Necesitamos orar por las esposas de nuestros misioneros, ya que es muy, muy
difícil para ellas. Los hijos se adaptan muy rápido. Ellos salen a jugar a la calle y
aprenden el lenguaje en tan sólo unos meses, mientras que papi y mami pasan
seis horas diarias estudiando y sin aprender mucho. Necesitamos orar por
nuestros misioneros. No olviden a las esposas. Ustedes, damas, póngase en el
lugar de las esposas de los misioneros y ore por ellas. Ustedes pueden
entenderlas mejor que los hombres.
También, su relación personal con los nacionales. Una persona que va a un país
extranjero puede ofender al nacional aun sin darse cuenta, y la relación se daña
tan sólo por un error. Nuestros misioneros necesitan que oremos por ellos. Ellos
hasta llegan a tener problemas con otros misioneros. Los predicadores son
criaturas muy, muy celosas. Si Dios empieza a bendecir grandemente a un
misionero, esto causará, normalmente, problemas en sus relaciones con otros. Sin
embargo, no debería ser así; no estamos en una competencia, pero
desgraciadamente esto ocurre.
Hay muchas cosas por las que podemos orar por los misioneros. Por ejemplo,
ellos necesitan ser equilibrados en el uso de su dinero, de sus posesiones y en
cuanto a vivir en el tipo de casa correcta para ayudar en el ministerio allí.
Después, viene el tiempo de volver a visitar a las iglesias que los sostienen.
Regresan con un montón de sueños y muy entusiasmados en cuanto a lo que va a
pasar. Van a las iglesias y esperan que todos van a estar animados también.
Regresan para volverlos a ver y muy a menudo la gente no está tan animada
como ellos creían. Entonces, empiezan a pensar, “He dado mi vida y me he
sacrificado para esto y nadie está realmente entusiasmado con ello”.
–El Escudo de la Fe