal / no legal (o
conforme a derecho / no conforme a derecho)115. En este punto nos detenemos
en la exposición de la teoría luhmanniana para especificar la noción misma de
sistema legal.
115 Por cierto, la distinción correcta es sólo aceptable en almenán: recht / unrecht, la cual, no ha sido traducida
satisfactoriamente al castellano. Para ver esta discusión, cfr. Luhmann, Niklas, El derecho de la Sociedad,
Universidad Iberoamericana, México, 2002, pág. 81, Nota del Responsable. Nosotros hemos optado por usar
indistintamente la distinción legal / no legal o conforme a derecho / no conforme a derecho.
88
motivación, “codificado indiferenciadamente”; O tal vez mejor,
“indiferentemente codificado”. No existe por lo tanto ningún input
de comunicación jurídica en el sistema del derecho, porque no
hay absolutamente ninguna comunicación jurídica fuera del
sistema del derecho. Esta es una de las consecuencias de la
transición de las input type descriptions hacia las closure type
descriptions (Varela). Y, además, esta es una de las
consecuencias de la tesis de que solamente el sistema del
derecho puede originar su clausura, reproducir sus operaciones,
definir sus limites: no existe ninguna otra instancia en la sociedad
que pudiera determinar lo que es conforme (o discrepante) con el
derecho116
Respecto del código del derecho, señala Luhmann, este tiene dos
particularidades: Es universalmente manejable independientemente del
contenido de las comunicaciones que se le presenten al sistema (toda la
sociedad deviene observable a partir del esquema de distinción basal del
sistema del derecho) y posibilita la clausura del sistema por medio de la
reformulación de su unidad como diferencia (el derecho es la unidad de la
diferencia entre derecho y no derecho que el derecho hace). La paradoja de
este movimiento circular es que nos conduce tanto a una clausura operativa del
derecho como hacia una apertura cognitiva hacia el entorno: si bien sólo el
derecho trata las comunicaciones legales bajo la forma del derecho (cerrazón
normativa), a la vez todo el entorno es observado y aprehendido como entorno
del derecho (apertura cognitiva). Por que el sistema jurídico goza de clausura
operativa para procesar sus propias comunicaciones es porque también
experimenta constantemente la apertura cognitiva al entorno. La diferencia a su
vez entre clausura y apertura se expresa en el sistema a partir de la distinción
antes reseñada entre código y programa. Como lo señala Luhmann, “en el nivel
del código, la apertura del sistema consiste únicamente en el cortocircuito de su
116 Luhmann, Niklas, El derecho de la sociedad, Universidad Iberoamericana, México, 2002, pág. 124 – 125.
89
autorreferencia: cualquier operación puede disponer, en cualquier momento, de
los dos valores, derecho / no derecho. (...) El código no permite que el sistema
se cierre; permite sólo que se enlace (...) Llamamos programa a aquella regla
que decide acerca de la asignación de los valores (independientemente del
margen de interpretación)”117. Sólo en este nivel podemos llegar a afirmar que
el derecho es lo que el derecho establece como derecho.
En segundo lugar, la validez del derecho viene dada por lo que el derecho
considera como válido. En este punto Luhmann nos lleva a su concepto de
símbolo, señalando que al igual que en otros sistemas que se encargan de una
función específica, también el sistema jurídico dispone de un símbolo con el que
genera la unidad del sistema. Se trata de una función operativa; el símbolo
enlaza operaciones en un nivel mucho más profundo que el de las
observaciones basadas en los códigos. El símbolo en el sistema jurídico asume
la forma de la validez jurídica.
90
Luhmann no comprende así el concepto de la validez en sentido normativo,
“como si estuviera ya implícito que lo válido debe ser válido”. Para este autor el
derecho es válido cuando está acompañado por el símbolo de la validez y
cuando no, no. Tal como lo señala Mascareño, esto cambia radicalmente la
perspectiva de la legitimación del derecho, pues ella no se obtiene desde fuera
del sistema, sino que “se genera internamente, autipoiéticamente, a través del
símbolo de la validez. Lo que es válido es válido porque es válido, o como la
rosa, el derecho válido es el derecho válido, es el derecho válido, es el derecho
válido... y sin más (y sin menos)”119. Esta postura de la validez legal es similar a
la planteada por el positivismo jurídico de Kelsen, para quien “Una norma legal
es válida si ha sido creada de una manera particular, es decir, según reglas
determinadas y de acuerdo con un método específico. El único derecho válido
es el derecho positivo, el que ha sido ‘puesto’.120 De hecho, también para
Luhmann, así como para Habermas, la transformación del sistema legal, en
cuanto a transformación de las normas jurídicas contenidas en los códigos,
pasa por el seguimiento de un procedimiento establecido dentro del derecho
mismo; esto es, el derecho es quien establece las condiciones de su propia
transformación a partir de un procedimiento, el cual es también legal. Sin
embargo, Luhmann se distancia del positivismo jurídico de Kelsen toda vez que
para este último existe una jerarquía de normas desde la cual se derivaría, cual
regla axiomática, la validez de las restantes normas. Así Kelsen señala:
119 Mascareño, Aldo, “Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa...”, en Revista Persona y Sociedad, Vol. XVIII,
No 2, Agosto de 2004, pág. 302 – 303.
120 Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, Eudeba, Buenos Aires, 1999, pág. 112.
91
términos, cuando un documento se presenta subjetivamente
como la primera Constitución de un Estado, la ciencia del
derecho sólo le atribuye la significación objetiva de un sistema de
normas válidas cuando llega a instaurar un orden jurídico
eficaz.121
Para Kelsen y toda la corriente que inaugura, la validez de las normas jurídicas
radica en que pueden ser derivadas de esta norma fundamental, que sólo
puede ser presupuesta. En cambio, Luhmann, rechaza esta interpretación
señalando la ausencia total de jerarquía legal como también de esta presencia
de un derecho que permite la existencia del derecho antes de que exista
derecho. En este punto la reflexión de Luhmann se cruza con la de Derrida (y
ambas se oponen a Habermas, para quien la validez del sistema de los
derechos en un contexto postconvencional sólo puede venir dada desde fuera
del derecho), tal y como lo hemos presentado anteriormente, pues para ambos
autores no hay una fuente originaria para la constitución del sistema legal; no
puede haber un derecho antes del derecho. Para Luhmann, “Un observador es
libre de determinar, en el momento elegido por él, qué derecho es válido (y cuál
no). La validez hasta aquí es considerada por el observador en términos de
duración: limitada temporalmente, retractable. Las teorías de la validez que
tratan de fundamentar la validez en un inicio, una razón, en la voluntad de Dios
o en otras instancias de autoridad, son teorías de un observador de este
tipo”122. La validez se verifica en cada una de las operaciones del sistema legal
y la unidad del sistema se crea en cada operación asociada al símbolo de la
validez jurídica.
92
recurriendo al recurso del derecho válido. La validez tiene por
objeto producir enlaces dentro del sistema.123
Colofón
123 Ibid.
93
cinco y desde el veintiuno de enero del mismo año no se tuvieron más
noticias de la víctima, existiendo certeza de que al diez de marzo de
mil novecientos setenta y ocho, fecha de la expiración del plazo
contemplado en el artículo 1° del D.L. 2191, Sandoval Rodríguez no
había aparecido y no se tenían noticias de él, ni del lugar donde se
encontrarían sus restos, en el evento de haberse producido su muerte,
sea ésta provocada por los secuestradores o por otros sujetos, lo que
torna inaplicable la amnistía alegada, ya que el secuestro continuaba
perpetrándose una vez que expiró el periodo de tiempo cubierto por
esta causal de extinción de responsabilidad criminal.
94
verdad lógica; es decir, aquellos actos o sucesos que han sido debidamente
acreditados y validados en el procedimiento judicial; invocación de testigos,
documentación pertinente, pericias encargadas a personal reconocido, etc. son
los aspectos del proceso que fungen como fundamento para la decisión judicial.
95
CONCLUSIONES: EL DISCURSO FILOSÓFICO DE LA POSMODERNIDAD
Franz Kafka
96
sea cierto que la palabra es la morada del ser y que no hay ser fuera de la
palabra; tal vez sea cierto que el rostro del hombre parece difuminarse en la
loca dinámica del lenguaje, del significante que reverbera sobre su propia
ausencia, del símbolo que lo conduce todo. Como sistema de inscripción, como
un documento arqueológico que pudo ser escrito hace siglos, como una
máquina productora de sus mismos elementos. Será luego del giro de la rueda
del tiempo donde, después de lastimosos esfuerzos, otros se enfrenten a la
luminosidad de la palabra enunciada, y sabrán con seguridad que estaban
dirigidas a cualquiera menos a ellos, tal como lo hemos podido ver en este
escrito; y aquello de que hablen no será aquello que nosotros leemos ahora. En
esa distancia sideral, sólo el exceso de las interpretaciones puede hacernos
volver a hablar. Como el plebeyo chino de Kafka, que debe llevar un importante
mensaje del emperador hacia algún lugar de su infinito imperio, la palabra
parece traernos un importante mensaje, algo que aparece en la diagonal que
traza su referencia; pero jamás podremos saber, menos aún palpar, aquello que
está más allá de ellas, pues nunca habrá contacto entre el extremo referencial
de la palabra y nosotros, simples oyentes de un sonido mudo. Quizás ella nos
haya engañado todo este tiempo, quizás nunca hubo mensaje del emperador
(nadie más que el plebeyo escuchó el mensaje); quizás sólo jugó con nosotros,
y nosotros nos hemos entretenido todo este tiempo. Por eso la ley no puede
estar más allá de las palabras; y aunque esté reservada sólo para ella, en razón
de su mismo exceso, no nos puede conducir a lo que solamente ella puede ver.
Sólo nos arrastra en su infernal dinámica, la cual hemos intentado seguir aquí
desde cuatro posiciones.
Nos hemos preguntado por cómo estas posiciones pueden describir el derecho
moderno cuando se han perdido las nociones que tradicionalmente orientaron la
concepción del mismo, y cómo a su vez pueden resolver el problema de la
validez del derecho. Esas mismas estrategias analíticas han debido también
97
sortear sus propias dificultades, al renunciar a esas mismas nociones que antes
la anclaron a un terreno que resultó ser del todo inestable, prefiriendo abrazar la
inestabilidad misma, cada una a su modo. Volvamos sobre cada una de estas
estrategias.
98
sus intersticios, en sus espacios dichos y no dichos, reina la reserva del
origen; que, por tanto, no es necesario ir a buscar a otra parte, sino
aquí mismo, no en las palabras, directamente, pero sí en las palabras
como borrones, en su red se dice “el sentido del ser”. Pedagogía que,
inversamente, da a la voz de los maestros esa soberanía que le
permite predecir indefinidamente el texto.124
Foucault, Michel, “Mi cuerpo, ese papel, ese fuego”, en Historia de la locura en la época clásica, Tomo II, FCE,
124
99
análisis que es reconocido por Habermas cuando le critica a Foucault la
excesiva selectividad de su documentación para el análisis del derecho.
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pensamiento irrumpe necesariamente en la palabra, por otro lado el propio
pensamiento contiene tanto la presencia del sentido como la presencia de la
verdad. Dentro del lenguaje están solamente las huellas del eterno
movimiento de la diferencia, o más bien, de la différance.
125 Derrida, Jacques, De la gramatología, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971, pp. 84 – 85.
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del derecho, en las aporías que identifica Derrida, como por ejemplo, la del
intentar aplicar la ley sin trazar una operación basada en el mero cálculo (lo
cual sería mero cálculo, mera repetición de lo que dice el código, mas no
justicia), pero a la vez sin desligarse de lo que dice el código (pues entonces
sería una mera violencia sin justicia). Las paradojas que constituyen el
accionar de la justicia es la entrada de Derrida. El riesgo de esta perspectiva
radica en su brutal a-sociologismo, pues lo que importan son las paradojas
autoproducidas por el discurso mismo. Es como si Derrida se lanzara a la
casa de las paradojas que fundan los discursos y las iterara al infinito.
Entonces, se pierde la relación que tiene el discurso legal con otras
prácticas discursivas, que es la riqueza del análisis por ejemplo de Foucault
o de Luhmann. Tampoco existe una pregunta por la función social del
derecho en esta perspectiva. Con todo, Derrida resuelve de mejor manera
que Foucault la pregunta por la paradoja, pues el movimiento que orienta la
dinámica de los discursos, la diferencia, es una instancia sin sustancia; el
discurso es arrastrado así por una especie de “juego ideal”, donde las reglas
que determinan el juego van cambiando conforme se desarrolla el propio
juego.
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En el caso del derecho, para Habermas opera un principio derivado de la
pragmática universal del lenguaje: el principio democrático, el cual opera
como instancia externa al derecho para evaluar la validez de las normas
(para hacer el cruce desde el lado de la facticidad al lado de la validez). Este
elemento de exterioridad de la comunicación es criticado por otros autores,
como Luhmann, quien señala:
126 Luhmann, Niklas, El derecho de la sociedad, op. cit., pp. 155 - 156
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de tipo débil, la racionalidad comunicativa. Sin embargo, parece querer
también escapar a la paradoja de que la comunicación constituya su propia
validez, de modo que recurre a una instancia externa a la comunicación para
evaluar la validez del consenso alcanzado, o de la norma establecida. Para
que haya validez, debemos estar entonces en presencia del procedimiento.
Así escapa a la paradoja de la autoproducción de validez de la
comunicación; sin embargo, no basta con acudir a un concepto de “realidad”
y decir que el procedimiento está amparado en la pragmática del lenguaje
(en otros términos, el procedimiento se desprende de cómo la comunicación
es), pues entonces se vuelve a caer en una sustanciación. Queda por
responder aún a la pregunta por la validez del procedimiento mismo. Por
otro lado, como el mismo Habermas nos lo muestra, si el discurso puede
estar fundado en la comunicación sólo recursivamente, ¿necesitaría estar
fundado sobre el acuerdo que racionalmente pueden alcanzar los sujetos?.
Habermas así plantea una estrategia mucho más sociológica que la de
Derrida, pero también mucho más tradicional de lo que quizás él mismo
pretende.
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fundamento de la legalidad está dado al interior mismo de la comunicación
legal. Al igual que en el diagnóstico de Derrida, el derecho está fundado
sobre una paradoja, pero en el caso de Luhmann la paradoja es usada
productivamente, al ser desplazada en el tiempo como forma de operación
basal del sistema jurídico. Esto lo señala muy bien Teubner, quien habla de
una especie de “coraje” de ambas perspectivas:
(…) Such courage is also necessary if, like Luhmann, one refuses to
conceive of law’s foundation in terms of a Grundnorm, an ultimate rule
of recognition, substantive and procedural principles of legal validity, or
in terms of its socio-political legitimation, but in terms of the extreme
borderline case of the pure selfreferentiality of legal operations, which
fall into paradoxical confusion through their self-application. It is
precisely Luhmann’s and Derrida’s radicalism which offers a new view
on the foundations of legal and economic institutions, a view which until
now was seen to be based on a flaw of reasoning. Legal and economic
institutions, Derrida and Luhmann insist, are not based on rational
principles but on dangerous antinomies and paradoxes which not only
destroy their legitimacy but also paralyze each operation and
calculation through their self-contradictory structures.127
127Teubner, Günther, “Economics of gift – Positivity of justice. The mutual paranoia of Jacques Derrida and Niklas
Luhmann”, op. cit., pág. 31.
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methodological holism/collectivism. We are not confronted with a revival
of the old dichotomies realism/idealism and individualism-collectivism
that dominated the legal theory debates in the first half of the twentieth
century. It is neither Kelsen nor Duguit who is on the agenda of legal
theory today. Rather, in the return of Grand Theory, epistemological
realism is transformed into a new epistemological constructivism, and
the agents of methodological individualism are replaced by constructs
such as discourse, social self-reflection, and self-organization.128
128 Teubner, G., “How the Law Thinks: Toward a Constructivist Epistemology of Law”, op. cit., pp. 729 – 730. Por
cierto, Teubner reconoce en el artículo citado que son tres (y no cuatro como se propone aquí) las estrategias
analíticas que más han influido sobre la reflexión socio-legal en el último tiempo (identificando discurso con Foucault,
auto reflexión social con Habermas y autoorganización con Luhmann). Nosotros hemos optado por distinguir dentro
de la vertiente “discursiva” de la teoría social a Foucault de Derrida, con lo que parece coincidir el mismo Teubner en
un artículo posterior, donde asigna un lugar dentro de la reflexión socio-legal al desconstructivismo derridiano. Cfr.
Teubner, G., “Economics of Gift – Positivity of Justice. The mutual Paranoia of Jacques Derrida and Niklas Luhmann”,
en Theory, Culture & Society, 18(1), 2001. Para una visión crítica sobre el desconstructivismo, en particular por aquel
del movimiento Critical Legal Studies ver Teubner, G., “The King’s Many Bodies: The Self-Deconstruction of Law’s
Hierarchy”, en Law & Society Review, Vol. 31, No 4, 1997.
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como proceso comunicativo o discursivo el que por sus operaciones
produce al actor como un artefacto semántico.
3. Dado que la sociedad moderna está caracterizada, por un lado, por una
fragmentación en diferentes epistèmes y, por el otro, por sus mutuas
interferencias, el discurso legal cae en una “trampa epistémica”. La
simultánea dependencia e independencia de los otros discursos sociales
es la razón por la que el derecho moderno está permanentemente
oscilando entre posiciones de autonomía y heteronomía cognitiva.
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