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Democracia y populismo en la argentina actual

Cristián Gastón Maldonado


Hablar de la democracia en la Argentina actual resulta complejo y desafiante, ya que
todas las posturas que se puedan tomar al respecto suscitan polémicas y diferencias, lo
cual nos indica el carácter inacabado del término y su práctica. Así, es posible
reconocer diversos enfoques tanto desde la teoría y la filosofía política, como así
también desde los discursos en pugna que circulan por la sociedad. En este marco de
pluralidad, nuestra visión responde a un determinado posicionamiento teórico, que
podríamos esquemáticamente ubicar, dentro de las teorías post- estructuralistas de la
política. Este posicionamiento surge en contrapartida a la perspectiva habermasiana que
postula la centralidad del proceso dialógico como el modo de generar los consensos
necesarios en una sociedad política.
Nuestro enfoque parte de los siguientes supuestos básicos: En primera instancia, el
abandono de la categoría de sujeto como una entidad unitaria, transparente y suturada y
la reivindicación, en su lugar, de distintas posiciones de sujeto en el interior de una
estructura discursiva que pueden ser articuladas en diferentes formaciones hegemónicas.
Dicha imposibilidad de constituir sujetos unitarios, es producto de una crisis en el
concepto de totalidad social, que funcionaba como el principio subyacente de
inteligibilidad del orden social. En este sentido, según Laclau “no existe un espacio
suturado que podamos concebir como una sociedad”. (Laclau y Mouffe, 1987). Es
decir, que todo sistema se encuentra rodeado por un exceso de sentido que lo desborda
permanentemente, frente a lo cual son necesarias ciertas prácticas articulatorias que a
través de la construcción de puntos nodales logran fijar parcialmente el sentido.

En este marco, es posible pensar la posibilidad de constitución de una pluralidad de


espacios políticos, en los cuales, sea viable articular una serie de diferencias a fin de
poder construir significados que unifiquen y den consistencia a la cadena equivalencial.
Pero, dicha articulación, será siempre el resultado de una lucha hegemónica a través de
la cual una particularidad unifica a la totalidad de la serie.
En este sentido, hacemos referencia al modelo agonístico de la democracia de Chantal
Mouffe, desechando los enfoques que hacen hincapié en los aspectos meramente
procedimentales o delegativos, reivindicando en su lugar la dimensión central que ocupa
en nuestras sociedades el conflicto, siendo lo político el lugar por excelencia en donde
se producen las articulaciones.
Siguiendo a Jean- Luc Nancy consideramos que, cuanto más se difunde y se generaliza
la certeza de la democracia tanto más se nos interroga sobre su fragilidad. El problema
de los sentidos profundos que implican los diferentes abordajes de la democracia se
impone como un hecho imposible de eludir. En este sentido, debemos problematizar la
discusión acerca de lo que se entiende por democracia. Hay teorías que la conciben
como un método de elección de candidatos que compiten por un lugar en la estructura
estatal, este punto de vista es postulado por una fracción importante de la ciencia
política norteamericana. También es posible pensar la democracia traspasando las
consideraciones referentes a la constitución de ella como régimen, (como patrones
formales e informales, y explícitos e implícitos, que determinan los canales de acceso a
las principales posiciones de gobierno, las características de los actores que son
admitidos o excluidos de ese acceso, los recursos y las estrategias que les son
permitidos para ganar tal acceso, y las instituciones a través de las cuales el acceso es
procesado y, una vez obtenido, son tomadas las decisiones gubernamentales) y ampliar
la mirada en lo que respecta al tipo de Estado y los condicionantes sociales
intervinientes en todo proceso político(O’Donnell, 2001).
Enla actualidad los conceptos de democracia y populismo se han visto afectados por una
comparación excluyente, desde el liberalismo y, aun, desde tradiciones de la izquierda
más ortodoxa se piensa al populismo como una forma demagógica y personalista de
ejercer el poder político vinculado a las clases más postergadas de la sociedad, que sin
embargo, tendría como objetivo la reproducción de las condiciones sociales imperantes,
lo que en definitiva terminaría favoreciendo a los sectores privilegiados o dominantes.
El termino populismo goza de mala fama como practica y como concepto, puede decirse
que en el lenguaje político, populismo, es lo más parecido a una mala palabra
ejerciendo el paralelo con la lengua común y cotidiana. El grado de arbitrariedad que se
ejerce en la identificación de los diferentes “populismos reales” es directamente
proporcional a la vaguedad e indeterminación del término tanto en términos semánticos
como políticos. Sobre la cuestión de la vaguedad Laclau señala que esta es la resultante
de la misma indeterminación de la realidad social, y que es la condición necesaria para
la construcción de significados políticos relevantes (Laclau, 2005). Cabe agregar que la
reflexión sobre el populismo en la Argentina se inicio mediante un acontecimiento
histórico-social como lo fueron las olas inmigratorias internas y externas que se dieron a
finales del siglo XIX y continuaron por diferentes causas hasta bien entrado el siglo XX,
que se dirigieron principalmente hacia Buenos Aires. Aquí ya existe un dato a tener en
cuenta, el populismo, como tema relevante en términos de teoría política y sociología
posee un carácter eminentemente urbano que supuso la cristalización de un proceso
contingente que reconoce variables económicas, culturales y políticas. Brevemente, en
nuestra opinión es posible abordar el problema del populismo por lo menos desde dos
prospectivas que de hecho no invalidan a otras diferentes. Una perspectiva situada, que
se articula de mejor manera con análisis histórico social, pero que en cierta medida
restringe las potencialidades explicativas del populismo a través de una des-
dinamización teórica, que se produce cuando no es posible cumplimentar el
requerimiento ineludible de actualización y reinterpretación de los marcos de
pensamiento. Así, el concepto populismo, sería útil simplemente para contener la
explicación concreta de un fenómeno social concreto y situado que perdería relevancia
para designar a los acontecimientos políticos o dar cuenta de sus formas organizativas.
Desde nuestra perspectiva, este agotamiento y des actualización del populismo responde
por un lado a la negativa de la tradición hegemónica en la ciencia política a pensar y
elaborar seriamente este problema por fuera de los prejuicios ideológicos que,
falazmente, esta tradición dice combatir. Por otro lado, las circunstancias históricas que
terminaron en los años noventa con el triunfo del proyecto neoliberal implicaron una
redefinición de los marcos de referencia políticos, económicos y culturales que de
ninguna manera era compatible con los intereses de algún proyecto que pusiera al
pueblo como centro de su construcción política. Por lo demás el Menemismo, en sus
inicios, genero una retorica de lo popular acoplada al desicionismo político a favor de la
consumación de una revolución conservadora. (argentina entre dos siglos. La política
que viene. Julio pinto compilador. Ed. Eudeba 2001).
Guillermo O’Donnell, quien apuesta a una posición que contempla la centralidad del
concepto de ciudanía como agencia, en la que, la conquista de los derechos civiles
políticos y sociales deben, en cierta medida, ser resultado justamente de su puesta en
práctica y del planteamiento de las necesidades de una sociedad para que están puedan
ser resueltas con la intervención de los sujetos insertos en el sistema democrático,
plantea lo siguiente: (en la mayoría de los países de Latinoamérica) “…los derechos
sociales fueron logrados antes o después de los derechos políticos pero esos derechos
fueron significativamente limitados y adquiridos como consecuencia de movimientos
nacionales populistas escasamente focalizados en cuestiones de ciudadanía política
individual…”. (p 56). Esta visión implica la caracterización negativa del populismo
como una forma política que desconoce la construcción política, en términos de la
agencia ciudadana, por esto mismo, bajo este paradigma, el populismo es, en cierta
medida, una degeneración de la democracia.
La segunda perspectiva, que llamaremos dinámica, de abordaje al populismo es la que
desde aquí intentaremos defender siguiendo a Laclau. Esta categoría es entendida no
como un tipo de movimiento asociado a una base social especial o con una determinada
orientación ideológica sino como una lógica política, cuyo punto de partida es la noción
de demanda social. La pluralidad de demandas sociales hacen necesaria la construcción
de una articulación equivalencial a fin de constituir demandas populares, articulación,
en la cual, una particularidad lograra asumir una significación universal a través de la
construcción de hegemonía. Esta articulación hegemónica entre las diferencias que
singularizan a cada demanda y la equivalencia que se forma entre ellas es denominado
política, mientras que la forma particular que adquiere dicha articulación es denominado
populismo. Sus tres características principales son la formación de una frontera interna
antagónica, la articulación equivalencial de demandas y la unificación de las mismas en
un sistema estable de significación (Laclau, 2005). Desde esta posición no existe
ninguna intervención política que no sea hasta cierto punto populista, lo cual no
significa que todos los proyectos políticos sean igualmente populistas, sino que, esto va
a depender de la extensión y composición de la cadena de articulaciones diferenciales
que unifiquen las demandas sociales (Laclau, 2005).
Dentro de esta hipótesis de abordaje el problema del liderazgo se posiciona como una
de las claves para entender ciertos fenómenos políticos. En la historia política podemos
encontrar los nombres de los líderes que marcaron diferentes épocas y proyectos, pero
sin duda el mayor liderazgo de los últimos tiempos fue el de Juan Domingo Perón,
quien hizo de la conducción política un arte que, al decir de Ricca, “…es a todas luces
una Tekné a medio camino entre la estrategia y la táctica, y a medio camino entre el
ars y el ingenium…”. El peronismo implico una articulación excepcional de diferencias,
excepcional, por su extensión y por el carácter trasformador que implico el proceso
político que protagonizo fundamentalmente desde 1945 hasta entrada la década de 1950.
La serie de articulaciones hegemónicas que protagonizo el peronismo fueron tan
exitosas desde el punto de vista político organizacional que para quebrar esa hegemonía
fue necesario que el sector conservador y reaccionario de nuestro país recurriera a la
fuerzas armadas para desbancar al gobierno encabezado por Perón. El proyecto
peronista articulo tan novedosamente las diferentes demandas existentes en la sociedad
que estas se re articularon con la ida del líder al exilio. Esta reacomodamiento de la
estructura que había nacido con el peronismo significo un problema permanente para los
sucesivos gobiernos militares y civiles hasta 1973. La ausencia del líder indiscutido del
movimiento y conductor de la estrategia oficiaba una doble función, la de darle
cohesión a través de sí mismo a todos los que se identificaran como peronistas en el país
y la de brindar coherencia a la resistencia que le asegurara su lugar como interlocutor
válido en la política nacional. Así, Perón era la encarnación de la doctrina y el proyecto,
era un símbolo de sí mismo, el significado que llenaba y contenía las diferencias, que
por cierto eran muchas y muy importantes como lo demostraron los acontecimientos de
Ezeiza.
Ahora bien, en la actualidad cabe preguntarse en el marco de los gobiernos que
encabezaron Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández ahora ¿Cuál es el
significado que brinda sustentabilidad, y cohesión a la articulación de diferencias que
implica la actual coyuntura? ¿Cual es el rol que juega la conducción política en este
proceso político? Desde aquí podemos solo esbozar algunas líneas que puedan
contribuir a la discusión sobre el tema. En primera instancia es bueno aclarar que el
Kirchnerismo hoy implica de por sí una pertenencia previa ya sea esta peronista, del
arco progresista o bien del sector sindical o los movimientos sociales. De manera que el
actual proceso no construyo una identidad tan compleja como si lo hizo el peronismo
con Perón. En este marco post- peronista ya no hay, quien decida quién representa
mejor los intereses y la doctrina del conductor ya que ese juez era él mismo. Por lo
tanto al no existir ya el nombre del héroe ¿qué es lo que le queda a este gobierno, es
decir, en que se asienta? En nuestra opinión, el actual gobierno posee dos bases de
sustentación claras que demuestran diferentes grados de efectividad: por un lado la
construcción de un antagonismo con algunos sectores de la economía, especialmente los
más concentrados, con quienes mantiene una tensión practico discursiva que en
términos reales es bastante moderada. Por otro lado el gobierno ha intentado
posicionarse también en una tensión con las instituciones que históricamente tuvieron
proyectos anti populares de país (FFAA, Iglesia, Sociedad Rural, etc.).La disputa en
este marco con los medios oligopolios de comunicación implico e implica la lucha por
la creación del sentido, lo que lo eleva en la jerarquía de los conflictos .De esta forma en
gran medida la articulación se basa en la identidad de los antagonismos más que en la
coincidencia de las metodologías y los fines. Por otro lado, la aparición del sintagma
proyecto nacional significo la intención de instalar discursivamente la asociación de
este gobierno con un proceso planificado de transformaciones ordenadas que apuntan al
futuro pero que se construyen en el presente y por las cuales el rol de la militancia y la
juventud adquiere un gran peso. Asociado a esto también está la idea de la integralidad
del territorio nacional y la distribución equitativa del ingreso. En la actual situación
nosotros observamos una estabilización de las diferentes articulaciones que lleva a cabo
el gobierno en virtud de una combinación ejemplar de conflicto y tensión con gestión y
previsibilidad. El éxito de esta política dependerá tanto de factores endógenos como
exógenos (como puede ser que la oposición política no logre como hasta ahora la
construcción de una alternativa que en términos hegemónicos pueda competir con la
actual).
Para finalizar, unas notas a modo de conclusión. La actualidad política de gobierno
nacional pude ser caracterizada como una combinación positiva entre democracia
formal con vigencia de las instituciones y la construcción populista de un proyecto
político que articula una serie de diferencias que pretenden hegemonizar el espacio
político cuya finalidad parece ser la reconstitución de una parte significativa de la
estructura estatal, económica y política en términos generales. Ahora bien, para la
compresión cabal de este proceso es necesario abandonar las teorías sustancialistas o
procedimentales de la democracia y las explicaciones tendenciosas del populismo, el
cual no es más que una forma específica de arquitectura política.

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