Anda di halaman 1dari 2

DESARRROLLO SOSTENIBLE

El concepto de «Desarrollo Sostenible» respondió en sus inicios a la necesidad de considerar el


vínculo entre el crecimiento económico y sus efectos más o menos inmediatos sobre el medio
natural, más enfocado en la agricultura.

Es necesario tener presente que toda actividad económica lleva implícito un consumo de
materiales y energía que provienen del medio natural. No es posible generar nuevos bienes y
consumirlos sin tomar de la naturaleza materias primas y alguna forma de energía, y, del mismo
modo, generar en estas actividades algún tipo de residuo o desecho que a su vez es depositado
en el medio natural, afectando a sus características y capacidades.

Las acciones del ser humano utilizando recursos naturales y generando residuos que afectaban a
la calidad del ambiente, comenzaron incluso mucho antes de que surgiera la actividad
económica (Gómez Gutiérrez, 2009). En efecto, desde la etapa recolectora de la humanidad, los
hombres tomaban frutos o cazaban animales del medio natural para satisfacer sus necesidades
más elementales.
Sus desechos eran depositados en las cavernas donde se guarecían, o en los ríos y lagos junto a
los cuales se asentaban temporalmente. Cuando escaseaban los frutos o la caza, o resultaba muy
contaminada una caverna o un lago, se desplazaban a otro sitio con mejores condiciones para la
supervivencia. Por supuesto, era tan enorme el mundo natural y tan pocos los seres humanos
que, en esos momentos, no existía aún un conflicto de severas consecuencias.

A partir del momento en que los seres humanos comienzan a desarrollar propiamente una
actividad económica, entendida esta como la actuación de un grupo socialmente organizado
sobre la naturaleza con el propósito de obtener una mayor cantidad de bienes que luego
intercambiará con otros grupos, fueran estos agricultores, alfareros o pescadores por mencionar
algunas de las primeras actividades económicas–, el efecto sobre el medio natural comienza a
incrementarse. Se manifestó este en la pérdida de cubierta vegetal de algunas zonas, la
degradación del suelo, la sobreexplotación de la fauna y flora de ríos, bosques o praderas, la
generación de un volumen creciente de desechos y la concentración de los seres humanos en
grupos o comunidades con mayores consecuencias sobre el medio colindante. Aun así, tuvieron
que transcurrir miles de años para que surgiera un conflicto serio entre las necesidades de los
seres humanos, la actividad económica llamada a darles satisfacción y las posibilidades o
recursos que brinda el medio natural.

La revolución industrial del siglo XVIII incrementó la demanda de energía, aceleró el consumo
del carbón y la madera, y estimuló la búsqueda de fuentes energéticas adicionales, como fueron
después el petróleo o el gas. Se incrementó el empleo de nuevos recursos minerales para la
construcción y la industria, asociado a una mayor concentración urbana a costa del crecimiento
poblacional y de una emigración de la población dedicada a la agricultura hacia las ciudades.
Los efectos resultantes fueron la generación de nuevas sustancias contaminantes o una mayor
concentración de otras, así como la escasez de recursos naturales en algunos países, problema
este último cuya solución inicial consistió en la colonización de otras naciones menos
desarrolladas. Pero como acertadamente dijo Schumacher (1973): «El “problema ecológico” no
es tan nuevo como frecuentemente se le hace aparecer. Aun así, hay dos diferencias decisivas: la
tierra está mucho más densamente poblada de lo que estuvo en los tiempos primitivos, y no hay,
generalmente hablando, nuevas tierras adonde mudarse».

Ya a principios del siglo XIX, el científico alemán Thomas Malthus había expresado
preocupaciones catastróficas sobre el tema de la alimentación humana en su obra Ensayo sobre
el principio de la población. Su análisis estadístico de las tendencias de crecimiento de la
población del planeta, que tenían lugar con una tasa geométrica, mientras que los ritmos de
producción de alimentos lo hacían con una tasa aritmética, lo llevo a predecir una situación
futura de crisis en la cuál sería mayor la población mundial que la cantidad de alimentos
producidos por esta. Las predicciones de Malthus no se cumplieron a nivel global, pues el
desarrollo de las tecnologías agrícolas, las nuevas variedades de plantas cultivadas más
productivas, el empleo de fertilizantes químicos, la mecanización y el riego, así como otras
prácticas, permitieron alcanzar ritmos también geométricos en la producción de alimentos. Por
otra parte los métodos de control de la natalidad frenaban en algunos países el crecimiento
poblacional. No obstante, la presión sobre los recursos naturales se incrementó y en algunas
regiones del planeta la hambruna se convirtió, desde el pasado siglo, en una realidad que rebasa
las capacidades de su medio natural y organización social, para afrontarla.

En la primera mitad del siglo XX, junto a la impronta de los avances generados por la
revolución científico-técnica, se multiplicaron un conjunto de nuevos problemas vinculados a la
interacción entre el crecimiento económico y el medio natural. Crecieron extraordinariamente
los medios de transporte, la movilidad de las poblaciones y el turismo internacional, utilizando
vehículos con alto consumo de energía. Las mega ciudades, con cifras de varios millones de
habitantes, han proliferado, generando nuevas demandas y también nuevos problemas, como la
contaminación atmosférica, el ruido, la concentración de desechos sólidos, redes complejas de
abastecimiento de agua potable y de evacuación de aguas negras, entre otros. Algunas fuentes
energéticas y minerales se acercan al agotamiento, el consumo de otros recursos como el agua
resulta excesivo y se agudiza su escasez en algunos períodos o países. La producción industrial
demanda recursos y genera nuevos residuos y contaminantes. Han surgido sustancias altamente
nocivas, algunas de las cuáles se trasladan más allá de las fronteras de los países donde se
generan.
Algunos problemas resultantes alcanzan una magnitud planetaria, como el agujero en la capa de
ozono y el calentamiento global, y solo pueden encontrar solución en un esfuerzo concertado de
la comunidad internacional.
Todo ello contribuyó a poner en evidencia las contradicciones existentes entre el crecimiento
económico, el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la calidad ambiental, y a
generar una preocupación creciente sobre este tema en los medios políticos y científicos.

EL INFORME «NUESTRO FUTURO COMÚN» Y LA FORMULACIÓN INICIAL DEL


CONCEPTO DE DESARROLLO SOSTENIBLE
La toma de conciencia a nivel mundial de la relación entre el desarrollo económico y los
problemas del medio ambiente, tuvo su expresión dentro de las Naciones Unidas con la creación
en 1983 de la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente.
Para presidir la misma fue designada la premier noruega Gro Harlem Brundtland. La Comisión
publicará en abril de 1987, después de cuatro años de trabajo, el informe Nuestro Futuro Común
(Our Common Future), conocido generalmente como informe Brundtland, donde por primera
vez se conceptualiza el llamado «desarrollo sostenible», incluyendo dentro del mismo no solo
aspectos económicos y ambientales, sino también otros de índole social.
Este informe no pretendía predecir el futuro del planeta sobre la base de lo que venía sucediendo
en la economía global en las dos décadas precedentes, sino más bien su propósito se centraba en
formular un llamado de alerta a la conciencia mundial y brindar una plataforma para la toma de
decisiones, esencialmente por parte de los líderes políticos, con vistas a garantizar los recursos
imprescindibles para el sustento de las generaciones actuales y futuras.

«Está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar
que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las propias».

Anda mungkin juga menyukai