ACCION DE NULIDAD POR INCONSTITUCIONALIDAD - Requisito para que sea decidida por la
Sala Plena / FUNCION PROPIAMENTE ADMINISTRATIVA - Concepto: carencia de fuerza
similar a la ley
Sea lo primero advertir que no obstante que el actor dirigió la demanda a la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo de esta Corporación, el asunto debe dirimirlo la Sección Primera, por lo
siguiente: La acción de “nulidad por inconstitucionalidad” contra los decretos dictados por el Gobierno
Nacional, cuya competencia no corresponda a la Corte Constitucional, aparece consagrada en el
artículo 237, numeral 2, de la Constitución de 1991, como una atribución propia del Consejo de
Estado, a través de su Sala Plena Contencioso Administrativa, circunstancia esta última corroborada
por el artículo 37, numeral 9, de la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia.
Conforme lo previene el artículo 97, numeral 7, del C.C.A., modificado por el artículo 33 de la Ley 446
de 1998, la acción de nulidad por inconstitucionalidad, atribuida a la Sala Plena Contencioso
Administrativa, es tal cuando se promueve i) contra decretos de carácter general dictados por el
Gobierno Nacional ii) que su juzgamiento no corresponda a la Corte Constitucional iii) cuya
inconformidad con el ordenamiento jurídico se establezca mediante confrontación directa con la
Constitución Política y iv) que no obedezca a función propiamente administrativa. La concurrencia de
todos estos requisitos resulta imprescindible para el nacimiento jurídico de dicha acción. Empero
acontece que en el caso dilucidado no se satisfacen los supuestos iii y iv anotados, debido a que la
legalidad del acto acusado no solo se hace depender de la transgresión de normas legales, sino que
además su expedición corresponde al ejercicio de funciones propiamente administrativas, lo cual se
desprende del hecho de que carezca de fuerza normativa similar a la de la Ley. Así las cosas, el acto
acusado viene a ser pasible de la acción de simple nulidad de que trata el artículo 84 del C.C.A.,
asignada a esta Sección por el Reglamento de la Corporación en atención a la materia, bajo el
criterio residual.
De otra parte, la Sala en sentencia de 18 de julio de 2001 (Expediente 5344, Consejera ponente
doctora Olga Inés Navarrete Barrero), precisó, y ahora lo reitera, que el Decreto 1303 de 1989 es una
norma especial que, como tal, es de preferente aplicación frente a las disposiciones de la Ley 142 de
1994 que, si bien estableció el régimen de los servicios públicos domiciliarios y en forma general
reguló lo relativo a los contratos de servicios públicos, no se refirió íntegramente a todos los aspectos
relativos a esta prestación quedando vigentes, por lo tanto, las disposiciones de carácter especial y
aquellas que no fueren contradictorias con sus mandatos. Al efecto, dijo la Sala: “...Así lo señaló en
forma expresa el artículo 186 de esta Ley cuando indicó: De conformidad con lo anterior, las normas
de la Ley 142 de 1994 son complementarias de las contenidas en el Decreto 1303 de 1989 que, en
cuanto no sean contrarias, mantienen su vigencia y deben interpretarse sistemáticamente como un
todo, por cuanto no existe contradicción entre las prescripciones de la Ley 142 de 1994 y las
disposiciones del Decreto 1303 de 1989 aplicadas para el caso concreto, las cuales contemplan
situaciones que no fueron cobijadas por la primera y mantienen, por lo tanto, su vigencia y
eficacia...” De tal manera que no es acertado el argumento de la entidad demandada en cuanto
El Decreto acusado (D. 1303 DE 1989) consagra una serie de conductas que implican uso no
autorizado o fraudulento del servicio eléctrico, entre las cuales se destacan la adulteración de las
conexiones o aparatos de medición, o de los sellos instalados en los equipos, la conexión de equipos
sin autorización, o la reconexión sin autorización cuando el servicio ha sido suspendido. Frente a
dichas conductas se prevén las sanciones de suspensión o corte del servicio y las pecuniarias, sin
perjuicio de las demás que puedan imponer las autoridades judiciales competentes. Cabe señalar
que esta Corporación, en sentencia de (Exp. 6075, C.P. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo), precisó
lo siguiente en relación con el alcance del principio del non bis in idem: “En relación El artículo 29,
inciso 1º, de la Carta Política consagra que el debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas; y en el inciso 4º, señala que quien sea sindicado tiene derecho a no ser
juzgado dos veces por el mismo hecho. Ahora, tal prohibición no implica que por un mismo hecho no
se puedan infligir varias sanciones, de distinta naturaleza, como ocurre, por ejemplo, cuando un
funcionario público incurre en el delito de peculado, conducta esta que no solo puede dar lugar a una
sanción penal, sino a una disciplinaria (destitución) y a una administrativa (responsabilidad fiscal). Es
decir, que la prohibición opera frente a sanciones de una misma naturaleza ...”.
En cuanto concierne a la censura de violación del artículo 29 de la Carta Política, por no contener el
Decreto acusado trámite alguno que garantice la defensa del acusado, la Sala considera que no está
llamada a prosperar, pues el artículo 26 de dicho Decreto consagra: “Reglamentaciones. Cada
entidad deberá expedir una reglamentación que permita el desarrollo y aplicación de este Decreto, en
un término no superior a dos (2 ) meses contados a partir de su publicación, todo en concordancia
con el Decreto- ley 01 de 1984”. Según el artículo 1º, ibídem, por entidad debe entenderse “Persona
natural o jurídica, pública o privada, responsable de la prestación del servicio de energía eléctrica,
legalmente autorizada para ello”. De lo anterior colige la Sala que si bien el Decreto acusado no
consagra trámite alguno para su aplicación, no por ello puede afirmarse que esté proscrita cualquier
actuación de la Administración para adelantar la investigación tendiente a establecer la conducta de
fraude e imponer la correspondiente sanción, pues, como quedó visto, es directamente la empresa
prestadora del servicio la que debía expedir la correspondiente reglamentación y, en todo caso, en el
evento de no existir tal reglamentación, resultan aplicables las disposiciones de la primera parte del
C.C.A., por mandato del artículo 1º del mismo, normas estas que garantizan el derecho de defensa
del administrado.
CONSEJO DE ESTADO
SECCIÓN PRIMERA
En apoyo de sus pretensiones el actor adujo que se violaron los artículos 4º, 6º, 21, 29, 150
numerales 2 y 23, 209 y 228 de la Constitución Política.
1º: Afirma que el artículo 4° de la Constitución Política, que entró en vigencia dos años después de la
expedición del Decreto demandado, consagra el principio de la supremacía de la Carta sobre las
demás Leyes y Decretos.
En su criterio, el Decreto acusado contraviene esta norma, así como el artículo 6º, ibídem, al crear un
régimen especial en el campo del derecho penal y adicional al sistema penal ordinario.-
2º: Sostiene que se vulnera el artículo 13, ibídem, porque el ciudadano debe responder por dos
conductas: la que tipifica el Código Penal y la consagrada en el Decreto como FRAUDE EN
DIVERSAS MODALIDADES , cuando conforme a la Constitución y a la lógica es uno sólo el
comportamiento punible que debe sancionarse ya sea como delito o como contravención, según la
cuantía del daño causado.
Considera que no se requiere de gran esfuerzo analítico, ni de valoración especial, para entender
que en todas las hipótesis consagradas en el Decreto 1303 se responde al tipo penal de hurto porque
se da el apoderamiento del bien mueble ajeno con el propósito de sacar provecho para sí o para otro;
además de que se invoca la noción de reicidencia, olvidando que este concepto fue excluido del
Hace ver cómo la Ley 142 de 1994 (artículo 141, inciso 3º), no corrige el entuerto del Decreto
acusado y, por el contrario, lo realza haciendo alusión a la figura del hurto; que, sin embargo, el
nuevo Código Penal (Ley 599 de 2001), en su artículo 256 define la conducta como defraudación de
fluido, por lo que estima que se quebranta la prohibición del principio del non bis in idem.
3°. Estima que el Decreto 1303 no se amolda a los principios del debido proceso y del derecho de
defensa,
no obstante el mandato constitucional del artículo 29, porque se omiten toda clase de trámites y
actuaciones garantistas del acusado.
4°: Sostiene que se viola el derecho a la honra y se desconoce la presunción de inocencia, cuando
se autoriza la publicación del nombre del usuario que haya incurrido en adulteración.
5°: En su opinión, no podía crearse un nuevo régimen penal especial porque ello es de competencia
privativa del Congreso de la República, según lo estipulado en el artículo 150 núm. 2° de la C.N.,
norma esta que resulta violada.
6º: Finalmente, alega que se violan el artículo 209, ibídem, en lo tocante a los principios de igualdad
e imparcialidad porque no hay equilibrio de poder entre un ciudadano común y corriente y la
contraparte que tiene el carácter de juez.
A la demanda se le imprimió el trámite del procedimiento ordinario, en desarrollo del cual se surtieron
las etapas de admisión, fijación en lista, probatoria y alegaciones.
Artículo 97: La presente ley rige a partir de la fecha de su promulgación y deroga las disposiciones
que le sean contrarias, en especial las Leyes 113 de 1928, 109 de 1936, 126 de 1938, con exclusión
de los artículos 17 y 18 y el artículo 12 de la Ley 19 de 1990.
Sostiene que, en consecuencia, se produjo la pérdida de fuerza ejecutoria del Decreto acusado, de
conformidad con lo establecido en el numeral 2 del artículo 66 del C.C.A..
Considera que no resulta procedente para la administración desvirtuar los reparos de índole legal o
constitucional del acto sometido a examen, sino poner de presente ante el Juez de la causa que por
sustracción de materia la integridad del ordenamiento jurídico no se muestra afectada, si se tiene en
cuenta que el Congreso de la República en ejercicio de sus atribuciones y utilizando el mecanismo
pertinente retiró del ordenamiento el fundamento legal del acto acusado.
Indica que el Decreto acusado se dictó por el Presidente de la República en ejercicio de las
facultades conferidas por las Leyes 113 de 1928, 109 de 1936 y 126 de 1938, para establecer el
régimen de suspensiones del servicio eléctrico y las sanciones pecuniarias por el uso fraudulento del
mismo; que, así mismo, la Ley 143 de 1994 por medio de la cual se estableció el régimen para la
generación, interconexión, transmisión, distribución y comercialización de electricidad en el territorio
nacional, se conceden unas autorizaciones y se dictan otras disposiciones, en materia energética,
derogó expresamente las Leyes en las que se había sustentado jurídicamente el Decreto
demandado, y ante esta situación lo jurídico es el advenimiento del fenómeno de la pérdida de
fuerza ejecutoria de que trata el artículo 66 numeral 2, del C.C.A .
Anota que el Decreto cuestionado al establecer un régimen de suspensión del servicio eléctrico y
sanciones pecuniarias por el uso no autorizado o fraudulento del mismo, no está creando, de ninguna
manera, un régimen penal especial dentro del campo penal, paralelo al previsto de manera general
en el ordenamiento penal, ya que no tiene origen en un ilícito de ese carácter sino en el
incumplimiento, por parte del usuario del servicio, de sus deberes y de las obligaciones surgidas del
contrato uniforme de servicios públicos que le imponen la de no hacer uso fraudulento del servicio.
Explica que precisamente la Ley 142 de 1994 que estableció el régimen de los servicios públicos
domiciliarios, consagró la sanción de suspensión del servicio por el incumplimiento, incluido el
relacionado con el fraude a las conexiones, acometidas, medidores o líneas y autorizó a las
entidades prestadoras del servicio para ejercer “ todos los demás derechos que las leyes y el
contrato uniforme de prestación de servicios les conceden para los efectos del
incumplimiento“ ; considerar para efectos penales el servicio de energía eléctrica como un bien
mueble, en donde su obtención por medios fraudulentos se constituye en el delito de hurto.
Sea lo primero advertir que no obstante que el actor dirigió la demanda a la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo de esta Corporación, el asunto debe dirimirlo la Sección Primera, por lo
siguiente:
La acción de “nulidad por inconstitucionalidad” contra los decretos dictados por el Gobierno Nacional,
cuya competencia no corresponda a la Corte Constitucional, aparece consagrada en el artículo 237,
numeral 2, de la Constitución de 1991, como una atribución propia del Consejo de Estado, a través
de su Sala Plena Contencioso Administrativa, circunstancia esta última corroborada por el artículo 37,
numeral 9, de la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia.
Conforme lo previene el artículo 97, numeral 7, del C.C.A., modificado por el artículo 33 de la Ley 446
de 1998, la acción de nulidad por inconstitucionalidad, atribuida a la Sala Plena Contencioso
Administrativa, es tal cuando se promueve i) contra decretos de carácter general dictados por el
Gobierno Nacional ii) que su juzgamiento no corresponda a la Corte Constitucional iii) cuya
inconformidad con el ordenamiento jurídico se establezca mediante confrontación directa con la
Constitución Política y iv) que no obedezca a función propiamente administrativa. La concurrencia de
todos estos requisitos resulta imprescindible para el nacimiento jurídico de dicha acción.
Empero acontece que en el caso dilucidado no se satisfacen los supuestos iii y iv anotados, debido a
que la legalidad del acto acusado no solo se hace depender de la transgresión de normas legales,
sino que además su expedición corresponde al ejercicio de funciones propiamente administrativas, lo
Así las cosas, el acto acusado viene a ser pasible de la acción de simple nulidad de que trata el
artículo 84 del C.C.A., asignada a esta Sección por el Reglamento de la Corporación en atención a la
materia, bajo el criterio residual.
De otra parte, la Sala en sentencia de 18 de julio de 2001 (Expediente 5344, Consejera ponente
doctora Olga Inés Navarrete Barrero), precisó, y ahora lo reitera, que el Decreto 1303 de 1989
es una norma especial que, como tal, es de preferente aplicación frente a las disposiciones de
la Ley 142 de 1994 que, si bien estableció el régimen de los servicios públicos domiciliarios y
en forma general reguló lo relativo a los contratos de servicios públicos, no se refirió
íntegramente a todos los aspectos relativos a esta prestación quedando vigentes, por lo tanto,
las disposiciones de carácter especial y aquellas que no fueren contradictorias con sus
mandatos.
“...Así lo señaló en forma expresa el artículo 186 de esta Ley cuando indicó:
Deróganse, en particular, el artículo 61, literal “f” de la Ley 81 de 1988, el artículo 157 y el
literal “c” del artículo 233 del Decreto 1333 de 1986; el inciso segundo del artículo 14; y los
artículos 58 y 59 del Decreto 2152 de 1992; el artículo 11 del Decreto 2119 de 1992; y el artículo
1 en los numerales 17, 18, 19, 20 y 21 y los artículos 2, 3 y 4 del Decreto 2122 de 1992”.
De conformidad con lo anterior, las normas de la Ley 142 de 1994 son complementarias de las
contenidas en el Decreto 1303 de 1989 que, en cuanto no sean contrarias, mantienen su vigencia y
deben interpretarse sistemáticamente como un todo, por cuanto no existe contradicción entre las
prescripciones de la Ley 142 de 1994 y las disposiciones del Decreto 1303 de 1989 aplicadas para el
caso concreto, las cuales contemplan situaciones que no fueron cobijadas por la primera y
mantienen, por lo tanto, su vigencia y eficacia...”
De tal manera que no es acertado el argumento de la entidad demandada en cuanto consideró que
como en virtud de la expedición de las leyes 142 y 143 de 1994 se derogaron las leyes que le
sirvieron de sustento al Decreto acusado éste perdió su fuerza ejecutoria.
Por lo demás, si en gracia de discusión se admitiera que sí operó dicho fenómeno, ello no implica
considerar que se esté en presencia de una sustracción de materia, que imponga un fallo inhibitorio,
pues esta Corporación, a partir de la sentencia de la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo 14
“... Basta que una norma jurídica de carácter general haya tenido vigencia por un pequeño lapso de
tiempo para que la jurisdicción de lo contencioso administrativo debe pronunciarse ante una
demanda de nulidad que se presenta contra ella, pues en ese lapso de tiempo pueden haberse
efectuado situaciones jurídicas particulares o pueden haber efectos de la misma que ameriten
reparación del daño y restauración del derecho que eventualmente se haya ocasionado” Estima la
sala que .... no es posible confundir la vigencia de una disposición con la legalidad de la misma,
como ocurriría si se mantiene la posición que sostiene que sería inoperante y superfluo
pronunciarse en los eventos en que la misma administración ha revocado su acto, así éste sea de
carácter general e impersonal. Pues contrario a lo que se había afirmado, opina la Sala que la
derogatoria de una norma no restablece per se el orden jurídico supuestamente vulnerado, sino
apenas acaba con la vigencia de la norma en cuestión. Porque resulta que un acto administrativo,
aún si ha sido derogado, sigue amparado por el principio de legalidad que lo protege, y que solo se
pierde ante pronunciamiento anulatorio del juez competente; de donde se desprende que lo que
realmente restablece el orden vulnerado no es la derogatoria del acto, sino la decisión del juez que
lo anula, o lo declara ajustado a derecho. Ello además, se ve confirmado por los efectos que se
suceden en cada evento. La derogatoria surte efecto hacia el futuro, sin afectar lo ocurrido durante
la vigencia de la norma y sin restablecer el orden violado; la anulación lo hace ab initio,
restableciéndose por tal razón el imperio de la legalidad (...) Así, las situaciones jurídicas
consolidadas al amparo de una norma ilegal, seguramente serán también ilegales
independientemente de la vigencia de esta última, o, a contrario sensu, serán legales si ella lo es
también. Pero, como en uno u otro evento ambas están amparadas por la presunción de legalidad,
la cual no podría ser controvertida en el evento de una norma derogada, el resultado de lo anterior
será necesariamente el de imposibilitar el juzgamiento objetivo del acto particular de que se trate.
Por ello la Sala opina que, aún a pesar de haber sido ellos derogados, es necesario que esta
Corporación se pronuncie sobre la legalidad o ilegalidad de los actos administrativos de contenido
general que se impugnen en ejercicio de la acción de nulidad, pues solamente así se logra el
propósito último del otrora llamado contencioso popular de anulación, cual es el imperio del orden
jurídico y el restablecimiento de la legalidad posiblemente afectada por la norma acusada, imperio y
legalidad que no se recobran por la derogatoria de la norma violadora, sino por el pronunciamiento
definitivo del juez administrativo. Y mientras tal pronunciamiento no se produzca, tal norma, aún
sea derogada, conserva y proyecta la presunción de legalidad que la ampara, alcanzando los
efectos a aquellos actos de contenido particular que hubiesen sido expedidos durante su
vigencia”.(..)
El Decreto acusado consagra una serie de conductas que implican uso no autorizado o fraudulento
del servicio eléctrico, entre las cuales se destacan la adulteración de las conexiones o aparatos de
medición, o de los sellos instalados en los equipos, la conexión de equipos sin autorización, o la
reconexión sin autorización cuando el servicio ha sido suspendido.
Cabe señalar que esta Corporación, en sentencia de (Expediente 6075, Consejero ponente
doctor Gabriel Eduardo Mendoza Martelo), precisó lo siguiente en relación con el alcance del
principio del non bis in idem:
“En relación El artículo 29, inciso 1º, de la Carta Política consagra que el debido proceso se aplicará
a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas; y en el inciso 4º, señala que quien sea
sindicado tiene derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Ahora, tal prohibición no implica que por un mismo hecho no se puedan infligir varias
sanciones, de distinta naturaleza, como ocurre, por ejemplo, cuando un funcionario público
incurre en el delito de peculado, conducta esta que no solo puede dar lugar a una sanción
penal, sino a una disciplinaria (destitución) y a una administrativa (responsabilidad fiscal). Es
decir, que la prohibición opera frente a sanciones de una misma naturaleza ...”.
En este caso, resulta claro que las conductas consistentes en el uso no autorizado o fraudulento del
servicio eléctrico, constituyen faltas administrativas que, por lo mismo pueden ser reprendidas con
sanciones de la misma naturaleza; y es irrelevante que esas mismas conductas también se
encuentren tipificadas como delito en el ordenamiento penal, ya que las sanciones que como
consecuencia de la comisión de un hecho delictivo se imponen no son de naturaleza administrativa
sino judicial penal. De ahí que el argumento del actor relativo a la creación de un régimen especial,
adicional al del campo penal, no sea de recibo.
En cuanto concierne a la censura de violación del artículo 29 de la Carta Política, por no contener el
Decreto acusado trámite alguno que garantice la defensa del acusado, la Sala considera que no está
llamada a prosperar, pues el artículo 26 de dicho Decreto consagra:
“Reglamentaciones . Cada entidad deberá expedir una reglamentación que permita el desarrollo y
aplicación de este Decreto, en un término no superior a dos (2 ) meses contados a partir de su
publicación, todo en concordancia con el Decreto- ley 01 de 1984”.
Según el artículo 1º, ibídem, por entidad debe entenderse “Persona natural o jurídica, pública o
privada, responsable de la prestación del servicio de energía eléctrica, legalmente autorizada para
ello”.
De lo anterior colige la Sala que si bien el Decreto acusado no consagra trámite alguno para su
aplicación, no por ello puede afirmarse que esté proscrita cualquier actuación de la Administración
para adelantar la investigación tendiente a establecer la conducta de fraude e imponer la
correspondiente sanción, pues, como quedó visto, es directamente la empresa prestadora del
servicio la que debía expedir la correspondiente reglamentación y, en todo caso, en el evento de no
existir tal reglamentación, resultan aplicables las disposiciones de la primera parte del C.C.A., por
mandato del artículo 1º del mismo, normas estas que garantizan el derecho de defensa del
administrado.
De tal manera que la violación de dicho derecho solo puede darse en la medida en que, en un caso
particular, la entidad prestadora del servicio público haya ordenado la publicación acerca de la
adulteración o daño a los equipos de medida o conexiones de las redes eléctricas, sin que ese hecho
se hubiera producido o cuando se le atribuye a quien no lo cometió.
Así pues, estima la Sala que las pretensiones de la demanda no tienen vocación de prosperidad,
como en efecto lo dispondrá en la parte resolutiva de esta providencia.
FALLA:
Se deja constancia de que la anterior sentencia fue leída, discutida y aprobada por la Sala en la
sesión del día 8 de septiembre de 2005.