Dentro del contexto geopolítico propuesto por el autor entendemos las imágenes a partir
de un código propiciado por la industrialización de la imagen en pro de un dominio
“simbólico” de una cultura sobre otra. Visto de otra manera, esta producción de imágenes
responde a una necesidad de legitimizar maneras impuestas de ver como prácticas
culturales, cuya única intención es de consumo.
Candini destaca como en el ámbito artístico la muerte del artista se puede atribuir a la
manera en como el sujeto creador de imágenes, pierde su intencionalidad respecto a su
obra de arte puesto que esta se ve reconfigurada a otro código (puede ser similar a niveles
iconográficos) publicitario al verse apropiada por las instituciones u otras organizaciones
a manera de auto promoción en proclama del arte.
Entendido esto se vuelve aún más notable como estas estructuras globalizadas representan
un reordenamiento de las imágenes, también visto como una <<organización
transnacional de las representaciones en las artes e industrias culturales>>.
Los museos juegan un papel fundamental al querer determinar el lugar de los sujetos
creadores en el sentido artístico. Sin embargo, es necesario reconocer la mutación que ha
sufrido el museo en cuanto agente comunicativo, si bien el espectador consumía la
narrativa visual de la exposición ahora este elemento se ha vuelto un entretenimiento que
sigue una lógica de turismo cultural, la producción, circulación y recepción de las artes
se organiza cada vez menos en torno a las obras en sí mismas, la dialéctica entre
espectador y obra ahora se verá representada en conversaciones o intercambios,
improvisaciones, traducciones interculturales o composiciones colectivas que funcionan
más como asambleas dispersas que como colecciones de objetos o mensajes.
En un comienzo, los protagonistas de las acciones del museo fueron colonizadores que
se apropiaron de bienes, patrimonios de culturas locales o indígenas, para centralizarlos
en el país y hacer de esos objetos, más que objetos de conocimiento histórico, trofeos de
la colonización. En la segunda etapa se volvieron gestores del nacionalismo
implementando una lectura compacta de la historia nacional teatralizada. En la tercera
etapa el museo se vuelve un recinto de expresión de la individualidad creativa ya que los
protagonistas de esta etapa fueron los artistas. Posteriormente el circuito del arte
propiciado por el museo se ve anexado al círculo comercial y financiero por parte de las
mediaciones de empresarios y fundaciones. Aunque el punto máximo de inflexión surge
cuando el museo se vuelve una marca.
Dicho eso no sorprende que críticos aluden a las extensiones del museo a manera de
presentar atractivos bajo la imagen del museo como marca, el museo se vuelve un espacio
de entretenimiento.
Esta etapa morfológica del museo culmina cuando la estética del recinto se coloca
valorativamente encima de la exposición o las obras de artes expuestas, <<”cuando la
atracción aún proviene de dentro del museo es por la interpretación ofrecida por un
curador que relee la historia de un periodo artístico”>>.